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Sumario

Mitos y verdades sobre el origen del VIH

Waldo H. Belloso

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El VIH es un lentivirus de la familia de los retrovirus que afecta a los seres humanos comprometiendo al sistema inmune y es la causa del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), la pandemia contemporánea más trascendente y, al decir de muchos especialistas, la peor catástrofe sanitaria que la humanidad ha debido enfrentar en toda su historia.

En muy poco tiempo desde su aparición el VIH se difundió por todo el planeta, favorecido por los transportes y la globalización, y hoy más de 40 millones de personas se encuentran infectadas por el virus en el mundo, más de 26 millones han muerto y la epidemia se encuentra lejos de ser controlada (1).

El epicentro de toda esta situación se encuentra en África, en donde se concentra alrededor del 70% de los casos de sida y en donde mueren más de dos millones de personas anualmente – la mayoría de ellas de entre 25 y 35 años de edad-, fundamentalmente por no acceder a los tratamientos antirretrovirales de alta eficacia que han demostrado dramáticas reducciones en la morbimortalidad vinculada al VIH y han cambiado verdaderamente el curso de le enfermedad en los países que los proveen. Existen áreas del África subsahariana en las que la prevalencia de infección por VIH es de entre 25 y 30% y la esperanza de vida al nacer no excede los 40 años como consecuencia de la infección.

Se estima que en Argentina hay en la actualidad más de 120.000 personas infectadas por el HIV, de las cuales alrededor de 20.000 han sido efectivamente diagnosticadas y notificadas al Programa Nacional de Sida (2). Este hecho contribuye a sustentar la trágica paradoja por la cual la epidemia continúa avanzando en nuestro país –al igual que en el resto de los países en vías de desarrollo- a pesar de existir acceso a la medica

Las victorias tienen muchos padres, las catástrofes son huérfanas.

ción antirretroviral garantizado por ley (3).

Existen al menos dos variantes principales de VIH que producen sida: el VIH-1 –distribuido en todo el mundo-, y el VIH-2 localizado principalmente en algunas regiones de África central. Existen 3 grandes grupos de virus VIH-1 (M-main, O-outlier, y N-ninguno de los anteriores), y al menos 6 grupos de VIH-2 (4-5).

El grupo M del VIH-1 es el responsable de la epidemia mundial de sida, subdividido a su vez en 10 subtipos virales (A a J) que presentan una considerable diversidad genética entre sí y una distribución geográfica característica (siendo el subtipo B y el subtipo recombinante B-F los más prevalentes en nuestro país) (4, 6-7).

El Grupo O comprende pocos casos (5%) localizados fundamentalmente en Camerún, Gabón y Guinea ecuatorial, mientras que el N se observó solamente en muy pocos individuos en Camerún (8-9).

Esta epidemia se encuentra actualmente en su primer cuarto de siglo de historia ya que los primeros casos fueron observados por médicos de Nueva York y de San Francisco en el otoño de 1981, en grupos de hombres homosexuales y posteriormente en usuarios de drogas intravenosas. Estos pacientes presentaban infecciones oportunistas extremadamente raras o neoplasias particulares en el curso de su evolución –habitualmente hacia la muerte- que hicieron considerar la posibilidad de la existencia de una nueva enfermedad, que en ese momento no tenía siquiera nombre y cuya causa era completamente desconocida.

¿Podría tratarse de una infección venérea? ¿Afectaba solamente a grupos particulares de la población? Poco tiempo después, en 1983, gracias al trabajo de investigadores del Instituto Pasteur de París bajo la dirección de Luc Montagnier y de los Institutos Nacionales de la Salud de los EEUU dirigidos por Robert Gallo –en una historia no exenta de intrigas y vanidades- se logró identificar al agente causal, un retrovirus que recibió la denominación de Virus de la Inmunodeficiencia Humana o VIH (10-11). Esto permitió reconocer e identificar anticuerpos específicos dirigidos contra el virus que desde ese momento y hasta nuestros días constituyen los pilares fundamentales del diagnóstico de la infección y abrió el camino para encontrar y desarrollar fármacos antivirales específicos.

Esta es la parte de la historia que más se conoce y que fue reflejada en medios gráficos, documentales y hasta largometrajes como “Y la banda siguió tocando” basado en el libro del escritor Randy Shilts (12).

