2 minute read
Quién salva a quién
¿Qui� sal va a qui� ?
Suele decirse que hay dos tipos de países: los que son racistas, y los que aún no han tenido la oportunidad de demostrar que lo son. Cada día es más habitual cruzarse por la calle, en cualquier lugar de Europa, con personas mayores en sillas de ruedas que empujan con un ánimo envidiable emigrantes hispanos o negros. Son hombres, y a veces mujeres, fuertes y robustas, que pasean a estos ancianos, decrépitos y demacrados, en busca del sol matutino que les provea de vitamina D.
Advertisement
Es la estampa que nos anuncia cómo será la Europa que recibirán nuestros herederos si la agitada población mundial no acude a salvarnos. Nuestro futuro necesita urgentemente que acudan a España mas de cuatro millones de personas jóvenes dispuestas a trabajar, a formar parte de nuestra sociedad, a procrear, a pagar tributos y a ocupar plazas en tantísimas universidades como hemos construido.
De los inmigrantes depende el bienestar futuro de la UE, para ello es necesario que 45 millones de personas de cualquier raza y color, contribuyan a rejuvenecer la actual población atacada de la implacable vetustez que aporta la ancianidad. Ante el alarmante panorama de la persistente llegada de pateras a nuestro litoral, cabría cuestionarse sobre ¿quién salva a quién?
La atroz visión de los inmigrantes saltando las vallas metálicas reforzadas con alambres de púas, o los rescatados en alta mar, constituyen una actuación opuesta de salvación. Son ellos los que llegan en nuestro auxilio. Son ellos los que en estos momentos asean nuestras calles de las toneladas de basura que nuestros encantadores jóvenes dejan tras los conciertos y sus etílicas fi estas, limosnean en cruces de calles atiborradas de gente que gastan lo indecible, aceptan aquellos trabajos que nadie quiere hacer, observan con asombro el manejo que hacemos de nuestros móviles de ultima generación.
En un futuro no muy lejano, cuando los hijos de estos parias tengan los mismos derechos que usted y ocupen el puesto que se hayan ganado en nuestra sociedad, será a ellos a los que Europa deberá agradecer no haber desaparecido como un estado decrépito, avaro y miserable. Tal vez algún nacionalista xenófobo, al que uno de estos huidos del hambre le puede estar limpiando hoy el culo, piense que esta predicción es el sueño absurdo de un iluso. Sin embargo, por muchas fronteras que les pongamos, nos encontraremos algún día con que todas las criaturas serán de color chocolate.
Nono Villalta