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LOS JUGADORES DE RUGBY TAMBIÉN SON HUMANOS
Los jugadores de rugby están hechos de otra pasta”, es una frase que he escuchado cientos de veces en los campos donde se practica este maravilloso deporte, y doy fe de que es así, porque en multitud de ocasiones he visto cómo algunos han seguido en el terreno de juego tras haber sufrido brechas en la cabeza –que se les ha cosido “in situ”–, o tener las rodillas o los tobillos afectados, o con roturas de fibras.
Cada vez que veo un encuentro de rugby pienso en voz alta: no sé cómo pueden salir vivos algunos jugadores... lo que siempre suele provocar la sonrisa de mi pareja, que es con quien suelo ver más partidos –supongo que pareceré una madre protectora cada vez que digo esto–. Pero es que los impactos con el contrario son muy potentes, y por eso este deporte requiere unas cualidades físicas especiales, y una preparación específica para potenciar zonas como el cuello, los hombros o el tórax, de cara a evitar lesiones de gravedad. Pero claro, los golpes en la cabeza son otra historia...
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Es como si los “rugbiers” no tuvieran derecho a hacerse daño, como si fueran inmortales, o una especie de “Lobeznos”, en plan X-Men, que se reponen de cualquier herida sin necesidad de recibir atención. Y creo que, si bien es evidente que su umbral de dolor está por encima de la gran mayoría, no es menos cierto que deberían parar cuando sientan que algo va mal, sin que eso suponga ningún problema y no solo en el plano físico, sino también en el mental, que es tan importante o más que el anterior.
¿Por qué viene esto a colación? Porque el otro día, viendo el Francia-Australia, volví a disfrutar de la presencia de Michael Hooper en el equipo de los Wallabies, después de un tiempo apartado del equipo, por motivos personales. Este luchador jugador, referente de su selección, tuvo que echar el freno, e hizo público el motivo que le llevó a hacerlo, abriendo el debate respecto a esa excelsa fortaleza que debe caracterizar a los jugadores de rugby y que puede llegar a suponer una presión sobre ellos, como sucedió en este caso.
Y me hago una idea de lo que estaréis pensando muchos de los que leáis este artículo, pero creo que es algo que merece ser tenido en cuenta -a mi hijo, desde que era pequeño, siempre le he dicho que se ponga en el lugar del otro, que no juzgue si no ha vivido o sentido lo mismo-, porque se ha comprobado que existen serias secuelas físicas en jugadores de rugby. Y Hooper sintió miedo, algo muy humano, que no le hace peor profesional sino todo lo contrario, tras recibir dos fortísimos golpes que le dejaron noqueado durante un tiempo. Nadie que haya visto jugar a este flanker puede ponerle ni medio, pero en cuanto a entrega y pasión, y lo que me resulta curioso, a estas alturas del siglo XXI, es que se tilde de “valentía” su sinceridad a la hora de justificar la baja del combinado australiano, solo porque reconoció temor. Creo que habría que dar una pensada a esto... ¿no creéis?