Edita: Universidad de Oviedo © de la edición, Universidad de Oviedo © de los textos y de las imágenes, los autores Diseño y maquetación: www.eliasdg.com Imprime: Gráficas SUMMA ISBN: 978-84-8317-716-7 Depósito legal: AS. 2.881/08
EXPOSICIÓN Oviedo, 12 de marzo – 15 de junio de 2008. Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo
Audiovisuales y Multimedia: Dirección: María del Carmen González del Tejo
Comisión Organizadora: Coordinadora: Margarita Fuente Noriega
Ejecución y realización: Marcial Gómez Martín, María Lucinda Melcón Aparicio, Manuel Palomino Arjona, Ramón Rodríguez Corao y Marino Rodríguez Gallastegui
María Soledad Álvarez Martínez, Santiago González Romero, Carmen González del Tejo, Ana Quijada Espina, Ramón Rodríguez Álvarez y Sara Vázquez-Canónico Costales
Reconstrucción virtual del Edificio Histórico: Dirección: Javier Suárez Quirós
Coordinación científica y técnica: Ana Quijada Espina, Ramón Rodríguez Álvarez, Sara Vázquez-Canónico Costales, y María Soledad Álvarez Martínez
David Bueno Jara, Ramón Gallego Santos, Alejandro Muñoz Espiago y Nieves Pañeda González.
Asesores: Tomás Emilio Díaz González, Justo García Sánchez, Santiago González Romero y Javier González Santos
Diseño, dirección y coordinación del montaje: Ramón Isidoro
Ambientación musical: José Antonio Gómez Rodríguez Recreación del edificio histórico según proyecto del arquitecto Rodrigo Gil de Hontañón: José Manuel Legazpi Seguros: Bango Correduría de Seguros, SA Transportes: SIT Transportes Internacionales ALBA Transporte de Obras de Arte
Seguridad: SECURITAS
Producción expositiva: ZOO Estrategias Culturales
CATÁLOGO Dirección y coordinación: Sara Vázquez-Canónico Costales, María Soledad Álvarez Martínez, Ramón Rodríguez Álvarez y Ana Quijada Espina Autores de los textos: Víctor Álvarez Antuña, Santos M. Coronas González, Tomás E. Díaz González, Francisco Erice Sebares, Pilar García Cuetos, Justo García Sánchez, José Luis González Novalín, Javier González Santos, Guillermo Morales Matos,
Ana Quijada Espina, José Manuel Riesgo Fernández, Ramón Rodríguez Álvarez, José Adolfo Rodríguez Asensio, Rafael Sempau del Río y Sara Vázquez-Canónico Costales Catalogación de fondos bibliográficos y documentales: Concepción López Alsina, Ángeles Llavona Guerra y María José Gimeno Álvarez Apoyo técnico y revisión de textos: María José Ferrer Echávarri
Fotografías: Archivo Ruiz Vernacci (Instituto del Patrimonio Histórico Español), Fototeca del Museo del Pueblo de Asturias Pablo Linés, Marcos Morilla y Rojas y Rubio Diseño y maquetación: www.eliasdg.com Imprime: Gráficas SUMMA ISBN: 978-84-8317-716-7 Depósito legal: AS. 2.881/08
La Universidad de Oviedo agradece su colaboración a las siguientes instituciones:
La Universidad de Oviedo agradece su colaboración a las siguientes personas:
Archivo de la Catedral de Oviedo Archivo General de la Administración. Alcalá de Henares Archivo General de Simancas Archivo Histórico de Asturias Archivo Histórico Nacional Archivo Municipal de Oviedo Archivo de la Real Chancillería de Valladolid Biblioteca de Asturias “Ramón Pérez de Ayala” Museo de la Farmacia Hispana de la Universidad Complutense de Madrid Museo de la Minería y de la Industria Museo del Pueblo de Asturias Musical Principado Real Instituto de Estudios Asturianos Real Monasterio de San Pelayo. Oviedo Televisión Española Universidad Complutense de Madrid Universidad de Salamanca
Cristina Alas Rodríguez José Ramón Alonso Peña María Teresa Álvarez Palacios Lorenzo Arias Páramo Luis Arias Romero Manuel Arregui Álvarez Carlos Berzosa Alonso-Martínez Ana Buznego Escobio Julio Carbajo González Alfonso Dávila Oliveda Miguel Díaz Negrete María Josefa García Carrillo Milagros García Rodríguez Santiago González Romero Severiano Hernández Vicente Ana Herrero Montero Paz Hevia Ojanguren Agustín Hevia Vallina Julia Irigoyen de la Rasilla Carmen Lombardía Fernández Joaquín López Álvarez Faustino Miranda González (herederos) Ildefonso de Noriega Arquer María Concepción Paredes Naves Eduardo Pedruelo Martín Francisco Javier Puerto Sarmiento Covadonga Querol de Bascarán José Luis Rodríguez de Diego Javier Rodríguez Muñoz Juan Ignacio Ruiz de la Peña Solar Julio Sánchez Antuña Eduardo Serrano Alonso Carmen Sierra Bárcena Ana Cristina Tolivar Alas Leopoldo Tolivar Alas Jaime de Vicente - Rodríguez Palau José Manuel de Vicente - Rodríguez García María Jesús Villaverde Amieva
ÍNDICE
13. PRESENTACIÓN
LA GÉNESIS 19. El inquisidor general don Fernando de Valdés, fundador de la Universidad de Oviedo. Itinerario personal y archivístico para su biografía José Luis González Novalín 31. La “legalización” universitaria: testamento, bula, real cédula y estatutos. Otras fundaciones valdesianas Justo García Sánchez 55. La enseñanza. Docencia y estudios. Del nacimiento de la Universidad a los Estatutos nuevos (1568-1708) Santos M. Coronas González 69. El edificio de la Universidad de Oviedo. El debate sobre la llegada del clasicismo a Asturias María Pilar García Cuetos 83. Fachada del Colegio de Huérfanas Recoletas. Actual sede del Rectorado de la Universidad de Oviedo María Pilar García Cuetos 89. Personajes ilustres Javier González Santos 97. El retablo de la capilla de la Universidad de Oviedo Javier González Santos 107. Fichas 113. Ambientación musical José Antonio Gómez Rodríguez
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DE LA ILUSTRACIÓN A LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA 117.
El movimiento ilustrado en la Universidad de Oviedo Santos M. Coronas González
133.
Las enseñanzas universitarias durante el siglo XVIII Justo García Sánchez
153.
Fulgor y muerte de los estudios médicos ovetenses en las postrimerías del siglo XVIII. Los orígenes de la enseñanza de la Medicina en Asturias Víctor Álvarez Antuña
175.
La nueva biblioteca de la Universidad de Oviedo, un proyecto ilustrado Ramón Rodríguez Álvarez
187.
Personajes ilustres Javier González Santos
203.
Fichas
DEL ABSOLUTISMO FERNANDINO A LA EXTENSIÓN UNIVERSITARIA
8
213.
Las enseñanzas en la Universidad de Oviedo durante el siglo XIX Santos M. Coronas González
229.
La Extensión Universitaria y la Universidad del Tercer Centenario Santos M. Coronas González
247.
Las reformas del siglo XIX en el Edificio Histórico y su entorno Ana Quijada Espina y Sara Vázquez-Canónico Costales
259.
Personajes ilustres Javier González Santos
281. Las enseñanzas científicas en la Universidad de Oviedo en el siglo XIX. Fechas clave en el desarrollo de las Ciencias en la Universidad de Oviedo Tomás Emilio Díaz González 323. Fichas 335. Ambientación musical José Antonio Gómez Rodríguez
LA DESTRUCCIÓN, LA GUERRA CIVIL Y SUS SECUELAS. PRIMERA EXPANSIÓN 339. La incidencia de la Revolución de Octubre y la Guerra Civil en la Universidad de Oviedo Rafael Sempau Díaz del Río 351. La Universidad de Oviedo bajo el franquismo Francisco Erice Sebares 363. La reconstrucción de los bienes culturales de la Universidad tras la Revolución de Octubre de 1934 Ana Quijada Espina, Ramón Rodríguez Álvarez, Sara Vázquez-Canónico Costales 377. Personajes ilustres Javier González Santos 385. Fichas 393. Ambientación musical José Antonio Gómez Rodríguez
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LA UNIVERSIDAD ACTUAL Y LA CONSTRUCCIÓN DE FUTURO 397.
La Universidad actual y la construcción de futuro. De la Universidad de Oviedo a la Universidad de Asturias José Adolfo Rodríguez Asensio
415.
Crecimiento espacial de la Universidad de Oviedo Guillermo Morales Mato y Xosé Nel Riesgo Fernández
431.
Ambientación musical José Antonio Gómez Rodríguez
Siglas ACO: Archivo de la Catedral de Oviedo AGA: Archivo General de la Administración. Alcalá de Henares AGS: Archivo General de Simancas AHA: Archivo Histórico de Asturias AHN: Archivo Histórico Nacional AMO: Archivo Municipal de Oviedo ARCHV: Archivo de la Real Chancillería de Valladolid ARMSP: Archivo del Real Monasterio de San Pelayo MUMI: Museo de la Minería y de la Industria RIDEA: Real Instituto de Estudios Asturianos
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PRESENTACIÓN JUAN A. VÁZQUEZ Rector de la Universidad de Oviedo
Al pergeñar el programa conmemorativo de los cuatro siglos de historia de la Universidad de Oviedo, que celebramos a lo largo de todo este curso del Centenario con muy diversas actividades, nos propusimos como uno de los objetivos prioritarios el presentar una exposición que ofreciese un recorrido por los hitos principales de nuestra dilatada y fecunda historia. De ese proyecto cumplido deja constancia este catálogo de la Exposición Tradición de futuro. Cuatro siglos de historia de la Universidad de Oviedo, que tuve el honor de inaugurar el día 12 de marzo de 2008 con la presencia del presidente del Principado de Asturias, de un amplio número de autoridades y de una nutrida representación de la comunidad universitaria asturiana. Por esa senda de cuatro siglos de historia universitaria nos adentra este catálogo y nos invita a transitar por esta exposición organizada en cuatro grandes bloques, en los que se recogen fondos procedentes de archivos, de instituciones, de colecciones particulares y de la propia Universidad. El primero nos sumerge en la génesis, en los momentos fundacionales y en el arranque de la actividad universitaria, a través de imágenes de los personajes de la fundación (Valdés Salas, Gregorio XIII, Felipe III), de objetos de la vida universitaria, de documentos fundacionales como la bula de erección y de otros que ilustran el primer impulso institucional, como el primer tomo de las Actas de la Junta General del Principado en el que se menciona la puesta en marcha de la Universidad, así como planos del edificio universitario realizados para esta ocasión según la memoria redactada en 1574. Igualmente, se muestran dos elementos singulares y especialmente producidos para esta exposición: de un lado, la reconstrucción del retablo fundacional de la capilla; y de otro, la recreación con modernas técnicas de la imagen del Edificio Histórico de la Universidad en un sentido inverso que nos lleva desde su estado actual hasta el original proyecto diseñado por el arquitecto Gil de Hontañón. El segundo de los bloques expositivos nos traslada a la historia de nuestra institución durante los siglos XVIII y XIX. En el espacio emblemático de la Biblioteca Universitaria se dan la mano Feijoo y Clarín, el pensamiento de la Ilustración, el espíritu reformador de los hombres del “Grupo de Oviedo” y la proyección social de la Extensión Universitaria. Se muestran objetos, documentos, imágenes y joyas bibliográficas que ofrecen el testimonio del avance de los estudios, del desarrollo del claustro de profesores, de la incorporación de instrumental de gabinetes científicos, de la modificación normativa que suponen los Estatutos Nuevos o de las reformas en el edificio universitario a lo largo de una época que desemboca en las destacadas celebraciones del Tercer Centenario. El tercer bloque nos sitúa en pleno siglo XX, en uno de los momentos más críticos de nuestra historia, el de la destrucción y la reconstrucción universitaria, y nos hace transitar desde el desastre de la Guerra Civil a los oscuros años del franquismo, los inicios de la transición democrática y los comienzos de la expansión universitaria, a través de elementos documentales, gráficos y audiovisuales, en algún caso ciertamente conmovedores y en todos ellos de un gran valor testimonial.
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Por último, para culminar ese recorrido por la historia, nos adentramos en la Universidad de las últimas décadas, en la de la expansión de los campus, los edificios, los estudios y los estudiantes, a través de nuestro patrimonio, de los modernos equipamientos, de los personajes más destacados de la actividad universitaria y, en fin, de la vida académica actual en todas sus dimensiones, docente, investigadora y de proyección social. Todo ello recogido en presentaciones audiovisuales de indudable interés y excelente puesta en escena y en el gran panel central que cubre una de las fachadas interiores del Edificio Histórico, en el que se insertan imágenes de la vida universitaria de estos últimos años. Creo que con ello se consigue un recorrido representativo por los cuatro siglos de nuestra vida que, como toda historia, ha tenido sus altibajos, sus momentos de esplendor y de declive. El escenario excepcional para mostrar esa historia nos lo ofrece nuestro emblemático edificio histórico. El protagonismo le corresponde a la comunidad universitaria de estos cuatro siglos. El propósito es que nos vean y que nos veamos mejor a nosotros mismos en esta efeméride tan singular de nuestro Cuarto Centenario. Y el destinatario no es otro que toda la sociedad asturiana, a la que invito a acompañarnos en el tránsito por esos cuatrocientos años de trayectoria universitaria que recreamos. El resultado final es, a mi modo de ver, el de una exposición de alta calidad e indudable interés, para la que hemos contado con el patrocinio del Gobierno del Principado de Asturias y de Cajastur y que se debe al trabajo generoso, eficaz e ilusionado de muchas personas, entre las que quiero destacar a los miembros de la comisión organizadora, su presidenta Margarita Fuente, Ramón Rodríguez, Soledad Álvarez, Sara Vázquez-Canónico, Ana Quijada, Carmen del Tejo y Santiago Romero, la labor de producción realizada por Ramón Isidoro y las colaboraciones prestadas por José Antonio Gómez, Javier González Santos, Justo García y Tomás Emilio Díaz. El significado último de esta exposición responde al espíritu con el que abordamos todos los actos conmemorativos de nuestro Cuarto Centenario, y es el que va implícito en su propio título. Lo que con ella queremos mostrar es una universidad que tiene Tradición de futuro, es decir, que ha hecho de la apuesta por el futuro una constante de muchos momentos de su historia, que aunque se haya rezagado en ocasiones puede lucir etapas en que ha sabido adelantarse a los tiempos, que ha acertado a combinar la tradición con la innovación, que se siente orgullosa de su pasado y plenamente comprometida con el porvenir. Somos una de las universidades más antiguas de España, una universidad vetusta, que no quiere decir anticuada, sino añeja y con solera, que no es vieja, sino histórica, que no significa rancia sino clásica, que tiene muchos años y por eso acumula tiempo vivido de tal modo que tiene futuro, que se abre a la posteridad y que supone impulso y estímulo para el tiempo que ha de venir. Ese espíritu es el que queremos mostrar en una exposición que, intencionalmente, combina los elementos tradicionales con los soportes más modernos para mostrar que pretendemos impulsar un futuro innovador desde la base de nuestra tradición; que 400 años después conservamos idéntica ilusión y atesoramos más sabiduría acerca de lo que fuimos, de lo que somos y, sobre todo, de lo que podemos llegar a ser; que el mejor modo de construir la universidad del futuro no es encerrarse en la universidad del pasado sino reconocer en ella nuestras mejores raíces e identidades. Y para ello contamos con una comunidad universitaria comprometida al servicio de una sociedad asturiana que aspiramos a que se sienta orgullosa de “su” universidad, en este curso en que cumplimos la prometedora edad de 400 años. Universidad de Oviedo, 12 de marzo de 2008
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LA GÉNESIS
La Génesis
EL INQUISIDOR GENERAL DON FERNANDO DE VALDÉS, FUNDADOR DE LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO. ITINERARIO PERSONAL Y ARCHIVÍSTICO PARA SU BIOGRAFÍA JOSÉ LUIS GONZÁLEZ NOVALÍN Rector de la Iglesia Nacional Española de Santiago y Montserrat de Roma
1. El “Simposio Valdés-Salas” de 1968. ¿Punto de llegada o punto de partida? El día 8 de diciembre de 1968 se inauguró en la iglesia parroquial de Salas, antigua colegiata de dicha villa, un simposio dedicado a la figura de su fundador, D. Fernando de Valdés (1483-1568), para celebrar el cuarto centenario de su muerte. Lo había convocado la Universidad de Oviedo, la más importante de las fundaciones que D. Fernando había realizado en su vida, aunque el funcionamiento de esta no comenzara hasta cuarenta años más tarde, después de muchos litigios y pleitos que estuvieron a punto de dar al traste con su existencia. En la sede central de la Universidad se tuvieron las demás sesiones del simposio, que concluyeron con la presentación de la primera biografía de El Inquisidor General Fernando de Valdés (1483-1568), editada por la misma Universidad, de la que tuve la suerte de ser autor. Se trataba, en realidad, de un primer volumen: Su vida y su obra (Oviedo, Gráficas Summa, 1968), al que, tres años más tarde, seguiría otro con Sus cartas y documentos (Ib. 1971)1. El primero tenía como base la tesis doctoral que yo había defendido en la Facultad de Historia Eclesiástica de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma el año 1965, bajo la dirección del conocido profesor jesuita P. Ricardo García Villoslada. Es necesario decir que la obra completa, tal como apareció, ampliaba mucho el ámbito de la tesis, porque en esta me había ocupado de D. Fernando de Valdés en sus aspectos eclesiásticos y políticos, pero excluyendo cuanto se refiriera a la Inquisición, que era, no obstante, el organismo en el que había estado empleado la mayor parte de su vida. El P. Villoslada, que fue el que marcó los límites de la tesis, creía que al Valdés inquisidor lo había presentado bien D. Marcelino Menéndez Pelayo al escribir su Historia de los Heterodoxos Españoles, mientras que su personalidad como obispo de varias diócesis y como ministro del emperador Carlos V y del rey Felipe II era completamente desconocida. Por otra parte, de su actividad inquisitorial más relevante había empezado a ocuparse con todo lujo de detalles D. José Ignacio Tellechea, que había comenzado a editar el proceso del arzobispo de Toledo, fray Bartolomé Carranza, el cual apareció desde entonces como la contrafigura de Valdés y como blanco preferido de su intransigencia inquisitorial.
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2. Un argumento antipático: la biografía de Valdés Aquellos eran años de revisionismo histórico y llevaban las de perder las figuras que habían entrado en la historia como representantes de los valores tradicionales en el ámbito social, religioso o político. D. Fernando de Valdés era uno de ellos; estaba, por tanto, en el grupo de los perdedores. Es probable que el P. Villoslada lo viera de esta manera y que quisiera evitar desde el principio cualquier polémica. Yo me di cuenta enseguida de que el personaje en cuestión era, para los eruditos, inquisidor y sólo inquisidor; más en concreto, el juez de Carranza, cuya figura se agigantaba y crecía a la sombra del ecumenismo que siguió al Concilio Vaticano II hasta el punto de considerarle un mártir católico del tiempo de la Reforma y de pensar en su eventual proceso de canonización. Incluso los que no llegaban tan adelante y consideraban la vida y proceso inquisitorial de Carranza híspidos de complejidad y de desaciertos por parte del reo, tomaban distancia de Valdés, descalificando tanto su oficio de inquisidor como el modo de ser de su persona. Yo tenía presente y recibía ánimos, como joven doctorando, de una frase que me había escrito el P. Villoslada al aceptar la dirección de mi tesis: “Fernando de Valdés es un tipo sobre el que habrá que escribir libros enteros”; pero cuando me acercaba a algún investigador experimentado esperando que me diera alguna orientación o me abriera algún camino, me encontraba respuestas como esta: “El P. Villoslada no es partidario de Carranza y quiere buscar para Valdés un asturiano como él, que le defienda en su biografía”. Esta fue la contestación de mi condiscípulo y amigo José Ignacio Tellechea, que fue el primero a quien hice partícipe de mi proyecto. “Fernando de Valdés es una figura antipática”, me decía con un gesto ambiguo el P. Vicente Beltrán de Heredia, que se movía entre los personajes del siglo XVI como si fueran coetáneos suyos, y al que tantas veces me arrimé, sediento de su erudición, en mis visitas a los archivos del Vaticano y de Simancas. Se podría pensar que esta expresión del P. Beltrán de Heredia era un modo de defender a Carranza, su hermano de hábito; pero resulta que este tampoco le resultaba simpático por motivos internos a la orden dominicana. La lista podría cerrarla la actitud del P. Batllori, profesor de la Universidad Gregoriana y miembro de número de la Real Academia de la Historia, que más tarde sería designado como segundo censor de mi tesis: “Fernando de Valdés merece un estudio documentado; pero yo nunca lo haría por el mero hecho de tratarse de un inquisidor”. Téngase en cuenta que Batllori alardeaba de poseer un ánimo liberal y un espíritu abierto hasta el punto de llegar a felicitarme por mi colaboración en la Historia de la Inquisición Española, editada por la BAC, con estas o parecidas palabras: “Le felicito a Vd. por su colaboración en esta historia y me felicito a mí por no haber participado en ella”. Con todo, he de decir que los tres me prestaron una ayuda inicial, más continuada y precisa en el caso del P. Batllori por la circunstancia académica que acabo de consignar. Aún añadiré que en la defensa y juicio de la tesis se comportó con su proverbial señorío, que en el caso no estaba inspirado por la simpatía que le merecía el tema.
3. Universidad y cabildo catedralicio en busca del fundador Muy distinta fue la actitud que adoptaron las personas e instituciones de Asturias, principalmente los profesores de la Universidad y algunos miembros del cabildo catedralicio. Entre los primeros la
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La Génesis
figura de Valdés se había mantenido viva por su carácter de fundador, que recordaba la estatua de Cipriano Folgueras, situada ahora hace un siglo en el claustro de la primitiva sede universitaria, sobre cuya inauguración corrían curiosas anécdotas. Entre los segundos, por haber sido Valdés obispo de la diócesis (1534-1539) y por la memoria ininterrumpida de la participación del cabildo en la trabajosa fundación de la Universidad y en el desempeño de sus primeras cátedras. Además ella había sido el centro de formación intelectual de los sacerdotes de Asturias hasta que empezó a funcionar el Seminario Diocesano de Oviedo en 1854. Es verdad que no se sabía de Valdés más que lo escrito por D. Fermín Canella en su Historia de la Universidad de Oviedo, que había recogido y ampliado los datos del personaje divulgados por los cronistas asturianos desde el siglo XVI, incompletos pero bastantes para dejar en claro la importancia de su figura. El último escrito a este propósito era un número monográfico del Boletín de Estudios Asturianos, publicado diez años antes, que en los comienzos me sirvió como guía. Sin que hubiera en estos escritos errores de bulto, se empezaba por decir incorrectamente el nombre del biografiado: Fernando Valdés-Salas, nombre que llevaba y había consagrado uno de los colegios universitarios abiertos en Oviedo a mediados del siglo XX, siendo así que el locativo de Salas nunca figura en su firma, por más que fuera el lugar de la procedencia de su familia y lo hubiera utilizado alguno de sus hermanos. Este añadido no entró en la historiografía de allende los puertos, donde siempre se le denomina como Fernando de Valdés, tal como aparece en sus cartas. La verdad es que había mucha gente que amaba hablar de Valdés, y que decían haber visto en lugares recónditos de la Catedral documentación pertinente e interesante; pero nadie sabía decir exactamente dónde. ¡La Catedral había sufrido tantos avatares en los años de 1934, 36 y siguientes que se había convertido en lugar abierto por donde muchos habían pasado con la loable intención (así lo creo en la mayor parte de los casos) de salvaguardar sus tesoros! Recuerdo a este respecto las conversaciones tenidas con los catedráticos D. Ramón Prieto Bances, D. José Serrano y D. Ignacio de la Concha, recibiendo de ellos un apreciable aliento; aunque me prevenían de que ponerse a hacer una biografía sin más fuentes que los documentos escondidos en los archivos era algo así como “buscar una aguja en un pajar”. El que sí poseía en su archivo particular un documento importante de la testamentaría de Valdés era D. Juan Uría Ríu, que lo puso incondicionalmente a mi disposición, juntamente con otras aportaciones, históricas o anecdóticas, de su ilimitada cultura asturiana. A todos les doy las gracias y les considero ya como compañeros de viaje, al encontrarme en la edad que más o menos tenían entonces. A sus nombres tendría que añadir los de dos canónigos, de los más ilustres en aquel tiempo: D. José Cuesta Fernández y D. Moisés Díaz Caneja, deán el primero de la Catedral ovetense, y el segundo, archivero de la misma, al que tuve el honor de suceder en el cargo. Este fue seguramente quien, mostrándome el archivo, principalmente la serie de actas capitulares, me dio el golpe de gracia para que definitivamente optara por aquel tema. He querido, con todo, destacar el papel de los profesores universitarios porque, al final, fue la Universidad de Oviedo la que editó mi obra y la que se propone reeditarla en este IV Centenario de su fundación. El interés que se tomaron entonces el rector de la misma, D. José Virgili Vinadé, y los catedráticos de Historia Moderna y Contemporánea, D. Eloy Benito Ruano y D. Bartolomé Escandell Bonet, está también en la base de estos eventos. Sobre ellos pesó el trabajo de preparación y maquetación para la imprenta, que entonces era una operación enojosa y compleja.
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4. El Archivo Vaticano. Curriculum eclesiástico de Valdés A la búsqueda, pues, de la aguja en el pajar, que habría de materializarse en la biografía de Valdés, comencé las visitas de los archivos que podían considerarse más rentables para este fin. Mi condición de investigador en el Instituto de Historia Eclesiástica, anejo a la Iglesia Nacional Española de Santiago y Montserrat de Roma, me facilitó el acceso al Archivo Secreto Vaticano, donde todo el mundo espera encontrar el resumen pormenorizado de la carrera eclesial de un obispo. La decepción inicial fue tremenda, porque hasta la aplicación del Concilio de Trento y la organización de las Sagradas Congregaciones sólo emanaban de Roma datos escuetos y fríos, como pueden ser las concesiones de beneficios a clérigos y los nombramientos episcopales; pero sin recoger el proceso a través del cual se habían tramitado. A veces se encuentran antecedentes en los Registros de Súplicas, que añaden la dificultad de un laconismo excesivo al desorden de sus asientos y a su enrevesada caligrafía. De semejante manera, tampoco se recibían en la curia relaciones sobre la situación de las diócesis o la personalidad de los eclesiásticos, excepto en aquellos casos en que los interesados fueran comunicadores natos u hombres aficionados a la correspondencia, cualidades estas completamente ajenas a la manera de ser de Valdés. Si alguna vez aparecen noticias sobre visitas ad limina, estas suelen recoger el paso de los prelados por el Palacio Apostólico y, por lo general, nada más. Como se sabe, la reglamentación de las visitas a Roma no comenzó hasta el pontificado de Sixto V, unos veinte años más tarde de la muerte de Valdés. Con todo, el Archivo Vaticano me proporcionó un dossier del arzobispo Valdés de unos cincuenta documentos, dispersos en diferentes fondos, que me permitió fijar sobre bases seguras los hitos de su carrera eclesiástica; desde su nombramiento para la alejada diócesis de Elna (hoy Perpiñán) en 1529 hasta las diligencias en torno a sus bienes, que se hicieron en su casa de Madrid el 10 de diciembre de 1568, cuando fallecía siendo arzobispo de Sevilla y uno de los prelados más ricos de España. Están asimismo bien documentadas las relaciones de Fernando de Valdés con los papas en algunos asuntos de reforma eclesiástica, principalmente con Paulo IV (Carafa), que había sido inquisidor como él y le concedió los privilegios en base a los cuales se pudo contener la primera infiltración del luteranismo en España y poner en marcha el desafortunado proceso inquisitorial del arzobispo de Toledo Bartolomé Carranza.
5. El Archivo de Simancas. Los cargos políticos de Valdés Pero Fernando de Valdés no actuó en España ni sólo ni principalmente como un hombre de Iglesia, sino como un hombre de Estado durante los reinados de Carlos V y Felipe II. Cuando el primero desembarcó en Asturias, Valdés estaba comenzando su carrera universitaria en el Colegio de San Bartolomé de Salamanca, de donde habría de salir como un reputado jurista, y con las ambiciones propias de los colegiales de aquella casa, para ocupar los primeros puestos del reino. No era una descabellada ambición, porque, al menos, se había capacitado para ello siendo rector del colegio y consiliario del mismo a lo largo de algunos años. Esta circunstancia le franqueó las puertas de la casa de Cisneros, en cuya familia estuvo hasta la muerte del cardenal. Su presencia allí no pasó desapercibida, porque, cuando años más tarde Alvar Gómez
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de Castro se propuso escribir la primera biografía de este eximio eclesiástico, acudió a Valdés que, achacoso y anciano, todavía pudo proporcionarle un sucinto recuerdo del cardenal, que, en bella versión latina, Alvar Gómez incluye en su biografía. Con la muerte de Cisneros o, si se quiere, la de su sucesor Guillermo de Croy, sonó para Valdés la hora de la libertad y comenzó aquella carrera de ascensos políticos que le hizo pasar por Navarra, como visitador y pacificador de aquel reino, poco antes anexionado a Castilla, por Valladolid, como presidente de la Chancillería, por el Consejo Real, también en la presidencia, y por el Consejo de Estado. No es este el lugar de evaluar positiva o negativamente sus servicios a la corona de los Austrias (esto lo hará el lector hojeando la biografía de Valdés), sino de exponer la génesis de este libro y el acercamiento a sus fuentes. Pues, bien, para este largo período, que va desde el 1523 (visita de Valdés a Navarra) hasta el 1547 (su nombramiento de inquisidor general), fue primordial e insustituible el Archivo de Simancas, donde dormía plácidamente su correspondencia con el emperador Carlos V y con otros magnates del reino. ¡Aquello sí que fue buscar agujas en un pajar, recorriendo uno por uno los legajos de Estado, sin más guía que el inventario manuscrito que entonces se utilizaba! Uno se consideraba ya bien pagado cuando leía entre sus sucintos regestos el que generalmente se enunciaba como “Cartas de prelados”, para ir después al espolio de ellas sin saber quién sería su autor o destinatario. No necesito decir la satisfacción que se sentía cuando en el primer repaso se vislumbraba la inconfundible ortografía, tardo gótica y humanística, de Hortuño de Ibarguen, secretario particular de Valdés, y la estilizada firma de su señor: F. Seguntin., F. Hispalen. (Ferdinandus Seguntinus, Ferdinandus Hispalensis...), según la denominación curial de su diócesis. El rendimiento de Simancas fue tal que me proporcionó los pilares sobre los que reposa el entramado de la vida pública y política de Valdés. En algunos casos la documentación peca de sobria acerca de la intervención personal del prelado. Tal ocurre en la guerra con Francia del 1542, de la que quisiéramos saber algo más cálido, enardecido y patriótico que las simples noticias del alistamiento de los soldados y de los servicios de intendencia que se les daban.
6. El Archivo Histórico Nacional. Valdés inquisidor Aunque en el archivo de Simancas se encuentran documentos fundamentales para conocer la actividad inquisitorial de Fernando de Valdés, algunos ya publicados por el investigador Luis Prospero Gachard a mediados del siglo XIX, era imprescindible consultar el Archivo Histórico Nacional, donde se conservan los fondos más importantes de la documentación del Santo Oficio. Este requería una atención semejante a la prestada al Archivo de Simancas. La aportación fundamental que de él hemos obtenido no se materializa, como un inexperto podría esperar, en el hallazgo de procesos contra personas, que pudieran poner de relieve la sevicia de la Inquisición y el celo represor de sus servidores, empezando por el Inquisidor General, sino en una rica correspondencia del Supremo Tribunal de la Santa y General Inquisición contra la herética pravedad y apostasía, (o, como se decía abreviadamente, de la Suprema) con los tribunales de los distritos o regiones que dependían de ella dentro del reino. Esta correspondencia demuestra que la actividad inquisitorial de Valdés fue mucho más organizativa que represiva, como cabía esperar de un hombre que tenía fama de ser un excelente jurista. Nos intere-
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Vista parcial de la estatua sedente de Fernando de Valdés. Cipriano Folgueras. 1908. Universidad de Oviedo
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sa destacar este punto, porque se ha explotado poco en las semblanzas que se le han dedicado, y constituye, como volveremos a ver, una de las facetas más características de sus funciones de gobernante. Valdés dio a la Inquisición Española unas Instrucciones nuevas para sustituir a las de su fundador, Torquemada, que fueron mitigadas notablemente, y para proteger con mayor humanidad los derechos de las personas. El infortunado profesor D. Francisco Tomás y Valiente solía presentarlas en los congresos sobre la Inquisición Española como un modelo del derecho penal de su tiempo. Estas Instrucciones se publicaron el año 1561, cuando se acercaba a su fin el mandato inquisitorial de Valdés, y se pueden considerar como el compendio de la experiencia adquirida por él en los largos años de su servicio a la institución. Por eso se entiende que su vigencia durara hasta la supresión definitiva del tribunal de la fe. A las Instrucciones habían precedido otras medidas de extraordinaria importancia, como el control de la literatura a través de la cual intentaba infiltrarse en España el protestantismo europeo; medidas que se materializaron en una profusa censura de biblias el año de 1554 y en el famoso Índice de libros prohibidos del 1559, al que se dedica uno de los capítulos más importantes de la biografía de Valdés. Poco antes habían comenzado los procesos contra los criptoluteranos de Valladolid y Sevilla, y estaba a punto de empezar el proceso de Carranza, cuyo final, substanciado en Roma y no en España, ya no llegaría a ver el principal de sus jueces, D. Fernando de Valdés. Los volúmenes que integran este proceso fueron consultados en la Academia de la Historia, si bien ya se estaban editando los más importantes para reconstruir su fase inicial, la más significativa para nuestro proyecto biográfico: los cargos contra Carranza y la recusación de Valdés como juez en su causa. Me parece superfluo en este itinerario archivístico entrar en la sustancia de ella y me remito una vez más a las posiciones adoptadas por mí en
La Génesis
la biografía del inquisidor: las alusiones a la doctrina del arzobispo de Toledo, reiteradamente expresadas por los luteranos de Valladolid, la publicación por parte de este del Catecismo Cristiano, infringiendo las normas del Santo Oficio para la publicación de libros religiosos en español, las “amistades peligrosas” del mismo con sospechosos de heterodoxia en España y el extranjero no podían menos de poner en marcha la máquina inexorable de la Inquisición Española, en cuya vorágine Carranza acabó por meterse de lleno. En realidad esta lanzaba sobre el tapete no tanto el enojoso episodio de sus relaciones personales con el juez supremo de la Inquisición, sino más bien la competencia legal de este organismo, las atribuciones del rey de España en el mismo y las de la Sede Apostólica en relación con su actividad.
7. La figura de un obispo pretridentino Esta peregrinación por los grandes archivos del reino, rastreando y sistematizando la semblanza político-eclesiástica de D. Fernando de Valdés, requería un estudio, no realizado hasta entonces, sobre su función pastoral al frente de las diócesis cuya titularidad ostentó y que constituyeron la base de los demás cargos que hubo de desempeñar en su vida. Estas fueron nada menos que seis: Elna, Orense, Oviedo, León, Sigüenza y Sevilla. Si bien las dos primeras, e incluso la de León, significaron su entrenamiento en el ministerio episcopal, compartido siempre con otras no menores responsabilidades cívicas o políticas, la de Oviedo le sirvió para vestir su cargo de presidente de la Real Chancillería de Valladolid, la de Sigüenza el de presidente del Consejo Real y la de Sevilla el de supremo inquisidor general contra la herética pravedad y apostasía en todos los reinos de España, que acabó por marcarle para la historia. Estos cargos políticos eclipsaron durante siglos la actividad pastoral de Valdés, que fue tenido por obispo de nombre, ausente de sus obispados y sin preocuparse de ellos hasta la hora de su muerte, cuando, para compensar su pastoral abstencionismo les habría hecho partícipes de sus abundantes haberes. La fundación de la Universidad de Oviedo sería el mejor ejemplo del ajuste de cuentas con su propia conciencia. Esta manera de ver a Valdés adolece de una simplificación que no debiera tener lugar en la historiografía. Es verdad que Valdés no fue un obispo reformado ni reformador al estilo de los que habían elegido los Reyes Católicos: eruditos, residentes y pobres... Valdés era más bien un obispo de impronta tardomedieval, pero dotado de aquella responsabilidad, para entonces moderna, que fueron promoviendo en el episcopado español los obispos propuestos (en realidad, nombrados) por el emperador Carlos V y, más específicamente, por su hijo Felipe II. Valdés no estuvo en el Concilio de Trento porque ni él tuvo intención de asistir ni se lo impusieron los reyes, considerándole, como inquisidor, imprescindible en la corte; pero supo bien por dónde iban las corrientes de los prelados hispanos, que en alguna ocasión aludieron críticamente a los obispos que se habían quedado en España, atrincherados en sus cargos eclesiásticos y políticos. El laconismo de los documentos, que podría corresponder a la falta de originalidad del protagonista, hace bastante acertado el juicio del emperador Carlos V sobre D. Fernando de Valdés en las instrucciones secretas a su hijo Felipe II, en 1543: “El Presidente real es buen hombre; no es, a lo que yo alcanzo, tanta cosa como sería menester para un tal Consejo, mas tampoco hallo ni sé otro que le hiciese mucha ventaja...; creo que no usará de su oficio sino bien. Conviene que, en cuanto así lo hiciese, que
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favorezcáis”. Este juicio, que por su reticencia hacía las delicias del P. Batllori, influyó benéficamente en la actitud de Felipe II, que elevó a Valdés al ápice del poder, aunque le retirara al final de su vida, como solía ocurrir con el rey prudente, su favor y su gracia. D. Fernando de Valdés no encarnaba, a buen seguro, la figura del obispo ideal del tiempo de la reforma, como lo hacía, por ejemplo, su contemporáneo Tomás de Villanueva, arzobispo de Valencia, que también se resistió a acudir al Concilio por razones de edad y salud; pero distaba mucho de ser el obispo renacentista que posponía su oficio de pastor al carácter beneficial de su diócesis. De Valdés se puede decir que fue un obispo trabajador y consciente de sus deberes fundamentales según los cánones de su tiempo. Sabedor de su habitual absentismo, se esforzaba en paliar las consecuencias del mismo, eligiendo celosos vicarios, o provisores, que llegaron a obtener cargos de envergadura, como Gaspar Cervantes de Gaete, que fue arzobispo de Tarragona, o Juan de Ovando, reorganizador del Consejo de Indias y presidente del de la Hacienda. De este decía Valdés que la mitra estaría mejor proveída en su cabeza que en la suya propia. El arzobispo sabía además que, si los vicarios solucionaban el día a día de la administración diocesana, el obispo no podía dispensarse de conocer su heredad y ser a su vez conocido del pueblo. Por eso mantenía el proyecto de comparecer en su sede, aunque este se fuera posponiendo por la urgencia de los asuntos civiles. Con todo, en la diócesis de Sigüenza, más cercana a la corte, celebró varios años los oficios de la cuaresma, como mandaban las normas, y en Oviedo y Sevilla pasó períodos más largos, que en esta última alcanzaron la duración ininterrumpida de un año y medio. Lo que no consta es que en estas visitas ejerciera, por ejemplo, el ministerio de la predicación, al no quedar de sus posibles sermones ni un testimonio ni un texto escrito. Cuando Fernando de Valdés se acordó en serio de las iglesias que había regentado fue a la hora de otorgar testamento y, aún antes, a la hora de hacer fundaciones, porque habiendo llegado a reunir una conspicua fortuna en contante y en tierras, quiso ser fiel al lema de que “el dinero de la Iglesia es de los pobres y con los pobres se debe gastar”, lema que esgrimió frente al emperador Carlos V, cuando en el ajetreado año de 1558 le pidió para sus guerras un préstamo que el prelado estaba seguro de no volver a recuperar. En este contexto se inscriben las fundaciones de sus colegios de Salamanca y Oviedo y la idea de la universidad literaria, cuya apertura estamos conmemorando. La historia fundacional de los unos y de la otra no entró en el proyecto de mi biografía. Estudiada en diversos períodos por investigadores de nota, figurará entre las aportaciones más valiosas del presente centenario. A mí se me permitirá recordar la lentitud del proceder valdesiano, que al final de su vida contemplaba la posibilidad de poner todas sus fundaciones en manos de la naciente Compañía de Jesús, para aligerar sus problemas. Así, al menos, lo comunicó al P. Gonzalo González, un enviado del general Francisco de Borja, que le visitaba en su domicilio.
8. Los archivos diocesanos Como es sabido, la documentación referente a los obispos residenciales debe buscarse en los archivos diocesanos, archivos particulares, al fin y al cabo, que hace cuarenta años, cuando se escribió la biografía de Valdés, no eran fácilmente accesibles. Excluyo de esta calificación a los catedralicios que, por lo general, estaban confiados a historiadores locales y a antiguos alumnos de la Facultad de Historia Eclesiástica de la Universidad Gregoriana.
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Para la biografía de Valdés fueron de mucha utilidad los de Oviedo, Sigüenza y Sevilla, las diócesis en las que había pontificado durante períodos más largos, así como el de la catedral de Toledo, donde poseía un beneficio en la época de Cisneros. De sus huellas en Oviedo y Sigüenza se presentaron sendas comunicaciones en el simposio al que me he referido al comienzo de este escrito. La primera la hizo oralmente D. Vicente José González García, entonces auxiliar del archivo, que me ayudó eficazmente en el sondeo de los fondos, y la segunda, escrita, por el canónigo archivero de Sigüenza, D. Aurelio de Federico Martínez, que por un malentendido se presentó en Oviedo una semana antes del simposio, al que ya no asistió en persona. Dejó, sin embargo, una buena relación sobre las huellas de Valdés en las actas capitulares, principalmente en su toma de posesión de la diócesis y en la prosecución de las obras del palacio episcopal, antigua alcazaba islámica. Buenos resultados obtuve en el Archivo de la Catedral de Sevilla, aunque entonces sólo estaban a disposición del investigador sus bloques documentales más homogéneos, como las actas capitulares; y esto durante el poco tiempo de que disponía el beneficiado auxiliar del archivo. Con todo, pude poner en claro la repercusión en el cabildo de los procesos inquisitoriales de dos canónigos criptoluteranos, el doctor Egidio y el doctor Constantino, que fueron exponentes, si bien en diferente medida, de la infiltración del luteranismo en el seno de aquella corporación. La única y larga visita de Valdés a la diócesis hispalense tuvo mucho que ver con el primero de estos procesos, ya que Egidio (forma latinizada de Juan Gil, que era su nombre) gozaba en la ciudad de tal prestigio, que había llegado a ser un candidato firme para el episcopado. Menos edificante que la visita del arzobispo Valdés a Sevilla fue la de su representante en los procesos del Santo Oficio que tuvieron lugar por los años sesenta, Juan González de Manébrega, obispo de Tarazona, que, entre autos de fe y diligencias contra los presos, todavía encontró tiempo para organizar por el Guadalquivir algunos paseos recreativos.
9. Archivos no consultados. Sorpresas en el simposio Aunque no entraba en mis proyectos una investigación en el archivo de la diócesis primada, el simposio de 1968 nos descubrió que encerraba una pieza de inmenso valor biográfico. La dio a conocer el canónigo archivero de Toledo, D. Ramón Gonzálvez, en una comunicación que, tanto por el carácter de la fuente documental aducida cuanto por la redacción ágil y de género policíaco, empleada por el autor, fue escuchada con el mayor interés. Se trataba de un expediente de limpieza de sangre de D. Juan de Llano Valdés, sobrino de D. Fernando, para que pudiera ocupar la canonjía de la Inquisición que había en el capítulo toledano. Pero lo inesperado fue que, en torno a este personaje, ya conocido, apareció un buen número de “Valdeses”, entre los que figuraba un cierto Juan de Osorio, que pasaba por ser sobrino del Arzobispo, pero que en realidad era un hijo natural habido en los años de su juventud, poco tiempo antes de que Valdés llegara al episcopado. Aunque yo había dado a conocer la noticia basándome en otras fuentes, nada o poco sabía del nacimiento y educación de este hijo, que murió siendo señor de Horcajo, a lo que parece soltero, porque su padre le había prohibido que se casara para que en él se extinguiera su pecado. En vida de D. Fernando debía de ser este un secreto a voces, pues Carranza aludió a él con suficiente claridad en el proceso de recusación del inquisidor general como juez en su causa; pero no había
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del hecho ninguna constatación oficial. Y, aunque el expediente de limpieza de sangre deja todavía muchos cabos sueltos, la niñez y primera juventud de este hombre recibe una ilustración apreciable. Los informantes en aquel rutinario expediente no tuvieron reparo en llamar las cosas por su nombre, puesto que sus declaraciones se hacían en 1581, cuando habían pasado ya doce años desde la muerte del ilustre progenitor. Las sorpresas documentales surgen así, y merece un agradecido aplauso el que se ha tropezado con ellas. Algunos elementos útiles, pero escasos, salieron del archivo de la Universidad de Salamanca, donde Valdés había sido estudiante, rector de un colegio (el de San Bartolomé, como ya queda dicho,) y fundador de otro (el de San Pelayo) en los años de su vejez. Todos, o casi todos, ya estaban incorporados en mi biografía, pero ello no me excusa de hacer una referencia a la comunicación presentada en el simposio sobre este punto por D. Florencio Marcos, responsable emérito de la antigua biblioteca salmantina, poniendo una vez más de relieve el interés que suscitó la figura del arzobispo Valdés en los lugares donde se podían encontrar vestigios de su actuación o de su presencia. Desde el punto de vista de las investigaciones históricas no creo arriesgado decir que el 1968 fue un año valdesiano por excelencia. Los varios congresos sobre la Inquisición Española que se organizaron diez años más tarde fueron sugeridos y alimentados por estos estudios y dieron lugar a perfilar aspectos complementarios hasta entonces desconocidos. Creo, con todo, que nada substancial se añadió a la figura de Valdés que no estuviera recogido en su biografía.
10. Epílogo y esperanzas No quisiera terminar este recorrido por los lugares donde yacen las fuentes para la biografía de Valdés sin hacer una mención especial del archivo de la Real Chancillería de Valladolid, que presidió casi durante un decenio, archivo del que no pude ver ni un solo papel. Aunque su anciano director me acogió con cordialidad y mantuvo conmigo una grata y erudita conversación, me hizo saber que sus fondos estaban desordenados y no podían consultarse. A mitigar mi decepción ante la escasez documental de aquel período de la biografía valdesiana contribuyeron unas cartas de Simancas que recogían un litigio del presidente con uno de sus oficiales, que resultó ser nada menos que el conocido escultor Alonso de Berruguete. No era aficionado el artista a su oficio de “escribano del crimen”, y abandonaba su cargo con la excusa real de concluir y entregar algunas de sus esculturas. Sus desacuerdos con el presidente de la Chancillería llegaron a tal punto que ambos apelaron al emperador Carlos V, que no llegó a imponer una decisión eficaz. Después de muchos forcejeos, Alonso de Berruguete siguió malsirviendo su cargo durante la presidencia de D. Fernando, aunque oficialmente renunció a él en favor de un hijo suyo, que sólo contaba diez años. Un litigio semejante mantuvo el presidente con el regidor de Valladolid, Rodrigo Ronquillo, por asuntos de competencia en desmanes callejeros que se produjeron en la ciudad. Afortunadamente la situación del Archivo de la Chancillería cambió notablemente en los años siguientes a la composición de mi libro, y, dada la cantidad de “Valdeses” que hoy sabemos que pasaron por sus audiencias, se puede dar por seguro que reserva sorpresas a los futuros biógrafos del inquisidor general D. Fernando de Valdés, que encontrarán en mi trabajo no poco que completar y que corregir.
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Notas 1. Estos dos volúmenes y el del Simposio “Valdés Salas”, Oviedo, ed. por la Universidad de Oviedo, 1970, son los lugares de referencia para la redacción de este artículo.
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LA “LEGALIZACIÓN” UNIVERSITARIA: TESTAMENTO, BULA, REAL CÉDULA Y ESTATUTOS. OTRAS FUNDACIONES VALDESIANAS JUSTO GARCÍA SÁNCHEZ Universidad de Oviedo
La Universidad de Oviedo adquirió su personalidad jurídica después de un largo proceso, que presenta cuatro momentos cronológicamente bien diferenciados: I. La cláusula séptima del testamento de Valdés Salas, con data del 2 de mayo de 1566; II. Las bulas del papa Gregorio XIII, fechadas el 15 de octubre de 1574; III. La real pragmática de Felipe III, suscrita en Gumiel de Mercado el 18 de mayo de 1604, y IV. Las decisiones adoptadas por los testamentarios del arzobispo hispalense durante los años 1607-1609, de las cuales la más relevante para el derecho fue la redacción de los Estatutos primigenios, datados el 26 de octubre de 1607 y su revisión por el Consejo, con la aprobación del rey, que tiene la fecha del 15 de octubre de 1609, sin olvidar la toma de posesión por parte del claustro docente de las aulas del Edificio Histórico.
I. El testamento de D. Fernando de Valdés Salas El inquisidor general remitió a su sobrino Hernando de Valdés, canónigo de la Catedral ovetense, una carta y memorial fechados en Madrid, el 15 de octubre de 1561. En dicha carta, atribuye a la corporación capitular la supervisión del Colegio de San Gregorio de Oviedo “y las otras dotaciones que con la ayuda de Dios pienso dotar en aquella ciudad y en otras partes del Principado”, bajo la condición: “porque en teniendo buena respuesta de ellos (los capitulares asturianos) se porná luego en efecto este negocio”. Esta misiva pudiera considerarse como el anuncio de la inminente erección del Estudio General universitario, vinculado al proyecto ya consolidado del Colegio de los Pardos, al que no se asigna en dicho memorial otra actividad que la enseñanza de la Gramática. Ignoramos cómo influyó en el ánimo del arzobispo hispalense la respuesta dada por los canónigos ovetenses, aunque a tenor de las actas capitulares fue positiva, pero sin el resultado apetecido, porque constatamos que a partir del año 1565 y hasta el momento de su óbito, ocurrido el 9 de diciembre de 1568, el inquisidor general llevó a cabo diferentes negociaciones con los religiosos de la Compañía de Jesús, acerca de la fundación o fundaciones docentes que pensaba dejar en Oviedo, refiriéndose en algunos casos tan sólo al Colegio de San Gregorio, pero en otros se cita un nuevo colegio jesuítico, al margen del precedentemente erigido. Estas iniciativas tampoco fructificaron, a pesar de las reiteradas negociaciones y empeño que pusieron en ello tanto el arzobispo como los religiosos de San Ignacio, dirigidos por san Francisco de Borja.
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D. Fernando de Valdés Salas tenía redactado su testamento cerrado el 2 de mayo de 1566, en doce hojas, además de dos renglones en una plana añadida, y lo dejó suscrito con la firma: Ferdinandus Hispalensis. La cláusula séptima del mismo dispone: “Porque en la ciudad de Oviedo tengo fundado un colegio y estudio, en el cual ahora se lee y se a de leer y estudiar Gramatica asta que se de orden para que se lean otras Facultades y para Latinidad a de aver en el dicho colejio un preceptor y un repetidor y doçe colejiales y tres familiares demas del serbiçio de labandera y concinero medico y botica y fabrica de la cassa, quiero y es mi voluntad que para sustentar y alimentar las personas susodichas y fabrica del dicho colejio ayan y tengan cada un año trescientas mil maravedis de renta perpetua demas del pan de renta que yo tengo en la conmarca de la ciudad de Oviedo, las quales dichas tresçientas mil maravedis y pan se an de repartir en las personas susodichas por la orden y forma que a mi o a la persona que yo para ello nombrare, pareciere que mas conbenga al serbicio de Dios nuestro Señor y a la autoridad del buen gobierno de la dicha cassa y colexio”. Otro elemento fundamental de la erección de la Universidad viene referido en la cláusula vigésimo sexta de dicho documento: los estatutos. La voluntad mortis causa del fundador es inequívoca: “Item digo que para el buen gobierno y servicio de la dicha iglesia de Salas, y mandas pías y colegios, tengo ordenado hacer constituciones, ordenanzas y estatutos cerca de la manera del servicio y gobierno y orden de cómo se ha de gastar los bienes con que sean dotadas las dichas iglesias y mandas pías y colegios, mando que las dichas constituciones, ordenanzas y estatutos que yo ordenare, se guarden y ejecuten en todo y por todo, como en ellas se ordenare y declarare; y, si caso yo en vida no ordenare las dichas constituciones, ordenanzas y estatutos, o de lo que estuviere ordenado resultare alguna duda, ni nombrare persona que las haga y ordene, mando que mis testamentarios hagan y ordenen las dichas constituciones, ordenanzas y estatutos, y ordenen y declaren la forma y orden que convenga para que la dicha iglesia de Santa María la mayor de la villa de Salas, colegios y mandas pías sean bien gobernadas y regidas y Dios nuestro Señor servido y el culto divino aumentado; y en caso necesario para todo lo susodicho y reservación del dicho patronazgo de legos, se sustraiga bula de su Santidad con las clausulas y facultades necesarias; y si en mi vida no se trajere la dicha facultad y bula, mis testamentarios tengan cuidado de hacerla traer y traella y ordenar lo que mas convenga a sí y en lo que toca a la reservación del dicho patronazgo de legos como administración dél y servicio de la dicha iglesia de Salas y colegios y mandas pías, y para este efecto de traer la dicha facultad y bula y donar mis bienes y hacienda y lo que fuese necesario”. Por último, en la enumeración de sus herederos universales, Valdés Salas deja patente, en su cláusula trigésimo quinta, que “cumplido y pagado todo lo contenido en este mi testamento y postrimera voluntad y cada cossa y parte dello, dexo por mis universales herederos en todo lo remanente de mis bienes… a los colegios de San Pelayo de la ciudad de Salamanca, de Oviedo e iglesia de Santa María la Mayor de la billa de Salas y manda pía de casamiento de doncellas de la dicha villa y conzejo de Salas y limosna de bueyes y bacas arriba dichas y señaladas…”. Dado el extraordinario alcance de las disposiciones contenidas en su acto de última voluntad, el fundador de la Universidad nombra como albaceas y ejecutores testamentarios a un reducido grupo de personas ilustres, algunos de los cuales mantenían una estrecha relación de vínculo consanguíneo con el testador, como era su hermano Fernando de Salas, mientras otros coparticipaban de las tareas de gobierno de la Monarquía, especialmente dentro de la Inquisición, entre los que sobresale por la proximidad al fundador el Lic. Soto Salazar. La enumeración de los albaceas integra una parte de la cláusula trigésimo sexta: “… Y para que se cumpla y execute todo lo contenido en este mi testamento ultima voluntad y cada cosa y parte dello
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dexo y nonbro por mis testamentarios a los muy magnificos y muy reverendos señores doctor Diego Gasca del Consexo Real de su Majestad y licenciado Francisco de Soto Salaçar del Consexo de la General Inquisición y don Fernando de Salas arcediano de la santa iglesia de Granada, del Consejo real de las Yndias mi hermano, y a Hernando de Valdes, canonigo de Oviedo, y a Diego de Valdes y Christobal de Vega mis criados, a los quales doy todo mi poder cumplido y bastante según le yo tengo para que todos xuntos o los que dellos comodamente se pudieren xuntar agan cumplir y ejecutar todo lo en este mi testamento y ultima voluntad contenido, y puedan tomar todos mis bienes o la parte que dellos fuere necesaria para cumplir pagar y executar todo lo en este mi testamento contenido, y cada cosa y parte dello, sin que en ello se les ponga impedimento ni estorbo alguno, para lo cual y cada cosa y parte dello les doy todo mi poder cumplido en forma, el qual dicho poder quiero y es mi voluntad que no se acabe ni espire por ningun tiempo asta tanto que este mi testamento y mandas y legados del se cumplan y ejecuten enteramente en todo y por todo, como en él se contiene…”. El 2 de junio de 1566, el inquisidor entregó al escribano madrileño Diego Méndez de Testa, que era uno de los del número de la Villa y Corte, la escritura de su última y postrera voluntad, cerrada y sellada con su suscripción, manifestándole que contenía el testamento, para que lo autenticase. A este fin se incorporaron, en presencia del fedatario público, las firmas de los siete testigos instrumentales: Fernando de Salas, arcediano de la catedral de Granada y consejero de Indias; Francisco de Soto Salazar, canónigo de Ávila y consejero de la Inquisición General; Diego de Valdés, Cristóbal de Vega, Domingo Pérez de Miramón y Luis de Oviedo, que eran criados del arzobispo, y Alonso de Dóriga, secretario de la Inquisición y de Su Ilustrísima. Ese mismo día, el escribano real y de provincia, Pedro Ramírez, legaliza dicho documento, que queda en poder del testador. Quince días antes de su óbito, el 28 de noviembre de 1568, Valdés Salas hizo una nueva donación inter vivos a favor de la Universidad y Colegio de San Gregorio, que fue autorizada por el escribano Alonso de Dóriga, y en presencia del notario apostólico y relator del Consejo de la Inquisición, Lic. Arenillas de Reinoso. En la mente del fundador aparecen el Colegio y la Universidad ovetenses, una vez más, como una Traslado de 1642 del testamento de Fernando de Valdés. AMO institución académica conjunta e inseparable:
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“Por quanto yo tengo echo e fundado un colexio y Universidad en la ciudad de Oviedo, cuyo nombre y advocación es del señor San Gregorio y le tengo dado e doctado renta de maravedis pan y otras cosas como se contiene mas largamente en la escriptura de la fundación y dotación de dicho colexio y Unibersidad que tengo fechas y otorgadas”. Ignoramos a qué escrituras de “dotación y fundación del colegio de San Gregorio y Universidad” se refiere el arzobispo de Sevilla, pero es indudable que entre ellas se encuentran las anteriormente otorgadas por el prelado y datadas en la ciudad de Valladolid a favor del colegio ovetense, aunque queda la incógnita del resto de disposiciones “selectivamente orientadas a la creación del Estudio general universitario”. En la citada donación del 28 de noviembre de 1568, el eclesiástico asturiano dispuso que fueran obligados dicho colegio y Universidad “de hazer una casa de hospitalidad en la cual se curen los estudiantes enfermos que estudiaren en la dicha Universidad de la ciudad de Oviedo, y ansimismo para curar y curen los dichos enfermos con tanto que la dicha casa la hagan muy bastante como sea necesario e convenga para semejante hospitalidad e con que gaste lo que fuere necesario en curar los dichos pobres que ubieren en la dicha casa e hospitalidad…”. Dado el estado inconcluso de los negocios, el fundador universitario otorgó dos días antes de su óbito y ante el escribano real Alonso de Dóriga, un poder para que sus albaceas pudieran “disponer de bienes patrimoniales y de los salarios de los oficios reales y de los cuarenta mil ducados de oro”, que estaban fijados en la bula del papa Pío V, fechada el 10 de octubre de 1566, como cuantía máxima permitida al arzobispo de Sevilla para su libre disposición mortis causa. Mediante este documento notarial, Valdés encarga a sus albaceas que ejecuten “lo que conviene açerse y probeer zerca del descargo de mi anima e conciençia e destribuçion de mis bienes… y ansimismo para que puedan por mi disponer, testar e codiciliar de todos los otros mis bienes que yo tengo y tubiere en cualquier parte que esten y parecieren ser mios”. En el elenco de sus ejecutores testamentarios vinieron eliminados algunos de los antes referidos, y resultan nombrados otros sujetos de la máxima confianza del decuius, por lo que adquirieron la condición de ejecutores del testamento: el comendador Francisco de Menchaca, del Consejo y Cámara; el Dr. Diego de la Gasca, el Lic. Antonio de Padilla, el Lic. Francisco de Soto Salazar, su hermano Fernando de Salas, del Consejo de Indias, y su sobrino Diego de Valdes, abad de Cenero, al que identifica como “mi camarero”. Este poder otorgado ante escribano público explicita una vinculación directa de los albaceas con la puesta en funcionamiento del Alma Mater ovetense: “Otrosi por quanto yo tengo hecho y otorgadas escripturas de donaciones a favor de ziertas dotaçiones y obras pias que tengo ordenadas y dotadas en las quales reserbe en mi poder para ynterpretar y declarar ziertas cosas que convienen para ello: y ansimismo de nombrar y señalar personas que lo pudiesen interpretar y declarar… digo y otorgo que doy y otorgo el dicho mi poder cumplido y bastante y señalo y nombro a los dichos señores (Menchaca, Diego de la Gasca, Padilla, Soto, Salas y Diego de Valdes) o los tres, o dos dellos por lo menos xuntos, puedan por mi, y en mi lugar, e como yo mismo, interpretar y declarar todas las cosas y casos, e cada una dellas, que yo reserbe para lo declarar yo o que lo declarase la persona o personas que yo nombrasse y sañalasse para ello, lo qual todo puedan azer en las dichas donaciones que hize acerca de las doctaciones de los colejios que yo e herigido e fundado e doctado, en la ciudad de Salamanca el colejio de San Pelayo, y en la ciudad de Oviedo la Universidad e colexio de San Gregorio y los hospitales y colexios de doncellas de la dicha ciudad de Oviedo… e darles e hordenarles las constituciones e otras reglas e modos de vivir que convengan y sean necesarios y que a ellos les pare-
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ciere que se debe de azer e ordenar e cumplir… para la buena direction e cumplimiento y perpetuacion de las dichas memorias e doctaciones e cada una dellas… que yo dexo instituidas y fundadas e doctadas”. Dos días antes de su óbito, el 7 de dicho mes y año, el arzobispo hispalense otorgó un poder notarial ante Alonso de Dóriga, escribano de Cámara de S. M. y secretario del Consejo de la Santa y General Inquisición, y el licenciado Arenillas de Reinosa, escribano del Consejo de la Inquisición, notario apostólico. En el mismo reconoce que “tiene comunicado con los señores comendador Francisco de Menchaca, Dr. de la Gasca, licenciado don Antonio de Padilla y Francisco de Soto Salazar y don Fernando de Salas del Consexo de su Majestad y Diego de Valdes mi camarero lo que conviene açerse y probeer zerca del descargo de mi anima e conciencia e destribucion de mis vienes”. Con esta premisa, concede a los albaceas un poder ilimitado en el tiempo, señalando: “a los quales y a dos o tres dellos y por lo menos dos se ayan de allar y allen a la dispusicion y provisión de lo que se ubiere de azer e probeer especialmente para que dexando como quiero que quede y le dejo en su fuerça y vigor la scriptura de mi testamento ultima e postrimera disposición que yo tengo hecho y otorgada en yscriptis çerrado y sellado con el sello de mis armas e firmado de mi mano puedan en virtud de la facultad que de su Santidad me viene dada y concedida para poder testar en cantidad de cuarenta mil ducados e disponer dellos en mi testamento y en mi codizilio y disponer y codeziliar de los dichos cuarenta mil ducados y de la parte y partess que dellos quisieren por la bia y modo y en aquellas cosas y casos que les pareciere y fuere bien bisto distribuyendo y repartiendolos a las personas e UNIBERSSIDADES QUE QUISIEREN”. Asimismo faculta a los apoderados para interpretar y declarar las escrituras que había otorgado y contenían las donaciones realizadas a favor de las memorias, dotaciones y obras pías que dejaba instituidas, fundadas y dotadas, con especial mención de “las dotaciones de los colejios que yo e erigido y fundado y doctado en la ciudad de Salamanca el collexio de San Pelayo y en la çiudad de Oviedo la Universidad y colexio de San Gregorio y los hospitales y colexios de doncellas de la dicha ciudad de Oviedo y la iglesia de Santa Maria la Mayor de la billa de Salas y las otras dotaciones…”. El mismo día de su fallecimiento en Madrid, el Dr. Diego de la Gasca, que era uno de los albaceas, presentó el documento, que contenía la última y postrera voluntad del arzobispo de Sevilla, firmado por el difunto, con la firma y signo del escribano Diego Méndez, además de las firmas de los siete testigos. Pidió al alcalde de Casa y Corte, Lic. Gaspar Ortiz, en presencia del escribano real y de provincia Pedro Ramírez, la apertura y publicación del testamento, “para que el cuerpo del dicho arzobispo sea sepultado en la parte y lugar donde por el dicho testamento manda que se aga e cumpla todo lo demas en el declarado”. Después de realizarse la información requerida, que afectaba al hecho biológico de la muerte del decuius y autenticidad del documento, para lo cual el suplicante presentó como testigos a los licenciados Soto Salazar y Fernando de Salas, ambos albaceas y de 55 años de edad, así como al criado del arzobispo, Domingo de Miramón, de 30 años, el juez decretó en la misma fecha, día 9 de dicho mes y año, la apertura, lectura y publicación del testamento, que ejecutó por su mandato el escribano Pedro Ramírez, quien además certificó personalmente el fallecimiento del prelado. Procedió entonces dicho escribano “con unas tijeras al corte de los hilos”, con los que se mantuvo cerrado hasta ese instante, y protocolizó el documento que contenía la última voluntad, expidiendo los traslados que le fueron requeridos. A partir de ese instante comienza el largo proceso de ejecución del testamento, que no culminará para la Universidad de Oviedo hasta el mes de octubre de 1609, aunque todavía se prolongará formalmente con los ejecutores testamentarios hasta el mes de enero de 1661.
