ÓRGANO DEL INSTITUTO DE HISTORIA DE LA MEDICINA DE LA FACULTAD DE MEDICINA (UBA) ISSN 1666-6682
Diciembre 2011
Nº29
Consultorio del médico Ángel Juan Devoto
(Museo de Historia de la Medicina y la Cirugía "Vicente A. Risolía"-FM/UBA)
CESAR MILSTEIN. UNA AVANZADA EN LA INMULOGÍA BREVE RESEÑA DE LA PRIMERA REVISTA MÉDICA ARGENTINA TUBERCULOSIS. MEDICINA, ARTE Y QUIMERAS EL CENTRO MEDICO DE GUNDISHAPUR
Comentario ario de libro libros
Cirujano era Napoleรณnica por Honigger Lanter
ÓRGANO DEL INSTITUTO DE HISTORIA DE LA MEDICINA DE LA FACULTAD DE MEDICINA (UBA)
VOL. IX - Nº 29 - Noviembre 2011 - Buenos Aires ISSN 1666-6682 Director
Federico Miguel Pérgola
Sumario
Subdirector
César Milstein Una avanzada en la inmunología
Editora
BREVE RESEÑA DE LA PRIMERA REVISTA MÉDICA ARGENTINA
10
TUBERCULOSIS. MEDICINA, ARTE Y QUIMERAS
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El centro medico de gundishapur y su lugar en la historia DE LA MEDICINA
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Promisorio Proyecto Universitario
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Comentario de libros
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Carlos C. Castrillón Laura Pérgola Secretaría
Laura Pérgola Emilce Iervolino Agustín García Puga Comité de Honor
Norma Acerbi Cremades José Emilio Burucua Alfredo Buzzi Alfredo Eugenio Buzzi Alberto Carli Christiane Dosne Pasqualini Jorge Emilio Gallardo Adolfo Kalinov Manuel Luis Martí Alejandro Paladini Norma Isabel Sánchez Florentino Sanguinetti Juan Carlos Stagnaro Adolfo Venturini
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Comite Editorial
Amalia Mercedes Bores Inés Alicia Bores Donato A. Depalma María Teresa Di Vietro Beatriz Kennel Laura Moratal Ibañez
Diseño y diagramación
Eric Geoffroy tel. 15-6281-0595 ericgeof@gmail.com
La revista Médicos y Medicinas en la historia es una publicación trimestral. Registro de la propiedad intelectual Nº 188920. Propietarios Laura Andrea Pérgola y Federico Miguel Pérgola. Impresa en noviembre de 2011. Tirada de esta edición 500 ejemplares. Las opiniones que los autores vierten en los artículos son de su exclusiva responsabilidad y no representan necesariamente las de la revista. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación, aun mencionando la fuente. Esta publicación es una realización de:
EGE - El Guion Ediciones Martín Coronado 358 (Acassuso) Tel: 4792-1132 Celular: 15-5-640-4792 elguionediciones@fibertel.com.ar www.elguionediciones.com.ar
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Prólogo Es lógico que, como la palabra lo expresa, un prólogo sea una apertura, un indicio de qué va a ocurrir luego. Por ello es que antecede a las obras literarias de cualquier tipo. Diversas razones hacen a qué, en este caso, no sea así. La causa de este equívoco reside en que se trata más bien de un agradecimiento y de ninguna manera podríamos abrir el telón de esta nueva etapa de Médicos y Medicinas en la historia con tal título. Porque no cuadra para el inicio de una publicación. Son varias las cosas que debemos aclarar en este sentido. ¿Por qué es una nueva etapa? Hemos volcado Médicos y Medicina en la historia, en forma decidida, a constituirse en órgano referente del Instituto de Historia de la Medicina de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Muchos años atrás este instituto estaba representado por los Anales y las Publicaciones de la Cátedra de Historia de la Medicina. Los tiempos más duros llevaron a la carencia. No dejó de pasarle lo mismo a la revista que Ud. tiene en sus manos, pero un amigo pródigo, uno de aquellos amigos de verdad, con su generosidad pudo paliar el problema y volvimos a la palestra. Hoy la ayuda proviene de Cadime (Cámara de Instituciones de Diagnóstico Médico) de la Fundación
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Instituto para el Desarrollo Productivo y Tecnológico Empresarial de la Argentina y del presidente de ambas Guillermo Gómez Galizia que, además, hizo extensiva esa asistencia a un proyecto sobre investigación médica –que pasará a la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Facultad– y a la edición de un libro de historia de la medicina que está en preparación. Pero para llegar a ese importante auxilio hubo un intermediario de primera: el Dr. Adolfo Kalinov. No es mucho el tiempo de nuestra amistad: aproximadamente medio siglo. Viene del viejo Hospital de Clínicas, más exactamente de la Sala 4, el Instituto de Semiología “Gregorio Aráoz Alfaro”. Adolfo, jefe del Laboratorio de Análisis Clínicos, hizo un culto a la amistad porque fue el más amigo de todos nosotros, el encargado de reunir la gente para todos los eventos, generalmente buenos, en algunos casos penosos. Nos tiende la mano porque es así, buenazo. Nuestro cariño y agradecimiento sé que es su mejor regalo. En el listado de los comités y en los otros miembros del staff están todos aquellos que tienen también en sus motivaciones a la amistad. Federico Pérgola
César Milstein Una avanzada en la inmunología
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por Federico Pérgola
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ientras que un médico, Leloir, recibió el Premio Nobel de Química; un químico, César Milstein, logró la distinción en 1984 en Fisiología y Medicina. El primero había nacido en París y desarrolló toda su labor en la Argentina, el segundo nació en Bahía Blanca, y casi el grueso de sus investigaciones las realizó en Inglaterra. Destinos cruzados que, no obstante, engrandecieron a la ciencia de nuestro país. Ese es el motivo de su mención. Milstein, de padres judíos que emigraron de Ucrania, nació el 8 de octubre de 1927. Los argentinos descienden de los barcos, había dicho el escritor mexicano Carlos Fuentes, aunque en las últimas décadas la inmigración de los países limítrofes le otorgó a la Argentina un mestizaje hasta ahora desconocido. Su infancia y su permanente deseo de aventuras está muy bien recordada por Sinay1: “César no era un chico al que el estudio lo desvelara: su padre lo recordaba como ‘un chico travieso, un poquito rebelde y muy inteligente, aunque no demasiado estudioso’. Le gustaban los deportes y la vida al aire libre. Pero para Mashe y Lázaro (sus padres) ningún esfuerzo era demasiado grande si se trataba de que sus hijos fueran a la universidad y, particularmente con César, estaban bastante preocupados porque era muy inquieto y difícil de manejar […] Sin embargo, apenas comenzada la adolescencia, su vocación ‘apareció de una manera muy extraña’.” Una de sus primas, había estudiado bioquímica y trabajaba en el Instituto Malbrán. Esa disciplina y tal vez su afán de aventuras –viajar a Buenos Aires– despertaron su interés. Sigue la autora citada anteriormente: “En 1944, César Milstein llegaba a la ciudad que había servido de puerta de entrada para su padre casi 30 años antes. La Buenos Aires de mediados de los 40. Tenía que finalizar el secundario y, al mismo tiempo, realizar el curso de ingreso para la Facultad de Química en la Universidad de Buenos Aires. Así explica el mismo César –en un entrevista que le hizo Eliseo Álvarez muchos años después para la emisión de biografías Perfiles– como fue su último año del colegio secundario: ‘Debido a que entré muy tarde, no tenía lugar en las escuelas del Estado y tuve que ira a una muy mala, donde la gente solo iba para recibir el título y pagaban para que los profesores les pusieran buenas notas. Pero a mi me permitió hacer el curso de ingreso y no perder un año’.” Expresa Stoppani2: “[...] cursó la escuela primaria y el Colegio Nacional en Bahía Blanca y en 1945 se trasladó a Buenos Aires para seguir el Doctorado en Química en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Fue un alumno regular, actuó en el Centro de Estudiantes, del cual fue Presidente, y terminó el pre-grado en 1952. Su interés por la bioquímica lo llevó en el mismo año a la Cátedra de Química Biológica de la Facultad de Medicina, entonces a mi cargo. Esa experiencia fue facilitada por mi buena opinión sobre la preparación de los alumnos del Doctorado en Química y también por la recomendación del Dr. Federico Leloir (sic). “Milstein realizó su tesis sobre el centro activo de aldehido deshidrogenasas, investigación que completó exitosamente 6 | Médicos & Medicinas
en 1957. Durante esos años las becas para tesistas eran escasas y difíciles de obtener y, por ello, Milstein debió dedicar parte de su tiempo a trabajar en un laboratorio de análisis clínicos (1950-1956). Pese a esa limitación, su tesis mereció la calificación más alta y un premio de la Asociación Química Argentina. Como padrino de tesis pude apreciar su sagacidad como investigador, su disposición para expresar sus observaciones en términos matemáticos, una excelente habilidad manual, su laboriosidad y la firmeza de sus propósitos”. En 1957, dos acontecimientos marcaron la vida de Milstein: ganó por concurso la incorporación al Instituto Malbrán, allí donde había trabajado su prima, y una beca para trabajar en Cambridge (Gran Bretaña). Postergó la primera y permaneció cuatro años en el exterior para luego comenzar en “el Malbrán” que estaba a cargo, como director, de Ignacio Pirosky. Allí fue Jefe del Departamento de Biología Molecular. “Perdería su puesto en el país cuando el ministro Padilla, durante el interinato presidencial del doctor José María Guido, intervino el Instituto Malbrán y Milstein renunció en solidaridad con colaboradores cesanteados3. “Padilla pretendió exonerar a Pirosky; este acudió a la Justicia y la Justicia, en todas las instancias, incluida la Corte Suprema, declaró la ilegitimidad de la medida, ordenando su reincorporación. Pero las decisiones judiciales tenían consecuencias meramente declarativas frente al estado de subversión institucional que sucedió a la caída de Frondizi. A Pirosky le sucedieron otros diez científicos, y a estos, otros trece colegas, en un gesto de solidaridad. Entre estos últimos, se encontraba el hoy Premio Nobel de Medicina. En 1963, Milstein, se aleja del país, ahora, en forma definitiva. La vieja política agroexportadora exportaba también cerebros, materia prima científica e intelectual. Réditos para los países centrales”4. “La emigración argentina altamente calificada –dice Calvelo5– ha estado ligada desde siempre a la figura de la migración altamente calificada. Durante los años sesenta en un contexto interno de gran convulsión política y social, la emigración de científicos de científicos e ingenieros inició el largo ciclo de la emigración extrarregional argentina, un fenómeno que desde entonces ha registrado importantes cambios y que se extiende hasta nuestros días. La emigración internacional de población nacida en la Argentina ha tenido continuidad, y su evolución ha seguido dos rasgos principales: identificación cuantitativa y diversificación cualitativa. “La emigración argentina altamente calificada ha seguido su curso y constituye uno de los núcleos de interés y análisis en la comprensión de la emigración en el país. Además, se trata de un pasaje central de la historia de la emigración internacional. Ha sido sintomática de los grandes cambios que desde los años sesenta tuvieron lugar en la sociedad argentina, y su concurrencia tiene significativas implicancias, en particular para la política científica nacional. Su correcta evaluación debe tomar en cuenta el diagnóstico del universo mayor del que ella ha formado y forma parte: la magnitud y características del conjunto de los emigrantes
internacionales nacidos en la Argentina”. Milstein emigró hacia un lugar no frecuente de los argentinos: Gran Bretaña. Era muy claro cuando –en el mismo año de la obtención del Premio Nobel– decía porque no había regresado: “Por supuesto que me apasiona la idea de poder viajar con cierta frecuencia (a la Argentina), pero más en calidad de turista que otra cosa. Aquí (Inglaterra) yo he armado mi vida, tengo mis amigos y colaboradores, mi casa. Yo no hubiera querido irme. Yo me formé en la Argentina y sé que si me merezco este premio es también por el esfuerzo que mi país hizo por mí”. Ese “no hubiera querido irme” nos suena doloroso para todos los argentinos, porque nos recrimina cómo botamos nosotros nuestra sustancia gris. Con tal panorama, retornó adonde había sido acogido con interés y beneplácito: el Medical Research Council de Cambridge. Sus estudios en este lugar fueron creciendo en importancia: comenzó con la estructura de las inmunoglobulinas, luego con el mecanismo por el cual los genes de cada individuo ordenan la producción de gran número de ellas y, finalmente, con la fusión de estas células lograron –porque fue un trabajo en equipo– los hibridomas, células que producen los anticuerpos monoclonales. Se repetía entonces una situación casi habitual en nuestro país. Dicen Kohn Loncarica y Sánchez6: “El exilio de intelectuales registra como antecedente lo acontecido en la primera mitad del siglo XIX, cuando por razones estrictamente políticas, en los años de Juan Manuel de Rosas muchos debieron migrar al exterior, en particular a los países
limítrofes y algunos de ellos inclusive a Europa y los Estados Unidos. Sarmiento, Alberdi y Echeverría, son algunos ejemplos”. El 15 de octubre de 1984 –pocos días después de su cumpleaños–, el Instituto Karolinska de Estocolmo, Suecia, dio a conocer a los científicos distinguidos con el premio Nobel de Fisiología y Medicina: Niels Jerne, César Milstein y Georges Koehler7. Un inglés, un argentino nacionalizado británico y un alemán. “Los descubrimientos de Milstein merecen comentario especial, –dice Stoppani8–. En primer lugar, el análisis estructural de las inmunoglobulinas, tema de gran dificultad; demostró que sus cadenas peptídicas resultan de la trascripción de información genética dependiente de genes específicos que ocupan posiciones particulares en distintos fragmentos del ADN, según la hipótesis denominada ‘dos genes-un péptido’. Los fragmentos de ADN que ordenan la estructura de las cadenas peptídicas sufren modificación como consecuencia de procesos de expansión-contracción de los genes. Según ese mecanismo, la trascripción y la traducción de la información genética (DNA RNA proteína) depende de la forma en que se integran los fragmentos de ADN denominados V y J para las cadenas livianas y V, D y J para las cadenas pesadas. La distribución de los genes en los fragmentos correspondientes de ADN se ajusta a diferentes modelos lo que explica la variedad estructural de la inmunoglobulina. Las células productoras de anticuerpos expresan primero la cadena pesada y luego la cadena liviana Médicos & Medicinas | 7
de la inmunoglobulina. La primera molécula de anticuerpo formada queda ligada a la membrana celular y se comporta como un receptor del antígeno, que promueve en esa forma la división celular. De esa manera, las células productoras de anticuerpos específicos se multiplican y diversifican. “Un descubrimiento de fundamental importancia, fue la fusión de células y la formación de los hibridomas. Köhler y Milstein fusionaron células productoras de anticuerpos, los esplenocitos (del bazo) con células de mieloma, un tumor de la médula ósea. Los híbridos resultantes, conservaron las propiedades de las células progenitoras a saber, la capacidad de formar anticuerpos (herencia del esplenocito) y la capacidad de reproducción indefinida (herencia del mieloma). En esa forma, eligiendo células progenitoras adecuadas, pudieron obtener hibridomas capaces de producir inmunoglobulinas específicas, que denominaron anticuerpos monoclonales. Ese descubrimiento fue en cierta manera casual y Milstein remarcaba con su habitual modestia que la simple curiosidad por tratar de comprender cómo funciona un tipo de células del sistema inmunitario les hizo descubrir la forma de producir los anticuerpos monoclonales”. El futuro, costoso y no fácil, sería hallarles la utilidad práctica. En este sentido nos cuenta Dosne Pasqualini9 lo siguiente: “[…] a César Milstein lo recuerdo en una de sus visitas al país en 1994 cuando ambos participábamos en un Comité Asesor Científico del Instituto Malbrán que dirigía Moisés Spitz, un investigador que había trabajado con él en Cambridge. Durante el almuerzo, Milstein nos contaba que ni él ni el Medical Research Council habían patentado el descubrimiento ni habían cobrado un centavo –y hacía un cero entre pulgar e índice– de su método de producción de anticuerpos monoclonales, mientras que las casas farmacéuticas estaban ganando miles de millones de dólares”. En el fondo era parte de su convicción: la investigación era propiedad intelectual de la humanidad y era su legado. Su interés era puramente científico. Algranatti10, que fuera su becario, nos dice así de su personalidad: “Era un hombre que no perdía el tiempo. De hecho, hace casi veinticinco años que, por razones de salud, debía caminar todos los días, y se llevaba un grabador para adelantar comentarios a sus ayudantes o su secretaria. “Pero esas caminatas prescriptas por el médico no eran ajenas a la personalidad de Milstein, que siempre fue muy deportista. En sus repetidas visitas a la Argentina para ver a su familia, que aún reside en el país, nunca dejaba de ir de excursión a la Patagonia, donde le encantaba acampar, sortear rápidos, escalar”. Fue allí, si no nos equivocamos, donde tuvo su primer contratiempo serio de salud, y tuvo que lidiar con problemas circulatorios durante sus últimos veinte años de vida. En la madrugada del 24 de marzo de 2002, en la ciudad de Cambridge, que lo había acogido como hijo propio, César Milstein dejó de existir. Su problema cardiovascular, finalmente, había hecho crisis. Las palabras que en algún momento había proferido resultaron proféticas: “Yo digo que somos campeones mundiales en fuga de cerebros. Y el motivo no es estrictamente cien8 | Médicos & Medicinas
tífico. Lo central es el grado de inestabilidad, de autoritarismo, de irracionalidad en el que ha vivido la Argentina durante tantos años”. En un tono ciertamente admonitorio Stoppani11 expresará: “La vida de Milstein nos deja importantes enseñanzas que, cabe esperar, sean debidamente aprovechadas. Milstein fue el tercer premio Nobel argentino en Ciencias (otros dos Premios Nobel se otorgaron por la Paz y por la defensa de los Derechos Humanos) pero a diferencia de sus antecesores, Houssay y Leloir, Milstein debió realizar su principal obra científica en Inglaterra. Por ello, la calificación de Milstein como ‘Nobel Argentino’ parece infundada. Se debe entonces procurar que nuestros gobernantes aseguren las condiciones necesarias para que en nuestro país, los científicos tengan las condiciones de vida y los medios necesarios para realizar su obra y no deban emigrar, como lo hizo Milstein, a pesar de su intención original de trabajar en la Argentina”. En ocasión de su fallecimiento, Algranatti12, como hemos dicho uno de sus discípulos, dijo palabras llenas de sensatez: “A nadie le quedan dudas de que será recordado indeleblemente en la historia de la ciencia. Su desarrollo de los anticuerpos monoclonales en 1976, que nueve años después le valió el premio Nobel, fue un hito que torció el rumbo de la investigación en el campo de los anticuerpos y que en la actualidad es aprovechado por muchas disciplinas relacionadas con la biología. “Pero a mi me gustaría arriesgarme y afirmar que es una de las personalidades científicas más importantes del siglo XX. Sus investigaciones y descubrimientos son tan trascendentes que estoy seguro de que no me equivoco al incluirlo entre el selectísimo grupo de los diez investigadores más importantes e influyentes del siglo”.