Pero la pregunta que surgió desde los inicios de la epidemia y derivó en una pléyade de teorías y suposiciones fue: ¿cuál es el origen de esta enfermedad? Desde un castigo de la Providencia destinado a personas con conductas particulares, un descuido originado en un laboratorio de la CIA o hasta un enviado del espacio exterior que llegó a la tierra en la cola de un cometa las explicaciones más originales y más descabelladas llenaron durante años ese vacío del conocimiento.

Pero entonces, sin caer en suposiciones infundadas ni extravagancias del pensamiento: ¿cuál es el verdadero origen del VIH y del sida?

¿Se trata de una condición propia de los seres humanos o es una enfermedad transmitida desde otras especies? ¿Se trata de una zoonosis? ¿La aparición de la epidemia se debe a actos propios de la naturaleza o a acciones humanas? ¿Puede la medicina moderna haber contribuido inadvertidamente a la aparición de uno de sus más temibles enemigos?

Mapa de Camerún

Vista del Río Sanaga

En 1959 un marino originario de Manchester falleció a causa de una extraña enfermedad con características similares a lo que después se conoció como sida, y aparentemente en muestras conservadas de tejidos se detectó posteriormente la presencia del VIH; aunque la autenticidad de este hallazgo nunca pudo ser completamente confirmada y fue refutada por expertos virólogos que alegaron la posibilidad de contaminación posterior de dichos tejidos.

Varios indicios apuntaban al África central como el lugar en donde se podría haber originado la transmisión del VIH. En 1986 un grupo de investigadores descongeló 1213 muestras de plasma recolectadas en África a partir del año 1959 por equipo de científicos norteamericano y Europeo liderados por el Dr. Joseph Vandepitte de la Universidad de Lovaina con el objetivo original de analizar la prevalencia de enfermedades hematológicas e infecciosas (13). Una de estas muestras analizadas, denominada L-70, resultó positiva para VIH-1 por pruebas de inmunofluorescencia, western blot y radioinmunoprecipitación. La “L” indicaba la proveniencia: Leopoldville (actual Kinshasa) y correspondía a un varón adulto aparentemente sano de la tribu Bantú que fue tomada sólo un año antes que el Congo Belga comenzara a transformarse en la República Democrática del Congo. Existe consenso actual en reconocer que esta es la evidencia confirmada más antigua disponible de una persona infectada por el VIH-1.

Posteriormente esta muestra fue analizada genéticamente, demostrándose que su secuencia virológica colocaba a esta cepa muy cerca del nodo ancestral de los subtipos virales B, D y F dentro del Grupo M, indicando que la introducción del VIH-1 en humanos podría tratarse de un episodio único ocurrido no más de 10-20 años antes de 1959 (14). Los factores determinantes de la diseminación del virus permanecen aun poco claros y serán el motivo principal del resto del presente texto. Si el virus –como se cree- provino originalmente de áreas del sur de Camerún, es posible que el intenso transito comercial y de pasajeros a través del Río Sanaga haya contribuido a su llegada a Kinshasa; mientras que el acceso a transporte público, el aumento de la densidad poblacional, la existencia de conflictos bélicos en la región y posteriormente el creciente acceso a los viajes internacionales y la mayor frecuencia de contactos sexuales ocasionales incluyendo la revolución sexual gay de fines de los 70 y principios de los 80 pueden haber sido elementos decisivos para la propagación inicial en África central y posteriormente con increíble velocidad al resto del mundo (15-17). Lo cierto es que a partir de ese momento y hasta nuestros días el VIH fue transmitido de persona a persona, fundamentalmente por contacto heterosexual.

La posibilidad de un único ancestro viral de toda la epidemia y quizás de un único origen epidemiológico fue perseguido durante los primeros años del estudio del sida. Incluso durante algún tiempo el CDC (Centro de Control de Enfermedades de los Estados Unidos) consideró la existencia de un “paciente O” o “Paciente Zero” como fuente primaria de la epidemia en EEUU. Un periodista relacionó estas investigaciones con un asistente de vuelo canadiense fallecido en 1984 (Gaetan Dugas) quien había tenido múltiples parejas sexuales. Durante cuatro años se consideró a Dugas prácticamente como la causa de la epidemia hasta que el CDC admitió que habían existido errores metodológicos en sus consideraciones y que no se podía rastrear la llegada del HIV a una sola fuente.

