La hija de ryan de david lean estudio (3) (1)

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LA HIJA DE RYAN. ¿UN ALEGATO FEMINISTA?

El gran fracaso comercial y, sobre todo, crítico de la reputada carrera de un director tan irregular como David Lean es curiosamente la que hoy muchos consideran su película más completa y compleja, al menos dentro de su última etapa de grandes superproducciones que va desde "El puente sobre el Rio Kwai" a "Pasaje a la india". A Lean le llovieron los Óscar y premios varios por filmes mucho más convencionales como "Doctor Zhivago" o "Lawrence de Arabia", pero este inglés de pura cepa no solo nunca dejó de hurgar en las entrañas de su época y de su sociedad sino que también se atrevió a entrar en el lado oscuro de sus personajes y de sus motivaciones en un determinado momento y entorno. Cineastas como Trufautt o los jóvenes


airados (young angry men) de los sesenta detestaban clásicos como "Breve encuentro" por su gazmoñería y clasicismo formal, pero Lean nunca dejó de desconcertar con el análisis psicológico de personajes dotados de cada vez mayor complejidad, entre la búsqueda del éxito y un estilo muy personal. "La hija de Ryan" fue recibida con hostilidad, "¿Cómo el director de "Breve encuentro" ha podido realizar esa basura?" le preguntó un crítico airado, tras el ansiado estreno en un festival. No obstante, ya entonces hubo quien vio más allá de la superficie de las grandes olas, los floridos paisajes en hermoso y rutilante Metrocolor y Panavisión y algunos tópicos algo burdos sobre la Irlanda profunda de la época en que transcurre la trama. En esta ocasión la Academia no fue tan generosa y la película solo obtuvo un Oscar a la mejor fotografía para Freddie Young (colaborador habitual de Lean por esa época) y al mejor actor secundario que fue a recaer en John Mills que encarna con maestría a Michael, "el tonto del pueblo", una suerte de intermediario mudo entre el espectador y el drama que se gesta ante nuestros ojos. La ambivalencia del mensaje de las películas de Lean ha llevado a acusaciones de racismo no solo a "La hija de Ryan" sino también a "Lawrence de Arabia" por la posición a la vez heroica y femenina del protagonista, y por la fidelidad casi homoerótica del criado racializado que encarna Omar Shariff. Algo similar ocurre con "Pasaje a la India", pero al ser nuevamente difícil saber cual es la posición exacta del espectador las convierte en particularmente interesantes. En 1970 "La hija de Ryan" fue rechazada visceralmente desde muchos frentes, llegando a ser considerada como un melodrama romántico y paisajístico más ampuloso que intenso, además de dividir a los personajes en seres con sentimientos y seres primitivos y casi irracionales, conectados con una naturaleza y climatología indómitas.


Hoy las opiniones se han suavizado. Algunos ven una película imperfecta pero interesante y formalmente muy cuidada. Una obra menor envuelta en una altisonante producción con hermosos paisajes y grandes pasiones, infidelidad, revolución y traiciones. Pero la cosa es más compleja y, si hacemos abstracción de que se trata de la superproducción de uno de los adalides del cine británico "de qualité", de que transcurre en la Irlanda revolucionaria de principios del siglo XX, de que hay algunos estereotipos racistas o cuando menos simplistas, el filme puede verse como un tímido alegato feminista y hasta de reivindicación de la diferencia y la transgresión frente a la norma, un tema que llega hasta nuestros días y nuestras sociedades. En "La hija de Ryan"; un filme muy distinto a sus primeras películas pero también con implicaciones diferentes a las de sus últimas superproducciones -a pesar de contar con un equipo muy parecido-hay guiños a su propia obra como "la mota de polvo o arenilla en el ojo" ("Brief Encounter")

con la que la protagonista disimula su llanto en el primer

encuentro con Charles (Robert Mitchum) en la playa o la cerilla que sirve de transición entre planos, brutal elipsis espacial ("Lawrence de Arabia") ante el suicidio del mayor Doryan (atormentado soldado inglés a la cabeza de las fuerzas invasoras), un suicidio que se presenta en "off", pero que tiene como


