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Catequesis Paulina: La llamada de Dios
Catequesis Paulina
La llamada de Dios pasa a través de una mediación
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Toda llamada lleva consecuentemente una respuesta. Así ha de ser también la principal llamada que podemos recibir en la vida: LA LLAMADA DE DIOS. Hoy nos proponemos iniciar una serie de reflexiones sobre varios puntos que implican en esa llamada.
En las lecturas bíblicas, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, aparecen llamadas que nos revelan lo que es la vocación, que viene del latín vocatio, acción de llamar; es por ello la llamada o inspiración que una persona siente procedente de Dios para llevar una forma determinada de vida.
En el Evangelio encontramos la llamada de los primeros discípulos de Jesús y en el A.T. tenemos llamadas muy significativas que marcarían la historia del Pueblo escogido por Dios, el Pueblo de Israel. En una mirada rápida encontramos, en primer lugar, la llamada a Abrahán: “Sal de tu tierra, de tu patria, y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré…”. (Gn 12,1-3). Su respuesta confiada en Dios le convertirá en padre de los creyentes. Moisés, el legislador del Pueblo de Israel, será también llamado por Dios para la ardua misión de sacar al pueblo de la esclavitud de Egipto. También él responde con totalidad y seguirá el camino que Dios le señale (Ex. 3, 10-16). Así va sucediendo a lo largo de todo el A.T. con los profetas, los jueces y los reyes a los que Dios pondrá al frente de su pueblo.
Pero quiero reparar en una llamada que especialmente se presta a profunda reflexión: en el caso de Samuel; “una noche
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Samuel, que era todavía un niño y desde niño vivía al servicio del templo, tres veces seguidas se sintió llamado durante el sueño, e iba donde Elí (el sacerdote del templo de Silo donde el niño vivía); me has llamado le preguntará por tres veces. Pero no era Elí quien lo estaba llamando. A la tercera vez Elí lo entendió y le dijo a Samuel: Si te llama de nuevo, responde: “Habla, Señor, que tu siervo escucha” (1 Samuel 3,9). Así fue, y desde entonces Samuel aprendió a reconocer las palabras de Dios y se convirtió en su fiel profeta. Habla, Señor, que tu siervo/a escucha; creo que es la respuesta más auténtica que se puede dar a Dios; porque toda vocación implica un abrazarse a la Voluntad de Dios y vivir en ella constantemente.
Pero vemos que, en toda vocación o llamada, suele haber una mediación: ángel o persona. Entrando en el N.T., lo vemos en el caso de los primeros discípulos de Jesús; la figura de la mediación es la de Juan el Bautista. Ciertamente, Juan tenía un amplio círculo de discípulos, entre quienes estaban también los hermanos Simón y Andrés, y Santiago y Juan, pescadores de la Galilea. Sólo a dos de ellos el Bautista les señaló a Jesús, un día después de su bautismo en el río Jordán. Se dirigió a ellos diciendo: “¡He ahí el Cordero de Dios!” (Jn 1,36), lo que equivalía a decir: He ahí al Mesías. Y aquellos dos siguieron a Jesús, permanecieron mucho tiempo con él y se convencieron de que era realmente el Cristo. Inmediatamente se lo dijeron a los demás, y así se formó el primer núcleo de lo que se convertiría en el colegio de los Apóstoles.
A la luz de los textos que hemos propuesto, querría subrayar el papel fundamental de un guía espiritual en el camino de la fe y, en particular, en la respuesta a la vocación especial de consagración al servicio de Dios y de su pueblo. Incluso la misma fe cristiana, en sí misma, supone el anuncio y el testimonio. Es decir, consiste en la adhesión a la buena noticia de que Jesús de Nazaret ha muerto y resucitado, y que es Dios.
Maite Ballesteros, isF
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