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En uso de las atribuciones conferidas por el testador en el poder del día 7 de diciembre de 1568, los albaceas otorgaron, con la data del 27 de marzo de 1569, un codicilo a través del cual dispusieron de importantes sumas de dinero a favor de un elevado grupo de beneficiarios mortis causa del prelado asturiano, entre los que no figura nuestra institución académica. Desde 1570 hasta 1572, los testamentarios de Valdés acordaron un modelo universitario que estaría a cargo de los jesuitas, a pesar de no existir un criterio unánime entre los ejecutores, porque tres de ellos, los Lic. Salas, Soto y Padilla, defendieron mayoritariamente las gestiones y se adhirieron a esta iniciativa en su redacción final, mientras se oponía frontalmente el Dr. Diego de la Gasca, y adoptó el Lic. Menchaca una postura intermedia. La escritura notarial, otorgada en Valladolid, el 28 de julio de 1571, vino autorizada por el escribano de número Francisco Cerón. Previamente el general de la Compañía de Jesús, san Francisco de Borja, había otorgado un poder en Roma a favor del provincial P. Gil González, para que en su nombre pudiera asumir los compromisos contenidos en el acuerdo, por el que mostraron una especial adhesión el licenciado Soto Salazar y el hermano del difunto, Hernando de Salas. La negociación con la Compañía de Jesús ponía el énfasis en los estudios de Gramática, Artes y Teología, con merma de las facultades jurídicas, y dio origen a una oposición activa por parte de las autoridades del Principado, especialmente del Obispo, cabildo catedralicio y Ayuntamiento de Oviedo, de modo que esa contradicción exteriorizada mediante algunos memoriales que se elevaron a Madrid fue causa determinante para que los jesuitas renunciaran al derecho que tenían, apartándose del mismo en 1572, una vez los testamentarios revocaron el poder que habían dado a los religiosos para que solicitaran del Santo Padre el reconocimiento pontificio. Todavía en el mes de marzo de 1572, y ante Alonso de Dóriga, los testamentarios Soto Salazar y Hernando de Salas asignaron la renta inicial que garantizaba el funcionamiento del Colegio y Universidad de San Gregorio de Oviedo. Dicha suma era cuantiosa y relevante en aquel momento, aunque la dilación en la ejecución del Alma Mater no permitió el lustre que tenía dicho Estudio en la mente de su fundador: “el dicho colexio e unibersidad de la ciudad de Oviedo a de aver en cada un año un quento e quatrocientos mil maravedis, de los quales ha de goçar desde principio del año venidero de mil e quinientos e setenta e tres en adelante”, además de atribuirle “dos privilegios”, uno de cuantía de setecientos cincuenta mil maravedís de juro, situados en las alcabalas de la ciudad de Sevilla, y otro por cuantía de trescientos treinta y tres mil maravedís de juro al quitar, situados en las alcabalas de Utrera y Sevilla, sin olvidar los diez mil ducados que dejó aplicados el fundador y por una vez para la obra del Edificio Histórico. En estas condiciones, podemos concluir que el primer elemento para crear la Universidad de Oviedo reunía todos los requisitos legales exigibles, y los albaceas estaban obligados a ejecutar el segundo trámite legal, consistente en el reconocimiento oficial de la persona jurídica.
II. Las bulas del papa Gregorio XIII Cabe preguntarse el motivo por el cual fueron solicitadas a Roma las Letras Apostólicas, pero entre los fundamentos más significativos destaca que el Estudio universitario correctamente erigido no era sólo de ámbito general en el reino al que pertenecía el poder político autorizante, sino que se convertía universal en toda la Iglesia, lo cual implicaba una ampliación de su ámbito de vigencia, ya que el Príncipe secu-
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lar carecía de capacidad para erigir un Estudio General fuera de su territorio. Tampoco podemos ignorar que el fundador era un eclesiástico y la finalidad del prelado consistía en dar origen a una obra pía. El punto de partida de la emanación de las bulas fue la súplica que elevaron al Santo Padre los testamentarios de Valdés, entre julio y agosto de 1574, para que el pontífice acogiera favorablemente la creación de un Estudio General en el Principado de Asturias, respaldando el proyecto embrionario contenido en la cláusula testamentaria del arzobispo de Sevilla. Sus alegaciones fueron utilizadas posteriormente para la redacción tanto de la bula de erección como de la bula de ejecución de la Universidad de Oviedo, y los apartados más significados de la petición pueden sintetizarse en seis aspectos bien ensamblados y complementarios: a) Histórico: la ciudad de Oviedo es “insigne”, notable, famosa y hermosa, atributos que justifican por múltiples causas, aunque las dos más determinantes fueron la derivada de la capitalidad de la monarquía hispana durante buena parte de la historia patria, y su destacado relieve en el ámbito religioso: la Sancta Ovetensis. b) Demográfico: Vetusta es calificada de populosa, a pesar de no contar con cuatrocientos vecinos, pero su número resultaba altamente significativo en la difícil orografía asturiana, sin olvidar la elevada mortandad que sufrió el Principado durante la epidemia de 1572. c) Cultural: la provincia de Asturias no gozaba de una Universidad de Estudio General, y el centro universitario más cercano distaba unas doscientas millas, de modo que por este hecho los habitantes del Principado, dotados de gran capacidad intelectual y con ansias de adquirir conocimientos científicos, o se veían frustrados en su loable propósito, o al menos debían realizar un excepcional gasto económico, del que estaba privada la generalidad de la población asturiana, sin olvidar la incomodidad que suponía el traslado de los estudiantes muy lejos de sus lugares de origen. En este apartado, los albaceas destacan que los asturianos acudían normalmente a Valladolid o a Salamanca, especialmente a la ciudad del Tormes, donde venían a matricularse el mayor número de alumnos procedentes de la región, y en cuya capital se habían erigido varios colegios universitarios a favor de los naturales, como eran el Colegio de Pan y Carbón, erigido por el obispo D. Gutierre, y el de San Salvador de Oviedo, con el patrocinio del prelado D. Diego de Muros. d) Socio-económico: el Principado es sumamente estéril, y sus habitantes soportaban la mayor penuria y pobreza, lo que privaba a los naturales de adquirir el conocimiento, por falta de recursos. e) Geográfico: Asturias se situaba “entre montañas escarpadas”, y los naturales debían trasladarse fuera del territorio “a través de intrincadas escabrosidades de caminos”, de donde dimanaba el aislamiento generalizado de la región, aunque jamás careció de un intenso contacto comercial y cultural con el resto de España y sus diversas instituciones. f ) Religioso: este fundamento resulta diáfano en la súplica y resume dos aspectos que conectan con la voluntad del inquisidor general. De un lado, la lucidez del arzobispo Valdés al observar “la gran utilidad y provecho que vendría a la fe católica y a la república que la Iglesia militante tuviera cada día mayor número de varones ilustrados en la ciencia de las letras, a fin de proporcionarles el firme apoyo con el que pudieran extender por todas partes la luz de la verdad, y anular a los que se esforzaran en oscurecerla”; de otro, el intento del fundador de lograr con esta buena obra terrena un mérito relevante para alcanzar la felicidad eterna en la Vida futura. La súplica finaliza con dos apartados: en el primero, se justifica la intervención de los albaceas al solicitar las Letras Apostólicas, y se resume en pocas palabras: “en cuanto ejecutores de la piadosa voluntad del
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finado arzobispo, desean ardientemente cumplir las disposiciones del mismo con los debidos efectos”. En el segundo, delimitan las gracias que esperan alcanzar del Santo Padre, y que sintetizan en estos términos: “que se erija e instituya en Oviedo una Universidad de Estudio general de estudiantes, bachilleres, licenciados, doctores y maestros, a imagen de la de Salamanca y demás universidades de España, la cual se regirá por medio del maestrescuela que haya en la catedral de Oviedo y por un rector, bien conjunta bien separadamente… con carácter perpetuo y sin perjuicio de nadie”. Todavía hay un inciso final en la solicitud que tiene el máximo interés, porque en ella los albaceas dejan patente su propósito de obtener no sólo el respaldo pontificio, sino también el reconocimiento estatal, de tal modo que la aprobación del papa se realizara conjunta con la regia, y no un respaldo independiente en cada caso, siguiendo el modelo salmantino, de tal modo que la gracia del Santo Padre estuviera condicionada al respaldo de Felipe II. Este modo de proceder, con probabilidad, tenía como objetivo constreñir al rey para lograr su confirmación: “con tal que al respaldo pontificio se añada la aprobación y consentimiento del serenísimo Príncipe Felipe, Rey Católico de las Españas”. Las bulas pontificias fueron emanadas el 15 de octubre de 1574, aunque la expedición de las mismas no se produjo hasta el mes de noviembre Copia notarial de 1611 de la bula pontificia concedida por del mismo año. Gregorio XIII. Universidad de Salamanca Entre los puntos regulados por la bula de erección de la Universidad de Oviedo, destacamos los siguientes: 1. Que los estudiantes del Estudio, tanto seculares como de cualquiera de las órdenes regulares que se matricularan en él, puedan estudiar en cualquier facultad legítimamente constituida. 2. Que los alumnos, una vez concluidos sus estudios y observando los requisitos establecidos, conforme al modo observado en las demás universidades, tanto los que estudiaran en Oviedo, como los que vinieran de otras foráneas, una vez finalizados sus cursos, puedan graduarse de bachiller, licenciado, doctor y maestro, según los ritos y costumbres de las respectivas universidades de Estudios Generales de España.
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3. Que los graduados en las diferentes facultades puedan enseñar desde ese momento en las ciudades y demás Estudios Generales donde quisieren; puedan promover en ellos disputas y llevar a cabo los actos académicos correspondientes al grado o grados que hubieren recibido; puedan usar, poseer y disfrutar de todos y cada uno de los privilegios, indultos, inmunidades, prerrogativas, exenciones, favores, libertades, facultades y gracias que usan, poseen y disfrutan los que estudian, tanto en la citada Universidad de Oviedo, como en cualquiera otra hispana; los que leían y estudiaban puedan ser promovidos a cada uno de los grados correspondientes, siguiendo el estilo de la Universidad salmantina, con la misma firmeza y sin ninguna diferencia. Quedaba patente el paradigma de la validez de los estudios impartidos en Oviedo respecto de los que se obtenían en el Alma Mater de Salamanca, lo que permitirá esa plena convalidación de cursos y grados el año 1611. La bula de ejecución, que incorpora la de erección, responde al explícito respaldo pontificio otorgado a los testamentarios, al acoger favorablemente las facultades que se reservaron para ellos u ocasionalmente para las personas designadas por el fundador, especialmente a favor del patrono-mayorazgo de la casa de Salas, en relación con el régimen docente del Estudio: 1. Poder traer y nombrar, cuantas veces fuera necesario, profesores; asignar cátedras y tomar medidas oportunas en materia de salarios. 2. Establecer, constituir y disponer cualesquier estatutos y constituciones, con tal que sean ajustadas a derecho, honestas y conforme a la última disposición del fundador contenida en el testamento, en aras del próspero gobierno, régimen y administración de la Universidad, así como de sus doctores, maestros y cualesquiera otros graduados y lectores, colegiales, estudiantes y todas las demás personas que allí moren en cada momento de su actividad académica, y para la buena conservación y acrecentamiento de aquellos bienes, propiedades y derechos, tanto espirituales como temporales, los cuales ha de aprobar el ordinario ovetense. 3. Reformar los estatutos y constituciones, una vez establecidos, constituidos y dispuestos; redactarlos de nuevo y cambiarlos en su totalidad o parcialmente, mejorándolos, a tenor de las circunstancias de cada momento. 4. Imponer libre y lícitamente, para su observancia, cualesquier penas contra los contraventores de sus estatutos y constituciones, para asegurar su cumplimiento. Por último, la bula ejecutoria contiene el nombramiento de los “jueces ejecutores y conservadores” del Estudio ovetense, resultando designados por voluntad pontificia el obispo de la diócesis ovetense, el abad benedictino de San Vicente y el maestrescuela de la catedral, quienes debían defender eficazmente el contenido de la bula de erección, para que sus disposiciones tuvieran efecto en todas las ocasiones en que fueran requeridos y cuando fuera preciso.
III. La real cédula del rey Felipe III Escobar y Loaisa, al que sigue el P. Andrés de Mendo, recuerdan concordes que la erección y fundación de las universidades es un acto que emana del poder político, en cuanto cosa profana, y consecuentemente el derecho de erigir estudios generales corresponde a los supremos poderes civiles dentro
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de su territorio, que pueden instaurarlos incluso sin el respaldo pontificio, lo que no es posible en sentido opuesto, tal como observamos en la “legalización” del Alma Mater ovetense. El Rey Sabio, al tratar de las universidades en sus Partidas, disponía que “este Estudio debe ser establecido por mandado del Papa, o del Emperador o del Rey”, correspondiendo a uno de los representantes de la Casa de Austria, el rey Felipe III, la gloria y honor de haber impulsado la creación de nuestro Estudio universitario, al respaldar políticamente la voluntad del prelado asturiano D. Fernando de Valdés. Fueron los albaceas testamentarios del inquisidor, nombrados por el Consejo de Castilla, Alonso Núñez de Bohórquez y Juan de Tejada, muy versados en importantes asuntos de gobierno de la Monarquía y en la ejecución de diversas obras pías, quienes impulsaron la aprobación regia de la Universidad de Oviedo, y su actuación fue decisiva en la primera década del siglo XVII, inclinándose por las reivindicaciones que de modo constante y desde diversos organismos asturianos se formularon ante el Consejo de Castilla, frente a la constante obstrucción que presentó el patrono de la Casa de Salas. La real pragmática de Felipe III se retrasó hasta el día 18 de mayo de 1604, y el rey asumió en general el proyecto avalado por las bulas pontificias, pero introdujo aquellas reformas que consideró oportunas, fundamentalmente para salvaguardar el patronato regio y las facultades inherentes al mismo, aunque ello implicara un cambio radical en algunos aspectos del planteamiento inicial de los albaceas nombrados por Valdés Salas y su respaldo romano. La súplica elevada al rey por los testamentarios, responsables de la ejecución de las memorias y obras pías del arzobispo, deja patente que instituyen la Universidad porque su causahabiente les había “mandado fundar y aplicado rentas que avia dejado para su erection y dadoles licencia y facultad para haçer constituciones açerca de la direction, conservación y aumento” del Estudio, además del encargo, incorporado en las Letras Apostólicas, de obtener la aprobación del poder político, redactando los estatutos y constituciones necesarias para el funcionamiento de la nueva persona jurídica. La intervención regia queda justificada, según sus propias palabras, “atento que la dicha erection e institución de la Universidad era instituto tan sancto y pio y tan en pública utilidad de nuestros Reinos”, a cuyo buen fin era necesario que el rey diera “licencia e interpusiera su autoridad Real para la fundación de dicha Universidad… para que se ordenasen las constituciones necesarias para el buen gobierno…”. Esta delegación regia no era definitiva ni ilimitada, porque el propio monarca ordena que una vez “hechas se trajesen al Consejo de Castilla y se viesen en él y aprobasen las que fuesen necesarias y convenientes, recibiendo a dicha Universidad bajo nuestro amparo y protección, para que con esto se animasen otros prelados y personas a hacer semejantes obras”. Examinada la súplica por el fiscal Gil Ramírez de Arellano, a pesar de su punto de vista poco proclive a la erección de nuevas universidades, emitió un informe favorable, para que Felipe III acogiera benignamente la petición. Superado este trámite, el rey suscribió la real pragmática de aprobación del Estudio universitario, cuyo tenor es determinante para la Universidad de Oviedo: “Por la qual y para hacer bien y merced al dicho nuestro Principado de Asturias, damos licencia e nuestro real consentimiento a vos los dichos licenciados Alonso Nuñez de Bohórquez y Juan de Tejada de nuestro Consejo para que ambos juntos como tales testamentarios y ejecutores de dicha disposición del dicho Arzobispo podais erigir y fundar la dicha Universidad y colegio de Sanct Gregorio de Oviedo y collegio de Sanct Pelayo en Salamanca según y como dicho arzobispo los mando erigir y fundar y por dichas bulas se dispone, las cuales mandamos se guarden y cumplan como en ellas se contiene, recibiendo como
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recibimos y quedando como quedan dichos colegios y Universidad debajo de nuestra Real proteccion y amparo y que la dicha Universidad la erijais y fundeis vos los dichos testamentarios como convenga y en la forma y según que dicho Arzobispo lo dispuso y os lo dejo cometido haciendo y ordenando las constituciones que para el buen gobierno y direccion del dicho colegio y Universidad de Oviedo convengan”. La real cédula contiene unas cláusulas que derogan las contenidas en la bula de ejecución de Gregorio XIII, reservando para el poder regio el derecho de visita de la institución académica y las atribuciones correspondientes a su fuero secular, porque el Pontífice había asignado la jurisdicción en su propio fuero a tres eclesiásticos ovetenses cualificados: el obispo, el abad de San Vicente y el maestrescuela de la catedral, siguiendo parcialmente el estilo de la Universidad de Salamanca, que era paradigma del Estudio General asturiano, en el cual era el maestrescuela catedralicio, nombrado por el Pontífice a propuesta del rey de España, quien como suprema autoridad ejercía la jurisdicción en las Escuelas, llevando el título de “cancellarius”: “reservando como reservamos en Nos y en nuestros sucesores la coerción y el derecho y preeminencias y superintendencia de enviar visitadores a dicha Universidad y colegios cada y cuando fuéremos servido y asimismo la jurisdicción contra los estudiantes legos”. Quedaba así privada de eficacia la cláusula de la escritura notarial otorgada por D. Fernando de Valdés, el 28 de noviembre de 1568, que encomendaba ese oficio de visitador del Colegio y Universidad al deán y cabildo catedralicio ovetense, aunque la separación entre el Colegio de San Gregorio y el Estudio General permitirá cumplir parcialmente este mandato del fundador: “Otrosi dexo al dean y cabildo de la santa yglesia de Oviedo para que bisiten por una persona para ello nonbrada que sea calificada conforme a lo que yo dexare ordenado a las personas que yo nombrare para ello o los dichos mis albazeas la qual pueda visitar las personas e bienes de los dichos ofiçiales del dicho colexio y Unibersidad del y el dicho colejio e unibersidad pueda por la perssona que nonbrare para ello visitar e bisite la yglesia e obras pias del conzejo de Salas que yo he hecho fundado e dotado la qual bisitazion se aga conforme a los estatutos hechos por mi o por los sobredichos”.
IV. Los estatutos universitarios de 26 de octubre de 1607 Los dos testamentarios antes citados, que habían sido designados por el Consejo de Castilla, Bohórquez y Tejada, redactaron los primigenios estatutos, que dataron en la Villa y Corte el 26 de octubre de 1607. Ese mismo día fueron sometidos a la aprobación del supremo órgano político, cuya intervención era un requisito exigido por la real pragmática de 1604. En el acta levantada por el escribano deputado a este fin, Francisco de Hita, constatamos que los consejeros modificaron pocas cláusulas, pero de interés para el gobierno de la Universidad: 1ª. La que prescribía que las cátedras se proveyeran por cuatro años, de modo que transcurrido el cuatrienio volvieran a vacar y convocarse la provisión. 2ª. Las lecturas que estaban previstas no restringían ninguna de las cátedras dotadas ni de los cursos en que se estructuraban las enseñanzas, sino que cualquiera tenía acceso a una de las enseñanzas regladas y a su incorporación en el año de carrera que considerare oportuno. Por ello, los miembros del Consejo Real entienden el año 1607, al inaugurarse el Estudio, que “no habrá oyentes para tantas catedras como estan señaladas y los catedraticos se estaran holgando y lleva-
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ran el salario y estipendio sin fruto ni aprovechamiento ninguno y no se cumplira el fin e intento que dicho señor Arzobispo tuvo y el tiempo y la experiencia lo declarará”, compitiendo a los ejecutores testamentarios acordar el remedio oportuno. Con este planteamiento, conservaron el texto previsto para el conjunto de cláusulas estatutarias, manteniéndolas en su fuerza y vigor, excepto en dos disposiciones: 1ª. “Acordaron y mandaron que en cuanto a las dichas catedras y provision de ellas por esta primera vez sea y se entienda la dicha provision de catedras por los dichos cuatro años menos el tiempo que parezca a dichos señores testamentarios y fuere su voluntad y no mas”. 2ª. “Las lecturas que los regentes de las catedras han de leer sean las que van señaladas a dichos señores en las dichas constituciones y estatutos, las cuales fueren por sus mercedes señaladas”. Transcurrido el bienio previsto para la experimentación de los estatutos aprobados, fueron sometidos a la aprobación regia, quien extendió su confirmación en Madrid, el 15 de octubre de 1609. El curso académico 1608-1609 permitió verificar la bondad de los Estatutos aprobados y su adecuación para el buen funcionamiento del Estudio ovetense. El juicio emitido entonces fue muy positivo, y queda constatado en la nula modificación de sus disposiciones, ya que Felipe III se limita a establecer en 1609: “por la presente por el tiempo que nuestra merced y voluntad fuere y sin perjuicio del derecho de nuestra Corona y patrimonio real ni de otro tercero alguno, confirmamos y aprobamos las dichas constituciones y estatutos en todo y por todo como en ellas se contiene para que valga y sea firme perpetuamente”. Los estatutos primitivos, redactados en 1607 y confirmados por el rey en 1609, se estructuran en once títulos, distribuidos del siguiente modo: el título primero trata del rector del Estudio, que era un cargo anual; el segundo se refiere al claustro, formado por los doctores; los títulos tercero, cuarto, quinto y sexto versan sobre las cátedras, sueldos de los docentes, horas de docencia, extensión de la enseñanza, visitas, sustitutos, oposiciones para su provisión etc. Las vacantes se anunciaban mediante edictos, por término de treinta días, y en las puertas de las principales universidades del reino, verificándose los ejercicios ante el claustro y los estudiantes, prohibiéndose a los opositores andar en negociaciones o realizar diligencias ilícitas para conseguir los votos. Los colegiales de San Pelayo de Salamanca, a título de hermandad, participaban de los derechos devengados por el examen. Los catedráticos prestaban anualmente su juramento, y cada dos meses recibían la visita del rector, quien se informaba a través de las deposiciones de los alumnos que asistían a clase, imponiendo las correcciones oportunas. Los títulos séptimo y octavo tratan de las matrículas, cursos y grados; el noveno se refiere a los oficiales y otros dependientes del Estudio, entre los que encontramos un secretario o notario, un bedel, un alguacil, un portero y un mayordomo; el décimo versa sobre la capilla, en la que se instituyen dos capellanes y un sacristán; por último, el undécimo habla de los fondos presupuestarios, bajo la rúbrica “de la fábrica de la Universidad y arca”. Algún tiempo más tarde se crea la figura del fiscal académico, encargado de la denuncia de los abusos que se produjeran en el fuero académico, y este oficio se encomendó a un eclesiástico. Las últimas actuaciones de los testamentarios fueron compartidas con el sobrino de uno de ellos: Pedro de Bohórquez, quien en la primavera de 1608 se desplazó a Oviedo desde el Colegio Mayor de Cuenca de la ciudad de Salamanca, en el que era su rector, para ultimar la apertura de las aulas, en virtud del poder que le habían conferido los albaceas. En su calidad de procurador negoció con las instituciones del Principado y de la ciudad de Oviedo el modo de asumir la actividad académica y su solemne inauguración. Previamente, el 15 de septiembre de 1607, habían sido nombrados los primeros diecinue-
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ve catedráticos: cuatro de Teología, cinco de Cánones, otros tantos de Leyes, tres de Artes, uno de Matemáticas y se encomendó la enseñanza de Canto al maestro de Capilla de la Catedral. En la Facultad de Teología se establecieron cuatro cátedras, a saber, la de Prima, Vísperas, Biblia y Teología Escolástica; se encomendaron a tres religiosos dominicos y la de Biblia al canónigo Lezcano. Las cinco de Derecho Canónico fueron: Prima, Vísperas, Decreto, Sexto y Clementinas, nombrándose para ellas a otros tantos graduados, si bien con el título de doctor para las dos primeras, mientras las tres últimas quedaron encargadas a licenciados, con notable presencia de capitulares del cabildo catedralicio. Las cinco de Leyes fueron las de Prima, Vísperas, Digesto Viejo, Código e Instituta; todas ellas estuvieron a cargo de licenciados, algunos de los cuales eran abogados ovetenses de gran reputación en el foro, y otros regidores del Ayuntamiento. En Artes se establecieron tres cátedras, correspondiendo dos de ellas a religiosos dominicos y la tercera a un benedictino, mientras que la cátedra de Matemáticas se confió al médico de la ciudad, porque no encontraron otra persona más idónea. La toma de posesión del Edificio Histórico tuvo lugar el día de San Mateo de 1608, de modo que ese día, 21 de septiembre de dicho año, se considera como data de la Universidad de Oviedo para determinar su antigüedad, momento en el cual se entregó a los catedráticos la posesión del Estudio, celebrándose el primer claustro al día siguiente, bajo la presidencia del primer rector, Dr. Alonso Marañón de Espinosa, canónigo de la Catedral de Oviedo y antiguo alumno de la Universidad de Salamanca. El día 5 de noviembre del mismo año se celebraron los solemnes funerales por el alma del fundador y arzobispo de Sevilla, D. Fernando de Valdés, y el día de San Lucas inmediato posterior se iniciaron las clases en las aulas universitarias. Los testamentarios Bohórquez y Tejada procedieron en 1609 a la última reasignación de las rentas que correspondían a la Universidad de Oviedo, así como a otras obras pías que estaban directamente vinculadas con el Estudio, especialmente el Colegio de San Gregorio, la Casa de Recogimiento de Doncellas y el Hospital. Del auto que entonces se extendió queda constatada la existencia en ese momento del arca de las tres llaves, prevista no sólo para el depósito de numerario, sino también para el archivo universitario, al que se acuCopia de los primeros estatutos de la Universidad, día en cualquier momento que lo precisaba la autoconocidos como Estatutos viejos. 1607. ridad académica o lo solicitara un interesado, desUniversidad de Oviedo pués de obtener la venia del juez del Estudio.
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OTRAS FUNDACIONES VALDESIANAS 1. El Hospital del Estudio ovetense Ya hemos señalado que en el último año de vida, el inquisidor mostró explícitamente su voluntad de fundar un Hospital para estudiantes pobres, que procedentes del Colegio de San Gregorio y de la Universidad acudieran a dicha institución asistencial. La escritura notarial de 28 de noviembre de 1568 contiene, en este ámbito, una nueva donación inter vivos, a favor del Colegio y Universidad de Oviedo, si bien el donante dispone que la misma lleva la carga y gravamen de diferentes obras pías, comenzando por el Hospital del Estudio: “Y porque tenga mas renta y mexor sienpre permanezca le quiero hazer donaçion de mas cantidades con los gravamenes y para los efectos y en la forma e manera que en esta scriptura yra declarado, por ende: otorgo e conozco que de mi propia libre y agradable voluntad ago graçia y donaçion pura mera perfecta entre bivos para agora e de aquí adelante para siempre xamas al dicho colexio y unibersidad de la dicha ziudad de Oviedo de mas y allende de lo que le tengo dado donado conviene a saber seteçientas çinquenta mil maravedis de juro e renta en cada un año... y otros titulos y recaudos situados en rentas de alcavalas de la ciudad de Sebilla y ziudad de Toro y billa de Medina del Campo y Saagun y terçias de la ciudad de Ronda, la qual dicha donaçion que al presente ago de las dichas setezientas e zinquenta mil maravedis de juro es con grabamen y carga que sean obligados el dicho colexio e uniberssidad de hazer una cassa de hospitalidad en la qual se curen los estudiantes enfermos que estudian en la dicha Unibersidad de la ciudad de Oviedo y ansimismo para curar y curen los dichos enfermos con tantol que la dicha cassa la agan muy bastante como sea necesario e convenga para semexante hospitalidad e con que se gaste lo que fuere necesario en curar los dichos pobres que ubieren en la dicha cassa e ospitalidad conforme a los estatutos y orden que yo o la persona o perssonas por mi nonbradas e por mis albaceas testamentarios dieremos e dieren para ello e lo ordenaren, con que en cada un año no se puedan gastar en la dicha cura de enfermos mas de zien mil marabedis a lo mas de las rentas de las dichas setezientas zinquenta mil maravedis de que hago esta dicha donaçion al dicho colexio e Uniberssidad según de suso ba declarado”. La vigilancia del centro asistencial quedaba encargada a la institución docente, tal como expresa el inquisidor en su donación de finales de noviembre de 1568: “quiero que la dicha cassa de ospitalidad sea a bisitazion e administrazion de la perssona o perssonas que el dicho Rector e colegiales del dicho colexio nonbraren cada año para ello”. De nuevo tratan los albaceas del Hospital universitario en 1588, con ocasión de la distribución de rentas de la testamentaría de Valdés, que llevan a cabo en Madrid, a 9 de enero de 1588, ante Alonso de Dóriga. Llama la atención la reasignación de la cantidad que había de invertirse en un nuevo edificio hospitalario, por la aplicación en una institución asistencial ya existente: “que los zinquenta mil maravedis que el dicho ylustrisimo arçobispo aplico para que en la ciudad de Oviedo se yciese un ospital se aplican al que erigio e fundo en aquella ziudad don Jeronimo de Velasco obispo que fue en aquella sancta yglesia y que las quentas de los dichos marabedis se tomen por las personas que se toman e escriben las del dicho hospital y por la misma horden”. Dejando al margen el edificio, el Hospital del Estudio fue tomado en consideración por los testamentarios Bohórquez y Tejada en el auto que pronunciaron en Madrid, a 4 de septiembre de 1609, al tratar de la ejecución y cumplimiento de su testamento, reasignando las rentas anuales para el sostenimiento de las diversas obras pías, e incluyen un apartado concreto a este fin:
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“Espital. El hospital que mando fundar el señor arzobispo de Oviedo a de aver de su renta doctazion y fundacion 100.000 maravedis de renta en cada un año y pagansele en lo siguiente: En 83.369 sobre las alcabalas de Medina del Canpo y su partido. En 16.301 maravedis de renta en cada un año que sobraron en el juro de Utrera y Lebrija pagado lo que pertenece a la Unibersidad de Oviedo que suma todo los dichos cien mil maravedis”.
2. La Casa de Niñas Huérfanas de Oviedo Otro de los gravámenes impuestos por el fundador-donante al Colegio y Universidad de San Gregorio de Oviedo, como beneficiarios del negocio lucrativo, tenía como destinatarias las niñas huérfanas que se recogerían en la Casa de Doncellas, prevista en la ciudad de Oviedo y dispuesta por el arzobispo. Así lo explicita el Inquisidor en la escritura antes citada, de 28 de noviembre de 1568: “y ansimismo la ago con cargo e grabamen que sean obligados perpetuamente… y sustenten una casa de rrecoximiento e clausura en la dicha ziudad de Oviedo en que aya dos o mas mugeres las que fueren neçessarias de edad conviniente y de buena vida y costumbres en cuya compañía puedan estar y esten las hixas de personas vecinas de qualquier parte del obispado de Oviedo para que alli esten recoxidas y deprendan la doctrina christiana y buenas costumbres e a labrar coser e ylar y escribir y contar y otros exerciçiob birtuosos donde si el padre o deudos le pudieren dar lo que ubieren menester para ayuda a su sustentaçion e para consignaçion de la dicha cassa e reparos della y mantenimientos de las dos o mas mugeres que an de gobernar la dicha cassa y conpañia de donzellas o las que en ella se recoxieren... y para otras cosas necesarias para ayuda a conserbaçion tan buena se gasten en cada un año lo que fuere menester con que no se puedan gastar mas de dosçientos mil maravedis en cada un año a lo mas e quiero que la perssona o perssonas que en la dicha casa e recoximiento obiere de entrar y estar por la forma y orden e por el tiempo y a pressentazion del patron que yo dexare ynstituido e declarado o la perssona u perssonas que yo para ello nombrare y en defecto de no lo aber echo ni declarado se puedan azer e agan mis albaçeas e testamentarios los quales los nombren e declaren e que la dicha cassa e personas que en ella obiere se ayan de visitar e visiten en cada un año por la perssona que fuere nombrada por el rector de la dicha Uniberssidad y colexio de Oviedo, los quales tomen las quentas de lo que se destribuyere e gastare en la dicha casa e recoximiento para que en todo aya el recaudo y gobierno que conbenga e que la perssona que nombrare el dicho Rector e colexiales para la dicha bissita e quenta de la dicha cassa sea eclesiastica y graduada y de edad de zinquenta años y que las dichas mugeres y donzellas que ubieren de entrar y residir en la dicha casa sean de la calidad que yo o las personas por mi nombradas y los dichos mis albazeas testamentarios declarasemos ansi a quanto al numerod ellas como a su calidad y lo que estan de guardar y como an de vivir conforme los estatutos y reglas que se les pusiere por mi y por las personas por mi nombradas”. Durante casi dos tercios del siglo XVII esta institución asistencial no tuvo actividad por falta de presupuesto, aunque en 1609 ya estaba levantado el edificio que debía albergarla. En el auto de 4 de septiembre de 1609, los testamentarios asignan a la “casa de recogimiento de las niñas que mandó fundar el dicho señor arzobispo… para su renta fundación y doctazion en Oviedo 200.000 mrs. que se le pagan y señalan en lo siguiente”: los 150.000 de renta en el juro de Sevilla y su partido; los 50.000 de juro sobre las alcabalas de Sahagún y su partido “que se desempeñaron y se deposito el dinero de que ay pleyto”.
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Finalmente, esta última cantidad resultó fallida, y sólo a partir de la sexta década de esta centuria pudo gozar de las rentas que le habían asignado, percibiendo entonces 150.000 mrs., y disfrutando de estatutos al menos a partir del año 1676. Recordaba el rector Mata Vigil, en enero de 1847, que la institución albergaba seis becarias, con una directora y criada, disfrutando de la renta de seis mil reales, que consistían en censos. Dependían del rector y claustro universitario, y servía para dar amparo a cierto número de huérfanas hasta la edad de once años, con fines educativos.
3. El Colegio de San Gregorio de Oviedo Sigue siendo una incógnita el significado del año 1534 que figura en el escudo del fundador colocado en el testero del paraninfo de la Universidad de Oviedo, al que fue trasladado desde el vecino edi-
Primitivo Colegio de San Gregorio. Fotografía de finales del siglo XIX. Universidad de Oviedo
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ficio que albergaba, en la misma calle, la institución colegial, pero no hay duda de la data de la escritura otorgada por el arzobispo en Valladolid, el 8 de enero de 1557, interviniendo como notario autorizante Juan de Fuenmayor. Se trata del punto de partida del colegio de los Pardos, ya que a esa donación se remite el prelado hispalense dos meses antes de su óbito, cuando trata de asegurar el futuro académico y económico del mismo. En 1558 disfrutaba el Colegio de sus primeros becarios y de la enseñanza de Gramática, conforme a la mente del fundador, bajo supervisión de la corporación catedralicia, como puso de relieve Benito Ruano. Tres años más tarde, el 15 de octubre de 1561, el inquisidor redactó un memorial confiando la vigilancia y visita del Colegio a los canónigos ovetenses, determinando que el número de colegiales sería de doce, a los que debían agregarse un preceptor principal, que sería rector, y otro preceptor repetidor, además de un familiar. El 11 de octubre de 1568, D. Fernando de Valdés, en otra donación inter vivos, recoge los móviles que le impulsaron a su creación, y que no dejó expresados en la escritura vallisoletana. El Arzobispo pretende la “ereccion e ynstituzion e fundación de un colexio cassa e congregacion de estudiantes pobres que estudien gramatica y latiniExpediente de aspirante a una beca del Colegio de San Gregorio. dad en la ziudad de Oviedo para que dello nuestro Mediados del siglo XVII. Colección particular Señor fuese serbido y su santa fee catolica conserbada y por ser la tierra tan pobre y apartada de donde ay estudios y universsidades de la dicha Facultad y por su buen onor y ayudar aquellos y que por falta de maestros no dexen de començar y seguir tam birtuosos exerciçios y por el prinçipio y fundamento que podera ser para otras cosas mayores del serbiçio de nuestro Señor”. Sentado que es una obra pía con fines docentes, el donante ratifica la “donaçion y adjudicaçion de unas cassas con su guerta que nos abiamos e teniamos en la ziudad de Oviedo y extramuros de ella las quales les obimos e compramos de Esteban de Lada veçino de la dicha ziudad en la calle que ba desde la Puerta del Castillo al conbento de San Françisco con todas sus entradas e ssalidas uso y servidumbres”. Finalmente, el fundador nombra otros colegiales que ocuparan las plazas vacantes, por ausencia o defunción, especificando sus nombres, y renueva la donación del edificio que se ha levantado de nuevo para albergar ya el curso de Gramática Latina que se impartía a los estudiantes del nivel medio.
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Carta de Fernando de Valdés al cabildo de la Catedral en la que trata asuntos relativos al Colegio de San Gregorio. 1561. ACO
Durante la vida del inquisidor y todo el primer período de ejecución del testamento, encontramos la imbricación inescindible del Colegio con la Universidad, ambos enunciados en singular como un todo y bajo el mismo protector: San Gregorio, de modo que su separación institucional tuvo lugar una vez se repartieron los bienes del inquisidor, asignando el patrimonio que correspondía al mayorazgo de Salas y al hijo natural del arzobispo, si bien no se consumaría hasta 1608. La expedición de las bulas en 1574 permite observar que en la mente del fundador y de los albaceas que compartieron con el arzobispo sus proyectos en diferentes y reiteradas conversaciones, como fueron el hermano Hernando de Salas, o su sobrino Diego de Valdés, por no citar al inquisidor Soto Salazar, se trataba de la misma entidad educativa, con ámbitos docentes diversos pero complementarios, hasta el extremo de que no hay más que un único reconocimiento pontificio para ambas, mientras tiene entidad autónoma el Colegio de San Pelayo. Este mismo enfoque se manifiesta en la real pragmática de 1604, que contiene la aprobación regia del Colegio y Estudio, mientras que la puesta en funcionamiento de las aulas universitarias, con la redac-
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ción de los Estatutos de 1607, y la ulterior reasignación de fondos por parte de los albaceas Bohórquez y Tejada, permiten afirmar que a partir de ese momento van a caminar por dos vías diferentes: la Universidad, sometida a la supervisión regia, y el Colegio de San Gregorio, bajo vigilancia del patrono-mayorazgo de Salas. A diferencia de la Universidad de Salamanca, utilizada como paradigma en las bulas y en la real cédula, donde las Escuelas menores estaban integradas en el Estudio, el Colegio de San Gregorio fue un centro educativo “al lado” de la Universidad con constituciones propias, aprobadas por el Consejo de Castilla el 12 de septiembre de 1612. El número de becas fue de doce, provistas en jóvenes de siete a catorce años, con el requisito de ser naturales del Principado o parientes del fundador, añadiendo que “serían de buen linaje y acreditarían la limpieza de sangre”. Vestían un manto de paño pardo y beca del mismo color. La base de la enseñanza colegial fue la Gramática, que inicialmente se impartía en una cátedra, aunque la demanda de formación en esta materia, indispensable para acceder a las facultades mayores, y de la que se beneficiaban no sólo los becarios y porcionistas, sino también de forma gratuita cuantos externos lo solicitaban, hizo que en el siglo XVI funcionaran tres cátedras que impartían docencia en tres niveles diferentes. Entre los rectores del Colegio tuvieron un renombre singular el licenciado Herrera, discípulo del humanista P. Matamoros en el Trilingüe de la Universidad Complutense, y el cangués P. Luis Alfonso de Carballo. Uno de sus colegiales que alcanzaron el episcopado fue D. Benito Antonio de Lue y Riega, natural del Puerto de Lastres, obispo de la diócesis de Buenos Aires en el momento de la independencia de la República Argentina, a principios del siglo XIX.
Carta enviada por el Ayuntamiento a un comisionado encareciéndole la puesta en marcha de la Universidad. 1583. AMO
Libro de actas de las Juntas y Diputaciones en el que se menciona la fundación de la Universidad. 1600. AHA
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4. El Colegio de San Pelayo de Salamanca Como puso de relieve Escandell, la primera escritura que contempla la fundación del Colegio de San Pelayo se data en Salamanca, el 8 de julio de 1556, y en la misma, otorgada ante el escribano salmantino Santa Cruz del Carpio, el arzobispo procedió a la “erection institución e fundación de un colejio casa e congregación de estudiantes pobres que estudien Artes y Teoloxia Canones y leyes en la Unibersidad de dicha ciudad para que dello nuestro Señor fuese servido y su santa fee catolica conservada”. En ese documento notarial hizo donación inter vivos de múltiples inmuebles que poseía en la parroquia de San Pelayo, nombrando “ciertas personas que estubiesen e residiesen en el dicho colejio con titulo y nonvre de colexiales”. Posteriormente amplió sus donaciones para asegurar el sustento y mantenimiento de la entidad colegial, reservando para sí o para quien fuera de su agrado “el añadir, quitar y emendar lo que nos pareciese y bien visto fuese”. Colegial con traje talar y beca. Siglo XVIII. En uso de dichas facultades, procedió a una Universidad de Salamanca. nueva donación el 27 de septiembre de 1568, en la cual incluye el nombramiento de “colexiales para que esten e rresidan en la dicha cassa e colexio que ansi eregimos e fundamos para que estudien en las dichas Facultades con todas las condiçiones constituciones y ordenaciones que por nos fueren puestas o por la persona o personas que para ello nomvraremos a los bachilleres Diego Fernandez de Rubial y Alonso Roman y a Alvaro de Valdes Menendo de Valdes Juan de Llano de Valdes Ernando de Valdes Toribio de Baldes Geronimod e Billasantte Alonso de Leon Ernando de Valdes, Juan de Llano de Vineda Diego de Labio, los quales esten por el tiempo que nos declararemos que ayan de estar y mas o menos lo que fuere siempre nuestra voluntad a los quales como personas por nos nonbradas y como tales colejiales en nombre del dicho colejio y añadiendo a las dichas donaziones que antes de ahora les tenemos fechas e para mas comoda sustentaçion suya y perpetuazion del dicho colejio y que aquel sea acreçentado y los estudiantes y colejiales que en el estuvieren de nuevo por la presente les acemos donaçion y renunziazion traspassaçion entre bibos yrebocable para siempre jamas de todos los materiales de cal piedra y ladrillo y otras cosas que nos tenemos en la casa guerta y confines della que obimos conprado del doctor Alderete medico a la plaçuela de San Adrian de las quales ansimismo tenemos hecha donazion por la dicha
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escriptura al dicho colexio e colexiales del y de los edificios e mexoramientos del despues aca hechos en el dicho colejio y de duçientas quarenta e nuebe mil setecientas y quarenta maravedis por carta de prebilejio despachada en Valladolid a treçe de março de mil e quinientyos e zinquenta y quatro= Yten de ciento e noventa e siete mil e setecientas marabedis...= y de treinta mil maravedis de juro perpetuo....= yten quatro mil nuebecientos cinquenta e quatro maravedis de censo... y de setenta y quatro mil seisçientas çinquenta maravedis en la renta de las casas que tenemos en la dicha ziudad de Salamanca... mas ciento e sesenta e una fanegas y diez zelemines de trigo que tenemos de zenso perpetuo... yten sesenta e seis fanegas y ocho çelemines de trigo que tenemos de renta... y otras noventa e dos fanegas e quatro zelemines de trigo de censo perpetuo... y sesenta y quatro fanegas y ocho zelemines de cebada de zenso perpetuo... y otras treinta e tres fanegas e quatro celemines de zebada... y otras treinta e tres fanegas de cebada de zenso perpetuo... para que lo tengan posean e gocen como tal colejio para el y para su sustentación”. De inmediato, se produjo la aceptación por parte de algunos de los becarios del Colegio de los Verdes: el “Vachiller Diego Fernandez de Rubial, Alvaro de Valdes Mendo de Valdes y Juan de Llano de Valdes colejiales del dicho colejio para ello nombrados en esta dicha scriptura que presentes estan dijeron que acetavan e açetaron Traslado de ejecutoria ordenando pagos a la Universidad. 1661. AGS la dicha donazion asi por su señoria ylustrisima al dicho colexio cassa e congragacion y a ellos como a tales colejiales del hecha para el dicho colexio conserbazion sustentazion y perpetuazion del”. Valdés incrementó de modo notable el patrimonio colegial, a través de una nueva asignación gratuita de numerario, en virtud de la escritura que lleva la data en Madrid a 28 de noviembre de 1568. En ella dona al colegio ocho mil ducados, “que montan tres quentos de marabedis”, en dinero de contado “para que los gasten e destribuyan en aquello que yo les ordenare o la persona que yo señalare o nombrare o mis testamentarios”, y el mismo día se hizo la aceptación de esta donación en nombre del colegio, a través de un procurador. La protección del fundador queda patente en diversas cláusulas de su testamento cerrado, y los testamentarios procedieron a la asignación de los fondos que dejó el inquisidor, en todos los casos que debían repartirse con otras obras pías.
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No obstante, los albaceas elevaron la súplica al pontífice conjuntamente con la del Estudio universitario ovetense y mezclando los fundamentos entre ambas instituciones, como fueron el religioso, al señalar que Valdés buscaba méritos que le fueran valorados en la otra Vida, o de carácter cultural: “encendido como por un cierto celo de piedad hacia los estudiosos de las artes liberales, se propuso contribuir no sólo a la gloria y ornato de la ciudad de Oviedo, y al bienestar y aprovechamiento de la provincia de Asturias y de los habitantes de las comarcas circunvecinas, sino también al acrecentamiento del Estudio general salmantino”, ya que el inquisidor había sido becario del Colegio de San Bartolomé y alumno de la Universidad, en la que permaneció hasta graduarse, antes de colaborar activamente en la Universidad Complutense con el cardenal Cisneros y su Colegio de San Ildefonso. Dada la particularidad del Colegio de San Pelayo, los ejecutores del testamento tuvieron que adaptar su solicitud a la inserción del colegio salmantino en el Alma Mater de la ciudad del Tormes, y por ejemplo piden “que los estudiantes del colegio de San Pelayo de Salamanca puedan hacerse promover a los grados académicos, de acuerdo con los ritos y costumbres de la Universidad salmantina y recibir sus habituales distintivos”. En cuanto a las constituciones del Colegio, existe una edición impresa de las mismas, fechada en 1637, que fueron redactadas a imitación de las existentes en el Colegio Mayor de San Bartolomé, a cuya normativa se remite en caso de duda. El Colegio acogía veinte estudiantes pobres, procedentes del Principado de Asturias, entre los que hubo canonistas, legistas y teólogos, fundamentalmente. De su seno salieron muchas personas ilustradas, lo que justifica el título de “insigne”, como fueron el arzobispo de Granada y presidente del Consejo de Castilla, D. Fernando de Valdés; el obispo de León, Juan de Llano Valdés; el obispo de Guadix y Coria, Juan Queipo de Llano, etc., entre otros.
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LA ENSEÑANZA. DOCENCIA Y ESTUDIOS. DEL NACIMIENTO DE LA UNIVERSIDAD A LOS ESTATUTOS NUEVOS (1568-1708) SANTOS M. CORONAS GONZÁLEZ Universidad de Oviedo
La Universidad de Oviedo contó en la España del Antiguo Régimen con un régimen normativo básico cifrado en los Estatutos viejos de 1608, en los nuevos de 1707 y en los novísimos de 1774, que alumbraban progresivamente el sistema universitario uniforme del siglo XIX.
Los Estatutos viejos de 1607 Los primitivos Estatutos de la Universidad de Oviedo, carentes mayormente de originalidad como trasunto de los vigentes en la Universidad de Salamanca, representan un nuevo estadio en la rápida evolución de la Universidad clásica, estudiantil y autónoma, hacia el modelo intervencionista regio de la Universidad del Barroco1. Su interés radica por ello no tanto en el contenido usual de sus preceptos como en haber sido instrumento de difusión de la nueva cultura universitaria en las tierras marginales del norte peninsular, distantes hasta entonces unas doscientas millas de la Universidad más cercana. El hecho de ser Asturias, “una provincia... muy estéril y constituida en ásperas montañas” en expresión de la bula fundacional de Gregorio XIII de 15 de octubre de 1574, hizo más notable su misma fundación. Si la ciudad de Oviedo, erigida siglos atrás en la única agrupación humana con caracteres urbanos del naciente reino astur, había suscitado la admiración ajena a toda tradición cronística del ciclo historiográfico asturiano (siglos IX-X), ahora, tras la fundación pontificia de una Universidad de estudio general, refrendada por la autoridad real en 1604, esa admiración se centraba en la persona de su fundador, Fernando de Valdés Salas, arzobispo de Sevilla e inquisidor general, “el más insigne y memorable hombre eclesiástico asturiano que, después que las Asturias fueron pobladas y se tiene noticia, en ellas hubo”2; un hombre benemérito, capaz de dar un nuevo paso en la integración cultural de estas tierras norteñas que un jesuita allí asentado, en carta al general de la Orden (1579), consideraba las Indias de España3. Pero si en la mente del fundador primaba la idea de formar buenos sacerdotes para atender las necesidades espirituales de su tierra natal, los deseos del cabildo de la Catedral de Oviedo, del Ayuntamiento de la capital y de la Junta General del Principado acabaron por imponer las enseñanzas de Artes, Leyes, Cánones y Teología en línea con las restantes universidades del reino. Tras largas negociaciones con los testamentarios de Valdés Salas, estas propuestas, que en algún caso incluían de manera realista cátedras de matemáticas y física por ser Asturias tierra marítima, se fijaron finalmente en las descritas, capaces de emancipar a sus natura-
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les de la dependencia canónica de Alcalá, de la civil de Salamanca y aun de las vecinas vasca y gallegas de Oñate, Santiago y Monterrey. Al final del largo proceso de creación de la Universidad de Oviedo, iniciado con la disposición testamentaria de su fundador, Valdés Salas (1566), continuada con la bula de erección de Gregorio XIII (1574), que otorgó a la nueva Universidad todos los privilegios, gracias, exenciones e inmunidades que pudieran gozar los estudiantes de Salamanca, y la confirmación regia por real cédula de Felipe III de 18 de mayo de 1604, se pudo abrir las puertas de su Estudio General el 21 de septiembre de 1608, al amparo de los Estatutos redactados un año antes. Estos Estatutos fueron obra de los licenciados Alonso Núñez de Bohórquez y Juan Tejada, miembros del Consejo Real y testamentarios de Valdés Salas, nombrados por el Consejo para cumplir la última voluntad del fundador. En virtud de la comisión testamentaria del Consejo, del ius statuendi conteLas Siete Partidas del rey Alfonso X el Sabio. 1565. Universidad de Oviedo
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Corpus Juris Canonici. 1588. Universidad de Oviedo
nido en la bula pontificia de Gregorio XIII y de la licencia real conferida por la cédula citada, estos licenciados hicieron unos Estatutos y ordenamientos para el buen gobierno de la Universidad de Oviedo, que fueron sancionados por la real cédula de 15 de octubre de 1609. Por ella y con el doble límite de reservar la jurisdicción contra los estudiantes legos y de usar del derecho, preeminencia y superintendencia de enviar visitadores a la Universidad cuando lo estimase oportuno el real servicio, fueron aprobados unos Estatutos llamados a ser los de más larga vigencia en la historia de la nueva institución académica.
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Geographia. Claudio Ptolomeo. 1562. Universidad de Oviedo
Quaestiones disputatae. Santo Tomás de Aquino. 1557. Universidad de Oviedo
En XI títulos se cifró el régimen gubernativo de la Universidad de Oviedo, por más que completaran sus lagunas estatutarias, por expresa remisión legal, los Estatutos de la Universidad de Salamanca. Siguiendo un cierto orden jerárquico dentro de la institución, el título I reguló la elección del Rector que debía ser una persona grave, y de letras y virtud, elegido cada año por San Martín (11 de noviembre) por votación del claustro pleno de doctores, maestros, licenciados, bachilleres y estudiantes. Las funciones del Rector eran fundamentalmente gubernativas, centradas por el gobierno del claustro, ejecución de sus acuerdos y provisión de cátedras. En estas tareas y en caso de enfermedad o ausencia podía contar con un Vice-Rector y, para la provisión de cátedras, con la asistencia de dos Consiliarios. Aunque en los Estatutos se omite toda referencia a su potestad jurisdiccional, el título honorífico que con el tiempo se arrogó fue el de Juez Conservador Apostólico, Real y ordinario de la Insigne Universidad, su Estatuto y Claustro. El primer rector nominado de la Universidad de Oviedo fue Sancho de Miranda, abad de la Colegiata de Teverga y pariente del fundador, aunque, por fallecer antes de tomar posesión del cargo, hubo de presidir la primera reunión del claustro celebrada el 22 de septiembre de 1608, al día siguiente de la solemne inauguración de la Universidad, un rector interino, el doctor Alonso Marañón de Espinosa4.
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El título II de los Estatutos regulaba el claustro como órgano de gobierno corporativo de doctores y maestros de la Universidad. En él se trataban los asuntos de mayor importancia, especialmente los referidos al gobierno de la renta y hacienda de la Universidad, aunque también de justicia, gobierno y gracia, estos últimos por acuerdo unánime y los restantes simplemente por mayoría. Sus miembros se sentaban y votaban por orden de antigüedad, haciendo cuerpo entre sí, separado de los artistas, los teólogos, canonistas y legistas. Los libros de claustro, firmados por el rector, dos de los más antiguos doctores o maestros y rubricados por el notario, asentaban los negocios tratados y resueltos. El título III, muy casuístico, disponía el número de cátedras de las facultades, sus rentas y salarios. Las cátedras, servidas por cuatro años, renovables a no mediar opositor, se articulaban sobre cuatro enseñanzas en la Facultad de Teología (Prima [50.000 maravedís anuales], Vísperas [30.000], Biblia [20.000] y Teología Escolástica [12.000]), al igual que en la de Cánones (Decreto, Decretales, Sexto y Clementinas), aumentando a cinco en las de Leyes, con sueldos similares en ambos casos a las teólogas (Prima, Vísperas, Digesto Viejo, Código e Instituta [10.000 mrs.), y, asimismo, en la de Artes (tres cátedras de Artes [15.000 mrs. cada una], de Matemáticas [18.750 mrs.] y de Canto [6.000 mrs.]). En una tierra carente por lo común de graduados, incluso en su capital, Oviedo, donde la relación de titulados vinculados a la judicatura y al Regimiento municipal no llegara a veinte a lo largo del siglo XVI5, no debió ser fácil cubrir las cátedras universitarias, en especial la de Leyes. Gracias a la testamentaría del arzobispo Valdés Salas, que todavía pudo manejar Canella antes de la destrucción del Archivo Universitario en la revolución de 1934, conocemos los nombres de los primeros catedráticos, de los que podemos recordar ahora los de Leyes: catedrático de Prima, el licenciado Gabriel Morán Bernaldo; de Visperas, el licenciado Cosme de Valdés, abogado de reputación; Digesto Viejo, el licenciado Alonso de Solares, uno de los regidores de la ciudad; Código, el licenciado Cienfuegos, que fuera juez de la ciudad; Instituta, el licenciado Rodrigo de Peón. Algunos otros licenciados, reputados de buenos juristas en la capital, como Ciaño, Jove y Hevia no pudieron ser propuestos para cátedra alguna por causa de su edad o de enfermedad6. En relación con las cátedras, los títulos IV, V y VI de los Estatutos de la Universidad de Corpus juris civilis. 1662. Universidad de Oviedo Oviedo disponían [IV] las horas de lectura, varia-
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ble según las estaciones del año (que comenzaban con la cátedra de Prima de las diferentes facultades de siete a ocho de la mañana en verano, y de ocho a nueve, en invierno; y de tres a cuatro o de cuatro a cinco de la tarde en la de Vísperas) pero siempre de una hora de duración; también fijaban de manera precisa su contenido, señalando los títulos de las colecciones legales a explicar, en algún caso, como en la de Prima de Leyes con las repeticiones de Bártolo; el método de lectura [V, De como han de leer los lectores], bajo juramento anual prestado el día de San Lucas en la capilla universitaria, en manos del rector y presencia del notario, de leer “bien y fiel y diligentemente”; compromiso sacramental sometido en todo caso a la inspección del rector que cada dos meses, acompañado del catedrático más antiguo de la Facultad, debía visitar las cátedras para ver si la lectio se acomodaba al orden de los Estatutos. Por su parte, el notario, recogía en su libro particular de visitas las informaciones de los estudiantes, de todo lo cual podía resultar una multa para los incumplidores. Un estricto régimen disciplinario intentaba limiDiversos elementos del ceremonial propio de la Universidad. tar las lecturas por sustituto a no mediar causa justificada. Finalmente el título VI regulaba la provisión de las cátedras y votos que ha de haber en ellas. Vacante una cátedra, se publicaba por mandato del rector esta circunstancia, fijando edictos en la Universidad y enviándolos a otras con la convocatoria a oposición en plazo de treinta días. Pasado el término de la vacante, el rector citaba a los opositores que hubieran firmado las oposiciones, señalándoles día y hora por la antigüedad de sus grados para tomar puntos de lectura en el libro de la cátedra que pretendieran exponer al día siguiente. De haber más de cincuenta estudiantes matriculados en la profesión o Facultad que vacare la cátedra (los estudiantes de Cánones y Leyes formaban a este respecto una Facultad; y los teólogos y artistas, otra), eran ellos los que debían proveerla, pero en caso contrario la provisión la hacía el claustro de la Universidad, previo juramento de rectitud e imparcial apreciación de los méritos de los candidatos. Matrículas, cursos y grados de bachilleres, licenciados, doctores y maestros componen la última parte académica de los Estatutos. El título VII, referido a las matrículas de los estudiantes, fijaba asimismo los cursos que se requerían para ganar el grado de bachiller. En ambos casos, el libro de matrículas, llevado por el notario de la Universidad y el rector con asiento anual del nombre de los
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Arca de cuatro llaves en la que se custodiaba el dinero y los documentos fundacionales de la institución. Siglo XVI. Universidad Complutense de Madrid.
estudiantes por facultades, y el libro de los cursos donde el notario escribía los ganados por los estudiantes, controlaban la actividad estudiantil requerida para graduarse de bachiller (cuatro años para los cursantes de Teología; cinco para los canonistas y legistas, y tres para los cursantes de Artes). En todos los casos, como se advierte en la progresión de los estudios jurídicos, se iba de la menor a la mayor complejidad académica, iniciándose como en los antiguos estudios por la Instituta justinianea, el libro que introdujera por siglos a los estudiantes en la enseñanza del derecho romano, continuando por el Código y terminando en los tres últimos cursos por el Digesto en las cátedras principales de Prima y Vísperas. El carácter fundacional de la Universidad se deja notar en la regulación del título VIII referido a los grados de Bachilleres, licenciados, Doctores y Maestros. Al no poder hallarse maestros ni doctores graduados por ella, se establece que los catedráticos nombrados por primera vez, no estando en posesión
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de grado por alguna otra universidad, debían graduarse por la de Oviedo en plazo de cuatro meses, e incorporarse a ella ipso iure. Tanto a los graduados de bachiller como de licenciatura se les exigían determinadas pruebas de aptitud que, en el primer caso, se limitaban a la simple composición de una lección de la Facultad en que se graduaran, seguida de una oración petitoria de grado, acompañada del pago de los derechos correspondientes. Por contra el licenciado debía presentar una repetición de una hora de duración en la Facultad que tomara el grado, terminada la cual se presentaba para licenciado ante el rector que daba publicidad a su pretensión fijando un plazo de nueve días. El examen se celebraba en la capilla de la Universidad o en el lugar de reunión del claustro ante el rector y dos doctores o maestros teólogos; el graduando, en compañía del doctor o maestro teólogo más Expediente de limpieza de sangre del deán Juan Alonso de Asiego. antiguo de la Facultad que actuaba como padrino, 1596. ACO daba lectura a los puntos que se le hubieran señalado, a los canonistas en las Decretales y a los legistas en el Código, treinta y seis horas antes y, una vez acabada la lección, le argüían tres doctores o maestros proponiendo tres argumentos diferentes. Tras el examen (lección y argumentos), se retiraba el graduando, en tanto que el tribunal procedía a la votación de grado mediante insaculación de habas blancas o negras en bolsas del mismo color sostenidas por el rector que carecía de derecho a voto aunque fuera graduado por la Universidad. La aprobación o reprobación resultante era registrada por el notario de la Universidad que daba fe del grado. Los derechos económicos correspondientes al examen y grado, incluidos los ceremoniales de trompetas, atabales y chirimías (pero no toros ni comidas o colaciones públicas), se regulaba con todo detalle. Y un régimen parecido, aunque con mayor pompa y solemnidad, se seguía para la obtención del grado de Doctor o Maestro de la Universidad, centrado en este caso en sendas cuestiones disputadas, cuyas ceremonias se dice expresamente debían ser “las que en la Universidad de Salamanca”. El título IX está dedicado a los oficiales de la Universidad, notario, mayordomo, bedel, alguacil y portero, unidos por su común dependencia del patronato de la Universidad ejercido por el señor de la Casa de Salas. Si las funciones y derechos del notario se han ido regulando a lo largo de los Estatutos, en este título se le presta una atención individualizada, al igual que a los restantes oficios, a los que fija su cometido y salario. Así, al mayordomo se le encarga la administración de la hacienda universitaria y el pago de los salarios de las cátedras, asignándosele a él mismo un sueldo de 24.000 maravedís al año. Al notario, de quien se recuerda que debe ser “hombre honrado y de conciencia legal y de buena pluma y nota” por consistir en él el principal gobierno de la Universidad, se le asigna un sueldo de 8.000 mrs. a completar con sus derechos sobre matrículas de estudiantes, cursos ganados, derechos de graduados y cátedras. El mismo sueldo, a completar en este caso con propinas de los grados, se asigna al bedel; y, respec-
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to al alguacil, se dispone que llevase vara como símbolo de esa “quietud y silencio” que debía reinar en la Universidad. El portero, que cumplía las veces, asimismo, de barrendero, tenía un sueldo de 4.000 mrs. Título aparte merecen la capilla y los capellanes de la Universidad, encargados de decir una misa al día, al margen de las mayores cantadas en festividades solemnes, con una renta de veinte ducados (7.500 mrs.) cada uno, asistidos en la sacristía y en la misa por un mozo retribuido con 3.000 mrs. El último título (XI) trata de la fábrica de la Universidad y arca donde se ha de echar el dinero que le competa, un arca de tres llaves, al estilo tradicional, custodiada en la sacristía, en la que se guardaba la renta ordinaria de la fábrica, el sobrante de la renta y los derechos asignados al arca de la Universidad. Dejando al tiempo y la experiencia la corrección de los Estatutos o su explanación, se fijaba un plazo de dos años a partir de la publicación para declarar las dudas que se suscitasen, remitiendo a partir de entonces lo dudoso u omitido a lo dispuesto en los Estatutos de la Universidad de Salamanca. Y bajo este régimen estatutario se inauguró la Universidad de Oviedo.