escenario la playa, la puesta de sol y el bunker donde los revolucionarios han escondido el arsenal de armas. Es posible hoy sea visto como un posicionamiento colonialista el presentar a los lugareños como personas tan estereotipadas como los irlandeses borrachines y llenos de ideas católicas de las películas de John Ford, no obstante la calidez algo simplista de Ford no se repite en esta ocasión. Lean se muestra antibelicista pero los habitantes del pueblo no merecen para el macha consideración. El director juega con cierta ambigüedad porque lo que quiere contar es otra historia, una historia sobre el descubrimiento del amor y la sexualidad, la presión de la comunidad sobre el individuo y el efecto devastador de la ignorancia. Así el personaje del maduro profesor de primaria le dice a Rose "Yo no creo que piensen que tu los traicionaste. Ellos querían que fueras tú. Porque, en cierto sentido, siempre te han envidiado y también han sentido un extraño desprecio hacia mí". Lean presenta una niña pequeña que como Rose se enamora del profesor y también que solo con un ramo de flores se erige en distinta a una comunidad que no solo está unida en una causa política sino en una ciega intolerancia hacia otras miradas hacia el amor, la vida o el paisaje humano y natural. El filme se sitúa en 1916 en pleno Easter Rising (Rebelión de Pascua) que llevaría al desarrollo del IRA (Ejército Republicano Irlandés) y al claro avance del Sin Fein en el parlamento y está rodado en 1970 en plenos enfrentamientos entre protestantes y católicos que se prolongaría una década después. No obstante no estamos ante una película con mensaje incierto pero contrarevolucionario como puede leerse bajo el glamour de "Doctor Zhivago". Más que nunca Lean se fija en sus personajes principales y no parece sentir demasiada simpatía ni por los soldados ingleses ni por los héroes revolucionarios del momento. De hecho en el filme el personaje más negativo es precisamente Ryan, delator a los ingleses, fanfarrón y cobarde, aunque Lean también muestra a las gentes del pueblo como picaros, ignorantes y supersticiosos, con algunos matices y como un coro trágico que los lleva a señalar no a la verdadera traidora, sino a la mujer transgresora de sus códigos vitales y morales reforzados por la tensión política y el provincianismo mental. Puede atisbarse algún rasgo de racismo o


esquematismo pero el alegato feminista (de alcance universal) acaba cobrando mayor relevancia y significación en el relato. El filme se rodo en la península de Dingle en la parte Oeste de Irlanda, en pleno condado de Kerry y aunque no fue allí bien recibido (había demasiados ingleses en el equipo) Lean pudo reconstruir un pueblo entero para rodar la acción de una historia de amor, traición, revueltas, intolerancia y búsqueda de la identidad. Las rocas y las costas atlánticas fueron el escenario colosal para un drama social pero, sobre todo, intimista, con unos protagonistas muy definidos, cuyos cambios principales se producen en la joven Rose Ryan.


El cuerpo del soldado retirado es el cuerpo de un hombre al que la guerra ha arrebatado su juventud y su futuro, de ahí su casi total mudez que se ve acompañada por la danza de Michael, cuya tara física los une vagamente en el aislamiento: son cuerpos inapropiados y mentes encerradas en universos claustrofóbicos. El cuerpo del sacerdote y

el del maestro son cuerpos

amigables pero asépticos. Rose Ryan es una mujer llena de ensueños y de desbordante sensualidad ¿Usted nunca sueña? le pregunta Natalie Wood a Robert Redford en "Propiedad condenada", siguiendo a Tennessee Williams. Los ecos de Tomas Hardy nos retrotraen a "Lejos del mundanal ruido" o "Tess", con su atmósfera agreste y provincianismo moral,

pero Lean

privilegia un punto de vista femenino/feminista en medio de una comunidad de héroes y villanos, de enfermos sanos y de sanos enfermos

con

comportamientos de crueldad ante el aburrimiento, la virulencia de los elementos naturales (el viento y las olas cobran un protagonismo insólito en la trama) y la alienación social. Aunque nuevamente Lean compone su relato como una sinfonía de música orquestal, colores, paisajes y paisanajes, en esta ocasión se adentra en un drama a la vez universal e intimista sobre lo singular frente a la norma, escrita o no.

