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Receta para el desastre
UN METEORITO: ESTE SERÁ el medio de transporte. El primer paso es subir a bordo y catapultarlo a través del espacio hasta que llegue a una roca turbulenta y sulfúrica, en órbita alrededor de una estrella mediana, todavía nueva. Tomando energía de esta estrella, convertir dióxido de carbono en oxígeno: así se formará una atmósfera. El caldo primordial está listo para condimentar. Una pizca de adenina, otra de guanina, cucharada de citosina y timina, que se puede sustituir por uracilo opcionalmente, aunque los resultados variarán. Paso número dos: combinar hasta que formen enlaces y se alineen en largas cadenas. Dejar reposar. Hace falta tiempo para crear complejidad. La mezcla estará lista cuando los volcanes callen más de lo que escupen y se hundan y se pierdan, y el agua que era verde se vuelva azul y el cielo la refleje. Amasar la combinación durante unos cuantos millones de años, antes de dividirla y darle forma.
Tercer paso: poblar la roca. Lo más sencillo es comenzar con organismos acuáticos. Son huéspedes satisfactorios y el medio que necesitan abunda. Cuando se encojan los océanos y asomen los continentes, se puede incorporar la vida terrestre. Entonces, además de seres que flotan y nadan, proliferarán los que caminan y se arrastran. Una amplia variedad de huéspedes disponibles permite colonizar nuevos territorios. Es un buen momento para añadir vegetación, que producirá oxígeno de forma eficiente y será una fuente de nutrientes significativa para
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Paula Sàbat Martínez 53
algunos huéspedes. Es posible adaptar las extremidades de algunos de estos seres para convertirlas en alas. Los huéspedes voladores son muy recomendables. Permiten tomar una nueva perspectiva desde ese lugar por encima de las copas de los primeros árboles, tratando a las nubes de tú a tú.
Alternativamente, se puede esperar a que cierta especie de entre los organismos que caminan yerga la espalda y se aficione por la elaboración de artefactos innovadores. En unos centenares de miles de años, este tipo de huésped también será capaz de viajar a través del aire. Hasta entonces, encontrarán infinitas formas de alterar su entorno. Un palo afilado, una roca que al chocar con otra hace fuego, gruñidos que se sofistican hasta convertirse en cadenas de significado. Algunos de estos inventos pueden resultar peligrosos. Cuidado con los antibióticos. A estos huéspedes les gusta tener el control. Llegado el momento, encontrarán la manera de viajar fuera de su roca y explorar otras cercanas. Dejarán atrás los palos y construirán con otros materiales. Aprenderán mil maneras de usar el fuego. Cambiarán tanto su entorno que devolverán la roca a su estado turbulento.
Como siempre, la tierra se revolverá y los volcanes escupirán de nuevo. Una vez más, el cielo perderá su azul y los océanos recuperarán su antigua talla. El último paso es siempre el mismo: en el momento de la explosión, localizar un pedazo del tamaño adecuado, subir a bordo y dejarse catapultar a cualquier lugar lejano del universo. Un meteorito: este será el medio de transporte.
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Receta para el desastre
Fabio Zamarreño
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Fabio Zamarreño (Madrid, 1992) es doctorando y profesor adjunto en la Universitat Oberta de Catalunya. Antes de ello estudió Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid, así como los másteres en Creación Literaria (UPF), Literatura Española (UCM), Educación (UCM) y Gestión de Recursos Humanos (UOC).
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