Aguazal, desde las cuatro orillas

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AGUAZAL

desde

las

cuatro

orillas

Territorio que junta las voces después de la tormenta


Aguazal Desde las cuatro orillas, 2021 Convocantes: Proyecto Dramaturgias, Facultad de Artes, Universidad de Cuenca, Cecilia Suárez, Diego Carrasco, Carlos Rojas Espacio cultural Saladentro: Diego Jaramillo Editorial Marvariable: Ángeles Martínez Revista El Apuntador: Genoveva Mora Diseño y diagramación: Adrián Orellana Edición digital: Juan Dávila Cuenca, Ecuador, abril - 2021

ISBN: 978-9942-40-148-9


AGUAZAL Desde las cuatro orillas


Contenido

Introducción

Arte Visual Narrativa Proyecto Clara Narrativa

5-6

8 - 25 26 - 79 80 - 187

Novela Gráfica

188 - 193

Dramaturgia

194 - 295

Arte Visual

294 - 357

Ensayo

358 - 457

Índice de autores

458 - 460


INTRODUCCIÓN (mAnifiesto) AGUAZAL, Desde las cuatro orillas Nos aprestábamos a celebrar doscientos años independientes, nos proponíamos ensalzar a nuestra urbe y su gente de todas las maneras, y ser para Cuenca y por Cuenca. Fiestas, actos y más festejos se quedaron sin agenda. Un minúsculo enemigo nos obligó a una gran pausa. No obstante, entre el temor y la incertidumbre, hemos sido capaces de repensarnos en todos los sentidos. Un grupo de gestores y actores culturales decidimos llamar a nuestros pares para celebrar a Cuenca a través de una transfusión de palabras e imágenes. Así nace nuestro Aguazal, territorio que recoge el agua lluvia y que junta las voces que se afinan y permanecen después del ruido de la tormenta. Inclusive en el agua estancada, quieta, no hemos dejado de navegar, aquí una muestra de aquello, una colección contemporánea producida por cuencanos, vivan o no, sean o no de nuestra ciudad. En esencia, este es un proyecto que fluye desde voluntades personales; no como una alabanza superficial, si no por la convicción de que esta tierra con más de 10 000 años de historia sigue atravesada por el agua y, desde sus cuatro orillas, el arte no ha cesado de provocar, ni de fluir. Es este un libro digital, pues así lo impone este tiempo. Ofrecemos a ustedes, queridos lectores, una muestra heterogénea y honesta, de páginas colmadas de sensaciones, colores y texturas; recolectadas, pero no construidas, a partir de una convocatoria en las categorías: artes visuales, narrativa breve, novela gráfica, dramaturgia, ensayo. Confiamos en que este esfuerzo se difunda y germine en otros proyectos colectivos. Agradecemos a todos los autores y artistas que conforman esta publicación virtual, a las condiciones climáticas, tecnoandinas, globales, esotéricas, o las que fueran que nos permitieron, por esta vez, coincidir.



a r t e v

i s u a l ARTE VISUAL 7


Marco Martínez

Que tu mano derecha sepa lo que hiciste con la izquierda

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28x54 cm técnica mixta

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Marco Martínez

Bitácora de una pandemia

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28x54 cm técnica mixta sobre lienzo

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Diego Jaramillo

S/T

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145 x 200 cm acrílico / lienzo

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Diego Jaramillo

Blanco sur # 64

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50 x 70 cm acrílico, papel / lienzo

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Ariel Dawi

CUENCA XV

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50 x 70 cm acrílico , papel

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Ariel Dawi

VIOLETA 2

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145 x 200 cm acrílico

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Patricio Palomeque

FUNDIDO AL BLANCo

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FUNDIDO AL BLANCO En el cine y el mundo audio visual el término, fundido a blanco tiene un significado opuesto al fundido a negro. “Mientras el fundido a negro representa un cierre, el fin, el fundido a blanco representa ambigüedad. Este término hace referencia a las diferentes representaciones o significados que se le da a algún objeto, fotografía, película, etc…”

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VIDEO COLOR SMARTPHONE FOTOGRAMA 4:01

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VIDEO COLOR SMARTPHONE FOTOGRAMA 4:01 “Estaremos años narrando estos últimos meses. Nadie hablará ya de la enfermedad, el verdaero relato será el del miedo”

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Katya Cazar

MI PODER EN LA CONSTITUCIÓN

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INSTALACIÓN

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N T A I R V R A A narrativa 26


Rocío Pozo

proyecto clara

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INTRODUCCIÓN Hace un tiempo surgió la imagen de una mujer que soñaba con la luna, tenía hermosos zapatos rojos y una cola enroscada, tan nítida fue su presencia que sin dudar la llamé ‘Clara’; y casi sin que lo advirtiera de mi mano fueron saliendo otras Claras: hadas, payasas, rockeras, chefs patinadoras, ilusionistas, reinas… y de manera, casi mágica, me fueron compartiendo los secretos de su feminidad. Ser una y muchas a la vez: tierna, exótica, miesteriosa… capaz de caminar desnuda, vestir de luces o escalar montañas. ‘Clara’ soy yo y las mujeres que me habitan y se reinventan de múltiples maneras, todas viven intensamente la belleza, la sensualidad y los sueños. Siento que las posibilidades de Clara son múltiples, por esta razón quiero compartir con ustedes las imágenes de Clara (entregadas al azar), a cada una de las escritoras y escritores que han hecho realidad este viaje de Clara, también, a través de la palabra. Rocío Pozo Soy una artista plástica cuencana que he dedicado la mayor parte de mi tiempo a enseñar arte. He participado en muestras de pintura y de instalación artística. He tenido el privilegio de exponer individual y colectivamente en espacios generosos de Cuenca, Guayaquil y Quito. Mi principal interés ha sido la búsqueda de expresiones a través del dibujo y color con énfasis en técnicas de textura y collage. En el proceso propio de evoluciónmadurez, curiosidad- cambié los lienzos por el dibujo puro, por el arte digital y por la ilustración para cuentos y poesía, tarea que me ha abierto un horizonte distinto y me ha entregado mundos maravillosos.

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Clara Luna

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Clara luna Ángeles Martínez Ella es una feminazi. Una feminazi de las peores. Le gusta andar con tacones de aguja, si rojos, mejor. Coquetea con descaro hasta conseguir algún amante desprevenido, con el que se obsesiona sin intención de formar una familia, porque es obvio que no sabe de compromisos. No es guapa, ni fea. Tiene sobrepeso. Ama las habitaciones de motel, que visita menos de lo que amorosamente desearía. Sale a las marchas con la camiseta de soy puta . Tiene dos crías, pero no se sabe si son niños o gatos… y dos abortos. Ella parece de esas que van a sacarte un cuchillo en la calle si se apasiona. Cuando está en un mal día sus ojeras pueden confundirte o enamorarte. Anda sola a horas que no son de Dios y luego se queja. Ella está loca, demente, llora cada vez que le contestan a cualquiera de sus groserías. Amiga de todas las muertas. Toma algún tratamiento psiquiátrico, que no sirve de mucho. Dicen que pinta asquerosos cuadros con su menstruación. Cuando le hablan del Génesis prefiere la primera versión de la creación, “esa que viene sin costilla”. Manipula. Demanda por alimentos y se inventa maltrato físico, psicológico, microviolencias, me too. Fuma. Se le suele encontrar ebria algunos viernes en karaokes de medio pelo. De lunes a martes, es la presidenta de los comunity mananger del planeta G-8, pero todos creen que es capaz de ponerse un chaleco de explosivos. No sé sabe si es ella. Puede ser un él, porque habita con los humanes y usa el degradante lenguaje inclusivo que tanta arcada da a los Superiores. Esta Clara es más Oscura o Oscuro o Oscurx ¿A quién mierda le importa? A todos. Por eso, es mejor saber, que cualquier noche, Clara-Oscura-Oscuro-Oscurx quiere incendiar la ciudad, explicar que viene de un futuro inevitable como Ziggy Stardust o Ursula K. Le Guin. Quiere formar una iglesia de esas que dan platita para hacer obra, se llamará “Lxs Magdalenas”, un culto que estaría frente a frente a la empresa de salchichas de cóctel Don Macho, diagonal a la Curia Episcopal, y junto a la policía blanda… perdón, a la pollería vegana. Ahí enseñará a pensar en colectivo, menos yoga, menos ejercicios de frígido autoconocimiento, vetados los ridículos podcast de narcisismo mindfundles, y la dieta keto, para pensar en una

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transhumanidad. Todos los géneros con sus más de 50 variantes serán, por fin, abolidos, pero no se confunda que también los naturales. Dice que hay un alma más allá del paquete en el que se viene, pero es algo que tiene que ver como un borrón de cromosomas que debe investigarse, bajo la teoría del amor como una fuerza que tiene su energía terrena, y a la cópula a la que se refiere como polvo de estrellas que no pertenece al barrio provinciano de los fanatismos. Cada quien que sea como se le venga en gana, afirma, con aires de santidad invita incluso a quien le gusta ser y hacer un tradicional sin picles, misionero. Parece que en su secta harán un guiño a la teoría de la evolución de los primates, tendría su altar un Charles Darwin que más parecería a la María de Metropolis, entre cibor y mantis. Dentro, tendrán que estudiar muchoque estudiar mucho, aunque no habrá problemas con la admisión, sin importar que seamos los haters, los contaminados, los ignorantes. Para evitar esta sucia decadencia, no es suficiente toda la furia y venganza, hay que cortarse la lengua y en algunos casos, la mano derecha. Nos deja los ojos.

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Clara colgada

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Clara colgada

Sandra Araya

Había escuchado, podía jurarlo, el sonido de la última hoja al caer. A quién podría jurarle nada, pensó rápidamente, desenredando su cabello para que le cayese libre, al fin, sobre los hombros y la espalda. Llevaba así, sola, sentada frente a la ventana, dos días. Cuando cayó la última hoja del árbol pensó que en vano esperaría a que algo más ocurriese afuera, al otro lado. Los muertos dormían bajo tierra. Las hojas habían caído sobre la tierra. Ella miraba la tierra desde su sitio. El viento, por algún resquicio, se colaba en el cuarto y la hacía sentirse sola, fría, más fría que si estuviese bajo el árbol. «Bajo el árbol», pensó, una y otra vez. «Bajo el árbol», pensó, enredando entre sus dedos un mechón de cabello que alguna vez se ensortijó entre otros dedos, la mano de quien yacía bajo tierra, bajo el árbol. -Clara - dijo, hacia las paredes, para sí misma. Si decía su nombre en voz alta, pensó, no se sentiría tan sola en aquella casa, tras esa ventana. Oyó, de hecho, ¿o imaginó?, que su nombre chocaba contra todos los muros y llenaba los cuartos. No. Lo había imaginado. -Clara- dijo tristemente, solo para sí. Nada le quedaba a ella en esa casa, nada, ni siquiera su nombre, y en el jardín no había más hojas que pudiesen caer sobre la tierra. Pensó en la tierra, pensó en ella, en las hojas, en su nombre. Clara sonrió. Hubiese podido saltar por la ventana y salir directamente al jardín pero entonces no se habría despedido de los muros, los cuadros, los muebles. Los corredores parecían retenerla cada vez que ella se desprendía de una prenda, una blusa, un calcetín que quedaba abandonado sobre el parqué. Antes de salir al jardín, ya desnuda y casi con pie sobre la tierra, recordó algo y se detuvo el tiempo suficiente para completar su despedida. Se soltó el cabello y dejó, en mitad del umbral, la pequeña vincha que había utilizado desde niña. Salió al jardín, pisó el suelo frío, sintió el frío en la piel. Bajo el árbol, pensó, no haría tanto frío. Para cuando el peso de su cuerpo la dejó suspendida apenas a unos centímetros del suelo, ella ya había olvidado su nombre. Quizá alguien desde la ventana la miraba, esperando que cayesen sus cabellos, como hojas, sobre la tierra. Qué fría estaba la tierra. Quizá ese mismo alguien la llamaría por su nombre, desde algún corredor, recogiendo su ropa, poniendo en orden la casa.

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Clara Verónica

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CLARA VERÓNICA

Oscar Vela Ella ha vuelto a desaparecer en su sombrero. En esta ocasión me parece que ya no volverá. Me encuentro solo, una vez más, a pesar de que hace apenas unas horas nos amamos con pasión renovada, como la primera ocasión, como cada noche desde que Clara Verónica llegó a mi vida. La madrugada es oscura y densa. En la habitación todavía flota una nube de humo provocada por los últimos cigarrillos que fumamos juntos. Nos habíamos dormido abrazados, desnudos, anestesiados por el torbellino de aromas que aún exudaban nuestros cuerpos después de hacer el amor. En los últimos momentos de oscuridad, poco antes de que ella se levantara, tuvimos una discusión. Creo que mis gritos la asustaron. Mis manos intentaron retenerla. Mis manos… Su último truco ante mí fue evaporarse. Se esfumó entre mis dedos mientras la sujetaba con todas mis fuerzas. Segundos más tarde, solo lograba intuir sus fugaces movimientos para regresar a la galera: primero un pie, el izquierdo, y luego el derecho que se introducía siempre con una ligera contorsión de bailarina. Después, supongo que elevó los brazos por encima de su cabeza, flexionó ligeramente sus piernas y desapareció. Recuerdo con amargura la tarde en que la conocí. Yo caminaba por el centro de la ciudad. Acababa de cerrar la biblioteca y volvía a casa. Hacía frío y amenazaba con llover. En una esquina, al pie de la vieja iglesia, me detuve ante el semáforo en rojo. Ahí la descubrí. Llevaba un sombrero raro, como un cono invertido del que salía una cinta larga y tiesa que se enroscaba a un lado y le daba un aire divertido. Se había hecho unas trenzas rematadas con pequeñas bolas de colores. La falda era amplia y antigua, llena de encajes y vuelos, pero el vestido ceñía su cuerpo mostrando dos senos grandes que se bamboleaban con sus movimientos cuando lanzaba las pelotas al aire y jugueteaba con ellas haciéndolas girar. Luego las reunía entre sus manos y, súbitamente, se esfumaban. Al terminar su acto caminaba entre los automóviles extendiendo su mano. Su truco era bastante bueno y su aspecto magnífico. Gracias a esto recibía generosas recompensas. Me quedé allí, de pie, mirando sus trucos hasta que anocheció. Antes de retirarse, empezó a recoger sus bártulos en una bolsa de tela. Aproveché la oportunidad para atravesar la calle y acercarme a ella lentamente. Le dí una

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moneda. Me miró mientras seguía guardando las cosas y agradeció con una voz cascada. La luz de una farola iluminó su rostro blanco de rasgos delicados. Sus ojos eran de un color terroso, opacados de algún modo por una especie de aura melancólica. Cruzamos unas pocas palabras. Le dije que me gustaron sus trucos. Tenía los labios tan delgados que parecían haber sido delineados con un lápiz muy fino. Cuando sonreía esos labios delicados se abrían mostrando una hilera de dientes manchados y torcidos. Me pareció una mujer atractiva. Se incorporó después de un momento, metió aquel extraño gorro en la bolsa y lo reemplazó por la galera negra. Se la colocó con un gracioso movimiento de manos y empezó a caminar a mi lado. Recorrimos durante varios minutos las calles frías y vacías de la ciudad. En algún punto me pareció que dábamos vueltas sin sentido y le pregunté dónde vivía. Me señaló el sombrero que llevaba puesto sobre la cabeza y, con una mueca graciosa, dijo: Aquí, obviamente… Esa noche me acompañó a casa. Hicimos el amor sobre la alfombra de la sala hasta caer rendidos, y más tarde, embriagado por el deseo, la volví a poseer entre las colchas revueltas de mi cama. Arropados siempre por una deliciosa oscuridad, nos abrazamos desnudos. Sus senos abrigaban mi pecho, sus labios rozaban los míos, nuestras piernas se entrelazaban, y nuestros sexos reconocían aún los aromas ajenos del primer encuentro. Cuando estuve a punto de enredarme en los laberintos del sueño, recordé que no me había dicho su nombre y, aunque era tarde para volver, escuché su voz lejana que me decía: Clara Verónica… Durante varias semanas amanecí desnudo sin ella, abrazando apenas los rastros del olor que su cuerpo dejaba durante la noche, rescatando de mi memoria cada uno de sus besos, las caricias de sus manos, la suavidad y tibieza de su lengua recorriendo mi cuerpo, sus humedales de aromas penetrantes, nuestros gemidos engarzados en la penumbra y sus permanentes escapes al final de la noche. Amanecía extrañándola demasiado, deseándola, y temiendo siempre que todo hubiera sido un sueño o uno de sus múltiples hechizos, y entonces me asomaba a su lado de la cama y allí, sobre la alfombra de mi habitación, seguía intacta la galera negra, su acceso a ese otro mundo que nos separaba. La intensidad de la pasión crecía cada noche cuando yo regresaba y abría la puerta para encontrarme su olor que ondeaba, invocándome, entre las sombras estáticas y silenciosas de mi casa. Y cuando nos sumergíamos una vez más en las aguas tumultuosas del delirio, una cierta dosis de felicidad nos cobijaba. Sin embargo, al

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arribar a los remansos del éxtasis, ella caía en unas extrañas hendiduras de tristeza, y lloraba en silencio… La discusión de la última noche se tornó violenta. Aquella fragilidad que nos envolvía tiempo atrás, que se mantenía apenas en equilibrio, de pronto terminó por quebrarse. Yo le había pedido que amaneciera conmigo, que no huyera como cada noche, tan solo eso... Quería ver su cuerpo desnudo despertando a mi lado. Quería deshacerme de su galera y tenerla sólo para mí. Eso es imposible -me dijo, apartándose y dándome la espalda. ¿Por qué? –pregunté. Porque allí guardo las cosas que acumulo en la vida, y aquellas que más pesan como el dolor o los rencores se quedan encerradas para poder regresar… -respondió. Entonces iré contigo -insistí, mientras intentaba sujetarla de un brazo. Y cuando éste se me escurrió, me aferré a su mano que pronto se convirtió solo en vapor, y luego del cuello que, repentinamente, se volvió agua entre mis dedos… Y entonces la ví hundiéndose en la galera. Intenté alcanzarla, grité su nombre, pero ella se perdió en la oscuridad del agujero. Enloquecido, me deslicé hacia el otro lado de la cama y tomé el sombrero. No había nada en su interior. Furioso lo lancé contra la ventana. Cayó sobre la alfombra. Grité de rabia, de impotencia y lo pisoteé. Me levanté y lo tomé con mi mano rabiosa, lo sacudí varias veces y lo volví a tirar, esta vez contra la pared. Y el sombrero cayó una vez más hacia arriba, desafiándome… Por eso resolví entrar en él. De todos modos la voy a buscar ahora que faltan apenas unos minutos para que la oscuridad se diluya del todo. Sigo paso a paso la rutina que ella seguía siempre. Un pie, luego el otro, los brazos elevados… Siento entonces que mi cuerpo cae velozmente en una fosa negra, interminable… Amanece. La luz se filtra por los dos extremos de este largo corredor. Parecería que me encuentro en un hotel. Hay una hilera de puertas cerradas a ambos lados. Abro la primera que tengo a mano. Es una habitación sencilla, iluminada por una luz tibia, blanca y distante, como si estuviera flotando en el espacio abierto. En el centro hay una cama sobre la que ella aguarda completamente desnuda, con las piernas abiertas, el sexo expuesto con toda impunidad. Intento entrar, doy un paso algo inseguro, pero mi pie no encuentra soporte en el piso. Regreso. En ese momento un hombre se recuesta violentamente sobre ella y la somete… Destrozado, cierro la puerta. Abro otra, y la imagen es similar, Clara Verónica abre las piernas y un hombre distinto entra en ella con embates furiosos. Y en

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la siguiente puerta, otro más se encuentra sentado a horcajadas sobre su cuerpo y la golpea en el rostro con los puños cerrados. Sus gritos son ensordecedores. En la siguiente habitación un tipo la patea rabioso mientras ella se retuerce y se encoge de forma defensiva sobre el piso. Y yo, encolerizado, abro finalmente la puerta en la que ella aguarda por mí, la habitación del piso sólido. El rostro de Clara Verónica está bañado en lágrimas, pero no me importa. Su cuerpo tiembla. Ciego de ira y celos, arremeto contra ella empujándola contra la cama, tirando de sus cabellos hacia atrás. Sus gritos me enloquecen pero no quiero detenerme. Siento que la hago mía con cada acometida, sin embargo, su cuerpo empieza a desvanecerse, y, poco a poco, me doy cuenta de que no queda nada de ella, ni siquiera la galera negra para volver.

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Clara Rocío

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Clara Rocío

María Fernanda Heredia Se levantó antes de las ocho y juró que no saldría de casa. Cuando entró al baño le pareció escuchar la risa malévola del espejo mágico, pero no tuvo ganas de seguirle el juego. Miró su peinado bipolar y tuvo la primera discusión del día, nunca llegaban a un acuerdo. Intentó levantar los brazos sin éxito. Los fardos del hastío pesan más antes del desayuno. Tras mucho esfuerzo levantó el derecho, luego el izquierdo, manos en las mejillas, ¡misión cumplida! ¡Exijo un bonus -se dijo en silencio-, un premio, 10 puntos, o al menos otra vida! Sintió la vista nublada, como si una lluvia de aserrín aserrán se empeñara en hacerlo todo turbio. Pero mira qué ojos tan grandes tienes- pensó decepcionada al verse en el espejo-. Eran las ojeras heredadas de un padre oso panda, y no del lobo feroz que le habría gustado ser. «Demasiado tierno, papá, demasiado». Se cepilló los dientes en orden riguroso: Los de abajo hacia arriba, los de arriba hacia abajo y luego las muelas en forma circular. Juro que hoy no saldré- se dijo a sí misma- mientras deslizaba con dificultad la puerta corrediza del clóset. Al rato sonó el teléfono. ¿Sería para ella? Cerró los ojos e imaginó la respuesta: «Lo siento, no está. Clara se fue a la guerra, qué d olor, qué dolor, qué pena. No sé cuando vendrá. Vendrá para la Pascua o para Navidad». Pasó su mano por el closet: Amarillo, verde limón, fucsia, naranja, bermellón... Se puso el vestido celeste. Al menos ése le marcaba la cintura y así disimulaba el sobrepeso en los muslos.

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Bajó a desayunar y vio a su madre sentada, con el gato negro sobre sus piernas. -¿Te vas a trabajar ya, hija? Quiso responder que no, que ya no iría nunca más, que me cansé, mamá, que se pueden ir todos a freír espárragos, porque yo me harté, ¡sanseacabó! Pero vio el reloj digital del microondas y supuso que no había vuelta atrás. El microondas ya no funcionaba desde hacía años, pero el reloj de números verdes seguía luchando de manera absurda por conservar el puesto en esa cocina de pintura desconchada. -No me han llamado para cancelar, ¿verdad? -No. -Bueno, entonces supongo que me voy. -Espera -dijo la madre- déjame que te ponga un poco de colorete. Clara se volteó, se dejó adecentar e intentó, sin éxito, una sonrisa de despedida. -Hoy en la fiesta sólo haré de hada madrina, mamá. Los padres del niño tienen dinero y contrataron además un payaso y un mago. Nos vemos en el almuerzo. Al salir dio un portazo sin precaución. Y se le desprendieron las alas.

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Clara Clown

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Clara Clown

Genoveva Mora Toral Al comienzo, miraba de reojo el retrato y ese medio ojo mío quedaba detenido en el círculo rojo -indeciso- izquierdo de tu pecho… Lo miro otro día, y reparo que su enredo viene desde arriba, enredado rojo vacilante que embona tu cabeza, eriza tu cabello y hace saltar lágrimas de tus oscuros ojos que, explotan en tu nariz de payasa para volver a entrar en tu garganta y de ahí brincar al lado izquierdo de tu pecho rojo…indeciso. Y como si eso no fuera suficiente, los círculos impertinentes se apropian de tu falda transparente para estacionarse, más indecisos aún, en rojo círculo decaído en la bombacha antigua que dibuja tus amplias y bondadosas caderas. -Clara, Clarita- reclama la madre- deja ya de andarte disfrazando que es hora del santísimo rosario. -Arrodíllate Clarita, a lado de tu abuela… Y cada lunes y sábado, de gozosos misterios, Clarita se encontraba en la cocina con los ojos negros y llameantes de Alejandro, el hijo de la señora que hacía el mejor arroz de dulce. Gozó su juego de yo soy tu marido y tu mi mujer; arrinconados al final de la bodega reproducían los avatares, diálogos y amores de la radionovela de las siete. Y los misterios comenzaban sus carreras de gozosos y furtivos imprevistos que yo enumeraba de atrás hacia adelante porque la suma nunca fue lo mío a pesar de las purgas y exigencias. Segundo misterio glorioso sentenció la Abuela y casó a Clarita, de blanco y a empujones, para duplicar la hacienda. Me escondo detrás de esa metáfora del cuento de cabellos de oro convertidos en lazo del santo matrimonio, sostenida por la fortuna del señor de los viernes, la sonrisa congelada en el recuerdo, manos de pluma para deslizarme, ojos perdidos en la mirada de afuera… Permanezco asida, atada, izada a la columna de la dignidad

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y cumplo mi rol protagonista. Pero también acumulo mis papeles segundones para ponerle color a la rutina, para justificar la penitencia. Esquivo tus ojos, tus rectos ángulos, porque secretamente, me asusta que ese globo de mi pecho explote si tanto sigilo encierra. Y estiro la mirada que se desliza entre las ollas, el humo y la ceniza, y veo que te reclinas como si un fantasma desprevenido te empujara. En esa levedad te alcanzo, mientras me pierdo… Tercer misterio doloroso, éste era enteramente tuyo Clara, soportar la fragancia a lanolina de aquel señor que te monta cada viernes, resoplando a ritmo lento, con respeto, como él a media voz y sin mirarte te decía, antes de caer dormido y abandonarse al más estrepitoso resuello; señal segura para deslizarse y escapar por el indeciso rojo de tus sueños y, como no podía ser de otra manera, dada tu condición de terciara suplente de la abuela, dibujar y redondear tus deslices… Miembro de la terciarias, suplente de mi abuela, me permito acolitar al Padrecito los domingos después de misa. En la sacristía lo desvisto con delicadeza extrema y mis dedos distraídos van dibujando en su espalda la señal de la cruz, él comprende… me confiesa, me absuelve y regreso a casa con gesto recogido, y agrego otra órbita apurada a mi disfraz… ya no caben más círculos en mi falda. Soy un solo invento, una verdad dudosa, una mentira a medias, círculosglobosrojos sostenidos en el lazo del sagrado caza-miento. Soñando vestir hábito y esfumarme como aquella señora que voló detrás del hombre con alas, lejos de este valle caliente donde el olor a caña y panela va lentamente doblegando mi entusiasmo, desdibujando mis huidas.

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Clara libertaria

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Clara libertaria

MaríaVerónica Pons-Páez “Libertad” es un concepto tan d-i-l-a-t-a-d-o, pensaba (estirando cada sílaba), al tiempo que, uno a uno iba introduciéndose los cuatro dedos de su mano derecha, dilatándose; lo hacía no sólo para calmar la ansiedad, sino esencialmente para serenar el molesto escozor en la vulva que a menudo le invadía cuando la calentura no era prontamente satisfecha. no conocía más opción que la autocomplacencia. entonces, no fue intuición lo que la llevó a dejar la jaula, curiosidad únicamente, probar de las mieles del gozo mutuo, liberarse del imperio de su mano derecha. cedió, mientras vagaba, a la penetración de miembros de toda forma y tamaño, de diámetros extremos, sin sospechar tanta disparidad; jamás los miraba, puramente los sentía una vez éstos dentro, reconociendo con precisión privativa de experta la diversidad incluso en los pliegues. con violencia unas veces, con gentileza otras, se colaron en ella, y sin importar el modo, no hubo uno que consiguiera sosegar el atizado hormigueo que, por el contrario, iba propagándose con arrebato y prisa hasta alcanzarle las entrañas. en el último encuentro, a solas en los dominios del inconfundible prototipo de maduro laxo y contradictoriamente insaciable, de esos que expelen un nauseabundo y opulento aroma postizo a esencia manada de frasco, y cuya vanidad tiraniza a raudales la propia virilidad, de esos que sobradamente confía en sus atributos, sintiéndose capaz de aplacar, como ninguno, los ardores y liberarla, como nadie, de los demonios que internamente la consumían. pues no, no se sorprendió en absoluto que tras la eternal, viciada y estéril lid “amatoria”, le sucediera la escena del falo vencido que yace moribundo al igual que el hombre a éste adherido. ella, exhausta y con su sexo ulcerado, prefiere abandonarse a la conciencia remota, amoldándose dócil a la marca última que, algún otro cuerpo anteriormente ahí poseído, habría dejado impreso en el lecho insípido que ahora la recibía; esa noche escogió no articular siquiera el menor sueño, nada que retener.

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a la mañana recién inaugurada, pronta e instintivamente regresa a la jaula descuidada y polvorienta; una vez dentro, echa seguro a la puerta y arroja la llave tan lejos como le permite la ligereza de su brazo resuelto que se desliza como la seda a través de los barrotes apostados exageradamente próximos unos a otros, dispuestos así, para impedir cualquier intento de fuga. no hay regreso, se dice para sí, sola, al tiempo que uno a uno va introduciéndose los cuatro dedos afinados y tan diestros que frotan a compás pausado y exacto ese abismo suyo, insondable. d-i-l-a-t-á-n-d-o-s-e, consintiéndose… al fin. no le hace falta compañía alguna. con su mano derecha, le basta.

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Clara ante el abismo

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Clara ante el abismo

César Chávez Hoy, como tantas otras ocasiones, al caminar, siento que algo parecido a una vorágine azul se formara bajo mis pies, y lentamente, con su movimiento, quisiera devorar mi cuerpo, arrastrarme a las entrañas de la tierra, ocultar las líneas de mi delicada anatomía, y privarme de la posibilidad de la luz. Pero no me rindo al temor, sé que el viento que este momento me acaricia, aquel que con sus dedos invisibles agita mis negros cabellos, el que mueve armoniosamente la transparencia que me cubre, acudirá, como siempre, a salvarme. A su llegada, siento que mis pies calzados por unas leves sandalias, se alzan lentamente del suelo; mi sombrilla, con su suave color rosa, lo ayuda a alejarme de ese vórtice, de la presencia del miedo, de la tentación de la oscuridad; ese aire que flota entre mis vestiduras se contrapone a ese atrayente remolino. Las montañas, pesadas olas de roca, acunan el refugio, mi cuerpo luminoso; en mi pecho refulgente se protege el corazón.

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Clara Rock

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Clara Rock

Verónica Neira Ruiz Siempre había tenido respuestas para todo, su vida siempre había estado planificada, imaginaba todas las opciones y posibles escenarios y sabía como reaccionaría a todas ellas, tenía la respuesta, el discurso y la expresión facial preparada de antemano, pero ¿para esto? Para esta sensación de extrañeza inconcebible, no la tenía. No sabía si sentarse a llorar o correr hasta perder la conciencia, no lo sabía. Era la primera vez que se quedaba en blanco, sin tener respuesta alguna, su cerebro cambiaba de idea cada segundo, intentaba poner en práctica lo que había aprendido: respira, no grites, no llores, no corras, solo respira, pero no lograba comprender. Opciones… ¿quedaba acaso alguna? …. Era martes, y seguía lloviendo, no parecía que iba a parar; la extrañeza se mantenía y el incómodo sabor metálico en la boca permanecía… Necesitaba solo poner pausa, sabía que, todo al igual que las canciones estaban escritas previamente, era como si en su mente reconociera la melodía, pero no pudiese repetir la letra. Extraña manera de ver el mundo como notas musicales, pero siempre había creído que, seguramente, los poetas lo veían como palabras, los pintores como colores, e incluso había gente que lo entendía como un sintagma nominal o un gran engranaje. No necesitaba explicaciones para ser lo que era. Pero, sí un silencio para repasar mentalmente cómo continuaba, recordar repetidas veces las últimas palabras y así seguir. Nada más. Estaba rodeada de un silencio fulminante que le incapacitaba el movimiento, el pronunciar palabras, el tan sólo tomar la guitarra… Indescifrable sensación azul entre los párpados, como un acorde mal armado, como que el mundo brillase o se apagase de pronto. ¿Por qué sonaban como cuerdas a punto de romperse? De pronto imaginaba cómo se sentiría el movimiento bajo su piel, y tan solo pensarlo la hacia estremecerse; ¿a qué cantar ahora? ¿al vacío de su izquierda? ¿a la patadita en el vientre? Sabía que había una sola respuesta correcta: a la luz próxima, cantar hasta perder la voz y tocar hasta que los dedos sangren.

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Clara Bruma

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Clara Bruma

Juana Neira Malo Clara -Bruma, desde hace semanas que el sol se ha ocultado detrás de tus ojos y el aroma de la lluvia ha invadido con sigilo tu mirada, el velo de la niebla ha cubierto tímidamente tu piel, mientras las ondas de tu cabello se han enredado en tus deseos… Sin previo aviso, el color violeta del atardecer ha irrumpido en tus lágrimas, sacudiendo la umbría de tus miedos… Clara -Oscura, tus pasos callados han guardado los enigmas del viento, postergando el vuelo azul de tus sueños… Clara, tu vestido de luna menguante posee la luz tenue de la noche y gira con el baile de las estrellas fugaces… El canto tibio de las cigarras te ha susurrado los misterios del verano que pronto llegará a tus manos… Clara -Tierra, has hallado en la savia nueva de la albahaca y el olivo, el perfume delicado de sus raíces, dibujaste así, tu propia siembra con el abono de tu miel… Las hojas de las acacias han creado el sombrero que encubre tu sed cotidiana… Tu floración tardía ha decantado el mosto de tus anhelos y has empezado a entonar tu propio gorjeo… Clara -Agua, has improvisado el riego vital con tu llanto silencioso, has descubierto la canción del agua que vierte de tus labios de mariposa… Has inventado un barco de papel que en su proa se izan tus pequeñas y grandes batallas… Has buceado en los anaqueles de tu memoria y has encontrado algunas brújulas desvencijadas…

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Clara – Fuego, el tatuaje de llamas en tu pecho, se aviva con el latido del apetito silente del amor… El ritual de las caricias retoña de la lumbre de tus senos y el deseo se instala en tus colores… Clara - Hoguera, tus leños encienden el sabor de los potajes y amasas el placer de la jarana… Clara – Patinadora, hoy has tomado la palabra, has estrenado el grito que estaba ahogado en tus pupilas… Clara has concebido banquetes horneados a fuego lento, que han brotado de la mies dorada de los campos… Clara, hoy has puesto ruedas a tus pies ávidos de caminos por descifrar, hoy te has convertido en tu propia libertad…

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Las prolongaciones de Clara

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Las prolongaciones de Clara

Carlos Vásconez Todos admiten que Clara es un ejercicio mental que se reduce a: a) la mujer más bella entre las habitúes de las calles de El Horno, mi barrio; b) una manera de recuperar el pasado; c) asuntos de cierta índole. Sin cierta índole de asuntos no hay “mujer” en pureza, sino mujer ajena, aplicada a asuntos y hombres ajenos, mujer como servicio o ancilar. Así traduzco un magnífico pasaje de Alfonso Reyes, a propósito de literatura. Sé que no he pecado ni he errado. Que no le fallo a la memoria del polígrafo mexicano. Que tengo la razón: Clara y el arte nacen de la misma matriz. Es copista y falsificadora de cuadros. Se le ve en los ojos que son ojos artistas. Todos lo sabemos. Cada vez recibe menos encargos para su segunda actividad -la mejor retribuida- porque las nuevas técnicas de detección hacen casi imposible el fraude (por eso y porque es nuestra artista por excelencia; todos tenemos en nuestros muros por lo menos uno de sus Rembrandt). Hay un par de orientales que le pidieron un Monet; los vio inquietos; se rehusó; la acusaron. Sentada en el café, rodeada de fotografías de sus cuadros favoritos, fuma un cigarro tras otro con una complacencia envidiable. Su labor enternece. Clara es una paloma mensajera del gran arte universal. No sabe que ha hecho de mí su doliente poeta. Al ser Clara un ejercicio mental, todos los días voy a mi gimnasio, me siento solo, pido un café, no lo ingiero hasta que está frío, y procuro acompasar nuestro inhalar. Sus bocanadas van al ritmo de las mías (siento su palpitar, cómo la nicotina consume al unísono nuestros pulmones; rozo el Cielo). Sé que en diferentes lugares he alardeado de ser poeta y que por eso estoy acribillado de deudas para los críticos del futuro, pero también sé que la pobre musa me agradece (y se congracia conmigo) cuando no presto la mínima atención a su hermana bastarda, la aguafiestas de la crítica, que nos hace torcer los dedos, tocar madera, correr en cuanto podemos a desinfectarnos. Clara y sus aritos de humo son mi auténtica salvación. Yo heredé un talego de imágenes gastadas; nunca se me ocurrió nada original: lo que se me ha ocurrido lo recibí enfundado en una

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metáfora; y hay un Diablo que me castiga poniéndome en ridículo: él me dicta casi todo lo que escribo –estas palabras, ergo, son diabólicas. Pero con el humear de Clara, cuyo deshollinador soy yo, caigo en el ensueño. El ensueño es una mirada que de tanto contemplar la oscuridad tiene la propiedad de, satisfecha ya, encender la luz (su alma majestuosa, su boca incendiaria que azora los tubos de sus tabacos, nos ofrendan el fuego prometeico). Mi gran problema, debo confesarlo, es que malentiendo la modernidad: llevo coleta y largas patillas y alzas en los zapatos. No sé por qué lo hago, tampoco la razón de luego de una semana de haberla contemplado como la deidad subalterna que yo sé que es, haberme animado a pedirle que me retrate. ¡A mí!, ¿eso es posible? Mi presencia, que no pasa de ser ectoplasmática para la clientela del báratro, no implica mayor inspiración (yo soy poeta, no poema). Fue un arrebato. Me sentí un hereje. Clara, después de despejarse la capa de humo y algún sueño en el que se hallaba sumida, asintió.

-¿Es posible? –pregunté, completamente idiotizado. -Ya te contaré mañana.

No le pregunté, aunque quise y tuve que remorderme durante toda la noche por no hacerlo, si yo era una obra de arte y ella aceptaba mi propuesta con sencillez para poder falsificarme. Había perdido la oportunidad, la única oportunidad de parecerle astuto e intrigante, de merecerme ser falsificado. Debería haberme marchado aquella noche sin volver a verla nunca más. Ya entonces presentía que en este amor no compartido –si bien no entendía por qué aceptó mi propuesta– sólo se puede gozar ese simulacro de la felicidad que se me daba en uno de esos momentos únicos en los que la bondad de una mujer o su capricho o el azar aplican a nuestros deseos, en una coincidencia perfecta, las mismas palabras, las mismas acciones, que si nos amaran de verdad. Lo sensato habría sido poseer con delicia ese ápice de felicidad y no intentar pedir un favor más –para que el día siguiente no infligiera un desmentido a esa ficción: yo posando cual divo digno de su pincel. Debería haberme encerrado en la soledad. Pero si algo me caracteriza es mi necedad (basta verme escapando de mis labores diarias para sentarme exactamente en la mesa desde la cual podría contemplarla -sin ser acusado de fisgón o voyeur– en toda su plenitud). Con la sola idea de no cumplir con la cita que yo mismo propuse, dentro de mi piel crecía el viboreo de un pequeño orgullo atormentado.

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Para darme valor, me convencí que soy un poeta parnasiano. Evité que me suba el rubor a la cara. Así como el ruido de los goznes de las puertas nunca va a llegar a ser música, pensaba que mi tumultuosidad vegetal (estar sentado, callado y sereno, en contemplación de lo que es Clara) me prohibiría por siempre jamás apostar un verdadero poema en un papel. Tan trabajado de decepciones y derrumbamientos estoy, que puedo corroborar, a mucha honra, que soy un desvergonzado: me lo pidió, me desnudé; me desafió, no moví un pelo por más de dos horas. En ese duelo (su manera lenta de pintar -que en mi rigidez parecía intencional- y mi inmovilidad heroica), nos derrotó su rutina. Así de intempestivo como fue todo en un principio, me despidió de su hogar para ir, sola -lo remarcó con aquellos labios asesinos de cigarrillos-, al café. Mis várices agradecieron por los vicios. Cubrió el lienzo. No me esforcé por nada. La dejé ir. Desde luego, una hora después estaba frente a ella, como dos desconocidos. Entonces sí me ruboricé. Me había desnudado sin siquiera intentarlo. Era una estratega consumada. Moría de pensar en acercarme. Que mañana me contestaría, retumbaba en mi tímpano. Tengo la seguridad de que cuando estuve por primera vez frente a ella, despojado hasta de mi apocamiento, me sentí un hombre íntegro, como si por fin hubiese hallado la pieza faltante del puzle vertebral de mi vida. La segunda vez, en cambio, quitarme el saco era tarea imposible; se hizo el rubor en mí. Me excusé, alegando una vil fanfarria: que tenía una ocupación de suma urgencia con una hija ficticia. Y luego, la caminata de retorno hasta mi departamento me llevó hasta el lecho donde yací, atormentado por mil fantasmas. Había regresado a la derrota de mi vida, y muy en lo profundo (miento, superficialmente) sabía que no me atrevería a buscarla nunca más, que estaba viejo, podrido y muerto. -Está enamorado- subrayó mi madre ese domingo, en su casa, ante la sobremesa, a donde accedí a ir luego de un largo período de toreos a sus insistentes invitaciones. Mi pobre progenitora lo sabía y yo no reparaba en aquello. ¿Enamorado yo, y de Clara, la falsificadora? A una de las paredes de la casa de mi viuda madre se apoyaba un Klimt, de esos lienzos apasionados que tanto amaba la vieja, reproducido por Clara, y una pequeña mancha delataba su descuido al fumar: junto a un pliegue multicolor de la diva retratada, un trozo del lienzo consumido, quemado -pensé para darle

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aire amoroso- por el deseo; era la impronta de su delito. Permanecí unos largos segundos en silencio. Me di cuenta que en todos y cada uno de sus cuadros la ceniza todavía candente había quemado un pedazo de la obra. Descubrí -de manera metafísica, sin que nadie me aleccionara previamente para saberlo- que era a propósito, que usaba sus lienzos como cenicero. Quiero decir, que odiaba su vocación de artista. ¿Qué estaría haciendo con mi imagen? ¿Sería un Dorian Gray que seguiría existiendo sin vida mientras no apreciara la bastardía de mi interior, de mis conflictos y mis bajezas? ¿Aceptó retratarme para vengarse de mi constante examen de su portento y belleza? ¿Seguiría haciéndolo, evidenciando al monstruo que siempre fui por dentro, y encima desnudo yo? Mi abolengo pequeñoburgués se manifestaba en todas esas escuetas interrogantes. Quería morir y que Clara y su cigarrillo (que sirve, entre otras cosas, para desanudar esa muerte y esa ignominia que en ciertas ocasiones se genera en la garganta) fueran a visitar mi tumba, y que me hablen sin testigos, que quieran seguir sin dilación mis pasos, tras haber ascendido por la pendiente y haberme mirado con amor y fatiga a través de la piedra inscrita. Y que vean en mí anticipada su propia muerte -que no será nunca por cáncer; la buena compañía no mata sino al tiempo, que es nuestro mayor asesino. Y quería que ella supiera que nadie está capacitado para imaginarse la muerte propia, si no aquel con verdadera alma artista, quien vela por su emblanquecido y mutante cadáver de vivo. Quería tanto, y lo único que acerté a hacer fue a ir al día siguiente, envalentonado, a desnudarme ante ella. Fumando, con una musiquilla estridente y ridícula para el entorno, Clara me juró no haberme esperado de vuelta, pero con una desenvoltura ejemplar, descubrió el lienzo y volvió a su tarea. No venía ninguna idea a mi cabeza. No le pregunté a quién plagiaba. No me importaba. Me gustaba tanto sentirme por ella indagado y saber que luego iría a serle recíproco en el café, que no pude oponerme a nada. En otras horas, su silencio acompañaba a mi idealización de una mujer perfecta. Ahora, yo ocupaba todos sus sentidos, excepto el palatal, exclusivo de su cigarro. Todavía la veo. Sentada o de pie, brillante. Todavía no me canso como nos cansamos todos de todo, si nos dejan tiempo. Ella tampoco lo hace. Pinta, imposta y repinta mi cuerpo en cuadros requetefamosos que adquiero de inmediato: me veo con facilidad en cuadros de P. P. Rubens, de Caspar David Friedrich, poseo incluso un autorretrato de Goya en el que mi rostro empata mejor que el suyo, hasta hago de chicas virginales en cuadros de Vermeer o Venus en alguno que otro de Botticelli. Mi favorito es un Tiepolo, trabajado por Clara, a mi parecer, como trabajaba el mismo pintor, sin esfuerzo y sin pensarlo, dando pauta al bendito

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error; y yo en sus manos soy, dignamente, un error. Mi casa es una galería a mis dotes donjuanescos y narcisistas, lo sé, pero además es un santuario a las múltiples desocupaciones de Clara que yo me encargo en desaparecer. Ahora trabaja a diario, posa sus manos en mi figura con un afán enfermizo. Sé que le he devuelto sus ganas por pintar. Y yo no hago sino despilfarrar mi fortuna en ese museo a mi belleza. ¿Quién en la historia tuvo esta suerte? Hemos aprendido a contemplarnos y dejarnos contemplar. No imagino mayor placer. (En realidad, sí: yo tirado en la cama, con su cuerpo recién poseído roncando a mi lado, sorprendido por una idea que de súbito me ciega, la idea de que el infierno es la mente y no la carne, tal como lo compruebo en este instante. La angustia me mordisquea la boca del estómago, su tan deseado cuerpo sólo había servido para que yo comprendiera la vulnerabilidad del placer, su naturaleza frágil y desmoronable, me reprocho presa del desasosiego y, del abismo de su bolso, extraigo resplandeciente, como una espada desenvainada en pleno campo de batalla, su atado de cigarrillos. Enciendo uno -me quito un trozo de vida que ella quisiera quitarse- y la veo soñar que no está en infierno alguno.) Cuando lo olvida, le impongo que rubrique su sello personal, que apague, en el lienzo, su cigarro contra mi cara.

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Clara y Tango

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CLARA Y EL TANGO

Johny Jara Jarmillo -“Clara, creo que usted nunca supo lo que es un hermoso cuerpo de hombre”, dijo Carlota, mientras servía el té de las cinco, en un ritual que se repetía todos los miércoles, desde hace casi sesenta años. “Eso no es verdad- contestó Claranaturalmente que sí, sé lo que es eso, quiere decir un cuerpo duro como piedra, con músculos, nunca me gustó; mi primer marido tenía un cuerpo así y me sentía blanda como una lombriz cuando me estrechaba contra él. Me gustaba Carlos porque era como una almohada, porque se parecía a un escocés. Los escoceses siempre me dieron la impresión de que son dulces, como mujeres, con sus faldas a cuadros y sus medias. Cuando era adolescente hubiera querido levantar suavemente sus vestidos y ver sus rodillas de hombre y sus calzoncillos; me parecía raro que tuvieran algo entre las piernas; con una mano hubiera tomado el vestido y la otra mano la hubiera deslizado a lo largo de sus piernas subiendo hasta donde yo sé. No es que me agradaron de tal forma las mujeres, pero una cosa de hombre, bajo un vestido, me daba la impresión de que era delicada, como una gran flor. Lo que sucede es que en realidad nunca se puede tomar eso entre las manos; si solamente pudiera quedarse tranquilo, pero se ponía a moverse como un animal, se endurecía, me daba miedo cuando estaba duro y totalmente derecho: tenía un aspecto brutal; qué sucio es el amor. Yo amaba a Carlos porque su pequeña cuestión no se endurecía nunca, no levantaba nunca la cabeza; antes yo reía, a veces lo besaba, no le temía más que al gato de la casa; en la noche tomaba su dulce cosita entre los dedos, él enrojecía y se volvía de costado suspirando; pero eso no se movía, se quedaba muy discretamente en mi mano, no lo apretaba, nos quedábamos largo tiempo así y él se dormía. Entonces me acostaba de espaldas y pensaba en escoceses, en cosas puras, en mujeres, en él cantando tangos, y primero me acariciaba el vientre, mi bello vientre plano, bajaba la mano, bajaba y era el placer, el placer que sólo yo sabía procurármelo. Luego, en el silencio de la habitación, pensaba en que las cosas no son tan simples como parecen. No es que se ama por poseer o ser poseída. Eso es sexual. Se ama sin poseer también. Además era mi fiel compañero y yo tengo mis costumbres; él me respetaba y no me exigía nada, era un buen hombre. Me gustaba dormir en sus brazos y sentir su olor; me gustaba mucho su pecho porque era moreno y amplio y no tenía pelo. Detesto a los hombres peludos como borregos. Cuando

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era joven soñaba con conocer a un muchacho guapo, puro como una niña, no nos tocaríamos, pasearíamos desnudos por la playa, tomados de la mano, y por las noches nos acostaríamos juntos y conversaríamos hasta el amanecer. Carlos era un hombre bueno, era inteligente; de esos hombres que saben vencer las pequeñas dificultades de la vida; eso es agradable para una mujer, me gustaba su voz de mando, era educado, sabía pedir un buen vino en los restaurantes lujosos; era elegante y me encantan los hombres elegantes, adoro a los hombres coquetos. Pero sobre todo, sabía cantar el tango como ninguno. Eso lo hacía irresistible; lo cantaba con tal dominio de su voz, de su cuerpo, de su alma, y con su ropa preciosa. Son tan bellas las prendas elegantes de los hombres; sus sombreros, sus camisas, sus zapatos, esas hermosas corbatas tornasoladas; era rudo, pero era dulce al mismo tiempo, era fuerte, una fuerza dulce, como su olor a tabaco y a colonia y amaba su piel cuando estaba recién afeitado. Un hombre a quien uno quiere y que tiene un montón de pequeñas cosas, un anillo, un reloj fino y algunas pequeñas manías, y que además sea el mejor cantante de tangos sin que se crea el macho más grande. Sobre todo eso, un gran cantante de tangos que no sea un macho, ése fue el hombre a quien siempre amé, dijo Clara, mientras ponía en el estéreo un viejo LP de tangos… cuyo autor lo había autografiado así: “A Clara, mi amante, mi confidente. Con Amor: Carlos Gardel”.

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Clara Mía y Luchitoooo

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Clara Mía y Luchitoooo

Silvia Sotornagiolo Soñé que caminaba hacia el escritorio, y que andaba tranquila porque la trama, los datos y esbozos de una novela estaban tan planificados, que solo me bastaría sentarme a transcribirlos. Desperté. Molesta por que hurgando lo más meditado y entrecerrando ojos inclusive, no encontré el mínimo indicio de una historia. Y bueno, ya ha pasado un tiempo desde que no escribo nada, pensé… por qué amargarme ahora que había dejado de hacerlo, una mañana poco común presidió ese desencuentro mañanero. Pasaba que el trapeador estaba tan sucio que la simple idea de lavarlo a mano me repugnaba, pero había que tomar en cuenta que alguna pendejada había pasado en las cañerías, y que de todos los lavabos estaba goteando un espeso grumo entre café y rojo, que durante toda la noche a placer formó unos asquerosos laguitos que no sé si queriendo o sin querer pisé al despertar descorazonada por mi sueño, insisto: no sé si quise pisar o no, y eso es un dulce sentimiento que provoca en mi la posibilidad de hacer o decir algo que sé que súbitamente me perjudicará y no a la larga, el juego promueve el desastre al instante. Ejemplo: mi novio, en las conversaciones tiene una intolerancia exagerada a cualquier cometario inapropiado sobre su familia, no insultos ni nada malo, algo así como: -mi amor, tu hermana se esta poniendo gordita, o: -¿tu mamá tiene muy mal genio no? -El pobre individuo se sulfura, comienza desde el tic en la mano, sus dedos se mueven involuntariamente de arriba hacia abajo, en un intento de (yo supongo) levantarme la mano, después un furor rojo, no miento, rojo que se eleva desde su cintura hasta su frente, (sé que viene desde la cintura por que se puede ver la coloración paulatina desde el triangulo de camisa que deja abierto hasta la parte baja del esternón con la intención de mostrar los cinco pelos a lo sumo que adornan su pecho pálido, que deja de ser pálido por mis supuestas imprudencias) y eso no es nada, después viene el levantamiento de su cuerpo rígido, se pone de pie, las manos en la cintura, me mira directamente a los ojos, que están más blancos que nunca, (seguramente por el contraste con la piel roja) y más o menos entre quince y veintiún segundos, le cambia la voz y con ella dice dos o tres cosas que me duelen y hieren tanto, que termino llorando, lanzando algo, y por último, corriendo y tirando cuaquier puerta, ganando protagonismo, acudiendo a mi víctima, mi víctimes, mi amiga infalible, a la que a veces tengo que forzar de más la máquina.

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Entonces sí, probablemente sí quise pisar la porquería esta mañana y fue por que: 1.-me dolió lo de la no-escritura, 2.- me fastidió el sueño, 3.- me cabreó a morir lo de las cañerías en una casa recién arrendada, o, 4. -quería hacerme la víctima para no tener que limpiar la inmundicia, o, 5. -todas las razones anteriores me dieron el empujoncito para pisar ese ungüento que después de tres horas sigue fastidiándome, y lo más probable es que me crezca un hongo, hongo que tendré que eliminar con esos tratamientos de 7 días o más, y que gracias a mi inconstancia, no voy a cumplir, así que no me va a quedar más que hacerme a la idea de vivir con un hongo en el pie. Pronta a llamar a algún plomero, descubro que me han cortado la línea telefónica por falta de pago, mi vida cada vez apesta un poquito más en tan poco tiempo, van siendo dos horas y las cosas parecen estar determinadas a salirme mal, por lo que presiento que este día debería ser tomarlo con la mayor calma posible, con pinzas como dice mi mamita, con pinzas… No me quería recostar por que entró en mí el pánico de los gérmenes, no lo había vivido antes, es más, siempre me burlé de la gente obsesiva con eso, sí, ¡me burlé! Ahora estoy acá tratando de burlarme de mí misma y no puedo por que estoy condicionada en muchas situaciones, decido entonces marcar una media con una equis, esa será mi media hongo, así podré realizar mis asuntos sin contagiar nada, un marcador negro permanente, con el que ponía los nombres a mis discos pirateados, lo buenos discos que ya no escucho por que la obsesión es mi desolación, cuando algo me gusta mucho deliberadamente me apasiono y me entrego con tanto amor, que en poco tiempo termina (como los grandes amores) con decepción y cansancio, un poco harta y sin el más mínimo interés. Así que terminantemente decidido está que no me guste mucho nada, para no tener que pasar por el mar rato del quiebre final. Sí, me he vuelto medio parca, pero también he ganado miles de posibilidades, descubrí que cuando algo no te gusta mucho le da espacio por lo menos a que unas cuatro cosas te gusten más o menos o un poco. ¿Mediocre? ¿No, sabia? Tampoco, ¿cómoda? Quizás. Con mi media marcada, pantuflas y un abrigo negro, rompevientos, grande y bañado en la colonia de mi enamorado, sobre la pijama rosada con blanco que me regaló mi madre diciéndome que, sí realmente necesito reavivar la pasión la use. Salí a buscar un plomero, no a buscarlo propiamente, si no a preguntarle a la amable viejita de la tienda si es que sabe de alguno por el barrio y que me

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ayude llamándolo por que la casa se me inunda con mierda y sangre, a lo que la amable viejita me contestó que su marido era un excelente plomero y que no me preocupe, que ella lo llama en ese instante, que espere. -LUCHITOOOOOO, gritó la señora mientras caminaba tan agachada que hacía que sus senos pasen una limpiadita por el piso. -LUCHITOOOOO seguía gritando mientras se alejaba a paso de caracol, tortuga o babosa. Una hora más o menos después (sin exagerar) llegó el famoso Luchitooooo. Más doblado que ella, pero sin senos, era un viejito flaquísimo, se le veían las costillas amenazantes por debajo de la camisa transparente, de esas que usan en la costa, guayabera; sí, eso mismo, me saludó muy educado el señor, entre tierno y seductor, entre niño y galán, difícil de explicar, pero resumo mi sensación: asquerosa ternura. El camino hacia el hogar fue impresionante, hay que tomar en cuenta que la tienda está exactamente a una cuadra de mi casa, el edificio donde vivo está a un extremo, y la tienda al otro, calculando a paso lento, uno puede hacer desde tres minutos hasta seis, contando con ciertas distracciones, el viento o algún mal en las piernas… con el Luchitoooo el paseo duró 48 minutos, lo sé por que no dejaba de ver al reloj ante mi preocupación por ver una novela que me tiene enganchada (no me gusta mucho, solo un poco) hoy es la continuación del capitulo de la semana pasada, y estaba por comenzar , y sí, entendí que el viejito necesitara que yo lleve la caja de herramientas, entendí que se sujete de mi brazo para caminar, lo que no entendí fue que con la mano que le quedaba libre y voluntariosa me agarrara el trasero y rasguñándome ya que tenía las uñas bien largas, no me importó, era necesario llegar ya, arreglar el problema de las cañerías y ver el programa, la limpiada sería después, ya me las arreglaría, podría pedirle a la esposa de Luchitooooo que venga a limpiar con sus senos gigantes ya que de todas maneras los arrastra por todas partes; me reí y me rasguñó más la nalga. No vamos a llegar nunca, pensé… Finalmente en casa, le explico el problema al viejito, le ruego que lo arregle y me marcho a mi habitación a ver si es que puedo ver el final de la novela, en el camino, me encuentro con más laguitos café-rojo que no estaban antes, ¿o si? Quizás no los vi antes, salto uno, esquivo otro, y ya, estoy recostada con mi media X viendo los adelantos del próximo capítulo, y no me sorprende, pinzas hijita, con pinzas… no me molesto, me quedo dormida ya que no me queda más. Cuando despierto, siento un calorcito que me abraza, pero con el un olor espantoso que me aruña, es real, es Luchitooooo con sus uñas largas abrazándome, está junto a mí, en mi cama, creo que amaga estar dormido el viejo cabrón, y con un grito lo “despierto” finge demencia, dice que no sabe donde está, a empujones lo saco de la casa, y

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por la ventana lanzo la caja de herramientas que al golpearse contra el piso se abre dejando que todas las herramientas se dispersen por todas partes, seguro alguien lo ayuda, cierro la ventana y claro, tenía que pisar con el otro pie uno de los laguitos de mierda sangrante, acudo al marcador y ya tengo dos medias X, que ojalá no contagien de los hongos a ninguna otra parte de mi cuerpo, pienso en los hongos genitales y casi que vomito sobre uno de los laguitos, cada ves veo más, no, me equivoco, no son más, son más grandes, ocupan más lugares de la casa, me imagino que debe ser como cuando se formó la tierra pero al revés, la pangea se está formando en mi casa, y lo más interesante es que no puedo hacer nada al respecto. En los delgadísimos espacios vacíos de pangea me transporto en puntillas hacia la cocina para ver si cerrando la llave de paso consigo algo (no lo creo) y de paso a ver si me puedo preparar un cafecito, ya que por las situaciones del día no he podido ni desayunar y me suena la barriga del hambre, ¿o serán los hongos? Vuelvo a reír, me rasguño la nalga para recordar a Luchitoooo. En cuclillas cierro la llave de paso que esta debajo del lavaplatos no lavados, acumulados y un poco manchados con la nueva masa huésped, (¿cómo subió eso ahí?) Prendo la cocina, pongo el agua, pongo una cucharada de café instantáneo y otra azúcar en una taza a la espera de que pite la tetera, y una picazón molestosa me descontrola y me lleva a encontrar un sarpullido en mis pantorrillas, sé que sube del hongo de la pangea de mierda pisada, ¡ME CAGUÉ! grito, y empiezo a correr en círculos pisando los laguitos ya sin pudor, puedo sentir como me vuelvo parte de esta magnífica bola de mierda sangrante, soy tan parte de ella que para este punto, suerte, he perdido el olfato y finalmente he conseguido esas ganitas cosquillosas de escribir.

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Clara Cabiria

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Clara Cabiria

Desiré Marín Sevilla Clara desea y Cabiria se eleva con sus ligeros zapatos mientras se empeña con los de fiesta. Cándida ofrece su alma en un plumón de mariposas. Su bondad la mantiene atada a un paraíso pagano y cada noche se sumerge en la esperanza que otorga mirar solo con un ojo Para ser fiel a su fantasía de creer que el amor existe.

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Francisco Aguirre Andrade

ÓPERA PRIMA

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ÓPERA PRIMA

¿Diario o novela? ¿Ensayo poético? ¿Poesía ensayística? Me fundo y me subdivido, me mezclo con los objetos, los insectos y las personas. Francisco Aguirre Andrade

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ATENEA ¿Por qué no me castiga como a Aracne? ¿Por qué Atenea vino a verme? Dirás que porque no soy tan buen tejedor como lo fue Aracne. Se me escabulle cuando intento abrazarla, pone su pie sobre mi cuello y luego se sienta frente a mí y me mira en silencio. ¿Han caído los dioses? ¿O qué están tramando? El mar.…, pisadas informes en la arena... Entendí que no puedo pretender a una diosa y menos a ella. ¿Por qué me mira? ¿Qué mira en mí?

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Los cuerpos se hacen cruz... en los hoteles, en el jardín del vecino, en el bosque, en las faldas del cerro, en el consultorio, en el gimnasio, contra un árbol una noche en una calle vacía, en el escampado de la peña, en el patio de atrás del lugar de eventos el día de la premiación, en el sofá, en la baldosa fría, en las gradas, en la casa de la tía, en el momento en que los dejaron solos, en el momento en que se taparon los ojos para creer que estaban solos, junto al fuego, en el armario, en la cocina, en medio de la carretera, hasta en la casa de las monjitas, en el taller, en la casa que te dieron para que cuides, en el cuarto del conserje, en la casa a la que entramos por la ventana, cruces... “Él tuvo que taparle la boca para que no despertara su madre”.

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¡MADRE MÍA! Cielo azul intenso, tronco tramado, tugas y quindes en la mañana, la gata asedia… Rosero, yaguana, pan del campo, piti más, jarabe de monjas, gelatina de pichón, Conceptas y Carmelitas, vino dulce, esculturas de cera, inscripciones en el mármol rosado y lustroso, o más bien blanco con vetas rosáceas carnosas, o más bien viceversa… “Aquí cayó el Espadachín Zavala” … “Sin pecado concebida” y se da vuelta el torno de madera… “Te juramos Madre mía, Cuenca no será nunca ni protestante ni impía” rezaba una leyenda en una de las paredes de la iglesia de La Merced hasta hace pocos años, le pasaron pintura blanca encima y talvez con eso querrán decir que eso nunca se escribió.

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Beatos, penitentes, moralistas moralizadores, neo inquisidores al acecho intentarán volver a escribir la frase, ya saben…, saltan, hacen declaraciones públicas, dicen “con mis hijos no te metas” y tienen un ejército de jóvenes entusiastas dispuestos a quemar a los herejes en la Plaza Pública. Felizmente, hay de todo en la viña del Señor y ellos son muy pocos, pocos que asustan, que hacen ruido y pueden convencer a los despistados. El filósofo y el revolucionario concentrados discuten, no se han percatado que puertas y ventanas del recinto están atestadas de zombis.

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EL TAXI DE MORFEO Una cruz en el tercer ojo, un parche en el lado derecho y el izquierdo lo tenía semi-cerrado, labios apretados, cara redonda, nacido en el setenta y seis, se vio retratado en la pantalla azul de la calculadora, recordó la calculadora manual que había conocido en la casa del Conde, funcionaba con discos de cartón y un palito metálico a modo de bolígrafo para hacer girar los números, se podían hacer las cuatro operaciones…

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¿Por qué le dices Conde? Porque es Conde ¿Qué esconde? Ya te digo que es Conde…

El condado terminaba en la mata de zarzamora, una Virgen de Legarda custodiaba los aposentos, arcabuz, cañón de bronce en el escritorio que dispara una bala veintidós, guantes y boquillas, años veinte, poemas y Municipio, el olor a café en las mañanas, los toreros, la Belmonte, el teatro “Don Bosco” allá arriba, la Batalla de Pichincha se le veía desde la Tola, hasta allá llega la calle Chile que sube o baja la panza del centro, depende de dónde a dónde se vaya pasa por un lado de la Plaza Grande, por el Madrilón, La Merced y llega hasta los tanques del placer a las faldas del Pichincha, sí, a las faldas del Pichincha donde le encontraron al Pontón rojo y con la corbata a un lado… - ¡¿Cómo?! ¡¿Muerto!? - No, cacando… Al día siguiente todos pasaban por el almacén, se asomaban a verle le cara y enseguida corrían o se daban la vuelta con la mano en la boca conteniendo la risa, el amigo Pontón no sabía qué es lo que pasaba - ¿Y quiénes fueron los del chiste? - Los mismos que se robaron la campana - No se robaron, le llevaron a dar una vuelta, allí estaba…, me caen bien estos bromistas de antaño Antaño, anteojo, añejo, antojo, antojo ajeno, cristal, ajenjo, Orfeo y Morfeo, morfina… y entre montañas tu aparición marina. Es lo que designa, pero es también cómo suena. En argentino morfar no es soñar sino comer, y en Guangaje para decir mudo dicen moderno, “no han dejado ni para comitiva” es que los que viven en comitiva comen, “con la morfina podés no morfar” y el dolor te causa placer, unos se hacían adictos por curiosidad y gusto a la aventura y otros porque se rompían un brazo, nunca habló sobre los años de su vida en París, supimos que quemó sus versos, antes el Coronel le había quemado el violín, se escribían mensajes en quichua para burlar a las autoridades de seguridad y aduana. Tiempo de carretas y tubos de ensayo.

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Frankenstein y los Andes, capas y ponchos, agua fría, termas volcánicas de agua hirviendo, siete veces de la fría a la caliente y de la caliente a la fría es la terapia, baños en Tumipamba, baños de Agua Santa a la entrada de la selva, cerca de Quito Papallacta en la niebla, Papallacta, terreno de papas, se activa la sangre al pasar de una fuente a la otra, comer trucha junto al fogón en la noche y luego dormir, caer en los brazos de Morfeo después de morfar, somos comidos, morfados y merendados en la mesa de Morfeo, Morfeo y Orfeo, música y sueño, ¿qué tienen de feo? Seguramente tenían muchas pesadillas musicales, lo que designa y a lo que suenan como Romualdo que le puso a su perrito Black por lo blanco que era, exquisito en castellano en delicioso, pero en portugués brasileño exquisito es raro y desagradable y hay palabras intraducibles como saudade, es más poético, pero también más solitario que nostalgia. Luna de lana y de lino, a la una, la luna ilumina en Ilumán, aguardiente en cuerno de toro, era su mejor copa, encendió la vela y supo dónde estaba la vaca, también vio que Vinicio se había llevado los collares. - ¿Qué hago? - Hágale coger preso - Es que no quiero… Hablaron y le devolvió, pero tuvo que decir que ese rato le iba a poner la denuncia, ya le conocen todos, es tranquilo pero mañoso, ya se acostumbró a caer cada tanto, adentro todos le conocen, pero a más de ser uña larga no se ha vuelto malandro, es muy vago para meterse en aventuras mayores, lo que sí, hay que reconocerle que es bueno para bailar. La Rueda de la Fortuna y la Torre que se derrumba, el Carro, la Luna, el Colgado … Dicen que viene de Egipto, otros dicen que de Marsella - Mentira, yo sé que vive en Medellín… - Benin se declaró Estado Marxista Leninista en resolución tomada de la noche a la mañana, en una oficina de Gobierno se encontraba un retrato de Juan Pablo Segundo junto a otros de Lenin, Stalin y Mao.

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“…Y este compañero narciso leniniso ¿qué?, ¿es un nuevo funcionario del Gobierno? Vas, vienes, regresas, Benin, el Vergel, Sao Paulo, Tonantzin, Santiago a ocho kilómetros de la línea de fuego, Tlalpujahua y el pan de la tarde y el horno de barro y las chalinas y el sueño, el taxi de Morfeo te lleva por épocas y corredores, madrugada en Todos Santos, pan caliente de la mañana, desde el Puente Roto oyes y miras al Julián Matadero que corre y brama, en los años cincuenta se llevó la mitad del puente, hoy es un mirador de piedra y ladrillo, abajo arcos tiznados…, historias e historietas, duelo entre poetas, un alto y un chiquito, ambos con guantes y bucólicas capas, “agradece microbio infeccioso que no te escupo porque no sabes nadar”, el otro agarró una piedra de un charco y para no ensuciarse con el lodo le agarra con un pañuelo, se le cae la piedra y le pega con el pañuelo….y el río brama….y la llorona asoma, y el duende y el diablo…el cojo de la grifa, la Rana René… Vuelas lejos, vuelas cerca, la novicia voladora y los enfermos del asilo, la señora de las perlas, rejas y baldosas, suena un acordeón y luego una corneta, gritos y pasos… El hombre del tricornio y las hermanas chismosas… banquete, simposio, “Hombre de Falerio, ¿no puedes aquietar el paso?” Cada tanto asoma un Sócrates, el joven Agatón hace siempre funciones y banquetes, estaban allí, Voltaire y Polo Carrera.

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PÍLDORA PERIPATÉTICA Y el camino polvoriento estaba lleno de obsidianas, nunca dejábamos de recogerlas y al día siguiente aparecían otras como si la tierra les expulsara. “(…) El imperio Carolingio no fue comercial ni marítimo sino continental pues los puertos estaban en manos de los musulmanes, Rusia en cambio sí tenía relaciones comerciales con Oriente en mil ciento y pedazo la situación se invirtió…”.

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Y Marco Polo llevó a Europa la pólvora, el espagueti y el helado. - No soporto las falencias - ¿Por qué? - Porque no existen - ¿Cómo? - Existen las falacias y existen las carencias, las falencias no existen. - ¿No te gustan los neologismos? - No es un neologismo, no hay ninguna nueva noción que introduzca esa palabra…es más bien un barbarismo que funge de ilustrado…tan propio de los mandos medios…y de los altos. Si tú lo dices. Cruzamos la calle. Más de dos minutos para los carros y diecinueve segundos para los peatones. Su Majestad, el carro.

