El Apuntador #2

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Editorial Isidro Luna Una pregunta que late de manera constante detrás de cualquier quehacer teatral es la relación entre teatro y mundo de la vida. Ciertamente, la mirada teatral ha ido más allá de los escenarios y ha sido tomada por la filosofía o las ciencias sociales; basta recordar los enfoques dramatúrgicos o la noción de actor en la sociología. Sin embargo, los contactos del teatro con la vida son todavía más profundos. En las últimas décadas, las estrategias de resistencia de los movimientos sociales, que alcanzan nuevos niveles con la globalización, retoman las estrategias teatrales, performáticas, para enfrentar y responder a la mundialización neoliberal que nos invade por todas partes. Desde los movimientos queer hasta los antiglobalización, todos ocupan los lugares públicos con estrategias teatrales, con enfoques dramáticos, con debates teóricos avanzados sobre el carácter performático de las subjetividades contemporáneas, más allá de la modernidad y la posmodernidad. El teatro sirve de base a las formas actuales de existencia y de relacionamiento en el mundo de la vida, permitiendo que se construya una espectacularidad original, una sociedad del espectáculo, más allá de la sociedad de consumo o de la moda. Estas reflexiones inciden sobre el teatro par acuestionarse hasta qué punto las nuevas tendencias del performance, en los movimientos sociales y en las ciencias sociales, regresan sobre la dramaturgia para interrogarla, para redefinirla, para exigirle la creación de otros vínculos posibles entre teatro y vida.


Spaghettis

(Foto tomada de Internet)

Augusta Pinto Juan Carlos Terán adapta la obra de Aien Chen y prepara unos Spaghettis a la ecuatoriana, versión divertida que anota particularidades que nos identifican. El escenario: una casa de cristal, ordenada, transparente, moderna, sello inconfundible de estatus y pulcritud, se convierte en el primer código irónico de la comedia. Los personajes: un loco con apariencia de cuerdo, una cuerda que termina por contagiarse del loco, y entre mentira y mentira terminan por construir una grande y triste verdad: cuadro patético y realista de la vida matrimonial. La comedia propone un interesante juego metateatral en el que se sustenta el trabajo, porque permite a sus protagonistas convertirse doblemente en actores, esto es, en la obra juegan a que representan, en el escenario juegan con nosotros a mostrarnos cómo se hace teatro, cuán cierto y cuán falso es al mismo tiempo este pacto entre comediantes y espectadores. Y, justamente en este aspecto, cojea, el


ritmo se entorpece en los entreactos y quizá unos “cortecitos” por ahí podrían conferirle un dinamismo más regular y mejor resultado en cuanto a tiempo. Bienvenidos todos los géneros en el teatro, si se hace una comedia que se la haga bien. En general es un buen trabajo de Juan Carlos, quien además confirma sus dotes de comediante. Diana Borja, quien no había caminado por estos derroteros desde Sueños de un seductor, se la ve hoy más sólida en su papel, ella es una actriz con potencial que trabaja constantemente y esos logros aparecen en la escena.

Diana Borja (Foto tomada de Internet)


El oso que no lo era

(foto tomada de Internet)

G.M.T.


Raymond Duque lleva adelante un unipersonal basado en el texto de Frank Tashlin, dirigido por Patricio Guzmán. Una propuesta liviana, juguetona, dirigida a un público amplio, a todos aquellos que deseen entrar por una hora en el mundo de la narración y la fantasía. La obra se sostiene en una estructura lineal con un solo actor que va asumiendo las voces y las figuras de otros personajes que entran en interacción, más bien a nivel de diálogo. En este sentido, está bastante cuidada, así como el uso de objetos que le confieren agilidad. Trabajan también en una relación directa con el público al que, por momentos, le suman a la acción. La fábula está matizada con música y canciones que, de tanto en tanto, las interpreta el protagonista, unas veces en la modalidad de fonomímica y otras con su propias voz. Este recurso no siempre tiene cabida y se lo siente como una forma de relleno. Entretelones es un grupo que se perfila por este tipo de teatro. De hecho, algunas de sus propuestas están en esta línea de la narración fantástica y oral.


