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• Un nuevo crucifijo-relicario de la Vera-Cruz con las reliquias del Lignum Crucis y San Francisco de Asís • La Vera-Cruz restaura las imágenes de Nuestra Señora

El nuevo crucifijo-relicario de la Vera-Cruz con las reliquias del Lignum Crucis y San Francisco de Asís

Fue San Francisco de Asís, origen de la mística cisterciense gestada en la Baja Edad Media, el verdadero punto de apoyo del culto histórico a la Cruz, y fueron los frailes minoritas los que, siguiendo al seráfico padre fundador, difundieron su culto en todos sus conventos. A partir del siglo XIV la devoción se institucionalizó de manera colectiva a través de la fundación de las cofradías de la Santa Vera-Cruz, que definitivamente se expandieron por toda España durante la segunda mitad de la siguiente centuria, en la mayoría de los casos de la mano de los franciscanos.

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La importancia que para estas corporaciones cruceras nacidas en el seno de la familia franciscana tuvo la cruz arbórea del Árbol de la Vera (Verdadera) Cruz, les llevó a fomentar el culto a las reliquias del santo madero en el que fue sacrificado Cristo. Las referencias documentadas más antiguas sobre su hallazgo se localizan en la Historia eclesiástica de Gelasio de Cesarea y en la Historia de la Iglesia de Rufino, escrita algún tiempo después hacia el año 400. Posteriormente fue recogida en la Leyenda dorada de Santiago de la Vorágine. Según la tradición, entre los años 325 y 327, Santa Elena, la madre del emperador Constantino, hizo derribar el templo de Venus que se encontraba en el Gólgota de Jerusalén y ordenó excavar en aquel lugar hasta que se hallaron los restos de la cruz donde había muerto Jesucristo. Se afirma que el descubrimiento sucedió un 3 de mayo y por ello la Iglesia Católica celebra y conmemora en ese día la festividad de la Invención de la Cruz. Las consecuencias milagrosas del hallazgo y el valor capital de una de las reliquias más veneradas y de mayor trascendencia del Cristianismo propició que las peticiones de astillas del sagrado leño fueran legión. Desde fechas muy tempranas fragmentos diminutos de aquel preciado tesoro se fueron distribuyendo por todo el orbe católico. La posesión de un signo tan relevante hizo que las iglesias que los albergaban se convirtieran en prestigiosos centros de peregrinación. Cada institución depositaria se aprestó a encargar esplendidos relicarios, labrados en suntuosos materiales, para ofrecer a todos la contemplación reverencial de la reliquia. Los diseños y variadas ornamentaciones respondían al gusto predominante en cada época. Oro, plata, bronce, y otros nobles elementos rendían el universo de materias preciosas ante aquellas menudas esquirlas del santo madero. En ello latía siempre un sentimiento de reverencia y adoración que justificaba la riqueza de sus envolturas.

Como la mayoría de las cofradías de la Vera-Cruz, la de Osuna contó con un relicario que contenía una reliquia del Lignum Crucis, al menos, según se tiene documentado, desde finales del siglo XIX. La complicada situación por la que atravesó la hermandad tras abandonar su capilla y sede histórica en el convento de

Andas con el relicario antes de la estación de penitencia del Martes Santo Foto: José Manuel Torres Rivera

Detalle de la parte trasera del relicario Foto: Fabián Pérez Pacheco

Ceremonia de puesta al culto de las reliquias Foto: José Manuel Torres Rivera

San Francisco, debió mover al párroco de entonces, en una fecha indeterminada, a retirarla del culto. Desde entonces se le perdió el rastro hasta que, por fortuna, se ha podido localizar hace algún tiempo entre las pertenencias de la parroquia conservadas en la cilla del cabildo.

