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Al Padre Rafael Leiva Sánchez
Foto: Jesús Gallardo
Para todos aquellos que formamos parte de la familia del Carmelo, la inesperada marcha del P. Rafael Leiva Sánchez a la Casa del Padre, el 18 de febrero del pasado año 2019, fue sentida con hondo pesar por su pérdida, como carmelita y como persona. Se fue como vivió, sin hacer ruido, cumpliendo su labor con su ministerio sacerdotal y con su entrega al servicio de los demás. Ha dejado en la Orden, y en especial en este convento de Osuna, una huella imborrable. Por ello, es de justicia dedicarle estas líneas como testimonio y recuerdo, en muestra de gratitud.
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El P. Rafael nació en Alcalá de los Gazules un 30 de noviembre de 1942. Al poco tiempo de nacer se trasladó junto a su familia a Jerez de la Frontera, residiendo frente a la misma iglesia del convento de los PP. Carmelitas, donde bajo la atenta mirada de la Virgen del Carmen creció como hombre y floreció su vocación religiosa. Posteriormente ingresó en el seminario carmelita de Hinojosa del Duque, realizó el noviciado en Jerez y fue ordenado sacerdote en Roma en 1968, donde se licenció en Teología Dogmática en la universidad Gregoriana.
En el capítulo de la Provincia Bética Carmelita de 1999 fue elegido Prior Provincial, y un año después Consejero General de los Carmelitas para Europa, zona mediterránea, y Delegado General de las monjas de clausura de la Orden en todo el mundo. En 2007 regresó a España y fue nuevamente elegido provincial, ejerciéndolo hasta 2014. A partir de entonces, fijó su morada en la comunidad de religiosos de Osuna, siendo nombrado prior, cargo que desempeñó hasta su óbito.
El P. Rafael era una persona muy culta: dominaba varios idiomas –el italiano, el francés y el inglés-; mostraba un profundo interés por el Arte y la Historia, en especial, de todo aquello relacionado con los asuntos carmelitas, como la historia de la Orden, el arte carmelita, las cofradías propias de la Orden … Apasionado en el estudio de las grandes figuras del Carmelo, en especial de Santa María Magdalena de Pazzi, la mística florentina a quien tanto admiraba y por la que sentía atracción espiritual.
A su incansable y arduo trabajo le debemos la beatificación de dos religiosos carmelitas ursaonenses, los Beatos José Ruiz Cardeñosa y Eliseo Camargo Montes, en 2013, junto a ocho carmelitas más de la Provincia Bética que ganaron la palma martirial.
Su vida ha sido una trayectoria de amor a Jesucristo y a los demás, sencilla, sin alardes ni concesiones, reconociendo, como Santa Teresa, que Dios también está entre los pucheros, haciendo presente y teniendo siempre presente a Cristo en cada momento de su día.
Era sobrio -en el sentido más virtuoso del adjetivo-, de trato afable y empático, lleno de un optimismo y buen humor que le hacía tener un don de gentes especial. Extraordinariamente sencillo y discreto, huyendo siempre de protagonismos y nunca mostrando ante los demás los altos cargos que había alcanzado en la Orden, o su erudición y cultura. Ejemplo >
del nada-querer, nada-saber, nada-entender a modo de las criaturas, sino buscando el querer, saber y entender a modo del Esposo, que refiere San Juan de la cruz en la Subida del monte Carmelo.
Caminaba con paso presto y mirada baja -no queriendo hacer caso de las cosas del mundo, que él estaba fijo en las del cielo-, pero siempre derrochando jovialidad.
Era Marta y era María: siempre dispuesto al servicio de los demás –de su comunidad, de las parroquias y monjas de clausura de la localidad, de la Orden, de las hermandades, comunidad neocatecomunal, los fieles, los necesitados… con una generosa entrega total-; y siempre atento a la escucha de la palabra de Dios, con un intenso espíritu de oración y recogimiento.
Su predicación huía de las grandilocuencias, de los adornos léxicos y las divagaciones. Todo lo contrario: nos acercaba la palabra de Dios en un tono familiar, de una forma sencilla y directa. Por ello, sus palabras eran flechas de fuego que rápidamente incendiaban nuestras almas. Siempre nos recordaba que Dios te ama tal y como eres, y en esa frase nos hacía ver la limpia mirada del padre del hijo pródigo mirando a su hijo, mirándonos a nosotros, y nos hacía sentir su cálido abrazo de acogida. ¡Qué doctrina nos has dejado! como Santa María Magdalena de Pazzi, invitándonos a amar al Amor que nos ama tanto.
Pero sobre todo, hablar del P. Rafael es hablar de su devoción a la Virgen del Carmen, devoción que creció en su corazón desde niño por su cercanía con la imagen de la Virgen del Carmen de Jerez de la Frontera. Como buen carmelita a Ella procuraba honrarla, amarla e imitarla. Constantemente nos recordaba la importancia del Escapulario, matizando siempre que su valor no radica en el objeto en sí, si no por quien nos hace ese regalo –hay que mirar la mano y no el presente, nos decía- , siendo un sencillo símbolo del inmenso amor de la Virgen por sus hijos, alentándonos a caminar hacia Cristo. ¡Cómo disfrutaba de la cercanía con la imagen de Nuestra Madre! Nunca quería estar presente en los momentos más íntimos, pero siempre estaba atento e impaciente por verla. Y es que en Ella nos aseguraba ver la imagen perfecta hecha para la oración y que te conduce a Dios, que te mueve a rezarle, a presentarle tus cuitas y a encontrar en Ella un remanso de paz… En su imagen encontraba la ternura de una madre y la confidencia de una hermana; veía en Ella la flor, la viña florida, el esplendor del cielo… el compendio de la hermosura del Carmelo tan citada entre las oraciones de los carmelitas. Confesaba que era su imagen predilecta, y siempre apostillaba, con el sentido del humor que le caracterizaba: ¡te lo dice un jerezano!
La hermandad siempre le estará agradecida por la atención que ha tenido con nosotros, su implicación en todo lo concerniente a ella, pero sobre todo por el cariño con el que nos recibía y trataba a cada uno de nosotros. Nos hacía sentir que disfrutaba de nuestra compañía, pero más bien éramos nosotros quienes disfrutábamos de la suya, de su conversación, de su agradable trato y carismática personalidad… ya fuese en la sacristía o en cualquier rincón del claustro. No podemos, por lo tanto, más que estar agradecidos a Dios por este regalo de haber podido compartir con el P. Rafael Leiva estos años de tanta cercanía.
… Dicen que un frío día de febrero, al despuntar la mañana, una estrella de la corona de la Virgen del Carmen tembló… ¡era el P. Rafael, que prendado de Ella, quiso habitar para siempre contemplando la hermosura de su rostro, y así, permanecer también junto a nosotros!
Padre Rafael: desde ese lugar tan privilegiado que le ha guardado Dios, le pedimos que interceda por nosotros.
Jesús Gallardo Gordillo
Hermandad de Nuestra Santísima Madre del Carmen