20 años del Frente de Danza Independiente

Kléver Viera, Ernesto Ortiz, Cecilia Andrade ( de pie) Josie Cáceres, Wilson Pico, Irina Pontón, Carolina Vásconez (Foto tomada de Facebook, Ernesto Ortiz)

Genoveva Mora Toral Veinte años “bailando” en una búsqueda constante de lenguajes que han ido constituyéndose y que han logrado imprimir ya un sello en los coreógrafos y bailarines que conforman el Frente de Danza Independiente, unos con más años que otros pero todos en el mismo equipo. En este momento los nombres de Terry Araujo, Cecilia Andrade, Ernesto Ortiz, Josie Cáceres, Carolina Váscones, Marcela Correa fijan en nuestro imaginario un “modo” de bailar, una poética


singular. En esta ocasión, son ellos quienes ocupan nuestro comentario. De sus impulsadores, sus maestros, Kléver Viera y Wilson Pico ya hemos reconocido su trabajo.

Ensayo Sillón rojo, Terry Araujo, Carolina Vásconez (foto cortesía C. Vásconez)

Sillón Rojo Terry Araujo presentó una propuesta dinámica construida en un lenguaje mixto: danza teatro, interpretada por tres bailarinas y el coreógrafo. Una pieza interesante, ágil, que sin embargo pierde el ritmo por momentos. La danza funciona con una muy fuerte conexión con el espectador y, mediante una codificación particular, consigue que quien la mira vaya estructurando su interpretación, por eso cuando entra lo teatral tiene que ser de manera precisa y muy teatral; de otra manera causa un efecto contrario, saca al espectador de la propuesta y entorpece la cadencia, como ocurrió en esta muestra, que sin embargo logró buen balance por la calidad de la interpretación, en la que destacó ampliamente Josie Cáceres.


Josie Cáceres (foto tomada de Facebook)

Veintisiete minutos Está interpretada y dirigida por Josie Cáceres, una bailarina de mucha fuerza que se muestra en su mejor momento como intérprete, por eso se siente que en esta pieza se desperdicia su potencial. Asalta una pregunta: ¿Por qué estando en su nivel óptimo insiste en un lenguaje distinto? En este caso, la historia que se cuenta es innecesariamente teatral y larga y con un pecado adicional: no siempre es un acierto interpretar al pie de la letra las canciones. Josie es una bailarina que tiene ya un lenguaje individual, un gesto que le perteneces, hay una escritura corporal propia a la que debería explotar. Pero también sabemos que el camino de las coreografías es largo y complejo y que se construye en la experiencia. Detrás de una coreografía tiene que existir un concepto más que una historia.


Carolina Vásconez (Foto tomada de Facebook)

Danza de piedra Carolina Vácones se arriesga esta vez en una propuesta que alcanza un resultado de calidad. Interpretada por la plana mayor del FDI, logra una coreografía que va creciendo y consolidándose en el devenir de personajes alegóricos, seres que nacen y mueren como en la vida misma. Una danza sustentada en un concepto, un trabajo que se consolida en lo simbólico, funcionan y alcanza presencia. Se aprecia un manejo coherente del espacio en el que los objetos toman sentido y sus personajes también. Se maneja una energía que el confiere mucha presencia al grupo. Una muestra de calidad interpretativa y coreográfica.


Ernesto Ortiz (Foto tomada de Facebook)

Tres disparos en el pecho Es una composición cargada de códigos e indicios que le dan la posibilidad de una lectura amplia. El disparo como un signo de acabamiento, de muerte. Un gesto simbólico que habla de aquellos muchos disparos que constantemente recibimos: morimos y volvemos a nacer. Disparo como un detonante de la condición humana que constantemente vive en el límite, a la espera de un final, unas veces esperado y buscado en otras. Ernesto Ortiz, el coreógrafo, lleva a escena cuatro personajes: tres mujeres vestidas de forma impecable y uniforme pero no idéntica, detalle que da para pensar en una cierta similitud con el comportamiento femenino, que en esta propuesta coinciden como las artífices y ejecutoras de la muerte; y un personaje masculino, de apariencia enigmática, que se convierte en el centro de atención. Narrada con un lenguaje corporal cuidado y preciso, buen nivel técnico sobre todo en la interpretación de Ana María Pális y Sofía Calderón. Esteban Donoso da cuenta también de un progreso importante en su trayectoria, logra transmitir con su gesto esa suerte de no presencia de su personaje, maneja su cuerpo con la misma cadencia de su espíritu. Tania Santana, a pesar de tener un rol menor, imprime carácter a su interpretación y se instala en un papel de complemento y de espera incansable. Y hablando de tiempo, una obra demasiado larga…


