5 minute read
El ecosistema faunístico de la iglesia de Santiago
from Miajadas Feria 2022
by editorialmic
Iglesia de la Asunción, en Pescueza.
De apelativos más que raros podíamos considerar a La Aldea del Obispo, Cabezabellosa, Descargamaría, El Gordo y Pescueza. Y cerramos este recorrido, con otras poblaciones que perfectamente podíamos haber situado en algunos de los grupos anteriores, pero que hemos preferido agruparlas por la sonoridad y belleza de sus nombres: Casas del Monte, Montehermoso, Sierra de Fuentes y Villa del Campo.
Advertisement
Ermita del Cristo, en Montehermoso.
Llegamos al final. Al igual que otros lugares, también los pueblos de la provincia de Cáceres encierran en su toponimia gran parte de la lengua e historia de su pasado. •
«…Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando…».
Juan Ramón Jiménez
Fotos: José Bulnes Tardío
Entre las jaras, las encinas, los alcornoques y las retamas, entre los olivos, las higueras y las parras, en los campos de cultivo y en los barbechos..., nuestros campos están llenos de sonidos de aves en cualquier época del año, nuestro cielo, las riberas del Búrdalo, nuestras lagunas, los arroyos, las dehesas, el monte bajo…, pero también el pueblo. Nuestras calles y tejados guardan tal cantidad de aves que, sólo cuando nos detenemos para escucharlas y observarlas, es cuando descubrimos uno de nuestros más preciados tesoros.
Los pájaros juegan, saltan, se asustan, se acicalan, van y vienen de un lado para otro, buscando siempre ser fieles a lo que hacen todas las aves: estar limpias, tener comida, disponer de un lugar para descansar y no tener problemas. Esto que puede parecernos tan simple, ya quisiéramos llevarlo a la práctica todos nosotros.
Se dice que sólo se valoran las cosas que no se tienen. Quizá no seamos conscientes de la inmensa suerte que tenemos viviendo en un pueblo de Extremadura, como otros tantos, rico en una fauna que se encuentra hasta en el mismo núcleo urbano de Miajadas. Aludiendo a los pájaros, Antonio Gala, un enamorado de la vida, de la luz y del amor, escribía: «¿Son incansables, o es que son infinitos y se turnan?». Con las aves convivimos, sin apenas darnos cuenta, quizá porque desde muy niños nos acompañaron como algo nuestro. Seguramente lo que a nosotros nos parece indiferente, sea un joyel para otros que nos visitan. Imaginémonos por un momento al pueblo sin pájaros, sin sus cantos, sin sus colores, sin su alegría, sin su contagiosa vitalidad; nada sería igual. Miajadas sería un pueblo callado, oscuro, triste y sin vida.
Lo que viene a continuación solo pretende ser un sencillo reportaje sobre el ecosistema faunístico que convive en el que es nuestro monumento más emblemático, declarado en 1994 Bien de Interés Cultural, la Iglesia de Santiago Apóstol, una de las señas incuestionables de nuestra identidad miajadeña.
Por sus verticales y altos muros, por sus inaccesibles tejados, por su multitud de huecos, la Iglesia de Santiago, ese inmenso templo, es el lugar adecuado para la cría y refugio de muchos animales, especialmente de numerosas especies de aves.
Llena nuestros cielos con su pausado vuelo, la inconfundible silueta de la cigüeña blanca, cuyas bellas colonias ponen su toque singular en lo más alto del tejado de la Iglesia, siendo frecuente escuchar su sonoro crotoreo, ese castañeo tan familiar, que cuando lo escuchaban nuestros mayores decían que estaban haciendo gazpacho. Y aunque el refrán dice que ‘Por San Blas la cigüeña verás…’, mucho antes de febrero, las
cigüeñas ya ocupan todos sus nidos, porque desde diciembre ya podemos gozar de su presencia, algunas incluso se quedan entre nosotros durante todo el año.
Si la cigüeña es nuestro mayor símbolo y adorno vital, el imposible vuelo, raudo, rasante y zigzagueante de la golondrina común es la alegría de nuestras calles. En el último tercio del invierno, como anuncio de la primavera, su peculiar gorjeo ya se escucha por todos lados. La golondrina tiene el vientre blanco, la cola muy ahorquillada y una mancha roja en la garganta
Otras dos aves, con mucha semejanza y parecido con ella, aunque diferentes, moran también en la Iglesia. Son el avión común y el vencejo común.
El avión es más pequeño y compacto que la golondrina, tiene el vientre también blanco, las alas más rectas y su cola es poco ahorquillada.
Por el contrario, el vencejo es de mayor tamaño que la golondrina, todo negro y con forma de boomerang, sus alas son tan largas que es incapaz de levantar el vuelo si se posa en el suelo.
Anida en la Iglesia un ave rapaz muy característica y también una de las más sociables, el cernícalo primilla, aquí llamado ‘nica’. Inconfundible su peculiar chillido («chiri, chiri, chiri») y la de su aleteo o suspendido en el cielo acechando a posibles presas, pequeños insectos, reptiles o algún ratoncillo.
Hasta no hace mucho, en la noche cerrada, a últimas o primeras horas del día, antes de que saliera el sol, no era raro escuchar el peculiar siseo de otra rapaz, nocturna ésta: la preciosa lechuza común. Ojalá y muy pronto regrese a nuestra Iglesia, la gran dama de la noche.
De hábitos nocturnos es también el murciélago chico, un extraño mamífero, fácil de reconocer al oscurecer el día por su vuelo irregular en pequeños grupos.
Muy social y de plumaje negro es el grajo, o graja, ave de muy escandaloso graznido y de ruidosos bandos que van y vienen.
También el arrullo de la paloma bravía encuentra en la Iglesia un lugar seguro, perfecto para anidar y donde estar a salvo.
De la misma familia que la paloma es la tórtola turca, una especie que ha sabido adaptarse muy bien al medio urbano.
El gorrión común, con sus saltitos a ras de suelo y revoloteando por los tejados y las calles del pueblo, es una de las aves más populares que forman parte de este entorno.
Urbana y parecida a la lagartija es la salamanquesa común, también llamada ‘santrorrostro’, un pequeño reptil capaz de trepar por cualquier tipo de superficie, que siente predilección por muros y paredes, a ser posible de piedra. Es un animal muy beneficioso porque su dieta está formada exclusivamente por insectos. •
En el mismo centro del pueblo, sin salir de aquí, es donde se encuentra este singular ecosistema, todo un mosaico faunístico digno de admirar y que os invitamos a contemplar. Son tantos siglos de convivencia con la mayoría de estas especies, que podemos asegurar que forman parte de nuestro patrimonio natural, que todos estamos obligados a proteger y cuidar.
Nuestros pájaros se han ganado un lugar en Miajadas del que nunca debemos permitir que salgan. Todas y todos debemos luchar por conseguir que las aves que tenemos, sigan a nuestro lado. Comprometámonos en ello. Defender a los pájaros es defender a la vida.