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Jesús es la Vida

Donec formetur

De Jesucristo Vida, la necesidad de responder al don

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Jesucristo es la vida para el corazón. Es así como el Fundador indica de inmediato el modo con el que adherir, con el que responder al don de la vida divina derramada de manera sobreabundante en nosotros.

• El “Camino regio de la

santa cruz”

Muy oportunamente, el Fundador nos introduce en la sección de Jesús-Vida mediante la meditación de la pasión y muerte de Jesús. Este es el punto de partida correcto: la vida nos ha venido de Jesús por medio de su oblación cruenta en la cruz.

Jesús ha querido padecer en todo: “como hombre, como profeta, como santidad, como Salvador, Rey, etc”. Por tanto, la contemplación de Jesús sufriente en la pasión tiene efectos benéficos, pudiendo “sanar toda herida: la soberbia, la avaricia, la sensualidad, etc., etc.”. Serán abundantes los frutos; pero habrá que pasar a través de la “participación en su Pasión”. Involucrando a toda la persona, corazón y sentidos: “en el corazón humano, en la sensibilidad, en la gula, en la mente, en las manos, etc.; en la vida de reparación, de sacrificio...”.

• “Jesús es la gracia”

De la oferta sacrificial de Jesús en la cruz nos vino la vida. ¿De qué vida hablamos? De la vida sobrenatural, precisa el Fundador. El cual añade: la vida es la gracia, para llegar al punto central: ¡Jesús es la gracia! Es precisamente este aspecto de “personalización” lo que interesa al P. Alberione. Jesús es la gracia; está “lleno de gracia”; es la vid verdadera por la que pasa la linfa a los sarmientos. Por consiguiente, la vida de gracia en

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el creyente está pensada exactamente como “la vida de Jesús”, esto es, como Jesús-viviente- en el hombre”.

DF p. 55 3. La vida de Jesús se pierde con el pecado. Su respiración es la oración, su alimento la meditación; tiene sus enfermedades, como las imperfecciones y los defectos; sus recursos, como el fervor; sus alegrías, como los consuelos; su languidez, como la desolación; su desarrollo en los santos, perfecto en María Santísima.

Estamos invitados a detenernos con amor en este párrafo, que nos ofrece un logradísimo cuadro de la vida sobrenatural realizada por el Maestro Divino en nosotros mediante los sacramentos. Tal vida divina se presenta con características precisas. Como la vida natural, también la vida de Jesús en nosotros tiene: . su respiro, que es la oración; . su alimento, que es la meditación; . sus enfermedades, o sea las imprefecciones y los defectos; . sus recursos, o sea el fervor; . sus alegrías, o sea las consolaciones; . el desarrollo, que es pleno en los santos, y perfecto en María Santísima.

No hay duda de que nos encontramos ante a uno de los puntos nodales del itinerario del Maestro Pastor en nosotros. ¡Con las estupendas perspectivas que se abren!

• “Nosotros podemos ha-

cerlo todo en Jesucristo”

El Maestro Divino nos acoge en su misterio de adoración y contemplación del Padre. Nos permite aprender de Él, el verdadero Orante; y, al mismo tiempo, asociándonos a Él, nos habilita para dirigirnos al Padre de la manera más apropiada, o sea, con las modalidades que Él mismo ha utilizado: “Él adoró...; dio gracias...; satisfizo por nuestros pecados...; impetró gracias... Él lo hizo todo por nosotros y nosotros podemos hacerlo todo en Jesucristo, y así dar honor digno a Dios, dar gracias de manera digna, pedir perdón de manera satisfactoria y pedir gracias en nombre de Jesucristo” (DF p. 56). ¿Cuál será el éxito de este movimiento? No solo nuestra oración está modelada según la de Jesús, ¡sino que Él mismo se convierte en Orante y Adorante en nosotros!

De aquí nace el secreto: “Hacerlo todo” -podemos añadir: serlo todo- en Jesús, con Jesús, por Jesús. Alégrate 17

• “Obra nuestra y gracia

de Dios”

La primera preocupación de nuestro Fundador, que con el paso del tiempo llegó a ser su “incordio”, es el crecimiento de Jesús en el fiel. Es lo que invita a reflexionar -y a pedir- en el capítulo siguiente.

DF pp. 57-58 3. a) Querer ser santos, pronto santos, grandes santos en Jesucristo; b) realizar muchas obras buenas para que seamos muchas las criaturas buenas, las personas o las plantas de trigo (un campo inmenso) en el que Jesucristo infunda alma-gracia; c) lo que no se logra de otro modo, se consigue con el deseo: estar en el corazón de todos los santos, en el deseo de todos los ángeles, en el corazón mismo de Jesucristo que se inmola en los altares.

La gracia, la vida sobrenatural conoce un desarrollo grande: hay un componente “material” que es “nuestro obrar”; en el que obra maravillosamente el elemento espiritual, pues “la gracia es el alma que da un ser o un valor sobrenatural a la obra”. Por lo tanto, “si la vida de Jesús es infinita, el mérito y la gracia de nuestro corazón pueden crecer indefinidamente”.

De aquí deriva la seria responsabilidad de cooperar con el don ininterrumpido de la acción divina en nosotros: “Se requiere nuestra obra con las condiciones”. Pero todo el que obra en Jesucristo es como sarmiento que participa de su vida, o sea, de la gracia.

Nacerá entonces un único, un gran deseo: querer ser santos, pronto santos, grandes santos en Jesucristo. (Hoy diríamos mejor: dejarse santificar, y pronto, y totalmente). Esto es lo que más preocupaba, en grado máximo, al Fundador. La santidad; y la santidad en Jesucristo.