¿Quién y cómo era César Milstein?
Personalmente lo recuerdo, ya personalidad científica laureada con la máxima distinción, cuando nos ilustró sobre genética humana en el Hospital de Clínicas “José de San Martín”, vestido con una camisa tipo guayabera y sandalias, donde con la mayor humildad nos demostró lo grande que era. Coincidía con aquello que me había relatado Stoppani que, cuando preparaba su tesis, el personal lo había confundido con un empleado de la facultad en virtud de su sencilla apariencia. En Cambridge “disponía de dos laboratorios donde colaboraban un inglés, un italiano, un israelí y un argentino. En su laboratorio tomaba mate amargo. Cuando ganó el premio y apareció en un publicación donde se observaba en la foto un paquete de yerba Nobleza Gaucha arriba del escritorio, le llegó un cargamento de regalo […] Era divertido y tenía excelente relación con sus discípulos. Le gustaba el deporte pero nada de fútbol. Hacía treking en la montaña y pedaleaba mucho en bicicleta. El dinero del premio lo aprovechó para encargar una de las dobles, en tándem, especial: él, como su esposa, eran de baja estatura. Nunca habían podido disponer de una bicicleta cómoda, a la medida de ellos. Viajó mucho por Europa, aunque en hoteles comunes y lugares simples. Le gustaban las novelas –había leído y le entusiasmaba la literatura contemporánea
Bibliografía 1. Sinay X, César Milstein, la química de la pasión, Buenos Aires, Capital Intelectual, 2010. 2. Stoppani AOM, “Recordatorios. César Milstein (1927-2002)”, Saber y Tiempo, Buenos Aires, 13: 113-119, enero-junio 2002. 3. Pérgola F, “In Memorian. Nos dejó César Milstein”, Médicos y Medicinas en la historia, Buenos Aires, 1 (Nº 2): 9, otoño 2002. 4. “César Milstein y la destrucción del Instituto Malbrán”, Todo es Historia, Buenos Aires, Nº 211, pp. 77, noviembre de 1984. 5. Calvelo L, “Tendencias y patrones de la emigración argentina entre 1960 y 2010”, en Luchilo L, Más allá de la fuga de cerebros, Buenos Aires, Eudeba, 2011. 6. Kohn Loncarica AG y Sánchez NI, “César Milstein: paradigma de la diáspora científica argentina”, Todo es Historia, Buenos Aires, Nº 425, pp. 6-18, diciembre 2002. latinoamericana– e iba mucho al teatro, al cine y a los conciertos […] Murió del corazón y tuvo una ceremonia laica, con música clásica13”. “Sería injusto cerrar este comentario sin recordar que los talentos argentinos perdidos para el país no son solamente los que han emigrado. Estos, de todos modos, han logrado en muchos casos encauzar satisfactoriamente sus vocaciones y sus afanes y en muchas oportunidades han podido honrar igualmente a su tierra de origen y a los maestros y a las instituciones que los formaron. Por otra parte, un sentimiento sano lleva a preferir que un investigador o un creador puedan brindar su obra a la humanidad antes que esterilizarse entre las fronteras natales. “He ahí, entonces, lo que debe señalarse: hay muchos, muchísimos talentos que pueden considerarse exiliados dentro mismo de la Argentina […] Ellos también han sido víctimas de la inestabilidad y de la inseguridad de la vida universitaria y de las instituciones científicas”14. De todo lo dicho se descuenta que la investigación científica debe ser prioritaria en nuestro país. No existe progreso posible sin la creatividad de sus ciudadanos y sin el apoyo estatal y privado.
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7. “Un argentino ganó el Nobel de Medicina”, La Nación, Buenos Aires, 16 de octubre 1984. 8. Stoppani AOM, “Académico Honorario Dr. César Milstein: su fallecimiento”, Editorial, Revista Fundación Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, 12 (Nº 44): 4-6, junio 2002. 9. Dosne Pasqualini C, “La gran tradición. Houssay, Braun Menéndez, Leloir, de Robertis, Milstein”, Editorial, Medicina, 71 (Nº 1): 94-98, 2011. 10. Algranatti I, “Fue una personalidad del siglo XX”, La Nación, Buenos Aires, 25 de marzo de 2002. 11. Stoppani AOM, “Académico Honorario Dr. César Milstein: su fallecimiento”, Revista de la Asociación Médica Argentina, 115 (Nº 2): 40-43, 2002. 12. Algranatti I, “Fue una personalidad del siglo XX”, La Nación, Buenos Aires, 25 de marzo de 2002. 13. Houssay, Leloir, Milstein. Premios Nobel de la ciencia, Buenos Aires, Aguilar/La Nación, 2006. 14. “El premio Nobel y la ciencia en la Argentina”, Editorial, La Nación, 19 de octubre de 1984. Médicos & Medicinas | 9
BREVE RESEÑA DE LA PRIMERA REVISTA MÉDICA ARGENTINA
Agustín F. García Puga
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or Real Cédula del 13 de abril de 1780, el Rey Carlos III dispuso que en lo sucesivo, en el Protomedicato, se dirigieran y gobernaran con total independencia las Facultades de Medicina, Cirugía y Farmacia. A partir de ese momento se inició un período de desencuentros entre boticarios y médicos, que tuvo su culminación 177 años después, en 1957, cuando finalmente se puso en práctica el dictamen de Carlos III y se procedió a inaugurar la Facultad de Farmacia y Bioquímica1. La resistencia por parte de los médicos con respecto a la independencia de los farmacéuticos de la Facultad de Medicina, estuvo poblada de argumentaciones variadas que, en definitiva, además de provocar situaciones de enfrentamiento no favoreció el crecimiento de la producción de medicamentos en el país. Pese a ello, la Sociedad Farmacéutica Bonaerense, creada el 12 de agosto de 1856 por iniciativa del farmacéutico Bartolomé Marenco2 (La reunión fundacional se llevó a cabo en su local, cito en Reconquista 68), luchó denodadamente por lograr un reconocimiento a su labor que se concretó al quedar reconocida como sociedad en 1858. Para el tema que nos ocupa estos breves antecedentes ilustran sobre la conducta de quienes no evalúan el futuro de las instituciones y anteponen sus caprichos por sobre una visión del progreso creando una brecha que no debería existir. Lo acontecido entre farmacéuticos y médicos es una histo10 | Médicos & Medicinas
ria que ha quedado impresa en las publicaciones de ambos sectores y en periódicos de la época. La Sociedad Farmacéutica Bonaerense, una vez reconocida, comenzó a publicar su órgano de difusión La Revista Farmacéutica, cuyo primer número se distribuyó entre los colegas el 1º de octubre de 1858. A través de sus páginas los redactores y colaboradores tuvieron oportunidad de expresar ampliamente sus inquietudes y reivindicar sus derechos. No sólo publicaban los temas específicos referidos a investigaciones, problemas suscitados en su actividad, informaciones recogidas desde el extranjero y la transcripción de las Actas de sus asambleas, también se incluyeron temas médicos. Por ejemplo, dieron a conocer un trabajo sobre la historia de la medicina en nuestro país3, escrito por el doctor en medicina Nicanor Albarellos, que no completó en esta revista pero que posteriormente sí lo hizo en La Revista Médico Quirúrgica4. Como es sabido, los temas médicos siempre fueron considerados desde un principio en los periódicos editados en el Río de la Plata, pero en ningún caso fueron materia exclusiva. La primera publicación específica dedicada íntegramente a informar sobre temas médicos fue Anales de la Academia de Medicina de Buenos Aires, del 1º de Agosto de 1823, único ejemplar editado en el corto período de su existencia (dos años). Al no existir un órgano especializado en el tema, los perió-
dicos que sucedieron a esta publicación continuaron informando sobre novedades que se producían en ambos ramos, medicina y farmacia. Llegado el año 1864, comienza por primera vez en la historia de nuestro país a editarse una revista que utilizaba la totalidad de sus páginas para informar sobre todo lo que tuviera relación con la medicina y las novedades en materia de sanidad, no sólo del país sino también del extranjero: la Revista Médico Quirúrgica. El primer tomo, impreso en el año 1864, contenía 24 revistas con un total de 442 páginas, en las cuales los redactores informaban sobre experiencias quirúrgicas, afecciones de todo tipo, drogas, trabajos clínicos, endemias, actividad de la Facultad de Medicina, etc. También se ocupaban de la situación del país en materia sanitaria y de los problemas que se suscitaban con los médicos en lo que hace a sus ingresos y la situación crítica en que quedaban sus familias al final de su vida. Asimismo, además de comunicar las novedades producidas en países extranjeros sobre los temas mencionados, ocuparon muchas páginas las noticias sobre la actividad de los farmacéuticos publicando artículos firmados por reconocidas figuras de esa actividad, como los doctores Miguel Puiggari (español), Pedro Banon (argentino), Charles Murray (inglés), entre otras notabilidades. Es obvio que primó la altura de miras en ambas sociedades, la farmacéutica y la médica, al brindar espacio a los profesionales que pudieron opinar con absoluta libertad no sólo
de sus actividades, sino también, y esto es lo más importante dada la situación planteada anteriormente, comentarios críticos al respecto. Este primer tomo, editado en la imprenta de Pablo E. Coni, Perú 101/107, Capital Federal, estuvo redactado por los doctores Ángel Gallardo y Pedro Mallo. En su declaración de principios (Nº 1, 8 de abril de 1864), decían lo siguiente: “Llevados de un sentimiento de amor a la ciencia y al progreso hemos acometido la ardua y difícil empresa de publicar un periódico de Medicina y Cirugía. “Falta, en medio de la ilustración que sobre nuestra Patria se difunde, una publicación médica que revele al mundo y a nuestros conciudadanos que la medicina, entre nosotros progresa a la par de las demás ciencias y artes. “La Revista Médico Quirúrgica velará por los intereses de nuestro colegas, tenderá a realzar la justa estima que tan sagrado sacerdocio merece en países civilizados y hará que nuestra profesión, objeto de diarios ataques de parte de ignorantes y de la especulación de descarados charlatanes, sea debidamente respetada por los unos y los otros; cuenta para esto con el valioso contingente de los buenos, con los sentimientos de justicia y de reconocimiento que quedan estampados en los corazones y con la protección que nuestra empresa merece. “El incesante perfeccionamiento, los progresos que la ciencia médica hace en los pueblos colocados a la vanguardia de la civilización, requieren un órgano que imponga a nuestros aventajados prácticos de los adelantos, investigaciones, enMédicos & Medicinas | 11
Emilio Coni
Angel Gallardo
Pedro Mallo
“Los modestos La Asociación Médica Bonaerense se creó sayos y adquisiciones que hagan las diversas obreros de la cien- el 18 de abril de 1860, según consta en el ramas de la ciencia médica. “Hoy, en que dos asociaciones médicas tra- cia no deben des- Acta Nº 1, de esa fecha: “reunidos en casa del Doctor D. Manuel Augusto Montes de bajan en bien de la humanidad y del país mayar. Su misión Oca los doctores y Profesores en Medicina y en que nuestra escuela anhela elevarse a un puesto digno, debe haber una voz, un es llevar en silen- expresados al margen, el Dr. Montes de Oca eco que transmita sus esfuerzos y revele sus cio fuera del país (D. Leopoldo) hizo presente el objeto de la reunión, que lo era la fundación de una Sonecesidades imperiosas”. la prueba de los ciedad de jóvenes Médicos, cuyos fines prinLa Revista de Buenos Aires5, aludió a la imesfuerzos que dencipales serían la confraternidad y el estudio”. portancia que revisten las publicaciones y, refiriéndose a la Revista Farmacéutica -aun- tro de él se hacen En esa reunión se conformó una comisión que se ajusta a todas las revistas científicas- para incorporarle cuyo objetivo era estudiar y redactar un prosintetizó en una frase un problema que 150 al movimiento de yecto de reglamento que rigiese la actividad de la sociedad. En la reunión siguiente del años después no sólo está vigente, sino que la civilización, cu25 de abril, se dio lectura y aprobación al se ha incrementado: “Los modestos obreros de la ciencia no deben desmayar. Su misión yos únicos heral- mismo. es llevar en silencio fuera del país la prueba dos son los libros y En el artículo 2º, inciso 4º, se propuso “fundar y sostener una publicación periódica” y de los esfuerzos que dentro de él se hacen las revistas. en el inciso 6º “crear un fondo para los fines para incorporarle al movimiento de la civilización, cuyos únicos heraldos son los libros y las revistas. El que la Asociación determine, en cumplimiento de los incipaís que no los protege, se ahoga a sí mismo dentro de las sos anteriores”. Como se puede apreciar por las fechas, la Revista Médico cuatro paredes de su indiferencia o de su egoísmo”. El cronista firma G, suponemos se trata de Vicente Gil Quirúrgica tuvo que esperar cuatro años para comenzar su tarea de difusión. La demora en iniciar su edición fue duraQuesada, uno de sus editores. La reticencia por parte de algunos profesionales para vol- mente criticada por parte de médicos y también por redaccar en un escrito sus investigaciones, es un problema que tores de La Revista Farmacéutica. ha sido planteado en su oportunidad por el doctor Eduar- El doctor José Antonio Wilde, médico quilmeño muy recodo Wilde6, en un discurso pronunciado en la Asociación nocido por su tarea filantrópica y sus escritos, uno de ellos, Médica con motivo de haber recibido el primer premio de “Buenos Aires desde setenta años atrás, 1810-1880”, insoslaun concurso organizado por esta entidad, en noviembre de yable para conocer aspectos pintorescos de nuestra ciudad 1870: “Nuestros médicos ilustres son conocidos particular- en esos años, escribió un artículo sobre el “fondo médico”7. mente y por personas que los tratan, pero ni una sola página Ese escrito lleva fecha de 4 de octubre de 1860 y estaba sale de sus manos para mostrar a los extraños que hay en la dirigido al cuerpo médico para que brindara colaboración República Argentina inteligencias tan poderosas como en económica -tal cual se practicaba en Europa- a los colegas cualquiera parte del mundo, y que nuestra ilustre Facultad que atravesaban por una situación difícil. derrama cada año sobre las poblaciones los más preciados Cuatro años después, en el séptimo número (8 de julio de frutos de saber, de inteligencia y de grandeza de alma”. 1864), la revista dio a conocer el escrito de Wilde y, además, 12 | Médicos & Medicinas
