Editorial Isidro Luna El teatro existe ante todo como memoria de lo que vivimos, de lo que sentimos, de la forma en que existimos. Memoria colectiva que se deshace en un sinnúmero de fragmentos, cada un lanzado sobre su propia perspectiva, cayendo en su propia tangente de aproximación infinita al mundo real. Recuerdo fijado en la sociedad que el teatro y la danza insisten en contarlo una y otra, de mil maneras posibles. Recuerdo vivo proyectado hacia delante, que nos muestra hacia dónde ir, que nos abre las puertas de mundos posibles que esperamos o que quisiéramos habitar en algún momento. Retorno al pasado únicamente para preguntarnos cómo percibimos el futuro. En el teatro siempre está en obra y en juego el destino de la colectividad, como pregunta, como cuestionamiento. Sin embargo, en el caso ecuatoriano, el teatro que es memoria no tiene su propia memoria, carece de un registro continuo de lo que pasa, de los eventos, de los textos, de los actores, y dramaturgos que la transitan. Por eso El Apuntador, desde su concha imaginaria quiere instalarse, no para corregir sino para hacer un registro crítico y sistemático de lo que sucede en la escena ecuatoriana, con la finalidad de empezar primero un reconocimiento de lo que somos y permitir que ese colectivo del cual formamos parte, nos reconozca como su memoria puesta en el escenario.
CRÍTICA UN VISTAZO AL TEATRO EXPERIMENTAL
Genoveva Mora Toral Festival es fiesta, algarabía, ocasión especial y singular en la que se reúnen amigos, enemigos también, se divierten, se encuentran, confrontan y se lucen unos frente a otros. La vivimos recientemente en Escenario 2004 que cumplió en muy buena medida las expectativas, pero, desafortunadamente algunos quedaron excluidos. ¿No sería mejor tener salas llenas con entradas baratas, que teatros a medio llenar con entradas costosas? Pero, al César lo que es del César, vimos muy buen teatro, teatro danza y con menos brilla la última noche que tuvo como protagonista a la Nacha, demasiado vedette para cerrar un festival de teatro experimental. El encuentro abrió con un espectáculo cautivante que dejó al público conmocionado, una muestra distinta que cuestionó el mismo rito
teatral, la condición de actores frente a la espontaneidad de personajes naturalmente entregados, Pippo del Bono y su obra Guerra.
Los brasileños, otro evento de mucha calidad, nos convidó con una fusión de dos culturas. Tomó de oriente el lenguaje del silencio y el diálogo del cuerpo, mezclado con el ímpetu de una cultura que vibra y vive a un ritmo seductor: ShiZen, 7 Cuias. Tetaro Yohangza de Corea probó que la palabra no es la protagonista en el teatro, que bien puede ser reemplazada por el gesto preciso. Un elenco que entregó un espectáculo impecable, limpio, combinado con la música sustentada en sus instrumentos tradicionales. La Fronda conminó con una puesta que deja claro que casi cualquier texto puede ser dramático. Trabajo cargado de ironía, cuestionador de un orden que nos deshumaniza y agobia. Con un final contundente, arranca un a sonrisa que esconde el gesto torcido provocado por nuestra “urbanidad”. La Candelaria con Nayra, una creación colectiva que plasma imágenes pero no termina de convocar, el ritual se queda en el camino, y resulta un tanto desarmada. Y, hablando de rituales, la propuesta de la cubana Vivian Acosta decepcionó ampliamente. Los franceses, divertidos pero un tanto triviales, el clown es un género demandante en exceso, y corre el gran riesgo de quedarse en el chiste, podría haber sido algo más elaborado. De lo nacional, varias obras de buen nivel sobresalieron, María Magdalena, Sacrificios del Alma e Informe para una Academia. El primero un monólogo cuya protagonista se sostiene con gran destreza en la interpretación, convoca al público y lo va trasladando a los diversos estados de acuerdo con los avatares del personaje. La obra de Andino, irónica, convoca a espectadores atentos. Estrena actriz joven de gran potencial, Andrea Ordóñez. Dos aciertos, coincidentalmente dirigidos por mujeres: Beatriz Vergara y Viviana Cordero. La obra de Tamara Navas un trabajo limpio, manejo preciso del gesto vigilando todo el tiempo de no caer en lo chistoso, que es justamente un aspecto que le confiere profundidad. A nivel de obras infantiles destacaron dos propuestas de primer orden: El Quijote dirigido por Patricio Estrella y Azul azulado está todo pintado de la Rana Sabia