Como en todas las grandes catástrofes una de las reacciones iniciales es la búsqueda de culpables o -al menos- de alguien a quien culpar.

Papá mono

Los lentivirus tienen un genoma compuesto por ARN de cadena sencilla y se caracterizan –como su nombre lo indica- por producir enfermedades de muy larga evolución. Se han encontrado lentivirus que afectan animales muy variados como gatos, ovejas, caballos y cabras.

Sin embargo, el lentivirus más interesante en relación al origen del VIH es el virus de la inmunodeficiencia simiana (SIV) que afecta a algunos tipos de monos.

Ya a fines de la década del 80 se tenía conocimiento que el VIH-2 era un virus genómicamente indistinguible y filogénicamente muy relacionado con el SIVsm que se encuentra en el Mangabey fuliginoso (Cercocebus atys, Sooty Mangabey, Mangabey de collarete blanco o Mono verde) del África occidental (18). Este dato alentaba la idea de un origen simiano del VIH-1, aunque la identificación de su reservorio primate era mucho más difícil de establecer.

En 1999 la Dra. Beatrice Hahn de la Universidad de Alabama en EEUU publicó un artículo fundacional en la revista Nature, revelando el hallazgo de un tipo de SIV prácticamente idéntico al VIH-1 desde el punto de vista genético (19). El estudio de secuenciación genética de cepas de SIV cpz (el virus simiano encontrado en chimpancés) reveló que todas las cepas de VIH-1 que afectan a los seres humanos, incluyendo los grupos M, N y O se relacionan filogénicamente con una misma estirpe viral encontrada en la subespecie de chimpancé Pan troglodytes troglodytes del África central. Las áreas en las que habita este animal coinciden con áreas de Chimpancé portador de SIV

endemicidad de los tres grupos de VIH-1.

Este hallazgo sustentó la idea aceptada actualmente que indica que el huésped y reservorio primario del VIH-1 es el P.t. troglodytes, y que a partir de este reservorio natural se produjeron al menos tres episodios independientes de transmisión interespecie (una por cada grupo primario).

La evidencia acerca de la existencia de transmisión zoonótica se basó en similitud genómica, relación filogenética, prevalencia en el huésped natural, coincidencia geográfica y posible existencia de rutas de transmisión.

Posteriormente pudo determinarse que el SIVcpz apareció como un producto recombinante de ancestros de SIV presentes actualmente en mangabés de coronilla roja y Cercophitecus del África occidental (20-21).

Pero el hecho que distintas especies de simios sean identificados como portadores de virus potencialmente mortales para los humanos no es suficiente como para explicar la transmisión interespecie. Dado que el origen del virus de los chimpancés provino inicialmente de otras especies de monos, la posibilidad de salto interespecie existe claramente, pero deben concurrir asimismo conductas humanas que favorezcan el traspaso de esta barrera.

Existen distintas teorías acerca de la ruta de la adquisición del retrovirus a partir de sus huéspedes originales, algunas de ellas sustentadas por evidencia científica, otras de ellas ba

Mangabey fuliginoso (“mono verde” africano)

sadas en investigaciones periodísticas. Y en muchos casos la prensa actuó como formadora de opinión, no siempre con la rigurosidad documental que el caso requería (22-23). Hacia principios de 2002 el New York Times tituló “La carne de chimpancé culpable de la epidemia de SIDA”, y el Daily Telegraph “El sida comenzó en humanos que comían chimpancés” (24). Sin embargo la explicación más probable es la existencia de contacto casual entre la sangre de animales infectados y la sangre de seres humanos.

Si aceptamos que se produce una transferencia de virus entre los animales y el hombre, entonces estaríamos en presencia de una zoonosis.

¿Es el sida realmente una zoonosis?

