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El sentido de la túnica de Nazareno (V • La urna de la Santa Vera Cruz: referencias documentales

El sentido de la túnica de Nazareno (V)

Para ella, ponerse la túnica no es un rito. Se la ajusta con los cordones para salir a ajustar las cuentas. Pero no las cuentas que pasaba por alto tras el mostrador, cuando dejaba fiado a vecinos sin recursos en su tienda de la calle Santa Rosa. Sus cuentas, las que ella debe, dice que por muchos años que pasen, nunca las podrá pagar.

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No sabe cómo agradecer los favores recibidos de quien todavía, a pesar de los años, sigue pasando consulta. Con Él ha hablado de todo y en sus manos puso todo cuando veía que la vida de su hijo, su vida, se le escapaba. Cuando la vida le pegó fuerte, no dudó en buscar a quien atiende a deshora y cuando los médicos le dijeron que lo mejor era dejar las cosas en manos de Dios, se plantó delante del Médico. Cuando no quedaba otra que resignarse, cogió a su hijo, se lo echó a cuestas y siguió a Jesús Nazareno con la fe de quien cree que Dios tiene la respuesta para todo.

Para ella, no es importante el número. Nunca sintió la necesidad de ir pegada al paso, aunque confiesa que lo hizo cuando la penitencia salía desde el interior de la Iglesia. Cuando se acercan las seis de la mañana, baja la calle Granada en busca de la esquina de la calle La Cilla para, tras verle la cara a Jesús, incorporarse al final de la penitencia con sus manos entrelazadas. Sin cruz. Bastantes años llevó a su hijo en brazos implorando la fuerza que él necesitaba para dar sus primeros pasos cuando contaba cinco años.

Para ella, el Viernes Santo es una cita obligada. Solo el año pasado faltó y fue, por supuesto, por problemas de salud. El sentido de su penitencia es el de las mandas antiguas, el de las mandas que se echaban de por vida mujeres agradecidas para pagar los favores recibidos.

Para ella, la Colegiata es el punto de partida de una nueva Estación de Penitencia. Aprovecha los minutos que pasan desde que el paso de Jesús se arría hasta que llega el de la Virgen de los Dolores para ir a cambiarse de túnica y vestirse de negro para acompañar a la Madre de Osuna. Lo hace para que la Virgen no baje sola y asegura contar con el consentimiento de su Hijo. Para ella, la manda no acaba al mediodía. Cuando la Virgen de los Dolores entra en la Victoria, se va a descansar hasta volver a vestir la túnica negra para acompañar, pasadas unas horas, a Nuestra Madre y Señora de la Quinta Angustia.

Para ella, la vida es dulce a pesar de las amarguras. Para ella y para todos los que están a su alrededor, la Semana Santa huele a bizcochos pardos, magdalenas, roscos, ochíos y repapalillas. Para su familia, ella es la madre coraje, la abuela valiente a la que quieren y respetan gitanos de la Cañada y vecinos de la Calle San Cristóbal. Para mucha gente, ella es Manuela, la mujer de Currito “de Paula”. Por todo esto, sus túnicas tienen tanto sentido. Porque las viste con la intención de renovar su promesa año tras año y porque mientras pueda, las seguirá vistiendo. Porque para ella, el Viernes Santo comienza un año nuevo, una nueva oportunidad para disfrutar de su familia y especialmente de la presencia de su hijo. Esa de la que no pudo privarla ninguna enfermedad gracias a Jesús Nazareno y a la Virgen de los Dolores.

Carlos Fernández Aguilar.

Detalle de la túnica, el cíngulo y el escudo que Manuela viste cada Viernes Santo durante su Estación de Penitencia con Jesús Nazareno

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