DE COLOQUIOS Y OPINIONES El Apuntador Durante el Festival “Escenario 2004” se desarrollaron paralelamente coloquios y talleres, pensados como espacios de encuentro entre quienes protagonizan la dramaturgia ecuatoriana junto a los invitados de otros países. En el primer día la temática giro en torno a cómo ven el teatro latinoamericano, las respuestas estuvieron en las voces de Santiago García, hombre de larga experiencia, carismático, irónico y lleno de sabiduría. El grupo Lumen habló de su país (Brasil) y reconoció que aunque existen fallas cuentan con un sistema que los apoya. Patricio Guzmán expresó los grandes esfuerzos por vivir del y párale teatro, y confirmó la ausencia de políticas culturales en nuestro Ecuador. La oportunidad para hablar de la historia del teatro ecuatoriano se dio a través de las voces de Víctor Hugo Gallegos, Patricio Vallejo y Petronio Cáceres, encuentro necesario que brindó un amplio panorama. En la tercera y última sesión, las voces de cuatro dramaturgos: Marco Antonio de la Parra, Viviana Cordero, Peky Andino, Roberto Sánchez y un narrador vinculado al teatro, Abdón Ubidia.
(Foto tomada de Internet)
Santiago García ¡Hay que investigar! Hay que procurar que nos pase como a Eva que se le prohibió acercarse al árbol de la ciencia so pena de perder todos los beneficios que había recibido. La tentación, el demonio que es muy buena persona empezó a joder a Eva, que también es una maravilla, a que averiguara, a que accediera a la fruta del saber, hasta que llega Eva, peca y, ¡claro! Dios se pone enojadísimo porque
lo estaban investigando y los echa… En la invención la investigación es un elemento fundamental porque, de lo contrario, si un o no investiga, resulta inventando lo que otros ya inventaron hace rato. Aún a sí mismo, uno so se puede copiar, se tiene que hacer con astucia y una fullería, como dirían en la Edad Media. El que se copia a sí mismo tiene que despistar al enemigo y decir que lo que uno está haciendo es de otro, como dijo Cervantes cuando escribió El Quijote. ¡Si no se particulariza, jamás el producto que se hace en parte puede ser universal!
(Foto tomada de internet)
Viviana Cordero Mano a Mano…era un guión original que yo tenía para cine, pero en un momento me di cuenta que hay historias que son para cine, otras son para novelas. Ésta era para teatro, así lo visualicé. Fue la experiencia más enriquecedora y maravillosa en mi vida porque fue una puerta que se abrió y yo sabía que entraba para quedarme. Tres fue algo que confirmó mi amor por la escritura y el teatro. Me gusta trabajar con pocos personajes, en ese sentido mi teatro es intimista… María Magdalena nació de un pedido de Juana Estrella. Ella siempre me habló de un personaje que la seducía y de quién yo poco o nada
sabía, sólo lo que había leído en la Biblia, que es casi nada. Empecé a investigar y quedé fascinada, entró para quedarse y hasta ahora cada vez que leo me doy cuenta de lo injusta que ha sido la Historia con las mujeres. Me gusta que mis piezas se sitúen en un lugar concreto del Ecuador, que la gente las identifique. A veces me siento tremendamente frustrada cuando voy por las calles y veo los nombres de los almacenes en inglés. Hay que seguir peleando por este lugar que es nuestro y trabajar íntimamente con los actores.