En base a los descubrimientos anteriormente referidos, durante mucho tiempo sidasido interpretada como una zoonosis, aunque esto nunca haya sido probado científicamente, y en realidad esta visión puede ser seriamente cuestionable. Si bien se conoce bastante sobre el origen del VIH, poco y nada se conoce sobre el origen del sida. La búsqueda del origen no se agota en el descubrimiento de la fuente. Se debe llegar a entender cuáles son los mecanismos adaptativos que tienen lugar en el nuevo huésped para dar lugar (o no) a una enfermedad emergente. Más allá de una cuestión semántica esta distinción es muy importante a la hora de estudiar los procesos por los cuales los virus animales pueden producir epidemias y hasta pandemias (25). En el caso del sida la matanza indiscriminada de monos serviría para comprometer aún más la supervivencia de varias especies de primates en riesgo de extinción pero seguramente no tendría impacto alguno en prevenir la diseminación de la epidemia entre los seres humanos. Una de las actividades en las que puede existir contacto entre humanos y grandes cantidades de sangre de simio potencialmente infectada es la cacería de animales salvajes para alimentación o comercio de la carne (en inglés: “bushmeat”). Sin embargo el sida emergió bien entrado el siglo XX a pesar que los seres humanos han estado expuestos a la carne de simio cazado por miles de años. Si el sida fuera una simple zoonosis debió haber aparecido en África mucho antes y debió haber Vale la pena profundizar un momento sobre algunas definiciones: Zoonosis: enfermedad de animales (vertebrados) que puede ser transmitida al hombre bajo condiciones naturales (ej: brucelosis, rabia). No existe evidencia alguna de que la adquisición de sida se produzca directamente a partir de una fuente animal. Zooantroponosis: zoonosis normalmente mantenida por humanos pero pasible de transmisión a otros vertebrados (ej: amebiasis). Anfixenosis: zoonosis mantenida en la naturaleza por el hombre y por animales inferiores (transmisión hombrehombre y animal-animal).

A pesar de la extensa exposición sólo existe evidencia sobre 11 episodios de transmisión interespecie en los últimos 50 años, de los cuales sólo 4 generaron cepas epidémicas (los grupos M y O del VIH-1 y los grupos A y B del VIH-2). Esto significa que la transmisión interespecie es necesaria pero no suficiente para generar una epidemia. Este concepto no es desconocido en la naturaleza y en otros casos como el virus de la influenza aviar el salto entre especies produce habitualmente patógenos relativamente débiles e incapaces de generar epidemias humanas de gran escala (27). De hecho la transmisión experimental interespecie entre monos del SIV produce frecuentemente cepas no patogénicas y eventualmente la eliminación de la infección. La inmunodeficiencia es muy rara entre primates infectados con SIV y su eventual desarrollo demora más que el tiempo promedio de vida del animal, lo cual refuerza el concepto que se requirió un cambio en el potencial patogénico de la cepa original de SIV para resultar virulenta en un nuevo huésped (28). Por otro lado la exposición accidental de humanos al SIV produjo en algún caso la eliminación directa del virus o bien una infección persistente asintomática, lo cual agrega evidencia respecto a que la transmisión cruzada del SIV requiere una adaptación posterior a su nuevo huésped para presentar una replicación eficiente y poder desencadenar enfermedad. Esta explicación se sustenta también en el hecho que el genoma humano presenta muestras de exposición a otros retrovirus y retroelementos a lo largo de toda su evolución (29)

Por lo tanto puede concluirse si bien el origen del HIV es el SIV, el sida no es una verdadera zoonosis, sino una enfermedad humana de origen zoonótico. Y tanto para el sida como para otros virus como el Ébola o el virus de la influenza aviar no conocemos prácticamente nada acerca de los factores que desencadenan epidemias o pandemias a partir de un virus de origen animal.

Nativos comiendo carne de animal de caza furtiva (“Bushmeat”)

Principales teorías sobre el origen del sida

Teoría de los “cazadores” Esta teoría –que cuenta con la mayor aceptación generalsostiene que la transmisión del SIVcpz a los humanos se produjo como resultado del contacto de sangre con heridas o cortes durante la cacería furtiva de chimpancés. Habría existido posteriormente una adaptación del SIV a su nuevo huésped, produciendo en la mayoría de las ocasiones una cepa no patógena subsecuentemente erradicada. Pero en algunas ocasiones puede haberse producido una adaptación que permitió la persistencia, infección y transmisión en humanos. Recientemente se ha demostrado la existencia de nuevos saltos interespecie de otros retrovirus simianos (el virus espongiforme y el virus T-linfotropópico) entre primates no humanos y cazadores del África central, lo cual brinda mayor sustento a esta teoría (30-31). Entre los factores sugeridos como favorecedores de la adaptación de los retrovirus –y en particular el SIV– a su nuevo huésped humano se encuentran la deforestación, que puede facilitar las cacerías furtivas, y el acceso al transporte promovido por el levantamiento de las restricciones coloniales a los viajes, el hacinamiento en ciudades y el comportamiento social como fuentes de múltiples pasajes interhumanos o de la posibilidad de recombinaciones virales (32). Entre 1905 y 1940 la población de ciudades como Kinshasa y Brazzaville se incrementó alrededor de 10 veces, y otras 10 veces –de 49,000 a 420,000– entre 1940 y 1961 (33).

