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Compartir la Palabra: Sobre el Evangelio
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Sobre el Evangelio o la victoria de Jesús
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(Segunda parte)
Cuando tengamos el Evangelio entre nuestras manos, recordemos que no es un escrito cualquiera. El recorrido realizado ha sido tan difícil que sólo el Espíritu Santo lo ha podido hacer posible.
En un primer momento suscitó a los autores y, después, cuidando todos los detalles de la vida de Jesús que Él ha querido llegasen hasta nosotros, a través del tiempo y la multitud de dificultades que encontró la Palabra para poder llegar a nosotros tal como la tenemos hoy.
Pasaron más de veinte o treinta años antes de que apareciese el primer evangelio escrito, el de Marcos; y el último, el de Juan, quedó fijado no antes de finales del siglo I, o incluso en la primera década del II. Habiendo pasado tanto tiempo desde los hechos, no parece verosímil que ningún autor, cualquiera que fuera este, hubiera podido redactar su evangelio valiéndose tan sólo de la memoria. Pero, además, hay que anotar que dos evangelistas -Marcos y Lucas- en ningún caso podrían haber escrito sus recuerdos personales sobre Jesús, pues no le conocieron personalmente.
Desde el tiempo que va desde Jesús a la aparición del primer evangelio, la transmisión del mensaje cristiano se realiza por vía oral. A lo largo de este tiempo, aparecen escritos parciales de hechos o dichos concretos de Jesús y de sus gestos incorporados en ocasiones a la liturgia de las
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celebraciones de las primeras comunidades cristianas. Estas tradiciones y escritos van a ser el material del que se sirvan los autores de los evangelios para componer sus obras. Testigo de mayor excepción, a este respecto, es el autor del Evangelio de Lucas, que intenta narrar ordenadamente todo lo que ha recogido (Lc 1,1-4).
Los evangelios parten de hechos históricos, aunque no sean realmente escritos que deban considerarse “historia”. Parten del Jesús de la Historia para llegar al Cristo de la fe. Los evangelios son proclamaciones de una nueva fe nacida en Pentecostés, antes que pormenorización histórica de los acontecimientos.
Resumiendo, podemos decir que los evangelios escritos nacen en las primeras comunidades cristianas. El proceso de su formación fue largo y el conocimiento de la prehistoria de los evangelios ha costado mucho esfuerzo y tesón hasta llegar a conclusiones que pudieran merecer una aceptación generalizada.
Muchos autores anónimos, además de los evangelistas, han intervenido en la narración de los evangelios. Pero el autor el principal y único, y al que todos quedan subordinados, es el Espíritu Santo, el que ha iluminado, preservado de doctrinas falsas, guiado, alentando a todos los autores, que son instrumentos de su Obra. Hay como dos autores, uno y principal es el autor divino. Dios que inspira lo que hay que escribir, y otro humano, el hagiógrafo, que escribe materialmente la obra y que, al estar en una época, influye en la forma. Son autores inspirados que actúan como secretarios de Dios.
Cuando tomemos los Evangelios, antes de leerlos, pensemos en este amoroso Espíritu de Amor. Gracias a Él nos ha llegado este regalo que tenemos en nuestras manos. Ha viajado muchos siglos hasta llegar a nosotros. Y que sea grande nuestra gratitud. Pidámosle nos revele lo que él mismo ha inspirado; después podemos continuar su lectura, junto a María, sabiendo que vamos a recibir todo lo que necesitemos para nuestra vida.
Mari Muñoz, isva
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