La transgresión de la protagonista no es tanto la infidelidad -que el espectador y su marido adivinan casi antes de que se consume- como sus ansias de una vida distinta a la del resto de los lugareños, una vida que no existe o no tiene cabida en el lugar que la vio nacer . Rose al principio, siguiendo la

forma pensar del resto del pueblo, se aleja de Michael,

estigmatizado como el "tonto del pueblo", y no solo se acerca en un plano puramente físico a un soldado inglés sino al perdedor de una guerra absurda y desigual, herido profundamente por recuerdos visuales y auditivos de los bombardeos donde perdió la pierna. La ambivalencia de Lean hacia el problema irlandés y el presentar a los "revolucionarios" como héroes o pícaros de segunda es tal vez desafortunada o superflua (evitando, no obstante, posicionarse) pero la intensidad del filme reside en los contrastes y la ambivalencia de los principales puntos de vista: el paisaje interior de Rose y el paisaje enfurecido y a la vez idílico de una Irlanda rural, empobrecida y


sometida no solo a los dictados ingleses sino a su propio fanatismo, superchería y falta de horizontes vitales. Esos horizontes en búsqueda de un mundo distinto que simbolizan primero Charlie, el tierno y sereno profesor de primaria entrado en años que encarna Mitchum sino también el cuerpo deseable y la hierática belleza de un desplazado de la guerra, que, a pesar de su visible juventud, ha envejecido por dentro y se va a morir casi, como un elefante, a ese cementerio vital donde se esconden armas y militarismo, ese lugar de resistencia y delaciones que también acaba convirtiéndose en trampa para Rose Ryan. Un arsenal con el que se auto inmola en una bellísima puesta de sol sobre el mar. El tonto del pueblo, el cura, el tabernero, los arrogantes soldados, los mal encarados lugareños pueden estar definidos con demasiado esquematismo y brocha gruesa, pero el filme no escatima medios para un retrato a la vez coral y de gran hondura psicológica, sensual hasta la médula, de unos personajes frente a un medio natural y humano hostil, cambiante, desaforado. Esa belleza terrible a la que hacía referencia Yeats en uno de sus poemas. Hoy en día "La hija de Ryan" no sólo se erige como uno de los títulos más personales de David Lean (con guión de Robert Bolt escrito expresamente para su mujer, Sarah Miles, cuyo esfuerzo sacó adelante un aparatoso rodaje) sino también como una rareza dentro del cine cambiante de los setenta, dotado de una extraña mezcla de tipos clásicos, apuntes de modernidad, aires de superproducción y poesía bizarra.

ROSE RYAN. ¿LA SOÑADORA REBELDE? Rosy (Sarah Miles, en su mejor interpretación en el cine) encarna a la hija de un delator a los ingleses, casada con un maestro de escuela mayor que ella (interpretado con sobriedad admirable por un maduro Robert Mitchum) que no calma sus aspiraciones vitales - ni personales, ni amorosas, ni sexualesen una aldea donde se respeta al cura (Trevor Howard), se humilla al tonto del pueblo, y se vigilan las transgresiones "morales" o "sociales" frente al provincianismo y un impreciso sentido nacionalista reforzado por la revuelta nacional de 1916 que llevaría años después a importantes cambios políticos y convulsiones sociales.

Aunque Lean presente como a un coro nada


agradable a los hombres y mujeres que, en cierto modo, envidian a la protagonista y a su marido, el filme es más complejo que todo eso. La llegada de un soldado inglés con una pierna ortopédica y lleno de heridas (psicológicas) de guerra (al que da vida un seductor y hierático Christopher Jones) despierta las fantasías de Rose, sexualmente insatisfecha en su matrimonio a pesar de que (como EN una "Madame Bovary" de las encrespadas, hermosas y furiosas costas irlandesas) su marido se muestra en todo momento atento con ella,

