PaCO | Especial VRO | 4
“Es Ulises porque se parece a Kirk Douglas” El descubrimiento de La Olmeda ocurrió de casualidad al allanar unas tierras A l f re d o G a rc í a M i s a s Kirk Douglas protagonizó el largometraje Ulises, pero nadie habría sospechado el papel que jugaría años más tarde en la identificación de uno de los mosaicos romanos más imponentes del mundo. Las diminutas teselas comenzaban a formar figuras bajo las atentas miradas de Javier Cortes y su equipo. Nadie lograba identificar la escena principal que componía al Oecus, aún escondida bajo mucha suciedad, pero a medida que iba apareciendo la barba de una figura, un trabajador exclamó: “¡Ese es Ulises porque se parece a Kirk Douglas, que he visto la película el otro día!” Todo comenzó con el sofocante calor del verano de 1968, cuando los agricultores que labraban las áridas tierras de
la comarca de La Vega se preparaban para irse a casa tras un día duro de trabajo. Pero en una de las fincas de Pedrosa de la Vega, los tractores se toparon con lo que parecía roca al allanar el suelo reseco por las altas temperaturas. Javier Cortes, el propietario del latifundio, comenzó a excavar con la ayuda de su amigo, Avelino Palacios. Bajo el polvo y la piedra se toparon con las reliquias de una época lejana de sangre y poderío: mosaicos del antiguo Imperio Romano. Allí, diecinueve siglos antes se alzaron los muros de una primera versión de la Villa Romana La Olmeda. Bajo el manto de esplendor que lograron Constantino I y Teodosio I se reedificó la villa en otra ubicación. Así se esbozaron los suelos sobre los que se pavimentaron los mosaicos que evidenciaban la opu-
lencia de las familias que se relajaban en el oecus (salón principal) o paseaban por el patio interior a la sombra de los cipreses. La mansión fue el hogar de diferentes familias aristocráticas de terratenientes, aunque su creador permanece desconocido. El general Asturius, dux de Tarraconense, una provincia romana en Hispania, fue uno de los propietarios de la villa en el siglo V d.C., según una teoría del arqueólogo Pedro de Palol. Un siglo más tarde, época estimada por los restos hallados posteriormente, La Olmeda fue abandonada definitivamente. Unos mil cuatrocientos años después, un perito agrícola halló bajo una capa de cal las tesellas que formaban los mosaicos resplandecientes de una memoria enterrada bajo sesenta centíme-
tros de tierra del olvido. Jamás habría imaginado que en las profundidades del terreno abultado que buscaba allanar se escondía un tesoro del pasado. Lo que empezó con unas instrucciones a unos tractoristas para aplanar el suelo y facilitar el regadío, acabó con el descubrimiento de un muro y, más abajo, de los suelos teselados. “El hallazgo de La Olmeda supone un cambio de vida muy importante: de estar en el campo a estar en un ambiente arqueológico muy diferente al que yo tenía antes”, comentó Javier Cortes en 1992, sobre cómo le afectó el encuentro fortuito con la villa. Durante doce años mantuvo la propiedad única sobre los yacimientos romanos. Dedicó todos sus esfuerzos a la excavación y construyó los primeros edificios dedicados a la protección