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• Restauración del manto procesional de Nuestra Madre y Señora de los Dolores

Restauración del manto procesional de Nuestra Madre y Señora de los Dolores

Foto archivo Carlos Fernández Aguilar

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El conocido periódico El Paleto, en su número 996 del año 1923, recogía en sus páginas que “la bella imagen de la Dolorosa que se venera en la Victoria, estrenará este año un riquísimo manto que ha sido dibujado por el Arcipreste don Francisco Javier Govantes y bordado por las monjas del convento de Santa Clara de Osuna”. La noticia terminaba refiriéndose, de nuevo, a las monjas clarisas porque “ya dieron acabada muestra de sus excelentes facultades en el manto que confeccionaron para la Dolorosa del Santo Cristo de la Pax”.

Fue varios años antes, en 1916, cuándo la junta de gobierno de la Hermandad Servita de Nuestra Madre y Señora de los Dolores, dirigida entonces por don Ramón García Domínguez, se planteó la mejora de los enseres y, entre ellos, el dibujo del futuro nuevo manto a cargo del arcipreste Govantes; además de que se financiaría por suscripción popular. A finales del siglo XIX, en Osuna el apellido Govantes pertenecía a una familia para-nobiliaria vinculada en política a los sectores carlitas1 y, entre otras, articulaban su principal devoción en torno a Nuestra Madre y Señora de los Dolores. Don Francisco Javier Govantes García había desempeñado el cargo de hermano mayor entre 1901 y 1905, por lo que era buen conocedor de sus mantos y sayas del siglo XVIII y XIX y, también, de las ricas túnicas de cola de Jesús Nazareno.

El manto procesional de la Virgen de los Dolores se encuadra en un periodo temporal que abarca desde el último cuarto del siglo XIX a la primera mitad del siglo XX, en el que los talleres monásticos de Osuna producen obras con una ejecución técnica notable. En concreto, el primer cuarto del siglo XX es fructífero por el encargo de fastuosos mantos, sayas y estandartes, gracias al tándem formado por el arcipreste y párroco de Consolación don Francisco Javier Govantes García, quién proporcionaba los diseños, y el taller de las monjas clarisas que los materializaban, dirigido por la abadesa sor Carmen de la Santísima Trinidad, de cuya comunidad era confesor2. Este contexto se caracteriza por la pervivencia de un estilo neobarroco de ascendencia románti-

El manto de la Virgen de los Dolores el Viernes Santo de 2015, último en que salió antes de su restauración. Foto: José de Soto Galván

1.- RAMÍREZ OLID, José Manuel: Osuna durante la restauración (1875-1931), Osuna, 1999, T. II, p. 763. 2.- MORÓN CARMONA, Antonio: “Una Función en honor a Santa Clara”, en Revista de Semana Santa de Osuna 2013, Osuna, pp.30-32.

ca, de diseños simétricos que emplean las hojas de acanto y los roleos básicamente, frente al regionalismo imperante en Sevilla que mezclaba elementos neorrenacentistas y neobarrocos superando el romanticismo.

Concretamente, el manto está compuesto por la unión de varias piezas de terciopelo de cincuenta centímetros, mediante costura simple, y se utilizó la técnica denominada de oro tendido a realce empleando hilo de plata dorada completada con piezas metálicas, pedrerías y mallas.

La mañana del Viernes Santo de 1923, siendo hermano mayor don Francisco Domínguez Gutiérrez3, se estrenó el fastuoso manto procesional, una pieza de grandes dimensiones que alcanza una longitud de cuatro metros y cincuenta y cinco centímetros, de terciopelo en color azul para mantener la iconografía inmaculista del anterior terno procesional, manto azul y saya roja. Su decoración está basada en múltiples y grandes cardos y acantos (especies vegetales que simbolizan el sufrimiento y el dolor por el pecado, respectivamente), que recorren toda su extensión partiendo de un eje central a modo de candeliere, volteándose a cada lado de manera simétrica mediante el engarce de unos tallos con otros, finos y gruesos, para ir ramificándose hasta terminar en las citadas hojas o roleos. El extremo trasero del manto, en forma de cola, lo preside una cartela que acoge el corazón traspasado por los siete puñales, en alusión a la iconografía de la Virgen, sobre una superficie de malla y adornado con pedrería de distintos colores. Una guardilla lo rodea mediante la alternancia de tres bodoques y una franja horizontal. El resultado final es de una gran exuberancia ornamental.

Este manto y el de María Santísima del Mayor Dolor, estrenado en 1917, coinciden en el diseñador y en el taller del bordado, por lo que comparten muchas similitudes: el uso de carnosas hojas de acantos, algunas exactamente iguales, pero de menor tamaño en el del Mayor Dolor; su perímetro decorado con bodoques y líneas (que conecta directamente con el antiguo terno procesional decimonónico de la dolorosa servita y con la túnica de Patrocinio López de Jesús Nazareno donde también aparecen), y la cartela central en el extremo trasero que acoge el corazón traspasado por los siete puñales. Sin embargo, el tamaño y la profusión que adquieren los acantos en el de la Virgen de los Dolores le proporcionan un especial efecto de horror vacui4. Los rasgos mencionados más arriba, permiten clasificar este manto procesional como una obra relevante en el ámbito local ursaonés, dentro de un contexto amplio de la renovación artística de la Semana Santa de Osuna iniciada en el primer cuarto del siglo XX5 .

