Pelo malo

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PELO MALO, EL LADO OSCURO DE CARACAS

Pelo Malo (ganadora de la Concha de Oro en el pasado Festival de San Sebastián) es el segundo largometraje de la realizadora venezolana Mariana Rondón tras “Postales de Leningrado”, un filme de combate social. Con pocos personajes y una puesta en escena firme y demoledora Rondón mezcla los géneros, la comedia de costumbres y el drama social entroncando con una forma muy personal de entender el realismo y la denuncia social a través de un trozo de vida, un momento de cambio, un episodio de crisis en una familia formada por una madre abandonada por su marido y dos chicos, el pre-adolescente Junior (que sueña con llevar el aspecto de un cantante de rock y el peinado correspondiente) y su hermano pequeño, todavía un bebe. La película es demasiado elaborada en su planificación audiovisual para considerarse cercana al documental o el docudrama y también demasiado descarnada en sus apuntes socioeconómicos para poder llamarse “fábula” o “poema en prosa”, ocupando un terreno, donde a pesar de algunos altibajos, alcanza mucha fuerza expresiva, con una extraña naturalidad e hiperrealismo en las interpretaciones y en la forma en la que la realizadora se centra en sus personajes y las calles por las que se mueven. Rondón pone como amargo telón de fondos las barriadas más desfavorecidas de un país que intenta, ahora, dar un ejemplo de heroísmo y donde, no obstante, se siguen reproduciendo no solo las formas más salvajes del capitalismo predador sino la alienación de todo lo distinto así como la estigmatización de las llamadas “minorías sexuales”, algo que se ceba en las lesbianas o gays visibles y sobre todo en los niños con pluma o jóvenes transgénero. Obviamente la Venezuela de Chávez y Maduro hizo promesas de igualdad e inclusión y es mejor que la que promete de su contrincante pero la directora muestra como los discursos oficiales y los modelos heredados de la

familia

tradicional cristiana quedan igual o incluso se refuerzan en la figura del héroe revolucionario., poco proclive al cuestionamiento de género. No estamos en el ambiente fantasioso y kitch de “Ma vie en Rose” o ante la frescura y espontaneidad de la francesa “Tomboy” (otros filmes sobre “infancias queer”) sino ante una sociedad resquebrajada donde lo público y lo privado se confuden por proximidad a la vida en la calle de distintos personajes, supervivientes de un modelo nada halagador, lejano de todo atisbo de ínfulas heroicas o fetichismo chavista, que funciona mejor de cara al exterior que en el seno de una sociedad llena de contrastes y donde no ha habido los suficientes avances, viéndose reforzados el machismo y la homofobia por el ejemplo de sus representantes políticos. Un gran bloque de viviendas, un sitio donde Junior


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