en otro artículo la Redacción intentó justificar la demora en atender lo estipulado en el reglamento societario en 1860 e, inclusive, se deshizo en elogios hacia Wilde por su solidario pedido. Aunque también manifestaron su desagrado con respecto a las dos sociedades médicas existentes en ese momento, la Asociación Médica Bonaerense y la Sociedad Médico Práctica. El redactor expresó: “Vemos con placer que nuestras sociedades médicas viven, y lo único que lamentamos es que no formen una sola, pues entonces su utilidad sería incomparablemente mayor, ansiamos el día que podamos saludar a la Sociedad Médica Argentina!”. La Revista Farmacéutica, por su parte, también criticó la inercia e inoperancia de la Sociedad Médica Bonaerense. Al finalizar el año 1865, el doctor Gallardo dejó la redacción y en 1866, cuando estaba a cargo del Hospital de Corrientes, viajó a Europa y el 8 de mayo de 1867 falleció en París. Hasta 1867 continuó dirigiéndola el doctor Ballester quien decidió apartarse ese año. El doctor Coni, su editor desde el primer día, le ofreció la dirección -sin intervenir en la administración- a la Asociación Médica Bonaerense, que aceptó gustosa. A partir del quinto tomo se lee: “Publicación quincenal de la Asociación Médica Bonaerense”. Así continuó hasta 1875. Desde 1876 (T XII), figuró como “Órgano de los intereses médicos argentinos” hasta 1878. Desde ese año hasta 1888, en que finalizó sus ediciones, la dirección estuvo a cargo del doctor Emilio Ramón Coni. Desde su origen la revista estuvo comprometida con la realidad nacional e internacional. En el número 3 del 5 de mayo de 1880 (Tomo XVII), en su editorial atribuyeron a “…la política la desconfianza del comercio, la falta de trabajo y en general la expectativa que vivimos que contribuyen no solo al desencantamiento sino que también a agrandar los males físicos y morales”. A continuación facilitamos la lista de los profesionales y los años que tuvieron a su cargo la redacción de la revista. Tomos: I (1864) Dres. Ángel Gallardo y Pedro Mallo; II (1865) 1º Semestre Dr. Ángel Gallardo (el alejamiento del doctor Mallo obligó a Gallardo a multiplicarse en la tarea) - 2º Semestre por alejamiento del Dr. Ángel Gallardo, asumen los doctores Antonio Tristán Ballester y Practicante Mayor Juan Ignacio Fernández; III (1866) Dr. Antonio Tristán Ballester; IV (1867) Idem; V (1868) Publicación semanal de la Asociación Médica Bonaerense; VI (1869) Idem; VII (1870) Idem; VIII (1871) Idem; IX (1872) Idem; X (1873) Idem; XI (1874) Por una comisión nombrada por la Asociación Médica Bonaerense; XII (1875) Órgano de los intereses médicos argentinos; XIII (1876) Idem; XIV 1877) Idem; XV (1878) Idem; XVI (1879) A partir de este número y hasta la última publicación, Dirección y Jefatura de Redacción, Emilio Ramón Coni. El doctor Coni colaboró en números anteriores y en una oportunidad le ofrecieron la dirección pero como no estaba recibido, no aceptó hasta obtener su título de doctor en 1877.
La lista de colaboradores a partir del Tomo XVI (1879) es la que sigue: Dees. Ignacio Pirovano, Pedro F. Roberts y José Ayerza; T XVII (1880) Dres. Pedro F. Roberts, Lucio Meléndez y José Ayerza; T XVIII (1881) Dres. Pedro F. Roberts, Lucio Meléndez y Telémaco Susini; T XIX (1882) Dres. Pedro F. Roberts y Telémaco Susini; T XX (1883) Idem; T XXI (1884) Dres. Pedro F. Roberts y Lucio Meléndez; T XXII (1885); T XXIII (1886); T XXIV (1887) y el último Tomo, XXV (1888), los mismos. En todos los Tomos se editaron 24 revistas, salvo en el tomo XXV que se publicaron solamente 4. En total se editaron 25 tomos que pueden consultarse en la Biblioteca “Montes de Oca” de la Facultad de Medicina o en la biblioteca de la Academia Nacional de Medicina.
Bibliografía 1. Pérgola F y García Puga AF, Polémica relación entre médicos y farmacéuticos en el siglo XIX, Medicina Internacional, Año 15, Nº 9, 53-64, Bs. As.,1999. 2. Cignoli Francisco, Contribución a la historia de la Farmacopea Argentina, Revista Farmacéutica, T 86, 342 y sig., Bs. As. 1942. 3. Albarellos Nicolás, Apuntes históricos sobre la enseñanza de la medicina en Buenos Aires, desde su origen hasta la fecha, Revista Farmacéutica, T III, 2º Trimestre, p. 69/403 (no continuó su publicación), Bs. As., abril de 1863 a abril de 1864. 4. Albarellos Nicolás, Apuntes históricos sobre la enseñanza de la medicina en Buenos Aires, desde su origen hasta la fecha, Revista Médico Quirúrgica, T XIII, 377-542, Bs. As., 1876 y T XIV, 41-319, Bs. As., 1877. 5. “La Revista Farmacéutica”, Revista Médico Quirúrgica, T VIII, Nº 28, Buenos Aires, 28 de agosto de 1865. 6. Wilde Eduardo, Discurso del Dr. Wilde, Revista Médico Quirúrgica, T VII, Nº 16, 252-254, Bs. As., 23 de noviembre de 1870. 7. Wilde José Antonio, Fondo para el socorro de los médicos desgraciados”, Revista Médico Quirúrgica, T I, Nº 7, 103-106, Buenos Aires, 8 de julio de 1864.
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TUBERCULOSIS MEDICINA, ARTE Y QUIMERAS Norma Isabel Sánchez*
* Prof.-Lic. en Historia. Departamento de Humanidades Médicas. Facultad de Medicina, UBA; akohnlon@fmed.uba.ar 14 | Médicos & Medicinas
Resumen Las enfermedades son fuente de análisis y preocupación de los médicos y/o investigadores científicos; pero no de manera excluyente, pues en múltiples oportunidades resultan inspiradoras de obras de destacados artistas, si bien algunas con mayor intensidad que otras. La tuberculosis fue (como hoy el sida) una de las más trabajadas. Múltiples ejemplos sirven para avalar lo dicho. Acá, sintetizamos algunos. A la vez, predisponen a imaginarios investigadores, auto-enamorados de sus supuestos magníficos “aportes”, a lanzar mensajes entusiastas, sin fundamento verdadero, que obliga a los entendidos a poner empeño para desvirtuar las falsas expectativas, con enojo de unos cuantos que desean “creer” en aquellos. Palabras claves: tuberculosis, Koch, tesis doctorales Calmette-Guérin, Munch, Artl
TUBERCULOSIS. MEDICINE, ARTS AND CHIMERAS Diseases are a source of analysis and concern of doctors and/or scientific researchers; but not so exclusive, as multiple opportunities are inspiring works of prominent artists, although some more strongly than others. Tuberculosis was (like AIDS today) one of the more elaborate. Multiple examples serve to endorse what is said. Here, we summarize some. In turn, predispose researchers imaginary, self-love of his supposed great “contributions”, to launch enthusiastic messages, without requiring, true foundation connoisseurs to put effort to disprove the false expectations, with anger of a few who want to “believe” in those. Keywords: tuberculosis, Koch, dissertations Calmette-Guérin, Munch, Artl
Introducción
Hay ciertas enfermedades que, con su sola mención, sacuden o contorsionan; una es la tuberculosis y, en parte, se debe a que en el imaginario colectivo aflora, con prontitud, la estampa de pacientes sufridos, lánguidos, abatidos, resignados, melancólicos. A ello que se agregan las representaciones sonoras (toses, aspiración del aire, ruidos sibilantes), las táctiles (febrícula prolongada, sudoración, hábito asténico), etc. De ahí que su referencia esté muy presente en la literatura, el teatro, la ópera, la pintura, los guiones de radioteatros y teleteatros. Tal vez, en los tiempos presente lo más próximo por su impacto sea el sida, pero aquélla sigue siendo “más romántica” (y, sólo para sustentar esta afirmación remitimos, a modo comparativo, a dos famosos filmes: La dama de las camelias, de 1936 y Philadelphia, 1993)1. La palabra, a la vez, es el eje de la vida de relación y ésta puede ser exterior o interior y en cada una hay compromisos culturales, ideológicos, afectivos, vitales. El doliente, justamente, dialoga -si puede- hacia afuera (por lo menos con su terapeuta, los asistentes, etc.) mostrando en ocasiones una “erudición enfermiza” y hacia dentro (hacia el yo-interior) y, en oportunidades, lo hace con crueldad, buscando la “ra-
zón” de tal padecimiento. Toda esta particular situación podría llevarnos a largas horas de reflexión. El arte ha sido en múltiples coyunturas capaz de hacer síntesis maravillosas en este sentido, acompañando toda una labor médica.
1º parte
Muy lejos está de nuestro propósito aludir a la tuberculosis como enfermedad o hacer su historia2. Sólo recordaremos, brevemente, a uno de sus máximos investigadores: Robert Koch (1843-1910). Posiblemente la etapa más fecunda de sus aportes al conocimiento de tan temible afección y, como consecuencia, la posibilidad de buscar una cura, corresponda el lapso que media entre 1881 y 1892. Intentaremos fundamentarlo: después de su encuentro con Louis Pasteur, en agosto de 1881, en el Congreso Internacional de Medicina de Londres, cuando el sabio francés le reconoce que el procedimiento para el cultivo y aislamiento de los microorganismos en medio sólido constituye un importante progreso bacteriológico, se consagra a su estudio y en seis meses desarrolla y da término a un trabajo fundamental: Sobre tuberculosis,
Existe muy buena bibliografía para estudiar la historia de la enfermedad. Recomendamos la Introducción escrita por Vaccarezza, Raúl F., en: Koch, Robert. La etiología de la tuberculosis. Bs As, Eudeba, 1965, p. 5-45.
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No es la única comparación posible. También se podría relacionar con la sífilis, el cáncer, los trastornos mentales …
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que presenta a la Sociedad de Fisiología de Berlín (marzo de 1882), empeñado en esclarecer el problema etiológico de la enfermedad, tiempo en el que ha procurado y conseguido el aislamiento del germen al estado de pureza y la demostración experimental de la acción patógena del bacilo analizado. Definida la transmisión por contagio se establecieron acciones profilácticas, tales como la separación de los enfermos y, algo después, a comienzos del XX, se instauró el examen mediante la radiología. ¿Cuánto demoraron en llegar a nuestro país tales notables novedades? Estimamos que muy poco, ya que tanto profesores de la Facultad de Medicina como los mismos profesionales de la salud tenían un fluido puente de contacto con Europa. Y así, viejas tesis doctorales y trabajos presentados en este medio quedaron obsoletos; pero no todos.
Tesis doctorales presentadas en Buenos Aires Existen pocas referencias que nos permitan conocer, con rigor, cuánta habrá sido la incidencia de este mal en el Río de la Plata colonial; algo semejante acontece para los primeros años de la vida independiente del futuro (nuevo) Estado y, tal vez, las más claras noticias emerjan de la tesis de Manuel A. Montes de Oca, Ensayo sobre las enfermedades de Buenos Aires (de 1854) y de la obra de Guillermo C. Rawson, Estadística vital de Buenos Aires (1876). Para suplir esta carencia, sí podemos mencionar algunas de las primeras tesis doctorales médicas que se aproximan a la temática y que, de alguna manera, indican que se trataba de una dolencia que preocupaba a los médicos locales. Es el caso de la que escribió: Saturnino Pineda, Disertación sobre las escrófulas (manuscrito de 1831), las de Ramón Ellauri, Pleuresía aguda y Juan F. García, Pulmonía aguda (1832). Llegamos a la de Eugenio Pérez, ¡Viva la Confederación Argentina. Mueran los salvajes unitarios!, Opúsculo sobre la tisis pulmonar (1843), título que no debe sorprender al lector ya que era de práctica en esos años del rosismo “duro”. En 1851, José María de Uriarte, da a conocer: ¡Viva la Confederación Argentina … Muera el loco traidor salvaje unitario Urquiza!, Disertación sobre la tisis pulmonar3. En 1854, otro aporte a rescatar es el de José Piñeiro, Tisis tuberculosa. Cuatro años después, Importancia del aceite de hígado de bacalao especialmente en la tisis pulmonar, de José A. Wilde. En 1866 Domingo Salvarezza presenta Tisis pulmonar y, en 1875, Alejandro Albarracín, Consideraciones sobre la tisis pulmonar. En 1878, se defiende otra, de largo título, Tesis tuberculosa y neumónica. Oposición a las teorías del doctor Jaccoud, doctor Chavez y de la predisposición, oposición a los tratamientos curativos y profilácticos usuales, apreciaciones propias del autor sobre la etiología, génesis, pronóstico y
3 Véase la diferencia con otra, de 1852, redactada por Antero del Rivero, de título: Filosofía de la medicina, dedicada al Exmo señor gobernador y capitán general de la provincia de Entre Ríos don Justo José de Urquiza.
