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CAMINANDO VOY Buscándote en las estrellas
~Caminando voy~
Por Paqui Pérez
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En una apacible y no demasiada fría noche del mes de enero, cuando las estrellas brillan de un modo diferente al resto del año, me encuentro admirando ese cielo poblado de estrellas, metida en mis pensamientos más profundos sobre los años pasados de mi ya lejana juventud. Cuando salí a la terraza mirando el cielo y contemplando la majestuosa y silenciosa noche que invitaba a preguntarte si hubiese sido posible poder verte entre las estrellas.
Porque eso fuiste para mí; aunque ya no estás conmigo, sigues siendo la estrella de mis sueños y mi vida, el lucero que me guía. Aunque era pequeña cuando partiste y no me enteré hasta pasados unos días, es como si aún te estuviese esperando que volvieras a recogerme del colegio. Muchas veces tengo la sensación de que no te has ido, ya que nunca pude despedirme de ti y, diría que es verdad que estás a mi lado siempre.
Tú, mejor que nadie, sabes que lo que estoy diciendo es verdad, porque te siento a mi vera y es como si percibiera tu respiración, el ruido de tus pasos y oliese el perfume que te ponías, aún no he olvidado el nombre. Teníamos un amigo muy especial en común, nuestro “Minuto”, nuestro perro, ése que mi padrino me trajo cuando era muy pequeña.
Él también te echaba de menos y te buscaba por todas partes. Fue mi fi el amigo durante muchos años; nos gustaba salir de caminata por el campo, yo le contaba mis cosas y él se quedaba mirándome, sé que me entendía, sólo le faltaba responderme. Recuerdo que un día nos metimos en un sitio prohibido para coger almendras subiéndonos a los árboles…él también se subió, de pronto empezó a ladrar para avisarme de que venía el guarda…¡Puff ff f! Nos bajamos y corrimos tanto que yo hasta perdí un zapato. Menos mal que no nos llegó a ver.
La verdad es que nos metimos en bastantes líos. Uno de ellos fue con un gran lagarto que quiso atacarme y él me defendió, quedando mal herido y hubo que llevarlo al veterinario para que le operaran los desgarros que le hizo. Fue muy valiente y lo mató.
¡Qué vacío dejaste en nuestras vidas; jamás ha sido cubierto por nada ni por nadie! Pero fíjate…cuando salgo en la oscuridad de la noche y puedo contemplar el fi rmamento, es cuando aún te siento más cerca que nunca; es tan vasta esa inmensidad que no encuentro techo a mis pensamientos de lo que podría haber sido y no fue. Hablo contigo y tengo la sensación de que estamos las dos charlando y encuentro una gran serenidad en mi interior.
Ya sabes cuántas cosas me han ocurrido, unas desagradables pero otras muy buenas, aunque creo que las buenas superan a las desagradables con creces. En parte te lo debo a ti, porque sé que tú siempre me estás ayudando, quizás… mejor que si estuvieses aquí. Desde allí tu poder es infi nito, estás con Nuestro Señor.
¡Te quiero, mamá!
Paqui Pérez