(Foto tomada de Internet)
Roberto Sánchez: Yo creo que la dramaturgia nacional está atravesando por un buen momento, está saludable. Creo también que se ha logrado conseguir algo, no sólo debido a los autores que están haciendo sus obras, sino al hecho de que están todo vinculados al teatro. Muchos tenemos un grupo, yo ante todo soy actor. Por eso creo que no debo ser quien dirija mis textos, a pesar de que en este momento, por pedido de un grupo de Ambato lo estoy haciendo. La obra es un producto terminado, listo para que otro lo tome y lo lleva a escena y construya un producto nuevo, sea que utilicen los textos tal como están o sirva de pretexto para una versión libre. Los temas que a mí me interesan son sobre el Ecuador pero llevados a cuestionar un centro de belleza, un modelo de lo bueno, lo bello y lo moralmente correcto…
(Foto tomada de Internet)
Marco Antonio de la Parra Cuando digo físico, digo espacio, digo laringe, pronunciación, proyección, música, todo eso que desaparece en la página impresa… La palabra trabajada al borde de la plástica, así me interesa… La palabra tiene que ser mágica, decir “¡Te mato!” en un escenario es muy distinto que solamente decirlo, hay un estado mental que tiene que estar ahí para decir ese texto. Esa transformación, el poder de esa palabra es lo que me concierne. El dramaturgo está siempre desde el escritor hasta el espectador. El espectador hace inevitablemente una dramaturgia porque está borracho, cansado, porque vino con la mujer que no quiere venir, perdió su equipo favorito, porque se enamora en un cierto punto, en un cierto rincón… Recordemos que comparado con el cine está en un plano fijo desde le que puede oír, mirar y perderse en la escena. La influencia de Shakespeare en mi es absoluta. Yo lo primero que enseño a mis alumnos es que hagan como Shakespeare. ¡Plagien! Copien, escriban para taquilla, diviertan a los marineros que entran a puerto… El sueño es el mejor modelo de que todos somos dramaturgos, no dejen de copiarlos. Yo partí haciendo teatro de lo para-teatral, el vodevill, el show, todo lo deleznable, la basura, los programas más asquerosos de la TV. Eso te puede dar algo, lo robas, luego el público lo reconoce y se apropia. Yo trabajo con mucha basura, mi teatro es asqueroso…
(Foto tomada de Internet)
Peky Andino La primera vez, a los ocho años, lo que vi en el teatro fue actores, decorado y público. No vi directores ni escritores. Entonces creía que el teatro era un arte o una fiesta… Luego vino la perversión de las escuelas, de los talleres, de las fórmulas, de las críticas, de las críticas a la crítica crítica, todo lo que a uno le deforma en el camino este de la pureza de la reflexión… Me decía, qué hago para sobrevivir, tal vez, lo ideal hubiera sido ser como Faulkner que para resolver su asunto económico trabajaba en un prostíbulo… Lo más parecido que encontré a un prostíbulo fue la televisión. ¡Creo que el teatro no es ni debería ser coherente con la puta realidad! Si yo no provoco no pasa nada, no me importa el esteticismo, para mi es más importante ver algo como lo que pasó en Kito con K, gente que se salía puteándonos, cosa muy desusada aquí porque tenemos una cultura muy tolerante, porque la obra nos parece un coñazo y no nos vamos… Medea nació de una noticia, a mí, realmente el tema de la migración no me importaba, no me importa. Me importó el tema como una posibilidad de hablar desde un personaje enfrentado al poder. El feminismo me importaba muchísimo menos aún. Lo respeto, lo tolero pero no iba a hacer una obra desde el punto de vista de mujer… Para mí fue un experimento más bien político.