La inspiración en modelos italianos del Barroco

Pese a las dificultades que debieron afrontar los hermanos cruceros en aquellos difíciles años de mediados del siglo XX, el deseo de recuperar unos cultos y devociones, cuya profunda significación se encontraba en las propias raíces de la cofradía, permaneció latente. Pero ha sido recientemente cuando nuestra hermandad ha tenido la fortuna de recibir la donación de dos reliquias, una del Lignum Crucis y otra de San Francisco de Asís, lo que levó a su Junta de Gobierno a encargar un nuevo relicario donde alojarlas. Para su diseño se ha tomado como fuente de inspiración un modelo que se prodigo en los años finales del siglo XVI y de manera especial durante los siglos del Barroco, en el que se identifican motivos decorativos y planteamientos iconográficos de filiación italiana. En ellos destaca la interpretación clasicista de sus composiciones y diseños, dentro de una serie de variantes tipológicas comunes, que en su mayoría destacan como manifestaciones artísticas técnicamente sobresalientes. El magisterio de sus autores se delata en el detenido empleo de una serie de recursos que dan lugar a un lenguaje formal propio. La complejidad decorativa, basada en el juego de distintos elementos expresivos, resulta distintivo en el diseño de sus peanas, en las que predominan las líneas rectas, que conviven con prominentes elementos curvos como las características volutas que se disponen en los laterales. Al núcleo central, realizado en maderas nobles, se le daba una investidura suntuosa con elementos decorativos en oro, bronce sobredorado, jaspes, marfil o elementos pictóricos. Este tipo de manufacturas tuvo especial impacto en una clientela noble y acaudalada que, como símbolo de distinción y prestigio, las demandaba para un culto privado o para donaciones. En España contamos con varios ejemplares importados desde Italia, que ponen de manifiesto las relaciones comerciales y culturales que se establecieron durante la Edad Moderna a través de una serie de objetos suntuarios que fueron comunes en entornos ricos y cortesanos. Uno de ellos, procedente de Roma, se encuentra en el monasterio de la Encarnación y Nuestra Señora de Trápana de Osuna, al que fue donado en 1699. Está realizado en madera de ébano, bronce en los remates de la cruz, jaspes embutidos, y presenta una pintura en la peana de San Juan Bautista niño.

El nuevo relicario

La obra ha sido tallada por el artista de Osuna D. José Carlos Ligero, dorado y pintado por el jerezano D. Fabián Pérez Pacheco y policromada en sus representaciones figurativas por la también ursaonense D.ña Sara Moreno de Soto.

Está concebida para que sea contemplada por todos sus frentes. En su peana sigue de cerca el ejemplar del monasterio de la Encarnación, con planta cruciforme que compone el talud del simbólico monte. Los paneles principales del friso que la recorre contienen la siguiente inscripción: “ECCE LIGNVM CRUCIS IN QVO SALVS MVNDI PEPENDIT” (“Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la Salvación del mundo”). Sobre esta estructura rectangular descansa un edículo, con cerramiento convexo decorado con ovas, que aparece escoltado por unas pilastrillas y los característicos roleos laterales, en este caso coronados con guirnaldas. En el centro del pequeño tabernáculo se dispone la teca, en plata, de tendencia ovalada y con decoración exterior de filigrana. La caja contiene en su interior pequeñas piezas metálicas que enmarcan las reliquias del Lignum Crucis, dos pequeñas astillas dispuestas en cruz. Por la parte posterior la teca está certificada mediante un sello episcopal marcado sobre lacre rojo, que encapsula la reliquia mediante hilos que impiden su apertura sin que sea profanada.

Sobre la peana se yergue una cruz cepillada, que se decora en sus extremos con elementos vegetales dorados. En el adverso de la cruz la composición se centra en la figura pintada de Cristo Crucificado, que tiene su inspiración en una obra pictórica de Alonso Cano conservada en el Museo Estatal del Ermitage de San Petersburgo, que ya fue utilizada como émulo en la cruz alzada de difuntos y en la bandera de la hermandad. A los pies de la cruz aparece representado el busto de la Dolorosa. La presencia de la Virgen en la composición incide en su condición de máxima intercesora ante Dios. En este caso se ha tomado la referencia de The Blue Madonna, obra del siglo XVII del italiano de Carlo Dolci.

El discurso del reverso del relicario gira en torno a la condición seráfica de la cofradía crucera. La reliquia de San Francisco de Asís se dispone en el frente central de la peana. Se expone en teca de plata con forma oval. En su interior está forraba por una tela roja donde se encuentra adherida la propia reliquia y una pequeña filacteria donde se puede leer “S. Fran. Asis”. Aparece protegida con cristal y sellada con idéntico sistema de autenticidad mediante un hilo de seda roja y sello impreso sobre cera teñida con tinta de minio con el escudo del abrazo franciscano. En los brazos de la cruz, a modo de trampantojo pintado, aparece suspendido de los clavos del patibulum el cordón franciscano de los cinco nudos, elemento de carácter salvífico que en la crucera se ciñe al escudo de las cinco llagas para caer por el stipes.

El 8 de abril de 2017 la hermandad celebró una solemne misa de puesta al culto de las sagradas reliquias y, sobre andas, realizó con ellas su estación penitencial el pasado Martes Santo, con lo que la Semana Santa de Osuna ha incorporado un nuevo símbolo de indudable valor espiritual y cultural.

Relicario en la procesión del pasado Martes Santo Foto: Fabián Pérez Pacheco

PJMS

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