Pero no se piense que este deseo-voluntad sea espiritualismo o intimismo: ¡todo lo contrario! Se hace concreto, como es evidente, en “muchas obras buenas”. Las obras buenas, los apostolados, son el resultado de la cooperación humana con la gracia, vida del alma, que Jesús-Vida infunde en las personas. Y donde no llegan las obras, puede llegar el “deseo”: el alma, atraída por DiosAmor, no duda en hacer suyos los deseos de todos los ángeles, sumergiéndose, incluso, “¡en el mismo corazón de Jesucristo que se inmola en los altares!”.

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Don Guido Gandolfo, ssp

Institutos seculares

PAPA FRANCISCO: “SE NECESITAN INSTITUTOS SECULARES MÁS INCISIVOS”

El Papa exhorta a los participantes en la Asamblea General de la Conferencia Mundial de los Institutos Seculares a vivir toda la precariedad de lo provisorio y toda la belleza de lo absoluto en la vida ordinaria

La necesidad de que el carisma de los institutos seculares sea más incisivo en este momento de la historia de la humanidad centró el discurso del Papa Francisco a los más de 130 participantes en la Asamblea General de la Conferencia Mundial de los Institutos Seculares recibidos en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico, el pasado 25 de agosto. Partiendo del significado del término secularidad, que no equivale plenamente al de laicidad, el Pontífice aseguró que la naturaleza secular de la Iglesia, es “la Iglesia en salida, no alejada ni separada del mundo, sino inmersa en el mundo y en la historia.

“La misión que desarrollan es peculiar y los lleva a estar en medio de la gente, para conocer y comprender lo que pasa en el corazón de los hombres y mujeres de hoy, para alegrarse con ellos y para sufrir con ellos, con el estilo de la cercanía”.

En este contexto, el Santo Padre señaló que ser sal y luz, germen de unidad, de esperanza y de salvación, es también el estilo de Dios que ha mostrado su cercanía y su amor a la humanidad naciendo de una mujer, el misterio de la encarnación, que es el origen de esa relación que nos constituye hermanos. Por ello, el carisma de los institutos seculares los compromete a acerAlégrate 19

carse, a compartir los anhelos y las esperanzas de la humanidad.

“Están llamados a vivir toda la precariedad de lo provisorio y toda la belleza de lo absoluto en la vida ordinaria, por las calles donde caminan los hombres, donde el cansancio y el dolor son más fuertes, donde los derechos son vulnerados, donde la guerra divide los pueblos, donde se niega la dignidad. Es ahí, como Jesús nos ha mostrado, que Dios sigue dándonos la salvación. Y ustedes están ahí, están llamados a estar ahí, para testimoniar la bondad y la ternura de Dios con gestos cotidianos de amor”.

El Pontífice recordó que para encontrar la fuerza para ponerse al servicio de los demás con generosidad y también la valentía para tomar decisiones audaces que impulsen a un testimonio radical, el camino es el de “la oración y la contemplación silenciosa de Cristo”. “El encuentro orante con Jesús les llena el corazón de su paz y de su amor, que podrán dar a los demás. La búsqueda asidua de Dios, la familiaridad con la Sagrada Escritura y la participación en los sacramentos son la clave de la fecundidad de sus obras”.

Al hablar de la vocación secular, Francisco indicó que se trata de una vocación de frontera, discreta, 20 Alégrate reservada que, a veces, no es conocida o reconocida por los pastores, y, sin embargo - agregó – es una vocación que abre caminos.

“Pienso en los contextos eclesiales bloqueados por el clericalismo, donde su vocación habla de la belleza de una secularidad bendecida, abriendo y acercando la Iglesia a cada hombre. Pienso en las sociedades donde los derechos de las mujeres son negados y donde ustedes, como sucedió también en Italia con la beata Armida Barelli, tienen la fuerza para cambiar las cosas promoviendo su dignidad.

Pienso en esas realidades, que son muchas, como la política, la sociedad, la cultura, en las que se renuncia a pensar, en las que uno se uniforma

según la corriente dominante o la propia conveniencia, mientras ustedes están llamados a recordar que el destino de todo hombre está unido al de los demás”.

El Papa exhortó a los miembros de los institutos seculares a no cansarse de mostrar el rostro de una Iglesia que necesita redescubrirse en camino con todos, y acoger el mundo con todas sus fatigas y con lo bello que hay en él.

“Sólo juntos podemos caminar como pueblo de Dios, como buscadores de sentido junto a los demás hombres y mujeres de nuestro tiempo, custodios de la alegría de una misericordia hecha carne en nuestra vida. Este itinerario exige desterrar costumbres que ya no dicen nada a nadie, romper esquemas que frenan el anuncio, sugiriendo palabras encarnadas, capaces de alcanzar la vida de las personas porque se nutren de la vida que hay en ellas y no de ideas abstractas”.

Francisco los animó a hacer presente en la Iglesia la secularidad con afabilidad, sin reivindicaciones, sino con determinación y con esa autoridad que viene del servicio.

“Que su servicio sea el de la semilla, el servicio de la levadura, el servicio escondido y, al mismo tiempo, evidente, que sabe morir en los acontecimientos —también eclesiales— para que puedan cambiar desde dentro y dar frutos de bien”.

Por último, un llamado del Santo Padre a los Pastores de la Iglesia para que estén cercanos, al lado de los seglares, escucharlos e implicarlos en “ese discernimiento de los signos de los tiempos que marca el paso de la misión”. Y, por su parte, el Papa manifestó nuevamente su agradecimiento y bendición. “No se cansen de llevar al mundo el anuncio de una vida nueva, de una fraternidad universal y de una paz duradera, espléndidos dones del Señor Resucitado”.

Papa Francisco

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