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LA DIOSA DORMIDA Difusos en la humareda y entre las nubes, en el baño vaporoso del simposio, en la cabaña de sudar, estrellas azules, su cuerpo desnudo aparece y desaparece tras los velos de la cascada… Luego se divisan los rostros, labios gruesos que hablan poco, pestañas lacias como brocha delgada, piedras mojadas, es una maceta, ¿en cuántos sitios estuve? El árbol, la casa de mis padres, el wolskvagen amarillo, el simposio, la cabaña, viaje por las raíces, te asomas por una rama, te subes en el lomo de un pájaro y cruzas las fronteras, te atrapa un rayo de sol y estás adentro de la bola de fuego, no te quemas… Ató el bote en el muelle y sacó su equipaje de dos volúmenes, uno para colgarse y otro para llevar en la mano, allí cargaba dos mudadas de civil y una de escenario, cuaderno, un libro para intercambiarlo para cuando la ocasión se diera (lo que ocurría poco), pelotas, clavas y malabares, traía también folletos de medicina

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natural, de acuerdo al movimiento y las primeras reacciones sabía si podía preparar sus números o tenía que hablar con alguna autoridad…En la plaza estaba su compadre. - - - -

¿Qué tal dormiste? - Bien, compadre - ¿Pudiste manejar bien el bote? - No me he olvidado

Cerro de arroz con huevito runa y café caliente, el Presidente salió a hacer un trámite, habrá que esperar un día, no hay apuro… El río es muy ancho, lejos se ve la otra orilla, la brisa engaña, parecería que las aguas fluyen hacia el oeste, pero la corriente va al Amazonas, aquí también hay pirañas, pero puedes bañarte con toda confianza porque aquí están muy bien alimentadas, en el lado brasileño donde siembran mucho caucho, allí las pirañas son peligrosas, no perdonan mono ni gente, todos marchan… Úrsula hizo todo el recorrido, anduvo por Belén y por Leticia, pero …pagó pernada, allí es la ley de nadie, del más bruto, ¿vas a hacerle pasar por eso a una inocente hija de familia?...¡No seas hijueputa!, callas, otra biela. Tribus, clanes, jorgas, patas, y uno se volvió gerente y otro se volvió malandro, pero cuando éramos grandes todos éramos bellos y lozanos, alegres y simpáticos, éramos inmortales y el mundo era un jardín de las delicias con manjares siempre de sabores nuevos y excitantes, la vida era una fiesta, fiesta en la casa, fiesta en la esquina… Y entre la pared y los gruesos brazos del Pato le tenía acorralada, le gana la respiración encima, quiere resistirse, quiere esconder su rostro entre sus hombros y sus pechos, no sabe si ríe o llora. - Es que vos eres una pelada chéveere, vos eres difereeente… Logra escaparse y él se queda hablando solo, cada quién está en lo suyo…. Se repiten escenas de década en década, con pelo largo, con pelo corto, con suéteres flojos para sacar el dedo gordo de la mano por un hueco, con peinado de cuernitos y zapatos duende, antes chupábamos Trópico y ¡chaplag!, ahora me hablan del abre patas, Zhumir con vino dicen, no le entro a esas artes, prefiero el verbo…Carro con puerta abierta, música y botellas en el parque, en una ciudad

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y también en otra, en la Luna, en el Puente Roto, a orillas del Zamora mi bien… Carnaval en el Santa Bárbara, agua, harina, huevos y mote pata, de todo nos untamos… Y los Arawacos fueron del Paraguay al Caribe y muchos cimarrones se internaron en la Amazonía… Me habla de Zacarías, tiene siete hijos, nunca dejaron de ser judíos y las autoridades de la Colonia nunca se enteraron, las nacionalidades indígenas les reconocen como parte de nuestra diversidad y en Israel les consideran una de las tribus perdidas… Los capariches piden vitamina en las primeras horas, media tella, una tocha, un cuarto o un octavo y hay tribus, comunas, cofradías, asociaciones, pedestales para ofrenda de bisutería, el caído de piedra junto al paso a desnivel, claves, llaves, martillo de zapatero con suela, no nombres al juego galáctico, serás otro prófugo…. Los capariches saben que recogen de todo, son curanderos que limpian los males del mundo como los gallinazos que alivian el tránsito de los muertos… estaban debajo de la tierra esos niños sin edad y tenían los colores de un negativo de un celuloide “¿y tú qué haces aquí?”, -me dicen- “¡Tú no debes estar aquí!”, también bajo la tierra vi a la Diosa dormida que grávida respira, sé que estuve con ella y sé que es una Diosa, duerme, respira. “¡Yo soy el Tambor!”, hundes tus dedos en la tierra y por el tejido de raíces le llegó tu toque y tu palabra. “Yo soy el Tambor” -dices-… “son mayas… y también gitanos…es extraño…”. “Hoja de lechuza”, ojo de lechuga… - - - -

¡Lechuza! ¡Lechuga! ¡Lechuza! ¡Lechuga mija! Lechuza es tu papá cuando está chuchaqui…

El padre traga en silencio, “si no supiera que es chuchaqui me hiciera operar” … Dos negras y una rubia, luego me paso al fuerte, con la lana del perro se cura la mordida…Domingo es dormingo…Otros van al parque, en Taiwán el viento le hizo volar a una niña de tres años colgada de la cola de una cometa… Poesía en sótanos, calles con muchos árboles... pop sicles, pop art, música pop, popotitos es un primor pero baila que da pavor, pop rock, Animals y Andy Warhol, por aquí esos vientos llegaron más tarde, Salazar el hermano leyenda,

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Jinsop, el Chino de la Tola, el que vivía en San Juan y era amigo del Chamo, Froilán de los cuchillos, los Hermanos Diablo, Zulma y Memo, el Clan Cinco… La gimnasia con la magnesia, el barrio, el ceviche, uno se hizo Gerente y otro se hizo malandro, el flaco, disléxico y todo, se hizo malabarista de puro orgullo. ……………. ……………………. ……………………….. ……………………. …………… En Gualaceo y en Cotacachi trabajan el cuero, en tiempos del Inti Raymi en el norte se enfrentan la Calera y Topo Chico, en el sur pelean moros y cristianos, San Juanes, desde San Juan hasta San Pedro, Solsticio, tiempo de cosecha, largo mantel con granos de muchos colores, la comida de mano en mano, Taita Rafael reza, las fiestas empiezan a la media noche en la cascada…Dicen que antes se enfrentaban los de La Tola con los de San Juan, loma contra loma, el Sol y la Luna… “Ojalá no te caigas” se decían los gigantes a modo de saludo, porque si se caían no se volvían a levantar, algunos se convirtieron en montañas y en las noches estrelladas cuando todos duermen o miran el cielo, ellos abren los ojos. Llegó a tientas a la cabaña, “quería darle una lección a tu arrogancia”, le quitó la venda que cubría el retrato y recuperó la vista…

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RETAZOS

Hacer, rehacer, recrear, transcribir, interpretar, reescribir.

Bajo cierto paso de la luz se podría entrar al cuadro, lo escribo y el cielo de la postal palidece, me paro, me siento y vuelve la luz a brillar. Alguien se mueve dentro de la torre. ¿Un anciano dentro de una capucha y colgantes mangas de las que salen huesudos dedos que con tinta escriben sobre un pesado libro? ¿O una princesa cautiva y melancólica con instrumento de hilar en la mano? Tal vez un soldado... - O dos fugitivos enamorados. - Mucho Hollywood

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- Mucho retazo de todo... alguna fijación... El rumor permanente del río hace parecer que las cosas no cambian, pero en segundos el rumor es más fuerte, el río crece y los corazones se agitan. Ciudad de soledades. - ¿Napo o Morona para navegar? - Dice el ingeniero que el Morona es más navegable... - No es ingeniero, es economista... - Entonces, ¿cómo sabe? - Porque seguramente ha navegado... ¡Oye! ¿Desde cuando estás atacado de “titulitis”? - Cierto, disculpa... es verdad... ya sabes que soy una esponja y es de lo que se habla en todo lado… En todas partes ha encontrado un tambor y huellas en la arena, huellas en el fango y en el cemento..., a veces es el pico de un pájaro sobre la madera, a veces las latas de un bus atravesando los baches, a veces es silencioso y golpea más arriba de la muñeca cuando se le pone la yema del pulgar encima.

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BRINCADEIRA Lunes miramos la luna, Martes vamos a la guerra, Miércoles los negocios y las relaciones públicas, Jueves le rezamos a Júpiter, Viernes nos amamos, Sábado nos oscurecemos Y el Domingo nos asoleamos. Así ha sido desde el principio, así ha sido… Los judíos y los evangélicos descansan el sábado y los viernes los musulmanes no tienden la cama, el domingo los católicos van a misa, los devotos practicantes, claro, otros van al fútbol, veintidós cojudos tras una pelotita, ¿por qué no les

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dan una pelota a cada uno y fin del problema? Otro café, ya voy por el quinto, el quinto tinto, pasan por la puerta de vidrio transeúntes sin cabeza, si los miras con el cachete pegado al suelo parecen caballitos, también podrías llevarte un susto si te encuentras con quien levita a pocos centímetros del suelo, o con la muerta de exhalaciones heladas o con el caballero sin sombra, yo he visto matar un toro negro a balazos sin que le salga sangre. “Issto é brincadeira” dice Esú “na minha terra vocé nao pode entrar a certos lugares porque ha un muro invisivel que ñao permite”, resalta el blanco de sus ojos en la piel negra, bebe aguardiente, nigeriano y enigmático fuma cigarros de envolver, a veces se le ve todos los días y otras veces desaparece por largo tiempo, se sabe que vino de otro continente y nada más, ¿llegó en un barco?

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TE LLAMO… Flores y estrellas, sombrero de duende… - No me digas duende - ¿Dónde estamos? Me doy la vuelta y no está, me quedo solo en la sala de esa casa desconocida. - ¡Veámosle al Halley! - Yo no quiero, dicen que trae mala suerte - Mi tía Lucha le había visto

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¿Y tuvo mala suerte? ¡Qué va!, larga vida, ¡gran fortuna! ¿La que había sido novia de Montalvo? No, esa era la tía Pepa, liberal, medio alepantada.

En ese año 86 Frank Vargas se levantó contra León. En ese año explotó el Challenger, un escorpión de humo se dibujó en el cielo… - Se les jodió el proyecto de guerra de las galaxias de estos gringos perros - Sí, pero me da pena por la investigación científica Luego vino el conductor cerámico cien veces más delgado que un pelo, la proliferación de aparatos chiquitos. Comíamos las deliciosas tripas sobre papeles con impresión computarizada. - Deme esa delgada que está bien tostadita. En ese tiempo estaban las tripas en la plaza de arriba, también como ahora había papas con cuero y empanadas de viento, bajando la Ladrón de Guevara hornado con cervezas, los cerramientos de las casas eran bajos, poyos para sentarse, el mundo era tranquilo, nos teníamos confianza, las casas no tenían alambradas eléctricas, ¡cuántas veces regresé borracho a la una de la mañana de Santo Domingo a La Mariscal, de La Floresta a la Veinticuatro ida y vuelta, a San Juan, a La Tola, al norte hasta el aeropuerto, al oeste ida y vuelta de La Gasca a la Zaldumbide, de la Zaldumbide a Guápulo volviendo a veces por el Hotel Quito y otras bordeando la quebrada, lomas y explanadas, la Mariana de Jesús, la Granja, Las Casas, el San Gabriel, la Ulloa, la Lallement y la Abelardo Moncayo, desde esos lados se le ve al Antisana, las Huacas, el Típico, más cervezas….! Treinta y cuatro, dos veces diecisiete, tu edad… - ¿Quieres decir que eres mi padre? - Mucha telenovela, relájate y ¿si así fuera? - Sería una telenovela… - No necesariamente una tragedia, ¿me odias? - ¿Qué hora tienes? - Cuatro y veinte - Me tengo que ir - Entonces, ¿en qué quedamos? - Te llamo… Morado y turquesa se evaporan del amarillento foco, rastros de moscas y manteca.

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CUALQUIER PARTE Escritura musical y taquigrafía, taquigrafía caligráfica, caligrafía, papiros y pergaminos, tablillas de cerámica, los romanos graban en piedra, leen cantando en los conventos, luego vendrían los linotipos, los chinos hacían impresiones de plancha completa varios siglos antes que Gutenberg esculpiera letras para ponerlas tinta y papel encima. El primer libro impreso fue la Biblia y la Iglesia Católica prohibió su lectura para el común de los mortales hasta la segunda mitad del siglo XX, hasta el Concilio Vaticano Segundo en el que también se suprimió el Santo Oficio, claro que hace más de doscientos años (o creo que un poco menos) ya no se mandaba a nadie a la hoguera, pero la Institución seguía intacta… Intacta la Inquisición “hay que escribir para el pueblo, aunque el pueblo no lea”, creo que lo dice Deleuze… ¿Qué sabes? ¿A qué te suena? ¿No dijiste que llamaba Víctor? Es que todos eran mis hijos, el Pantano de Vargas, el Desierto de Palmira, don Pacho no aparecía…, un hombre le asaltó en el camino: “Aquí no tengo nada,

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acompáñeme a la casa y allí le doy algo”. Le acompañó a la casa, se quedó a vivir allí y fue su más fiel servidor, esa cualidad heredó a sus hijos: hacerse querer. Cuando su primogénito se encerró en su cuarto a repasar de memoria el Quijote, él nunca dejó de tener amigos que le visiten, dicen que cuando murió su perro no quería moverse del pie de su cama. Víctor de la Victoria, y Héctor tío de Eneas, padre de los romanos, a Rómulo y a Remo les amamantó una loba, lobos, lupus, Guadal lupus, Guadalupe, río de lobos o valle de lobos, en los Andes se tiende a volver sinónimos los valles y las llanuras, en la España que estuvieron los árabes, los valles se emparentan más bien con los ríos, ¿lugar habitable sería el denominador común? Puede ser, Shuracpamba no es llano, es lleno de lomas y quebradas… - Aquí creo que aterrizaban naves extraterrestres, ni taita les había visto y mi taita era un hombre bien serio, pero, claro, él lo que decía es: ¡los alemanes! Pequeños relatos zurcen una colcha de coloridos y diversos retazos, de Muisne a Shuracpamba, a Saraguro, a Loja la tierra donde no se sufre, al cielo y al norte, a las empanadas de Ibarra, El Alpargate, Cotacachi, olor a cuero trabajado y carnes coloradas… Baldoré arriba de Yaguarcocha, Yaguarcocha lago de sangre “y enterró sus corazones para ver qué fruto da corazón de traidores” - ¡Cuando estoy en estados alterados, no soporto que me toquen!, -dice ella. El Silencioso se retira, un temblor, te sostienes de la piedra negra y las cosas vuelven a su lugar, abres los ojos y estás en medio de la gran llanura, de la pampa interminable, un gaucho cejijunto les mira a la cara y les dice: - ¡Che, ustedes son de lo peor! Y de nuevo de bruces contra el suelo… - ¿Dónde estoy?”, –preguntas, - Has dormido tres días, –dice una dulce voz, - ¿Dónde estoy? –repites de nuevo y te adormeces al sentir una mano en tu rostro…

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Vuelves a viajar, a disolverte o a volar ¿en qué tiempo, templo o cantina aterrizarás? “Quien no sabe a dónde va…, llega a cualquier parte” dice Demetrio y tiene razón. Los poderes mágicos no le son otorgados necesariamente a quien es bueno, mira a Rasputín…, anda a saber cómo era cada quien, San Martín de Porras les hacía comer juntos al perro, al gato y al ratón, Santo mulato del Perú, dicen que podía estar en dos lugares a la vez… y fray Juníparo era el Heyoka de los franciscanos. - ¿Hasta cuándo padre Almeida? - Hasta la vuelta Señor En 1600 y pedazo, los jesuitas ponían en las tablas “Coriolano” de Shakespeare. En otros conventos hacían teatro religioso, pero contemplaban también la necesidad de diversión, representaban pasajes del Quijote… Los franciscanos hacen buena cerveza y en Sao Paulo nos cambiaban dólares. Me enferman las falencias ¿Por qué? Porque no existen ¿Cómo? Existen las falacias y existen las carencias, las falencias no existen Si tú lo dices… Y los programas no se implementan, se implantan Sigue, sigue… No direccione, no aperture, dirija y abra, no escriture firme escrituras no más, son dos sílabas, no sea vago, aprenda alemán - ¡Ya! ¡Ya! - - - - - - - - -

Radios, relojes, radio reloj, radio video, propaganda de cementerio, pandemia, mascarilla, coronavirus… Miras y dibujas rostros en todas partes, son las alertas de cuando te protegías de las fieras. Siete colores, siete sonidos en la escala, siete días en la semana, siete son las llagas de Cristo…Y el siete es el bufón, el heyoka, el mago farfulla y el mejor de todos, el que puede vender piedras por oro, e invitar a todos a rodar y a rodar

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y rodar…ruda rueda. Ruedas y Rodas Rodrigo, Rhodesia y Rodrigombia, rodriguismo…término acuñado de manera local para algunas jugadas de Go, el juego debe tener alrededor de cuatro mil años, contemporáneo del ajedrez, romper el cerco del cercador y cercarle, el punto crítico de tu enemigo es tu propio punto crítico, no defiendas lo indefendible, si no sabes lo que es un sigcho no juegues Go… Y en otra casa hablan del hermano Gregorio y recuerdas a los médicos invisibles, en la televisión hablan de la difunta Correa que hace milagros y tiene su altar en Chile… En las grandes ciudades hay quienes duermen en ataúdes en la terraza del edificio en el que viven, muchos de ellos logran reportajes en la prensa, siempre hay demanda de cosas raras…vampiros y vampiras, pálidos y lozanos tienen más edad de lo que aparentan, parece una adolescente y tiene treinta y siete años, algo parecido ya lo había vivido y practicado junto con otros cargadores: cinco de la mañana en el camal, un jarro de sangre caliente y luego a correr toda la manzana, fuerza para todo el día… Tribus, jorgas, clanes, clubes, patas, pandillas, cuadrillas, rencillas, cada jorga en una mesa, una piedra redonda, una esquina, ¿le conoces al cocol?, ¿al gran Pepito?, ¿al Nerón grande, al Nerón chiquito? Se iniciaba en los humos y veía leones en las palmeras tochas, de esas que dicen que debajo hay tesoros, palmeras chicas de tronco ancho, una de esas habían en Azaya… casa de doscientos años, con paredes anchas, cocina de leña, horno de barro, tanque de agua calentado con fuego, tolas, huesos, lomas, quebradas, río que se convirtió en calle, billar, calle polvorienta, luego el centro, helados, empanadas, fritada con tostado que preparan las otavaleñas, ají con chochos, guabas, aguacates, chirimoyas, fruto de café, muro de adobe, pozo y luciérnagas.

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MARÍA MAGDALENA En el río de los sonidos, arca, barca, barraca, banca, barranca, barranco, - Yo tengo el nombre de una calle - ¿No serás la Gran Colombia? Trastienda en El Vado, en el Hado, en la Isla El Vedado, vendado, vendido, bandido, banda de rock, banda presidencial, banda de pueblo, banda de trasmisión, banda ancha, “yo soy amigo de la Paancha es chiquitita, pero es aancha”. Pansho pansha o sino Pansho Vila, así me decían en el Brasil, también me decían “chiquinho viajandao”. Cabeza de otro cuerpo me dijeron en La Tola y en el Guayas “flaco limpia mangueras, limpia las mangueras por dentro”, “zancudo”,

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“socotroco”, Pancho, Panchito, Chesco, Chómpiras, Chompeins porque soy igual a Chopin pero sin el genio, solo con la tisis. “Esa tuberculosis se está volviendo tos”, dice Kattán… El nombre, otra vez el nombre, andariegos y aguerridos, de Rodrigo y de Gonzalo, de Sancho Jacho cacique de Latacunga, llacta cunga, garganta de tierra, también alemanes y piratas que se quedaron en la costa, libaneses que trepanaron la sierra “Mi hikjo Bfolívar se viste bien, mi hikjo Bfolívar toma whisky, mi hikjo Bfolívar invita a sus amigos a beber, pero mi hikjo Bfolívar no trabaja, luego, mi hikjo Bfolívar roba, ¿a quién roba mi hikjo Bfolívar? ¡A mí!, su padre”.… Adiós auspicio. Veamos si le convencemos al boticario. Pócimas y canarios, periquitos. En ese tiempo, en las farmacias hasta se compraba tabacos, me gustan esos frascos grandes llenos de polvos y píldoras, al fondo un feto en agua verde. La Verdad, La Razón, El Comercio, Kalimán, Memín Pinguín, Aniceto y Hermelinda, Sal y Pimienta, en la orilla del Tahuando mi sombrero va quedando, Ajaví, Chorlaví, González Suárez, Cotacachi, Quiroga, Lago de Cuyes, Cuicocha, Islote con gruta, arriba las estrellas, doncellas de pelo suelto, ofrendas en bastones, velas de dos en libra, María Magdalena Dolorosa.

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PARIENTES Y PAISAJES Hay parientes y paisajes en cada capa de cebolla. El Rey vencedor pasea por el territorio dominado con la cabeza del Rey vencido y toma como esposa a la hija del soberano a quien dio muerte. Origen. Odio amor, venganza… - ¿Qué le dice el ganso a la gansa? - Ven gansa Y es preciso olvidar contra todo pronóstico de psicólogos. - Si la historia no se recuerda, estamos condenados a repetirla - Sí, para una humanidad decadente que cree que sus enredos caprichosos son la razón y el destino del universo. Se olvidaron de mirar el cielo, de respirar hasta más abajo del bajo vientre, dejaron de cerrar los ojos para sumergirse en el tacto y los aromas…

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- Guerras, intrigas, revoluciones, golpes de Estado, eso es lo que debe olvidarse porque nos remiten al equívoco de poseer la voluntad de los otros, ni las cosas, ni nuestras propias vidas nos pertenecen, tampoco le pertenecen a nadie, al tiempo acaso…, morimos y no nos llevamos ni los huesos. Como dice el profesor fantasma de Harry Potter “la quema de brujas no era efectiva porque las verdaderas brujas desencarnaban apenas se prendía la hoguera” - Negociemos, recordemos la historia como una novela, no como un destino dictado por una mirada con determinada sentencia y humor específico. Desde que hay escritura, dicen unos, desde que hay registro, no necesariamente letras, dice León Portilla, todo es historia dice Sofía, otro dice, puede hablarse de historia desde la fotografía, las grabaciones y las pruebas de ADN, otro dice la historia es la lucha por el poder, el cambio de manos en la propiedad y antes de que se arme el pandemónium Spinoza salva la discusión diciendo: “No existen ideas falsas, existen ideas inadecuadas”. Baruc, barroco y René renegado, renacido, no, ese es Renato, nacido dos veces, el nombre suena, el nombre reasienta, resiente y asienta. Yo nunca les llamo por el apodo ni por el diminutivo salvo a las Dolores que, si les llamo Lola, dice Emilio, él me dice Francisco, me gusta también que me digan Francisco: “hombre sincero que habla francés”, eso quiere decir Francisco según reza el jarro, parece que el primer Francisco fue San Francisco de Asís porque su padre era admirador de Francia, una novelería de la época como hoy llamarse Washington o Bolívar.

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POZO Y QUEZADA Pozo. –“En la boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso”. Quezada. – “Cuando el dedo señala a la luna, el imbécil señala al dedo”. Pozo. – “A la puta y al actor, a la vejez les va peor”. Quezada. – “Puta me veas y tú que lo seas”. (Se lanzan a las manos)

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Pozo. – Oye... Quezada. –¿Qué? Pozo. – Esta misma situación... ¿no la vivieron ya Ríos y Solano? Quezada. – ¿Contado por Agustín de Rojas? Pozo. – Por Sanchis Sinisterra... Quezada. –Yo lo recuerdo por Pinocho y Pancho. Pozo. – ¿Qué tiempo es éste? ¿Dónde estamos? Quezada. – 2020... Finales. Ecuador, Cuenca...

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Jorge Dávila Vázquez

CANTOS DEL DESASOSIEGO

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Virus (1) ¿Quién eres? ¿Qué? ¿De dónde vienes? ¿Serás fruto del mal? ¿Del descuido? ¿De la mente humana? ¿De la perversidad? ¿De quienes usan su saber -desde siempre para destruir, dañar, aniquilar? ¿Quién eres? ¿Qué? ¿Una fórmula? ¿Unas palabras que los seres comunes y corrientes no entendemos? Los sabios conocen, quizás, tu origen, tus mutaciones, tus procesos, tu tiempo vital, todo el daño que eres capaz de causar impunemente, diminuto señor de la vida y la muerte… Los sabios, solo ellos, el resto, apenas anhelamos tu muerte, tu desaparición, el que pronto seas nada más que un oscuro recuerdo, ¡pobre virus, criatura detestada y detestable! Virus (2) Somos valerosos, queremos serlo, encerrados en nosotros mismos o en nuestras pobres casas-bastiones, nos mantenemos aislados, o fingimos estarlo, cumpliendo a cada momento con el ritual de máscaras y guantes y aspersiones. Todo esto tiene un no sé qué de secretas ceremonias, religiosas, sectarias, casi hipnóticas… ¡Inútiles, sentenciarían los escépticos! Nuestro valor se estrella contra las noticias, falsas o verdaderas, contra unos números, que no parecen reales ni cuando lo son. Quisiéramos darles aliento y valor a los otros, a todos, en especial a quienes te combaten, letal y diminuto, enemigo del Mundo; pero es casi imposible. O lo conseguimos a medias, pues cada uno de nosotros siente socavada su fortaleza al enterarse de la muerte o el contagio de conocidos, amigos y parientes. Para ellos y sus próximos no tendremos ni siquiera un abrazo, un gesto solidario, una rosa de adiós.

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Y nos estremecemos al contemplar, con horror, los cadáveres tirados en las calles, o saber que las identidades de vivos y difuntos se confunden. ¡Vete ya, vete, oh virus coronado por humanas y amargas maldiciones!! Virus (3) Estremecen tantas cosas en estos días duros: la indiferencia, la frialdad, la fatuidad ignorante de quienes, en apariencia, son dueños de este mundo. Horrorizan sus declaraciones, vanidosas, su tono desafiante, desdeñoso, su orgullo, que bien puede estar al borde del abismo. Diminuto enemigo de los hombres, impredecible, oculto, inaprehensible, si un día los alcanzas con tu secreta furia apocalíptica, nada, nadie podrá sanarlos; esa es tu ley, verdugo universal, esa es tu ley, y contra ella ¡tanto da la miseria del que no tiene un pan y acepta y desafía su destino, que la riqueza demente y ostentosa! Pero pese a tu fuerza, a las pesadillas, los terrores secretos o evidentes, que causas en los niños los jóvenes, los adultos y ancianos, la victoria del débil ser humano, tenemos fe que debe estar cercana. ¡Una fe en el Dios, que nos formó del barro y dio a su creación humana talento, paciencia para levantarse luego de las caídas, genialidad para seguir en su búsqueda bienhechora, fortaleza y valor, inextinguibles! LAS PENAS DE LOS MUERTOS Una mujer dice con voz amarga: “Al menos mamá descansa en paz, si no, ya estaría sufriendo por tanto horror. Y no es que yo no me apene, no, pero ella era como el Cordero de Dios, que cargaba voluntariamente, no con los pecados humanos, sino con las penas de este mundo”. Bajando la mascarilla protectora, alguno evoca: <<Mi viejo padre habría dicho: “¡Señor he sufrido todas las calamidades: la muerte de los seres amados, las guerras, próximas o lejanas, la sequía, la hambruna, los éxodos de tanta gente cercana, querida… ¡Pero esto, Señor, en los años que tengo, nunca lo hubiese siquiera

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imaginado!” y él que odiaba quedarse en casa, habría maldecido el encierro>>. Otro añade: “¡Y mis tías! No quiero ni pensar lo que hubiese sido esa cuarentena, con todas ellas juntas y aisladas del mundo que les era amado, pese al sinfín de defectos que afirmaban tenía”. “Sí”, dice, una de las sombras, perdida en un sillón: “Me acuerdo de Regina; decía que aquello de la mujer, la pierna quebrada y en casa, era tontería de viejo, solo corría para las madres, que antes de parir, ya aceptaban ser esclavas del Señor, su marido, y luego de sus angelitos, los hijos. Por eso, ella no se había casado y era libre como un pajarito. ¡Pobre pajarito, y ahora hubiese estado tan enjaulada como nosotros míseros! Y eso que tenemos la suerte de, al menos, estar juntos y sanos bajo el mismo techo. Una voz femenina anota: “y lo mismo pasaba con las otras, la Clemencia, la Aidita, la Ruth y la Graciela, pregonaban las ventajas de la soltería y la independencia, mas, se proclamaban “mujeres de su casa”, hogareñas, sacrificándose por la parentela, cumpliendo innúmeras tareas, pero que apenas les era posible huían de esa cárcel familiar. Y la Sarita, comentan, la olvidas, ella sí que no podía permanecer ni una hora en la casa, la esperaban la calle, las amigas, las vecinas, las parientas a las que hace tiempo debía una visita, alguien a quien conocía, con quien iba a tomar un cafecito y a charlar un momento, y, por si fuera poco, le tocaba la visita al Santísimo, el rosario, el triduo, la novena de nuestra Madre de la Merced, y diez advocaciones distintas de la Virgen María”. Realmente hubiesen estado tristes, hablando de su prisión, de los otros presos, de “y ahora qué haremos para el almuerzo, para la cena; para el desayuno, hay que amasar pan”. “Pobres, nunca voy a alegrarme que se hayan ido para siempre”, concluye la sensata de la casa, “pero si nosotros nos sentimos encerrados, privados de libertad, esa buena gente nuestra, que ahora reposa ya en la tumba, hubiese muerto de tedio, de tristeza y de angustia por el horror que nos rodea y del que solo estamos libres, a medias, gracias al encierro”.

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Bueno, pero el mundo no estaba poblado solo por nuestras tías y tíos, por los parientes, ¿no? ¿Qué diría de esta pandemia y sus cárceles hogareñas, el resto de la gente que hemos conocido, y que sin llevar nuestra sangre nos era tan afín, tan cercana? Todas esas personas que, como decía uno de tus amigos, ya son más numerosas que los vivos que conocemos, y forman parte de nuestro propio “Libro de los muertos”. Por ejemplo la señora Luisa, que tenía un gran negocio de víveres, un abarrote, como decíamos hace décadas, llena de vida, jovial, con esa grande, inmutable sonrisa: “¡Ay, ya ha de pasar, pues! No hay mal que dure cien años”. -Y ya un poco más bajo, como para sí misma-: “¡ni tonto que lo resista!” Don Julio, el zapatero: “sigo remendando el calzado del barrio, aquí, encerrado, con los guantes y la mascarilla a mano, pero no he dejado de trabajar. Si los pobres no sudamos, por las labores del día y de la noche, ¿de qué vivimos?” Don José María, el marmolista, mirando con nostalgia las cúpulas de la iglesia siempre inconclusa: “caray, faltaba un poquito, solo un poquito, para terminar la cúpula mayor. Si llueve se arruina todo. ¿Trabajos en piedra, placas en mármol? ¿Para quién, para qué, para dónde? Los que pueden pagar, los ricos de la costa, no se han muerto, no necesitan lápidas”. El cura, al que en veinte años nunca vi sonreír: “Tomen, es lo que merecen, pecadores, tanto han provocado al Señor, que al fin nos ha mandado esta octava plaga del Egipto. ¿Misas? ¡Ni las de los muertos! Nadie viene a la iglesia; ¡parece que han tomado el ejemplo de algunas familias de impíos, que viviendo en las goteras del templo nunca asisten a él, jamás vienen al Jubileo o a una hora santa, ni siquiera a las fiestas de la Virgen o de los Santos. Peor dar una limosna, ayudar a pagar una banda de pueblo, unos cohetes, unos pocos globos, unos fuegos. Me imagino que ahora van a llevarse toda la plata al otro mundo, tropa de mezquinos y de falsos devotos.

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Sí, porque quejándose de mí, viven metidos en la capilla de las monjas, en otras iglesias y hasta en reductos de falsas religiones, de esas abominaciones espantosas. ¿Cómo Dios no iba a castigar tanta maldad, tantas indiferencias, las faltas contra la caridad, las traiciones a doctrina, las herejías e idolatrías, ese orgullo demoníaco, terrible?” El tío Lucas, contra quien parecía elaborado el sermón: “Este buen hombre, que no es ni bachiller y al que sus feligreses llaman” doctor”, ahora convertido en profeta, ya mismo dice que la pandemia va a terminar como en Sodoma y Gomorra, con una lluvia de azufre y de candela. Ignorante. Ningún castigo, falta de precaución, de higiene, de vacunas y de medicamentos. Debería predicar contra los que comercian con todo, hasta con la salud de los pobres, de esos hermanos siempre en desamparo; de esos, sus fieles, a los que explotan sin ningún escrúpulo. Claro que a él, conque le den para su opípara comida y, según dice, para la iglesia interminable, basta y sobra. ¿Un templo, para qué, me pregunto? El Universo es el santuario verdadero de Dios. Pero este ignaro ni siquiera tiene una idea de Dios como providencia, como bondad”. -Ay Lucas -diría la Teresita- si no metes tus ideas raras, no eres tú, el santo sacerdote hace lo que puede, quédate en silencio y harás más mérito ante ese Señor del Universo, que es para ti el buen Dios, que compitiendo en la prédica con el ministro”. Entonces, aparecería la Melania, con sus nuevos credos y sus ideas recientes, para proclamar que aquí, acá, allá, en toda la Biblia estaba anunciada esta pandemia, ¡como signo del final de los tiempos, como plaga apocalíptica! Ya veríamos, ya veríamos todos, justos y pecadores, cómo se hundía el mundo en una de estas, ya veríamos!

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Y el bueno de don Gerardo, con esa calma que causaba asombro, con esa esperanza insobornable y ejemplar: “¡Ay, Melita, déjese de cosas, todo es lo que Dios dispone, cierto, pero Él nos quiere vivos para que algún día, aunque sea para los nietos de nuestros nietos, construyamos un mundo mejor! ¡Qué va a querer hundirnos y acabarnos! ¡Eso es juzgarlo con medida humana, créame! Todo esto es pasajero, mi buena profetisa, ya verá como en algún momento podemos brindar por una vida nueva, un mundo renovado, una fe en el futuro. Y no, no diga nada, que no quiero que de esa hermosa boca salgan maldiciones, más bien repita conmigo: ¡Gracias Dios, gracias vida, gracias tiempo! Y no se enfurezca más, que se nos va a morir pero de ira, como dicen que moría esa avecita amarilla, en otros tiempos, ¿cómo era que se llamaba, Melanita?, ¡me falla la memoria!” Y AHORA… ¿LA ESPERANZA? ¿Qué nos queda después de tanto penar, de tenebrosos miedos, rumores y amenazas? Después de haber oído a los neo-nazis del imperio que los viejos estamos condenados a morir, porque somos una inútil carga social, no producimos, solo consumimos; o recomendar “con ironía”, que se les inyecte desinfectantes a los infectados, razonando, además, que esas sustancias, matan el virus; y si liquidan a unos miles de gentes, tampoco importa, ¿no? Esa era la política de los campos de exterminio, ¿verdad? ¡Atentos!, que como se leía en grafitis de otro tiempo: “La bestia ha muerto, pero su vientre sigue fecundo”. Estos brotes y rebrotes del fascismo, lo atestiguan. ¿Cómo es posible que seres de apariencia humana desprecien con soberbia la vida de los otros? ¡No los sienten, ni nos sienten hermanos, es verdad! Pero no hay una noche tan larga que no vea el amanecer. Y lo veremos. Seremos como fantasmas, luego del encierro; el confinamiento puede haber afectado la memoria, los sentidos, el carácter, la manera de percibir la realidad, el entorno, la historia, pero estaremos vivos en ese mundo extraño, algo desconocido, y hoy, inverosímilmente despoblado, según vemos en fotos y en películas.

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Volveremos a la vida en sociedad, porque somos parte de grupos: el familiar, el de la comunidad, los religiosos, los políticos, grupos que nos sostienen en la noche, silenciosamente, que lloran con nosotros y ríen con la simple alegría suya y nuestra; grupos pequeños: el padre, la madre, los hermanos, los parientes, los vecinos, los amigos, los conocidos. Y grupos mayores, los coidearios, los conterráneos, los del oficio, los soñadores… grupos, porque pese a la ironía de los poderosos somos una comunidad de hombres y mujeres que tiene fe en algo que podríamos, con un cierto temor, llamar el mañana, el futuro, el porvenir. Los desencantados dicen: “no hay futuro, nunca amaneceremos libres de esta plaga espantosa, que ha minado las vidas y la fe, destruido los sueños y la belleza, la solidariad, todo lo bueno…” Pero no, no es verdad. ¡El futuro siempre está en el horizonte de lo humano, siempre! Ese horizonte que se extiende alma adentro, que hunde sus raíces en el amor y la solidaridad, que nunca mueren, en la belleza, la bondad y los anhelos, que son parte de nuestro ser, y que rompe las fronteras de la edad, el color, el sexo, las ideas. Ese mañana que son los sueños de todos, creciendo vigorosos, juntos, secreta y dulcemente, pero creciendo imparables y perennes, sin que nada, ni un virus tenebroso. ni un discurso insensato, ni la indiferencia de unos pocos los puedan detener, porque la luz es de todos, intangible, nuestra, aun en medio de esta noche tenebrosa. Mantengamos esa callada lámpara perpetua, en el fondo del alma, sea su aceite intangible, inagotable, el amor que nunca cesa, hasta que la luz de la libertad y de la victoria contra la maldad, viral o humana, brille sonoramente como un himno de libertad, de fe en nosotros mismos y en el Dios, que nos ha de liberar, y resplandezca como un día sin fronteras, sin miedos, largamente, repitiendo: soy el mañana, el futuro, el porvenir, soy la esperanza, a los acordes de la música más bella de este y otros mundos. Cuenca, en los días terribles de la pandemia

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Luis Quiroga

SINE DIE

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“I have written over the doors of the various houses and stores where friends and supplies were”. Kay Ryan, The Woman Who Wrote Too Much. “Nada es. Si algo fuera no sería conocible. Si fuera conocible no sería comunicable”. Gorgias

Quito – 2020

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1 Se me acusa. No sé de qué. Hoy ha llegado la citación. Tendré que presentarme y rendir declaración. ¿Acaso estoy lista para darme por vencida? El juicio está demás y estoy aquí de cuerpo presente y me entrego por entero a ustedes. No puede ser y no será. Aquellos que me denuncian, ¿por qué lo hacen? Se esconden detrás de una pretendida verdad y en sus mentes bien escondida habita la intriga. Se han demorado en los preparativos. Han escritos folios largos con razonamientos confusos en los que se me implica. ¿Estuve involucrada yo que soy tan reacia a comprometerme? ¿Por qué yo? ¿Por qué no otra? Hablé, reconozco que hablé y dije lo que tenía que decir. Ni más ni menos. Lo justo, lo preciso, porque no podía callar. Ahora me convocan al juzgado y me imprecan con voces altaneras. Seguiré hablando. No me detendré. No me es posible hacerlo. Las palabras brotan como un géiser que se eleva hasta el cielo. Estoy segura de que apenas fueron unos pocos los que oyeron mis palabras. La mitad de ellos sabían de qué se trataba. Los demás ya lo habrán olvidado. Y la mitad de la mitad estaba de acuerdo conmigo. Quedaría alguien confundido. Y un último con toda la mala intención trastocó el sentido y le dio la vuelta a mi discurso. Me reafirmo. ¿Qué otra cosa puedo hacer? Sostengo lo dicho. Estoy clavada en el suelo y de aquí no me moveré. Tendrán que arrancarme de raíz, arrastrarme en contra de mi voluntad. Cuando llegue el momento diré que sí, que lo dije y que lo repetiré una y otra vez. Pero, no estoy segura de que hayan sido mis palabras las que provocaron que me quieran llevarme ante la justicia. Subo las gradas de madera de la Corte de Justicia, de tan viejas chirrían anunciando la llegada de los acusados. Miradas irónicas detrás de los vidrios. Se cruzan los jueces con sus trajes almidonados, sus bocas voraces ensayando las sentencias, sus miradas vidriosas dejando salir el mal que llevan dentro. La puerta enorme se abre con facilidad. Los secretarios no levantan la cabeza embebidos en copiar los mismos juicios para diferentes causas, los argumentos repetidos de condenas que de antemano están decididas. Me apresuro en declararme inocente. Nací sin pecado original. Sin mancha. Hago gala de mi transparencia, tanto que parezco una nube ligera llevada por el viento. No estoy tan segura, sin embargo, prefiero que me vean así.

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Alzo la voz y pregunto quién receptará mi declaración. Nadie se mueve. Me acerco al primer escritorio. Un hombre bajito con unos lentes que le chorrean en la nariz me observa de reojo. Hace un ademán señalando el siguiente amanuense. Toma una hoja en blanco, pregunta por mi nombre, mi profesión, mi lugar de nacimiento. Estoy dispuesta a contarle mis pensamientos escondidos y mis deseos ocultos, a decirle que sufro de un mal inconfesable que me ha llevado ante su presencia y que espero que él me comprenda. Me exige que me concentre con lo que me gusta divagar, perderme en las callas desconocidas de una ciudad que visito por primera vez, recorrer el bosque evitando los caminos marcados. Utilizando solo dos dedos se pone a escribir y cuando termina la primera hoja me extiende y me pide que la firme. Leo varias veces a ver si allí se transcriben mis palabras. Siento mucho decirle que nada de esto tiene que ver conmigo. Él insiste en que es una mera formalidad. No firmaré. Extiende su mano y señala el siguiente escritorio. Me desplazo y me enfrento con una mujer joven con un celular en la mano que me invita a tomar asiento mientras sonríe. Escribe mensajes a una velocidad salvaje. Me pasa la hoja y solicita comedidamente que estampe mi firma. Firmo y me marcho.

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2 Se me acusa sin entender que no pude hacerlo. No estaba en el lugar en ese momento en donde sucedieron esas cosas que yo las habría hecho o provocado o participado como cómplice. Me encontraba muy lejos y además había emprendido uno de sus viajes de los que difícilmente se vuelve una misma. Estaba excavando dentro de mí tratando de alcanzar el otro lado. Me hallaba en mis antípodas. ¿Cómo podría haber estado presente si yo en esos días era la muestra perfecta de la ausencia? Me había fugado de mi conciencia y de mi nombre. Me perdí tanto que ni yo misma me habría podido encontrar. Escondida en un agujero oscuro, con las ventanas cerradas y la luz apagada. No pude hacerlo. También yo me enteré a mi regreso. No le di importancia. Esas cosas pasan tan a menudo y no era conmigo. Y ahora encuentro que soy la principal imputada, con la magnitud de esta palabra y la avalancha de escritos de los innumerables abogados que me rodean y me susurran el mejor curso de acción de los hechos, la estrategia perfecta, el menor riesgo. Pero sus bocas ladinas se oponen a sus pensamientos. Entrégate, admite la culpa, sostén que estabas fuera de ti, momentáneamente desquiciada. Es decir que era un día como cualquier otro existiendo allá afuera, exiliada en un espacio reducido sin alcanzar a entrar en mi interior cálido. Mi cuerpo me resulta extraño, mi voz altisonante hiere mis oídos. Si yo no era yo ni estaba dentro de mí ¿cómo pude haberlo hecho? Tengo que demostrar mi inocencia. Supongamos, por favor, una mera suposición que no significa que admito algo, que yo pude hacerlo. Falta la otra parte, aquella sin las cual nada sucede. ¿Quise o no quise? Si se hubieran dado el trabajo de conocerme sabrían que mis deseos se mueven en cámara lenta. En mi interior se forma una pequeña burbuja deseante que estalla al chocarse con el primer obstáculo y vuelvo al estado permanente de indecisión. Surge otra que se junta con la siguiente y logran mantenerse unos segundos. Las pompas de jabón de mis deseos van y vienen efímeras e inconstantes. Mis deseos vagan insomnes por los pasillos de la casa, salen al patio, miran la luna llena y regresan ateridos a la cama caliente, a mi cuerpo que se enrosca y que necesita regresar a la soledad del sueño.

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¿Cómo logré mantener mi voluntad firme, empujar mis decisiones y así ejecutar la acción de la que se me acusa? Me hubiera tomado tanto tiempo alzar el brazo, dejarlo caer, empujar el cuerpo. Estoy imaginando que se trataba de un cuerpo. Estoy creyendo que rodó por la pendiente. ¿Cómo quise si nunca sucedió? Me temo, para mi mal, que estoy bastante inclinada a querer lo imposible, con pleno conocimiento de que nunca se convertirá en real. No pude, no quise. No estaba en mis capacidades, no pertenecía a mis deseos. No hice. ¿De cuántas maneras tengo que decirlo? Suponen que soy capaz de imaginar un crimen, un gesto de maldad absoluta contra alguien que no conozco, con quien jamás me crucé en esta vida ni en otra, que no me había hecho nada, que fue odio a primera vista y que encarné en esa persona a todas aquellas que malquería.

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3 Imagino por un momento que pude y quise. El querer se impuso a la impotencia y al fin las cosas se dieron. Ahora cabe preguntarse si lo hice sola o si me entrevisté con otros. El fiscal ha insistido, ante la falta de testigos, que fui yo sola. No me cabe en la mente. Se dan cuenta de que está diciendo que, sin nadie a mi lado, sin haberlo contado a los más cercanos, sin haberlo planificado con otros, yo lo hice. Ustedes no saben, pero soy incapaz de estar sola ni cuando quiero estar sola. Marco el primer número que asoma y le cuento que me ha entrado unas ganas locas de estar sin nadie, abandonada en mi piso y que por más que insistan no abriré la puerta. Llamo al conserje y le digo que no acepto visitas. Anuncio en las redes sociales que estaré por unas horas completamente fuera de alcance. Después de tanto mensaje se me quitan las ganas de estar sola y bajo a la calle a cruzarme con la gente, a mirarme en sus ojos, a tropezarme con sus cuerpos casi sin querer. Me instalo en un bar y soy la última en irme. Insisto hasta que contestan y cuando me preguntan qué pasó, digo simplemente que el tiempo de soledad había terminado y que estoy desesperada por encontrarme con cualquiera para lo que sea. No pude hacerlo sola porque soy incapaz de soledad. En el silencio completo de la noche más profundo me desdoblo, me parto en dos, hablo conmigo misma, discuto hasta el cansancio, me levanto, me derroto, me sumerjo en la desesperación y termino gritando de alegría de estar viva. Me abrazo con brazos que no están para mí y me beso con otra boca que recuerdo. Siento sus labios cálidos sobre los míos y se me endulza esta soledad antes insípida. Me miro en el espejo y siento la satisfacción de ser yo misma conmigo misma. Me acaricio en el vidrio, me toco a través del espejo como una nueva Alicia. ¿Yo sola pisando el acelerador en la calle secundaria, estrellándome contra el muro? ¿Yo sola lanzando el primer cuchillo contra el cuerpo desnudo? ¿Yo la única culpable? Mis pecados siempre fueron de a dos, mis tormentos son los de mi prole, mis obsesiones robadas de películas cuyos nombres olvidé. Nada en mí es propio. Llevo el nombre de una tía, tengo el apellido más común del mundo, mi rostro es idéntico al de mi madre y para colmo tengo una amiga que es mi exacto duplicado, me gustan los hombres que a ella le gustan y espío como se viste para comprarme la misma ropa. ¿Cómo sería posible que yo, por

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mi propia determinación, sin la influencia de otros, hubiera llevado a cabo una hazaña tan grande? Porque no es fácil levantar un cuerpo inerte y lanzarlo por el despeñadero. Se necesita una fuerza que no tengo, en caso de que este crimen se haya cometido. Me parece que pudo ser, pero como no soy culpable, no estuve allí y de haber estado con seguridad iba acompañada. Y ahora, por favor, me permitirían un minuto de privacidad. Tengo que conectarme precisamente a esta hora. Me esperan y quieren saber las últimas novedades. Hablo sin parar y cuento de manera tan minuciosa que la declaración que duró media hora me toma dos horas explicarla. Prometo que escribiré esta historia porque se me escaparon tantos detalles.

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4 El juez que hasta entonces había permanecido en silencio me pregunta si estoy admitiendo que hubo cómplices. Y yo: Hagamos un experimento. ¿Cómo habría pasado si no fui yo sola, sino que estuve acompañada? Digamos que los hubo. Se desconoce si fue uno o muchos. Nos habríamos reunido en un lugar secreto a maquinar. Realizamos los preparativos con el máximo de cuidado posible. Revisamos el lugar con anticipación. Seguimos a la víctima y en el día indicado asestamos el golpe. Sin embargo, me gustaría que el fiscal tome en cuenta de que aun la planificación más detallada falla. En la vida estamos lejos de controlar los sucesos. A cada momento, las cosas se nos escapan de las manos. ¿Cómo un acontecimiento de ejecución tan delicada salió sin el menor error? Se cruzó repentinamente un ciclista y presenció los hechos. Desde una ventana con la luz apagada nos observaban sin que nos demos cuenta. Unos niños trasnochados en el parque, escondidos detrás de los arbustos, registran nuestros movimientos. Entre los complotados fue difícil asegurar que guardaran silencio. Uno de ellos le contó a su compañera, esta a su vecina y la noticia comenzó a regarse. Me ha pasado tantas veces que me llaman a contarme el último secreto que me apresuro a dar a conocer a las de mi círculo. El único secreto que se guarda es aquel que no se cuenta y que permanece en nuestro interior. Los demás corren apresurados de oído en oído. Por más que la policía se ha esmerado en encontrar a mis compañeras de crimen, ellas permanecen ocultas. Ni un solo testigo se ha presentado. Han interrogado a vecinos, transeúntes, gente trasnochada que pasaba por allí, taxistas. Nadie vio nada. ¿Con qué acto de magia las hice desaparecer? ¿En dónde se encuentran en este momento? ¿Por qué guardan un silencio tan obstinado si saben que, de descubrirse, lo pasarán muy mal? Es difícil de creer que mis amigas preocupadas por sus tediosos trabajos tuvieran tiempo y audacia para meterse en un lío tan grande. Otras empeñadas en sus vidas personales, discutiendo interminablemente con el mundo entero, sumergidas en sus pasiones bajas o elevadas, se hubieran reído de mí si les hubiera propuesto.

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Cuando nos encontramos hablamos de nosotras mismas. Cada una quiere ser escuchada, nos arrancamos el turno para contar con todo detalle las minucias de nuestras existencias anónimas, banales, que son tan importantes ante nuestros propios ojos. No alcanzo a concebir que una de ellas con sus terribles dolores de cabeza soportaría la presión. Todas somos un poco paranoicas, algo hipocondríacas, declaramos ser infelices a más no poder, eso sí con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Nosotras fatigadas arrastrando nuestras historias, mintiendo y adornando, torciendo una verdad, no queríamos engañarnos solamente mostrar un lado interesante, tener algo que mereciera ser oído sin que las otras pensaran que es lo mismo de siempre repetido hasta el hastío. No, señor juez, no tuve cómplices. Tampoco lo hice sola. Declaro bajo juramento que no fue ni sola ni acompañada. Así es mi vida: me siento sola cuando estoy con los demás y cuando no están, no dejo de tenerles presentes y no podría vivir sin ellas. ¿Qué clase de persona sería se las hubiera arrastrado conmigo? ¿Acaso la conciencia que tienen les dejaría en paz? En ese momento habrían corrido a la primera comisaría a confesar en medio de llantos y gritos. Y no, señor fiscal, algunas de ellas que están aquí detrás de nosotras, se las ve alegres, bien acomodadas en sus asientos, gozando de su pequeña paz mientras aplauden presenciando el espectáculo que estoy dando.

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5 Nada es. Sí, nada es. No, nada es. Unir nada y ser no tiene sentido. Sencillamente nada. Nada. Las letras negras que vibran en la pantalla dicen demasiado. Y aun así queda el fondo blanco demasiado cierto. Apenas se ha formado un espacio. Una breve separación. Luego regresa con toda su furia el signo. Habría que hacer un hueco y que al otro lado el mundo entero haya sido vaciado. Expresar la desnudez completa, el paraje desolado, el desierto deshaciéndose en una nube de polvo. Mostrar el agujero que se abre ante nosotros. Caer en él. Disolvernos. Perdernos. Sin recuerdos. Nada que ver, nada que sentir, nada de nada. Aniquilamiento. Aplastar el planeta entero y esparcirlos por el espacio. Golpear átomo con átomo, partícula con partícula y quedarnos con la huella de su recorrido en la cámara de vapor. Después quitar todo: el acelerador, los físicos, la energía, la masa. Amanecer y encontrar que un pedazo de brazo ha sido arrancado por un sacabocados. Intentar recordar y solo toparse con neuronas muertas. Entrar a la habitación y la mitad ya no está. Vértigo de la negrura, deseo de sumergirnos, hundirnos, tocar las profundidades, quedarnos flotando en el espacio oscuro por miles de años girando arrastrados por la gravedad de una estrella muerta. Sensación que se deslíe en el calor y se evapora. Emoción aplastada por la aplanadora de los días. Tristeza borrada por una leve sonrisa. Hablamos lenguajes diferentes. Somos incapaces de entendernos. Gestos incomprensibles, mensajes cortados, códigos desconocidos. Canción escuchada una y otra vez en el disco rayado de la existencia. Nada es. Nada puede ser. Nada quiso ser. Imposible. Aquello cuya presencia, por el solo hecho de estar allí, implica contradicción. Somos y no somos. Con el paso del tiempo desembocamos en el mar del no ser. Puertas cerradas, luces apagadas, ruidos amortiguados, edificios derruidos, ciudades quemadas, bosques arrasados por miles de bombas de hidrógeno, árboles arrancados de raíz, autos triturados. Intenso amor por nadie. Desbordada pasión por ninguno. Paranoico perseguido por su propia sombra. Dementes escribiendo la historia de la humanidad. Recuerdos de las vidas imaginarias de los otros. Ternura por el lodo que se pega en los zapatos. Aullido que se sostiene en las bocas de la gente desconocida.

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No me dirijo a ti, no te hablo a ti seas quién seas. Angustia porque nada es. Angustia por nada. Angustia. Andamos en círculos, seguimos nuestras propias huellas, estallamos hacia dentro, caemos arrastrados por la gravedad del agujero que tenemos dentro, en el centro del cuerpo, que asciende hasta el rostro y lo borra definitivamente. No te reconozco. No me reconoces. Y aunque supieras quien soy hace tiempo que te habrías olvidado del discurso preparado, del reclamo que tenías, de la indignación que te agitaba. Damos lo que no tenemos, tomamos lo que no necesitamos. Nos aferramos a una plancha ardiente que nos quema las manos. Bebemos el agua amarga como si fuera el manjar más dulce. Somos lo que no somos. En realidad, no somos. Si entramos a la habitación a donde hemos acudido al llamado oímos el grito que estalla en nuestros oídos: No, no, no. Y el portazo que se estrella en la cara.

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6 Me dejan boquiabierta las palabras del fiscal. Con o sin cómplices soy culpable. No hay escapatoria. Antes de que se apresure a sentenciarme propongo que sigamos con pruebas y razonamientos. Digamos que estuve presente cuando se dieron los hechos, en compañía del grupo de encubridoras. Coloquemos esta premisa que no está suficientemente probada solamente para ver a dónde nos lleva. Se ha dicho en los alegatos que soy únicamente la autora material. Otro habría movido los hilos, Otro maquinó el crimen. Alguien que permanece en las sombras y que intenta reírse de la justicia, práctica tan común entre nosotros. Hubo un autor intelectual. Y yo fui movida como un títere. ¿Creen que me siento ofendida? ¿Piensan que me resulta incómodo sentirme como una marioneta? Encuentro atractivo sentarme en las piernas del titiritero que agita sus dedos y la voz gutural del ventrílocuo que habla en vez mío. ¡Qué hermoso gesticular sin decir palabra! ¡Qué dicha que otro mueva mi cuerpo y que no tenga que ejercitar mi voluntad! ¡Qué descanso del tráfago de los largos días inútiles que se suceden sin saber hacia dónde van! Fui yo sin estar en mis cabales que hice rodar la cabeza lejos del cuerpo. Me temo que esa cabeza quedaba muy mal en ese cuerpo. No hacían juego. Se sentía prestada, incómoda. Tendían a desplazarse en sentidos contrarios. Era un favor que él esperaba mucho tiempo. Después nos sentamos en la acera a conversar por horas. Vimos amanecer. Él sosteniendo cariñosamente su cabeza entre los brazos. Yo hablando sin mirarlo. Puras especulaciones. Nada se ha dicho de los mecanismos de persuasión que usaron en mí. ¿Cómo me convencieron? ¿Qué me ofrecieron? ¿Qué recibí a cambio? ¿En qué cuenta está el dinero que recibí? ¿Me repartí el botín con las demás? Miraron en mi banco, revisaron los balances, revolvieron el departamento. Ningún descubrimiento. ¿Qué ganaría yo con este acto tan brutal? Porque de eso se trata seguramente. Me imagino que alguna cabeza habrá caído. Sería bueno saber de qué me acusan. Si no estuve allí, mal puedo conocer los hechos. Si no tengo motivos, al menos me habría beneficiado. Cierto que soy muy fácil de convencer. Me gusta decir que sí y evitar la sarta de mentiras que te dicen para que aceptes.

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También soy muy variable. Acepto e inmediatamente cambio de opinión. Digo sí y me asaltan las dudas. Certifico que lo haré y rompo mis promesas. No hay placer tan grande como no cumplir con una promesa. ¿Por qué comprometería mi futuro? Quiero ser libre. Hacer y deshacer a mi antojo. Un crimen de esa magnitud no se comete porque se me haya venido al estómago un antojo. Prefiero cosas más simples. Una barra de chocolate, un dulce de guayaba, un sorbo de tempranillo, unas anchoas en la sopa. Entonces, el hombre que estaría detrás como un mago tirando de los hilos, ¿qué me dio a cambio? No soy tan ingenua. Tuvo que haber una compensación, un intercambio, un toma y daca. Pido un receso. Hemos llegado a un límite y se está saliendo de curso. Es mi vida la que está en juego, así que tengo derecho a detenerme por un momento. Volveremos mañana. La prensa necesita tiempo para enseñarse. Al salir posaré. Me gustan las sesiones de fotos y este traje azul me viene de maravilla.

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7 Exhausta. Los días frente al juez, la maraña de documentos, informes, pruebas, la insoportable voz del fiscal, la gente que me da ánimos, los que me sonríen, las redes sociales que ya me han condenado, me han dejado exhausta. Han sacado a la luz mi vida entera. Han expurgado mi alma y la han colocado ante la mirada inmisericorde de los extraños. He quedado expuesta. No me queda nada. Trato de distraerme leyendo, caminando, durmiendo. No me es posible. En mi mente se repiten los argumentos, los razonamientos, las sugerencias malignas. Sigo sometida a indagación por dentro y por fuera. ¿Cuándo terminan conmigo? Dense prisa. Quiero recostarme y dejarme ir en un sueño profundo. Marcharme en el primer tren que encuentre a una ciudad desconocida en donde pueda ser una completa extraña y al mismo tiempo, una más, indiscernible, mimética, sin número de teléfono, sin Facebook ni correo electrónico. Borraré mis datos, me cambiaré de nombre y de rostro. ¿Se irán los recuerdos de estos días nefastos? Alguien que me cuente cómo se pierde la memoria, de qué manera se deja atrás una vida entera. ¿Por qué tenemos que vivir una sola vida? ¿Por qué, llegado un momento de la existencia, no podemos convertirnos en otros sin recuerdos del pasado? ¿Por qué esta persistencia de nosotros en nosotros mismos? Me han esquilmado. ¿A dónde ir? ¿En dónde me refugiaré? A donde voy me reconocen, me señalan. Hablan de mí a mis espaldas. Se disputan a dentelladas la presa. Creen saber cómo y por qué lo hice. Necesitan que sea culpable, si no perderían el interés. Si me acerco, se retiran. Si intento hablarles, hacen como si no me oyeran. ¿Qué de lo que fui aún está conmigo? Si escapo será para ellos una señal de que soy culpable. Si permanezco en la ciudad, he perdido la vergüenza. Salgo a caminar en la noche. Evito cruzarme con los transeúntes trasnochados. Doy vueltas, dibujo laberintos, me vienen ganas de tirarme de uno de los puentes. Me detiene la sensación de vértigo que odio. Leo los periódicos, oigo las noticias en la televisión. Todos los días hay una actualización del caso. Nadie dice cuál fue el crimen. No hay rastro de los hechos. Se dice que se cometió. ¿Qué pasó realmente? ¿Por qué me han señalado desde el inicio? Se me cruza en mi destino la ola inesperada de la desesperación.

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Estoy sola. He descubierto que siempre lo estuve. ¿Cuándo se acabará esta pantomima? La maldita comodidad les impide buscar otro sospechoso. Puede ser que uno de los acusadores sea el culpable. Estoy metida en una máquina de encubrimientos y la verdad sigue enterrada seis metros bajo tierra. Alguien que me socorra. Alguien que me muestre el camino de salida. Alguien que huya conmigo. No puedo más. Hago el esfuerzo, pero no puedo más. Estoy harta. Vomitaré hasta el último pedazo de rabia que tengo dentro. Me digo: mañana será otro día. Me levantaré. Me arreglaré y me veré hermosa. Iluminaré mi cara con una enorme sonrisa. Dejaré que me fotografíen antes de entrar al juzgado. Mañana. Hoy estoy exhausta.

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8 Sacan una acusación que se estaban guardando bajo la manga. El as inesperado de la baraja. Esperaban el momento propicio. Se les agotaban las elucubraciones. Se terminaban los acertijos. Me uní a los enemigos. Me pasé del otro. Crucé un límite que estaba prohibido y del que no hay regreso. Ellos, los enemigos, me pusieron a prueba. Exactamente a las doce en la última estación del metro cuando apenas quedan unos pocos pasajeros. No se quería nada espectacular. Lanzar una bomba de humo y unos panfletos. Una acción desesperada que pretendía llamar la atención. Presurosa cumplí el mandato. ¿Se descubrió la guarida de los enemigos? ¿Se conocen sus identidades? ¿Se les persigue? ¿A alguno de ellos le están interrogando en la comisaría? La prensa lo hubiera difundido. Los chismes habrían corrido de un extremo al otro de la ciudad. Las voces de siempre pedirían un castigo ejemplar. Se les mostraría en la televisión. Exhibidos como animales salvajes encadenados con la ropa media destrozada y la sangre chorreando de sus cabezas. Ahora se admite, así, sin más, con todo el descaro que lograron escapar de las redadas y que seguramente salieron del país. Por eso, se me pide, se me exige, se me amenaza, para que diga sus nombres. ¿Parezco una delatora? ¿Traicionaría a aquellos con los que comparto mis convicciones? Y si no tengo afinidad alguna con ellos, ¿por qué guardo este silencio obstinado? ¿Qué gano con permanecer callada? ¿Por qué los protejo? Pretenden que es suficiente prueba el haberme manifestado contra la justicia y que haya criticado a los jueces y lanzado frases despectivas al alcalde. Estoy catalogada, encasillada, membretada. Llevo una marca en la frente que me identifica como uno de ellos. Nada de este es verosímil. Si tuvieran un poco de sentido común me habrían dejado ir hace rato. Pero necesitan su chivo expiatorio. ¿Quién cargará con el desastre que ha armado? ¿De dónde sacarán a quién culpar? Me tienen a mí. No soltarán la presa. Exijo que se me libere inmediatamente. No estoy en posición de exigir. Tampoco me inclinaré a pedir clemencia. Quisiera mencionar una palabra extraña en estos juzgados. Causará consternación y escándalo. Justicia. Hace tanto tiempo que no se la ve por aquí. No se sabe a dónde se ha marchado. Hay quien sospecha que nunca existió, que es un invento de los reos que inventan cualquier cosa y así evitar la condena.

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Sería bueno que los enemigos asomaran. Por lo menos uno. Me haría un favor muy grande. Pondré un anuncio en el periódico: Enemigos, por favor presentarse en el Juzgado Quinto a las tres de la tarde. Se ofrece buena recompensa. Si no van a venir, manden un mensaje, den señales de existencia. Pasan los días. Silencio. Han desaparecido por completo. Ni un solo rastro ni una huella. Se volvieron invisibles. Atravesaron las fronteras sin que los guardas se dieran cuenta. Tomaron un vuelo y no quedaron registrados. Sus cuerpos etéreos evitaban las cámaras de seguridad. Tampoco dejaron detrás una dirección, unos autos abandonados, unos vecinos asombrados. Suponiendo que sea cierto que estuve del lado del enemigo, ¿en dónde están? ¿Por qué no salen a reclamar la autoría de los hechos? ¿Por qué no me desmienten? Si estaban interesados en hacerse publicidad, ¿por qué callan?

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9 Nada es conocible. El conocimiento es una pretensión. Un supuesto que no llega a darse. Un red lanzada al mundo que sale vacía. Atrapamos peces muertos. Capturamos pájaros azules que en nuestras manos se vuelven negros. No depende de nosotros. Nos esforzamos. Batallamos. Diseñamos máquinas cada vez más perfectas que arrojan vapor que se disuelve en la mañana fría. No somos nosotros los que fallamos. Son las cosas las que se nos resisten, las que se escapan de las manos, las que huyen de la mente. Evitan que penetremos en ellos y nos dan a cambio sombras que nosotros atrapamos en nuestras manos ansiosas. Somos nosotros los que estamos demás. Ellas pueden prescindir de nosotros. No hacemos falta. Conocer es una ilusión, un truco de la mente, una alteración de la percepción. Terminamos en callejones sin salida. Comenzamos en nosotros y cerramos el círculo en nosotros mismos. Quizás nuestro ser es demasiado débil y el mundo nos traspasa con toda libertad. A veces aparecemos como un arcoíris, gotas de lluvia reflejando la luz del sol. Frágil fenómeno etéreo, eso somos. Y en nuestra pretensión imaginamos que penetramos en el núcleo de las cosas, que llegamos al centro de su ser, que comprendemos sus causas y sus consecuencias. Desvíos, paradojas, falsedades, falacias. No hay conocimiento. La dura presencia de esta roca anónima girando en torno a un sol moribundo es lo que hay. Nosotros cabalgamos el potro indomable que pronto se sacudirá y nos lanzará al polvo. Somos una presencia fantasmal que atraviesa por el bosque húmedo. El chirrido de las chicharras tiene más sentido que nuestras habladurías. La corriente del agua chocando con las piedras, espumándose, contiene más verdad que los teoremas. El único postulado que se sostiene con derecho propio es el canto de los pájaros del amanecer. Una hormiga sabe más que todos nosotros juntos. El conocimiento acumulado es ceniza de árboles quemados que desaparecerá con el primer soplo del viento cálido del verano. ¿Qué sabemos? ¿Qué pensamos? ¿Qué es aquello que impregna nuestras pupilas y no logramos reconocer?

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¿Y qué son estas vibraciones que llamamos ideas sino excitaciones pasajeras del aire caliente en el asfalto? ¿Acaso los conceptos no surgen por un acto de magia? No pensamos. Somos pensados. Pesadillas pasajeras de dioses inexistentes. Partículas existiendo por millonésimas de segundo antes de volver a la nada. ¿Conocer? ¿Nosotros? Cuando nacimos se nos velaron los ojos. Desenfocamos. El cristal a través del cual miramos siempre está empañado. Nuestra mente que era miope ahora es présbita. Escribimos incansablemente y jamás alcanzamos a decir el mundo tal como es. ¿Qué nos queda sino reconocer nuestra plena ignorancia, nuestra ignorancia de nuestra ignorancia? Ni siquiera sabemos que no sabemos. Simplemente no sabemos. Las cosas permanecen en su absoluta indiferencia y nuestra inquietud les tiene sin cuidado. Miramos al cielo y vemos las estrellas fugaces. Así somos nosotros. Cometas que un sol ilumina por unos instantes y después vagamos por el universo silencioso como sucias rocas congeladas. No conocemos. No podemos conocer porque nada hay que conocer.

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10 Digamos que me puse del lado de los enemigos. La lógica dice que debí irme con ellos. Aquí no sería aceptada. Me verían como una amenaza. No tendría lugar en donde vivir y los míos se negarían a recibirme. Sería expulsada de la ciudad, portadora de una enfermedad contagiosa. ¿Quién me permitiría volver? ¿Quién se atrevería a perdonarme después de la traición? Adivino que se trata de una traición. No hay cuerpo del delito. Se trata de otro tipo de crimen. Yo que me estaba imaginando un hombre sin cabeza, un cuerpo apuñalado, un envenenado convulsionándose. Demasiada elucubración. Si he decidido presentarme cada tarde en este juzgado, a pesar de que pude escaparme, quiere decir que no tengo aliados, que no sabría a dónde dirigirme ni dónde encontrarlos, porque no existen. Son una invención del fiscal. Debería dedicarse a la literatura. Sus discursos son obras de ficción bastante simplistas. Se nota que le falta vuelo, altura, una cierta elegancia. Encubre su torpeza con acusaciones descabelladas. Sería muy doloroso carecer de una casa a la que regresar y de unos brazos que me recibieran bien abiertos. Extraño la algarabía en las tardes frías sentadas frente al fuego, pegadas unas a otras evitando que el calor se escape. Ellas esperan por mí. Ahora mismo estarán en la ventana esperando que llegue. Y yo aquí tratando de deshacer este ovillo enmarañado que me envuelve. Adivinan que estuve complotada con unos extraños a los que nunca he visto. Habría conspirado con ellos. Alterar el orden a cualquier precio. Pero este orden ya es un caos, apenas si se sostiene en pie. ¿Qué necesidad de empujarlo más abajo todavía si se despeña por si solo? ¿A qué poner más caos en el caos? No me necesitaban para eso. ¿Qué haría yo viviendo con ellos? Sospecharían de mi a cada instante. Si traicioné una vez podría hacerlo de nuevo. Me volvería contra ellos y vendría ante ustedes. Me hace gracia eso de ser agente doble. Con la mitad del rostro les sonrío, con la otra les aborrezco. Pareciera una máscara de teatro. Me quedaría en el limbo. Ellos desconfiarían de mí y ustedes me perseguirían hasta condenarme. ¿Qué gano con esto? ¿Me colocaría yo misma en una situación tan absurda? Me gusta ponerme en el límite y cuando estoy a punto de dar el salto retrocedo asustada. En mí todas son intenciones truncadas, anhelos frustrados.

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Soy la persona más audaz en mi mente. Me lleno de osadía cuando duermo. A la mañana siguiente vuelvo a la cobardía de siempre. Tengo miedo de cruzar la calle, de ser perseguida cuando regreso a casa, de que me asalten en la esquina, de cualquier persona que se cruza conmigo y me mira a los ojos. ¿Cómo sería capaz de traicionar? No está en mí el engaño. Me asusta el solo hecho de pensar que me puedan descubrir. Le cuento a ellas mi itinerario. Explico qué dije, con quién me encontré. No me guardo nada. ¿Me quedaría con la boca cerrada? No. Me picaría tanto la lengua que hubiera contada a una decena de personas. ¿Podrían los enemigos haberse acercado a una persona tan habladora? ¿No hubieran preferido alguien más callada?

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11 Me acusan sin certezas. Meras suposiciones. Esperan que yo tenga pruebas. No las tengo. No puedo tenerlas porque no sucedió y si pasó, no estuve allí. Y si lo presencié, no tuve participación alguna. He sido atrapada en la telaraña de las contradicciones. Me exigen que presente testigos que declaren a mi favor. Reclamo que ellos comprueben sus aseveraciones. Palabras que van y vienen y no llegamos a nada. Los días pasan, el juez dormita, la prensa se ha cansado de mí, he dejado de ser noticia. Nos enfrentamos el fiscal y yo, ninguno cede un milímetro, no se hacen concesiones. El afirma, yo niego; el asevera, yo refuto. Horas desperdiciadas. Vida que no regresará. Empiezo a dudar si lo hice o no, tal vez en un estado de inconciencia o drogada o manipulada. Algo recordaría y no encuentro un rastro dentro de mi cabeza. El juez se mueve y abre los ojos. Pregunta en dónde estamos. El fiscal cree que estamos llegando a las conclusiones y que falta la sentencia que, para él, será evidente. Cadena perpetua. Aislamiento total. Prohibición de visitas. Pide que sea sometida al peor de los confinamientos, que nadie me hable, que nadie me mire. Condenada a la soledad como si no lo estuviera desde hace mucho tiempo, desde mi origen en el vientre de mi madre buscando con las manos un gemelo, otro rostro que me acompañara en la oscuridad. Pido la palabra. El juez se niega a dejarme hablar. Solicito leer las hojas que he preparado con tanto afán. Quiero referirme a las cosas que no pasaron, al crimen que no se cometió, a la ausencia de cuerpo del delito, a la desaparición de los testigos, a la incongruencia de los argumentos esgrimidos, a la parafernalia de notas de prensa que han probado hasta lo improbable. El juez rechaza mis palabras. Me ordena que me calle. Me amenaza con enviarme en ese mismo momento al calabozo. Me siento desconsolada. Bajo la cabeza. La derrota me aplastará contra el suelo. Quedaré triturada. Será lo mejor. De esa manera ya no tendré que pensar. Alejaré las reflexiones interminables, olvidaré los recovecos de las premisas, la alteración de las conclusiones, la retórica infame en la que me atrapo a mí misma como una araña confundida. Seré una breve noticia en la última página: Se dictó sentencia y como era previsible fue condenada a … Nadie se enterará y seré recluida, definitivamente encerrada, obligada a contemplar mi rostro una y otra vez, cada mañana, cada tarde, cada

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noche. Mediré mi celda. Sabré cuantos metros cuadrados tiene. Seguiré el rastro el movimiento del sol en las estaciones. El juez carraspea. Se alisa el poco cabello que le queda. Pide a los abogados que se acerquen. No puedo oír su cháchara. ¡Qué importa! Todo está decidido. Estaba escrito en mis genes. Tenía que sucederme a mí. ¿A quién más? Siempre me dijeron que la mala suerte me perseguía. Evite cruzarme con ella solo para ir directamente hacia ella. Los abogados regresan a sus sitios. El mío no me mira. Temo lo peor. El fiscal ha fruncido el ceño. La poca gente que ha venido esta tarde espera el desenlace bostezando. Algún periodista despistado se asoma por la sala. Un fotógrafo toma la última foto antes de que me lleven para siempre. El juez pide nuestra atención. Nos ponemos de pie y entonces con voz grave declara: El señor fiscal no ha probado de manera suficiente que se haya cometido un delito. Tampoco ha presentado pruebas irrefutables de que la acusada participara en el presunto crimen. Desde luego, sospechamos que la acusada es culpable, aunque no sabemos de qué. Por eso motivo, no es posible declararla inocente pero tampoco culpable. Así que puede marcharse porque su causa se suspende sine die.

