OLVERA ︱ REVISTA DE LA REAL FERIA DE SAN AGUSTÍN
RECORDANDO LA INFANCIA DE LOS AÑOS CINCUENTA-SESENTA. (El hombre es su infancia XII)
En memoria, a mis padres, Antonio e Isabel, a Antonio1 “El de Faustino” que nos dejó el pasado febrero y a todos nuestros vecinos y vecinas que marcharon, pero que están en nuestras vivencias. Como ya dijimos, nuestra calle Pilar Era muy particular, como las demás. Era nuestra escuela inclusiva: Sencilla y participativa. Escuela atenta y generosa, Afectuosa y hermosa. A veces, madrastra recelosa. Con la enseñanza amorosa de las madres La educación rigurosa de los padres Las indicaciones cariñosas de la vecindad, Las observaciones apasionadas de la realidad A veces, riñas por pura necesidad, (Más vale que llore el hijo A que llore el padre)
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Nos hicieron, pronto y bien, aprender Al más débil defender, A ser respetuoso con los mayores: Con educación no habría coscorrones. Y como norma general A tener cortesía y urbanidad. Nos hicieron, pronto y bien, comprender Que el camino estaba por hacer. Que estaba antes la obligación Que la impuesta devoción.
Que nadie regalaba nada (Que una cosa era predicar Y otra muy distinta dar trigo.) Que la vida había que atraparla. Que si no trabajabas Tampoco yantabas. Que todo costaba mucho esfuerzo; (¡A cuidar las cosas con esmero! No había más remedio, Remedios.) Que no se tiraba nada. Las cosas se usaban una eternidad. Ecologistas por obligatoriedad: Se reciclaba de más a menos edad. (El silloncito del abuelo ¡ahí está!) Que tendríamos que trabajar Y al mismo tiempo estudiar. (Difícil lo ponías, Paco: Era muy difícil el paso Si no eras adinerado O estabas en el ajo). Para hacernos personas de provecho Sin desviarnos ni un solo pelo. (Y los pelos eran bien cortos) Y siempre honrados y honestos Tratando a las personas con respeto. Y vimos, por culpa del falso culto, Que había demasiado luto. (Medio, riguroso,… ¡qué susto!)