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del Valle

Una devoción de la clausura II: la desaparecida Virgen del Valle

Son muchas las fotografías que la revista de Semana Santa y Glorias de Osuna publica de manera inédita, puesto que no son conocidas, gracias a la generosidad de sus dueños. La que ahora nos ocupa tiene un cariz especial. Se encuentra en el archivo de la hermandad de la Vera Cruz y gracias a José María Rueda, memoria viva de los conventos de clausura de Osuna, nos recuerda cómo cada mes de diciembre, hasta el día 23, las monjas dominicas ofrecían un septenario a la Virgen de Belén. Para ello, el cuadro se trasladaba desde su capilla, abierta a la calle Sevilla, al interior del templo de Santa Catalina dónde era colocado, con su ráfaga, sobre el manifestador del retablo mayor, como se aprecia en la fotografía. Pocos años antes de la marcha de las dominicas, acaecida en 1991, Carlos González, Lola González y el propio José María Rueda se ocuparon de venerar a la Virgen del Valle, una escultura y advocación que durante décadas había estado en el interior de la clausura, completamente desconocida para el resto de Osuna. Gracias a ellos, consiguieron situarla en el presbiterio del templo durante los últimos días del septenario, tal y como se ve a la derecha de la imagen. La calidad de la fotografía no nos permite conocerla en profundidad, pero se puede aventurar que su escultura, de candelero para vestir, podría rondar un metro sesenta de altura. Aparece bien armada, con brocados en su saya rosa y manto blanco recogido sobre los brazos, con ráfaga, corona, cetro y media luna de plata. La mano izquierda, como es habitual, sostiene al Niño Jesús, con potencias también de plata. La forma de dicha ráfaga y corona recuerda a la de la Virgen del Rosario y a la de la Quinta Angustia respectivamente, obras decimonónicas del platero ursaonés Pablo Díaz, por lo que no sería improbable que salieran también de su obrador. Se presupone que esta desconocida Virgen del Valle se encuentra en el convento dominico de Bormujos, a dónde fueron a parar parte de las cuantiosas obras de arte de este convento tras la marcha de las dominicas. Sin duda, la fotografía recoge toda la añoranza de un tiempo pasado: una parte de la religiosidad popular de Osuna perdida para siempre.

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Antonio Morón Carmona

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