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tratamiento en la República Argentina, de Fenelón Matorras. De inmediato la de Pedro Frías, Estudio de algunas cuestiones sobre la herencia de la tisis (1879). En 1880 aparecen tres: la de José Díaz Menéndez, Tratamiento de la tisis pulmonar por los cambios de clima; de J. M. Espeche, Temperaturas mórbidas locales en la tuberculosis pulmonar y la de Eugenio Ramírez, ¿La tuberculosis debe ser un impedimento para la celebración del matrimonio? Por esos años, comenzaba el ingreso numéricamente significativo de inmigrantes y a las autoridades locales, que clamaban por su incorporación, no dejaba de preocuparles su posible arribo con múltiples achaques que, de manera directa o indirecta, perjudicasen a la población local. Son las décadas de actuación de los médicos-higienistas, que están interesados en un número de patologías -como el cólera, las venéreas, las parasitosis, el alcoholismo y tabaquismo, la locura, etc.- donde ocupa un lugar destacado la tuberculosis, pues tenían presente que muchos de los recién llegados comenzaban a poblar/compartir los conventillos y casas de inquilinatos, en un verdadero hacinamiento habitacional, con todos los perjuicios que, posiblemente, se originarían. Volvamos a las tesis doctorales y encontramos títulos íntimamente vinculados a las novedades médicas de Europa: sobre el método antiséptico de Lister4; el tratamiento antiséptico en la fiebre puerperal5; la teoría de los gérmenes6; la medicación antiséptica7; la septicemia8. En 1882, hallamos. Tratamiento higiénico de la tuberculosis, de Carlos Galíndez y Consideraciones sobre la tuberculosis y su tratamiento, de Antonio C. Gandolfo. Hasta que llegamos a 1885, con la de Víctor E. Míguez, Contribución al estudio del bacilo de la tuberculosis y las de 1889, Tratamiento acéptico (sic) de la tuberculosis pulmonar, de Ramón Giménez, Tratamiento de la tisis pulmonar por el de sus complicaciones, de Antonio Suárez Aguirre. Luego, la de Diógenes Decoud, El método de Koch en las tuberculosis locales (1891). Por su parte, José M. Cullen redacta: Tuberculosis quirúrgicas en los niños, formas clínicas y tratamiento (1894). En 1895, otras cuatro9. Acomete el siglo XX y recalan, en el ambiente médico local, las novedades biomédicas que se originan en los principales 4
De Luis de la Cárcova (1881)
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De Juan R. Fernández (1882).
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De Eduardo F. Fierro (1882).
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De Alberto Vivot (1883).
De Carlos Alagon (1885). También la de Fermín V. Salaberry, sobre lo antiséptico en la ovariotomía (1885). O la de Luis M. Allende, sobre el método antiséptico en las heridas (1888).
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De Zenón Aguilar, Marcos Ávila Méndez, Manuel Beatti y Abel J. Domínguez. En 1896, de Marcelo Viñas, que relaciona tuberculosis y herencia. Al siguiente, de Emilio Loudet, sobre tuberculino-diagnosis. Después, La tuberculina residual en el tratamiento de la tuberculosis, de Antonio R. Chiocconi. En 1898, de Manuel A. Santas, Tratamiento racional de la tuberculosis en la República Argentina.
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centros franceses, alemanes, ingleses y de otros orígenes. Una mínima selección de nuevos escritos doctorales nos remonta a los de Mariano R. Castex, Oftalmoreacción a la tuberculina (procedimiento de Calmette) y Julio Iribarne, Tuberculina (su aplicación diagnóstica), de 1908; al de Federico C. Isla, Herencia patológica (heredo-sífilis y heredo-tuberculosis, de 1910. Corre 1918, cuando Ricardo Hansen pone en consideración: Profilaxis de la tuberculosis, plan de campaña; Esteban Lucotti, Alcoholismo y tuberculosis, Juan Massa, El neomotorax artificial en el tratamiento de la tuberculosis pulmonar. En 1919, aparece: La tuberculosis en el escolar, de José Borkowski. En 1920, Lorenzo Arman defiende: Tratamiento de la tuberculosis por la tuberculina y Walter A. Muniagurria, Tuberculosis del lactante. La neumonía caseosa. Por su parte las médicas, que ya han comenzado a tener presencia en el ámbito de la facultad, también le darán espacio en sus trabajos de doctorado: Leticia Acosta, en 1918, presenta: La defensa de la infancia contra la tuberculosis y Carmen Sagasta, al año siguiente, Comentarios de profilaxis de la tuberculosis. Una mirada rápida sobre el total de tesis, por entonces defendidas, nos muestra que la tuberculosis era una dolencia que acaparaba la atención, junto al cólera, difteria, venéreas, afecciones femeninas, enfermedades infantiles, abortos, alienación mental, paludismo, para mencionar sólo las más representativas.
2ª parte
Para los primeros años del siglo XX emergía en Francia el prestigio del bacteriólogo Albert L. Calmette10 quien preparó la reacción (que lleva su nombre), que sirve como prueba diagnóstica de la tuberculosis y décadas después avanzó al descubrimiento principal, la vacuna BCG, realizada en colaboración con Camille Guérin, presentada en 1924. Casi de inmediato, tal primicia se expandió por variadas geografías. El gobierno de la provincia de Bs As envió a Francia al veterinario y bacteriólogo Andrés Arena (colaborador de la cátedra de Raúl F. Vaccarezza11), quien, tras su especializaFundador/organizador de las sedes del Instituto en Saigón y Lille. En éste se habilitó en 1901 un dispensario antituberculoso. Verdadero centro de “investigación, enseñanza, organización de servicios prácticos de ayuda a los enfermos, trabajo de equipo en colaboración con los médicos, los industriales, los agricultores. Sin saberlo, hacía ya educación sanitaria”. Cfr.: Revista Argentina de Tuberculosis, Enfermedades Pulmonares y Salud Pública. Bs As, 1983, nº XLIV, nº 4, p. 71 (Discurso de Fillastres, en Simposio sobre las vacunas BCG y las tuberculinas, realizado en BudapestHungría, 6 al 9-09-1983, p. 69-72). Los trabajos preparatorios de la futura vacuna se remontan a principios de 1900, cuando comienzan con el cultivo de bacilos atenuados de la tuberculosis; luego hacen experimentos en animales y la primera aplicación en el hombre es de 1921. Unos años después inician su distribución gratuita. 10
11 Profesor titular de tisiología (FM/UBA) entre 1936 y 1960. Presidente de la Academia Nacional de Medicina.
ción y regreso, inició los cultivos a partir de la cepa recibida. Alguna bibliografía, que respetamos, reconoce que, por esos años, la fuerza de una higiene mejorada e “impuesta” había bajado la frecuencia de tal morbilidad y caído notablemente la mortandad, si bien el “poder del mito sólo se disipó cuando se halló el tratamiento adecuado, con la estreptomicina en 1944 y la isoniacida en 1952”12.
Algunas entidades que se han ocupado de la enfermedad Vamos a referirnos a cuatro: la primera responde a una iniciativa internacional; la segunda es una privada de bien público y estatales las otras dos. a) La Comisión Internacional Permanente para la Profilaxis de la Tuberculosis en América Latina (ligas antituberculosas) Todas las novedades, que en materia de investigación científico/médica asomaban en Europa, obviamente, se trataban en los encuentros de los profesionales y así, realizado el Congreso Médico Latinoamericano de Chile, se puso en marcha la Comisión Internacional Permanente para la Profilaxis de la Tuberculosis en América Latina, que presidirá Emilio R. Coni (1901-13). Por su influencia se crearon ligas antituberculosas en siete países de América. En el nuestro, la instalación, en respuesta a esa iniciativa, se hizo en 1901, sin olvidar que ya se habían dado pasos iniciales e incluso publicado suficientemente sobre los estragos de la enfermedad. En 1903, al realizarse en Madrid el XIV Congreso Internacional de Medicina, Coni presentó la memoria: Lutte antituberculeuse en Amérique Latine y dio a conocer la labor desplegada contra el flagelo; la completó con otras presentadas en sucesivos congresos médicos, hasta que su quebrantada salud lo obligó a renunciar al cargo. Poco después se hará en París el Congreso Internacional de la Tuberculosis y la Argentina estuvo presente. Cada uno de estos encuentros confirmaba la presunción de la importancia de los avances científicos, en especial los que se realizaban en la lucha contra la temida dolencia, mientras se afianzaba la convicción del valor de concurrir a tales reuniones. Los asistentes traerán las novedades y defenderán una política clara de prevención y no olvidaron señalar cuánto se propicia por las carencias nutricionales y las malas condiciones higiénicas y cuánto se combate mediante la buena información y profilaxis. b) Liga Argentina contra la Tuberculosis En 1901, a raíz de una reunión de médicos, en el local del Círculo de la Prensa, convocada por Coni, presidente de la Comisión arriba mencionada, se pone en marcha la interesante iniciativa para cubrir la situación nacional. Perfiló, en la oportunidad, los tres caminos principales para
12 Sontag, Susan. La enfermedad y sus metáforas y el sida y sus metáforas. Argentina, Taurus, 1996, p. 40.
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derrotarla: educar a través de las conferencias populares, levantar sanatorios para pobres y edificar casas baratas, sanas y con rigores higiénicos, para hacerlas accesibles a los necesitados. Allí tomó carta de nacimiento la LACT, réplica de la norteamericana: institución privada de bien público, sin fines de lucro, con apoyo estatal. Comenzó su campaña de pedagogía social, mientras reunía y comprometía a profesionales de prestigio, que paralelamente actuaban en cargos de responsabilidad variada dentro de la burocracia estatal y le conseguían ayuda financiera. Se instaló, por breve tiempo, en dependencias del Departamento Nacional de Higiene (DNH), que dirigía Carlos Malbrán. La primera comisión directiva -de la LACT- estuvo integrada por: Samuel Gache (presidente), Enrique del Arca (vicepresidente), Francisco de Veyga (secretario), Emilio R. Coni, Enrique Tornú, Eufemio Uballes, Juan B. Señorans, Nicolás Repetto, Alberto Costa, Jacinto Álvarez y Eliseo Cantón (vocales). Con el paso del tiempo, se agregaron otros colaboradores de prestigio: Gregorio Aráoz Alfaro, Diógenes Decoud, Raúl Vaccarezza, Alberto Zwanck, Juan F. Cafferata, Benjamín Martínez13. En algún momento, tuvo dependencia del Ministerio del Interior y dirigió varios dispensarios, como el: Dr. G. Rawson14; Eduardo Wilde, Belgrano, Nueva Pompeya y el Preventorio para Niños Débiles Hogar José Elordy. Además, guardaba la esperanza de poder construir un centro para cuidado de mujeres y niños tuberculosos que, parcialmente, se efectivizó al entrar en contacto con la Sociedad de Beneficencia y organizarse el Sanatorio de Llanura (de Vicente López y Planes). En la Capital fue fundamental la labor del hospital Tornú. Apoyó, sugirió y defendió las colonias de vacaciones al aire libre, la “gota de leche”, los controles en los lugares de trabajo. Publicó, desde 1901, Lucha antituberculosa, dirigida por Coni (1901-10), que servía paralelamente como órgano de la Liga Latinoamericana. El asunto era materia de consideración en los congresos nacionales e internacionales y, sólo a modo de ejemplo, recordamos que nuestro país participó del Congreso Internacional de la Tuberculosis (París, 1905). Hizo una labor eficaz, de búsqueda de posibles enfermos entre los niños y de prevención15.
Sus otros presidentes han sido: Coni (1901-2), Carlos Guerreo (1912-4); Aráoz Alfaro (1914-39), Raúl Vaccarezza (int.) (1939), I. Imaz (1939), R. Vaccarezza (1939-42); Alberto Zwanck (19427).
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Instalado en 1903 en la avenida Santa Fe nº 4292: primera sede de la Liga.
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El Congreso Nacional acompañó con la aprobación de varias leyes como la: nº 7.517, que propiciaba la instalación del Sanatorio Santa María en Córdoba; nº 10.505, sobre trabajos domiciliarios; nº 12.317, que declara obligatoria la denuncia de las enfermedades contagiosas o transmisibles; nº 12.397 que crea la Comisión Nacional contra la Tuberculosis; nº 12.809, sobre la construcción de hospitales-sanatorios en Córdoba; nº 13.039, que
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En el año 1935, hubo dos iniciativas de importancia: se hizo la primera gran Campaña Argentina de Lucha Antituberculosa, comprometiendo a médicos, técnicos diversos, maestros, empleados públicos, etc. Fue una verdadera cruzada nacional, con una comisión honoraria de personalidades, aunque dispares ideológicamente. Y se ideó un Instituto de la Tuberculosis16. Aún más, en 1937 la Liga ofertó hacer gratuitamente el catastro radiográfico de los niños de la Capital (emulando, en parte, el realizado en 1932, para los incorporados a las fuerzas armadas). El Congreso Nacional decidió proyectar 18 hospitales suburbanos y 12 sanatorios de llanura, montaña y mar17. Esto nos brinda una medida de la importancia que la dolencia tenía en el país. Se dio un paso más con la ley nº 12.397 que creaba la Comisión Nacional de la Tuberculosis y el empeño por levantar subsedes en las provincias. Al comenzar la cuarta década del siglo XX se habilitó el Hospital Nacional Central, especializado en enfermos con esta dolencia.
c) La Dirección de Lucha Antituberculosa Municipal
Era una dependencia de la Asistencia Pública, con foco atención en la Capital Federal. “En la década del veinte -leemos-, la Asistencia Pública Municipal ya contaba con una repartición específica, la Dirección de la Lucha Antituberculosa Municipal, que desde esos años y hasta la década del cuarenta ampliaría la red asistencial antituberculosa con dispensarios barriales, un servicio de maternidad para tuberculosas ... colonias marítimas y preventorios urbanos ..., un servicio de vacunación de la BCG y los consultorios externos en el hospital Tornú ... (y algo parecido hizo el DNH). Todas estas iniciativas eran parte del reformismo higienista ....”18.
disponía la obligatoriedad de la enseñanza y difusión de la higiene. 16 Por la ley nº 12.233 (conocida como Ley Palacios). Por su parte, la Municipalidad le donó un amplio terreno en la zona de Mataderos, sin embargo nunca se construyó el edificio. En la actualidad la LACT funciona en la calle Uriarte nº 2477.
Como lo determina la ley nº 12.294 (completada con la nº 12.560).
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18 Armus, Diego, “Consenso, conflicto y liderazgo en la lucha contra la tuberculosis. Bs As, 1870-1950”, p. 202, en: Suriano, Juan (compilador). La cuestión social en la Argentina 1870-1943. Bs As, Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, 2000. En la Memoria del Departamento Ejecutivo de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1936. Bs As, s/e, 1937, 2 tº, se detallan los principales centros: el citado hospital Tornú, los dispensarios de vías respiratorias, la Colocación Familiar del Recién Nacido, el Preventorio Rocca, la Colonia Marítima de Necochea, el Instituto Municipal de Tuberculosis, el Hogar Riglos, el Dispensario de Lactantes, la Escuela de Enfermeros y otros más.
La dirección contó con el profesionalismo de unos cuantos; entre ellos se destaca Alejandro A. Raimondi quien, en algún momento, tuvo bajo su control el hospital-sanatorio Tornú y ocho dispensarios de vías respiratorias. Apeló a los procedimientos de la comunicación de bien público, utilizando todo tipo de gráficas y la difusión oral, con un abordaje simple de algo complejo: por un lado, interpretando al sujeto que padece la situación; por otro, interesando a todos en la problemática social. Fueron disparadores para que la gente investigara, se animara, saliera a hacer consultas, reflexionara sobre el dilema real o latente. Recibió el apoyo y beneplácito de cada funcionario municipal o director de la entidad madre. La lucha antituberculosa, junto a la antialcohólica, resultó una de las más insistente, reiterada, pertinaz. d) La Comisión Nacional de Tuberculosis
Su instalación, que es de 194119, como dependencia del DNH, está emparentada con la, antes citada, ley nº 12.397 (de 1938). Creó subcomisiones en las provincias y organizó el Dispensario de Higiene Social. Todo sin olvidar las múltiples labores que llevaban adelante diversos centros de atención y destacados especialistas, más la difusión de un número importante de trabajos concentrados en tal padecimiento. Así, era tanto el dolor humano que suele darse la aparición de quienes estiman, con amplio convencimiento, que han encontrado la cura posible o algo equivalente. Veamos un ejemplo.