Libro de exámenes mayores de gramática latina. 1618. Universidad de Salamanca
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Tras una noche de alegrías e regocijos, el 21 de septiembre de 1608, domingo, día de San Mateo, patrón de la ciudad de Oviedo, una comitiva de catedráticos y doctores de la nueva Universidad, junto con otras personas principales de la ciudad, acompañaron al licenciado Pedro de Bohórquez, comisionado especial del Consejo de Castilla para la planta de la institución académica, al sencillo pero magnífico edificio de las escuelas construido al efecto un cuarto de siglo atrás. En la capilla se celebró misa solemne y, a su término, el secretario de la Universidad, puesto sobre un bufete una cruz de plata y un misal abierto por los Evangelios Santos, procedió a dar lectura a los Estatutos de la Universidad. Posteriormente, el comisario regio tomó juramento a los catedráticos bajo la fórmula compendiada de sus obligaciones: usar “bien y fiel y diligentemente... del ministerio desta Universidad”; defender y guardar el servicio de Dios y del rey, mirando y procurando el bien y utilidad de ella”; guardar y observar “por sí y sus subcesores los dichos Estatutos y Constituciones hechos para el gobierno de dicha Universidad”; regentar cada uno su cátedra “leyéndola con el mayor aprovechamiento de los oyentes que ser pueda y convengan a las horas señaladas
Primer pleito conocido sobre posesión de cátedras en la Universidad. 1614. ARCHV
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por los dichos Estatutos y Constituciones”; guardar secreto de lo que se hiciera y pasara en el claustro; no permitir soborno ni negociaciones ilícitas en la provisión de cátedras y hacer en todo y cumplir “lo que deben y son obligados a buenos catedráticos”, obedeciendo al rector “en lo lícito y honesto”. Finalmente, el comisario real hizo entrega a los catedráticos de la posesión de la Universidad, dando amparo regio a las honras, gracias, franquezas, livertades y esenciones y honores debidos a la Universidad y a sus catedráticos, los cuales, por sí y en nombre de la Universidad de Oviedo, recibieron dicha posesión. Caja-urna utilizada en las votaciones universitarias. La Universidad de Oviedo, tras esta lucida Siglo XIX. Universidad Complutense de Madrid. ceremonia inaugural, emprendió sus enseñanzas bajo el signo de la confrontación institucional y de la decadencia económica. En el primer caso, por la pretensión del convento benedictino de San Vicente, el monasterio en torno al cual naciera la ciudad de Oviedo allá por el siglo VIII, de proseguir con su práctica de conferir grados mayores al amparo de una bula papal y de la costumbre. Por su lado, el maestrescuela de la Catedral, alegando el estilo de Salamanca supletorio de los Estatutos ovetenses, solicitó sin éxito la jurisdicción universitaria7. Pero con ser importantes estas cuestiones corporativas, la principal fue la crisis económica que desde un principio aquejó a la Universidad en el marco de la decadencia general de la Corona de Castilla. Reducida la renta de la Universidad a un millón de maravedís tras la desastrosa administración testamentaria y la costosa obra del edificio, e impuesta esta renta en deuda pública o juros (fundamentalmente sobre las alcabalas de Sevilla y Oviedo, y las salinas de Avilés), el impago de los juros o la merma de sus intereses atenazaron la vida universitaria desde un principio. Sólo cuando Felipe IV, considerado por esto “su restaurador o segundo fundador”, decidió proteger los juros de la Universidad comprendiéndolos entre los de las rentas espirituales, se pudo garantizar al menos su continuidad y supervivencia. Pero, a falta de otros testimonios más directos, con la impresión de vulgaridad y rutina que se desprende de su escasa actividad literaria. Es el caso de la Relación de las fiestas en honor de Santa Eulalia de Mérida, nombrada en 1739 patrona de la diócesis ovetense8, o de la Relación de las exequias por Felipe IV9, que muestran al menos el peso y la integración de la Universidad en la vida regional, aunque no fuera en los términos ditirámbicos de uno de los premiados: Academia, en que el Gobierno hallar podrá, si los busca, fértil copia de Licurgos, feliz cosecha de Numas; Academia, digo, madre de tales hijos fecunda, que ya por ellos con Grecia osa competir Asturias.
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De mayor interés para la historia de los Estatutos fue la corrección hecha por real cédula del modo de proveer las cátedras universitarias, eliminando la participación estudiantil, haciendo votar individualmente en pliego cerrado al rector, catedráticos y doctores, y agregando al tribunal académico al obispo y al gobernador del Principado. En plano interno, corrigiendo el tenor de los Estatutos, se permitió la perpetuidad a los que obtenían cátedra de Prima y Vísperas, extendida por costumbre a otras cátedras, por más que las de Artes fueran declaradas de nuevo trienales por real cédula de 12 de julio de 168310. A pesar de la crisis permanente de la institución que sin duda corría al margen de los Estatutos, en claustro de 3 de agosto de 1700 se renovó su observancia, castigando con privación de voto su incumplimiento; una observancia ratificada por real provisión de 3 de diciembre de 1707.
Notas 1. M. PESET, “La organización de las Universidades españolas en la Edad Moderna”, en Studi e Diritto nell´area mediterranea in età moderna, A cura di Andrea Romano, Messina, 1993, pp. 73-122, y “Modelos y Estatutos de las Universidades españolas y portuguesas (siglos XIII-XVIII)”, en Accademia Peloritana dei Pericolanti, LX, 1991, pp. 65-105. 2. T. DE AVILÉS, Armas y linajes de Asturias y antigüedades del Principado, Oviedo, 1991, p. 299; L. A. DE CARVALLO, Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias, Madrid, 1695, pp. 462-465, ofrece, en apretada síntesis, los cargos del insigne varón. 3. J. L. NOVALÍN, El Inquisidor General Fernando de Valdés 1483-1568. Su vida y su obra. Oviedo, Universidad de Oviedo, 1982, 2 vols. Cuando a mediados del siglo XVI se iniciaron las gestiones para fundar un colegio de la Compañía de Jesús en Oviedo, se recuerda la importancia de esta fundación que, con la de Santiago, “abrazaría así casi toda Galizia, que es la tierra, como vuestra paternidad sabe, más necesitada de doctrina de quantas ay en estos Reynos”, en J. GARCÍA SÁNCHEZ, Un primer proyecto de Universidad de Asturias (1570-1572), Oviedo, 1991, p. 2, y “Consideraciones histórico-jurídicas referentes a la fundación de la Universidad de Oviedo”, Studium Ovetense, XII, 1984, pp. 59-108. 4. F. CANELLA SECADES, Historia de la Universidad de Oviedo y noticia de los establecimientos de enseñanza de su distrito (Asturias y León), Oviedo, 2ª edición, 1903-1904, (reimp. facs. Oviedo, 1985), pp. 43-44, 673-679, donde incluye la lista de los rectores de la Universidad de Oviedo hasta su fecha. El doctor Marañón de Espinosa, colegial del Mayor de Cuenca, canónigo de Oviedo y arcediano de Tineo, el hombre más versado en las tres lenguas eclesiales a juicio de Fr. Luis de León, redactó, por encargo de su iglesia ovetense, los Estatutos y Constituciones de la S. I. de Oviedo. J. GARCÍA SÁNCHEZ, “Notas referentes a la aplicación de los “Estatutos Viejos” de la Universidad de Oviedo de 1609”, en Liber Amicorum. Colección de Estudios Jurídicos en homenaje al Prof. Dr. D. José Pérez Montero, 2 vol. Oviedo, Universidad de Oviedo, 1988, vol. II, pp. 595-624. 5. C. MIGUEL VIGIL, Colección histórico-diplomática del Ayuntamiento de Oviedo, Oviedo, Imp. de Pardo, Gusano y Comp., 1889 (Ed. facs. Oviedo, Alvízoras, 1991). 6. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 41 y 43. 7. Ibídem, pp. 52-53. 8. Relación de las fiestas hechas en la ciudad de Oviedo en honor de Santa Eulalia de Mérida por averla dado por Patrona al Principado de Asturias nuestro santo padre Urbano VIII, dedicadas al Ilustrísimo Señor Don Antonio de Valdés, Obispo de Oviedo, Conde de Noreña, del Consejo de su Magestad. Año MDCXXXIX. 9. Relación de las exequias que en la muerte del Rey nuestro señor D. Felipe Quarto el Grande, Rey de las Españas y Emperador de las Indias hizo la Universidad de Oviedo en el Principado de Asturias. Ofrécela en la Real Mano de la Reyna nuestra señora doña María Ana de Austria, Governadora destos Reynos. La misma Universidad, En Madrid, por Pablo del Val, Año de 1666. 10. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904.
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EL EDIFICIO DE LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO. EL DEBATE SOBRE LA LLEGADA DEL CLASICISMO A ASTURIAS. MARÍA PILAR GARCÍA CUETOS Universidad de Oviedo
La idea de la fundación y la cuestión de la autoría del proyecto Hay edificios que suponen un hito en el contexto cultural y arquitectónico en el que se insertan, y este es el caso de la que fuera sede primigenia de la Universidad de Oviedo, un proyecto que contribuyó decisivamente a la renovación del panorama arquitectónico asturiano de finales del siglo XVI. Pero, para comprender el significado del edificio que acogiera los primeros pasos de nuestra Universidad y que hoy conocemos como su sede histórica, debemos recordar las intenciones de su promotor, don Fernando de Valdés Salas, y acercarnos a la figura de su proyectista, Rodrigo Gil de Hontañón, en este caso a través de su obra, de un proyecto que, si bien nunca llegó a plasmarse como él lo ideara, sentó las bases del clasicismo desornamentado en Asturias. No cabe aquí hacer una reseña biográfica de don Fernando de Valdés, pero sí es necesario insistir en que la creación de nuestra Universidad se debe a su decidido interés por mejorar la situación cultural del Principado. De esa preocupación nacieron, amén de la propia Universidad, el Colegio de San Gregorio y el de Huérfanas Recoletas. La carrera político-eclesiástica del inquisidor le permitió acumular una considerable fortuna, parte de la cual invirtió en Asturias mediante sus fundaciones, que implicaban la materialización de una serie de importantes empresas arquitectónicas. A su muerte, acaecida en 1568, dejó establecidas las del Colegio de San Pelayo de Salamanca, la Universidad de Oviedo y el Colegio de Recoletas. Según sus biógrafos, Valdés puede considerarse un hombre cisneriano, pues había asumido la ideología del cardenal y su voluntad reformadora. Valdés se veía a sí mismo como un nuevo Cisneros, y a la Universidad de Oviedo, como a una nueva Alcalá. Con todo, y reconociendo el papel de mecenas ejercido por el arzobispo, no debemos olvidar que si el proyecto de la fundación de nuestra Universidad cristalizó tras un complejo proceso, lo hizo porque recibió el incondicional apoyo de las instituciones asturianas. Desde que se proyectó el edificio hasta que se terminó, pasaron varios años y la idea primitiva experimentó transformaciones, así que deberemos seguir el proceso desde su origen para comprender cómo se gestó el proyecto y cómo se materializó finalmente. En resumen, y como ya había propuesto anteriormente1, podemos afirmar que existió un primer proyecto, debido a Rodrigo Gil de Hontañón, y que sobre el mismo los encargados de la obra se vieron forzados a hacer un replanteo por imposición de Juan Osorio de Valdés, testamentario de don Fernando de Valdés. La autoría de Rodrigo Gil de Hontañón en el edificio de la Universidad de Oviedo ha sido objeto de debate científico. Germán Ramallo2 y Antonio Casaseca3 la habían negado, relacionando la obra con su discípulo Juan del Rivero. En cambio, Isabel
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Pastor4 la afirmó y esa tesis ha sido asimismo defendida por quien esto firma5. Pastor mantuvo en su estudio que la traza original, dada por Hontañón, habría sido seguida fielmente por su discípulo, Juan del Rivero Rada, si bien, como adelantaba, esto no fue así. Publicado el documento de condiciones del edificio de la Universidad elaborado por Rodrigo Gil6, la controversia puede darse por cerrada. En efecto, la fundación valdesiana iba a ser materializada, en principio, mediante un proyecto de Rodrigo Gil de Hontañón (Rascafría 1500-Segovia 1577), uno de los maestros más destacados del quinientos español. Hontañón se formó en la tradición del rico tardogótico hispano de la mano de su padre, Juan Gil, si bien su estilo evidencia un paulatino proceso de evolución. Parece alcanzar la madurez en su proyecto para la fachada de la Universidad de Alcalá de Henares, mezcla ya de elementos clasicistas y tradición tardogótica, y podemos señalar un nuevo hito en la afirmación de su lenguaje en torno a 1558-59, cuando, como ha señalado Casaseca, su estilo evoluciona hacia lo que se ha denominado “purismo”, un proceso en el que lo decorativo pierde peso ante lo arquitectónico. En esta etapa de Hontañón, se detecta una evidente impronta de las corrientes italianas. Semejante evolución ha sorprendido a sus biógrafos, y aún no está claro el papel jugado en esa supuesta transformación por su discípulo Juan del Rivero. De hecho, Antonio Casaseca afirma que determinados detalles que observamos en la fachada del palacio de los Guzmanes de León, el edificio más destacado de esta etapa creativa de Hontañón, no se deben a él, sino a Rivero y que, en el caso de que éstos figuraran en la traza original, habría que admitir que el maestro conocía el tercero y cuarto de los Libros de Arquitectura de Serlio, publicados en Toledo en 1552.
El proyecto de Rodrigo Gil de Hontañón para la Universidad de Oviedo Del proyecto elaborado por Rodrigo Gil para el edificio de la Universidad de Oviedo nos han llegado las condiciones, pero nos falta la traza, la expresión gráfica del mismo, en la que el maestro aportaba precisiones que es difícil suplir con las citadas condiciones. Se trata, no obstante, de un interesante documento, que precisaría, a mi entender, una edición crítica a la altura de su valor para la historia de la arquitectura española. Antes de pasar a analizar las condiciones del citado proyecto, creo que será necesario hacer algunas precisiones respecto a cómo se elaboraba y cómo presentaba éste a los comitentes. Como es lógico, el maestro de cantería recibía un encargo con unas determinadas prescripciones, en este caso la edificación de una estructura arquitectónica, de regulares dimensiones, para alojar la sede de la Universidad de Oviedo. El emplazamiento de la misma fue objeto de un debate complejo, y Hontañón no se refiere a ese extremo, que podía no conocer en el primer paso del proyecto, cuando este era aún una idea. Esta se elaboró en base a un tipo establecido como canónico para el recinto universitario, al que me referiré un poco más adelante, pero que, en sustancia, contemplaba un edificio de planta cuadrada organizado en torno a un patio. Esa idea debía de poder comunicarse tanto al promotor, o promotores, de la obra, como posteriormente a los encargados de materializarla, en este caso Juan del Rivero. Hontañón deja, por tanto, muy claro que su traza debe ser aprobada por el obispo de Oviedo, los representantes del Consejo del Reino, el gobernador del Principado y el abad de Cenero, responsables del proyecto a la muerte de Valdés Salas. A ellos va dirigido el documento y serían ellos los que, finalmente, cumplimentasen las precisiones que quedaban por formular en la traza del maestro, que propone las cuestiones a decidir, como,
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por ejemplo, la solución a adoptar para cubrir las aulas y las galerías del patio (abovedada o cubierta con madera). Lo que hace Hontañón es exponer las bondades y desventajas de cada opción, dejando finalmente la decisión en sus manos. Hay otro tipo de precisiones que se hicieron pensando en el profesional que debía dirigir la materialización del proyecto, como el tipo de muros, sus dimensiones, las condiciones de cimentación, la altura de los pisos, etc. Se trata, por tanto, de un documento que debía ser versátil, preciso y útil para tomar decisiones y para construir. Pero la arquitectura nace siendo una idea en la mente del arquitecto y debe acabar siendo espacio construido; las ideas deben cobrar forma real y para ello deben poder tener una forma previa que permita controlar los resultados del proyecto final, porque en arquitectura el margen de error debe aquilatarse, ya que un replanteo supone tanto problemas técnicos como gastos, que hacen mucho más onerosa la empresa. Podemos decir, para entenderlo de forma simple, que en una pintura es más fácil arrepentirse sobre la marcha, revisar la idea previa, pero que en arquitectura cabe menos margen de maniobra. Además, hay que tener en cuenta que el proyecto podía elaborarse tiempo antes de que se comenzase a materializar y que el proceso de construcción podía durar años (en el caso de obras como las grandes catedrales góticas, siglos). Era necesario, en definitiva, controlar la forma y, para ello, las condiciones se acompañan de la traza, un dibujo que permitía “ver” lo que en las condiciones era sólo una idea hecha palabras. La traza, como el texto del proyecto, era tanto un instrumento para presentar a los promotores de la obra, como una herramienta de trabajo posterior. En el caso de la que debió presentar para la Universidad de Oviedo, y que desgraciadamente hemos perdido, Hontañón se refiere a ella con el preciso término de “rasguño”, haciendo alusión concretamente a una técnica consistente en marcar un trazo previo, que no se marcaba con tinta hasta que se hubiera decidido finalmente todo lo concerniente al proyecto. En este caso, en las condiciones se especifica claramente que, visto el problema que suponía hacerse con buena madera en Asturias, se había hecho el “rrasguño y traza” para poder decidir entre las opciones de cubrir la estructura con madera o con bóvedas. Hecha la elección, se podía seguir con tinta el trazo elegido, y la traza quedaba definitivamente conformada y podía servir como herramienta en el proceso de construcción. En muchos casos, esa funcionalidad de la traza, del dibujo del proyecto, ha hecho que, perdido su valor como instrumento de la construcción cuando se remataba la obra, se prescindiera de ella, y por eso hemos perdido muchas. Por desgracia, lo normal es que hayamos conservado las condiciones, documento con validez legal, pero no su complemento necesario y fundamental: la traza, la expresión gráfica de la idea arquitectónica. Las condiciones propuestas por Hontañón parten, como decía, de una tipología concreta: la del edificio docente universitario. Estos estudios ya habían quedado definidos en Las Partidas de Alfonso X como generales y el tipo de edificio destinado a ellos se había ido codificando a lo largo del medievo, cristalizando en un modelo definido en el siglo XV. Dado el tipo de enseñanza magistral que se impartía en las universidades, el edificio se configuró mediante grandes aulas, conocidas con el término de los Generales, y otros espacios igualmente imprescindibles: la capilla, el rectorado, la casa del bedel y la biblioteca. Todos los recintos se organizaban en torno a un patio, de uno o dos pisos, que articulaba las comunicaciones entre ellos y al que se accedía desde la calle mediante un vestíbulo, normalmente flanqueado por la capilla y el salón para los actos académicos, o paraninfo. En sus condiciones para la Universidad de Oviedo, Hontañón se ciñe a este esquema básico. El maestro propone un edificio con una planta de cuadrado perfecto de ciento ochenta y cinco pies de lado. Desde su propuesta para la Universidad de Salamanca, que se impuso tras un debate, Hontañón se manifestaba partidario de sacrificar el espacio en beneficio de la simetría del proyecto. El cuadrado exterior englobaba un patio interior, de sesenta y seis
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pies de lado y que también debía de tener la forma de un cuadrado perfecto. Los lados del edificio se orientarían a los cuatro puntos cardinales, disponiéndose la fachada principal al norte. En las condiciones originales se establece una clara diferencia con el edificio actual, puesto que se propone que únicamente dos de los lados del patio tuvieran dos pisos, concretamente los del norte y el este. Los flancos oeste y Sur tendrían un solo nivel. Se trataba, por tanto, de un edificio que tendría una mayor altura en sus dos frentes orientados a la ciudad (actuales calles de Ramón y Cajal y de San Francisco). Podríamos pensar que se opta por esta solución pensado en dotar de mayor monumentalidad a las fachadas principales del edificio, pero hay otras cuestiones a tener en cuenta: de esa forma, como bien señala Hontañón, el proyecto sería más barato, pero también se iluminarían mejor las aulas localizadas en las galerías superiores, orientadas al sur y al oeste. En las alas bajas se dispondrían seis generales, tres aulas en cada una de ellas. Los flancos norte y este se proponen en el proyecto original con dos pisos. Y en ellos se disponían otros generales, el cuarto del bedel y el Planos del Edificio Histórico de la Universidad, paraninfo, además de la capilla con su sacristía y su levantados por José Legazpi, según el proyecto de Rodrigo Gil coro y la biblioteca, incluyéndose, por tanto, todos los recintos precisos en un edificio universitario. Estas dependencias principales, necesarias además para los actos académicos solemnes, se disponen en los frentes abiertos hacia la calle y la ciudad, señalando de esa manera la integración del edificio universitario en el tejido urbano previo. En las condiciones se plantea también, y como adelantaba, la cuestión del tipo de cubierta a elegir. Hontañón señala la dificultad de localizar buena madera en Asturias. El roble lo considera demasiado pesado y poco firme para grandes luces (para cubrir espacios amplios), el castaño le parece igualmente costoso de conseguir y se muestra partidario de cubrir el conjunto con pino, una madera difícil de localizar en Asturias; en definitiva, expone la posibilidad de cubrir las dependencias, incluidas las aulas y las galerías del patio, con bóvedas. Esta solución, sin embargo, sería, a su entender, menos adecuada por los problemas de acústica que conllevaba, dado que en las aulas la voz del profesor reverberaría y se produciría eco. Además, las aulas resultarían, según su criterio, menos “claras” y “alegres”. Una alternativa para solucionar los problemas acústicos que ofrece el maestro es construir bóvedas de ladrillo hecho con molde, o “gradilla”. La decisión final quedaba en manos de los responsables de la fundación univer-
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sitaria, y se pone de manifiesto la versatilidad del “rasguño” al señalar Hontañón que en el mismo se ofrecía una solución de soportes, para el caso de que se optase por la cubierta abovedada, y otra, sin apoyos, si se optaba finalmente por la de madera (opción que considera más adecuada en el caso de que se obtuvieran vigas lo bastante largas), o apoyada sobre arcos, siguiendo el modelo, tal y como cita el maestro, del proyecto que había dado para la ampliación de los generales de Cánones de la Universidad de Salamanca entre 1569 y 1570. Poco tiempo después, si nos atenemos a la fecha orientativa dada para el documento que nos ocupa, 12/18 de junio de 15747, se hizo el proyecto de la Universidad ovetense y Hontañón aplicó unos criterios similares en ambos casos. En edificios anteriores, caso de la fachada de la Universidad de Alcalá, Hontañón ya había manifestado su preferencia por los muros muy lisos de sillar bien escuadrado, que en el caso alcalaíno ofrecían un claro contraste con la escultura. A medida que la depuración de su lenguaje se acentuó, fue desapareciendo, o haciéndose mínima, la presencia de lo escultórico, en beneficio de los elementos arquitectónicos y de los paramentos lisos. Ya en sus proyectos para los palacios de Monterrey de Salamanca y de los Guzmanes de León, Rodrigo Gil organiza la fachada disponiendo un Alzados y secciones del Edificio Histórico de la Universidad, levantados por José Legazpi, según el proyecto de Rodrigo Gil zócalo corrido, cuya existencia en el proyecto original de la Universidad de Oviedo vemos reflejada en sus disposiciones sobre el grosor de los muros, que en la zona baja debían tener un ancho de cinco pies hasta una altura de otros cinco. Esa es la zona que corresponde al zócalo. Sobre ella, el muro se estrecha en medio pie y se eleva el primer piso hasta una altura de 17 ó 18 pies. A ese nivel, en las alas norte y oeste, una moldura corrida señalaría el arranque del segundo piso, que contaría con una altura de 13 ó 14 pies. Las fachadas de los palacios mencionados se organizan igualmente con el basamento y los dos pisos, como la de Alcalá, si bien en ninguno se repite la proporción del piso superior algo menor (en Alcalá el segundo piso es más alto, como en el palacio de Monterrey, y en el palacio de los Guzmanes se tiende a equilibrar los dos niveles). En todos los casos anteriores, una loggia, más propia de la arquitectura residencial, se dispone en la zona alta. Habiendo afirmado Hontañón en las condiciones su idea de crear una fachada organizada en paramentos muy lisos y en los que la moldura que debía dividir los pisos marcaría la tendencia a la horizontalidad, está claro que en la revisión posterior del proyecto ese elemento fue eliminado. En cam-
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bio, en las condiciones se especifica que en los cuatro ángulos de las fachadas se colocarían unos escudos con las armas de Valdés, y este es un elemento que sí vemos plasmado en el edificio actual. Salvo la moldura y los escudos a los que me acabo de referir, el único elemento destacado de la fachada, tal y como se describe en el proyecto de Rodrigo Gil, es la portada principal. Esta se corresponde con el esquema de las portadas de la última etapa creativa del maestro, si bien presenta algunas características que la individualizan. Hontañón propuso un vano adintelado flanqueado por columnas sobre potentes plintos y bajo un entablamento de orden dórico, elemento que se corresponde a grandes rasgos con lo que hoy vemos. A la altura del segundo piso, debía situarse una ventana flanqueada por escudos con las armas de Valdés Salas y con una inscripción. Es el vano que hoy vemos rematado mediante un frontón curvo y que acoge una imagen muy idealizada, y un tanto tosca, del fundador. En sus portadas de la etapa final, posteriores a 1558-59, Hontañón evoluciona hacia una depuración ornamental y transforma algunos elementos decorativos, si bien la estructura básica (arco flanqueado por columnas y cuerpo superior con una ventana o segundo vano) se mantiene, tal y como vemos en Oviedo. Para el patio, Hontañón propone un ritmo Universidad de Oviedo. Fachada principal doble, tal y como lo vemos hoy, con un piso bajo de arquerías de orden toscano, en su opinión más firme, y un piso alto adintelado con doble ritmo que el bajo, de tal manera que a cada tramo inferior le correspondieran dos en el superior, y cerrado por un pretil macizo. En sustancia, se ha dicho que la observación de la estructura del patio de la Universidad de Oviedo serviría, por su depuración e influjo clasicista, para descartar la autoría de Rodrigo Gil en el edificio ovetense, pero lo cierto es que, tal y como lo vemos hoy, parece ser una aproximada transposición de las condiciones del proyecto original. De entre los patios proyectados por Rodrigo Gil de Hontañón, pueden haber servido de inspiración para el ovetense dos de sus obras salmantinas anteriores, puesto que en el claustro del Convento de las Bernardas se emplea doble número de vanos en el piso alto, aunque ambos niveles presentan arquerías, y en el de San Pelayo se propuso un piso alto adintelado. En el claustro de las Bernardas, además, los arcos son muy altos y amplios, facilitando la iluminación de las crujías, y en los cuatro ángulos aparecen arcos diafragma, dos en cada uno; ambas soluciones se repiten en el patio de nuestra Universidad. Este claustro salmantino es una obra de las últimas etapas hontañonescas, pues-
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to que se comenzó a erigir en 1555 y no estaba terminado en 1560. Igualmente, el Colegio de San Pelayo, otra promoción de don Fernando de Valdés, tenía un patio muy similar al ovetense, con un piso bajo con arquerías y uno alto, de ritmo doble y adintelado, ambos de orden toscano. Puede considerarse un muy buen precedente para el nuestro. ¿Qué podemos concluir de este primer proyecto de Hontañón? Ante todo, que parece que Rodrigo Gil proyecta con un lenguaje ya maduro y depurado, pero también que su propuesta difiere de la realidad construida que hoy observamos en el edificio de la Universidad de Oviedo. En primer lugar, la fachada debía haber incluido una moldura horizontal separando los pisos, con una articulación similar a las fachadas del palacio de los Guzmanes de León o del Colegio de Huérfanos de Salamanca. En ambos casos, la secuencia de los pisos queda reflejada de modo patente y lógico por la presencia del zócalo inferior, rematado en talud, y por la citada moldura. Al faltar esa articulación completa en la fachada ovetense, esta aparece más difusa y pesada que si se hubiera seguido la idea de Hontañón. Respecto a la portada principal, la propuesta en las condiciones se asemejaría, como adelantaba, a las de la última etapa del maestro, y la que hoy vemos mantiene el esquema básico típico de Hontañón y el de las condiciones: piso bajo con arco flanqueado por columnas sobre potentes plintos, entablamento y, encima, una “ventana”, un hueco rectangular, similar al marco que vemos en la portada del palacio de los Guzmanes, flanqueado por los escudos del inquisidor. Igualmente, el vano presenta una depuración extrema, con la zona inferior compuesta por una estructura adintelada y columnas sobre potentes plintos que sostienen un entablamento cuya decoración remite a las propuestas del libro IV de Serlio. Sabemos que la decoración serlianesca aparece en la fachada del palacio de los Guzmanes, pero no podemos saber si estaba ya propuesta en la traza de Rodrigo Gil o la introdujo Juan del Rivero, pero en el caso ovetense, las condiciones hacen alusión a una “moldura de la orden dórica” que bien puede corresponderse con las soluciones serlianescas. En la zona alta, sobre la ventana rectangular, aparece un frontón curvo, similar también a los que aparecen en el palacio de Universidad de Oviedo. Fachada secundaria los Guzmanes, y es una coincidencia que, nueva-
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mente, nos remite a soluciones propias de Hontañón, quizás revisadas posteriormente por Rivero. En su interior aparece la efigie idealizada del arzobispo, a la que ya hemos aludido, siendo asimismo muy propia de los diseños de Hontañón la presencia, en el centro del frontón, de decoración escultórica, que vemos en otras portadas suyas, como la meridional de la Catedral de Astorga, o la del Colegio de Huérfanos de Salamanca. En sustancia, la idea básica de la portada es hontañonesca y la depuración decorativa ya estaba en la propuesta original. Otro elemento interesante de la fachada es la decoración serlianesca, que se repite en todo el perímetro del edificio bajo el alero y que no vemos en otros edificios de Rodrigo Gil, del que sí se mantuvo la idea de colocar los escudos en los ángulos, siguiendo el modelo del palacio de los Guzmanes de León. Asimismo, el tratamiento de los frentes de la fachada en sillar de cuidadísima estereotomía ya se proponía en las condiciones originales, si bien el basamento confiere a la estructura un aspecto peculiar, al tener
Universidad de Oviedo. Patio central
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que salvarse el gran desnivel de las calles. Asimismo, la sobriedad, quizás rallana en lo adusto, se ve potenciada por la falta de articulación de los pisos y la presencia preponderante del muro tratado con el juego básico de los vanos rotundamente recortados sobre el paramento, que hoy configuran los frentes de la sede universitaria ovetense. El patio es, quizás, la estructura que más sustrato hontañonesco ha conservado, porque se mantuvo la idea básica de disponer dos pisos, el superior con ritmo doble y adintelado, sobre uno de arcos inferior. El orden toscano propuesto por Rodrigo Gil se corresponde con el que empleó en otros edificios de función similar, como el Colegio de San Pelayo de Salamanca, el Trilingüe o el Colegio del Rey. La superposición de órdenes no había sido utilizada por Hontañón, salvo en la fachada de la Universidad de Alcalá, y en las condiciones para el edificio ovetense se expresa que “todas las columnas del patio” debía ser de orden dórico, con basas toscanas, así que quizás debamos a la revisión de Juan del Rivero la idea del orden jónico de la galería superior.
La cuestión de por qué no llegó a construirse el edificio original. El replanteo Para reflexionar brevemente sobre este punto, deberemos partir de analizar la fecha de comienzo de las obras y las causas de su interrupción. Sobre el primer punto, Germán Ramallo8 propuso la de 1571, e Isabel Pastor9 y yo misma10, la de 1574, fecha esta última que coincide con la propuesta para la redacción de las condiciones que estamos analizando. En contra de lo que se había venido afirmando, también sabemos que las obras debieron iniciarse prontamente bajo la dirección de Juan del Rivero, puesto que tenemos constancia documental de que el encargo de las columnas del claustro se hizo en 157511. Pero si, como parece quedar fuera de toda duda, en los primeros años de la década de los setenta del siglo XVI, las obras de la sede universitaria ovetense estaban en marcha, su culminación tardaría en llegar porque tuvo lugar una revisión general del edificio a propuesta del testamentario Juan Osorio de Valdés. En 1578, la dirección de los trabajos pasó a manos de Diego Vélez, y después, por razones que trataremos a continuación, la empresa quedó suspendida hasta 1584, momento en el que Vélez encargó diversos elementos de cantería para el patio. Al año siguiente, Juan del Rivero recuperó la dirección de las obras, ejerciendo como aparejador Juan Ortega de la Peña, quien habitualmente se encargaba de las obras de Rivero en el Principado. Pero los problemas no se resolvieron con el cambio de dirección, porque en 1588 sabemos que Juan del Rivero estaba encarcelado y se inició un proceso que, en su nombre, siguió Ortega de la Peña, quien solicitó al juez que se llevase a cabo una “averiguación” para aclarar los motivos por los cuales se habían interrumpido las obras del edificio de la Universidad, cuyo retraso y diferencia de coste, más que notable, se achacaban a Rivero12. En el proceso intervinieron los canteros más destacados del panorama local del momento, y todos ellos coincidieron en achacar el retraso a una revisión completa del proyecto impuesta por el testamentario de Valdés Salas, Juan Osorio de Valdés. El proceso deja claras algunas cuestiones fundamentales, en las que estuvieron de acuerdo todos los testigos: la obra fue rematada (adjudicada) en la persona de Rodrigo Gil, su tracista, como bien sabemos, y dirigida por Juan del Rivero, tal y como queda claro en las condiciones propuestas por Hontañón a los testamentarios en 1574. El 25 de mayo del año siguiente, se encargaron los soportes del patio, así que la caja de muros del edificio estaría ya levantada y definidas las dependencias. Esto coincide con las conclusiones de la “averiguación”, puesto que los testigos están de acuerdo en que se
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erigieron bajo la dirección de Rivero “las murallas y más parte de la dicha obra”, siempre conforme a la traza de Hontañón. También parece quedar claro que el proceso constructivo fue interrumpido bruscamente, no por negligencia de Rivero, sino por la decisión de Juan Osorio de Valdés, quien mandó derribar lo edificado y solicitó nuevas trazas a Diego Vélez, procesos en los que se invirtieron, según la fuente que nos sirve de referencia, unos diez mil ducados. ¿Qué obras estaban ya hechas cuando Osorio de Valdés las interrumpió?, pues, según los testigos, estarían concluidas la caja de muros, las piezas altas y bajas y las puertas, todos los vanos de los generales, y la sacristía, estaría iniciada la capilla y se habrían definido las fachadas, porque se afirma que estaban hechos sus escudos y cornixamientos. Para establecer esta hipótesis, me baso en el hecho de que en 1585 se encargaron piezas que podrían haber servido para completar esas dos alas superiores, tales como cornisas para el patio bajo (la que separaría los pisos en sustitución del remate superior), capiteles para los “quartos” altos y cornisas para ellos, así como columnas. Además, los testigos refieren en sus declaraciones que se habían recrecido los citados “quartos” (alas) y que se habían eliminado los escudos y cornixamientos que debían rematarlos. Queda claro que la primera idea de Osorio era completar el edificio, pero que, en lo tocante al patio, se mantuvo la propuesta de Hontañón, dado que se encargó el mismo tipo de columnas. Es por ello que podemos afirmar que el patio de la Universidad de Oviedo debe su propuesta básica a Rodrigo Gil, quizás con algunas matizaciones debidas a Rivero. En el primer contrato de columnas, 1575, se encargan cuatro más gruesas, o cantonas (esquineras) y otras 24 más estrechas, que coinciden con el ritmo del patio actual, de cuatro pandas con seis columnas cada una. En cambio, para el piso alto se encargaron doce columnas de menor altura, que corresponden con dos pandas de ritmo doble, acordes con el proyecto original. Las dos alas nuevas impuestas por Osorio contaron con sus recintos, y por ello se menciona en las declaraciones de la investigación promovida por Rivero que se habían hecho nuevas puertas, correspondientes con los nuevos huecos. En lo tocante a la fachada, ya sabemos que Hontañón propuso la presencia de los escudos en los ángulos, pero que no se colocó la moldura que, según su proyecto, separaría los pisos. La portada lateral, los vanos carentes de toda decoración y la cornisa serliana pueden deberse a una revisión, o matización posterior, de Rivero. A la vista de los nuevos datos que podemos manejar, incluidos en las condiciones originales, podemos concluir que la propuesta de Osorio quizás tuvo que ver más con la idea de completar el edificio, que con una revisión estilística, si bien, es evidente que se produjo una depuración, especialmente en las fachadas. Suponer que esa revisión se deba a Diego Vélez parece poco probable, a menos que se trate de un maestro de formación más completa de lo que podemos concluir basándonos en el conocimiento que hasta ahora tenemos de su figura. Vélez se habría encargado de derruir el remate de las alas sur y oeste y de proponer dos galerías altas acordes con lo erigido hasta ese momento y, en cambio, la revisión de la propuesta de Hontañón en una línea más próxima a la estética serliana, quizás deba ponerse en relación con Juan del Rivero, un maestro que contaba en su biblioteca con la obra del maestro italiano y que, a juicio de Casaseca13, habría revisado también alguna de las obras de su maestro Rodrigo Gil en matices decorativos, pero manteniendo básicamente las trazas propuestas. Estas polémicas alas altas se levantaron finalmente mucho después, en 1766, según argumenta Ramón Rodríguez (1992). Finalmente, un dato muy importante, que nos habla de un aspecto fundamental para la Universidad, como era su capacidad de regirse por sus propios estatutos, es que en las condiciones se señala la presencia de la pedrera, la delimitación física del espacio que alcanzaba la jurisdicción universitaria. Se trataba de un cierre compuesto por una serie de “pilares” o “columnas”, como se menciona en las condiciones, mojones de piedra en realidad, unidos mediante una gruesa cadena que rodeaba por com-
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Pleito de los testamentarios de Fernando de Valdés que contiene la memoria de Rodrigo Gil. 1584. ARCHV
pleto el edificio. Entre ese límite y la fachada, se crearía un “andén o paseadero”, una zona cubierta por losas de piedra, organizadas en tramos separados mediante otras piezas menores componiendo cintas. Se especifica que ese enlosado debía de ser “obra buena y vistosa y muy durable”, acorde con el valor simbólico y legal de la nueva jurisdicción universitaria definida en la pedrera. También queda claro en las condiciones que en la traza primera esta pedrera no estaba contemplada, y que se trata de un añadido hecho sobre el proyecto original, mención que permite incidir en la idea de que el primer proyecto de 1568 fue revisado en 1574 por los responsables de la fundación de la Universidad.
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A modo de conclusión Es, por tanto, el edificio de la Universidad de Oviedo una pieza clave para analizar la evolución del estilo del último de los maestros del tardogótico hispano, para comprender los procesos de asimilación de los recursos de los maestros italianos, muy especialmente mediante la difusión de sus tratados, que se integran de una forma periférica en el caso de hombres como Hontañón, que sigue trazando en relación con su formación gótica, pero que asimila un nuevo repertorio decorativo y una paulatina desornamentación, que sus discípulos acabarán por definir, apoyándose en un mejor conocimiento de las fuentes italianas. Con sus peculiaridades, la construcción de nuestra sede histórica supuso un hito en el contexto de la arquitectura quinientista asturiana, que, en adelante, seguirá la senda del clasicismo, con mayor o menor coherencia. Si desde el punto de vista cultural, la presencia de la Universidad transformó el panorama asturiano, desde el punto de vista arquitectónico la construcción de su sede constituyó un punto de inflexión hacia un auténtico cambio de paradigma estético y su tipo determinó la arquitectura civil y religiosa del Principado, imitándose su patio, por ejemplo, en claustros como el de San Francisco de Avilés o Belmonte, en los que, Fachada, poyos y cadenas del territorio aforado mediante un muro que cierra la zona inferior, el de la Universidad patio civil se transmuta en claustro. Hoy, en el centro del patio, sobre el lugar en el que Hontañón, según sus condiciones, hubiera deseado que se localizase una fuente, la estatua del fundador preside el espacio sobrio, austero y limpio que, siglos después, acoge los actos más importantes de nuestra vida académica y ha visto sucederse los hechos más decisivos y truculentos de la historia de nuestra Universidad. El mismo patio sobre el que se sucedieron proyectos y replanteos y en torno al cual tuvo lugar una auténtica revolución en nuestro panorama artístico. Podemos afirmar que nuestra sede histórica cumplió desde su origen con la obligación de todo universitario o universitaria: abrir nuevos caminos sin olvidar la tradición en la que nos hemos formado.
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Bibliografía CASASECA CASASECA, Antonio, Rodrigo Gil de Hontañón (Rascafría, 1500- Segovia, 1577), Salamanca, 1988. FAYA DÍAZ, María Ángeles (coord.), La nobleza en la Asturias del Antiguo Régimen, Oviedo, 2004. GARCÍA CUETOS, María Pilar, Arquitectura en Asturias 1500-1580. La dinastía de los Cerecedo, Oviedo, 1996. HOAG, John, D. Rodrigo Gil de Hontañón. Gótico y Renacimiento en la arquitectura española del siglo XVI, Madrid, 1985. PASTOR CRIADO, Isabel, Arquitectura Purista en Asturias, Oviedo, 1987. QUIJADA ESPINA, Ana; RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, Ramón y VÁZQUEZ-CANÓNICO COSTALES, Sara, Bienes Culturales de la Universidad de Oviedo, Oviedo, 2004. RAMALLO ASENSIO, Germán, “El Renacimiento”, Enciclopedia Temática Asturiana. Arte, vol. I, Gijón, 1981.
Notas 1. M. P. GARCÍA CUETOS, Arquitectura en Asturias 1500-1580. La dinastía de los Cerecedo, Oviedo, 1996. 2. G. RAMALLO ASENSIO, “El Renacimiento”, en Enciclopedia Temática Asturiana. Arte, vol. I, Gijón, 1981. 3. A. CASASECA CASASECA, Rodrigo Gil de Hontañón (Rascafría, 1500- Segovia, 1577), Salamanca, 1988. 4. I. PASTOR CRIADO, Arquitectura Purista en Asturias, Oviedo, 1987. 5. M. P. GARCÍA CUETOS, Op. cit. 6. M. A. FAYA DÍAZ (coord.), La nobleza en la Asturias del Antiguo Régimen, Oviedo, 2004. 7. Ibídem. 8. G. RAMALLO ASENSIO, Op. cit. 9. I. PASTOR CRIADO, Op. cit. 10. M. P. GARCÍA CUETOS, Op. cit. 11. Ibídem. 12. Ibídem. 13. A. CASASECA CASASECA, Op. cit.
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FACHADA DEL COLEGIO DE HUÉRFANAS RECOLETAS. ACTUAL SEDE DEL RECTORADO DE LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO MARÍA PILAR GARCÍA CUETOS Universidad de Oviedo
Una fundación unida a la Universidad de Oviedo Tal y como hiciera con la Universidad de Oviedo, don Fernando de Valdés dejó dotada en 1568 la fundación de un Colegio de Doncellas, colocado bajo la advocación de Santa Catalina de Alejandría, actual patrona de nuestra Universidad. El centro tenía como función “acoger doncellas virtuosas que estén bajo la custodia de dos o tres matronas” de manera que pudieran recibir una formación que hoy calificaríamos de insuficiente, e incluso discriminatoria, si la comparamos con la de las universitarias actuales, pero que debemos situar y leer en su contexto histórico y admitir como superior a la nula o exigua educación que recibían la mayoría de las mujeres en el siglo XVI. La formación propuesta por Valdés para las “recoletas” las capacitaba básicamente para las labores que en ese momento se entendían como propias del sexo femenino y para las funciones de buena esposa cristiana, y comprendía “la doctrina cristiana y buenas costumbres e a labrar, coser e hilar y escribir y contar y otros exercicios virtuosos”, tal y como se recoge en el documento de la dotación de las fundaciones de don Fernando de Valdés de 1568. La creación del Colegio de Recoletas se corresponde con el profundo respeto que Valdés Salas profesaba a la figura del cardenal Cisneros, quien completó la fundación de la Universidad de Alcalá de Henares con la de un colegio femenino, de fines similares al ovetense.
Un edificio de compleja lectura Es difícil aclarar cuándo se construyó el edificio que en su momento albergó el Colegio de Recoletas y proponer un posible tracista para el mismo, si bien se ha venido aceptando que el Colegio se edificó a mediados del siglo XVI, barajándose la fecha de 1558 y que fue proyectado por Juan del Rivero1, aunque esta fachada no guarda demasiada relación con el lenguaje de este maestro. Siendo conscientes de que lo que hoy vemos es únicamente la fachada de un edificio que ha sufrido importantes transformaciones a lo largo de su dilatada vida y que resultó especialmente afectado por la reconstrucción de posguerra, que se trata en otro capítulo de este catálogo, podemos decir que, por sus características, la fachada del Colegio de Recoletas se corresponde plenamente con un edificio urbano de la primera mitad del siglo XVI, si bien las fuentes documentales parecen orientarnos en otra dirección.
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El Colegio se creó, como decíamos, con cargo a las donaciones que dejó estipuladas don Fernando de Valdés el 28 de noviembre de 1568, y que destinaban para el sostenimiento de la casa una renta anual de doscientos mil maravedíes, más unos mil quinientos ducados para el edificio que debía albergarla. Estas condiciones dictadas por el testamento de Valdés Salas llevan a Isabel Pastor a concluir que debe descartarse que la sede del Colegio de Recoletas estuviera edificada con anterioridad a 15682, aunque quizás haya que tener en cuenta que la fundación de las Recoletas quedó relegada dadas las grandes dificultades que conllevó la universitaria y que no es seguro que finalmente los fondos estipulados se dedicasen al fin previsto. En este sentido, las complejas negociaciones mantenidas entre el cabildo, el Regimiento de Oviedo y los testamentarios de Valdés no contribuyen, precisamente, a aclarar la cuestión. Si bien las instituciones citadas aluden en un primer momento al Fachada del Rectorado, antiguo Colegio de Recoletas Colegio de Doncellas, posteriormente parecen tener todo su interés centrado en la fundación de la Universidad. Isabel Pastor3 supone que la casa de Recoletas no se había puesto en funcionamiento en la década de los ochenta del siglo XVI y si bien no pueden establecerse conclusiones rotundas sobre el particular, lo cierto es que, según Fermín Canella, los primeros estatutos de la institución datan de 16764. Canella afirma, además, que en ese momento la casa que acogería el Colegio, construida desde tiempo atrás, estaba aforada para obtener algún beneficio de ella, puesto que se había retrasado tanto la puesta en funcionamiento del Colegio de Doncellas, y menciona igualmente que la sede del Colegio se levantó sobre un solar que pertenecía al Regimiento de Oviedo y que su construcción obligó a cerrar un callejón que flanqueaba la Universidad y a clausurar la portada este de la misma, dato que permite suponer que la Casa de Doncellas se edificó después, o al menos con posterioridad a la fecha de 1578, cuando se interrumpió el proyecto de construcción de nuestra sede universitaria, pero sabemos que ya estaba erigida buena parte del edificio. Si la casa del Colegio de Recoletas pudo estar en pie sobre los años setenta del siglo XVI, como muy pronto, lo cierto es que su fachada era ya un tanto retardataria en el momento de su construcción, y es evidente que no se trató de una empresa de envergadura. Germán Ramallo ha datado la fachada del Colegio en los años centrales del siglo
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XVI y la ha relacionado con la figura de Juan de Cerecedo el Mozo, fallecido en 15805. La desaparición de Cerecedo el Mozo a comienzos de la década de los ochenta no descarta, por tanto, la hipótesis de que el Colegio se levantase a finales de la década anterior y, ciertamente, la fachada podría relacionarse con las soluciones de Cerecedo el Mozo, que no abandonó su formación tardogótica y asimiló elementos decorativos del lenguaje “a la romana” de manera superficial y poco ortodoxa. La fachada del Colegio de Doncellas no difiere sustancialmente de la de otros edificios urbanos del Oviedo del siglo XVI. De hecho, su disposición es muy similar a la delantera de una vivienda urbana con tienda en su bajo. En esa zona se abre una portada resuelta mediante un arco rebajado de potentes dovelas dispuestas radial y finamente molduradas. A su lado, se abre una ventana de grandes dimensiones, como las que vemos en los bajos comerciales de las casas bajomedievales y que tenían como objeto iluminar las tiendas y talleres, acogiendo igualmente un pequeño mostrador abierto a la calle. Esta disposición puede obedecer al hecho de que en esa dependencia se alojase la portería del Colegio, o a que la casa, durante un tiempo aforada, se hubiera destinado a un uso comercial. Sobre la portada Aspecto primitivo del Colegio de Recoletas. y el vano observamos una zona de muro cerrado Finales del siglo XIX. RIDEA rematada mediante una cornisa moldurada, y encima hay un piso alto, muy abierto y con marcado carácter urbano, a modo de mirador. Se compone de dos ventanas adinteladas y un hueco central geminado, resuelto con arco mixtilíneo sostenido por una columnilla sobre la que hay una representación de la Cruz de los Ángeles. El piso se remata mediante una moldura de gola. Existe una tercera altura, retranqueada sobre la fachada, que obedece a un añadido posterior. Sabemos que el Colegio recibió un recrecido que permitió comunicarlo, mediante una ventana cerrada por una reja, con la vecina capilla de San Sebastián, de manera que las Recoletas podían seguir la misa desde ella6, pero las profundas transformaciones experimentadas por el edificio tras su reconstrucción de posguerra impiden relacionar estos datos con su disposición actual. En la composición de la fachada del Colegio de Recoletas se echa en falta el piso medio de ventanas dispuestas entre la portada del piso bajo y la galería superior, que vemos en otros edificios urbanos del siglo XVI, como el número 12 de la calle de la Rúa o la casa de los Rojas de Oviedo. Pero, en cambio, el tratamiento de los elementos sí recuerda al de la arquitectura civil urbana del siglo XVI en
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Asturias. La portada de dovelas radiales y fino moldurado es similar a la ya citada del número 12 de la calle de la Rúa de Oviedo, o a la de la casa de Cutre de Ribadesella. Las ventanas también muestran un moldurado con suave derrame que se repite, igualmente, en los ejemplos aludidos, y lo mismo podemos decir del alféizar corrido que unifica el cuerpo de ventanas. Como en la casa de la Ribera, los vanos arrancan de una imposta que separa los pisos y que se decora mediante estriado. De la misma manera, el vano geminado no falta en las construcciones civiles asturianas del siglo XVI, como en la fachada del palacio de los Quirós de Olloniego. En resumen: aunque no podemos aclarar definitivamente cuándo se construyó la fachada del Colegio de Recoletas, ni quién fue su tracista, parece que podemos aceptar que, por las soluciones en ella manejadas, debe ponerse en relación con los modelos propios de la arquitectura civil asturiana de mediados del siglo XVI y que su cronología aproximativa permite relacionarla con la figura de Juan de Cerecedo el Mozo.
Bibliografía CANELLA SECADES, Fermín, Historia de la Universidad de Oviedo y noticias de los establecimientos de enseñanza de su distrito, Oviedo, 1904 (ed. fac. Universidad de Oviedo, 1985). GARCIA CUETOS, María Pilar, Arquitectura en Asturias 1500-1580. La dinastía de los Cerecedo, Oviedo, 1996. PASTOR CRIADO, Isabel, Arquitectura Purista en Asturias, Oviedo, 1987. QUIJADA ESPINA, Ana; RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, Ramón y VÁZQUEZ-CANÓNICO COSTALES, Sara, Bienes Culturales de la Universidad de Oviedo, Oviedo, 2004. RAMALLO ASENSIO, Germán, “El Renacimiento”, Enciclopedia Temática Asturiana. Arte, vol. I, Gijón, 1981.
Notas 1. I. PASTOR CRIADO, Arquitectura Purista en Asturias, Oviedo, 1981. 2. Ibídem. 3. Ibídem. 4. F. CANELLA SECADES, Historia de la Universidad de Oviedo y noticias de los establecimientos de enseñanza de su distrito, Oviedo, 1904 (ed. fac. Universidad de Oviedo, 1985). 5. G. RAMALLO ASENSIO, “El Renacimiento”, Enciclopedia Temática Asturiana. Arte, vol. I, Gijón, 1981. 6. F. CANELLA SECADES, Op. cit.
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PERSONALES ILUSTRES JAVIER GONZÁLEZ SANTOS Universidad de Oviedo
Fue deseo del Consejo de Castilla en 1606 “que la prouisión de las cáthedras de la Vniuersidad, por esta vez, son de los dichos señores testamentarios” del fundador, el arzobispo don Fernando de Valdés Salas. Estos, entre otras instituciones del Principado de Asturias, comunicaron a la Catedral ovetense esta medida, para que “auisen de las personas que en el cabildo ay beneméritas para ellas en sus órdenes”. El acuerdo fue bien recibido y la Catedral les respondió rogando “les fauorezcan en esto las prebendas de officio”, es decir, los títulos de sus dignidades (doctoral, deán, etc.), y que los canónigos interesados se postularan para ellas1. Así, el primer cuerpo de togados de la Universidad de Oviedo estuvo integrado en su totalidad por canónigos de la Catedral, maestros y frailes de las órdenes religiosas establecidas en la ciudad de Oviedo, jueces y regidores con título de licenciados y también, como refiere Canella2, por “los hijos del país”, que fueron los primeros en solicitar su incorporación al nuevo establecimiento universitario. La tutela de los testamentarios y consejeros duró hasta 1620, pasando a partir de entonces al patrocinio de la corona y a titularse Regia Universidad de Oviedo3. En la naciente Universidad hubo cuatro Facultades (Teología, Cánones, Leyes y Artes) y dieciséis cátedras. La nómina de los primeros titulares figura en Canella4. El primer rector de ella fue el doctor don SANCHO DE MIRANDA VALDÉS, abad de Teverga y dignidad de la Catedral ovetense. Era don Sancho hijo del señor de la casa de Miranda y sobrino nieto, por vía materna, del arzobispo de Sevilla. Había sido colegial en el Mayor de San Pelayo, en la Universidad de Salamanca, y fue promovido al cargo de rector el 11 de noviembre de 1607, “por esta primera vez”, sin ser elegido por el claustro, por tratarse de un “pariente cercano del fundador”5. Pero su gobierno fue breve y testimonial, pues falleció antes de la inauguración de la Universidad. Su vicerrector y luego rector efectivo, al tiempo de su establecimiento (1608-1609), fue el doctor don ALONSO MARAÑÓN DE ESPINOSA (Moya, Cuenca, h. 1542 – Oviedo, 1621), canónigo de la Catedral ovetense y arcediano de Tineo. Este antiguo colegial del Mayor de Cuenca, en la Universidad de Salamanca, ostentaría de nuevo el cargo de vicerrector durante dos cursos, en 1613-1615. Marañón explicó la Teología Escolástica, una de las cuatro cátedras de la Facultad de Teología6. Vino Marañón a Asturias como familiar de don Gonzalo de Solórzano, obispo de Oviedo (desde 1570 hasta su fallecimiento, en 1580). Marañón fue un erudito helenista e historiador que dejó manuscritas varias obras de índole histórica sobre la Iglesia de Oviedo. A él se debe la redacción de los Oficios y ceremonial de la Iglesia de Oviedo y del Libro de los Estatutos y Constituciones de la Santa Iglesia de Oviedo (Salamanca, 1588), editados bajo la prelatura de don Diego Aponte de Quiñones. Pero su obra más importante permaneció manuscrita: se trata de los Comentarios de la fundación de la Santa Iglesia de Oviedo y de los obispos que en ella ha habido (hacia 1614), publicados en 1977 con el título de Historia eclesiástica de Asturias7. Durante el primer siglo de vida de la Universidad ovetense, la nómina de rectores dispuesta por don Fermín Canella revela que casi todos fueron dignidades de la Catedral de Oviedo (chantres, docto-
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rales, priores, deanes, arcedianos) o simples canónigos. En este cupo también se cuentan dos prelados, don ANTONIO DE VALDÉS (obispo de Oviedo entre 1636 y 1641), para el curso 1638-1639, y don JERÓNIMO LADRÓN DE GUEVARA, del Consejo de Su Majestad, inquisidor en Valladolid y provisor del obispo de Oviedo, fray Simón García Pedrejón, unos meses en 16858. Sólo consta en esta lista un seglar: el licenciado don LUIS BARAONA Y SARABIA para el curso de 1672-16739; era Baraona caballero de la orden de Alcántara, del Consejo de Su Majestad, oidor en la Chancillería de Valladolid y gobernador y capitán general del Principado de Asturias entre 1671-1674. El licenciado PEDRO DE BOHÓRQUEZ, colegial del Mayor de Cuenca, en la Universidad de Salamanca, era sobrino de Alonso Núñez de Bohórquez, uno de los testamentarios del arzobispo de Sevilla. Fue designado por el Consejo de Castilla comisario especial para “asentar la Universidad”, por poder dado en Madrid, el 27 de mayo de 1608. Llegó a Oviedo el 11 de julio de 1608 y presentó sus credenciales al cabildo catedralicio el día 1410. Su misión concluyó a mediados de noviembre11. Bohórquez se despidió oficialmente de la Catedral el 10 de noviembre12. Como muestra de agradecimiento, la Universidad de Retrato desaparecido de Fernando de Valdés Salas. Siglo XVIII. Iconoteca Universitaria Oviedo lo incorporó a su claustro de profesores13. Varios obispos de Oviedo estuvieron asimismo comprometidos con el establecimiento de la Universidad. GONZALO DE SOLÓRZANO († 1580), ya recordado, gobernaba la diócesis cuando se expidió la bula de erección (15 de octubre de 1574) y fue él quien recomendó a su pariente, el arcediano de Tineo, don Alonso Marañón y Espinosa, para regir el claustro de profesores14. A JUAN ÁLVAREZ DE CALDAS (1542-1615), obispo de Oviedo (desde 1605 a 1612) y Ávila, correspondió el honor de inaugurar los estudios en 1608. Este presbítero, en 1603, antes de ser promovido a la silla de Oviedo, había sido designado por el rey Felipe III para la visita y reforma de los estudios de la Universidad de Salamanca15. El celo de ambos eclesiásticos por instaurar la vida universitaria en su diócesis estuvo influido por su propia experiencia académica: Solórzano vistió la beca de colegial del Mayor de Santiago (también llamado de Cuenca), en la Universidad de Salamanca, fue maestro en ella y explicó como sustituto la cátedra de Sagrada Escritura en la Facultad de Teología16. Caldas, por su parte, estudió Filosofía y ambos Derechos en la misma Universidad, siendo colegial en el Mayor del Arzobispo; explicó las materias de Código y Sexto, y alcanzó el grado de doctor por la de Sigüenza, donde explicó por seis años la cátedra de Prima
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de Teología, siendo canónigo doctoral de su catedral17. A Álvarez de Caldas debe la diócesis ovetense la implantación de las disposiciones del Concilio de Trento, recogidas en las Constituciones sinodales, por él ordenadas, en mayo de 1607, y publicadas en Valladolid, en 1608. Otro clérigo de la Catedral ovetense, el deán JUAN ALONSO DE ASIEGO Y RIBERA (h. 1545 – Oviedo, 1615), merece ser recordado en esta primera parte de la secular historia de la Universidad ovetense. Estudió en la de Salamanca, doctorándose de Teología. En 1596, por bula apostólica de Clemente VIII, obtuvo una canonjía en la Catedral de Oviedo y, a renglón seguido (1598), el deanato de la misma. Durante estos años residía en Roma. A su regreso a Asturias, a partir de 1600, despachó diferentes comisiones en nombre del cabildo y del Principado cerca de los testamentarios del arzobispo, del rey y de su Consejo para urgir y agilizar el establecimiento de la Universidad, estorbado por don Fernando de Valdés Osorio (Salas, 1562 - ¿?), sobrino nieto del arzobispo de Sevilla y patrono de todas las obras pías por él fundadas. Era don Fernando señor de la casa de Salas, caballero de la orden de Santiago (1582) y hombre influyente en la corte por ser gentilhombre de la cámara de Felipe III. En el plano académico, el deán Asiego consiguió para la Universidad la dotación de estudios en ciencias experimentales, como la física, y especulativas (matemáticas y metafísica). El reconocimiento de los desvelos del deán Asiego se vio recompensado en 1610, cuando fue elegido rector, siendo el cuarto que tuvo esta institución. A su muerte, la Universidad adquirió su librería, una de las primeras incorporaciones para la formación de la biblioteca universitaria18. Entre los docentes de esta primera época debemos recordar al padre LUIS ALFONSO DE CARVALLO (Ambasaguas, Cangas de Tineo, 1571 – Villagarcía de Campos, Valladolid, 1635). Ordenado de sacerdote en 1595, fue preceptor y rector del Colegio de San Gregorio, o de los Pardos, en Oviedo (otra de las fundaciones valdesianas), a comienzos del siglo XVII, leyendo Humanidades en la Facultad de Artes durante el primer curso escolar de la Universidad. Profesó en la Compañía de Jesús en 1616, en el Colegio del Cardenal (Monforte de Lemos, Lugo). A partir de entonces, pasó a enseñar en los colegios de esta orden. Fue, sin duda, un buen humanista y, sin discusión, el primer historiador riguroso que dio Asturias. Su obra más conocida (Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias, acabada de escribir alrededor de 1613), sólo llegaría a editarse de manera póstuma (Madrid, 1695), en una edición preparada por otro asturiano, el cardenal don Álvaro de Cienfuegos Sierra. El jesuita don ÁLVARO CIENFUEGOS SIERRA (Agüerina, Miranda, 1656 – Roma, 1739) fue uno de los eclesiásticos más relevantes de su tiempo. Aunque en algunos lugares se dice que inició sus estudios universitarios en Oviedo19, en realidad los cursó en Salamanca, a partir de 1672, siendo colegial en el Mayor de San Pelayo (o de los Verdes), fundado por el arzobispo de Sevilla. Ingresó en la Compañía de Jesús, en su colegio de Salamanca, en 1676. Por último, en 1696 ocupó la cátedra de Vísperas de Teología en aquella Universidad. En la guerra de Sucesión al trono de España (1700-1714) siguió la causa del archiduque Carlos, lo que le obligó a exiliarse, primero a Portugal (1702), y luego, a Viena (1716). En 1720 fue creado cardenal, con el título de San Bartolomé in Ínsula, por el papa Clemente XI, siendo, sucesivamente, obispo de Catania (Sicilia) en 1721, embajador plenipotenciario del emperador Carlos VI de Austria en el Vaticano (1722), arzobispo primado de Monreal (Sicilia) en 1725 y, por último, propuesto por el emperador para presidir la diócesis húngara de Pécs, en 1735, de la que no llegaría a posesionarse. Está enterrado en la iglesia romana de San Bartolomé in Ínsula. Participó en los cónclaves de 1721 y de 1724 (de los que salieron elegidos papas Inocencio XIII y Benedicto XIII) defendiendo siempre los intereses del Imperio Germánico y también los de la diócesis de Oviedo y de su
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Universidad20. Entre otros muchos trabajos literarios fue autor de una muy autorizada Vida de san Francisco de Borja (Madrid, 1702) y editor de las Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias (Madrid, 1695), del padre Luis Alfonso de Carvallo21. La importancia de este eclesiástico para la historia y cultura asturiana le hizo merecedor de que su efigie figurara en la desaparecida Iconoteca Asturiano-Universitaria22. El retrato, pintado en 1874-1876, era obra de Ramón Romea y Ezquerra (1830-1907), director de la Academia de Bellas de Artes de San Salvador, de Oviedo. De pocos más individuos del siglo XVII vinculados a la Universidad de Oviedo se puede hacer mérito. Canella fue muy explícito en este punto. En su socorrida Historia de la Universidad de Oviedo, refiere cómo en ese tiempo, tanto el patronato de la Universidad, que correspondía a los señores de la casa de Salas23, los apuros económicos, la interpretación y alteración de los Estatutos, las disputas entre los maestros de las diferentes ordenes religiosas (benedictinos, dominicos, franciscanos y jesuitas) sobre los sistemas seguidos en la impartición de las asignaturas teológicas, como el influjo de la Inquisición, con sus mezquinos intereses, limitadores del conocimiento y de la lectura en otras ciencias útiles, hicieron que la institución académica rindiera menos de lo previsto. Su claustro estuvo integrado a menudo por gentes poco brillantes y conocidas (sin obra escrita en que poder fundar un juicio), en su mayoría, hijos de la propia provincia. Y “así, entre penurias y contratiempos pasó el primer siglo de la Universidad que, por otra parte, proporcionaba a Oviedo actividad literaria de que antes carecía”24. En efecto, fueron tres los acontecimientos que dieron pie a los vates locales de ejercitar su musa: la proclamación de santa Eulalia de Mérida por patrona de la diócesis de Oviedo y Principado de Asturias (1639), las exequias por Felipe IV (1666), muy solemnizadas al haber mejorado las fuentes de financiación de los Estudios hasta el punto de que la Universidad ovetense tuvo a este rey como “a su restaurador, o segundo fundador”25, y la constitución de la cofradía de Santa Eulalia (1667). En todos ellos suenan varios nombres de profesores y catedráticos de la Universidad. El doctor TOMÁS SERRANO DE PAZ, natural de Oviedo, aunque de familia oriunda de Salamanca, fue catedrático de Vísperas de Teología y Prima de Cánones, y vicerrector en tres ocasiones (1671, 1674 y 1679); abogado del cabildo y regidor de la ciudad, fue el encargado de decir, en nombre de la Universidad, la oración fúnebre en latín a la muerte de Felipe IV y ponente de las Constituciones del Colegio de Santa Catalina de Alejandría o de Huérfanas Recoletas de Oviedo en 1676.26 Sus hermanos, Manuel, asimismo doctor y catedrático de Matemáticas y Buenas Letras, y Faustino, catedrático de Prima de Leyes27, también participaron en las exequias, y los poemas y epitafios de los tres andan impresos en la Relación de las Exequias que en la muerte del Rey, Nuestro Señor D. Felipe Quarto, […] hizo la Vniversidad de Oviedo (Madrid, Pablo de Val, 1666). El poeta más conocido de los que intervinieron en estos fastos universitarios no era, en cambio, de la Academia: fue don FELIPE BERNALDO DE QUIRÓS Y BENAVIDES, señor de la casa de Olloniego, caballero de la orden de Santiago y regidor perpetuo de Oviedo. Otros individuos cuyos nombres y composiciones aparecen en el duelo por Felipe IV fueron don ANTONIO DE LLANES CAMPOMANES († 1710), arcediano de Tineo, catedrático de Prima de Cánones y rector en 1675, inquisidor de Cerdeña en el Consejo de la Inquisición y obispo electo de Coria28; el canónigo ANDRÉS LLANES ESTRADA, arcediano de Tineo, rector (1658 y 1660), vicerrector (1675) y poeta que también figuró en el certamen de la constitución de la cofradía de Santa Eulalia29; los reverendos padres maestros FRAY FRANCISCO URÍA (O. P.), del concejo de Ibias, catedrático de Prima de Teología y provincial de la orden de Predicadores en 1674,30 y FRAY JUAN DE LLANO (O. P.), del de Tineo, decano del claustro en 166631.