Teoría del colonialismo Teoría del colonialismo –también conocida como la Teoría del “Corazón de las tinieblas” por la similitud del escenario descrito con la clásica novela de Joseph Conrad– es una variante de la teoría de los cazadores propuesta en 2000 por Jim Moore, especialista en comportamiento de primates. Durante la época del florecimiento del colonialismo en África, entre fines del S. XIX y principios del S. XX existieron en el África Ecuatorial Francesa y el Congo Belga verdaderos campos de trabajo forzado, donde se mantenía a los trabajadores con demandas físicas extremas, poco alimento y prácticamente sin condiciones sanitarias (34). Más aún, según Moore se los inoculaba con vacuna para viruela o para la enfermedad de sueño sin utilizar agujas estériles y se contrataba prostitutas para la distracción de los trabajadores, creando así numerosas posibilidades de transmisión en una población debilitada. Esta teoría permitiría explicar no solamente la transmisión interespecie sino la acumulación de factores predisponentes para la adaptación del SIV en un momento histórico particular, cercano al momento en que se presume que se originó la enfermedad por VIH (35). La aparición del sida en esta población puede haber sido muy difícil de distinguir en ese contexto en que muchos trabajadores morían precozmente sin asistencia alguna debido a múltiples enfermedades. Como escribe Conrad: “Ellos morían lentamente, eso estaba muy claro. No eran enemigos, no eran criminales, no eran nada terrenal ahora, nada más que sombras negras del padecimiento y la inanición, yaciendo confusamente en la verde penumbra….alimentados con comidas desconocidas se enfermaban, se volvían ineficientes y, recién entonces, eran autorizados a arrastrarse hacia fuera y descansar” (36).

Teoría de las agujas contaminadas Extensión de la teoría de los cazadores que postula que la reutilización de jeringas y agujas en programas de vacunación en África en las primeras décadas del S. XX (y hasta más allá de 1950 cuando en el resto del mundo se extendía el uso de descartables) fue el factor decisivo para la diseminación de partículas virales creando la situación propicia para replicación y mutación del VIH ya adaptado a su nuevo huésped. Entre 1920 y 1935 se llevó a cabo una campaña masiva de vacunación para enfermedad del sueño en las colonias francesas en momentos en que la reutilización de agujas era una práctica corriente. La práctica de la vacunación de “brazo a brazo” para la viruela (inoculación directa de material de vesículas –con la consecuente exposición a linfocitos infectados– involucró a miles de personas desde los primeros años del siglo pasado en distintas áreas del África (35, 37).

