DOS XAVIER DOLAN

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DOS XAVIER DOLAN: TOM A LA FERME Y MOMMY

DOLAN Y BUTLER EN DISPUTA.

O LOS MEANDROS DEL “DUELO” EN “TOM À LA FERME” DE XAVIER DOLAN

“Hoy es como si una parte de mi hubiera muerto, no puedo llorar porque he olvidado todos los sinónimos de la palabra tristeza. Lo único que puedo hacer es intentar reemplazarte” Tom.

Al comienzo de la última película del joven talento Xavier Dolan, la más vigorosa, turbia y tensa aunque puede que no la mejor ni la más simpática (carente del encanto de “Los amantes imaginarios" o el descaro incisivo y la carga social de “Mommy”), el protagonista escribe una frase romántica pero que nos suena algo a lecturas del calibre académico de "Mecanismos psíquicos del poder" de Judith Butler. Es posible que tanto Butler como sobre todo el impetuoso Xavi Dolan, me odiaran por juntarlos cuando sus lenguajes expresivos y creativos no tienen nada que ver- pero sólo con la lectura de esta

teórica

universal de desmedido prestigio puedo aplacar las

obsesiones y heridas extrañas que ha despertado en mi el visionado de la deliberadamente incómoda "Tom à la ferme", basada en una exitosa obra teatral homónima de Michel Marc Bouchard y ganadora del premio FIERSCI en el último festival de Venecia. Dolan va ganando puntos en el cine francófono pero sus admiradores pueden quedar desconcertados por el tono ingrato y los interrogantes que deja “Tom á la ferme” en su áspero camino. A pesar de su tono fatalista y amargo "Tom a la ferme" no se mueve en el camino sin salida de su comentada "Mommy" que le ha situado en primera fila de la controversia y el estrellato internacionales.


Dolan, amante de sorprender siempre con el tono que va a dar de la secuencia siguiente o el tema al que va a acercarse en su próximo filme, sale más que airoso de cualquier atisbo de sujeción a la teatralidad del original

y realiza su filme más

inquietante y visualmente lleno de nervio narrativo y atención a detalles- como las vacas muertas, o la pala que porta Francis- que van a adquirir resonancias inesperadas en un descenso a los infiernos bastante particular, irregular a la par que fascinante. . Pero ¿qué es lo que Tom busca? Esa parte de si mismo que ha desparecido con el extraño accidente de tráfico de su novio, que cada vez se va haciendo más irreal y que el debe llenar de falsedades y un pasado imaginario.

Butler se pregunta en "Mecanismos...1” ¿Existen otras formas de “perder” al Otro además de la introyección y existen diversos modos de perder al otro?

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Butler, Judith, Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción Valencia Editorial Cátedra. Colección. Feminismos, 2001.


Tom llega a la granja sin avisar y montado en un majestuoso coche negro que contrasta con el color claro de los campos de maíz. Como su cabello rubio teñido contrasta con los trajes con corbata que se pone para la ceremonia fúnebre de su joven amado, representando un género/sexualidad sin muchas fisuras. En el filme de Dolan, por lo visto con matices autobiográficos, y supongo que en el texto dramático en que se inspira las cosas son mas complicadas porque la madre supone que su hijo muerto es heterosexual y Francis, el hermano mayor (¿padre suplente?) se encarga por todos los medios de que Tom o quien fuere no saquen a su anciana madre de esa ceguera simbólica. Esto propicia secuencias llenas de morbo, crueldad y también una visión irónica de la familia tradicional y de rituales como los funerales o los recuerdos encajonados (porque estos son falsos e incluso improvisados) Tom acepta el juego porque Francis, el hermano de su novio muerto juega con él a un juego sadomasoquista que lo acerca al recuerdo de su novio, a esa piel que amó. Tom se pregunta hasta donde llegó con su amado al que, por otra parte, mantenía en el armario rural. Entonces surgen las sospechas. ¿Es el hermano un gay reprimido? ¿Por qué esas aproximaciones a la vez crudas y sensuales al joven protagonista? ¿Si fue capaz de desfigurar a un antiguo pretendiente fraternal porque castiga a Tom pero a la vez lo va iniciando, a instancias maternas, en todos los ritos de ganadería, el vacuno y vida en el campo que lo invitan a sustituir al muerto? ¿Por qué Tom no sale huyendo del todo y mantiene esa situación de poder, sometimiento y confusión? La introducción del personaje femenino en el filme es muy incómoda porque al igual que el fallecido está ya presente como un fantasma que pone a Tom en una situación en la que juega entre el miedo al potencial verdugo, el cariño de su madre y esa soledad que lo llevan a un estado depresivo de lo que los psicoanalistas llamarían “duelo y melancolía”. Pero Tom no puede llorar a su amado como tal así que debe situarse en un terreno de mejor amigo que desplaza esas connotaciones sexuales y amatorias que no obstante empieza a tener, con mayor o menor interés, con Francis, que se erige, sin serlo, en figura heteropatriarcal . Dolan juega con fuego, y por eso en el final evita acercarse demasiado al incendio. El personaje de Sarah no acaba de encajar en un plano real aunque se trate de una chica jugando a ser Sarah, a la que la madre ha desaprobado con fiereza por no acudir al funeral de su “supuesto” novio. Es en sus intervenciones casi los únicos momentos en los que la película denota su origen teatral. Así como en “Les amours imaginaries” conseguía hacer buen cine a partir de unas historias, en principio, algo banales, aquí Dolan no tiene demasiada piedad del espectador o sus personajes aunque la película pueda interpretarse- en algunas secuencias- en clave autoparódica. El filme con su base escénica se prestaba al histrionismo y Dolan no lo elude (algunos secundarios no resultan convincentes


