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En las marismas eternas del Cielo
Describir a una persona que por muchas razones le he tenido, tengo y tendré un cariño especial por su vinculación a mi familia y por las vivencias a lo largo de muchos años con ella, es harto difícil. Afloran los sentimientos de cariño y amistad, sin techo ni medida, porque de la señora que hoy les voy a comentar, Maruja, no le hace falta mucha presentación y además ha sido muy querida en nuestro pueblo.
Doña María Gómez Aguilar fue una mujer hecha a sí misma. Trabajadora y luchadora incansable empezó muy de jovencita en el servicio doméstico de una familia bastante conocida de Osuna, que la trató como una hija. Allí se hizo mujer y salió de esa casa para contraer matrimonio con Antonio Díaz Cuevas, magnífico maestro carpintero, ebanista y mejor persona. Montan su casa en la calle Navalagrulla, donde estaba la Alpargatería, luego Calzados el Timbre, que regentaba mi madre- creo humildemente que de muy buen recuerdo para muchas personas-. Mis padres José, “el de la luz”, y Carmelita, “la del timbre”, le ceden una parte de la casa en alquiler para que iniciaran su vida matrimonial. Desde ese momento la familia Díaz Gómez entra de lleno en nuestras vidas. Allí nacen sus dos hijos Rafa y Mari, dos personas de bien, no podía ser de otra forma. En esas fechas cubre un gran protagonismo mi abuela Mamá Carmen, que a diario iría aportando su granito de arena y su experimentado saber en el cuido y la crianza de estos “nietos adoptados”, Rafa y Mari, en la primera etapa de sus vidas.
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Años más tarde y ya en su domicilio propio de la calle Molinos quedó viuda y asume su papel de padre y madre de sus hijos. Su fuerte personalidad le ayuda a salir adelante. Trabajó como cocinera hasta su jubilación, en el Colegio Rodríguez Marín. Sus hijos le regalaron cinco nietos maravillosos.
Conocida en el ámbito de nuestras hermandades, Maruja fue hermana, entre otras, de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Misericordia y de la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío, siendo durante una gran etapa camarera de su Virgen Almonteña. También era muy fiel y devota de nuestra Patrona, la Virgen de Consolación, y de la Virgen del Carmen a las que dedicó otra parte importante de su devoción mariana.
¡Cuántas vivencias, cuántos buenos ratos vividos alrededor de esta mujer, cuántas sonrisas! Otros no tan buenos, pero ella siempre tenía una respuesta airosa y un arreglo para todo. Su espíritu alegre, siempre con un buen sentido del humor y con un gran carisma, hizo granjearse el cariño de todos los que convivieron con ella. Honor y gloria para esta mujer sencilla, de fuerte carácter, a la vez simpática (tenía salía pa tó) y muy cariñosa. Nos cuesta trabajo tomar ejemplo de personas nobles como Maruja, sacrificada, trabajadora y muy extrovertida, que fueron el inicio de una gran personalidad que marcó su vida y su forma de hacer.
Se podría escribir mucho sobre esta rociera que ha dejado huella entre sus amigos y amigas, pero debo acabar esta semblanza para su recuerdo. Resumiendo, yo diría que fue en vida buena esposa, madre y abuela y muy comprometida con el tiempo que le tocó vivir. Misericordiosa por su pasión al Cristo del Silencio y Rociera y alegre por su cariño a la Virgen del Rocío. Además, y lo más importante para finalizar, ya disfruta desde hace unos meses en las Marismas Eternas del Cielo a lado de su Virgen Almonteña que la habrá acogido en su seno ante la presencia de Dios nuestro Señor. Un premio al que aspiramos todos y todas en este largo y difícil peregrinar de la vida. D. E. P.
Pedro J. Santana Soria
Secretario Segundo de la Hermandad del Rocío de Osuna