Teoría de la Vacuna de Polio En la edición del 19 de marzo de 1992 de la revista Rolling Stone, el periodista independiente Tom Curtis escribió un extenso y polémico artículo acerca del origen del sida en el que sostenía la hipótesis que el origen de la diseminación del VIH podía vincularse a la contaminación de vacunas vivas de polio desarrolladas sobre tejido renal de monos, una teoría ya sugerida cinco años antes por Louis Pascal quien no había tenido éxito en su intento por publicar su trabajo en revistas médicas. En su artículo, Curtis hacía referencia a masivas campañas de vacunación para polio que involucraron a más de 1 millón de personas realizadas ente 1957 y 1960 en la zona del Congo Belga, Rwanda y Burundi, y al hallazgo de contaminación de esas vacunas con un virus simiano, el SV40 a quien interpretaba como un ancestro del VIH (38). Si bien la probabilidad de sobrevida del VIH luego de la ingesta es mínima o nula puede especularse sobre la posibilidad de contacto entre células infectadas presentes en la vacuna y células de la mucosa oral o gastrointestinal, especialmente en el caso de existir lesiones activas que permitan el contacto con la sangre del receptor. Hacia fines de la década del 50 la epidemia de polio se encontraba en su cincuentenario y, debido a su vía de administración parenteral, la necesidad de refuerzos de dosis y a cierto descrédito vinculado a la contaminación de un lote que derivó en la muerte de algunas personas, era claro que la erradicación no sería posible con la vacuna a virus inactivado desarrollada por Jonas Salk. Dos ambiciosos investigadores recientemente emigrados a los EEUU –Albert Sabin y Hilary Koprowski– se embarcaron en una violenta puja por obtener una vacuna oral. Para el desarrollo de esas vacunas se utilizaban células de riñón de mono porque se creía que la utilización de células humanas podría producir un riesgo de transmisión de cáncer. Pero una vez obtenida la vacuna era necesario probarla en una vasta población no inmunizada, algo imposible de encontrar en Norteamérica. Mientras Sabin probó su vacuna, posteriormente reconocida en territorios de la URSS (su patria original), Koprowski, que trabajaba en ese entonces en el Wistar Institute de Philadelphia, aprovechó el desarrollo sanitario creciente del Congo Belga para probar su vacuna en Stanleyville (hoy Kisangani en la República Democrática del Congo) y posteriormente en Leopoldville. El nudo del problema es el tipo de monos que se utilizaron para producir las grandes cantidades de vacuna oral necesaria para las campañas masivas de inmunización. Curtis postuló que si bien en general se utilizaban macacos rhesus (Macaca mulatta) originarios de Asia, en algún momento a raíz de falta de provisión o de conveniencia económica el desarrollo africano de la vacuna para polio utilizó especies locales mucho más accesibles. El artículo indicaba que en las campañas de Koprowski se habían utilizado mangabés fuliginosos (mono verde) para el cultivo de la vacuna, y ese fue el error que derivó en el descrédito de Curtis y la retractación pública por parte de la revista: el mono verde africano no es huésped del VIH-1 (sino como se demostraría después del VIH-2). Sin embargo el área geográfica y el tiempo en que aparecieron los primeros casos de sida coinciden casi perfectamente con los de los experimentos de la vacuna de polio. Y esto persistía en la memoria de un periodista de la BBC, Edward Hooper quien pensaba que la controversia no había sido saldada completamente. Hooper volvió sobre los pasos de la investigación de Curtis, pero en este caso, buscando evidencia sobre la utilización de chimpancés en los laboratorios de Koprowski en el África central. A fines de 1999 Hooper publicó el libro “El río” en el que volcó todos sus años de investigación acerca del origen del VIH y del sida y su relación con la contaminación de vacunas orales de polio (39). La reacción no se hizo esperar: Koprowski negó enfáticamente que se hubieran utilizado chimpancés en el desarrollo de sus experimentos y la Royal Society de Londres convocó a Hooper para una conferencia acerca del origen del sida que tuvo lugar a fines de 2000, la primera vez en que una persona sin formación científica participaba de un debate en la prestigiosa academia alguna vez presidida por Isaac Newton. En esa conferencia se presentaron los resultados de análisis realizados sobre muestras de la vacuna original conservadas en el Instituto Wistar (vacuna CHAT) que demostraban no solamente que no habían rastros del VIH-1 sino que habían sido preparadas utilizando riñones de macacos y no de chimpancés (40-42). Desde el punto de vista científico esto terminaba con la especulación de la diseminación del VIH a partir de la vacuna oral de polio (43). Sin embargo Hooper aún plantea dudas sobre esta evidencia y mantiene su teoría. Se analizaron sólo algunas muestras de vacuna CHAT conservadas en Philadelphia, un sólo lote entre los muchos que fueron utilizados. Es posible también que varios lotes de vacuna fueran desarrollados localmente en Stanleyville para poder abastecer a la enorme campaña de inmunización en curso. Incluso hay evidencia que indica que alrededor de 250.000 vacunas fueron “acondicionadas” en el laboratorio de Stanleyville dirigido por Koprowski y Ghislain Courtois. Y en ese laboratorio se criaban y se experimentaba con chimpancés. No se trata de demonizar a algunos pioneros de la medicina sino de entender la posible ligazón entre un acto indudablemente humanitario y el desarrollo de una epidemia. Curtis escribió: “Como Salk y Sabin, Koprowski tuvo las mejores intenciones. Querían erradicar un flagelo mortal. Pero con lo que sabemos

hoy, existieron algunos puntos oscuros en las aceleradas campañas para conquistar a la polio. Existe evidencia que estos tres pioneros utilizaron vacunas contaminadas con virus de especies similares a las que producen enfermedad en el hombre. Si la vacuna del Congo termina sin ser la forma en la que el sida se inició en los humanos, será porque la medicina ha tenido suerte, no porque sea infalible”.