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12 Nada es comunicable. Me gustaría que habláramos, aunque es un ejercicio inútil. Diré y entenderás lo opuesto. Afirmaré y creerás que hemos negado. Somos un malentendido perpetuo. Deambulamos en un nebulosa de significaciones queriendo encontrar un código secreto que nos permita descifrar las palabras. No existe. No puede existir. Si únicamente proferimos sinsentidos, ¿por qué exigirnos que seamos coherentes? El sentido del mundo se encuentra fuera del mundo. Mostrarlo provocaría un daño irreparable: comprender que alucinamos y que los otros forman su imagen del mundo con nuestras alucinaciones. Siéntate aquí a mi lado. Conversa conmigo. Pretenderé que te entiendo y tu asentirás con la cabeza fingiendo que mi idioma es el mismo que el tuyo. Miraré tu rostro y me reiré cuando crea que has dicho cosas graciosas. Derramarás unas lágrimas ante mi cara acongojada. Más allá no podemos ir. Consuélate con mi presencia y yo me apoyaré en tu brazo. Caminaremos por el parque. Te diré el nombre de los árboles y tu pensarás que hablo del tráfico insoportable. Abriré mi boca para decir mis deseos y tus oídos escucharán la interferencia que viene del fondo del universo y que no termina por callarse de una vez y por todas. No hablamos. Es el ruido del primer estallido que hace vibrar las copas de cristal en las que bebemos, tú escancias vino rojo y yo un brandy. Ambos estamos convencidos de que es la misma bebida. Te digo que sí, que creo en ti profundamente. Te contaré cómo ha sido mi existencia. Ante ti pongo mi vida entera. Quiero entenderte y que me comprendas. Tú mueves la cabeza de un lado para otro, te golpeas la cabeza, zapateas y gritas. No puedes aceptar que haya cometido tantas torpezas, que me haya equivocado de una manera tan atroz. Estás impedido de oír lo que digo y no queda otra alternativa que suponer. En este juego de equívocos ambos nos damos cuenta de lo que pasa. Dejamos de hacer el esfuerzo por comunicarnos. Desistimos. Me levanto y te llevo conmigo. Paseas conmigo en esta tarde de agosto sometidos al calor del verano. Yo siento que ardo. Tú te abrigas porque ha comenzado a enfriarse el día.

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¿Nos quedaremos juntos? ¿Cuándo cruces la calle esperarás que te acompañe o me estarás abandonado? Nunca lo sabremos. Yo también me daré la vuelta y aceptaré la pérdida. Y tú, para tus adentros, te preguntarás por qué decliné la invitación. Tú querías que me fuera contigo y yo mire en tus ojos una distancia y en tus labios un sabor a despedida. Si nada se puede comunicar, entonces dejaré de escribir. Levantaré los dedos del teclado. Apagaré la computadora. Cerraré la puerta. Saldré a la calle. Me embarcaré en un tren que lleva al norte, a pesar de que mi voluntad era ir al sur. Y cuando llegue a ese destino inesperado un hombre alto con un sombrero caído al lado izquierdo, con su traje polvoriento, me reconocerá. Se lanzará a abrazarme. Es un desconocido que saltará de alegría por mi regreso. En ese momento tomaré la decisión de convertirme en ese otro que el hombre de la sombra alargada espera. Adoptaré el nombre con el que me llama. Me subiré a su auto y partiré a la casa en donde él me dice que viví por mucho tiempo. Todos se han ido. Ha quedado él en la espera que creía infructuosa. Se siente dichoso. Sirve los tragos. Brinda por mi regreso. Brindo por mi exilio en el que me quedaré por el resto de mi vida.

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Eliécer Cárdenas Espinoza

BELKIS, LA REINA DE SABA

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Salomón, Rey de las doce tribus de Jacob, se hallaba sobre su trono de ágata y zafiro dispuesto sobre la explanada en la cual se edificaba el Templo, entre el incesante ajetreo de los trabajadores que, ora portaban maderas preciosas o cargaban bloques de granito, ora arrastraban mediante parejas de bueyes los orlados paramentos de mármol que ornarían los gigantescos capiteles, las naves, las estancias donde el monarca quería honrar a su Dios. De pronto un temblor imperceptible en las arenas del desierto circundante se convirtió en remolino, y éste se volvió un simún, la tormenta con que las arenas se revolvían de cuando en cuando contra la fertilidad exigua de los oasis. Iba el Rey a ordenar a los súbditos que suspendieran sus labores y se resguardaran al abrigo de las tiendas fabricadas con pieles de camello, cuando el astrólogo se postró y le dijo que aquella crispación de las arenas no era obra de los vientos que los espíritus del desierto agitan, sino efectos de una larga, larguísima caravana que, habiendo atravesado de parte a parte la Idumea y la Arabia venía desde los confines conocidos del Sur, de la misma Saba. Salomón recordó entonces el mensaje que alguna caravana extenuada por innumerables jornadas de viaje trajo a su corte hacía algunos meses: que cierta reina del país de Saba llegaría ante su presencia a fin de honrarlo y solicitar de su portentosa sabiduría, conocida en Egipto, Asiria, Persia y las Arabias, un remedio. El monarca se dirigió a su residencia a fin de aguardar el arribo de aquel séquito que por lo numeroso conmovía a las dunas del desierto. Dispuso que en los aposentos reales hubiese de todo: miel, cordero, aceitunas y dátiles, vino de Chipre con esencia de aloe, pan y peces, en cantidades apropiadas para alimentar a no menos de tres mil huéspedes, y el forraje necesario para que pazcan en los pesebres y las caballerizas doce mil camellos, tres mil caballos y cinco mil asnos. Su previsora sabiduría había prefigurado la muchedumbre de humanos y animales que integrarían la caravana de la Reina de Saba. Cuando ella bajó de las andas de oro, transportada por esclavos nubios del color de la noche, Salomón observó que la Reina Belkis era muy joven y su cutis semejaba a los pétalos de las rosas damascenas, y sus labios tenían la contextura del coral. Desde las terrazas del Palacio, las cien esposas y las ochocientas concubinas del Monarca apreciaron el resplandor que aureolaba la figura de aquella mujer de hermosura sin par.

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- No debes de postrarte ante mí, un simple mortal a pesar de mi sabiduría y mis riquezas- la levantó Salomón, y mostrándole el aún inconcluso templo, agregó-; este es el santuario que preparo al Altísimo y así mi vida quedará justificada ante las generaciones futuras. Belkis alzó el rostro. Su belleza fulguraba hasta opacar la luz diurna y borrar la certidumbre de las hermosuras del universo entero. - Eres perfecta- dijo Salomón. - Mírame si lo soy- respondió la Reina de Saba, y levantando unas pulgadas de su túnica de seda recamada de piedras preciosas de la India, mostró al sabio lo que jamás había enseñado a ningún humano: su pierna izquierda era la de una cabra, lanuda, unos huesos recubiertos de cuero y rematado en filuda pezuña. - Cuando mi madre iba traerme al mundo se prendó tanto de una cabritilla de las montañas yemenitas, que nací con la huella de esa impresión. Tú que eres el más sabio del mundo, tú que conoces al dedillo los secretos del Universo, ¿puedes remediar mi atroz deformidad? Los súbditos del Monarca miraron desde diversos ángulos de la gran explanada donde se construía el Templo que él comenzó a caminar en círculos, y una nube de color ambarino cubrió a Salomón y la Reina visitante venida de tan lejos y con tal acopio de riquezas. Los magos luego dijeron que Salomón convocó a tres genios que moraban en el desierto y por el poder de su Sello les ordenó cambiar la pierna de cabra de Belkis por una perfecta de mujer y que al punto los genios obedecieron el mandato, y en lugar de la deforme y repugnante extremidad, Belkis se vio dueña de la pareja de su perfecta pierna derecha. La añosa sabiduría del Rey de Israel no pudo contener el torrente que se desató en su pecho cuando la adolescente Reina Belkis lo llevó de la mano hasta la magnífica habitación que Salomón había ordenado preparar para ella, y entre almohadones de suave plumaje de polluelo de avestruz, embargado por los perfumes de sándalo y de mirra que la Reina de Saba había llevado hasta las áridas tierras de Judá, sucumbió a la tentación de aquel cuerpo oferente como una rosa ante el clamor tempranero del rocío. Salomón fue dichoso unos segundos, y en ese lapso toda su sabiduría se le borró de la mente para dar paso al omnipresente placer de sus sentidos vueltos a la juventud.

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Cuando de la caravana de la Reina Belkis no quedaba ya más que una línea fugitiva en el lívido desierto, Salomón tomó su cálamo, desenrolló el pergamino y comenzó a escribir su “Cantar de los cantares” en tributo y recuerdo a la Reina de Saba, que sin saberlo aún llevaba en sus entrañas al primer León de Judá de la estirpe de los reyes inmortales de Abisinia.

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Genoveva Mora Toral

Militante de barrio

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Bien dicen que las historias se construyen de recuerdos provistos de un telón de fondo, de una escenografía que los agranda, no importa cuán precisa sea porque al final de cuentas la famosa memoria es también una construcción harto falseada del pasado. Un día de esos nos movimos del departamento con terraza, peligrosamente conectada al tejado vecino, que cubría parte del patio de ‘la central velasquista’, esa casa que se llenó de ruido cuando el doctor Velasco llegó a Cuenca y lo vimos, literalmente, instalados al filo de un alero. Como quien dice el destino fue generoso y nos llevó a una vivienda a ras del suelo, la casa de los Corral, familia principalmente de varones, recuerdo a los más jóvenes, ya mozuelos y de buen ver, especialmente, el Suco, seguramente universitario, quien con frecuencia socorría mis apuros cuando Mama Pancha no habría ‘pronto’ la puerta. María Auxiliadora fue mi barrio de la niñez, vivíamos exactamente al frente de la Iglesia, con un parque de por medio que, tenía más bien la apariencia de un gran patio encementado multiuso, poco espacio verde alrededor, donde nos sentábamos a mirar el juego de fútbol de los guambras, y alguna tarde montábamos bicicleta, dependiendo de la generosidad del que tenía una; patinábamos, mejor dicho arriesgábamos el chupatullo en esos patines de hierro, de hecho, casi siempre era un chulla patín por nuca. En esos años cuando la vida era simple y el acontecimiento del día consistía en convencer a Mama Pancha que acceda acompañarla al mercado, donde un par de veces le propusieron - Venda a la Suquita… -Nuestá de venta… y seguíamos la jornada que cerraba gloriosamente con un morocho caliente y una rodilla de Cristo. El resto del tiempo se iba en inventar juegos, hacer casitas (los roles forjaban ya esa subjetividad femenina), cocinar, cuidar las guaguas, era un modo de aprendizaje y cómo no, de asumir eso de ser mujer. Así lo recalcaba insistentemente la sabia mujer: -“venga a lavar los platos, recoja… pele las papas sin desperdicio porque eso se ha de hacer leña para el infierno; aprenda para cuando sea grande, sí tiene plata a que sepa mandar, sino para que sepa hacer”

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Los años de la escuela me enseñaron no solamente a escribir, sino a enfrentar la aldea con sus frías mañanas en las que veía a las señoras de manta salir de misa, y yo aligeraba el paso para llegar a la mía, primer grado y una fe de primera, tanta que, ni el intento de rapto, o mal chiste del ‘diablo ocioso’, cambió mi determinación; tampoco sucumbí al delicioso olor de esas palanquetas que vendían en varias esquinas, bueno, no contaba con los dos reales para comprar, a pesar de que fue una de esas señoras la que me salvó el pellejo. La rutina diaria incluía largas caminatas a la escuela, llegar a las Catalinas obligaba desplazarse cuatro veces al día, ocho o diez cuadras, con parada de rigor en los anuncios y fotos del Candilejas, ese cine al que no entraba todo el mundo, y que la ‘supina ignorancia’, quién había dicho esa frase y quién sabe qué era eso, pero así lo escuchaba por ahí; no entendía que se trataba de cine arte, quizá aquellas imágenes eran de películas de Bergman, Truffaut o Godard, las que atraían mi atención, y las auscultaba con inmensa curiosidad, con profunda contemplación, cuadro a cuadro, sin tomar en cuenta esa miradas de hombres, que a mí me parecían medio bobos, porque su respuesta a esas fotos era una risita atragantada y socarrona. Ese camino a la escuela a partir de segundo grado se extendió porque había que ir a la clase de danza a mediodía, maravilloso paréntesis en tiempo real, con Doña Osmara, una profe excepcional; con ella conocimos no solamente la danza, sino la música ‘clásica’, nos fascinamos con La danza macabra, la bailamos; emulamos grandes personajes de la música. Ella nos conducía a ese mundo otro de la representación. De hecho, entrar a su clase era transformarse, volverse otra, reconocerse cuerpo. Aquellos tempranos años fueron muy particulares, no porque tuviera ‘patio’ sino porque, si bien existían las llamadas ‘clases sociales’, en el barrio éramos todos amigos y amigas del parque. El sábado formábamos larga fila para recoger la leche klim donde el Padre Crespi, siempre bien recibidos: hijos de papito, del ‘lanudo’ el heladero, de don Astudillo el sastre, entre muchos, con emoción y felicidad nos uníamos al festín. Y en la tarde del domingo nos preparábamos para ir a ‘las vistas públicas’ en el Oratorio, un teatro de bancas de tiras de madera, cuya incomodidad se borraba conforme aparecía Chaplin, o el Gordo y el Flaco, y reíamos a carcajadas; más que la dureza del asiento nos afligía el dolor de ‘madre heroica’, una conmovedora película que exprimía hasta la última lágrima de esa tarde; lo cierto es que esos personajes se fueron quedando en nuestro imaginario semana a semana, siempre bajo la mirada atenta del Padrecito que iba y venía con

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campanilla en mano, arma y herramienta para poner orden, o dar señal de parar la proyección y explicar (cuando había besos) que ellos eran “hermanitos que se encontraban a los tiempos”, y si algún avezado chiflaba, Don Crespi arremetía. Nuestro ‘cinema paradiso’, que tantos sueños abrazó, también fue devorado por las llamas, en algún mes de “mil novecientos sesenta y dos”, lo vimos arder junto al edificio del colegio; un espectáculo Dantesco, -decía mi Madre- y aunque no comprendía bien qué significaba, imaginaba algo así como el infierno, porque sus llamas eran tan altas y coloradas que se asemejaban a ese cuadro que tanto terror causaba en San Alfonso, a más del Cura que confesaba y era malo de verdad, así lo confirmamos con la incauta que un día decidió confesarle quién sabe qué travesuras y ‘malos pensamientos’, que según él eran suficiente para oscurecer el alma y de gran trámite para obtener absolución; nada tenía que ver ese señor con nuestro Padre Crespi y sus confesiones instantáneas, porque seguro sabía que, no mismo había nada que perdonar, “tres avemarías, comulga nomás”, nos tocaba una mejilla y era esa la señal de misericordia. Palabra cuyo significado se perdió la noche del incendio, sin respuesta al ruego de ese anciano (así lo veía y seguramente no lo era) que, enfundado en su raída sotana, con sus largas y abandonadas barbas, caminaba de un lado a otro en medio del tumulto, llanto y desesperación de la gente, intentando organizar, dando órdenes y al tiempo rezando, en un intento de contener esas llamaradas gigantescas que iban devorando todo. Al día siguiente el paisaje era ruinas y cenizas, nunca más volvimos a entrar al Museo, donde nuestra admiración se centrada en un gran cóndor disecado y en unas cabezas reducidas de aterradora expresión. A pesar de los escombros, volvimos al juego, al riesgo que, visto a la distancia, implicaba jugar con los ‘carros de palo’ (hoy llamados coches de madera), subíamos la calle Padre Aguirre hasta lo más alto que se podía, y desde allí nos lanzábamos en competencia, el Piti, el Pavo, el Fausto, el Vichi y yo, porque Magdalena, la guapa, era una adolescente a la que no le interesaba es jueguito, a mi compañera de escuela ni se le ocurría montarse en esos armatostes en los que tanto disfrutábamos. Hoy, a la distancia siento que éramos militantes del barrio, sin exclusión de género; jugábamos, nos ‘trompeábamos’ de igual a igual, claro que ese comportamiento era puertas afuera, porque en casa había que sentarse bien, usar los cubiertos y no reírse en la mesa.

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El barrio tenía mucho encanto, lo cotidiano y lo extra-ordinario, como el aparecimiento de una camioneta que anunciaba “llegó limber” el caramelo más rico de la historia -esto lo digo yo-, venía envuelto en un cromo de la colección de turno, y esos papelitos se convertían en tesoro; alguien inventó el juego de cahuitos -ni idea qué significa- solamente se que nos sentábamos al filo de la vereda, cada quien con su montón de cahuitos, se jugaba de a dos o de a cuatro, lanzando el cromo luego de un rápido movimiento a ras del suelo, el objetivo era tapar varios cromos reunidos, quien más cromos lograba tapar, ganaba; era una manera de crecer la colección, porque esos no eran tiempos de tener cushqui, el poco ‘fiambre’ que nos mandaban a la escuela no daba ni para calmar el hambre menos para ahorro; de modo que el juego era un imperativo para crecer la colección, o quedarse fuera. Llegaba el mes de julio y estábamos listos para vacaciones, el abuelo nos recogía, con Don Manuel Isaac al volante, la primera parada era en Bojorques, un almacén provisto de miles de cosas donde nos compraba un pantalón (hoy día llamado jean) con florecitas bordadas para las niñas y sin adornos para los varones, gran regalo porque a la hacienda se iba con la ropa más usada y los zapatos viejos (en realidad cada quien tenía dos pares) para ‘que se terminen de gastar’. Segunda parada, en la primera tienda en Girón, a tomar cola, seguramente tibia, nos llenaban el vaso y el abuelo decía “tómense antes de que se baje el gas”, el truco lo noté al cabo de los años, con razón una botella ¡alcanzaba para seis! Dependiendo en dónde nos había tocado la vacación éramos más, o menos libres, porque al no tener ‘hacienda propia’, la oportunidad de estar en distintas se multiplicaba, podía ser Tarqui, Pilcocaja, Chaullabamba o Cataviña; a Huayrapungo jamás, era tan lejos que el tío solamente invitaba a varones. Lo cierto es que, vivíamos al menos un mes de puro encanto, de galope total, de lomas que desafiaban nuestra pericia; ríos helados o prohibidos que para nosotras no implicaban indebidos, moliendas con su caña y esa gran paila de panela que para los niños más que peligro, simbolizaba la posibilidad de una porción de miel, un poquito de trago para hacer el bautizo de la muñeca, porque así mismo hacían los mayores, claro que la vez que hicimos el festejo nos costó un enorme dolor de panza y devolución de lo bebido, a pesar de la mezcla con agüita de canela, y por supuesto, una ‘buena hablada’ (en cuencano, hoy sería reprimenda) de la abuela que era bien estricta; no obstante, el horario era amplio, salíamos en la mañana y la ‘barriga’ nos avisaba la hora de almorzar, y por la tarde, hasta cuando empezaba a oscurecer, a comer temprano y de ahí el ‘bendito y eterno santo rosario’, amén.

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Guambra, pachilla pero devota a morir, siempre convenciéndole a mi amiga Suca para ir a misa, ese espacio mágico y misterioso, que muchas veces se volvía divertido, con banda de música y cantos, excepcional en época navideña y sus villancicos, que los acompañábamos silbando en esos pajaritos de barro llenos de agua; pero, sobre todo yo y mi fe de carbonera (como decía la Mago), y mi amiga pidiéndome explicaciones racionales -¿Qué mismo se hace en la misa? -Rezas, o sea, copia esos sonidos que susurran las señoras, o duérmete como esas viejitas que cabecean toda la hora, tírate pedos, pero suavito. Eso lo deducía por el ambiente… Como no la convencía, la propuesta se transformaba en aventura, y es que salir de la Iglesia luego de misa, sí que lo era; la gente se apretujaba tanto, tanto, que casi te ahogaban, entonces ahí iba la revancha “patea canillas” y verás como te abren camino, operación divertida y atrevida que nos duró hasta un día en que Doña María Auxiliadora, no la virgen, o quizá lo era, Peralta se apellidaba, me levantó de la oreja, sentenciando “guambra malcriada, como te vuelva a ver en estas te vas a arrepentir…” y es que si lo pienso, algo de violencia se ligaba con aquello de la religión, en el Pase del Niño, por ejemplo, a mi pobre vecino lo vestían de pastor, pero como él iba creciendo la piel del borrego ya no le queda, sin embargo para doña Lastenia, su nana, no era impedimento y, sí mucho se resistía, un par de correazos y ¡al Pase del Niño se ha dicho! La infancia pasó volando, cinco años transcurrieron en un santiamén, y las mil aventuras vividas en el barrio se guardaron en la memoria de esa pequeña calle que hoy se llama Carlos Crespi. Nos movimos a otro departamento, sin parque ni comunidad, una vecina que otra; la tienda de la esquina que, a las cuatro anunciaba con su delicioso aroma que ya salió el pan. Empezaba la adolescencia, aumentó la distancia al cole y la mirada se extraviaba un poco más allá del barrio…

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Cristóbal Zapata

CARTA A UNA SEÑORITA EN CONVENCIÓN

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Querida Sandra: Hoy es la tercera ocasión que he soñado contigo. Ya me había pasado antes, meses y años atrás, pero jamás –que recuerde– a renglón seguido. Nada queda en mi memoria del contenido de los sueños anteriores, apenas el sentimiento de gozo que los atravesaba, donde prevalecen algunos tonos y pasajes inusuales de la ciudad. Recuerdo con cierta claridad el episodio final: tú y yo estamos a punto de embarcarnos en un viaje a México, pero, por esos caprichosos motivos consustanciales a los sueños, nos encontramos frente al andén de un tren, o quizá de un metro, a juzgar por el aspecto de los furgones que veíamos cruzar dentro del subterráneo. ¿Cómo ir a México en tren o en metro desde este remoto perímetro de los Andes? Ya sabemos: la vida onírica suele ignorar las distancias y la realidad de las infraestructuras públicas. Eran unos coches aerodinámicos y plateados, relucientes, como recién salidos de la fábrica, como si todo coincidiera con el futuro que nos aprestábamos a estrenar, tal es la sensación de certidumbre que acompaña a los sueños, donde todo parece inminente e innegable. Quizá también porque, a pesar del tiempo transcurrido, el deseo siempre es nuevo, tiene el don de renovarse, incluso en las peores circunstancias. Entonces, al arribar la flamante máquina al andén donde tú y yo esperábamos ansiosos con nuestros equipajes, sentí el arrebato impostergable de besarte. Tomé tu cabeza lacia y negra, y la acerqué a mi boca con un arrojo y desenvoltura de los que sería incapaz en la vigilia, aunque despierto te he deseado tanto o más que en sueños. Qué triste es constatar –una vez más– mi incapacidad casi genética para transmitirle a alguien mi amor, si no estoy borracho o dormido. Fuimos compañeros de aula durante más de cuatro años en la Escuela de Letras, compartimos cientos de horas de clase, reuniones de estudio, paseos y fiestas donde agonizaba cada vez que llegabas o cruzabas el horizonte de mi retina, y jamás pude decirte –fuera de alguna perífrasis timorata, o alguna tontería disfrazada de broma– cuánto te quería, o con más exactitud, cuánto te deseaba. Ahora sé que te he deseado con desesperación durante todo este tiempo, que te he deseado con mi piel y mi pelo, con la cabeza y la boca, con el sexo y las manos...

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Tu cuerpo se me revelaba siempre como a través de una seda, intangible e intacto. Cada vez que te veía, disfrutaba hasta el padecimiento de tus labios gruesos y jugosos, de tus senos que tensaban las finas y escotadas blusas que solías usar, de tu cuello adornado con collares, de tus brazos alados, de tus piernas largas y firmes... Me inquietaba verte guardar o extraer el móvil debajo de tu sostén –me excitaba la vulgaridad del gesto o del escondite, pues con frecuencia existe un grado de vulgaridad que activa el deseo–; me turbaba cuando tus faldas plisadas dibujaban la silueta de tus caderas; tantas veces estuve a punto de lanzarme sobre ti, cuando tus jeans o tus leggins resaltaban la hendidura de tu sexo, cuando sospechaba su humedad, cuando imaginaba la esencia dulce o ácida de tu pubis... Era el espectador atónito de tu belleza. Hay una tarde aproximadamente feliz que recuerdo minuto a minuto, mientras esperábamos en el patio la llegada del profesor de Poesía Ecuatoriana y advertí al fondo de los viejos edificios del campus, detrás de sus parkings y arboledas, cómo el cielo se había teñido con una espectacular gama de fucsias y naranjas que tenían al mismo tiempo la estridencia de El grito de Munch, y la serenidad mística de un cuadro de Rothko. “Mira, allá está la poesía ecuatoriana, no hace falta entrar a clase”, te dije señalando hacia las montañas, cuando fortuitamente te habías sentado a mi lado sobre esa piedra lisa que daba frente al aula. Entonces me sonreíste como nunca antes lo habías hecho, y decidimos ir a la terraza de la Facultad para ver el fin de la tarde. Ese fue, me parece, uno de los momentos en los que intenté –en vano– transmitirte mi amor, pues tú estabas extasiada con el milagro cromático del ocaso. Te vi salir con varios compañeros, y supe que fuiste a la cama con algunos de ellos. La cama es un mero decir, claro, una barata metonimia que está por debajo de las fantásticas historias en hoteles y moteles, en garajes y autopistas, a orillas de los ríos y bajo cuantos puentes rotos y perfectos hay en la ciudad. Historias que me hacía contar disimuladamente, costeando tabacos y cervezas a los presuntos protagonistas, confidentes o testigos en esos bares sombríos y ruidosos de los alrededores de la Universidad. Historias que a veces me cuento para mi propia desdicha, para mi personal lujuria y consuelo. Hace días que escribí esto, y lo di por terminado. Pero esta mañana he vuelto a despertarme con tu imagen... No voy a contarte el sueño... traías una salida de baño de un turquesa majestuoso que me hizo pensar en una sacerdotisa azteca, incluso creo haber percibido un vago aroma a copal envolviendo la atmósfera

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nocturna, como si ocurriera una etérea y sutil continuidad con el sueño anterior... Por lo visto, o lo entrevisto, no me resigno a morirme sin haberte tocado. No creo que vaya a lanzarme por la ventana como insinúa hacia el final de su carta el personaje de Cortázar que regurgitaba conejitos, ese cuento que alguna ocasión analizamos en la clase de Narratología, y del que tanto hablábamos. Por ahora, para salvarme, me basta con escribirte. Se trata, en el mejor de los casos, de una declaración de amor tardía, quizá incluso de un ejercicio terapéutico, no literario. Ya una ocasión sobreviví al crepúsculo junto a ti. Por lo demás, ni tú estás en París, ni yo en la calle Suipacha, donde podría imaginarme una existencia menos tediosa, una vida poblada de aventuras vespertinas o nocturnas vagando por Corrientes o la Dársena Norte. Te escribo desde mi oscura habitación de la calle Lamar, desde el lugar exacto de tus apariciones. Confío en que esta noche volverás a visitarme mientras duermo, y que sabrás confortarme con tu presencia evanescente y perfumada.

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Inés Schwalbe

Refugio

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Agnes Golondrina Como una lenta alfombra de diseños oscuros y huecos, marzo y abril se fueron desenrollando. Marzo y abril, tan diferentes a enero y febrero. Ella los había vivido intensa y frenética oyendo de pasada alguna noticia sobre la corrupción de siempre. Sobre un virus aparecido muy lejos. Problemas ajenos, pensaba asentada sobre un suelo que le pertenecía. Ella telúrica, ignoraba la certeza cada vez más cercana de la despedida, inevitable luego de cada llegada. Ella exprimía los minutos ligeros en esa altura, en medio de montañas añiles apuntalando el cielo. Miraba de reojo la fecha de regreso. Había aprendido que el tiempo no puede ser contenido; rápido, demasiado rápido llegaría el momento de seguir con la vida que había elegido al trasplantar sus raíces maduras en otro continente. Ella atravesó el aeropuerto, esforzándose en no mirar atrás, ni siquiera cuando entró en el avión. Sin ver por la ventanilla, se ajustó el cinturón y se dejó despegar cerrando los ojos, sintiendo de nuevo adentro el vacío en el pecho. El rugir de los motores que de nuevo la desprendían. Aterrizó luego de horas y horas de tobillos hinchados que luego se asentaron en días de rutina, de normalidad construida a través de tantos años lejos. Se volvió a acostumbrar a ventanas sin montañas y escazas de lluvias; a la continuidad de días amarillos. Se consolaba escuchando las palabras que le confirmaban que, de alguna manera, España era una extensión de su tierra. Un día que inició inofensivo, sintió la onda expansiva de una noticia. Todas las mañanas serían diferentes. Como con un golpecito en la primera ficha de un dominó alineado, empezaron a caer una tras otra las ciudades. Una cuestión de tiempo en un planeta tan compartido. Justo cuando ya se estaba acostumbrando al regreso, se le interrumpió la vida.

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Se consoló diciéndose que todo acabaría pronto. Siempre había pasado. Las tragedias, los escándalos, las grandes noticias ocupaban los titulares por poco tiempo, para ser olvidados luego, tras ser aplastados por nuevos asombros. No podía ser tan grave. Seguro era una exageración necesaria para conseguir rating. Encontrarían una solución; una vacuna. El encierro exigido por el Gobierno no duraría más de lo anunciado; terminaría con marzo. Pero llegó abril y las medidas iniciales junto con las malas noticias se instalaron, inamovibles en las pantallas de un planeta que se había cerrado. Los días fueron llegando uno tras otro con un nuevo dolor debajo del brazo. Una mañana temprano, cuando aún no se había lavado el sueño de la cara, se le rompió el centro de su casa. Una tubería atascada. Empezó a llover adentro. Sin compasión, picaron sus paredes, su techo y su suelo; sus habitaciones, sus cosas se inundaron de polvo y de ruido. Días más tarde, sin compasión le partieron el corazón; su centro fue sacudido por voces implacables que picaron el armazón de su pecho. El polvo y el ruido llegaron hasta sus arterias, se acuartelaron en su mirada. Era necesario encontrar una forma de respirar, de huir. Tenía que encontrar una salida. Confinada, con la crueldad inexorable viviendo con ella, no podía conseguir la calma. Encerrada, no podía acceder al oxígeno que la ciudad antes le ofrecía. No podía aproximarse a la tranquilidad de sentarse en una terraza con una caña para ver pasar a la gente. No podía perderse en las salas de algún museo, para entrever a través de las pieles de los oleos las vidas de otros. Imposible ir más allá de las cuadras que la separaban del supermercado. La ciudad estaba sitiada y ella presa dentro de sus propias paredes. Inmóvil, un luto se le instaló en medio de la sala. El calendario se volvió quieto lleno de días cada vez más largos. Días de sol y cielo azul; a veces alguna nube. Un

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domingo arreció la lluvia con su antifaz de tormenta. Ella acurrucada, temblando con cada trueno, lloró con las bajantes en su balcón. Se dio cuenta de que ese espacio hacia la calle se había convertido en el único pulmón posible. Vio atravesar la primavera regando sus plantas y quitándoles las flores secas. ¿Sería posible humedecer la vida para reavivar los sueños? A veces, extendía los brazos hacia las veredas vacías. Pensaba en los suyos tan lejanos con todos los aviones atados. Alas de metal, quietas, incapaces de dibujar estrías en el silencio del cielo. Invocó los nombres de los santos que su madre pronunciaba cuando ella crecía. Rezaba. ¡Hágase tú voluntad! ¡Hágase tú voluntad! ¡pero escúchame! Silencio en las calles y en las veredas de una ciudad desolada, vaciada. La vida escasa, aparecía con la risa de una niña desde un balcón vecino; con el ladrido de un perro esporádico paseado por un dueño con suerte. Descubrió que extrañaba el ruido exasperante del tráfico. Un día escuchó el eco de manos aplaudiendo en cascada. Alrededor de las ocho, se instaló en Madrid una costumbre que había nacido en Italia. En las noches, los vecinos salían a agradecer y animar a los guerreros de escudos de tela que batallaban en los pasillos de los hospitales. Ella también aplaudía; a veces, tímida, proyectaba un hola hacia los balcones o ventanas de enfrente. Esos espacios antes tan vacíos se habían llenado de vida. Ella aplaudía recordando como cuando era niña y se ponía en cuclillas para soplar y revivir la lumbre que calentaría el tiesto. Ella aplaudía pensando que podría encender una chispa en los leños al fondo de sus entrañas. Las amenazas de afuera y de adentro crecían con la incertidumbre. Inestabilidad, lo único certero. En España, aunque no como en los países europeos del norte, había un estado. Su país de montañas impotentes se derrumbaba con un desgobierno inaudito.

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Necesitaba construir una barricada. Agarrarse a algún madero para flotar en esas horas revueltas, en esa corriente triste que se hacía cada vez más intensa. Dejó de contar los días. Los vació de noticieros; uno por semana fue suficiente. Se alejó de las cifras que solo gritaban angustia. Pobló a su cama de libros que descubrió venían repletos de puertas; atravesándolas, recuperó la libertad de pasear por las aceras de otras historias. Combatió a las noches en blanco llenando ceniceros repletos de series consumidas. Siguió rezando. Tu voluntad. Escúchame. A veces, al filo del amanecer, sus trincheras se agotaban evaporándose en la duermevela. Las preguntas llegaban. ¿Qué hacer, a dónde ir? Cuando le fuera permitido. Cuando al fin terminara todo. Pero ¿podría haber un término? ¿Habría la posibilidad de encontrar la compasión en las palabras final, terminación, desenlace? Su mente desbocada imaginaba lugares, escapes inútiles, llenos de respuestas en idiomas hostiles. Una madrugada en medio de una hora desesperada, presintió un chispazo. Como el que lograba encender las lumbres de su infancia. Una palabra. Un destino. Una salida. Una ciudad. Cuenca. Cuenca, no la de España sino la de su tierra en medio de Los Andes. Los Andes, dos palabras con sonido de rondador, de parajes viejos, de laderas con las que ella latía aún más estando tan lejos. Alivio. Cuenca. Refugio con ríos como abrazos abiertos. Ahuyentar la soledad y empezar de nuevo. Luego de lavar las penas, de conseguir la catarsis junto a uno de los cuatro ríos, junto a una orilla. Llorar con el agua, con el caudal capaz de llevarse todo hacia ese océano que vuelve insignificante lo que en tierra se ve inmenso. Vaciar la angustia hasta que le naciera la risa. Recuperar la alegría

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del agua chocando contra las piedras; recobrar la ligereza del aire entre las hojas compasivas de los sauces inclinados. Aliviada, se alejaría del río para encontrar una casa en las calles empedradas, un hogar para una vida sostenida con alimentos con sabor a madre. Niños, nietos, aunque fueran prestados. Los días volverían a sus nombres, a sus colores, a su movimiento. Los días volverían a tener horas. Al filo de las madrugadas cuando el sueño le abandonaba, prendía la ilusión de tener un lugar seguro. Respiraba. Enfrentaría lo que viniera. Cuando todo pasara, cuando las salidas se le cerraran, ella ya tenía un camino.

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Israel Muñoz

El demonio

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Fue en lo alto de las torres, la noche que redoblaron los campanazos por la celebración en honor al mártir San Tsistófilo, cuando una ráfaga de estrellas fugaces cruzó el cielo ante el asombro de los más ingenuos y de los más inteligentes. Allí le vieron desvestirse -usaba un hábito con capucha muy antiguo, todo oscuro-, recostarse junto a la criatura, darle de beber en la boca, acariciarle el cuello, sobarle los muslos y, poco a poco, irse introduciendo a su costado como un gran molusco, sumergiéndose hasta una profundidad inhóspita, sin emitir ninguna clase de rumor, enmudecidos los dos por los graves campanazos que estremecían las torres, iluminadas como dos novias por la luna redonda. Se dice que le vieron, aunque no se supo el nombre de nadie que haya visto tal cosa en realidad. (Aquí siempre se dice que alguien más dijo que vio). La mayoría de sucesos nacen como un rumor, crecen como una verdad a medias y mueren como una historia anecdótica que se cuenta cuando no hay más que decir. Así que la criatura nunca más fue vista. Le buscaron en el fondo del río, en las montañas que rodeaban el pueblo, en cada casa y establo, en las cantinas y en los prostíbulos, en las iglesias, desde luego, en los estómagos de varios animales salvajes (un puma, un oso y un jabalí), pero no hubo pista alguna que de fe del niño extraviado. De modo que, movidas las personas por ese afán de darle una razón factible a lo incomprensible, se empezó a suponer lo que sea. Que habría sido una aparición, una alucinación, una broma de mal gusto, que un borracho había visto a un cura y una monja escurriéndose en el campanario. Se rumoreó incluso que nunca había existido tal niño, que había sido un simulacro para que el gentío tenga más cuidado con sus hijos y dediquen más horas en enseñarles interminables letanías que empezaban de noche y terminaban de día. Lo cierto es que no fue el único ni el último. Cinco niños más desaparecieron sin dejar rastro y nunca más se supo. En cuanto al sujeto, se puede decir que llegó hace tanto tiempo que ya a nadie le volvió a importar cuándo ni cómo ni por qué. Si acaso hubo alguien que le vio llegar, estará pudriéndose bajo la tierra desde hace ya varias décadas. Con el tiempo se volvió parte del conglomerado citadino extraviado en sus urgencias y pecados guardados con absoluto hermetismo, así como del acervo político y cultural que estaba compuesto por lo más notable del medio. Y cuando, mucho después, la ciudad se modernizó, cuando las personas ya no creían en demonios sino que andaban cabizbajos con los ojos sumergidos en un perpetuo resplandor rectangular, se convirtió en un habitante más del mundo,

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de edad madura pero de algún modo renovado, bien conservado, inalterable, dispuesto a hacer lo que sea por la fe de la ciudad que amaba como a sí mismo. De tal modo, subía y bajaba por la ciudad exhibiendo al prójimo una flamante dentadura postiza y una pesada cruz incrustada de gemas; daba de su bolsillo para costear el desayuno a cientos de niños de varias escuelas construidas y fundadas por él mismo; tomaba parte en las decisiones más importantes, se mezclaba con la multitud que le respetaba y le veneraba besándole la mano gruesa de dedos blancos como rollos de masa; compartía con el alcalde los más altos honores en las mesas más ostentosas, junto a gobernadores, prefectos, damas, diletantes y advenedizos de toda índole. Allí bebía los más finos vinos traídos especialmente de Francia e Italia y disertaba sus propuestas para con la integridad moral de la ciudad y el desarrollo espiritual de los jóvenes. Suya fue la idea de uniformar a los niños según los colores del Santo Rebaño e introducirles en el estudio del Manual Impertérrito de las Buenas Costumbres como fuente de misericordia y eterna inocencia; fue quien propuso, más por conservar su aire magnánimo que por ponerlo a juicio de sus inferiores, que en todos los templos se erigieran descomunales estatuas de bronce macizo de San Tsistófilo y San Pedoritum; fue él el responsable de que todas las calles fueran cambiadas por nombres de santos y mártires, que fueran censuradas las muestras de arte que ofendieran de algún modo la integridad católica, que las monjas, señoritas en edad de merecer e incluso mujeres libres usaran calzones de castidad perfumados con aceite de rosas hechos específicamente para preservar intacta la humildad. Por último, formó el primer grupo de niños catequistas que harían su primera comunión mediante la firma de un acta sellada y notariada después de una misa de dos horas que él mismo ofició. (A decir verdad, esto ya lo hacía desde su primera llegada cuando la ciudad aún era un pueblito de tierra y polvo perdido entre las montañas, pero ahora era el precursor de la catequesis obligatoria en toda la región, quien había bautizado y consagrado a padres, hijos, nietos y a los nietos de los nietos, por los siglos de los siglos.) Se dice de aquel personaje que era un Cordero de Dios, alma bendita. Si se le veía a la cara, lo que se encontraba era una composición regular, un tanto negligente, de facciones semi flácidas tirando a gorduras tempranas: la piel muy blanca,

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cabello acerdado y entrecano cepillado hacia atrás, cejas profusas, dos finas líneas conformando unos labios apenas distinguibles, anteojos gruesos, detrás de los cuales reposaban impávidas las gemas de sus ojos celestes, dos pequeñas esferas lechosas y vidriosas que según muchos y de acuerdo a su propio testimonio, antes eran de un color negro azabache, pero que alguna vez siendo joven, en un acto de rebeldía contra Dios éste le conminó a mirar directamente al sol durante un día, ante lo cual su mirada quedaría para siempre empalidecida y ciega a medias por haber visto con alevosía al Todopoderoso. No obstante, el mismo Dios habría recompensado su humilde penitencia dotándole de una capacidad mental envidiable, así como de un olfato de sabueso que le permitía reconocer si una mujer había perdido la virginidad o quién había sido bautizado o no. Pero llegaron los tiempos nuevos para el nuevo mal. Hoy, que relato esta historia, hace un día hermoso sobre la ciudad. La gente va por las calles sin apuro, cada quien ocupado en sus asuntos, ignorantes y dichosos, cabizbajos, absortos. Los niños juegan en un parque persiguiéndose los unos a los otros, gritando y riendo. Hay una mujer que todas las tardes sube al borde de la pileta de un parque y da vueltas, una y otra vez, durante una hora o más, girando y girando, todos los días. Nadie sabe por qué. La ciudad está rodeada de las remotas montañas verde azuladas y en cada extremo, se yerguen dos construcciones visibles desde cualquier punto de la ciudad. En el lado sur se encuentran las torres que hace algún tiempo resonaron con los hondos campanazos, impasibles y soberanas, abandonadas, con sus campanas herrumbrosas y roncas, dejando que el cauce del tiempo siga su curso natural hacia el olvido. (Son poco más de ciento cincuenta años que las campanas guardan silencio y no hay nadie vivo que recuerde su voz, excepto él). En el lado norte, se yergue la grandiosa Basílica de la Santísima e Inconmensurable Fatuidad, construida al puro estilo romano. Cerca de cincuenta columnas jónicas sostienen el techo que cubre el templo hecho con el más fino mármol rosa traído de Roma; su altar de quince metros de altura es hecho de oro macizo y sus ornamentos labrados a mano por artesanos italianos; a cada lado de las alas laterales se encuentran, imperturbables, sendas esculturas de bronce de los Santos Papas, así como en la entrada, varias esculturas de personajes religiosos célebres, entre ellos, por supuesto, él, soberano, implacable, imponente, el demonio.

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La ciudad no supo que amó durante mucho tiempo al mismísimo demonio hasta mucho después de que cometiera sus deslices, que es como llamaron a sus infames actos. Fue después de que apareciera un señor cabizbajo, de ojos distantes, metido en una deslustrada chaqueta de cuero a contar su testimonio de lo ocurrido hace ya cincuenta años, en lo que entonces era conocido el Orfanato de las Dulces Almas. Era uno de los seis niños desaparecidos. Había huido por vergüenza, porque le habían dicho que la culpa recaía en su inocencia que habría provocado el mal. Entonces recorrió montañas y praderas, selvas y desiertos, cruzó mares, buscando paz, pero nunca la encontró. Decidió regresar cuando supo que al demonio lo ascenderían al cielo en un ritual sin precedentes, llenándolo de ramas de olivo y medallas y bendiciones. No permitiría que hicieran tal cosa. Llegaría a contar la verdad empozada durante años en su alma. El cielo estaba bastante lleno de demonios pero no dejaría que aquél lograra entrar a ese antro supraterreno de pederastas reformados. “Señor, yo amo a mi Dios, pero el cielo ya no es solo cielo desde que dejaron la administración a los hombres”, dijo una vez. “Sólo el que puede pagar entra”. Desde luego, su testimonio no fue bien acogido. La ciudad veneraba a su Dios y a su inexpugnable líder catequista y creyeron que se trataba de un loco, un infame, un poseído, un blasfemo. Sin embargo, continuó contando su historia que conservaba intacta la inocencia de hace cincuenta años y poco a poco acogió gentes que reconocían en su voz la sinceridad de quien ha sufrido mucho. El demonio, ataviado de su vetusto pero inquebrantable poder, apenas elevó sus cejas profusas. Confiaba plenamente en que nadie dudaría de su santidad y por supuesto, que la Iglesia lo acogería. Mucha gente aún le veneraba llegando a cierto fanatismo patológico. Parecía conocer el pensamiento de las personas y sabía entrar en sus almas con rostro de bondad impecable. De modo que para evitar cualquier escalada de credibilidad de aquel hombre que en lo más íntimo de su ser conocía bien, empezó, sutilmente, a poner a la ciudad en su contra, difamó su testimonio y un día se paseó sobre un auto blanco al estilo papal enseñando las manos y los ojos azules, casi ciego, mientras unas lágrimas gruesas como vidrios rotos le caían por el rostro enrojecido. Después le pasaron el micrófono y con su habitual altivez, con su afectada solemnidad de paloma celestial, con aquella voz agónica de mártir delirante, dijo:

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“Hijos, ha llegado el día en que nuestra fe se pone a prueba. Por nuestra amada ciudad se pasea Lucifer quien ha venido a acusar a los padres de la Santa Iglesia. Ha venido a tentarnos con la duda, el odio y la inmoralidad. Ha venido a hostigarnos con el látigo de la blasfemia. No hay nombre para tales acusaciones, no hay castigo para seres tan llenos de odio y de maldad. Alertas, hijos, alertas, que debemos cuidar nuestra fe sobre todas las cosas. Por Dios, por Jesucristo, tú que dijiste a los apóstoles, mi paz les dejo mi paz les doy, no tengas en...”. Después de secarse las lágrimas con el revés de la manga, se retiró a practicar su discurso para el recibimiento de la Orden del Cielo que era el último reconocimiento para completar su historial de cordero ejemplar. Con lo que el demonio no contó, es que el Señor obra de maneras misteriosas, y sobre todo, con un ingenio insólito. De modo que, al día siguiente, llamados de quién sabe qué confines de la tierra, aparecieron tres víctimas más a dar su testimonio. Y al siguiente aparecieron diez más. Y al demonio le temblaron los rosarios. “Hijos, nos enfrentamos a una legión de seres infernales. Las puertas del infierno están abiertas. Oremos hermanos, oremos por nuestras almas, por nuestros santos padres de la santa Iglesia. Resistamos a toda costa las embestidas de Lucifer. Padre nuestro que estás en los cielos, santificado...”. Al día siguiente aparecieron trece víctimas más en otras ciudades. El testimonio de aquel hombre había inspirado a muchas víctimas para que salieran de su anonimato en lo que fue considerado un evento cataclísmico. Con los días aparecieron testimonios de abusos escondidos debajo de las piedras durante años, pero luego no hubo suficientes piedras. Se contaron cientos de casos en toda la nación que esperaban la tan clamada justicia mientras la comunidad episcopal acudía al Vaticano para intentar contener lo incontenible. El demonio decidió ocultarse al sentir que su día del juicio había llegado. No se le volvió a ver. Se dijo que había caído gravemente enfermo y se organizó una cadena de rosarios maratónicos transmitidos por el canal de televisión fundado por él mismo, pero nadie los vio. Al frente de la morada del demonio, encabezados por aquel hombre cabizbajo y otras víctimas del demonio, concurrieron cientos de personas sosteniendo carteles con su imagen en la cual habían agregado unos cuernitos, una cola y las frases: “El demonio usa hábito” o “El cordero del mal”.

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Llegaron luego los delegados del Vaticano a intentar apaciguar la marea, pero no pudieron hacer más que reconocer los indecibles abusos en un documento de varios tomos que entregaron al Papa en persona, que nunca pensó que la sede de San Pedro se convertiría en un juzgado internacional de la pederastia. Incapaces de contener el cataclismo, las conferencias episcopales, municipios y demás organizaciones debieron confiscar templos, emisoras radiales y un canal de televisión; retiraron nombres de escuelas, orfanatos y centros de acogida; fueron tumbados los faraónicos monumentos del demonio, se le retiraron insignias, medallas y reconocimientos que fácilmente pudieron haber colmado el Museo de Louvre. Sin embargo, se negaron a sentenciarlo por su delicado estado de salud y su avanzada edad. Jamás se supo que admitiera sus faltas ni que pidiera perdón pues todo cuanto había predicado en su vida eclesiástica pertenecía al terreno de las más bajas falacias. No existía pues, ser más deplorable en el medio, y la situación llegó a su clímax cuando después de unos días apareció un testimonio suyo aduciendo, ya no con su habitual solemnidad, sino con el más descarado cinismo, el último recurso de los verdaderos demonios que avergüenzan al mismísimo Satanás cuya vejez no permite ya hacerse cargo del mal, dijo: “Lo que yo pienso es que últimamente este tema se ha puesto muy de moda y tengo toda la impresión que hay muchas personas que con el objetivo de obtener dinero acusan a los sacerdotes de delitos tan graves. Además, a mí me parece que en el tema de los abusos se da una cierta complicidad puesto que aquel que quiere mantenerse íntegro no permite que el abuso tenga lugar…”. Esa fue la gota que derramó el jarro. Fue un día de hermoso sol en medio de un cielo intensamente azul cuando la muchedumbre enardecida evadió el cordón policial dispuesto alrededor de la morada del demonio e irrumpió en el momento en que tomaba tranquilamente un baño. Le amarraron de pies y manos, le condujeron a la plaza central en calzoncillos y a vista de todos le bañaron en agua helada, después le ortigaron de pies a cabeza mientras el demonio, patéticamente humano, acobardado como un auténtico malhechor, sin mayor poder que la súplica, tiritaba echando una baba blanca por la boca. Como si ello no hubiera bastado, calentaron un hierro y le grabaron en la frente blanquísima la sentencia divina, “pedofilo”, con una caligrafía envidiable.

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Después le llevaron en una gran procesión hasta las antiguas torres donde la leyenda cuenta de la desaparición de la primera criatura hace cien años, el día de San Tsistófilo. Ahí lo encadenaron en lo alto de la torre mayor e hicieron sonar las campanas que gimieron con un grave tono mientras se expandía retumbando por la ciudad. Nunca dejaron que las campanas se callaran para no dar un sólo día de descanso al demonio que permaneció atado por el resto de sus días. Y aún hoy, después de setenta años, se dice que el demonio dormita en lo alto de la torre y se escuchan las campanadas que él mismo está condenado a hacer sonar para que los cielos le perdonen, pero ni siquiera el averno quiere abrirle sus puertas; así dicen. Si uno escucha atento las noches de sereno, llegan los ecos de las pesadas campanas junto a los lamentos del demonio aún encadenado a la torre, con la inscripción humeante en su frente. Se dice, además, que pronto llegará el dictamen legal que lo condene de una buena vez en la tierra, pero esas son leyendas en las que ya nadie cree.

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María Augusta Correa

Soliloquio en tierra ajena

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SOLILOQUIO EN TIERRA AJENA Cierro el álbum y quisiera que ese sonido que ahora parece rasgar la calma de la habitación me hiciera olvidarlo todo. Si lo hubiera dicho, me habría mirado con los ojos del resentimiento, y quién sabe, tal vez no me habría perdonado nunca. Eran tantas las cosas que había tenido que callar a cuenta de evitar discusiones, de no herir susceptibilidades, ni repasar desencantos que más bien querían ser olvidados. Pero ahora que me compruebo exactamente como soy, desnuda frente a este espejo que guardo dentro del clóset y en el que encuentro a mi doble cada vez que abro la puerta, me siento acechada, invadida por ese miedo elemental a comprobarse tal cual una es por fuera y mirarse más allá y más profundo, aquello que nadie más puede ver. Cómo no quisiera la fuerza suficiente para pronunciar las primeras confesiones, las más pequeñas, las más simples, tal como si fuera la punta del ovillo, para luego halarla hasta llegar a las verdades más terribles, las innombrables. Cómo no quisiera decirles que no regreso, no porque el trabajo me ate a esta ciudad ni porque tenga que pagar por el pequeño departamento, sino porque aborrezco el lugar en el que nací, ese pueblo al que encuentro polvoriento, lleno de melancolía, porque ahí, hasta los pinos y los cipreses terminan vencidos por el llanto. Porque la gente está tan sumida en la costumbre y en la resignación, que solo aguarda cada día de su existencia, como esperando a que la muerte los abordase enteros cualquier mañana, cualquier tarde o cualquier noche. Y por ello, todas las mañanas, todas las tardes y todas las noches se parecen tanto. Hasta asfixiar. Porque son idénticas en su monotonía opresiva, embriagante, que enajena y embrutece hasta el asco. Cómo no quisiera decirles que no regreso porque me siento mejor sola. Que no entiendo eso de que la familia sea primero, porque además, por fin, desde hace diez años, primero voy yo. Siempre yo. Y que sí, que los padres son importantes y la hermana, y si hubiera tenido un hermano, también, también habría sido importante. Pero que prioridad… es otra cosa. Que me siento bien, sola, porque aseguro mi posesión y mi dominio sobre el espacio y sobre los objetos que lo llenan y, afortunadamente, lo corrompen.

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Que disfruto del silencio y hasta de cantar a viva voz. Que a veces me quedo callada, más bien, suspendida, por si alcanzara a escuchar algún secreto mío o cierta confidencia que haya olvidado sin querer, por alguna causa insospechada. Que me callo para escuchar a alguien más cantando: al J. J. y el himno ese de los amantes, bella desesperación que me hace pensar en el soneto de Quevedo que asegura el triunfo del amor sobre la muerte, así, como el de esos amantes que se siguen devorando hasta este instante y así lo harán mañana, y mañana, y otra vez mañana, con sus huesos. O ese otro de la niña linda y el deseo del amante por su boca. El llanto en el yaraví cuando el cóndor pasa. La ternura destapada de la Brightman, la afiligranada serenidad de la McKennitt, o la irreverente experimentación de la Shapplin. La sobriedad de Bocelli, de Iglesias o Perales. Los cinismos de la Jurado y de la San Basilio. Ese testimonio de vida libérrima y de desenfreno, en el registro de Winehouse. La poesía persistente en Silvio, Milanés o Sosa. O el simple lamento de instrumentos andinos en Ocarina, como para decirlo así, nada más, sin palabras. O sea, también me gusta el silencio, pero no tanto ni tampoco siempre. Y cuando me estorba y me persigue, lo ahuyento y lo conmino a la inexistencia, y se va. Y también yo, porque de alguna manera, termino huyendo. Entonces, continúo siendo yo la que decide. Porque sigo siendo yo, inmediata a mi silencio. Y soy la regla y también la infracción, la ausencia de los límites. La contradicción. Yo, de todos modos. He llegado borracha y nadie me ha cerrado la puerta; embriagada, he mirado de frente los recuerdos más gozosos y los más temibles. He arrojado la viscosidad de mi demencia como queriendo olvidar y a nadie le ha importado. A nadie. Solamente a mí, única habitante del pequeño departamento, durante el día y durante la noche. He llorado y también he reído como ahogándome en el sonido de mi carcajada, intentando en vano asfixiar los días transcurridos de la vida. ¿Cuántos días transcurridos de la vida? ¿Cuántos quedan, quién sabe, para mi muerte? La vida. La muerte… Cómo coexisten, cómo se enredan, se tientan y se miran. La última vez que fui a casa, es decir, al lugar donde están la familia, los recuerdos de la infancia y todo eso que prefiero lejos de mí, en la estricta predisposición al olvido, le hablaba a mi padre sobre la falsedad de los sotanudos, sobre el cinismo con el que intentan esconder bajo sus hábitos, todos los deseos que sienten por otro cuerpo.

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Le decía que el espectáculo de la misa era el pretexto para los diezmos despreciables y para comerse, previo al ofertorio, unas cuantas uvas y darle un mordisco al pan que cuando niñas, las monjas nos obligaban a llevar para la celebración de otro aniversario de las santas: la santa Catalina, o la santa Marianita. Todo era un pretexto para su celebración hipócrita y abominable. Seguro habrían deseado quitarse de encima los hábitos y mostrarse tal cual eran, cuerpo y carne, para entender entonces, las delicias de las culpas de Eva, para dejar de envidiarla y de usarla como signo atemorizante, que por antítesis definía la virtud y la pureza, frente a la lujuria y la concupiscencia. Entonces, miraba los ojos anhelantes del cura recorriendo nuestros rostros y hablándonos de la caridad y de los niños que no comerían esa mañana, como por fortuna, en cambio, nosotras sí lo haríamos ese día y todos los días que habrían de llegar. Entre tanto, nos mirábamos las caras de la culpa, como si hubiéramos decidido el discrimen y el listado de pobres para someterlos a su suerte o a su infortunio. Y luego, las fundas circulando entre nuestras manos para entregar lo que él llamaba el sacrificio del día, que era el signo de la bondad de nuestro corazón infantil, ya tan culpable. Manzanas, peras, tantas frutas; galletas, canguil, sánduches; monedas y billetes de colores verdes y morados iban cayendo de nuestras manos a la fundita que el sacerdote santo, tomaba luego, con gozosa mirada de triunfo en sus manos, para salir complacido por todos los efectos que su palabra tuvo en los espíritus pecadores de esos años. Si me viera el desgraciado cura. Ahora quisiera escuchar su perorata corrosiva. Ahora que la noche es un pretexto para pensar y ser, y que gobierno mis sueños y mis pesadillas. Ahora lo conmino. Quisiera ver al padrecito santo que tomó una de mis trenzas una tarde del catecismo, para decirme que me veía tan linda, que me pensaba una de las niñas de Fátima. Que percibía en mí algo parecido a un don especial. Y luego, que me quedara a leer con él la Biblia. Y yo, muerta del miedo, cruzando el pequeño patio, y el sonido del agua cayendo incesante en la fuente, y los pequeños zapatos Bunki, negros, chocando contra los adoquines; y el camino recto que parecía alargarse cada vez más, así como el miedo que me crecía inmenso porque sentía que no era la niña de Fátima, sino que alguna culpa habría tenido, que de alguna manera le debí haber mirado para que él se pusiera a acariciar así mi cabello y para que me tomara de la mano, de esa mano pequeñita que fue la mía, y para que intentara llevarla hasta ese lugar putrefacto suyo, resguardado por un horripilante cinturón de cuero, tan desgastado como su piel de español, que

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seguro pensó para sí, alguna forma de reeditar la primera conquista. Y el miedo, cuando crucé la puerta, no se había ido. Me acompañaba, caminaba junto a mí, como abrazándome, como inmiscuyéndoseme dentro. No había sucedido nada, pero era la culpable, la pecadora entre todas las niñas del salón del cuarto grado. La que menstruó a los diez y la que lucía los prominentes senos a los once. La culpa era mía. Debió haber sido mía. Pensé que si me atrevía a decir algo, si lo acusaba, entonces me habrían culpado de mentirosa, de atentar contra esa autoridad sacrosanta que había sido alcanzada con su bondad y con sus actos generosos de renuncia. Porque este padre santo había preferido antes que ir a la gran ciudad, venir a parar en el sencillo pueblecito, en el que apenas había una tienda de abasto con lo elemental; una cantina reservada para la virilidad de los mineros y de los agricultores, un recinto desvencijado para esporádicas peleas de gallos, y un retén de policía con cuatro regordetes que después de las horas de la siesta, emprendían en caminatas pacificadoras de almas, sin embargo, resignadas a la inercia. Sí, el santo padrecito había preferido la limitación, la carencia y el sacrificio, porque había dejado al norte y en contraste, la ciudad que se levantaba solemne, a tres horas de camino. Entonces, me callé y comulgué de su mano. Y la hostia me pareció una piedra. Y su mano llena de manchas, blanca y maldita. Y su mirada amenazante en línea recta hacia mis ojos, diciéndome «este es el cuerpo de Cristo». Y yo, remordiéndome el alma del asco, anhelando la más absoluta de las irreverencias. Porque habría querido vomitar en su presencia y en su mano. Gritarle frente a todos, las asquerosas pretensiones que se le asomaron unos días atrás con mis trenzas de niña, durante la última sesión con la que quería hacernos entender el verdadero sentido del sacramento de la comunión y la presencia de la carne santa y del cuerpo. Pero no. Tuve que callar. Tuve que tragarme el vómito amargo, la rabia y las palabras. Y contestar impotente, abatida, y triste, amén. Amén, ante su rostro abominable. El amén de los vencidos. Y luego, el silencio. Ese silencio que para todos termina siendo una condición del espacio cuando se enfrenta la absoluta comprobación de la derrota. Sin embargo, para mí, esa derrota se ha convertido en la forma más auténtica de mi existencia, tan parecida al instante inconsciente del nacimiento y al inimaginable momento de la muerte. Los dos episodios me han conmovido siempre por su profunda desolación. Pese

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a las presencias, pese a las compañías y a las asistencias, el silencio y la soledad son fantasmas en el espejo. Y el espejo es siempre la emboscada para mirarse y transgredirse. Para contemplarme e imaginar cómo sería la mirada de ese que acariciaría mi cabello y mi rostro hasta entender lo que guardaban con profundo celo mis ojos, en esa dimensión casi impenetrable que solo se percibe cuando el pestañear es una acción prohibida, cuando un hilo ha hilvanado las miradas de los que pueden verse en ausencia del miedo, la costumbre y el secreto. Uno de esos secretos que se hacen con el silencio particular de la noche, ese silencio que es tergiversado por los sonidos de los grillos, de la respiración, y de la carrera desquiciada del tiempo en el más elemental de los relojes. Un secreto que se hace golpeando el tiempo, hiriéndolo, tatuándolo, con la evidencia infinitamente pequeña de su duración y, sin embargo, humanamente, corpóreamente profunda. Pero para qué insistir en el recuerdo. Porque en algo se parece a buscar, inútilmente, Lázaros en cada rincón de la casa. O porque, aún más inútilmente, es oficiar milagros y ritos sagrados que en realidad no nos conciernen. Es por eso que debo dejar al maldito cura encerrado en el confesonario, acosado por tantos ecos que persiguen su conciencia. Dejo al padre y a la madre, juntos, hasta que la muerte los separe, cargando el peso de su cruz en el pueblo, instalados en la monotonía, en los recuerdos desvaídos, en las promesas incoherentes, frente a altares que se apolillan. Los dejo en el papel de las fotografías, como criaturas inertes retenidas en las páginas del viejo álbum que sirve de sustento a esta memoria mía que me rasguña de cuando en cuando. Los dejo y me apropio de mi estadía en esta noche, incomparable frente a todas las otras noches, las ciertas, las posibles y las inadmisibles; y me apropio de mí misma y de este instante en el que pudiera llegar absurda y concupiscente mi mano derecha al enredo bello de mi vientre, a indagar en la humedad salobre que mana de mi concavidad estrecha; a hundir los dedos miméticos e impostores hasta encontrarme desmadejada en presencia de nadie, penosamente vuelta nadie frente al espejo que ya no me dice nada, que ya no traduce, que ya no esconde nada. Que se avergüenza y se diluye en su sustancia. Podría ser esa otra, propiedad de la angustiosa existencia, piedra rodante en la noche rebelde del desamparo, pero prefiero celebrar esta soledad mía, con el cansancio elemental del cuerpo, con

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el testimonio resignado de la mano viajante, que podría y, sin embargo, no lo hace, porque sería como tomar un puñal inútilmente. Prefiero alcanzar la frágil cadena de la lámpara, sentir el sorbo frío de vino recorrer a través de mi garganta, y mientras tanto, halarla levemente, hasta percibir esa explosión mínima de la oscuridad en la artificiosidad de la luz de mi alcoba, para dormirme sobre las memorias. Para descansar sobre los instantes. Para inventar sobre las culpas y las condenas, hasta mañana. Para empezar otra vez, mañana. De Fotogramia, 2017. CRUZAR EL PUENTE Son los mismos dolores, es la contracción de mi carne y la contradicción de mi mente. ¿Recuerdas?, también eras mi hijo. Te amamantabas de la blancura de mis senos. ¿Recuerdas? Reposabas el rostro del cansancio en mi pecho y en mi piel se adhería tu sudor. Sí, líquido te rendías después de haber amado. Pero ¿cómo puedo pedirte el recuerdo en este instante en el que alumbro la tiniebla de tu cuerpo inerte? ¿Cómo preguntar a la carne muerta si acaso recuerda el tiempo absurdo de su vida? ¿Cómo preguntártelo, cómo equivocarme tanto en este instante en el que sobre el colchón cubierto por esta sábana blanca, compruebo la desolación más perfecta; ahora, que arrastro los pies hacia mis caderas y abro las piernas con el afán de traerte a la vida, a pesar de tu muerte? Este dolor viene con náusea, y es tanta, que siento la insufrible necesidad de vomitarlo todo. De defecar cada instante, cada trazo, los sonidos y las poses. Quiero saberte fuera y morder con desesperación y sin tregua, el cordón que nos amarró hasta ahora, tan inútilmente, para dejarnos libres a pesar de la vida. Y de la muerte. Ahora que el dolor tiene la forma de mi cuerpo -o quizás el cuerpo arde tanto que tiene los brazos del dolor, las manos y el tronco sufrientes y las piernas dolorosamente recogidas-, ya no podrás patear mi carne, ni mis huesos, tampoco mi calma, ni siquiera mi pena ni las horas del sueño. Sí, deben ser las contracciones que amontonan todo dentro o será la desesperación del cuerpo por sacarte, por dejarte fuera y envolverte en pañales verdes para augurarte la buena suerte que en vida nunca pude darte.

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Entonces, grito con angustia, desgarrada por tanta desolación, adolorida por toda tu permanencia inútil dentro de mí. Te pujo y te invoco hasta que las venas transparentan su estallido en mi cuello y termino como ahogada en los gritos irrepetibles, en esa necia confesión de mi cansancio y en la reprochable incredulidad de mi vientre y de su forma oval llena de nada. Pujo fuerte, para que salgas. Grito otra vez. Grito el insufrible dolor de parirte. Grito hasta que se abra mi cuerpo a tu apariencia. Me desgarro otra vez y por vez última, en tu presencia: sales, por fin sales, envuelto en mi sangre y en la liquidez entrañable de mi cuerpo. Sin llanto. Por fin me abandonas después de la inutilidad de las palabras y de los actos. Te veo, con las ansias tristes de la despedida. Te veo inmóvil y dormido y oigo tu último silencio. Veo tu rostro y los ojos tristes con los que mirabas el mundo y que ahora no miran hacia ningún lado, o miran hacia adentro, donde se oculta el secreto, el tiempo inconcebible y el monólogo heroico que comprobó la inutilidad del tiempo transcurrido, la apuesta de tu humanidad frente a la mía, la insurgencia de mi pesimismo y la cínica ironía con la que apilabas las horas y los días que precedieron a esta angustia de parirte, de hacerte llegar a la vida, justo el día en que también llegaste pleno, íntegro, a la mansedumbre de la inexistencia, o sea, de tu última muerte. Porque antes de este día, ya te había soñado tantas veces atravesado por la expiración, por la triste presencia del hábito y de lo cotidiano, por el rictus aterido del desencanto. Y fue tanto y fueron tantas las veces, que ya no pude verte de otra forma. Y tu silencio que era otro signo de la ausencia, y la omisión que era otra forma de escondite me atravesaron tantas veces que ya no pude retenerte, o sea, ya no pude tenerte conmigo, confidente, invisible, cercano. Ya no pude. Tal vez alguien abra esta puerta numerada como las otras y te halle dormido. Quizá despiertas. Dicen que esta es la ciudad de los milagros. Que ocurren milagros en las escaleras, en los puentes, en los zaguanes. Que la ciudad se divide, se fragmenta, se unifica y se junta, sin otro pretexto que la noche. Espero que así sea. Que sea el tiempo del milagro. Después. Sí, será después. Ahora, me voy sudorosa. Fría, luego de tanto quemar, luego de tanto dolor. Aliviada, porque ya no tengo el bulto tuyo dentro; aliviada de vos, peregrino y extraño. Me siento aturdida. Una ropa raída y holgada me cubre, no la reconozco

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como propia, más bien parece un disfraz, una forma de no ser yo. Cubro el rostro por el frío. No por vergüenza. Y pienso en tu orfandad, sin lástima. No sé si la noche traiga milagros. Que alguien lave la sábana, o que la deseche en el basurero, como todo lo que se encuentra signado, por inservible. Decido marcharme y emparejo la puerta, solamente la emparejo por si se te asoma el llanto del milagro, para que alguien más te escuche. Sí, que alguien más te escuche ese llanto, sin embargo, parecido a algún bolero, y que luego te fotografíe para que cuelgue tu foto en todas las ventanas que dan a la calle, en todas las puertas, y en los postes, y en las vitrinas y en los autobuses. Inútilmente, porque no voy a reclamarte. Que alguien más te escuche. Que alguien más te encuentre. Ahora, quiero tomar las escalinatas y cruzar el puente. Cruzar el puente. Cruzar el puente. Cruzar. El puente. Y este fragmento de biografía.

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Luis Felipe Aguilar

Para que no me oLvides

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Para que no me olvides Afuera con la inquietud del atardecer o la temeridad de la noche, caminar hasta tu departamento, torturar al timbre y llamarte a gritos hasta ver que la luz de tu alcoba se enciende. Luego, correr por las escaleras para besarte en la puerta y entrar en tu cuarto sin hacer más ruido, porque ya sé que se molestan los vecinos y la ciudad se escandaliza. Después, acostarnos en tu cama sintiendo los pechos que se rozan al tiempo que nuestras cinturas se abra(z/s)an y dormir hasta sentir que la madrugada avisa que es hora de besarte, vestirme y darnos un último abrazo. Con la aurora bajar con el crujido lastimero de las escaleras, y en la calle con el frío caminar a mi casa escuchando los perros que ladran a mis pasos, y después, colarme silenciosamente por la ventana y entrar en mi cama fría a esperar que mis padres me despierten. En la mañana escuchar tu clase y ver que tu escote respira, tu falda se contonea y tus ojos detienen mi corazón como lo hacen todas las noches, con esa inasible cadencia que de forma abrumadora va en pos de mí: abriendo los botones de mi blusa que jadea en tus brazos y retira mi falda que tiembla al rozar mis piernas en la caída que me desnuda. En el pasar de las semanas y los meses percatarme del leve cambio de los ladridos de los perros que ya me reconocen, mientras pienso que papá se pregunta preocupado por qué estoy tan cansada. Él no sabe que no duermo porque amarte no admite descanso; y que mamá sospecha que te he encontrado amor, porque me ha visto escribir las iniciales de tu nombre en muchos papeles, en mis cuadernos y de seguro se imagina, acertadamente, que también en mis sueños. Las ha visto incluso levantadas en la piel de mis brazos, no sabe que usé una de sus agujas para levemente trazarlas y no tiene idea que coincide contigo en pensar que esto de “marcarse”, como ella dice, es de locos. Pobre, ni se imagina que cuando las ves me das mimos por cada heridita y que continúas haciéndolo, meticulosa y deliciosamente, hasta llegar a mi vientre en el que me atreví a poner todas las letras de tu nombre para aumentar tus besos.

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No sabe que continúas queriéndome en cada coyuntura y que justo antes de hundir tu lengua dentro mío me dices que te gusta verme así, casi tatuada con tu nombre. Eso nadie lo sabe. Solo nosotras. Hoy, porque me angustio cuando no estoy cerca de tu olor, cuando no nos cubren al menos por un instante las sábanas en tu cama y porque me puso muy nerviosa el que me hayas pedido que no fuera esta noche a tu departamento -debido a que algunos amigos te visitarían-, me atreví a alcanzar, sin saber bien si podría hacerlo, esta escalera de emergencia que serpentea por afuera de las ventanas de tu edificio para llegar hasta ti, porque quería verte en esa reunión y de fiesta. Quería golpear el vidrio con un guiño y mirar tu sonrisa que ya buscaría mi beso, y susurrar lo hermosa que te veías, que te ves, que eres. Y no pude hacerlo. Se me hizo cenizas el alma al observar cómo bailabas con ella, tomando su mano para ponerla en tu espalda, besando sus labios, su cuello, sus pechos y demostrándome así que sus bocas, sus ojos, sus lenguas bien podían procrear mi rabia, mi odio, y, para que lo sepas bien mi amor, mi tristeza. Ahora, subiré aún más por los recovecos de esta escalera tan bien dispuesta para que las amantes como yo podamos llegar hasta lo más alto. Me dejaré caer a la muerte para que los vecinos se molesten, la ciudad se escandalice y no puedas responder cuando te pregunten ¿por qué yace mi cuerpo desnudo, el de tu alumna, destrozado frente a tu alcoba? ¿por qué tengo tu nombre en mi cuerpo? ¿por qué me dirigí a la muerte esperando que reconozcas en mi grito la voz que tanto deliró al oír tus gemidos? No podrás decir nada, a pesar de que bien sabes que lo hice para que no me olvides.