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En otro orden de cosas, también merecen ser recordados el doctor MARTÍN SÁNCHEZ RAPOSO, médico de la ciudad de Oviedo y botánico, primer catedrático de Matemáticas, en la Facultad de Artes, y uno de los pocos que en esta disciplina tuvo la Universidad de Oviedo durante el siglo XVII, hasta su restablecimiento definitivo en 170732; vivió a comienzos del siglo XVII y su memoria la sostuvo el padre Luis Alfonso de Carvallo33. Alonso de Viniegra, catedrático en Oviedo y Valladolid, y predicador del rey Carlos II34, y Alonso Vázquez de Prada Quirós, profesor en Oviedo y Salamanca35.
Bibliografía Actas de las Juntas y Diputaciones del Principado de Asturias [1594-1672], 7 vols., Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, 1949-1964. ALFONSO DE CARVALLO, Luis (S. I.), Antigvedades, y cosas memorables del Principado de Astvrias [ms. de h. 1613], Madrid, Julián de Paredes, 1695 [hay reed. facsimilar: Ayalga Ediciones, Salinas (Asturias), 1977]. ALVARADO ALBO, Francisco, Crónica del III Centenario de la Universidad (1608-1908), Barcelona, Oliva de Vilanova, impresor, 1925. BARÓN THAIDIGSMANN, Francisco Javier, Ramón Romea y Ezquerra (1830-1907), Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias, 1989. CAMPO SANTOS, María Teresa del; QUIJADA ESPINA, Ana y VÁZQUEZ-CANÓNICO COSTALES, Sara, Patrimonio artístico de la Universidad, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1990. CANELLA SECADES, Fermín, Iconoteca Asturiano-Universitaria, Oviedo, 1879 (artículos publicados en La Revista de Asturias, núms. 19 y 20, Oviedo, 15 y 25 de julio de 1879). – La Iconoteca Asturiano-Universitaria. Discurso leído en la solemne apertura del curso académico de 1886 á 1887, por el doctor d. …, Oviedo, Universidad Literaria de Oviedo, 1886. – El libro de Oviedo. Guía de la ciudad y su concejo, Oviedo, Imprenta de Vicente Brid, 1887 (hay diferentes reeds. facsimilares modernas). – Historia de la Universidad de Oviedo y noticias de los establecimientos de enseñanza de su distrito, (2ª ed. reformada y ampliada), Oviedo, Imprenta de Flórez, Gusano y Compañía, 1903-1904 (hay reed. facsimilar, con un “Prólogo” de Santiago Melón Fernández: Oviedo, Universidad de Oviedo, 1985). F UERTES ACEVEDO, Máximo, Bosquejo acerca del estado que alcanzó en todas épocas la literatura en Asturias, seguido de una extensa bibliografía de los escritores asturianos, Badajoz, 1885. GONZÁLEZ DE POSADA, Carlos (presb.), Biblioteca asturiana o Noticia de los autores asturianos (ms. h. 1794), edición preparada por José María Fernández-Pajares, “Monumenta Histórica Asturiensia, VIII”, Gijón, 1980. GONZÁLEZ SANTOS, Javier, Los comienzos de la escultura naturalista en Asturias (1572-1625). El legado artístico del arzobispo Valdés Salas y el escultor toresano Juan Ducete Díez, Oviedo, Consejería de Cultura del Principado de Asturias, 1997.
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Gran Enciclopedia Asturiana, Gijón, 1970-1996, 20 vols. MARAÑÓN DE ESPINOSA, Alfonso (presb.), Historia eclesiástica de Asturias, edición preparada por Victoriano Rivas Andrés, “Monumenta Histórica Asturiensia, III”, Gijón, Biblioteca Asturiana, 1977. QUIJADA ESPINA, Ana; RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, Ramón y VÁZQUEZ-CANÓNICO COSTALES, Sara, Bienes Culturales de la Universidad de Oviedo, Oviedo, 2004. RISCO, Manuel (O. S. A.), España Sagrada. Tomo XXXVIIII. De la Iglesia exenta de Oviedo desde el medio del siglo XIV hasta fines del siglo XVIII. Historia de la fundación del Principado de Asturias, etc., Madrid, Oficina de la viuda e hijo de Marín, MDCCXCV [1795]. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, Ramón, La Biblioteca de la Universidad de Oviedo (1765-1934), Oviedo, Universidad de Oviedo, 1993. SELA SAMPIL, Luis, “La Universidad”, en Emilio ALARCOS LLORACH y otros, El libro de Oviedo, Oviedo, Ediciones Naranco, S. A., 1974, pp. 226-257. SOMOZA, Julio, Catálogo de manuscritos e impresos notables del Instituto de Jove-Llanos de Gijón, Oviedo, 1883. – Registro asturiano de obras, libros, folletos, hojas, mapas, y ediciones varias, etc., Oviedo, Centro de Estudios Asturianos, 1927. SUÁREZ, Constantino, Españolito, Escritores y artistas asturianos. Índice bio-bibliográfico, 7 vols., Madrid, 1936, y Oviedo, 1955-1959.
Notas 1. Archivo de la Catedral de Oviedo (ACO): Acuerdos capitulares, 21, ff. 376 y 376v. 2. F. CANELLA SECADES, Historia de la Universidad de Oviedo y noticias de los establecimientos de enseñanza de su distrito, (2.ª ed. reformada y ampliada), Oviedo, Imprenta de Flórez, Gusano y Compañía, 1903-1904 (hay reed. facsimilar, con un “Prólogo” de Santiago Melón Fernández: Oviedo, Universidad de Oviedo, 1985), pp. 41-42 y 50. 3. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 51, 158-160 y 164. 4. Ibídem, pp. 42-43, y apéndice IV, pp. 641-643. 5. Ibídem, pp. 622 y 672. 6. Ibídem, pp. 41, 641, 672-673, 675, 679 y 761. 7. A. MARAÑÓN DE ESPINOSA (presb.), Historia eclesiástica de Asturias, “Presentación” y edición preparada por Victoriano Rivas Andrés, “Monumenta Histórica Asturiensia, III”, Gijón, Biblioteca Asturiana, 1977, pp. XVI-XXVI. Para las obras de este eclesiástico, vid. M. RISCO (O. S. A.), España Sagrada. Tomo XXXVIIII. De la Iglesia exenta de Oviedo desde el medio del siglo XIV hasta fines del siglo XVIII. Historia de la fundación del Principado de Asturias, etc., Madrid, Oficina de la viuda e hijo de Marín, MDCCXCV [1795], pp. 130-144; C. B. GONZÁLEZ DE POSADA (presb.), Biblioteca asturiana o Noticia de los autores asturianos, edición preparada por José María Fernández-Pajares, “Monumenta Histórica Asturiensia, VIII”, Gijón, 1980, pp. 19-20; J. SOMOZA, Catálogo de manuscritos e impresos notables del Instituto de Jove-Llanos de Gijón, Oviedo, 1883, pp. 20-22, y Registro asturiano, Oviedo, 1927, ords. 347 y 959-967. 8. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 673, 675-677 y 759. 9. Ibídem, p. 676.
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10. ACO: Acuerdos capitulares, 21, ff. 401 y 401 v. 11. J. GONZÁLEZ SANTOS, Los comienzos de la escultura naturalista en Asturias (1572-1625). El legado artístico del arzobispo Valdés Salas y el escultor toresano Juan Ducete Díez, Oviedo, Consejería de Cultura del Principado de Asturias, 1997, p. 91, nota 74, y docs. IV y VI, pp. 137-143 y 146-152. 12. ACO: Ibídem, f. 406. 13. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 49-50. 14. Ibídem, p. 41. 15. M. RISCO, Op. cit., pp. 142-143. 16. Ibídem, pp. 130-131. 17. Ibídem, pp. 141-142. 18. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 35-39, 48, 300, 540 y 609-612; R. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, La Biblioteca de la Universidad de Oviedo (1765-1934), Oviedo, Universidad de Oviedo, 1993, p. 30. 19. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, p. 742. 20. Ibídem. 21. “M. G. MARTÍNEZ ”, en la Gran Enciclopedia Asturiana, t. IV, Gijón, 1970, pp. 298-300. 22. F. CANELLA SECADES, Iconoteca Asturiano-Universitaria, Oviedo, 1879 (artículos publicados en La Revista de Asturias, núms. 19 y 20, Oviedo, 15 y 25 de julio de 1879), p. 11, y La Iconoteca Asturiano-Universitaria. Discurso leído en la solemne apertura del curso académico de 1886 á 1887, Oviedo, Universidad Literaria de Oviedo, 1886, p. 28; F. J. BARÓN THAIDIGSMANN, Ramón Romea y Ezquerra (1830-1907), Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias, 1989, p. 13. 23. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, capítulos III y IV, y pp. 158-160. 24. Ibídem, p. 55. 25. Ibídem, pp. 54-55, 60 y 80. 26. Ibídem, pp. 57, 62, 65, 439, 679-680 y 778. 27. Ibídem, pp. 57, 61, 65, 673 y 778. 28. Ibídem, pp. 62, 65, 676 y 760. 29. Ibídem, pp. 65, 676, 680 y 760. 30. Ibídem, pp. 61 y 63. 31. Ibídem, pp. 64 y 761. 32. Ibídem, pp. 43, 60, 81, 82-83 y 777. 33. L. A. DE CARVALLO (S. I.), Antigvedades, y cosas memorables del Principado de Astvrias [ms. de h. 1613], Madrid, Julián de Paredes, 1695 [hay reed. facsimilar: Ayalga Ediciones, Salinas (Asturias), 1977], pp. 10-11. 34. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, p. 783. 35. Ibídem, p. 782.
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EL RETABLO DE LA CAPILLA DE LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO JAVIER GONZÁLEZ SANTOS Universidad de Oviedo
JUAN DUCETE DÍEZ (Toro, Zamora, 1549 – 1613) Retablo de la capilla de la Universidad de Oviedo, 1606 Destruido el sábado, 13 de octubre de 1934. Se conservan fragmentos, recompuestos, del relieve central (madera policromada, tres tableros engatillados rematados en medio punto, 178 ? 108 cm); el tronco y arranque de las extremidades inferiores del Crucificado (madera policromada, 50 cm) y la Mater Dolorosa (madera policromada, 70,3 cm) del Calvario, y la estatua de Santa Catalina de Alejandría (madera policromada, 86,5 cm), del cuerpo del retablo; restaurados por Ana Eyaralar e Isabel Alonso Valdés en 1989-1990 (el Crucificado, en 1991); montaje del relieve central: Manuel Mariño y Luis Espino (1990). Oviedo, capilla de la Universidad. DOCUMENTACIÓN. Archivo Histórico de Asturias (AHA): Contrato entre Juan Ducete, escultor, e Isidoro Ruiz y Juan de Espinosa, pintores de Valladolid, para dorar el retablo de las Escuelas, Oviedo, 10 de julio de 1606, ante Juan Morán de la Rúa y de la Bandera, caja 7004 (olim, leg. 120), ff. 315-318 (publicado por Javier GONZÁLEZ SANTOS, Los comienzos de la escultura naturalista en Asturias (15751625), Oviedo, 1997, documento II, pp. 129-134). BIBLIOGRAFÍA: Fermín CANELLA SECADES, El libro de Oviedo, Oviedo, 1887, p. 244; Historia de la Universidad de Oviedo (2ª ed.), Oviedo, 1903-1904, p. 280. Francisco ALVARADO ALBO, Crónica del III Centenario de la Universidad (1608-1908), Barcelona, 1925, lám. XXX. Javier GONZÁLEZ SANTOS, «El Taller de Toro en Asturias», Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, LV, Valladolid, 1989, pp. 423-426, lám. III, fig. 2. María Teresa del CAMPO SANTOS, Ana QUIJADA ESPINA y Sara VÁZQUEZ-CANÓNICO COSTALES, Patrimonio artístico de la Universidad, Oviedo, 1990, pp. 16-23. Javier GONZÁLEZ SANTOS, «Escultura del siglo XVI», en Javier BARÓN THAIDIGSMANN (dir.), El arte en Asturias a través de sus obras, Oviedo, 1996, pp. 520-521 y 530. Javier GONZÁLEZ SANTOS, Los comienzos de la escultura naturalista en Asturias (1575-1625), Oviedo, 1997, pp. 80-91 y pássim. Luis VASALLO TORANZO, Sebastián Ducete y Esteban de Rueda: escultores entre el Manierismo y el Barroco, Zamora, 2004, pp. 57-59 y 68-69. Ana QUIJADA ESPINA;
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Ramón RODRÍGUEZ ÁLVAREZ y Sara VÁZQUEZ-CANÓNICO COSTALES, Bienes Culturales de la Universidad de Oviedo, Oviedo, 2004, pp. 46-48. EXPOSICIONES: OVIEDO, 1990, Patrimonio artístico de la Universidad (Teatro Campoamor, 17 de mayo-10 de junio). No se expuso el fragmento del Crucificado, localizado poco después. Patrimonio artístico de la Universidad, Oviedo, 1990, pp. 16-23. Contemporáneo del retablo mayor de la antigua colegiata de Santa María la Mayor de Salas (1606), otra de las fundaciones valdesianas y templo donde reposan los restos del arzobispo-fundador y los de sus padres, en suntuosos monumentos sepulcrales de alabastro (1582-1586) debidos al escultor italiano Pompeo Leoni (h. 1530-1608). Obra documentada por don Fermín Canella1, pereció por el fuego cuando la destrucción de la Universidad, en una de las jornadas (la del sábado, 13) de la Revolución de Octubre de 1934. Se conservan tres tallas, importantes fragmentos de su medalla central y una buena reproducción (anterior a 1925) debida al fotógrafo ovetense Ramón García Duarte2. Por ella se ha hecho la reconstrucción digital que figura en la muestra e ilustra este catálogo, a cargo del Servicio de Audiovisuales de la Universidad de Oviedo. Juan Ducete Díez, o Ducete el Mozo (1549-1613), era hijo del escultor toresano Juan Ducete (h. 1515- h. 1583), con quien se formó. Con mucha actividad documentada desde 1575 hasta 1587, trabajó en las tierras de Toro y Campos (en el antiguo reino de León) para, por último, recalar en Asturias, donde concluiría su carrera (1606-1612), apartado de la competencia que suponía su sobrino, Sebastián Ducete (Toro, 1568-1620), con quien estuvo asociado entre 1595 y 1597, y del alumno de este último, Esteban de Rueda (Toro, h. 1585-1626), artistas más jóvenes, como de otra generación, que situaron la escuela de Toro en los umbrales del naturalismo barroco, estilo que triunfaría en Valladolid, de la mano de Gregorio Fernández (1576-1636), a partir de 16153. Cultivador de un estilo manierista muy convencional y anodino, inspirado en la producción de Juan de Juni (1507-1577), a principios del siglo XVII Juan Ducete acusó el influjo de su sobrino, Sebastián Ducete, al que llegó incluso a imitar, tratando de comunicar a su figuras movimientos y afectos más realistas y emotivos, en consonancia con los nuevos requisitos doctrinales de la Iglesia nacidos del Concilio de Trento (1563). En esta fase es en la que se inscribe la producción asturiana de Ducete, siendo el retablo de Salas donde mejor se percibe esta influencia y, en el de la Universidad, en el apasionado y compungido gesto de la Dolorosa. Juan Ducete no fue un artista eminente ni talentoso (la desmañada composición del relieve de la Misa de san Gregorio es muy elocuente), pero sí un maestro pragmático y pulcro que supo satisfacer las demandas de figuración religiosa a una clientela muy necesitada de renovar la vieja y a menudo ya indecorosa imaginería medieval. Si el papel desempeñado por Juan Ducete en el ámbito castellano-leonés fue muy limitado, debido a la concurrencia de grandes maestros y a la existencia de influyentes núcleos, como Valladolid, León o la misma ciudad de Toro, en cambio, para Asturias fue todo un acontecimiento e inicio de una auténtica transformación del clima aletargado y tosco en que se desenvolvía la plástica regional4. Del desembarco en Asturias de este escultor y retablero toresano fueron responsables Alonso Núñez de Bohórques, del Real Consejo y Cámara de la Inquisición, y Juan de Tejada, del Consejo de Castilla, testamentarios del arzobispo y comisarios nombrados para las obras de la Universidad y del templo colegial de Salas. Pero tampoco habría que descartar a don Juan Álvarez de Caldas (1542-1615), obispo de Oviedo entre 1605 y 1612, y administrador de las rentas del arzobispo de Sevilla, cuyo acceso a la sede
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ovetense (1605) coincidió con la aparición de Ducete en Asturias. Álvarez de Caldas fue comisionado por el rey Felipe III para la reforma de los estudios de la Universidad de Salamanca (16031604) y, siendo obispo de Oviedo, patrocinó la construcción del Monumento de Semana Santa de la catedral, que diseñó el propio Juan Ducete5. Aunque no se ha localizado el contrato de obra inicial, por el de dorado sabemos que el escultor Juan Ducete debía entregar el retablo a los pintores antes del 15 de setiembre de 1606. Esto indica que la hechura de los retablos de la colegiata de Salas y capilla universitaria, en su mayor parte, corrió pareja y que, con toda probabilidad, fue concertada al mismo tiempo. La escritura para dorarlo fue suscrita en Oviedo, el 10 de julio de 1606, por Juan Ducete con los pintores vallisoletanos Isidoro Ruiz y Juan de Espinosa quienes por su trabajo (los materiales, oro y colores, corrieron por cuenta del otorgante) percibirían 2.750 reales6. El retablo, si se cumplieron los términos estipulados, estaría ultimado para finales de noviembre de 1606, plazo más que suficiente para que su consagración coincidiera con la inauguración de la Universidad y toma de posesión de las cátedras. Estos acontecimientos tuvieron lugar el domingo, 21 de septiembre de 1608. La víspera hubo en la ciudad luminarias «y el mismo día, las Retablo fundacional, desaparecido. Principios del siglo XX. prevenciones e alegrías, regocijos que para semeEn Crónica del III Centenario de la Universidad de Oviedo, jante acto tan solemne se requiere». La ceremonia de Francisco Alvarado Albó religiosa se desarrolló en la capilla de las Escuelas, con una misa cantada, «con su música y ministriles, asistiendo a ella el señor don Juan Álvarez de Caldas, obispo de Oviedo», don Pedro de Bohórquez, comisario especial designado por el Consejo de Castilla para «asentar la Universidad», el chantre de la Catedral, don Lope de Miranda, y el claustro de catedráticos en pleno7. Sin embargo, por aquel entonces, la capilla de la Universidad carecía de plata y ornamentos litúrgicos pues, para la función inaugural y los oficios que se hicieron por don Fernando de Valdés, el 5 de noviembre de 1608, tuvieron que ser prestados por la Catedral8. El régimen de misas y de conmemoraciones litúrgicas en la capilla de la Universidad quedaba reglado por el título X de los Estatutos de 1607, Así, debían celebrarse con todo esplendor, «misa cantada, música y sermón, […] el día de la Anunciación de Nuestra Señora, y el de San Lucas, San Martín, Santa Catalina, y los días de los Cuatro Doctores de la Iglesia [san Ambrosio, san Agustín, san Gregorio y san
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Jerónimo]»9. Además de las dichas, también eran feriadas las festividades de santa Lucía y san Nicolás de Bari (Estatutos, título V )10. A lo que parece, la Encarnación de Nuestro Señor (25 de marzo) era una devoción muy querida del arzobispo de Sevilla porque, no conviene olvidarlo, la colegiata de Salas (consagrada en 1549) fue dedicada a este misterio, que figura representado en el cuerpo de gloria del retablo11. El día de san Lucas (18 de octubre) era el fin del periodo de vacaciones, el comienzo efectivo del curso escolar, cuando se comenzaba «a leer Súmulas» (compendio de los principios elementales de la lógica) y los lectores y catedráticos juraban «que leerán lo que les toca bien y fiel y diligentemente, haciendo aquello que vieren y entendieren ser, para más provecho de los estudiantes y descargo de sus conciencias» 12 (Estatutos, títulos IV, V y VII) . Y el de san Martín de Tours (11 de noviembre) de cada año, el previsto en los Estatutos para la elección del rector (título I)13. La celebración de santa Catalina de Alejandría (25 de noviembre), como patrona de la Universidad (véase más abajo), es la única que perdura14. Por Fermín Canella, que manejó la documentación original (hoy, desaparecida), sabemos que la recepción del retablo fue peritada por el arquitecto trasmerano Domingo de Mortera († Oviedo, 1608), maestro de las obras de la Universidad. Mortera denunció varias faltas en la obra, pese a lo cual, Juan Ducete percibió la crecida suma de 25.504 reales15. El vistoso y original diseño arquitectónico del retablo universitario (debido, con toda probabilidad, al mismo Ducete) respondía al modelo de retablo-fachada, así denominado por recordar un frontispicio. Este tipo fue muy usual en España a lo largo del último tercio del siglo XVI, momento de arraigo del estilo manierista y de alguna de sus versiones patrias, como el romanismo. Pero este estilo y modelo ya se hallaban en franco retroceso en Castilla a partir de la última década del siglo XVI, siendo suplantados por el clasicismo y su muestra más perfecta: el retablo reticulado y de órdenes superpuestos de la basílica de San Lorenzo de El Escorial (1579-1589), obra del arquitecto Juan de Herrera (1530-1597). El alzado del retablo universitario se adaptaba perfectamente a la estructura de la capilla, pues el entablamento del altar coincidía con el del propio recinto, y el módulo de las columnas, con la altura de la pared. Era un retablo de cuerpo único, de cuadrada geometría (de unos 4,30 m de lado), conformado por dos columnas corintias exentas, de orden gigante, erigidas sobre un zócalo, que comprendían tres calles y dos pisos: la central, más ancha, tenía el aspecto de una portada dístila, asimismo de orden corintio, con amplio vano central en arco de medio punto y frontón, donde se ubicaba el cuerpo de gloria. Las dos calles laterales (en un plano ligeramente retrasado) mostraban sendas hornacinas superpuestas, con frentes empilastrados: adinteladas y rematadas en frontón, las de abajo, y en medio punto, las de arriba. Por último, sobre la cornisa general, a plomo de la calle central y visiblemente retranqueado, se localizaba un ático de sencillo diseño y retorcidos aletones. La capilla de la Universidad está consagrada a san Gregorio Magno, por cuyo motivo el cuerpo de gloria del retablo mostraba un relieve con el popular pasaje de la Misa de san Gregorio, un tema eucarístico con mucha resonancia en la época de la Contrarreforma, pues zanjaba, por vía de un milagro obrado en la persona de un pontífice, cualquier duda sobre la certidumbre de la transubstanciación del cuerpo y la sangre de Jesucristo en la eucaristía. Gregorio I (h. 540-604), uno de los cuatro Padres de la Iglesia Latina, fue papa entre 590 y 604. Reformador de la Iglesia y de la liturgia, por su fama de sabio
Reconstrucción del retablo fundacional de la capilla universitaria, que incluye las piezas originales consevadas
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y elocuencia, fue venerado por patrono de los estudiosos. La devoción del arzobispo-fundador don Fernando de Valdés por san Gregorio ya contaba con un precedente: el Colegio de San Gregorio (o de los Pardos), en Oviedo (demolido en 1896), primera fundación docente del ilustre eclesiástico, cuyo establecimiento (1534) coincidió con la prelatura de Valdés en la diócesis de Oviedo (desde 1532 hasta 1539) y fue ensayo para el posterior de la Universidad. Pero Gregorio era también el nombre apostólico del sumo pontífice (Gregorio XIII, Ugo Buoncompagni, 1572-1585) que promulgó la bula de erección de la Universidad de Oviedo, el 15 de octubre de 1574. Relieves eran también todas las figuras del banco y representaban (de izquierda a derecha) a San Pedro apóstol (dado de la columna), San Lucas evangelista (banco), El Salvador (puerta del sagrario), San Juan evangelista (banco) y San Pablo (dado). En cambio, los nichos cobijaban estatuas de una vara de alto (84 cm), aproximadamente, con la parte dorsal ligeramente aplanada y sin policromar: Santa Catalina de Alejandría y San Francisco de Asís (calle lateral izquierda), y San Juan Bautista y San Antonio de Padua (ídem derecha). En el ático se mostraba el consabido Calvario (Cristo crucificado ¿que ya ha expirado?, la Dolorosa y San Juan), asimismo de bulto. Por último, pintadas en el frontal de la mesa del altar, lucían las armas del arzobispo-fundador. La presencia de la legendaria santa Catalina de Alejandría en este retablo responde al hecho de ser la patrona de la Universidad ovetense (lo fue también de otras, como La Sorbona de París) y de los estudiantes, y titular, asimismo, del Colegio de Huérfanas Recoletas, otra fundación testamentaria valdesiana de 1566, cuya sede estuvo contigua al edificio universitario. Pero la elección de la misma para este patronato también podría estar relacionada con la historia del propio linaje de Valdés. Se cuenta que el señor don Diego Menéndez de Valdés, apodado el Valiente († Oviedo, 1355), que vivió en la primera mitad del siglo XIV, y del que descienden todos los Valdés de Asturias, cuando peregrinó a Tierra Santa, visitó el convento de Santa Catalina, en el Monte Sinaí, donde se armó caballero, «y luego que volvió a España, añadió a sus armas la rueda de la santa y mandó fabricar la hermita de Santa Catalina, de la Atalaya, en Jixón»16. Esta rueda es la del martirio de la santa y, multiplicada por diez, es la que, en efecto, va por orla entre las tres barras del escudo17. La de san Francisco y san Antonio de Padua se justifica por hallarse las Escuelas dando frente a la calle de San Francisco e inmediatas al convento que la orden franciscana tenía en Oviedo. Y la de san Juan Bautista (iconografía que también se repite en el retablo de la colegiata de Salas), por ser el santo de la onomástica del padre del arzobispo18. En fin, ya se ha visto como los Estatutos viejos, los de 1607, santificaban a san Lucas, en cuyo día daba comienzo el curso escolar. Probablemente, todo el retablo fue vuelto a policromar en 1789, a raíz de la concesión de indulgencia plenaria para las misas celebradas en esta capilla, por cuyo motivo se sustituyó el «friso de pintura de pincel de la cornissa principal» por la inscripción «ALTAR DE PRIVILEGIO PERPETUO. AÑO DE 1789», y se eliminaron los frisos de «brutescos» (o grutescos) de 1606. Sería también entonces cuando se extendió una homogénea capa de colores planos a las estatuas, que la restauración de 1989-1990 eliminó, volviendo a sacar el estofado original19.
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La Génesis
Bibliografía ALFONSO DE CARBALLO, Luis (S. I.), Linajes asturianos [escritos a comienzos del siglo XVII], Edición preparada por José María Patac de las Traviesas, «Monumenta Histórica Asturiensia, XX», Gijón, 1987. ALVARADO ALBÓ, Francisco, Crónica del III Centenario de la Universidad (1608-1908), Barcelona, Oliva de Vilanova, impresor, 1925. AVILÉS, Tirso de (presb.), Armas y linajes de Asturias y Antigüedades del Principado [ms. de h. 1585], Introducción de Martín Andreu Valdés-Solís. Edición y notas de Marcos G. Martínez, Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, 1956. CAMPO SANTOS, María Teresa del; QUIJADA ESPINA, Ana y VÁZQUEZ-CANÓNICO COSTALES, Sara, Patrimonio artístico de la Universidad, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1990. CANELLA SECADES, Fermín, El libro de Oviedo. Guía de la ciudad y su concejo, Oviedo, Imprenta de Vicente Brid, 1887 (hay diferentes reeds. facsimilares modernas). – Historia de la Universidad de Oviedo y noticias de los establecimientos de enseñanza de su distrito, (2ª ed. reformada y ampliada), Oviedo, Imprenta de Flórez, Gusano y Compañía, 1903-1904 (hay reed. facsimilar, con un «Prólogo» de Santiago Melón Fernández: Oviedo, Universidad de Oviedo, 1985). GONZÁLEZ SANTOS, Javier, «El Taller de Toro en Asturias (obras y documentos del escultor Juan Ducete Díez)», Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, LV, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1989, pp. 411-430. – «Escultura del siglo XVI», en JAVIER BARÓN THAIDIGSMANN (dir.), El arte en Asturias a través de sus obras, Oviedo, Editorial Prensa Asturiana, S. A., 1996, pp. 517-532. – Los comienzos de la escultura naturalista en Asturias (1575-1625). El legado artístico del arzobispo Valdés Salas y el escultor toresano Juan Ducete Díez, Oviedo, Servicio de Publicaciones del Principado de Asturias, 1997. QUIJADA ESPINA, Ana; RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, Ramón y VÁZQUEZ-CANÓNICO COSTALES, Sara, Bienes Culturales de la Universidad de Oviedo, Oviedo, 2004. RISCO, Manuel (O. S. A.), España Sagrada. Tomo XXXVIIII. De la Iglesia exenta de Oviedo desde el medio del siglo XIV hasta fines del siglo XVIII. Historia de la fundación del Principado de Asturias, etc., Madrid, Oficina de la viuda e hijo de Marín, MDCCXCV [1795]. VASALLO TORANZO, Luis, Sebastián Ducete y Esteban de Rueda: escultores entre el Manierismo y el Barroco, Zamora, Instituto de Estudios Zamoranos «Florián de Ocampo», 2004.
Siglas ACO: Archivo de la Catedral de Oviedo. AHA: Archivo Histórico de Asturias (Oviedo).
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Notas 1. F. CANELLA SECADES, El libro de Oviedo. Guía de la ciudad y su concejo, Oviedo, Imprenta de Vicente Brid, 1887, p. 244, e Historia de la Universidad de Oviedo y noticias de los establecimientos de enseñanza de su distrito, (2ª ed. reformada y ampliada), Oviedo, Imprenta de Flórez, Gusano y Compañía, 1903-1904 (hay reed. facsimilar, con un «Prólogo» de Santiago Melón Fernández: Oviedo, Universidad de Oviedo, 1985), p. 280. 2. F. ALVARADO ALBÓ, Crónica del III Centenario de la Universidad (1608-1908), Barcelona, Oliva de Vilanova, impresor, 1925, lám. XXX. 3. L. VASALLO TORANZO, Sebastián Ducete y Esteban de Rueda: escultores entre el Manierismo y el Barroco, Zamora, Instituto de Estudios Zamoranos «Florián de Ocampo», 2004, pp. 46-69 y pássim. 4. J. GONZÁLEZ SANTOS, Los comienzos de la escultura naturalista en Asturias (1575-1625). El legado artístico del arzobispo Valdés Salas y el escultor toresano Juan Ducete Díez, Oviedo, Servicio de Publicaciones del Principado de Asturias, 1997, pp.1344 y pássim. 5. M. RISCO (O. S. A.), España Sagrada. Tomo XXXVIIII. De la Iglesia exenta de Oviedo desde el medio del siglo XIV hasta fines del siglo XVIII. Historia de la fundación del Principado de Asturias, etc., Madrid, Oficina de la viuda e hijo de Marín, MDCCXCV [1795], pp. 141-143; J. GONZÁLEZ SANTOS, Op. cit., pp. 48, 91, 97-100 y 134-137. 6. AHA: caja 7004, ff. 315-318. 7. ACO: Acuerdos capitulares, 21, f. 403v. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 49, nota 1, 612 y 641-642. 8. ACO: Ibídem, y f. 405v. F. CANELLA SECADES, Ibídem, pp. 50, nota 3, y 612. 9. F. CANELLA SECADES, Ibídem, pp. 637-638, y comentario en pp. 155-156. 10. Ibídem, p. 630. 11. J. GONZÁLEZ SANTOS, Op. cit., p. 63. 12. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 163, 629 y 632. 13. Ibídem, pp. 160-161 y 621-622. 14. Ibídem, p. 155. 15. F. CANELLA SECADES, El libro…, p. 244, e Historia…, 1904, p. 280. 16. L. A. DE CARBALLO (S. I.), Linajes asturianos [escritos a comienzos del siglo XVII]. Edición preparada por José María Patac de las Traviesas, «Monumenta Histórica Asturiensia, XX», Gijón, 1987, p. 57. 17. T. DE AVILÉS (presb.), Armas y linajes de Asturias y antigüedades del Principado [ms. de h. 1585], Introducción de Martín Andreu Valdés-Solís. Edición y notas de Marcos G. Martínez, Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, 1956, pp. 104-105. 18. J. GONZÁLEZ SANTOS, Op. cit., p. 63. 19. J. GONZÁLEZ SANTOS, «El Taller de Toro en Asturias (obras y documentos del escultor Juan Ducete Díez)», Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, LV, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1989, p. 426, nota 50, y Los comienzos..., p. 90.
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La Génesis
FICHAS
I. El Colegio de San Gregorio: anticipo de la Universidad
III. El inicio: la creación legal de la Universidad
1645, mayo, 15, Madrid Expediente de aspirante a una beca del Colegio de San Gregorio Colección particular
1642, noviembre, 21 Testamento del arzobispo D. Fernando Valdés Salas. Traslado Archivo Municipal de Oviedo. Signatura C-8
1650 Expediente de aspirante a una beca del Colegio de San Gregorio Colección particular
1611, octubre, 7 Copia notarial. Provisión Real, Cédula Real y Litterae Pontificiae [1609-1610] Universidad de Salamanca. Archivos y Bibliotecas. AUSA 104/22
1561 Carta de Fernando de Valdés al Cabildo Catedralicio sobre el Colegio de San Gregorio. Libro de Acuerdos Capitulares. Nº 9. Libro 26 de enero de 1558 a 23 de diciembre de 1562 Archivo de la Catedral de Oviedo [ca. 1890] [Primitivo Colegio de San Gregorio]. Fotografía Universidad de Oviedo
II. Los personajes de la fundación Montaje audiovisual sobre personajes relacionados con la fundación. Véase DVD.
IV. El impulso institucional 1600, marzo, 9 Súplica a S. M. y Señores del Consejo para que pongan en marcha la Universidad. Libro de actas de Juntas y Diputaciones de la Junta General del Principado desde el 19 de diciembre de 1594 hasta el 13 de marzo de 1630 Archivo Histórico de Asturias. Fondo de la Junta General del Principado 1583 Carta de la Ciudad a un ilustrísimo señor encareciéndole el tema de la Universidad. Libro de Poderes e Instrucciones dados por la ciudad de Oviedo a sus Comisionados en Madrid y Valladolid. Años 1569 a 1606 Archivo Municipal de Oviedo. Signatura C- 10
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V.1. La enseñanza en las cuatro facultades Statutos de la Universidad de Oviedo / [redactados por] Alonso Núñez de Bohórquez y Juan González de Tejada. – Madrid, 1607. – 24 fol. : papel ; 30 cm Letra humanística redonda cursiva Filigranas: escudo con una H en su interior y filigrana en forma de mano Perteneció a la biblioteca de D. Roque Pidal Con glosas marginales de mano de su dueño Lope Suárez Biblioteca de la Universidad de Oviedo Las Siete Partidas del Sabio Rey don Alonso el Nono / nueuamente glosadas por el Licenciado Gregorio Lopez... ; con su repertorio muy copioso, assi del testo como de la glosa. – En Salamanca : en casa de Andrea de Portonarijs... , 1565. – 8 t. en 3 v. ; Fol. (40 cm) 8 t. en 3 v., cada t. con port. y fol. propias Biblioteca de la Universidad de Oviedo
V.2. La enseñanza en las cuatro facultades Decretales D. Gregorii Papae IX : suae integritati vna cum glossis restitutae, ad exemplar Romanum diligenter recognitae. – Augustae Taurinorum : [Ant. Blanc. Comensis], 1588 16, [30] p., col. 1-1688, [2] h., col. 1689-2180, 47 p., [2] h. : il. (madera) ; Fol. (45 cm) Sign. [ ]2, [cruz latina]8, *-2**8, A-Z8, 2A-2Z8, 3A-3E8, 3G10, 3H-3X8, 3y9, [cruz latina]2[cruz latina]8, 3[cruz latina]10. – Marca tip. en port. – Grab. xil. en v. de [ ]2 que representa al Papa confirmando las Decretales y rodeado de personajes bíblicos y Santos Padres. – En h. 3G7r. y 3G8r. grab. xil. “Arbor Consanguinitatis” y “Arbor Affinitatis”. – Erratas en la numeración de las col. y en las sign.: col. 641 por 639 y sign.
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[cruz latina]4 por *4. – Marca tip. xil. en la port. – Port. a dos tintas, roja y n. – Índice. – Inic. orladas xil. – Reclamos. – Apostillas. – Texto enmarcado por comentarios. – L. rom. e itálica Biblioteca de la Universidad de Oviedo PTOLOMEO, Claudio Geographia Cl. Ptolemaei Alexandrini / olim a Bilibaldo Pirckheimherio tr’aslata, at nunc multis codicibus graecis collata, pluribusque in locis ad pristinam ueritaten redacta a Iosepho Moletio... ; addita sunt in primun & septimum librum amplissima eiusdem comentaría... atque nominibus antiquis regionum, ciuitatum, oppidorum, montium, syluarum, fluuiorum, lacuun, caeterorumque locorum, apposita sunt recentiora... – Venetiis : apud Vincentium Valgrisium, 1562 [7], 112, 286, [2] p. en bl., [64] h. de map. pleg., [63] p. : il. ; 4° Biblioteca de la Universidad de Oviedo Tomás de Aquino, Santo Quaestiones disputatae S. Thomae Aquinatis... De potentia Dei, De malo, De spiritualibus creaturis, De anima, De daemonibus, De angelis, De veritate, et pluribus aliis quaestionibus, vt in tabula continetur... – Lugduni : apud Sebastianum de Honoratis, 1557 [4], 224, 162 h. ; 8º (34 cm) Biblioteca de la Universidad de Oviedo Corpus Iuris Civilis, in IV. partes distinctum / eruditissimis Dionysii Gothofredi clarissimi notis illustratum... – Lugduni : Sumptibus Philippi Borde & Laurentii Arnaud, 1662 [62] p., 2008 col. ; 8º (24 cm) Índice. – Port. a dos tintas ; esc. en port. Biblioteca de la Universidad de Oviedo
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VI.1. La vida universitaria Mazas del ceremonial académico (copia de las desaparecidas en 1934) ca. 1940 Universidad de Oviedo Antonio Martínez Anaya. Imposición del birrete a un Doctor S.f. Copia de un original del siglo XVII 110x200 cm Patrimonio Artístico de la Universidad Complutense Universidad Complutense de Madrid Bandeja, candelabro y escribanía de plata utilizados tradicionalmente en las ceremonias académicas S.f. Universidad de Oviedo Caja-urna para votaciones. Real Colegio de Farmacia de San Fernando Siglo XIX 11x19x11 cm Museo de la Farmacia Hispana. Facultad de Farmacia Universidad Complutense de Madrid Toga, birrete y muceta propios de la indumentaria académica Principios del siglo XX Colección particular Anónimo Estudiante Siglo XVIII 116x53x45 cm Museo de la Universidad de Salamanca Universidad de Salamanca
Colegio de Niñas Huérfanas Recoletas de Oviedo Estatutos y reglamento del Colegio de Niñas Huérfanas Recoletas de Oviedo, fundado por el Arzobispo de Sevilla D. Fernando Valdés y Salas y constituido bajo el patronato y protección de la Universidad. – Oviedo : Imprenta de Vicente Brid, 1884 47 p. ; 21 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo [ca. 1890] [Primitivo edificio del Colegio de Recoletas]. Fotografía Real Instituto de Estudios Asturianos 1661, febrero, 5, Madrid Traslado de ejecutoria por la que se mandó se hiciesen buenos a la Universidad de Oviedo 150.000 maravedíes para el sustento de las niñas huérfanas de dicha ciudad España. Ministerio de Cultura. Archivo General de Simancas. CME, 265,5 1654, noviembre, 7, Madrid Nombramiento de Administrador para el Colegio de San Gregorio otorgado por D.ª Francisca de Valdés Osorio, en protocolo del escribano Juan Álvarez de Corés (Oviedo) Archivo Histórico de Asturias. Fondo Notariado de Asturias. Distrito de Oviedo, Caja, 7291, fol. 441 MELENDRERAS, José Ramón Carolina : novela de antiguas costumbres estudiantiles ovetenses / por Jose Ramon Melendreras. – [Oviedo] : [s.n.], [1866] 320 p. ; 21 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo
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VI.2. La vida universitaria
VII. Reconstrucción del retablo fundacional
1614, diciembre, 9 – 1615, mayo, 15 Pleito de Fray Alonso de Vera, catedrático de la cátedra de Santo Tomé de la Universidad de Oviedo, abad electo del monasterio de San Benito el Real, Orden de San Benito de Valladolid, contra el rector y claustro de la Universidad de Oviedo y Juan Menéndez de la Cotariella, canónigo Magistral de la catedral de Oviedo, sobre la posesión de la cátedra que ocupa el demandante, y cuya vacante ha decretado el rector de dicha universidad, al haber sido elegido aquél abad del monasterio de San Benito el Real de Valladolid España. Ministerio de Cultura. Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. PL. CIVILES. QUEVEDO (F) Caja 1665.0004
Recreación del retablo fundacional de la Universidad de Oviedo que incluye las tallas originales conservadas por la institución: Santa Catalina, Máter Dolorosa y el Crucificado, así como la escena central, Misa de San Gregorio. Juan Ducete Díez 1606 Universidad de Oviedo
1618, octubre, 18 – 1631, enero, 2 Libro de exámenes mayores de Gramática Latina Universidad de Salamanca. Archivos y Bibliotecas. AUSA, 550 1596 Expediente de limpieza de sangre del Deán Juan Asiego. Pruebas de genealogía y limpieza de sangre. Tomo IV, 9 Archivo de la Catedral de Oviedo
Arca de los dineros del siglo XVI Siglo XVI 57x117x54 cm Patrimonio Artístico de la Universidad Complutense Universidad Complutense de Madrid
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VIII. El edificio 1584, enero, 18 – 1584, octubre, 9 Pleito de los testamentarios de Fernando Valdés, arzobispo de Sevilla, contra Juan de Rivero y los demás fiadores de Rodrigo Gil, maestro de cantería, en quien se remató la obra de las escuelas de la ciudad de Oviedo (Asturias), y Diego Vélez, maestro de cantería, aparejador y oficial mayor de dichas obras, sobre exigir la finalización de las obras en curso bajo las condiciones y precio concertados España. Ministerio de Cultura. Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. PL. CIVILES CEBALLOS ESCALERA (F) 1329.0005 José Legazpi Planos de las plantas baja y alta y fachadas exteriores e interiores que recogen las estipulaciones del arquitecto Gil de Hontañón para la construcción del edificio de la Universidad de Oviedo, según la memoria descriptiva contenida en el documento anterior 2008 Universidad de Oviedo
La Génesis
AMBIENTACIÓN MUSICAL JOSÉ ANTONIO GÓMEZ RODRÍGUEZ Departamento de Historia del Arte y Musicología. Universidad de Oviedo
CAPILLA 1. RAMÓN PRADA (-). Diferencias sobre ‹Gaudeamus Igitur ›. Ramón Prada, órgano. 2. ALFONSO X EL SABIO (1221-1284). Cantigas de Santa María: Instrumental (CSM 123). La Capella Reial de Catalunya. Hespèrion XX, dir. Jordi Savall. 3. CLAUDIO MONTEVERDI (1567-1643). Vespro della Beata Vergine: Pulcra est. Emma Kirkby, soprano - Taverner Consort - Taverner Players - Taverner Choir, dir. Andrew Parrot. 4. GIUSEPPE TORELLI (1658-1709). Concierto en Re mayor: Allegro (Etienne Roger 188). St. James’s Baroque Players, dir. Ivor Bolton. 5. MARIN MARAIS (1656-1728). La sonnerie de Sainte Geneviève du Mont à Paris, para violín, viola da gamba y bajo continuo. S. Kuijken (violín), W. Kuijken (viola) y G. Leonhardt (clave). 6. JOAN CABANILLES (1644-1712). Batalla Imperial (J. C. Kerll). Hespèrion XX, dir. Jordi Savall. 7. MARC-ANTOINE CHARPENTIER (1643-1704). Canticum ad Beatam Virginem Mariam: Stabat mater pour des religieuses (H. 15). M. Figueras, soprano - Le Concert des Nations, dir. Jordi Savall. 8. JOHANN GOTTLIEB GRAUN (1702-1771). Concerto per la viola da gamba en La mayor. Vittorio Ghielmi, viola da gamba - Wiener Akademie, dir. Martin Haselböck.
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DE LA ILUSTRACIÓN A LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
De la Ilustración a la Guerra de la Independencia
EL MOVIMIENTO ILUSTRADO EN LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO SANTOS M. CORONAS GONZÁLEZ Universidad de Oviedo
En 1784 contestaba Kant a la pregunta ¿Qué es la Ilustración? con una reflexión sobre el uso libre de la razón que había emancipado al hombre de la tutela de antiguas creencias. Esa razón, la misma que en el Renacimiento desarrollara un espíritu humanista enfrentado al teológico medieval, se convirtió en la base de una nueva cultura forjada en la baja Modernidad a partir de una revolución metodológica que transformó el conocimiento humano haciéndolo crítico y experimental. Este nuevo método empírico hecho de orden y precisión, nacido del pensamiento matemático y geométrico del siglo XVII, fue puesto por último al servicio de las ciencias del hombre y de la naturaleza. A fines del siglo XVII, la física newtoniana, partiendo de hechos probados, fijaba las leyes de la naturaleza superando el racionalismo abstracto cartesiano; por la misma época, John Locke redactaba en sendos tratados un nuevo código de política moderna y de entendimiento humano con sus virtudes de tolerancia, beneficencia y humanidad; y en las universidades alemanas de Heidelberg, Halle o Gotingen autores como Pufendorf, Wolf, Thomasius o Heineccius, aplicando la sola razón al conocimiento del derecho natural acabaron por desligar la ley humana de la divina. Y todavía en el campo de la historia, los benedictinos de Saint Maur y Saint Vainne o los jesuitas de la comunidad de Amberes harían nacer la historia crítica y documental, que encuentra en la obra de Jean Mabillon De re diplomatica libri VI (1681) el título adecuado para una nueva ciencia histórica. La razón, convertida en alma de la nueva cultura, se hizo crítica y universal, enfrentándose a una concepción del mundo profundamente marcada por más de mil años de cristianismo. Como si de una onda laica del espíritu libertario de la Reforma se tratase, esta razón, como apuntara Leibniz, proviene de un norte germánico capaz de adoctrinar a un mundo latino que apenas trasmite otra luz que la tenue de la tradición. De ella nacería una nueva civilización que por oposición a una presunta oscuridad anterior, similar a la noche gótica o medieval de los renacentistas, se conoce en todas partes con el nombre de Ilustración o Luces: les Lumières, I Lumi, Die Aufklerung, the Enlightement, As Luzes... En el constante peregrinar de Minerva sobre la tierra, la luz se ha posado en Europa: “En saliendo de Europa todo se nos figura barbarie”, dirá Feijoo, y así, más como un espacio cultural que geográfico concreto, será concebida por los ilustrados españoles. Dentro del espacio que delimita la vieja cristiandad europea, España se presenta a fines del siglo XVII como un reducto especialmente arcaizante de la cultura tradicional. Bastión de la Contrarreforma, ha sabido mantener el calor de su compleja estructura monárquico-señorial, religiosa e inquisitorial, una concepción del hombre y del mundo estrechamente vinculada al pensamiento teológico medieval. Contra su significación histórico-cultural, política y religiosa, tan opuesta a la ensalzada de la Isla feliz, Inglaterra, se alzan por entonces las voces de los nuevos filósofos nacionales y extranjeros. Así, en la correspondencia de Mayans y Martí menudean las referencias a la España bárbara e inculta, al tiempo
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tradición de futuro
que se cobra conciencia del apartamiento de esa revolución científica que ha tenido lugar en la Europa del siglo XVII: “Que es lastimosa y aún vergonzosa cosa que, como si fuéramos indios, hayamos de ser los últimos de recibir las noticias y luces propias que ya están esparcidas por Europa”, dirá en 1687 Juan de Cabriada en su Carta filosófica médico-chymica. Un mismo sentimiento de desdén hacia esa España visiblemente decadente, pero sin el afán regeneracionista de los novatores valencianos, sería expresado con toda crudeza por los ilustrados franceses, desde Montesquieu a Masson de Morvilliers, ese oscuro publicista que con su pregunta directa e ignorante sobre el haber de España en Europa logró sacudir como ningún otro la conciencia nacional. Así, en una época de crisis de los valores que durante siglos informaron la vida nacional, se hace necesaria una nueva mentalidad que, superando la divagación sensitiva sobre sus causas, se encare críticamente con la realidad. Esta transformación se la impuso Feijoo como misión. En su papel de regenerador de la vida intelectual española repite una y otra vez sus dos más importantes lecciones: la experimentación en las ciencias y el espíritu crítico en los asunTheatro crítico universal. Benito Jerónimo Feijoo. tos intelectuales, de tal modo que si hasta entonces la 1726-1740. Universidad de Oviedo palabra ingenio había servido para representar nuestra cultura barroca, será a partir de ahora el término “crítica” el que defina la nueva cultura de las luces a la que Feijoo sirve. A este movimiento ilustrado no fue ajena la Universidad de Oviedo, que vivió una etapa de esperanzada significación intelectual e institucional por obra de Feijoo, Campomanes y Jovellanos, representantes de las grandes generaciones del siglo XVIII. A manera de un claroscuro barroco de muerte y vida, el siglo XVIII comienza en Asturias, como en el resto de los territorios de la monarquía universal hispánica, con el sentimiento oficial por la muerte del último rey de la casa de Austria, Carlos II, y con la proclamación, animada y brillante, de Felipe, duque de Anjou, de la casa de Borbón. El 16 de diciembre de 1700 los alféreces mayores de la Ciudad y del Principado levantaron estandartes por el nuevo rey en la plaza de la Fortaleza de Oviedo, en medio de las salvas y el batir de banderas de dos compañías de arcabuceros. Atrás parecían quedar los desastres de una época vinculados a una dinastía que se extingue con el siglo; al frente brillaba la esperanza de otra nueva capaz de aportar modernidad y progreso. En Asturias, estos conceptos pasaban por el arreglo de una situación de injusticia largamente denunciada por concejos y particulares del país, de memoriales, pleitos y representaciones, nacida de los inveterados abusos y usurpaciones de los poderosos, laicos y eclesiásticos, que, como se recalca ahora
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De la Ilustración a la Guerra de la Independencia
oportunamente, alcanzaba incluso al patrimonio y mayorazgo regio. La Asturias que enmarca institucionalmente la nueva Audiencia del Principado (real cédula de 30 de julio de 1717) era asimismo la Asturias de Feijoo, Casal y Navia Osorio, luces de una nueva cultura ilustrada, humanista y científica, que comienza a brillar por entonces junto al viejo saber popular. En 1709 llega a Oviedo fray Benito Jerónimo Feijoo como lector del monasterio de San Vicente. La ciudad, con poco más de seis mil habitantes, la mitad de los cuales son hidalgos y religiosos, conserva aún, a falta de las construcciones civiles del siglo, su impronta medieval de ciudad levítica formada a la sombra de la Catedral. En ella y a pesar de su escasa cultura libraría1, encontraría Feijoo el sosiego adecuado para componer su magna obra, debeladora de falsas creencias, prejuicios e ignorancia. Con erudición y buen juicio, servido por un estilo “inigualable” y que el mismo define “como lo contrario de artificio, esto es, la naturalidad, la abertura de ánimo, la sinceridad, el candor”, inicia en su madurez una obra debeladora de falsas creencias, prejuicios e ignorancia, que en pocos años, los que van desde la aparición del primer tomo de su Teatro Crítico Universal (1726-1740) hasta la última de sus Cartas eruditas y curiosas (1742-1760), modificará el panorama cultural español. Gracias a su esforzada labor, este panorama se ofrece distinto cuando Luzán, Sarmiento, Torres, Mayans, Flórez o Isla, esta primera generación de hombres dieciochescos, se asoma a los campos del saber. En todos había dejado Feijoo su impronta; también en el histórico y en el jurídico. “I sin embargo de ser la jurisprudencia facultad casi del todo forastera a mi conocimiento”, como indica en carta a Mayans, dejó dispersa en su obra algunas reflexiones sobre el ideal de justicia, que encarna en un juez honesto e íntegro, como en La balanza de Astrea2, o sobre el derecho, especialmente en su rama penal, para el que predica la necesaria dureza y ejemplaridad de la pena, defendiendo frente al padre Sarmiento y en el alba ya de un derecho penal humanitario, las penas de muerte y de galeras, en línea de severidad que entronca con el espíritu más rigorista de la tradición escolástica española. Su medio siglo de vida ovetense, llena de experiencia monacal, universitaria o simplemente humana, se transparenta en ocasiones en su propia obra escrita, la cual aparece así más unida a la ciudad que la vio nacer. Por ello, a pesar de su enraizamiento sentimental con el monasterio de su profesión monástica, Samos, al que deja todos sus manuscritos, libros, muebles e instrumentos de física y geografía, a Oviedo legaría, como desCartas eruditas y curiosas. Benito Jerónimo Feijoo. taca Townsend en 1786, parte de su inmarcesible 1742-1751. Universidad de Oviedo gloria literaria.