No creo en el teatro como en un sitio exquisito, exclusivo, determinante, sino como en un sitio muy pagano, de entradas y salidas, de abandonos y traiciones, de contradicciones, de asesinatos donde lo único que importa e interesará siempre es el público y el actor, no más. No sé en qué orden, pero nomás, los otros somos un pretexto…
El cine visita al teatro de Zero no Zero
Sacrificios del alma es el estreno del grupo del teatro Zero no Zero. Una vez más, se trata de un texto de Peky Andino. En esta ocasión, la dirección ha estado a cargo de María Beatriz Vergara y en las tablas se han puesto la nariz de clown el autor de la obra y las actrices Andrea Ordóñez y Martha Lucía Ramírez. La puesta en escena de María Beatriz apuesta por lo simple y desecha más de lo que conserva: pocos gestos, pocos objetos. Esos recursos mínimos que escoge son los justos para quitarle un poco de la aspereza y el amargor que tienen varios pasajes del texto de Andino. El autor propone una obra en diez escenas, diez películas que reuda el joven Norman Bates Wayne. Las citas de diversas cintas cinematográficas son frecuentes como la tan lograda a “El hombre elefante”, por mencionar una. ¿Teatro para cinéfilos? En parte: la obra se disfruta más si se conoce un poco la historia del celuloide. Pero, en realidad, se trata de un discurso teatral que, así como recurre al cine, acude a la música. La banda sonora también narra su propia historia con mucho rock clásico de los 70. Cine, música y teatro confluyen en una historia en la que cabe la anécdota personal tanto como la mirada crítica a la sociedad de masas en la dictadura de los payasos que se anuncia en un cuadro de la obra. Aunque el cierro, con una proclama del autor, es innecesario y desdice del resto de la pieza, la obra tiene varios atractivos. El viejo cine donde la familia Bates espera que el tiempo no transcurra más allá de las pantallas se vuelve lugar de ocultamiento de un alcalde corrupto, un político encargado de mantener el espejismo llamado país que la gente necesita para sobrevivir cada día. Y es también el hospital donde un joven abandonado por su madre siete años después de haber dado a luz se encuentra con un hombre que lleva siete años perdido en el hospital, donde llegó con su mujer parturienta. Y es el restaurante de Las Moscas, donde un joven gana el pan mientras busca un empleo como muerto, la más estable de las ocupaciones y el único oficio que uno se lleva a la tumba, según comenta un cliente del salón. Sacrificios del alma ofrece una dosis consistente y entretenida del ácido espíritu crítico de las piezas de Andino. Y la oportunidad de disfrutar de una espléndida actuación, la de Andrea Ordóñez que, sin desmerecer al resto del grupo, se destaca por su precisión y versatilidad.
Esperando a Coyot
Esperando a Coyot, Martha Ormaza, Elena Torres, Valentina Pacheco, Juana Guarderas (Foto tomada de internet)
Genoveva Mora Toral El grupo Patio de Comedias dirigidas por Juan Andrade terminaron la temporada con saldo a favor. Sin duda El Patio tiene ya un público amante de la comedia y el elenco se ha consolidado en este género. La obra se estructura mediante las evocaciones de los personajes involucrados y el relato de una narradora/locutora de algún medio que explota y hace noticia con la ilegalidad y desgracia, ambas en camino, de las tres incautas mujeres que han puesto su vida y sus sueños en manos de don Chendo, personaje invisible que al igual que en el título de su origen, jamás aparecerá. Ellas se instalan en la espera, pero no con la carga de desesperación como en las obras del absurdo, es una guardia más sencilla, mundana, con pocos silencios; más bien llena de voces anecdóticas. Cuatro actrices con experiencia llevan los personajes pero, desafortunadamente, no todos alcanzan a consolidarse. María Luisa (Juana Guarderas) y doña Michi (Valentina Pacheco), oriundas de Loja y del Austro respectivamente, hacen de las suyas, se compenetras con sus caracterizaciones y nos instalan en sus mundos. Valentina, desde el inicio, dibuja con precisión su candidez. Cada gesto la revela y mientras avanza la representación, afianza su empatía con los espectadores, provoca su risa y, al mismo tiempo, logra conmover y convertirse en el retrato de una recatada y sencilla migrante. Hay un buen trabajo gestual y manejo de voz. María Luisa, la lojana, lleva la batuta. Es el centro de la acción, la que entusiasma a sus compañeras en el viaje ideal, en el éxito venido y en
el empeño de mantenerse con esperanza. Así también la energía en la escena, la apropiación del personaje. Juana es una comediante innata, que además tienen completa llegada con el público, por supuesto que no de manera gratuita, sino como reconocimiento de su capacidad actoral. Marta Ormaza, actriz de carisma, hace el papel de la narradora. Sin embargo, en este rol por momentos aparece impertinente en el sentido que no permite que la obra tome un ritmo. De hecho, en la parte final donde se deja más libres a los personajes la representación fluye y las actrices se fortalecen. Elena Torres representa a la costeña, un personaje un tanto discontinuo que en su etapa final alcanza un buen momento. La obra es una parodia que dibuja con rasgos fuertes una situación que la conocemos bien. Juega mucho con la intertextualidad, lo popular y el guión propio, aspectos que la consolidan a pesar de su carácter puramente local.