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n e o l v a NOVELA GRÁFICA 188


Fabián Patinho

LA NOCHE DE LOS GILES

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d r a m a t

u r g i a DRAMATURGIA 194


Isidro Luna

El último espécimen

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Con textos adaptados de Darío Fo (EL ÚLTIMO DE LA ESPECIE) Pasos, voces, la casa poblada… No estuve preparado. Espacios vacíos, la casa muda mostrando los rastros de aquellos que ya no están, reverberan los cuerpos en su ausencia. ¡Qué digo! Vaguedades… allí estábamos los dos, cada uno en su silencio, cada uno consigo mismo. Siempre le malentiendo, siempre. Ella no me oye, mis palabras le atraviesan sin dejar rastro… Su silencio ahueca mi alma… ¿A quién puede importarle esta historia? “Yo lo digo pero tampoco me pertenece” No esperen que lo aquí se diga se pueda comprender… No sé por qué creo que en sus brazos dejaría de pensar. No sé de dónde viene eso. Me pregunto tantas cosas… ¿Hay algo más detrás de estas vidas personales? … Ningún más allá, sino un más acá, en el plano en el que habitamos, en una cierta contigüidad, como un paso elevado sobre una calle anónima. Estoy frente a ella después de su pasión. Veo las huellas que dejó en su piel. Nuestras vidas no comienzan ni terminan en nosotros mismos. ¡Ah! Eso ya lo sabemos… el nombre del padre, la madre todopoderosa, la sucia historia familiar… Me gustaría llegar a casa y mirarlos de otra manera, como si fueran extraños -que lo son-, pero que se hiciera evidente que lo son. Nos diéramos cuenta de que ellos son solo un brazo de un pulpo gigantesco, un gesto cualquiera de un rostro desmesurado que puebla el horizonte, apenas un colgajo de la vaca del mundo que cuelga del cielo… (Pensativo) “Si te digo que te amo, me gustaría que me respondas”. Se queda mirando en dirección a la ventana. Te has lanzado y yo sigo allí. Los cuerpos se enredan y se desenredan. Hay un nudo que no podemos zafar. Yo también muerdo el pasto, pasaré la noche rumiando… La casa grande del abuelo, las vacas dobladas sobre sus vientres meditan en sus bocas una metafísica que jamás alcanzaré a entender. ¿Sabrán que pertenecen a los bovinos, que han sido clasificadas, numeradas, pesadas? Mañana algunas de ellas irán al matadero. Extraño animal al que no ponemos nombre propio. También yo estuve allí hoy. Su silencio cortó mi carne en cecinas…

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(Acelerando el ritmo) ¿Quién quiere ser él mismo durante toda la vida, tener por 70… 80 años el mismísimo nombre, viendo los mismos rostros, oyendo las mismas preguntas, envuelto en abrazos que no significan nada, cumpliendo años con los mismos gestos envejecidos? Quiero ser otro. Soy otro, diferente del anterior, el que no se asomaba a la ventana. Y esto no es suficiente. Quisiera levantarme un día y no poder decir “yo”, quedar atravesado por la historia de los demás, marcado por el destino de la manada, ser parte de la banda desaforada que a medida que avanza borra su pasado. (Otra vez un ritmo cansino) ¿Qué significaría decir “te amo”? Mi amor por ella no es mi amor por ella, es el amor de todos por ella. Su silencio no es lo que ella calla, son las voces de todos los que me gritan, me insinúan, me animan, me empujan. ¿Acaso nos pertenecen nuestros tormentos, dudas, indecisiones? Esta amargura que no dejo de vomitar, este deseo, este escozor en el sexo, esta lengua que lame, son de ustedes. Todos somos anónimos con nombres supuestos, con rostros ajenos prestados. Todos estamos desnudos… LOCO Se rumorea que durante el último interrogatorio al anarquista, uno de los presentes, minutos antes de la medianoche, perdió la paciencia y le asestó un fuerte manotazo en el cuello... tranquilo, comisario... y lo dejó casi paralizado. Además jadeaba, no podía respirar... entonces llamaron la ambulancia, y en un intento por reanimarlo, abrieron la ventana y lo llevaron allí, asomándolo un poco para que el aire fresco de la noche lo espabilara... Se lo comenta que lo sujetaban entre dos, y, como suele pasar en estos casos, el tino se fiaba del otro... lo sujeto yo, lo sujetas tú... ¡y patapúm, se les cayó! (¿Y TÚ POR QUÉ NO CORRES?) Yo estoy aquí, yo estoy allá. En este lugar, en ese sitio. Estoy y no estoy. Ubicada y desubicada. No me hallo, no me encuentran. Yo, ego, Ich, I, je, moi, io. Yo misma. Yo misma viéndome con mis propios ojos en un espejo ajeno. Yo y mi ombligo y si no lo salvo, no me salvo yo. Nada personal. Nada íntimo. Solo yo.

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Hoy estuve conmigo misma. Me senté. Me invité a tomar un café. Apagué el celular. Me detuve a considerar el tamaño de las hormigas, el número de ladrillos que entran en un edificio de once pisos, la cantidad de clorofila que tiene mi planta. Arañas minúsculas subiendo y bajando por mi cortina. Hay un silencio denso que se acuesta conmigo en mi cama. Una risa de nada, un hormigueo que me recorre entera. No recuerdo a nadie, nadie me recuerda. Yo y dos pasos hacia delante. Retrocedo, me equivoco, cambio de dirección. Una alegría ingenua, una sonrisa en medio de la tormenta. Hago una mueca. El mundo me hace un gesto obsceno: ¡hijo de puta! ¡Quién te crees que eres! Un guardia aparecido no sé de dónde me dice: Siga, siga. Quiero quedarme allí mirando el asfalto al pie del edificio. Y yo sigo, sigo quemando tiempo hasta que la vida empiece. Por favor, dos libras de clavos, una onza de bicarbonato, bórax en polvo, un audífono, un amor a manos libres. Gracias. “Volverá cuando quiera” y yo, ¿cuándo voy a querer? No me nace el deseo, no tengo ganas y si tengo ganas, es demasiado tarde, o demasiado pronto, o él no está listo, o yo no estoy lista. “Olvidó su lista” Gracias, de nuevo. Y yo sigo quemando vida hasta que la noticia llegue. Veo mi rostro en las vitrinas. Ese maniquí me hace un guiño. ¿Será él? ¿Querrá algo conmigo? ¿Me invitará a salir? ¿A dónde vamos? ¿Al Tugó, donde la Eli? Demasiado, demasiado. Mañana tenga tantas cosas por hacer. Y mañana tendré tantas cosas para hacer pasado mañana. Mejor me subo a la ventana a estar contigo. ¿Qué te cuentas, qué has hecho de tu vida? Aburrido. Normal. ¿Y qué tal la vida amorosa? Prefieres el cine. Yo también. Acabo de ver Johnny Mnemonic. ¿Te gustó esa cuerda de láser que corta las cabezas de un solo tajo? Ya quisiera tener una así yo. Anduviera por la vida zas, zas, trasquilando transeúntes. Estás tan callado. Prefiero marcharme. Deja de mirarme con esos ojos de borrego ahorcado. Me quedo pero solo un ratito. Quiero llegar al Barranco justo a las seis. Me enloquecen esos colores, esa agonía de las tardes, esas nubes quietas como caballos desbocados. Ya sabes que el bus demora una barbaridad. ¿Vienes conmigo? No, desde luego, tienes que trabajar.

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Pareces un puto detrás de la vitrina. Nadie te compra. Nadie te quiere. Y yo, ¿cuándo voy a querer? ¿Me das la espalda? Allá tú. Acá yo. No entro en tu juego. Te faltan algunas partes. No importa. Al fin de cuentas qué hombre viene completo. Siempre les falta algo. Seguramente lo dejaron con sus buenas y santas madres, aunque no hay madre buena. Yo por mi parte, de parte mía, con una dedicatoria especial, con las huellas digitales de todos mis dedos incrustadas en tu espalda, te dejo, me marcho, me escapo, me hundo, desaparezco. A ver si ahora te vienes a enojar conmigo. Sí, conmigo, que tanto te he soportado. ¡Ay! Ingratitud. LOCO. Algunos dicen que los interrogadores, cansado de que no respondiera y no dijera lo que ellos querían oír, se dieron la vuelta y se dirigieron a la mesa del café. El anarquista aprovechó ese momento y se dejó llevar por una fuerza invisible, que le obligó a abrir la ventana, a inclinarse sobre ella y lanzarse. Cuando ellos se dieron la vuelta era demasiado tarde. Una fuerza invisible que estaba hecha de manos gruesas con guantes militares. (ÉL ÚLTIMO DE LA ESPECIE) (Nostálgico) Desnuda, ella quiere que le acaricie. Me niego. ¿Qué puedo hacer? ¿Es que no le importa? Extiendo los brazos, no tengo manos. Allí están los muñones lisos. Ella insiste y yo recorro con los muñones su espalda, sus muslos, su rostro, su sexo. Ella se revuelca. Me retiro. Extraño mis manos. ¿En dónde las perdí, en dónde me dejaron incapaz de caricias? Talvez en la caída. Ella me mira sin saber qué pasa. Inicia una pregunta que no responderé. Mi amor por ella es parte de mi delirio. ¿Qué otra cosa podría ser? … (Retomando el ritmo) ¿Qué digo? Yo no deliro, hay un delirio dentro de mí que no es mío. Otros deliran dentro de mí. Aquellos que ponen sus voces dentro de mí …. Me dice que ella no sabe lo que siente, que ese su problema, que esto es algo especial. Me niego a

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pensar que se está dirigiendo a mí. Está declarando ante un comisario. Está allí de cara a su propio mundo, a esa enorme masa anónima desde la que levanta la cabeza para mostrar un rostro, decir un nombre. Solo a ellos les dice, solo para ellos sus palabras son entendibles. Estoy a su lado, a un exacto metro de distancia y ese espacio que nos separa es un universo entero, un agujero negro que lo devora todo…. (Lejano) No somos nosotros mismos, somos el lugar en donde la especie busca algo o en donde se pierde, se ignora, como una línea evolutiva sin futuro, como un ornitorrinco de los sentimientos. Somos una protuberancia entre miles, que se puede desprender sin que nada se altere. En el filo de la ventana, la masa nos empuja para experimentar la caída, para saber cómo se siente rodar y cómo la vida termina, el dolor se aquieta, todo concluye. Resistirnos o no, da igual, somos una confesión arrancada a pesar nuestro. Los actos entre nosotros siempre son actos fallidos, hasta si hiciéramos el amor sería un acto fallido…. (Otra vez nostálgico) Antes me angustiaba. Debatía sobre el sentido de la existencia. Algunos encontraron un camino, otros simplemente se fueron a sus vidas privadas. Ahora es diferente, los de ahora están en el extremo de la cuerda, en el filo de la navaja con los pies descalzos sin poder retroceder, apretados unos contra otros, casi sin espacio para respirar. Cada día una nueva oleada. Masa informe que no está desesperada. La vida se convierte en un reality show. ¿Con qué ojos mirar, con qué palabras decir esto que se niega a ser dicho, que escupe en la cara de la razón, que siempre se esconde y que se ha convertido en una cosa desmesurada que aplasta el presente sin dejarlo avanzar, que nos tiene enjaulados como animales listos para ser despostados? Cuando abran la rampa, descenderemos ordenadamente, vacas sumisas que extenderán el cuello a las cuchillas del tiempo… (Como si le contara a alguien) Ella me mira a los ojos y no le dicen nada. Interroga y no hay respuestas, ni siquiera un reflejo ni una tenue luz de conciencia. Habla conmigo, respondo sin saber qué digo. Así lo haré siempre. Finalmente se marcha. No quiere descender.

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Como buenos cristianos, caemos sin límite, hemos olvidado cualquier noción de salvación. Me dice que me pongo dramático. (¿Y TÚ POR QUÉ NO CORRES?) Dejemos de pelearnos cada vez que nos vemos. Si prefieres dejamos de vernos. Te prometo que cuando cruce por tu vitrina, viraré la cabeza para el otro lado y trataré de no pensar que estás allí. Tú, claro, tú sí, me seguirás viendo, cada segmento de mi cuerpo. Nunca entendí eso de que te gusto solo por partes, nunca entera. Tú tampoco quedaste entero. Yo en cambio me quedaría con tu figura y tu asma. Me gustaría estar a tu lado mientras te ahogas. Retiraría el inhalador para que no esté a tu alcance. Me gustaría ver cómo te pones morado y tus pulmones empiezan a silbar y te sale una baba rosada. Entonces, te pondría el oxígeno mientras prendo un fósforo y los dos volamos por los aires en pedazos. Así podrías quererme tal como te gusta. ¿Qué hago aquí? Me pregunto una y otra vez, ¿qué hago aquí? Este no es mi sitio, no es mi vida, no es mi nombre. A ti ni siquiera te conozco. ¿A qué vine a esta calle, a esta vereda, a este edificio oscuro? Dicen que quienes nos preguntamos por el sentido de la vida es que no tenemos sentido de la vida. Se vive nada más, sin cuestionarse. Una se deja ir, como poner un carro en neutro en una bajada. Si te estrellas, no es tu culpa. Una se deja ir. ¿Dejas que me vaya? Ah, quieres que me quede un poco más. Te contradices. Primero, no te importa que me vaya y luego, que me quede un poco más. Decídete. ¿Tú sabes a qué vine? Creo que salí de compras y me extravié en el camino. ¿Y ahora cómo regreso? ¿Sabes a dónde tengo que volver? Me estoy hartando de tu silencio. Ya sé, ya sé. Tú te callas por convicción. Tienes tanto que decir y no lo haces. Ya ves las consecuencias que tuviste que sufrir. Yo no tengo convicciones. Ni siquiera creo en lo que creo. Simplemente creo y no estoy convencida. Estoy totalmente dispuesta a cambiar de opinión. Y luego a sostener exactamente lo contrario. Haz tú lo mismo. Y ves, yo hablo y hablo y hablo sin parar. Y tú, necio, tan calladote. Es mi forma de ser inconsciente. Así no pienso. Podría decirte que yo no sueño contigo, ronco contigo; no hago el amor contigo, tengo ataques de epilepsia con tu cuerpo sobre mí.

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Siempre es así: comenzamos hablando de mí y terminamos hablando solo de ti. Lo que no sabes es que yo vine a esta vitrina para encontrarme conmigo misma, para colocar un espejo y otro y otro y que mi imagen se duplique una y otra vez y que haya tantas de mí que ya no sepa cuál de ellas soy realmente. O quizás no soy ninguna, quizás solo soy un reflejo de nada, de nadie. Lo que me haces decir. En realidad salí de compras. Es mejor que ir al psicólogo. Tiene un efecto terapéutico maravilloso. Te calma inmediatamente. Hoy hice una lista: zapatos, bufanda, cartera, un hombre, una resma de papel bond, unas manos ajenas para que me toquen, un lápiz labial con sabor a fresa, chocolates amargos fritos, un libro de cocina. Algo se me olvida. ¿Quién más tenía que comprar? Ya no queda, han comprado a todos. Ah, aceite de oliva extra virgen, de lo más virginal posible, purísimo, que no tenga ni rastros de pecado original, que nunca haya sido mirado por hombre alguno. ¿Y para qué quiero yo un aceite así? Tal vez sirva para frotarme las piernas después de caminar mucho. O quizás lo derrame sobre flores secas. O… o... o lo que quieras. Deja de cuestionarme con tu actitud de quedarte parado sin hacer nada antes mis palabras. Yo sé que te conmueven, yo sé que quisieras decirme todo lo que piensas. No te atreves. Crees que te cortaría en pedazos muy pequeñitos y que con cada uno de ellos cubriría las paredes. LOCO. Llamaron a la ambulancia antes de que se cayera. Son tan lúcidos, tan perspicaces, que sabían que se les iba a caer él solito. Dice que me he vuelto loco. Sí, dieciséis veces. Aquellas que escuché al fiscal declarando por escrito que la muerte del anarquista debe considerarse como “muerte accidental” y desecharon por inverosímiles los testimonios de los tres jubilados citados por el anarquista, que declararon que pasaron la trágica tarde de las bombas jugando con él a las cartas en una taberna de barrio. ¿Qué valor puede tener el testimonio de un obrero viejo? Cuando se jubilan, los han exprimido como limones, son auténticos larvas sin reflejos… ¡Una lástima!

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(ÉL ÚLTIMO DE LA ESPECIE) (Ritmo acelerado) ¿Qué será mejor: no tener esperanzas o ser dramático? … Ella dice: “¿Te gustó la película?” Y yo: “Ah sí, estuvo buena, un final inesperado”. Y ella: “Aunque es un poco lenta”. Y yo: “Era la época”. Y ella: “Un mundo extraño”. Y yo: “Un submundo”. Y ella: “Bueno. Tengo que irme”. Y yo: “Desde luego”. Y yo: “Por supuesto”. Y yo sigo hablando aunque ella ya se ha marchado, continúo la conversación, desdoblándome, imaginándome que está frente a mí, obligándome a decir las palabras que no quiero pronunciar. Esto no es un monólogo. No puede ser porque soy una plaza pública, con una muchedumbre que grita, que discute, que vende y compra, que se ríe y llora… Me preguntas si soy feliz. Desconozco el significado de la palabra, seguramente está en otro idioma. Sospecho que ni siquiera pertenece a la humanidad. Seguramente es solo un intento fracasado de traducir el aullido de los lobos perdidos en la noche, el mugido de las vacas inquietas al caer la tarde, el estruendo incongruente de los animales en celo, el graznido de las aves antes de aparearse. ¿Felicidad? No es una palabra que nos pertenezca. Cuando me cruzo con ella, la devuelvo al lugar que vino… (Recordando) Quiere que cometa un crimen, por el bien de la humanidad, por responsabilidad con una especie que se extingue y que no merece ser salvada. ¡Un crimen! Pero… casi no me atrevo a decirle que a ella a quien quiero y no le haría daño. Entonces ella se sienta a mi lado, me mira dulcemente, me toma de las manos. ¡Ah! Es solo un juego. Ella se levanta violentamente. Otra vez no entiendo qué quiere. Al final sus palabras me aclaran todo. Es simple. Tengo que matar mis sentimientos por ella, asesinarlos en mi interior antes de que salgan, de que vuelvan palabras y gestos, despedazarlos antes de que crezca y empiezan a vivir por ellos mismos. Ella se compromete a ayudarme, a guiarme.

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Será nuestro crimen, nuestro secreto, de los dos, de nadie más. No aparecerá en los diarios. Esa es otra historia que sabemos que pronto vendrá. Le digo que quizás debería terminar yo como ellos. Otra vez se pone frenética. Me acusa de ponerme dramático. Me quiere vivo, frente a ella, para registrar paso a paso cada movimiento. Será una minuciosa observadora en la escena del crimen. Como la quiero tanto comienzo a darle gusto. Así que entre ella y yo cosemos mis sentimientos a puñaladas. La “sangre de amor no correspondido” me baña. Ella pretende que es un rito de purificación. Si tenemos que desaparecer, si es hora de concluir, si el momento final ha llegado, entonces por qué no sacarse los sentimientos, por qué no caminar desnudos hacia el horizonte con la convicción de que cruzaremos el límite y caemos al vacío. Más allá rodaremos por el acantilado y seremos devorados por las olas que se estrellan contra las rocas. ¿No será preferible a terminar como cadáveres hinchados en las aguas negras de New Orleans? (¿Y TÚ POR QUÉ NO CORRES?) Quería contarte que me pasó algo horrible. No, mejor no te cuento. Luego se lo dirás a todo el mundo, con lo chismoso que eres. Me pica la garanta, te digo. De todas maneras, terminaré por decirte. Estaba caminando por la orilla del río, ya sabes: el contacto con la naturaleza. Pasó por mi lado un hombre de edad indeterminada que corría no sé detrás de quién, con una prisa inútil, vestido con calentador y con unas gafas gigantescas que le tapaban toda la cara. De pronto se detiene, se da la vuelta y se dirige hacia mí. Tuve miedo. Me mira de arriba abajo y me dice: ¿y tú, por qué no corres? ¿Crees que no te hace falta? ¿Qué haces para cuidar tu cuerpo? ¿Seguramente hace rato que no te preocupas de tu alma? Y yo con la boca abierta, se me caían las babas. Y el tipo se da la vuelta y continúa con su carrera. ¿De qué suceso se había enterado antes que yo? Me pregunto si habrá sido dios, ya no en forma de moribundo tendido en el pavimento para que San Jorge le socorra. Dios bajo la apariencia de este imbécil que corre sin saber por qué, sin saber hacia dónde, con esas gafas negras que parecía una mosca de la fruta.

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Ay, sé lo que te dices dentro de tu cabeza: “a esta siempre le pasan estas cosas”. No señor, no siempre. También me pasan cosas lindas. No te voy a contar, te quedarías mal, te morirías de envidia, de celos. ¿De verdad quieres saber por qué vine? No fue para verte. El motivo… tienes la capacidad de confundirme… necesitaba un encuentro conmigo misma, era una cita largamente postergada. Quería decir simplemente: yo; susurrar: yo; gritar: yo: desgarrar la palabra: yo… yo… yo en el principio, yo en el fin, como si fuera una diosa, como si mis palabras le dieran forma al mundo… ¡Qué lindo esto de ponerse metafísica! Tú creías que yo no puedo hacerlo. Estabas acostumbrado a oírme hablar de mi pelo reseco, del último acondicionador, del tinte rojo oscuro, del enjuague azulado, de la última técnica para virarme las pestañas y quebrarme un hombre, del lápiz labial que no se corre. Me encanta maquillarme, dibujar un rostro que no tengo, aplacar la mirada terrible de mis propios ojos, suavizar la crueldad que se me viene a la boca. Me toma horas hacerlo. Es todo un ritual, un experimento. Pongo cada cajita en orden, examino los colores, mido el resplandor del sol, escojo el mejor protector. Y me quedo frente al espejo un largo rato, quieta, sin pensar en nada, como tú. Afuera se anuncia lluvia, adentro tormenta, más adentro, angustia. No me creas tan pronto. Hay que ponerle algo de drama a la vida. Ya ves aquí estoy, otra vez hablando contigo, contándote mis cosas aunque ya no estés. ¿De qué sirven las promesas? Perras rabiosas que no te dejan comer lo que tienes delante esperando algo mejor. LOCO. Para determinar si el anarquista estaba vivo en el momento del salto por la ventana. Es decir, si saltó dándose un mínimo impulso, o bien cayó inerte, como de hecho consta, resbalando por la pared... si se produjo fracturas o lesiones en los brazos o en las manos, como de hecho no consta... lo que significa que el presunto suicida no se protegió con las manos por delante en el momento de estrellarse en el suelo... un gesto normal e instintivo, por otro lado. Ah, no tiene nada que ver, en eso le doy la razón a la señorita. Como ve, soy objetivo. Se han hecho montones de experimentos al respecto: han cogido suicidas, los han tirado por la ventana, y han comprobado que todos, llegado el momento... ¡zas, las manos por delante!

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(EL ÚLTIMO DE LA ESPECIE) De pie, frente a mí, me dice que no me quiere, que no puede quererme, que espera el amor verdadero, el amor de su vida o a cualquiera que no sea yo. Y yo le doy la razón completamente, sin una duda. Me repito sus palabras dentro: ¿cómo puede quererme? No es posible. Alguien así no se puede querer. Hay que abandonarlo como está. He sido decapitado, me cortaron brazos y piernas, me estrellaron. Soy un cuerpo mutilado, irreconocible. Pasa a mi lado y vuelve la mirada, entre el asco y el horror. También yo haría lo mismo y, sin embargo, le deseo. Es un deseo que se ha quedado atrapado dentro de mí, que no se ha ido con ella, que lucha por salir, que se vuelve sudor, secreción, sangre que no alcanza a coagularse. ¿De dónde viene este afán de persistir, estas ganas de durar, este querer que amanezca y que la vida siga? ¿Por qué aún siento, por qué no he dejado de hacerlo, por qué me atormento? Desisto, renuncio, y si me dejaran, me fuera ahora mismo. (Se para, se frota los ojos, se arregla el cabello) Hay algo de emocionante en mirar las tripas del prójimo rodando por el suelo, siempre dan ganas de empujar un poco más adentro el cuchillo en el vientre ajeno… Desde luego podemos imaginarnos que las cosas sucedieron de otra manera. Ella se aproxima a mi cuerpo que yace sobre la mesa. Me habla pero yo no tengo oídos ni boca para contestarle. Se aproxima buscando una caricia, yo no tengo manos. Quiere que camine junto a ella y yo no tengo pies. Quiero hacerme el amor y no tengo sexo. Ni siquiera puedo mirarla, hasta el más leve pensamiento es imposible. Mi cerebro es una gelatina sin sabor que descansa serenamente en la vereda. ¿No está bien así? Lo intentamos de otra manera. Ella es una extraterrestre. Para que haya más emoción, digamos que el planeta ha sido destruido. Encuentra mi cuerpo despedazado y quiere reconstruirme. Me mira como lo que soy, el último de mi especie. Cansada de no obtener respuesta alguna, se marcha. Levanta la cabeza, contempla el atardecer, el sol rojo que asciende con la marea tibia, los cangrejos inocentes tras de ella. Entra el mar, prueba el agua salada. Sale y camina hacia la noche. Otra vez la Tierra está sola, sin voces humanas, sin estruendo del tráfico, sin alegría ni llanto; sola, la madre

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Tierra callada. Los pájaros descienden sin miedo de ser capturados. La maleza invade las casas. Hace frío y no hay quién lo sienta. Hay un sabor amargo y no hay bocas para escupirlo. Hay un “no haber más” y no hay quien se duela. Mi amor por ti, vaga sin encontrarte. Los sonidos incongruentes de mi garganta todavía rebotan en el pavimento y no hay quién los oiga. Ella camina por la tierra desolada. Un aire de nostalgia lo invade todo y ella no lo sabe. Estoy junto a ella, soy un clon del hombre invisible. Harta, se detiene. (¿Y TÚ POR QUÉ NO CORRES?) Ni sabes con quién me encontré. Lo sospechas. Sí precisamente con él, en el supermercado, fue así de pronto, de manos a boca. ¿Y qué hice? No quedó alternativa: nos fuimos de las manos a la boca y de la boca a las manos, allí en pleno súper. Esta es mi momento, este es mi lugar. Aquí estoy yo, aquí y ahora. Y este instante me pertenece a mi sola. Me quedo en este agujero que hice en el universo. Me abrazo, me envuelvo en mí misma. Me quiero, me odio, este odioamor que tengo por mí misma. Sí, yo, ¿quién más si no? De este límite para afuera, todos los demás, en el supuesto de que los demás existan. ¿Realmente están ustedes allí? Yo no estaría tan segura. ¿Y si al salir sienten que empiezan a disolverse en la neblina de la noche? ¿Y si solo han sido rocío condensado que el sol de la mañana hará desaparecer? (Al maniquí) ¿Y tú qué me ves? Crees que hablo así porque tengo el estómago vacío o demasiado lleno, porque me duele la muela y no soporto más. La vida es un dolor de muelas. No te mata, pero no te deja estar en paz. Hemos hecho una frase célebre. Tengo un cólico del carajo, ¿cómo quieres que me sienta? Aunque hace rato que me toco y no me siento. ¿Qué habrá pasado conmigo? Seguramente es por tener amigos como tú. Se me pega tu actitud, tu indiferencia, ese aire distante que adoptas mientras no cesan de interrogarte. Vamos a alguna parte esta noche, al cine, a un bar. Hagamos algo. Estoy aburrida. Tengo tantas cosas que hacer y no sé por dónde empezar. Me gusta dejar para mañana lo que puedo hacer hoy. Soy de las que postergan, de las que dicen: déjame pensarlo, de las indecisas, de las que tienen miedo. Y todo porque no me

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atrevo a decir: no quiero, simple y llanamente, no me da la gana. Así que vamos al cine. No sé qué película está en cartelera. Cualquier babosada de Hollywood. La vida es como una película de Hollywood: mala hasta decir basta, una película de zombis en la que te matas de risa. Anímate, sé mi superhéroe por esta noche. Sálvame ya que no puedes salvarte. Grito para ver si te sacudes. Ya te veo haciendo ese gesto de Superman. Los botones están demasiado pegados y no logras sacarte la camisa. Por dentro solo has sido un hombre araña, un hombre hormiga, un hombre gusano. Y ahora ante ustedes el Súper Gusano. Bueno, no al cine. ¿A tomar un trago? ¿Que ya no bebes? Vaya sorpresa. Yo me bebo hasta la conciencia y no me emborracho. A caminar por la ciudad. ¿Es peligroso? ¿Qué has querido decir? ¿Qué no me estás contando? Nada. Me voy sola. Yo sola conmigo misma. LOCO. ¿Y quién defiende lo contrario? Lo admito, nuestra sociedad se divide en clases, incluso en lo tocante a testigos: los hay de primera, segunda y tercera categoría. No tiene que ver con la edad... puedes ser más viejo que Matusalén, y estar completamente despierto, pero si vienes de la sauna, ducha caliente y fría, masaje, camisa de seda, Mercedes con chófer... a ver qué juez no te considera fiable. Incluso te besa la mano, «¡Super fiable extra!» Porque, vamos, ¿para qué estudia uno una carrera? ¿Para qué se hace accionista mayoritario, para que le traten igual que a un jubilado muerto de hambre? Dicen que antes de su declaración, a esos accionistas no se les exigió que pronunciaran la fórmula clásica de “Juro decir la verdad, toda la verdad’. Parece ser que el secretario dijo: “Tomen asiento, señor ingeniero jefe, director de las construcciones hidráulicas X, y usted también, señor ingeniero y asesor ministerial, ambos accionistas con capital de 160 millones, siéntense, les escuchamos y les creemos”. Después, con gran solemnidad, los jueces se pusieron en pie, y todos a coro, la mano en la Biblia, declamaron: “Juramos que dirán la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. ¡Lo juramos!”

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(EL ÚLTIMO DE LA ESPECIE) Soy el último de la especie, el último animal en ser degollado. Pongo la guillotina en automático y espero. Oigo el roce de la cuchilla que cae, siento la hoja fría separando mi cabeza de mi cuerpo. Un último destello incendia mis pupilas. Entonces me marcho, ya no tengo nada que hacer aquí. Hago la maleta, meto la ropa desordenadamente, la cierro a medias y echo a andar. No hay camino cierto ni dirección establecida. No hay norte, no hay sur. Hacia cualquier lugar que me dirija es ningún lugar. Ahora que la ciudad está vacía, yo también estoy vacío. Ahora que nadie camina por las calles, avanzo a paso lento, me detengo en las vitrinas destrozadas, me subo a un autobús semidestruido. Desciendo diez calles más abajo. Entro en un cine y no hay función. Soy el último de mi especie. Me cruzo con una multitud de gente apresurada. Los dejo pasar. No existen y no lo saben, no están allí y no lo saben. Son la última alucinación. Me encuentro contigo y no te reconozco. Pasa un largo tiempo y me doy cuenta de que eras tú. Regreso y ya nada te recuerda. Soy el último de mi especie. Ella cierra mis ojos y apaga la luz. Se marcha en silencio. En la madrugada, vomito desde la ventana cada uno de mis órganos. Me desnudo. Me inclino. Soy el último de mi especie. LOCO. Cuidado con los golpes, comisario… tengo un ojo de cristal. También tenga cuidado con la mano … es postiza. Y estas palabras que estoy diciendo … no son mías. ¡De quién las habré tomado! Y si quiere exagerar, ni siquiera estoy seguro de que soy yo mismo el que estoy aquí. ¿Estoy loco? Claro, por supuesto, desde luego, evidentemente. Ojo con el ojo que se me va a salir. Es tarde me quiero ir. La culpa la tienen los relojes. Los periodistas los llevarían atrasados, quiero decir adelantados. Aquí cada uno pone el reloj cómo le parece, uno prefiere llevarlo adelantado, otro atrasado, este es un país de artistas, de individualistas, cada uno con su tiempo, con su vida, con su sálvese quien pueda.

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Juana Estrella

Loca la Juana

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LOCA LA JUANA …porque no hay mayor locura que una persona hablando solita Juana Estrella Aguilar Monólogo cómico sobre la locura, la de tres Juanas de la historia, Juana de Arco, Juana de Castilla y la Papisa Juana. La locura en sí y la de Juana Estrella. Una mirada a la Locura de las mujeres y un chistoso manifiesto escénico para desmitificar el adjetivo. Muy buenas noches, qué gusto poder estar con ustedes, bienvenidos y qué placer tan grande poder saludarles. Aquí empieza mi dilema, con el saludo, no es algo grave, nada que me quite el sueño, es que nunca le atino, nunca sé cómo hacerlo y lo peor es cuando viene ese amigo, el de la mano sudada y te moja como una ola, por suerte hay otras maneras de saludar, (tres saludos con la mano). Se imaginan como se saludaban esos hombres de las cavernas, allá, solos en la oscuridad, en medio de la noche bajo las estrellas, cuando oían venir a lo lejos a sus pares, se encontraban…(habla en gromlot) Macha, tuctuc, sabasaba, de ahí viene el saludo francés Ca,va y el qué fuef quiteño; luego estas primeras formas verbales se convirtieron en lo que hoy por hoy se conoce como el gran saludo verbal, me gusta mucho este saludo y más cuando en pleno parque Calderón te encuentras con la típica amiga. - Juani, qué gusto a los años, y ¿cómo está el Gege, la Cami y el Andoni y sigues viviendo en Quito?, ¿dejaste de fumar? Qué bueno, con razón estás medio gordis y ya sabes que después de los 40 ya es bien difícil bajar … bueno chau mi chola. Allí está todo expresado, cuanto te quieren, si tienes trabajo, si tienes plata, amantes, si estas en drogas o en la central de riesgos, etc.

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Ahora bien, este saludo ha ido evolucionando de tal manera que con una palabra se dice todo: ‘Habla’, la síntesis absoluta, que puede parecer burdo, simple, vulgar y hasta primitivo pero, para primitiva la mano. Esta mano, que alimenta, que acaricia, que escribe, que ama, que coce, que plancha, que soba, que trapea, que ¡rasquetea!, no me gusta la mano, debe ser por las bacterias, los ácaros y los cucos microscópicos que te deja en la piel hasta el tipo que te saluda de esa manera elegante, sofisticada y hasta tímida….tres cuartos de falange, falangina y falangeta, directamente proporcional al respingado de la nariz, ufffff. Y ya, por último, si me van a saludar que lo hagan bien hecho, como el saludo rompehuesos, con tremendo abrazo y muchita, ve, ese es el saludo que prefiero, el beso, yo soy la besuqueadora oficial, conozca o no conozca, convenga o no convenga yo me lanzo a la muchadera, pero después me estoy limpiando las babas de la cara porque también tengo un poco de manía con eso. Hablando del beso, me inspira mucho este saludo que es tan íntimo, tan nuestro, Ah! Perdón pero el beso no es nuestro, es una herencia europea, o ustedes se acuerdan haber estudiado que los huancavilcas y los cañaris, los puruhaes y los panzaleos entraban y decían Holis con un beso… Nada qué ver. Y claro los europeos por eso están en crisis: en España se dan 2, Francia les sigue a la cola con 3, y los suizos, como tienen todos los quesos, los relojes, los bancos del mundo, se dan 4, y los rusos, uyyy ellos se dan en la boca y entre hombres…por eso tienen un presidente que se llama Putín, nosotros acá en el Ecuador no nos damos ni dos ni tres, nos damos uno y bueno, con lengua, con changa, porque esa es nuestra forma de hacerlo, es nuestra cultura… y a los nueve meses nace el resultado cultural. Pero bueno yo como soy bien culta y estoy feliz de que ahora les pueda saludar de lejitos, les doy la bienvenida a mi ‘Loca la Juana’. Pero yo no vine a hablarles del saludo, no, yo vine a contarles que estoy haciendo ahorita es un stand-up comedy, que viene del vocablo ingles stan-up, quiere decir

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“comedia parado”, que es lo contrario a sit-down, (presenta un taburete) está aquí para demostrarles que ustedes están sentados y yo estoy aquí trabajando, y que, además, tendré que sentarme de vez en cuando por esto de la flebitis. Pero bueno, les cuento que el Stand-up comedy nació en los EE.UU, por allá por los años 30, cuando era prohibido divertirse y cerraron los casinos, los toros, las camisetas mojadas, las peleas de lluchas en el lodo, entonces, como los gringos son vivísimos, se inventaron miles de formas para seguirse divirtiendo, tenían claves para entrar a lugares de fiestas clandestinas, y allí estaba el barman que cebaba los huaspetes, por allá las pin ups, y más allasito, un man que contaba chistes y cachos, ese es el standapero. Estos gringos son especialistas para inventarse cosas locas, y sobre todo palabras que ni ellos mismo saben qué significan, ese lenguaje universal que se ha convertido en el metalenguaje, que lo mismo lo habla un chico de Taiwan que uno de Guasuntos. Mi hija me dice que tiene un amigo yuppy, un amigo freeky y una amiga hypster y yo le digo…caracho hijita esos deben ser los guambras que me vacían la refri. Y me dice que escuchan música hardcore y que les gusta el arte undergrownd, y cuando esos jóvenes crecen, se hacen: Ingenier in development and enviromente asosiation with council managemente in marchandaising and technical porsuits, o se hacen brokers o filmakers, uyyy los filmakers, que en cristiano quiere decir cineastas, ellos son unos de los que más utilizan este metalenguaje. Cuando vas a hacer una peli con ellos primero te hacen un casting, y luego un close-up, para luego hacerte un travelling con dolly, yo pensé que era la oveja clonada, pero no, es una cámara que maneja el camera; cuando la peli ya está filmada todos se van al Argentina para hacer la edition y contratan un touroperator para que les haga el roominglist y el chekin on line, y también se ven un grip que les haga entrar en la happy hour del after party y allí se encuentran con el deeler y el pusher que también son cineastas y todos regresan con el last edition y están listos para recibir

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el Huáscar y se van por la red carpet (foto de ganador de Oscar) and the winner is: Whatever ….se dan cuenta a wathever, y una sacándose el aire y quierde. Obvio que se dan los premios entre ellos, porque son una secta. Y todos de una u otra manera formamos parte de una, vivimos y nos movemos dentro de Sectas, los que pertenecen a una no necesariamente pertenece a otra, pero puedes también pertenecer a varias como a las del Poder….oscuros hilos tejen nuestros destinos….la de los burócratas, la del supermercado, que miércoles de carnes, que jueves de verduras, que viernes de pescados; la de los taxistas que 10/9 me das un 10/20 10/4 y 25 al aeropuerto; la de los militares que del aire, de tierra de agua, y todas estas sectas se distinguen por escribir sus nombres en siglas: ONG, PHD, SRI, GLBTT, VHS, ALBA, UHT, FLACSO, UNASUR, CPU, GPS. Bueno, esta última no es secta, más bien es el aparato que conecta el satélite con una de las más grandes Sectas, la de los Jóvenes millenials. Ellos pasan clavados día y noche en sus aparatos, los miran, los cuidan, los ponen forros, lo monean, lo cargan y luego se les descargan y se quedan sin señal, y se mueren de las iras: “Mamá dónde pusiste mi cargador” y luego por fin lo cargan y se conectan… y bajan la información de la nube….!que más secta!. Pero para Secta de sectas la de los Médicos. Se pasan miles de años estudiando para obtener la bata blanca y dañar en el menor tiempo posible la letra, y en el transcurso de sus estudios pasan por varias batas, primero les dan la de los chanchitos, con un tierno y hermoso diseño de chanchitos y un solo bolsillo en donde guardan el esfero y el halls, bata que les autoriza a usar el otro chanchito que es ese aparato que sirve para medir la presión (se infla y se desinfla), luego pasan a la bata de monitos, con un interesante diseño de animalprint , bata que les permite curar a guaguas con diarrea, gente de la costa, uñeros y emergencias en conciertos. A media carrera ya usan la bata celeste, con dos bolsillos en la parte inferior, en la una ponen el estetoscopio y en la otra el sándwich. Y viene la pre-bata, la verde, con tres bolsillos y el nombre bordado

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en letras blancas, bata que les permite quedarse a dormir en el hospital 3 días por semana. Y por fin, la esperada y ansiada, la prístina, nívea, inmaculada bata blanca, con el nombre bordado en cursiva y con cuatro bolsillos en donde guardan el estetoscopio y el esfero. Cuando consiguen esta bata se llaman entre ellos “colega” y se pasean por los pasillos de sus blancos templos gritando a los de la de los chanchitos, mandando a traer café a los de la verde, y pegando una vacilada a la de bata celeste. Y llegan a sus blancos cubículos adornados con blancos diplomas, blancas macbooks y blancos esqueletos y la culebra esa enredada en el palo. Y todos terminamos formando parte de esta secta, aunque no creamos, o no nos guste al menor ¡ayayau carajo! Ya estamos dentro, y es un camino sin retorno, colaboramos tanto como ellos con la secta, y cuando nos tienen a sus pies, nos sientan y nos aconsejan ir a donde el enólogo, el kinesiólogo, el proctólogo y cuando no mismo dan con nuestros males nos abren el Vademecum. Yo lo sé porque se llevaron a mi hija, al principio no me preocupe me dije: ha de llegar a la de chanchitos y a de salir a seguir sociología, pero nada, ahí se quedó, ya consiguió su bata blanca y en la Yoni, y no dice Dr. sino MD, ¡Medio Dios! y me dice que es justo, ama su carrera y ama su juramento hipocrático y su vademécum, que ahí esta todo, sus oraciones, mantras, brebajes, ungüentos, brujerías, recetas…hipo, hiper, algia, itis, y el mal de chagas… que locura! Y de eso justamente es de lo que vine a hablarles, de “La Locura, que según Wikipedia es: La pérdida de la razón y del buen juicio. Pero hay definiciones más conocidas, como la del psiquiatra, la del psicólogo clínico, la de tu mamá, la de tu marido, la de tus hijos, ay esa me encanta: “Mami estás loca” simplemente porque una le ha preguntado: “mijo ya acabaste el deber”, o las amigas del gimnasio….”y Juani, cierto que te vas a bajar la papada, qué loca, y la lipo también, qué loca, y te paga tu marido o vos misma, qué loca, y tu doc tiene la bola de gente, qué loco, y crees que me puedas conseguir una cita, ¡gracias loca!.

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O la definición de locura del típico amigo que te encuentra en el Raymi: “qué fue Juanaestrella sigues haciendo teatro, ah, garota es el teatro, yo también hice teatro en la Salle, pero y de qué vives, no, ósea en qué trabajas, bueno oye ya madura, ya está de que asientes cabeza, no seas tan loca”. Pero yo conozco a una tocaya mía, una chica de apellido De Arco, que decían que estaba loca, con ustedes Loca para Loca mi primera Loca Rey.- Oui bonjour, que se le ofrece señorita. Juana de Arco.- Estoy buscando al Delfín Rey.- Quishpe, no puede ser, yo soy el delfín de Francia, C’est pas possible!!! Juana de Arco.- Ha sido usted majestad quién me mandó llamar. Rey.- A oui oui, c’est vrai!!! Encabezad el ejercito real francés, haced que los ingleses me devuelvan mis territories, anda niña, encabezad mis huestes y traedme buenas noticias. Juana de Arco.- Pero antes tengo que cortarme el cabello. Rey.- Córtate lo que quieras pero apúrate, sino yo te corto el presupuesto….jajajaja Juana de Arco.- Pero, ¿no me iba a hacer la revisión? Rey.- Revisión, revisión, ah oui, la revisión. Revisen que la niña, sea virgen, no use percings y no le tenga miedo al coco...jajaja Juana de Arco.- Al coco no le tengo miedo, al que le tengo miedo es al Papa. Rey.- Pero por qué le tienes miedo a ese señor, gordo y bonachón. Juana de Arco.- Porque es gordo e italiano, habla con la boca llena y además no me va a querer hacer Santa. Rey.- Santa, pero no hay problema yo te voy a hacer Santa, a ver de qué puede ser….ah por casta, pura y virginal. Juana de Arco.- No, yo quiero ser Santa por guerrera. Rey.- Entonces puedes viajar a México y practicar la lucha libre, allá a los que hacen este deporte les hacen Santos, y cuando llegues, cómete unas chimichangas y unas buenas flautas… Mmmm!!!

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Juana.- Preparad mi armadur, ensillad mi cabalgadura, pasadme mi cantimplora, que los mozos de escuadras estén listos. A la carga mis valientes, en nombre de Francia, en nombre de Zinedine Zidane, de Aznavour, de Platini, de Napoleón, de los scargots, del foi gras, del roquefort…alez de bleus. Ahí están atacad con todo, ¡merde, la cagué! Yo soy la Santa o hechicera, mártir o guerrera, la transgénero inmolada. La señorita Juana de Arco, guambrita, 19 años tenía y dicen que era una suquita bien alhajita, y luego de servir a los ejércitos más grandes de Francia, cuando ya no sirvió más, hicieron de todo con ella, la persiguieron, la vejaron, violaron, hasta por fin, quemarla en la hoguera. Dicen que Juana de Arco sufría de esquizofrenia, otros la tildaron de loca porque hablaba con Dios, pero como todos tenemos la posibilidad de hablar con Dios, entonces todos estamos orates. La locura es relativa, porque si algo es loco para uno, es cuerdo para otro y viceversa, para mí, a saber, locos son: La Lady Gaga cuando se pone un vestido de lomo fino, Salvador Dalí, ese de los relojes chorreados; los que suben a catorce ochomiles sin oxígeno, y ponen la banderita, se han preguntado porqué siempre hay una sola bandera, porque atrás vienen los otros y sacan la una y ponen la otra…!locos!. Y los que estudian por años, que el master, el phd, el doctorado, y por fin les mandan a la investigación de campo a las selvas de bostwana a buscar en las selvas, entre lluvia, mosquitos, plagas, hambre y lodo…a un bichito chiquitito, que luego de meses cuando por fin sale el bichito, les da gana de ir al baño y quierde investigación, pero no se rinden, regresan y siguen otros cuatro años de estudios de la lagartija verde de Guinea Ecuatorial. Todos conocemos un loco o una loca, la vecina, el jefe, la comadre y todos hemos atravesado por momentos de locura, (hablando como loquita) no fui yo, fue la loquita que habita en mí, o, Yo no fui hermano te juro que me sacó de mis casillas,

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me volví loco, esos no son solo locos en serio, sino en serie. Historias locas, ah y los locos de la Historia, me encanta hablar sobre los locos de la historia, por ejemplo, Marco Polo, loco. pero por Polo porque estos Polos sí que son locos, y también porque viajó como loco y le encantaba traer chécheres y suvenires, que el fideo, la tinta, la pólvora, el rosero, los biscochos, el queso de hoja, las papas de la María y el iching; además era políglota, eso también por Polo le venía. Otro loco, el Charles Darwin, que se pasó años observando las iguanas para decir !venimos del mono! Y Cristóbal Colón que se empecinó en venir y la Reina Isabel que le advertía…no vayas no ves que eso esta ¡lejijijijimo!! Y él nada, qué necio, que vino y nos fue saqueando lo que más pudo, las plumas, los cuartos de oro, el tomate, el aguacatel, el cacahuatel, el chocolatel, las guacamayas, las vírgenes, las pivihuarmis cuxirimais ocllo, los mancos capac… y ellos qué nos dejaron…ah las baratijas, los espejitos, la bisutería, algunas enfermedades venéreas, la tortilla española y la lengua, la que hablamos desde el río grande hasta el cabo de hornos, y lo loco es que hablándola todos nos pegamos unas confusiones, porque lo que se dice aquí, no se dice allá y lo que suena normal allá, es una locura aquí. En México no coger no es lo mismo que agarrar, pico en Chile no es lo que tienen los pajaritos sino otro pajarote, y concha en argentina no se come en ceviche.. Y eso hablando español, imagínense la confusión entre lenguas, yo lo sé porque mi marido habla otro idioma, al principio no nos entendíamos nada, un día me dijo leve la tete, yo emocionada levantando la pechuga y no ha sido eso, me ha estado queriendo decir que levante la cabeza, y yo en morlaco le dije, vos también levantarás esa cabeza de vez en cuando, luego ya nos fuimos entendiendo, porque la lengua de él, mi lengua….es que uno se entiende en el lenguaje universal del amor, que es tan bello, tan lindo, somos bellos, sexis, alguien nos necesita y nos ama… pero eso no es amor, es enamoramiento, una hormona llamada fetiletilamina, y

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esta entra de una manera apabullante y todo es bello y la babosada y la besuqueada, pero solo dura solamente cuatro años, estirando y con motivación un poquito más, luego esa relación se transforma en el verdadero amor, en el afecto, en una relación sólida, muchas veces líquida y bastantes veces gaseosa. El amor, el amor, que ha sido cantado por poetas y trovadores. Los amores heroicos…Helena de Troya; amores trágicos Romeo y Julieta; amores imposibles Batman y Robin, amores bestiales la princesa y el Sapo, amores de novela, María Mercedes, Marímar, María la del barrio, simplemente María. O los locos de amor los que se mueren de amor, porque antes la gente se moría de amor, no como ahora que solo se borran del fase o se bloquean, no como nuestros románticos, el Maestro Medardo Ángel Silva, que realmente se murió de amor, llegó un día donde su amada, tocó la puerta y le dijo: cuando de nuestro amor, la llama apasionada, dentro tu pecho amante, contemples ya extinguida, se pegó un pepo y pum caputi. Yo conozco otra Juana, una que decían que enloqueció de celos y amor. Con ustedes Loca la Loca, mi segunda Loca. Reina Madre Isabel.- Debéis aprender latín y lenguas extranjeras, quiero que goces de los placeres de la inteligencia, la oración, el recato y la abstinencia, qué no ves niña como estás regordeta, a ver repite conmigo… meterem dedorum en gargantorum para vomitarem. Juana.- bulimia bulimiae, anorexia anorexia, atrangantorum… Mis padres son los reyes católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, los mismos de las plazas, recoletas, llaveros, avenidas, glorietas. Por cosas del destino he nacido en Toledo, mmmm el cochifrito, la caldereta manchega, la perdiz asada,

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el pisto, las codornices en escabeche… y entre bocadillo y bocadillo he conocido a Felipe el hermosillo, un tanto palidete y flaquillo pero tenía su paquetillo. Y luego la boda y que padre quería el cochinillo y Felipe el armadillo y que el uno y que el otro, hasta que marido con un hueso de bacalao se ha atragantao, y ha palmao, uy que bello….lo guapo que ha quedado embalsamao, yo le decía cosas tan cariñosas y el me contestaba, la base de datos de virus ha sido actualizada, y entre empanada y calderada, de burgos a granada me lo he paseao, y al llegar a torquemada me he sentido embotada, y no he estado constipada sino preñada, y entre costillas, natillas y en vez de pan tortillas, Padre me ha encerrado en tordesillas ,y yo con la chiquilla y este….a granada, y que entre Padre y el hijo que firma el vale, que firma el cheque que dame el trono y yo te doy trueque, y hemos jugado sudoku, monopolio y batalla naval y he visto escape de alcatraz, papillón , expreso de medianoche y el miedo no anda en burro. Y no me pierdo la Copa del Rey, ¡soy hincha del Albacete coño! Doña Juana de Castilla. Estuvo 47 años en cautiverio y en el poquísimo tiempo que estuvo de reina fue sabia y justa, firmando vales y cheques. Trataron de curarle con palo para que vaya a misa, le quemaban la punta de los dedos para que comulgue, y le bañaban en agua helada para que se confiese. Terapias para curar la locura han habido muchas, las de rutina o cajón, bolitas de azúcar, el electroshock, la ginecolobotomía , o unas gotitas de Ribotril antes o después de cualquier cosa, y sino, se puede recurrir a las recetas de antaño a la botica de la abuela, agüita de valeriana o toronjil o, un caldito para la locura: en un bol se ponen una pata de res, un cogote de borrego, una mano de morocho, una polla ronca, dos pichones, unos cuatro gorriones y un cuy, se mezcla todo hasta que se deshagan las carnes, si se tiene un perrito tierno pelado y cortado, se le junta a la mezcla hasta que quede homogénea, se le da al paciente por cucharaditas antes del desayuno con una copita de jerez…..dificultad máxima, tiempo 2 días, rinde cuatro porciones.

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Si la locura es intratable e incontrolable se acude a terapias de shock como la aromaterapia, la bailoterapia, la risoterapia, la chocolaterapia y el masaje reductivo. Todas estas terapias están en la WEB, una amiga recién me mandó por facebook una para fortalecimiento del folículo capilar y el manejo de la ira porque en el fb se preocupan por tu “estado” ¿Qué estas pensando? “levántate, mira los colores del arco iris son los mismos que habitan tu interior, que tengas un buen día” porque el fb se presta para la poesía, “el morocho es una explosión para los sentidos y más cuando le precede un hornado, ¡viva Cuenca carajo!”. y todas esto lo postean en el muro, que no es parecido al de Berlín pero si al de los lamentos: (habla una amiga) Me estoy comiendo mierrrdaaa!!! Juani, verás yo te quiero un horror ya no quiero que me notifiques ni me mandes links ni likes y además, tu foto de perfil es fatal y, sabes que eres una zorra, cualquier cosita, me contestas por inbox… Mi foto de perfil, a ver cuál es el problema con mi foto de perfil , alguien ha visto mi foto, vos eres mi amigo de fb, ¿me has visto?, cuéntales como estoy, no como otros que ponen una de la Kardashian, de una tuerca, una zanahoria, o del divino niño, pues yo pongo mi foto de perfil de frente…claro, en el fb es tan fácil sustituir la personalidad y crear una vida paralela, y al principio puede parecer un juego, algo ingenuo y luego se vuelve algo patológico, la esquizofrenia, la paranoia, el blancazo, tartamuda, la leona, la seca, la meca, la turuleca. Pero hay una enfermedad que no tiene cura, que te hace salir de la realidad y creerte otros seres, es gravísima y peligrosa, esta enfermedad se llama ¡TEATRO! Profesor: la sustitución de la personalidad es una patología que se caracteriza por la suplantación de una personalidad en otra, verbigracia la leche en nata, el cerdo en hornado, un ingeniero en taxista, michel Jackson en Liz Taylor, hombre en mujer y mujer en hombre.

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Juanita Ingelheim am Rheim, para ser hay que parecer. Papisa.- ¿Y a qué parezco Lamberto?, Entonces Lamberto me ha dicho que para parecer hay que conocer y nos hemos ido a Japón para que parezca una geisha pero con mi 45 de pie, nada que me han aceptado, pero he aprendido a hacer sushi, sashimi y he conocido a Ying y Yang. Luego Lamberto ha dicho que vayamos a Egipto para que parezca una Cleopatra, pero no gustan los envueltos ni tamales, ni chigüiles ni momias ni quimbolitos, pero he aprendido a hacer calculo piramidal. Lamberto ha dicho vamos a Lejano Oriente, Shell Mera para que parezca una Cumandá, pero me han dicho, por favor ese cuerpo, que con ese taparrabo cuadrado hace parecer culo más cuadrado, entonces Lamberto ha dicho que todo problema es la Moda y hemos ido a Roma, Lamberto ha aparecido con minifalda de centurión y carácter de león y ha dicho: vístete de hombre….y así he trabajado de pizzero, he traducido del alemán al latín todo el rincón del vago, y de trabajo en trabajo un día me conseguí una chamba en el Vaticano, de Papa, habemos papa. He estado muy contenta con este nuevo puesto, pero he preguntado a Lamberto, ¿Qué hace un Papa? Me ha dicho que Bulas, poner zapatillas, lavar los pies a Lamberto, la canilla, la pantorrilloa, la rabadilla…uy uy. También dijeron que tengo que hacer decorar iglesias y contratar a famosos pintores y proteger a dictadores y a uno que otro cura amante de niños. Pero lo que más me ha gustado es hacer procesiones, un día estaba en una y por nada comienza dolor en barriga, yo digo, debe ser el Chauerkrut que comí en almuerzo, pero no, he estado preñada y en media procesión ha nacido la chiquilla (ademán de nacimiento) Dijeron que era el mismísimo demonio, que cabalgaba un monstro de siete cabezas que era la puta de Babilonia, y lo era. No es la única vez que se relaciona a la mujer con el origen del mal.

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Esta mujer hizo temblar a la mayor estructura de poder de los hombres…se hizo Papa. Desde entonces cada vez que se elije un Papa le hace un test, saben de donde viene la palabra test…silla, test, testorum, testatariuam, “due habet et bene pendant” tiene dos y bien colgados. Mujeres como estas han sido incómodas para el sistema, por eso ha sido más conveniente anularlas, borrarlas de la historia, ensuciarlas, ensalzarlas, glorificarlas, revestirlas de piedad, enjuanecerlas…tratarlas como LOCAS. DIME VENCEDOR RAPAZ VENCIDO DE MI CONSTANCIA QUÉ HA SACADO TU ARROGANCIA DE ALTERAR MI FIRME PAZ QUE AUNQUE DE VENCER CAPAZ ES LA PUNTA DE TU ARPÓN QUÉ IMPORTA EL TIRO VIOLENTO SI A PESAR DEL VENCIMIENTO QUEDA VIVA LA RAZÓN Sor Juana Inés de la Cruz, loca Juana de Ibarbourou, Juana Pavón, Juana Terrazas…locas Juana Guarderas, Juana Carpio, Juana Manuela…locas Juana Neira, Juana Córdova, Juana Carrillo…locas Juana Bersoza, Juana Álvarez, Juana Malo, Juana Fernández, Juana Feicán…locas. (cantando) Juana la loca tiene una boca, que me provoca… Fin.

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Diego Carrasco

Fantochada


FANTOCHADA La obra podrá ser para diferentes espacios escénicos. Se ve el interior de una casa de caña, umbrosa. Un catre al fondo. A la derecha un mesón con una cocineta encimera y unos pocos utensilios. A la izquierda la puerta de acceso y a su costado un hueco en el piso de madera apolillada a manera de letrina. Un foco incandescente en el centro, debajo del cual hay una mesa y dos sillas. Una ventana en alguna de las paredes. El público, poco, está dentro de este espacio, cerca de los actores. En alguna parte al ingreso del espacio escénico habrá una instalación con réplicas de noticias de Ecuador con algunos sucesos de cárceles, de las marchas de octubre del 2019, de la pandemia del COVID19 y otras imágenes que reproducen declaraciones de funcionarios de la época, que son mencionados en el texto y que fácilmente se verá que son estrictamente reales. Fantoche 1 (Entra, lleva un bulto al hombro del cual sale el pico de una máscara del Médico de la Peste): ¡Qué calor! (Pausa) ¡Qué caloor! (Como si mirara a alguien) ¿Qué quieres? ¿Qué hable del frío? Y estas pestilencias que manan de todo lado. ¿Por qué no llegan? ¿Les habrá pasado algo? ¿Cuánto habrán conseguido? Ya casi no hay gente en la calle. ¡Qué calor! Y dicen que la peste es peor a esta temperatura… con razón hay tantos muriendo en la calle, dentro de los hospitales, en los tugurios de lodo y cieno como este, en las esquinas del centro, en las orillas hediondas de la ría (Se calla asustado por lo que dijo, mira todos lados como buscando alguien que pudiera oírle) (Al público) Dicen que hay que estar unidos, que hacemos quedar mal al país diciendo estas cosas, pero a mí no me importa… al final, nada tenemos que perder… (Mirando al público) ¡Oiga! Usted está demasiado cerca de la señorita, por favor sepárese, no ve que puede contagiarse ¡jajajajaja! ¡jajajajaja! ¡Contagiarse! ¡jajajajaja! Y cuidado con andar sin mascarilla (toma su máscara de Médico de la Peste y se la pone) menos aún sin guantes (toma la capa del médico que incluye guantes y se la pone) sin desinfectante (se coloca el sombrero) sin cloro para limpiarse los pies (toma la vara del atuendo) y sino aténgase a las consecuencias (mientras danza desacompasado imitando a un funcionario público en televisión): cien dólares de multa a la primera contravención, cuatrocientos a la segunda y a la tercera cárcel ¡cárcel! ¡cárcel por un año a que te pudras con el resto de la bazofia de este país en nuestras nuevas y espléndidas cárceles! ¡Recién inauguradas!

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Como las de las películas gringas: panópticos de cemento, uniformes naranjas, alambrados inmensos y brutales en las palizadas, cámaras por todo lado para que podamos ver cómo las pandillas, los narcos y los homicidas te sodomizan, te abren como un puerco, patean tu cabeza como pelota de fútbol, te suicidan en tu celda al mismo tiempo que a otros seis marranos como tú… (se detiene, se saca la máscara asustado, corre a la puerta a ver si hay alguien, regresa, mira al público) No me miren así, saben que es cierto, pero nos piden no decir nada… hasta los médicos mueren como babosas bajo la sal en los hospitales porque no les dan nada lo que necesitan… (contrariado, hablando con la máscara en su mano) Máscara: Los videos que mandan han afectado gravemente la imagen internacional del país, nosotros el gobierno de todos y de unos pocos más, no podemos permitir que se vean a estos purulentos infrahumanos, que no valen nada, llenando los cuartos fríos de las morgues, ensuciando las aceras recién regeneradas, manchando de sus sanguinolentos escupitajos las paredes impolutas de los nuevos hospitales que no era necesario construir porque con la telemedicina basta, ahora le diagnosticaremos por internet, le mandaremos retro virales virtuales y le encajaremos un gigantesco enema de píxeles para que muera decentemente entre el barro y la fiebre, lejos de las cámaras y la atención pública, para ser enterrado en un espléndido ataúd de cartón donado por las beneméritas empresas de la ciudad prestas siempre a ayudar, luego de que han sido fielmente beneficiadas con el pago de la deuda externa. Y quien se oponga será declarado enemigo de la nación y el pueblo, partidario del innombrable, sedicioso coludido con otros tantos sediciosos de Whatsapp, Facebook, Twiter y Tinder… (se calla, como que escucha una corrección) ¡ah! Tinder no, perdón, esa es la red donde los mangajos sobajan a las niñas incautas para sobarles su baja ralea. ¡Qué hermosa, aliterante y casi palíndroma frase que me ha quedado! Fantoche 1 (Como ahorcando a la máscara): ¡Calla infeliz hijo de las mil putas! ¡Desvergonzado! ¡Mentiroso imbécil! (Entran corriendo los otros dos personajes, Fantocha y Fantoche 2, ambos con su propio bulto de Médico de la Peste, asustados se detienen violentamente ante la imagen de Fantoche 1 que ahorca a la máscara. Se lanzan sobre él, luchan, forcejean, se golpean, al final los tres caen sobre el piso y ríen) Fantocha (Aún abotagada por la risa): ¿Qué hacías moreno estúpido? Jajajaja ¿Querías matar a una máscara, a una representación? ¿A un personaje?

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Y suponiendo que lo lograras ¿no te das cuenta de que todas las noches estarías obligado a representar esta farsa de matar a la máscara? Fantoche 2: ¿Como cuando el Muchacho se pega el tiro al ver a su hermana ahogada en la alberca ante el estupor de la madre y el director? Fantocha: ¡Exacto! Es que la tragedia no era el suicidio del Muchacho. Ni la muerte de su hermana como una Ofelia moderna. No… La verdadera tragedia es el acto brutal de morir todas las noches, el acto terrible de la mano temblorosa que cada noche dirige de nuevo el cañón del revolver a la quijada y jala el gatillo, para al día siguiente volver a representar la comedia de su suicidio y así sucesivamente mientras esa obra se ponga en escena. Fantoche 2: Por cierto ¿por qué tenían que ser seis personajes? ¿no podían ser ocho, o diez, incluso nueve, pero, por qué seis? Fantoche 1: ¿Entonces eso significa que todas las noches también nosotros estamos obligados a repetir estas mismas barbaridades? ¿A reproducir el acto infame de miles de cuerpos pudriéndose al sol canicular de esta city de guerreros de madera? ¿Hemos quedado atrapados en esta mueca abyecta en la que se ha convertido este país, esta ciudad, la última frontera del Caribe al Sur, el puerto limpio, el modelo exitoso de los cristianos sociales? ¿Quiere decir que ni nosotros ni los otros, ni los más depauperados aún que duermen bajo los pasos a desnivel, jamás saldremos del lodo, del cemento infame y mal oliente? Fantocha: No hay más… Fantoche 2 (Azorado): ¿Es en serio lo que dices? ¿Tienes una idea de lo que eso significa? ¿Me estás diciendo entonces que está ciudad siempre tendrá a cientos de miles hacinados en estas casuchas ultrajantes, que siempre habrá millones de ojos que solo miren barro y mortecina, sin luz, sin agua, sin nada, sin hambre de tanto tener hambre? Fantocha: No hay más. Así será y así quedarán estas imágenes congeladas por siempre cuando esta fantochada se ponga en escena, imagínate: esta gente de piel hermosa, hijas de montubios o de indios serranos, curtidos al sol y el trabajo, de pies retorcidos tanto andar el asfalto vendiendo mango verde, jugo de naranja,

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chifles, tabaco; ellas, que comen cada día un mísero té de hierbaluisa y panela con un pedazo de guineo verde, ellas que toman el agua de pipa que les venden los comerciantes de todo y de almas, ellas de cuerpos aromosos y bellos prostituidas por siempre en la 18 o en los cabarets de mala muerte de Durán o en el Parque Centenario y la zona Norte; imagínate entonces ellas, y ellos, por siempre congelados y obligados a repetir cada noche esta danza macabra ante los ojos de la gente, para que no se olvide a los que ahora están muriendo en los hospitales, en las aceras, en las acequias, en los lupanares, insepultos y denostados por no respetar la disciplina que salve del contagio a las buenas personas de los barrios altos. ¿No crees que valdría la pena? Fantoche 1 (Que ha empezado a llorar a medio discurso de Fantocha): ¡Es demasiado cruel! ¡Eres demasiado cruel! Todo por mantener esta representación falsaria. ¡No puedes condenar a estos cientos de miles de penantes a ser siempre la estrafalaria escenografía de tu payasada, solo para construir tu panfleto, tu panoplia de reclamos sin propuesta y solución! ¿Acaso no podemos ponerle algo de poesía a toda esta mierda? ¿Acaso tenemos que ser tan realistas, tan políticos siempre, tan descarnados? ¿No hay algo de belleza? Fantocha (Puesta su traje de Médica de la Peste, se sienta sobre la improvisada letrina como si fuese a cagar): ¿Dónde estamos dulce capullo? Mira a tu alrededor ternura. ¿Qué ves? ¿Acaso no hueles tu propia mierda apilada acá debajo? Son las ocho de la noche y aún no hay luz, mientras aquí al lado el Mall deslumbra. ¿Tienes acaso agua para bañarte? Hoy no vino el tanquero. ¿Cuánto ganaste prenda de mi vida? Fantoche 1: Unos diez dólar… Fantoche 2: Yo apenas siete dólar1… no había gente en la calle… todos tienen miedo y me huían… Fantocha: ¡Claro pues imbécil! Es que nosotros somos los apestados… ellos los insultados por nuestra agonía y nuestra muerte. (Se levanta de la letrina y hace como si se limpiara el trasero con la mano y con esa misma mano persigue a los otros como si fuese a embarrarles) Mejor dancemos dulces pecadores, abracémonos a la tierra que nos cubrirá dentro de poco y procreemos, tal vez del cuerpo muerto de esta sibila nazca un nuevo ser que alguna vez sea feliz. (Corren riendo) 1

En la costa del país la gente de calle no pluraliza la palabra dólar

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Fantoche 1 (Deteniéndose bruscamente) ¡Basta! Es nauseabundo lo que estamos haciendo. Y no me refiero a tu mierda, sino a este maldito baile de muertos. Lo mismo dijiste en octubre. Fantoche 2: ¿En qué mes estamos? Fantocha: Abril. (A Fantoche 1) Perdona ¿qué dije en octubre? Fantoche 1: Que teníamos que recordar a los muertos de las marchas de la sierra, que teníamos que volver a mostrar sus cuerpos agujereados una y mil veces, que debíamos recoger los ojos que fueron vaciados de sus cuencas por las bombas para enseñarlos al mundo… y mira… nada cambió… nada… seguimos los mismos muertos podridos de crueldad… los que ayer morían en el paralelo, hoy mueren en el Puerto, mañana lo harán en la frontera o deambularán sórdidos por el Uku Pacha, en procesión hacia donde les toque morir de nuevo en este cruel montaje. Fantoche 2 (Puesto su traje de Médico de la Peste. Tomando a Fantoche 1 por detrás e inmovilizándole): ¿Es que no te das cuenta zonzo? Crees que todo esto es escayola y teatro, crees que no es más que una representación burda y socarrona, pero feliz y llevadera como en las asquerosas producciones que ves en tu lindo canal. Crees que quienes morimos en estos cerros de miasmas y lodo, somos una falsedad que no permitimos vivir en paz a los señoritos que se retratan en Instagram en la playa y la piscina. El falsete está en el contagio del político que busca lástima, en la foto permanente del Más Alto Magistrado entregando chucherías en las barriadas, en la máscara abyecta de los Ministros, ellos son los verdaderos fantoches. Lo otro, según ellos, son las noticias falsas: alguien ha contratado a miles de nosotros para que vayamos a atestar los hospitales con virus, para colapsar las funerarias y los camposantos, para dejar bultos con forma de cadáveres pululando por las aceras de los barrios bajos de la City. Fantocha (Como un personaje político femenino al cual imita en televisión): ¡No señor periodista! No hubo un solo muerto durante las marchas, la policía actuó con total prudencia, todas las muertes que usted señala fueron accidentales: uno cayó fortuitamente contra una bomba lacrimógena, otro se chocó por pura casualidad contra una bala de goma, el de más allá imprevistamente se abatió bajo una lluvia de porras de la policía y así… ¿Y los que perdieron los ojos?

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Por favor señor, fueron pagados deliberadamente por grupos extremistas para sacarse los ojos ellos mismos, cuando estábamos a punto de cerrar la negociación con los bilaterales, los multilaterales y el club de los Iluminati para salvar al país de más deuda. ¡Es evidente! Fantoche 2 (Mientras sigue apretando el gargüero del infeliz Fantoche 1): En tu mundo Konitos aún crees que la gente es pobre porque quiere ¿cuántos años llevas haciendo calle para ganar apenas para la cerveza del viernes? Recuerda que eras mariquita de esquina cuando más joven y bello: sodomizado en la 9 de octubre vendiendo ese culo angurriento al auto y la chequera de cualquier niñato perfumado. ¡No lo niegues! Y venías luego a darte de rico con un par de chuzos nuevos que no podías pagar ni en sueños. Drogado por las pantallas, el neón y la farsa de Miami esperando tener el dinero para largarte, entonces ¿cuándo te hemos importado estos muertos de la podredumbre y el vaho? (Le suelta, el otro cae) Pero algo aquí no funciona enano: el relato no cuadra, por más tiempo de pantalla que traten de darle, la gente sabe que de verdad está muriendo, que la normalidad que pretenden hace tanto que desapareció; parecemos más una mala película gringa de zombies que la idea que quieren dar del país los grandes prohombres de la patria que ahora nos gobiernan, parecemos más un comic postapocalíptico que la narración que hacen de nosotros las cadenas de televisión y los diarios de los banqueros, parecemos más fielmente los grabados goyescos, los del sueño de la razón que produce monstruos, que la versión que quieren dar de nosotros los empresarios encerrados en sus edificios nuevos, sus clubes y la suite del hotel donde follan con sus amantes, un pueblo miserable es lo que somos y seguimos siendo. Fantocha (Aún de Médica, canta): ¡Canta una esperanza desatinada para que se enfurezcan / silenciosamente los cadáveres de los ahogados / Canta como un loco mientras tus pies van penetrando / la masa yerma de los moluscos / Canta! para ese hermoso pájaro azul que una vez más / se zurraría sobre tu éxtasis / Arranca de lo más profundo tu pureza y lánzala / sobre el cuerpo felpudo de las arañas / Lanza tu poema inocente sobre el río venéreo / engullendo las ciudades / Acuesta tu alma sobre la podredumbre de las letrinas / y de los albañales / Por donde pasó la miseria de la condición de los esclavos / y de los genios / ¡Baila, eh desvariado! / Haz rugir con tus puteadas el eco de los valles / y de las montañas / Orina sobre el lugar de los mendigos en las gradas / sórdidas de los templos / Y escupe sobre todos los que se proclamen miserables / Canta! Canta mucho! Nada hay como el amor / para matar la vida / Amor que es bien el amor de la inocencia primera!