Teorías conspirativas Existen diversas teorías que sugieren que el VIH es un producto de la “mano del hombre”. Aun hoy en muchas comunidades se siguen sosteniendo como la expresión de una forma deliberada de extermino. Los causantes culpados son tan variados como los métodos propuestos. Hacia 1987 Jakob y Lili Segal, profesores de la Universidad Humboldt de Alemania del Este, propusieron en la URSS que el VIH jamás podría haber evolucionado en forma espontánea y que su aparición involucraba una combinación de dos virus conocidos –el retrovirus visna y el HTLV-1– producida en un laboratorio norteamericano en Maryland. Sin embargo en esa época no existía la sofisticación tecnológica de la ingeniería genética necesaria para tal empresa. La creencia que el VIH tuvo origen en laboratorios de la CIA con el objeto de desestabilizar el mundo occidental circuló durante algún tiempo, impulsada según analistas por agentes de la Unión Soviética infiltrados en Norteamérica. Algunas figuras de la extrema derecha norteamericana adujeron en su momento que el VIH era –obviamente- un producto soviético que había sido introducido en EEUU como parte de la guerra biológica. En sentido inverso incluso la respetada keniata Wangari Maathai, premio Nobel de la Paz 2004 públicamente manifestó su creencia que el virus del sida no tenía un origen natural sino que era un producto de “científicos occidentales” partiVacunación oral antipolio en Africa Central

cipantes de una guerra biológica. Con similar afiliación, William Campbell Douglass escribió el libro “SIDA, el fin de la civilización” en el que señala a la Organización Mundial de la Salud (OMS) -“conducida por comunistas”- como la causa de la epidemia. Esta teoría, basada en manipulaciones, tergiversaciones y falsedades, ha servido durante mucho tiempo como fuente de las creencias de activistas negros y población carcelaria en los EEUU (44). Entre muchas otras aseveraciones Campbell escribe en su libro que el sida“no es una enfermedad de transmisión sexual”, afirmación de impredecibles consecuencias entre personas sin acceso a la evidencia científica. Alan Cantwell sostiene en su libro “El SIDA y los doctores de la muerte” que el VIH es un organismo producto de una manipulación genética por parte de científicos del gobierno de los EEUU y que fue introducido a través de los experimentos sobre hepatitis B que tuvieron lugar en distintas ciudades de los EEUU entre 1978 y 1981. La experta en oncología y sida Matilde Krim comparte la última parte de la teoría de Cantwell aunque cree que se trató de un hecho accidental en lugar de una verdadera conspiración. Gary Glum escribió en su libro “Full disclosure” que contaba con información que indicaba que el VIH fue elaborado en laboratorios de Nueva York y fue diseminado con un claro fin eugenésico en conjunto con las vacunas utilizadas por la OMS en la campaña de erradicación de la viruela en países del tercer mundo. La erradicación de población negra, hispánica y judía es también el propósito sugerido por Leonard G. Horowitz en la teoría sobre la conspiración del VIH presentada en su libro: “Virus emergentes: SIDA y Ébola. Naturaleza, accidental o intencional?” Thabo Mbeki, el actual presidente de Sudáfrica y presidente del Congreso Nacional Africano sostiene que el sida es el resultado de la pobreza, desnutrición y otros factores ambientales, relegando al VIH a un rol a lo sumo como cofactor secundario.