siempre) pero sabe gracias a un montaje cuidado que el público pueda ignorar cualquier atisbo de estatismo. Nada de teatro filmado, teatro coreografiado. De principio a fin. Aunque algunos han considerado que la relación de Tom con el irritable Francis acaba convirtiéndose en síndrome de Estocolmo es una interpretación apresurada, ya que Tom no está secuestrado ni retenido a la fuerza por Francis sino por el fantasma de su novio muerto aunque sea el hermano mayor el que, desde su primera aparición nocturna, se encargue de complicarle las cosas.

Como se pregunta Butler ¿Existe una posibilidad de ser en otro sitio y en otra manera, sin negar nuestra complicidad con la ley a la que nos oponemos?

Así Tom sabe cuál es la canción favorita de su amante (para la madre y el cura del pueblo “amigo del alma”) pero no que tenía un hermano mayor tan particular y es incluso capaz de hablarle a su madre (adoptando la voz enunciativa de esa novia que no es tal) de una carta de la chica en la que el semen de su hijo corre sobre el rostro de una novia ficticia. Cada personaje hace una lectura de cada mentira, y una interpretación doble de cada verdad, difíciles de distinguir de principio a fin del relato y la pieza, aquí situada en interiores y exteriores. Si nos vamos al extremo de lo que insinúa o puede llegar a insinuar

Dolan en “Tom à la ferme” el homofóbico y

dominante hermano mayor no solo obligó a fingir a su hermano sino que lo sedujo y aparto de otros seres del lugar.

Y se apartó el mismo con un acto de violencia

extrema que lo señalo como un sujeto disruptivo, aunque se atisba cierta condescendencia en algunas miradas. También lo sometió a un juego de dominación que se repite con la llegada de Tom en escenas con guiñosa “Psicosis” o al thriller psicológico, costumbrista y rural. En medio de tanta tensión Dolan, poco ortodoxo, incluye una chocante secuencia de tango en el granero que empieza siendo divertida pero acaba siendo demoledora porque el hermano mayor habla con desprecio de su madre sin saber que esta está escuchando sus palabras sobre la música que bailan. Es en ese punto donde el espectador piensa que la madre oye lo que quiere oír y ve lo que quiere ver. Ya su extraña reacción cuando encuentra a Tom dormido sobre la mesa del comedor nos pone ante un personaje bastante imprevisible salvo en un aspecto, una extraña devoción a su hijo muerto y a la historia falsa que le han contado sobre su vida. El buen trato que dispensa a Tom, los autoreproches, la sinceridad de su dolor y sus lágrimas, está fundamentado en una apelación al hermano mayor y al propio Tom: decidme lo que quiero oír y si, podéis, hasta mostrádmelo. Toda una


actitud de ternura que contrasta con las formas bruscas, machistas y ambivalentes del hermano mayor que aterroriza a Tom hasta que este se da cuenta de que es la parte fuerte en este enfermizo juego y coqueteo en el que el busca suplantar a su amado muerto para poder incorporar algo de lo que perdió. Una simple foto con una chica no dice nada al lado de los meandros que vamos descubriendo en la extraña comunión y violento enfrentamiento entre Tom y el tiránico Francis (encarnado con credibilidad por Pierre Yves Cardinal aunque Dolan se reserva los planos mas bellos y expresivos del filme para él y para el paisaje que puede volverse familiar, bizarro o siniestro. Y hasta grotesco, peligroso y hostil). Como su pareja fallecida Tom, instado por las amenazas de Francis, debe fingir que es heterosexual como lo fingía su hermano (no sabemos si ante el mismo tipo de presiones, pero luego conocemos una significativa explosión de violencia en público). Dolan pone de relieve la superestructura coercitiva de la familia heterosexual al uso. En el que el gay no existe porque no tiene voz o su discurso esta basado en un fingimiento repetido. La cosa se complica cuando Francis además de enseñar a Tom a cuidar de las vacas empieza un extraño y malsano romance con él, como fantasma o reencarnación de su hermano muerto.

