Hablando de perros y civismo
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in duda alguna, la convivencia social debe sustentarse sobre pilares sólidos, como la tolerancia, el respeto, la libertad y la equidad. Pero ¿por qué resulta tan difícil lograr la armonía cuando hablamos de una comunidad vecinal? Quizás porque no todas las personas están dispuestas a cumplir con su parte, y exigen a los demás incluso más de lo que ellos mismos están dispuestos a asumir. Es indudable también que en la actualidad son cada vez más familias las que deciden convivir en su hogar con un animal de compañía, mayoritariamente perros, aunque en otras ocasiones son gatos, aves, hurones, conejos y similares Como miembros de la sociedad, estas personas reclaman sus derechos mientras se ven obligadas también a cumplir una serie de deberes extras a favor del bienestar común. Pero existe otra parte en este entramado social, y son aquellas personas o familias que desean mantenerse lejos de estos animales y apuestan por una convivencia exclusivamente con animales humanos –que es lo que somos en realidad: animales-, bien porque no les guste el contacto con aquellos, o sufran de alergias, fobias o, simplemente, un rechazo visceral. Igualmente, estas personas también están obligadas a respetar unas normas de convivencia. Lo que está claro es que, en una sociedad civilizada y evolucionada debe haber cabida para todos, siempre y cuando cada uno respete y tolere al otro, y cumpla con sus respectivas responsabilidades y obligaciones. Veamos un poco más en detalle cada parte. FAMILIAS O PERSONAS QUE CONVIVEN CON PERROS. El hecho de convivir con un perro debe presuponer el buen trato hacia él, y ello implica cubrir todas sus necesidades de cara a conseguir su bienestar. Como consecuencia, el bienestar animal nos ayudará a lograr también el bienestar humano en esta relación humano-perro. Si la persona conoce y ejerce sus responsabilidades para
con su compañero canino, así como la manera de educarlo correctamente, se podrán prevenir muchos problemas de comportamiento que resultarían molestos al resto de la comunidad. Esto no sólo se consigue con concienciación social, implicación política y sanciones legales (cuando fueran necesarias), sino sobre todo con formación específica sobre la especie. Como profesionales del comportamiento canino, desde Can de Luna defendemos la formación básica en tenencia responsable de animales, ofreciendo claves para mejorar la convivencia y prevenir problemas que podrían derivar en molestias vecinales, e incluso en maltrato o en abandono animal. De otro lado, nos encontramos con la parte puramente de educación humana y cívica. Quien disfruta de la compañía de un perro deberá responsabilizarse también de todo lo que ello conlleva: recoger sus excrementos en la vía pública y zonas comunes en las comunidades de vecinos (art. 6 de la Ordenanza Municipal de Mérida); evitar micciones -o limpiarlas en caso de situación inesperada- en lugares como zonas comunes, puertas de viviendas, ventanas…; proporcionarle un lugar seguro y adaptado a sus necesidades, limpio y protegido de las inclemencias del tiempo, con espacio suficiente para su movilidad (nada de mantenerlo de forma permanente en balcones, terrazas, patios, jardines ) (art. 5 de la O. M.); dotarle de una alimentación saludable y ajustada a sus necesidades; dar respuesta a sus exigencias veterinarias, no sólo con vacunas, sino también en referencia a cualquier otro tipo de patologías; ofrecerle un trato responsable y digno, así como ayuda profesional para superar los posibles problemas de conducta que pueda desarrollar; respetar los horarios de descanso de los convecinos (art. 6 de la O.M.); prevenir acercamientos del perro hacia personas que no les agradan (y viceversa) y acatar lo estipulado en la localidad sobre la posibilidad de soltarlos (art. 6 de la O. M.); respetar las disposiciones legales locales, autonómicas y estatales-, pese a que muchas de ellas
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se vean necesitadas de una revisión profunda Si alguien no tiene en cuenta todas estas normas, el que saldrá perdiendo sin duda será el más indefenso y desprotegido: el perro. Cumplir con todas estas obligaciones beneficiará tanto a las personas que tienen perros, como a estos mismos animales. Y, por favor, si alguien no está dispuesto a cumplir con estas responsabilidades, mejor que no tenga perro, ¡nos hará un gran favor a todos! La falta de tiempo para atenderlos, la escasez económica para dar respuestas a sus necesidades básicas, la falta de sensibilidad hacia ellos, la ineptitud, crueldad o arrogancia a la hora de educarles… nada de esto debería ser motivo ni excusa para abandonarlos ni maltratarlos (física o psíquicamente; art. 3 de la Ordenanza Municipal de Mérida). FAMILIAS O PERSONAS QUE NO CONVIVEN CON PERROS. No a todos nos gustan o nos motivan las mismas cosas. Pese a ello, hay que respetar y ser tolerantes con los demás, sobre todo con aquellos que cumplen con sus obligaciones y muestran una educación civilizada. No se puede juzgar a todas las personas por el mismo patrón intransigente, ni prejuzgar a los que cumplen por culpa de los que no lo hacen. Pongamos el ejemplo de las recogidas de excrementos por parte de los responsables de perros: ¡Cuántas veces se escuchan quejas hacia personas que tienen perro y cumplen con sus obligaciones cívicas por culpa de las que no lo hacen! ¡Incluso cuando son las personas las que ensucian la comunidad y el entorno, y no recogen sus propios deshechos! Otro ejemplo: ¡Cuántas veces se tiene que aguantar que se señale a los que tienen perros por algún vertido, mancha o destrozo que han hecho otros vecinos que no tienen perro! En cualquier caso, sería más conveniente recurrir al control emocional y a las habilidades sociales elementos propios de la inteligencia emocional- para dirigirse a otras personas, y esto también es parte de una educación básica personal,
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