Verdades y consecuencias

La controversia y la aceptación de las teorías acerca del origen del sida no agotan su ámbito a la primacía de las ideas o la elegancia de la retórica. Tienen consecuencias prácticas directas. Permite focalizar las prioridades de los esfuerzos preventivos, incide sobre la forma de atención médica y su aceptación por parte de la comunidad, y orienta la asignación de recursos. Por ejemplo los esfuerzos de los activistas en la lucha contra el sida en Sudáfrica chocan no sólo con las deficiencias estructurales heredadas de los tiempos del Apartheid sino con el escepticismo y la apatía de los actuales gobernantes negros. Es difícil juzgar intenciones manteniendo una visión imparcial pero entre los defensores de las teorías conspirativas sobre el origen del VIH se encuentra seguramente un espectro muy amplio de protagonistas, desde personas bien intencionadas recelosas del razonamiento científico hasta oportunistas profesionales que ven en el planteo de hipótesis arbitrarias el espacio para su provecho personal, que puede ir a su vez desde la notoriedad por la venta de sus libros hasta la promoción de sus tratamientos milagrosos y fórmulas mágicas. Algunos artículos recientemente publicados presentan una nueva magnitud de la consecuencia de las teorías, una magnitud personal. Bogart y Thorburn realizaron una encuesta telefónica a 500 afroamericanos de entre 15 y 44 años residentes en los EEUU para evaluar la prevalencia de la creencia conspirativa sobre el origen del HIV y su relación con la existencia de una actitud negativa respecto del uso de preservativos, práctica promovida por el mismo gobierno presuntamente causante de la epidemia (45). La hipótesis planteada era que la misma sospecha sobre el origen de la enfermedad podría hacer descreer sobre las ventajas del uso de métodos de barrera. Mediante análisis factorial se obtuvo un núcleo de 10 preguntas focalizadas en las principales teorías conspirativas y se preguntó acerca del número de parejas y el uso de preservativos en cada relación vaginal o anal en los tres meses previos. Más del 50% de los encuestados sostuvieron la veracidad de al menos algunas de las afirmaciones interrogadas. Y entre los varones encuestados la aceptación de las teorías conspirativas se asoció significativamente con una peor actitud general frente al uso de preservativos y una menor tasa de uso de preservativos. Esto sugiere que la inclusión de la discusión sobre las creencias conspirativas del HIV/SIDA dentro de las campañas masivas de prevención puede influir sobre la receptividad del paciente a la información brindada sobre el uso de profilácticos y determinar un uso más consistente. Datos de una encuesta callejera anónima realizada entre 1997 y 1998 a personas de Houston, Texas, demuestran que la creencia conspirativa en relación al origen del sida no es privativa de la población afroamericana sino que también se encuentra arraigada en hombres de origen hispano y aun entre la población indicada como “blanca” (46). Tanto a nivel individual como poblacional y cualquiera fuera el motivo o el origen de las teorías conspirativas, la consecuencia práctica es muy clara: existe una clara correlación entre la aceptación de estos mitos y la ausencia de decisiones y acciones preventivas que podrían salvar vidas humanas. La desinformación es aliada de las fabulaciones y la histeria colectiva que conducen a la discriminación de las personas que viven con VIH y producen un indudable perjuicio en la lucha contra esta pandemia. Siempre se debe tener claro que la lucha es contra el virus y no contra sus huéspedes.

Conclusión Humano, demasiado humano

Es posible que nunca logremos saber con certeza cuál fue el origen del sida. Distintos investigadores, periodistas y personajes públicos insisten en sostener sus teorías como verdaderas desestimando a las demás. Sin embargo es probable que la diseminación de esta enfermedad sea el resultado de la concatenación de distintos eventos. Hoy por hoy la evidencia científica es demasiado sólida, la eficacia de los tratamientos antirretrovirales demasiado categórica y son demasiados los muertos por esta epidemia para permitir la banalización de la discusión (47). Pero recapitulando esta historia en la que se conjugan la envidia, la competencia desleal, el ocultamiento de la verdad, la explotación de seres humanos, la experimentación sin controles, la brutalidad con los animales y con el medio ambiente, las consecuencias adversas de la globalización y la discriminación impiadosa, resulta razonable considerar que la emergencia de esta epidemia se trata de un hecho difícilmente casual. Como escribió Conrad: “Repugnante, sí, era bastante repugnante. Pero si uno fuera lo bastante hombre reconocería que dentro de sí mismo habita el delicado trazo de una respuesta …una débil sospecha de que hay un significado en todo eso que uno podía comprender. ¿Y por qué no? La mente del hombre es capaz de cualquier cosa, porque todas las cosas están en ella, tanto el pasado como el futuro”.

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