Decreto nº 96.530 (12-08-1941), firmado por el presidente Ramón S. Castillo.
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El caso de la “vacuna Pueyo” La primera pregunta ¿quién era Jesús Pueyo? La respuesta: un interesado por la dolencia de nuestro análisis, temática que acapara su atención por lo menos durante dos décadas, pues comenzó con trabajos fuera del ámbito de la Facultad de Medicina, por allá en los años de fines de la década de 1920 y, en la siguiente, fue admitido en la cátedra de Bacteriología de Alois Bachmann. Escribió, cuando dejaron de prestarle atención a la propuesta de su autoría, un libro que tituló: Yo acuso. La burocracia de la medicina contra los tuberculosos. Allí leemos: “La circunstancia especialísima en que me encontraba, de poseer una vacuna antituberculosa, de tan alto valor experimental …; me hizo creer que mis maestros, y demás investigadores de la Facultad, se abocarían de lleno a darle un corte definitivo …, y llevarían la vacuna al terreno humano. Pero, desgraciadamente, no contaba con el desinterés de estos hombres de ciencia… Este cúmulo de consecuencias, me dio una nueva fuerza para emprender la jornada solo …”20. Quien hace el relato no puede aceptar que el notable “aporte” sea minimizado por sus superiores; si bien, el paso del tiempo le ha dado la razón a aquellos. El libro permite hacer algunas inferencias. a.- Del lado del (autodenominado) incomprendido se da el deseo, muy recurrente entre algunos “supuestos investigadores”, de contribuir a la cura que “calme el dolor de los congéneres”. En este caso, Pueyo llegó a afirmar: “no estaba(n) contra la vacuna sino contra mi persona, alegando que mis procedimientos no eran los más indicados. Pero no se me combatió solamente; quisieron que mi descubrimiento no saliera a la luz…”21. b.- Refresca los nombres de autoridades o profesionales ya de la Facultad ya del DNH, de aquel entonces, el decano y el presidente de una y otro, Nicanor Palacios Costa y Juan J. Spangemberg, de quienes no recibió al apoyo que esperaba. Y los de unos cuantos más, que -siempre en su decir- tuvieron momentos de ambivalencia respecto de la efectividad de la vacuna: Raúl Vacarezza, Francisco Romera, Carlos Fonso Gandolfo, Roque A. Izzo, Alfredo Sordelli, Pedro Escudero, Arturo Favaloro, Leonardo C. Perrusi, Eduardo F. Craieg, W. Reilly, Gamundi Silva, Natalio González Bienes, Juan Carlos Jacuzzi, Agustín C. Minotti, Ramón Argañaraz, Leopoldo Reinecke, Santiago
Goldstein, Juan Santich, Catarineu, Edelmiro Serra, Antonio Peluffo, Nicanor Carranza Lucero, Samuel Pribluda. Advierte, en unos cuantos, una suerte de complot maléfico. No olvida detallar a profesionales extranjeros que, a la inversa, sí lo valoran: el español Novoa Santos, el chileno Hugo Vaccaro, el brasileño Fontes, el uruguayo Silvestre A. Cardoso. c.- La misma indiferencia encuentra en el Instituto de Investigaciones Tisiológicas. En tanto los responsables de algunos hospitales lo comprenden. d.- Se ofusca contra los poderes públicos, dado que no recibió ni del presidente de la Nación, Ramón S. Castillo, ni del ministro del Interior, Miguel J. Culaciati, respuestas satisfactorias. Lo mismo acontece con el Congreso: hay desinterés en la Cámara de Diputados y en la de Senadores, donde ni Alfredo Palacios se sensibilizó por la tragedia de los otros. e.- En el libro incorpora el texto de su “comunicación científica” (de octubre de 1940). Que completa con “algunos casos significativos del éxito de la vacuna, en el terreno humano…”. f.- Exhibe los reclamos (clamorosos) y manifestaciones de los dolientes, “no ya de nuestro país sólo, sino de los más apartados rincones del mundo … cuyo hondo drama puede desaparecer con la aplicación a tiempo de mi vacuna”. Esto no nos sorprende: es comprensible que muchos hayan deseado recibir una dosis, razonando ¿cuánto peor puede acontecer? Siempre, por el contario, está la esperanza de la “cura milagrosa”. g.- Apela a los medios de comunicación: afirma que Crítica, el diario de la Capital Federal (de abril y mayo de 1941), le publicó unas notas (de su redacción), ante el silencio de la “Secta Burocrática de la Medicina Argentina”. Destacó otro comentario, del diario La Nación, e hizo imprimir millares de volantes, cuyos textos fueron transcriptos por diarios y revistas (siempre según su decir). h.- Denostó la inconveniencia de la vacuna de F. F. Friedman y a su interpretación debía descartarse la “falsa vacuna antituberculosa BCG”: “Grave amenaza contra la Salud Pública. Sin experimentación previa no se debe ir a la vacunación en masa de los niños. Padres: No debéis vacunar vuestros hijos contra la tuberculosis”22. i.- Efectúa una pormenorizada crónica de sus vicisitudes, propias de un hombre incomprendido por los prominentes de la ciencia. Leemos de su autoría: “largo proceso de mi lucha por el reconocimiento de una verdad científica … y (por) aclarar equívocos surgidos por el desconocimiento exacto (de) mis trabajos y sus resultados … (Aún
Con el subtítulo: Síntesis documentada y antecedentes reales de mi vacuna antituberculosa. Bs As, Talleres Gráficos Abaco, de la Editorial Científica, 1942, p. 9 y 10. Hemos consultado la tercera edición (según dice de 10.000 ejemplares), que expresa en el prólogo (a cargo de La Editorial): “los detractores … la han presentado como una PANACEA …”.
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21 Idem, p. 71. 20 | Médicos & Medicinas
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Idem, p. 104.
Primavera. Munch (óleo de 169X263 cm). Exhibido en la Nasjonalgalleriet, de Oslo
más: ponen en duda mi ética) a mí que tuve que recurrir en 1938 a la Revista de la Sociedad Rural de Rosario para publicar la controlada experimentación de vacuna preventiva de la tuberculosis bovina, porque las revistas médicas me cerraron categóricamente sus puertas por no aceptar padrinazgos científicos para mi descubrimiento … (y pensaron que) como mi ética es discutible, mi vacuna no sirve”23. No se hizo esperar la respuesta: “El señor Pueyo, acostumbrado tal vez a que las páginas de los diarios, que no tienen obligación alguna de saber medicina, hablaron de su vacuna y de sus beneficios en forma altamente ditirámbica (debe aprender a escuchar) … En la ciencia existen normas éticas que no pueden dejarse de lado, que no deben despreciarse con indiferencia … Aceptamos que … puede haber hecho un descubrimiento, pero falta demostrarlo en términos de la severa comprobación científica
… (esperamos) con toda franqueza … que se decida a adoptar la postura científica que corresponde”24. En resumen: no nos sorprende en demasía. Hay cientos de casos, anteriores, simultáneos, posteriores, de tenor equivalente. El tiempo decanta lo innecesario. En pleno siglo XXI, en ocasiones, los medios le dan espacio a “supuestas” revelaciones científicas, creando falsas expectativas.
3º parte.
La tuberculosis en el arte Desde los más lejanos tiempos, el “creativo” la encontrado fuente de inspiración en la enfermedad. Cientos de páginas se han escrito sobre la relación arte/medicina y, en este sentido, no pretendemos ser originales sino sólo mencionar, a modo de ejemplo, cómo la tuberculosis también lo fue. Por eso vamos a aludir, brevísimamente, a dos obras: una le pertenece a un artista noruego; la otra, a un argentino.
“Punto final al asunto Pueyo por el Dr. Alberto Arias. Conclusiones de nuevos colaboradores acerca del debatido problema”; nota aparecida en: (revista) Viva cien años. Bs As, 1941, nº XI, p. 365, 367 y 393.
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“Jesús Pueyo responde al artículo del Dr. Alberto Arias, acerca de mi vacuna”; nota aparecida en: (revista) Viva cien años. Bs As, 1941, nº XI, p. 364, 366 y 394. 23
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Eduard Munch (1863-1944) Que sabía mucho de la afección -la padeció al igual de una parte importante de su familia- pintó, en 1889, el lienzo Primavera. Se trata de un retrato que nos trasmite todo el sufrimiento de la enferma y su propia melancolía, y, en tanto observadores, nos aqueja corrosivamente. Buen representante del expresionismo, empleó colores vivos y chirriantes, líneas curvas y helicoidales, en una escena de gran contenido emocional, pesimista, con “hedor” preocupante y temeroso. La alegoría del aire fresco que ingresa por la ventana, en un día primaveral, representa el combate, la medición de fuerzas, entre enfermedad y salud.
Roberto Artl (1900- 1942) En 1928, el diario La Nación, le publica el cuento Esther Primavera, dato no menor ya que se trataba de uno de los diarios capitalinos que más demandaba la clase media y media-alta de la sociedad argentina. ¿Por qué se vio impulsado a realizar esta obra?, ¿qué lo inspira? 25. La escena se desarrolla en un ambiente agobiador, de misterio, donde el protagonista tiene sentencia de muerte, como sus compañeros de “encierro” o “exilio” (el sanatorio); a todos, unos antes otros después, se les consume el cuerpo por la consunción y cada uno comienza a vivir un segundo mundo, con reglas especiales. El curso espasmódico, se refleja en algo altamente significativo: la tos y el organismo se transparenta y las radiografías, cuando se usen como instrumentos de diagnóstico, permiten ver “por adentro”. También el rojo sangre, visible en un pañuelo blanco que acá usan los tísicos es una dramatización visual dolorosa. A veces se asocia a tal proceso morboso con la pobreza y las privaciones. Pero, Artl no acepta este estereotipo tan lineal sino que tiene otro mensaje y ubica al personaje central (y sus camaradas) en un sitio montañoso, alto y seco, alejado de los centros urbanos, mientras se marchita, cual enfermedad del alma, humillado cuando recuerda su vida pasada, con rasgos de crueldad para la mujer que lo amó. Ahora es un personaje triste, casi refinado, sin poder, quebrado, tumbado, destruido. También hay algo de concepción punitiva del mal. El texto presenta un espacio físico perfectamente identificado (“buhardilla … en el tercer piso del pabellón Pasteur en el Sanatorio de Tuberculosos de Santa Mónica”) y el “protagonista” tiene un monólogo teñido por el sufrimiento y desolación ante la proximidad de la muerte, pues la dolencia lo lleva a meditar sobre el ayer, altanero, despreciativo, justo ahora en la que él se siente desalentado, degradado, impotente. Más aún, busca, tal vez de manera inconsciente, acelerar la llegada del fin: (“tomamos mate de la misma bombilla, porque ya no tememos al contagio y bacilo más o Invitamos a hacer la lectura del relato y cada uno hallará diferentes aspectos sobresalientes (no queremos direccionar la interpretación, ni en el análisis del cuento ni de la pintura). Muchos otros textos pueden ser ejemplificadotes, como el de Thomas Mann, de 1924, La montaña mágica, que se ubica en el escenario de la clínica Berghof. Sin olvidar la muy conocida pieza de Manuel Puig, Boquitas pintada (1969).
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menos por ´campo´ importa poco”; consumimos paquetes de cigarrillos; descansamos en el frío de la noche), al punto de meditar “nunca creí … que un pecado se convirtiera en una almohada espantosamente muelle, donde para siempre reposaremos con la angustia que fermentamos”.
Palabras finales
Así como cada paciente, sufre o soporta la enfermedad a su “manera”, al médico, terapeuta, investigador, lo guía el empeño por dar una solución, una respuesta, que alivie el dolor corporal y permita restituir la salud y alejar la muerte. Algunos de estos, lo hacen con más rigor que otros. No faltan los artistas, quienes brindan sus interpretaciones, mientras pesquisan en diferentes significados. La imagen de la primavera -ha servido en este breve escrito- a dos artistas contemporáneos, distantes espacialmente pero no en la recreación de una “espacio morboso”, para explayarse sobre un posible análisis, exterior e interior, de los alcances de una determinada enfermedad.
El centro medico de
gundishapur y su lugar en la historia DE LA MEDICINA Laura María Moratal Ibáñez
Departamento de Humanidades Médica Facultad de Medicina
Se relata la historia del centro médico de Gundishpur en Persia, que tuvo su desarrollo durante las dinastía sasánida y llegó a ser durante los siglo VI y VII el centro médico más importante de oriente y occidente. Este famoso centro médico incluía las siguientes secciones: la escuela de medicina, el hospital, el laboratorio de farmacología, la casa de traducción, la biblioteca y el observatorio. Cada una de ellas cumplió un importante rol en la creación, recopilación y transmisión de los conocimientos científicos, filosóficos y médicos de la época.
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DESARROLLO
La importancia del centro persa de Gundishapur Cuando los ejércitos musulmanes salieron del desierto arábigo para crear un nuevo imperio fueron conquistando diversos territorios, algunos con una cultura muy avanzada. Una de las ciudades a las que arribaron fue la de Gundishapur1, en Persia. Lo que allí encontraron cambiaría la historia de la medicina. La medicina aún no ha rendido el verdadero homenaje que merece este centro instalado en aquella ciudad del antiguo imperio persa, que generó una verdadera revolución de la enseñanza y la práctica médica. Aunque el germen de la docencia y el tratamiento de los enfermos podemos encontrarlo ya en los antiguos asclepiones griegos, la mayoría de los autores está de acuerdo en sostener, que la primera escuela e inclusive el primer hospital docente donde la enseñanza estaba organizada en forma metódica bajo la supervisión de expertos, fue en el centro académico de Gundishapur en Persia. Este centro tenía una larga historia que lo precedía, fue un lugar donde confluyeron las teorías de los grandes sabios griegos del pasado trasmitidas de la mano de los cristianos herejes perseguidos y los conocimientos orientales hindúes y chinos. Este caudal enorme de información y experiencia que los persas habían recopilado, fueron aprovechados y utilizados por los musulmanes, los cuales mantuvieron y ampliaron la vigencia estas teorías y prácticas, a través de sus famosas escuelas y hospitales.
Antecedentes históricos de su fundación
El camino de esta confluencia de saberes griegos y orientales, ya había comenzado hace mucho en Alejandría en el siglo I d.C., primer lugar de encuentro de la cultura helénica de occidente y de influencias orientales del antiguo Egipto. Este reunión de saberes paso desde allí a Antioquia y luego a Nisibis y Edessa a través sobre todo, de los cristianos nestorianos, un grupo perseguido por la iglesia bizantina. Durante los siglos III al siglo VII, el cristianismo dominó toda al región que se extendía desde Egipto a la Mesopotamia; incluyendo Palestina, Siria y Asia oriental y era bastante riesgoso discutir sus principios. Nestorio, quien fuera el patriarca de Constantinopla del 428 a 431 d.C., postulaba que la naturaleza humana y divina de Cristo, eran distintas. Consideraba que había en él dos naturalezas, completas ambas de modo tal que conforman dos entes independientes, Dios y hombre al mismo tiempo2. El patriarca Cirilo de Alejandría juzgó que la doctrina de Nestorio era contraria al dogma oficial y alentó medidas
La ciudad de Gundishapur, también se la conoce como Jundishapur , Gondishapur, Gundeshapur Gund- Sh h P r, Gondeshapur, Jondishapoor, Jondishapur, Jondishapour, Gondêšâpur, Jund-e Shapur y Jundê-Shâpûr,depende las traducción.
