UNA GOTA DE SANGRE PARA MORIR AMANDO
Existe en el Estado Español el síndrome del ¿y este se han creído que es? Algo que se suele confundir con la envidia pero está más cercano a la pereza. Esto viene a cuento del cine no solo de Almodóvar o Buñuel, amado y odiado casi a partes iguales, sino ante la importancia de la obra del realizador hoy algo relegado como donostiarra Eloy de la Iglesia, nombre clave en el cine de la transición y en el retrato de un modelo social cambiante de una forma lampedusiana. Un director que sigue considerándose como “lo peor” por nuestra decadente intelectualidad patria pero que se estudia con tesón en las universidades anglosajonas, de la mano de hispanistas como Paul Julian Smith y, por nuestros, lares con libros pioneros como el de Alejandro Melero Salvador (Los placeres ocultos) que ha publicado recientemente una larga entrevista con su amigo y colaborador Gonzalo Goicoechea, guionista de algunos de los