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A pesar de su importancia, no era la suya la única semilla de Ilustración que por entonces podía fructificar en Asturias. García Casal, el “estimadísimo amigo” con quien compartía un mismo interés por la experimentación científica, médica y naturista, había dejado redactada como testimonio de su larga estancia en Oviedo (1719-1750) una descripción físico-natural y médica del Principado, convertida desde su publicación, en 1762, en punto de referencia obligado para todo aquel que quisiera conocer objetivamente Asturias. En una misma línea científica, se movían Pedro de Peón Duque de Estrada, asiduo de la tertulia de Feijoo, que posiblemente influyó en la vocación naturalista de su sobrino político, el V conde de Toreno, o el sabio boticario del convento de los jesuitas de Oviedo, el P. Esteban López, “hombre peritísimo en las ciencias físicas y naturales”, a juicio del propio Casal. Desde una perspectiva distinta, más enciclopédica, el III marqués de Santa Cruz de Marcenado, don Alvaro de Navia Osorio (1684-1732) proyectó en el ambiente cultural de Turín, adonde le llevara su carrera militar y en donde publicó diez volúmenes de su magno tratado de deontología militar, la redacción de un Diccionario universal que, ante los reparos de la recién creada Academia Carta del padre Feijoo al padre Sarmiento. 1739. ARMSP de la Lengua Española, hubo de reducir, primero, a un diccionario particular por materias y, más tarde, a una simple compilación de los diccionarios existentes, sin que ninguno de sus proyectos se llevara a cabo. De este empeño cultural contenido en sus Reflexiones militares, que el propio marqués se preocupó de difundir en Oviedo, solicitando de su primo Pedro Peón el aviso de los “puntos principales de la crítica verbal que sin duda se les hará debaxo de los pórticos de la plaza”, debió quedar huella en su rica biblioteca y aun en su “grande” arca de manuscritos, que viera en Asturias y en poder de su nieto el magistral Carlos González Posada, autor de una hermosa semblanza suya3. Entre ellos figuraría su Historia de los tratados firmados por España en la época moderna, obra anunciada ya en su Rapsodia económica4, cuyo precursor ideario sobre el comercio indiano le granjearía un puesto de honor entre los economistas españoles de la primera mitad del siglo XVIII. En este Oviedo de la cultura crítica y experimental, de la ciencia útil, un regente ilustrado de su Audiencia, Isidoro Gil de Jaz (1749-1755)5, promueve la reforma de la beneficencia pública en la región con la fundación de un Hospicio General del Principado, hospital real de expósitos, huérfanos y desamparados que serviría de modelo a la nueva política gubernamental de asistencia y
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Carta del padre Feijoo al padre Sarmiento. 1742. ARMSP
fomento social. Él mismo nos cuenta en el extenso prólogo historial de sus Ordenanzas de 1752 cómo la idea de reunir en un mismo establecimiento a los que la vida había unido con un lazo común de abandono y pobreza le provino de la lectura reflexiva de cierta doctrina económica (Navarrete, Uztariz), al tiempo que de la legislación social de los siglos XVII y XVIII (en especial, los autos de la Junta de Reformación de tiempos de Felipe III y pragmática subsiguientes)6. No fue por entonces la única iniciativa notable de la Audiencia. En 1736, el entonces regente Juan Luis López, marqués del Risco, el notable historiador de las instituciones aragonesas, proyecta la construcción en Oviedo de una casa de galeras para la corrección de mujeres de mala vida (institución creada a principios del siglo XVII a propuesta de la madre Magdalena de San Jerónimo), que llevaría finalmente a ejecución el notable prelado Agustín González Pisador (1760-1791), dotándola y manteniéndola a sus expensas, tal vez impelido por la grave denuncia de incontinencia regional que describiera en su informe de 1780 el fiscal de la Audiencia. Mientras tanto, fuera de Asturias, en la villa y corte madrileña de mediados de siglo, comenzaba a brillar con fuerza la potente personalidad de un obscuro manteíta de origen asturiano: Pedro Rodríguez
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Campomanes (1723-1802), llamado a promover desde postulados regalistas la reforma ilustrada de la España de Carlos III. Este hombre excepcional, de profunda raíz asturiana, ejercería desde su alto destino político y cultural una generosa tutela académica y profesional sobre esa nueva generación de asturianos que han nacido ya bajo bajo el signo de la reforma: Jovellanos, González Posada, Martínez Marina, Pérez Villamil, Díaz de Miranda, Rubín de Celis, Álvarez Caballero, Menéndez de Luarca… Con él, esa Asturias culta que ha venido girando en torno al magisterio de Feijoo, tan venerado por él mismo, recibe un nuevo impulso desde su propio saber enciclopédico. Así, promueve en el Principado los estudios humanísticos y helenísticos, base de su propio prestigio intelectual; igualmente, la compilación documental, como paso previo a la reconstrucción crítica de su historia; el conocimiento de la economía política a partir de su propia obra de síntesis de la doctrina anterior y de su pensamiento original, basado en la interpretación del liberalismo económico inglés; y, siguiendo su ejemplo, el estudio y la aplicación efectiva del Derecho patrio, en su doble esfera secular y canónica, frente al romanismo jurídico predominante en universidades y tribunales, y aun promoviendo algunas traducciones que difundieron el espíritu general de la Ilustración. Pero al tiempo y como una onda lejana de ese movimiento de reforma que se propaga desde la corte por el fiscal del Consejo y los ministros ilustrados, tiene lugar en Asturias un fenómeno de renovación que alcanza algunas de sus principales instituciones: Iglesia, Universidad y Junta General, además de suscitar la aparición de nuevas instituciones como la Sociedad Económica de Amigos de País, la Academia de Derecho o el Colegio de Abogados, nacidas al calor de aquella reforma fundamental. La Iglesia fue una de las primeras en reformarse, acogiendo el nuevo espíritu regalista que inspiraba las relaciones de la monarquía con la Santa Sede. Al comienzo del largo obispado de González Pisador (1760-1791), la real cédula de 19 de febrero de 1769 previno la pronta celebración de un sínodo en la diócesis ovetense que debía guardar, en relación con la disciplina externa del clero, las regalías de la Corona y los derechos de los particulares, así como la legislación del reino y lo pactado con Roma en los últimos concordatos de 1737 y 1753. Para velar por ello se ordenó asistir “en calidad de delegados regios o bien sea en el concepto de oradores comisionados de S. M. y del pueblo, para autorizar en aquel congreso la regalía el derecho del pueblo” al fiscal de la Audiencia y al procurador general del Principado, que, conforme al dictamen de Campomanes, se sentarían inmediatos al obispo, “a una y otra mano”. Con estilo llanamente pastoral, que refuerza el elenco de fuentes eclesiásticas utilizadas, presentó el obispo González Pisador al deán y cabildo de la Catedral de Oviedo, clero y fieles de su diócesis, estas constituciones, resultado de un sínodo provincial que no había vuelto a reunirse desde 1609, a pesar de la doctrina de Trento favorable a su congregación por considerarlos remedios muy eficaces contra la secularización y la corrupción de las costumbres. En este sentido, pudo limitar la finalidad de su observancia al fomento de la paz, la piedad y la inocencia, virtudes no del todo compartidas por el deán, cabildo catedralicio y diputados del clero, contrarios inicialmente a la aprobación de unas constituciones que reputaban perjudiciales a sus intereses7. Otra de las instituciones que por entonces experimenta los efectos renovadores de la política regalista e ilustrada del poder fue la Universidad. Si en 1733 hubo de solicitar nuevos arbitrios para poder subsistir, más tarde, en la segunda mitad del siglo, experimentará una notable mejoría que se manifiesta en la fundación de su Biblioteca (1770), sobre la base de su antigua librería ampliamente enriquecida por las adquisiones de Campomanes, comisionado por la Universidad para hacer efectivo el generoso legado del brigadier Lorenzo de Solís; asimismo, se percibe esta mejoría en la dotación de nuevas cátedras e,
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inserta en la reforma general universitaria del reinado de Carlos III, en la reforma de su plan de estudios de 1774. Por entonces, sintonizando con el espíritu ilustrado de sus doctores honoríficos, Campomanes (1770) y Jovellanos (1797), se promueve una corriente de innovación académica bien visible en la correspondencia de Álvarez Caballero con Campomanes o en la de los doctores Fernández Prado y San Miguel con Jovellanos8. La reforma de los estudios jurídicos con su secuela de afirmación del derecho real frente al común romano-canónico fue, junto con la fundación de Academias de Leyes y la creación del Colegio de Abogados, el hecho más significativo de la vida jurídica regional desde la instauración de la Real Audiencia. Conforme a los Estatutos viejos de la Universidad, de 1609, la enseñanza jurídica se centraba, tanto en la Facultad de Cánones como en la Leyes, en la lectura y comentario del derecho de la Recepción (Decretales, Decreto, Sexto y Clementinas en la de Cánones; Digesto, Código e Instituta, en la Leyes), como, por lo demás, ocurría en las restantes universidades del país. Las voces críticas que, desde finales de la época austriaca, venían denunciando la preterición del derecho real, patrio o español (como con cierta propiedad comienza a llamarse al derecho castellano tras los decretos unificadores de Felipe V [de 1707 a 1716] y aun la misma legislación borbóniPlan de estudios de 1774. 1777. Universidad de Oviedo ca que dispuso, por auto acordado del Consejo de 4 de diciembre de 1713 y 29 de mayo de 1741, la enseñanza conjunta de ambos Derechos a manera de legislación comparada) apenas habían logrado modificar este panorama tradicional, como revela un informe del claustro ovetense de 16 de octubre de 1767. No tardó, sin embargo, en producirse un cambio sustancial a partir de la audaz reforma de Olavide en la Universidad de Sevilla (1769), secundada con reticencias por algunas universidades mayores y menores del reino. Dentro de este movimiento movimiento de reforma que promueve la real orden de 28 de noviembre de 1770, y que se inserta entre las fechas capitales del desmantelamiento de la Universidad tradicional (1767, expulsión de los jesuitas-1777, reforma de los Colegios Mayores), se redactan por la Universidad de Oviedo unos Estatutos nuevos o novísimos sobre los ya aprobados de Alcalá, que, una vez revisados por el Consejo de Castilla, fueron sancionados el 12 de abril de 1774. A tenor de ellos, en la Facultad de Leyes se explicarían, en sendas cátedras de Instituciones Civiles, la Instituta justinianea y algunos títulos del Digesto, expresando la variación de la legislación real en las materias correspondientes (anti-
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nomias). Un paso más a favor del Derecho real se daba en las cátedras de Vísperas y Prima de Leyes: en la de Vísperas se explicarían las leyes de Toro con los comentarios de Antonio Gómez, si bien advirtiendo a los oyentes de las opiniones diferentes de los restantes glosadores de estas leyes; en la Prima, por su parte, se explicaría por espacio de una hora diaria en tres años los nueve libros de la Recopilación más los autos acordados y leyes añadidas, anotando sus variaciones con el Derecho romano. De este modo, los bachilleres cursantes darían razón de los títulos de la Recopilación y de sus equivalentes en el Código y Digesto justinianeos pero también, y ello entrañaba una significativa novedad, “de la historia del Derecho y promulgación de leyes”, frase legal que venía a sintetizar toda una línea de pensamiento favorable al reconocimiento oficial del carácter histórico de nuestra legislación y, por tanto, a la necesidad de un estudio superante del método lineal y ahistórico de su enseñanza, basado en el falso axioma de la correspondencia general de la ley romana con la nacional9. Nada se indica en los Estatutos nuevos ovetenses sobre las enseñanzas del derecho natural racionalista y del derecho público universal o de Plan de estudios de 1774. 1777. Universidad de Oviedo gentes, creaciones del pensamiento jurídico europeo moderno opuesto por igual al dogmatismo de la segunda escolástica y al casuismo del derecho romano, frente al cual alzan el sistema y la coherencia de los principios jurídicos y, ante su autoridad histórica, aun el prestigio de la razón. Sin embargo, algunas universidades y estudios, venciendo la censura inquisitorial y las reticencias del Consejo de Castilla, habían logrado incorporar estas enseñanzas fundamentales a sus planes de estudios, mejorando de este modo “la ciencia del jurisconsulto”. Debidamente expurgada y aun simplificada, se utiliza en los reformados Estudios de San Isidro la obra de Heineccio, uno de los juristas más preclaros del siglo, y en las universidades de Granada y Valencia (esta última en vísperas ya de la Revolución Francesa, a cuyo eco se acallarían estas enseñanzas), las de Juan Baustista Almicus, completada con las de Grocio, Pufendorf, Heineccio y otros. Una vez terminados los cuatro cursos de Instituciones Civiles, recibían los estudiantes, tras el correspondiente examen de la Facultad, el grado de bachiller de leyes o cánones. Para obtener el grado mayor de licenciado o doctor debían asistir otros cuatros años a las cátedras de Vísperas y Prima de Leyes, ganando con ellos tres de práctica o pasantía de los cuatro exigidos a su vez para ser recibidos de abogados de los Reales Consejos y Audiencias. En este sentido, la reforma universitaria ovetense, en materia
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jurídica civil, respetaba la enseñanza tradicional del derecho romano completada a nivel de bachiller con la del derecho real, en tanto que, invirtiendo los términos, este derecho real pasaba a ser la base de los estudios exigidos para recibir los grados mayores de licenciatura o doctor10. Testimonios posteriores, como el del catedrático Antonio Fernández Prado, en carta remitida al por entonces fiscal del Consejo Juan Antonio Pastor (1795), muestran la escasa virtualidad de una reforma incapaz de quebrar la vocación romanista de la enseñanza tradicional, que sólo se haría efectiva, tras los planes de estudio del nuevo siglo, en el tiempo de crisis del Antiguo Régimen. Esta carta denunciaba una vez más el inadecuado método de enseñanza comparativa del derecho romano con el nacional, que propiciaba el que los estudiantes acabaran su carrera escolar “sin el menor conocimiento de la legislación de España ni de la historia del Derecho, tan indispensable para adquirirla”. Remitida asimismo a Jovellanos, por entonces en Gijón en su honesto destierro, motivó una notable respuesta del gran jurista, en la que trazaba su método ideal de estudiar el derecho. Desechando por absurda la enseñanza en latín y por superfluo el estudio del derecho romano, centraba el objeto del plan en el derecho patrio, cuyo estudio se iniciaría con una buena y breve historia del derecho que, ante su falta, debería formarse en base a cuatro obras principales, debidas a la ilustración crítica del siglo, personificadas en los nombres de Franckenau (=Juan Lucas Cortés?), los doctores Asso y de Manuel, el erudito valenciano Gregorio Mayans y Siscar, y el jesuita Andrés Marcos Burriel. Conocida la historia del derecho patrio, se pasaría al estudio del derecho público interior, centrado en torno a la Constitución Española, histórica o vigente, que por carecer asimismo de obras de consulta debería estudiarse en los viejos códigos y crónicas, en los archivos polvorientos… También el estudio elemental del derecho privado, toda vez que las Instituciones civiles de Asso y de Manuel estaban redactadas en método defectuoso, es decir, sin fijar los principios generales y refiriendo a ellos las leyes como consecuencias suyas. Para las restantes ramas del derecho aconsejaba la redacción de una obra similar a la de Domat, Las leyes civiles en su orden natural11, que Plan de estudios de 1774. 1777. Universidad de Oviedo incluso estimaba conveniente traducir y anotar
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con las leyes concordantes del Derecho de Castilla, pero rechazando en todo caso el estudio sobre textos jurídicos, como disponían los planes de estudios vigentes. Así, este plan de estudios de Jovellanos venía a confirmar el vacío doctrinal del Derecho patrio en obras de síntesis y de historia, que sólo comenzó a cubrirse en el siglo siguiente aprovechando el esfuerzo erudito de nuestros ilustrados dieciochistas: Burriel, Campomanes, Mayans, Capmany, Martinez Marina, Sempere y Guarinos… Anticipándose a la época de transición entre el romanismo-canonismo tardío y nacionalismo jurídico patrio y el método casuístico a los principios generales, trazó las grandes líneas de los planes de estudios jurídicos del siglo XIX en su calidad de magistrado, que concitaba la voz del reformismo español, y después como ministro de Gracia y Justicia, cuyos proyectos fueron seguidos por los últimos planes del Antiguo Régimen y por los nuevos de la época liberal. El mundo jurídico de la enseñanza universiPlan de estudios de 1774. 1777. Universidad de Oviedo taria se complementaba con la instrucción práctica del derecho vigente que impartían, en sus cuartos de estudio y despachos profesionales, catedráticos y doctores de la Universidad. Son conocidos de esta época algunos como el Gymnasio de Leyes de Alonso de Llanes (1754) o el de Juan Pérez Villamil (1773), Manuel Carro (1777), Eugenio M. Álvarez Caballero (1781), José Álvarez Rojo (1786), Alonso Canella (1796), Antonio Piquero (1797), entre otros. Por la propia índole de sus enseñanzas domésticas y profesionales, ayudaron a difundir el conocimiento del derecho real contenido en la obra elemental, pero útil, de los prácticos del siglo. Un mismo carácter complementario de la enseñanza universitaria tenían las academias de Leyes fundadas con el fin de profundizar en el conocimiento del derecho mediante la disertación, el debate y la representación ficticia del procedimiento judicial. En 1760, el catedrático de Vísperas y fiscal honorario de la Audiencia de Oviedo, Luis Armiñán y Cañedo, fundó en sus estudios una Academia de Sagrados Cánones, origen de la Teórico Práctica de Legislación, que en 1764 se ramificó en sendas academias de Cánones y Leyes. Como se ve en las ordenanzas que para el gobierno escolástico y político de ambas academias formó el preclaro jurista Felipe Canga Argúelles (presente en todos los acontecimientos jurídicos importantes del Principado en la segunda mitad del siglo: reforma del plan de estudios
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universitarios, regulación de la Junta General y Ordenanzas Generales del Principado; Estatutos de la Sociedad Económica de Amigos del País, etc.), estas academias tenían una organización compleja, con un director, gymnasiarca, consiliario, moderante, tesorero, fiscal y secretario. Por lo demás, a estas academias se debe una recepción elemental y posterior difusión de las nuevas corrientes filosóficas, a la vez que una reflexión teórica sobre el Derecho real que vino a completar su enfoque habitual iuspositivista y práctico. Sin embargo, el riesgo potencial de sus ejercicios académicos no tardó en dejarse sentir en la morigerada vida intelectual de la ciudad, suscitándose en ocasiones amplias controversias teológicas y doctrinales por determinadas proposiciones académicas, como la difundida en 1799 por el bachiller Oviedo y Portal, considerada irreligiosa. Pese a ello, el espíritu jurídico racional y libre siguió su progresión ascendente entre algunos ilustrados del país, hasta su aceptación parcial por el plan Caballero de 1802 y 1807. Como culminación de este movimiento institucional que surge en Asturias en torno al Derecho en la segunda mitad del siglo XVIII, la real provisión de 19 de agosto de 1775 sancionó la fundación del Colegio de Abogados de Oviedo, constituido por la determinación de varios catedráticos y licenciados en Leyes, entre otros Felipe Canga Argüelles, José García Hevia y Manuel Álvarez Caballero. Cerrando el siglo y dentro del gran júbilo regional por la elevación de Jovellanos al ministerio de Gracia y Justicia (1797), la Universidad de Oviedo protagonizó distintos actos a partir de la concesión al ilustre magistrado de las insignias del doctorado en ambos Derechos de 3 de noviembre de 1797, una decorosa distinción valorada por el agraciado como la más grata que puede hacerse a un hombre que hasta ahora no ha acertado a aspirar a otras que las que distribuye la opinión pública en la carrera de las letras. Al tiempo que agradecía el aprecio y respeto al “sabio Cuerpo” que se lo dispensó, Jovellanos quiso recibir este honor en el seno del Real Instituto Asturiano también para sellar con este solemne acto la unión de los dos Cuerpos, que, erigidos en beneficio público y consagrados a la instrucción de la juventud asturiana, se deben aquel amor que corresponde a la voluntad de sus objetos. Con su gratitud y respeto, dejaba también patente el vivo deseo de promover el bien y la gloria de esa Real Universidad, no como hasta aquí por un voluntario estímulo de mi inclinación, sino por la dulce y honrosa obligación de su hijo adoptivo. Algún tiempo después, en la semana del 12 al 19 de mayo de 1798, se sucedieron los actos, festejos y representaciones en honor del ministro Jovellanos12: colocación de un retrato suyo, obra de Francisco Javier Hevia, en la sala claustral de la Universidad; erección de un arco triunfal alegórico en el patio de la Universidad; comida a los pobres de las cárceles de Oviedo; representación del drama musical el Premio de la sabiduría; erección de una estatua de Jovellanos en el centro del patio con una inscripción relativa a su virtud y sabiduría. Estos actos se expresaron literariamente en la Oración apologética pronunciada por Andrés Ángel de la Vega el 13 de mayo, en el patio de Universidad, en presencia de las autoridades y bajo los retratos del fundador Valdés Salas y Jovellanos. En su Oración, destacó como rasgo principal del homenajeado su heroísmo civil compuesto de sabiduría y virtud. Una sabiduría que se acercaba a la vieja definición de conocimiento de las cosas divinas y humanas, y que era profunda en ambas materias. En el plano del derecho, esta sabiduría llevaba a despreciar al causídico forense que ignoraba los principios generales del derecho, la historia del derecho y el derecho público, las estrellas del reglamento del Colegio de Calatrava que iluminaban también la enseñanza de las Humanidades. Pero, además, esta sabiduría tenía una utilidad práctica al aplicarse a la sociedad en forma de principios, como ocurría con los contenidos en el Informe sobre la ley Agraria, o al completar la enseñanza tradicional, como había hecho el Instituto Asturiano.
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Del conjunto de los panegíricos cabe resaltar algunas ideas que sirven para comprender las causas profundas del espontáneo homenaje regional. En ellos late el elogio común a unos valores humanos, encarnados perfectamente por Jovellanos, que pueden sintetizarse en los siguientes puntos: • Su heroicidad civil, hecha de virtud y sabiduría, capaz de representar los nuevos valores morales de la burguesía ilustrada, que encuentra en Jovellanos un espejo de comportamiento social. • Su cultura enciclopédica, capaz de revivir la vieja idea clásica de la jurisprudencia como conocimiento de las cosas divinas y humanas y, al tiempo, de armonizar la cultura humanística tradicional, esencialmente literaria y jurídica, con las nuevas ciencias económico-políticas y físico-matemáticas, reflejada en su Informe sobre la ley Agraria o en la fundación del Instituto Asturiano (1794), dedicado “a la verdad y a la utilidad pública”. • La esperanza política que pudo llegar a suscitar, desvelada en la palabras del P. Vicente Escosura a sus feligreses de Tineo: “Un hombre que hizo tanto bien antes de ser ministro, qué no hará desde el Ministerio”. Una esperanza que le elevó a la categoría de angel tutelar de España, en expresión del abad de Santa María de Obona, y bajo cuya tutela renacería la nación, todo va a florecer. Así resume el abad esta esperanza ante la congregación de San Vicente de Oviedo: “Ministros santos y zelosos; ciencias útiles y dignas del hombre; costumbres puras; legislación santísima, todo, todo, va a brillar y florecer en nuestro reyno”. Pero, al lado del panegírico, aparece siempre en los discursos su contrapunto, la envidia, “esa pasión amarga que perdona a veces la virtud pero nunca el mérito”. Así, el P. Otano, en su emocionante Discurso en la Sociedad Económica de Amigos del País en Asturias, pedirá a los “censores eternos de su mérito, enmudeced siquiera por esta vez”. Una envidia que aparece representada en la base del arco de triunfo erigido en el patio de la Universidad, sostenido por la Justicia, la Paz, la Providencia y la Buena Fe, y en la que se ve a Minerva coronando de olivo las sienes de Jovellanos, mientras a sus pies, y envuelta en negro humo, yacen la Envidia, la Pereza, la Soberbia y el Error. Una envidia que, más allá de su representación alegórica, encontró en alguna de las expresiones panegíricas entonces utilizadas una fuente impensable de acción, base de la inicua delación anónima que, contando con el sentido literario de algunas frases esculpidas en la lápida o inscripción del monumento conmemorativo del Principado, hizo a Jovellanos ser acusado luego de prepotencia social y de ser cabeza visible del partido de los novatores. Ocho años de prisión, sin cargos ni juicio, en uno de los episodios más terribles de la época final del Antiguo Régimen, fue la respuesta de la envidia particular y del temor cortesano a la virtud heroica de Jovellanos. Al margen de su significación capital, en los panegíricos se deslizan algunos errores llamativos, como el llamar la Universidad de Oviedo a Jovellanos “hijo de estas Escuelas”, que sólo en sentido genérico, en la medida en que los estudios de Filosofía preparaban para el acceso a la Universidad y teniendo en cuenta que Jovellanos cursó Artes en el colegio de los Franciscanos de Oviedo, podría considerarse parcialmente verídico. Igualmente, que fuera “el único en merecer los grados de doctor y maestro en ambos Derechos”, olvidando injustamente el acuerdo del claustro de la Universidad de Oviedo de 30 de abril de 1770 sobre colocar el retrato de Campomanes en el salón de la Biblioteca, creada gracias a sus gestiones, y de alistarlo “en el Libro de Grados de Doctores y Maestros in utroque iure”13. De este injusto olvido de Campomanes, el gran valedor de la Asturias ilustrada, solo se salvó Eugenio Riego, quien, recordando sus versos festivos de 1784, en los que cantaba el ascenso de Campomanes a la presidencia del Consejo de Castilla, pudo decir ahora respecto de Jovellanos: “Las Sociedades, Junta y Academias //Con
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gusto lo repito, lo admiraron// Y en sus labios gozaron//Un otro Campomanes//Otro honor de los manes//De la gloria asturiana”. Hay, en realidad, un cierto paralelismo en el desarrollo de los actos festivos en honor de ambos personajes. En uno y otro caso se representó un drama alegórico: El triunfo del mérito (Campomanes) y El premio de la sabiduría ( Jovellanos). En ambos casos se sucedieron los poemas, festejos y oraciones gratulatorias. Sin embargo, hay un calor popular en los homenajes a Jovellanos que tal vez falte en los celebrados por Campomanes, debido en parte por la lejanía de un hombre que, aun estando al tanto de todo lo que pasaba en Asturias y velando por la carrera de sus hombres y los intereses de sus principales instituciones, había mostrado siempre, en palabras de Ceán, “demasiada adhesión a palacio”; en tanto que Jovellanos, siempre afable y próximo, enfrentado al poder por defender la causa de la libertad, había pasado los últimos años en Asturias promoviendo diversas obras de mejora y utilidad públicas. En todo caso, superando antiguas desavenencias, Campomanes, por entonces consejero de Estado, le escribe una afectuosa carta de felicitación a Jovellanos el 23 de noviembre de 1797, el mismo día de su toma de posesión en El Escorial. En ella, recordando implícitamente su antigua laboriosidad al servicio de la causa pública, le aconseja que economice sus fuerzas para atender el despacho corriente de las materias del ministerio, procurando no trastornar la salud. Es tiempo, en sus palabras, de cerrar los libros para leer en el gran libro del mundo y es tiempo también de meditar e informarse sobre los aspirantes a empleo público. Son consejos afectuosos de un hombre envejecido al servicio de la Administración (tiene por entonces 72 años) o, como él mismo se describe, “de un corazón desinteresado a quien no agitan el temor ni esperanza de ideas ambiciosas, desengañado de ellas”. La respuesta de Jovellanos fue igualmente cordial. Tras agradecerle sus buenos y sabios consejos, que promete seguir, le anuncia su propósito de consultar “su superior talento y larga experiencia de los negocios”. De esta forma se selló el reencuentro de las dos grandes personalidades del siglo, que, con sus luces y trabajos, dominaron el panorama ilustrado español de la segunda mitad del siglo XVIII.
Notas 1. En una de sus Cartas eruditas todavía dejó escrito en 1760 que casi no puede disponer de otras noticias “que las que me ministran mis pocos libros, viviendo en un país donde apenas hay más libros, que los míos” (V, 9ª, 20). Cf. Oracion funebre, que en las solemnes exequias que la Universidad de Oviedo consagró en el dia 27. de Noviembre de este año de 1764 a la inmortal memoria del Ilustrísimo, y Reverendissimo S. D. F. Benito Geromino Feijoo y Montenegro, del Consejo de S. M. y Catedrático de Prima Jubilado en ella. Dixo el S. Dr. D. Alonso Francos Arango… En Oviedo por Francisco Díaz Pedregal, Año de 1765. 2. “La balanza de Astrea o recta administración de justicia”, en Teatro Crítico Universal, t. VI, disc. I (ed. BAE, 151, vol. II, págs. 319-330). 3. Memorias históricas del Principado de Asturias y Obispado de Oviedo. Tarragona, 1794 (ed. facsimilar: Luarca, 1972), pág. 274. 4. Rapsodia económico-política-monarquica. Madrid, 1732 (ed. facsimilar: Oviedo, 1985). 5. S. M. CORONAS GONZÁLEZ, “Un magistrado navarro-aragonés: Don Isidoro Giz de Jaz, Regente de la Audiencia de Asturias 81749-1754)”, en Un jurista aragonés y su tiempo. El Doctor Juan Luis López, primer Marqués del Risco (coordinador M. A. González de San Segundo), Zaragoza, 2007, pp. 189-238.
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6. Ordenanzas aprobadas por S. M. para el régimen y gobierno del Hospicio y Hospital Real de huérfanos, expósitos y desamparados que de su orden y baxo de su patronato y protección se ha empezado a erigir en la ciudad de Oviedo, capital del Principado de Asturias, s.l., s.a. [1752], págs. 7-51. 7. Constituciones sinodales del obispado de Oviedo, hechas en esta ciudad por el Ilmo. Sr. D. Agustín González Pisador. Salamanca, 1786. 8. S. M. CORONAS, Jovellanos y la Universidad, Universidad de Oviedo-Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2008. 9. El afán jurídico por lo nacional o patrio, unido al carácter histórico de la legislación, provocaría la aparición de obras dedicadas específicamente a la historia del derecho español durante el siglo XVIII; así, la obra de Fernández Prieto y Sotelo, Historia del Derecho real de España (Madrid, 1738) o la debida a I. J. de Asso y M. de Manuel, Instituciones de Derecho civil de Castilla (Madrid, 1771), base de las introducciones históricas a los estudios de derecho civil en el siglo XIX, junto con las obras de Martinez Marina, Ensayo sobre la antigua legislación y los principales cuerpos legales de León y Castilla (Madrid, 1808) y J. Sempere y Guarinos, Historia del Derecho real de España (Madrid, 1821). Mayor predicamento seguían teniendo, sin embargo, aquellas obras que aunaban el estudio del Derecho romano (en especial la Instituta justinianea) con el nacional (representado por Partidas y Nueva Recopilación) como las debidas a Martínez Galindo (1715), Antonio Torres y Velasco (1735), José Berní y Catalá (1745, reed. en 1760 y 1775), Marimó y Rives (1777), Danvila (1779), Mujal y de Gibert (1781)… 10. En aplicación de la reforma descrita se proveyeron en los años siguientes diversas cátedras vacantes en la Universidad de Oviedo. Sus expedientes muestran la virtualidad de la reforma en curso, el contenido de las oposiciones, y aún el perfil profesional de los opositores con sus circunstancias académicas, cf. S. M. Coronas, “La reforma del método de provisión de cátedras en la Universidad de Oviedo (1769-1778)”, en Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, vol. LI, 150, 1997, pp. 7- 35. 11. J. DOMAT, Les lois civiles dans leur ordre natural… Nouvelle édition, París, 1767, 2 vols. (La primera edición apareció en París, 1678-1697, 3 vols.) 12. Noticia de los públicos regocijos con que la Real Universidad Literaria de Oviedo celebró la feliz elevación de su hijo el Excmo. Sr. Don Gaspar Melchor de Jovellanos… a la Secretaria de Estado y del Despacho Universal de Gracia y Justicia de España e Indias, Oviedo, s.a. [1798]. 13. S. M. CORONAS, In Memoriam Pedro Rodríguez Campomanes, Oviedo, Real Instituto de Estudios Asturianos, 2002.
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De la Ilustración a la Guerra de la Independencia
LAS ENSEÑANZAS UNIVERSITARIAS DURANTE EL SIGLO XVIII JUSTO GARCÍA SÁNCHEZ Universidad de Oviedo
Esta centuria comienza con una real provisión de 3 de diciembre de 1701, a través de la cual se renovó la vigencia de los Estatutos de 1607, actualizados en 1609, aunque modificados por las reales provisiones de 12 de julio de 1618 y 17 de mayo de 1619. Con el mismo fin se había pronunciado el claustro universitario, en la sesión de 3 de agosto de 1700, urgiendo la observancia de esa normativa promulgada por el Consejo de Castilla en Modificación de algunos preceptos de los Estatutos viejos. 1618. AGS las dos primeras décadas del siglo XVII, y previendo para los transgresores la sanción de la pérdida y privación de voto en el seno de la comunidad universitaria1. No obstante, hay que tener presente cómo en la segunda mitad de la centuria precedente se introdujeron algunas modificaciones en la provisión de las cátedras, a partir de que el rey de España asumiera directamente las competencias en el nombramiento de los profesores, con intervención del superintendente del Estudio ovetense, a tenor del decreto regio expedido en El Pardo a 28 de enero de 1661, y siguiendo al modelo practicado en las tres universidades mayores de Salamanca, Valladolid y Alcalá de Henares. Asimismo, una carta acordada de 6 de julio del mismo año dispuso que en la provisión de las cátedras se siguiese fielmente el modelo de la Universidad salmantina, declarando nulas cuantas actuaciones fueran contrarias a dicha prescripción. Una real cédula de 12 de julio de 1683, expedida a petición de la Universidad de Oviedo, excluyó a las cátedras de Artes de la regla común que venía aplicándose, según la cual su provisión no se hacía cuatrienal sino trienal, conforme al
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estilo observado en las universidades mayores, y esta reforma se aplicó en el siglo XVIII. El carácter temporal de la provisión de cátedras vino derogado de facto, a través de la reiterada adjudicación de las vacantes a favor del anterior titular, y la promoción casi automática de los docentes que impartían lecciones en el Estudio. Otras alteraciones introducidas por la vía de los hechos en la normativa estatutaria fueron la votación indistintita de todos los doctores en las vacantes de cátedras o la repetición del mandato rectoral, por encima de la anualidad legalmente prescrita. Quizás el aspecto más relevante concernía al goce perpetuo de las cátedras en las facultades mayores (Teología, Leyes y Cánones), tal como indica un memorial universitario elevado al Consejo de Castilla, con data del 5 de agosto de 1741, y la suscripción del catedrático de Decreto, D. Fernando de Quirós Valdés y del colega en Teología, fray Benito Feijoo. Ambos docentes presentan el acuerdo unánime adoptado por los claustrales asturianos, a favor del carácter perpetuo de sus cátedras, a pesar de lo previsto en la fundación del Estudio, y aplicado sin contradicción durante la primera década de funcionamiento de la Universidad. Para avalar su propuesta, los suplicantes acompañaron unos informes de Salamanca y Valladolid, con los que cohonestaban el modo de efectuar dichas provisiones. Derogación de las modificaciones de 1618 La destacada personalidad del religioso a los Estatutos viejos.1619. AGS benedictino otorga un valor singular a la representación académica: ”Desde el citado año de 661 y aun antes pareze mudaron de naturaleza estas cátedras (salvo las de Artes), y se gozaron como perpetuas, no por maliciosa intrusión de los catedráticos, como se les imputa, sino en virtud de el enunciado Real decreto (de 1661), y de la practica inconcusa, que se halla haber observado por V. A. en las provisiones de catedras que hizo desde dicho tiempo: constando haver conferido ya desde entonzes su substitución las cátedras en que juvilaba a sus poseedores, concediendo a los provistos la futura sucesion a su propiedad; lo que igualmente se comprueba tambien de las Provisiones que desde dicho tiempo se hallan hechas por puro aszenso a las catedras vacantes de resulta: sin que a dicha practica de V. A. cooperase el claustro ni sus individuos mas que con la sencilla presentación de los opositores, y el informe de su suficiencia. De donde se deja conocer bastantemente la buena fe con que prozedio esta Universidad y todos sus catedraticos en la manutención perpetua de sus catedras, siendo cierto que debieron ponerla en su inteligencia”.
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No prosperó en este aspecto la petición del marqués de Camposagrado, diputado del Principado, quien defendía ante el Consejo de Castilla la duración temporal de todas las provisiones a cátedras, y en cambio fueron valorados positivamente los argumentos esgrimidos por los docentes asturianos, en contra de la novedad que intentaba el político asturiano, a causa de los inconvenientes que se seguirían con la reforma y que, a juicio de los exponentes, “son de tal tamaño que muy en breve inferiran la total ruina del estudio”, por las previsiones siguientes: En primer lugar, a causa de la ausencia absoluta de docentes de las Órdenes regulares “que hasta ahora han sido el mayor ornamento de la Universidad y a quien casi unicamente debio este Principado toda la Teologia”, porque, desde su punto de vista, no habría religioso alguno “que quisiera recibir grados con tanto gasto y fatiga” como premisa para la obtención ulterior de una cátedra temporal escasamente retribuida, que no compensaría el elevado desembolso económico efectuado, además del poco aprecio que se conseguiría, por lo que sería considerado algo irrelevante dentro de la comunidad religiosa a la que pertenecía el catedrático. En segundo lugar, porque los “habiles maestros que las Religiones hasta aquí dieron a la Universidad” serían sustituidos en la regencia de las cátedras por “unos jóvenes de poco tiempo de estudio y sin aquella madurez que dan los años, la experiencia y la educación religiosa, faltando por consiguiente de parte de ellos la literatura y prudencia necesarias, y de parte de los oyentes el respeto y miedo reverencias a sus maestros, que tanto importan para aprovechar en el estudio”. En tercer lugar, consideran difícil que los maestros o catedráticos seculares, que reemplacen a los religiosos, adquieran con el tiempo la doctrina y demás dotes que requiere la enseñanza pública, “pues no teniendo en la Universidad de qué subsistir”, se verían precisados a encargarse de curatos u otras “conveniencias fuera de la Universidad, como hasta ahora lo han hecho casi cuantos graduados seculares ha habido en ella”. En consecuencia, no habría continuidad en los magisterios, sino que “sucederan sin intermisión jóvenes a jóvenes” en la carga lectiva, a diferencia de los religiosos, ya que su subsistencia mínimamente dependía de su enseñanza y “se mantienen por lo comun en la Universidad toda la vida”, de lo cual dimanaba que con el “discurso de tiempo se logran en ellos unos sujetos de más que ordinaria literatura”. En cuarto lugar, los seculares que se mantendrían por más tiempo en la Universidad serían “los de menos doctrina y menos aptitud para la enseñanza, porque los mas habiles a poco tiempo de graduados por la celosa atención de los Obispos, logran luego un curato de suficientisima renta para su decente sustentación, o por otra via alguna conveniencia que vale cien veces mas que cualquiera catedra cuatrienal de esta Universidad”, como demostraba la experiencia, con ejemplos que no relatan, pero que utilizan ante el Consejo, entendiendo que lo mismo harían en el futuro: “pues una catedra temporal de corta renta aun cuando fuese posible su subsistencia, no es cebo capaz de retenerlos en ella”. En quinto lugar, si los argumentos esgrimidos para Teología eran de mucha importancia, mayor sería el daño que la provisión temporal causaría a las dos facultades jurídicas, Leyes y Cánones, “por la identidad del inconveniente de maestros jóvenes, a que se añade ser muy verosímil que dentro de pocos años ya no aya en la Universidad doctores de dichas Facultades, porque quién desembolsará lo mucho que cuestan los grados, sólo por la esperanza de una cátedra cuatrienal, que no le ha de resarcir el gasto hecho en la obtención de ella y de los grados?”, tal como se verificaba en la historia del Alma Mater, refiriendo que en muchos claustros celebrados durante los años iniciales de vida universitaria no había más que tres o cuatro doctores en el Estudio.
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Por último, los exponentes muestran un enojo personal por la reclamación del marqués de Camposagrado, ya que en uno de sus alegatos afirma que la reducción de las cátedras perpetuas a temporales tuvo como origen “el descuido y negligencia de los ancianos profesores”. Frente a esta imputación, los docentes afirman que “si la manifestación de aquel motivo envuelve sustancia o expresa aplicación al tiempo presente, no pueden menos los ancianos profesores hoy existentes, de quejarse de la injuria, pudiendo hacer constar que generalmente son y han sido exactísimos en el cumplimiento de las obligaciones de su magisterio”, y en este mismo concepto valoran la actuación de sus predecesores, matizando en un interrogante que “como se puede prudentemente esperar mas aplicación a la grave obligación de la pública enseñanza de unos seculares jóvenes que de unos religiosos ancianos?”. Este asunto de la duración temporal de las cátedras se reavivó en 1770 con la reforma carolina, a partir de la existencia de las de regencia, lo que explica algunas disputas que surgieron en los Estudios universitarios, como el de Sevilla, a propósito de los previsibles derechos adquiridos que gozaban desde su provisión los catedráticos de propiedad. Los avatares políticos hispanos, tras la guerra de Sucesión, entre Austrias y Borbones, dieron ocasión para que el claustro ovetense suplicara a Felipe V, por medio de un memorial, que las normas contenidas en los Estatutos vigentes, “respecto de que heran tan antiguas y desear se renobasen”, fueran objeto de confirmación regia, promulgándose con la sanción del nuevo rey. La presencia de dos importantes asesores políticos en el poder central explica que fuera emanada la real provisión de 22 de septiembre de 1707, que insertó literalmente la real provisión emanada el 12 de julio de 1618 y su derogación parcial por la de 17 de mayo de 1619. En la primera se asigna un nuevo horario a las cátedras de Prima de Leyes y Cánones, con el propósito de facilitar la asistencia de los alumnos que simultaneaban ambas Facultades jurídicas. En consecuencia, el catedrático de Prima de Leyes enseñaría su materia de 9 a 10 de la mañana en invierno, y de 8 a 9, en verano. Se valora la trascendencia de los ejercicios de “conclusiones”, disponiendo que todos los doctores y maestros de la Universidad, cada uno en su respectiva Facultad, ejecute anualmente un acto, al que asistirían todos los demás de la Facultad, bajo la conminación de penas pecuniarias. En este acto académico se establece que el maestro de ceremonias recibiría, a la entrada del general donde se realizara, a los doctores “y personas graEstatutos nuevos. 1707. AHN ves” que concurrían, acompañándoles “desde la
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puerta hasta el asiento”, encargando al primicerio la vigilancia de su conducta. El doctor que no tuviere acto de conclusiones sería multado con doce reales para el arca. Se declara el carácter perpetuo de las cátedras de Prima y Vísperas de todas las facultades mayores, conformándose con el Estudio salmantino, mientras el resto de cátedras “menores” vacarían cada cuatro años, “como bacan las menores de la dicha Unibersidad de Salamanca”. La real provisión reitera la norma estatutaria que permitía anualmente a los catedráticos “leer treinta lecciones en sus cátedras por medio de sustitutos”, o que otros le sustituyeran “con causa legítima aprobada por el claustro”, en cuyas circunstancias el catedrático no sería multado, aunque en caso contrario perdía la mitad del salario de ese día. El bedel vigilaría la entrada y salida del docente de su aula, y avisaría al rector, con ocasión de la visita de las cátedras, del retraso en el inicio o del adelanto en la finalización, para que aplicara las multas prevenidas en los Estatutos. El término de la publicación de los edictos, convocando las oposiciones de las cátedras, sería “desde el punto y en el punto que comienza a correr y se acaba en la Unibersidad de Salamanca que es desde la hora de la publicación ynclusive hasta la misma hora exclusive del dia en que se acaba el termino señalado”. Todos los alumnos estaban obligados a seguir las lecciones de la cátedra de Prima de la respectiva Facultad, la cual habrían de estudiar todo el quinquenio, aparte de las que los Estatutos fijaban para cada curso, llevando los catedráticos un libro donde anotaban los oyentes, para entregarlo al secretario del claustro e informarle de los que habían oído sus lecciones, a efectos de ganar curso y obtener la certificación oportuna. Dada la significativa modificación estatutaria, el patrono universitario, representado por su curador, el Dr. D. Juan de Llano y Valdés, obispo de León, a cuyo planteamiento se adhirió el claustro ovetense, presentaron reclamación jurídica al Consejo de Castilla contra la modificación estatutaria introducida el 30 de abril de 1618, a instancias de D. Jerónimo de Medinilla y D. Juan de Ocón, que eran los dos consejeros de Castilla, nombrados como ejecutores testamentarios de las obras pías y memorias del arzobispo de Sevilla, quienes habían acogido una petición de algunos docentes universitarios ovetenses, encabezados por el Dr. Martín Vázquez de Prada, catedrático de Prima de Cánones, y que vino confirmada por el Real Consejo el 27 de junio del mismo año. El pleito instaurado, con auto de vista y revista, finalizó con la real provisión de 1619 en la que se reconocía que “las cátedras de prima y vísperas de esa dicha Unibersidad de Oviedo sean quadrienias como antes lo heran por los primeros Estatutos de esa Unibesidad y asimismo mandamos que el rector de ella no lo sea mas de un año como antes lo hera y que en las cátedras de Canones y Leies boten canonistas y legistas y en las de Teulogia solo los teologos”, manteniendo vigente el resto de disposiciones aprobadas. Formalmente las cátedras existentes en la Universidad de Oviedo durante los tres primeros decenios del siglo XVIII fueron dieciséis, correspondiendo: tres a la Facultad de Artes, cuatro a Leyes, cinco a Cánones y cuatro a Teología, tal como figuraban en los Estatutos de 1607, pues la cátedra de Matemáticas sólo se impartió en los años de inicio del iter académico. Durante la tercera década del siglo de las Luces surgieron nuevas dificultades presupuestarias en la Universidad de Oviedo, como refleja el memorial elevado por D. Gabriel de la Villa, en su calidad de comisionado del rector y claustro universitario, a la Junta General del Principado, celebrada el 26 de mayo de 1721, al denunciar la reiterada apropiación regia de los fondos asignados para el mantenimiento del Estudio. El número de cátedras que gozaba el Estudio era de quince, y los salarios, muy reduci-
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dos e incluso reiteradamente impagados, lo cual conllevaba el grave riesgo de abandono de la actividad docente por parte de los catedráticos, y consecuentemente el cierre de las Escuelas, que se podría evitar con la intercesión ante Su Majestad del órgano político asturiano. Esta situación presupuestaria permitió que afloraran las primeras inquietudes universitarias para plasmar una vieja aspiración del claustro, consistente en ampliar el número de cátedras, especialmente en Teología y Leyes. Entendían los ovetenses que una sólida formación exigía conocimientos básicos, pero amplios, y por lo mismo solicitan una doble cátedra de regencia: una para Instituta en Leyes y otra en Teología. La dotación presupuestaria, que se juzgaba indispensable por parte de los universitarios, vino solicitada en la Junta General del Principado, celebrada el 27 de mayo de 1733. Se recurrió a este órgano político como protector del Estudio e instrumento mediador ante el rey Felipe V, acordándose proponer la concesión del arbitrio del medio real en fanega de sal, que había sido concedido a la Catedral de Oviedo, para el reparo de la torre y fábrica, una vez se extinguiera esta asignación. Los claustrales asturianos se comprometieron a distribuir la nueva renta, con aplicación de nuevos salarios a los catedráticos, por medio de una comisión, integrada por dos políticos y dos comisarios universitarios, además de restablecer la cátedra de Matemáticas y los actos menores semanales cada sábado. El informe positivo de la Junta General permitió que el rey suscribiera la real cédula de 22 de octubre de 1734, en la cual confirmaba el acuerdo estipulado conjuntamente por la Junta General y la Universidad, a iniciativa del primero de los entes citados, y que había obtenido la aprobación del claustro, específicamente convocado a este fin. Puesto que el arbitrio no se podía gozar hasta el vencimiento de la gracia otorgada a la Catedral ovetense, esto supuso que no empezaran las negociaciones para su ejecución hasta 1736, data en la que finalizaba esa concesión, correspondiendo el nuevo destino a partir del año 1737, aunque la cantidad líquida no entraría en el arca del Estudio ovetense hasta dos años y medio más tarde, porque anteriormente debió cubrirse el gasto y salarios del apoderado que intervino en Madrid. La negociación se llevó a feliz término a través del marqués de Camposagrado y de D. Joaquín del Rivero, y el concierto fue fechado en Oviedo, el 10 de marzo de 1736, interviniendo como fedatario público, el notario y secretario de la Universidad, D. Felipe Antonio Suárez de la Vega. En el mismo, ambas partes acordaron, entre otros aspectos: fundar las dos cátedras trienales, una en Teología y otra de Instituta en Leyes, con el salario anual de mil quinientos reales cada una; imponer a sus catedráticos la obligación de explicar una lección diaria a lo largo de todo el curso académico; ambos docentes presidirían un acto menor cada tres sábados, bajo ciertas penas. Se impone a los catedráticos un “acto mayor” en su Facultad, con periodicidad anual; se regula la alternancia entre manteístas y religiosos en la cátedra de regencia de Teología, y se dispone la celebración semanal de actos menores o sabatinas. El marqués de la Ferrera, D. Juan Alonso Navia y Arango, fue encargado por el órgano político asturiano de informarse acerca de la ejecución del convenio suscrito con la Universidad, y en la Junta General celebrada el 17 de junio de 1739, deja patente con su informe que “muchos de los catedraticos de unas y otras Facultades no solo faltan gran parte del tiempo del curso a la asistencia de sus cátedras por sí y por los sustitutos que permiten los estatutos, dejando unos días de concurrir a la Universidad y haciéndolo otros, de modo que sólo se pueda verificar que han ido a ella, sino que a pesar de lo expresamente capitulado con el Principado en esta parte y aprobado por el Real Consejo, no tienen todos los ejercicios de actos mayores y menores que son de su cargo por estatuto, y especialmente estipulado, ni los pocos que ha habido y hay se ejecutan con la integridad de tiempo y formalidad que
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Libro de Diputaciones en el que se recoge el proyecto de creación de cátedras. 1781. AHA
se debe, ni las multas que por estas faltas y defectos están asignadas se sacan ni consiguientemente se aplican a sus destinos”, además de señalar que el Estudio no había rendido cuentas de sus fondos, todo lo cual repercutía “en grave perjuicio de la estimación de la misma Universidad, cursantes y profesores de ella, pública utilidad y enseñanza”. Se nombraron dos comisarios del órgano político territorial asturiano, que visitarían al rector y mayordomo del Estudio, y verificarían las cuentas de la institución académica. Estos hechos explican con probabilidad la actuación del marqués de Camposagrado al solicitar del Consejo de Castilla, en 1741, que decretara la norma ya prevista en los Estatutos, a tenor de la cual todas las cátedras universitarias serían cuatrienales y ninguna perpetua. Durante los diez años posteriores a la concesión del arbitrio en la fanega de sal, es reiterada la supervisión de la Universidad desde los órganos políticos asturianos, como se constata en 1739 a través del informe elaborado por los comisarios D. Lope José de Argüelles y Benito Ruiz de Junco, que se presenta en la Junta General de 6 de junio de 1745. En el mismo se constata que “algunos de los catedráti-
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cos de Leyes no tuvieron los actos mayores que debían, otros no los tuvieron por sí, pero sí por sustitutos, y lo principal es que la cátedra de Instituta de regencia, nuevamente fundada por el Principado, en la que ha de tener cada quince dias acto menor” no se ejecuta por el docente, a pesar de su obligación, además de otros notorios incumplimientos en contravención del Plan de estudios. En consecuencia, proponen que el procurador general acuda al Real Consejo de Castilla, y si fuera necesario, al rey, para “pedir cuanto considere conveniente, a fin de que se enseñe como se hace y ejecuta en las demás Universidades del Reino… pues no siendo por este medio no halla arbitrio que ataje la ruina actual, por componerse las cátedras de Canones, Leyes e Instituta de abogados que atienden únicamente a los pleitos de las Audiencias y a la Universidad van mas de ceremonia que de otra cosa”. Si no pudiera lograrse este fin, pide que cese el arbitrio “pues no es justo que los pobres naturales de este Principado, que se hallan en la última miseria, paguen el arbitrio en que no logran beneficio”. Todos los diputados de la Junta respaldaron la propuesta y los encargados de ejecutarla se nombraron en la Diputación del 22 de junio de 1745, resultando comisarios el vizconde de la Peña de Francia y D. José Ventura Cañedo, quienes recordarían, en primer término, sus obligaciones al claustro de la Universidad, y caso de no lograr una respuesExpediente de la cátedra de Prima de Teología. 1766. AHN ta acorde con el objetivo, “se tomará providencia de suplicar al Real Consejo que envíe visitador”. La enseñanza de las cátedras no sólo era deficiente en algunos de los extremos que contienen los informes precedentes, sino que en las mismas matrículas puede verificarse cómo entre 1745 y 1747 apenas hubo alumnos que asistieran a las aulas ovetenses de Teología, lo cual se explica por la “reserva” injustificada de la provisión de las mismas a favor de algunas Órdenes religiosas implantadas en la capital del Principado. Esta grave situación del Alma Mater, por lo que se refiere a la actividad lectiva, dio origen a un nuevo informe, presentado por D. Miguel de Rojas en la Junta General celebrada el 25 de junio de 1748, detallando algunos “descuidos” en el plan vigente, tales como la falta de lecturas en algunas cátedras; ausencia de ejercicio en la presidencia de los actos anuales; no sacar las multas a los que voluntariamente los incumplen, y un último aspecto de interés: “el claustro, sin tener facultad, acordó no imprimir las conclusiones”, privando a los actuantes del doblón que para dicha impresión se había acordado con el Principado, por todo lo cual se encomienda al procurador general que tome conocimiento de las anomalías e informe en la Diputación.
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Este período convulso en el desarrollo de las enseñanzas universitarias vino sustituido por otro en el que hubo armonía entre los representantes políticos del Principado y los órganos de gobierno de la Universidad, como se constata en algunas actuaciones relevantes para el Alma Mater, como la que tuvo lugar en 1764, al elevar un escrito a la Corte en defensa de los fueros y privilegios del Estudio, y que habían solicitado por escrito el rector, Dr. Alonso Francos Arango, y dos de los juristas más activos en Vetusta en ese momento: el Dr. D. Luis Armiñán Cañedo, director de la principal Academia jurídica privada ovetense, y canonista, y D. José Benito Villaverde, legista. Con esta buena sintonía entre ambas corporaciones el Principado, por acuerdo de la Diputación, donó en 1765 doce mil reales para la Biblioteca Universitaria, y gracias a las eficaces gestiones para integrar en el Estudio universitario diferentes bienes que habían pertenecido a la extinta Compañía de Jesús, antes de la real pragmática de 2 de abril de 1767, pasaron a la Universidad de Oviedo toda la librería jesuítica y su archivo académico. La Universidad de Oviedo emprendió en 1767 la reforma institucional del plan de estudios, a petición del Consejo, aunque los debates internos entre manteistas y religiosos había comenzado bastante antes. Desde ese momento surgieron las nuevas propuestas dirigidas a presentar un cambio profundo en la organización de las enseñanzas entonces impartidas por el Estudio ovetense, a partir de las deficiencias constatadas por los propios asturianos. De sus informes destacan las reiteradas denuncias presentadas por la ausencia de profesores que no encontraron sustitutos durante largo tiempo, aunque esta situación afectaba a cátedras muy determinadas de algunos juristas. Mayor alcance tenía lo relativo al método de enseñanza, que no respondía al fin de la docencia, orientado al aprovechamiento de los discentes. Con este objetivo, propusieron que en Teología se incluyera la Teología Positiva o Dogmática, y que la Escolástica, entonces única materia de las disertaciones académicas, se enseñara por Sumas, que debería llevar cada oyente al aula y el catedrático tendría el deber de explicarlas. Los profesores ovetenses constataban que en Cánones no se explicaba más que un título de las Decretales, quedando el resto sin aclaraciones por parte del profesor, aunque lo mismo ocurría con otras partes del Corpus Iuris Canonici, tanto del Sexto como del Decreto de Graciano, además de la ignorancia con que salían los estudiantes en materia de Concilios. Las soluciones que ofrecían eran dos: de una parte, la explicación de la legislaPlan de estudios de 1774. 1777. ción canónica a través de Sumas, evitando el estuUniversidad de Oviedo dio directo de las fuentes, que alargaba mucho las
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explicaciones; de otra, incorporar lo relativo a las disposiciones normativas procedentes de los concilios, tanto antiguos como modernos, dejando en manos del claustro su especificación, con ocasión de la apertura del curso académico. Mayores deficiencias observan en la Facultad de Leyes, ya que la única materia que era objeto de estudio estaba contenida en el Corpus Iuris Civilis. En palabras de los claustrales: “es mayor el daño de la observancia del Estatuto en la Jurisprudencia Civil, pues se gastan los años en la Instituta de Justiniano y en ciertas materias del Derecho Romano sin que los profesores o estudiantes aprendan cosa útil, desamparando muchos por lo áspero y delicado de las leyes y otros por falta de caudal para poderse mantener en la Universidad tanto tiempo”. En consecuencia, proponen como solución a estos males que se enseñe conforme a lo prescrito por las leyes del reino: la Nueva Recopilación de Castilla de Felipe II, los Autos Acordados, las Siete Partidas, el Ordenamiento Real, el Fuero Real, el Fuero Juzgo y las Leyes de Estilo. Son conscientes de que esta docencia exigía bastantes años, para que la cursaran correctamente los alumnos, pero la juzgan imprescindible, con explicación de los catedráticos, que seguirían el reparto de materia que hiciese el claustro, y “pudiendo traer a su ilustración el Derecho de los romanos concordante”.
Summa conciliorum. Bartolomé Carranza de Miranda. 1781. Universidad de Oviedo
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Collectio maxima conciliorum. José Sáenz de Aguirre. 1693. Universidad de Oviedo
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Esto significaba un cambio radical en la Facultad de Leyes, donde se comenzaba con las Instituciones, para cuya materia había dos cátedras, computada la de regencia creada en 1734-1736, y el resto de cátedras servían en esa etapa anterior a la reforma para exponer algunas partes del Código de Justiniano, y sobre todo del Digesto, objeto de análisis en las de Prima y Vísperas. La conclusión para los universitarios de Oviedo era clara: “empezandose a estudiar, se empezaría a saber”, y apostillan: “en el orden de los Estatutos (de 1607, 1609, 1618, 1619 o 1707), el más aplicado, después de algunos años, nada sabe que le instruya para Letrado”. La experiencia adquirida en el ejercicio profesional, al que se dedicaban muchos de los docentes en Derecho, y la sólida formación romanista, permiten al claustro proponer como libro de texto más útil el código de Alfonso X el Sabio de las Siete Partidas, porque, en su criterio, son la “sabiduría legal”, cuya enseñanza adelantaría mucho a los alumnos. Esta nueva materia de estudio exigía la dotación de una quinta cátedra, que equipararía en número la Facultad de Leyes con las dotadas en la de Teología. Además de exigir un presupuesto suficiente para cubrir la dotación adecuada de las 18 Arnoldi Vinnii JC. in quatuor libros Institutionum cátedras, y resto de empleos existentes en la imperialium Commentarius. 1767. Universidad de Oviedo Universidad, la institución académica reclama la incorporación, dentro del marco docente universitario, del resto de enseñanzas impartidas en Oviedo fuera del Estudio y, además, la integración en el cuerpo de profesores del canónigo lectoral, que impartiría la cátedra de Sagrada Escritura, o el penitenciario, que asumiría la correspondiente de Teología Moral, mientras el religioso dominico de Santo Domingo sería responsable de la cátedra de Lugares Teológicos. Se juzga necesaria la inserción en la Universidad de todas las academias privadas, que funcionaban en Vetusta para la formación de los juristas, legistas y canonistas, en aras de su capacitación para el ejercicio profesional ante los tribunales del Principado, tanto en el fuero eclesiástico como en el secular, y de las cuales era especialmente significativa la del Dr. Armiñán. Merced a las iniciativas privadas y al debate institucional del claustro, pudo elevarse al fiscal del Consejo un plan que, teniendo presente el de Alcalá de Henares, aprobado en 1772 y remitido desde la Villa y Corte por Campomanes, pudiera ejecutarse en un plazo breve.
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Ninguna de las facultades quedó sin modificar, y el método pedagógico que se adoptó para las tareas lectivas supuso una profunda renovación del existente hasta ese momento. En primer lugar, se encomienda a la autoridad académica, rector y claustro, la supervisión de los estudios de Gramática, tanto del Colegio de San Matías como de otros fundados en la geografía asturiana, con facultad de elevar propuestas al Consejo sobre su correcto funcionamiento, e incluso su supresión. El conocimiento de la lengua latina se valora como requisito indispensable para acceder a las facultades. La Facultad de Artes queda con tres cátedras, pero se alteran sustancialmente los contenidos, imponiendo como libro de texto la Filosofía tomista del dominico Antoine Goudin2. Superados estos conocimientos se pasaba a una cátedra inicial para los teólogos: la de Locis theologicis de Melchor Cano, como fundamento del saber en esta materia. En la Facultad de Teología se pone el acento en la Suma Expediente promovido por los bachilleres de las Academias de Santo Tomás, que se explicaría en las cuatro de Cánones y Leyes. 1783. AHN cátedras dotadas, pero acompañada de un compendio, como el redactado e impreso por el oratoriano francés Jean Baptiste Du-Hamel3. Además, se incorporan otras cuatro materias fundamentales: la de Sagrada Escritura, encomendada al lectoral; la de Teología Moral, encargada al canónigo penitenciario, y la de Concilios e Historia Eclesiástica, que explicaría alternativamente el catedrático de Prima. Para la transmisión de estos conocimientos se recomiendan unos manuales bien autorizados, como Martínez Cantalapiedra4, en Sagrada Escritura, o Noël Alexandre5 y Fulgenzio Cunigliati6, en Teología Moral, pero en aquellas otras materias que carecían de este soporte para la actividad académica, como era la cátedra de Historia Eclesiástica, se recomienda al docente que de momento dicte su lección y redacte el texto adecuado para sus alumnos. Antes de acceder el alumno a los estudios jurídicos, debía superar un curso de Dialéctica y Lógica, y otro de Filosofía Moral. La Facultad de Leyes contaba con dos cátedras de Instituciones Civiles, que en dos cursos completos explicaban íntegramente la Instituta de Justiniano, siguiendo la obra del holandés Vinnen, con las notas añadidas por el alemán Heineccio7. El cursante debía asistir igualmente a otros dos cursos de Instituciones Canónicas, siguiendo la obra de Giovanni Paolo Lancelotti8, con notas de Jean Doujat9, así como los dos primeros libros del curso
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Philosophia thomistica. Antonio Goudin. 1789. Universidad de Oviedo
Collegium universi juris canonici. Ludovico Engel. 1777. Universidad de Oviedo
de Engel, con las notas de Barthel10, durante el primer año, mientras el segundo completarían la obra de Engel, junto al libro de Innocent de Ciron11. Aprobados cuatro años de Instituciones, el estudiante podía acceder al examen de bachiller en cualquiera de las dos facultades jurídicas, aunque con examen independiente y específico en cada una de ellas. El quinto curso estudiaría, en la cátedra de Vísperas, las Leyes de Toro, con el comentario de Antonio Gómez12, mientras se explicaría a los legistas, en la cátedra de Prima, del sexto al octavo curso académico, los nueve libros de la Nueva Recopilación, confrontándolos con el Código y Digesto de Justiniano, para mostrar los cambios normativos que se han producido, “y en que den razon de la Historia del Derecho y promulgación de las leyes”. Los canonistas presentaban un curriculum académico común con los legistas durante los primero cuatro cursos de la licenciatura, ya que asistirían a las dos cátedras de Instituciones, Civiles y Canónicas. Posteriormente, en la cátedra de Vísperas de Cánones se explicarían los cánones conciliares, griegos y latinos13, así como el Decreto de Graciano14, a través de la obra de Van Espen15. Finalmente, los canonistas concluirían su formación en la cátedra de Prima, en la que se alternaría la explicación de los Concilios
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nacionales de España por la obra de D. Pedro García de Loaysa y Girón16, en un curso, y los Concilios generales, en otro, “cuidando mucho el catedrático de advertir quanto tenga conexión con las regalías de la Corona, derecho de patronato laical, exequatur regio, concordato, e independencia de la autoridad civil en lo temporal”. Por lo que se refiere a las innovaciones introducidas en el método pedagógico, fueron muy relevantes las relativas a la introducción de exámenes finales, con un doble profesor si se cambiaba de responsable docente; la incorporación de las calificaciones como apto o no apto, para superar el curso académico, expedidas bajo juramento y con indicación del aprovechamiento del discípulo; la imposibilidad de aprobar curso sin asistir regularmente al aula durante todo el curso académico, permitiéndose exclusivamente un máximo de veinte días de ausencia; la recuperación de materia por parte del alumno enfermo, acudiendo al domicilio particular del catedrático; la fijación de los libros de texto y el fomento de los actos académicos orales; la responsabilidad del docente para orientar a sus alumnos en la carrera, con el deber moral de apartarlos del Estudio, si carecían de capacidad natural para el aprendizaje universitario; la importancia de la formación adquirida en las clases de las facultades jurídicas para el Compendio de los Comentarios a las Leyes de Toro de Antonio ulterior ejercicio profesional, etc. Gómez. Pedro Nolasco. 1795. Universidad de Oviedo Uno de los temas más novedosos en el Plan de 1774 fue el relativo a las academias, especialmente las jurídicas. Se conformó un reglamento para su correcto funcionamiento y se articularon las sabatinas en Artes, así como las dominicales de Derecho y Teología. La extraordinaria afluencia de teólogos y la clara separación entre canonistas y legistas trajeron un nuevo reglamento, duplicando la Academia Teológica, y dividiendo la Academia de ambos Derechos, para que un día fuera para Leyes y otro para Cánones. El funcionamiento interno de estas academias no estuvo exento de problemas, como fue la elección gimnasiarca en 1783, ya que el presidente de los actos que realizaban correspondía a uno de los docentes, o con grados mayores, pero el cargo citado correspondía a un bachiller, después de la selección realizada por el cuerpo de académicos, en la que se elegían tres candidatos. Los bachilleres canonistas defendieron, con respaldo institucional de los órganos políticos del Principado de Asturias, la costumbre practicada antes de la incorporación de las academias privadas en la Universidad, y el Consejo respetó ese modelo.
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Quizás la singularidad más importante de las academias ovetenses se produjo un lustro más tarde de la promulgación del Plan, con la propuesta de D. Felipe Canga Argüelles, aceptada por el claustro, pero rechazada por el fiscal Campomanes algunos años después, al crear en el Estudio universitario una Academia de Derecho Público y de Práctica Jurídica, en la que se conjugaban los saberes más actuales del ámbito normativo y doctrinal a nivel europeo, en aquella parcela del ordenamiento, y al mismo tiempo se dedicaba una parte destacada de sus sesiones a la preparación de los estudiantes para los oficios relacionados con la administración de justicia, tales como los de jueces, fiscales, abogados, secretarios judiciales, relatores, etc., con el buen criterio de capacitar a los alumnos en su futura ocupación ante las Audiencias ovetenses, secular y eclesiástica, sin minusvalorar que en la normativa de 1774 se computaban años de estudio en la licenciatura de los legistas, a partir del quinto año, como años de pasantía para recibirse de abogados. El año 1776 se presentó un proyecto de erección de una cátedra de Historia, que resultó fallido, a diferencia del que propuso el obispo Agustín González Pisador, y que presentó en la Junta General del Principado con data de 9 de agosto de 1784, dotando dos cátedras de Medicina. Esta propuesta fue acogida muy favorablemente por las instituciones asturianas, y respaldada por el ayuntamiento de la capital, así como por el cabildo catedralicio, lo que permitió la creación de una Facultad de Medicina en nuestra Universidad, dotada de una cátedra de Anatomía, impartida por un antiguo médico militar, y dos cátedras de Medicina, confiadas a los dos médicos ovetenses, uno de la ciudad y otro capitular. Este hecho permitió que a partir de 1786 estuvieran conformados esos estudios y que pudiera otorgarse en el Principado, hasta finalizar esta centuria, el grado académico de bachiller. Uno de los problemas que surgieron con la aplicación del Plan de estudios de 1774 fue la excesiva duración de las licenciaturas, aunque este hecho no repercutía uniformemente en todas las facultades. El rector Dr. Juan Méndez Vigo, conjuntamente con el claustro, elevó una súplica al Consejo de Castilla, con data del 3 de noviembre de 1790, para que el órgano político estatal examinara los graves inconvenientes que se seguían en el Estudio, a causa del elevado número de cursos precisos para ganar los grados mayores en la Facultad de Teología. Nuestra Universidad representó que “desde el establecimiento del nuevo Plan de estudios, es rarisimo el Theologo que recibe los grados mayores, verificandose antes abundancia de estos profesores, que honrravan la Facultad con el lizenciamiento y doctorados17, porque por el Estatuto (antiguo) a que se arreglaba la Universidad, solo se requerian tres años después del grado de Bachiller en Teología con facultad al claustro de dispensar un año con las personas nobles y de conocida suficiencia”18. El claustro propone al Consejo una reforma en la Facultad, consistente en tres puntos: los doce años de carrera se reducirían a diez; los estudiantes asistirían el noveno curso a la cátedra de Escritura, pero también a la de Antiguo y Nuevo Testamento, y el décimo año de licenciatura “que es de Moral a la Cátedra de Concilios”. Los universitarios ovetenses entienden que es factible este arreglo, al tener cada una de dichas enseñanzas una hora de clase y en horario compatible, por lo cual podrían los oyentes cumplir con la escolaridad en un solo año, eliminándose los inconvenientes denunciados más arriba, además de estar más motivados con la posible obtención de cátedras u otros oficios relevantes. También se corregirían los defectos que generaba en la Facultad de Artes, al venir regentadas “con mas honor y aprovechamiento las cathedras…, y suplidos los catedráticos en sus precisas ausencias y enfermedades con sujetos que se conciliaban de mas respeto”. Sometido el asunto a dictamen del fiscal del Consejo, este comienza por recordar que “en los nuevos methodos de estudios se procuro atender mas a la instrucción y aprovechamiento de la juventud, que
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a la facilidad y proporcion de condecorarla con los grados y distinciones academicas, pues en aquella, y no en estas conseguidas anticipadamente, interesa la felicidad, como medio seguro a crear hombres dignos de los empleos publicos”. Entiende el ministro del reino que la escasez de profesores depende de muchas causas, y no exclusivamente de la larga duración de la carrera universitaria19, significando que “quando prueve el claustro la inutilidad, la redundancia o imposibilidad de enseñar por el orden y numero de años prescrito en el nuevo plan, o proponga otro método mas breve, seguro y acomodado al aprovechamiento, se hará atendible su súplica y digno de manifestarle las gracias y la satisfacción del Consejo, pero no será razon alterar lo mandado por el único respeto de mayor o menor número de profesores”. Por último, “advierte la diferencia del Plan de Estudios de la Universidad de Salamanca al de la de Oviedo acerca del numero de años para graduarse en Teologia. A los siete años de Facultad pueden graduarse de Licenciados en Salamanca, y han menester ocho los que cursen en Oviedo, siendo en las dos iguales estudios preliminares de Artes y Lugares Teológicos”. La real cédula de 22 de enero de 1786 prescribió a todas las universidades del reino que “observen lo dispuesto para la de Salamanca en punto a matriculas, asistencia y oposiciones a catredas, examenes para el pase de unas a otras, ejercicios de Academias, numero de cursos para los grados mayores y menores y rigor con que se ha de probar la suficiencia de los graduandos”. A tenor de esta norma, el fiscal hace notar que, si se cumpliera su precepto, los teólogos cursantes en Oviedo tendrían un año menos de los que prescribía el Plan de 1774, “y a esto puede limitarse la reduccion que propone el Claustro”, en criterio del fiscal, “previniendole observe con exactitud y rigor lo demas que le esta mandado”. Visto el informe precedente, la Sala de Gobierno del Consejo, integrada por los señores Contreras, Bendicho, Vallejo y Mendinueta, en su resolución dada en Madrid a 15 de febrero de 1791, que fue remitida al rector y claustro ovetense con data de 24 de mayo de dicho año, respaldan íntegramente la propuesta del fiscal, asumiendo que la Universidad asturiana pudiera reducir un año la duración de la carrera en Teología.
Notas 1. Vid. por todos, F. CANELLA SECADES, Historia de la Universidad de Oviedo y noticias de los establecimientos de enseñanza de su distrito, Oviedo, imprenta de Eduardo Uría, 1873, pp. 59-124 y Apéndices, e Historia de la Universidad… (Asturias y León), 2ª ed. ref. y ampl., Oviedo, impr. de Flórez, Gusano y C.ª, 1903-1904, reimpr. facs. 1985, pp. 67-164 y Apéndice V. 2. Fue uno de los mejores tomistas del siglo XVII, autor de la Philosophia thomistica juxta inconcussa tutissimaque Divi Thomae Dogmata: quatuor tomis comprenhensa, Editio altera auctior et accuratior, Parisiis, apud Edmundum Couterot, 1674. Reimpresa en los siglos XVII y XVIII, como demuestra la décimo cuarta edición en cuatro volúmenes, Venetiis, apud Simonem Occhi, 1744, que fue ampliamente utilizada en España, de lo que son testimonio las impresiones: Matriti, apud Gabrielem Ramírez, 1762; eod. loc., cuatro tomos en tres vols., apud Joachim Ibarra y Antonium Sancha, 1763; eod. loc., apud Joachim Ibarra, 1767. 3. Se trata del miembro de la Academia de Ciencias de París, autor de la Theologia speculatrix et practica juxta SS. Patrum dogmata pertractata et ad usum scholae accommodata, siete vols., Parisiis, apud S. Michallet, 1690-1691. Fue reeditada en un compendio más breve, en cinco volúmenes, para ser utilizada como manual en los seminarios, a partir de la edición de París, fechada el año 1694.