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Fantoche 2: Transfórmate por un segundo en un mosquito gigante / y pasea de noche sobre las grandes ciudades / Desparramando el terror por doquier que posen tus antenas / impalpables / Sorbe a los cínicos el cinismo, a los cobardes / el miedo, a los avaros el oro / Y con todo ese pus, haz un poema puro / Y déjalo ir, amado caballero por la vida / Y ríe y canta de los que pasmados lo abriguen / Canta! Canta porque cantar es la misión del poeta / Y baila, porque bailar es el destino de la pureza / Has para los cementerios y para los hogares / tu gran gesto obsceno / Carne muerta o carne viva – toma! Ahora hablo yo / que soy uno! Fantoche 1: ¡Bravo! ¡Bravo! Me han conmovido (Se pone su traje de Médico de la Peste mientras habla) El ensayo ha sido fantástico. (Fantocha y Fantoche 1 se van despojando de sus vestimentas mientras él habla) Ustedes representan de manera absolutamente fantástica. Fantocha: Bueno, no sé si se pueda decir representación… hay tanta gente por ahí que piensa igual y uno como artista quiere ser el eco de… Fantoche 1: Nada, nada, nada… No seas modesta, ahora no es tiempo de realismos. Fantoche 2: Bueno, a mí llevó su tiempo investigar en las barriadas, yo creí que había logrado resumir todo lo que vi de esa gente… la peste, la pandemia, el hospital donde apilaban los cuerpos como bultos… Fantoche 1: ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! Se notó… cuánta verdad en lo tuyo… ¡genial! Digno de este escenario Fantoche 2: Pero no lo hice con ese sentido, no… lo que dije de la gente de esos sitios es real, mueren entre el lodo y las miasmas, se pudren en las aceras calcinantes de las avenidas polvosas, se matan en los cuchitriles de guadua y zinc sobre los esteros infectos, son violadas en los baldíos de la perimetral, acuchilladas en la bahía, sicariados en el monte… y… Fantocha: Y mi representación de la Ministra sobre lo de octubre es cierta, fue así, eso dijo, es una cínica… y me faltó la toma del aeropuerto y mandar al páramo a los in… Fantoche 1: ¡Magnífico! Así lo sentí… de hecho tuve la misma indignación que cuando le escuché a la señora… no tengas dudas…

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Fantocha: ¿Y entonces? Fantoche 2: ¿Y entonces? Fantoche 1: Sólo nos queda terminar… aquí al lado hay un árbol Fantoche 2: ¿de qué clase? Fantoche 1: No sé. Un sauce. Fantocha: (Mirando por la ventana) Vamos a ver. (Dirigiéndose a ambos) ¿Y si nos ahorcáramos? Fantoche 2: ¿Con qué? Fantoche 1: ¿No tienes un trozo de cuerda? Fantoche 2: Sí, ahora la traje, aunque dios sí vino con el ensotanado que nos bendijo el viernes santo en helicóptero, claro, dios llegó muerto y nos servía de poco; pero yo no quise dejar de traer la soga, al final. Fantocha: Entonces vamos… pero… ¿podemos ahorcarnos los tres con una sola cuerda? Fantoche 1: Primero tú, luego él… yo ya tengo definido ir a morirme de peste en la puerta del Banco mañana… Fantoche 2: ¡Jajajaja! ¿Y arruinarle la donación al banquero? ¡Jajajaja! Eres terrible… Fantocha: ¿Mañana después de muertos volvemos de nuevo acá para el ensayo? Fantoche 1: Sí. De Twitter y Whatsapp aún necesitan circular más vídeos para que el gobierno diga que son noticias falsas, fake news les dicen ahora, y mentiras inventadas por el infeliz ese que nos cagó antes. Fantoche 2: ¡Pero yo estoy muriendo de veras!

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Fantoche 1: ¡Hermano no se altere! Yo sé que de verdad andas muriendo en todo lado. Pero así se dice en las redes y en los noticieros ¿qué puedo hacer? Fantoche 2: Está bien… vamos entonces… Fantocha: ¿Y cuándo empezamos a ensayar para morir en los saqueos? Fantoche 1: Ya mismo, dos cagadas más del gobierno y la gente empieza a meterse en los supermercados y las urbanizaciones. No falta mucho. Fantocha: Pero ¿crees que habrá saqueos? ¿No será que la gente tendrá miedo? Fantoche 1: ¡Claro que sí! Ya verás. Y será el mejor momento para sacar a la policía a la calle ¡Será la fiesta de los garrotes y el humo! ¡Precioso! Fantoche 2: Vamos entonces al árbol… mi cuello está anhelante… Fantoche 1 y Fantocha: ¡Vamos! (Van saliendo, recogiendo sus trajes, Fantoche 1 se ha mantenido vestido con él. Salen los dos. Fantocha se detiene antes de la puerta, se acerca al público) Fantocha: Mañana volveremos a morir aquí de nuevo. La cuerda está. También la peste. Ustedes elijan, lo verán en los noticieros y las redes. Total, así es esto que llaman farsa. Apagón. (Gracias a los maestros Virgilio Piñera, Samuel Becket, Ismael Serrano, Luís Eduardo Aute, Luiggi Pirandello y sobre todo a Vinicius de Moraes, por haberme prestado algunas de sus palabras para este texto)

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Mabel Petroff

Le petite mort

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Versión dramatúrgica del texto La Extremaunción de Enrique Serna Por: Mabel Petroff Montesinos. Texto escrito como parte del programa académico de la Maestría en Dirección Escénica de la Escuela Nacional de Teatro en Ciudad de México

Le petite mort PERSONAJES: CURA: Sacerdote católico 45 a 50 años MUJER: (un espectro que intercambia personajes). (El cura está sentado con los ojos cerrados. Una mujer se mira al espejo y pasa como un espectro por el espacio, organiza cosas, limpia. Vemos una prótesis, una pierna de madera. La mujer le limpia el polvo, luego toma un libro grande que parece ser una biblia, se sienta y la coloca entre sus piernas, pareciera que mete sus dedos en ella como si fuera su propia vagina. Escuchamos la respiración profunda del cura, se enciende lentamente una luz que nos deja ver su rostro, su boca está entreabierta, sus ojos se mantienen cerrados. Tocan la puerta). MUJER: Disculpe señor, es Sixto. Dice si le puede ir a ver a su patrona que la pobre no pasa la noche (le entrega la biblia). CURA: (Muy calmado, una leve sonrisa se revela en su rostro) ¿ya la desahuciaron? (manteniendo la mirada en la biblia).

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MUJER: Creo que sí padre. Sixto trae una carta del doctor Cisneros, pero se la quiere dar a usted en persona. CURA: (Embebido en la lectura de los proverbios, subraya uno, la sonrisa leve sigue dibujada en su rostro). Dígale a Sixto que pase. (El Cura cierra los ojos) Lo recuerdo como si fuera ayer. MUJER-ERNESTINA: (Tomando en sus manos la pierna de palo) ¡Sixto! ¿Todo lo que te pedí está hecho? (rodeando al Cura y rosándole con la pierna de palo) ¿castraste a los cerdos de una sola cuchillada como acostumbras? (le mete la mano en el pantalón agarrándole el sexo, él se queda quieto y aprieta con fuerza los ojos). CURA: (con voz apagada) Sí. (El escenario cambia nuevamente, volvemos a la escena anterior). CURA: (abre los ojos). Era casi un niño pero me acuerdo muy bien como trataba a Sixto. ¡Estoy seguro de que él comparte mi alegría! nadie podía querer a la tullida. (Bosteza, se levanta, toma el estuche de los santos óleos que tiene una ligera capa de polvo). No puedo cometer el error de Sixto, necesito una mirada opaca, libre de chispas delatoras. (Sopla el polvo del estuche de los santos óleos y frente al espejo ensaya varios gestos hasta encontrar el de piedad, cuando lo encuentra, la luz cambia, el Cura toma el espejo) Sixto sí es un buen actor, ¿o de verdad le duele su muerte? (se refleja en el espejo) Sixto eres un imbécil. Te usó como semental, te trató como esclavo y ¿le tienes compasión? No entiendo como aguantaste todos estos años su chillido de rata hambrienta, su tacañería, el crujir de su pata de palo… (Sigue el juego con el espejo, su reflejo, el de los espectadores, los objetos necesarios para los

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santos óleos, la pierna de palo) Emprendimos el camino, llegamos al entronque de la carretera. Yo viví ahí, donde ahora está la secundaria técnica. Abajo mi padre tenía su consultorio de veterinario y arriba nos apretujábamos mi madre, mis hermanos y yo en dos minúsculas habitaciones. Todos los días, en bicicleta o a caballo, recorría el camino por donde me llevaba Sixto, para llevar las vacunas contra la fiebre aftosa que preparaba mi padre. Antes de llegar al casco de la hacienda, Cecilia me salía al paso. (El Cura cierra los ojos, entra la mujer que juega como una adolescente, la escena se llena de risas. Ella es Cecilia, él con los ojos cerrados intenta interceptarla, ella se escabulle y ella termina tumbándole, cayendo sobre él. Pausa, se escucha su respiración. La luz cambia y se dibuja una cruz de luz que enmarca a la pareja. Ella pega mucho su cuerpo al de él, se escuchan sus respiraciones). CURA: ¡Ya basta! (Cecilia se queda quieta, intenta besarle nuevamente pero el Cura no lo permite). MUJER: (Se levanta lentamente y se aleja retrocediendo de espaldas) Ernestina nos infundió la culpa, la hedionda y sagrada culpa, y por ella, por huir de sus bastonazos, sus regaños iracundos, los paseos se transformaron en citas clandestinas, los abrazos en besos furiosos, mordientes, en caricias que nos lastimaban el alma. CURA: No, no te vayas Cecilia… (grita con rabia) ¡Vieja hipócrita! (La luz cambia y el Cura abre los ojos, se reincorpora). Ya basta... Me preocupa que vayamos tan despacio. A este paso, Dios no lo quiera, llegaremos al entierro de Ernestina, y ese retraso sí que me dolería, yo no me debo interponer entre… (mirándose al espejo con su gesto ensayado) la coja y la eternidad, como ella se interpuso entre Cecilia y yo. (Cierra los ojos).

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MUJER-ERNESTINA: (con la pata de palo en sus manos) ¿Quiere un coñaquito? CURA: (Toma el coñac con los ojos cerrados) Gracias Doña Ernestina MUJER-ERNESTINA: ¿Te gusta verme no? CURA: (sin abrir los ojos) Pero que dice Doña Ernestina… MUJER-ERNESTINA: (Pega la pierna de palo contra el cuerpo del Cura) Claro, es natural, no todos los días se ven cosas como ésta (se refiere a su pata de palo), tranquilo, muchacho, no es por ti que los cuido tanto, es esa niña la que tiene brasas en el cuerpo, (se enciende la cruz de luz que se había marcado en la escena de Cecilia) hierve, amanece sudando, con el camisón desabotonado, mojada, completamente mojada… Por eso tengo que disciplinarla, usted me comprende por supuesto... CURA: (Solloza con los ojos todavía cerrados y lanzándose a la cruz de luz) Era a ti, Dios a quién obedecía con esa impotencia, como si adivinara el mandato que más tarde aprendí de tu boca (se mueve en la cruz lleno de placer sexual) Gózate con la mujer de tu mocedad, cierva amable, graciosa gacela. Embriágate de sus amores en todo tiempo, su amor te apasione para siempre. ¿Por qué apasionarte, hijo, de una ajena, abrazar el seno de una extraña? (se reincorpora, abre los ojos) De joven soñaba con abandonar este pueblo y huir a la capital. Quería ser abogado. Uno nunca sabe cómo ni cuándo se le pudre la vida (Vuelve a cerrar los ojos) MUJER-ERNESTINA: Vamos, cuénteme, ¿ya lo hicieron verdad? (poniendo la pierna de palo sobre él como si lo pisara) Se nota que ya estuvieron manoseándose, la lujuria está tatuada es sus ojos, puedo oler sus secreciones par de mocosos… (apegando su boca al oído del pastor).

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CURA: (Sin abrir los ojos) Mi rechazo te punzaba el orgullo. Te desquitabas con los permisos de Cecilia. No podía más… en mis orgasmos además de Cecilia, también visualizaba tu muerte. (Poniendo su mano en las manos de Ernestina, tratando de quitar la pierna de palo que le aprisiona la cabeza) Cecilia y yo queremos casarnos, vivir en México, si usted me estima de alguna manera, por favor, denos su consentimiento, yo la quiero a la buena. MUJER-ERNESTINA: ¡Escuincle del demonio, suélteme! Ya estuvo bueno de andarme toqueteando, cochino, resbaloso. ¿Cree que no me doy cuenta de que es a mí a quien le tiene ganas? (se sube sobre él, la cruz de luz se intensifica) ¿Y usted qué dijo? Me caso con la sobrina para darme vuelo con la tía ¿no? Mire, niño, si le he soportado tantas groserías, es porque respeto a su padre, que ha sido mi amigo de toda la vida, pero ni crea que le voy a dar entrada. CURA: (Con impotencia y rabia) Una sola revolcada conmigo y te hubieras ablandado estoy seguro. MUJER-ERNESTINA: ¡Y olvídese de Cecilia! La pobre es fea, lo sé, pero se merece algo mejor que a un mandadero de pueblo. ¡Y ahora lárguese! ¡¿Qué hace ahí parado?! ¡Sixto! ¡Sixto, venga por favor! (Sigue sobre el Cura) ¡Sáqueme de aquí este niño malcriado! (El Cura abre los ojos). CURA: (Con la mujer sobre él como muerta) Entré al seminario, sabiendo que sería un cura apático, ajeno a las necesidades de los fieles. Únicamente me atraía del sacerdocio lo que arrebata más adeptos a la carrera: el celibato. Yo no podía ser de nadie sino de Cecilia y ella dos años después de que la mandaste a Europa, me quitó la última esperanza, con una postal en la que sonreía, del brazo de un barbón, vestida de novia frente a la catedral de Reims (Intenta besar a la mujer con desesperación, la besa, ella no se mueve, sigue intentando que ella le corresponda, pero ella sigue como si estuviera muerta).

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De todos los sacramentos la extremaunción es el que siempre me pareció más ridículo. Pero me gustaba y me gusta por absurdo. Me dio ideas, ¿sabes? La idea de pedir que me asignaran a esta parroquia para estar cerca de ti, esperando la hora de tu muerte Ernestina. (Cierra los ojos) Otra que se le va, doctor. ¿Puedo pasar a verla? Por favor, no sea que se nos adelante el diablo. (La mujer se reincorpora y organiza el escenario como ese fantasma que siempre aparece en la memoria del Cura. Tiene en la mano un rosario. Se recuesta cubierta por una sábana vieja y podemos ver sus piernas que aparecen entre las sábanas, una de sus piernas es la pata de palo. El cura se acerca tanteando el espacio con los ojos cerrados, encuentra su maletín de santos óleos). CURA: Pareces un cadáver ¿no te sorprende verme aquí? No, debes creer que te perdoné… que el tiempo cicatriza las heridas (se acerca oliendo a la mujer) Todavía recuerdo tu mirada, cuando querías seducirme y yo te rechazaba por tener una sola pierna (se sienta al costado de la cama y tantea buscando la pierna de palo, la levanta y la pone a un lado. Se sube sobre la mujer, y se restriega) Esto te devuelve la vida ¿no? (apenas se escucha la voz apagada de Mujer-Ernestina, su mano intenta empujar al Pastor pero sin fuerza alguna). Estoy dándote lo que me pedías. ¿No era ésta tu fantasía de minusválida cachonda? (forcejean levemente) ¿Qué te molesta entonces? ¿Qué te la cumpla tan a destiempo? (toca de manera más intensa la pierna de palo que tiene a su lado) ¿quieres el perdón de Dios y no estas manos vengadoras de su ministro que te frotan los senos arrugados como higos secos, no estos dedos que se introducen en la telaraña de tu sexo, no este dolor de morirte con todo el cochambre en el alma (besa la pierna de palo con una mirada siniestra) Voy a vencer la repulsión de tu pierna inconclusa (abre la maleta de los santos óleos y se lubrica las manos con el aceite de oliva y hace la señal de la cruz con su mano derecha, todo es realizado con los ojos cerrados, se levanta la sotana nuevamente

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y la penetra con fuerza) ¿te gusta que te penetre? Hundo el ancla en el escollo que no me dejó navegar dentro de Cecilia. ¿Te gusta mi nuevo sacramento? Esta es la extremaunción que te mereces, esta tu gloria. Viajar al infierno con el vientre lleno de santos óleos (los jadeos van en crescendo hasta el gemido final de eyaculación del Pastor y el último aliento de Mujer-Ernestina. Todo ha concluido. El Cura se arregla, se compone el peinado, alisa su hábito, vuelve a ser un sacerdote respetable y abre los ojos). Dios la tenga en su gloria

(El Cura se sienta y abre la biblia, la mujer se levanta y se mira al espejo como un espectro habitante se sus lagunas mentales, mientras, el Cura pasa las hojas de la biblia con placer… la cruz de luz se enciende). Dios la tenga en su santa gloria. (Fin).

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Iván J. Petroff

Del Zen al caos

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DEL ZEN AL CAOS “Los dioses han abandonado el olimpo, los muertos el hades, las sirenas los mares. duendes y hadas se hartaron de que los ignoren. los demonios ya no dan miedo, la unica magia que resta a esta decadente especie es el arte” ACTO I ESCENA I (Zara está maquillándose y alistándose para salir, mientras Adán medita, haciendo Yoga casi en trance, cuando Zara lo interrumpe) Z.- ¡Adán! A.- Si Amor, ¿qué pasó? Z.- ¿Dónde estabas, porque no vienes enseguida, tengo cara de tonta? ¡Qué chucha estabas haciendo! A.- Nada, estaba calentando un poco de café, vine apenas te escuché Z.- Bueno, tampoco me estés contando toda tu vida A.- ¡Mi amor!, ¿dónde estuviste ayer? Llegaste un poquito tarde ¿no? Z.- Acaso me estas controlando Adán.... ¿me estas controlando? ¡No creo que seas capaz de hacer eso, porque sabes muy bien que odio con toda mi alma que me controlen! A.- No, pero si solo… Z.- ¡Basta de interrogatorios! A.- (Agacha la cabeza) Z.- Solo tráeme un energizante y dos aspirinas por favor, me estalla la cabeza

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A.- Ojalá y con eso se te vaya ese mal genio, ya te traigo Z.- Gracias, mi amor A.- (Sonríe muy ilusionado al escuchar que ella le llama “mi amor”) (Mientras Adán va a traer el encargo, Zara se empieza a arreglar el cabello) (Adán llega con el encargo) A.- (Algo enojado) Y ¿a dónde te vas, pues? Z.- (Le voltea a ver fijamente) A.- Ya, ya no hay como decirte nada Z.- (Recibe las cosas) Gracias, mi amor (lo dice como por costumbre) A.- (Sonríe con cara de estúpido) Z.- (Le observa) (sonríe burlona) ¡Qué cursi que eres tontito! mejor tráeme mis aretes de rubí y el abrigo A.- Y…. ¿Adónde vas? Z.- Adán, si hay una pregunta que no se le puede hacer a la humaniad es ¿A dónde vamos? A.- (Incorporándose) ¡Ay! Zara déjate ya de existencialismos y dime, ¿es algo importante? Z.- (En tono presumido) A ver amorcito, Lo que pasa es que llegaron Los toreros de Jesús del gran poder. Y pues , “El club de damas” vamos a recibirlos A.- ¿Y por qué no me pediste que vaya con vos? Z.- ¡Ash, por favor, no seas malito! Qué cosas dices, qué parte del club de damas (resaltándolo) no entendiste, ¿quieres ser el único “hombre” en el lugar? ¡No seas ridículo!

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A.- ¿Único hombre? Y todos esos toreros ¿qué? Z.- Ellos no son hombres… (Sensualmente) son “Esculturas de carne y hueso talladas por los dioses” (ríe hasta que se da cuenta del enojo de Adán y va disimulando) A.- (Con Enojo) ¡Ves, Ves! Z.- (Reparando) ¡Ay, amor!, son solo unos pobres idiotas, guapos pero sin cerebro, aparte eso se termina pronto (se termina de arreglar, se despide con un beso grande y sale de escena) A.-Antes que te vayas amor, dime algo que me llegue al corazón Z.- (Piensa) mmm… la sangre (Sale de escena) (SECUENCIA CENA DE ADAN) ESCENA II (SECUENCIA CENA DE ADAN, ADAN PREPARA UNA CENA PARA ZARA, PERO ESTA TARDA EN LLEGAR Y ÉL TERMINA DORMIDO) (ZARA LLEGA MUY EBRIA) Z.- ¿Qué es esto? A.- (Despierta aturdido, pero aún con la sonrisa en el rostro) Z.- Ya estabas metiendo a tus amigotes aquí, ¿no es cierto? ¡Borracho! (NO SÉ SI LO HACE EN CUENCANO ESTE ¿NO CIERTO? O ES ERROR) A.-¿Qué?... No, no ¡si todo esto era para vos, mi amor! Z.- Y yo nací ayer, ¿ah? ¿Qué crees que soy idiota? A.- No, amor; sé lo inteligente que eres, pero date cuenta, solo me tomé la mitad. Ven, tomemos ¿Qué dices? (dulcemente)

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Z.-Entonces, ¿estabas tomando solo? Y ahora ¿me quieres hundir en el hueco en el que estás metido? No, Adán, yo no soy tan débil como vos, no voy a dejar que me arrastres a tu agujero A.- Pero…. Z.- ¡Cállate!, estoy harta de tus escusas Adán; el primer paso es admitirlo, ¡borracho de mierda! (toma la botella de vino y la analiza) Y encima te hiciste el gastito de comprar un buen Vino ¿no?... A.- Pero Zara, si lo compré para vos Z.- (Sufriendo falsamente) Mentira, debe ser para esas zorras de tu trabajucho. ¡Esto queda confiscado! (Empieza a destapar la botella pero está muy borracha y no puede, se la da a Adán para que la destape. Adán la destapa mientras dice su texto) A.- (Un poco nervioso, ríe) ya vamos a dormir, mi amor; estás muy borrachita Z.-(Toma un gran sorbo de la botella, tambaleándose) ¡Y encima te ríes!, ¡y encima te ríes! (Lloriquea falsamente, luego llora en el pecho de Adán y, de rato en rato, le golpea. Y se va callando y dejando de llorar) … ¡Y ni siquiera preguntas cómo me fue! A.- Discúlpame, mi amor, he sido un estúpido egoísta ¿cómo te fue mi cielo? Z.- Bien… creo… quién sabe ¿no? (Adán empieza a verla con mirada libidinosa y le pasa las manos por su cuerpo) A.- Estas demasiado ebria, vamos a dormir (Se la va llevando con picardía, Zara se resiste falsamente. Salen de escena) (Black Out)

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ESCENA III (Secuencia apareamiento, secuencia muy sensual, con masacaras, cuando estan a punto de tener sexo, zara se quita la mascara y se aparta) Z.- ¡Hace tiempos que no había hecho esa ensalada! A.- ¿Qué? (subiéndose el pantalón) noooo Z.- (Se saca la máscara y lo aparta…pero sin siquiera mirarlo) ¿Cómo iba? ¡Ya no me acuerdo la receta! ¡No he comido esa ensalada en tanto tiempo! (se acerca a su mesa y de abajo saca un recipiente y algunos ingredientes con los que irá haciendo su ensalada, Adán se va hacia el otro extremo y se sienta., Zara se preocupa solamente en recordar cómo se preparaba su ensalada, cuando de repente, mientras saca sus ingredientes, algo le estorba, (ella se queda haciendo su ensalada y de rato en rato nombra y juguetea con los ingredientes) entonces saca de debajo de la mesa una títere, y la coloca sentada junto a la mesa, hacia el lado de Adán….. él queda anonadado, se enamora a primera vista, entonces viene la “secuencia coqueteo”, Adán al final de la secuencia termina muy cerca de la “títere”, cuando Zara le interrumpe…)

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ACTO II ESCENA I Z.- Sabes Adán, el otro día descubrí en una revista vieja, que mi signo en el Horóscopo Chino es Serpiente, ¡Serpiente! ¡Qué animal tan bonito! ¿Qué te parece, Adán? A.- ¡Me dan asco las serpientes! (Adán está loco viendo la títere) Z.- ¡Ja! No seas ridículo, Adán ¿cómo te va a dar asco una serpiente? ¡Un animal tan sublime! ¡Tan majestuoso! Las serpientes están por todas partes, escúpelas, quémalas, llama a los hipopótamos para que las pulvericen. Total, siempre acabarás arrepintiéndote; por más miedo, por más asco que les tengas, al final el cadáver gélido y púrpura de la víbora terminará por conmoverte el corazón, dilatará tus pupilas y te dejará mudo, con un nudo en la garganta que jamás podrás deshacer. Añorarás y tendrás melancolías de proporciones cósmicas, por no haber probado tan solo una gota de su embriagador veneno; sufrirás con inmensa amargura el no haberte sumergido en su adormidera final, porque en tu interior sabes que aquel divino veneno te habría enseñado todos los misterios de la humanidad; Cuando te des cuenta de todo esto, solo hallarás una salida a tu pobre destino: el suicidio, porque solo así encontrarás la calma a la fatal deshonra de haber matado a la muerte... A.- No me gustan las cosas que se arrastran, prefiero las que vuelan, desde pequeño me gustó volar, volaaar sí, eso, volaaaar, nada puede compararse con la grandeza del vuelo de los Halcones. Z.- “Grandeza”, no me gusta esa palabra, me dejó de gustar el día que descubrí que existen Dioses microscópicos A.- ¡Qué hermoso sería ser un halcón! surcar el cielo, asesinar ratones gordos y grasosos, con ese sutil sabor de Carbonato de Bario en sus gruesas pieles, sabor característico de las ratas de ciudad. Y ahora que el hombre ha conquistado el cielo, no me parece un sueño tan lejano, sería hermoso ser un aviador y poder romper las nubes con tus alas de metal, ¡la conquista de las nubes!

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Z.- Hemos modificado la tierra haciendo fértil lo que era estéril; hemos rebuscado en las más escondidas entrañas del suelo para sacar lo que para nuestra vida necesitamos, las aguas nos obedecen, las plantas nacen cuando y donde queremos; los animales nos sirven y nutren, mientras el hombre mira en torno suyo y bajo su vista, le permitimos que se crea el señor de la creación, pero si acaso alza sus ojos al cielo, la más vergonzosa humildad le obliga a inclinar la cabeza, el sol le abofetea, le deja ciego. En aquel cielo donde su sueño le llama, donde brillan sobre las estrellas sus paraísos, desde donde los dioses los miran con ojos que nunca se cierran, él, no cuenta para nada. Y no solo en el negro cielo lejano, pero tampoco en aquel cielo más próximo, en este cielo inferior, en este cielo atmosférico y casi terrestre, el hombre no es más que un espectador A.-Del cielo lejano te lo podría aceptar, Pero, ¿cómo puedes decir eso del cielo cercano?, el hombre surca los cielos con sus aviones a su antojo, a ése, por lo menos, ya lo hemos conquistado desde hace mucho Z.- Ja ja qué chistoso, el hombre podrá medir la distancia entre estrellas, podrá prever los eclipses, fotografiar las manchas del sol y los cráteres de la luna, medir la lluvia y anunciar los temporales, ¡hasta filmar el muerto marte, puede!, pero no sabe hacer nada más. Mira, cuenta, describe y documenta, pero no actúa. ¡No me hables, por caridad, de la navegación aérea! “Conquista”, señor mío, quiere decir: señorío, dominio, mando ¿Y de qué modo mandan en el cielo esos pobres aviadores? Que tienen que esperar un tiempo fácil y que los vientos y tempestades no los encuentren, pues pueden caerse con un soplo de brisa A.- Ese es (así sería lo correcto, pero, igual lo puede estar usando como modismo cuencano) el riesgo a correr, yo me refiero como poderío, el poder mirar esos hormigueros que forman los humanos, mirarlos de verdad, Zara, desde el hombro para abajo, ¡mirarlos como si fueras un gran Dios! Z.- No digo que no debe ser bello ver a los pies de uno, esos océanos algodonosos de nubes o ¡cómo no! los hormigueros humanos aplastados contra el suelo. Y hasta es bello ver a esos a esos hombres que dejan de un salto la pobre solidez de esta Tierra miserable para subir a la luz, (empieza a excitarse, con cada descripción) hacia la embriaguez del movimiento, afrontando la muerte con una tensión

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continua en los músculos; aviadores tatuados y con pectorales de animal, que fácilmente podrían tirar del cabello tan sensualmente a su mujer mientras le hace el amor agarrándole de las caderas, ¡cómo toma el timón de su pájaro de acero! (Casi extasiada cuando se da cuenta y se va deteniendo lentamente). A.- (Triste y enfadado a la vez) ¿Ves cómo eres? ¡Ves! Z.- (Bajando de su nube) ¡Ay! No hay como ni darte la razón, te doy la razón y te enojas…. En fin ¡Démosles a los aviadores, himnos, buenos cuartos y nuestros hilos dentales señoras! Pero no se nos ocurra hablar de una conquista del cielo, “Señoría del cielo” debe significar “modificación del cielo” ¡y nosotros no hemos hecho nada en ese sentido! A.- Bueno, amor (queriendo quedar bien) ya está bien, vos tienes toda la razón, entonces Z.- ¡Ay, qué marica que eres! Siempre me das la razón, no puedes ni discutir bien. A.- Vos, vos... ¡no dejas ni soñar! Z.- ¡Ah no, señor mío! Ahí es donde radica gran parte del conformismo humano: en los sueños; pero bueno, no en los sueños del despierto, sino más bien en los del durmiente. Imagínate, Adán, si los seres humanos no tendríamos ese gran defecto de dormir, seríamos doblemente productivos, y así, por ejemplo, en el año 1600 ¡ya habríamos obtenido el progreso del 2012! A.- ¿Y cómo pretendes no dormir pues? Es imposible, ¿sabías que Hitler intentó eso, y ni poniéndose bajo una ducha de agua fría logró mantenerse despierto más de 36 horas? La noche se hizo para descansar Z.- Ja ja, él no sabía lo que yo sé. La sociedad estúpida se despierta con la ayuda del despertador, que destruye su sueño como el golpe de un hacha, y se entrega repentinamente a una lastimosa prisa. Dormir no es tan necesario, como crees. Últimamente he estado haciendo unos estudios y estoy descubriendo una manera de no dormir y, además, y para tu sorpresa, es una formula que va mucho más allá de la enfermedad del insomnio… ¡La noche se hizo para trasnochar!

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A.- ¡Imposible! Z.- ¡Ay, Adán!, por eso matas lo que siento por vos, porque a todo me dices que no. Espera… (Adán se queda sorprendido por las palabras de Zara. Y ella se levanta a ver unos apuntes) Z.- Mira, aquí tengo unos apuntes sobre los estudios que he hecho. Yo ya no he dormido como 3 días. Revísalos y vas a ver a lo que me refiero, ¡lo he descubierto, Adán! ¡Nunca más gastaré mi tiempo durmiendo! (Le da la libreta de apuntes a Adán) A. -(Adán, toma la libreta de Zara con sus anotaciones sobre el sueño y lee mientras (la tapa en escena y (ESTO SUENA RARO) da aprobaciones y negativas gestuales a cada párrafo que lee) No duermo porque no puedo dormir, hay que suprimir la cama, hay que redoblar la vida, alguna vez tiene que acabar esta vergüenza, el sueño es un vicio infame y peligroso. El sueño es simplemente un bárbaro desperdicio de tiempo y una traición continua a las leyes del progreso. Cuando Buda quiere explicar que ha salido del engaño de la existencia, le gusta que se le llame “El perfecto despierto”; y hasta Kant dio gracias a Hume por haberle despertado del sueño dogmático - En el lenguaje de los espíritus superiores, sueño es sinónimo de estupidez y error. Y despertar: sinónimo de iluminación y verdad. El sueño es por sí mismo, imitación de la muerte; durmiendo acostumbramos nuestro organismo a la inmovilidad de la tumba (Adán cierra la libreta de anotaciones sobre el sueño de Zara y se dispone a dar un veredicto)

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A.- Pero… si no me equivoco, el sueño hasta ahora se ha considerado necesario para la vida, y si no tienes preparado algo que sustituya sus efectos, temo que tu generoso ideal está destinado a convertirse en un sueño de los que vos tanto desprecias. (Se da la vuelta para mirar el rostro de reacción de Zara y devolverle su libreta, pero se da cuenta de que ha caído profundamente dormida). ESCENA II (Entra Adán Busca a Zara Pero se da cuenta que ya no está en casa, se enoja y baja la cabeza, entonces saca una libreta, busca en ella y empieza a hacer llamadas telefónicas) Chucha! Ya se ha largado otra vez la tipa esta, pero yo no soy juguete de nadie, me largo con mis amigos, (empieza a buscar en la libreta y mientras busca dice) Y si me va a tratar como a su juguete, ¡por lo menos que sea el que vibra pues! (Al Teléfono) Hola, ¿Pedro? ¿Cómo estás todo bien por allá?… Te llamaba para ver si podríamos ir a hacer algo esta noche… (Pausa, declina la cabeza) Ah, ¿en serio? Vos y la Ana están con la Zara, interesante, entonces además de mi casa, de la mitad de mi dinero y de mi autoestima, Zara tiene la custodia de todos mis amigos… No, no, no quiero hablar con ella… Hola Zara, no, no quiero arruinar la fiesta en la que estés, además yo también tengo una fiesta aquí en la casa (Finge voz de mujer) Adán Vente a la cama grrr. (Vuelve a su voz) Ahora voy preciosa, tengo que colgar Zara, chau. (Cuelga) Otro punto menos en la lista (Al Teléfono) Hola, ¿es Juan Malo?, ¿cómo estás? Soy Adán tu urólogo, pero te llamo como amigo… (Mira a los lados) bueno quisiera pensar que somos amigos… olvídalo, perdón por despertarte (cuelga) ¡Mierda!, (empieza a mirar con sorpresa hacia la mesa de Zara, se va detrás de la mesa y salen “muñecos”, inicia secuencia: fiesta con muñecos). A.- (A los muñecos) Como la mayoría de hombres que tienen poco trato con las

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mujeres, me encontré casado casi sin darme cuenta, me atemoriza tanto el mundo de las mujeres que busco consuelo en el mundo de los fantasmas, yo soy de esas personas que prefiere culpar a los fantasmas por cualquier sonido proveniente de una fuente desconocida y saben, lo que más me gusta de que Zara pase fuera de la casa casi siempre es que hago lo que me da la gana, por ejemplo, ayer lloré toda la noche hasta quedarme dormido. Seducir a una mujer, eso lo sabe hacer hasta el más imbécil, pero saber abandonarla es algo que solo puede hacer un hombre maduro, pero soy solo un mamotreto, con frecuencia hasta llego a pensar que el amor que siento por mi mujer es lo único bueno que hay en mí. Saben caballeros, ¿quiénes son los mayores misóginos del mundo? Las mujeres. Ningún hombre ha sentido tanto odio hacia las mujeres como el que se sienten hacia sí mismas. ¿Por qué creen ustedes que se esfuerzan en conquistarnos? Es solo para herir y humillar a sus compañeras. (Escucha a uno de los muñecos) A.- (ríe). Claro que he pensado en eso, sabes, con mucha frecuencia y de distintas maneras, pero me gusta el cuerpo femenino y me repugna la idea de que el Pecho amado se convierta en una funda de leche, además Zara sería una pésima madre, toda la carga del bebe recaería sobre mí. Los que sucumben y se convierten en padres contra su propia voluntad sufren una derrota para toda la vida. Entonces se vuelven malos, como todos los perdedores, y desea a todos los demás la misma suerte Pienso y dejo de pensar, 4 veces pienso y 4 veces dejo de pensar porque pensar 3 veces las cosas nunca es suficiente pero es demasiado lento así que es inútil, todo es inútil, la vida se trata únicamente de un desarrollo sistemático de la inutilidad. Pausa Pausa Infinita No dejo de pensar en lo complicado que es estar enamorando de una marioneta, es decir, ¿qué método anti-conceptivo habremos de usar? Y ¿si no lo usásemos que clase engendros tendríamos? Y ¿si después de estar con ella me doy cuenta que si quiero hijos? Por sus hilos no tengo problemas al fin y al cabo ambos somos unas pobres marionetas de una u otra manera. El mayor problema en realidad es que tiene los pechitos pequeñitos y le cuelgan como dos ciruelas. Se le ven todas las costillas, tal vez deba fijarme mejor en las cajas torácicas la próxima vez. Un buen tórax tiene que salir hacia afuera, tiene que ser agresivo, expandirse como si tratara de tragarse la mayor cantidad de espacio posible.

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Hay cajas torácicas, en cambio, que están a la defensiva como la de ella, que retroceden ante el mundo y son como una camisa de fuerza que oprime cada vez más a la persona hasta que la ahoga por completo… pero ¿Ella puede ahogarse? ¿Y su corazón? ¿Es también de esponja y cartón? ¿Latirá siquiera? ¿Cómo podrá amarme? ¿Podrá amarme? Eso no se lo nota tanto en el corazón, en las mujeres el amor se ve en sus ojos, y en esos ojos de botón hay mucho amor, amor por mí, de hecho creo que iré a verla, sin antes hacer el último brindis con ustedes mis queridos compañeros… (a un títere) ¿Cómo que por fin me voy? Si no te gustaba la conversación tenías todo el derecho de levantarte e irte. Bueno hermanos: (Levantando una copa) Salud a la vida A la perversidad de los ácidos Al mórbido del polvo A lo metálico de lo inerte Salud a la muerte. Ahora si voy en busca de alguien que en verdad me ama, con su corazón de espuma flex con su cerebro de cartón, pero me ama y al primero que se interponga en mi camino lo parto de un golpen (Se levanta se dirige hacia la mesa de pasatiempos de Zara pero de repente ella llega y él se asusta mucho al verla) Z.- ¿Qué mierda haces con mis cosas? A.- Nada nada, solo me gustaron estos muñecos que has hecho, sobre todo ella y te lo confieso ya no me importa nada, he perdido el miedo y no pienso negarle ni un minuto más estoy enamorado de ella estoy locamente enamorado de tu títere y si por nosotros fuera nos largaríamos juntos sino fuera porque vivimos ambos bajo tu cruel yugo opresor Z.- ¡¿Me estas jodiendo?! Estás enamorado de mi títere la Franscin, (carcajada) esto es lo más chistoso qué he oído, en serio créeme que hicieran muy buena pareja, al fin podrías ser el “hombre” en una relación, pero pobre Franscin hasta para ella resultaría pequeño el tamañito de tu disque hombría, que payaso eres Adán, qué te estuviste metiendo, sigue no más con confianza A.- Por qué diablos ni siquiera eso te importa, si te dejara ni lo notaras, soy un maldito cero a la izquierda en tu vida, loca de mierda necesitas un psicólogo

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Z.- Los psicólogos son para los feos, los guapos arreglamos nuestros traumas con alcohol. Me da asco la cordura, palabra asquerosa, se parece tanto a cordero, yo no quiero ser uno más del rebaño, prefiero los extraños, no quiero ser un cordero de Dios, me repugna la idea, prefiero la Idea de un Luzbel y Samael luchando contra el Puto Juan de Dios… A.- Vos siempre me dejas en puntos suspensivos, ahora yo, cansado, borro dos. (Adán se va encogiendo sobre sí mismo hasta legar al piso, entonces Zara los mira asombrada) Z.- ¿Sabina? Ja, ja, ¿en serio? que marica eres. ¿Adán? Escúchame ¿En serio estás enamorado de mi títere? (pausa) Me da gracia pero al mismo tiempo me da asco el avance de tu demencia, o sea antes era genial, pero ahora no eres más que otro de mis títeres, y lo que más me frustra es que eres una creación mía y aún así eres patético, mi mente solo acostumbra crear cosas magnificas, ¿pero Adán, vos? Vos eres como ese borrador del novelista que de tanto escribirlo, borrarlo y reescribirlo se ha vuelto un texto insulso que solo merece ser escondido entre el polvo y demás cadáveres de textos que jamás, pero jamás, verán la luz, no merece ni siquiera ser desechado, porque al volver a darle un vistazo, será un recuerdo de la infamia, de la debilidad mental que condujo a crear algo así A.- (Se levanta enojado) No pudiste haberlo dicho mejor, yo no siempre fui así, este ser tan esponjoso y absorbente, una vez fui un ser humano, una persona con “autorrespeto” pero no solo fuiste vos la causante de mi caída, no te sientas tan poderosa, fue también este mundo rosa, esta efímera vida llena de ansiedad y fresas, de chupetes de sabores y de niños inyectándose colorantes en sus cerebros algodonosos y azucarados. Y sí, que demonios, estoy enamorado de ella y no he sentido un amor así desde hace mucho tiempo. Tu amor en cambio es como un carbón que cuando esta frio solo ennegrece todo lo que toca y cuando está ardiendo se vuelve una braza que quema y devora todo a su paso. Z.- Ay Adán, me halagas con lo del carbón (sonrisa imponente), ¿será por eso que con el tiempo me he convertido en este diamante? Pobre hombre por más que tratas de reaccionar y defenderte solo eres una cucaracha patas arriba, moviendo sus inútiles bracitos, solo causas náuseas y enfermedad, lo único que te resta es atenerte y acostumbrarte a mi yugo divino, Adán, aclimátate o extínguete.

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A.- (En son de broma) Aclimátate o Aclimueres (risa inocente) Z.- Ay Adán que desubicado, eres un desperdicio de esperma, un simple huevón A.- No aguanto más, este huevón coge sus cuatro huevadas y se larga. Y me largo con ella, que ella si es alguien con quién quiero estar, alguien que se acopla a mis sentidos, me largo y no vuelvo Z.- ¡No, no, no tranquilicémonos! (se preocupa en verdad) No debes, no quiero, si tú te largas en quien desfogaré mis odios y mis caprichos, no quiero hacerlo con cualquier idiota que se me cruce por la calle, para eso ya te tengo a ti, en serio no te vayas, no quiero que todo el mundo me odie por descargar mis malos ratos con ellos. Para eso estás tú mi lindo, para que yo no ande promoviendo el odio y la anarquía por el mundo entero, ¡te das cuenta que si te marchas podrías desatar una tercera guerra mundial? No es justo, ni para vos, ni para mí, peor para nadie en el mundo, de verdad ¡No es justo! Es más, te preparo un café A.- Pero si no sabes ni prender la cocina Zara Z.- No importa, lo hago en el micro A.- Zara la última vez que lo usaste explotó Z.- ¡Bueno hijo de Puta! ¿Quieres café o no? A.- Si preciosa (bajando la cabeza) Z.- ¡Ahora por gil hazte vos solo! (sale de escena maldiciendo) Una no puede portarse bien que enseguida este pendejo abusa A.-No mi amor no (Adán sale de escena atrás de escena atrás de Zara)

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ACTO III ESCENA I (Zara, entra en escena armada con un par de tijeras y empieza a sacar todos los títeres que tiene de tras de su mesa de pasatiempos) Z.- Es hermoso sentirse Dios con estas marionetas y más aún cuando un mortal despreciable les ha puesto cariño y dedicación (ríe con maldad) porque entonces ya no es solo destruir esponja inerte y ojos de botón… es destruir un corazón aún palpitante sin siquiera tocarlo, como en las clases de biología cuando era una niña y paralizábamos el sistema motor de una rana clavándole una aguja en la base de su cráneo, entonces la abríamos y su corazón seguía latiendo, y en un acto divino y misericordioso se retiraba la aguja de su cerebro hasta que por fin encontraba el alivio de la muerte, ese descanso tan sublime, ahora yo jugare a ser diosa, la eterna Artemisa, la guerrera. (Zara empieza a destrozar todos los títeres y al final corta lentamente y por partes a Franscin, acaba con ella y sale de escena, luz cenital sobre los restos de Franscin) (Entra Adán en escena, se desploma apenas ve la escena de masacre frente a sus ojos, empieza secuencia “Dolor mortal” al final de la secuencia Adán se despide de Franscin, la besa y la sostiene entre sus brazos) A.- Ojalá me hubieses avisado que te ibas a quedar a vivir en mi cabeza, te hubiese construido una cabaña con vista a mis lagunas mentales, mi pequeña Franscin ojos de botón. (Le da otro beso y la deja en el piso, entonces se coloca en el centro del escenario en postura de una marioneta colgada por sus hilos) A.- Hay un momento, inmediatamente después en que la vida ya no vale la pena, cuando el mundo parece ir más despacio y todos sus innumerables detalles, de repente se hacen brillantes, dolorosamente evidentes.

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A veces pareciera que la luz más brillante no tolera por mucho tiempo este mundo. (Después del último texto, Adán se suicida como lo haría una marioneta, es decir, cortándose los hilos que lo manejan, al final de la secuencia “suicidio” Adán termina muerto en el piso) (Entra Zara a escena y ve el cuadro de todos sus “títeres” muertos incluido Adán) Z.- 206 huesos, 650 músculos cubriendo tu asqueroso chasis, un empleo mediocre donde día a día pierdes un poquito de tu vida, una casa que nunca será tuya pues siempre habrá un gobierno para sangrarte dinero de donde no tienes, un auto grande para que oculte tus complejos por tener un pene pequeño, problemas existenciales por sentirte un punto efímero en un universo gigantesco, o por el contrario sentirte un dios y hacer de tu egocentrismo tu mundo propio como una burbuja hermética de idiotez, deudas por pagar, pecados que no debes cometer, leyes que debes seguir, modas, estatus, apellidos, todo para un solo fin, terminar hecho cenizas malolientes dentro de una caja fea, porque salimos de un polvo y en polvo nos convertiremos. Si me preguntan tal vez si lo amaba, como un Ocho ama a un Agosto, pero el sujeto sólo puede desear, sólo el objeto puede seducir. Pobre de él hasta siento lástima, era muy débil para este mundo taladrante y duro, pero bueno, en fin… si la vida fuese fácil no naciéramos llorando. (Zara sale de escena y regresa con una escoba, barre a todos los títeres de escena, incluido a Adán mientras baila una cancion) (Black Out) FIN

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Diego Ortega

Punto en el espacio

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Punto en el espacio Personajes: Cactus (1) del Universo (1) Cactus (-1) es Cactus (1) en el pasado Cactus’ del Universo’ Cactus (2) del Universo (2) Lobo Mamás y abuelas (son voces que salen de las laterales del escenario. En todos los universos deben tener la misma voz) Niño o niña (es una voz que sale de una lateral del escenario) Aparentemente son cuatro personajes, pero es la misma persona en distintos universos, por lo tanto, sus personalidades varían ligeramente, así como sus vestuarios. Cactus no es masculino ni femenino. Se puede suponer que han retrocedido o pasado varios siglos, incluso milenios desde este supuesto presente nuestro. La escenografía en los tres universos se conforma de un parque y de fondo un bosque, pero difiere en ciertos detalles como el follaje de los árboles. En todos los universos a un lado vive la mamá de Cactus y al otro lado su abuela. (La obra empieza en el Universo (1). En escena Cactus (1) aparece sentado en el parque. Sonido de varios perros ladrando) CACTUS (1): Nunca se callan. (Los perros callan, Cactus (1) espera. Silencio) ¿Será hora de regresar? Pereza y hastío. Antes soñaba vivir con lobos. (Suspira) No hay remedio. (Silencio, mira hacia donde vive su madre, luego mira hacia donde vive su abuela) Esas dos no lo lograrán sin mí. Su salud, su vida... sus rabanitos. (Los perros ladran nuevamente) Hora de volver a casa. (Se dirige hacia el lado del escenario en el que está la casa de su madre. A mitad de camino ella le habla) MAMÁ (1): No te vayas, no demores, no hables con extraños, cuídate mucho, no tardes demasiado, regresa pronto. CACTUS (1): Sí mamá.

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MAMÁ (1): Llámame cuando llegues. (Pausa) Mejor, quédate conmigo. CACTUS (1): No mamá. (Pausa) La calle de Los Alfileres o la calle de Las Agujas. En todos estos años qué camino elegir ha sido la parte más emocionante. Hace tiempo que me quedé en la mitad del tablero. Avanza diez pasos, caíste en una trampa, retrocede siete, vuelve a empezar. Es tan difícil empezar. Veo la meta… pero no, me quedé aquí atascado, con los deseos en la estantería. (Camina hacia la casa de su abuela) ABUELA (1): (Tose haciendo que Cactus (1) se detenga en el camino) ¿Vas a salir? Quédate un poco más. ¿Qué harás? Cuéntame CACTUS (1): Me tengo que ir. ABUELA (1): ¿A qué hora vuelves? ¿Por qué ya no me hablas? Quédate conmigo… (Se interrumpe por su expectoración) CACTUS (1): No puedo abuela. (Cactus (1) regresa a su posición inicial. El escenario cambia a Universo’ que es oscuro en comparación al Universo (1), aquí ya no hay vegetación ni animales. El bosque muestra troncos vacíos y ramas sin hojas. Cactus (1) se transforma en Cactus’) CACTUS’: (Jugando con unos dados) Hora de regresar… ¿Los Alfileres o Las Agujas? Mejor lo dejo al azar. (Lanza los dados) Azar: Casualidad, caso fortuito. Desgracia imprevista. A la ventura. Una vieja me mira con desconfianza. Un cielo gris, un parque. ¿Alguna añoranza? Y olvidamos pensar. Hemos olvidado el nosotros y nosotras: yo, tú, él, ella, ustedes, ustedes, ellas, ellos… (Mientras camina a casa de mamá’, olvida accidentalmente sus dados en el parque) MAMÁ’: Lleva esto y no hables con desconocidos. Aléjate de extraños. No mires a los raros. No te acerques a los diferentes. CACTUS’: Sí mamá.

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MAMÁ’: Y regresas, regresas… (Silencio) ¡Regresas! CACTUS’: (Camina a la casa de abuela’) Hay una casa en cierto lugar, en ese sitio caen rayos solares cuando anochece, de todos los lugares. ABUELA’: (Tose sin descanso) Tengo neumonía. ¡Dame la mano! Cuando era niña me caí. ¡Dame la mano! Esas pastillas no me curan. CACTUS’: No puedo quedarme mucho tiempo. ABUELA’: ¡Trae la medicina para el dolor! ¡La medicina para el dolor! ¡Para el dolor! (Cactus’ entra en la casa de su abuela y sale de escena) (El escenario se convierte nuevamente en Universo (1). Regresa a escena Cactus (1) y encuentra los dados en el parque. El bosque y las luces se distorsionan momentáneamente y regresan a la normalidad) CACTUS (1): ¿Y esto? (Juega con los dados) El objetivo está lleno de polvo y telarañas. Yo puse las cadenas, alambres, sellos. ¡La ensalada de rábano está lista! Me atrapé creyéndome mártir. (Aúlla un lobo. Cactus (1) lanza los dados. El lobo aúlla nuevamente) Antes pensaba en abandonarlas. Y soñaba vivir con… (Cambia de idea) Ese tiempo pasó, el deseo en mi pecho se vuelve más insignificante, tanto que a veces lo olvido. (Silencio) Sin darme cuenta pasaron los años y sin que me entere me encuentro con que ya no avanzo. La memoria de mi cuerpo olvida a quién le pertenece. Cuando sentía, buscaba el abrigo de otros cuerpos y mi piel se erizaba con sensualidad por el contagio de sus deseos. No era amor, ni cariño… eran pieles, pelos, sudor, saliva. Aquí en lo mío, en este cuerpo. (Pausa) Pero me volví esta cáscara mecánica de servicio. Sin deseos… (Lanza los dados) LOBO: Un cuento sobre el tiempo y la vida. Pero no hay tiempo y se acaba la vida. CACTUS (1): ¡Qué ojos tan grandes tienes! LOBO: Son para verte mejor. CACTUS (1): He querido...

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LOBO: ¿Ya abandonaste todo? Sígueme. CACTUS: Es que ellas… LOBO: En un parpadeo pasaron los años, te llenaste de polvo, tus articulaciones enmohecieron. CACTUS (1): (Intenta decir algo, pero se contiene) LOBO: Regresé como acordamos. CACTUS (1): La pena y el cariño todavía me atan. Mi mamá y mi abuela... LOBO: (Interrumpe) Ya dijiste eso una vez. CACTUS (1): Si hubiera alguna probabilidad... LOBO: Déjalas. CACTUS (1): Quiero llevarlas. LOBO: También estás muriendo. (Se va) CACTUS (1): ¡Espera! (Silencio) ¡Espera! (Llora) Existen lugares y circunstancias donde las tres podríamos vivir tranquilos... Vuelve por mí, por favor. Ya no puedo cuidarlas y se me acaban las fuerzas. (La escena cambia totalmente ya que aparece un Cactus (1) del pasado, que se llamará Cactus (-1). Lo que sucede a continuación es un recuerdo y por eso todo en el escenario se rejuvenece. Cactus (-1) está sentado en medio del parque. Aúlla un lobo. Cactus (-1) no teme, se emociona. El lobo aúlla más cerca) CACTUS (-1): ¡Qué ojos tan grandes tienes! LOBO: Son para ver mejor. CACTUS (-1): Llévame contigo. Cada vez que abro los ojos en este universo no veo

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mis estrellas. ¿Qué harás? ¿Qué harás? Me pregunto. LOBO: ¿Buscas una salida? CACTUS (1): No es huir amigo lobo, no es huir. Es vivir para mí lo que busco. (Pausa) Llévame, lo deseo. LOBO: ¿Con qué propósito? CACTUS (-1): Pelear por mi manada y renacer de la sangre de mis enemigos. Dejar para siempre esta vida de cristal. LOBO: ¿Por qué? CACTUS (-1): Veo hologramas proyectados sobre la tierra. ¿Cómo me va? No lo sé. Por más que aprieto los párpados nada puedo cambiar. Y cómo resuena, querido amigo, cómo resuena esta responsabilidad. LOBO: Sígueme. CACTUS (-1): (Medita en silencio) Es lo que quiero, pero una luz de locura o lucidez me enceguece. No puedo ir sola. ¿Ves mi casa? ¿Mi otra casa? No me pertenecen pero me dejan habitarlas y me acostumbré. Se enfría, se calienta, se entibia… ¿y yo? Poco a poco no distingo mi temperatura corporal. ¡Qué envidia! ¿Sabes? Esa gente que se excita cuando los roza un susurro. Yo no. Me atrae esto y aquello, cuando me da la gana, cuando lo decido. Que me tomen y entren en mi piel, que me funda en sus cuerpos, ésa soy yo… No soy difícil. Soy complejo, soy profunda, soy galaxias de lucidez, de germen y de gérmenes… LOBO: Ven, atraviesa el umbral. CACTUS (-1): Que no sea uno de esos falsos finales felices que nos mantienen sedados… LOBO: Es un punto de partida. CACTUS (-1): (Piensa, algo le molesta) Ahora no puedo ir, tengo algo pendiente. Te esperaré.

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(Se produce un nuevo cambio y la escena regresa al presente. Cactus (-1) vuelve a ser Cactus (1) y el escenario vuelve al estado inicial de Universo (1)) CACTUS (1): (Luego del recuerdo y sosteniendo los dados con fuerza) Sé que hay un lugar en el que estamos bien las tres y lo hallaré. (Todo el escenario se distorsiona y se convierte en el Universo’. En la penumbra se ve la silueta de Cactus’ fumando un cigarrillo) CACTUS’: (Buscando sus dados) Tienen que aparecer, el azar es mi guía. (Silencio, analiza el lugar) Dimensión: Número que indica los grados de libertad en el movimiento de un punto en el espacio. (Se da cuenta) La distorsión en el espacio tiempo seguramente creó una grieta transdimensional. Talvez mis dados fueron trasladados hacia otro universo. Ahí otra yo, los tiene… (Se preocupa) Es demasiado peligroso. Podría generarse un bucle infinito que destruiría nuestros universos. (El escenario se transforma nuevamente cambiando a Cactus (1) y Universo (1)) CACTUS (1): Estos son los mismos dados que quería en mi infancia y nunca los pude tener. (Piensa) Tal vez en otra realidad un yo paralelo sí los consiguió. En el entramado cósmico hay fisuras espacio-temporales que se entrelazan. Puedo usar la misma lógica y entre las probabilidades encontrar un espacio en el que vivamos las tres con los lobos. (Silencio) Tendría que eliminar a mis versiones de esos universos y a las versiones de mi madre y abuela. Los dados son la conexión. Si somos puntos en el espacio él y yo tenemos líneas que nos vinculan. Los dados viajaron de ella hacia mí a través de esta línea. ¿Qué tengo, o qué me falta en algún universo ideal, que me sirva de conducto para llegar hasta ahí? (El escenario se distorsiona y todo se vuelve extremadamente positivo convirtiéndose en el Universo (2) que es un paraíso. El bosque está repleto de árboles frondosos y los lobos aúllan constantemente. Aquí vive Cactus (2)) CACTUS (2): (Comiendo con desgano un pedazo de carne cruda) Un cabello cualquiera aparece en su lecho, seguido de un olor, su olor... (Silencio corto) No hay mucho que hacer o decir. Pensó: tal vez si alguien dependiera de mí. Es demasiado fácil, tres comidas al día, aparearse varias veces a la semana, defender la guarida. Seguido se pregunta: ¿qué pasa? No chorrea líquido de las paredes y la muerte parece placentera. Mis viejas viven gozosamente. Él siente que su humanidad le impulsa

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a buscar inestabilidad. (Silencio) Ese silencio suena muy bien y lo que dice se pierde porque es extraño, muy extraño que alguien en este rincón sufra. Todo es positivamente positivo. Es demasiado bueno, tan bueno que ya no se esfuerzan. Hasta las acciones más espantosas resultan en afectos empalagosos. Se perdonan las ofensas así en la tierra como en el cielo. ¿Nadie más se da cuenta del holograma en el que estaban inducidos? (Le interrumpe mamá (2)) MAMÁ (2): Gracias, buena hija, buen chico. Estoy bien. ¡Qué linda! Me siento feliz. CACTUS (2): Mamá. MAMÁ (2): No te necesito por ahora, gracias. Me siento bien, estoy contenta. CACTUS (2): Es el olor desagradable de la ilusión, del espejismo con muecas de burla. Le gritaban: “Mira amor, escucha mi cielo, confía”. Hace tiempo dejó de obedecer. (Silencio) Ella no tiene uñas, son parte de su sistema digestivo. Le duelen los ojos, le pica el pie, le arde la barriga. Sin embargo, todo está bien. Sintió que tenía que salir de ahí. (Le interrumpe la abuela (2)) ABUELA (2): (Cantando) Deja la queja ya la vida es corta… CACTUS (2): Abuela… (La abuela (2) la ignora, no para de cantar) ABUELA (2): …con alegría asume Grítale al mundo ¡Yo soy feliz!

el

reto

que

más

te

importa.

CACTUS (2): Sabía que podía abrir la cortina de ese universo ficticio hacia zonas intensas y poner a prueba sus hormonas. Pensó: debo atravesar una puerta hacia una vida anterior o posterior. Percibía los destellos de este universo que está por colapsar. LOBO: Se siente en el aire.

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CACTUS (2): El silencio se apodera de la tierra y los lobos aúllan, ¿hay que marcharse? Colapsa la vida, colapsa la muerte. No es gracioso. Pero ella reía. (Ríe mecánicamente) No lo sintió bien. (Intenta reír) No le sale… ¡Qué fracaso de utopía! (Ríe sinceramente) LOBO: Nos llenaron la barriga con piedras para que no podamos flotar. CACTUS (2): Eso no suena tan mal, pensó. (Otra vez ríe) LOBO: Vienen a matarte. CACTUS (2): Desearía que ya estén aquí. Al final, es ella quien tiene que morir, no sus viejas. LOBO: Y a tus viejas. CACTUS (2): Lo lamenta en el fondo de su corazón, aunque intenta mostrar fortaleza. LOBO: Ya no soy el lobo feroz. CACTUS (2): ¿Qué era feroz? Tal vez eso les hacía falta, un poco de ferocidad para darle satisfacciones a la sangre de aquellos individuos que se mueren sin haber hecho algo… (El universo se distorsiona con violencia. En escena se empieza a crear un portal transdimensional que se mantendrá activo en los tres universos. Cuando toma forma completa, desde este portal cae una linterna) CACTUS (2): (Tomando la linterna) Es la linterna que usaba en mi infancia para caminar en... La dejó en el bosque hace mucho tiempo porque se acabaron las sombras. Otra ella en otra realidad, seguía usándola. (Con firmeza) Sintió que debía ir hacia él. Talvez hallemos una salida juntas. (Se acerca al portal) (Nuevamente cambia de universo, ahora es el Universo (1). En él aparece Cactus (1) con una pistola y contemplando el portal transdimensional) CACTUS (1): Esa linterna representa mi lucha. Fue a un mundo agradable donde no es necesaria. La linterna abrió el camino. Bien, mamá, abuela, perdón. Lo hago

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también por ustedes. Regresaré pronto para llevarlas conmigo. (Entra en el portal. El universo se distorsiona momentáneamente pero la escena se mantiene en el Universo (1). Cactus’ sale del portal transdimensional que previamente se creó, apareciendo por lo tanto en el Universo (1)) CACTUS’: Cuando encuentre a mis versiones, cortaré sus cuerpos en porciones. Eliminar a todas es la única solución para detener la espiral cíclica. Ciclo: Serie de fases por las que pasa un fenómeno periódico hasta que se reproduce una fase anterior. (Enciende su cigarrillo y lo fuma mientras se funde con las sombras del bosque. En este proceso Cactus’ se convierte en Cactus (2) y el escenario se transforma de igual manera en el Universo (2)) CACTUS (2): (Mirando el portal transdimensional. Se despide) Dijo adiós a su mundo perfecto, agradeció por los días de ensueño, los momentos cálidos y las charlas amenas. Por el eficiente funcionamiento de cada uno de los órganos que componen su cuerpo. No puedo quedarme sabiendo que las pongo en peligro. Agradeció a su mundo ideal, próspero, civilizado y desarrollado… Pertenezco al caos. (Entra en el portal. El universo se distorsiona momentáneamente pero la escena permanece en el Universo (2). De aquí en adelante el portal se vuelve progresivamente inestable) CACTUS (1): (Aparece en el Universo (2)) Convierto mi cuerpo en la emperatriz de mi realidad, conquisto el mundo, soy la que quiero ser. Asumo como propios los demonios que me habitan. (Aúllan los lobos) ¿Llegué? (Cactus (1) va hacia la casa de mamá (2), lanza los dados. Sale de escena) MAMÁ (2): ¡Qué bien me siento! ¡Gracias a la vida! CACTUS (1): Perdón mamá. MAMÁ (2): Qué bonita que eres hijo… (Sonido de disparos, Cactus (1) regresa a escena y ahora se dirige a la casa de la abuela (2), lanza los dados. Sale de escena) ABUELA (2): (Cantando) Soy feliz, soy feliz. CACTUS (1): Perdón abuela. (La abuela (2) lo ignora, no para de cantar)

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ABUELA (2): Vamos que la vida es una fiesta… (Sonido de disparos, Cactus (1) regresa a escena) LOBO: Qué boca tan grande tienes. CACTUS (1): Es para comer mejor. (Silencio) LOBO: Y qué dientes tan grand… CACTUS (1): (Interrumpe) No eres feroz. ¿Qué pasó? LOBO: No ha pasado, así fue y es… CACTUS (1): ¿En dónde está mi yo de este universo? LOBO: Deja la carnada y espera… (El universo se distorsiona momentáneamente y Cactus (1) se esconde en el bosque. El escenario se transforma en el Universo (1), aquí Cactus (2) trata de ubicar su casa, busca con la linterna) CACTUS (2): ¡Qué miedo! (Silencio. Ladran los perros. Cactus (2) se asusta) Al menos, estar aquí le pareció emocionante. (Trata de orientarse con la linterna) Calle de los Alfileres, calle de las Agujas. Bien, dedujo que su casa estaría por… (Ladran nuevamente los perros) Vio que no había lobos y se sintió desprotegido. Otra vez le pareció que así era más emocionante… De repente siente unos ojos en la nuca, un aliento familiar. Alguien me observa. (Retrocede con cautela hacia el bosque, usando la linterna se pierde en las sombras. Se enciende un cigarrillo en el bosque y poco a poco avanza Cactus’ hasta la mitad del escenario, tiene un hacha, observa con calma el entorno del Universo (1) mientras fuma) CACTUS’: Un poco en la mierda el universo este. Universo: Astronomía. Totalidad de los cuerpos celestes y del espacio que los separa. (Ubicándose) Calle de los Alfileres, calle de las Agujas. (Ladran los perros) ¿En dónde estás merodeador? (Ve a Cactus (2) dentro del bosque) No puedo creer que sea yo aquella masa asquerosa…

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(Entra en el bosque y Cactus (2) sale huyendo, entra nuevamente en el portal. Se distorsiona el universo momentáneamente) CACTUS’: (Sale del bosque gritando hacia el portal por donde huyó Cactus (2)) ¡Hija de puta! A donde vayas encontrarás muerte. Todos mis yos compartiremos un futuro de miseria… (Pausa) No queda mucho tiempo, debo terminar con el ciclo ahora. (Va hacia la casa de la abuela (1). Sale de escena) ABUELA (1): Ven, siéntate, ¿en dónde estabas? Cactus’: Perdona abuela. (Ella grita mientras suena el hacha cortando su carne. Cactus’ regresa a escena y camina hasta la casa de mamá (1). Sale de escena) MAMÁ (1): ¡Regresaste! Quiero que te quedes… CACTUS’: Perdona mamá. (Ella grita mientras suena el hacha cortando su carne. Cactus’ regresa a escena y entra en el portal) (El escenario cambia a Universo (2). Cactus (2) sale del portal y corre inmediatamente hacia la casa de mamá (2). Sale de ahí de manera desesperada hasta la casa de la abuela (2). Regresa a escena, medita en silencio) CACTUS (2): La muchacha cayó en la mitad de su tiempo. El pasado y el presente. Las vidas con los momentos que añoraba estaban rotas frente a él. Tanteó lo que quedaba de ellas. Lo hace. (Estira las manos como tratando de tocar los cadáveres de su madre y abuela) Callan, la respiración, los latidos. Calla. Observa… grita (grito mudo). Se arranca sus vestiduras. (Se queda en ropa interior) Todas sus vestiduras… (Se quita lo que le queda de ropa. Llora en silencio. Se viste y entra en el portal transdimensional. Desde el bosque emerge Cactus (1)) CACTUS (1): Eso fue más de lo que hubiera querido ver de mí misma. Bien, no hace falta que lo mate. Ahora voy por mis viejas. (Entra en el portal y el escenario cambia a Universo (1)) CACTUS (1): (Saliendo del portal. Ladran los perros) Aunque se parezca nada es igual. Aunque se repitan las circunstancias, aunque se repitan las situaciones. (Pausa) Aunque se repitan las circunstancias, aunque se repitan las situaciones. Aunque se repitan las personas no será igual. La repetición tiene fisuras y grietas por donde se infiltran pequeños deseos. El tiempo, las personas, todo es parte de la ilusión de

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estar aquí… (Va a casa de su madre, sale de ahí y corre desesperadamente a casa de su abuela, regresa al parque. Silencio prolongado) Si es una ilusión, ¿por qué duele tanto? ¡Cómo lastiman las ilusiones! Más que los rábanos de la abuela. En algún momento pude elegir, pero tuve miedo. Quise empezar en otras circunstancias… las vidas a las que me aferré y obligué a depender de mí, ahora están muertas. No me necesitaban, pero ellas encubrían mis temores. Al final, las tres caímos en la telaraña de la repetición. Desde ahora ya no será igual, pero seguiré yendo infinitamente. (Llora. Mira el portal) Por otra parte, en otros universos aún me quedan infinitas madres e infinitas abuelas. (Ríe con tristeza y entra en el portal. El escenario se transforma en el Universo (2)) CACTUS’: (Saliendo del portal. Enciende su cigarrillo y contempla la escena. Aúllan los lobos) LOBO: ¡Qué dientes tan grandes tienes! CACTUS’: Son para comer mejor… LOBO: Te estaba esperando. CACTUS’: ¿Qué quieres? ¿Qué eres? LOBO: ¿No reconoces las plantas y animales? CACTUS’: ¿Qué es plantas? ¿Qué es animales? LOBO: Yo era… CACTUS’: (Interrumpiendo) Mierda, pus, secreciones, asco… Y estos universos eternos, llanos… Vacío: Física. Estado de una determinada región del espacio en el que no existe sustancia o elemento material alguno. LOBO: Nada. CACTUS’: Es lo que quedará.