3.- PÉREZ VARGAS, Francisco: “Juntas de gobierno y hermanos mayores de la hermandad a lo largo de su historia”, en Boletín de la Hermandad Sacramental y V.O.T. de Siervos de Nuestra

Madre y Señora de los Dolores, Osuna, 2014, pp. 16-17. 4.- MORÓN CARMONA, Antonio: “Iconografía de la Virgen Dolorosa en Osuna: Nuestra Madre y Señora de los Dolores y Nuestra Madre y Señora de la Quinta Angustia de la Orden de los

Siervos de María”, en Actas del Congreso Internacional Virgo Dolorosa. Religión, antropología, historia y arte, Carmona, 2015, p. 1103. 5.- MORÓN CARMONA, Antonio: “Aproximación a la renovación artística en la Semana Santa de Osuna desde finales del siglo XIX” en Actas del Congreso Nacional Arte y Semana Santa: cultura material e inmaterial, Monóvar, 2014, pp. 409-427.

Desde el estreno del manto, no se realizaron más intervenciones que las llevadas a cabo por las carmelitas del monasterio de San Pedro, en 1979, para cambiarle el forro, realizar zurcidos, fijar hilos sueltos y colocar una nueva blonda pero de menor calidad. En el otoño de 1996, se mostró en la exposición Servitas, en la entonces sede de la Caja San Fernando de Sevilla y Jerez, en la plaza de San Francisco de Sevilla, organizada por la hermandad homónima de la capital.

A partir de la pasada década de los noventa, el estado de conservación del manto se convierte en una preocupación constante de las sucesivas juntas de gobierno y en objeto de debate entre cofrades y ursaonenses, en general, al contemplarlo durante la estación de penitencia. Dicha preocupación hizo que se llevaran a cabo varias actuaciones: la camarera doña Matilde López de la Puerta compró el terciopelo para un el pasado de los bordados, un deseo suyo antes de morir; don Francisco Pérez Vargas gestionó con el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico la realización de un informe-diagnóstico y una propuesta de intervención (primer documento que estudiaba el manto desde el punto de vista histórico y técnico); las monjas carmelitas de San Pedro, especialmente la madre sor María de San José y sor Bernardita, fueron consultadas en varias ocasiones y, finalmente, la junta dirigida por don Juan N. Peña García contrató con el prestigioso taller sevillano Sucesores de Elena Caro la restauración y pasado de los bordados en 2015. El principal problema que presentaba el manto procesional de Nuestra Madre y Señora de los Dolores era un desgaste mayoritario del pelo del terciopelo, especialmente en la zona central, debido a la radiación solar y a la humedad ambiental durante la estación de penitencia. A su vez, esto provocaba la pérdida del color, lo que distorsionaba la contemplación de la obra original, y la fragilidad del soporte ante la falta de consistencia. Por otra parte, existían algunas deformaciones del dibujo, debido a la tensión y peso del terciopelo, e hilos sueltos que provocaban el afloramiento del alma del bordado. En lo que respecta a los bordados, se conservaban en considerable buen estado si los comparamos con el tejido en más de un noventa por ciento. > Desde 2016 a 2018, la Virgen de los Dolores procesionó con un manto de terciopelo azul liso, precisamente el comprado por la citada doña Matilde López. El proceso de su pasado comenzó con un amplio estudio fotográfico, enumeración de las piezas y su desmontaje. La limpieza de las mismas se realizó mediante microaspiración y, cuándo fue necesario, con disolventes adecuados. Se ha puesto un especial énfasis en la búsqueda de un terciopelo cuyo color fuera igual al original, circunstancia que ha alargado dicho proceso. Hasta ahora, estábamos acostumbrados a ver un manto del que, ciertamente, no se conocía su tono azul: la pérdida del pelo o que el que se veía en algunas zonas estaba aplastado, mostraba unas tonalidades irreales, muy oscuras o muy claras. Entre éstas, aparecía el color exacto que, si unas veces se encontraba, no tenía la suficiente calidad o viceversa. La demora en su búsqueda alargó el proceso de restauración hasta que, finalmente, se encontró en un almacén de Francia en septiembre de 2018. El nuevo terciopelo posibilitará contemplar el manto correctamente; seguramente, la próxima mañana del Viernes Santo advertiremos unos nuevos matices, para muchos hasta ahora desconocidos, oscuros con la noche y vivos a la luz del sol. Más allá de la cuestión cromática, el nuevo soporte proporcionará un refuerzo y consolidación necesarios. En el mes de noviembre, comenzó el montaje de las piezas siguiendo el dibujo fijado en un bastidor. Se trata de un proceso laborioso debido a las grandes dimensiones que tienen algunas, la fijación y restitución del hilo de oro, pues en algunas partes afloraba el ama de seda amarilla, y a la reproducción idéntica de las mallas que, por estar realizadas directamente sobre el soporte, es imposible pasar. Respecto al tamaño grande de algunas piezas, se ha descubierto cómo, en ocasiones, se tuvo que remeter su borde hacia al interior porque se chocaban con otras próximas, lo que evidencia un error de cálculo entre el diseño y su ejecución. También, ha sido posible conocer en profundidad el tipo de puntadas con que se confeccionó: unas más complejas con empleo de lentejuelas, correspondientes a las bordadoras maestras, y otras más simples comunes en los conventos de monjas. Carla Elena Meléndez, directora del taller Sucesores de Elena Caro, lo califica como una buena obra, notable y aparente. “Un manto para una Reina” será el título de la exposición que se prevé realizar, entre el 29 de marzo y el 21 de abril en el Museo de Osuna, para mostrar públicamente el que será el gran estreno de la Semana Santa de Osuna 2019: el pasado del manto procesional de Nuestra Madre y Señora de los Dolores que, sin duda, marca un hito en la historia de los ajuares cofrades de nuestra villa.

Antonio Morón Carmona

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