1
Desde esta consideración estaba en contra de darle el título de Theotokos “Madre de Dios” a la Virgen María y, en su lugar, proponía llamarla Christotokos “Madre de Cristo”.En el Concilio de Efeso se decidió que la virgen debía ser considerada la madre de Dios.
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para condenarla y tanto los nestorianos como los partidarios de Cirilo fueron llamados al Concilio de Efeso en el año 431. La disputa se centró fundamentalmente en torno a este tema. Finalmente se adoptó como verdad de doctrina la propuesta por Cirilo y los nestorianos, o difisitas, fueron condenados como herejes. Como resultado de esta decisión, las iglesias partidarias del nestorianismo se separaron de la iglesia oficial y se establecieron como una nueva secta del cristianismo, agrupándose en torno a la Escuela de Edesa. En la ciudad ya existía un centro donde se daban conferencias en siríaco, griego, y el persa. Había también dos grandes hospitales, uno fundado por San Efrén (o San Efraín) 3, el otro era exclusivamente para mujeres. Todas estas instituciones entraron en manos de los herejes nestorianos, quienes además establecieron en Edesa4 una escuela de medicina que rivalizó, durante un tiempo con la de Alejandría5. La situación sin embargo era muy inestable porque estas dos ciudades Edesa y Nissibis que llegaron a tener importantes escuelas de filosofía q se encontraban al sur de la actual Turquía y al ser dos ciudades fronterizas fueron cambiando de dominación a través de los años. En el 224 d.C. Edesa pasó a formar parte del Imperio Romano y la ciudad de Nissibis, pasó a dominio persa. La relación de los persas con los cristianos fue cambiando a través del tiempo, inicialmente, 3 San Efraín nació en la ciudad de Nissibis. Cuando la ciudad cayó en poder de los persas se vio obligado a mudarse a Edesa, donde funda un hospital para los pobres en el año 337 d.C. poco antes de su muerte .
Edesa es actualmente la ciudad de Urfa o Siliurfa y Nissibis la ciudad de Nusaybin, ambas se encuentran en el actual territorio turco.
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Withington, Edward Theodore. Medical history from the earliest times a popular History of The Healing Art. Londres. The Scientific Press. 1920.p. 124-127.
5
las autoridades persas toleraron a los cristianos, tanto más cuanto al principio éstos eran perseguidos en el Imperio Romano, pero esta buena disposición cesó en 324 cuando el Imperio Romano adoptó el cristianismo. A partir de 363, se desencadenó una terrible persecución y muchos cristianos de Nissibis6 para no caer en poder de los turcos, se vieron obligados a buscar refugio en territorio romano, huyendo hacia la ciudad de Edesa. La escuela de Edesa, conocida como la “Escuela de los Persas” por la gran afluencia de cristianos de ese origen, se convirtió en aquella época en un centro de aristotelismo y nestorianismo muy famoso7. Esta escuela fue temporalmente cerrada y finalmente clausurada en 489, bajo la orden del Emperador bizantino, debido a sus tendencias nestorianas, ya que esta doctrina herética, no debía ser enseñada públicamente dentro de las fronteras del Imperio Romano. Entonces los monjes nestorianos de Edesa y Nissibis, se refugiaron en Persia. Allí, bajo la protección tolerante de los sasánidas, pudieron seguir traduciendo las Sagradas Escrituras a los Padres de la iglesia y las obras filosóficas y científicas de la antigua Grecia8. El cristianismo sirio nestoriano sería el asilo donde se custodiaron (entre los siglos V al IX) y se
Si bien los persas no pudieron tomar a Nissibis por los ataques directos, consiguieron entrar sin lucha a la ciudad trece años después, cuando Nissibis se les entregó como parte del precio de la paz que pagó el emperador Joviano, después de la derrota y la muerte de Juliano. La entrada de los persas hizo huir a los cristianos a la ciudad de Edesa y trasladar allí la escuela de Nissibis.
6
La herejía de Nestorio acentúa lo humano y visible de Cristo; esto tiene afinidad con el realismo aristotélico.
7
En este momento los sasánidas los reciben ya que éstos eran contrarios al cristianismo oficial al cual se enfrentaban. Los árabes también los aceptan porque consideraban que era una falta grave, pensar que alguien podía ser la madre de Dios, en ese sentido concordaban con los cristianos nestorianos.
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trasmitieron los escritos filosóficos y científicos de los griegos, y sobre todo de Aristóteles9. Por eso aunque este centro médico que incluía un hospital se clasifica dentro de las instituciones no cristianas, lo son parte de sus antecedentes y sus profesionales que allí trabajaron.
La escuela de Gundishapur
El imperio persa tuvo varios momentos de esplendor. Durante la dinastía aqueménide en el V a.C. ocupaba vastos territorios hasta que su existencia concluyó en 330 AC, cuando el último de los reyes aqueménidas, Darío III, fue vencido por Alejandro Magno. Muchos siglos después durante la dinastía de los sasánidas, comenzaron las luchas para recuperar estas tierras que pertenecieron a la antigua Persia. La dinastía sasánida se extendió desde el 226 al 651 d.C. en que cae en poder de los musulmanes. Llegó a comprender los territorios de los actuales países de Irán, Irak, Armenia Afganistán y partes del este de Turquía y Siria, además de parte de Pakistán, el Cáucaso, Asia central y Arabia. A finales del siglo VI, se anexaron al imperio los territorios de los actuales Egipto, Jordania, Israel y territorios palestinos. Por su situación geográfica estaban relacionados tanto con la cultura de occidente greco romana, como con la de oriente especialmente la India y China El segundo rey de la dinastía, Shapour I (241- 272 d.C.) fue un reconocido guerrero y gobernante que venció al emperador romano Valeriano y lo hizo prisionero en el año 259 tras la Batalla de Edesa, una situación inesperada en historia romana. Este rey es quien fundó la ciudad de Gundishapur, en el 271 d.C., en la provincia de Khuzestan en el sur del de la actual Persia. Cincuenta años más tarde Shapur II la proclama como la capital del imperio sasánida. Cuando su sucesor traslada la corte a Ctesiphon (Madain para los
Sa’di, Lutfi M. “Glimpses into the history of Arabic Medicine“. Bull Med Libr Assoc. 1958 April; 46(2): 206–218.
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árabes), Gundishapur retienen su importancia y permanece como centro administrativo de la región del Khuzestan10. Shapour II mandó llamar al médico nestoriano Theodurus para que lo tratara y después de esto permaneció como médico del rey11, así comenzó una estrecha relación con los médicos nestorianos, que posteriormente se fueron trasladando a Gundishapur trayendo consigo los textos y los conocimientos del mundo greco-romano. Por este traslado de la cultura helenística, esta escuela fue conocida en su época como la Academia Hippocratica. Cosroes12, llamado también Anosharvan que significa el rey “del alma inmortal”, ascendió el trono en 531 d.C. y añadió un observatorio y una escuela de ciencias al complejo Gundishapur, donde se terminó enseñando medicina, anatomía, odontología, astronomía, matemáticas, filosofía, ciencias militares, arquitectura, artesanía, agricultura e irrigación, y geometría. Aproximadamente cinco mil estudiantes se preparaban en Gundishapur durante el reinado de Cosroes, con quinientos eruditos que enseñaban en diferentes campos científicos. Al principio se utilizaba en la enseñanza la lengua griega o el siríaco, pero más tarde, durante el siglo VI, la lengua pahlavi también fue añadida al plan de estudios. Este rey fue capaz de mezclar a los mejores científicos orientales y occidentales de su tiempo, pues invitó a numerosos médicos griegos y romanos a enseñar y conducir investigaciones en Gundishapur. El rey Cosroes no tan solo dio la bienvenida a los médicos nestorianos que habían sido expulsados del imperio bizantino sino también a los eruditos griegos y alejandrinos luego que Justiniano en el 529 d.C., cerrara la Escuela de Atenas, último baluarte del paganismo. Gundishapur ya era la capital intelectual del imperio persa sasánida, pero el arribo de estos estudiosos exiliados del decadente imperio bizantino por la intolerancia religiosa del cristianismo canónico, sumado a la llegada de los sabios invitados procedentes de India y China, con sus respectivos conocimientos de medicina, astronomía y matemática, la convirtieron en un centro cultural de gran reconocimiento. Lo más importante es que era también un lugar generador, traductor, acopiador y transmisor de los conocimientos médicos entre oriente y occidente. Fueron muchas las prácticas que se realizaban a tal fin. Una muy importante, organizada realizado en la ciudad de Ctesiphon en 550 d.C. por el mismo Cosroes, fue el que se podría considerar el primer simposio médico mundial, en el cual participaron Mirrazavi Firouzeh. “Academy of Gundishapur“, Iran review. Noviembre 2009. Disponible en: http://www.iranreview.org/ content/Documents/_Academy_of_Gundishapur.htm.
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11 Khan, Abdul Aziz; Zulkifle, Mohd; Ansari, Abdul.Haseeb; Abdul Hai, Khan Najma. “Persian contribution to Greco-Arab Medicine: A Review“. Journal of the International society for history of Islamic medicine. 2008-2009;6-7:107-11.
También llamado, Khusru, Khusroes, Khosrow, Xosrov, Khosraw y también como Anusharvan o Anosharvan, Ausherwan, Anushiravan.
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cientos de médicos y figuras religiosas de todos los países. Estos congresos se repitieron en lo sucesivo, al menos una vez al año. El emperador en persona participaba del mismo y asistían profesionales de la salud de todos los lugares civilizados de en aquella época13. Aunque no se tiene información directa sobre el programa escolar de educación de la escuela, se conjetura que era de tres años, basándose en el hecho de que la que las escuelas del mundo musulmán que se inspiraron en la Gundishapur, ofrecían programas de educación de esa duración14. Al finalizar sus estudios los estudiantes debían rendir un difícil examen y recibían un título que acreditaba su formación. Los eruditos y graduados de este centro luego eran designados en importantes posiciones gubernamentales.
El bimaristán
Gran parte de su enseñanza se realizaba en el hospital o bimaristan, palabra de origen persa, derivada de dos términos: bimar que significa “enfermo” e istan que significa “lugar, casa, asilo”. Este término fue utilizado luego por los árabes pues carecían de una terminología científica precisa para esta institución así que tomaron esta denominación del persa15. No se tiene información acerca de la estructura física del bimaristan de Gundishapur, ni el lugar exacto dónde estaba ubicada en la ciudad, porque no se han producido excavaciones arqueológicas de la zona hasta este momento, pero se tiene una detallada explicación sobre su funcionamiento. El bimaristan estaba dirigido por un director médico conocido como el dorostbed. Este médico no sólo era el director de la escuela, sino también el jefe de la bimaristan. Era considerado como el líder médico del imperio, al mismo tiempo, era médico personal del emperador. Tenía la autoridad absoluta para utilizar los fondos del hospital, nombrar y destituir a los miembros del personal, y llevar las acciones que considerara necesarias. Durante la época de los sasánidas los médicos intervenían inclusive en la vida política del Imperio. El hospital ofrecía sus servicios médicos las 24 horas del día. Diversas fuentes informan que había también una especie de sistema de rotación similar a lo que vemos en nuestros hospitales actuales. Los médicos eran de diferentes etnias y religiones pero trabajaban juntos en el hospital.
El laboratorio de farmacología y el observatorio
La escuela de Gundishapur tenía anexado un laboratorio de Larijani Bagher, Zahedi Farzaneh. “An introductory on medical ethics history in different era in Iran“. Daru.2006; 1(Suppl 1): 10-16. 13
Elía, Ricardo. “Dioscórides rescatado por los árabes“. Byzantion Nea Hellás. 2009;28, 2009: 27-49.
14
Bárcena, Halil. “El bimaristán, un modelo de hospital islámico. Historia de los primeros centros psiquiátricos del mundo“. Natura Medicatrix 2001; 62: 6-11.
15
farmacología. Ibn Masawayh, médico que estuvo a cargo del hospital de Gundishapur fue también un famoso farmacéutico y fue prácticamente la única persona que escribió algo acerca de esta sección. El listado de las drogas se presentaban en extensos manuales como vademecum hospitalarios, que son una prueba importante del alto nivel de conocimientos y competencias alcanzados por los farmacólogos de la escuela. Estos libros escritos por los médicos de Gundishapur y eran conocidos como akrabazin en la literatura médica de la época. La farmacia hospitalaria ocupaba un ala importante del bimaristan. La farmacia hospitalaria ocupaba un ala importante del bimaristan. Había un cuarto para el almacenamiento de las medicinas ya preparadas, y otro cuarto para la dispensa de los remedios a los enfermos. La farmacia estaba muy bien organizada y abastecida de drogas diversas, del origen de los tres reinos (vegetal, animal, mineral)16. El observatorio de la escuela funcionaba no sólo como un lugar para la observación cuerpos astrales, sino también como un lugar donde se enseñaba astronomía y matemáticas.
La casa de traducción
En este centro médico que era un verdadero crisol de razas, tanto por los profesores como por los alumnos, el tema de los idiomas no era para nada un tema secundario, porque además los textos de que se nutrían para estudiar estaban escritos en diferentes lenguas. Por eso la escuela tenía entre sus instituciones un edificio junto al bimaristan conocido como Dar al-`ilm (La Casa del Saber) o Dar al-Tarjamah (La Casa del Traductor), para este fin. De hecho, muchos traductores también eran médicos del bimaristan. El historiador persa Ibn al-Nadim confirma que el esfuerzo traductor iniciado por los sasánidas no se limita a las actividades científicas realizadas en Gundishapur, especialmente en los últimos tiempos. Señala que Ardashir17 y su hijo Shapur I enviaron funcionarios a la India, Bizancio, Siria y para adquirir los libros que más tarde se traduciría en Pahlavi18. Si estos datos son correctos, este movimiento se remonta a la época más antigua que la llegada de los médicos nestorianos, por lo que concluye, que las opiniones de Aristóteles y Platón ya eran populares previamente a la llegada de los cristianos herejes. El lenguaje que se utilizaba en la instrucción en Gundishapur era el griego, el siríaco y el palhavi que usaban los Shehadeh, Kamal. “Al-Bimaristan (l’Hôpital) “. Revue d’histoire de la pharmacie. 1996, 84(321): 219-223.
16
Ardashir o Ardasher I, descendía según la tradición de los reyes Ciro y Darío el grande, comienza el reinado de los sasánidas en Persia. Empezó a crear un Imperio que ocupó las tierras que pertenecieron a la antigua Persia de los aqueménidas al este del río Eufrates. Fue rey de Persia desde el año 226 d.C. hasta su muerte. Su hijo y sucesor fue Sapor I. 17
persas. A pesar de estas traducciones anteriores al pahlavi y el uso exclusivo de pahlavi en el imperio persa, no llegó a convertirse en el idioma de la ciencia
CONCLUSIóN
La abrupta caída del Imperio sasánida se completó en un periodo de cinco años, y la mayor parte de su territorio fue absorbido por los musulmanes. Sin embargo, muchas ciudades iraníes resistieron, luchando contra los invasores en multitud de ocasiones. La población terminó aceptando la religión del Islam. Los árabes mayoritariamente respetaron la cultura persa y tradujeron muchos de sus libros al árabes, muchos de medicina. Cuando se habla de educación médica se menciona como el más importante antecedente la escuela de Salerno en la península itálica, cerca de Nápoles. Sin embargo la historia nos muestra como antes, ya se había iniciado la enseñanza organizada de la medicina y existía un hospital docente con las técnicas y conocimientos más adelantados. En 1955 queriendo rememorar la gloria de este antiguo centro. se fundó la Universidad de Ciencias Médicas Ahvaz Jundishapur (AJUMS) en la Provincia Khuzestan, cerca de la ciudad de Ahvaz. La universidad se estableció como un Colegio de Medicina administrado por el Rector la Universidad de Ahvaz. Posteriormente la universidad se separó y desde 1986 depende directamente del Ministerio de Salud y de Educación Médica de Irán. Tiene actualmente tres campus; en Ahvaz, Behbahan, y Abadan, y está constituida de nueve escuelas o facultades, ofreciendo grados de doctorado en ciencias y en medicina en 27 disciplinas. La universidad administra ocho hospitales públicos en la ciudad de Ahvaz, y otros 20 hospitales en los alrededores, así como docenas de clínicas dispersadas en la provincia.
