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El sonido más hermoso del mundo

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Enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo. Enseñarás a soñar, pero no soñarán tu sueño. Enseñarás a vivir pero no vivirán tu vida. Sin embargo… En cada vuelo, en cada vida, en cada sueño, perdurará siempre la huella del camino enseñado. (T. de Calcuta)

Hace unos años, no muchos, durante el verano, ocuparon los apartamentos junto al mío en la playa, varias parejas extranjeras muy jóvenes. Cuando al paso de los días vi que estaban solos, respondiendo a mi manera de ser y mis costumbres, me ofrecí a ellos por si necesitaban algo al no estar con sus padres.

Me miraron con extrañeza, lo agradecieron muy amablemente, pero como digo antes, un tanto sorprendidos no comprendiendo mi inquietud, pues llevaban mucho tiempo, según me dijeron ellos mismos, haciendo con su permiso, uso de esa libertad plena.

Más o menos por esa época, estando en Málaga, unos amigos me invitaron a cenar y después al cine. Al salir había en la calle tantísimos jóvenes, que sorprendida y confi eso que hasta un tanto preocupada, pensé que sería una manifestación o una huelga:

Bien se nota lo poco que sales de noche, comentaron mis amigos divertidos riéndose de mi comentario.

Me paré y observé con curiosidad el espectáculo, y me extrañó muchísimo que el color que imperaba en los atuendos de las muchachas, fuera el negro.

Esos cambios de costumbres tan ostensibles, fueron para mi, que era cierto que no salía de noche, una gran novedad.

Precisamente, por esas fechas, entrevistaron en televisión a un gran artista de teatro de mediana edad, cuyos comentarios me emocionaron. Dijo así:

Lo que más amo en el mundo y el por qué de mi vida, es mi hijo (Estaba viudo). Pensaba cuando era pequeño, que esa sería la época más difícil de superar, me preocupaban su salud, su desarrollo físico y mental, su estancia en el colegio y después en el instituto, no previendo, que su adolescencia me traería otras enormes preocupaciones de mucha más envergadura: sus amistades, sus afi ciones y costumbres, el proceso de sus estudios, su evolución como ser humano y en general todo lo referente a su vida cuando no estaba cerca de mí.

Os aseguro, repitió con voz quebrada por la emoción y lágrimas en los ojos, que el sonido más hermoso del mundo, es el de la cerradura de mi puerta cuando mi hijo la abre con su llave al volver a casa ya entrada la madrugada.

Entonces y sólo entonces, puedo conciliar el sueño dándole infi nitas gracias a Dios porque él ya está a salvo de peligros, en su casa y en su cama donde lo puedo ver, lo puedo sentir hasta respirar y comprobar su perfecta integridad física.

Sin que se de cuenta, pues protestaría y hasta me regañaría, me acerco con mucho sigilo a la puerta de su dormitorio para escuchar esa respiración y comprobar que es pausada, serena y que pronto pasará a dormir plácidamente.

Siempre pensamos que somos las madres las que nos comportamos así, por eso, al ver a todo un galán de la escena hablando con aquella dulzura y emoción, no pude contener mis lágrimas.

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