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Ser auténtica o ser imitadora: Una armonía necesaria
Por Marie M. Griffin (@mariemgriffin) autora del Libro ‘Ponte en Mis Zapatos’
Este mes, a donde sea que volteemos la mirada, encontraremos artículos, imágenes y frases de alabanza para la mujer… Es ob-vio ¡Estamos celebrado el mes de la mujer! Aunque creo que en privado y en el corazón de cada individuo debería plantarse la semilla de celebración no solo a la mujer, sino a toda cosa bue-na que Dios nos da. Me emociona ver cómo cada vez más la mujer va tomando un lugar protagónico en nuestra sociedad y su aporte está siendo realmente valorado por sus méritos y valía, más no relegada o ignorada por su género. ¡Claro! Todavía hay terreno que ganar…pero hemos avanzado bastante y eso es digno de celebrar con bombas y platillos.
La mujer de hoy, así como está cosechando los beneficios del progreso, también se encuentra frente a un mundo mucho más exigente donde las batallas son diarias y en múltiples campos a la vez. Desde la apariencia física, los compromisos de familia, ser líder o proveedora del hogar, las demandas del traba jo, en fin… tantos retos que superar y terrenos que conquistar. Ya no es sólo la ama de casa de aquellos tiempos. La mujer de hoy tiene que, obligatoriamente, apren der a ponerse diferentes zapa-tos propios de la tarea. (Cabe destacar que lo hacemos con mucha gracia y dignidad) Le toca levantarse de madrugada para ha cer la lonchera de los hijos, luego en caramarse en los tacos altos para ir a trabajar, llegar a casa y poner se las chan cletas para terminar los quehaceres pertinentes, mientras se balancea entre ser buena esposa o cabeza de hogar, diligen te mamá, sa-car un poco de tiempo para ir al gimnasio y mantenerse bella y en forma, etc. Otras, por causa de los recientes cambios, tienen la oportunidad de trabajar en casa, pero los retos continúan siendo los mismos. Curiosamente conozco a dos nuevas mamás que han tenido que contratar a una niñera en su propia casa, pa-ra poder cumplir sus responsabilidades en el trabajo. No obstan-te todas, al final de la noche y con la cabeza en la almohada, nos enfrentamos razones que nos motivan a seguir ade-lante combinados con el cansancio del día y las responsabilida-des de la mañana que se acerca… y pos supuesto no ayuda ver la vida “perfecta” de otras en las redes sociales. Que dicho sea de paso nos estimulan a ser autenticas, genuinas y divinas pero irónicamente la real invitación es ser y pensar como la corriente o tendencia de hoy.
Nos encontramos frente a un conflicto emocional y aun social que tiene que ver con las presiones externar y las que nos per-mitimos a nosotras mismas. Por alguna razón, la cultura del momento nos estimula a ser radicales en nuestra decisión inter-na de no ser «imitadora» de nadie, y ser «yo». A tal punto que nos vamos de un extremo a otro, sin considerar que en algunos casos, imitar no es dejar de ser auténtica. Por otro lado cons-ciente o inconscientemente, terminamos imitando lo incorrecto por falta de solidez en la identidad.
Ser auténtica es una virtud digna de aplaudir y de «imitar». Pero me gustaría aclarar lo que es ser realmente auténtica y como en algunos casos «imitar» no es tan malo.
Cuando nos referimos a una persona auténtica, hablamos de la originalidad y las peculiaridades en esa persona que le hace única por diseño divino. Pero, sobre todo, y muy importante el grado de coherencia entre su mundo interno y externo, entre lo que hace, piensa, opina, quiere o necesita. O sea… actúo como pienso, mis deseos van de acuerdo con lo que expreso, etc. Ahora bien, algunas características están ya definidas por nuestro ADN, pero muchas han sido formadas o influenciadas a través de los años por diferentes ambientes y experiencias en la vida.
Ser genuina o auténtica no significa que debo por ley sucumbir a las emociones del momento, a darle rienda suelta a mi “Yo”, que no podamos cambiar de opinión o criterios si entendemos que es lo apropiado. Abandonar algunas actitudes, abrazar otras, y actuar coherente a esta nueva postura, no es traicionarme a mi misma. Por el contrario, estoy siendo fiel a mi responsabilidad de crecer y madurar. Nuestro carácter debe ir siendo moldeado para mejoría y así mismo se irá mostrando auténticamente a medida que actuamos fieles a ello.
Nos estancamos en el no querer imitar para que no parezca que me “copio” de algo o de alguien.
Imitar lo bueno, lo que es digno, no nos hace “falsos”. Al imitar lo bueno, se creará el hábito y se convertirá en parte de nuestra actividad de pensamiento y de nuestras acciones, por ende, se mostrará a medida que actuamos auténticamente. Debe haber un balance y una armonía entre mi ser y la posibilidad de imitar algo que conviene, sin temor a ser desleal a mi identidad. Desde que nacemos, tenemos un acta de autenticidad firmada por Dios, y como toda buena obra de arte, debe ir adquiriendo más y más valor con el tiempo. ¡Vive libre!… vive auténticamen-te, y que tu autenticidad bendiga a otros y los invite a imitarte. Al final todos estamos buscando cada día ser más como Jesús. Que haya armonía entre tu pensamiento, comportamiento y acti-tud. Las puertas se abren y las oportunidades llegan a una per-sona realmente auténtica…
“Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios” (3ra Juan 1:11).
Por Claudia trebilcock de Montemiranda