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LOBO: ¿Luego de qué? CACTUS’: Empezó un bucle infinito, ahora infinitas madres y abuelas van a morir, infinitas versiones mías huirán de sus universos para matar o morir. Tú gritarás antes de morir. LOBO: ¿Y después? CACTUS’: Todo va a colapsar ya que la condición para que este ciclo finalice no se cumple. Cuando abras los ojos cada mañana será para agonizar. Cuando entre la luz en tus pupilas será sólo para darte cuenta que vas a morir, otra y otra y otra vez… (Cactus’ desaparece en el bosque) (Cactus (1) sale del portal llegando al Universo (2). Mira hacia donde está la casa de mamá (2) y abuela (2) respectivamente. Lanza los dados) CACTUS (1): Cierto que ya las maté. (Silencio) ¿Cuáles eran las probabilidades de que esto suceda? La travesía vuelve al punto de inicio… no, el punto en donde me quedé. Ahora se repite. ¿Así es como debe ser? Infinitos yos están llorando en infinitos universos por sus viejas. Asesinadas y muertas. Muertas y asesinadas. No sé cómo expresarlo. ¿Cómo saber si lo he logrado? Hasta que esta vida pare de rebobinar y pare de enseñarme las mismas imágenes. Vida, no me distraigas más por favor. (Silencio) Tantos finales felices falsos… ¡qué engaño! Miro al frente, trato de pronunciar bien cada frase. Que sea sincero, que sea orgánico, proyección, dicción. Y finalmente repito las mismas palabras con las mismas intenciones, los mismos deseos inconclusos. Una y otra vez…. Todo regresa al fastidio. Debía ser yo quien decida romper esta circularidad agobiante. Con negligencia edifiqué esta vida y nunca me hice cargo de ella… Bien, comprobé que sí, que todo se repite, que las cuerdas que nos atan son muy sensibles y nuestras decisiones afectan de formas irremediables a quienes están a nuestro lado. Sería muy estúpido de mi parte sentarme a contemplar con nostalgia el pasado. No me arrepiento y todavía me quedan ganas de tentarle al destino y a mis dioses y aún hay tiempo para quejarme. Es lo mío. Porque tenía miedo, miedo de fracasar, pero ya no… tengo la ventaja de ser parte de la miseria. Ya maté, ya robé. La vida humana es una idea sobrevalorada, no vale ni un suspiro, no vale. (Lanza los dados, los lobos aúllan alejándose) Esta fracción de vida se

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colapsa, la burbuja está a punto de explotar. (Pausa) De todos modos, ¿qué vale un planeta ante la abrumadora infinidad de universos que nacen y se extinguen en este segundo? En este parpadeo… Ésa es la realidad… La verdad no necesariamente es real. Y lo real no tiene la obligación de ser verdadero. (Silencio) ¿Qué haré? (Deja los dados) Aún me quedan esas infinitas probabilidades. (Cactus (1) entra en el portal. Del bosque aparece primero el cigarrillo encendido de Cactus’) CACTUS’: (Hacia el portal por donde se marcó Cactus (1) ¡Hija de puta! A donde vayas encontrarás muerte. Todas mis yos compartiremos un futuro de miseria… No queda tiempo, debo terminar con el ciclo ahora. (Recoge sus dados cariñosamente) Tiempo: Filosofía. Ámbito abstracto, de carácter duracional, concebido en principio como ilimitado, continuo y unidimensional en referencia al cual se sitúan y se miden los sucesivos instantes que integran la experiencia humana de la realidad. LOBO: Deja las armas, todo se solucionó. CACTUS’: ¿La vida se disolvió en un líquido? LOBO: Casi. CACTUS’: No me convences. LOBO: Ahora tienes una nueva misión. (Cactus’ lanza los dados y entra en el portal transdimensional) Nunca existirá tal lugar ideal… (El escenario está en tinieblas, sólo se ve el portal transdimencional. Este es un universo diferente a los anteriores. Una luz emerge desde las sombras. Cactus (2), utilizando la linterna, ilumina su cuerpo. Camina hasta la mitad del escenario. Silencio) CACTUS (2): No había más lobos en el lugar. Ella cubrió su cuerpo con luz. Su linterna alumbró un número infinito de caminos. Pensó en uno que se bifurcó y de él se reprodujeron… las probabilidades tambalearon. La luz de su linterna alumbraba estos destinos. Y vio azul en todos sus tonos, su color favorito podía

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darle una señal. Él aún divagó en letras, sombras, rostros y voces. Nuevamente quiso cubrir su cuerpo con luz, no por vergüenza sino por su calidez. Los cuerpos de sus madres y abuelas, la sangre de sus ancestros se quedó adornando el piso, aquellos despojos se volvieron desconocidos. Ella arrancó esa fracción de su corazón. Lloró a sus muertas, sí, a su memoria, pero esos cadáveres ya no le pertenecían. Dueño de su alma era un lobo, una bestia: colmillos, manada, montañas. (Pausa) Se queda en la nada, un segundo o una eternidad, porque desde cierta perspectiva son lo mismo. Él medita o se suicida, muere y vive, renace y expira. Y entonces ella se vuelve un espíritu o se vuelve tierra, que, desde otra perspectiva también son lo mismo. (Pausa) Aquí, en este instante deja su piel de luz y escoge un camino azul marino lleno de estrellas... (Deja la linterna y desaparece en la oscuridad. El escenario se transforma en Universo (1)) CACTUS (1): (Sale del portal llegando al Universo (1) y encuentra su linterna, juega un momento con ella) Una gran canoa en las nubes. Un universo sostenido por ranas. Un planeta sobre el caparazón de una tortuga. Una manada afectuosa, un abrazo desinteresado, lágrimas oportunas. (Llora. Luego de un silencio ríe) Un silencio cómodo. Una piel que me necesite. Miles de nuevos comienzos para intentarlo. Son miles porque me gusta fallar, me gusta tanto que me equivoco a propósito y así tengo más motivos para sufrir. Me gusta sufrir porque me gusta desear lugares y circunstancias en las que no sufro. LOBO: ¡Qué ojos tan grandes tienes! CACTUS (1): Son para ver peor. LOBO: Algo han de ver. CACTUS (1): Ya no sirven para nada. LOBO: Te salieron garras y colmillos. CACTUS (1): Basta de rodeos. LOBO: Me enfrentas.

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CACTUS (1): Mentiste. LOBO: ¿De qué manera? CACTUS (1): Hiciste que crea. LOBO: Vos creaste las mentiras. CACTUS: Temes. LOBO: Tengo precaución. CACTUS (1): Algo te pasó. El lobo que conocí no temía. Cuando estaba con él yo tampoco tenía miedo. Ahora estoy más tranquilo conmigo misma. Ya no quiero vivir esperando. No puedo seguir esperando una señal. (Silencio) Es… es como, es como que no sé qué decir, ni qué hacer, pero dentro de mí siempre hubo algo, aunque camine sin rumbo. LOBO: ¿Qué harás? CATUS: Estoy cansado de hundirme en mi miseria, estoy cansada… igual que de los malditos rábanos. Y siento que no es justo. La vida, la gente, yo misma… no es justo. Sólo quiero volver a mi casa. LOBO: ¿Por qué? CACTUS (1): Es hora de que entierre a mis muertas y tal vez cavando también me encuentre a mí. (Pausa) Hasta otra vida, amigo Lobo. (Deja la linterna en el portal y se dirige hacia la casa de su madre) Epílogo (El escenario cambia a un universo diferente de los anteriores. Aún se distingue al portal de manera tenue. Aúlla un lobo en la lejanía. Silencio. Aúlla el lobo más cerca e inmediatamente Cactus’ entra a escena aullando, con los dados y la linterna en sus manos. Cactus’ es el lobo)

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CACTUS’: Un poco en la mierda el universo este. ¿Qué pasó? ¿Para qué fue todo eso? (Pausa) Qué pérdida de tiempo. (Juega un poco con los dados y con la linterna. No sabe qué hacer) Pereza y hastío. En todos estos años qué camino elegir ha sido la única parte emocionante. El objetivo está lleno de polvo y telarañas. La memoria de mi cuerpo olvida a quién le pertenece. Me volví esta cáscara mecánica de servicio. No hay mucho que hacer o decir. No chorrea líquido de las paredes y la muerte parece placentera. (Silencio) ¿Nadie más se da cuenta del holograma en el que estaban inducidos? Aunque se parezca nada es igual. La repetición tiene fisuras y grietas por donde se infiltran pequeños deseos. En algún momento pude elegir, pero tuve miedo. Al final, todos caímos en la telaraña de la repetición. ¿Seguiré yendo infinitamente? Repetir: Volver a hacer lo que se había hecho, o decir lo que se había dicho. Las probabilidades tambalean y la luz de su linterna alumbra el destino. Un segundo o una eternidad, porque desde cierta perspectiva son lo mismo. La travesía vuelve al punto de inicio… Tantos finales felices falsos, ¡qué engaño! (Pausa) Asumo como propios los demonios que me habitan. Infinito: Matemáticas. Lugar geométrico de los puntos de intersección de las direcciones paralelas. La vida humana es una idea sobrevalorada, no vale ni un suspiro, no vale. NIÑO/A: (La voz del niño/a sorprende a Cactus’) ¡Qué ojos tan grandes tienes! CACTUS’: Son para verte mejor… Ven, abandona todo y sígueme. (Apagón final. En escena se ve sólo al portal que se desvanece lentamente)

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Michelle Astudillo

Entre las 7 y 3

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Dramatis Personae Paco Luis Campanero Hombre 1 Mujer 1 ESCENA I Una puerta grande que ocupa todo el fondo del escenario. Desde los laterales entran de uno en uno, Paco y Luis; se colocan en fila junto a la puerta. Luis: Buenas noches. Paco: Llega tarde. Luis: Esta vez no. Paco: Claro que sí, como siempre. Luis: No, hoy es diferente. La luna marca las 7 en punto. Paco: Ya le he dicho que está averiada, como siempre. Luis: No lo está. Es sólo que alguien se lo dijo y la pobre se lo creyó. Paco: ¿Cómo explica que yo le crea? Luis: Las repeticiones. Paco: ¿Las repeticiones? Luis: Sí, crean costumbres. Paco: ¿Costumbres? Luis: Eso; y son peligrosas porque contagian.

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Paco: ¿Cómo? Luis: Como las pulgas… Paco: ¿Como la risa? Luis: Sí, o el sueño Paco: ¿Como el miedo? Luis: Sí y como el deseo. Paco ríe y luego Luis. La risa de Paco aumenta cada vez más seguida de la de Luis. Incrementan hasta terminar en una carcajada incontenible que luego se silencia bruscamente. Luis: La luna marca las 7 en punto. Paco: Como siempre. Luis: Hoy es diferente. ¿Es hora? Paco: Es hora. Apagón. ESCENA II El mismo lugar de la Escena I: Una puerta grande que ocupa todo el fondo del escenario. Nuevamente desde los laterales entran de uno en uno Paco y Luis; esta vez con una caja en sus manos; y se colocan en fila junto a la puerta. Luis: Las 7 en punto. Paco: ¿Habla conmigo? Luis: No, disculpe, hablo con su caja.

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Paco: No comprendo, carga la suya en brazos. Luis: Sí, pero no me convence. Paco: Le comprendo, me pasa lo mismo. También la he buscado desde hace muchísimos años. Luis: Pero algo me dice que hoy es el día. ¿Puedo preguntarle? Paco: Perdone, pero mi caja es tímida, no habla con desconocidos. Sólo canta, aunque está un poco enferma. Luis: ¿Enferma? Paco: (La cubre). Sí, por culpa de un malintencionado. Su anterior dueño resultó ser un cretino. La golpeaba. Luis: ¿Me deja verla? Paco: (Se acercan y abre un poco la caja pero la cierra súbitamente). Por supuesto que no, no quiero ofenderla. Luis: ¡Le ordeno que me la muestre! Paco: No señor. Luis: ¡Le pido que me la muestre! Paco: He dicho no. ¡Llamaré al campanero! Luis: ¡No! (Susurra) no grite, que vamos a despertar. Paco: Quizás debería hacerlo. Luis: No lo haga por favor, no podría.

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Paco: Siempre he podido. Luis: Pero hoy no lo decide usted. Paco: ¿Por qué? Luis: Porque hoy no hay pellizcos, ni alarmas falsas. Paco: Puedo hacerlo sólo. Luis: Pero no es lo que desea ni yo tampoco. Hoy es diferente. Paco: Bueno pero sólo esta vez. (Muestra la caja). No la vaya a insultar. (Luis mira la caja). Luis: ¡Es la que necesito! Mi amor, te he buscado tanto. Paco: Dije que no la insulte. Luis: La quiero. Paco: Jamás podría dársela. Luis: Se la compro. Paco: El amor no busca lo suyo. Luis: Se la cambio. Paco: El amor no hace nada indebido. Luis: ¡Démela! Paco: El amor no se irrita.

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Luis: Por favor, me está destruyendo. Paco: El amor todo lo soporta. Luis: Entonces déjeme perseguirlos donde vayan. El amor es sufrido. Paco: ¿Qué tanto? Luis: Cada paso. Paco: ¿Eternamente? Luis: Hasta la muerte. Paco: ¿Y si lo rechazo? Luis: Lo abrazo. Paco: ¿Y si no lo quiero? Luis: Lo aprieto. Paco: ¡Acepto! Luis: Pero no grite, nos va a despertar. Paco: Intentaré roncar muy fuerte. Luis: Y yo respirar despacio. Suena un campanazo. Paco: La luna marca las 7 en punto. Luis: Más que nunca.

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Paco: Como siempre. Suena otro campanazo. Cubren sus cajas y salen. ESCENA III Un cuarto sucio con chatarra. Hay un montón de cajas apiladas al fondo del escenario. Y en un trono (también de cartón), sentado el Campanero. A un lado una fila de hombres y al otro una fila de mujeres. Hombre 1: Yo traje 100 aros hoy mi señor. Mujer 1: Yo traje 500 cajas y 3 tubos mi señor. (El campanero les lanza un par de granos de poroto. (Ellos comen desesperados. Mientras comen, El Campanero mira las cajas y aros). Campanero: ¡No es la indicada! La mujer camina hacia una fila de mujeres que están a la derecha del trono. Y el hombre hacia la fila de hombres de la izquierda; y reciben una bofetada. Mujer 1: Su bondad es infinita. Hombre 1: Se lo agradezco todo. Se colocan en el cuello un collar de campana que está atado a las manos del campanero y desde ahí, se mueven todo el tiempo de acuerdo a los movimientos del campanero. Entra Luis con su caja. Luis: Buenas noches mi señor. Soy yo. El que espera. Campanero: Un nombre interesante. Luis: ¿Cuál? Campanero: “El que espera”

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Luis: No. Me refería a que… Campanero: ¿Quién lo bautizó? Luis: Yo mismo. Pero no soy el que espera, soy el que… Campanero: Autobautizado, interesante. Luis: ¡No! Soy el que busca y que usted espera. Campanero: ¿Quién se lo dijo? Luis: Yo mismo. Campanero: Últimamente la gente sueña cualquier cosa. Y eso es peligroso ¿sabe? Luis: ¿Por qué? Campanero: Porque de tanto imaginarlo y luego de tanto repetirlo, los pobrecitos se lo creen. Luis: Bueno, usted me está mirando. Campanero: Lo miro porque es como verme. ¿Y usted me mira? Luis: Lo miro porque no quiero verme. Campanero: ¿Y sin embargo no me mira? Luis: Claro que sí, de tanto repetirlo. Campanero: De tanto repetirlo hoy se ve diferente. Tiene esa mirada. Luis: Es el brillo del deseo. Campanero: ¿Qué busca esta vez?

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Luis: Algo nuevo. Campanero: ¿Como siempre? Luis: Como siempre. Campanero: Tiene suerte, hoy tengo nuevos espejos. El campanero jalonea al Hombre 1 y Mujer 1. Campanero: Ambos en buenas condiciones y muy buenas costumbres. Perfectamente ligeros y se deshacen; como le gustan. Luis: Parecen averiados. Campanero: Es porque son reflejos. Pseudousted. Luis: Pseudoyos, me gusta. Campanero: Bien, veamos su parte. La he esperado muchos años. Luis: Y yo la he hallado para usted. Campanero: Como siempre. Luis muestra su caja. Campanero: ¡Es bellísima! Luis: Y sólo me costó un amigo. ¿Puede entregar su parte? Campanero: ¿Cómo lo logró? ¡Ladrón! Luis: Aprendí del mejor. Campanero: No diga tal cosa, me sonroja.

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Luis: Me lo ha enseñado todo. Campanero: Deténgase. Luis: Es que lo amo. Campanero: Y yo lo odio. Luis: Lo deseo. Campanero: Y yo lo repudio. Luis: Desearía apretujarlo. Campanero: Desearía asesinarlo. Luis: ¿Tal como a mi madre? Campanero: Exactamente. Y amaría ahorcarlo. Luis: ¿Como a mi padre? Campanero: Mucho más. Luis: Me encanta que extermine a los que amo. Campanero: Quiero que me bese los pies. Luis: Una lamida por cada muerto mi señor. (Lame sus pies). Campanera: Basta. Algo le pasa, no es ella. Luis: Mírela bien, es casi nueva, la busqué muchos años. Campanero: Está enferma ¿qué le pasó?

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Luis: Un mal cuidador la amaba demasiado. Campanero: ¿Dice que la respetaba? Luis: Y la escuchaba. Campanero: ¿Le preguntaba? Luis: Exactamente. Y si ella decía no, no la forzaba. Campanero: Que asco, quítela de mi vista. No, espere, la necesito, entréguemela. Luis: No puedo hacerlo, me ha enamorado. Campanero: ¡Retire sus babas de mis zapatos! Largo. ¡Pero deje la caja! Por favor. Luis: Vine para que la moldeemos juntos. Campanero Esas no tienen remedio. Luis: Pruébelo. El Campanero patea la caja. Campanero: ¿Lo vio? Luis: Pero debe hacerlo bien, insúltela. Campanero: Chueca. Luis: ¡Con ganas! Campanero: Torcida. Luis: Basta. Campanero: ¡Chorreada!

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Luis: Deténgase Campanero: ¡Sobresalida! Luis: Espere. Campanero: ¡Mal armada! Luis: Ya se recuperó, es suficiente. Entra a escena Paco sin su caja. Paco: ¡Repugnante! Esto es un crimen. Luis: ¿Qué hace? ¡Aún no es su hora! Paco: Lo he buscado hasta el fin del sueño. Luis: No es su hora. Borré cada paso. Paco: No importó. Luis: Construí todos los muros. Paco: No importó. Olvidó su perfume. Luis: Jamás lo haría, hoy no. Paco: Usted lo arruinó. Lo hizo porque quería que lo halle. Luis: ¡No! Paco: Porque si no lo hallo usted no existe. Luis: Yo existo. Usted me mira. Paco: Lo miro porque es como verme.

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Luis: ¡Mentira! Paco: Debió marcharse. Luis: Debió perderse. Paco: No podría porque usted me lo imploró. Luis: Le dije que busque no que encuentre. Paco: Claro que sí, sus ojos gritaban. Luis: Está arruinando todo. Paco: Tal como lo ordenó. Los despertaré, he de dar los campanazos. ¡Campanero! ¡Campanero! Campanero: Yo mismo. Paco: Corrupto. Suelte esa caja enferma. Campanero: (La escupe). Paco: (Se abalanza sobre el Campanero y Luis los separa). Luis: (A Paco) ¡Salvaje! Paco: (Se abalanza y Luis los separa). Luis: ¡Bestia! Paco: (Se abalanza sobre Luis). El Campanero jalonea al Hombre 1 y Mujer 1 suenan las campanas que penden de sus cuellos. Luis: ¡No aún no! Espere por favor.

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Paco: Por favor no, sólo unos minutos. Luis: (Al Campanero): Sólo haga el cambio por favor. Campanero: No acepto cajas con pasado. Luis: Podemos borrarlo juntos. Campanero: Es tarde ya tiene mucha memoria. Luis: ¡Sólo unos minutos! Paco: Devélvame la caja y me voy. Luis: No puedo, los perdería. Paco: ¡Entregue la caja! Luis: Tendría que perseguirlo. Paco: ¡Entregue la caja! Luis: Es imposible, está un poco enferma. Se lo repitieron tanto que la pobrecita se lo creyó. Paco: ¡Entréguela! Suenan campanazos que van incrementando cada vez más frecuente. Luis: Lo aborrezco. Paco: Y yo lo amo. Luis: No quiero verlo. Paco: Me voy. Luis: Lo sigo.

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Paco: Me quedo. Luis: Tendría que huir. Paco: Huya conmigo. Luis: Me cansaría. Paco: El amor nunca deja de ser. Los campanazos suenan cada vez más alto y frecuente, mientras el lugar oscurece. Campanero: La luna marca la 7 y 3 en punto. Luis: ¡Hoy es diferente! Paco: Como siempre. ESCENA IV La escena transcurre casi en total oscuridad, sólo se escuchan las voces de Paco, Luis y el Campanero. Campanero: ¡Despertaron! Paco: Despertaron. Luis: ¿Despertamos? Silencio. Campanero: Para siempre. Paco: Para siempre. Luis: ¿Para siempre? Silencio.

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Campanero: ¿Se arrepienten? Luis: Cada instante. Pude haberlo conseguido. Campanero: Pero entonces no estaríamos aquí. Luis: Pudiera hacerlo sólo. Paco: Pero entonces se miraría. Luis: Es cierto. Campanero: Es mejor así. Luis: ¿El qué? Campanero: El repetir. Así no corre el riesgo de encontrarse con su propia soledad. Luis: Es cierto. Me gusta no haberlo logrado. Paco: Me gusta haberlo perseguido. Campanero: Me gusta haberlos castigado. Silencio. Luis: (Al Campanero) Hoy fue su primera vez. ¿Cuál fue su parte favorita? Campanero: La caja. Paco: ¡Sí! También la nuestra, siempre lo es. Aún la llevo en mis hombros. Campanero: Yo en la frente. Luis: Yo en los pies.

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Campanero: ¿Y habla? Me gustaría oírla. Paco: Sólo a veces, es un poco tímida. Campanero: ¿Y sueña? Paco: Claro que sueña, con la oscuridad, como todos. Campanero: ¿Y sus hombros qué dicen? Paco: Que les ayude, pero a mí no me interesa. Siempre se las arreglan. Campanero: Qué listo. ¿Y sus pies pesados cantan? Luis: Sí, les encanta, tienen buen ritmo. Yo les pido que paren y siguen; les pido que se detengan y ellos me ignoran. Ellos no tienen oídos ¿sabe? Y cuando hacen raíces aunque suplique con todos mis otros pesos, ellos deciden. Campanero: La desobediencia es mi característica favorita de los pesos. Paco: La mía la tristeza. Un peso triste, es el más grande placer. Luis: ¿Qué me dicen de los pesos viejos? Uf esos sí son pesos. Campanero: Viejos, desobedientes y tristes. Debí gritar antes. Luis: Lo miso digo. Paco. Y yo. Silencio. Campanero: ¿Otra vez? Paco: ¿Otra vez? Luis: Otra vez. Campanero: ¿Listos?

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Paco: Como siempre. Luis: Hoy será diferente. Paco: Como siempre. Campanero: ¡La luna marca las 7 en punto! Luis, Paco y el Campanero se colocan en fila junto a la puerta. Las luces empiezan a apagarse mientras se escuchan los últimos textos. Luis: Buenas noches. Paco: Llega tarde. Luis: Esta vez no. Paco: Claro que sí, como siempre. Luis: No, hoy es diferente. La luna marca las 7 en punto. APAGÓN.

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a r t e v

i s u a l ARTE VISUAL 296


Alexandra Cuesta

Ciudad y memoria una construcción personal

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Nací en Cuenca en el año 1980, en la clínica Vega, en donde han nacido casi todos los miembros de mi familia. Aunque solamente viví en esta ciudad los dos o tres primeros años de mi vida, mis memorias de niñez y adolescencia, así como gran parte de mi identidad como adulta, están entrelazadas con el habitar en esta ciudad desde la memoria y la imaginación, a través de los relatos de mis abuelos, la historia de mis antepasados y mis vivencias intermitentes en los espacios familiares. La ciudad, entonces, más a allá de ser un espacio en el que he habitado, se ha convertido en un espacio emocional dentro de mi cosmovisión personal; un espacio que marca el paso del tiempo, la búsqueda de raíces y el gesto íntimo con lo doméstico, lo familiar y mi niñez. Esta serie de fotografías recogen esas impresiones, divididas en tres actos I. La casa de mi abuela/reconstrucción II. Arqueología de la memoria III. Capas de tiempo

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Alexandra Cuesta

La casa de mi abuela reconstrucción

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I. La casa de mi abuela/ reconstrucción Mi abuela Carmela creció en una gran casa de la calle Bolívar. Ella la describía de manera minuciosa, dibujando los mínimos detalles; tanto, que yo podía percibir los olores de esa casona, de la lluvia cayendo en el patio interior, podía escuchar el crujir de la madera en los pisos y escuchar las serenatas afuera de la ventana. Tiempo atrás encontré una caja de fotos antiguas que pertenecían a mi abuela y que retrataban toda su infancia y juventud. La ciudad que se ve ahí ya no existe. No obstante, pude conocer a mi bisabuelo, ver como lucía su casa, visualizar la hacienda de la que tanto había escuchado y también, ver lo inevitable, lo que se entrevé con el tiempo y la distancia. En esa misma caja había una foto de mi abuela muy joven, se la ve apoyada sobre el pasamanos de las escaleras mirando fijamente a la cámara. Años más tarde pude, finalmente, visitar la casa, que hoy es un ministerio, un espacio oficial. El pasamanos aun está ahí, pero el objeto como símbolo, solo existe en mí, solo existe al potencializar el lugar desde la memoria.

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reconstrucción fotográfica

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reconstrucción fotográfica

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reconstrucción fotográfica

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Alexandra Cuesta

Arqueología de la memoria

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II. Arqueología de la memoria Mi niñez tiene, igualmente, otro escenario, la casa de otra abuela, “la Nenita”, en Machángara, recuerdos que transcurren como una película; me acuerdo del río, de las piedras lisas en las orillas, del olor de los eucaliptos sonando en el viento, de los helados de guineo, el frío de la tarde, el café tinto y el pan con queso; sabores y sucesos que se quedaron instalados en mí, a pesar de que casi todas las personas han partido, sin embargo, las imágenes y los objetos de la casa están intactos en el recuerdo y presentes en estas fotografías. Cada objeto, enmarcado como una reliquia de algo que fue, se convierte en arqueologías personales.

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reconstrucción fotográfica

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reconstrucción fotográfica

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reconstrucción fotográfica

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reconstrucción fotográfica

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reconstrucción fotográfica

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Alexandra Cuesta

capas de tiempo

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III. Capas de tiempo Recorro este espacio urbano, tan familiar y tan distante al mismo tiempo, y lo que distingo son ruinas que habitan dentro de espacios contemporáneos, dentro de un mismo tiempo. Son capas físicas de historia, una sobre otra, denotando un tiempo lineal y continuo simultáneamente.

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reconstrucción fotográfica

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reconstrucción fotográfica

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reconstrucción fotográfica

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Priscila Urdiales

todas las aguas de tu cuerpo

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Suamy Vallejo

INCERTIDUMBRE

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Instalación 3,77 m x 12,5 cm Impresión laser sobre cemento blanco

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Instalación 3,77 m x 12,5 cm Impresión laser sobre cemento blanco

Y una noche me encontré frente al río pisando hojas secas de las cuales hormigas escapaban. Esa noche me soñe hormiga

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Suamy Vallejo

rupturas

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Arte objeto 1,20 cm x 0,40 cm Cemento, tela y agua tomada del río tomebamba

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Arte objeto 1,20 cm x 0,40 cm Cemento, tela y agua tomada del río tomebamba

Obra elaborada para el proyecto “Imaginarios de ciudad” Este proyecto, hace referencia a la costumbre que tenían las mujeres al lavar la ropa en el río tomebamba y como esta práctica poco a poco en el timpo se ha ido perdiendo. Es por eso que utilizo el cemento como símbolo del progreso, el reemplazo de las piedras del río por lavados de cemento, o máquinas de lavar en los hogares de la ciudad de Cuenca dejando de lado esta práctica que hacía que las orillas del río Tomenbamba cobren vida.

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Janneth Méndez

Ceniza

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241 cuadros de dimensiones variable cabello quemado sobre madera

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241 cuadros de dimensiones variable cabello quemado sobre madera

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241 cuadros de dimensiones variable cabello quemado sobre madera

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241 cuadros de dimensiones variable cabello quemado sobre madera

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Janneth Méndez

Lacre

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24 x 32 cm. c/u sangre y cabello de la artista sobre papel bambú

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24 x 32 cm. c/u sangre y cabello de la artista sobre papel bambú

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24 x 32 cm. c/u sangre y cabello de la artista sobre papel bambú

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24 x 32 cm. c/u sangre y cabello de la artista sobre papel bambú

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24 x 32 cm. c/u sangre y cabello de la artista sobre papel bambú

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Eduardo Durán “MIHIM2”

PANDEMIAS

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187.5 cm x 48 cm Acrílico SOBRE CARTON EXTRUCTURADO Y COLAGE

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Amaranta Peña

LA GRAN ESPIRAL

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Crecí en Cuenca, alimentándome de sus colores y olores; de su gente y su cantar; de los ríos y su música; de sus historias y supersticiones. Ciudad que ha sido una parte vital de mi camino. Cuando caminamos en línea recta por la superficie de la tierra, en realidad estamos girando al rededor de ella en espiral. En esta pintura hay 33 aves reales e imaginarias. Aves del paraíso, aves comunes, aves de oscuridad, aves no tan aves pero que pueden volar. Cada una con su simbolismo, fortalezas o debilidades, pero todas viajan en espiral, sin comienzo ni final.

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100 x 50 cm Acuarelas de pigmentos naturales sobre papel de mora

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Amaranta Peña

PACHAKUTIk

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En estos tiempos de pandemia he tenido una profunda necesidad de sentir la teoría y de estudiar los mitos. El mito precolombino de las Américas, Pachakutik, habla de un cambio inevitable que ocurre más o menos cada quinientos años. El quinto Pachakutik está representado por dos aves, el águila y el cóndor. Cuando el águila, que representa a los pueblos guiados por la tecnología, la razón, y la energía masculina, vuele junto al cóndor que representa a los pueblos guiados por el corazón, la intuición y la energía femenina, entonces renacerá un tiempoespacio, con más luz y equilibrio.

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33 x 33 cm Acuarelas de pigmentos naturales sobre papel de mora

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e a n y s o ENSAYO 358


Carlos Rojas Reyes

SER PERSONAS EN AMERINDIA

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SER PERSONAS EN AMERINDIA Introducción ¿Qué es una persona en el mundo amerindio? ¿Cuál es la relación entre persona e individuo? ¿Cuál es la relación con la acepción de estos conceptos en Occidente? ¿Qué tipo de relaciones se establecen entre personas e individuos, tomando en cuenta que las personas son colectivas? ¿Qué función cumple el cuerpo respecto de las personas? Como señalan Astor-Aguilera y Harvey, se trata de indagar la distancia ontológica que separa a Occidente del mundo Amerindio, si se puede afirmar que tienen concepciones no solo diferentes, lo que es evidente, sino si son ontológicamente inaccesibles de tal manera que funcionarían como paradigmas o, por el contrario, a pesar de lo que les separa hay unos elementos que comparten y otros no. De todas maneras, parece claro que hay una contraposición entre el privilegio de la visión unitaria de la persona, en cuanto individuo, en Occidente y de la capacidad de las personas amerindias de ser divisibles, partibles, fractales, dividuos en vez de individuos: ¿Es la interioridad (alma o mente) o las interacciones relacionales las que definen a las personas? ¿Piensan los pueblos occidentales y no occidentales, o actúan de manera completamente diferente o hay perspectivas y relaciones poliontológicas superpuestas? ¿Las nociones indígenas de parentesco difieren tan agudamente de las occidentales como algunos de nuestros antecesores académicos parecían pensar, o también somos parciales, divisibles y dividuos relacionales? (AstorAguilera & Harvey, 2018, pág. 4) Pero, aproximarse a otra ontología es particularmente difícil, debido a que no tenemos otra alternativa que utilizar nuestras categorías occidentales que, primero, tienen que ser resignificadas, alteradas sustancialmente y luego redefinidas a la luz de los hallazgos de las nuevas ontologías; por ejemplo, la necesidad de una ampliación considerable del campo semántico de persona: Tenemos que escuchar los significados ontológicos que otras personas encuentran en sus mundos, ya que no hace mucho tiempo, antes de que la industrialización y la urbanización tan densa cambiaran drásticamente nuestra convivencia, cuando

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ni siquiera nosotros los occidentales teníamos una mentalidad tan “racional” de percibir nuestro mundo. (Astor-Aguilera & Harvey, 2018, pág. 5) Y las consecuencias epistemológicas que se derivan de posiciones ontológicas contrapuestas, puesto que nos encontramos con pueblos que tienen otros “modos de pensar”, que se deriva del distinto modo de relacionarse con su entorno, de la alteración en lo que se considera objeto y sujeto, y persona: ... o la diferencia ontológica nos permite explorar modos alternativos de pensamiento reconociendo las posibilidades de todo lo que nos rodea – ya sea que los animales, las plantas, el clima, el agua, las rocas, así como lo no visto – tanto porque la mayoría de nosotros también puede tratar “objetos” como “sujetos” y, a menudo de manera muy deliberada, porque muchos pueblos no occidentales se relacionan con el mundo de ese modo. (Astor-Aguilera & Harvey, 2018, pág. 6) Estas y otras preguntas ontológicas se tienen que hacer para dilucidar qué es una persona en el mundo amerindio y sobre todos cuáles son sus constantes, a pesar de las diferencias existentes entre las diversas culturas. Y, por otra parte, tratar de formular con precisión estas nociones insistiendo en las diferencias profundas que le separan de sus similares en Occidente. Lo primero que se tiene que afirmar es que no hay un solo modo de ser persona, sino diversas maneras especialmente cuando comparamos la personalidad occidental respecto de la de los pueblos amerindios y que la concepción acerca de la personalidad se aleja de las concepciones sustancialistas. Este trabajo se enfoca en el modo de ser personas en el mundo amerindio desde la esfera ontológica, de la cual depende enteramente. Se puede decir que el ser personas se desprende de la ontología con la que se esté tratando. De igual manera, dilucidar lo que es ser persona nos permitirá aclarar los aspectos ontológicos de las formas de vida amerindias. Desde esta perspectiva, este es un estudio estrictamente filosófico, aunque se apoya, como no puede ser de otra manera, en los estudios arqueológicos y antropológicos. Lamentablemente son casi inexistentes los análisis de lo que es ser persona desde la perspectiva filosófica, exceptuando las reflexiones que se desprenden de las ciencias mencionadas.

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Chris Fowler proporciona una visión panorámica del tema de la personalidad desde una mirada antropológica, aunque el análisis de casos que pertenecen a Amerindia más bien es limitado. De los modos de existencia de las personas en contextos no occidentales, se señalan tres: dividuos y dividualidad, partibilidad, personas permeables y permeabilidad. (Fowler, 2004, pág. 5) Sin embargo, como se trata de mostrar en este trabajo, las personas amerindias no entran de lleno dentro de esta clasificación; quizás están más cerca de entenderse como permeables. Por esto, habrá que introducir otras reflexiones que vayan más allá de estos conceptos, a pesar de las cercanías y de algunos elementos que pueden compartir con estos, como puede ser el caso de la fluidez de las substancias. No entraré aquí al análisis de la conformación de las personas en Occidente que, por otra parte, ha sido largamente estudiada especialmente en sus variantes cartesiana, kantiana y husserliana, manteniéndome en el ámbito amerindio. Fowler entiende por permeabilidad de las personas: “A state of being in which the person is dividual, and can be permeated by qualities that influence the internal composition of the person. The component parts of the person are not identifiable as objects but as flow of substances”. (Fowler, 2004, pág. 5) Siempre siguiendo a Fowler, se hará un breve recorrido por los modos de ser persona señalados, que nos servirá como contexto teórico para una mejor comprensión de las personas amerindias. El primer señalamiento que es crucial hace referencia a la multiplicidad de substancias que caracteriza a estas personas: Las personas son modulares: son compuestos de diferentes sustancias, y de diferentes características como el cuerpo, la mente y el alma. Este capítulo considera algunas comparaciones culturales de la persona que sugieren que las personas están configuradas de maneras históricamente específicas. Este capítulo traza las prácticas y conocimientos involucrados en dos casos de personas “dividual” relacionales, un indio y un melanesio, a través del examen de estudios etnográficos. (Fowler, 2004, pág. 14): Se muestran claramente los distintos modos de ser personas en la India y en Melanesia en el siguiente cuadro:

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Tabla 1 Diferencias entre la persona partible en Melanesia y la persona permeable en la India (según la interpretación de Busby 1997) Dividual y partible (Melanesia) Una persona es una colección de relaciones, cualquiera de las cuales puede ponerse temporalmente en primer plano. Se pueden agregar y extraer cualidades.

Las personas identifican relaciones objetivadas; como animales, objetos, partes del cuerpo, sustancias, etc. Estos pueden ser externalizados a través de la separación o incorporados a través de la inclusión. Además de ser objetivados, pueden ser personificados.

Dividual y permeable (Southern India) Una persona es fundamentalmente una colección de relaciones, y es un ser acotado de quien las cualidades no pueden extraerse completamente aunque las relaciones pueden cambiar.

Los códigos de sustancias pueden penetrar los “límites fluidos” de la persona. Los flujos de sustancia se extienden desde las personas, no se objetivan como una parte específica de la persona.

Las cosas fluctúan entre ser hombre y mujer, y de género individual y múltiple, dependiendo Los códigos de sustancias tienen propiedades del contexto de su uso. fijas (por ej., Frío o caliente) La personalidad es altamente relacional, y las La personalidad es relacional, pero también es identidades se realizan o presentan muy sustancial.

Tomado de Chris Fowler, The Archeology of Personhood. (Fowler, 2004, pág. 20)

Como he señalado, aun compartiendo en términos generales la dividualidad, hay concepciones y variantes importantes en el mundo amerindio, que tanto modifican como alteran este esquema, en donde hacen faltan reflexiones ontológicas que, precisamente, nos permitan entender ese juego de substancias diferentes pero accesibles entre ellas. Esta clasificación no agota los elementos que participan en la constitución de las personas. Se tiene que añadir los aspectos de género, raza, religión, edad, e incluir al cuerpo que será un elemento fundamental a la hora de entender la personalidad amerindia: “Las categorías de persona dependen claramente de las relaciones sociales, incluso en algunos contextos, trágicamente, de factores como la raza o la esclavitud. Por lo tanto, la atribución de la persona es un área vital del estudio arqueológico, junto con la atribución de género, sexualidad, etnia, clase y casta”. (Fowler, 2004, pág. 27)

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Desde la mirada multinaturalista y animista, aplicada especialmente a la Amazonía, se toman en consideración para la estructuración de las personas los siguientes aspectos: en cuanto al tema de la identidad el “El estatus de ser es negociable; la relación entre gente, animales y cosas es dialógica”, de tal manera que puede haber transformaciones en la substancia y el diálogo tiene que ser entendido más bien como la inmanencia del otro, incluido de manera primordial el enemigo”. (Fowler, 2004, pág. 68) (Véase también Viveiros de Castro. (Viveiros de Castro, 2018)) Luego está la “transformación de las formas”, en donde cada forma depende de la relación en la que esté incluido que, además, la determina y establece desde allí el punto de vista, la perspectiva, que le convierte en este tipo de ser específico. Se tiene que insistir en el continuo ontológico, que permite que los seres no humanos hagan parte de la sociedad humana y que muchas veces lleva a que las “especies pueden aparecer en forma que no son las propias”. (Fowler, 2004, pág. 68) Y el ultimo elementos directamente relacionado con el ser persona en Amerindia señala el hecho de que la noción de persona rebasa al ser humano: “Los animales, objetos, lugares y plantas pueden ser personas potencialmente, y partes de personas”. (Fowler, 2004, pág. 68) Fowler enfatiza en la diferencia de este enfoque con el totemismo, para el cual: “Los animales, los objetos, los lugares y las plantas son como personas, y comparten energías ancestrales con las personas a través de su conexión compartida con el lugar y la descendencia del ser ancestral de ese lugar”. (Fowler, 2004, pág. 68) Nótese la diferencia que está centrada en que para el animismo la noción persona va más allá de la persona humana, incluyendo animales, plantas, objetos, mientras que para el totemismo solo son “como” personas, no son personas en el sentido pleno del término. También aquí aparece el contraste más fuerte con el naturalismo Occidental, para el que solo los seres humanos podemos ser personas en tanto individuos discretos.

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Ser persona en la Amazonía. Comienzo por los planteamientos de Aparecida Vilaça, porque sintetiza los principales hallazgos de lo que es ser persona en la Amazonía, que tiene que ver con la centralidad del cuerpo y su interrelación con el mundo de los espíritus. (Es indispensable recalcar que no se trata de realizar en este trabajo una síntesis de alguna etnografía, sino de presentar los aspectos fundamentales del ser persona que nos permita su discusión desde la perspectiva ontológica) Se parte de la consideración de que los seres humanos no se refieren exclusivamente a nosotros como especie, sino que muchas otras entidades pueden tener este estatuto dependiendo de las propiedades que tengan o de las acciones que realicen. Desde esta noción, el cuerpo se entiende como “el lugar de la diferencia entre los seres”. (Vilaça, Chronically Unstable Bodies: Reflections on Amazonian Corporalities, 2005, pág. 448) Esto no significa entrar en una visión relativista sostuviera la existencia biológica de diversos cuerpos; por el contrario, son las concepciones acerca del cuerpo las que varían comparándolas entre Occidente y el mundo amerindio. El argumento afirma que nuestros respectivos “cuerpos” son diferentes, lo que significa que los conceptos Piro y occidental del cuerpo son divergentes, no que nuestras “biologías” son diferentes. La anécdota del agua de los Piro no refleja otra visión del mismo cuerpo, sino otro concepto del cuerpo. (Viveiros de Castro citado por (Vilaça, Chronically Unstable Bodies: Reflections on Amazonian Corporalities, 2005, pág. 449) ) Los cuerpos amazónicos se encuentran en un permanente flujo de intercambios con los otros, que hace sean “continuamente fabricados”, bien sea en su relación con la alimentación, los rituales, la medicina, etc. Este permanente hacerse del cuerpo Wari en su ciclo de intercambios tiene al menos dos ámbitos; el primero que son los intercambios de sustancias: “A partir de entonces, este cuerpo se fabrica continuamente a través de la alimentación y el intercambio de sustancias como el sudor, el semen y los líquidos vaginales. De esta manera, el esposo y la esposa se vuelven consustanciales; de hecho, a menudo dicen que tienen el mismo cuerpo”. (Vilaça, Chronically Unstable Bodies: Reflections on Amazonian Corporalities, 2005, pág. 449)

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Y el segundo que incorpora la memoria y los afectos: “El cuerpo Wari también está constituido por afectos y recuerdos. La memoria, dicen los Wari, se encuentra en el cuerpo, lo que significa que la constitución de un pariente se basa en gran medida en vivir juntos el día a día y en actos de afecto y cuidado recíprocamente otorgados.”. (Vilaça, Chronically Unstable Bodies: Reflections on Amazonian Corporalities, 2005, pág. 449) Este cuerpo Wari se denomina kwere, que significa el modo de existir de cada ser que depende de un “más un modo específico de actuar, una forma de ser. Del mismo modo, el viento sopla fuertemente porque el kwere- del viento es así, y la lluvia empapa todo a medida que pasa debido a su propio kwere específico -“y antes que ser una materialidad, se refiere a un conjunto de afecciones que le hacen ser lo que es. (Vilaça, Chronically Unstable Bodies: Reflections on Amazonian Corporalities, 2005, pág. 450) Desde luego, aquí tenemos el problema de terminología utilizada, de origen deleuziano, con las ambigüedades de la noción de afecto; quizás sería preferible utilizar el concepto de campo de acciones posibles y sus concreciones o indexaciones, a partir de la forma cuerpo que viene determinada por el kwere. El cuerpo Wari actúa a partir de los intercambios de sustancias con su entorno, de su memoria y de las acciones específicas de la que es capaz. Se podría decir que es una máquina abstracta, en donde tenemos no solo disposiciones, sino dispositivos, lo que permite entender tantos los flujos como la fijación y la estabilidad provisional que pueden adquirir dichos cuerpos. Pero, a más del kwere, los cuerpos Wari poseen un alma, jam, que no es entendida como la fuerza vital que anima las cosas, sino que es define a todos aquellos que son considerados seres humanos debido a su agencia, a su capacidad de actuar de una determinada manera: Los Wari definen como humanos o potencialmente humanos a todos los seres que poseen jam, un término que he traducido en otras partes como alma o espíritu. Sin embargo, a diferencia de otros pueblos amazónicos, no conciben ninguna relación necesaria entre jam y un principio vital. Hay seres vivos sin jam, como los monos araña, por ejemplo, que lo perdieron después de haber robado, por lo que

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podría decir que ningún ser vivo, cuando actúa de manera ordinaria, tiene jam-. (Vilaça, Chronically Unstable Bodies: Reflections on Amazonian Corporalities, 2005, pág. 452) Las acciones están orientadas especialmente a la potencial transformación de los seres, en una lógica predatoria; esto es, en relación con los otros que pueden matarme: “Para un Wari’, jam- implica la capacidad de jamu, un verbo que significa transformarse, especialmente en el sentido de una acción extraordinaria cuando la gente dice que un animal en particular jamu-ed, lo que significa que actuó como un humano, disparando y matando a un Wari ‘(un evento que parece a los ojos de Wari como la enfermedad y la muerte de la víctima)”. (Vilaça, Chronically Unstable Bodies: Reflections on Amazonian Corporalities, 2005, pág. 452) Predominio del enfoque predatario que permanece como un sustrato incluso en el momento en que los Wari toman contacto con el cristianismo y se convierten, en donde sigue manteniéndose la batalla por definirse como humanos: ... humanos (wari’), definidos como predadores, o en la posición de animales (karawa), definidos como presa: los Wari experimentan la vida como una lucha constante por definirse a sí mismos como humanos y permanecer así. Como resultado, la redefinición de la predación en una dirección que los favorezca (situándolos como predadores en lugar de presas) coincide con lo que los Wari ‘buscan en su vida diaria, un movimiento análogo a la hermandad generalizada o’ des-afinización’ también promulgada por el cristianismo. (Vilaça, Conversion, Predation and Perspective , 2009, pág. 157) Conversión que nuevamente, como en el caso de su relación con los habitantes humanos y no de su propio mundo, implica un “cambio de perspectiva, que implica la adopción de un punto de vista extranjero. Además, un punto crucial para ambas conversiones es la relación alterada entre humanos y animales”. (Vilaça, Conversion, Predation and Perspective , 2009, pág. 156) Este carácter predatorio que atraviesa las sociedades amazónicas y que es fundamental para la persona se la encuentra diseminadas en toda la región; este es el caso, por ejemplo, de los huaorani que lo llevan hasta el extremo, porque el otro grupo étnico, cohuori, no es visto como un miembro de la misma especie y la única relación posible es la que se establece entre predador y presa.

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(Rival, The attachment of the soul to the body among the Huaorani of Amazonian Ecuador , 2005) (Rival, Trekking Through History. The Huaorani of Amazonian Ecuador , 2002) Capacidad de cambio en todos los ámbitos, desde la memoria hasta todo aquello que nos afecta y que, por consiguiente, altera los dispositivos y las disposiciones, en la relación entre el jamu y el kwere, entre el alma y el cuerpo: “…por lo tanto, jamu indica una capacidad para cambiar el afecto y adoptar otros hábitos, permitiendo así que la persona sea percibida como similar por otros tipos de seres”. (Vilaça, Chronically Unstable Bodies: Reflections on Amazonian Corporalities, 2005, pág. 452) Esta relación entre alma y cuerpo toma en los Wari un giro bastante especial. Separándose de las concepciones occidentales el alma no es un espíritu que anima al cuerpo y le provee de una determinada conciencia. El jamu le permite al cuerpo cambiar, volverse otro, convertirse en otra persona y, por eso, introduce el principio de inestabilidad: “Para el Wari con quien he estado trabajando, no parece ser que el alma le dé sentimientos, pensamientos y conciencia a este cuerpo, sino que le da inestabilidad.”. (Vilaça, Chronically Unstable Bodies: Reflections on Amazonian Corporalities, 2005, pág. 452) El alma es el sitio de la singular que adopta múltiples formas corporales, produciendo una diversidad de tipo de personas; pero, un singular que no es una entidad fija, inamovible, sino que se caracteriza por su fluidez, por la capacidad de volverse otra substancia: “Para los Wari, la relación del alma con el cuerpo es a la vez simétrica y asimétrica. Considerada como una capacidad, es decir, el potencial para adoptar un número indefinido de formas corporales, la relación del alma con el cuerpo es equivalente a la relación entre lo individual y lo múltiple, por lo tanto, asimétrica. Sin embargo, dado que esta capacidad siempre se actualiza, desde una perspectiva externa, como un cuerpo específico, también podemos afirmar que el alma es simétrica al cuerpo”. (Vilaça, Chronically Unstable Bodies: Reflections on Amazonian Corporalities, 2005, pág. 453) En esta relación entre alma y cuerpo, se produce una batalla por parte del cuerpo de encontrar una cierta estabilidad, una determinada singularidad que, a su vez, siempre está en peligro de estallar, alterarse radicalmente hasta volverse otro, por el efecto transformacional del alma.

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Esta tiene que concretarse en una forma corporal, perder temporalmente su capacidad de cambiar para que pueda surgir una persona: “… En otras palabras, el potencial de metamorfosis debe ser anulado para que se defina una humanidad específica”. (Vilaça, Chronically Unstable Bodies: Reflections on Amazonian Corporalities, 2005, pág. 453) Otro aspecto todavía más difícil de entender desde la perspectiva Occidental radica en la comprensión del alma como una sombra del cuerpo: “Por lo tanto, los Wari insisten en que las personas sanas y activas no tienen alma (jam-). El aspecto del alma como una actualización del cuerpo en otro mundo (lo que significa dentro de otro conjunto de relaciones) es evidente en la asociación que el Wari ‘crea entre el alma, la sombra, el reflejo y las huellas dejadas por el cuerpo, todas nombradas de manera idéntica: jam- “. (Vilaça, Chronically Unstable Bodies: Reflections on Amazonian Corporalities, 2005, pág. 453) Una idea que podría llevar a un malentendido de la relación entre alma y cuerpo, poniendo a la primera como una mera proyección o imagen del cuerpo. Por el contrario, se trata de concebir a los dos elementos como correlatos, en donde cada uno presupone la existencia del otro, con el constante paso de la una esfera a la otra, en la medida en que son ontológicamente accesibles. Jamu y kwere existen como momentos diferentes de la persona, que no pueden ser percibidos al mismo tiempo, o vemos el uno o el otro. Cuando se hace presente el cuerpo, el alma queda atrapada, estabilizada, congelada temporalmente; se convierte en el fondo de la figura gestáltica. Cuando nos fijamos en el alma fluida, cambiante, transformacional, el cuerpo pierde su estabilidad que tanto esfuerzo le ha costado y corre el peligro de volverse otro; el cuerpo se convierte en el fondo de la figura del alma. ... que podemos tomar la relación entre el alma y el cuerpo como análoga a la relación entre la figura y el fondo explorada en los estudios de Gestalt. El autor señala que esta inversión de perspectiva es fundamental para el pensamiento amazónico, recordándonos el análisis de Guss de la cestería Yekuana (Guss 1989), donde la inversión de figura / fondo, en forma clara / oscura, está muy elaborada, como lo está en varios patrones textiles y de pintura corporal. Vale la pena explorar más este punto. (Vilaça, Chronically Unstable Bodies: Reflections on Amazonian Corporalities, 2005, pág. 454)

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De tal manera que la persona puede ser vista desde la perspectiva del alma y se la observará en su capacidad de transformación a través de las relaciones que establece; o puede ser mirada desde el cuerpo y entonces se la percibirá en su singularidad, como este cuerpo que establece una persona concreta: “Cuerpo y alma ... son relaciones o posiciones, o incluso perspectivas. …” (Vilaça, Chronically Unstable Bodies: Reflections on Amazonian Corporalities, 2005, pág. 455) Oscilación constante entre cambio y estabilidad, fluidez y permanencia, que no se detiene en ninguno de los dos extremos y que funciona con una lógica de doble vínculo y conexiones parciales (Strathern, Partial conections, 2004), que llevan al perspectivismo y a la perdida de una lógica sustancializante de campos ontológicamente incompatibles: “… sin embargo, vale la pena señalar que esto implica adquirir un mínimo de estabilidad y no una estabilidad completa. Como Viveiros de Castro ya ha observado ..., la metamorfosis es algo que atormenta la imaginación nativa”. (Vilaça, Chronically Unstable Bodies: Reflections on Amazonian Corporalities, 2005, pág. 458) Equilibrios frágiles, personas inestables, amenaza permanente de volverse otro, de convertirse en el enemigo, en donde predomina la alteridad: “Por lo tanto, aunque emparentar es una forma de asegurar las formas, si consideramos que los parientes están hechos de otros, siempre existe una latente posibilidad de alteración, es decir, de parientes que se revelan a sí mismos como eran o como realmente son. La alteridad, no la identidad, es el estado predeterminado en la Amazonía”. (Vilaça, Chronically Unstable Bodies: Reflections on Amazonian Corporalities, 2005, pág. 458) Y aunque el cuerpo logre una cierta estabilidad, jamás estará completo ni podrá ser percibido por los otros como una totalidad. La total conjunción de cuerpo y alma es imposible. Aunque no trataré este tema en el presente trabajo, no se puede dejar de mencionar que la contraposición entre ontologías no está dada por la existencia del individuo en Occidente y su inexistencia en Amerindia, sino porque se dan diferentes modos de individuación y en donde no hay una identificación automática entre persona e individuo.

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Se podría decir que en Occidente se tiene la secuencia: sociedad – individuo – persona, en donde esta última es considerada como el aspecto moral, jurídico o religioso del individuo; mientras tanto en Amerindia el individuo es una indexación de la persona, en medio de un campo abierto en donde existen personas humanas y no humanas. Taylor señala con claridad estos fenómenos poco estudiados de poderosos procesos de individualización en las sociedades amazónicas, como los achuar: Lo interesante en el mundo jíbaro, en general, es que en esas sociedades hay una forma de “individualismo” fuertísima, pero es totalmente distinta a la del individuo occidental. Este es un rasgo muy desarrollado entre los grupos jíbaro y muchos otros grupos amazónicos. En realidad, todavía no hemos logrado caracterizar exactamente ni definir a nivel analítico esta forma tan curiosa de “individualismo” que encontramos en las sociedades amazónicas. (Bacchiddu & González, 2017, pág. 153) Individualidad que se desprende ante todo de la posibilidad y capacidad de tener un destino, entendido solo parcialmente como una fatalidad y con aspectos de la vida que a cada uno le ha tocado vivir desde las elecciones propias: “… forjarse un destino absolutamente único, distinguirse de todos los demás y, al mismo tiempo, ser ejemplar”. (Bacchiddu & González, 2017, pág. 154) Se trata de ser –parafraseando a un famoso historiador de la antigüedad clásica– “el más grande de los jíbaros””. Y cuando uno de estos individuos muere, como el caso del famoso guerreo Tukup, “terror de los mestizos”, se tiene que olvidarle completamente, porque ha dejado de ser un individuo y, sobre todo, ha desaparecido como persona, para transformarse en espíritu: “Mientras más distinguida, más ejemplar ha sido la persona durante su vida, más insistente y profundo tiene que ser el trabajo de olvido, hasta que queda solo una especie de “halo de memoria” sobre la persona. Los detalles de su biografía se olvidan entre sus familiares, que ya no vuelven a hablar de él y hacen esfuerzos de liberados por no recordar mentalmente a la persona desaparecida”. (Bacchiddu & González, 2017, pág. 153)

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Personas achuar. Tomo como punto de partida el análisis de Taylor sobre el tema de la persona, en donde sostiene que inevitablemente hay instancias de individuación de las personas, que no pueden reducirse al mero flujo que los convierte en dividuos, fractales, partibles, aunque sea de manera parcial y provisional y que el cuerpo está en el centro de la formación de la persona: “… mi objetivo es mostrar cómo se experimenta subjetivamente una imagen corporal y cómo una persona es capaz de reproducir las estructuras sociales que han moldeado su identidad”. (Taylor, 1996, pág. 202) Para los indígenas de la Amazonía, la muerte está lejos de ser un fenómeno natural y se debe a “agencia humana maligna. En tal perspectiva, la muerte existe solo como una forma de homicidio, ya sea abierta o clandestina.” (Taylor, 1996, pág. 204) y, por lo tanto, tiene que ver con las relaciones que se establecen con los otros. La relación que se establece con esos otros será crucial para entender la formación de la persona y, por supuesto, la enfermedad y la muerte. Para los achuar hay una correspondencia directa entre estar vivo y ser percibido: “… estar vivo es ser percibido y percibirse a uno mismo como persona …” y como consecuencia, aquellos que me perciben son los que pertenecen a mi grupo local, frente a otros grupos étnicos. Se conforma un sentido de pertenencia basado en la oposición, frente a aquellos que no me perciben como achuar: “Achuar ‘en oposición a otras unidades tribales jíbaras,’ Jibaro ‘en oposición a los blancos u otros indios, y así sucesivamente. En resumen, el término funciona como un clasificador generalizado de “nosotros / ellos””. (Taylor, 1996, pág. 204) Pero este nosotros que se confronta con ese ellos no solo incluyen a las personas achuar sino a dos clases de espíritus: unos que tienen otro modo de existencia distinto de los humanos:” … son solitarios, ciegos, no comen y existen en un estado de deseo generalizado permanente”. Y los otros espíritus: “La otra clase incluye espíritus con una apariencia no humana que, sin embargo, se comportan como seres humanos, en la medida en que usan lenguaje y signos, siguen reglas morales y se les atribuye emociones humanas.”. Lo que es fundamental de resaltar es que estos espíritus, a pesar de sus diferencias entre ellos y respecto de las personas achuar, comparten con estos “conciencia e intencionalidad” y por eso pueden ser considerados también como personas. (Taylor, 1996, pág. 204)

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Es indispensable fijarse en las corporalidades que los distintos tipos de seres adoptan y en donde persona significa, más allá de los directamente achuar, todos aquellos que: “… mostrando un especial tipo de apariencia corporal, practicando ciertos tipos de comunicación y comportamiento social y poseer ciertos estados de conciencia” (Taylor, 1996, pág. 205) Por esto, las cosas finalmente están vivas si poseen los atributos de consciencia, intencionalidad, que se deriva de su capacidad de actuar de determinada manera: .. se cree que un murciélago o un perro, o una planta de mandioca, están organizados de la misma manera. Funcionan de acuerdo con procesos biológicos idénticos, y sus cosas corporales, aparte de la apariencia, son lo mismo. Si los humanos normalmente no somos conscientes de este hecho, es por razones epistemológicas, porque normalmente no nos comunicamos con ellos, y no porque estos metabolismos sean ontológicamente distintos. (Taylor, 1996, pág. 205) Las especies se diferencias por los cuerpos que adoptan y por la perspectiva que tienen estos sobre el mundo. Cada cuerpo es percibido por el otro como distinto. De allí que, la persona jíbara se sustenta en este modo de aparición, en la forma que adopta su corporalidad y no en tanto en sus características biológicas o fisiológicas: “Sin embargo, sería contrario al sentido común suponer que los Achuar se experimentan a sí mismos como singularidades puramente genéricas. La forma particularizada impersonal puede otorgarle integridad al yo, pero obviamente no puede darle subjetividad”. (Taylor, 1996, pág. 206) Pero, si la forma corporal no está individualizada sino se mantiene como impersonal, se tiene la dificultad de establecer el paso desde esta “forma impersonal particularizada” hasta el individuo y sobre todo a la emergencia de su subjetividad. Se parte de esta corporalidad, con conciencia e intencionalidad que se le puede atribuir prácticamente a cualquier cosa, que es percibido de un determinado modo y que tiene una perspectiva propia, y desde este cuerpo mostrar cómo se llega al individuo achuar. Taylor señala que al menos hay dos elementos que permiten la indexación de esta forma corporal impersonal: afecto y memoria, que funcionan de manera harto diferente que en Occidente. Si el sí mismo de cada uno depende de la percepción que los otros tienen de mí, ¿cómo se forma mi subjetividad?

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Es la imagen que los otros tienen de mí junto con la memoria colectiva lo que me conforma. La subjetividad es en este sentido una cuestión de reflejo. Digamos que el individuo achuar es la expresión, concreción, indexación, de la memoria de los parientes, del grupo, de sus afectos, de la imagen que ellos proyectan sobre mí y que me hace ser de este modo u otro: La imagen mental personal que uno tiene de los demás como parientes está moldeada por esta red de sentimientos; por lo tanto, la imagen del yo, en la medida en que se basa en la atribución de las imágenes que otros tienen de él están necesariamente impregnadas de la memoria que otros tienen de ti. Es precisamente una representación de esta imagen genéricamente singular, pero singularmente individualizada, de la persona que se denota con la expresión vernácula wakan, un término generalmente traducido como “alma” y que de hecho se refiere a la imagen reflejada de una cosa, la aparición de alguien en un sueño, así como en la conciencia del soñador. (Taylor, 1996, pág. 206) La comunicación jugará un rol central, en donde decir la imagen del otro, expresar los sentimientos, el modo cómo se está viendo es crucial porque le están conformando como individuo: “Estas son descripciones invariablemente verbales, dirigidas a la persona amada, del estado que él o ella está experimentando al ver, o más bien sentir, una imagen mágicamente inducida del remitente.”. (Taylor, 1996, pág. 206) La persona achuar, al depender enteramente de la imagen que los otros proyectan sobre él y lo conforman, se encuentra en constante riesgo de perder precisamente su carácter de persona, de que su carácter de ser humano se pierda, porque nada puede garantizar de manera completa que los que están afuera permanecerán y ayudarán a mantener la estabilidad del sujeto. La muerte de los otros significa la primera amenaza, no solo por el dolor de perder a alguien cercano, sino porque se elimina a alguien de cuya percepción se dependía: “Primero, está expuesto a la muerte de otros, a la ruptura de pedazos de ese espejo del que depende, un hecho muy frecuente en el curso de una vida Achuar, y que provoca, como primera reacción, un intenso ira socialmente dirigida”. (Taylor, 1996, pág. 207)

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Y en segundo lugar la constatación de que las relaciones sociales de las que depende enteramente la persona achuar son cambiantes, se alteran, se modifican y ponen en cuestión la persistencia de la persona que depende de los afectos y la memoria colectivos: “… está expuesta a la inestabilidad crónica de las relaciones en una sociedad basada en grupos afines entretejidos, cuyas fronteras varían constantemente en el flujo de alianzas endémicas y peleas cambiantes”. (Taylor, 1996, pág. 207) Si falla en cualquier de los dos sentidos, la persona o bien se enferma o bien muere, porque su soporte ontológico se ha trizado. Ser persona en cuanto ser percibido conlleva directamente a la inestabilidad, a la incertidumbre, a la precariedad de la existencia de cada jíbaro: “La enfermedad, en términos jíbaros, es el sufrimiento experimentado por los individuos cuando se sienten abrumados por la ambigüedad del entorno social y, por lo tanto, pierden un claro sentido de su identidad; es decir, cuando su percepción del yo está nublada por la incertidumbre”. (Taylor, 1996, pág. 207) El achuar tiene que recurrir a arutam cuando su persona se encuentra en riesgo de perderse. Se entiende que arutam es una especie de alma que permite que continúe el proceso de individualización y que las relaciones sociales que la sostienen se rehagan. El vínculo con arutam posibilita que la persona vuelva a convertirse en esa expresión e indexación del cuerpo impersonal, alcanzado de nuevo un cierto nivel de subjetividad: Así, cuando los Achuar hablan del mensaje del arutam como una especie de ‘alma’ que se convertirá en una parte de sí mismos, están evocando una reificación, proyectada hacia el futuro, de una imagen de sí mismo enraizada en un tipo especial de relación intersubjetiva, que, entre ellos, más exactamente un estado modificado de su conciencia, -y el arutam. (Taylor, 1996, pág. 208) La acción y la palabra de arutam reconstruye la imagen externa necesaria para la mantención del sujeto y, además, proporciona las imágenes necesarias para la construcción de su existencia futura. Wakan, el alma del cuerpo logra estabilizarse escapando de las amenazas de la muerte y de la inestabilidad de las relaciones sociales:

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Esta hipóstasis se basa en la introyección de una imagen atribuida del yo que subyace en los estados normales de subjetividad; por lo tanto, así como el wakan, el alma del cuerpo sobrevive brevemente al fallecido recientemente como una sustantivización de la memoria que lo mantiene vivo, así la visión de arutam que él o ella ha recibido encapsula la descripción del espíritu, o la imagen, de su yo futuro. (Taylor, 1996, pág. 208) Taylor muestra este proceso en términos de hipóstasis y reificación, por lo que wakam significa la memoria atribuida, colectiva, reificada, mientras que arutam constituye la hipóstasis del sí mismo necesario para la conservación de la persona: “En otras palabras, el ritual arutam no está vinculado a una cosmología elaborada o teoría ontológica. Se basa en la misma percepción de subjetividad e intersubjetividad que informan la noción de wakan, y sus significados específicos están enraizados en la construcción ritual de un contexto particular de interacción, más que en una elaboración de contenido”. (Taylor, 1996, pág. 208) Una persona, o más bien la génesis de la persona jíbara, tiene las siguientes características: Negatividad, porque depende enteramente de los otros que están allí afuera. Es lo que Taylor llama una subjetividad imputada. Se origina en un cuerpo impersonal al que le falta precisamente los aspectos que le permitan ser un individuo. La comunicación se convierte en un elemento central, porque es la única manera en que los otros lanzan hacia ese cuerpo impersonal imágenes y afectos que le permiten indexarse, concretarse como este individuo. Con estas formas el individuo se constituye. Persona que surge en un mundo constantemente penetrado por la hostilidad, por la enorme vulnerabilidad de la persona achuar que depende de la mirada de su grupo, de sus parientes, para mantenerse estable. La experiencia chamánica permite recomponer esta individualidad a través de poner en contacto nuevamente el alma del cuerpo, wakam, con la imagen de los otros que se convierte en el principio de individuación, arutam. (Taylor, 1996, pág. 209)

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Las personas tzeltales. El punto de partida consiste en la afirmación de la pluralidad de alma en los tzeltales, que se caracterizan por no ser entidades fijas sino fluidas, que pueden sufrir una serie de transformaciones; y que, por lo tanto, están lejos de presentarse como substancias fijas y eternas: “Los indígenas tzeltales afirman que los seres humanos contenemos en nuestro corazón un heterogéneo conjunto de almas: cuatro como mínimo, dieciséis como máximo”. (Pitarch p. , 2013, pág. 19) Esta multiplicidad de almas no precede a la existencia de los cuerpos, sino que es un resultado de procedimientos externos que penetran en el interior dando lugar a su conformación: “Las almas no son una proyección del interior, sino una interiorización del afuera”. (Pitarch p. , 2013, pág. 33) Pitarch toma de Deleuze la noción de pliegue, en su interpretación del barroco, como un volver sobre sí mismo una y otra vez. Aunque resulta útil este concepto, sin embargo, hay momentos en que termina por forzar la lógica tzeltal para que entre en ella. Por esto será importa ir más allá de Deleuze y de la metáfora del pliegue para una adecuada comprensión este tema. (Deleuze, 1989) Pero ¿de dónde provienen esta variedad de alma que nos habitan? ¿Cuál es su origen? ¿Cómo se da este proceso? Partiendo de los cuerpos que son primordiales, los tzeltales consideran que envolviéndose sobre sí mismos logran atrapar las almas que provienen del mundo solar: En el curso del nacimiento, el cuerpo se pliega sobre sí, aprisionando y arrastrando consigo hasta este mundo solar a las “almas”, las cuales formarán parte de la persona a lo largo de su vida individual, hasta que con el fin del cuerpo, momento de despliegue, estos fragmentos sean restituidos a su dimensión original. (Pitarch p. , 2013, pág. 23) Multiplicidad de alma que quedan incluidas dentro del cuerpos y que a menudo entran en conflicto, porque son fragmentos que luchan cada cual por prevalecer. De tal manera, que la unidad de la persona no es un dato inmediato, ya dado, sino aquello que se tiene que conseguir con mucho esfuerzo: “Toda la vida individual parece una lucha dirigida a sujetar estos fragmentos dentro de sí, lo cual no impide que se produzcan episodios inconclusos de despliegue”. (Pitarch p. , 2013, pág. 26)

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El alma tzeltal proviene del exterior, de un procedimiento del cuerpo y es allí en donde estos dos componentes -cuerpo y alma- entran en contacto como correlatos inseparables, en donde la existencia del uno presupone la existencia del otro. Además, una dualidad que no se comprende como la separación de substancias al modo occidental. Por el contrario, aunque distintas, se mantienen todo el tiempo en un juego de relaciones y oposiciones, de proximidades y distancias. En suma, la persona es pensada como un pliegue del afuera. Es la figura del pliegue … aquello que permite articular en la persona los dos estados opuestos del ser sir llegar a producir verdaderamente una mezcla o hibridación. El doblez separa y simultáneamente pone en contacto lo virtual y lo actual, la muerte y la vida, el sueño y la vigilia, el pasado mitológico y el presente solar. Una relación que separa y una separación que relaciona. Una dualidad que evita toda forma de dualismo. (Pitarch p. , 2013, pág. 28) Personas que no están conformadas por dualidades metafísicas, que están integradas por dos entidades diferentes, pero en donde hay la posibilidad de accesibilidad de un mundo al otro, de un espacio al otro. Desde luego, es aquí en donde se encuentra uno de los aspectos de diferenciación con Occidente más poderosos, porque la preocupación fundamental versa sobre los cuerpos. Dado que la dinámica del cuerpo es la que atrapa a las almas en su interior, estas se deben enteramente al cuerpo y a su cuidado: En contraste con la persona occidental, la cual concentra en el interior todo aquello que es valioso y se encuentra por tanto comprometida con la introspección, en la persona indígena aquello que requiere verdaderamente de atención y esfuerzo personal e encuentra en su faz externa, en la apariencia. El lugar de la moral es el cuerpo y el gesto. Si el imperativo moral cristiano es el cultivo del alma, el imperativo indígena está dirigido a la elaboración del cuerpo. (Pitarch p. , 2013, pág. 32) Al igual que en los primeros contactos con los portugueses, en donde los tupinambás estaban preocupados por los cuerpos de los españoles porque presuponían que las almas eran igual, en el caso de los tzeltales el centro de la atención se encuentra en los cuerpos: “Pese a mi interés durante el trabajo de campo en las almas, los tzeltales nunca mostraron demasiado interés en las mías o de las gentes de mi país: daban por supuesto que son básicamente idénticas a las suyas.

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En cambio, siempre mostraron la mayor curiosidad por el cuerpo de los españoles y todo lo relacionado con su elaboración. Yo preguntaba por las almas, y los indígenas se interesaban, apropiadamente, por los cuerpos”. (Pitarch p. , 2013, pág. 29) Una inversión que produce una concepción del mundo, una ontología, multinaturalista, en donde las almas son idénticas, sean tzeltales y occidentales, y lo que nos diferencia son los cuerpos. Este se convierte en el principio de diferenciación, de producción de personas e incluso de individuación: … una cosmología multiculturalista basada en la idea de la unidad de la naturaleza y la pluralidad de las culturas, los amerindios, en cambio, tienen cosmologías “multinaturalistas”, basadas en la idea de la unidad espiritual y la diversidad corporal. En la primera, el cuerpo integra a los seres naturales en una misma categoría, el alma los diferencia. En las segundas, es el alma el elemento que integra, mientras el cuerpo aquel que diferencia. (Pitarch p. , 2013, pág. 31) Alteración que tiene consecuencias en la relación y entendimiento de la cultura y la naturaleza. La cultura es invariable, constante, común a todos, mientras que la naturaleza está sometida a las constantes transformaciones debido a la intervención del ser humano. Esto no significa simplemente que la cultura y las almas sean idénticas, sino que los elementos y procesos que los constituyen son los mismos, aunque puedan arrojar resultados distintos por su relación precisamente con distintas naturalezas. Lo que pensamos como naturaleza entre los indígenas pasa a ser elemento variable de la existencia, aquello que es responsabilidad de la manipulación humana – lo inventado-, mientras que la cultura se convierte en elemento invariable de la existencia, aquello que no es susceptible de ser modificado por la acción humana, lo que “viene dado””. (Pitarch p. , 2013, pág. 31) Esta concepción de persona en los tzeltales se desprende de su ontología, de su modo de entender la interrelación entre las diferentes entidades y especialmente su articulación con el estado chu´l que es, al parecer, la forma primordial de la existencia de todos los entes. A partir de este estado chu´l emergen las personas, en tanto cuerpos que atrapan en su interior almas.