18 Con el término pahlavi, pahlevi o pehlevi, pahlawi, se quiere indicar la lengua escrita y hablada en Irán en el periodo entre el antiguo persa avéstico y el persa moderno, es decir, desde el siglo IV a.C. hasta el IX d.C.
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Nueva Institución Educativa Superior
Promisorio Proyecto Universitario Formará cuadros para formular y gestionar políticas públicas en áreas de desarrollo socio-productivo y de la innovación tecnológica
Perú 590 4 P (C1069AAB) Tel: 5235-7200 Líneas rotativas Fax: 5246-9711 Desarrollo Productivo y Tecnológico Empresarial de la Argentina
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cadime@cadime.com.ar www.cadime.com.ar
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a Fundación Instituto para el Desarrollo Productivo y Tecnológico Empresarial de la Argentina lanza el proyecto de Instituto Universitario. Está destinado al desarrollo del conocimiento y a la formación integral de académicos de alto nivel y de técnicos de niveles educativos medios para el apoyo en el nivel superior en políticas públicas, en dos áreas claves de interés nacional como son: el desarrollo socio productivo y la innovación y el desarrollo tecnológico en distintas áreas del conocimiento, incluido los sectores sociales de la salud, la educación y el desarrollo social general. Tiene su foco de atención en actividades de enseñanza, de investigación tecnológica, de transferencia de conocimientos y de asistencia técnica orientada a aspirantes interesados en pequeñas y medianas empresas, a recursos humanos de organizaciones de la sociedad civil, a técnicos de organismos públicos nacionales y locales y a los niveles directivos de instituciones formuladoras de políticas. Entre las carreras previstas se encuentran las Diplomaturas de Extensión en Gestión Socio-Productiva, la Tecnicatura en Gestión de Pymes, la Diplomatura en Desarrollo Tecnológico para Empresarios Pymes, las Carreras de Postgrados de Especialización en Gestión Tecno-
lógica, en Gestión del Desarrollo Local y en Gestión de la Economía Social y otras referidas a las ciencias y tecnologías orientadas. Se ha logrado la conformación de un núcleo inicial de docentes e investigadores, para el desarrollo de las primeras actividades académicas, que demuestran excelente experiencia y sobre todo, están fuertemente comprometidos con el proyecto. Los primeros avances se vinculan con acuerdos ya suscriptos con la Universidad Nacional de Quilmes y la Universidad Nacional del Litoral, el lanzamiento de una carrera de Postgrado en gestión de la Economía Social bajo la modalidad virtual, una diplomatura de Desarrollo Emprendedor y Creación de Empresas y tecnicaturas universitarias vinculadas a la Gestión de Servicios de Salud. Es de recalcar que la Fundación y el Instituto dispondrán de acceso a un Campus Virtual para numerosas actividades educativas a distancia. La Fundación de referencia está a cargo del Señor Guillermo Gómez Galizia en el carácter de Presidente y el Instituto Universitario tendrá como Rector al Dr. Hugo O. Settembrino de larga trayectoria en la actividad académica en universidades nacionales y extranjeras.
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Comentario de
libros
Salvador Mazza y el archivo perdido de la Mepra. Argentina, 1926-1946 Norma Isabel Sánchez, Federico Pérgola y María Teresa Di Vietro . Bs As, El Guión Ediciones, 2010, 194 p.
Los que trajinamos, cotidianamente, recorriendo archivos y bibliotecas en procura de encontrar documentación referente a algún episodio histórico, en ocasiones tenemos serias dificultades para acceder al material buscado, como ha sucedido con el valioso archivo de Salvador Mazza. Por una medida arbitraria, se perdió gran parte del mismo. La falta de respeto por la labor de un médico que trabajó incansablemente en la investigación de un flagelo como lo ha sido, y lo es, el mal de Chagas, atribuible a la pobreza y el abandono de regiones generalmente ignoradas por las autoridades, es una demostración de la indiferencia con que se adoptan medidas que perjudican al desarrollo científico. Nos referimos a la disolución de la Mepra (Misión de Estudios de Patología Regional Argentina), cuya consecuen30 | Médicos & Medicinas
cia ha sido la dispersión o desaparición de un importante acervo tan trabajosamente acumulado. Esto debería ser un llamado de atención para quienes tienen la responsabilidad de preservar toda documentación u objetos -patrimonio cultural y científico del país-, que faciliten la tarea a los futuros investigadores. Cuando Salvador Mazza creó la Mepra, lo hizo para continuar y profundizar la tarea de Carlos Chagas, joven médico brasileño que presentó el producto de sus investigaciones sobre el Trypanosoma cruzi, corroboradas por un colega, el doctor Oswaldo Cruz, en la Academia Nacional de Medicina brasileña, en abril de 1909. La tesonera labor de Mazza y su esfuerzo por dar a conocer y ampliar los estudios de Chagas y en consideración a los aportes que hizo, justicieramente, este mal ha sido denominado de Chagas-Mazza. Es de lamentar que, como se expresa en este escrito: “En la actualidad aún no se ha logrado la droga ideal para su tratamiento y podría ser que no exista una solución singular, dada la complejidad que involucra a todos los pasos de la parasitosis”. Los autores, conocidos defensores del patrimonio histórico que atesoran bibliotecas y archivos, enterados de que el Departamento de Microbiología, Parasitología e inmunología de la Facultad de Medicina (UBA), a cargo de Daniel O. Sordelli, conservaba gran parte del material de referencia (se ignora cómo llegó a esa dependencia), solicitaron acceso al mismo y, de común acuerdo, lo trasladaron a la Biblioteca Central “Juan José Montes de Oca”. Por decisión del decano, Alfredo P. Buzzi, se hizo cargo de la tarea de ordenamiento y clasificación de tan valioso tesoro el director del Instituto y Cátedra de Historia de la Medicina, Federico Pérgola, quien, para encaminar este desarrollo, “aceptó el desafío y designó, a principios de 2009, a la historiadora Norma Isabel Sánchez, miembro de su equipo, quien se encargó de leer los originales y preparar el escrito, con la colaboración de Pérgola y Di Vietro”.
Con el fin de organizar el material (estamos hablando de 7.209 fojas) se contó con la colaboración de expertos para la clasificación y conservación de documentos y diapositivas en vidrio de la Mepra. Una vez ordenado, catalogado, con los índices correspondientes, luego de ocho años de tarea, derribada la barrera de sesenta años de silencio, ahora está disponible. Aunque se ha perdido parte del instrumental “y tantas otras piezas que serían una gloria, cuanto mínimo, de la museología argentina”. Cabe elogiar la digitalización de toda la documentación (25 cajas), disponible en la Biblioteca Central (FM/UBA) y el registro de libros y revistas que pertenecieron a la biblioteca de la Mepra y/o a Mazza, además de los trabajos que publicó (entre 1908-1942). Un interesante índice onomástico “menciona 1.457 nombres, uno de localidades de la Argentina con 190 sitios y, otro, de localidades del exterior que incluye 173 lugares”. Una diapoteca “en un total de 20 gavetas (y algunos otros materiales)”. Como muy bien expresa el prólogo de este libro, en la historia argentina se ha privilegiado resaltar la labor de militares y políticos por sobre la de educadores y científicos, observación que compartimos y que es posible apreciar con sólo recorrer las calles de nuestra ciudad. Por el contrario, en éste se procurar revertir esa situación. Con respecto a la vida profesional y científica de Carlos Mazza (1886-1946), los autores describen, en numerosas páginas, la actividad de este sabio que dedicó especial atención a “los cinco grandes problemas sanitarios de la Argentina: la enfermedad de Chagas, la leishmaniasis, las micosis, la brucelosis y las enfermedades de la sangre”. Obtuvo su título de médico a los 24 años, en 1910. El año siguiente presentó su tesis Formas nerviosas y cutáneas del aracnoidismo. Inició su actividad científica en el Instituto Bacteriológico Nacional “área de los laboratorios regionales. Después estará a cargo del Lazareto de la isla Martín García, para la búsqueda, entre los inmigrantes de portadores de gérmenes de cólera, en una etapa de gran afluencia de extranjeros”. Con posterioridad se incorporó a la Sociedad Científica Argentina y en 1914 comenzó a publicar en La Semana Médica. En 1915 ingresó “como jefe del laboratorio (químico-bacteriológico) de la Sanidad Militar Argentina (ubicado en el Hospital Militar Central)”. Ese mismo año viajó a Europa donde tomó contacto con sanitaristas y bacteriólogos. A su regreso “participó del Primer Congreso Nacional de Medicina (presidido por Aráoz Alfaro) al que asistió Carlos Chagas”. Su pasión y empeño en desentrañar las paradojas que presentaba la enfermedad a partir del descubrimiento de Chagas, benefició a sus colaboradores y seguidores al encarar la investigación corrigiendo y mejorando conceptos expresados por éste, facilitando el perfeccionamiento del tratamiento de la dolencia aunque, pese a los años transcurridos, aún no se ha podido erradicar definitivamente. Superados muchos inconvenientes derivados de la situación política inestable del país, en 1930 obtiene un logro muy importante para su misión, disponer de un vagónlaboratorio, que estaba dotado de todo lo necesario para sus estudios “mesas, armarios, estufa eléctrica para cultivos,
autoclave para esterilización, jaulas para alojamiento de animales de experimentación y regionales”. Y es precisamente en ese año “cuando aparece el primer número de Publicaciones de la Mepra”. Recibió unos cuantos reconocimientos: una distinción concedida por el Rey Fuad I de Egipto (en tiempos del protectorado británico) y la designación como miembro de la Sociedad de Medicina Tropical Alemana. Además, fue incorporado a la Sociedad Alemana de investigación de la Sangre. Mazza “se informa sobre la penicilina y busca conseguir las cepas del hongo Penicillium notatum. Entonces decide enviar a Miguel Eduardo Jörg a Gran Bretaña, para entrevistarse con Alexander Fleming”. Nada más ilustrativo para demostrar las penurias que debió soportar Mazza que lo acontecido cuando envió a Jörg a Gran Bretaña para entrevistar a Fleming. Según la crónica publicada en el diario La Nación, que se transcribe, éste le facilitó varias cepas de penicilina para experimentar y, en Jujuy, se fabricó a muy bajo costo. Para comprobar si la penicilina elaborada en la Argentina era apta para su utilización se envió la misma a Londres y la respuesta del sabio fue que “era 95 % equivalente a la de ellos”. Cuando Mazza tuvo la corroboración solicitó la colaboración del rector de la Universidad de Buenos Aires para montar la fábrica. Al no recibir respuesta, “en un ataque de ira Mazza rompió todo. No hacemos nada más dijo. Luego comenzó a entrar la penicilina importada, porque decían que Mazza quería hacer su propio negocio”. Mazza recurrió a todos los medios a su alcance, radio, periódicos, cinematografía, para difundir los temas de salud aunque tuvo que luchar contra “la abulia y el desinterés”. “El cierre de la entidad, tres 32 años de existencia, con un primer ciclo de éxitos (Jujuy, 1926-1926) y un segundo de agonía (Bs Bs, 1946-1958) ¿puede entenderse como un fracaso de la ciencia argentina?”. Todo esto se relata en las dos primeras partes del libro; en la tercera, aparecen algunos colaboradores que actuaron en la Mepra, como Flavio Lorenzo Niño (Salta 1897-Bs As 1978), Miguel Eduardo Jörg (Bahía Blanca 1909-Mar del Plata 2002) o Guillermo Cleland Paterson (de origen escocés, 1871-1946). En la cuarta, se detallan los materiales existentes en la Facultad de Medicina (parte en el Departamento de Humanidades Médicas, en el Instituto de Historia de la Medicina y en la Biblioteca Central). Elogiamos las ilustraciones y, como es posible apreciar en otros escritos de los autores, la rigurosidad con que tratan el tema; concitan el interés del lector que no puede dejar de recorrer las páginas donde no sólo se abarca los aspectos científicos y las dificultades que Mazza tuvo que superar en su desempeño, sino que, además, minuciosamente, año por año, describen todo lo acontecido en lo que se refiere a ciencia y política, dos aspectos generalmente en colisión en nuestro país, no escatimando agudas observaciones al respecto. Agustín F. García Puga Médicos & Medicinas | 31
Fraudes y mistificaciones en publicaciones argentinas del siglo XX. Información riesgosa para la salud. Violación de las leyes e ineficiencia en los controles. Federico Pérgola y Agustín F García Puga. Bs As, Librería Akadia Editorial, 2010, 151 p. con milagreros, santones, especuladores de todo tipo que logran auditorio completo a pesar de los profundos conocimientos a los que arribó la ciencia -con trabajo y paciencia infinita- porque justamente, ese trasfondo mágico que dio origen a la medicina persiste en el inconsciente colectivo”. El tercero: Nunca pena-des Alude a dos protagonistas que hacían curas fantásticas y los autores agregan: “habían hallado la llave para abrir un gran negocio”. Ingenioso es el juego que llevan adelante entre el apellido de los embaucadores (Penadés) y el título del apartado. “Cuesta creer -leemos- que nunca se haya tomado alguna medida contra una práctica de esta naturaleza, no habilitada, donde se utilizó la imposición de mano en un tipo de magnetismo animal -inventado por Mesmer-, del que nunca se pudo demostrar su utilidad médica”. El cuarto: Asuero y las narices vírgenes Es uno de los acápites más largo, donde cuentan las aventuras de un médico español, asistente de políticos encumbrados de su país, que, una vez trasladado al nuestro, tuvo repercusiones frondosas a través de la asueroterapia (con, entre otras maniobras, el estímulo al trigémino). Un nuevo libro está a disposición de los interesados en temáticas relacionadas con la medicina y la historia. En esta oportunidad los autores se abocan a analizar un período, “que se extiende entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX, que ha sido particularmente lucrativo para curanderos, adivinas y charlatanes que inundaron de avisos dos publicaciones de gran tiraje y difusión: Casa y Caretas y PBT” y, de esa manera lo relacionan con situaciones presentes donde, una vez mas, advierten “avasallamiento de propagandas de todo tipo vinculadas al ámbito de la salud”. Comienza con el apartado: El curanderismo, una marca registrada Un párrafo expresa: “No estamos de acuerdo con aquello de que la ignorancia popular genera al curandero: no existe clase social ni grado de educación que sustraiga al pedido de ayuda al curandero. Exceptuamos a los individuos racionales”. Los autores (uno de ellos, médico; el otro, periodista) tienen cómo avalar tal afirmación y nosotros, como profanos, compartimos, pues quién no se ha sorprendido ante comentarios de conocidos que dan por seguro que el curandero “los curó”. Este segmento incorpora avisos tomados de las revistas PBT y Caras y Caretas. El segundo: El transfondo mágico de la medicina Breve relato, que apela a una rica bibliografía y que finaliza así: los mass media “invaden nuestra intimidad día tras día, 32 | Médicos & Medicinas