Como afirma Butler, de nuevo apoyándose en otros filósofos, “el amor es una “elección forzosa” lo cual sugiere que la idea de un sujeto que “consiente” en arrodillarse y orar tendría como propósito explicar algún tipo de “consentimiento forzoso”. {…] El otro perdido, introyectado, que se convierte en la condición inmaterial del sujeto, inaugura, la repetición característica de lo simbólico, la fantasía interrumpida de un regreso que no es ni puede ser nunca completado”.

Así Tom, en su proceso de incorporación melancólica y suplantación de alguien que no es, no puede articular palabra (logos) en forma de halagador discurso durante la Misa ya que no puede lanzar elogios o hacer confesiones acerca de alguien al que, al menos de un modo simbólico, esta suplantando progresivamente y de forma harto obtusa y, en el fondo, poco convincente. Tom ha empezado a navegar entre ocultar su amor por la piel de su novio (a la que hará referencia en una carta imaginaria), su necesidad de fingir (bajo amenaza) ser un amigo íntimo e irremplazable y comenzar a conocer de otra manera el extraño ambiente en que ese chico creció, incorporando


algunos de sus accesorios, como el perfume que enseguida olisquea el ominoso Francis.

Como dice Freud “En el duelo, el mundo aparece desierto y empobrecido ante los ojos del sujeto” “¿Cómo sucede pues, que en la melancolía se convierta el superyó en una especie de punto de reunión de los instintos de muerte?” […] Freud destaca la conducta social del melancólico poniendo de relieve su exhibicionismo impúdico. El individuo melancólico no se conduce como un sujeto normal. Carece, en efecto, de todo pudor ante los demás…

No sabemos muy bien como ocurrió la trágica muerte del joven amante de Tom (¿accidente o suicidio?) pero al conocer a sus parientes (en particular a su ominoso y psicopático hermano-incestuoso) es fácil adivinar alguna cosa turbia, otro cabo suelto. Pero Dolan no da nada por supuesto y menos atado. No obstante se guarda una carta final, algo forzada, en la que el protagonista (encarnado por él mismo) se encuentra en la estación donde huye de la persecución de

Francis con ese chico de la cara

desfigurada por un cristal de botella a manos de ese hermano mayor cruel, sádico e intolerante que, no obstante, se comporta de forma contradictoria con su nuevo inquilino, al que dice que esperaba secretamente. Así, adivinamos que el chico al que Francis seccionó salvajemente el rostro en el bar (lo que llegó a oídos de todo el pueblo y lo sumió en una especie de ostracismo comunitario) es también ese muchacho al que no dejaron entrar en la iglesia, por pertenecer a ese pasado que ahora reside en Tom. Aunque la chica, visiblemente incómoda en ese cuadro familiar forzoso, rígido, patético y asustada por la prepotencia de Francis, avisa a Tom de que el hermano de su ex amante es un peligro potencial pero será solo cuando Tom recupere de verdad su miedo propio, apego a la integridad física o psíquica y sus ganas de vivir cuando podrá escapar realmente de esa trampa familiar asfixiante y obsesiva. Las escenas con la chica son las unas con cierto regusto teatral de un filme sólido y vigoroso, aunque no nos guste demasiado la morbosa historia que cuenta.

(En” El yo y el ello” Freud sugiere que la identificación melancólica puede, sobre todo en el caso de vínculos amorosos y/o eróticos, un “requisito previo” para separase del objeto.)


Obviamente por mucha paz que me otorgue este armazón o marco teórico- crítico la fuerza de “Tom a la ferme” reside en su montaje, su puesta en escena, su atmósfera turbia, suspense sostenido, su humor negro, su afilada ironía, sus enigmas

y en una

esforzada interpretación de Dolan, sin miedo a caer en el narcisismo ya que su personaje, en cierto modo, lo necesita. Dolan se tiñe de rubio para encarnar a un joven publicitario que asiste entre asustado y gozoso a una función familiar donde se arriesga demasiado.