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Pero ¿qué es este estado chu´l? Este modo de existencia primordial se presenta como radicalmente diferente del mundo en el que vivimos; en el estado chu´l reina el caos y las reglas de nuestra realidad cotidiana no funcionan de la misma manera: “El estado ch´ul no es exactamente otro lugar, sino otra forma de existencia. No es fácil definirlo, salvo en forma negativa. Un estado sumamente inestable que ignora las coordenadas convencionales de tiempo y espacio: discontinuo, heterogéneo, no absoluto”. (Pitarch p. , 2013, pág. 19) En este mundo “indeterminado”, en donde las entidades fluyen y colapsan unas en otras, que se resisten a ser clasificadas en órdenes definidos, hay un borramiento de los límites y separaciones ontológicas: “En todo caso, la consecuencia de esta permanente oscilación ontológica del estado virtual es la indeterminación taxonómica de las agencias que lo pueblan: la resistencia que los seres sagrados ofrecen a su identificación”. (Pitarch p. , 2013, pág. 21) Desde estos elementos ontológicos proviene la persona; sin embargo, cuerpo y alma tienen un distinto estatuto ontológico, porque son modos de existencia diferentes. Aunque originándose en el estado chu´l el alma y el cuerpo tienen génesis contrapuestas. En el caso de las almas, estas existen en ese Otro Lado, pertenecen al dominio de lo sagrado: En otras palabras, las almas proceden del Otro Lado (chalamal). Ese Otro Lado –el dominio virtual o sagrado- representa una forma de existencia distinta del mundo ordinario. En lengua tzeltal es conocido como el estado ch´ul o chu´lel –el mismo término que se emplea para designar las almas-el cual se opone al estado jamalal, que designa el mundo ordinario. (Pitarch p. , 2013, pág. 19) En cambio, los cuerpos son producidos por ese estado chu´l, como su exteriorización y concreción. No se trata de un proceso de creación al estilo cristiano, sino que el estado chu´l se convierte en cuerpo. Hay que insistir en que el cosmos, o todo lo que existe, proviene de una especificación o indexación de este estado originario, en donde están las almas y desde donde los cuerpos son dados: “Llegar a ser, como sucede en términos cósmicos con el mundo solar, consiste en un proceso de extracción y separación del estado ch´ul primordial. Pero lo que en última instancia lo hace posible es la existencia del cuerpo. A diferencia de las almas, el cuerpo debe ser producido”. (Pitarch p. , 2013, pág. 28)

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En esta ontología existe el estado chu´l y la realidad tal como la conocemos; pero no son dos cosas separadas e inaccesibles en términos ontológicos, como substancias que no pudieran tocarse ni mezclarse; por el contrario, oscilan permanentemente entre estos dos extremos: desde el estado de fluidez e indeterminación hasta la formación del cosmos, las cosas y las personas. Una persona en el mundo tzeltal nace del “secuestro” de fragmentos de ese estado chu´l y batalla constantemente para encontrar la estabilidad que tiende a estallar por el contacto con el Otro Lado, que disuelve hasta las identidades más fijas: “En el estado ch´ul los seres y las cosas (otra distinción que se difumina animado/inanimado: “cosas” y “gente”) se encuentran en estado de inestabilidad permanente, de incesante oscilación, en el que cualquier cosa es susceptible de convertirse en otra.” (Pitarch p. , 2013, pág. 20) Más allá de la metáfora de los pliegues, se trata de la conformación ontológica del mundo tzeltal, en la cual el estado chu´l que es primordial se desdobla, introduce en su propio ser una distinción entre él mismo y sus expresiones, sus concreciones, que forman la realidad. Estos dos modos de existencia, distintos pero accesibles uno al otro ontológicamente, están en constante relación que los hace fluir de uno al otro. El modo de existencia de las cosas depende directamente de la manera específica en que el Otro Lado y la realidad interactúan. En el caso de la persona tzeltal, el cuerpo producido por el estado chu´l aprisiona pedazos de este estado, segmentos de alma o muchas almas y las integra precisamente en una persona. Compuesta por esos dos elementos la persona tzeltal combate permanentemente para lograr ser una persona y al mismo tiempo expresar la alteridad y la multiplicidad que la conforma. Es ilustradora la concepción que se tiene de la imagen y que explica a cabalidad esta ontología: “Así pues, en lugar de reflejar la unidad y la identidad –literalmente el “uno mismo”- la imagen en el espejo revela la alteridad y la multiplicidad –el “sí mismo como otro/s”. El espejo no refleja: desenvuelve, despliega. Mirar a uno mismo, intensamente, es ver el pasado mitológico del mundo”. (Pitarch p. , 2013, pág. 24)

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De una parte, tenemos el Otro Lado en donde hay “continuidad ontológica entre espíritus”, sin que puedan establecer “entidades discretas” y en donde estos seres sufren constantes transformaciones: de otra parte, está el cuerpo producido que, como el sol, es una entidad estable. Pero, es esta entidad estable denominada cuerpo la que, para ser persona, tiene que atrapar dentro de sí fragmentos del Otro Lado -almas- que provienen de ese estado primordial. (Pitarch P. , To Tame Fire, 2020, pág. 193) Pitarch propone, a partir de la diferenciación entre dos tipos de cuerpos mayas y dos tipos de almas, un esquema de lo que sería la persona maya, a través de cuatro elementos: cuerpo presencia, cuerpo carne, alma humana, alma espíritu. Un modelo de este tipo permitiría integrar todos los elementos y mostrar sus relaciones ontológicas, además de rebasar el binarismo entre cuerpo y alma, y presentarse como un esquema cuaternario. Un modelo así, sin dejar de ser fundamentalmente binario (cuerpo/alma), posibilita, por una parte, integrar el esquema paralelo de dos cuerpos y dos almas que compone a los seres humanos, a la vez que, por otra, califica las relaciones ontológicas de continuidad o discontinuidad de éstos con, por un lado, los animales y, por otro, los espíritus. (Pitarch P. , La cara oculta del pliegue, 2013, pág. 37) El modelo quedaría de la siguiente manera:

Tabla 2 Forma y sustancia de la persona maya. Sustancia Sin sustancia

Forma

Sin forma

Cuerpo-presencia Alma-humana

Cuerpo-carne Alma-espíritu

Elaborado a partir de Pedro Pitarch, La cara oculta del pliegue. (Pitarch P. , La cara oculta del pliegue, 2013)

Cada uno de estos elementos estaría definido por el entrecruzamiento de forma y sustancia: Cuerpo-presencia: forma sustancial Alma-humana: forma sin sustancia Cuerpo-carne: sustancia sin forma Alma-espíritu: sin forma sin sustancia

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Podemos completar el cuadro comparativo entre India y Melanesia con la Amazonía: Table 3 Diferencias entre la persona partible en Melanesia, la persona permeable en la India y formal en la Amazonía Dividual y partible (MelaneDividual y permeable Forma y sustancia (Tzelsia) (Southern India) tales) Una persona es una colección Una persona es fundamenUna persona es la comde relaciones, cualquiera de talmente una colección posición de cuatro elelas cuales puede ponerse de relaciones, y es un ser mentos: cuerpo-presencia, temporalmente en primer acotado de quien las cualialma-humana, cuerplano. Se pueden agregar y dades no pueden extraerse po-carne, alma-espíritu extraer cualidades. completamente, aunque las relaciones pueden cambiar.

Las personas identifican relaciones objetivadas; como animales, objetos, partes del cuerpo, sustancias, etc. Estos pueden ser externalizados a través de la separación o incorporados a través de la inclusión. Además de ser objetivados, pueden ser personificados.

Las cosas fluctúan entre ser hombre y mujer, y de género individual y múltiple, dependiendo del contexto de su uso.

La personalidad es altamente relacional, y las identidades se realizan o presentan

Los códigos de sustancias pueden penetrar los “límites Los cuerpos atrapan diffluidos” de la persona. Los erentes tipos de almas, lo flujos de sustancia se extien- que permite diferenciar den desde las personas, no entre humanos y no huse objetivan como una parte manos. específica de la persona.

Los códigos de sustancias tienen propiedades fijas (por ej., Frío o caliente) Formas y sustancias son fluidas, a pesar de fijarse temporalmente en una determinada combinatoria. La personalidad es relacional, pero también es muy sustancial.

La personalidad es una relación de formas y sustancias que se comportan como correlatos.

Elaborado a partir de Chris Fowler, The Archeology of Personhood y Pedro Pitarch. (Fowler, 2004, pág. 20) (Pitarch P. , La cara oculta del pliegue, 2013)

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Los elementos que conforman el modelo funcionan como fundamento y correlato: fundamento en cuanto el cuerpo-carne atrapa en su campo al alma espíritu, mientras el cuerpo-presencia lo hace con el alma-humana; y correlato en la medida en cada uno presupone el otro, no tienen una existencia separada. La persona maya existe si están presentes estos cuatro elementos. El cuerpo-carne se entiende como el cuerpo orgánico y específicamente por donde circula la sangre como principio vital: Traduciré la palabra tzeltal bak’etal por “cuerpo-carne”. En un sentido literal, el término designa el “conjunto de la carne”, y su raíz —bak’et— significa “carne”, tanto carne humana como animal, carne tanto viva como un pedazo para ser comido. (Pitarch P. , La cara oculta del pliegue, 2013, pág. 39) El cuerpo-presencia, como diferente del cuerpo orgánico, se relaciona con el hecho de ser percibido, que está frente a nuestra vista y también la manera cómo se nos aparece: No tanto lo visible del cuerpo, cuanto un cuerpo que existe para ser visto, percibido, y también a través del cual tiene lugar la percepción; esto es, un cuerpo involucrado en relaciones intersubjetivas con otros cuerpos semejantes. Es en este sentido que traduzco winkilel como “cuerpo-presencia. El cuerpo-presencia es la figura, la forma corporal, el semblante, la forma de hablar, la manera de caminar, de vestir la ropa”. (Pitarch P. , La cara oculta del pliegue, 2013, pág. 42) Sin embargo, esta visibilidad del cuerpo-presencia se la debe comprender desde el perspectivismo, que sostiene que solo podemos ser percibidos por aquellos que comparten un mismo tipo de cuerpo-presencia: El cuerpo-presencia, pues, sólo es perceptible, sólo hace un completo “acto de presencia”, entre seres que pertenezcan a una misma especie. En consecuencia, si el cuerpo-carne funciona como una suerte de materia trans-específica, el cuerpo-presencia sólo se actualiza intra-específicamente. (Pitarch P. , La cara oculta del pliegue, 2013, pág. 44)

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Este cuerpo-presencia delimita las regiones ontológicas, las continuidades y discontinuidades, porque son accesibles únicamente aquellos entes que puedo percibir de este cuerpo-presencia y que puedo ser percibido desde aquellos que tienen la misma corporalidad. Las sociedades se constituyen sobre esta base: “No se trata, sin embargo, tanto de un espacio físico cuanto ontológico: cada clase de cuerpo-presencia, cada especie, posee una suerte de ecosistema cultural —un “hábitat ontológico”— que no interfiere geográficamente con el de otras especies, y que le resulta apropiado”. (Pitarch P. , La cara oculta del pliegue, 2013, pág. 45) La subjetividad de la persona maya no se esconde en el interior, sino que es aquello que se muestra, que existe en la medida en que percibe y es percibido, y en gran medida se convierte en espectáculo: “En realidad, el interior del corazón —lo que pudiéramos entender como el locus de la subjetividad indígena— pertenece a lo más externo, ese otro estado ontológico que representa la antítesis del mundo solar ordinario. Lo que interesa del cuerpo, en definitiva, no es lo que esconde, sino lo que muestra: su “presencia”. La plástica corporal prevalece sobre la fisiología”. (Pitarch P. , La cara oculta del pliegue, 2013, pág. 51) No deseo sugerir con esto que la oposición cuerpo / alma no sea relevante. Una distinción de este tipo, por imprecisa que sea, parece elemental en numerosas culturas del mundo (Descola 2005). En el caso particular de los tzeltales suministra una polaridad fundamental en términos del “nosotros” (el cuerpo) y los “otros en nosotros” (almas, que son espíritus, muertos, europeos, acontecimientos del pasado, etcétera. (Pitarch P. , La cara oculta del pliegue, 2013, pág. 61)

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Personas mapuches. El ser persona en los mapuches está constituida entre dos extremos: no terminado y completo. Toda persona mapuche encuentra que es, al mismo tiempo, un ser incompleto y por otro que camina aceleradamente a su completitud, que se alcanza finalmente con la muerte. La parte no terminada tiene que ver con “ciertos aspectos de la vida mapuche parecen asumir un modelo de la persona como constituido por una multiplicidad de relaciones, como necesariamente contingentes, múltiples, fluidas y, como dicen las personas mapuches, “inacabadas”. (Course, The End of Me, 2014, pág. 144) Esta mitad se contrapone con la persona que aparece como singular, plenamente separado de los otros, determinada y concreta, capaz de una biografía propia: “… aparece como singular, autónomo y “terminado” (dewmangeri)”. (Course, The End of Me, 2014, pág. 144) Sin embargo, estos dos componentes no están aislados uno del otro, sino que se “en realidad se presuponen unos a otros”, pero que se manifiestan de modo diferente. (Course, The End of Me, 2014, pág. 145) De tal manera que la persona mapuche puede presentarse como singular, plenamente definida a partir de un sí mismo, pero en la que subyace ese otro aspecto por el que esta persona mapuche tiene que relacionarse e implicarse con los otros para ser persona verdadera: “En pocas palabras, en ciertos contextos, ninguna persona mapuche puede ser percibida como una entidad auto-idéntica e independiente, ya que ser una “persona verdadera” (che) es necesariamente haber tenido relaciones de intercambio recíproco con personas no consanguíneas”. (Course, The End of Me, 2014, pág. 145) También se puede formular esta concepción partiendo del otro extremo; esto es, están inmersos en una serie de relaciones con los no consanguíneos, que es lo único que nos permite ser personas y, como resultado de estas relaciones, terminamos como personas singulares: “Sin embargo, al mismo tiempo, esta comprensión de la persona creada a través de la incorporación expansiva de las relaciones con los otros solo puede proceder si, en otros contextos, estos otros son, al menos en cierta medida, percibidos como formas singulares. No hay espacio para otros “genéricos” en esta versión de afinidad potencial”. (Course, The End of Me, 2014, pág. 145)

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Como Course lo sintetiza: “La persona singular es así múltiple, mientras que la multiplicidad se compone de singularidades.”. (Course, The End of Me, 2014, pág. 145) Y que corresponde, en gran medida, a la manera cómo se concibe la personalidad en el mundo amerindio, en donde las singularidades, las personas definidas y discretas, son indexaciones o expresiones, de esos otros mundos caracterizados por la fluidez de las relaciones generalmente entre personas humanas y no humanas. En el caso de los mapuches, la persona no terminada, que es el origen y fundamento del ser persona, está dada por el che, esto es, por su capacidad de relacionarse con los otros que no son mis consanguíneos y en donde tiene un sitio especial los amigos: “… Es principalmente a través de las relaciones de amistad (wenuywen) que uno se constituye como una “persona verdadera”. (Course, The End of Me, 2014, pág. 148) Nuevamente esta persona fluida que se forma en la relación con los no consanguíneos es característica de gran parte de los grupos étnicos sudamericanos: “Esta comprensión de la persona, no como una entidad fija y autosuficiente, sino como un punto emergente de conexión entre las relaciones múltiples es familiar en los relatos etnográficos de las tierras bajas de América del Sur…”. (Course, The End of Me, 2014, pág. 149) De tal manera que hay un doble juego en el ser persona mapuche: centrífugo y centrípeto, que se encuentra en permanente negociación. Por lo tanto, no se trata de un mero proceso de socialización en medio del cual se forman las personas y los individuos, sino en la persistencia de los dos momentos en la persona a lo largo de su existencia. En este sentido, las canciones personales sirven como contenedores para vidas singulares y autosuficientes para moverse a través del tiempo y el espacio. Son simultáneamente centrípetas, ya que condensan toda una serie de relaciones abiertas en una “vida” (mongen), y centrífugas, en el sentido de que relacionan la creación de relaciones con afines potenciales que permitieron alcanzar la plena personalidad., y en el sentido de que son infinitamente iterables y, por lo tanto, expansivos. (Course, The End of Me, 2014, pág. 152)

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En esta dinámica, el potencial carácter distribuido del ser persona, en el sentido de Strathern (Strathern, The gender of the gift, 1998), tiende a especificarse, a concretarse en un punto fijo establecido y plenamente diferenciable de otros, que es precisamente la persona mapuche en su singularidad: “Parece que los múltiples compromisos con otros constitutivos de sí mismos fluidos son paralelos a la aparición de puntos fijos, un punto al que volveremos”. (Course, The End of Me, 2014, pág. 149) No solo hay el momento del movimiento, de la imprecisión y la incertidumbre, sino la emergencia de una persona que se sostiene como idéntica a sí misma a través de sus diferentes avatares: “Sin embargo, lo que ha recibido menos atención son las prácticas que parecen moverse en la dirección opuesta, aquellas orientadas precisamente a congelar estas relaciones distribuidas en una persona única, singular y autosuficiente que perdura en el tiempo”. (Course, The End of Me, 2014, pág. 153) Volverse persona singular significa tener un destino, una serie de realizaciones que le tocan a cada uno en su vida y que le llevan desde ese estado de máxima fluidez hasta la completitud total que no puede sino identificarse con la muerte. Un destino propio, particular, que le define a cada uno como esta persona separada de las otras: Si bien esta práctica centrípeta de “finalización” se produce con mayor énfasis en los discursos amulpullun llevados a cabo en la muerte, se logra un tipo menor de “finalización” en la vida mediante el uso frecuente de un tropo del destino. Lo que llamo el tropo del destino no es un género ni una teoría escatológica plenamente realizada, sino más bien una característica constitutiva de una variedad de narraciones. (Course, The End of Me, 2014, pág. 154) Podemos formarnos la imagen de un espacio completamente fluido, movible, variable, con el máximo de transformaciones, que se indexa en un individuo que, poco a poco, a través de las interrelaciones con sus afines, amigos y enemigos -estos son inmanentes a la persona como señalaba Viveiros de Castro (Viveiros de Castro, 2018)-, va realizando su destino, volviéndose cada vez más persona singular y en la que la multiciplidad queda atrapada: “Múltiples compromisos con otros son los medios por los cuales emergen las personas

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verdaderas, sin embargo, estas personas representadas como poseedores singulares de destinos fijos son los medios concretos por los cuales se puede captar la fluidez intangible de la personalidad mapuche”. (Course, The End of Me, 2014, pág. 159) En los ritos funerarios mapuches se observa con claridad a aquellos que han realizado su destino, cuyas relaciones con los amigos y enemigos han terminado y que ya no son personas. Por eso, se torna tan importante contar con el máximo de detalle la biografía del muerto, con todas lo que hizo en los más diversos campos. Esto significa que la persona mapuche fue especificándose, concretándose, volviéndose cada vez más singular, con su propio destino. Cuando se completa este recorrido viene la muerte, porque la parte fluida, transformacional, abierta, ha terminado y el espíritu del mapuche es liberado y regresa, nuevamente, a dicho estado indefinido en donde no es más persona. Los oradores luego comentan extensamente sobre sus propios logros: los lugares donde han estado, los lugares donde han trabajado, los eventos que han organizado y cualquier dignatario chileno que hayan conocido. Una crítica frecuente después de un funeral es que estos días la wewpife pasa más tiempo en el pentukun que en la biografía de nutramtun, exaltando sus propias virtudes en lugar de las de los fallecidos. (Course, Death, Biography, and the Mapuche Person, 2007) Un proceso que sigue en varias fases hasta que toda la vida del mapuche difunto ha sido contada y se ha permitido que el espíritu regrese a ese estado de indefinición completa: “Una vez que el saludo pentukun ha llegado a su fin, el huésped wewpife comienza el nutramtun, la biografía del difunto. Describe el aspecto del küpal del difunto que se relaciona con su propia posición como representante de los patri-familiares del difunto”. (Course, Death, Biography, and the Mapuche Person, 2007) La persona mapuche no existe más, porque sus vínculos con los otros afines han concluido y porque su destino se ha cumplido, tomando en cuenta que los dos aspectos están íntimamente vinculados. Desde luego, el ser persona mapuche puede entrar en plena crisis y en amenaza de disolución no solo por la muerte, sino por los procesos de dominación blancos que ponen en riesgo la continuidad de su personalidad. Un análisis detallado de una situación de este tipo de puede encontrar en el relato de la función del clown en esta sociedad, tal como muestra Magnus Course. (Course, The Clown Within: Becoming White and Mapuche Ritual Clowns , 2013)

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Personas tsáchilas. Ser humano para los Tsáchilas tiene que ver ante todo con el cuerpo, en un contexto animista en el que se da un continuo entre diferentes espacios ontológicos, aquel de lo sagrado y el de las sociedades. Desde luego, le carácter de humano no solo le pertenece a la especie humana, sino que es compartida con otros seres. (Ventura i Oller M. , Marking Out the Bounds of Humanity in Tsachila Ritual , 2019) La persona tsáchila se caracteriza por su fragilidad, porque el cuerpo puede verse alterado de tal manera que rompe los límites de su humanidad. El cuerpo no siempre tiene la capacidad para mantener la identidad de la persona, porque su apariencia es capaz de modificarse: De hecho, como hemos mostrado, en la mitología de Tsachila, el cuerpo no es un marcador de identidad que distinga por sí mismo a los humanos de otros seres, o los humanos de otros humanos; y dado que el cuerpo no es suficiente para establecer una identidad humana diferencial, los Tsachila tienen un ritual para reafirmar a este último fortaleciéndolo, Patso kika (haciendo patso, “protegiéndose”). (Ventura i Oller M. , Marking Out the Bounds of Humanity in Tsachila Ritual , 2019, pág. 135) Como señala Ventura i Oller se torna indispensable acudir a un ritual, Patso Kika, con la finalidad de asegurarse cierta estabilidad del cuerpo y, por ende, la persistencia de la persona tsáchila. Este ritual permite que el cuerpo sea cubierto con una capa protectora que le haga inmune a los espíritus malignos que quieren penetrar en él. Aquí encontramos un aspecto ontológico fundamental, que tiene que ver con la necesidad de regular el contacto con los no humanos. Dado que hay una continuidad ontológica, ciertos espíritus simplemente pueden entrar en los cuerpos y dañarlos, haciendo estallar la identidad de las personas que precisamente reside en los cuerpos: La ‘barrera’ tiene éxito en ‘engañar’ a los espíritus, que de lo contrario, debido a esta continuidad ontológica entre los humanos y los no humanos de los que forman parte, tienden a incorporarse, ignorando la debilidad de la carcasa del cuerpo al establecer los límites de identidad. (Ventura i Oller M. , Marking Out the Bounds of Humanity in Tsachila Ritual , 2019, pág. 136)

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En la concepción tsáchila de la persona, el cuerpo actúa como una barrera frágil que envuelve a los seres humanos y los protege de la penetración de los espíritus que son capaces de dañarlos, especialmente a través de las enfermedades. Como entidades con otro estatuto ontológico son capaces de tomar contacto con los seres humanos, se tiene que reforzar al cuerpo para mantener la identidad de la persona: “… una especie de carcasa erigida para marcar y reforzar esta diferencia entre ellos y los otros seres no corpóreos; una marca física de su identidad humana”. (Ventura i Oller M. , Marking Out the Bounds of Humanity in Tsachila Ritual , 2019, pág. 137) En esta misma dirección, los Tsáchilas establecen vías que permitan viajar entre el mundo de los espíritus y el de los seres humanos, que se hace a través del sili: “es el concepto universal de camino cuando, como en el caso que acabamos de describir, sirve de hilo conductor a un acontecimiento, y muy a menudo guía un recorrido que une dos mundos distintos, el de la tierra o de los humanos y el del más allá”. (Ventura i Oller M. , 2004, pág. 169) También puede consultarse prácticas chamánicas que tienen el mismo objetivo. (Ventura i Oller M. , Redes chamánicas desde el punto de vista Tsachila, 2020) La persona tsáchila se enfrenta con la continuidad ontológica de los mundos y es esta alteridad la que debe ser regulada para la que comunicación con el mundo de los espíritus, con el espacio sagrado, no sea destructivo, sino que permita la continuidad de la vida tsáchila: Trazar vías a la alteridad forma parte de su filosofía social, fielmente representada en la cosmología tsachila que acabamos de describir. Los caminos tsachila conducen a la alteridad, a una alteridad de naturaleza indiferenciada y con la cual no existen fronteras, sino caminos que permiten la comunicación y el intercambio. Los caminos tsachila son por excelencia sendas de unión entre dos mundos. (Ventura i Oller M. , 2004, pág. 169) La pintura que llevan en sus cuerpos y en la cabeza cumplen con la misión de proteger los cuerpos de los espíritus que, por no ser materiales, modificarían a la persona. El regreso a la práctica del Patso kika se hace, además, en el contexto del peligro de la supervivencia del grupo étnico por la penetración de la sociedad occidental.

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Así, este ritual no está destinado solamente a proteger de los espíritus malignos provenientes de otro espacio ontológico, sino de la sociedad moderna y de los blancos que amenazan con hacerla desaparecer. La ontología del ser persona en Amerindia: discusión. Ser persona en Amerindia se desprende directamente de su ontología general; esto es, de los modos de existencia que se les atribuya a los diferentes entes del mundo o de los mundos; así surge una ontología regional, una especificación del nivel general, aplicado al campo de las personas. Dentro de esta ontología regional de la persona amerindia, se comparten unos aspectos generales y se presentan diferencias, a veces muy marcadas, en la manera de concebir a los mundos y sus entes. Se podría decir que se crean diversos hábitats ontológicos en donde moran los grupos étnicos de la América indígena. Desde luego, en medio de la enorme dispersión de los estudios arqueológicos y antropológicos a veces es difícil de encontrar esas tendencias comunes, esos recorridos similares, los aires de familia que nos permitan reconocerlo, porque se tiende a privilegiar los estudios segmentados y fragmentados, en donde las generalizaciones siempre son riesgosas. Aquí se propone, de manera provisional, para estar acorde con las personas amerindias, un panorama general que muestre esas tendencias que las atraviesen, pero que tiene la ventaja de sacar a la luz los componentes ontológicos de estas formas de vida que, de otro modo, se ven únicamente como material de estudio de unas ciencias particulares. Partamos, para empezar, de la caracterización ontológica general: el mundo y todo lo que está contenido en él, posee la propiedad de ser un continuo ontológico, en donde no hay regiones que sean inaccesibles desde cualquiera de las otras y, lo que es fundamental, los entes que pueblan esas realidades entran todo el tiempo en contacto y, más aún, pueden sufrir transformaciones que les lleven de un hábitat ontológico a otro, cambiando sustancialmente su modo de ser. Pero, esta no es una unidad parmenideana que se opondría al eterno devenir de las cosas de Heráclito o al devenir deleuziano, sino que de manera inmediata esa

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unidad se parte, se divide, se escinde, porque se introducen distinciones ontológicas regionales, especialmente cuerpos y espíritus para el caso de las personas, que crean mundos diferenciados y opuestos, aunque siempre accesibles. Desde los términos más abstractos posibles se puede establecer que las personas amerindias están permanentemente oscilando en la confrontación entre el principio de la continuidad ontológica de todos los seres y los procesos de indexación, concreción, particularización e inclusive individualización. O, si se prefiere, entre la fluidez permanente del mundo y la necesidad de una cierta permanencia, estabilidad, fijación, rigidez, identidad. Si entramos en el tema de la constitución de la persona amerindia nos encontramos que su centro se encuentra en el cuerpo, que es el eje entorno al cual giran todos los procesos de surgimiento y mantención de la persona. Pero ¿qué es un cuerpo amerindio? Un cuerpo amerindio de define por sus acciones. Esta agencia no flota en el aire libremente, sino que depende de algún tipo de alma, como el jamu que queda secuestrado en el kwere wari, cuerpo, que le posibilita ese tipo de acciones. Esto tiene que ser entendido desde el perspectivismo amazónico, en el sentido de que el cuerpo puede realizar dichas acciones porque ve el mundo desde una perspectiva. Si esta cambia, se altera el hecho mismo de ser persona; por ejemplo, pasar de cazador a presa. Un cuerpo sería aquella corporalidad que se estructura en un campo ontológico perspectivista y al que se le abre un campo de posibilidades, un affordance, que se hará realidad de diversos modos, dependiendo de cómo se resuelvan las relaciones entre ese principio fluido y los dispositivos de fijación que hacen que aparezca la persona y el individuo como disposiciones efectivas. En estas ontologías el cuerpo es el principio de personificación: nos volvemos personas a partir de los cuerpos que poseemos; somos o no personas dependiendo de la manera en que se conforma el cuerpo. Esto mismo hace que no solo nosotros, como homo sapiens sapiens, seamos personas, sino que cualquier entidad que cumpla con los requisitos podrá ser considerada persona, especialmente los animales y los espíritus que pueden aparecer como personas. Fragilidad ontológica de las personas: hay una dialéctica del tipo de doble vínculo

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entre los dos principios estructurantes de la persona. De una parte, tenemos la parte fluida, móvil, transformacional, que está del lado de los espíritus, de cierto tipo de almas, de lo sagrado, de lo otro, del otro lado, en sus diversas denominaciones; de otra parte, está el cuerpo que atrapa, secuestra, incluye, negocia, con la parte fluida para ser persona y mantenerse como tal por un cierto tiempo. Lo que significa que el hecho de ser persona nunca es algo que se logra de manera definitiva. Es un acontecimiento provisional que tiene que, quizás día a día, mantenerse con un grado de identidad ante la amenaza constante del Otro Lado que nos empuja hacia el cambio, la transformación y, puede ser, a la enfermedad y la muerte, en un constante ir venir de tendencias centrípetas que quieren mantener a la persona y centrífugas que le llevan a su disolución. Por eso, la consciencia no es algo que pertenezca a esa otra esfera ontológica, sino que el cuerpo en cuanto persona ya es una unidad de cuerpo y mente. El espíritu fluido, indeterminado, nos proporciona la capacidad de cambiar, de modificarnos, de alterarnos e incluso volvernos otros distintos de nosotros mismos, lo que lleva a que el grupo no nos reconozca o no los reconozcamos. En este caso simplemente hemos dejado de ser personas. Así que tenemos una dialéctica entre el mundo de los espíritus que se caracteriza por su extrema indeterminación, por el borramiento de distinción y diferencias, por el colapso de los mundos en un solo mundo informe insustancial, como el estado chu´l, pero que es el principio de todo movimiento, de cualquier especificación y concreción, y el orden corporal que, sin dejar moverse y transformarse, establece estructuras más o menos rígidas por período determinados. Una dialéctica entre no terminado y terminable (terminado), cuando la vida ha concluido; por eso, para los mapuches, aquel que se muere tiene que ser olvidado, porque ha dejado de ser persona; ya no es capaz de sufrir transformaciones y ha regresado al campo de fluido, se ha reincorporado al continuo, dejando la discontinuidad de su región ontológica. Aquí la paradoja radica en que se puede seguir el camino de la personalización y llegar al máximo de individuación, hasta adquirir la apariencia de un gran personaje, pero eso solo significará que se está llegando a un nivel de fijación y

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rigidez que, llevado a su extremo, es equivalente a la muerte. Por lo tanto, hay que negociar constantemente en este doble vínculo: mantener la identidad y permitir una serie de cambios controlados. Por esto, el cuerpo se considera, como en el caso tsáchila, como permanentemente modificable, de donde emerge un equilibrio dinámico, en constante movimiento y persecución de sí mismo. Ese fragmento de espíritu que queda incluido dentro de nosotros y que al mismo tiempo que nos posibilita cambiar, amenaza con disolvernos en el estado del deseo permanente, se presenta, en una nueva indexación o especificación, como afecto y memoria. Tenemos un alma secuestrada que no es otra cosa que afecto y memoria de los otros miembros del grupo al que pertenezco, que es la manera como existen los otros dentro de nosotros. En el caso extremo, este afecto y memoria son parte de la percepción que los otros tienen de mí; pero, en donde esta percepción se convierte en el origen de la persona y del individuo. Ser persona es ser percibido como persona. Desde allí, percibo como ellos, percibo de qué manera me perciben, en donde están incluidos tanto afectos como memoria. Se puede decir que hay un proceso de hipóstasis, en la medida en que el alma no es otra cosa que la objetivación de la percepción colectiva, que penetra, que entra desde fuera, y crea un interior, que la reconozco como mi subjetividad. Esta siempre es un proceso de exterioridad, antes que ser entendida como una interioridad; o solo es tal de manera secundaria. La forma persona: con estos elementos podemos leer la Tabla 2 y entenderla con mayor precisión. En la tabla encontramos el cruce de dos variables: forma y sustancia, en donde las entidades resultantes del cruce pueden tener o no dicha característica, espíritus y almas, esto es, cabe que no tengan forma y carezcan de sustancia. Hay que insistir en que una persona es el particular entrecruzamiento de los cuatro elementos que son correlatos, que existen de manera indispensable para que un fenómeno se dé como tal. Siguiendo una semiótica a la Hjelmslev (Hjelmslev, 1980), se establece que el cuerpo es forma y que el espíritu/alma es sustancia. La persona es el producto del

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encuentro entre una forma y una sustancia. Comencemos en el extremo inferior derecho de la tabla: Alma-espíritu: caracterizada por el máximo de fluidez, imprecisión, indeterminación, que no está encarnada y que flota libremente. La propiedad fundamental que se le atribuye es su poderosa capacidad de transformación, que no deja que ninguna sustancia permanezca de manera estable. No es un principio vital, que animaría a los seres vivos, sino aquello que les empuja a moverse y cambiar, que es lo único que finalmente sostiene a los entes en la existencia. A este mundo se puede acceder, pero solo a través de ritos de pasaje, de mano de los chamanes y generalmente con el uso de psicotrópicos. Cuerpo-carne: es el cuerpo orgánico, que es el mismo tipo de cuerpo para cada especie desde su biología. Es pura sustancia sin forma. Es decir, que tiene un alto grado de indeterminación, porque es un cuerpo compartido por la especie. Este cuerpo todavía no ha secuestrado en su interior un fragmento del alma-espíritu. Alma-humana: es aquello que permite la transformación del cuerpo y lo que le permite ser persona a dicho cuerpo; esto es, adquirir una perspectiva desde la que ve el mundo. Sin embargo, es solo un espíritu específico que carece de sustancia y, por lo tanto, no es una persona, peor en un individuo. Esta alma no funciona como principio de individuación. Cuerpo-presencia: que es tanto forma como sustancia; esto es, el cuerpo ha incluido en su interior un fragmento del alma-espíritu, que se denomina almahumana y además es un cuerpo-mente que es percibido y se percibe desde una perspectiva. Es esta perspectiva que lanza sobre el mundo lo que le hace ser plenamente persona. Desde luego, es una conjunción extremadamente frágil, porque el cuerpo-presencia puede ser vista como cuerpo-carne por parte de un depredador y el alma-humana puede disolverse en el alma-espíritu. Cierro con una cita de Taylor que me parece expresa estas configuraciones ontológicas que, probablemente, son una constante en la conformación de las personas en Amerindia: Ser una persona es, por lo tanto, una matriz o un conjunto de configuraciones relacionales, un conjunto de enlaces en una cadena de metamorfosis

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simultáneamente abiertas y delimitadas. La cadena está abierta porque la muerte misma es un proceso interminable, como lo es el cambio de “nosotros” a “ellos”, de Jibaro a extranjero; sin embargo, está limitado porque ser un ser vivo solo puede definirse en contraste con un estado de estar menos vivo, en una enfermedad, o un estado de estar más que vivo, mediante la adquisición de arutam. (Taylor, 1996, pág. 210) Bibliografía Astor-Aguilera, M., & Harvey, G. (2018). Rethinking Relations and Animism. London: Routledge. Bacchiddu, G., & González, M. (2017). Un diálogo con Anne-Christine Taylor . Iconos , 151-161. Bird-Davir, N. (2018). Persons or relatives? Animistic scales of practice and imagination. En Astor-Aguilera, Rethinking Relations and Animism. Personhood and Materiality (págs. 25-34). London: Routledge. Course, M. (2007). Death, Biography, and the Mapuche Person. Ethnos, 72:1, 77-101. Course, M. (2013). The Clown Within: Becoming White and Mapuche Ritual Clowns . Comparative Studies in Society and History, 771-799. Course, M. (2014). The End of Me. En Oakdale, & Course, Fluent Selves (págs. 144-164). Lincoln: University of Nebraska Press. Deleuze, G. (1989). El pliegue. Leibniz y el barroco. . Barcelona: Paidós. Descola, P. (1996). La selva culta. Quito: Abya-Yala. Fowler, C. (2004). The archeology of Personhood. London: Routledge. Grotti, V., & Brightman, M. (2012). Humanity, Personhood and Transformability in Northern Amazonia. En M. Brightman, V. Grotti, & O. Ulturgasheva, Animism in Rainforest and Tundra (págs. 162-174). New York: Berghahn Books. Hjelmslev, L. (1980). Prolegómenos a una teoría del lenguaje. Madrid: Gredos. Michael, H. (2005). The Ecology of Power. New York: Routledge. Pitarch, p. (2013). La cara oculta del pliegue. México: Artes de México - Conaculta. Pitarch, P. (2013). La cara oculta del pliegue. México: Artes de Méxco. Pitarch, P. (14 de Marzo de 2020). To Tame Fire. Obtenido de Academia.edu: https://www.academia.edu/37136804/To_Tame_Fire._A_Tzeltal_Viewpoint_ in_Smoke_Flames_and_the_Human_Body_in_Mesoamerican_Ritual_ Practice_edited_by_Vera_Tiesler_and_Andrew_Scherer_Dumbarton_Oaks_ Washington_D.C._2018

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Felipe Aguilar

Lectura en tiempo tecnológico

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LA LECTURA EN TIEMPOS TECNOLÓGICOS “ Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído” Jorge Luis Borges Sobre el libro – su valor, su función, su destino – se han escrito, la redundancia es válida e ineludible, muchos libros. Jorge Luis Borges que describía el paraíso como una inmensa y fascinante biblioteca, afirmaba que, de los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es el libro. Los demás son extensiones del cuerpo, el teléfono extiende la voz, el telescopio la vista, el arado o la espada son extensiones del brazo, pero el libro es otra cosa, es una extensión de la memoria, es una extensión del espíritu y de la imaginación. Al principio fue el verbo y somos palabra, el libro fija en el tiempo esa palabra, ese acto fugaz de la escritura es la perpetuidad del libro que sobrevivió a quien lo hizo; el libro cerrado no sirve para nada y nada nos dice, solamente cuando alguien lo lee adquiere realidad, sentido y comienza a ser, es decir, inmediatamente después de que los percibimos, llegan hasta nosotros, las voces de los mejores espíritus de la humanidad, para enseñar, para guiar, para sugerir y deleitar. Sí, enseñanza y goce estético es, en última instancia, un libro y así como el movimiento se demuestra andando, la única forma de rendir culto al libro es leyéndolo, es decir, como decía el maestro Don Pedro Salinas: La letra con letra entra. Sin embargo, en esta época de vértigo y desborde tecnológico en la que nos ha tocado existir, es evidente que han surgido algunos poderosos enemigos de esa bella droga - ventajosamente, se trata de una adicción incurable - que es la lectura. Los tecnócratas, por ejemplo, creen que el libro ya ha sido oleado, sacramentado e inhumado por la omnipotente Internet; los políticos lo devalúan porque nunca leen buenos libros y son muy hábiles para escribir y publicar los pésimos y, el periódico, las revistas miscelánea, la cultura light que vende café descafeinado, cerveza sin alcohol, cigarrillo sin nicotina, risa sin humor o los pedagogos del in focus, los Phd del karaoke, amenazan con convencernos que, la verdad está en la literatura sin literatura.

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Podría pensarse, incluso, que Bill Gates ha derrotado a Gutenberg, que los molinos de viento, es decir, la intolerancia, el mal gusto, el texto presuntamente didáctico y ejemplar, han vencido a Don Quijote; que esa ficción tremenda que es Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, que prohíbe las bibliotecas y quema los libros en aras de un Estado perfectamente estructurado, perfectamente equitativo, perfectamente deshumanizado, es ya una cruel realidad, pero, ventajosamente, no es así, solo en España 60 mil nuevos títulos asoman cada año, Don Quijote el más genial y loco de los lectores, continúa venciendo a los gigantes y hay tribus rebeldes, formadas por hombres y mujeres de todas las latitudes que memorizan la Odisea o las Mil y Una Noches. Abona a favor de esta idea, hechos comprobables en la cotidianidad, por ejemplo, un taxista bonaerense conversará con fluidez de las hazañas y desventuras de Diego Armando Maradona, pero, también es muy capaz de recitarle estrofas del Martín Fierro y en Cuba la edición de un libro supera, con facilidad, los 50 mil ejemplares, Esto significa, en buen romance, que la gran literatura no se limita a las élites académicas. Aunque, como observa Umberto Eco, el libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras, una vez que se han inventado no se puede hacer nada mejor, es muy obvio, que hay libros y libros, que se puede escribir y leer la Biblia pero también Mi Lucha de Adolfo Hitler; que hay un solo Góngora y decenas de gongorinos, un Quijote de Cervantes y un Quijote de Avellaneda; que en un mismo país pueden nacer Octavio Paz y Carlos Cuauthémoc Sánchez; que en la España admirable del Siglo de Oro, se codearon Félix Lope de Vega y un tal López de la Vega; que nos ponemos al borde de la apoplejía cuando vemos, en la misma vitrina, el talento, el humor y la irreverente ternura del “Yo soy el que pude” del Pájaro Febres Cordero, junto a las memorias del que no pudo morir en el intento, quien cree que es una obligación fungir de escritor. Es decir, aunque recurramos a un envejecido símil, existen libros para degustarlos, saborearlos, devorarlos, pero también otros a los que, es imposible digerirlos. En todo caso, lo importante es que, en la dura tarea de formar lectores llenos de pasión, los educadores y las editoriales sean capaces de sensibilizar al público para que puedan discernir, separar y elegir lo que es obra artística auténtica, de lo que es fugaz, novelero y pasajero. En última instancia, como todo en la vida, es un tema de elección, Si comenzamos por libros “pesados” y no seguimos un proceso, si hacemos de la lectura un tedio y una obligación, se formarán malos lectores y, en consecuencia, hasta el Quijote les parecerá un adobe.

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Y, también hay libros y edades. No parece saludable que a un adolescente, a los 15 años, se le someta al poético martirio de la Divina, por más que así lo señalen los programas oficiales o que pierda el tiempo, viendo como Marcel Proust recuperó el suyo, puesto que, el libro que hace añares nos impresionó y nos conmovió, acaso al joven actual no le haga la menor mella, pero, es indiscutible que el tiempo, supremo juez, consagra las obras para todas las edades y, por eso, en el caso de América latina, no desaparecen de los anaqueles Neruda y Borges , Cortázar y García Márquez, Vallejo y Monterroso y miles de jóvenes portadores de los cambios y esperanzas de nuestro continente, han descubierto su identidad y han dado destino a sus luchas, leyendo a Eduardo Galeano, Juan Rulfo o Jaime Sabines. Resulta entonces, que en la esencia del hombre, desde que apareció la escritura, está la inclinación hacia la palabra escrita, por ello, no cabe hablar de la crisis del libro, porque, más allá de la arrogante invasión de la tecnología, pese a la implacable presencia de los mass media, las diversiones más o menos banales e intrascendentes, las nuevas generaciones buscan, en el libro, la aprehensión del conocimiento, la función lúdica, la catártica o liberadora y, sobre todo, el cultivo de su sensibilidad y su vocación estética. En suma, a despecho de los agoreros, los libros y la lectura gozan de muy buena salud. Incluimos a la tablet de nuestros días – a la cual, definitivamente, los viejos no nos acostumbramos - lo que allí se lee, en su origen, fue un libro, no tiene la textura ni fortalece los sentidos en la misma medida en que lo hace un libro impreso. Quien no lee tendrá una sola vida – rutinaria o intensa, monótona o gozosa, pero una sola – el que lee, tendrá múltiples existencias, conocerá mundos diversos, anclará en puertos ignotos y dialogará con seres fantásticos en ocultas y misteriosas dimensiones. Todo esto no significa que la lectura sea un sucedáneo de la existencia, se trata más bien de unir el amor a la palabra con el amor a la vida, el imperio de la imagen al imperio de la palabra, la aceptación del futuro a la memoria del pasado, es decir, no se trata de leer la novela que no somos capaces de vivir o de recorrer y organizar la existencia en función de un libro, sino de ver a la lectura como un componente importante y una de las formas de la alegría, incluso como una de las posibilidades de la felicidad humana, del Sumak Kausay o Buen Vivir, para ponernos a tono con la declaración de nuestra Ley Suprema. Es decir, el culto al libro, la lectura como una adicción, esos preciosos lugares que se llaman bibliotecas, son las que nos permiten mantener una conversación con el pensamiento de todos los siglos y acercarnos a la riqueza verbal de la humanidad, para dar nombre al mundo y a las cosas de este mundo. En suma, en pleno siglo XXI volver sobre Rocinante

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a cabalgar por los caminos de la Mancha, a escuchar con Ulises el canto de las sirenas o que continúen los procesos sin fin y sin causas que iniciaron sobre Joseph K. Porque, además, los libros tienen lecturas infinitas y así como nunca nos bañamos dos veces en el mismo rio como decía Heráclito de Éfeso, también los libros fluyen y se precipitan, pues cada vez que leemos un libro, el libro ya ha cambiado, las palabras tienen otras connotaciones y otros misterios, el Hamlet que hoy leemos no es el mismo que escribió Shakespeare a finales del siglo XVI, un sinfín de críticos, miles de debates e interpretaciones, millones de lectores lo han ido enriqueciendo. Desde estas perspectivas y con estos objetivos se publican, en nuestro país, una serie de libros. Pensamos, por ejemplo, en los libros de la Campaña de lectura Eugenio Espejo, las antologías de la Biblioteca de autores ecuatorianos, BAE, la colección ANTARES y los textos de creación y de crítica literaria que hace el Encuentro sobre Literatura Ecuatoriana Alfonso Carrasco. Se trata de que el lector común y, particularmente, el joven estudiante del país, se acerquen a la lectura de textos literarios como forma de conocimiento, como instrumento para valorar su cultura, como el más noble de los entretenimientos y, en definitiva, como camino que le permita llegar a la conciencia de su identidad como ser individual y como integrante de una comunidad, una sociedad y una historia. ( Fragmentos del prólogo a El Cojo Navarrete, colección ANTARES, 2016 )

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COMO UNA NOVELA Daniel Pennac: LOS DERECHOS DEL LECTOR El Derecho a no leer. No ejercí el derecho// Escuela // Verne vs Salgari// Revistas: LEOPLÁN// La docencia: ruptura de los programas oficiales. El derecho a saltarse las páginas. Novelas largas/ Almazan, las rusas/ Valor de las adaptaciones/Las lecturas dinámicas. El derecho a terminar un libro. “ La sociedad de los poetas muertos”/No me atrapa, me cansa, no me gusta su estilo/ Hoy existe la obvia tendencia a escribir textos cortos, pero, a veces, Roberto Bolaño 2666 El derecho a releer. Las grandes obras de la humanidad: El Dinosaurio. El derecho a leer cualquier cosa. Literatura deportiva y policíaca: EL GRÁFICO, Cortázar/ Los best seller de nuestro tiempo. El derecho al bovarismo Enma Bovary: Mezcla ficción y realidad/ Salinger: El guardián del centeno, Meyer Levin El derecho a leer en cualquier parte. Las bibliotecas, el bus, los aeropuertos. El derecho a picotearLa leí a saltos,Hacer zapping / Uno pensaría que esa fe la intención de Rayuela / Las antologías. Las páginas selectas: hacer antojología de la antología El derecho a leer en voz alta. La lectura silenciosa como imposición ; el mito de la lectura como actividad solitaria, personal e íntima/ Declamación, teatro leído, lecturas colectivas / Mi primera lectura del Quijote/ La crisis de la Facultad: Jara, Serrano, Alfonso.

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El derecho a callarnos. El hombre construye casas porque sabe que está vivo, pero escribe libros porque se sabe mortal : Pennac Hemingway: se necesita dos años para aprender a hablar y 60 para aprebder a callar/. La literatura muchas veces nos muestra el lado trágico de la existencia, pero, incluso allí nos enseña a amar la vida / Encuesta: Cerrado por fútbol,Nada de Janne Teller/

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Cecilia Suárez

Dramaturgia hacker

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Isidro Luna, teatro caníbal y dramaturgia hacker Resumen: Este trabajo se propone analizar algunos de los más importantes conceptos de la dramaturgia desarrollada por Isidro Luna, quien ha dedicado algo más de veinte años a la producción teatral y ha reflexionado teóricamente sobre su propia obra y la realidad del teatro en esta época tardía. Los conceptos estéticos de Luna analizados aquí configuran una dramaturgia hacker que se plantea superar el paradigma del teatro tradicional, convencional y comercial, suscitando la irrupción de otra dramaturgia que incluso aspira a superarse a sí misma. Isidro Luna (1950) es un dramaturgo que trabaja desde Ecuador. Su producción teatral ha sido escenificada centenares de veces por grupos locales y nacionales. Los conceptos centrales de su dramaturgia hacker que analizamos en este trabajo son: automatismo y trabajo técnico; inconsciente colectivo e inconsciente estético; la multitud, personaje principal; teatro y realidad; presentación y representación, más allá de la modernidad y la posmodernidad. Abstract: This paper aims to analyze some of the most important concepts of the dramaturgy developed by Isidro Luna, who has dedicated more than twenty years to theater production and has reflected theoretically on his own work and the reality of theater in this late period. The aesthetic concepts of Luna analyzed here configure a hacker dramaturgy that seeks to overcome the paradigm of traditional, conventional and commercial theater, provoking the emergence of another dramaturgy that even aspires to surpass itself. Isidro Luna (1950) is a playwright who works from Ecuador. His theatrical production has been staged hundreds of times by local and national groups. The central concepts of his hacker dramaturgy that we analyze in this work are: automatism and technical work; collective unconscious and aesthetic unconscious; the crowd, main character; theater and reality; presentation and representation, beyond modernity and postmodernity. Palabras claves: Isidro Luna, teatro caníbal, dramaturgia hacker, Ecuador, teatro contemporáneo. Keywords: Isidro Luna, cannibal theater, hacker dramaturgy, Ecuador, contemporary theater.

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Introducción Isidro Luna es uno de numerosos heterónimos1 que Carlos Rojas Reyes (Ecuador, 1950) utiliza en su vasta y fecunda labor intelectual. Dramaturgo, narrador, filósofo, profesor universitario y fundador del Teatro del Quinto Río, en 1998, cuya estrecha relación con su obra es fundamental para comprender sus procesos y devenires, tal como lo ha señalado Diego Carrasco (2010, p. 11). Varias de las obras escritas por Luna se han representado más de un centenar de veces, como ha acontecido con su Héroe decapitado confirmando, en acto de completa fidelidad a la concepción de su autor y del grupo, que el teatro es más que escritura de textos; es, además, su escenificación. Rojas ha escrito más de cincuenta obras teatrales reunidas, hasta ahora, en dos volúmenes (2010) (2013) y prepara un tercero. Con otros heterónimos, ha publicado también: guion para cómics (Reyes, 2019); novela (Quiroga, 2016); tres volúmenes de estética reunidos con el nombre de “Estéticas Caníbales” (2011), (2017), (2018) y su respectivo blog homónimo (2020c). Carlos Rojas es también un constante promotor de la escena cultural, unas veces como curador de salones y bienales de artes plásticas tanto nacionales como internacionales, otras como editor e incluso como mentor; pero, sobre todo es uno de los más prolíficos dramaturgos en el Ecuador actual. El presente trabajo analiza algunos de los conceptos teóricos centrales de Isidro Luna como autor de un teatro caníbal y una dramaturgia hacker. El concepto de hacker o hacking lo tomamos del Manifiesto Hacker, donde se define el sentido de esta operación, cuando en dicho texto se afirma que “Para calificar como un hack, la hazaña debe estar imbuida de innovación, estilo y virtuosismo técnico” (Wark, 2004). Pensamos que este concepto de Wark es fundamental para calificar la producción 1 Se puede hacer y se han hecho detalladas y extensas reflexiones sobre el concepto de heterónimo,

en torno de sus diversos usos históricos e incluso sobre las razones esgrimidas por notables escritores como Fernando Pessoa (2019). Siempre será necesario reflexionar sobre lo que cada autor define como su particular comprensión y uso específico de este concepto en sus propios procesos creativos: así, por ejemplo, destacamos la concepción del autor que ahora estudiamos: “Un heterónimo no es otra cosa que el reconocimiento de este hecho: un inconsciente estético que se dota de un nombre. Al contrario de lo que pudiera creerse, no es el yo del artista que se escinde para proyectarse fuera de sí en otro sujeto con otro nombre; sino que el espíritu estético se vuelve sujeto. “ (Rojas, 2018).

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de Luna, si nos atenemos a las proyecciones de la meta que se propone con su trabajo, esto es, desarrollar, en diversos ámbitos artísticos y dramatúrgicos, todos los esfuerzos artísticos y teóricos que permitan superar el canon moderno y posmoderno, y, particularmente, el paradigma hegemónico del teatro tradicional, convencional y comercial, con el propósito de provocar la irrupción de otra dramaturgia destinada incluso a superarse a sí misma. Sin perder de vista el trabajo dramatúrgico de Luna que se ha publicado hasta ahora en dos sendos volúmenes titulados “Teatro” (2010) y “Teatro político” (2013), el presente artículo analiza varias formulaciones teóricas del autor proveniente de diversos textos teóricos y una reciente entrevista concedida por Isidro Luna a la autora de este trabajo, en mayo de 2020, así como las obras de teatro que escribió entre 2019 y el inicio de la pandemia de la Covid 2019. Las obras a las que nos referimos son Puerta doblemente cerrada y Graznatúa y Pantacruel, estas dos últimas de 2020. Automatismos y trabajo técnico Sin duda, uno de los interrogantes que cuestiona con intensidad el pensamiento de escritores y artistas e incluso de los críticos, se refiere a los métodos, procedimientos, mecanismos y técnicas que utiliza un autor para dotar a su obra de una determinada forma. No es menos cierto que también los creadores noveles suelen verse tentados a pensar que su producción estaría obligada a optar entre automatismo o arduo trabajo técnico, planteándose un falso dilema que, de no ser resuelto oportuna y adecuadamente, puede tornarse un severo obstáculo que potencialmente devastaría su trabajo creativo. Esta discusión estética sobre automatismo o trabajo técnico ha sido abordada por destacados creadores y teóricos de la literatura contemporánea, entre ellos André Breton y Paul Valéry, paradigmas de una y otra posición. En el Primer Manifiesto del surrealismo (1924), Breton confiere importancia mayúscula a un rumbo creativo sustentado en el fluir de la conciencia del autor que, liberado de toda censura, escribe, pinta o compone. Como sabemos, el autor del Manifiesto, lo definía de la siguiente forma: “Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento.

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Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral.” (Breton, 2015). Sin duda, su influencia es visible en destacadas corrientes artísticas del siglo XX, e incluso constatamos su reaparición en el presente. Por otra parte, siguiendo las huellas de las formulaciones de Edgard A. Poe sobre la construcción de su famoso poema El cuervo (The Raven), Paul Valéry escribe (entre 1919 y 1929) lo que se ha denominado una “Filosofía de la composición” que configura el paradigma de un escritor perfeccionista, intensamente preocupado por el trabajo técnico que debe imprimir sobre sus materiales, al punto de considerarlo como el creador de toda una teoría de la construcción artística, sustentada en el concepto de ostinato rigore, divisa fundamental de Leonardo da Vinci, quien trabajaba conducido precisamente por esta premisa que nos remite al ejercicio de una creatividad profundamente racional, aunque siempre guarde un margen para la improvisación y el azar, que se abren paso en el proceso de construcción de toda gran obra de arte (Oliveras, 2005, p. 149-150). En la dramaturgia de Isidro Luna podemos advertir que ambos métodos automatismos y trabajo técnico- no constituyen opciones ni dilemas sino que se implican mutuamente, pues, su autor los conciben como elementos complementarios e indispensables en sus procesos creativos, porque le permiten producir una escritura que, siendo conducida inicialmente por los impulsos del automatismo –cuya riqueza proviene del inconsciente colectivo, como lo veremos luego-, nunca pierde de vista el ejercicio consciente y laborioso que demanda el trabajo de construcción del texto dramático, en su doble dimensión lingüística y estructural, hasta que alcance una forma artística. Escuchemos las reflexiones del mismo dramaturgo sobre su trabajo creativo para precisar lo que analizamos: Escribo desde los automatismos. Me dejo llevar por el texto que viene a mi cabeza sin que lo haya convocado. Fruto muchas veces de búsquedas aleatorias en textos metafísicos o de cualquier otra índole alejada de la dramaturgia que provocan un estallido interno y, entonces, la obra toma forma. En medio, ciertamente, hay mucho trabajo técnico tanto lingüístico como estructural que conduce la avalancha y la lleva hacia una dirección no siempre precisa. Intento no detener la palabrería del inconsciente colectivo que me atraviesa. Hay una necesidad profunda de vaciamiento, de volcar hacia afuera la interioridad entera, no con la finalidad de realizarla o de llevarla a un nivel

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superior de realidad o de consciencia. Lejos de esto, más bien se trata de hacer sitio allí dentro para que puedan habitar personajes, historias, diálogos, gestos, que luego se volcarán en escena. (Luna, 2020b). Esta conciencia lúcida del dramaturgo sobre la complementariedad del automatismo con el minucioso trabajo técnico es la que imprime en sus procesos creativos. De una parte, en su declaración, advertimos la existencia de una línea de trabajo creativo que atiende las demandas propias del tratamiento del lenguaje dramático -personajes, historias, diálogos, didascalias, actos, escenas, etc.- y, de otra, las que exigen la producción de un lenguaje poético que se produce con palabras y figuras retóricas. En este marco, existe una dimensión sustantiva del trabajo técnico de Luna, su permanente preocupación por el sentido y proyecciones del lenguaje y la comunicación, que tornan a sus textos verdaderos laboratorios de experimentación y, al mismo tiempo, de agudo escrutinio de la textualidad, la ambigüedad, la polisemia, los sinsentidos e incluso la imposibilidad de una comunicación eficaz. Escuchemos al dramaturgo expresar sobre este tema: Por esta vía, regresa el tema del lenguaje al teatro; el texto en su doble vertiente: dramática y literaria, elemento como cualquier otro de la puesta en escena y con un cierto carácter estético, a veces estetizante. Pero el lenguaje no regresa de cualquier manera como mero hecho literario a ser dicho en un escenario. Primero, hay una defensa estricta de que el texto tiene que ser dramático por sí mismo y que al ponerse en escena se sostenga como tal. No es un pretexto para hacer cosas en escena y dedicarse al performance. Preocupación por los aspectos formales del texto que se intenta que tengan la suficiente calidad. Segundo, se da una batalla constante con y contra la textualidad, porque se considera que no se alcanza a decir lo que se quiere decir y que inevitablemente el texto dramático tiene una fase delirante. El inconsciente dramático se expresa de este modo, con sus recovecos, dudas, retrocesos, laberintos. Tercero, experimentación lingüística y del montaje, especialmente en manos del Teatro del Quinto Río, porque se trata de obligarle a decir al texto aquello que no quiere decir, se trata de torturarlo, de hacerlo chirriar, incluso para evitar la cómoda satisfacción del espectador.” (Luna, 2020b).

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Estos tres ejes de la dramaturgia de Luna aparecen a lo largo de varias de sus obras y puede verse de modo ejemplar en una de las más recientes, Graznatúa y Pantacruel, escrita al inicio de la pandemia de la Covid 19. Sin ser poshistórico ni posdramático, el teatro caníbal comparte la experimentación como uno de los rasgos que caracteriza el teatro contemporáneo: El teatro poshistórico no es a-histórico, pues tiene en cuenta las circunstancias históricas, los contextos sociales y culturales y las condiciones geográficas. Pero si bien se alimenta de las condiciones sociales y culturales, cuestiona todos los componentes del acto teatral, y se somete a una constante experimentación; no se preocupa por la rentabilidad financiera ni el éxito, sino por el hecho teatral autónomo e independiente. Esta forma de teatro posibilita que el artista como tal se convierta en obra de arte. (Araque O., 2011, p. 9). La preocupación por la forma es visible en el trabajo dramatúrgico de Luna como una estrategia fundamental de superación del canon posmoderno que ha promovido y practicado un olvido de la forma. Por ello, para nuestro autor es fundamental construir textos que puedan ser aprehendidos por los sentidos y la sensibilidad de los públicos y que, al mismo tiempo, se sostengan como obras de arte. Inconsciente colectivo e inconsciente estético Dos conceptos articuladores y centrales de la dramaturgia de Luna son los de inconsciente colectivo e inconsciente estético. El inconsciente colectivo, esa dimensión psicológica que Carl Gustav Jung propone y desarrolla desde 1919, con la finalidad de ampliar las nociones iniciales del freudianismo, es, a juicio del psiquiatra suizo, el origen de una obra de arte. La propuesta teórica de Jung no apunta solamente a desdivinizar las teorías filosóficas de Platón sobre la matriz de la obra de arte, sino que en los hechos ha suscitado nuevas búsquedas estéticas con la exploración del potencial creativo del inconsciente colectivo. Al estudiar los complejos psíquicos Jung los divide en dos: personales y universales. Estos últimos surgen de estados emocionales esenciales de la humanidad. Corresponden, no al inconsciente personal, sino al “inconsciente colectivo”. Con ello, enriquece las nociones clásicas y abre las puertas de nuevas investigaciones tanto psicológicas como estéticas cuyas proyecciones son fundamentales, por

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ejemplo, el concepto de arquetipos que designa a “cada uno de los residuos primarios de la memoria, comunes a todos los individuos y localizados en el inconsciente colectivo. (Oliveras, 2005, p. 136-137). Estos arquetipos “conforman un material inagotable que remite a las relaciones más profundas de los hombres con Dios y el cosmos y de los hombres entre sí” (Oliveras, 2005). En Psicología y Poesía (1930), Jung propone la existencia de dos tipos de creación: la una “psicológica” y la otra “visionaria”. La primera procede del ámbito de la experiencia humana y tiene que ver con lo conocido, mejor aún, con lo archiconocido sobre los sentimientos humanos como el dolor, el amor, el odio, el miedo, etc., es decir, un tipo de creación que permite al creador “entender a los demás”. La segunda, denominada por Jung como la creación visionaria, hace relación a lo desconocido, a aquello que sobrepasa los límites de lo que solemos denominar como “normal”, “su esencia es ajena, su naturaleza arcana, como si surgiera de las zonas no vigiladas de la psique”. (Oliveras, 2005). Isidro Luna afirma que su producción dramatúrgica explora y proviene precisamente del inconsciente colectivo. Escuchemos sus propias palabras: Intento no detener la palabrería del inconsciente colectivo que me atraviesa. Hay una necesidad profunda de vaciamiento, de volcar hacia afuera la interioridad entera, no con la finalidad de realizarla o de llevarla a un nivel superior de realidad o de consciencia. Lejos de esto, más bien se trata de hacer sitio allí dentro para que puedan habitar personajes, historias, diálogos, gestos, que luego se volcarán en escena. Son los otros que hablan dentro de mí, aquellos que escriben, que producen, que inventan al mismo tiempo que se inventan. Otros desconocidos, lejanos, a los que no intento prestarles mi voz, peor aún representarlos, sino dejar que hablen por ellos mismos, como decía Baudrillard: el otro por sí mismo, con la menor intervención de mi parte. Quizás la pregunta clave tenga que ver con las tematizaciones subterráneas que toman formas en los textos que mi mano escribe conducida por algún titiritero, tal como concebía la historia Walter Benjamin. ¿De dónde proviene ese tratamiento de los argumentos y las elecciones dramatúrgicas formales? ¿Qué segmentos de la realidad expresa y de qué manera lo hace? ¿Cómo se vuelve obra la deriva social, política y, desde luego, subjetiva? (Luna, 2020b).

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En esta reflexión sobre su producción teatral, Luna da un “giro dramatúrgico” evidente que señala el carácter de sus exploraciones, ir más allá del paradigma hegemónico del teatro. El proceso creativo de Luna se sustenta en una necesidad no solo personal sino sobre todo de la época, de silenciar al ego, al yo, para dejar hablar al inconsciente colectivo, regla de oro promovida por cuatro grandes maestros del teatro Stanislavski, Grotovski, Chejov y Peter Brook, para el entrenamiento actoral (Puerta, 2015) así como uno de los elementos medulares de la dramaturgia de Bertolt Brecht (Brecht, 1975), con quien la obra de Luna se vincula notablemente, de especial modo en el campo de la dialéctica de la aproximación y el distanciamiento y con las concepciones del rol activo del espectador de las acciones dramáticas, presente también en las reflexiones de Jacques Ranciére, para quien el teatro es una forma de explorar las posibilidades de una nueva comunidad (Ranciére, 2010). Luna hackea la ruta del teatro hegemónico sometido a la auto referencialidad, a la autocomplacencia. Compleja tarea sin duda, tanto porque el yo ocupa la centralidad del sujeto. Los frutos del proceso hacking se tornan evidentes cuando explora otros dramas, los de la masa, silenciando los propios y liberando el camino para que se exprese la voz de los Otros. Indudablemente, este giro dramatúrgico implica un “olvido de sí” (Maslow, 1973). Al parecer, se trataría de disminuir al máximo los recuerdos de las propias vivencias personales con la intención de explorar territorios desconocidos y, sin embargo fecundos, los del inconsciente colectivo, con lo que Luna marca una ruptura evidente con una de las características predominantes de la producción artística moderna y posmoderna –esa auto referencialidad dominante en ambas, quizás más visible en la segunda tendencia que en la primera- para escrutar con profundidad en zonas que han sido virtualmente abandonadas por ambas estéticas, con notables excepciones, por cierto. Luna emprende entonces en el camino de concebir y desarrollar una dramaturgia anti-narciso, una apropiación hacker que se nutre de los gestos medulares de las Metafísicas Caníbales, que afirman que la mejor forma de mirarse a uno mismo es mirando a los Otros (Viveiros de Castro, 2014). Luna canibaliza este concepto central del célebre antropólogo brasileño, transformando la perspectiva de producción de sus textos teatrales que toman una nueva ruta artística.

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Luna se ha propuesto salir de mismo para transformarse en ellos, porque en ellos estamos y, si somos, es porque en ellos nos encontramos. Nosotros somos ellos. En palabras del propio Viveiros de Castro, “el canibalismo es normalmente interpretado como una absorción del Otro, una introyección del Otro; ¿y si fuera lo contrario, y si el canibalismo, en verdad, fuera una manera de salir de sí mismo, de transformarse en Otro, y no de transformar al Otro en sí? (Viveiros de Castro, 2013, p. 267). Este gesto caníbal de Isidro Luna tiene consecuencias decisivas; no se trata de un acto más; mucho menos de un hecho fortuito; sus proyecciones construyen una nueva deriva dramatúrgica. Citemos nuevamente al propio Luna para comprender mejor su cometido: “(son) Otros desconocidos, lejanos, a los que no intento prestarles mi voz, peor aún representarlos, sino dejar que hablen por ellos mismos” (Luna, 2020b). Nótese la radicalidad del “giro dramatúrgico. Su autor no pretende representar a nadie, tampoco prestar su voz; más bien, cede el espacio para que los Otros se expresen por sí mismos, o, en palabras de Jean Baudrillard, que sea “el otro por sí mismo” (1997). En cuanto a las historias, temas, personajes y gestos construidos en sus textos, la afirmación de Luna nos confirma su origen, el inconsciente colectivo que se ha constituido en una de las exploraciones más relevantes del teatro contemporáneo y que en 1940 Bertolt Brecht intuía como un rumbo que debe tomar el nuevo teatro (1975). Destaquemos el valor de esta búsqueda dramatúrgica con otra afirmación que nos permite fortalecer el énfasis que Luna asigna al inconsciente colectivo: “La mano que mueve a la marioneta, que solo puede existir si se deja llevar, apenas sin ofrecer resistencia. Hay que ser honesto con el alma colectiva y reconocer que no es otra cosa que esa profundidad que encontramos que nos habita.” (Rojas, 2018). Hacia el “alma colectiva” se orienta el dramaturgo para explorar las posibilidades de una nueva expresión estética cuyo cometido final sea la renovación de la escena, el suscitar otras expresiones capaces de movilizar a los espectadores y despertar a las masas silentes, de donde provienen justamente los personajes y los conflictos que Luna da forma en sus obras teatrales.

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Las nuevas reflexiones que, sobre el inconsciente colectivo, se han producido en esta época, dotan a la noción clásica de una amplitud y profundidad mayores que las formulaciones jungianas, es más, nos permiten hablar de una superación de las compresiones iniciales, pues abarcan un conjunto de campos tan vastos como diversos, como podemos advertir en siguientes líneas tomadas de las Estéticas Caníbales: Inconsciente colectivo que, a mi modo de ver, adquiere diversos tipos de nombres en campos que aparentemente no tienen relación; denominaciones tales como intelecto general, consciencia de clase, conocimiento distribuido, alma colectiva, ánima, animismo, entendimiento agente e incluso la propia noción de dispositivo, máquina esquizoanalítica, máquina abstracta, remiten a fin de cuentas al mismo fenómeno. Curiosamente también se debería incluir aquí a la tecnología, en la medida en que expresa una concreción de un estado de desarrollo del intelecto general. Por el momento, a pesar de sus diferencias, sostendré que son variantes de una misma realidad y adoptaré el nombre de Forma Intelecto General para denominar a esa “entidad” que las subyace. (Rojas, 2018). Una importante vertiente del teatro actual ha orientado sus mayores energías creativas a la investigación del inconsciente colectivo, como lo señala Araque: Mientras que la historia dirige su mirada a los documentos escritos, para ratificar los acontecimientos conscientes y las acciones más explicitas del comportamiento social y de la cultura, el teatro poshistórico se dirige al estudio del comportamiento del inconsciente colectivo y para ello busca encontrar las relaciones entre historia y dramaturgia. Si bien la historia muestra hechos reales y acontecimientos que deben o pueden ser constatados, la dramaturgia muestra hechos que pueden ser tanto reales como inventados, es decir, está en relación con la historia cuando reconstituye un episodio pasado; pero cuando imagina la situación está en relación con la ciencia ficción. (Araque O., 2011, p. 8). Sin embargo, es preciso aclararlo, la dramaturgia de Isidro Luna se acerca más al teatro del absurdo y a las distopías utópicas que al teatro poshistórico, incluso si aceptamos, como lo hacemos, que este poshistoricismo incluye el tratamiento poético de la cotidianidad más simple, porque ella también es histórica. Incluso, lo decimos porque en los textos dramáticos de Luna, las referencias históricas han

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sido suprimidas casi completamente, para privilegiar un enfoque centrado en las batallas de la condición humana contra los desafíos, dolores y obstáculos que la vida y el mundo nos imponen. Sin embargo, pese a la ausencia de estas coordenadas espaciales y temporales, no cabe duda que numerosos conflictos dramáticos que presentan los textos de Luna podrían ocurrir en la actualidad, como sucede en su obra Tatuaje (2019) cuyos personajes representan las dramáticas seducciones impuestas por la sociedad del híper consumo cuyos señuelos pretenden legitimar el ejercicio de un poder autoritario. No es el futuro sino el presente distópico el que se presenta y representa en esta obra. Ahora bien, el presente apartado demanda una nueva conexión conceptual que nos permita establecer otro de los vínculos que teje el dramaturgo, del “inconsciente colectivo” –intelecto general- con otra no menos importante y sustantiva, la de “inconsciente estético” en particular. Para ello, acudimos nuevamente a otra de las reflexiones teóricas de Rojas cuando afirma que: La obra proviene del inconsciente estético de la época, del momento en que vive. Allí el artista hace sus elecciones conscientes o inconscientes. Elegir significa dejarse penetrar por ese “intelecto general artístico” o, por el contrario, resistirse y hacer que la obra fracase y el artista triunfe. La plena realización del artista es la muerte de la obra de arte. (Rojas, 2018) Llegados a este punto, es preciso destacar el carácter que asume el “inconsciente estético” que está contenido en todas “(…) las formas artísticas producidas en el campo estético de una sociedad, con estructuras, tendencias, fracturas, tensiones, diversidades. Formas producidas históricamente, cambiantes, variables. Una deriva formal, un conjunto de formaciones “geológicas” con su propia temporalidad de larga duración, que secuestra la historia personal del artista y del espectador, imprimiéndole una velocidad distinta”. (Rojas, 2018). En otras palabras, el inconsciente estético es ese inmenso y diverso corpus creado por la humanidad a lo largo de milenios y en una época determinada –danza, teatro, música, artes plásticas, literatura, etc.- que está disponible para el conjunto de la humanidad, sujeto a una constante tensión y transformación, ya que cada escritor o artista se lo apropia de diferente manera y, por supuesto, lo transforma, recrea y enriquece.