El quinto: El vello y lo bello Se refiere a una de las mayores preocupaciones estéticas de mujeres y de hombres: la cabellera. ¿A quién le gusta ser calvo? o dicho en reversa ¿no disponer de una melena abundante? Por supuesto que en la actualidad es también un tema de análisis y se gastan muchos minutos de transmisión televisiva -por ejemplo- para referirse al asunto y prometernos pelos brillantes y abundantes como el de las actrices (ya no con tónicos, sino champués y cremas reparadoras, más masajes y “aparatitos” de todo tipo). El sexto: Curas imposibles Complementa, parcialmente, el cuarto apartado. Relata la labor de los embaucadores que juegan con el dolor ajeno y, en tales ocasiones, “(el) Dios Dinero hace valer sus razones”. El séptimo: Que las hay … ¿las hay? Apunta al hipnotismo y magnetismo, al talismán de la felicidad y otras mentiras equivalentes. El octavo: ¡Cuidado! ¡No electrocutarse! Comienza con un muy significativo grabado (de la revista PBT, 1906) ofreciendo un sensacional aparato para combatir toda afección nerviosa, por medio de la electricidad galvánica. Otro: sobre la jaula eléctrica para el tratamiento de la arterioesclerosis, sin olvidar el parche eléctrico de Edi-
son, o la faja eléctrica de Samson, “único medio de renovar la vitalidad gastada”. El noveno: No sabe, no contesta mensajes del más allá Relata sobre los médiums, el espiritismo, las piedras que curan y cierra así: “Es probable que haya que buscar la razón … en circunstancias que tienen mucho más que ver con una realidad siempre difícil de aceptar o metabolizar y que … impulsa a las personas a encontrar respuestas en terrenos que le son desconocidos e inalcanzables pero que, …, poseen el atractivo de viejos atavismos que el ser humano, por su propia condición, no ha conseguido superar”. El décimo: La supuesta cura de la tuberculosis Es por todos sabido que se trata de una enfermedad que ha inspirado largamente a los artistas y dado lugar, a través de la historia, al ensayo de variados remedios heroicos, hasta la llegada de los (atenuantes) antibióticos. El relato está intercalado de publicidades que prometen “nuevas curas”. El undécimo: Las lagartijas y el cáncer Ya de por si se trata de una enfermedad lacerante y en una publicidad (PBT, 1907) se lee: Establecimiento Especial para el Tratamiento del Cáncer y enfermedades de las sangre”, con el agregado: “Es evidente que el Cáncer se cura por completo, con el Suero Anti-Canceroso del profesor Beard …”. Y el único establecimiento que el citado doctor había autorizado para la aplicación del procedimiento era el Sanatorio Temperley (con posibilidades de recoger mayor información en la calle Bolivar 332 de la Capital Federal). ¿Para qué - nos podemos preguntar- siguen los laboratorios e investigadores de todo el mundo trabajando en su consideración cuando hace más
de un siglo está todo resuelto? El duodécimo: El humo …r ¡Huele mal! Último apartado, que incorpora gráficas de una época en que se hablaba de las virtudes del cigarrillo con igual intensidad como hoy se lo ataca. Las publicidades “aceptan” a los niños fumadores (como hubo otras que lo relacionaban con el status social o la (supuesta) “independencia” femenina; pero, termina con una (de la revista Leoplán, 1935) que ya anticipa el destino cruento que le espera a los fumadores. Recordamos acá que los mismos autores han publicado Por el camino del tabaco (historia de una desinformación universal), obra muy bien recibida por los lectores y que, oportunamente, recibió una mención especial de la AMA (Premio Guillermo Rawson 2000-1). Todo termina con un apéndice. Es un simpático relato, no de lectura académica, muy fácil de revisar y que se puede disfrutar en estas tarde del verano que se nos acerca, mientras comparamos lo que nos transmite el libro con un puñado de publicidades que hoy recorren la televisión y la prensa gráfica. ¿Qué hay en común entre todas las secciones? La denuncia del engaño al que podemos ser sometidos (al igual que en el pasado) cuando los inescrupulosos conocen cuatro problemas, cuanto mínimo, que solemos tener los humanos: la enfermedad, el dolor, las pérdidas afectivas y la caducidad del vigor y belleza juvenil. Norma Isabel Sánchez
Rectores de la Universidad de Buenos Aires Alfredo Buzzi y Federico Pérgola. Bs As, Ediciones Médicas del Sur, 2011, 149 p. Los autores nos brindan, una vez más, un libro que -estimamos- resultará de frecuente y rápida consulta, pues en él referencian, brevemente, a quienes han tenido a su cargo la conducción de la Universidad de Buenos Aires, desde su creación hasta la actualidad. Se inicia, es obvio, con una Introducción que presenta de tres figuras claves para que se hiciera efectiva tal instalación: Antonio Sáenz, Bernardino Rivadavia y Martín Rodríguez. De inmediato, aluden a la puesta en marcha de la casa de altos estudios (por un decreto del 12 de agosto de 1821), del Departamento de Medicina (decreto del 8 de febrero de 1822) y la Academia Nacional de Medicina (decreto de 9 de abril de 1822), donde se dio la particularidad de un no-médico nombrado académico de número y presidente de honor (Rivadavia). Los estudios superiores se organizaron con cinco departamentos (Ciencias Sagradas, Jurisprudencia, Medicina, Matemáticas y Ciencias Preparatorias).
A continuación, a modo de un diccionario de 74 entradas, en la mayoría con referencias bibliográficas mínimas, los cinco primeros rectores religiosos (en gran semejanza con lo que había acontecido con la casa de Córdoba), Antonio M. N. Sáenz, “su fundador” (1821-5), José Valentín Gómez (182630), Santiago M. Figueredo (1830-2), José P. Gari (183249) y Miguel García (1849-52). A tono con los tiempos, los hubo rivadavianos y rosistas. Después de Caseros, todos serán civiles. El nuevo ciclo se inicia con los abogados: José Barros Pazos (1852-7) y Antonio Cruz Obligado (1857-61): es la época del territorio secesionado. Tras la unificación, Juan M. Gutiérrez (1861-74), acompañará con su gestión a los dos primeros Presidentes de la Nación Argentina (Mitre y Sarmiento). Viene el turno de Vicente Fidel López y de (un futuro primer mandatario) Manuel Quintana (1877-81). Llegó Nicolás Avellaneda, quien asumió este cargo al terminar su mandato como responsable máximo del Ejecutivo Nacional Médicos & Medicinas | 33
y autor de una ley ad hoc. Le sucedió Leopoldo Basavilbaso, sobre el que aclaran los autores: “se mantuvo más tiempo en el cargo” (21 años: 1885-1906). Le llegó la ahora a los médicos: Eufemio Uballes y José Arce. Durante la responsabilidad del primero (1906-17) se habilitaron dos nuevas facultades: la de Agronomía y Veterinaria más la de Ciencias Económicas. La labor de Arce (período 1922-6) está claramente señalada en este escrito. Su imagen ilustra la tapa del libro; posiblemente sus responsables, los dos médicos, sientan por este destacado cirujano un especial aprecio y valoren cuánto hizo por la Facultad de Medicina desde sus diversos cargos públicos, que cubrieron una gran parte de su vida política y académica. A continuación un sólido autodidacta, sin título universitario, pero fogueado en la conducción de la Facultad de Filosofía y Letras: Ricardo Rojas (1926-30). Su sucesor, el ingeniero: Enrique Butty. Tres de de corto mandato, un abogado, un médico y un naturalista: (el interventor) Benito Nazar Anchorena, Mariano R. Castex y Ángel Gallardo. Otra vez un abogado y, con sorpresa, un filósofo: nos referimos a Vicente C. Gallo y Coriolano Alberini. Carlos Saavedra Lamas, hombre del derecho, el primer premio Nobel de la Paz de la Argentina, ocupa el rectorado entre 1941 y 1943. Después, el turno de un economista (si bien su título era de abogado): Alfredo Labougle. Nueva aparición de los rectores interventores o de breves mandatos: Emilio Ravignani, Tomas Casares, David M. Arias, Carlos Obligado, Nicolás Matienzo, Carlos P. Waldorp, Antonio Benítez, Salvador Oría y Horacio C. Rivarola. Nuevos médicos: Oscar Ivanissevich y Fernando M. Bustos. 34 | Médicos & Medicinas
El abogado Agustín Nores Martínez y el ingeniero agrónomo Carlos Emery, hasta el turno del arquitecto Julio V. Otaola. Los tres siguientes actuaron durante los años del primer peronismo: Carlos A. Bancalari (médico), José Fernández Moreno (abogado) y Jorge Taina (médico). Una vez más, momentos difíciles en el país. Ernesto Crámer, Ernesto Cholvis y José L. Romero se harán cargo, sucesivamente, del rectorado. Éste era un reconocido historiador, graduado en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata. Vino a continuación José Babini, ingeniero y matemático muy versado en historia de la ciencia e interesado en su amplia difusión. Otra vez un médico: Alejandro Ceballos. Aparecen tres figuras sobre los cuales los autores hacen una interpretación positiva: uno, el filósofo Risieri Frondizi (rector entre 1958 y 1962), hermano del presidente en ejercicio, Arturo Frondizi, época difícil donde sobresale el debate entre los que sostenían la conveniencia para el país de la enseñanza laica y los que se volcaban por la enseñanza libre. El otro, el joven abogado de 33 años, Julio H. G. Olivera (1962-5), especializado en asuntos económicos. El tercero, el ingeniero civil Hilario Fernández Long (1965-6), truncado en sus propósitos ya que se sintió obligado a renunciar tras los trágicos sucesos que condujeron a la “la noche de los bastones largos”. Leemos en el texto: “se cerraba, …, la época de esplendor de la vida universitaria argentina que había nacido pocos años atrás con la elección de Risieri Frondizi. Los sucesivos golpes militares, desacuerdos e intervenciones produjeron el éxodo de docentes e investigadores y sumieron la vida académica … en una larga noche”. Nuevos designados: Luis Botet, Raúl Devoto, Andrés A. Santas, Bernabé Quartino, Carlos A. Durrieu y el muy apasionado político de izquierda Adolfo Puiggrós. Enrique Martínez, Alberto Banfi, Ernesto Villanueva, Vicente Solano Lima, Raúl Federico Laguzzi, Alberto Ottalagano, Eduardo Mangiante, José Alocén, Edmundo E. Said, Alberto Costantini, Sol Rabasa, Luis C. Cabral, Alberto V. Donnes, Lucas Lennon, Alberto Rodríguez Varela, Carlos Segovia Fernández. Y los últimos: el economista y sociólogo Francisco Delich (1983-6), uno de los responsables de la creación del Ciclo Básico Común (CBC), de la apertura de las carreas de Ciencia Política y Ciencias de la Comunicación y la Facultad de Psicología. El contador, de largo mandato, Oscar Shuberoff (1986-2002) y el médico Guillermo Jaím Etcheverry (20026). Hasta el actual, el médico veterinario Rubén E. Hallu. Hasta la fecha, ninguna mujer ha ocupado este cargo. El libro está en la línea de uno anterior, de los mismos autores: Decanos. Los decanos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (Bs As, Ediciones Médicas del Sur, 2010, 127 p.). Estas compilaciones, que llevan a quienes las confeccionan un largo tiempo de trabajo, son útiles para los historiadores que buscan rápidos y puntuales datos. Aceptamos el valor de los “micro-relatos”: quienes los aprovechan logran -en ocasiones- resultados finales superiores a las partes; pero sin éstas, no se llega a aquéllos. Norma Isabel Sánchez
Departamento de Humanidades Médicas Director
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Prof. Dr. Federico Pérgola Secretaria de CODEP Prof. Lic. Norma Isabel Sánchez
Consejo Departamental CLAUSTROS DE PROFESORES Prof. Dr. Jaime Bortz Prof. Dr. Alberto Carli Prof. Méd. Carlos Castrillón Prof. Dr. Jorge Lemus Prof. Dra. Delia Outomuro Prof. Lic. Norma Isabel Sánchez Prof. Dr. Juan Carlos Stagnaro
CLAUSTRO DE DOCENTES AUTORIZADOS, ADSCRIPTOS Y LIBRES TITULAR SUPLENTE Doc. Aut. Dra. Lorena M. Mirabile Doc. Aut. Dra. Andrea Actis CLAUSTRO DE AUXILIARES DOCENTES SUPLENTE TITULAR Méd. Jorge Yansenson Prof. Graciela Taboada
Estructura Departamental
Instituto y Cátedra de Historia de la Medicina “Eliseo Cantón” Museo de Historia de la Medicina y de la Cirugía “Vicente Risolía” Director: Prof. Dr. Federico Pérgola Consultor: Dr. Adolfo Venturini
Museo de Historia de la Ciencia y la Tecnología “Bernardo Houssay” Co-Directores: Prof. Dr. Florentino Sanguinetti y Prof. Dr. Federico Pérgola Consultor: Prof. Dr. Alejandro Paladini
Instituto de Bioética Directora: Prof. Dra. Delia Outomuro Instituto de Metodología de la Investigación Director: Prof. Dr. Alberto Carli
El legado del Dr. Cesar Milstein Una realidad productiva con desarrollo argentino
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uiso quedarse en el país, pero las circunstancias políticas de aquella época lo obligaron a volver nuevamente a Cambridge. Se lo recibió como titular docente e investigador del laboratorio de biología molecular del Medical Research Council y en 1984 fue galardonado con el Premio Nobel de Fisiología y Medicina por sus trabajos en el desarrollo de los anticuerpos monoclonales. Su hallazgo abrió las puertas de la ciencia médica a un nuevo universo de aplicaciones. Diría Milstein, con la humildad que siempre lo caracterizó: “...el anticuerpo monoclonal es como una aguja en un pajar. Si tenemos un anticuerpo específico contra una sustancia, ese anticuerpo puede funcionar como un imán capaz de ignorar la existencia del pajar y reconocer exclusivamente la aguja. A los ojos de un anticuerpo, el pajar no existe...”. Este descubrimiento no solo abrió un nuevo camino para diversas aplicaciones en diagnóstico y tratamiento médico, sino que fue la piedra fundamental para avanzar en las nuevas técnicas de biología molecular y de la nanotecnología para uso clínico y productivo que hoy es vanguardia en la ciencia médica.
La reciente Ley 26.688 declara de interés nacional la investigación y producción pública de productos médicos entre otros, entendiendo a los mismos como bienes sociales y donde el proceso de sustitución de importaciones cumple un rol estratégico en la salud pública e implica un polo de desarrollo en el empleo de todas nuestras fuerzas científicas, tecnológicas y productivas pertenecientes a este sector. Argentina tiene el potencial para implementar estos emprendimientos con una integración pública - privada, donde unan recursos la Universidad, las organizaciones intermedias, el sector público y el sector empresarial productivo. En un país emergente como el nuestro, con recursos técnicos y científicos de prestigio internacional, no puede tener cabida la dependencia tecnológica y el gasto innecesario. Hoy, la ejecución de proyectos biotecnólogicos para uso clínico es una realidad para toda la línea de reactivos con sello nacional, estratégicos par el diagnóstico y tratamiento en endocrinología, HIV/SIDA y el cáncer. Como en muchos campos de la ciencia, Argentina ha contado con mujeres y hombres prominentes que han dejado un legado a la posteridad. El Dr. Cesar Milstein no abrió una puerta y está en nosotros el transitarlo y convertirlo en bandera.
Son tiempos de integración y de unir recursos. Son tiempos para comprender que la salud es un compromiso de todos. Es tiempo de iniciar una nueva era diagnóstica en productos biotecnológicos argentinos.
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