La crítica se ha divido ante la última apuesta del joven director y protagonista de “J’ai tue ma mère”. Si las comparaciones con Hitchcock le vienen obviamente grandes en términos puramente fílmicos las comparaciones con Lynch no resultan convincentes. Estamos mas cerca de un Ozon canadiense y campestre , de un cuento triste y descarnado, una historia muy personal, de una adaptación casi invisible de un texto dramático-gracias a su dinámica puesta en escena-de algunas películas recientes sobre la crueldad, la familia y el mundo rural, siempre con las claves homoeróticas, sorprendentes y autoparódicas del mal llamado “enfant terrible” del cine canadiense. El joven actor, guionista y director canadiense ha conseguido la que es junto con la de su compatriota Bruce La Bruce “Gerontophilia” (en un registro más calido, optimista e iconoclasta y también mas redondo) la película ¿gay? más perturbadora de la temporada. Es curioso que viejos maestros y nuevos nombres sigan sorprendiendo porque aunque ruedan pensando en el público no hacen concesiones que quiten pólvora o incomodidad a sus relatos ya sean en clave de humor y valentía (“Lawrence Anyways”) o como, en este caso, en clave de drama psicológico, la comedia negra o el áspero

thriller rural

cada vez más sombrío en su retrato de personajes y

costumbres heredadas y enraizadas en mentes cerradas como ese granero-armario simbólico en el que juegan Tom y Francis sin nunca delatarse ante una mujer mayor ni ante un pueblo y unas gentes tradicionales e ¿ignorantes? El “ideal del yo” tiene, según señala, una vertiente social: “es también ideal de una familia, de una clase social o de una nación. Además la libido narcisista, atrae a sí gran magnitud de libido homosexual, que ha retornado al yo. La insatisfacción provocada por el incumplimiento de este ideal deja eventualmente en libertad un acopio de la libido homosexual, que se convierten conciencia de culpa (angustia


social). La transformaci贸n de la homosexualidad en sentimiento de culpa y, por consiguiente, en la base de los sentimientos sociales, tiene lugar cuando el temor al castigo parental se generaliza, convirti茅ndose en terror a perder el amor de los semejantes.


MOMMY ON NE CHANGE PAS. DOLAN Y LA REPRESIÓN SOCIAL.

Según Bruce LaBruce "Los EEUU son el vecino ruidoso que Canadá tiene que soportar. El vecino ricachón. Al menos hasta hace unos años Canadá estaba alienado con los valores democráticos y hasta cuasi-socialistas de la Europa del Norte". De una generación posterior a Cronenberg y una anterior a Xavi Dolan, LaBruce hace un cine poco convencional, iconoclasta y provocador, redefiniendo géneros como la pornografía o el post-porno, el gore o la comedia satírica. Pero el que está, en estos momentos, en boca de todos y luciéndose en festivales, para bien o para mal, es Xavier Dolan un director, guionista y actor extremadamente joven, visualmente imaginativo, desigual hasta la fecha y sumamente prometedor que ha sorprendido por el atrevimiento formal de sus propuestas. "Mommy" es la última y, seguramente, mejor película del ya joven pero ya mítico Dolan hasta el momento. El la ha definido como una reflexión sobre el papel de "la madre", y la mujer, en nuestra sociedad contemporánea pero su apuesta es más atrevida y se enfrenta a los dictados de la "normalidad" en un sentido muy amplio en el que los personajes chocan con extraña pasión, virulencia e ingenuidad.

Si el realizador de "Los amores

imaginarios" hubiera nacido en España seguramente habría despertado mayores y más sutiles envidias y ataques de los que ya ha despertado al poder dirigir y protagonizar sus propios filmes. El cine, la "máquina de juguete" de Welles le sirve al joven canadiense para exorcizar sus fantasmas personales, familiares y su lugar en una sociedad superflua y heteropatriarcal como le sirvieron a Ozon para escandalizar un poco a la Francia conservadora, clasista, homófoba y profundamente racista de nuestros días. En "Mommy" Dolan no aparece como actor y además pone su cámara (utilizando un formato en vertical) al servicio de sus dos protagonistas (espléndidos ambos): La madre y el hijo, bien secundados por una vecina en plena crisis laboral y matrimonial, estableciéndose una suerte de amorosa batalla campal. El joven se comporta de una manera irracional e impulsiva poniendo a la madre (que tampoco es muy racional) en situaciones terriblemente violentas, pero el realizador parece decirnos que detrás de tanta virulencia hay dos corazones grandes aunque demasiado peculiares. "Mommy" es un filme narrativamente rico, valiente y, a ratos, barroco (con esos ralentíes y composiciones elaboradas y/o forzadas que tanto gustan al realizador) pero sobre todo el director y guionista sabe que tiene que conseguir que sus intérpretes (Anne Dorval y