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4. Este catedrático salmantino del siglo XVI es autor de los Libri decem Hypotyposeon theologicarum sive regularum ad intelligendum scripturas divinas: in duas partes distributi… nunc primum summa cura ac diligentia elaborati et multorum locorum nova interpretatione… a Martino Martín Cantapetrensi…; a Io. Bracamontio elucubrati, Salmanticae: excudebat Ioan. Maria a Terranova, expensis Ioannis Moreni, 1565. 5. Se trata del dominico francés Alexandre Noël, profesor de La Sorbona, y autor de la obra intitulada Theologia dogmatica et moralis secundum ordinem Catechismi concilii Tridentini, diez tomos, Venetiis, apud Nicolaum Pezzana, 1698. Posteriormente se reimprimió bajo el título: Theologia dogmatica et moralis secundum ordinem catechismi Concilii Tridentini in quinque libros distributa: hac novísima editione omnium accuratissima, plurimis accesionibus et notis, variis epistolis… aucta, illustrata…: opus non solum clericis et theologis quibusque, sed parochis… perutile. Auctore R. P. F. Natali Alexandro, Ordinis F. F. Praedicatorum, Parisiis, sumptibus Antonii Dezallier, 1714. Poco antes de la reforma del plan ovetense aparece reimpreso el epítome de la obra, intitulado: Theologia dogmatica et moralis in epitomen redacta, 4 vols., Romae, ex typographo Michaelis Angeli Barbiellini, 1773. 6. Este dominico italiano, nacido en 1685 y fallecido el año 1759, fue vicario general de la Orden de Santo Domingo, y destacó por su rigorismo. El Plan de Estudios de Oviedo recomienda una obra que también se utilizó en la de Cervera, y se intitula: Universae theologiae moralis: accurata complexio instituendis candidatis accommodata, dos vols., ed. 2ª matritensis ab innumeris erroribus expurgata, Matriti, ex typographia Blasii Roman, 1773-1774. 7. Es una combinación de la obra de un jurista holandés, perteneciente a la denominada Jurisprudencia elegante, con un autor alemán, que se inscribe en el Usus modernus Pandectarum. La obra se intitula: Arnoldo Vinnii JC. In quatuor libros Institutionum imperialium commentarius academicus et forensis. Jo. Gottl. Heineccius JC. recensuit et praefationem notulasque adjecit, dos vols., Venetiis, ex typographia Balleoniana, 1736. 8. Paulo Lancelotti es un canonista italiano del siglo XVI, autor de las Instituciones canónicas, que redactó por encargo del papa Paulo IV. 9. G. P. LANCELOTTI, Instituciones juris canonici: quibus jus pontificium singulari método comprehenditur, ab Joanne Paulo Lancelotto Perusino conscriptae, et in Aula Romana, mandato Pontificis Maximi ab illustribus viris olim recognitae: nunc innumeris mendis purgatae; adjectae sunt hac editione Joannis Doujatii novae atque uberes notae; et in gratiam cupidae canonum juventutis Appendix, qua quae contineantur, indicatur in calce tomi secundi, dos tomos, Venetiis, per Franciscum ex Nicolao Pezzana, 1770. 10. L. ENGEL, Collegium universi juris canonici: antehac juxta triples juris objectum partitum: nunc vero servato ordine Decretalium accuratius translatum: et indice copioso locupletatum: cui praeter Tractatum de privilegiis monasteriorum; novissime accessit aureus liber qui Manuale parochorum inscribitur… auctore P. Ludovico Engel, ex monasterio exempto Mellicensi ordinis S. P. Benedicto…; adjectae sunt Annotationes… Caspari Barthel… juxta ejemplar Beneventi editum anno 1760, Mantuae Carpetanorum, ex typographia regia, vulgo de la Gazeta, sumptibus Regiae typographorum et bibliopolarum Societatis, 1777. 11. Inocencio Cironio fue profesor de ambos Derechos, canónigo y canciller de la Universidad de Toulouse, recomendando aquí su obra: Paratitla in quinque libros Decretalium Gregorii IX, Edidit M. Ios. Ant. De Riegger, Matriti, apud Ioachim Ibarra Catholicae Regiae Majestatis typographum, 1771. 12. Fue catedrático salmantino del siglo XVI y titular de la cátedra de Vísperas de Leyes. Su obra se imprimió con el título: Opus praeclarum… super legibus Tauri, aeditum per egregium… Antonium Gomez, Salmanticae, excudebat Andreas a Portonariis, 1560. Fue objeto de traducción al castellano por el Lic. Pedro Nolasco de Llano, y se intitula: Compendio de los comentarios extendidos por el maestro Antonio Gomez a las ochenta y tres leyes de Toro, Madrid, en la imprenta y librería de D. Manuel Martín, 1777. 13. Z. B. VAN ESPEN, Commentarius in canones et decreta juris veteris ac novi: et in jus novissimum: opus posthumum, Lovanii, sumptibus Societatis, 1759. 14. Z. B. VAN ESPEN, Supplementum in Corpus Juris Canonici sive in Jus universum Ecclesiasticum: cum brevi comentario ad Decretum Gratiani, Coloniae Agrippinae, sumptibus viduae Vilh. Metternich et filii, 1732. También, en Opera omnia canonica integra et completa, quae hactenus in lucem prodierunt: in sex partes distributa, quibus accedit pars septima complectens Commentarium in Canones et Decreta juris veteris ac novi et in jus novissimum: opus posthumum ejusdem auctoris, Venetiis, ex typographia Valleoniana, 1769. 15. Bernardo Zeger Van Espen fue profesor en la Universidad de Lovaina y era jansenista. Mereció los mejores elogios de Jovellanos, que designa su Tratado del Derecho eclesiástico universal, impreso bajo el título Ius ecclesiasticum universum, Lovanii, 1701; censurado por Roma en 1704, y del que se hicieron hasta once ediciones, en lugares tan distantes y distintos como Lovaina, Colonia, Venecia, Ruán, Lyon y Madrid, como el texto por el que debería estudiarse en el Colegio de Calatrava de Salamanca, al valorarlo preferente entre todos los manuales de igual contenido “por la abundancia y elección de su doctrina, por
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la pureza y exactitud de sus principios, tomados en las fuentes más puras, y por la sana e ilustrada crítica”. En igual sentido se pronuncia Mayans, cuya apología de Van Espen le lleva a afirmar que por las obras de Cironio y del canonista belga se articula toda la formación de los canonistas, ya que es “científico extendido en la doctrina, metódico, breve i claro. No ai otros autores acomodados a las Escuelas en cuyas obras se hallen todas esas circunstancias”. Cf. A. ÁLVAREZ DE MORALES, La Ilustración y la reforma de la Universidad en la España del siglo XVIII, 2ª ed. aum., Madrid 1979, pp. 155-157 y notas 241-242. 16. Nacido en 1541, falleció el año 1599, siendo arzobispo de Toledo. Su obra aparece recomendada en diversas universidades durante la reforma carolina, y se intitula: Collectio conciliorum Hispaniae diligentia Garsiae Loaisa elaborata, eiusque vigiliis aucta, Madriti, excudebat Petrus Madrigal, 1593. Recientemente ha sido objeto de una edición en microficha por la Biblioteca Apostólica Vaticana, en 1999. 17. Señala el claustro: “En la actualidad se halla vacante la cátedra de Prima de Theologia a la que solo resultaron seis graduados, opositores, por no haver Bachilleres con los doze años cumplidos para ver de serlo, quando antes del nuevo Plan pasavan de veinte los que ejercitavan en higual vacante”. 18. La vigencia de la nueva normativa conllevaba que la ordenación de la carrera tenía la duración de doce años, período de tiempo que daba opción al estudiante cualificado de lograr con anterioridad un buen destino en un curato, por lo que aquellos que proseguían la carrera universitaria “no cree el claustro honrren por lo comun la Universidad y su profesion, ni las cathedras que regenten en propiedad o sostitucion”. De aquí se seguía la escasez de opositores a cátedras de Teología, porque no podían ser candidatos antes de concluir su carrera, y aunque para la Facultad de Artes podrían aspirar sujetos bien dotados, como obtenían el magisterio en dicha materia al mismo tiempo que proseguían sus cursos de Teología, los discípulos “los miran con menos respetos y subordinación”, y también este mismo hecho “puede concurrir a que no se continuen los cursos, o que algunos no hagan oposición a dichas cathedras en perjuicio de la enseñanza publica”, sin olvidar que “teniendo quatro horas de tarea al dia, apenas pueden asistir a cátedra alguna”. 19. También constata, entre otros aspectos, la necesidad ordinaria del docente en esta materia de gozar del orden sacro, con título o beneficio eclesiástico; la peculiaridad de los doctores teólogos, cuando pertenecen a los regulares o a los colegios, y la casi nula aspiración a estos empleos por parte de los seculares.
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FULGOR Y MUERTE DE LOS ESTUDIOS MÉDICOS OVETENSES EN LAS POSTRIMERÍAS DEL SIGLO XVIII. LOS ORÍGENES DE LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA EN ASTURIAS. VÍCTOR ÁLVAREZ ANTUÑA Universidad de Oviedo
A los “nuevos” estudios médicos de la Universidad de Oviedo, en el 40 aniversario de la creación de su Facultad de Medicina (1968-2008).
Los estudios de Medicina, tan prestigiados en la actualidad, no tuvieron siempre la misma consideración, permaneciendo postergados durante siglos con respecto a los teológicos y jurídicos. La Universidad de Oviedo, que hoy se dispone a celebrar su cuarto centenario, careció de estudios médicos durante la mayor parte de su historia, hasta la implantación definitiva de los mismos en la segunda mitad del pasado siglo XX. Es preciso decir, sin embargo, que a finales del XVIII, durante aproximadamente dos décadas, contó con un mínimo de cátedras médicas que permitieron obtener en sus aulas la titulación básica para el ejercicio de la profesión. Esta apretada síntesis está dedicada a relatar muy brevemente cómo se había desarrollado hasta entonces la enseñanza de la medicina en España, las especiales circunstancias que originaron la creación de dichas cátedras y los motivos fundamentales de su fugacidad y extinción.
1. La enseñanza universitaria de la Medicina en las edades Media y Moderna Como es bien sabido, la obligatoriedad de una titulación y el posterior reglamento de los estudios para poder tener acceso al ejercicio profesional de la medicina, comienzan a plantearse en Europa a partir de los siglos XII-XIII. Este hecho tuvo lugar en la corte del reino normando de Sicilia, denominado también Reino de Nápoles y Sicilia, bajo la iniciativa de dos de sus más emblemáticos emperadores: Rogerio II, que en 1140 estableció la obligatoriedad de superar un “examen oficial” para poder ejercer la profesión, y su descendiente Federico II que, justo un siglo después, en 1240, obligaba a cursar tres años preparatorios y cinco de estudios específicos en la Escuela médica de Salerno1, así como un año de práctica junto a un médico en ejercicio, antes de poder presentarse a la prueba final obligatoria establecida por su predecesor. Este modelo sículo-normando sería el finalmente implantado en las facultades de
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Medicina de las universidades bajomedievales que a partir del siglo XII se fueron creando en Italia (Bolonia y Padua) y en alguno de los territorios de la Corona de Aragón (Montpellier). La de Salamanca, fundada a principios del XIII en la Corona de Castilla, llegaría a ser el más importante centro universitario español a lo largo de este periodo. En lo que se refiere a la enseñanza de la medicina en los reinos hispánicos bajomedievales podemos decir que, al contrario de lo sucedido en el resto de la Europa occidental, donde se siguió de manera casi unánime el modelo universitario cristiano, aquí se plantearon algunos aspectos diferenciales como consecuencia de la realidad social vivida. Como han señalado García Ballester y López Piñero, a quienes seguimos fundamentalmente en esta síntesis, la población musulmana, al carecer de institucionalización docente, siguió durante mucho tiempo su formación en los centros de estudios islámicos (madrassa), o bien privadamente junto a “sabios”. Algo parecido sucedió con la población judía, cuyos médicos seguían el modelo abierto islámico y acudían a formarse en las aljamas. Sólo los médicos cristianos se decantaban por el modelo europeo y utilizaban las universidades de reciente creación para su formación profesional. También los conversos terminarían por adscribirse a la medicina universitaria, llegando a formar un prestigioso e influyente núcleo como profesionales sanitarios. Es preciso señalar que la de Medicina, junto a las de Teología, Cánones y Leyes, constituían las denominadas facultades “mayores”, en contraposición con la de Artes, o facultad “menor”, que les servía a los aspirantes para cursar las llamadas “artes liberales” o conjunto de saberes preparatorios. Entre estos saberes también se encontraban los estrictamente científicos como la cosmografía, las matemáticas y, sobre todo, la filosofía natural, de tanta importancia para los estudios médicos. Tras conseguir el grado de “bachiller en Artes”, los alumnos debían de seguir tres o cuatro cursos en la Facultad de Medicina hasta obtener el título de “bachiller en Medicina”, requisito imprescindible para el ejercicio de la profesión. Los grados de licenciado y doctor tan sólo requerían la presentación y defensa de las memorias correspondientes. Los textos que se empleaban para la enseñanza de la medicina fueron las traducciones del árabe al latín de las principales obras médicas griegas, helenísticas e islámicas, comenzadas a traducir en Salerno y, posteriormente, a partir del siglo XII, en la llamada Escuela de Traductores de Toledo. Las traducciones dieron lugar a un corpus médico basado en una filosofía natural de cuño aristotélico. Al lado de las obras de Hipócrates, Galeno y Rhazes, se tradujo también el conocido Canon de Avicena2, cuya versión latina pasaría a constituirse en el principal vehículo de transmisión del galenismo arabizado, fundamento de la enseñanza en las universidades medievales. También se utilizaba la Isagoge (“Introducción a la medicina”) de Hunain ibn Ishaq ( Johannitius) y la llamada Articella, un conocido compendio para estudiantes en el que, además de la citada obra introductoria, se añadían fragmentos de textos hipocráticos, galénicos, islámicos e incluso algunos bajomedievales. El método escolástico de enseñanza en las universidades, sometido a la disciplina intelectual de la lógica aristotélica y a la técnica del silogismo, seguía el rígido esquema: lectio-quaestio-disputatio; este método se iniciaba con la selección y lectura de un texto de alguna de las citadas obras, y tras buscar en el mismo los principales problemas se establecía entre los alumnos un turno de discusiones argumentadas en torno a ellos que solía terminar con la mediación del profesor. Las cátedras, según la importancia de su contenido, podían ser de “propiedad” (como eran las “de Prima”, “de Vísperas” ó “de Avicena”) o bien “cursatorias” (como las de Anatomía, Cirugía o de Simples), y durante los años de estudio nunca se abordaban en ellas los problemas prácticos de la medicina.
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Conviene, también, señalar que la enseñanza de la cirugía estaba excluida de las universidades por su condición manual y que sólo con posterioridad empezaron a establecerse cátedras específicas en España e Italia. Esta novedad, junto con el inicio de la disección de cadáveres como método comprobativo3, y la redacción de pequeñas historias clínicas en forma de consejos (consilia), marcarán el inicio de renovación de la medicina medieval durante los siglos XIV y XV. Los ya clásicos estudios de J. Mª López Piñero sobre la introducción de la ciencia moderna en España nos permiten discurrir sobre lo que fueron las principales corrientes del pensamiento médico durante los siglos XVI y XVII y, consecuentemente, la enseñanza de la medicina en las universidades europeas. Lo primero que debemos decir es que tanto el galenismo4 como el método escolástico continuaron siendo predominantes en los centros de enseñanza de la medicina moderna. Siguiendo la relación dialéctica entre evolución y tradición, distingue el citado autor cuatro corrientes distintas de galenismo: una primera, mera continuación del galenismo arabizado bajomedieval, representada en la enseñanza por la utilización casi exclusiva del Canon de Avicena, y que puede denominarse por ello galenismo “avicenista”. Como reacción a ella surgirá un galenismo “humanista”, que se propone recuperar los textos médicos antiguos y entender su contenido. Como es bien conocido, el movimiento humanista se inició en las universidades italianas para luego, aprovechando la utilización de la imprenta, extenderse por los demás países. Por ese motivo el corpus teórico fundamental para la enseñanza de la medicina dejará de ser el texto citado de Avicena, que será sustituido por la traducción directa de obras de Galeno, a las que se harán numerosos comentarios. A partir de los años centrales del siglo XVI, algunos de los seguidores de esta corriente, todos ellos médicos afectos al humanismo renacentista, comienzan a mostrar su preferencia por la observación como método principal del conocimiento en cuestiones médicas. Consecuencia de ello será la aparición de la nueva anatomía descriptiva del cuerpo humano, basada en la disección de cadáveres y ejemplificada en la figura de Vesalio, así como también la redacción de historias clínicas, ya no en forma de consejos, como las medievales, sino como simples observaciones (observationes) de los casos concretos que les planteaban sus pacientes. También comenzarán por entonces a hacerse observaciones necrópsicas y se estudiarán a fondo las llamadas “nuevas enfermedades”, de las que hasta entonces no se tenían referencias explícitas en la literatura médica clásica. A esta nueva tendencia, surgida en el seno de la corriente humanista y basada en la observación, se la denominó galenismo “hipocratista” por dar suma importancia a la observación clínica objetiva y a la influencia de las condiciones ambientales en la aparición de las enfermedades, una de las aportaciones más destacadas en los propios escritos de Hipócrates. Aunque se siguió manteniendo en lo fundamental la validez del sistema galénico, los tratados del Corpus Hippocraticum5, serán desde entonces comentados y traducidos directamente del griego con suma pulcritud por médicos humanistas, los que comiencen a tomar protagonismo en la enseñanza de la medicina. En el último tercio del siglo XVI la medicina europea, como afirma J. Mª López Piñero, llegó a un auténtico “callejón sin salida” al no ver logradas las expectativas planteadas por el programa humanista. Esta situación motivó entre los médicos de la época la aparición de dos posturas enfrentadas: una favorable a la renovación, que unió a lo ya logrado la asimilación de lo más significativo del paracelsismo6 al aceptar los medicamentos químicos e, incluso, la posibilidad de interpretar químicamente algunos de los fenómenos fisiopatológicos; a esta corriente, que tuvo el mérito de contribuir a la formulación posterior de la iatroquímica7, el primer sistema médico moderno, se le conoce como galenismo “ecléctico”. Por el contrario, otros muchos autores, encuadrados en el neoescolasticismo de la Contrarreforma,
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fueron partidarios de volver a las doctrinas tradicionales y orillar las novedades conseguidas en las décadas anteriores, constituyendo la corriente conocida como galenismo “contrarreformista”. La enseñanza de la medicina durante el siglo XVI estuvo directamente ligada a la evolución de los conocimientos y a las tendencias adoptadas por cada una de las distintas facultades médicas. Para ceñirnos al ejemplo de las españolas, debemos decir que no todas llegaron a alcanzar un nivel aceptable, destacando la de Valencia, en la Corona de Aragón, así como las de Salamanca, Alcalá y Valladolid en la de Castilla. En este sentido se puede comprobar que en todas ellas continuó de forma predominante la enseñanza del galenismo arabizado durante las primeras décadas del siglo, llegándose incluso a crear en 1531 una cáteEnemas. Mediados del siglo XIX. MUMI dra “de Avicena” en la de Salamanca. En las décadas centrales, por el contrario, comienza ya a notarse la influencia de la corriente humanista con la implantación de las cátedras de Anatomía, Cirugía y Botánica Médica o “de simples”. La reforma de los estudios anatómicos comenzó en Italia, concretamente en la Universidad de Padua, bajo la inflencia del médico flamenco Andrés Vesalio. A pesar de su temprana formación escolástica, adquirida en la Universidad de París, rompió enseguida con los supuestos anatómicos galénicos, estableciendo la disección de los cadáveres humanos como el principal fundamento de la enseñanza y de la investigación morfológicas. Su influencia, el denominado “movimiento vesaliano”, se extendió pronto por el resto de las universidades europeas y llegó a España en 1547 de la mano de dos de sus discípulos: Pedro Jimeno y Luis Collado, que hicieron de la Universidad valenciana el epicentro del movimiento vesaliano español. En 1550, Alonso Rodríguez de Guevara enseñó en Valladolid anatomía sobre el cadáver, y un año después se creaba la cátedra de Anatomía en Salamanca. Pero la influencia del humanismo también afectó a la consideración de los textos médicos de la época. El núcleo formado durante los años centrales del siglo en la Universidad de Alcalá lo demuestra claramente. Bajo la influencia de Andrés Laguna se formaron médicos humanistas como Francisco de Mena, Cristóbal de Vega y, sobre todo, Francisco Valles (1524-1592), el máximo exponente de la corriente ya citada como galenismo “hipocratista”. Este autor, catedrático “de Prima” en Alcalá, médico de cámara de Felipe II y, posteriormente, “Protomédico general de todos los Reinos y Señoríos de Castilla”, convirtió la figura y la obra de Hipócrates en principal modelo de la teoría y práctica médicas, sin desdeñar por ello los escritos galénicos y demás autores clásicos. Sus comentarios a los textos hipocráticos dejan patente la importancia de la observación clínica como base cierta de la medicina. A este empeño dedicará algunas de sus obras más importantes, como las Controversiae medicae et philosophicae (1556), la traducción y comentarios a las Epidemiae hipocráticas (1577) y su célebre Methodus medendi (1588) o tratado sobre terapéutica clínica. Estos y otros libros más, en los que deja traslucir su propia experiencia clí-
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nica y la aceptación de los nuevos saberes anatómicos como fundamento de la fisiología normal y patológica, alcanzaron numerosas reediciones y sirvieron de texto tanto a médicos como a estudiantes de muy diversas épocas y latitudes. Como ya quedó insinuado, los cirujanos estaban separados profesionalmente de los médicos universitarios, salvo en la Italia medieval y renacentista. Esta influencia se extendió a España, donde pronto se crearon cátedras de Cirugía en las principales universidades. La primera fue en Valencia a comienzos del siglo y, posteriormente, en Salamanca (1566), Valladolid y Alcalá (1594). Esta circunstancia nos permite entender que, junto a cirujanos propiamente dichos, también pudieran existir médicos dedicados al ejercicio de la práctica quirúrgica8. La crisis de la monarquía hispánica sobrevenida en el último tercio del siglo XVI tuvo su máxima expresión en la famosa pragmática de Felipe II publicada en 1599. En ella, y con el pretexto de luchar contra la herejía que había comenzado a instaurarse en sus reinos, mandaba que todos los “súbditos y naturales, de cualquier estado, condición y calidad [...] no puedan ir ni salir destos reinos a estudiar, ni enseñar, ni aprender, ni a estar ni residir en universidades, ni estudios ni colegios fuera destos reinos”9. Esta crisis tuvo su correlato en la enseñanza médica española, favoreciendo que apareciera como dominante la corriente antes aludida como galenismo “contrarreformista”. Los comentarios a textos hipocráticos y galénicos escritos por este tipo de autores están basados en argumentaciones meramente escolásticas, sin hacer aportaciones prácticas individuales, como habían hecho los de las décadas anteriores. El principal representante de esta tendencia fue, sin duda alguna, Luis Mercado (1525-1611), catedrático de la Universidad de Valladolid y autor de las famosas Institutiones medicae (1594) e Institutiones chirurgicae (1594), manuales dedicados a la preparación de los exámenes del Protomedicato10. A pesar de su excelencia clínica, siguió negando algunas verdades ya demostradas por entonces, como era el caso de la existencia de la circulación pulmonar, al tiempo que admitía otras que no creía peligrosas para la perpetuación del sistema galénico. Su obra, como recuerda López Piñero, constituye la más influyente sistematización del galenismo realizada en Europa desde los supuestos contrarreformistas. Otra Pragmatica real, en este caso la promulgada por Felipe III en 1617, habría de tener amplia influencia en la enseñanza de la medicina española del siglo XVII. En este texto legal se recomienda limitar la expedición de títulos a las tres facultades principales, Salamanca, Alcalá y Valladolid, y culpa de la falta de buenos médicos a “las leturas de las Universidades [...] gastando el tiempo en disputas, i questiones impertinentes, que no importan para el conocimiento de las enfermedades, ni sus causas, ni para el pronóstico, i curación de ellas”. Por ello recomendaba a los Sierra de amputación, principios del siglo XX, catedráticos leer “la doctrina de Galeno, y farmacia homeopática, mediados del siglo XIX. MUMI Hipócrates i Avicena como se solía hacer antigua-
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mente, leyendo primero la letra del capítulo que se comenzare, llevando el libro el Catedrático y los estudiantes, para que lo entiendan, que este es el fundamento con que se han de quedar; y luego el Catedrático lea las dudas y questiones que se ofrecieren acerca de la letra, que sean las útiles, y que importare para el conocimiento de la esencia de las enfermedades, de sus causas y señales, pronóstico y curación. [...] i la otra causa principal es el modo de los examenes, que se hacen ante los Protomédicos, preguntándoles las Instituciones de Mercado”11. Esta actitud significó un auténtico respaldo al galenismo más intransigente y acentuó la decadencia de las facultades de Medicina, a pesar de que algunos profesores no siguieron al pie de la letra los supuestos del escolasticismo contrarreformista, pudiendo ser adscritos a otra corriente más moderada, como era el galenismo “ecléctico”. Los seguidores de esta tendencia llegaban a admitir algunas de las novedades alcanzadas en el pasado siglo, tales como la doctrina de la circulación de la sangre o la utilidad de los medicamentos químicos, pero sólo como rectificaciones de detalle del sistema galénico. No
Estetoscopios, campanas, lancetas y escarificador para sangrías. Principios del siglo XX. MUMI
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obstante el bajo nivel teórico de las facultades, se empieza a notar en esta época una apreciable mejoría de las enseñanzas prácticas, concretadas en el aumento del número de disecciones y en la creación de algunos anfiteatros anatómicos. En las décadas finales del siglo comienza su andadura el llamado “movimiento novator”. Este movimiento renovador, tanto de la medicina como de otras disciplinas, tomó conciencia del atraso científico español y puso en marcha un programa de asimilación de la ciencia moderna que sería tomado como base por la mentalidad ilustrada del siglo XVIII. En el campo específico de la medicina rompió frontalmente con el galenismo desde supuestos iatroquímicos y denunció el atraso médico español. Al no pertenecer sus representantes al estamento académico universitario, se vieron forzados a reunirse y trabajar en “academias” y “tertulias” como la que se formó en el domicilio del médico sevillano Juan Muñoz y Peralta y que desde 1700 pasó a ser conocida como “Regia Sociedad de Medicina y otras Ciencias”12, la primera institución española dedicada al cultivo de la nueva medicina. Todas las iniciativas de progreso auspiciadas por miembros de este grupo chocaron con la intransigencia y el ataque defensivo de los claustros universitarios, que, apoyándose unos a otros, condenaban las nuevas teorías médicas, ya muy aceptadas por entonces en otros países. La mentalidad ilustrada y las condiciones socioeconómicas auspiciadas por la nueva dinastía borbónica favorecieron el desarrollo de la medicina y la ciencia en el siglo XVIII que, como acabamos de decir, ya habían comenzado a introducirse en España en el último tercio del siglo anterior a expensas del movimiento novator. Para lograrlo se luchó contra el aislamiento en que se había caído durante la Contrarreforma, concediendo numerosas ayudas para salir a formarse a centros científicos europeos; del mismo modo se contrataron científicos, algunos de ellos médicos, para dirigir instituciones y poner en marcha estudios e investigaciones hasta entonces desconocidos en España. La necesidad de sentar las bases institucionales para hacer frente a la nueva ciencia llevó a los ilustrados, tanto a la creación de centros específicos –sirva aquí, como ejemplo de iniciativa privada, el del Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía de Gijón, creado por Jovellanos en 1794 para formar técnicos y pilotos–, como a la reforma profunda de las universidades públicas. Estos cambios tuvieron su máximo exponente durante el reinado de Carlos III (1759-1788), disminuyendo sensiblemente en el de su hijo y sucesor Carlos IV (1788-1808). En lo que se refiere a la enseñanza de la medicina universitaria, las iniciativas oficiales de reforma se encontraron con múltiples resistencias, lo cual llevó a la creación de nuevas instituciones, en este caso extrauniversitarias, a las que nos referiremos más adelante. El antecedente más destacable de las reformas universitarias fue, sin duda, un informe elaborado por Gregorio Mayans en 1767, titulado Idea del nuevo método que se puede practicar en la enseñanza de las universidades de España. En él proponía el ilustrado que los estudios médicos se cursasen en seis años, cuatro teóricos y dos prácticos, con siete cátedras: tres teóricas o “de curso” y las de Química, Anatomía, Botánica y Cirugía. Los textos que recomendaba eran las obras de Hermann Boerhaave13, las de sus principales discípulos, Albrecht von Haller y Gerhard van Swieten, así como el compendio anatómico de Lorentz Heister. Este informe influyó en el plan elaborado en 1769 por Olavide para la Universidad sevillana, comentado por Jovellanos en un conocido informe de 177714. Salamanca, Alcalá y Valladolid reformaron su plan de estudios en 1771 y, un año después, lo hicieron Santiago y Huesca. La Universidad de Granada lo aprobó en 1776 proponiendo la creación de lo que fue la primera cátedra de Clínica en España, una iniciativa que se vería secundada una década después por el rector Blasco en su plan para la Universidad de Valencia, quizás el que más se adecuaba de todos ellos a las exigencias de la Ilustración.
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El establecimiento de centros de enseñanza médica ajenos a la Universidad comenzó en los años finales del siglo XVII con la creación en 1689 de la cátedra de Anatomía del Hospital General de Madrid y su potenciación en la siguiente centuria, así como la organización de Cursos de Anatomía y Cirugía en la Regia Sociedad de Medicina de Sevilla. Casi un siglo después, en 1795, se crearía otra cátedra más en el hospital madrileño con la denominación de Estudio Real de Medicina. Lo mismo sucedería en Barcelona, dependiente de su Real Academia. Pero lo más destacable en lo que a establecimientos de formación extrauniversitaria se refiere fue la creación de los denominados Reales Colegios de Cirugía. Esta iniciativa constituyó un paso fundamental en la formación de los cirujanos y en la elevación de la cirugía a un muy alto nivel profesional. Con un internado obligatorio y riguroso, el abandono del latín por la lengua romance en los libros de texto y un completo plan de asignaturas teóricas y, sobre todo, prácticas, se creó un Colegio en Cádiz (1748) para formar cirujanos de la Armada, un segundo en Barcelona (1760) para cirujanos del Ejército, y otro en Madrid, el Real Colegio de Cirugía de San Carlos (1780), para la formación de cirujanos civiles. El resultado fue un despegue espectacular del nivel y la preparación de los cirujanos, que alcanzaron cotas de calidad y eficacia profesional en muchos casos superiores a la de los médicos universitarios. Tras la crisis del sistema iatroquímico, la medicina española del siglo XVIII se vio influida por la obra de Hermann Boerhaave a través de una corriente antisistemática que se prolongó con pleno vigor hasta las décadas centrales. Esta denominada “mentalidad antisistemática” pulverizó la vigencia del sistema galénico y recuperó el recurso a los textos hipocráticos. Estaba basada en el “empirismo racional”, que añadía a la citada influencia del holandés, a través de alguno de sus discípulos, la asimilación de las obras de Francis Bacon y Thomas Sydenham, que establecían la primacía de la observación clínica inductiva. El máximo exponente en España de esta tendencia fue Gaspar Casal, el médico gerundense establecido en Oviedo, primer descriptor del “mal de la rosa” (pelagra) como especie morbosa, y autor de una modélica Historia natural y médica del Principado de Asturias (1762). A muy grandes rasgos, este era el panorama de la medicina y su enseñanza cuando a finales del siglo XVIII se crearon en la Universidad de Oviedo unas cátedras dedicadas a su estudio.
2. Los estudios médicos de la Universidad de Oviedo Desde un punto de vista historiográfico, la especial situación creada en la cultura asturiana por la desaparición de la Biblioteca y Archivo universitarios a consecuencia de los sucesos de octubre de 1934, impuso una visión restrictiva del problema que nos ocupa al no poderse conocer la totalidad de la documentación existente sobre las cátedras de Medicina ovetenses. Mientras que cualquier investigador puede acceder con facilidad a la información proporcionada por la Junta General del Principado, Cabildo y Ayuntamiento de Oviedo, no le es posible conocer las referencias que sobre este tema guardaba en sus archivos la institución universitaria; sólo sabemos de su existencia a través de las múltiples citas referidas en la historia de la Universidad de Oviedo escrita por Fermín Canella en 1873 y reeditada treinta años después, la fuente principal y más completa de todas las existentes. En esta obra se detallan los trámites de creación y las circunstancias que concurrieron a su desaparición en los primeros años del siglo XIX. Su relato ágil y preciso está apoyado en referencias archivísticas universitarias que, desgraciadamente, ya nadie
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pudo volver a consultar tras él en toda su amplitud y literalidad. La práctica totalidad de las síntesis que sobre este problema se hicieron posteriormente –las de César Fernández Ruiz (1963 y 1965), José Tolivar Faes (1976) o Lluis Xabel Álvarez (1978)– bebieron lo esencial en la obra de Canella, si bien con algunas aportaciones meritorias en todas ellas. Así estaban las cosas cuando a mediados de los años 90 del pasado siglo quiso la casualidad que un acreditado investigador de temas jurídicos y universitarios, el profesor Justo García Sánchez, encontrara en el Archivo Histórico Nacional varios legajos con muchísima información no conocida sobre las cátedras de Medicina asturianas. Espoleado por su natural curiosidad, los trabajó con entusiasmo hasta terminar por transcribir, analizar y componer en 1996 una ambiciosa obra en dos tomos sobre el tema que nos ocupa15, obra que dedicó póstumamente a la memoria del que había sido su entrañable amigo, el también profesor Antonio Pérez Casas. Gracias a su aportación y generosidad, hoy conocemos de primera mano una buena parte de la vasta documentación que sirve de soporte a esta historia y que, como es natural, nos ha resultado imprescindible para componer estas páginas. 2.1. Antecedentes (1739-1780) Siendo Asturias una región aislada y propensa por su clima a múltiples enfermedades endémicas y epidémicas, tal y como demostró Gaspar Casal en su citada topografía, nada tiene de extraño la permanente necesidad que siempre hubo de contar con suficientes profesionales de la medicina para dispensar una atención básica a toda la población. Sin embargo, no fue fácil conseguirlo hasta épocas muy recientes; a la secular escasez de médicos que padeció España durante la Edad Moderna, había que añadir en Asturias la pobreza y el aislamiento de sus gentes, así como la ausencia de caminos y la dificultad de acceso a una gran parte del territorio, factores todos ellos que actuaban de revulsivo para los profesionales a la hora de instalarse en estas tierras. El propio Casal nos indica que “en todo el Principado de Asturias somos sólo cinco médicos; uno en Villaviciosa, otro en Gijón, otro en Avilés y dos en esta ciudad de Oviedo; siendo constante que por lo dilatado y poblado del país se necesitaban más de doce para que fuesen medio asistidos los que de ordinario están enfermos, aún en los años y tiempos saludables”16. Por eso, tal y como veremos más adelante, siempre que algún espíritu ilustrado y generoso, sensible al sufrimiento de las gentes, hizo un ofrecimiento económico para que se implantaran cátedras de Medicina que formaran a profesionales e intentaran paliar la situación, fue bien acogida socialmente su propuesta y apoyada por todas las instituciones. En esta primera fase ya podemos encontrar los primeros y fallidos intentos por establecer una cátedra/academia de Anatomía y Cirugía en la Universidad/Hospital de la ciudad. Según refiere el P. Rodríguez García en 1689, el ovetense Antonio García-Valdés Robledo, cura en la provincia de Aymares, obispado de Cuzco (Perú), ofreció 25.000 pesos para dotar a la Universidad de Oviedo de cuatro cátedras de Medicina, Cirugía y Retórica. Posteriormente optó por conmutarlas por la erección de un hospital general en el que se pudiese atender tanto a los naturales como a los peregrinos, y que nunca se llegaría a construir17. Años más tarde, ya en el siglo XVIII, la ciudad de Oviedo contrató en 1738 a un cirujano latino de origen francés llamado Jean D’Elgart18 para sustituir la ausencia, por renuncia, de uno de sus médicos. Cuando llevaba ya un año en el ejercicio de su cargo presentó un memorial a la Junta General del Principado, avalado por una certificación de la Universidad, en el que proponía la erección de una cátedra
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Expediente sobre supresión de cátedras de Medicina en la Universidad. 1800. ACO
de Anatomía y Cirugía en Oviedo19 En dicho memorial se ponía de manifiesto la necesidad de cirujanos en la provincia y la innegable utilidad de esta profesión en el abordaje de numerosas enfermedades. Tras poner como modelo la enseñanza que se impartía en la Universidad de Salamanca, él mismo se ofrecía para ejercer la docencia, asegurando la ausencia de gravámenes para la población del Principado. A pesar de la reacción positiva que despertó su petición, no llegó a tomarse decisión alguna, pretextando los miembros de la Junta que se aplazaba hasta que hubiera un hospital general y se arbitrasen fondos para la cátedra. Lo mismo volvió a suceder treinta años más tarde con otro cirujano municipal, también de origen francés, llamado Domingo Abadie. Al no haber obtenido una respuesta clara del cabildo a su petición de habilitar unas dependencias en el Hospital de San Juan para practicar anatomía, envió en 1768 otro memorial, esta vez al Consejo Real, en el que se solicitaba el establecimiento en Oviedo de una Academia de Anatomía y Cirugía20. El órgano estatal, tras las evasivas recibidas por el cabildo y la Junta, ordenó en 1770 que se estableciese dicha academia en el citado hospital. A pesar de haberse habilitado las dependencias necesarias, lo cier-
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to es que nunca llegó a funcionar. García Sánchez21 supone que pudo contribuir a ello la epidemia que por entonces estaba declarada y que precisó de la completa disponibilidad de los hospitales ovetenses. 2.2. La incorporación de cátedras de Medicina y Anatomía (1781-1786) En agosto de 1781 tuvo lugar un nuevo intento cuando Nicolás de Rivera, procurador general, solicitó a la Junta General la incorporación de dos cátedras de Medicina y otras dos de Cirugía en la Universidad de Oviedo. Entre las razones que aducía para ello destacaba que “la conservación de la salud pública es el objeto de la mayor importancia, que pide toda la atención y esmero de la Junta”. Aseguraba en su petición que no era necesario recurrir a gravámenes para dotarlas ya que existían presupuestados dos mil reales para una cátedra de Historia que no había sido cubierta y que, además, dichas cátedras bien podían ser desempeñadas por los médicos titulares, tanto del cabildo como del municipio22. No se dudó en aceptar la iniciativa, destacando algún diputado el agravio que suponía el que existiesen en otras universidades y no en la asturiana. De ser así, se “impediría que saliesen a curarse fuera de esta ciudad, y aún del Principado, muchos enfermos que buscan el remedio de sus dolencias o heridas en los médicos y cirujanos de otros pueblos del Reino”23. Por todo ello se decidió implicar a las otras instituciones afectadas y solicitar la protección de su paisano el conde de Campomanes, por entonces fiscal del Consejo de Castilla. Tres años después, y sin que se tuvieran noticias de la suerte corrida por la gestión hecha por la Junta, el entonces obispo de Oviedo, Agustín González Pisador (1760-1791), tomó una decisión definitiva a este respecto. Buen conocedor de la dificultad presupuestaria para estos menesteres y del bajo nivel sanitario que existía en Asturias, sugirió la urgente necesidad de implantar en Oviedo estudios médicos. Envió para ello un memorial a las tres instituciones asturianas. En el del Ayuntamiento, leído en la sesión del 23 de marzo de 1784, además de advertir de la escasez de profesionales en la provincia y reiterar algunos de los argumentos que serían usados de forma reiterativa a favor de los objetivos (descartar la implantación de nuevos arbitrios, encargo de las cátedras a los profesionales de la ciudad y cabildo, etc.), aseguraba estar dispuesto a consigFundación de dos cátedras de Medicina nar la cantidad de “cien mil reales por una vez con por el obispo Pisador. 1786. AHN destino a la dotación del trabajo que se añade a las
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dos Plazas, que impuesto en la forma que mejor parezca producirán anualmente tres mil reales que se dividirán por mitad entre los médicos de las dos comunidades”24. De igual manera se lo comunicaría a la Junta General, sugiriéndole que con los doscientos ducados asignados para la cátedra de Historia bien se podría dotar una de Anatomía25. Las partes implicadas, a través de representantes nombrados al efecto, se pusieron de acuerdo sobre los puntos principales para llevar a cabo dicho propósito. En un largo escrito de todas las comunidades implicadas se hace referencia a las obligaciones académicas de la Universidad, a cómo se llamarán las cátedras y dónde deberán impartirse, así como a los requisitos exigibles a aquellos que las ejerzan. Dejan claramente establecido que su elección dependerá del Cabildo y la Ciudad, y el nombramiento de sustitutos en vacantes, del fundador y de los obispos que lo sucedieren; en el caso de los sustitutos por ausencia o enfermedad, deberán ser nombrados por la propia Universidad de la misma manera que se hace en las otras facultades. Finalmente se especifica que la cantidad asignada para la dotación deberá ser depositada en el Banco Nacional de San Carlos, pasando a la Universidad los réditos obtenidos, que servirán tanto para pagar a los médicos, como para cubrir otro tipo de gastos que la institución determine26. En una reunión posterior de representantes institucionales, celebrada el 14 de abril de 1785, se aprobó la escritura de fundación y dotación con algunas ligeras salvedades de tipo académico y económico, entre las que destaca el cambio de criterio con respecto al depósito de la cantidad: en vez de hacerse en el mencionado Banco de San Carlos, “Su Señoría Ilustrísima [...] declaró el 4 de febrero de 1785 que se invirtieran en los [Cinco] Gremios de Madrid y no sobre otras fincas”27. La Universidad de Oviedo, con fecha 22 de diciembre de 1785, elevó una súplica al Consejo de Castilla solicitando la aprobación de los estudios y la elaboración del correspondiente plan de estudios “conforme en lo posible al que se observa en Salamanca”. Se pretende con ello que el alumno matriculado pueda comenzar y terminar con un mismo profesor, iniciar curso todos los años y completar los cuatro que se exigen para obtener el grado de bachiller en Medicina. Pero el hecho de que sólo fueran dos las cátedras médicas dificultaba esta pretensión, ya que, aunque la de matemáticas permitiera ganar curso, todavía quedaría otro por cubrir. Entre las varias soluciones que se plantean, el claustro ovetense se decanta por que “el curso de Matemática, aunque forzoso a los Médicos, no pase por año de Medicina, ni comience el de esta Facultad sino cada dos años, y así después del año de Matemática deverán asistir a la Cátedra de Vísperas de Medicina con la asignatura de las dichas Instituciones Médicas y completados aquí dos cursos, sigan por otros dos a la de Prima en que se enseñen los Aphorismos del mismo Autor con los comentarios de su Discípulo Gerardo Uvansvvieten [Gerhard van Swieten]. Si pareciese conveniente que los discípulos comienzen y acaven con un mismo Maestro, podrá verificarse señalando a ambos Catedráticos las dos asignaturas de Instituciones Medicas y Aphorismos de Boerhaave28, así principiará curso cada dos años, lograrán los Profesores [alumnos] oír una y otra a un mismo Catedrático y estos se harán eminentes en ambas con la enseñanza”29. También echan de menos la existencia de una cátedra de Anatomía, tan útil y formativa para los alumnos, y que serviría, además, para “suplir la hora de Medicina que falta”. Para este honroso menester contaban con el desinteresado ofrecimiento de Francisco Roca, “Cirujano Latino retirado del Ejército, titular del Venerable Cavildo de esta Ciudad y Colegial en el Real de San Fernando de Cádiz”30. Concluyen suplicando la aprobación de las cátedras y la escritura de concordia para que puedan dar comienzo de inmediato las enseñanzas. Gracias todas ellas que fueron concedidas por la Sala de Gobierno del Consejo, presidida por Campomanes, según acuerdo y real provisión de 9 de marzo de 178631.
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Fig. 1
Con la dotación efectiva de las dos cátedras de Medicina, la promesa de la Diputación para sufragar con mil reales la de Anatomía y el visto bueno del ofrecimiento de Francisco Roca para hacerse cargo de esta última, todo se concitó para que el día 18 de octubre de 1786 (festividad de San Lucas) iniciaran su andadura los primeros estudios médicos del Principado. Los titulares que ocuparon las cátedras de Medicina de la Universidad de Oviedo fueron el citado cirujano del cabildo Francisco Roca Puyol, que se hizo cargo sin sueldo de la de Anatomía (1787-1790), Antonio Durán y Morera, médico del cabildo ovetense, que ocupó la de Prima (1786-1792) y Bernardo García-Jove, médico titular de la ciudad de Oviedo, que explicó la de “Vísperas de las Instituciones Médicas Boerhaavianas” (1787- 1804). Tras su fallecimiento o retiro les sucedieron Ramón del Valle Blanco, cirujano del cabildo, en la de Anatomía; Antonio Sánchez Correa, médico del cabildo, en la de Prima, y Manuel María González de Reconco, médico primero de la ciudad de Oviedo desde 1804, que no conforme con suceder a su antecesor en la cátedra de Vísperas pleiteó por la de Prima, sin obtenerla, así como por el privilegio de participar en las propinas de los actos académicos de otras facultades, que sí consiguió. [Fig. 1]
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2.3 Evolución y extinción de los estudio médicos (1787-1806) No debieron empezar con buen pie las enseñanzas, ya que el 5 de diciembre de 1787, tan sólo dos meses después de iniciado el segundo curso académico, el catedrático de Leyes Pedro Antonio García de San Pedro envió un oficio al Ayuntamiento de Oviedo para comunicarle la preocupación del Ilmo. Sr. Obispo por “la supresión en el uso y regencia de la Catedra de Vísperas de medicina”, rogándole que “a fin de que enterado de ella, delibere con la posible brevedad, como así lo espera la Universidad”32. Es de suponer que fueron pronto subsanadas las deficiencias presupuestarias aducidas para la supresión, ya que de haber faltado dicha cátedra no se hubieran podido continuar los estudios, por no haber contado con el mínimo docente imprescindible. Pero con toda seguridad que no fue este el único incidente académico ocurrido en los años de funcionamiento de los estudios. Sabemos que el plan de estudios seguido en medicina fue el antiguo de Salamanca (1771), aunque con deficiencias manifiestas, debido al escaso número de asignaturas, que impedían completar los Reclamación de un catedrático de Medicina para que cursos. A pesar de las frecuentes peticiones para que le sean reconocidos sus derechos como doctor del se aumentaran, tanto las cátedras como las dotacioclaustro. 1805. AHN nes correspondientes y los haberes de los profesores, nada se llegó a conseguir. En 1790 ya se solicita la creación de las de Química, Botánica y Medicina Práctica; dos años después, el sucesor de Pisador en la diócesis, Juan del Llano Ponte, añade la petición de “una Cátedra de Cirugía, que del mismo modo se puede agregar a la plaza de Cirujano Titular de la Ciudad [con el salario de 1650 reales] y otra Cátedra de Medicina para completar curso”33. Pronto empezaron a proliferar los cambios legislativos en la enseñanza de la medicina, algunos de los cuales resultaron muy perjudiciales para el mantenimiento de los estudios médicos ovetenses. Por una R.O. de 17 de marzo de 1795, se establece un “Real Estudio de Medicina Práctica” en el Hospital General de Madrid, y por carta orden de 16 de junio se ordena que los estudiantes de Medicina, tras el grado de Bachiller y antes de habilitarse para el ejercicio, deben pasar un año de estudio en dicho centro. Muy poco tiempo después se ampliaría este privilegio a Valencia y Barcelona. Durante los dos últimos años del siglo se pueden comprobar los intentos de reformar el sistema de enseñanza y el ejercicio de la medicina llevados a cabo por Mariano Luis de Urquijo, ministro de Estado en el reinado de Carlos IV. Partidario de la modernidad, se dedicará a fomentar los colegios de
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cirugía frente a las universidades34. Por una R.O. del 12 de marzo de 1799 se aprobará la fusión del Real Estudio de Medicina Práctica de Madrid con el Real Colegio de Cirugía de San Carlos, y mediante otra del 20 de abril la de los estudios de medicina con los de cirugía dando lugar a los “Reales Colegios de Medicina y Cirugía” o “Facultad Reunida”. En estos nuevos centros, pronto aumentados a seis con la creación de los de Salamanca, Santiago y Burgos, se reunían ambas enseñanzas y se creaba una “Junta General de la Facultad Reunida”, que sustituía al hasta entonces todopoderoso Protomedicato. Pocos meses después, otra R.O. de 22 de enero de 1800 suprimía la enseñanza de la medicina en todas las universidades del reino, quedando reservada esta tarea a los Reales Colegios, que expenderían los nuevos títulos de bachiller y licenciado “físico”. También se especificaba en dicha orden “que no se admitiera la matrícula en Estudio ni Universidad del Reino ni se diera en ellas grado facultativo”, añadiendo que “quedará para lo sucesivo anulada la enseñanza de la Facultad en los Estudios públicos y Universidades, suprimiéndose las cátedras de Medicina, Cirugía y Anatomía, conservándose a los catedráticos […] sus respectivas dotaciones, hasta que se les dé otro destino o fallezcan”. El vice-regente del Consejo comunicó la orden al rector ovetense en los primeros días de febrero, y este reunió al claustro, acordando “el obedecimiento de lo mandado por su Majestad”, así como que “se hiciese saber a los catedráticos médicos [que] cesasen en la enseñanza”, dando traslado inmediato de su contenido a la Diputación, Ayuntamiento y Cabildo.35 Pero los acontecimientos sociopolíticos de aquel delicadísimo momento propiciaron un rápido cambio de la enseñanza en España. Tanto el afianzamiento del poder napoleónico, como la subida al solio pontificio de Pío VII y la presión ejercida en nuestro país por amplios sectores eclesiásticos, motivaron la caída de Urquijo. Desde entonces las riendas de la enseñanza pública pasaron a manos de José Antonio de Caballero, un conservador que había sucedido a Jovellanos en el Ministerio de Gracia y Justicia en 1798. Por un R.D. de 23 de agosto de 1801 se anulaban las últimas medidas tomadas para las reformas de las enseñanzas médicas al suprimir la Facultad Médica Reunida y la Junta General del Gobierno de la Facultad, al tiempo que se restablecía el Protomedicato. Otra vez volvían a separarse los estudios de Medicina y Cirugía, recuperando su función las facultades de Medicina ya existentes. El ministro Caballero acometió un ambicioso plan general para todas las universidades españolas, que se plasmó en el R.D. de 5 de julio de 1807; entre otras medidas se reducía el número de las “Universidades literarias del Reino” y se mandaba observar en todas ellas el plan de estudios aprobado por la de Salamanca en 1804. En lo que a medicina se refiere, se creaba la “cátedra de Clínica” junto a las de Patología, Fisiología, Botánica y Afectos Internos, al tiempo que se sustituía el estudio de Boerhaave por los de Stoll (Aforismos), Caldani (Fisiología y Patología), Gregory o Blasco (Terapéutica) y Linneo (Botánica). Este plan de 1804, sancionado en 1807, se mantuvo durante mucho tiempo en vigor hasta ser derogado en 1818, en plena época de involución absolutista, para restablecer el de 1771, vigente en la época de Carlos III. Con estas perspectivas se pueden fácilmente entender las escasas posibilidades de supervivencia que tuvieron las cátedras médicas ovetenses. A la insuficiente dotación económica, incapaz de ser mejorada, pese a los reiterados intentos que se hicieron por parte de las instituciones, hay que añadir el descalabro que significó la quiebra del Banco de los Cinco Gremios de Madrid, donde se había depositado la dotación inicial de 5.000 duros hecha por el obispo Pisador. A pesar de todo, la Universidad no renunció de inmediato a seguir impartiendo estudios médicos. El Principado protestó contra las medidas legislativas, y el catedrático de Anatomía, Ramón del Valle Blanco, pretendió de manera infructuosa crear en alguno de los hospitales de la ciudad algo parecido al Colegio en el Arte Theórico-Práctico de Cirugía
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y Medicina de Barcelona, pretensión “toda ella fundada en la más madura reflexión y de la mayor utilidad en la salud pública del Principado”36. También se solicitó, por parte de la Junta General37 y del nuevo obispo Juan de Llano Ponte (1791-1804), una dotación para crear la ansiada cátedra de Medicina Práctica, sin que llegara por ello a conseguirse. Sabemos, finalmente, que todavía en 1806 el Dr. Reconco continuaba ejerciendo la enseñanza médica, puesto que en un memorial enviado al Ayuntamiento se lamenta de que la Universidad no le abona honorarios desde hace dos años por su actividad docente, y también porque unos meses después se ofrece para dedicar a la Ciudad un Acto mayor de su cátedra38. Hay unanimidad en que los estudios quedaron suspendidos en 1806. De ello dan fe todos los autores que han escrito sobre el tema, así como las tablas estadísticas de grados y matriculaciones consignadas por Fermín Canella en su detallada historia39. De entre las cifras aportadas para las dos primeras décadas (1786-1806) llaman la atención el escaso número de matriculaciones y, más aún, los pocos grados conseguidos en ese periodo: una docena de bachilleres, dos licenciaturas y ni un sólo doctorado. No nos ha quedado constancia de la calidad de la enseñanza recibida en las aulas, pero sí de que los estudiantes fueron muy escasos, que los medios materiales “no fueron ni muy buenos ni muy sobrados”40 y que las cátedras sirvieron con frecuencia para que algunos de los profesores aprovecharan para completar sus grados académicos, insuficientes hasta entonces para llevar a cabo sus tareas docentes. Conociendo lo establecido en el plan antiguo de Salamanca, sabemos que las enseñanzas de Anatomía, cuando las hubo, debieron seguir el Compendio anatómico (1710) de L. Heister y la Anatomía completa del hombre (1728) de Martín Martínez; del mismo modo que las dos cátedras de Instituciones Médicas utilizaron las obras de Boerhaave y los comentarios de sus discípulos Haller y van Swieten, especialmente los de este último, titulados Commentaria in Hermanni Boerhaave aphorismos, de cognoscendis et curandis morbis (1742-1776)41. Esta información bibliográfica nos permite apreciar que se trataba de una enseñanza escasamente evolucionada, con asomos de modernidad en sus programas y en las fuentes doctrinales, pero sin la introducción explícita de las ciencias básicas y, sobre todo, de la medicina práctica y de la cirugía topográfica, que eran las principales disciplinas que marcaban la diferencia con la enseñanza tradicional de influencia galénica. Y ya, finalmente, debemos manifestar nuestra sorpresa por el hecho de que, después de una década sin actividad académica, volviera a aparecer en las estadísticas un repunte de matriculaciones entre los años de 1817 y 1825, periodo en el que, con un número de alumnos matriculados parecido al anterior, tan sólo dos llegaron a alcanzar el grado de bachiller en Medicina. Refiere Canella que se invitó de nuevo a todas las instituciones a colaborar en la reanudación de las enseñanzas médicas, nombrando sustitutos a sus médicos respectivos para las cátedras de Prima, Vísperas, Anatomía e, incluso, de Medicina Práctica. Sin embargo, sigue diciendo este autor, “dicha enseñanza no pudo prevalecer” […] “enseguida le salieron dificultades para renovar las aulas médicas” […] y “arrastró lánguida vida para desaparecer por completo poco antes de morir el funesto Fernando”42. La desaparición del Archivo Universitario, una vez más, nos impide tener una información precisa sobre lo ocurrido en estos años: qué cátedras funcionaron y quiénes fueron los encargados de las mismas. Las cátedras, por lo demás, seguían legalmente extinguidas y no hubo, al menos que sepamos, disposiciones favorables o remoción académica con la llegada al trono de Fernando VII; sobre todo si tenemos en cuenta la aversión absolutista a la medicina, dada la gran tradición liberal de los médicos, muchos de los cuales se vieron avocados a permanecer en el exilio durante su reinado. Por otro lado, pensamos que de haberse tratado de alguna medida incursa en las reformas fernandinas del sexenio absolutista no hubieran entrado en vigor hasta 1818 y, desde luego, se hubieran extinguido en 1821 con el comienzo del trienio libe-
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ral. Sin embargo, el hecho de no haber encontrado referencias a las cátedras en la documentación aportada por otras instituciones, y conociendo la penuria presupuestaria arrastrada por la Universidad, todo hace suponer que no debieron de llegar a reanudarse estudios médicos completos, tal y como habían existido durante las dos primeras décadas. La concesión de los dos grados de “bachiller en Medicina” que indican las estadísticas bien pudieron realizarse con la participación de los catedráticos médicos cesados que en ese momento hubiera, auxiliados por alguno de Teología o Leyes. Por otro lado, el que las matriculaciones aparezcan bajo el epígrafe de “Medicina” y que apenas existiera colación de grados académicos, podría deberse –entre otras hipótesis– a que se tratara de alumnos que estuvieran cursando asignaturas comunes, como matemáticas, química, o botánica, para luego acudir a otros centros de enseñanza, especialmente a Salamanca, a completar el resto de disciplinas imprescindibles para la obtención del correspondiente título. Lo cual explicaría el hecho de que el catedrático Reconco estuviera desempeñando por aquellos años la sustitución de la cátedra de Física y Química en la Facultad de Artes y no explicando disciplinas médicas43. Con la desaparición definitiva de los estudios médicos quedó la Universidad con sus tradicionales enseñanzas de Artes, Teología, Cánones y Leyes. Todavía habrían de transcurrir unos cuantos años para que las primeras pasaran a convertirse en Institutos de Enseñanza Secundaria y en Facultad de Filosofía (1842), desapareciera la de Teología (1866) y se constituyera la de Ciencias en su primera época (1857), que, junto a las de Derecho y Veterinaria (esta última en León), conformaron la estructura básica de la Universidad ovetense hasta bien mediado el siglo XX. ¿Cómo y cuándo se volvieron a retomar estas enseñanzas en nuestra Universidad? No tenemos constancia de que en la segunda mitad del siglo XIX se llevaran a cabo iniciativas institucionales para recuperar los estudios de Medicina. La primera noticia en ese sentido se remonta a los años de la II República, durante el cuarto gobierno de Lerroux, entre los meses de abril y mayo de 1935. En este fugaz gobierno-puente fue ministro de Instrucción Pública por el Partido Liberal Demócrata el catedrático ovetense Ramón Prieto Bances. A través de un testimonio personal44 sabemos que el citado ministro hizo gestiones para la creación en Oviedo de una Facultad de Medicina. Sin embargo, no llegó a materializarse, es de suponer, entre otras causas, por la falta de tiempo para instruir el expediente, debido a la llamativa brevedad de su mandato. Un segundo intento tuvo lugar en la inmediata posguerra, siendo rector Sabino Álvarez-Gendín. Dada la situación calamitosa en que se encontraba nuestra Universidad, la provincia vecina de Santander –aprovechando el esplendor médico de Valdecilla– solicitó instalar allí una Facultad a cambio de desligarse del distrito de Valladolid y adscribirse al nuestro. El tercer y último intento fallido que hemos podido constatar se refleja en un documento colectivo que data del 28 de noviembre de 1953. Con esta fecha se envió un Informe-Memoria al Ministro de Educación Nacional ( J. Ruiz-Giménez) suscrito por el gobernador civil (F. Labadie Otermín), el presidente de la Diputación Provincial ( J. Mª García-Comas), el rector (T. Fernández-Miranda) y el alcalde de Oviedo (I. Alonso de Nora). En dicho informe, además de la remodelación y construcción de algunos edificios destinados a impartir estudios ya existentes, se solicitaban, entre otras, la creación de algún Colegio Mayor, de una Escuela de Ingeniería de Minas y, en su apartado sexto, “la gran conveniencia de crear tal Facultad [de Medicina] en este Distrito Universitario”. Fundaban su petición en lo muy sobrecargadas que estaban las facultades más cercanas, y en que “cada día es mayor el número de jóvenes que tienen que marchar a otros distritos para cursar esta carrera”45. No obstante, las primeras noticias de prensa sobre la inminente y definitiva creación en Oviedo de una Facultad de Medicina surgieron a comienzos del otoño de 1967, enmarcándola en el proyecto pre-
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supuestario del Segundo Plan de Desarrollo y con el decisivo empeño del ministro Lora Tamayo. Tras un trabajo meritorio de las autoridades académicas y el posicionamiento, no siempre coincidente, de algunas instituciones profesionales y sanitarias locales, a primeros de febrero de 1968 se aprobó en Consejo de Ministros la esperada creación, para su posterior traslado a las Cortes. Cinco meses más tarde, siendo ya ministro Villar Palasí, se produjo su aprobación definitiva por ley 56/1968 de 27 de julio (BOE de 29 de julio). Los estudios comenzarían a impartirse un curso después, en octubre de 1969, siendo indiscutibles artífices de su consecución y puesta en marcha –suum cuique– José Virgili Vinadé y Antonio Pérez Casas, rector magnífico y decano-comisario respectivamente. Pero eso, como solía repetir Rudyard Kipling al finalizar sus episodios, “…eso pertenece ya a otra historia”.
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Notas 1. Ubicada en dicha localidad, cercana a Nápoles, ya contaba a comienzos del siglo XI con una Escuela dedicada a la enseñanza de la medicina. De entre los personajes que pertenecieron a ella, quizá sea Constantino el Africano (+ 1085) el más conocido de todos. Este autor norteafricano, hermano lego en el vecino convento de Monte Cassino, recopiló y tradujo del árabe al latín un conjunto considerable de obras médicas que conformaron un cuerpo de doctrina que sirvió para formar a los futuros profesionales. Entre estas obras destacan el Liber regius ó Pantechne de Alí Abbas, la Articella y los Aforismos hipocráticos. 2. Ibn Sina (Avicena) (980-1037), teólogo, filósofo, médico y escritor, fue autor de varios tratados filosóficos, pero sobre todo del Canon, la obra más influyente de la medicina medieval hasta su desplazamiento por el galenismo renacentista. Consta de cinco libros divididos en disciplinas, tratados, secciones y capítulos, en los que, influido por Galeno, expone con maestría todo el saber médico de su tiempo. 3. Durante la Edad Media se comienza tímidamente a disecar cadáveres humanos. El objetivo era tan sólo comprobar que lo que se veía en la disección coincidía con lo escrito por Galeno en sus libros. Hasta mediados del siglo XVI, sobre todo con la figura y la obra de Vesalio, no se romperá con la autoridad anatómica de Galeno, criticando sus textos y liberándose de muchos de sus errores. 4. Galeno de Pérgamo, máximo exponente de la medicina helenístico-romana, vivió en el siglo II d.C. Su extensa obra representó, según Temkin, la cumbre del llamado renacimiento hipocrático, y sus doctrinas médicas estaban impregnadas de pensamiento filosófico diverso y de teleologismo aristotélico. A la transmisión y asimilación de su obra, que se produjo tras su muerte en varios y sucesivos escenarios (bizantino, islámico, europeo occidental), se le conoce con el nombre de “galenismo” y constituyó una deformación de su pensamiento original adaptado a la conveniencia de cada momento. Se puede decir que la medicina moderna se ha ido formando a base de demoler viejos y equivocados conceptos mantenidos durante siglos por el sistema médico hipocrático-galénico, que fue progresivamente perdiendo vigencia hasta desaparecer por completo durante el siglo XIX. 5. Colección de un número indeterminado de escritos de medicina griega que se atribuían tradicionalmente al propio Hipócrates de Cos (460-377 a.C.). Hoy se sabe que pertenecen a autores muy diversos, algunos con enfoques teóricos diferentes, y que en su mayoría están escritos entre los siglos V-IV a.C. Su influencia en la medicina fue decisiva, constituyendo lectura obligatoria y de suma actualidad hasta casi la mitad del siglo XIX. A esta colección corresponden textos tan conocidos como el famoso Juramento, los Aforismos o Sobre los aires, aguas y lugares, paradigma clásico de la medicina ambientalista o ecológica.