si bien demasiado inhibido, mayor y

carente de pasión como para satisfacer sus ensueños y su hambre de vida. El cura del pueblo (Trevor Howard, como siempre excelente aunque en una bondadosa caracterización solo a medias creíble) intenta llevar a Rose Ryan a la realidad, al mundo en el que vive inserta, mientras ella no puede evitar iniciar un romance clandestino con esa figura a la vez atractiva y patética que representa el soldado mutilado pero deseable, una mente derrotada que es sobre todo un cuerpo joven y atractivo. Un hombre y un cuerpo jóvenes, presentados como objeto de deseo y fantasías,

que pueden aplacar las

fantasías y deseos insatisfechos de la protagonista. Sin duda algunas de las composiciones estéticas del filme puedan parecer hoy algo relamidas y su clasicismo lo enfrentó especialmente a los nuevos cines. Pero "La hija de Ryan" no es solo una historia de infidelidades sino del precio que pagan los diferentes al grupo, los que sobresalen o se apartan del resto: la chica soñadora, el maestro reservado, el "tonto del pueblo", el soldado mutilado con estrés postraumático, condenados al ostracismo, el asilamiento, la burla, la muerte, el escarnio o el exilio por una masa furibunda que considera que Rose, y no su padre, los ha vendido a los ingleses. Los personajes heridos se ven, los soldados y los lugareños son un triste telón de fondo.En la secuencia de la boda parece que los asistentes desean, contra la voluntad de Rose, someterla a las costumbres algo burdas del lugar, tratarla como a una más sin considerar ni de lejos que ella no es una más. A Rose, después de ser humillada por casi todo el pueblo (que rapa su hermosa cabellera) y después del suicidio de su joven amante (con el que mantiene una relación casi sensorial) no le espera un futuro halagüeño, aunque su marido duda en dejarla o no y ambos se alejen en un autobús de ese pueblo que ha mostrado su intolerancia ciega, su fanatismo y su solapada envidia. No obstante el


personaje femenino parece estar en concordia con la idea de la resistencia al ejército ingles, es más intuitiva que astuta, y, a pesar de la animadversión casi personal de algunos vecinos, resulta ser su padre, que regenta una importante taberna en un lugar pequeño el verdadero impostor y el personaje más cobarde de esta historia a la vez épica, dramática e intimista. Finalmente solo Michael (John Mills) y el cura (al que la gente teme con una superstición casi irracional) acompañan a los dos personajes principales a la parada de autobús donde emprenderán el viaje que los lleve lejos del pueblo. La idea de la sexualidad primitiva frente a los corsés de las normas sociales vuelve a aparecer en la impresionante secuencia de la muy inferior "Pasaje a la india" (sobre la novela E. M. Foster) donde Judy Davis tiene fantasías con los grabados sensuales de la India y es atacada por un grupo de monos salvajes de los que huye sofocada en bicicleta. La película, a pesar de su factura clásica, su ritmo cambiante y su larga duración, plantea, con solidez y atención a cada detalle visual ,problemas universales y que estaban en la sociedad de los años setenta, como la razón y la pasión, la emancipación sexual de la mujer, el valor simbólico de ritos sociales como la boda, además de la fidelidad a las causas contra el opresor. También la extraña fusión entre el paisaje y el paisanaje con esas olas que invaden, esas huellas delatoras, esas rocas que sirven para ocultarse o espiar, esos árboles que señalan la comunión entre los cuerpos. Puede que, a pesar de sus lugares comunes y su exceso de notas de Maurice Jarre, a pesar de cierta tendencia a la cursilería, "La hija de Ryan" sea el filme más sólido de Lean, quien hoy nos decepciona en sus grandes éxitos (como "Doctor Zhivago") y nos sorprende por la modernidad de algunos de sus títulos menos celebrados: no solo "Ryan´s Daughter" sino también filmes como "Madeleine" o la más animada pero igualmente melancólica "Locuras de verano" donde nuevamente aparece una mujer enfrentada a sus sentimientos y cuya vida queda condicionada por un paisaje o entorno que se muestra intolerante contra los que no se someten al provincianismo mental y a la mediocridad ambiental.



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