Antoine-Oliiver Piton como Diane y el joven Steve, inmensos) logren el más difícil todavía para que, sin rozar el ridículo, para que la película funcione

en su bizarra poética

desenfrenada. Y lo consigue. Es posible que el director de "Lawrence Anyways" todavía haga trampas visuales y argumentales pero le salen bastante bien. Entre las trampas encontramos un final melodramático precedido por un periodo de asueto y comunión entre los protagonistas y algunos elementos de la trama poco desarrollados en aras del efectismo. No obstante es su película más vigorosa desde un punto de vista estrictamente cinematográfico

su película más iconoclasta aunque también más animada que su

sombría, inquietante y estilizada "Tom à la ferme y, a su manera, mucho más sentimental, visceral, imprevisible, delirante y al final desesperanzada. Como en algunos filmes de Greg Araki Dolan nos presenta a un personaje masculino joven "que no acaba de encajar", mezclando crueldad y ternura. Es posible que la sensibilidad de Dolan esté en algunos aspectos más cerca de "les enfants terribles" del cine francófono (Ozon, Baier, Honoré, Ducastel, Sciamma ) que de otros realizadores canadienses (Bruce LaBruce, David Cronenberg) que también levantan revuelo y se niegan a integrarse en la maquinaria industrial de sus vecinos estadounidenses, dando a sus filmes,( "Gerontophilia," "Maps to the stars") casi siempre, un aire "extranjero". Como extranjero es el joven protagonista de "Mommy" incapaz de controlar sus impulsos pero que logra vivir un tiempo tormentoso y a la vez lleno de amor con su joven madre y conquistando el corazón de una vecina casada, profesora de universidad. Recientemente el realizador ha sido acusado ya en su territorio de narcisista a lo que ha respondido con el mismo descaro que lo haría el bello protagonista hiperactivo, disruptivo y border-line de su última película, la más sólida y la única en la que el fondo y la forma se equilibran. Una historia de agudo calado social contada desde claves poéticas e interrogantes que dejan al espectador al descubierto. Si podemos separar al autor de su obra, a pesar de las dificultades que plantea la escritura fílmica del joven canadiense, estamos ante un talento desbordado e imprevisible, que puede resultar relamido e histriónico en algunos de sus trabajos y, genial en algunas secuencias de su cine. La distopía de "Mommy" y el punto de vista de un joven desequilibrado y una madre superada por los acontecimientos le permiten jugar con cierta libertad en el campo del cine sin complejos, mezclando lo experimental, la autoría y los referentes de la cultura popular que, casi siempre. han atravesado su obra. Dolan se dio a conocer con su comedia negra "J'ai tué ma mère" - con claros matices autobiográficos- donde mostraba una juventud alienada y a la vez en transición pero sobre todo una extraña comunicación-incomunicación entre diferentes generaciones. En


ella el actor y director trataba por primera vez temas referentes a la diversidad sexual y amorosa en la juventud de su tiempo y coordenadas vitales o geográficas. La transexualidad será el eje de la valiente y colorista-aunque algo afectada y altisonante"Lawrence Anyways", una nueva juventud brillará en la inteligente

"Les amours

imaginaries" y en la mas sombría en "Tom à la ferme" se adentra en el thriller adaptando una obra de teatro sobre el duelo, la pérdida amorosa y la homofobia en pequeñas comunidades rurales. En "Tom á la ferme", narcisista o no, conseguía una gran interpretación en una obra de teatro bien filmada y difícil de sacar a flote sin estridencias. En esta ocasión como en sus primeros filmes se sitúa en el terreno de la estridencia para acabar mostrándonos, de forma impúdica y hasta melodramática, la frágil e inestable humanidad de sus criaturas . En la intensa y, nuevamente, original "Mommy" Dolan se acerca más que nunca al cine queer y/o inconformista, poniendo un personaje marginal en un entorno bastante plano e incluyendo los mecanismos tradicionales de exclusión del diferente, y a la medicina o las fuerzas escolares-educacionales como aliados de la policía de los regímenes de lo "normal" que se reafirman en la adolescencia y que se encuentran en cambio para mujeres de nuevas generaciones y jóvenes que se niegan a ser definidos. También gusta de rozar el exceso, nuevamente en su cine, y una misma secuencia puede resultar divertida y/o desgarradora. Xavi, como, en mucho mayor grado, su joven protagonista, no tiene pelos en la lengua, pero para rodar su historia de forma tan fluida y brillante hay que tener mucho temple, nervio y seguridad narrativas.



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