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6. Movimiento basado en la obra del médico suizo Theophrastus Bombast von Hohenheim, llamado Paracelso (14931541). Rechazó por completo el galenismo tradicional y basó sus principales doctrinas en la alquimia. Apoyado en doctrinas químicas muy primitivas, tuvo una visión dinámica de la enfermedad e inició la concepción química del tratamiento medicamentoso al decir que los remedios curativos específicos (“arcanos”) estaban en la naturaleza y que el médico debía aislarlos con métodos alquímicos. 7. Sistema médico, aparecido en la segunda mitad del siglo XVII, que concibe las funciones normales y patológicas del cuerpo humano como un suceder de procesos químicos. Tuvo sus dos principales formuladores en el holandés Franz de la Boë (Sylvius) y el inglés Thomas Willis. 8. La profesión quirúrgica agrupaba a multitud de profesionales con quehaceres muy diversos; desde el cirujano-barbero hasta el hernista, pasando por el litotomista, el batidor de cataratas, etc. A partir del siglo XIII todas ellas se fueron reduciendo hasta quedar en unas pocas. En el siglo XVI español, además de los profesionales subalternos, como eran los barberos o sangradores y las parteras o comadres, existían dos tipos de cirujanos: los cirujanos “latinos”, llamados así porque estudiaban en las universidades y utilizaban los textos escritos en latín; y los cirujanos “romancistas”, que sólo conocían la lengua vulgar o “romance”. Para poder ejercer la profesión, ambos tenían que presentarse a examen ante el Tribunal del Protomedicato (vid. nota nº 10). En la segunda mitad del siglo XVIII, y coincidiendo con el auge de la cirugía, crearán su propio tribunal, denominado del Protocirujanato. 9. Cit. por L. S. GRANJEL, La medicina española renacentista, Salamanca, 1980, pp. 13-14. 10. El Tribunal del Protomedicato, creado por los Reyes Católicos en 1477, era la institución de la Corona de Castilla encargada de examinar a los estamentos sanitarios para autorizar y controlar su ejercicio profesional. No existió como tal en la Corona de Aragón y en el Reino de Navarra, que ejercían este tipo de funciones mediante cofradías de médicos y cirujanos o bien por “examinadores” municipales. Suprimido y repuesto en varias ocasiones, mantuvo su vigencia hasta 1822, año de su extinción definitiva. 11. Cit. por L. S. GRANJEL, Op. cit., pp. 43-44. 12. Su denominación inicial fue la de “Veneranda tertulia hispalense, médica-chímica, anathómica y mathemática”. 13. Hermann Boerhaave (1668-1738) era catedrático de la Universidad holandesa de Leyden y difusor del empirismo racional de Sydenham, que propugnó asociar con la enseñanza de la medicina a la cabecera del enfermo, modalidad iniciada en Padua a mitad del siglo XVI por Giambattista da Monte. Fue partidario de los manuales claros y de la introducción de las ciencias básicas en dicha enseñanza. Entre sus libros de texto, luego difundidos por sus discípulos, se encuentran las Instituciones, Aphorismi de cognoscendis et curandis morbis e Introductio in Praxim clinicam, donde se expone por vez primera el esquema canónico de la historia clínica moderna. 14. “Informe de D. Gaspar de Jovellanos, Juez Subdelegado del Real Protomedicato en Sevilla, al Ilmo. Protomédico don Joseph Amar, sobre el estado de la Sociedad Médica de aquella ciudad y del estudio de Medicina en su Universidad” (3 de septiembre de 1777), fols. 278r-285r. [Academia de la Historia, 9-5209]. 15. J. GARCÍA SÁNCHEZ, La medicina en la Universidad de Oviedo. (Siglo XVIII), Oviedo, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, 1996, 2 vols. 16. G. CASAL, Historia natural y médica del Principado de Asturias, Madrid, 1762, p. 266. La existencia en Asturias de una figura tan prestigiosa como Gaspar Casal invita a pensar que pudo haber tenido influencia en la creación local de estudios médicos. Nada cierto se sabe a este respecto. Sus escritos no lo denotan y, que sepamos, nadie ha aportado pruebas fehacientes de dicha influencia. Sí es verdad que durante los años que vivió en Oviedo compartió amistad y tertulia con el P. Feijoo, al que solía visitar en su celda con la escasa frecuencia que le imponía su azacanada vida de médico práctico, y no se puede descartar que alguna vez hubieran comentado la necesidad de formar profesionales en Asturias, por entonces tan escasos como necesarios. Más probable resulta imaginar la influencia feijoniana sobre los intentos fallidos de crear una cátedra de Anatomía y Cirugía en Oviedo, dados la amistad y frecuente trato que mantuvo con uno de sus protagonistas, el cirujano francés Jean D’Elgart (vid. nota nº 18). 17. F. RODRÍGUEZ GARCÍA, Galería de asturianos ilustres y distinguidos, Cebú, 1893, vol. II, p. 1170. 18. Jean-Pierre D’Elgart (Bayonne, 1708-Santiago de Compostela, 1749) demostró durante su estancia en Oviedo una excelente preparación y dotes de buen disector. Cuenta el P. Feijoo el “estupor” que les produjo, a él y a varios frailes de su convento, la disección de un corazón de carnero que hizo en su celda para explicarles la morfología y la función de la víscera. Vid. B. FEIJOO, “Causas del atraso que se padece en España en orden a las ciencias naturales”, Cartas eruditas y curiosas, 1745, II, 16, 13. 19. Archivo Histórico de Asturias [AHA] Fondo Antiguo Diputación Provincial [FADP]. Libro nº 96. Junta General [ JG] (13.6.1739) fols. 94v-135v [Vid. J. GARCÍA SÁNCHEZ, Op. cit., vol. II, Apéndice II, pp. 471-479].
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20. Archivo Histórico Nacional [AHN] Sección “Consejos”. Legajo 8.024, nº 320. [Vid. J. GARCÍA SÁNCHEZ, Op. cit., vol. II, Apéndice V, pp. 485-486]. 21. J. GARCÍA SÁNCHEZ, Op. cit., vol. I, p. 83. 22. AHA. FADP. 113. J.G. (29.8.1781) fols. 41r-42v. [Vid. J. GARCÍA SÁNCHEZ, Op. cit., vol. II, Apéndice XI, pp. 538-542]. 23. AHA. FADP. 113. J.G. (1.9.1781) fols. 49r-50r. [Vid. J. GARCÍA SÁNCHEZ, Ibídem, pp. 539-540]. 24. Archivo Ayuntamiento de Oviedo (AAO). L.A. A-100 (21.3.1784) fol. 21r. 25. AHA. FADP. 114 (23.8.1784) fol. 8r. [Vid. J. GARCÍA SÁNCHEZ, Op. cit., vol. II, Apéndice XII, pp. 544-545]. 26. AHN. Secc. “Consejos”, Leg. 5451. Exp. nº 21 (1786) fols. 1r-8v. [Vid. J. GARCÍA SÁNCHEZ, Op. cit., vol. II, Apéndice XIII, pp. 547 y ss.]. 27. AHN. Ibídem, fols. 9r-12r. 28. Las Instituciones Medicae de Boerhaave, publicadas en Leyden en 1708, se ocupaban de instruir a los estudiantes en disciplinas básicas, así como en cuestiones teóricas de fisiología y patología. Los Aphorismi de cognoscendis et curandis morbis, por el contrario, estaban más dedicados a la enseñanza clínica. Ambas obras formaban un tratado sistemático de toda la ciencia médica de por entonces. Escritas en un estilo expositivo y directo, estaban divididas en parágrafos para facilitar su aprendizaje. Según J.L. Peset, en los años finales del siglo XVIII comenzaron a perder vigencia por su excesivo mecanicismo y fueron complementadas por el texto de Juan Porter en fisiología y por el de Tessori en terapéutica, mucho más puestos al día que los boerhaavianos. No tenemos noticias de que llegara a Oviedo la influencia de la Escuela médica de Edimburgo, introducida en España por especial empeño del conde de Floridablanca. El máximo representante del vitalismo escocés fue William Cullen (1712-1790), profesor de aquella Escuela y autor de los muy difundidos First Lines of the Practice of Physick (1777), traducidos al español entre 1788-1791 con el título de Elementos de Medicina Práctica. 29. AHN “Consejos”, Leg. 5451 Exp. nº 21 (1786) fols. 13r-14v, [vid. J. GARCÍA SÁNCHEZ, Op. cit., vol. II, Apéndice XIII, pp. 555 y ss.]. 30. Ibídem. 31. AHA. FADP. 32 (6.4.1786), fols. 169v-191v. 32. C. MIGUEL VIGIL, Colección histórico-diplomática del Ayuntamiento de Oviedo, Oviedo, Impr. de Pardo, Gusano y Cª, 1889, p. 460 [Ed. facsímil (1991): Oviedo, Alvízoras, con prólogo de J. I. Ruiz de la Peña]. 33. AHN. Secc. “Consejos”. Leg. 16.020. Pieza 1ª. [vid. J. GARCÍA SÁNCHEZ, Op. cit., vol. II, Apéndice XVII]. 34. En uno de sus frecuentes desahogos patrióticos, el rector Gendín descalificó esta reforma universitaria en un acto académico celebrado en el Aula Magna el 28 de abril de 1939. Refiriéndose a Pisador como ejemplo de la secular armonía que siempre había existido entre la Universidad y la Mitra, y así desmentir a los que la calificaban de laica y heterodoxa, terminó su alocución ensalzando al obispo “… que fundó la Escuela de Medicina, para extinguirse nuevamente en una de esas reformas de tipo enciclopédico y afrancesado”. Anales de la Universidad de Oviedo, VIII (Actividades de la universidad durante el año 1939), Oviedo, Imprenta La Cruz, 1941, pp. 28 y ss. [cit. por Santiago Melón “Historia de la Universidad de Oviedo durante la Guerra civil”, 1985, en S. Melón, Obra Completa, Oviedo, Universidad de Oviedo/KRK, 2002, p. 406]. 35. AHA. FADP, 41. (12.2.1800) fols. 416r-417v [vid.J. GARCÍA SÁNCHEZ, Op. cit., vol. II, Apéndice XIX, pp. 707-709]. 36. AHA. Ibídem (9.3.1800) fols. 423r-427v; 122 (24.1.1801) fols. 118v-119r. 37. Ibídem 121 (24.7.1799) s./fol. 38. AAO, L.A. A-114 (2.1.1806) fol. 10r; (4.7.1806) fol. 39r. 39. F. CANELLA SECADES, Historia de la Universidad de Oviedo y noticias de los establecimientos de enseñanza de su distrito (Asturias y León), 2ª ed., Imprenta de Flórez, Gusano y Compañía, 1903-1904, pp. 706-707. 40. Ibídem, p. 112. 41. J. GARCÍA SÁNCHEZ, Op. cit., vol. I, pp. 204-205. 42. F. CANELLA SECADES, Op. cit., p. 177. 43. AHN. Secc. “Consejos”, Leg. 5453. Exp. 27 [cit. J. GARCÍA SÁNCHEZ, Op. cit., vol. I, pp. 250-251]. 44. E. JUNCEDA AVELLO, “Discurso de contestación pronunciado por el Ilmo, Sr. D…”, en J. GONZÁLEZGRANDA AGUADÉ, El laboratorio en el diagnóstico de la esterilidad masculina, Discurso de ingreso en la Real Academia de Medicina del Distrito Universitario de Oviedo, 1976, p. 32. 45. AHA. FADP. (1953) Expediente nº 10.108
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LA NUEVA BIBLIOTECA DE LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO, UN PROYECTO ILUSTRADO RAMÓN RODRÍGUEZ ÁLVAREZ Universidad de Oviedo
La rutinaria vida académica del siglo XVII se prolonga en todas las universidades españolas hasta bien entrado el Siglo de las Luces, no siendo la de Oviedo una excepción. Las ideas del escolasticismo más rancio dominaban en las aulas, y los presupuestos racionalistas, presentes en las universidades de nuestros vecinos europeos desde hacía por lo menos cien años, no lograban traspasar las fronteras pirenaicas. Pero el cambio de dinastía reinante hizo aflorar no pocas iniciativas, desde hacía tiempo larvadas, que fueron desarrolladas por un conjunto de personas notables y propiciaron en la segunda mitad del setecientos la expansión en España de las ideas de la Ilustración, las cuales se concretaron en diversos proyectos que contribuyeron en buena medida a la modernización del país. En Oviedo, la presencia del padre Feijoo sacudió la modorra académica y las conciencias de los integrantes del claustro universitario. Desde el Alma Mater ovetense, el benedictino hizo una crítica severa al escolasticismo dominante, sin abandonar la ortodoxia más estricta, y su influencia alcanzó a toda España. La institución académica comenzó a prepararse para los cambios que la afectarían algunos lustros más tarde. La vieja librería universitaria era pobre, en consonancia con la enseñanza que se impartía en la institución. Nos dice Canella Meana que la “Librería continuó siendo harto escasa en obras, y reducida en su local”1. Sabemos que en el proyecto inicial de Gil de Hontañón y en su realización posterior el recinto bibliográfico ocupaba un amplio espacio encima del aula o general que estaba a la entrada del edificio, a la derecha del zaguán. Con toda seguridad, se fue reduciendo su local para dedicarlo a otros menesteres ya que los libros no eran numerosos, tal como nos indica Canella Secades, cuando afirma, con motivo de un recuento hecho a la hora de inaugurar la nueva Biblioteca, que se “inventarió como base los pocos libros que tenía el Cláustro”2. La penuria del centro bibliográfico desde su mismo nacimiento queda ilustrada con palabras del mismo autor, quien escribe que “se adquirió la librería del celoso Deán Dr. Asiego y se procuraron algunas obras en almonedas de prebendados, catedráticos y letrados, que fallecían en la capital”3. La Universidad destinaba a la Librería 300 reales del depósito de cada grado de doctor, cantidad a todas luces insuficiente para procurar los libros necesarios para el desarrollo de la actividad docente. Esa situación va a cambiar radicalmente en el último tercio del siglo XVIII por la feliz conjunción de varios factores. De esa confluencia surgirá una nueva Biblioteca en la Universidad de Oviedo, que será, a finales de la citada centuria, una de las más destacadas de España. Algunos de esos factores son externos a la institución académica y otros obedecen a impulsos internos. Con la llegada de la dinastía borbónica se crean en España algunos organismos culturales llamados a tener gran influencia y que seguían modelos ya muy establecidos en Francia. Así, en 1711 se crea la Biblioteca Real, que desde su mismo nacimiento fue el crisol de las preocupaciones de las mentes más preclaras del país. Como dice Giovanni Stiffoni, “la Real Librería se transformó en seguida en un cen-
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tro de reunión de los intelectuales más inquietos del momento”4, aunque en ella se juntaron hombres proclives al movimiento ilustrado y otros más adictos a las ideas tradicionales, de tal manera que allí se fraguaron en buena medida los ataques contra Feijoo, recogidos en el Anti-Theatro Crítico de Mañer. Por otro lado, destacan dos hombres que van a ejercer una influencia decisiva en la creación, aumento y mejor dotación de las bibliotecas españolas: Sarmiento y Campomanes. El primero mostrará la ineludible necesidad de crear bibliotecas públicas. El segundo presta particular atención a las bibliotecas universitarias. Tanto las ideas de Campomanes como las de Sarmiento sorprenden por su modernidad en la España del setecientos. El benedictino propone, nada menos, que la creación de una red de bibliotecas para atender no a los eclesiásticos, a los profesionales, o a los universitarios, los habituales lectores de aquel tiempo, sino al público en general. De haberse llevado a cabo las ideas de Sarmiento, España habría entrado en el siglo XVIII con una red bibliotecaria semejante a la que ya tenían o empezaban a crear entonces otros países europeos. En 1743 pide Sarmiento la creación de bibliotecas en lugares populosos. Según sus palabras, “esto que parecerá novedad en España, es ya viejo y muy trivial en otras naciones. Allá apenas hay lugar de forma, en el qual no haya alguna Biblioteca publica, que á tales y tales horas esté patente á todo el Mundo, para que á ella vayan á leer y estudiar los que no tienen libros, ó los que no tienen todos los que necesitan para escribir alguna obra”5. Para ello, en sus palabras, “se han de juntar Bibliotecas publicas primeramente en todos los lugares en que hubiere publicas Universidades. Item en todas las Ciudades en que hubiera Catedrales, pero en donde concurriere una y otra cosa, bastará que solo haya una Biblioteca pública. Item se deben fundar en los lugares populosos, aunque no tengan ni Universidad ni Catedral. Lo cierto es que si en los lugares que pican en mil vecinos se fundasen Bibliotecas, habria en ellas menos ociosos, y no se embrutecerian tanto por falta de libros, los que teniendo buenos talentos y habiendo tenido buenos principios de literatura, residen allí sin poder seguir la carrera de las letras”6. Si la idea de crear bibliotecas públicas en todo el país, como instrumento clave para combatir la ignorancia y educar al pueblo, era revolucionaria, no menos innovadoras eran las reflexiones que Sarmiento hacía respecto al fondo bibliográfico con el que dichas bibliotecas debían ser dotadas. Respecto a los libros decía que “unos han de ser por obligacion, otros por utilidad, y otros por gusto. Los primeros serán aquellos que se imprimieren ó reimprimieren en las Imprentas Reales, … los segundos aquellos que mas hicieren al caso, segun las disposiciones del territorio; y los últimos aquellos mas curiosos que puedan servir de cebo, para que la juventud se aficione á las letras: quiero decir, para los segundos, que en las Bibliotecas que habrá ácia las Marinas, se procuren poner libros de Nautica, de Hidrografía… En otras partes de Agricultura…”. Y añade que “en dichas librerías ha de haber libros tocantes á la lengua Castellana, y á Gramática y lengua Latina: libros de Historia, de Moral: los juegos mas principales de Filosofía y Teología, segun los mas recibidos sistemas: libros de Medicina, y de Historia Natural: libros de Mecanicas y de agricultura etc. Sobre todo varios mapas y tablas cronologicas, y aunque haya algunos de comedias y novelas, tambien tendrán su útil; pues servirán de cebo para leer los otros libros”7. Si lo hasta aquí expuesto habla con suma expresividad de la modernidad del pensamiento del benedictino y le acredita como uno de los más excelsos ilustrados de la España del setecientos, las palabras que siguen revelan la claridad de ideas y la grandeza de miras de Sarmiento, al reclamar la creación de bibliotecas públicas, a pesar de la existencia de escuelas de gramática, universidades y librerías en los conventos, porque, según sus palabras, la diferencia entre unas y otras consiste en que “en las escuelas, aulas, Colegios etc. se estudia por violencia con la obligación, y por miedo. En las Bibliotecas públicas se lee, se estudia con total libertad, así de parte del tiempo como de las materias”8. Y redondea esta declaración doctrinal diciendo que las bibliotecas de las citadas instituciones “no están libres y patentes á todo el
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mundo por mañana y por tarde” y que no eran “universales en todo género de libros, lo que es muy del caso en las Bibliotecas publicas para halagar los varios genios de los hombres”9. Desgraciadamente, las ideas de Sarmiento no se llevaron a la práctica, pero crearon un caldo de cultivo muy favorable a las bibliotecas. Sus primeros frutos, aunque tímidos, comenzaron a verse años más tarde, durante el reinado de Carlos III, si bien no se desarrollaron tal como él proponía. Será en la segunda mitad del siglo XIX cuando empiecen a materializarse las ideas formuladas por Sarmiento cien años antes. Uno de los intelectuales más renombrados del siglo XVIII, el asturiano Campomanes, supo ver la importancia capital que las bibliotecas tenían para el desarrollo de las ideas preconizadas por el movimiento ilustrado. Él mismo fue un visitante asiduo de las bibliotecas de su tiempo y cliente activo de las más importantes librerías madrileñas y de algunos países europeos. Libros procedentes de Francia, Inglaterra o Alemania mantenían a Campomanes informado de lo que se publicaba en Europa, ya que la dotación bibliográfica del país era pobre. Las bibliotecas universitarias no estaban bien surtidas y, aunque se había creado la citada Biblioteca Real y las de las Reales Academias, España no resistía la comparación con las potencias europeas de primer orden. Por eso, Campomanes lamenta la falta de bibliotecas públicas y la pobreza de las mismas durante el siglo XVII, como muestra la indigencia de las colecciones bibliográficas de las universidades y de otras instituciones, en contraste con la riqueza de Retrato desaparecido de Campomanes. varias bibliotecas particulares. Al contrario, ensalSiglo XVIII. Iconoteca Universitaria za la creación de academias en el resto de Europa, que contribuyeron a propagar desde el citado siglo los estudios científicos. Campomanes, de forma diferente a Sarmiento, propone la creación de una red de bibliotecas públicas, aunque vinculadas a las episcopales. Sus ideas renovadoras en lo que respecta a las universidades, que culminarán en los planes de estudios aprobados en diferentes instituciones académicas durante el reinado de Carlos III, favorecerán de manera extraordinaria a las bibliotecas universitarias, muchas de las cuales nacen en realidad en este tiempo a partir de las colecciones de los jesuitas expulsados, en cuya salida de España tuvo mucho que ver el patricio asturiano. Tal como figura en un informe suyo sobre la situación bibliotecaria española, que daba respuesta a un cuestionario remitido por la Academia de Inscripciones y Bellas Artes de París, a fines de 1787 o principios de 1788, las universidades necesitaban renovar sus bibliotecas, pues hasta entonces únicamente se habían ocupado de “adquirir los libros técnicos de las facultades que se enseñaban en sus aulas. Estos libros, escritos en método
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escolástico y poco doctrinales, eran comunes entre los profesores y, por tanto, no se establecieron en España librerías públicas en aquellos teatros en que parecían más necesarias, reduciéndose sus libros a obras puramente especulativas, escritas en el mal gusto del tiempo”10. Aunque estas palabras iban referidas a la universidad del Barroco, eran plenamente válidas para el siglo XVIII, si bien en esta centuria la situación había comenzado a cambiar al seguir el ejemplo de las bibliotecas de las Reales Academias, que había servido de acicate a las universidades para mejorar las suyas. Como hemos visto, la situación del país propiciaba la mejora de las bibliotecas, ya que los ilustrados las veían como instrumentos indispensables para favorecer las transformaciones que ellos mismos con tanto entusiasmo proyectaban para sacar a España de la postración en la que se hallaba. En coincidencia con esa situación general, hay en Oviedo una predisposición evidente a participar en esos cambios que los hombres de la Ilustración proponían. En su Universidad había enseñado Feijoo durante muchos años y, desde su claustro, las ideas del padre benedictino se extendían por toda España. Pero no estaba solo. Compañeros suyos en la Universidad y personas notables de la ciudad y de la región participaban de las ideas modernas. Sin olvidarnos, por supuesto, del ya citado Campomanes, quien desde Madrid procuraba trabajar, siempre que la ocasión se presentaba, a favor de su tierra natal. En este contexto tiene lugar un hecho, fortuito si se quiere, que iba a producir grandes beneficios a la Universidad. Un brigadier ovetense de origen allerano, Lorenzo Solís, fallecía el 16 de noviembre de 1761 en la Nueva Veracruz, en el Virreinato de la Nueva España. Su carrera militar había sido brillante: participó, entre otros muchos proyectos, en la construcción del Canal de Castilla, cuando era un joven ingeniero, y fue responsable, por citar sólo algunas, de obras defensivas llevadas a cabo en Ceuta y Veracruz, cuyas fortificaciones se deben en lo fundamental a proyectos suyos, desarrollados en buena medida por él mismo. Solís era partícipe de las ideas ilustradas, como queda de manifiesto en su testamento, en una de cuyas cláusulas queda recogido su empeño en fundar una biblioteca. Estas son sus palabras: “Mando también veinte mil escudos de vellón, los quince mil para comprar por ahora de pronto una librería selecta, unibersal de todas facultades, ciencias, ystorias y noticias curiosas con que se puedan satisfacer la curiosidad, y aplicación de los sugetos aficionados a la literatura en general y útil a los hombres nobles y de talento especial, para imponerse unibersalmente y poder ser utilísimo su trabajo a las repúblicas, la cual se escogerá con nimio y cuidadoso escrutinio a la satisfacción y aprobación del reberendísimo padre probincial de padres jesuitas de la probincia de Castilla la Bieja, y con interbención y acuerdo del reberendísimo padre rector del colegio de jesuitas de Oviedo, mi albacea, actor de todas las probidencias piadosas que dejo dispuestas en este testamento, a cuya sagrada comunidad y rector suplico se sirban, por caridad y hacer merced al común, de recibir y custodiar en su poder la librería unibersal citada, y de manifestar al público de personas literatas, particulares, curiosos, estudiantes pobres, bien inclinados y juiciosos, a religiosos de cualesquiera religión sagrada, a eclesiásticos caballeros, hijosdalgo decentes, y a todo género de personas que fueran de la aprobación del reberendísimo padre rector y de la de los religiosos de su misma comunidad, que tubieren por condignos de que disfruten de esta combeniencia pública, asignando aquellas horas cómodas que la librería deberá estar abierta, en el berano y en el inbierno, sin dar sugeción ni incomodidad alguna a la reberendísima comunidad religiosa”11. Es evidente que Solís quería una biblioteca pública, abierta a toda clase de personas y que dispensase beneficios a la población en general, lo que demuestra que las preocupaciones del militar ovetense coincidían plenamente con las ideas de los intelectuales de más renombre, como los ya citados Sarmiento o Campomanes. Los jesuitas rechazaron el legado del brigadier, ya que este pretendía crear una biblioteca, dentro de su colegio, abierta a todo el mundo.
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Testamento del brigadier Lorenzo Solís, que dio lugar a la creación de la nueva Biblioteca. Copia del siglo XIX. Universidad de Oviedo
Ante la negativa de los jesuitas, se hace cargo del legado del brigadier el Consejo de Castilla. El conde de Campomanes era fiscal del mismo, hecho de felices consecuencias para la Universidad de Oviedo. En el conde confluían varias circunstancias: era asturiano de nación y de ejercicio, sentía escasa simpatía por los jesuitas y tenía un decidido interés en mejorar las bibliotecas universitarias. La conjunción de estos factores hizo que, por decisión suya, el legado designado para crear una biblioteca en el Colegio de los jesuitas de Oviedo, fuese destinado a la Universidad de dicha ciudad, tan mal dotada bibliográficamente en aquel momento de su historia. El claustro universitario vio que tenía ante sí una oportunidad única para remediar la penuria bibliográfica de la institución y superar, de una vez por todas, al Colegio jesuita de San Matías, con el que tenía una vieja rivalidad, ya que este era el propietario de la biblioteca más importante de la ciudad, lo que quería decir la más destacada de todo el Principado. Los testamentarios de Solís estuvieron de acuerdo con el claustro universitario y con Campomanes, lo que llevó a este último a emitir un Dictamen, de fecha 27 de diciembre de 1764, en el
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que se acordaba destinar el legado de Solís a la creación de una nueva Biblioteca en la Universidad, decisión también apoyada por el Ayuntamiento de la ciudad. El Supremo Consejo dicta el 9 de febrero de 1765 un auto, inserto en una real provisión fechada el día 16 del mismo mes, que es el instrumento legal que da cauce a la creación de la nueva Biblioteca. La real provisión establece que “se coloque la expresada biblioteca fundada por el nominado don Lorenzo de Solís en la Universidad de la citada ciudad de Oviedo, y que el regente actual de aquella Real Audiencia cuide de la agregación de la nueva pieza para la mejor colocación de la citada librería pública, y de todo lo que mire a que el buque sea dispuesto en el modo más útil al beneficio público… Que desde luego se empleen… quince mil escudos en compra de libros para dicha biblioteca”. Establece, además, que todo se haga con “noticia y particular correspondencia del señor don Pedro Rodríguez Campomanes, fiscal del Consejo, para que pueda concurrir por sí al mejor éxito de la formación de la biblioteca y que, por su medio, tenga cabal noticia el Consejo de lo que se adelantase en la buena distribución de los espresados
Autos obrados en razón de la obra de la Biblioteca de la Universidad. 1766. Universidad de Oviedo
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quince mil escudos para compra de libros…”. Y más adelante se dice que “tomó el Consejo bajo su protección la citada fundación para que se facilite más exactamente su conservación y aumento, y tubiese el cumplimiento que debe todo lo providenciado a este fin por el Consejo, a quien se diese cuenta, evacuado que fuese lo referido”12. Como hemos visto, el texto de la real provisión, al insistir en prestar un servicio a todas las capas de la población, cuadra a la perfección con las pretensiones de los miembros más preclaros de la Ilustración española. Asimismo, deja de manifiesto que Campomanes se ocupa muy personalmente de cuanto acontece en la Biblioteca recién creada en la Universidad. Por otro lado, una de las consecuencias más importantes que la creación de la nueva Biblioteca tuvo en el centro docente fue la modificación del edificio universitario para levantar la nueva “pieza” donde se alojaría el establecimiento bibliográfico. La ampliación consistió en el alzado de un piso en los lados de mediodía y poniente, que hasta entonces sólo disponían de planta baja. Probablemente, el autor de los planos fue el prestigioso arquitecto Manuel Reguera, aunque la obra fue adjudicada en 1765 al maestro arquitecto Juan Antonio Muñiz. Si los dineros legados por Solís se destinaron básicamente a la compra de libros, al pago del salario del bibliotecario y a otros menesteres, la ampliación fue costeada por la Universidad y, sobre todo, por la Junta General del Principado. En pocos años, la Universidad de Oviedo pasó de una situación de penuria bibliográfica a disponer de una excelente Biblioteca dotada de espacio generoso y de excelentes colecciones de libros. A los volúmenes de la antigua Librería universitaria se añadieron las numerosas compras que, entre 1765 y 1770, se llevaron a cabo en Oviedo y sobre todo en Madrid, bajo la supervisión directa de Campomanes. Este se encargó de que llegasen a Oviedo los libros que los nuevos planes de estudios, fiel reflejo de las ideas ilustradas, señalaban como
La Música, poema. Tomás de Iriarte. 1779. Universidad de Oviedo
La Conjuración de Catilina y la Guerra de Jugurta.Cayo Salustio Crispo. 1772. Universidad de Oviedo
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textos para las enseñanzas. Pero el sabio asturiano, además, se ocupó muy personalmente de que se dotase a la Biblioteca de obras destacadas de la época. Nos dice Canella Meana que el infante don Gabriel donó “un ejemplar, edición príncipe, de su traduccion de las obras de Salustio y otro completo del Herculano: interesó á sus amigos y á los literatos de su tiempo y los Casiri, y los Iriarte le proporcionaron ejemplares de sus obras, con las cuales remitió el Sr. Campomanes una crecida coleccion de papeles sueltos y manuscritos… que, encuadernados, ascendian á doscientos ochenta tomos”13. A todos estos libros se suman los procedentes de la biblioteca del Colegio de San Matías, de la Compañía de Jesús, cuando esta fue expulsada de España. De hecho, el 10 de julio de 1772, tiene lugar el acto formal de entrega de los libros de los jesuitas a la Universidad. La colección del colegio estaba formada por más de cuatro mil quinientas obras, lo que supuso un enriquecimiento considerable del fondo bibliográfico universitario. Este siguió incrementándose notablemente con el dinero procedente del legado de Solís entre los años 1770 y 1808, adquiriéndose las obras tanto en librerías ovetenses y madrileñas, como en almonedas públicas. Entre estas últimas destaca la que ponía en venta los libros de Jacinto Díaz Miranda, dueño de una magnífica biblioteca, cuajada de obras contemporáneas, como por ejemplo la célebre Enciclopedia francesa. Todo lo descrito hasta aquí nos da una idea de lo bien representadas que estaban en la nueva Biblioteca de la Universidad las ideas maestras de la Ilustración española, lo que nos permite afirmar, Bibliotheca arabico-hispanica escurialensis. Miguel Casiri. 1760-1770. Universidad de Oviedo además, que estamos ante uno de los centros bibliográficos más notables de la España de la época. Esta brillante etapa se vio dramáticamente interrumpida por la guerra contra los franceses. Debido a ella, se perdieron muchas obras, disminuyeron las rentas de la Biblioteca y la institución bibliográfica sufrió la profunda decadencia que afectó a la Universidad de Oviedo a principios del siglo XIX. Ese declive se vio acentuado por la vuelta al trono, en 1814, de Fernando VII, quien instauró el absolutismo y privó a la universidad española de algunas de las reformas emprendidas durante el reinado de Carlos III. De hecho, Fernando VII ordenó visitas a diferentes universidades e instituciones de enseñanza de dudosa ortodoxia, entre ellas la Universidad de
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Oviedo. Los visitadores no encontraron, según su criterio, ideas erradas en las cátedras, pero sí descubrieron muchos libros sospechosos en la Biblioteca, de manera tal que, en sus conclusiones finales, encargan “al bibliotecario la pronta habilitación de la Biblioteca y el exacto cuydado y custodia de los libros prohibidos”14. Después de todo lo dicho hasta aquí, no es arriesgado concluir que la creación de una nueva Biblioteca en la Universidad de Oviedo en el último tercio del siglo XVIII es uno de los más destacados proyectos que los hombres de la Ilustración llevaron a cabo en Asturias y, desde luego, que el nacimiento de este nuevo centro bibliográfico puede ser considerado como una de las más importantes realizaciones que en el campo bibliotecario vieron la luz en España en la citada centuria. Lorenzo Solís, cuya manda testamentaria posibilitó la creación de la Biblioteca, era un brillante ingeniero militar adepto a las ideas de la Ilustración, y Campomanes, que se empeñó personalmente en establecer en la Universidad la biblioteca pensada por Solís, fue el gran reformador del siglo XVIII, muy en particular de las universidades. El esfuerzo de ambos, principalmente, permitió a la Universidad ovetense disponer de un fondo bibliográfico que era fiel reflejo de las ideas ilustradas, tan presentes en el país desde los inicios del reinado de Carlos III hasta la Guerra de la Independencia.
Certificado de la prisión del bibliotecario de la Universidad por haber apoyado al gobierno constitucional. 1824. Universidad de Oviedo
Notas 1. UNIVERSIDAD DE OVIEDO, Memoria acerca del estado de la enseñanza en la Universidad de Oviedo y en los establecimientos del distrito de la misma en los cursos de 1858 á 1859 y 59 á 60; y Anuario de 1860 á 1861, precedidos de una reseña histórica, Oviedo, Imprenta y Lit. de Brid, Regadera y Comp., 1861, p. 69. 2. F. CANELLA SECADES, Historia de la Universidad de Oviedo y noticias de los establecimientos de enseñanza de su distrito, 2ª ed., Oviedo, Imprenta de Flórez, Gusano y Compañía, 1903-1904, p. 539. 3. Ibídem, p. 540. 4. G. STIFFONI, “Intelectuales, sociedad y Estado”, en Historia de España. T. XXIX. La época de los primeros Borbones. V. II. La cultura española entre el Barroco y la Ilustración (circa 1680-1759), Madrid, Espasa-Calpe, 1985, p. 51.
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5. M. SARMIENTO (O.S.B.), “Reflexiones literarias para una Biblioteca Real, y para otras bibliotecas publicas, hechas… en el mes de diciembre del año de 1743”, Semanario Erudito, que comprende varias obras inéditas… Dalas a luz don Antonio Valladares, Madrid, Por Don Blas Román, 1789, t. XXI, p. 141. 6. Ibídem, pp. 142-143. 7. Ibídem, pp. 149-150. 8. Ibídem, p. 152. 9. Ibídem, p. 154. 10. Véase J. GARCÍA MORALES, “Un informe de Campomanes sobre las bibliotecas españolas”, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LXXV (1968-1977), pp. 114-115. 11. R. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, La Biblioteca de la Universidad de Oviedo. 1765-1934, Oviedo, Universidad, 1993, p. 35. 12. Ibídem, pp. 48-50. 13. UNIVERSIDAD DE OVIEDO, Op. cit., p. 71. 14. R. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, Op. cit., p. 78.
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PERSONAJES ILUSTRES JAVIER GONZÁLEZ SANTOS Universidad de Oviedo
El siglo XVIII fue uno de los periodos más brillantes de la historia y cultura asturianas, y la Universidad de Oviedo contribuyó grandemente a ese esplendor. El primer siglo de la Academia ovetense coincidió, casi estrictamente, con la reforma de los Estatutos fundacionales, sancionada por el rey Felipe V en 17071, y el ingreso en su claustro, en 1709, del que sin duda ha sido y sigue siendo el profesor más universalmente conocido e influyente de esta Universidad: el padre Feijoo. En cambio, el segundo centenario se produjo en uno de los momentos más trágicos de la historia patria: la invasión francesa y la clausura del centro a causa de la guerra hasta 18122. BENITO JERÓNIMO FEIJOO MONTENEGRO (Casdemiro, Orense, 1676 – Oviedo, 1764) era el primogénito de una familia hidalga. A los catorce años, en octubre de 1690, ingresó en la Orden de San Benito, en el monasterio de San Julián de Samos (Lugo). Tras dos años de noviciado, inició su peregrinaje de estudios: monasterio de San Salvador de Lérez (Pontevedra), Universidad de Salamanca (donde, entre uno y otro curso, estuvo tres años), para, por último, ejercer de pasante en San Pedro de Eslonza (León) durante tres cursos (1700-1702) y, de nuevo en Galicia, en Lérez y Poyo (Pontevedra), los siete años siguientes, desde 1702 hasta 1709. A Oviedo llegó en 1709, para explicar Teología como maestro de novicios en el desaparecido monasterio de San Vicente (cuyas dependencias claustrales albergan el Museo Arqueológico de Asturias), obteniendo ese mismo año el grado de doctor3 y maestro en Sagrada Teología por la Universidad ovetense. Fue catedrático en ella, impartiendo, entre 1710 y 1721, lecciones de Teología; luego, de Sagrada Escritura (1721-1724), Vísperas de Teología (1724-1736) y, Retrato desaparecido de Benito Jerónimo Feijoo. por último, de Prima de Teología (1737-1739), Siglo XVIII. Iconoteca Universitaria hasta su jubilación académica tras treinta años de
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docencia ininterrumpida4. Por Fermín Canella, consta además que el padre Feijoo fue su vicerrector en dos momentos: 1738-1743 y 1748-17505. A su experiencia docente e ideas académicas y sobre sistemas dedicó Feijoo algunos discursos de su Theatro y Cartas (“De lo que conviene quitar en las Súmulas”, “De lo que conviene quitar y poner en la Lógica y Metafísica”, “De lo que sobra y falta en la Física” y “De lo que sobra y falta en la enseñanza de la Medicina”, en Theatro crítico, t. VII, 1736; “Dictado de las aulas”, en Theatro crítico, t. VIII, 1739; “Causa del atraso que se padece en España en orden a las Ciencias Naturales” y “Sobre los sistemas filosóficos”, en Cartas eruditas, t. II, 1745; etc). Dentro de la orden benedictina fue maestro general, regente del Colegio de San Vicente de Oviedo (1717) y por tres veces su abad (1721-1723, 1729-1733 y 1737-1740), habiendo sido propuesto, en 1725, para el del monasterio de San Martín de Madrid, que renunció. La corona siempre se mostró muy favorecedora con él: así, en 1726, fue sugerido por Felipe V para presidir una diócesis en América, que el benedictino rechazó, y, en 1748, designado miembro del Consejo Real a instancias del rey Fernando VI, cargo honorífico con que el monarca trató de hacer expreso el reconocimiento y admiración a tan ilustre súbdito. El 24 de marzo de 1764 sufrió un ataque de hemiplejia del que nunca se llegaría a recuperar, falleciendo medio año después, el 26 de setiembre. Había vivido casi ochenta y ocho años, de los cuales, los últimos cincuenta y cinco transcurrieron en Oviedo, en el monasterio de San Vicente, ciudad en la que completó toda su producción literaria. La Universidad de Oviedo rindió homenaje a su profesor con un oficio de difuntos, elogios fúnebres y una misa de réquiem los días 26 y 27 de noviembre. El acuerdo del claustro decía del difunto que, “siendo tan notorias las prendas que por sus escritos y erudición se había hecho singular en todas las naciones de la Europa, le consideraba acreedor a que esta Universidad le hiciese sus honras”. La oración corrió a cargo del doctor Alonso Francos Arango († Orense, 1770), de Tuña (Tineo), magistral de las catedrales de Tuy y Oviedo, rector en tres ocasiones de esta Universidad (1751-1752; 1756, y 1763-1764), y por último, obispo de Orense (1765-1770). De todo ello quedó testimonio impreso: Oración fúnebre, que en las solemnes exequias que la Universidad de Oviedo consagró… a la immortal memoria del Ilustríssimo, y Reverendíssimo S. D. F. Benito Gerónimo Feijoó y Montenegro, etc, Oviedo, Francisco Díaz Pedregal, 17656. La primera obra importante del padre Feijoo data de 1725 y es la “Aprobación apologética del Scepticismo Médico”, texto preliminar a la segunda edición de la Medicina Scéptica y Cirugía moderna del doctor Martín Martínez (Madrid, 1725); con esta carta dio inicio su fecunda actividad editora y crítica. Entre 1726 y 1740 publicó en Madrid el Theatro Crítico Universal, o discursos varios en todo género de materias, para desengaño de errores comunes, una colección integrada por nueve tomos. El éxito de esta serie fue secundado, en 1742-1760, por el de las Cartas eruditas y curiosas, en que, por la mayor parte, se continúa el designio del Theatro Crítico Universal, impugnando o reduciendo a dudosas varias opiniones comunes, que abarcan cinco tomos, estampados asimismo en Madrid. La fama y reconocimiento intelectual del Padre Feijoo, no sólo en España sino también en el extranjero, fueron muy grandes e inmediatos. En 1786 Juan Sempere y Guarinos, refiriéndose a él, escribía que, sin duda, en España hubo algunos intelectuales “que se hayan aventajado a este sabio en ciertos ramos de la literatura; pero ninguno se le podrá comparar, ni en la universalidad, ni en la felicidad de producirse, ni en la firmeza para combatir las preocupaciones vulgares”. Y después, transcribiendo el juicio del británico Eduard Clarke (État present de l’ Espagne, Bruselas, 1770), añade que “él solo ha hecho más para formar el gusto de los españoles y para enseñarles a pensar que todos sus predecesores”7.
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Tal era el juicio que a finales del siglo XVIII merecía a la crítica literaria española el padre Feijoo, uno de los intelectuales más destacados que ha dado nuestro país, extirpador de los errores vulgares, que enseñó a pensar a toda la generación de ilustrados españoles y dio de nuestra nación una imagen de cultura y cosmopolitismo de la que estaba muy alejada a comienzos de aquella centuria. La relevancia de este docto maestro motivó que la Universidad de Oviedo le recordara en 1844 con un retrato que, junto con el del arzobispo-fundador (el original, perdido, no el pintado en 1879 por Dionisio Fierros [1827-1894], igualmente perdido), el del brigadier Solís y los de Campomanes y Jovellanos, ennoblecieron la sala rectoral8. Era obra del director de la Escuela de Dibujo de Oviedo, Vicente Arbiol y Rodríguez (Madrid, 1812 – Zaragoza, 1876), por copia de un retrato póstumo realizado por el pintor aficionado Miguel Bernardo de la Granda en 1774-17779. Tuvo Feijoo algunos discípulos en la Universidad y en el claustro de San Vicente. Uno de estos fue FRAY BENITO JAVIER URÍA VALDÉS (1729-1810), de la misma orden que el maestro. Era fray Benito de la casa de Santa Eulalia de Cueras (Cangas del Narcea); fue maestro de estudiantes en el monasterio de Oviedo, abad de Celanova (Orense) en 1767 y de San Vicente de Oviedo en 1773, general y reformador en su orden en 1781 y, por último, obispo de Ciudad Rodrigo desde 1785 hasta su fallecimiento. Coincidió con Feijoo en San Vicente entre 1759 y 1764, siendo el encargado de pronunciar la oración fúnebre que este monasterio dedicó el 16 y 17 de diciembre de 1764 al reverendo padre maestro (Breve expressión y Oración fúnebre, Salamanca, 1765). FERNANDO LUIS DE AYALA (Oviedo, 1712 – Bolonia, 1752) se graduó de doctor en Teología por la Universidad de Oviedo y fue catedrático de Filosofía en ella. Vivió en Madrid y predicó en 1746 para la Congregación de Nuestra Señora de Covadonga. Fue colegial en el mayor de San Clemente de los Españoles, en la Universidad de Bolonia, donde falleció prematuramente cuando había sido propuesto para confesor del rey Fernando VI10. El gijonés JUAN DE JOVE Y MUÑIZ († Madrid, 1775) fue discípulo del padre Feijoo en Teología en la Universidad de Oviedo, donde recibió el grado de doctor cuando contaba veintiún años. Fue catedrático de Artes y magistral de la colegiata de Santander, siendo preconizado primer obispo de esta diócesis, dignidad a la que renunció. Escribió el Jovial cristiano y erudito (Madrid, 1753) y El perfecto sacerdote (Madrid, 1774). Dice González de Posada (Biblioteca asturiana, ms. h. 1794, pp. 78-80), que lo conoció, que tuvo intención de dejar su librería a la biblioteca del Colegio ovetense de San Pedro o de los Verdes, del que había sido su colegial, pero no se verificó. Pero también a Feijoo le salieron impugnadores entre sus propios compañeros de claustro. Fueron estos los doctores FRANCISCO DORADO Y GIL DE RAMALES (Fuentespina, Burgos, 1655 – Oviedo, 1729) y su hijo, JOSÉ DORADO Y GONZÁLEZ VILLANUEVA (Oviedo, 1686-1735), catedráticos de Filosofía y médicos del cabildo catedralicio y de la ciudad de Oviedo ambos, que, en 1727, polemizaron con el sabio benedictino acerca de materias médicas11. Entre los académicos contemporáneos de Feijoo en Oviedo está el clérigo asturiano JUAN GARCÍA AVELLO Y CASTRILLÓN (Luarca, 1673 – Oviedo, 1744) que, siendo doctoral de la Catedral de Oviedo, fue rector de su Universidad en 1713 y 1714. Avello y Castrillón se había formado en Salamanca, como colegial en el de San Pelayo, primero, y después en el Mayor del Arzobispo, graduándose de doctor. Estuvo en la Catedral de Santiago de penitenciario y, a lo último, en 1730, fue consagrado obispo de Oviedo. Fue amigo y muy estimado de Feijoo, quien le dedicó el tomo I de sus Cartas eruditas y curiosas (Madrid, 1742).
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Amigo y asiduo a la tertulia que fray Benito mantenía en su celda del monasterio de San Vicente fue el médico GASPAR CASAL Y JULIÁN (Gerona, 1680 – Madrid, 1759). Este, que en palabras de Gregorio Marañón, fue, sin duda, “el primer médico español de su tiempo”, no tuvo, empero, trascendencia en la vida académica a pesar de su residencia continua en Oviedo entre 1719 y 1750; se podría decir que se desaprovechó la ocasión para instaurar los estudios superiores de Medicina. Bachiller en Artes por la Universidad de Sigüenza en 1713, su Historia natural, y médica de el Principado de Asturias, obra póstuma (pero que ya estaba escrita por el año 1735), editada por su amigo, el médico Juan José García Sevillano (Madrid, 1762), es un monumento de la nueva ciencia médica y la primera historia física y natural de Asturias. Por el mismo tiempo vivió el famoso militar y diplomático don ÁLVARO NAVIA OSORIO VIGIL (Puerto de Vega, Navia, Asturias, 1684 – Orán, Argelia, 1732), vizconde de Puerto y III marqués de Santa Cruz de Marcenado, el conocido autor de las Reflexiones militares (Turín, 1724-1727, y París, 1730, 11 tomos) que, en el propio siglo XVIII, fueron traducidas al francés, inglés, alemán e italiano, y de la Rapsodia económico-político-monárquica (Madrid, 1732). Se dice que este caballero fue discípulo de esta Universidad. El marqués de Santa Cruz dejó disRetrato desaparecido de Álvaro Navia Osorio. Siglo XVIII. Iconoteca Universitaria puesto que su acreditada biblioteca pasara a formar parte de la Librería de la Universidad ovetense, pero esta disposición nunca se llegaría a materializar12. La institución académica, en cambio, lo tuvo entre sus hijos y exhibió su retrato, pintado por Ramón Romea y Ezquerra (1830-1907) en 1874-1876, en su prestigiosa y ya desaparecida Iconoteca13. Ya de otra generación fue el ovetense LUIS ARMIÑÁN Y CAÑEDO (h. 1710-1765): licenciado y doctor en Leyes y Cánones por la Universidad de Oviedo (1737), ejerció primero de abogado y luego de notario apostólico. Fue fiscal honorario de la Audiencia del Principado de Asturias y catedrático de Vísperas en Sagrados Cánones; en 1760 fundó, siendo su maestro y primer presidente, la Academia Teórico-Práctica de Legislación de la Universidad de Oviedo, que luego, en 1764, derivaría en las Academias de Cánones y Leyes14. Su retrato, pintado en 1765 por Francisco Reiter (Oviedo, 1736-1813), estuvo en la Iconoteca Asturiano-Universitaria15. Entre los benefactores de la Universidad ovetense en este siglo XVIII tenemos que destacar al conde de Campomanes, al brigadier de ingenieros Lorenzo Solís y al obispo Agustín González Pisador. De la copiosa dotación testamentaria con que LORENZO SOLÍS RODRÍGUEZ (Oviedo, 1693 – Veracruz, Méjico, 1761) pretendió enriquecer la
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Retrato desaparecido de Lorenzo Solís. Siglo XIX. Iconoteca Universitaria
Retrato desaparecido de Agustín González Pisador. Siglo XIX. Iconoteca Universitaria
librería del Colegio de San Matías, de la Compañía de Jesús en Oviedo, se nutrió la Universidad tras la expulsión de los jesuitas de España en 1767, y sirvió para fundar su biblioteca, inaugurada en 1770.16 El retrato de Solís, pintado en 1773 por el artista local Francisco Reiter, fue de los primeros en integrar la galería universitaria17. El fundador de la primera Facultad de Medicina en la Universidad de Oviedo fue don AGUSTÍN GONZÁLEZ PISADOR (Nava del Rey, Valladolid, 1709 – Benavente, Zamora, 1791), obispo de Oviedo desde 1760 hasta su fallecimiento18. La dotación de las cátedras de Medicina y Cirugía tuvo lugar en 1786, pero la vida de esta Facultad fue efímera, pues en 1807 se suprimieron los estudios por orden superior*. González Pisador fue uno de los prelados más destacados de la diócesis ovetense en la Época Moderna: bajo su dilatado gobierno se procedió a reformar la organización eclesiástica (sínodo de 1769, cuyas Constituciones fueron publicadas en Salamanca, en 1786), contribuyendo personalmente a fundar y dotar obras de caridad, como la cárcel de mujeres de Oviedo (1776), o a la modernización de la provincia, al permitir el establecimiento en 1785 de la Escuela de Dibujo, dependiente de la Real Sociedad Económica de
* Vid. en este catálogo V. ÁLVAREZ ANTUÑA, “Fulgor y mierte de los estudios medicos ovetenses en las postrimerías del siglo XVIII. Los orígenes de la enseñanza de la Medicina en Asturias”.
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Amigos del País, en un local del extinguido colegio de la Compañía de Jesús. El retrato de este prelado, pintado por Ramón Romea en 1874-1876, a la vista del de Reiter (1781) que posee la Catedral, formó parte de la Iconoteca Universitaria19. La Universidad rindió tributo a este prelado a su fallecimiento, diciendo la Oración fúnebre el doctor Rodrigo Valdés Alas, catedrático de Filosofía20. Pero de todos ellos, el más influyente, constate y abnegado benefactor de la Regia Universidad ovetense fue PEDRO RODRÍGUEZ CAMPOMANES (Santa Eulalia de Sorribas, Tineo, 1723 – Madrid, 1802), magistrado, académico, humanista, funcionario, consultor y político ilustrado, creado conde de Campomanes en 1780. Aunque no consta expresamente, se cree que pudo haber cursado estudios en la Universidad de Oviedo y graduarse en ella de bachiller en Cánones y Leyes. Así lo afirma González de Posada, que lo conoció21. De haber sido así, tuvo que acontecer entre 1736 y 1741, año en que se trasladó a Madrid. La figura de Campomanes está tratada en el capítulo de este catálogo “El movimiento ilustrado en la Universidad de Oviedo”, de Santos M. Coronas González, y su intervención directa fue determinante en la instauración del Plan de Estudios de la Real Universidad de Oviedo, de 177422. Su retrato, pintado en Madrid por Joaquín Inza y García (1736-1811) en 1770, estuvo en lugar preferente en la sala de la vieja Biblioteca Universitaria, al lado del de su fundador, el brigadier Lorenzo Solís, flanqueando ambos los de los príncipes de Asturias, Carlos de Borbón y Sajonia y María Luisa de Parma23. Destruido en 1934, nos es conocido por la fotografía de Mariano Moreno y por la copia que Vicente Arbiol (1812-1876) hizo para la Sociedad Económica de Amigos del País en 184124. Otras distinciones que la Universidad de Oviedo brindó a Campomanes fueron la concesión del grado de doctor y maestro honorario en ambos Derechos en 177025. Cuando en 1789 fue promovido a la presidencia del Consejo de Castilla y se le confirió la Gran Cruz de la Orden de Carlos III, la Universidad lo festejó los días 3, 4, 6 y 7 de febrero de 1790 con solemnes funciones académicas y religiosas, loas, la representación del drama alegórico El triunfo del mérito, escrito por el militar retirado Alonso de Arango y Sierra († 1827), con música de Luis Blasco, maestro de capilla de la Catedral ovetense, y de otra pieza teatral. La relación de estos acontecimientos corrió impresa en pliego suelto y fue reseñada en la prensa madrileña, en el Memorial literario26. También se le rindieron exequias a su fallecimiento en 180227. Tampoco GASPAR MELCHOR DE JOVELLANOS Y RAMÍREZ DE JOVE (Gijón, 1744 – Puerto de Vega, Navia, 1811) tuvo un vínculo formativo estrecho con la Universidad ovetense. Probablemente (como informa su biógrafo y amigo, González de Posada, y también cree Caso González28) entre los años 1756 y 1759, siguió los estudios de Filosofía en el convento de San Francisco de Oviedo y sólo llegaría a frecuentar las aulas de la Facultad de Artes de la Universidad de manera esporádica, porque, ya en 1757, con trece años, recibió la primera tonsura y el beneficio eclesiástico de San Bartolomé de Nava. En 1760 se fue a Ávila, bajo la protección del obispo, el asturiano don Romualdo Velarde y Cienfuegos, contrapariente suyo. En la Universidad de Santo Tomás de esa ciudad comenzó los estudios de Cánones, alcanzando los grados de bachiller por la Universidad de Osma, en 1761, y de licenciado por la de Ávila, en 1763. Pasó por último a la de Alcalá de Henares, donde, previa oposición, fue recibido de colegial en el Mayor de San Ildefonso, el 10 de mayo de 1764, con veinte años, graduándose de bachiller en Cánones por esta Universidad el 24 de diciembre siguiente. El protagonismo de Jovellanos en la cultura y política de la Ilustración españolas es insoslayable. Magistrado, académico, poeta y literato, político e intelectual inquieto y de insaciable curiosidad, también fue un ferviente patriota al que Asturias debe mucho de su identidad cultural y progreso material: el recuerdo sólo de la fundación del Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía de Gijón, en 1793, sería suficiente para situarlo entre los asturianos más ilustres. Pero no conviene olvidar que este establecimiento aca-
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démico, científico y formativo no se hizo sin disputa y estorbos que la propia Universidad de Oviedo trató de oponer29. Su biografía y relación de obras figuran, entre otros, en Caso y Varela30. La Universidad de Oviedo siempre tuvo en lugar preferente el retrato de Jovellanos. El de 1798, pintado por Francisco Javier Hevia († Oviedo, h. 1808), era una versión un tanto libre del que Francisco Goya le había hecho en Madrid hacia 1782 (Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias). Fue encargado para la ceremonia con que la Universidad celebró la promoción del ilustrado gijonés al ministerio de Gracia y Justicia. El descubrimiento público del cuadro se verificó con toda solemnidad y aparato escénico el 13 de mayo de 1798. Del suceso quedó constancia escrita: Noticia de los públicos regocijos con que la Real Universidad Literaria de Oviedo celebró la feliz elevación de su hijo, el Exmo. Sr. Dn. Gaspar Melchor de Jove-Llanos, etc, Oviedo, 179831. Este retrato pasó luego a ornar la sala rectoral pero, en 1874-1876, fue sustituido por otro, pintado por Ramón Romea e integrado en la Iconoteca Universitaria ovetense32. Ninguno se conserva. Con motivo del nombramiento ministerial en 1797, la Universidad también otorgó a don Gaspar el grado de doctor en ambos Derechos33. En cambio, a causa de la Retrato desaparecido de Gaspar Melchor de Jovellanos. guerra contra Francia, no pudo rendir el tributo Siglo XVIII. Iconoteca Universitaria que debía a su desaparición, debiendo posponer los funerales hasta febrero de 1812; la ceremonia hubo de celebrarse en la Catedral, ya que las Escuelas se hallaban convertidas en cuartel34. A lo largo del último tercio del siglo XVIII, por las aulas de la Universidad, pasaron varios individuos, magistrados principalmente, cuyo recuerdo merece ser conservado. El abogado EUGENIO MANUEL ÁLVAREZ CABALLERO Y CORONAS (Piedrahita, Tineo, 1736 – Madrid, 1808) cursó sus estudios en la Universidad de Oviedo, graduándose de bachiller en Leyes y, posteriormente, en Cánones (1768), siendo profesor auxiliar de la cátedra de Prima de Leyes en la Facultad de Leyes. En 1770, abandonó la docencia para ejercer de abogado en la Audiencia de Oviedo. Disfrutó de la protección de Pedro Rodríguez de Campomanes, su paisano. Fue uno de los fundadores y decano del Colegio de Abogados de Oviedo, e instrumento del conde de Campomanes para la reforma universitaria en Oviedo. Por recomendación suya, fue alcalde mayor y corregidor de El Ferrol y, posteriormente, secretario de la Presidencia del Consejo de Castilla (con Campomanes), fiscal del Tribunal del
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Supremo Consejo de las Órdenes Militares en 1798, siendo ministro Jovellanos, y ministro del Real Consejo en 1807, bajo cuyo despacho tuvo que intervenir en el proceso de El Escorial35. Entre otras dignidades y honores, fue caballero de la Orden de Santiago (1794). Su retrato, pintado por Francisco Javier Hevia († Oviedo, h. 1808), formó parte de la Iconoteca Universitaria36: es el que, por error, en el Archivo Fotográfico de Mariano Moreno, figura como de Jovellanos37. Otro jurista destacado, alumno de esta Universidad, fue FELIPE IGNACIO CANGA ARGÜELLES Y PÉREZ DE LA SALA (Oviedo, 1741 – Madrid, 1814), que, tras estudiar Leyes y Cánones, alcanzó el grado doctor en 1766. Tuvo despacho de abogado y también fue letrado de la Audiencia y su fiscal interino (1772-1773), procurador de la ciudad de Oviedo y abogado de la diócesis. Fue fiscal en la Audiencia de Zaragoza (1787). En el ámbito académico explicó interinamente las cátedras de Vísperas, Regencia y Prima en la Facultad de Leyes de la Universidad ovetense hasta que, en 1796, obtuvo la cátedra de Cánones. A él se debe la redacción de las Ordenanzas de las Academias de Leyes y Cánones (1764). Preclaro jurista, fue uno de los fundadores del Ilustre Colegio de Abogados de Oviedo (1775) y su decano, y sus dictámenes se hicieron presentes en la reforma del Plan de Estudios de la Real Universidad de Oviedo (1774), regulación de los Estatutos de la Sociedad Económica y de la Junta General, siendo el autor de las Ordenanzas para el gobierno de la Junta General del Principado y su Diputación (Oviedo, 1782). En 1798 fue designado fiscal del Consejo de Castilla, pasando durante algunos años a residir en Madrid. En 1797 fue distinguido con la cruz de caballero de la Orden de Carlos III38. Hijo suyo, e inscrito en otro contexto histórico diferente a este, fue el político y ministro liberal, destacado economista y hacendista, JOSÉ CANGA-ARGÜELLES Y CIFUENTES (Oviedo, 1771 – Madrid, 1842), licenciado y doctorado de Leyes y Cánones por la Universidad de Zaragoza, aunque sus estudios superiores los había iniciado en la de Oviedo. Reputado helenista y traductor de poetas clásicos (en colaboración con su hermano Bartolomé), es autor del reputado Diccionario de Hacienda (5 tomos + 1 de Índices, Londres, 1826 y 1827). Si bien no tuvo vínculo alguno con la Universidad de Oviedo, su retrato, pintado por Ramón Romea en 1874-1876, ornó la Iconoteca Asturiano-Universitaria; era versión de un original, hoy perdido, pintado por José de Madrazo en 182239. MANUEL VICENTE TORRES CÓNSUL (Oviedo, 1753-1828), estudió Leyes y Cánones en la Universidad de Oviedo, pasando luego a la de Salamanca, donde vistió la beca del Colegio de San Salvador, del que llegaría a ser rector de estudios. Fue en esta Universidad donde se licenció y doctoró, en 1776. Regentó la cátedra de Vísperas de Cánones en la Universidad ovetense, siendo su comisionado en la corte (1795 y 1814). En 1801 fue nombrado teniente de gobernador de Madrid y, a lo último, Consejero de Castilla. A su muerte (1828), legó su copiosa librería jurídica a la Universidad de Oviedo40. Torres Cónsul fue además censor de la Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias y colaborador, a comienzos del siglo XIX, en el Diccionario geográfico-histórico de Asturias, que por entonces dirigía el académico Francisco Martínez Marina41. El magistrado JUAN PÉREZ VILLAMIL Y PAREDES (Puerto de Vega, Navia, 1754 – Madrid, 1824) cursó los estudios de Leyes y Cánones en la Universidad de Oviedo (1770), de la que fue también profesor auxiliar, pasante con Felipe Ignacio Canga Argüelles, sostenedor de una academia práctica de Derecho (1773) y su doctor, honoris causa, en 1798. Ejerció de abogado en Madrid, pero en 1789 fue nombrado fiscal de la Audiencia de Mallorca, regente interino de la Audiencia de Asturias en 1798 y, ese mismo año, fiscal del Supremo Consejo de Guerra, siempre bajo la protección de Campomanes, y también de Jovellanos, siendo recibido de académico de la Historia en 1804 para, en 1807, pasar a dirigir esta corpo-
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ración. También fue miembro de número de la Española y de la de las Bellas Artes de San Fernando, y caballero pensionado de la Orden de Carlos III. A Pérez Villamil se debe la proclama de guerra a los franceses, bando firmado por el alcalde de Móstoles, el 2 de mayo de 1808. Durante la invasión francesa formó parte del Consejo de Regencia, oponiéndose al espíritu constitucionalista que se fraguó en Cádiz en 1812. Tras la restauración de Fernando VII en 1814, fue uno de los redactores del Manifiesto de Los Persas, por el que se derogaba la Constitución de 1814, y su ministro de Hacienda, aunque de forma efímera. A partir de entonces, se apartó de la vida pública, retirado en su casa de Móstoles y dedicado a trabajos académicos, algunos de ellos firmados bajo el seudónimo de Juan de Paredes. Fundó en la Universidad de Oviedo, a su costa y rentas que dejó, una cátedra de Fundamentos de Religión Católica, Apostólica y Romana, aprobada en 1825 y suprimida en 1846. En memoria del finado y con cierto retraso, la Universidad celebró solemnemente sus exequias en 182842. Su retrato, en cambio, nunca figuró en la desaparecida Iconoteca Asturiano-Universitaria43. Entre sus trabajos y discursos académicos, muchos de los cuales quedaron manuscritos, destacan su tesis sobre las Leyes de Toro (Doctrina… ad Leges Tauri, etc., Matriti, 1776), la Disertación sobre la libre multitud de abogados, dedicada a Campomanes (Madrid, 1782), y la Carta sobre los sumarios de los quatro primeros reyes de Asturias (Madrid, 1786). Con Pérez Villamil, en la Universidad de Oviedo, coincidió siendo estudiante CARLOS BENITO GONZÁLEZ DE POSADA (Candás, 1745 – Tarragona, 1831). Erudito y escrutador incansable de las cosas de Asturias, González de Posada fue un dignísimo representante de la Ilustración local y fuente inagotable de información para los estudiosos aún hoy. Bachiller en Artes (1763) y Teología (1767) por ella, González de Posada fue, por un corto intervalo, profesor sustituto de las cátedras de Prima de Teología y Sagrada Escritura. Realizó los estudios eclesiásticos en el convento de los dominicos de Oviedo, para, en 1770 pasar a residir en Madrid, oponiéndose a una de las cátedras de Humanidades de los Reales Estudios de San Isidoro (antiguo colegio de la Compañía de Jesús), obteniendo la pasantía de Rudimentos de Latinidad. Ordenado de presbítero en 1776, inició entonces su carrera eclesiástica. En 1787 le fue conferido el grado de doctor en Teología por la Universidad de Ávila. Posteriormente, fue canónigo en Ibiza (1788) y Tarragona (1792), que regentó hasta su fallecimiento. Fue académico honorario de la Real de la Historia (1789), propuesto por el conde de Campomanes, y colaborador de los más entusiastas en el Diccionario geográfico-histórico de Asturias, que a comienzos del siglo XIX coordinaba Francisco Martínez Marina. Íntimo de Jovellanos y Juan Agustín Ceán Bermúdez, también disfrutó de la protección de Campomanes mientras residió en Madrid. Su producción, centrada principalmente en los estudios arqueológicos, históricos, filológicos y biográficos, fue muy abundante y dispersa, pero publicó poco, solo la primera entrega de las Memorias históricas del Principado de Asturias y Obispado de Oviedo (Tarragona, 1794), un catálogo enciclopédico de personalidades asturianas44. Otro representante del asturianismo ilustrado fue FRANCISCO DE PAULA CAVEDA Y SOLARES (Villaviciosa, h. 1760 – 1811). Cursó Leyes en la Universidad de Oviedo y residió algún tiempo en Madrid. Fue juez noble de su concejo y representante del mismo en la Junta General del Principado de Asturias; académico correspondiente de la Historia (1805) y uno de los más diligentes colaboradores de Martínez Marina en el Diccionario geográfico-histórico de Asturias. Aficionado a la literatura, fue traductor de obras clásicas y contemporáneas, y mantuvo con Jovellanos una estrecha relación de amistad y respeto fundada en la afinidad de sus aficiones literarias, filológicas e históricas: así, estuvo empeñado con él en la formación de un Diccionario de la lengua asturiana. Francisco de Paula fue padre del distinguido político, académico y asturianista José Caveda y Nava (Villaviciosa, 1796 – Gijón, 1882), formado en las aulas del Instituto Asturiano de Gijón.
