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~ De esto y aquello ~
Por Leonor Morales
Noticia
Han encontrado el cuerpo momificado de una mujer de unos cincuenta años en el interior de su vivienda, un piso situado dentro de una comunidad de casi doscientos vecinos. Parece ser que la mujer había fallecido cuatro años antes y que nadie la había echado de menos. El cuerpo no despidió la fetidez de un cadáver en descomposición – que hubiera delatado su presencia sin ningún paliativo – porque se fue secando hasta quedar totalmente momificado. El banco pagaba los recibos del alquiler del piso que tenía domiciliados hasta que se acabó el dinero. El portero guardaba la correspondencia… No sé que más problemas presentaría su desaparición ni como se resolverían, pero lo cierto es que da escalofríos pensar en la tremenda soledad de esta mujer. ¿Nadie vino a preguntar por ella? ¿En ningún sitio la echaron de menos? ¿Ninguna vecina se extrañó de no verla nunca por la urbanización? ¿No había nadie en la ciudad o fuera de ella que se alarmase al no recibir noticia alguna de su existencia? Es totalmente inconcebible.
Las técnicas de la comunicación han avanzado en los últimos años de forma vertiginosa y parece cosa de brujas cómo nos conectamos a cada instante con cualquier rincón del universo. Hablamos y nos vemos con personas distantes a miles de kilómetros y tenemos inmediatamente ante los ojos cualquier acontecimiento acaecido en nuestro planeta.(¡Pero no nos enteramos de que una vecina ha muerto, sola, a unos metros de distancia!) Tantas facilidades deberían hacernos más comunicativos y sociables, es lo lógico. Entonces ¿Por qué cada día hay más soledad en este nuestro hermoso planeta? ¡Benditas comunidades aquellas del cotilleo, en las que eran conocidas por todos los vecinos, las peculiaridades de cada uno de ellos! Se despellejaban a veces, claro, y había rencillas y discusiones, pero también se acudía a prestar ayuda en las necesidades y consuelo en las aflicciones. Y, desde luego, jamás se hubiera producido un caso semejante.