Cecilia Andrade (Foto cortesĂ­a C. Andrade)


Caoidea Mucho ímpetu y limpieza destacan en este trabajo en el que la bailarina Cecilia Andrade pone de manifiesto su nivel técnico e interpretativo. Una explosión de energía que da cuenta del nombre que, dicho sea de paso, se confirma en el trayecto. Propone una idea que no alcanza a consolidarse. Aparecen, de inicio, unas figuras entre fantásticas y alegóricas que no consiguen tener presencia, la propuesta no se arma y quedan muchas cosas sueltas. Confirmamos, una vez más, que impecables interpretaciones no bastan para sostener una coreografía. ¡El trabajo tiene que ser integral!


Irina Pontรณn


Histeria blanca Irina Pontón es la protagonista y responsable de este cometido. También una transeúnte joven que empieza por el difícil camino coreográfico. Lo primordial no es la historia que se cuenta, en la danza hay que hacerlo con el cuerpo, y aquí se detiene demasiado en lo teatral, que no es su fuerte. Hay aciertos, como el manejo del muñeco, bien integrado a la propuesto, pero mucho desperdicio de su potencial de bailarina, que otras interpretaciones confirmaron su nivel.


Black Mama, una urgencia

Blak Mama, Patricio Andrade (Foto tomada de Internet)

Alfonso Espinosa Andrade No. No es una representación de la Mama Negra latacungueña en el escenario. Más bien, es una fábula de amores y rencores que, en la urgencia que tiene de ser contada, saca, como de un viejo ropero, los personajes de la pagana celebración para ponerlos a vivir en una serio de situaciones ante las cuales reaccionan según sus goznes: el silencioso ángel, que vuela y mira todo y de todo se aleja; el militar de mirada perversa y gestos hoscos; el presidente, sonreído y saludador. Las acciones suceden, en parte, en el escenario. Allí actores y bailarines, entre investidos y disfrazados, avanzan en el trayecto desde la ternura hasta los excesos de la ebriedad. La otra parte de las acciones sucede en la pantalla al fondo del escenario. Un montaje de vídeo ofrece secuencias, ambientes, fragmentos de un relato en el que la gente entra y sale del armario que sirve como única escenografía, en el que se miran calles y caminos abandonados, motes y aparecidos.


La propuesta, con guión y dirección de Miguel Alvear, producida por Patricio Andrade, Propudanza y Wilman Chicha, se define como un ensamble de acción coreográfica, visual y musical creado y concebido en “MAAC CINE” y “OCHO Y MEDIO”. El nivel propositivo es el más destacado de la pieza, que tiene el mérito de correr el riesgo de probar, de experimentar.

Blak Mama, Pepito Alvear (Foto tomada de Internet)

La realización tiene altibajos. Un ángel muy bien logrado, preciso y delicado en su movimiento, contrasta con varios pasajes de coreografía que aparecen repetitivos y “sucios” en su presentación. Acaso es un problema de insistir sobre los aspectos más evidentemente “polémicos” o “provocadores”. Así, la escena sexual hacia el final de la pieza termina siendo larga y poco eficiente. El vídeo, por su parte, es más consistente y mejor organizado en su discurso. A caballo entre la danza moderna, la danza teatro y la vídeo danza, Blak Mama da cuenta del posible aprovechamiento que creadores no necesariamente vinculados al mundo de las tablas pueden hacer


los recurso escénicos. Por otra parte, evidencia las potencialidades que para el universo dancístico y teatral ofrecen los lenguajes plurales del arte contemporáneo. La pregunta que queda es si la inquietud, tan urgentemente contada, tendrá continuidad con otros procesos que vayan consolidando y asentando más la propuesta. Dirección: Patricio Andrade, Miguel Alvear Intérpretes: Cecilia Andrade, Yuli Endara, Ana María Palis, Patricio Andrade, Byron Paredes, Pepe Alvear.


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