FIESTAS DE MOROS Y CRISTIANOS DE VILLENA 2018
Mi primera vez Carlos Forte Flor. Cronista Comparsa de Cristianos Fotografías de: Jesús Redondo y José Peluquero
M
e encontraba prácticamente desnuda en aquella calurosa habitación con aroma a albahaca, la cual terminó llamándose distinto en aquella ciudad. Mi ropa esparcida por el suelo formaba un caótico manto dispuesto a alfombrar este primer paso del que tanto había escuchado hablar. Me senté en la cama con las piernas temblorosas y el espíritu acicalado de domingo. Había llegado la hora, lo iba a hacer. Iba a vestirme de Cristiana por primera vez con la ilusión de exprimir al máximo esa tan escuchada semana del 5 al 9 de septiembre con licencia, año tras año, para empezar un jueves y culminar un lunes, si al calendario le place. Era día 5 de septiembre por la mañana y el entusiasmo se palpaba por toda la Corredera. Una calle con apellido de pasillo dispuesta en cuerpo y alma para el disfrute de sus viandantes. “Ponte el traje que después del Pregón y la Fiesta del Pasodoble nos vamos pitando a comer que si no no vemos arrancar la banda”, me dijo mi amiga Flor, instigadora y anfitriona de las Fiestas. A mí me sonaba todo un poco a chino pero su energía era tal que simplemente era cuestión de levantar los pies del suelo y dejarse remolcar por el torrente de energía que lo envolvía todo.
Cristina (cabo) y bloque femenino
había vivido. Con los primeros acordes de aquella pegadiza melodía pareció encenderse la Aurora Boreal. Todo el mundo comenzó a cantar y tararear La Entrada mientras una atronadora ovación de aplausos acompañaba a la Banda Municipal a recorrer la ciudad. El desfile que le siguió
El hervidero de sol y cabelleras que era la Plaza de Santiago me recordó a los grandes conciertos donde el público se agolpa a los pies del escenario esperando ver salir a la estrella de rock que desanude el subidón de adrenalina y lo haga incendiar todo. La comida aquel día recuerdo que ni fu ni fa, pero allí a todo el mundo parecía importarle bien poco. Lo importante era hacer masica en el estómago y llegar a las 15:55 a la Calle Nueva para escuchar un tal pom pom de bombo. Aquello sí me emocionó de veras. No sabía muy bien que hacíamos tantísima gente congregados en la calle a la hora del tiramisú -que me quedé sin probarhasta que de pronto… ese mágico sonido de bombo prendió algo que nunca antes
36 | Octubre 2018
Embajada en el Castillo
fue sublime y al paso del segundo bloque de Moros Nuevos pregunté: “¿nos falta mucho para desfilar?” a lo que el grupo de amigos que me acompañaba soltó una risotada. Mis ganas se hicieron de rogar y las fui ahogando con viajes a la heladería a por agualimón con unas gotitas de bendición.