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DESDE LA CABINA DE PRENSA
POLOS
Hay cosas que no nos gusta hacer por sistema. Porque no son acordes a nuestros gustos, o porque nos da pereza, o porque preferimos hacer cualquier otra en su lugar. Razones hay mil. Pero yo me puse, algunas semanas atrás, a la tarea con una de ellas, que no me ilusiona en exceso casi nunca, pero que esta vez tuvo un giro que la convirtió en interesante. ‘¿Qué será?’, se preguntará el avisado lector, toda vez que empleo esta página para contar, diciéndolo claramente, lo que me apetece, contando con el apoyo de una buena foto, como es en esta ocasión la que hizo en su momento JL Useros (tranquilos, no le he robado su ‘Cámara Oval’, que sigue en su sitio en la contraportada).
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Pues algo tan prosaico como poner en orden una zona de mi armario. Concretamente, la que alberga mi colección de polos de rugby. He de reconocer que no es demasiado numerosa, pero que cuenta con ejemplares a los que le tengo una importante estima, como es el caso del que la selección inglesa -a nadie sorprenderá a estas alturas, imagino, mi simpatía por los de la Rosa de Lancaster- llevó en el Mundial 2007, comprado además en las islas británicas, o el que sirvió para celebrar el 50º aniversario de nuestro Club, entre otros.
Y fue este, precisamente, el que me llevó a pedir al amigo Useros que echase un vistazo en su archivo fotográfico, ya que me vino a la mente un pensamiento un tanto nostálgico, habida cuenta de que la mayor parte de recuerdos que puedo tener de épocas pretéritas vienen por parte interpuesta, ya que no he tenido la ocasión, por aquello de las cuestiones biológicas, de vivirlos en primera persona. Me refiero a aquellos tiempos en los que para saltar al campo de rugby bastaba con un polo de algodón, un pantalón corto, unas medias, las botas y el imprescindible bucal. Y nada más.
Aquellos tejidos, que tuvimos la oportunidad de recordar en Pepe Rojo hace algunas temporadas, con el evento ‘5 décadas’ en el que nos reunimos chamizos relacionados con las rayas blanquinegras desde 1960, hacen aflorar inevitablemente la nostalgia, como con el saque de honor de nuestro primer capitán, Poli Camarero.
Carlos Patino
Director revista 'Rugby en Blanco y Negro'
Claro está que la evolución y la tecnología han llegado también a las prendas que se visten en el terreno de juego, que aportan ventajas a los deportistas, y seguro que les evitan de más de un problema, como en esos agarrones legales en el rugby -que tanto sorprenden a los aficionados al deporte primo hermano que se juega con balón redondo, aunque eso encaja mejor en el negociado de asuntos de los que se encarga mi compañero de páginas Carlos Pérez-.
Pero se echan de menos. Aparte de por la calidad de la tela -lo de sus tallas casi únicas es harina de otro costal-, por la enorme durabilidad que tenían. Ordenando el armario, como les venía diciendo, me quedé observando un poco el polo del 50º aniversario. Han pasado años desde que lo tengo, con mucho trote en sus costuras, pero parece que hubiese sido confeccionado prácticamente anteayer.
Algo así estoy seguro que ocurre con la indumentaria que lleva Asís Gª Mazariegos en la fotografía. Con unos 25 años -suponiendo que no sean más-, estoy plenamente convencido de que estará, heridas de guerra aparte, en un estado excelente, porque era algo hecho para lo mismo que las magníficas camisetas adidas que todos nuestros jugadores visten en la actualidad, pero de forma diferente, al menos tanto para que añorase un partido de los viejos tiempos. Con las touches sin salto, y, por qué no, con un Wallaby amarillo y negro como objeto de disputa. Aunque, ahora que lo pienso, casi mejor que fuese sin lluvia, que luego el melón pesaba como un balón medicinal, y tampoco es plan.