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Desde la perspectiva del artista, es posible advertir que (…) oscila entre dos temporalidades: la del inconsciente estético, que marca tiempos extendidos, que construye marcos de referencia amplios, de una época entera, que incluso pueden trasladarse a varias sociedades; y el tiempo biográfico, sumergido en condiciones concretas de existencia limitada y efímera. Dos tiempos, cada uno con su propia velocidad. Aquí hay un doble vínculo: la voluntad del artista tratando de detener el tiempo del espíritu estético o, por el contrario, un desistir, un volver inoperativa a esa voluntad, para dejarse arrastrar por ese flujo temporal que lo arrasa todo a su paso. (Rojas, 2018) Creado por la comunidad artística a lo largo de su devenir histórico y en una época determinada, el inconsciente estético es, para el intelecto creativo de un artista, una potencia que se ofrece como posibilidad de imprimir sus propios giros; unas veces de orden conservador y repetitivo; otras de una marcada transformación como el curso que ha tomado la dramaturgia hacker de Luna. Los lectores, los públicos o los espectadores percibirán estos “giros” cuando sometan un determinado dispositivo artístico –teatro, novela, partitura, etc.- a un juicio comparativo que les permite obtener una valoración estética de la obra que comentan. La multitud, el personaje principal Si bien, en algunas ocasiones, la obra dramatúrgica de Luna nombra y caracteriza a sus personajes con sustantivos propios, Camila, Antonia, Fernando, (Luna, 2010a), en la misma obra y en muchas otras del mismo autor, sus personajes se denominan mayoritariamente, Mujer 1, Mujer 2, Grupo de mujeres; o, más aún: Ella, El, Una multitud, Director (Luna, 2010b) Persona (2019). Estas marcas pueden interpretarse como signos connotativos de la preferencia del dramaturgo por los caracteres anónimos que, a su vez, nos remiten a una tipicidad que los torna representativos de la masa o la multitud. Como lo señala él mismo: Dejar que la multitud se represente, nuevamente por ella misma, con sus contradicciones, sus miedos, sus cegueras, tropezándose con la realidad, sin saber exactamente qué quiere o a dónde va. El ideal del dramaturgo es fundirse con la masa, volverse uno más, ser uno cualquiera. Creo que la obra En la multitud es la que expresa de modo explícito esta idea. (Luna, 2020b)

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El concepto de multitud está presente en textos medulares de la teoría política moderna y contemporánea que demuestran su centralidad y proyecciones, pues no sólo definen concepciones de Estado que se han construido históricamente desde entonces hasta ahora, sino que además es uno de los elementos claves del debate actual, especialmente, en el marco de la crisis de los Estado-nación y los efectos políticos de la globalización. Mientras Thomas Hobbes en De civis (1652) define a la multitud como masa, muchedumbre o gentío, siendo parte constitutiva del Estado, si ha de tenerse como razón de Estado para evitar una guerra civil (Ferrater-Mora, 2001); Baruch Spinoza sostuvo en el siglo XVII que la multitud representa “… una pluralidad que persiste como tal en la escena pública, en la acción colectiva, en la atención de los asuntos comunes, sin converger en un Uno, sin evaporarse en un movimiento centrípeto. La multitud es la forma de existencia política y social de los muchos en cuanto muchos: forma permanente, no episódica ni intersticial. Para Spinoza, la multitud es el arquitrabe de las libertades civiles” (Virno, 2003). Luna ha expresado en numerosas ocasiones su adhesión a la filosofía de Spinoza, a quien suele citar con admiración en sus conferencias. También es oportuno destacar aquí, el vínculo que Luna establece con la dramaturgia de Bertolt Brecht, precisamente en materia del lugar que ocupa la multitud en su dramaturgia, cuestión visible sobre todo en su texto “Sobre el modo realista de escribir” (1940), configurado en medio del atroz escenario de la Segunda Guerra Mundial, el fascismo y el nazismo “cuando la tragedia de la burguesía cede el sitio a la tragedia del proletariado (…) (cuando la multitud) es la sombra que proyecta la frustración de la revolución burguesa en Alemania (…)” (Brecht, 1975, p. 68). De modo que podemos preguntarnos qué representa la multitud en nuestros días, sino la tragedia de un proyecto suspendido o aplazado, quién sabe si para siempre, por el inmenso poder del capital, las corporaciones y sus administradores locales que, aliados con los mass media, han instalado una sociedad del control que ha reducido a multitud a mera masa informe, inerme, silenciosa. Sin embargo, esa masa, es el personaje protagónico de la dramaturgia de Luna, pese a todas sus contradicciones y desolaciones, tal como es, con lo que es y aún con lo que no puede llegar a ser; ahí está presente en la acción dramática e incluso trágica, atravesada por sus mentises y debilidades, confundida.

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Teatro y realidad Es imposible pensar hoy las relaciones estéticas que los artistas y los escritores tejen con la realidad a través de sus obras, sin tener presentes las inmensas transformaciones ocurridas en el mundo y la vida durante el último medio siglo en los campos científicos y tecnológicos, en el mundo de la producción y en las relaciones sociales. Tampoco es posible acercarnos a una reflexión semejante sin los aportes fundamentales de la teoría cuántica, la nueva antropología, el perspectivismo (Viveiros de Castro, 2013) y las ontologías amerindias (Rojas, 2020a). Los procesos de producción, circulación y consumo de una obra de arte en la época del capitalismo tardío, están marcados de modo indeleble por la emergencia de nuevas realidades, desconocidas hasta ahora e incluso por nuevas subjetividades que perciben el mundo y la vida de un modo diferente, determinados por contenidos y formas transmitidos por una diversidad de pantallas y dispositivos. En este contexto cabe preguntarnos ¿Qué vínculos puede tejer el teatro con la realidad? ¿Cuál es la nueva realidad del teatro en esta época tardía? Escuchemos a Luna pronunciarse sobre este tema: (el teatro) no es un instrumento que exprese de manera directa una situación social. Habría que rastrear con detenimiento, hurgar, quebrar, para descubrir los aspectos ocultos, sumergidos como corrientes oceánicas, que se espera que sean las que entren en los espectadores y produzcan allí sus efectos. Por esto, de manera constante se apela al anonimato de los personajes que están disueltos en un él o ella y que más bien representan una tipicidad, la construcción de lo típico y particular, no singular, a la que se refería Lukács. Y la fuerza arrasadora que aparece a momentos es la multitud, como personaje colectivo, como masa que se mueve libre y coordinadamente como un cardumen, pero también de manera inconsciente. (Luna, 2020b). En efecto, la tipicidad lukacsiana (Lukács, 1967) de los personajes de Luna nos permite recordar lo que hemos escrito en otro momento sobre su obra: “… estos pertenecen a géneros, clases sociales o grupos de poder cuyos dramas se desarrollan en escenarios simples, con recursos mínimos, es decir, sin ningún alarde ni parafernalia; por el contrario, la voluntad estética del dramaturgo

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es que sean mínimos pero sugestivos, sugerentes, jamás grandilocuentes” (Suárez Moreno, 2013). Una tipicidad ciertamente histórica, no ideal ni esencialista de unos personajes que ingresan a la escena con las voces de seres concretos de una época específica y que representan clases sociales que se han convertido en universales. Con lucidez, el dramaturgo huye de cualquier adhesión a las estéticas del naturalismo o de las diversas vertientes del realismo, y construye un teatro deslocalizado que pone ante los ojos de los espectadores imágenes universales que evocan o sugieren tanto la homogenización del mundo y de las sociedades en el siglo XXI. No podemos dejar de citar la tesis dramatúrgica de Luna sobre este asunto: Aquí surge la cuestión de la relación con la realidad. Desde luego no se recorre un camino fácil que vaya de lo social a su expresión en el teatro. Por eso se aleja de cualquier variante de realismo o naturalismo. Sin embargo, tampoco flota en el aire, en una nebulosa, sin referencia con el mundo concreto. Siguiendo a Brecht se utiliza constantemente estrategias de distanciamiento, de separación, que son sobre todo situacionales y en medio de ellas la realidad hace su aparición, siempre de modo indirecto. Por ejemplo, se reescribe A puerta cerrada de Sartre y allí se espera que haga contacto con la situación actual, aunque la pandemia ni siquiera se nombre. (Luna, 2020b). Con gesto hacker, la dramaturgia de Luna se plantea reescribir el clásico texto de Sartre de 1944, cuya historia sugiere que vivir hasta el final con los Otros es el auténtico infierno, porque, en realidad el infierno son los Otros. Con el nombre de Puerta doblemente cerrada Luna se posiciona en el escenario de la pandemia de la Covid-19 –sin mencionarla siquiera-con tres personajes que viven los padecimientos de un confinamiento, más aún, de un estado de excepción que tiende a convertirse en su opuesto, aunque resulta de ello una paradoja, lo habitual. ¿Qué función puede tener el teatro en esta época tardía? Resulta necesario, volver a escuchar las reflexiones de Rojas sobre este mismo tema: El teatro imagina otras formas de vida y las coloca frente a nuestros ojos. Rompe la experiencia individual para trasladarla a otra esfera, a otro mundo, quizás similar, pero que al menos nos dice que hay algo por fuera de nosotros, puntos de vista que ni siquiera alcanzamos a comprender.

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Por eso el teatro tiene que incluir una ironía sobre el autor, sobre la perspectiva propia, sobre el ridículo escritor que se concibe a sí mismo como la subjetividad que da sentido a la obra. Una subjetividad potente y constitutiva, a la imagen y semejanza de cualquier otro poder. Necesitamos de una subjetividad que sea entendida como máquina, como mecanismo automático, que ocupe la superficie lingüística, que se haga desde fuera hacia dentro. En este sitio, las didascalias pueden tener una función que no se reduzca a ser un elemento subsidiario del texto o un mero instrumento del montaje; esto es, que vaya más allá de las acotaciones. Unas didascalias que son el mecanismo interno de funcionamiento de la máquina abstracta teatral y que conducen a una variedad de formas que adquiere una dramaturgia. Estas didascalias parten de la estructura maquínica del teatro caníbal, porque solo por medio de ellas son posibles las especificaciones de la forma teatro, porque crean los modos de efectuación de la máquina. (Rojas, 2015) En otras palabras, la dramaturgia y el teatro de Luna, no corresponden al curso común de la vida de los seres humanos y menos todavía a lo que podría entenderse como los supuestos desarrollos lineales de la realidad sino que, mediante un inmenso trabajo, construyen una máquina simbólica y un dispositivo teatral complejo, nunca complaciente como podemos advertir en su obra LaLenguamadre (2019) que demanda la complicidad de un espectador dispuesto a deconstruir la vida y el mundo e incluso a mirarse así mismo, a la manera de un espejo cóncavo, a veces con horror, otras con tristeza o, tal vez, con una cierta esperanza. Presentación y representación: más allá de la modernidad y la posmodernidad A lo largo de varias décadas, analizando el devenir de las artes, especialmente de la plástica latinoamericana reciente, en centenas de páginas, seminarios, congresos, ponencias, artículos, libros y en su blog, Carlos Rojas ha sostenido, con énfasis creciente y pruebas al canto, una de sus principales tesis estético-política, el agotamiento del canon posmoderno y la posmodernidad. Su autor atribuye dicho agotamiento no tanto a una extenuación o caducidad temporal sino a la radical impotencia de la posmodernidad y su canon para asumir la gran complejidad de la época que vivimos y sus grandes cuestiones económicas, sociales, políticas, culturales y psicológicas.

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En ese marco teórico, Rojas ha formulado sugestivas propuestas para la superación de dicho canon, que podrían sintetizarse en una deriva teórica que partió del ethos barroco, formulado por Bolívar Echeverría, avanzó hacia las formulaciones de su ethos caníbal y alcanza a constituirse en una estética hacker. Ninguna de estos puertos supone nostalgia ni retorno alguno a ninguna de las formas de la modernidad. Rojas ha desarrollado y debatido esta tesis con varios grupos de investigación, planteándola como uno de los mayores desafíos teóricos de nuestro tiempo, y, al hacerlo, ha conjugando la dimensión estética con la política como elementos constitutivos del debate. Lúcidos exámenes de la contemporaneidad le han permitido diagnosticar la situación de las artes, sometidas a los avatares de la banalidad, el narcisismo, los simulacros y la viralidad, promoviendo importantes aportes de los miembros de dichos grupos de investigación en las artes plásticas, la danza, el teatro, la música, el diseño y la teoría. (Teoría de la Forma, 2019)2 En el campo de la dramaturgia, son visibles los resultados de estos esfuerzos investigativos, en los montajes de varios de sus obras, Un pueblo llamado desesperación, Elizabeth o la esclavitud y La silla vacía, donde el dramaturgo, el director, los actores “se confronta(n) con el desafío de introducir el mundo de las imágenes digitales en su espacio sin lanzarse desesperadamente detrás de la lógica del performance ni retroceder hacia imágenes ilustrativas, modernas” (2017, p. 144). A partir de estas tesis, Isidro Luna sostiene que el esfuerzo presente del teatro ha de reorientarse a superar el falso dilema entre presentación y representación, uno de los temas centrales de las querellas entre modernos y posmodernos. Para el efecto, Luna propone que “en la presentación se visibilice la forma, el arte como aquello que se hace a través de la forma, se vuelve esencial. Y el campo de las representaciones tiene un doble lado: las significaciones de la forma y las del contenido, en donde las primeras guían y contienen a las segundas” (Luna, 2020b).

2 Algunos de los proyectos y grupos de investigación donde Carlos Rojas ha sido su mentor principal son: “Hacia una nueva estética desde América Latina”, fase I y II, “Teoría de la Forma: estrategias artísticas y teóricas para la superación del canon posmoderno”, “Dramaturgia de las artes escénicas: forma y montaje dancístico y teatral”, ganadores de concursos académicos y fondos económicos, promovidos por la Dirección de Investigación de la Universidad de Cuenca, Ecuador.

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Al desarrollo de una teoría de la Forma, Rojas ha dedicado otro esfuerzo teórico de inmensas repercusiones, especialmente en las páginas que integran el volumen III de sus Estéticas Caníbales (2018), donde desarrolla amplias y profundas reflexiones que subrayan la importancia del trabajo formal, técnico, mediante el cual la imagen, la palabra, el sonido, etc. adquieren calidad artística y, gracias a ello, pueden transmitir contenidos que sensibilicen a lectores o espectadores. Iniciado hace varias décadas atrás, el debate sobre presentación y representación podría suponerse superado en círculos académicos y artísticos, sin embargo, pese al estado terminal de la posmodernidad no solo que sigue vigente, sino que continúa alentando una producción que permanece o reaparece, alejada de la forma, pese al inmenso cansancio de los espectadores, a la fatiga de los públicos que no encuentran sentido al sinsentido, mucho menos a desaforadas acciones que se evaporan en la nada, por lo que anhelan una nueva dramaturgia que conjugue presentación y representación. De tal forma, el teatro caníbal y su dramaturgia hacker no dialogan ni establecen intercambios con las vanguardias, “aunque se tome de estas ciertas temáticas y gestos técnicos, sino (que se plantea) ir más allá de la modernidad y posmodernidad”. (Luna, 2020b). Superarla, superándose a sí misma, inclusive. Ciertamente un gran equívoco atraviesa gran parte de los debates sobre el carácter de la presentación y la representación en las artes en general y, especialmente, en las artes escénicas. Su superación sólo será posible con una voluntad de forma y contenido, de articulación de presentación y representación: El equívoco de un teatro solamente de la presencia que huye de la representación como es el paradigma de la posmodernidad y del teatro poshistórico, constituye el punto de conflicto central, aquello que se combate de muchas maneras. Se trata de articular presentación y representación, en donde en la presentación la forma, el arte como aquello que se hace a través de la forma, se vuelve esencial. Y el campo de las representaciones que tiene un doble lado: las significaciones de la forma y las del contenido, en donde las primeras guían y contienen a las segundas. (Luna, 2020b)

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A modo de conclusiones Este trabajo no presume ni lejanamente haber analizado el complejo y múltiple conjunto de conceptos que caracterizan la dramaturgia hacker y el teatro caníbal de Isidro Luna. Los que aquí se han examinado son solamente algunos de ellos, desarrollados por su autor en un escenario casi baldío para el teatro donde la proliferación cuantitativa es sin duda muy engañosa. Queda un inmenso trabajo por desarrollar en futuras investigaciones que se emprendan. Aspiramos que estas páginas motiven a investigadores, profesores, estudiantes y públicos del teatro a acercarse al descubrimiento de una obra rica y compleja. La dramaturgia hacker de Luna apertura, sin la menor duda, un espacio nuevo y generoso para el teatro y el necesario debate sobre su realidad en la época actual, donde las obras dramáticas de su autor, sus puestas en escena, sus textos teóricos y los nuevos conceptos que crea, poseen un rico potencial para comprender mejor nuevas realidades, porque propician innovaciones y avances en el mundo de las artes escénicas. La hipótesis inicial formulada por Rojas que ha sido la brújula de su titánica labor, cuando se preguntaba si “¿la estética caníbal se postula como candidata a un ethos de resistencia frente al capitalismo tardío?, (si) ¿puede una voluntad de forma caníbal reemplazar a la forma de vida del ethos barroco?, ¿cómo habitar desde lo caníbal este lugar en donde intentamos vivir lo invivible, decir lo indecible, decidir lo indecidible?, ¿lo caníbal es esa máquina trans-figural que requerimos como modo de oponerse a lo existente?” (Rojas, Estéticas caníbales, 2016), hoy, puede ser respondida con una abierta afirmación. Su autor ha creado una nueva estética desde América Latina, sus Estéticas Caníbales; ha reformulado la Teoría de la Forma y se encuentra en un devenir de superación constante de sí mismo.

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Marialeja Cordero

Cuenca: memoria, fiesta y cocina

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Cuenca: memoria, fiesta y cocina En los albores de noviembre de 1820, Cuenca, Santa Ana de las Aguas –uno de los nombres con que se le ha denominado a la ciudad (Cordero Iñiguez, 2002), vive momentos de patriotismo, de incertidumbre, de valentía. La ciudad era pequeña, sus habitantes siempre se distinguieron por buscar el desarrollo económico. Su situación geográfica, escondida en los valles cobijados por los majestuosos Andes del Centro Sur del territorio de lo que más tarde sería la República del Ecuador, le dio características diferentes a las de otras ciudades. Este aislamiento hizo que las principales actividades de los cuencanos fueran la agricultura, la ganadería y la artesanía; no obstante, a pesar de esta situación, también se realizaron actividades comerciales: se exportó cascarilla, tocuyos1, entre otros. Los paisajes pintorescos con ríos serpenteantes de sonidos de agua fresca, concurridos por las cholas de polleras y paños coloridos, guardianas de la tradición morlaca; el parque central cercado por edificios civiles, políticos y religiosos establecidos en la ciudad desde los inicios de la Colonia; las plazas de adoquines y las casas de vivienda que se hacían más pequeñas conforme se alejaban del centro; los barrios que hasta hoy llevan el nombre de la iglesia alrededor de la que se construyeron, barrios de artesanos panaderos, herreros, ceramistas… hablar de aquella Cuenca es hablar de una ciudad religiosa, llena de tradiciones y costumbres, con un paisaje y una cultura singular, con un sincretismo gastronómico especial que da cuenta del mestizaje ocurrido en la ciudad. La urbe ha evolucionado en estos doscientos años, sus colores la han rejuvenecido, es una comarca que poco a poco progresa a pesar de las vicisitudes económicas por las que ha pasado, como la caída de la producción y venta del sombrero de paja toquilla, entre otras. Cuenca guarda un patrimonio natural, arquitectónico y cultural único, con su Barranco surcado por el río Tomebamba, su Centro Histórico, su artesanía, su producción plástica, literaria y musical; particularidades, todas, de su riqueza; por ello, fue reconocida como “Patrimonio Cultural de la Humanidad” en 1999. 1

Tejido textil.

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Nuestra cultura ha tenido múltiples manifestaciones a lo largo de la historia de la ciudad, una de ellas es la gastronomía, en donde la mujer ha cumplido un papel protagónico; gracias a su trabajo y creatividad, a su alquimia, tenemos platos con sabores únicos, algunos de ellos los seguimos disfrutando; platos que surgieron como resultado de un rico mestizaje, de la combinación de productos propios, ancestrales, con los traídos por los españoles, y que han hecho de nuestra gastronomía, una de las más reconocidas en el Ecuador. Los testimonios sobre la importancia de la cocina cuencana de la primera mitad del siglo XX se recogen en el libro Cuenca, memoria y cocina –editado por el GAD Municipal del cantón Cuenca y la Universidad de Cuenca, en 2018–; historias que transmiten emociones, esencias, actitudes, recuerdos, sabores; historias sin terminar, suspendidas, en muchos casos, por la fragilidad de la edad; historias de vida que nos dan un sentido de pertenencia, nacidas de las entrañas de los corazones, de la memoria de los que se fueron y de los que todavía viven. Leer estos testimonios es regresar en el tiempo, volver a la niñez, es prestar atención a la voz de los campesinos, a sus leyendas y experiencias –una mezcla de realidad y fantasía en el escenario de la hacienda–; es oír a las empleadas de la casa, sentir sus acentos, sus ritmos y silencios, propios de un lenguaje musical arrancado de un pentagrama de vivencias. Las prácticas cotidianas de los cincuenta primeros años del siglo anterior son desconocidas para muchos de los que hoy vivimos en Cuenca, muchas de ellas solo están presentes en la memoria de quienes vivieron en una ciudad especial por su geografía y condiciones económicas, por sus tradiciones y costumbres. De ahí la importancia y la necesidad de rescatarlas para fortalecer la identidad; lo que fuimos y lo que somos nos ayuda a construirnos, a reconstruirnos como sujetos. En esta mirada a través del espacio en el que se elabora la comida, se rescatan los momentos alrededor de una mesa en la que el “mote”2 era el invitado especial de cada día; cuando la familia, en un ritual diario, se reunía para las diferentes comidas. En las fiestas religiosas y profanas, en los onomásticos, los bautizos, las primeras comuniones, los matrimonios, no podía faltar algún plato elaborado a base de maíz. Eulalia Vintimilla de Crespo, autora del libro Viejos secretos de la cocina cuencana (1994), menciona que en nuestra tradición culinaria se encuentran más de treinta platos, muchos de los cuales se siguen preparando en la actualidad: chumales, 2

Maíz cocinado con cáscara o pelado.

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tortillas, tamales, entre otros. En toda mesa, el plato de mote humeante era fundamental, pertenecíamos a la cultura del maíz, y digo pertenecíamos porque, hoy en día, en muy pocos hogares se lo consume. Doña Josefina Cordero Espinosa escribe: “El maíz es morlaco, / dice el poeta y exultante va subiendo de tono. / El maíz es azuayo, / hasta acabar como en un éxtasis. / El maíz es cuencano. / Sí, es cuencano y tiene mil rostros”. (En Cordero, 2018, p. 92) El acto de cocinar tuvo mucha importancia, no solo cumplía funciones alimenticias, sino también rituales y afectivas. La hora de la comida era sumamente valorada como aglutinante de la familia, como lazo unificador de sus miembros, era un verdadero ritual en el que siempre estaban presentes las oraciones de agradecimiento a Dios por el alimento recibido. Todos los integrantes de la familia, con excepción de los niños, debían participar alrededor de la mesa, para luego disfrutar de una sobremesa en la que se discutían los temas políticos y sociales de la ciudad y el país. La evidencia de que había fiesta: era la comida, a veces como complemento, otras como tema principal, pero en el fondo el objetivo era el mismo: unir a la familia, a los vecinos, a los amigos, entonces todos eran conocidos. En las festividades, vecinos y amigos compartían los sabores, los olores, las texturas de nuestra deliciosa comida. Nuestras fiestas y tradiciones son un orgullo para los cuencanos, en ellas está representada nuestra identidad como mestizos, de allí la importancia de conservarlas ante los embates de la globalización, que ha traído otros aires a nuestra tierra, haciendo que adultos y jóvenes olvidemos lo que somos. Es necesario llevar a nuestras mesas los platillos que saboreábamos cuando niños que nuestro paladar añora, recordar las historias de las largas conversaciones, de los mercados con sus mindalas3, de las tiendas con sus cholas guapas, de lo prehispánico a la Colonia, de lo tradicional a lo actual, para recuperar la identidad perdida. Detrás de cada plato hay una pincelada de recuerdos, de fiesta y de cultura. 3 Comerciantes de la antigua América indígena que establecían relaciones de comercio en los mercados.

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Las recetas de las abuelas, creadas a fuego lento en la oscura pequeñez de las cocinas, bajo la combustión del carbón y de la leña que ennegrecían las ollas panzudas que daban el gusto de la tierra, en la trilogía del fuego: cocina de plancha, tullpa y brasero, eran diferentes a otras que contenían los sabores que dejaban el hierro enlosado y el kerosene, que comenzó a utilizarse en la década del cincuenta. Degustar platos como el mote pata, la fanesca, los llapingachos, el cuy, los chumales, los tamales, las habas –compañeras del mote–, el dulce de membrillo, la espumilla de guayaba, de durazno y albaricoque, nos lleva a ese mundo rico en vivencias. De bebidas como el chocolate cocido con canela y espesado con yemas amarillas, de la chicha elaborada en el cántaro “pucuchidor”4 que guardaba en sus entrañas el fermento eterno de la chicha del Carnaval y dormía un largo sueño hasta que unos días antes de la fiesta recibía la jora, el agua y la panela, para alegrar la reunión. La mujer, voz de la tradición, artífice de la cocina, tenía un rol bien marcado, el hogar era de las mujeres y ese era su mundo. Sin embargo, algunas de ellas iniciaron un proceso de cambio dedicándose a la educación, a trabajar en talleres, entre otras ocupaciones. Chabelita Corral recuerda que: No había muchos empleos, de las primeras empleadas fueron mis hermanas Eugenita y Julia, que fueron al Normal Manuel J. Calle como profesoras de Economía Doméstica y Corte y Confección. Les hicieron la guerra diciendo que se van a contaminar de todos los horrores de allí. (En Cordero, 2018, p. 84). La realidad de la mujer era distinta en cada escenario, no obstante, en todos ellos, su presencia garantizaba la salud, aseguraba los valores y promovía la economía de la sociedad. Unas mujeres organizaban las actividades de la vida cotidiana, otras encendían desde temprano el fuego con el que se iniciaba el ritual de la alimentación diaria; estaban también las nodrizas que con su leche alimentaban a los niños de la casa ante la carencia de la leche materna.

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Palabra Kichwa para designar al cántaro de barro en el que se prepara la chicha.

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En las tiendas de los barrios las mujeres eran más libres, salían al mercado para abastecerse de productos para la venta y ayudaban a sus esposos que eran zapateros, carpinteros o herreros; y algunas, de madrugada, en las panaderías amasaban fuertemente, eran creativas, imaginativas, laboriosas, cada pan tenía su nombre, el de la panadera… el pan tenía identidad. Las mujeres de la cocina de origen campesino, cuyo mundo era otro, el de su casa, la que dejaron, en la que se alimentaron de su cultura, de sus raíces, de su idioma, enriquecieron el mundo infantil con sus cuentos e historias, muchas de terror, y dejaron un legado al enseñar palabras del Kichwa que luego se volvieron del léxico común. Elaborar el pan se convirtió en una tradición, las recetas pasaban de madres a hijas. Las panaderas eran mujeres a las que se les conocía por sus nombres: el pan de la Michi Quinde, de la Niña Lola, de las Mateas, de las Adelinas, etcétera. (Vázquez de Fernández de Córdova, 1989). Algunas de ellas ponían un sello con su nombre, como una impronta que tenía un gran significado. Doña Alicia Muñoz cuenta que: En el barrio de Todos Santos había las panaderías que usaban leña, con hornos antiguos, hechos a base de lodo y adobes. Allí hacían el sabrosísimo pan y a la distancia se apercibía un olor de lo más agradable […]. Había seis o siete panaderías, en unas hacían el pan blanco, en otras costras, rodillas de Cristo, galletas de manteca. (En Cordero, 2018, p. 178). Sobre las panaderías de El Vado, Angélica Corral nos dice: “Nosotros en El Vado teníamos hornos frente a la casa. Había unas galletas de manteca que eran una delicia. El ʻhorno negroʼ que era de la familia de Miguel Vintimilla y Zoila Ruiz” (En Cordero, 2018, p. 177). Para llegar a estos lugares encantados: las panaderías de Todos Santos y El Vado, había que desplazarse desde el centro de la urbe y caminar unas pocas cuadras de calles adoquinadas, tranquilas. A medida que se acercaba, el olor a pan recién horneado se iba haciendo más fuerte, y era singular el sabor del “mestizo”, pan del que podemos decir, junto con el conocido como “rodilla de Cristo”, que son la página abierta en donde se puede entender nuestro mestizaje. Denise Fonseca, en el libro La esencia cuencana señala que:

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Por obra de la fe cristiana, mezcla de alegría y llanto, los panes se reventaron en rosas y se llamaron “rodillas de Cristo”. Huele también a hocicón, a pan blanco, a palanqueta, a costra, con cuya masa también se hacían las guaguas de comadres y difuntos. (1999, s.p) Una característica de nuestra cultura fue salir los domingos en familia, buscar espacios nuevos para disfrutar momentos de solaz, aprovechar los lugares cercanos a la ciudad; se tenía la costumbre de ir a orillas de los ríos, como al Tarqui, río de tranquilas aguas, con remansos como el “Hondo del Palo”; al río Cuenca, llamado “Burrococha”, cercano al sector de Monay y bordeado de sauces llorones; al Otorongo, sector del Tomebamba. El domingo era un día de jolgorio, los niños revoloteaban por amplios espacios verdes, llenos de frondosos árboles como capulíes y arrayanes, junto a aromáticas altamisas. En la yerba tendían un mantelito sobre el que se servía mote pillo5 o mote negro6 que acompañaba a las cuchicaras7, las papas con chaqueta, ají y pepa de sambo, tamales, chumales. Era domingo y todo salía de un recipiente de barro llamado “mediano”, cubierto con un blanco mantel de cocina. No faltaba la bebida, quizás chicha tierna o madura, un vino, o tal vez un canelazo. Se encendía la fogata para el canto, se rasgaba la vieja guitarra, el alegre coro se hacía con la familia abierta al esparcimiento, mientras la greguería de los pequeños que jugaban a orillas del río arrancaba gritos y amonestaciones de los adultos. Llegada la tarde, cuando el sol mostraba sus últimos reflejos, se escuchaba la voz de una campana proveniente de algún torreón empinado, invitando al rezo del Ángelus, santa costumbre a la que se acogía toda la familia. Terminaba así el “paseíto”, recogían las vituallas, el fiambre, y como legado del arte culinario cuencano quedaban las hojas muertas de la achira y del maíz con los que se envolvieron los deliciosos tamales y chumales, mientras la brasa todavía humeaba. No se había dañado el medio ambiente, no se dejaba basura, el plástico no existía, entonces. La familia se disponía a regresar, pues el vehículo que les 5 Comida tradicional de la cocina ecuatoriana elaborado con mote, que es el maíz maduro cocinado, y huevo. Es un plato típico de las provincias de Azuay y Cañar. 6 También llamado “mote sucio”. Es el maíz cocido y refrito con la manteca negra que queda de la elaboración de los chicharrones. 7 Cuero del chancho tostado a la brasa.

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venía a recoger pitaba a la vera del camino, recuerda Alfredo Cordero Tamariz. (En Cordero, 2018, p. 128). Las fiestas populares profanas y religiosas también han sido parte de la cultura cuencana, cada una de ellas cargada de símbolos, de expresiones que llevan a sus integrantes a dejar la cotidianidad para adentrarse en un mundo creado a partir de construcciones de imaginarios sociales que transitan por el tiempo cargándose cada vez más de vivencias, sentimientos, texturas, colores, olores y sabores, en donde el mestizaje y el sincretismo está latente. La festividad de mayor raigambre popular ha sido el Carnaval, se celebraba en toda la provincia con características diferentes, adornada con fantasías nacidas de sus raíces culturales y de su ingenio. Las voces nonagenarias de nuestros personajes relatan cómo se preparaban –con muchos meses de anticipación -para esta festividad y cómo transcurrían los días previos a su celebración. El Carnaval se celebraba de una manera muy especial, no solamente por la costumbre de “arrojar agua a todo el que pasaba por la calle” sino, como nos cuenta Angélica Corral: Guardaban todo el año las cáscaras de los huevos. Cuando los utilizaban tenían el cuidado de hacer una perforación arriba y otra abajo, soplaban a que salga la clara y la yema, quedando las cáscaras vacías, las que llenaban con agua de ataco. Sellaban los huecos con cebo a que no salga el agua y los lanzaban, eran arrojados a los transeúntes o a los amigos que asistían a la fiesta. (En Cordero, 2018, p. 166). La comida típica de Carnaval incluye notables potajes muy conocidos por todos, donde el chancho siempre ha sido el personaje central que luego de ser engordado durante meses y pasar por el ritual de su matanza, proporcionaba delicias como la cuchicara o cascarita, los chicharrones (fritada), las morcillas; con él se prepara el sancocho, el puchero, el mote pata. Los cuyes, el dulce de higos, el canelazo, la chicha y el pan complementan el menú carnavalero. Muchas son las crónicas y relatos que se han escrito alrededor de la celebración del Carnaval y la preparación de sus platos típicos. Octavio Sarmiento, en su libro

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Cuenca y yo (1989), dice: “Se preparaban con algunos meses de anticipación, se engordan chanchos, pavos, se pela maíz blanco para el ʻmote pataʼ, se hace germinar maíz morocho para la chicha de jora”. Don Mario Barros recuerda: En mi época eran verdaderas fiestas, las fiestas de Carnaval. Mis padres eran relacionados socialmente y festejaban durante los cuatro días. El primer día, el sábado, se comenzaba en el Teatro Andrade, había Corso de Carnaval, se asistía al teatro a ver dos películas, cuando se acababa la una había un tiempo en donde todo el mundo jugaba con polvo, bombas de agua. Adentro ya comenzaban a tomarse los tragos los rucos. Como en nuestro medio siempre han sido bien vestidos, con abrigos, sombreros, bufanda, era de ver cómo salían blanquitos como panaderos porque botaban unas bombas con polvo. De la segunda película ya no se veía nada. El segundo día, domingo, pasábamos en la casa de mi tía Rosa Elena, el lunes en la casa de papá, el martes había que ir a donde doña Blanquita Borja, solo hasta el almuerzo porque de noche había que ir a donde otra familia para que no se resienta. (En Cordero, 2018, p. 169). Era una fiesta en la que se compartía la comida y la bebida que, además, unía a la familia y al grupo, ya que esta celebración otorgaba un sentido de pertenencia. El cuencano se sentía orgulloso de saberse invitado y acogido a un lugar donde puede comer, beber, jugar, bailar y sentirse parte de la sociedad. Don Gabriel Murillo nos cuenta: Primeramente, era obligación mantener al puerco durante el año, cebándole, poniéndole gordo, reluciente, buen mozo. Entonces, llegado el día, especialmente el Carnaval, se reunía la familia y el gusto era verle al puerco patalear. Nosotros teníamos un matarife. El hombre era tan práctico, cogía el chuzo y de un chuzazo liquidaba al puerco. No le hacía sufrir y sufrir como hacen hoy en día. (En Cordero, 2018, p. 171). Las hojas secas de eucalipto tenían que estar listas, pues había que empezar a chaspar al animal. Toda la familia participaba de alguna manera en este ritual. Las mujeres estaban en la penumbra de la cocina que, de rato en rato, se veía alumbrada por los chispazos rojizos de los leños secos, traídos a lomo de mula de la hacienda o del Ejido cercano.

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Siempre estaban muy agenciosas alistando el mote pelado, sacando la chicha del “cántaro pucuchidor” –que había despertado de su largo sueño– para ser ofrecida a los carnavaleros, cuyos cuerpos temblorosos por el frío esperaban calentarse no solo con el vaso de chicha, sino con el canelazo hecho con el aguardiente destilado de las cañas de los cálidos valles cercanos a Cuenca. Cuando la cáscara del chancho estaba dorada y crujiente, se la cortaba para que los hambrientos carnavaleros la fuesen consumiendo, untándola con sal y ají- hecho en las piedras de moler con “pepas y todo” para que “pique fuerte”-. Mientras tanto, los artífices del sacrificio han comenzado a hacer pedazos a la víctima, las tripas eran lavadas utilizando hierbabuena, cogollo de sambo tierno o harina hasta que quedaban limpias y listas para elaborar las morcillas. En una gran batea o mediano de barro se mezclaban los ingredientes que eran de variadas clases, de acuerdo con las recetas de cada familia. Se hacían morcillas de dos colores: la negra, con la sangre del chancho, y la blanca, que llevaba otros ingredientes. Otros preparaban los chicharrones, pedazos de manteca, que eran depositados en una paila con agua, ajo, sal y especerías sobre la tullpa avivada por tizones encendidos. Luego se hacían los sancochos, que eran pedazos de carne del lomo o la costilla. Estaba también listo el “mote pata”, deliciosa sopa en la que se expresa el mestizaje de nuestra cocina: mote, carne de chancho, longanizas y chorizos, pepa de sambo y especerías, América y Europa. La chicha, bebida milenaria, hecha de maíz morocho germinado a fuerza de espera y se alimentó con panela -hecha de caña de azúcar– es repartida en abundancia entre la concurrencia. Don Luis Bojorque nos cuenta cómo se preparaba la chicha: “Claro que sé cómo se preparaba la chicha de jora. Era de sacar raicitas de la jora y preparar, hacer hervir, dejarle que repose y hacer en un cántaro de barro, ese era el secreto”. (En Cordero, 2018, p. 173). Los dulces de higo, de membrillo o de durazno, que habían sido preparados en los braceros, eran colocados en las puertas de las cocinas o en los corredores. Las golosinas hechas al calor de los carbones, de largas conversaciones, eran elaboradas

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con muchos días de anticipación, depositadas en poncheras de cristal y guardadas en alacenas o guardafríos, para que se conserven frescas. Todo el día se comía y se bailaba, además estaba el canto, las coplas que salían de los labios de los cantores citadinos que, repasando a los poetas, cantaban al amor, a la traición y hasta a la muerte. El draque y la chicha alegraban el corazón y eran los autores del jolgorio, de la risa, del canto, de la broma y del baño. Hoy, esta festividad ha perdido el sabor de antaño, con el paso del tiempo ha cambiado y se ha visto influenciada por costumbres de otras sociedades; en la actualidad, durante el Carnaval, las familias se desplazan a lugares distantes en donde no hay ningún tipo de celebración como la que se vivía en tiempos anteriores. Pocas familias todavía lo celebran. El Septenario, otra fiesta religiosa muy antigua, en Cuenca se celebra desde la fundación misma de la ciudad, pues sus inicios datan del siglo XVI. Es la conmemoración del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus Christi) el jueves siguiente a la Santísima Trinidad. Es una festividad movible que se la realiza entre mayo y junio, tiene una duración de siete días, de allí su nombre. El Corpus tiene un carácter dual: lo sagrado y lo profano. Asimismo, el Septenario posee dos escenarios: el sagrado, la Catedral, y el profano, el Parque Calderón. En el interior de la primera se realizan las celebraciones religiosas, mientras que en el parque hay castillos, globos, música de bandas y venta de los deliciosos y tradicionales dulces de Corpus que se exhiben en mesas atendidas por mujeres, muchas de ellas descendientes de aquellas que los habían elaborado desde hace muchos años atrás. Nydia Vázquez de Fernández de Córdova (1989) resalta el esplendor que se vive cada año en el Septenario, con los “dulces de Corpus” que engalanan los alrededores de la plaza central con su colorido y sabor. Los dulces típicos son los panes de viento, suspiros, quesadillas, quesitos, cocadas8, turrones de alicante, roscas de yema, nueces, pepinos, moras, huevitos de faldriquera, bocadillos de piña y babaco, perniles de dulce de zanahoria y de camote. 8

Dulce elaborado con coco rallado y almíbar.

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Doña Josefina González evoca la delicia de los dulces de Corpus: “Eran los clásicos dulces de manzanitas, de pepinitos; pero realmente era el sabor de cada fruta. Ahora es solo una masita de dulce de manjar blanco, antes era una cosa auténtica. Recuerdo los de zanahoria, las hostias, las cocadas”. (En Cordero, 2018, p. 163) Don Alberto Zavala trae a la memoria el prestigio de los dulces elaborados por las Caravacas, en la calle Vega Muñoz y Luis Cordero: “Allí hacían los dulces, especialmente para el Corpus. Tenían unas cajas de madera grandes con tapas de formas ovaladas y circulares; allí adentro estaban los distintos dulces”. (En Cordero, 2018, p. 164). Los “Dulces de las Caravacas” eran elaborados por doña Inés Villavicencio y por doña Jesús Juela, quienes aprendieron su preparación en la casa de la familia de Manuel Faura –originario de España–, en donde trabajaban como empleadas. Doña Inés, durante décadas, será la productora de estas delicias que no solamente se vendían en el Septenario, sino, también, en la época de las Primeras Comuniones. En la actualidad ya no son los mismos, ya no tienen el sabor de los de antaño y se puede observar la presencia de dulces elaborados con recetas foráneas, de otras provincias e incluso de otros países. La alimentación de los cuencanos de los primeros cincuenta años del siglo XX debe ser considerada en el contexto de una experiencia social, en donde las familias guardaban fuertes lazos afectivos que se extendían a vecinos y amigos. En las fiestas es en donde se demostraba la generosidad, convertida en un sistema de comunicación social cuyo objetivo era establecer y mantener estos vínculos sociales. La globalización ha influido en muchos aspectos de la vida de la sociedad, uno de ellos es la cultura, que se ha visto impactada con la llegada de nuevas costumbres e ideas, lo que ha llevado a cambios o desaparición de las tradiciones y festividades de los cuencanos. Es de vital importancia volver la mirada a nuestra esencia, a nuestra historia, a nuestro sentido de ser y de pertenencia. Revivir el sentido de la vida, recuperar y mantener nuestras tradiciones y costumbres fortalecerá nuestra identidad. Como diría Eulalia Vintimilla de Crespo: “las raíces de los pueblos, su alma y manifestaciones deberían mantenerse intactas para que las nuevas generaciones puedan reconocerse en el sutil espejo de la identificación cultural que les corresponde” (2005, s.p).

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BIBLIOGRAFÍA Cordero Iñiguez, Juan (2002). De los nombres de Cuenca. Quito: Editorial Pedro Jorge Vera. Cordero M., Marialeja (2018). Cuenca, memoria y cocina (1900-1950). Cuenca: GAD Municipal del cantón Cuenca/Universidad de Cuenca/Cátedra Abierta Editores. Sarmiento, Octavio (1989). Cuenca y yo. Tomos I y II. Segunda Edición. Talleres Gráficos de Editorial Amazonas. Cuenca. Vázquez de Fernández de Córdova, Nydia (1989). Panes tradicionales de Cuenca. Cuadernos de Cultura Popular No. 5. Cuenca: Centro Interamericano de Artes Populares-CIDAP. Vintimilla de Crespo, Eulalia (1994). Viejos secretos de la cocina cuencana. Cuenca: Atlántida. Vintimilla de Crespo, Eulalia (2005). El Sabor de los recuerdos. Cuenca. s.e. La esencia cuencana (1999). Subsecretaría de Turismo del Ecuador, Ilustre Municipalidad de Cuenca, Centro Interamericano de Artesanía y Artes Populares, Quito.

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Diego Carrasco

Teatralidades, dramaturgias y artes contemporaneÁs

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TEATRALIDADES, DRAMATURGIAS y ARTES CONTEMPORÁNEAS Nada tan debatido como el tema de la representación en el paso de la modernidad a la posmodernidad. Si fue el paradigma de lo que significaba ser moderno, su negación se convirtió en la marca distintiva del posestructuralismo y la posmodernidad. El arte posmoderno ha sido la mejor expresión de este fenómeno. Este es un debate que tiene que replantearse, sobre todo por la invasión de la banalidad y la perdida de significación que parece ser la constante posmoderna en tantas áreas de la vida humana. Veamos algunas opciones de definiciones de presentación y luego de representación para poder encuadrar mejor la discusión. Presentar se entiende como: tr. Hacer manifestación de algo, ponerlo en la presencia de alguien. U. t. c. prnl. (…) 3. tr. Ofrecer, dar. Presentar excusas, respetos. 4. tr. Tener ciertas características o apariencias.1 (Real Academia Española de la Lengua, 2019) Manifestar, poner en presencia, dar, tener ciertas características o apariencias. Estas las palabras que nos interesan. A veces, más que apelar a la interpretación actual de una palabra es importante entender su origen también: “El verbo presentar (sic) viene del latín praesentare (sic) (presentar, hacer presente, ofrecer) (…).” (Etimologías de Chile, 2019) Ahora veamos, rápidamente, las definiciones de representar: Del lat. repraesentāre 1. tr. Hacer presente algo con palabras o figuras que la imaginación retiene. U. t. c. prnl. (…) 4. tr. Recitar o ejecutar en público una obra dramática. 5. tr. Interpretar un papel de una obra dramática. 6. tr. Sustituir a alguien o hacer sus veces, desempeñar su función o la de una entidad, empresa, etc. 1 En total hay 17 acepciones del término, hemos colocado solo aquellos que creemos relevantes para nuestra idea.

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7. tr. Ser imagen o símbolo de algo, o imitarlo perfectamente. (…) (Real Academia Española de la Lengua, 2019) Otra vez reservamos algunas palabras: hacer presente con palabras o figuras, recitar o interpretar una obra dramática, sustituir o hacer las veces de alguien, ser imagen, símbolo o imitar algo. Si nos detenemos en ambas definiciones veremos que comparten - más allá de las evidentes raíces, orígenes y grafías – un significado: poner algo en presencia de alguien. Luego los significados se dividen en líneas paralelas eso sí y casi sinonímicas: tener características o apariencias (presentar) que bien podrían ser asimilables a la sustitución o simbología que puede encerrar la representación. Y comparten también su significado en cuanto ser, existir. Pero, en el caso de la representación al tener dos prefijos antes del verbo (re y pre) significaría reiterar en el antes de la presentación, o en su defecto hacia atrás o mucho más que la presentación, sin que para nosotros esto signifique prelación o superioridad alguna, sino simplemente mayor abundancia que la de la presentación. En otras palabras, reiterar en el existir (esse), ir antes de la presentación o ser más que la presentación. En cualquier caso, se desprende que el término representar implica una elaboración y proceso mayor que el de presentar, tanto que es asimilable a la ejecución e interpretación de una obra dramática a la cual la sola presentación no alcanza. Ahora bien ¿es posible retrotraernos al momento antes del ser? ¿Se puede ser más que el ser y su presencia? ¿Qué hay antes de la existencia del ser? ¿Puede haber más abundancia que la del ser? No es menos sugerente la idea de que presentar pueda ser entendida como un proceso de ofrecer algo y por tanto representar aludiría al momento previo, tal vez ritual, o reiterativo de ofrecer: entregar, ofrecer algo de forma repetida, entender que esto es el hecho escénico, le dota de un sentido y placer social enormes. La respuesta quizás está en las ideas de dos interesantes pensadores del teatro: Nikolas Evreinov y Antonin Artaud. Evreinov, sostiene que hay un “instinto

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teatral” inmanente en el ser humano, que no es otro que su instinto de transfigurar las cosas, es decir de “hacer cambiar de figura o aspecto a alguien o algo” (Real Academia Española de la Lengua, 2019) este instinto teatral y de transfiguración, para Evreinov es “pre – estético” y anterior al lenguaje mismo, es anterior al ser entonces, si asumimos como cierto que algo es cuando puede ser nombrado por el lenguaje y por tanto apropiado a una palabra que lo designa. La representación entonces sería previa al existir del lenguaje en este sentido y que transforma la realidad en algo propio del ser humano. Artaud por otro lado, va en la misma dirección, aunque enunciado de una manera un poco diferente, cuando habla del teatro de Bali: “Se advierte en el teatro balinés un estado anterior al lenguaje, y capaz de elegir su propio lenguaje: música, gestos, movimientos palabras” (Artaud, 1978, pág. 71) afirmando también que “En este teatro toda creación nace de la escena, encuentra su expresión y hasta sus orígenes en ese secreto impulso psíquico del lenguaje anterior a la palabra2” (Artaud, 1978, pág. 68). Y también José Antonio Sánchez es seducido por estas ideas, cuando en su artículo Teatralidad y disidencia (Sánchez José Antonio, Belvis Esther Editores, 2015, págs. 21 - 58) específicamente en la página 28 reseña las ideas de Evreinov como una forma de “teatralidad (de) dimensión antropológica” que “constituye un instrumento básico de socialización”. El mismo Evreinov también hace referencia al término teatralidad, que nos será imposible de eludir en esta discusión. Luego, Sánchez sostiene que “esta teatralidad mimética (la enunciada por Evreinov) habría evolucionado hacia una voluntad de ficción3 (que) no solo trata de copiar lo que existe o lo que se ve, sino de recrear lo ausente o incluso lo inexistente” (Sánchez José Antonio, Belvis Esther Editores, 2015, pág. 28). Sería, entonces, para usar términos más cercanos a nuestras reflexiones, un instinto o necesidad de narrar que los seres humanos tenemos, la cual de a poco mutó al imperativo de ficcionar, permitiéndonos concebir que en el “´giro performativo´ (..) la actuación (es) previa al texto y por tanto no necesariamente determinada por el mismo” (Ibidem, pág. 28).

2 El subrayado es nuestro 3 El subrayado es nuestro

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Entendida de esta manera, la “representación” tiene la particularidad de desplazarse entre diversos ámbitos, en espacios separados, que carecerían de vínculos y que hasta podrían tener significados poco relacionados entre sí. Así, Sánchez se refiere a: los procesos de la democracia en donde elegimos “representantes”, el campo del conocimiento en cuanto está hecho de representaciones que reproducen la realidad en nuestra mente y la esfera de las artes escénicas en donde se llevan a cabo representaciones. Los cambios en los procesos políticos y la entrada masiva de la esfera virtual, además de las respuestas posmodernas en el área de la cultura, hicieron estallar estos campos estancos de la representación. La teatralidad penetró en el mundo de la política, la espectacularidad se transformó en la constante en el mundo público, los simulacros permean la existencia cotidiana de los ciudadanos en sus pantallas, viendo como pasa la vida sin que realmente suceda algo. McLuhan está más presente que nunca. En la esfera de las artes plásticas y visuales, la representación escénica, especialmente con el triunfo del performance, las instalaciones, los happenings, los sitespecific, alteraron radicalmente este escenario, para volverlo la mejor expresión posmoderna. Se trata de una teatralización no reconocida de las artes plásticas y de la “performativización” de las artes escénicas, incluso se podría hablar de un proceso de plastificación de las artes escénicas, en cuanto hay una deriva que construye imágenes plásticas en la escena, muchas veces sin valor narrativo o dramatúrgico, sino solo por su sentido plástico. Hay que leer a Schechner con McLuhan como parte del mismo gesto. (McLuhan, 1996) (Schechner, 2009). Y lo que es aún peor, se han trasladado y traslapado categorías y análisis teóricos propios de las artes visuales dentro de los estudios escénicos, pero muy poco se han usado y se usan categorías y procesos de estudio usando bases escénicas para fenómenos que son esencialmente escénicos como el performance, el happening, los site specific en algunas variantes. Sin embargo, en diversos estudios del performance se evidencia que no desaparece la superficie de inscripción de la representación, sino más bien que:

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“el performance, como acción4, va más allá de la representación, para complicar la distinción aristotélica entre la representación mimética y su referente ´real´ (…) el performance podía dejar ´huellas de un acto real´ una observación que apunta a la fuerza profunda del medio. (…) Estos actos, aunque escenificados, interpelan e inscriben lo real de manera muy concreta.” (Taylor Diana, 2011, pág. 9) En otras palabras, siguiendo a Taylor, en el performance o las formas de live arts de las que ella habla en la introducción del libro citado, no es que la acción real o lo real sustituyan a la representación - escenificación, sino que dejan una huella de lo real en la escenificación, en tanto acción como dice, devastando, eso sí, la noción aristotélica entre la mímesis y lo real, que ya demasiado tiempo ha estado vigente y que debe ser al fin derruida. Por más que teóricamente sea plausible enunciar la renuncia a la representación, en favor de la presentación de una acción “real”, esto en la práctica no ha sucedido y no es posible, como vimos podrán generarse huellas del acto real en la escenificación, pero no su permanencia, y es que cualquier proceso performativo o de artes vivas, al ser una construcción o constructo, no un evento normal del devenir de una sociedad o de un espacio, al ser por tanto una intervención deliberada y extra cotidiana sobre la realidad, es una representación que transforma un espacio o personas habituales en un hecho escénico ficcional y en ese momento por fuerza del contrato espectable implícito, deja de ser real. No en vano uno de los fundadores de los estudios sobre performance en el mundo, Richard Schechner, en un texto seminal y ya clásico al respecto, deja claramente asentada la ambigüedad o imposibilidad incluso, del performance y el performer de renunciar a la representación y lo que conlleva, cuando habla del personaje, más bien sugiere que es un enfoque distinto sobre la escena: “El perfomance se reduce a este acto de desnudez espiritual, un des/cubrimiento que no es la construcción del personaje, en el sentido convencional del término, pero tampoco es muy diferente. Es un acto que ocurre en esa región difícil, entre el personaje y el trabajo que el performer realiza sobre sí mismo. La acción de la pieza se construye a través de un proceso cíclico, y la base de este trabajo son las reacciones del performer o ejecutante. Su propia identidad se 4 El subrayado es nuestro

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externaliza y se convierte en los elementos escénicos de la producción. La puesta en escena consta de estos elementos, que en cierto sentido son el personaje. Sin embargo, la reacción del performer a cada elemento puede, en cualquier momento, evocar un nuevo elemento, que nuevamente transforma la escenificación. El proceso es despiadado e interminable.” (Schechner 334)5 En su charla en Cuenca durante el Encuentro Nacional de Artes Escénicas6, José Antonio Sánchez afirmó con acierto que cuando en un hecho escénico las personas son ellas mismo y no pretende ser otras se convierten en “actores de sí mismo” es decir se representan a sí mismos como queremos entender. Ante ello nos permitimos una extensa cita de Carlos Celdrán, el gran director cubano que hace poco no más decía: La persona real que sube a un escenario (…) sale profesionalizada, porque se van afinando sus recursos expresivos, y es dirigido por un director, o por un elenco, o por un productor que le dice dónde tiene que entrar, donde tiene que pararse, bajo qué luz tiene que hablar, dónde tiene que llorar, cuánto volumen tiene que tener su voz para que se oiga en el público, cuánto tiempo tiene que mantenerse en escena para que funcione. Cuando eso pasa ya no es una persona real, ya es un actor que entró en el lenguaje del teatro y fue fagocitado por él. Una persona cuando entra en situación de representación deja de ser la persona que era, porque el escenario nunca es la vida cotidiana, es una elaboración, es un lenguaje. Entonces es un tanto falso cuando se pone a un chofer de taxi o a una enfermera en un escenario en un tiempo ya pactado para que cuente su experiencia. Es incierto que sea la persona real que conocemos. Esa persona está trabajada por el teatro. (Celdrán, 2019)

5 Traducido del portugués por el autor de la ponencia, este el texto original en ese idioma: A performance se resume a esse ato de nudez espiritual, uma des/coberta que não é construção de personagem, no sentido conven- cional do termo, mas também não é muito diferente. É um ato que acontece naquela região difícil, entre o personagem e o trabalho que o performer faz sobre si mesmo. A ação da peça é construída através de um processo cíclico, e a base desse trabalho são as reações do performer. A sua própria identidade é exteriorizada, e se transforma nos elementos cênicos da produção. A encenação é constituída desses elementos, que são em certo sentido o personagem. Entretanto, a reação do performer a cada elemento pode, a qualquer momento, evocar um novo elemento, que de novo transforma a encenação. O processo é impiedoso e interminável. (Schechner 334) 6 Del 5 al 9 de junio de 2019, se desarrolló en Cuenca, organizado por la Escuela de Artes Escénicas de la Universidad de Cuenca y la revista El Apuntador, el III Encuentro Nacional de Artes Escénicas (ENAE) donde José Antonio Sánchez dictó una conferencia magistral titulada “Dramaturgia y cooperación”.

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Ahora bien, lo antes dicho no significa que defendamos a ultranza la representación y que esta sea deseable como está, es más, la representación dramática triunfa en las otras áreas, en cambio la danza y el teatro se tornaron minoritarios, marginales en el contexto de la espectacularidad ocupada por el cine, la música, los deportes, las redes, el streaming y la televisión. Aunque no se tratará en esta ponencia, cabe mencionar que también la representación científica ha sido penetrada por la maquinaria espectacular y del simulacro, en donde los artículos científicos tienden a valorarse desde un montaje determinado, antes que por lo que efectivamente dicen. (Van Fraassen, 2008) Hemos llegado al triunfo de la representación dramática y espectacular en detrimento de la representación cognoscitiva, que pareciera que cada vez tiene menos importancia. Un buen ejemplo de esto es el triste destino de la verdad en las redes sociales, o la indistinción entre aquello que es científico y lo que no es, o la penetración del fundamentalismo y la irracionalidad en prácticamente todos los ámbitos de la sociedad, incluida la academia. Resumiendo: Parecería, y nos interesa resaltar aquello, que la representación es una forma de ser y que esta es, según varios estudiosos reseñados y cuyas ideas afiliamos, un proceso previo a la construcción del lenguaje y por tanto no reductible al lenguaje, puesto que la actuación sería anterior al texto. Es imposible renunciar a la representación, salvo que decidamos caer en la banalidad total que esta idea comporta, y que todo hecho escénico – incluido el performance – es una construcción ficcional y representacional, que, si acaso puede recibir improntas, marcas de la realidad en su superficie de inscripción. Que incluso los teóricos del performance reconocen la imposibilidad de diferenciar y anular los hechos representacionales o ficcionales (acción, personaje, situación) y que el trabajo del performer genera variantes de este proceso, sin renunciar a ellos.

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Dramaturgias: Las actuales artes vivas, el performance antes y toda la parafernalia posmoderna puesta en función de esto, ha pretendido también eliminar todo lo relativo a lo dramático y por tanto a la dramaturgia. Otra vez la pregunta surge ¿es esto posible? Creemos que no, y de nuevo, superar estos silogismos del “giro performático”, significan en el fondo, superar las taras de la posmodernidad. Siguiendo la lógica argumental que hemos mantenido, veamos definiciones del término dramaturgia: “En su primer sentido la dramaturgia sería entonces el ´arte de la composición de las obras de teatro´, definición que es aceptada por consenso desde Littré hasta Pavis. (…). En lo que concierne al segundo sentido, llamado moderno, más allá de la diversidad de las concepciones y de las prácticas, yo propondría como definición: ´Movimiento de tránsito de las obras de teatro hasta llegar a la escena´. (Danan 13) Eugenio Barba, el gran transformador de la escena contemporánea es mucho más claro al entender la dramaturgia “…como ´texto espectacular´, es un organismo compuesto por diferentes niveles de organización, cada uno de los cuales tiene que vivir por sí mismo, interactuando con los otros, como la línea de los diversos instrumentos de composición musical.” (Barba, Eugenio - Nicola, Savarese, 2007, pág. 89) Y por fin, veamos sus orígenes etimológicos. La palabra proviene de dos raíces griegas dramatos = relativo al drama y ergon = trabajo o acción. Es decir, se referiría al trabajo o acciones que se hacen en torno al drama, no en torno a su texto. Hay otra variante que es aún más interesante: drama provendría del latin trama que significa tejido, entramado, urdimbre, y del griego ergon=acción como ya referimos, es decir, la dramaturgia sería el tejido de acciones, la trama de acciones que se estructuran en la Escena. Ahora bien, la palabra drama mismo proviene del griego drao que significa yo hago, en definitiva, toda forma relativa a la dramaturgia, en su origen remite a la acción Por tanto, si asumimos como proponen Schechner y Taylor, que el performance y toda otra forma de artes vivas o artes visuales que se escenifican de algún modo, lo

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hacen – todas – a través de la acción, es imposible que no generen una dramaturgia, entendida como tejido de acciones, como textus, ya no como escritura. De esta manera, resulta cuando menos sorprendente, cuando no absurdo, plantearse desarrollar acciones sin que estas constituyan una dramaturgia, es más, le guste o no al creador de un hecho escénico – sea teatro, performance, action paiting, acción plástica, arte vivo – lo que hace en la escena siempre construirá una dramaturgia, puesto que todo lo que sucede en la escena, es “real” como sostienen algunos o ficcional, es una acción y cae dentro del ámbito dramatúrgico. Teatralidad: Por fin, no podemos dejar de referirnos a la teatralidad como concepto y práctica que recientemente está teniendo numerosos asedios desde diferentes perspectivas. Intentaremos ser sucintos, porque hay demasiadas definiciones del término. Revisaremos definiciones que le dan una amplitud más allá del teatro, una específicamente escénica y otra sociológica abiertamente: Desde la mirada escénica, la teatralidad sería “…un modo de representación o un estilo de comportamiento que se caracteriza por acciones histriónicas, modos y mecanismos, y es por lo tanto una práctica; sin embargo, también es un modelo interpretativo para describir la identidad psicológica, las ceremonias sociales, las festividades comunales y los espectáculos públicos, por lo que se trata de un concepto teórico.” (Davis 1) Nos interesa mucho señalar esta idea de Davis que la ve como un modelo interpretativo de ciertas realidades culturales. En una perspectiva expandida “podemos definir la teatralidad como la cualidad que una mirada otorga a una persona —como caso excepcional se podría aplicar a un objeto— que se exhibe consciente de ser mirado mientras está teniendo lugar un juego de engaño o fingimiento.” (Cornago 6) En la misma línea Josette Féral dice: “Más que una propiedad la teatralidad aparece, entonces, (…) como un procesus que señala los sujetos en proceso: el observado – observador” (Féral 92)

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Y aplicada a fenómenos que están fuera de la escena: “´(La teatralidad constituye) una construcción cultural de sectores sociales que codifican su modo de percepción del mundo y su modo de auto - representarse en el escenario social.´ (Villegas 50) - ´convivial´ Dicho fenómeno se distingue de la teatralidad social en tanto que en esta última ´no se produce el acontecimiento poiético (y) por lo tanto no sale del plano de la realidad cotidiana´ (generando una) ´espectacularidad social convivial´ para deslindarla del hecho teatral (149-150).” (Prieto Stambaugh 5) Luego, el mismo Prieto Stambaugh, es más preciso al respecto: “Fuera de los estudios de las artes escénicas, los conceptos de espectáculo, teatro social y teatralidad cultural han sido abordados por Gui Debord (perspectiva neo-marxista), Clifford Geertz (perspectiva antropológica), Jean Duvignaud, Georges Balandier y Néstor García Canclini (perspectivas socioantropológicas). Todos estos estudios coinciden en ver la teatralidad como un dispositivo mediante el cual el poder se escenifica en la esfera pública para legitimarse. ´Todo poder político acaba obteniendo la subordinación por medio de la teatralidad´ afirma Balandier (1994, 23), y los medios utilizados pueden ser los de la ritualización espectacular de ceremonias montadas por el grupo dominante, o bien la teatralización del patrimonio cultural en museos, desfiles y medios de comunicación, a fin de propagar una ideología nacionalista” (Prieto Stambaugh 6) En pocas palabras, la teatralidad y los estudios teatrales que ha promovido, permiten entender la escena misma sí, pero también un sinfín de otras expresiones sociales y culturales, más allá de los ámbitos de la escena, en campos como la sociología, la política, la antropología y los estudios culturales. Pero, creemos que es supremamente relevante la perspectiva señalada por Cornago y Féral, que sitúa la teatralidad en la mirada del espectador y no en la de quien ejecuta el acto, que es consciente de estar realizando una acción extra cotidiana; veremos luego la consecuencia de esto.

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El arte contemporáneo: Nadie discutirá que el arte contemporáneo, la cultura contemporánea y mucho de lo que entendemos por realidad, está transido del “giro performático” que mencionábamos antes y que, sin lugar a duda, ha transformado la sociedad actual. Giro performático, a tono con la posmodernidad, que prioriza el ahora, el momento presente, ha desterrado toda gran narración del arte, para centrarnos en lo micro que parecería más posible; ha cuestionado todo referente técnico, teórico y metodológico previos, en una construcción que se acerca más al teoreticismo que al rigor del arte y los conceptos, generando una suerte de locura aperspectivista como alguien la llamara. Un arte, el contemporáneo, que se ha expandido en todas sus formas, ha salido del museo, ha alcanzado espacios y cotas que hasta hace poco eran impensables. Y en este panorama, en medio de esta expansión, el arte contemporáneo ha roto sus esquemas, los departamentos estancos en los cuales le había encerrado el arte moderno, lo que ha redundado en formas de arte interdisciplinarias y transdiciplinarias que difícilmente se ubican dentro de los campos y estilos que la modernidad proveía, de la mano de nuevas teorías artísticas y filosóficas, correlatos de la nueva sociedad que estamos viviendo en estos tiempos post – humanistas, de capitalismo financiero y tardío, en medio del fin de la historia y el fin del arte. Todo este panorama entronizó a la cultura de la imagen como la dominante y por tanto a las artes visuales como hegemónicas. Para resumirlo en una frase, en boca de nuestro querido Ernesto Ortíz: “las artes visuales son a las otras artes, lo que el fútbol es a los demás deportes”. Sin exageración alguna, partiendo de los conceptos de Badiou en sus Quince tesis estéticas sobre arte contemporáneo, las artes visuales se han vuelto imperialistas en el régimen de sensibilidad actual, mediando la teatralización, la espectacularización del arte como ya señalamos. Y la crítica, como la teoría del arte ha leído el arte desde esta realidad, en otras palabras, también las categorías, metodologías y conceptos con los cuales nos acercamos al arte contemporáneo, provienen de las artes visuales, no importa si este arte es performático, arte vivo o de acción, al punto que hasta el teatro - en un giro catacrético- ha adoptado ya no solo categorías sino formas de hacer propios de las artes visuales: se habla ya de escena expandida o de teatro relacional, que suenan interesantes pero no hacen sino acentuar lo que el teatro ha tenido siempre

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y mucho: ubicarse fuera de los límites de los espacios canónicos y estar en vínculo estrecho con el público. Pero esta preeminencia de las artes visuales, ha tenido una consecuencia más: estando como están las artes contemporáneas, más cercanas a la escena y la acción, con mucha frecuencia los artistas visuales no reciben formación alguna sobre la escena, no solo en sus técnicas sino tampoco en los conceptos que la rigen, como por ejemplo entender que el fenómeno escénico es solo posible cuando se produce el “convivio” del que habla Jorge Dubatti, esto es la convivencia en tiempo y espacio de ejecutantes y espectadores. Dicho de otro modo, toda escenificación es posible sólo cuando existen tres componentes para que la escena exista, estos son: público, ejecutantes y espacio, que se unifican en un mismo tiempo que lo comparten. Ya vimos antes que la teatralidad, según Cornago y Féral, se instituye precisamente desde la visión del público quien determina lo que es o no teatral del comportamiento extra cotidiano que observa. Entender esto, seguramente sería determinante para muchos artistas visuales y del performance que muy poco piensan en el público a la hora de planificar sus obras, entre otras muchas consecuencias. Entonces, quizás va siendo hora de que el arte visual – hegemónico y axial como es ahora – asuma tanto técnicas propias de lo que desde el arte visual se llamaría el arte expandido, y sobre todo cuando se adentra en las lógicas del performance y la acción. Si la escena viene desarrollándose hace milenios, si en el último siglo sobre todo ha tenido recorridos sorprendentes e inimaginables hacia definir su especificidad, sus categorías y metodologías propias ¿cómo es posible que las artes performáticas no se acerquen a lo que los estudios de la escena pueden ofrecer? En esta misma lógica, creemos que al menos las tres categorías que aquí hemos esbozado someramente serían definitivas para encontrar nuevas maneras de entender las artes contemporáneas de la acción, del performance y el campo expandido en algunas formas, estas categorías son la dramaturgia, la teatralidad y las discusiones sobre la representación como las hemos expuesto. No sugerimos que se abandonen las lógicas propias de las artes visuales, sino que estas integren -cuando así lo requiera el arte sobre el cual se trabaje- que se integren tanto metodologías, técnicas, aprendizajes, como categorías, métodos y conceptos propios de la escena cuando de la escena, la acción y el performance se trate.

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Tal vez así, alcancemos a salir de los límites posmodernos y muchos de sus productos que con frecuencia son anodinos, densos, que poco piensan en el espectador y proyectar lo que Schechner ha visto ya hace mucho para las artes de la escena expandidas: “El performer necesita trabajar duro si quiere las anclas y técnicas necesarias para dejar su máscara de lado y revelarse como él realmente es, en la situación extrema de acción que está interpretando.” (Schechner, Teatro Ambientalista 334).

BIBLIOGRAFÍA Alcántara, José Ramón. Teatralidad y cultura: hacia una est/ética de la representación. México: Universidad Iberoamericana, 2002. Artaud, Antonin. El teatro y su doble. Barcelona: Gallimard, 1978. Digital. Badiou, Alan. Quince tesis estéticas sobre arte contemporáneo. Zürich - Berlin: Inaesthetik, 2008. Digital. Barba, Eugenio - Nicola, Savarese. El arte secreto del actor: diccionario de antropología teatral. La Habana: Ediciones Alarcos, 2007. Físico. Celdrán, Carlos. Volvernos a poner la mordaza Edgar Ariel. 22 de Julio de 2019. Cornago, Oscar. «¿Qué es la teatralidad? Paradigmas estéticos de la modernidad.» Telón de fondo (2005). <www.telondefondo.org>. Danan, Joseph. ¿Qué es la dramaturgia? y otros ensayos. México: Paso de Gato, 2012. Digital. Davis, Tracy C. y Thomas Postlewait. “Theatricality: an introduction”. Theatricality. Theaterr and performance theory. Cambridge: Cambridge University Press, 2003. Dieguez, Ileana. Escenarios Liminales. Teatralidad, Performances y Política. Buenos Aires: Atuel, 2007. Etimologías de Chile. 19 de 8 de 2019. <http://etimologias.dechile.net>. Evreinov, Nikolai. El instinto Teatral. 16 de Agosto de 2019. <http://sobreteatrototopo.blogspot.com/2009/09/el-instinto-teatral.html>. Féral, Josette. Teatro, teoría y práctica: más allá de las fronteras. Buenos Aires: Galerna, 2004. McLuhan, Marshall. Comprender los medios de comunicación. Buenos Aires: Paidós, 1996.

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Pavis, Patrice. Diccionario del Teatro. Vol. I y II. La Habana: Ediciones Cubanas, 1988. Prieto Stambaugh, Antonio. «¡Lucha libre! Actuaciones de teatralidad y performance .» (Ed), Domingo Adame. Actualidad de las artes escénicas. Perspectiva latinoamericana. Veracruz: Universidad Veracruzana, 2009. 116 143. Real Academia Española de la Lengua. Diccionario de la Lengua Española. 19 de Agosto de 2019. <https://dle.rae.es>. Sánchez José Antonio, Belvis Esther Editores. No hay más poesía que la acción. México D.F.: Paso de Gato, 2015. Schechner, Richard. Performance. Teoría y prácticas interculturales. Buenos Aires: Libros de Rojas, 2009. —. Teatro Ambientalista. México: Árbol Editorial S.A, 1988. Taylor Diana, Fuentes Marcela - Selección. Estudios avanzados de performance. México: Fondo de Cultura Económica, 2011. Van Fraassen, Bas C. Scientific Representation: Paradoxes of Perspective. Oxford: Clarendon Press, 2008. Villegas, Juan. «Para la comprensión del teatro como construcción visual.» Gestos (2000): 50 - 65.


ÍNDICE DE AUTORES Martínez Marco

8 - 11

Jaramillo Diego

12 - 15

Dawi Ariel

16 - 19

Palomeque Patricio

20 - 23

Cazar Katya

24 - 25

Cuesta Alexandra

297 - 321

Urdiales Priscila

322 - 327

Vallejo Suamy

328 - 335

Méndez Janneth

336 - 347

Eduardo Dúran

348 - 349

Peña Amaranta

350 - 357

Narrativa Proyecto Clara Rocío Pozo

27-29

Martínez Ángeles

30 -33

Araya Sandra

34 - 35

Vela Oscar

36 - 41

Heredia María Fernanda

42 - 45


Mora Toral Genoveva

46 - 49

Pons-Páez María Verónica

50 - 53

Chávez César

54 - 55

Neira Ruiz Verónica

56 - 57

Neira Malo Juana

58 - 61

Vásconez Carlos

62 - 67

Jara Jaramillo Jhony

68 - 71

Stornaiolo Silvia

72 - 77

Marín Sevilla Desirée

78 - 79

NARRATIVA Aguirre Andrade Francisco

80 - 111

Dávila Vázquez Jorge

112 - 119

Quiroga Luis

120 - 145

Cárdenas Espinoza Eliécer

146 - 149

Mora Toral Genoveva

150 - 155

Zapata Cristóbal

156 - 159

Schwalbe Inés

160 - 165

Muñoz Israel

166 - 173


Correa María Augusta

174 - 183

Aguilar Luis Felipe

184 - 187

NOVELA GRÁFICA Patinho Fabián

188 - 193

DRAMATURGIA Luna Isidro

194 - 209

Estrella Juana

210 - 223

Carrasco Diego

224 - 233

Petroff Mabel

234 - 241

Petroff Iván J.

242 - 259

Ortega Diego

260 - 277

Astudillo Michelle

278 - 295

ENSAYO Rojas Carlos

359 - 399

Aguilar Felipe

400 - 407

Suárez Cecilia

408 - 429

Cordero Marialeja

430 - 443

Carrasco Diego

444 - 457



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