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El doctor JACINTO JOSÉ DÍAZ DE MIRANDA Y ARIAS CAÑEDO (Santa María de Bayo, Grado, 1748 – Madrid, 1797) fue uno de los intelectuales de mayor solvencia que tuvo nuestra Universidad a finales del siglo XVIII. Este eclesiástico también se cuenta entre los protegidos por Campomanes45. Díaz de Miranda estudió en las Universidades de Oviedo y Bolonia (Italia), en el exclusivo y selecto Colegio de San Clemente de los Españoles, en 1772-1779, licenciándose de Cánones. A su regreso, en 1779, obtuvo una canonjía en la Catedral ovetense con la dignidad de chantre y, en 1782, fue creado correspondiente de la Real Academia de la Historia. Catedrático de Lengua Griega en la Facultad de Artes de la Universidad de Oviedo, fue un reconocido helenista y a él se debe la traducción al español y edición razonada de Los doce libros del emperador Marco Aurelio (Madrid, Antonio de Sancha, 1785). Su selecta librería salió a pública almoneda en 1799, estando interesado en ella el mismo Jovellanos (según refiere en el Diario). Cuatrocientos setenta y cinco títulos de la misma (en novecientos volúmenes) fueron adquiridos para la Universidad de Oviedo por su bibliotecario, Francisco García Solís, que además hizo la selección46. Del general MANUEL BELGRANO PÉREZ (Buenos Aires, 1770-1820), forjador de la independencia de Argentina, consta que estudió Leyes en la Universidad de Oviedo entre 1782 y 178847. Aquí recibiría la influencia del pensamiento ilustrado. A su regreso a la colonia, fue secretario de la Oficina de Comercio y, en 1806-1807, luchó contra la incursión británica en el virreinato del Río de la Plata. En 1810, encabezó la revuelta independentista contra la metrópoli, venciendo a las tropas españolas en Tucumán (1812) y Salta (1813). En 1814, después de algunas derrotas en el Alto Perú (actual Bolivia), fue cesado por el general José de San Martín y enviado a Europa, con Bernardino Rivadavia (que sería el primer presidente de la República Argentina), para negociar alianzas con otras potencias en vías a la independencia. Por último, FRANCISCO MARTÍNEZ MARINA (Oviedo, 1754 – Zaragoza, 1833) es el epígono más conocido, brillante e influyente de esta generación de ilustrados y académicos que dio Asturias en el siglo XVIII. Bachiller en Artes por la Universidad de Oviedo en 1772, continuó sus estudios en la de Toledo, donde se graduó y doctoró en 1778. Fue rector del Colegio Mayor de San Ildefonso, en la Universidad de Alcalá. Ordenado de presbítero en 1779, ganó en 1781 una capellanía en la iglesia de San Isidoro de Madrid. Su carrera eclesiástica le llevó a disfrutar Retrato desaparecido de Francisco Martínez Marina. una canonjía en la Catedral de Lérida (1818) y Siglo XIX. Iconoteca Universitaria otra, en la de Zaragoza (1823). Fue protegido de
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Campomanes, a quien debió su ingreso en la Academia de la Historia en 1787, llegando a ser su director en dos ocasiones (1801-1804 y 1816-1820), y como él, alma de esta institución e impulsor de empresas como la del inconcluso Diccionario geográfico-histórico de Asturias48. Su retrato, pintado por Francisco Alcántara Torrejón (h. 1767 – h. 1809) en 1801, está presente, junto al de Campomanes, en el salón de plenos de esta Academia. Una copia suya, realizada en 1874-1876 por Ramón Romea, era la que ilustraba la Iconoteca Asturiano-Universitaria49. La Universidad de Oviedo le confirió el grado de doctor en ambos Derechos en 182250. Jovellanos también tuvo un alto concepto de Martínez Marina, de cuyos trabajos legislativos se valió ampliamente para la redacción de la Memoria en defensa de la Junta Central (La Coruña, 1811). Este “hombre que más profundamente estudió nuestra antigua legislación a la luz de los más recónditos monumentos de la historia” (en palabras de Jovellanos) fue el iniciador de la historiografía moderna y científica del derecho y legislación españolas, el fundamentador y teórico del constitucionalismo histórico español. Su Ensayo histórico-crítico sobre la antigua legislación… de los reynos de León y Castilla (Madrid, 1808), la Teoría de la Cortes (Madrid, 1813) y el Juicio crítico de la Novísima Recopilación (Madrid, 1820) son las obras más destacadas e influyentes de Martínez Marina. Sus convicciones políticas liberales y doceañistas le llevaron a ser diputado por Asturias en 1820-1822 y a sufrir el ostracismo y la persecución más enconada a partir de 1823.
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Notas 1. F. CANELLA SECADES, Historia de la Universidad de Oviedo y noticias de los establecimientos de enseñanza de su distrito, (2ª ed. reformada y ampliada), Oviedo, Imprenta de Flórez, Gusano y Compañía, 1903-1904 (hay reed. facsimilar, con un “Prólogo” de Santiago Melón Fernández: Oviedo, Universidad de Oviedo, 1985), pp. 78-83. 2. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, p. 169. 3. La solicitud la publica F. CANELLA SECADES, “El padre Feijóo en Oviedo” [1879], en Estudios asturianos (Cartafueyos d’ Asturies), Oviedo, Imprenta y Litografía de Vicente Brid, 1886, p. 153. 4. F. CANELLA SECADES, “El padre Feijóo…”, pp. 153-154. 5. F. CANELLA SECADES, Historia..., 1904, p. 680. 6. F. CANELLA SECADES, “El padre Feijóo…, pp. 158-159, e Historia…, 1904, pp. 157, 677-678 y 749; J. M. CASO GONZÁLEZ y S. CERRA SUÁREZ, Benito Jerónimo Feijoo. Bibliografía, “Obras completas”, tomo I, Oviedo, Centro de Estudios del Siglo XVIII, 1981, núms. 357 y 359, pp. 189 y 190. 7. J. SEMPERE Y GUARINOS, Ensayo de una Biblioteca española de los mejores escritores del reynado de Carlos III, tomo III, Madrid, Imprenta Real, 1786, p. 23. 8. F. CANELLA SECADES, Iconoteca Asturiano-Universitaria, Oviedo, 1879 (artículos publicados en La Revista de Asturias, núms. 19 y 20, Oviedo, 15 y 25 de julio de 1879), pp. 10-11, La Iconoteca Asturiano-Universitaria. Discurso leído en la solemne apertura del curso académico de 1886 á 1887, Oviedo, Universidad Literaria de Oviedo, 1886, pp. 7, 46-48, e Historia…, 1904, pp. 282 y 728. 9. Oviedo, Museo Arqueológico de Asturias, depósito del Museo de Bellas Artes de Asturias; vid. J. GONZÁLEZ SANTOS, “Iconografía dieciochista del padre Feijoo. Un estudio del mercado editorial y su incidencia en la difusión de la imagen del sabio benedictino”, en Feijoo, hoy. (Semana Marañón, 2000), edición de Inmaculada Urzainqui, Oviedo, Fundación Gregorio Marañón – Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII, 2003, pp. 196, fig. 23, y 223. 10. C. GONZÁLEZ DE POSADA (presb.), Biblioteca asturiana o Noticia de los autores asturianos (ms. h. 1794), edición preparada por José María Fernández-Pajares, “Monumenta Histórica Asturiensia, VIII”, Gijón, 1980, p. 40; F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, p. 734. 11. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 129, 151, 156 y 745; “MARQUÉS DE SIETEIGLESIAS”, en Gran Enciclopedia Asturiana, t. VI, Gijón, 1970, pp. 45-46; J. M. CASO GONZÁLEZ y S. CERRA SUÁREZ, Op. cit., núms. 57, 65 y 76. 12. M. F UERTES ACEVEDO, Bosquejo acerca del estado que alcanzó en todas épocas la literatura en Asturias, seguido de una extensa bibliografía de los escritores asturianos, Badajoz, 1885, pp. 209-210; F. CANELLA SECADES, Iconoteca…, p. 11, La Iconoteca…, p. 32, e Historia…, 1904, pp. 156-157, 540 y 765; R. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, La Biblioteca de la Universidad de Oviedo (1765-1934), Oviedo, Universidad de Oviedo, 1993, pp. 30-31. 13. F. J. BARÓN THAIDIGSMANN, Ramón Romea y Ezquerra (1830-1907), Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias, 1989, p. 13. 14. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 86, 106, 204 y 734. 15. F. CANELLA SECADES, La Iconoteca…, p. 48. 16. Vid. en este catálogo R. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, “La creación de la Biblioteca”; R. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, La Biblioteca… 17. F. CANELLA SECADES, Iconoteca…, p. 10, La Iconoteca…, pp. 10-11, e Historia…, 1904, pp. 282, 294, 540 y sigs., y 778-779; R. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, La Biblioteca… pp. 363-364. 18. M. RISCO (O. S. A.), España Sagrada. Tomo XXXVIIII. De la Iglesia exenta de Oviedo desde el medio del siglo XIV hasta fines del siglo XVIII. Historia de la fundación del Principado de Asturias, etc., Madrid, Oficina de la viuda e hijo de Marín, MDCCXCV [1795], pp. 192-194; F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 96, 119, 157, 382-383 y 659-660; J. J. TUÑÓN ESCALADA (presb.), D. Agustín González Pisador, obispo de Oviedo (1760-1791). Iglesia y sociedad en Asturias, “Fuentes y Estudios de Historia de Asturias, 22”, Oviedo, Real Instituto de Estudios Asturianos, 2000. 19. F. CANELLA SECADES, Iconoteca…, p. 31, nota 1, y La Iconoteca…, pp. 12-13; J. BARÓN THAIDIGSMANN, Op. cit. pp. 13-14. 20. Hay impreso de ella: Oviedo, 1791; F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 157, nota 1, y 660. 21. C. GONZÁLEZ DE POSADA, Op. cit., ms. h. 1794, p. 113. 22. Vid. en este catálogo J. GARCÍA SÁNCHEZ, “Las enseñanzas universitarias durante el siglo XVIII”; también F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 93 y sigs., 100-101, 118, 120, 162, 242-243, 246, 299, 301, 381, 394-395, 541-542, 644-658 y 773-776.
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23. F. CANELLA SECADES, Iconoteca…, p. 10, La Iconoteca…, pp. 11-12, e Historia…, 1904, p. 282; R. RODRÍGUEZ ÁLVALa Biblioteca…, 1993, pp. 363-364. 24. E. MARCOS VALLAURE, Personajes asturianos. Retratos para la historia (1750-1936), Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias, 1988, cat. 4, pp. 20-21. 25. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, p. 149. 26. Ibídem, pp. 152-153 y 732. 27. Ibídem, pp. 242-243. 28. J. M. CASO GONZÁLEZ, Jovellanos, edición de María Teresa Caso, Barcelona, Editorial Ariel, S. A., 1998, p. 18. 29. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 341 y sigs., 559-560, 565-567 y 757-759; J. M. CASO GONZÁLEZ, Op. cit., pp. 142 y sigs. 30. J. M. CASO GONZÁLEZ, Op. cit., y J. VARELA, Jovellanos, “Alianza Universidad, 534”, Madrid, Alianza Editorial, 1988. 31. Un resumen de ella, en F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 153-155. 32. F. CANELLA SECADES, Iconoteca…, pp. 10-12, La Iconoteca…, pp. 7, 13-15 y 68, e Historia…, 1904, p. 154; J. BARÓN THAIDIGSMANN, Op. cit., p. 13. 33. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 149-150. 34. Ibídem, p. 243. 35. Ibídem, pp. 110, 111 y 730-731. 36. F. CANELLA SECADES, La Iconoteca…, pp. 35-36. 37. Cfr. Gran Enciclopedia Asturiana, t. I, Gijón, 1970, p. 152, con A. QUIJADA ESPINA, R. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ y S. VÁZQUEZ-CANÓNICO COSTALES, Bienes culturales de la Universidad de Oviedo, Oviedo, Universidad de Oviedo, 2004, p. 52. 38. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 94, 106, 110-111, 152, 162 y 738. 39. E. MARCOS VALLAURE, Op. cit., cat. 17, p. 56; J. BARÓN THAIDIGSMANN, Op. cit., pp. 13-14; E. MARCOS VALLAURE, “Catálogo”, en F. CRABIFFOSSE CUESTA y E. MARCOS VALLAURE, Alejandro Mon: hacienda y política en la España isabelina, Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias, 2003, cat. 200, pp. 135-136. 40. M. F UERTES ACEVEDO, Op. cit., pp. 209-210; F. CANELLA SECADES, La Iconoteca…, p. 62, e Historia…, 1904, pp. 162-163, 170, 239, 243 y 544-545; R. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, La Biblioteca…, pp. 81, 182 y 210. 41. J. L. PÉREZ DE CASTRO, El Diccionario geográfico-histórico de Asturias, dirigido por el Dr. Don Francisco Martínez Marina, […] Tomo I: génesis y colaboradores, Madrid, Instituto de Estudios Asturianos, 1959, pp. 92, 209, 222, 228, 268 y 269. 42. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 110, 150, 168, 175, 178, 239, 243 y 695-699. 43. F. CANELLA SECADES, Iconoteca…, p. 22, nota 2, y La Iconoteca…, pp. 15-16. 44. J. DEMERSON, Carlos González de Posada: aproximación a su biografía, “Textos y Estudios del Siglo XVIII, 12”, Oviedo, Centro de Estudios del Siglo XVIII, 1984. 45. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 94 y 744. 46. R. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, “Una biblioteca ovetense del siglo XVIII: la colección bibliográfica de Jacinto Díaz Miranda, chantre de la catedral”, en Homenaxe a Daria Vilariño, Santiago de Compostela, Biblioteca Universitaria de Santiago de Compostela - Universidade de Santiago de Compostela, 1993, pp. 493-499, y La Biblioteca…, pp. 160-161. 47. Reproduce su expediente la Gran Enciclopedia Asturiana, t. II, Gijón, 1970, p. 316 (el artículo es de Jesús Evaristo Casariego). 48. F. CANELLA SECADES, La Iconoteca…, pp. 38-41, e Historia…, 1904, pp. 242, nota 1, y 761-762. 49. E. MARCOS VALLAURE, Op. cit., cat. 13, 1989, pp. 13-14. 50. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, p. 241. REZ,
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FICHAS
I.1. Estatutos nuevos 1618, julio, 12, Madrid Confirmación de los estatutos aquí insertos hechos por los licenciados D. Juan de Ocón y D. Jerónimo de Medinilla en razón del gobierno de la Universidad de Oviedo España. Ministerio de Cultura. Archivo General de Simancas. RGS, 161807 1619, mayo, 17, Madrid Para que la cátedras vacantes de Prima y Vísperas de la Universidad de Oviedo que queden vacantes se cubran de acuerdo a los estatutos antiguos; que el mandato del rector no dure más de un año; y que voten las cátedras de Leyes, Cánones y Teología solamente los profesores de dichas materias, contrariamente a lo que se aprobó en los nuevos estatutos de 1618 España. Ministerio de Cultura, Archivo General de Simancas. RGS, 161905 1707, septiembre, 22 Real Provisión por la que se reforman los estatutos primitivos de la Universidad de Oviedo España. Ministerio de Cultura. Archivo Histórico Nacional. Consejos, Leg. 7657
I.2. Estatutos nuevos 1766-1768 Expediente causado sobre la oposición y lectura a la cátedra de Prima de Teología vacante en la
Universidad de Oviedo, dotada el 16 de noviembre de 1768 España. Ministerio de Cultura. Archivo Histórico Nacional. Consejos. Leg. 5450, exp. 1 1781-1784 Proyectos de creación de cátedras. Libro de Diputaciones que siguieron a la Junta General del 1781 hasta 1784 y de la Junta General de 1784. (19 de diciembre de 1781 a 7 de agosto de 1784) Archivo Histórico de Asturias. Fondo Junta General del Principado, Serie: actas, Libro 114, Fol. 8-9 y 57-69
II.1. Feijoo y la Ilustración FEIJOO Y MONTENEGRO, Benito Jerónimo Theatro critico universal, ó Discursos varios en todo genero de materias, para desengaño de errores comunes / escrito por Benito Geronymo Feyjoo. – En Madrid : En la Imprenta de Lorenzo Francisco Mojados, 1726-40 9 v. ; 4º (20 cm) Biblioteca de la Universidad de Oviedo FEIJOO Y MONTENEGRO, Benito Jerónimo Cartas eruditas, y curiosas, en que, por la mayor parte, se continúa el designio del Theatro Critico Universal, impugnando, o reduciendo a dudosas, varias opiniones comunes / escritas por Benito Geronymo Feijoo. – En Madrid : En la Imprenta de los Herederos de Francisco del Hierro, 1742-1751
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5 v. ; 4º (20 cm) Biblioteca de la Universidad de Oviedo 1721, octubre, 4, Valsaín. Propuesta de sujetos para las cátedras de Teología vacantes en la Universidad de Oviedo España. Ministerio de Cultura. Archivo General de Simancas. GYJ, 946
II.2. Feijoo y la Ilustración FEIJOO Y MONTENEGRO, Benito Jerónimo Ilustracion apologetica al primero, y segundo tomo del Theatro Critico, donde se notan mas de quatrocientos descuidos al Autor de el Anti-theatro, y de los setenta, que este imputa al Autor de el Theatro Critico, se rebaxan los sesenta y nueve y medio / escrito por Benito Feijoo Montenegro. – En Madrid : Por Francisco del Hierro, 1729 [30], 207 p. ; 4º (21 cm) Port. orlada ; algunas inic. adornadas Biblioteca de la Universidad de Oviedo 1739 Carta del padre Sarmiento al padre Feijoo Archivo del Real Monasterio de San Pelayo. Fondo San Pelayo. Caja 186 1742 Carta del padre Sarmiento al padre Feijoo Archivo del Real Monasterio de San Pelayo. Fondo San Pelayo. Caja 186 1749, mayo, 28, Oviedo Carta del padre Sarmiento al padre Feijoo Archivo del Real Monasterio de San Pelayo. Fondo San Pelayo. Caja 186 1724, mayo, 17, Aranjuez Propuesta de sujetos para la cátedra de Prima de
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Teología y otras cátedras vacantes de la Universidad de Oviedo España. Ministerio de Cultura. Archivo General de Simancas. GYJ, 946
III.1. Una nueva Biblioteca para la Universidad [ca. 1800] Fundación de la Obra Pía del brigadier D. Lorenzo Solís por testamento militar hecho por el mismo en la plaza de Veracruz la Nueva, en 7 de julio de 1759. Copia Biblioteca de la Universidad de Oviedo 1764 Autos obrados en razón del depósito del caudal remitido para el establecimiento de la Biblioteca, hecho con mandato de Su Señoría el Señor Regente en el mes de noviembre de 1763 en poder de don Domingo Fernández del Cueto, y cuyos autos se remitieron originales al Consejo de Castilla. Copia Biblioteca de la Universidad de Oviedo 1766 Autos obrados en razón de la obra de la Biblioteca de la Universidad de esta ciudad [Oviedo]. Comprende varias providencias para la pronta ejecución de la obra, y para la paga de su importe y del de algunas añadiduras hechas Biblioteca de la Universidad de Oviedo
III.2. Una nueva Biblioteca para la Universidad CASIRI, Michaelis Bibliotheca arabico-hispanica escurialensis sive librorum omnium Mss. quos arabice ab auctoribus magnam partem Arabo-Hispanis compositos
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Bibliotheca Coenobii Escurialensis complectitur... / opera & estudio Michaelis Casiri... – Matriti : Antonius Perez de Soto, 1760-1770 2 v. ; fol. (36 cm) Biblioteca de la Universidad de Oviedo SALUSTIO CRISPO, Cayo La Conjuracion de Catilina y la Guerra de Jugurta / por Cayo Salustio Crispo. – En Madrid : Por Joachin Ibarra, 1772 [11] h., 395 p., [10] h. de lám. : il. ; Fol. (35 cm). – Sign. *4, **4, A-Z4, AA-ZZ4, AAA-CCC4, DDD2 Biblioteca de la Universidad de Oviedo IRIARTE, Tomás de La música : poema / por Tomas de Yriarte. – En Madrid : En la Imprenta Real de la Gazeta, 1779 [20], 126, XL p., [6] h. de grab. ; 24 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo IRIARTE, Tomás de Fábulas literarias / por Tomas de Yriarte. – Barcelona : En la Imprenta de Eulalia Piferrer Viuda, 1782 [4], 125, [15] p. ; 4º (19 cm) Biblioteca de la Universidad de Oviedo
1783 Expediente formado en relación a los bachilleres de las academias de Cánones y Leyes de la Universidad de Oviedo, sobre los abusos introducidos voluntariamente por el claustro de aquella Universidad en razón del nombramiento de gimnasiarca presidente de dichas academias España. Ministerio de Cultura. Archivo Histórico Nacional. Consejos, Leg. 5451, exp. 12 1780 Expediente formado sobre la provisión de la cátedra de Vísperas de Cánones vacante en la Universidad de Oviedo, por muerte de Pedro Ruiz Villar España. Ministerio de Cultura. Archivo Histórico Nacional. Consejos, Leg. 5451, Exp. 2 1785 Expediente formado sobre la provisión de la cátedra de Prima de Leyes vacante en la Universidad de Oviedo, por ascenso de D. Felipe Canga Argüelles España. Ministerio de Cultura. Archivo Histórico Nacional. Consejos, Leg. 5451, exp. 17
IV.2. El Plan de Estudios de 1774
IV.1. El Plan de Estudios de 1774 Plan de estudios de la Real Universidad de Oviedo, mandado obserbar por los Señores del Real, y Supremo Consejo de Castilla en los doce de Abril de mil setecientos setenta y quatro, y Reales Ordenes, en este, y otros asumptos comunicadas. – [Oviedo] : En la Imprenta de Francisco Díaz Pedregal, 1777 84 p., [1] h., A-U2, X ; 29 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo
GOUDIN, Antonio Philosophia thomistica juxta inconcussa tutissimaque divi thomae dogmata : quatuor tomis comprehensa / auctore, Antonio Goudin. – Editio novísima... – Matriti : Apud Petrum Marin, 1789 4 v. ; 21 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo ENGEL, Ludovico Collegium universi juris canonici ante hac juxta triplex juris objectum partitum, nunc vero servato ordine Decretalium accuratius translatum... / auctore
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Ludovico Engel ; adjectae sunt annotationes... Gaspari Barthel. – Mantuae Carpetanorum : Ex Typographia Regia (vúlgò de la Gazeta), 1777 772 p. ; 34 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo CARRANZA DE MIRANDA, Bartolomé, arzobispo de Toledo Summa conciliorum : summorumque pontificum a Sancto Petro usque ad Julium Tertium... / ab... Fratre Bartholomaeo Carranza, Archiepiscopo Toletano... Ordinis Praedicatorum, pridem collecta ; postea vero Francisci Syluii... additionibus illustrata & aucta. – Matriti : Ex Typographia Petri Marin, 1781 [16], 636 p. ; 4º Biblioteca de la Universidad de Oviedo SÁENZ DE AGUIRRE, José Collectio maxima conciliorum omnium hispaniae, et novi orbis, epistolarumque decretalium celebriorum, necnon plurium monumentorum veterum ad illam spectantium, cum notis et dissertationibus... / cura et studio Josephi Saenz de Aguirre. – Romae : Typis Joannis Jacobi Komarek Bohemi, apud S. Angelum Custodem, 1693-1694 4 v. ; Fol. (30 cm) Biblioteca de la Universidad de Oviedo LLANO, Pedro Nolasco de Compendio de los comentarios extendidos por el maestro Antonio Gómez á las ochenta y tres leyes de Toro : en que con presencia de las notas de su adicionador queda comprehendido todo lo substancial de ellos... / escrito por... Pedro Nolasco de LLano... – Tercera impresión nuevamente corregida. – Madrid : en la Imprenta Real : se hallará en la Librería de Manuel Hurtado..., 1795 [6], 375 p. ; 4° Biblioteca de la Universidad de Oviedo
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VINNIUS, Arnoldo Arnoldi Vinnii JC. in quatuor libros Institutionum imperialium Commentarius academicus, et forensis / Jo. Gottl. Heineccius JC. Recensuit, & Praefationem Notulasque adjecit. – Editio novissima correcta secundum Indicem Expurgatorium Hisp. an. 1747... – Valentiae : Apud Benedictum Monfort, 1767 2 v. : il. ; 4º (25 cm). Port. a 2 tintas, roja y negra ; texto a 2 col. Biblioteca de la Universidad de Oviedo
V.1. Los primitivos estudios de Medicina 1786 Expediente formado a representación de la Universidad de Oviedo, sobre que se apruebe una escritura de fundación de dos cátedras de Medicina hecha por el Reverendo Obispo de aquella diócesis, y sobre la dotación de la cátedra de Anatomía España. Ministerio de Cultura. Archivo Histórico Nacional. Consejos, Leg. 5451, exp. 21 1800 Sobre la supresión de las cátedras de Medicina Archivo de la Catedral de Oviedo. Universidad, Carpeta 28 1805 Manuel María González Reconco, catedrático de Medicina de la Universidad de Oviedo, sobre que el claustro de la Universidad mantenga y conserve a este interesado en el goce de los derechos, preeminencias y emolumentos que por estatuto corresponden a los doctores en Medicina. España. Ministerio de Cultura. Archivo Histórico Nacional Consejos, Leg. 5453, exp. 15
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V.2. Los primitivos estudios de Medicina CASAL, Gaspar Historia natural, y medica de el Principado de Asturias / obra posthuma, que escribio el Doct. D. Gaspar Casal ; la saca a la luz el Doct. Juan Joseph Garcia. – En Madrid : En la Oficina de Manuel Martín ; Se hallará en la Librerìa de Don Francisco Manuel de Mena, 1762 [15]. 404, [2] p., [1] h. de lam., *-****4, A-Z4, Aa-Zz4, Aaa-Eee4 ; 21 cm Índice Biblioteca de la Universidad de Oviedo REYES SAHAGÚN, Francisco Rafael de los Tratado de inflamaciones internas : explicadas por leyes mecanicas y ilustradas con obseruaciones y extractos doctrinales / escrito por Don Francisco Raphael de los Reyes. – En Salamanca : por Antonio Ioseph Villagordo y Alcaraz, 1754 [16], 342 [i. e. 324] p. ; 4º Biblioteca de la Universidad de Oviedo Botiquín homeopático de bolsillo Fabricante: Cesáreo Martín Somolinos ca. 1850 El inventor de la teoría homeopática fue el médico alemán Samuel Hahnemann ( 17561843 ), y se basa en tres principios: Ley de semejantes o similitud, experimentación pura y las dosis infinitesimales. Este pequeño botiquín procede del establecimiento de don Cesáreo Martín Somolinos, destacado homeópata que compaginó su labor de farmacéutico con la de político. Fue diputado a Cortes durante las legislaturas de 1872 y 1873 y consejero de Sanidad. Perteneció al médico Santiago Romero Martínez. Museo de la Minería y de la Industria Clister Fabricante: Desconocido
ca.1800 La lavativa o enema ha ocupado un destacado lugar entre los remedios médicos desde época remota. El modelo que se presenta es invento del italiano Marco Gatenaria, de finales del siglo XV. Durante los siglos XVI y XVII el tratamiento se hizo muy popular, y personajes como Luis XIV de Francia eran “consumidores” habituales. Museo de la Minería y de la Industria Equipos para flebotomía (Lancetas, campanas y escarificador) Fabricante: Desconocido ca. 1900 Al igual que en el caso anterior de los enemas, la flebotomía o sangría es una terapia conocida y aplicada históricamente en medicina, en conexión con el concepto de “evacuación de humores” como un elemento capital en el proceso curativo, y podía ser usada por el médico como terapia preventiva o curativa. Lancetas y escarificador se utilizan para practicar pequeñas incisiones en la piel, dejando así paso a la sangre, “contenedor de todos los humores”. Las campanas, pueden aplicarse después sobre estas incisiones y succionar la sangre, o pueden utilizarse aplicadas sobre la piel y provocando después el vacío en ellas, con lo cual se extraerían “materias no perceptibles”. Museo de la Minería y de la Industria Estetoscopio monoauricular Fabricante: Desconocido ca. 1900 El estetoscopio monoauricular es invento del médico francés René Théophile Hyacinthe Laennec. Con este instrumento estableció el diagnóstico más correcto de las enfermedades de corazón y pulmón. Es un invento que se debe a la casualidad, al explorar a una joven paciente, el pudor de Laennec para aplicar su oreja sobre el pecho desnudo y poder escuchar el latido del
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corazón, le llevó a utilizar un tubo de papel enrollado, de esta manera se percata de que el tubo de papel aumenta acústicamente los latidos del corazón. El médico mejora el procedimiento de auscultación dotando al tubo de dos piezas de ajuste situadas a ambos lados. Museo de la Minería y de la Industria Sierra de amputación Fabricante: Desconocido ca. 1900 Antes del descubrimiento de la anestesia, una intervención de cirugía exponía a los pacientes a gravísimos riesgos. En primer lugar estaba la barrera del dolor, y en segundo, quienes hubieran sobrevivido a este, a la hemorragia y a la cauterización, se enfrentaban ahora a la infección. Este ejemplar ilustra el final de esa terrible época y el inicio del camino hacia la cirugía no agresiva. Museo de la Minería y de la Industria
VI. Plan de Estudios de 1807 Real cédula de S.M. y señores del Consejo, por la qual se reduce el número de las Universidades literarias del Reyno, se agregan las suprimidas á las que quedan... y se manda observar en ellas el plan de estudios aprobado para la de Salamanca... – Barcelona : En la Oficina de Juan Francisco Piferrer, 1807 [12] p. ; Fol. (30 cm) Biblioteca de la Universidad de Oviedo Novísima recopilación de las leyes de España. – En Madrid : [s.n.], 1805 5 v. ; 31 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo
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LAMY, Bernard Introduccion a la Sagrada Escritura o Aparato para entender con mayor facilidad y claridad la Sagrada Biblia en lengua vulgar / traduccion de la obra que escribió en lengua latina el célebre P. Bernardo Lamy, de la congregacion del Oratorio. – En Madrid : En la Imprenta de Don Benito Cano, 1795 2 v. ; 8º (19 cm) Biblioteca de la Universidad de Oviedo LACKIS, Giorgio Sigismundo Praecognita ivris ecclesiastici vniversi / opera Georgii Sigis Lackics. – Valentiae : In Officina Iosephi et Thomae de Orga, 1788 X, 204 p. ; 4º (21 cm) Biblioteca de la Universidad de Oviedo HEVIA BOLAÑOS, Juan de Curia Philipica : primero y segundo tomo, el primero dividido en cinco partes, donde se trata... de los juicios civiles y criminales eclesiasticos y seculares... el segundo tomo distribuido en tres libros donde se trata de la mercancía... / su autor Juan de Hevia Bolaños. – Nueva imp. en que se han enmendado las erratas de las antiguas. – En Madrid : En la Imprenta de los Herederos de la Viuda de Juan Garcia Infanzon, a costa de Doña Juana Correa, Mercadera de Libros frente de las Gradas de San Phelipe el Real, donde se hallarà, 1761 512 p., [74] p. ; 29 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo JACQUIER, François Instituciones filosoficas / escritas en latín por el P. Fr. Francisco Jacquier del Orden de Minimos de San Francisco de Paula... ; traducidos al castellano por Don Santos Diez Gonzalez. – Madrid : en la Imprenta y librería de Alfonso Lopez…, 1787 3 v. ; 4º Biblioteca de la Universidad de Oviedo
De la Ilustración a la Guerra de la Independencia
GARCÍA, Juan Justo Elementos de aritmética, álgebra y geometría / su autor don Juan Justo García... – Madrid : por D. Joachîn Ibarra..., 1782 [4], XXXII, 442, [104] p., VIII h. de grab. pleg. ; 4° Biblioteca de la Universidad de Oviedo
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DEL ABSOLUTISMO FERNANDINO A LA EXTENSIÓN UNIVERSITARIA
Del absolutismo fernandino a la Extensión Universitaria
LAS ENSEÑANZAS EN LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO DURANTE EL SIGLO XIX SANTOS M. CORONAS GONZÁLEZ Universidad de Oviedo
Bajo el signo de la uniformidad y del centralismo estatalista, la Universidad de Oviedo recorrió la larga andadura legal e institucional de la universidad del siglo XIX. De la reforma ilustrada a la cuestión social que enuncia el plan de 1900 se enmarca una trayectoria con distintas fases sucesivas dentro del continuo crecimiento de la enseñanza pública. Esta historia forma parte, en un primer momento, de la reforma ilustrada adoptada por Carlos III, que extendió su vigencia hasta el primer tercio del XIX. A partir de la expulsión de los jesuitas en 1767 y hasta la renovación de los colegios mayores en 1777, se desarrolló una reforma universitaria que se presentó como una restauración de la gloriosa tradición del siglo de oro. Por entonces, respetando el antiguo régimen gubernativo y económico de la institución, se pretendió uniformar y modernizar tan sólo los planes de estudio y método de enseñanza de las universidades. A partir de la audaz reforma de Olavide en la Universidad sevillana (1769), se suceden los planes de estudio de las universidades mayores y menores del reino: Salamanca, Valladolid y Alcalá de Henares (1771), Santiago (1772), Oviedo (1774), Granada (1776), Plan de estudios de 1807. 1807. Universidad de Oviedo Valencia (1786). Al final del fecundo reinado, una real cédula de 22 de enero de 1786 prendía resumir toda la labor realizada, al tiempo que ordenaba la uniformidad en varios sectores universitarios (matrícula de estudiantes, asistencia, duración del curso, academias, oposiciones a cátedra, exámenes, número de cursos para colacionar los grados…). Esta política fue continuada por Carlos IV y dio resultados positivos a principios del siglo XIX, en tiempos del ministro Caballero, sucesor de Jovellanos en la Secretaría de Estado de Gracia y Justicia. A su época corresponden las reales de órdenes de 1802 relativas a los estudios de Derecho y el plan
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general de estudios de 1807. Las ordenes de 29 de agosto y de 5 de octubre de 1802, planteadas sobre el exceso de abogados y su deficiente formación, una cuestión recurrente en la literatura jurídica del siglo XVIII, significaron la unidad de los estudios jurídicos así como un alargamiento máximo de su estudio (diez años) a partir del refuerzo de la posición del Derecho patrio1. Acometida esta reforma fundamental de la vida académica y social se pudo pasar a la general de las enseñanzas superiores en el plan de 1807. Al estilo del Antiguo Régimen, el plan de 12 julio de 18072 fue elaborado por catedráticos de Salamanca y para dicha Universidad aunque con el propósito de servir de modelo a las restantes del reino. Sin embargo, atendiendo al estado de decadencia de las universidades y de uniformidad y buen orden en los reglamentos de estudios, se reducían su número a once, entre ellas Oviedo, con el fin de lograr los bienes del buen orden, uniformidad y celo del bien público y, sirviendo de estímulo, gozar todos los fueros y privilegios de Salamanca. En relación con los estudios de Teología, Cánones y Leyes, las cátedras dotadas en la Universidad de Oviedo, se exigía para la primera, aparte del estudio preparatorio de tres años de Filosofía (Elementos Matemáticos; Lógica y Metafísica; Ética-Moral), cuatro de Instituciones, Sagrada
Curia Philipica. Juan de Hevia Bolaños. 1761. Universidad de Oviedo
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Novísima recopilación de las Leyes de España. 1805. Universidad de Oviedo
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Instituciones filosóficas. Francisco Jacquier. 1787. Universidad de Oviedo
Praecognita iuris ecclesiastici universi. Giorgio Sigismundo Lackis. 1788. Universidad de Oviedo
Escritura (5), Historia y Disciplina eclesiástica (6), Moral Cristiana (7) y Prima (antiguamente llamada Concilios) (8), con ello se obtenía el título del licenciado. En relación con el estudio de Leyes, se mantenía la excesiva duración de su instrucción acordada en 1802. Una vez concluidos los tres años preparatorios de Filosofía, Matemáticas y Lógica, se avanzaba en los estudios de Filosofía Moral, Derecho Romano, Derecho Canónico e Historia del Derecho Español, que, al cabo de seis años, facultaban para examinar y colacionar el grado de bachiller en Leyes. En los tres años siguientes, trabajando en Partidas, Recopilaciones y Economía Política, se examinaba ante un tribunal de cinco catedráticos, buscando colacionar el nuevo grado de licenciado. En el año décimo, la Práctica de Hevia y Bolaños tuvo el valor de incorporar a las universidades los estudios que antes se hacían en las pasantías privadas. La victoria del Derecho Real, la aparición de la Filosofía Moral, la Economía Civil y la cátedra de Práctica Forense fueron las novedades sobresalientes de este plan, que tuvo la vida efímera marcada por los años de la Guerra de Independencia. Alejado mayormente de esta renovación, la Facultad de Cánones, aparte de la Filosofía Moral (1), siguió los caminos habituales de la Historia y Elementos del Derecho Romano (2), Prenociones Canónicas (3), Historia Eclesiástica (4), Instituciones Canónicas (5 y 6), seis años que, en conjunto, autorizaban a recibir el grado de bachiller. Con el Decreto de Graciano y los Concilios generales y españoles (7 y 8) se pasaba al examen de licencia. Los que aspirasen al ejercicio
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Introducción a la Sagrada Escritura. Bernardo Lamy. 1795. Universidad de Oviedo
Introducción a la Sagrada Escritura. Bernardo Lamy. 1795. Universidad de Oviedo
de la abogacía y de la judicatura tendrían que, una vez conseguido el grado de bachiller en Cánones, pasar las cátedras de Leyes de los años sexto, séptimo, octavo, noveno y décimo antes de recibir al examen de bachiller en Leyes, y al de abogado también. En la España independiente de la dominación napoleónica representada por la Junta Central constituida el 25 de septiembre de 1808, aparte de las cuestiones más urgentes de defensa y medios para sostenerla, se pusieron las bases de un cambio ordenado de la vida política y social que, entre otras cosas, planteó las Bases para la formación de un plan general de instrucción pública, elaborado por Jovellanos (16 de noviembre de 1809), que, de este modo, volvió a sus querencias reformistas ilustradas. Algunos principios allí señalados tuvieron especial trascendencia como la bifurcación entre universidades e institutos (matemáticas, física, comercio, dibujo, lenguas…) y la reducción de las enseñazas universitarias a la Teología, la Economía Civil y la Legislación y Jurisprudencia nacionales, que fueron, con los anteriores de reducción y uniformidad universitarias, los primeros eslabones de las reformas liberales3.
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Bajo los principios de la Constitución de Cádiz (título IX, De la Instrucción pública, artículos 366-370 que se limitan en este punto a recoger la herencia ilustrada de arreglar y crear el número competente de universidades y de otros establecimientos de instrucción para la enseñanza de todas las ciencias, literatura y bellas artes, así como un plan general de enseñanzas uniforme en todo el reino), las dos Cortes ordinarias que suceden a las constituyentes y extraordinarias de 1810-1812 formularon el Informe de 29 de octubre de 18134, base a su vez del proyecto de decreto de 18145. La enseñanza pública, costeada por el Estado, sería uniforme, con un mismo método e iguales libros elementales, dividiéndose su enseñanza (primera, segunda y tercera) en tres grados. La segunda enseñanza, correspondiente al estilo del antiguo bachiller en Artes, acogía, con el equívoco nombre de universidades provinciales, ciencias físicas y matemáticas, literatura y artes, ciencias morales y políticas. La tercera enseñanza, avanzando por el camino de la centralización pública de la instrucción española, reducía los estudios en las universidades mayores y en los colegios o escuelas particulares. En el primer caso, las universidades mayores enseñarían Teología y Jurisprudencia Civil y Canónica en nueve universidades de la Península (aparecen la de Madrid, como Universidad Central, en sustitución de Alcalá de Henares, y la de Barcelona, de la borbónica de Cervera y, asimismo, quedarían excluidas Valladolid
Elementos de aritmética, álgebra y geometría. Juan Justo García. 1782. Universidad de Oviedo
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y Oviedo) y una en Canarias, aparte de las de las muy numerosas de Ultramar (catorce), en tanto que las materias especiales, como la Medicina, Veterinaria, Agricultura, Nobles Artes, Comercio, Música, Construcción de Canales, Puentes y Caminos, Astronomía y Navegación, debían ser estudiadas en los colegios, academias y escuelas particulares, localizadas en número y sitios concretos. Con el retorno de Fernando VII y, con él, la España del Antiguo Régimen (1814), los planes generales de enseñanza pública del primer liberalismo dieron paso a la redoblada vigencia del plan de estudios de 1807. Sin embargo, ante la posibilidad de caer de nuevo en el viejo y denostado particularismo universitario, ante la preferencia demostrada por la Universidad de Salamanca por su tradición que, en definitiva, mantenía su predicamento universitario, el Consejo de Castilla aprobó el arreglo de 1818, que, en relación con los estudios jurídicos, fue ratificado provisionalmente en el curso de 1820-1821, en el Trienio Constitucional (1820-1823), con la sustitución del estudio de la Novísima Recopilación por el Derecho Natural y de Gentes, y también la de las Partidas por la Constitución de 1812. En este tiempo revolucionario se llegó rápidamente al Reglamento general de instrucción pública de 18216 sobre la base constitucional y el dictamen y proyecto de decreto de 1814. Según este plan, la enseñanza costeada por el Estado sería pública y uniforme, con el mismo método de enseñanza en todas las universidades destinadas a la segunda y tercera enseñanza (en total, doce, añadiéndose las de Valladolid, Oviedo y Baleares a las que ya estaban en el dictamen y proyecto de decreto de 1814). Entre las novedades más importantes de este reglamento estaba la desaparición por vez primera de la Facultad de Cánones, pasando sus enseñanzas a ser comunes a las facultades de Teología y de Jurisprudencia. Aunque la vuelta al poder de Fernando VII, del Antiguo Régimen, una vez concluido el Trienio Constitucional, comportaba una vez más el regreso al plan de 1807 y posterior arreglo de 1818, un año más tarde, en 1824, se aprobó el Plan literario de estudios y arreglo general de las Universidades del Reino. Un plan encargado por el rey a ministros jubilados y otros varones sabios, cuyo mérito quedó oscurecido con el nombre del ministro Calomarde, a quien fue dirigido el plan para su impresión, así como para su circulación y ejecución7. Este plan vino a culminar las tendencias reformistas ilustradas presentes a fines del Antiguo Régimen y en los comienzos del liberalismo. De este modo, sobre la dispar apreciación de la vida política y social de este tiempo convulso, son comunes la uniformidad y la Expediente en el que se proponen medios para la centralización, que marcarían directrices de gobierdotación de cátedras en la Universidad. 1814. AHN no interior y económico de las universidades.
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Teología, Leyes, Cánones y Medicina son las facultades o carreras universitarias mayores, que iban precedidas en el plan de 1824 de tres años o cursos académicos de Filosofía (Lógica, Matemá-ticas, Física y Metafísica). En relación a la carrera de Teología merece destacarse la fundación en Oviedo de una cátedra de Fundamentos por el hombre que supo encender el fuego del patriotismo nacional, el ilustrado Juan Pérez Villamil, que, al estilo de las instituciones contrarrevolucionarias de Bonald, intentó dar armas dialécticas en el mundo de los valores e ideas que se libraban por esos años decisivos. Respecto a las carreras de Leyes y de Cánones, que se vuelven a separar, se reducían el número de años (7) frente al plan de 1807. Una vez cursados los cuatro años de estudio de Historia y Elementos de Derecho Romano, Real y Canónico, los estudiantes se examinarían del grado de bachiller de Leyes (enseñanzas comunes con la carrera de Cánones, aunque en este caso, para graduarse en Cánones, estudiarían otro curso, el quinto de esta Facultad). La licenciatura era simplemente una ampliación del Derecho Patrio y Romano o, en su caso, de Derecho Canónico. Los canonistas que aspirasen al grado de licenciado en Leyes cursarían Expediente de la visita ordenada a la Universidad de otros dos años de Derecho Real, Romano y Oviedo por el Real Supremo Consejo de Castilla. 1815. AHN Práctica Forense. La vida universitaria, fuertemente agitada por las pasiones políticas, se interrumpió durante dos años (octubre de 1830-1832) en los años finales del Antiguo Régimen. Sin embargo, a pesar de la muerte de Fernando VII (1833), su plan permaneció y, hasta cierto punto, enlazó con la reforma de 1845 o plan Pidal, que daría forma política al moderantismo universitario. Así, el arreglo de agosto de1836 (que no tuvo vigencia), el posterior, de 29 de octubre de ese mismo año, y el de 1 de octubre de 1842 (bajo la regencia del general Espartero), donde se refundieron las facultades de Leyes y Cánones en una común de Jurisprudencia y se abolió definitivamente el sistema de pasantías propias del Antiguo Régimen, dieron paso al plan Pidal, que supuso una auténtica transformación de la enseñanza en España. Desde la perspectiva histórica de gran estadista que fue, Pidal supo acometer la reforma general de la enseñanza que pedía una época de planes y arreglos de signos radicalmente distintos. A partir de la división de clases de estudios, materias y orden de enseñanzas, el plan se fija en la segunda enseñanza (elemental y de ampliación, en la que está el germen de una carrera o Facultad de Filosofía), y en las altas ciencias o facultades mayores (Teología, Jurisprudencia, Medicina, Farmacia). Reducidas en el caso de Oviedo estas facultades mayores a Teología y Jurisprudencia, se hacía eco en la primera de ellas de una reforma
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muy delicada como fue desterrar de las aulas cuestiones puramente escolásticas al tiempo que se procuraba que el estudio se hiciera en las fuentes verdaderas de las Sagradas Escrituras, Concilios y Tradición. En cualquier caso, la drástica reducción de los alumnos de Teología al preferir los sacerdotes hacer su carrera en los seminarios conciliares que se imponen por estas fechas, auguraban, también en la levítica ciudad de Oviedo, su progresivo decaimiento. Así ocurre con el seminario metropolitano construido por el prelado Díaz Caneja (1851), cuyo valor docente hizo realidad la propia predicción del plan Pidal, de forma que, en 1866, se dejaron de matricular los últimos estudiantes de la Facultad de Teología de la Universidad de Oviedo. En relación con la Jurisprudencia, que seguía manteniéndose en siete años, se intentaba remediar el tratamiento dado al Derecho Romano como objeto de todas las claves ilustradas de base nacionalista para demostrar su importancia, por ser base fundamental y origen de todo el derecho civil en las modernas naciones de Europa. Aprobados los cinco primeros años de instituciones de Derecho Patrio, Romano, Canónico, Económico-Político, Civil, Mercantil y Criminal, los estudiantes de esta facultad se graduarían de bachiller
Reclamación del conde de Miranda sobre asuntos del patronato de la Universidad de Oviedo. 1826. AHN
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Edicto con término de cincuenta días. 1833. Biblioteca de Asturias
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de Jurisprudencia, así como con los dos años restantes recibirían el grado de licenciado, y aun también el grado de doctor en Jurisprudencia, mediando el estudio superior de un año de Derecho Internacional, legislación comparada y métodos de enseñanza de la ciencia del Derecho8. El valor reconocido a la igualdad y armonía con los planes de estudios ilustrados y liberales no fue el único mérito del plan Pidal. El paso siguiente del plan fue formar las bases del profesorado a partir de un cuerpo único y con la dotación económica suficiente. De las oposiciones de regencia, una clase que habilita para optar al profesorado mediante ciertos ejercicios (en ella podrían ser elegidos agregados de las facultades, así como ayudantes y sustitutos de determinadas asignaturas), se ascendería por oposición rigurosa en las tres categorías de entrada, ascenso y término, combinando a la vez su dotación antigüedad y categoría (de 12.000 hasta 30.000 reales). Después de este plan fundamental, una serie de revisiones intentaron apuntalar su ejecución. La universidad, reducida antes a una postración lastimosa, cobró nueva vida, como decía el ministro Pastor Díaz en su plan de 1847 o, en su estela, también Manuel Seijas Lozano en 1850. En este último plan se dio la atención merecida a las ciencias físico-matemáticas, así como a las Plan de estudios de 1845. Universidad de Oviedo naturales, como base de la industria nacional, de forma que, aparte de los estudios tradicionales de Facultad, se dio una relevancia inusitada a los estudios especiales. También en el reglamento del ministro Ventura González Romero, de 1852, se advertía una novedad en cuanto a los libros de texto: si hasta entonces la posibilidad de elegirlos, aunque limitada, se había concedido a los catedráticos, con su natural diferencia de método, esta situación, considerada lamentable por el Gobierno, sirvió para fijar el principio de que fueran los mismos libros de texto, señalados por él para todas las escuelas. Con la vuelta de los progresistas, una denominación más acorde con los tiempos del ideario liberal en la rama más acuciante, que otrora fueran considerados los exaltados del Trienio Contitucional, Isabel II, reina de las Españas, en uso de la autorización concedida al Gobierno por la ley de 17 de julio de 1857, vino a resolver, conformándose con el parecer del Consejo de Ministros, que rigiera desde su publicación en la Península e islas adyacentes una ley de Instrucción Pública, dada en palacio a 9 de septiembre de 1857, ratificada por el ministro de Fomento, Claudio Moyano. A pesar de sus orígenes partidistas, la ley Moyano vino a simbo-
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lizar la culminación de la etapa liberal de raíces ilustradas. Los estudios se dividían en primera y segunda enseñanza, así como en superior, tanto en las facultades, como en las enseñanzas superiores y profesionales. De estas últimas, ninguna podría exceder de siete años en la duración de sus estudios. En las facultades se exigirán uno o dos años más para el grado de doctor. Sin embargo, recogiendo las últimas tendencias científicas y legales, se ampliaba el número de facultades, fijándolo en seis (Filosofía y Letras, Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Farmacia, Medicina, Derecho y Teología), por más que su estudio se correspondiera en los tres períodos tradicionales que habilitan respectivamente para los tres grados de académicos de bachiller, licenciado y doctor. La facultad de Derecho se dividió en tres secciones: Leyes, Cánones y Administración, siendo común el grado de Bachiller. Pero en todas las universidades (diez), la Facultad de Derecho se daba hasta el grado de licenciado en la Sección de Leyes, en tanto que la Sección de Cánones solamente se cursaría en Salamanca, Oviedo y Sevilla, y la de Administración se impartiría en Sevilla, Valladolid y Barcelona. En los estudios jurídicos a lo largo del siglo XIX hubo un año previo o preparatorio, que incluía asignaturas de corte humanista y formativo, básicaLey de Instrucción Pública. 1857. Universidad de Oviedo mente latín, literatura (latina, griega, general y española) así como filosofía, que fue aceptado en los planes de 1845, 1847, 1850, 1851, o desaparecido en otros planes, como en los de 1852 y de 1857, pero que, al margen de su aparición o desaparición periódicas, acabó por conformar una asignatura preferente sobre la literatura universal y española. Todavía en el programa general de estudios de 1858 reaparece el año preparatorio de corte humanista, que fue acompañando con una novedad: la refundición en una sola sección del Derecho Civil y Canónico (por ser esta “una carrera especial que muy pocos siguen”), así como la reforma de la sección administrativa con el incremento del Derecho Político y Mercantil en detrimento del Romano. Al estilo de los cambios que caracterizan la agitada historia de la universidad española del XIX, tampoco estas medidas fueron respetadas por el plan de 1866 o plan del denostado ministro Manuel de Orovio, que restableció la sección de Derecho Canónico (limitada a las Universidades Central y de Salamanca) y eliminó el año preparatorio, conservándose sus enseñanzas como anejas al primero y segundo año de la Facultad. La revolución de 1868, actuando sobre las bases de organización de la enseñanza pública y los principios fundamentales de libertad en que se debía inspirar el profesorado, dio nueva organización a la
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enseñanza de España9. El paso de la centralización a la libertad, uno de los principios proclamados por la revolución y consignados en el decreto de 21 de octubre, tuvo que esperar una nueva ley de Cortes sobre la instrucción pública. A pesar del carácter interino y transitorio del citado decreto, el ministro de Fomento, Ruiz Zorilla, creyó necesario no demorar ciertas reformas “en que nos han precedido las naciones más ilustradas”. Así, la revolución de 1868 plasmó su ideario educativo en la libertad de cátedra y cierta autonomía universitaria, al tiempo que aparecía la enseñanza libre y privada. Sin embargo, estas reformas se refieren principalmente a la segunda enseñanza, limitándose, respecto de las facultades universitarias, a derogar la legislación de 1866, restableciendo la de 1857, por ser considerada menos urgente su reforma. En 1870 se suprimió definitivamente el grado de bachiller10, y en 1874 el ministro Carlos Navarro intento corregir la inmoderada libertad de estudio conferida a los estudiantes con el plan de 1868, en el que no había cursos, sólo grados, en las materias de cada facultad; un desconcierto y anarquía seguidos de una visible decadencia en los estuMemoria de la Universidad de Oviedo. Cursos 1858-59 dios, que se intentó corregir restableciendo un mayor y 1859-60. 1861. Universidad de Oviedo orden con nuevas incompatibilidades, “porque libertad no quiere decir que no haya organización”11. Con la Restauración, estos principios de libertad corregidos continuaron informando toda la enseñanza sobre la base de hacer una más estricta aplicación de la ley Moyano. La reforma del plan de estudios de Fermín Lasala de 188012 avanzó en este camino de corrección dando validez académica a los estudios libres en virtud del principio de libertad que informaba toda enseñanza, aunque también exigió un mayor orden lógico, una graduación metódica en las asignaturas que se debían cursar. La división en dos cursos, con lección diaria, del Derecho Civil Español o la inclusión de la Metafísica como preparatorio para la Filosofía del Derecho fueron algunas reformas de dichas asignaturas. Por primera vez aparece como asignatura independiente la Historia General del Derecho en el período del doctorado (no unida ya con la Filosofía del Derecho en el plan Orovio de 1866) y también separada de la Historia de la Legislación Española, que se cursaba en el período de la licenciatura en el primer curso de la asignatura de Elementos de Derecho Civil Español, anunciando con ello su próxima aparición académica. Con el plan de estudios del ministro Germán Gamazo, de 1883, la universidad se aproximó a su moderno concepto, especialmente sentido en sus estudios jurídicos13. Así, el progreso continuo de las ciencias era el incentivo de la reforma universitaria que se anunciaba en ella con una saludable circunspección. De todas las reformas facultativas, descollaba la de Derecho por ser su estudio el que conservaba mayores
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Carta de Fermín Canella Secades a José Posada Herrera. 1885. AHA
vestigios del sistema jurídico antiguo así como por el creciente número de alumnos, cuya dimensión hacía más urgente su apremio. Preparada durante años la reforma e innovación, ratificada con informes de las universidades del reino y del Consejo de Instrucción Pública, se refundieron en una sola carrera las tres ramas en que se había fraccionado con anterioridad. Se suprimieron, por tanto, los títulos de licenciado y doctor en Derecho Administrativo, títulos que en la práctica eran muy contados, al tiempo que se enaltecía la carrera notarial iniciada en la ley de mayo de1862. Una Historia Sociológica, la Literatura Nacional y, singularmente, la Literatura Jurídica, Psicología, Economía y Estadística, Derecho Natural (sustituyendo el antiguo nombre de Prolegómenos) e Historia General del Derecho Español fueron las seis enseñanzas sobre los conocimientos generales que componían el período preparatorio. A su vez, en el desarrollo de la ciencia jurídica se acentuaron los estudios de carácter práctico y positivo: los estudios de Derecho Romano y de Derecho Canónico quedaron reducidos a un curso; se ampliaron las instituciones de Hacienda Pública, de Derecho Civil, Derecho Político y Administrativo; se separaron las materias de Derecho Penal y Mercantil, y, por otro parte, se daba la importancia que merecía a la lozana ciencia del Derecho Internacional Público y Privado, así como también al Derecho Procesal Civil, Canónico y Administrativo. En relación con los exámenes se daba preferencia al ejercicio escrito sobre el antiguo oral y aun se suprimen los anuales, al ser calificados los estudiantes a lo largo del curso por ser mejor las garantías que la opinión madurada lentamente del Catedrático (sobre) la apreciación de un acto sólo por necesidad efímero e incompleto.
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Sin apenas tiempo de aplicarse el plan, el nuevo ministro de Fomento, Ángel Carvajal, intentó corregirlo bajo la apariencia de sostener su éxito y duración. De entrada, suprimió tres asignaturas llamadas preparatorias por considerar que se correspondían a estudios de la Facultad de Filosofía y Letras (Psicología, Reseña Histórica Social y Política de los Pueblos Europeos, Literatura Española y Nociones de Bibliografía y Literatura Jurídicas de España, en este último caso pasando al período de doctorado en la Facultad de Derecho de Madrid). Otras novedades, como la división de Derecho Internacional Público y Privado, acababa con la vinculación de esta rama del ordenamiento jurídico con la Filosofía del Derecho. Finalmente, sobre la base del sistema de grupos se volvía a los exámenes anuales. En todo caso, fue una reforma que no llegó a entrar en vigor. El nuevo ministro Alejandro Pidal y Mon la derogó y, retomando el plan Gamazo, se limitó a ajustarlo a los medios presupuestarios en su plan de 188414. Metafísica, Literatura General y Española e Historia Crítica de España volvieron a figurar en el plan de licenciatura, por más que esta fuera concebida para habilitar el ejercicio de los profesionales en tanto que el doctorado se dirigía a formar “hombres de ciencia”. Con la gran crisis del noventa y ocho, que tuvo entre otras consecuencias políticas y sociales la creación de un Ministerio de Instrucción Pública y el planteamiento de la cuestión social, especialmente sentida en la Asturias fabril y minera, a la que intentó dar respuesta el Grupo de Oviedo a través de la Extensión Universitaria, el siglo llegó a su fin con el plan de la Facultad de Derecho y de las Ciencias Sociales (1900) del ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes García Alix15. Con el cómodo expediente de ignorar la reforma fundamental del plan Gamazo de 1883 y tomando como referencia la ley progresista de 1857, se asombraba de los cambios verdaderamente asombrosos de la antigua ciencia jurídica. Este plan, en su devenir partidista, achacaba haber sido las facultades de Derecho meras escuelas profesionales de ejercicio práctico, únicamente preocupadas por el contenido de las asignaturas o la extensión de su estudio, sin otro carácter formativo que permitiera ser jurisconsultos de la ciencia por la ciencia. Al lado de la jurisprudencia debía figurar así la política y la economía, ante la cuestión social planteada en los numerosos congresos socialistas internacionales y nacionales. Por ello la Facultad de Derecho, respondiendo a las necesidades de los tiempos, se denominaría en lo sucesivo Facultad de Derecho y de Ciencias Sociales, dividiéndose en dos secciones, como la nueva denominación indicaba, destinadas a formar jurisconsultos en el primer caso y estadistas en el segundo (pero limitándose en este segundo caso a la Universidad Central, por los fines concretos de su especialización). Finalmente, después de dejar vacía de sentido la última reforma moderada de 1883-1884, nada se hacía sobre el carácter formativo de la nueva Sección de Derecho, permaneciendo su regulación tal como estaba ya legislada, salvo detalles de los denostados contenidos como la independencia del Derecho Administrativo del Político o como el estudio del nuevo Derecho Político Comparado con el extranjero. Hasta aquí la historia normativa de la Universidad de Oviedo en el siglo XIX, centrada mayormente en la Facultad de Derecho por su protagonismo universitario, político y social; una historia que va desde la Ilustración al primer liberalismo, desde el moderantismo al progreso político, pero siempre bajo el signo de la uniformidad. Si en la Universidad de Oviedo, el Derecho compartió el saber universitario con la Facultad de Teología, la Casa, como la llamaban los hombres del XIX, el Derecho fue más tarde la única enseñanza facultativa, hasta el punto de merecer el nombre de particularidad a juicio del que sería rector Aramburu. Como un signo de los nuevos tiempos de renovada enseñanza, la Facultad de Ciencias comenzó a partir de 1895 a impartir sus clases en la Universidad de Oviedo.
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Notas 1. S. SÁNCHEZ, Suplemento a la colección de pragmáticas, cédulas, provisiones publicadas en el actual del señor don Carlos IV. Madrid, 1803, pp. 180 y ss.; Novísima Recopilación 5, 22, 2; 8, 4, 7. 2. Real Cédula de S. M. y Señores del Consejo por la qual se reduce el número de las Universidades literarias del Reyno; se agregan las supriman a las que quedan, según su localidad; y se manda observan en ellas el plan aprobado para la de Salamanca, en la forma que se expresa, Barcelona, En la Oficina de Juan Francisco Piferrer, Impresor de S. M., Año 1807. 3. G. M. DE JOVELLANOS, Obras publicadas e inéditas. Editadas por C. NOCEDAL (BAE, t. LXVI y L, 1858 y 1859) y M. ARTOLA, (BAE, t. LXXXV, LXXXVI, LXXXVII 1951-1956); t. LXVI, pp. 268-276. 4. “Informe de la Junta creada por la Regencia para proponer los medios de proponer al arreglo de los diversos ramos de Instrucción pública”, en M. J. QUINTANA, Obras completas, Edición A. Ferrer del Río, Madrid, BAE, 1946, pp. 175-191. 5. Dictamen y proyecto de Decreto de sobre el arreglo general de la enseñanza pública, presentado a las Cortes por su Comisión de Instrucción Pública y mandados imprimir de orden de las mismas, s.l., s.a. (7 de marzo de 1814). 6. “Decreto de 29 de junio de 1821”, en Decretos de Cortes, t. 7, pp. 362 y ss. 7. “Real Decreto de 14 de octubre, publicado el 9 de noviembre de 1824”, en Decretos del rey nuestro señor don Fernando VII, t. 9, pp. 230 y ss. 8. “Real Decreto de 17 de septiembre de 1845”, en Colección de las leyes, decretos y declaraciones de las Cortes, t. 35, pp. 197 y ss. 9. “Decreto de 25 de octubre, publicado el 26 de octubre de 1868”, en Colección legislativa de España, t. 100, pp. 453 y ss. 10. “Ley de 7 de mayo de 1870”, en Colección legislativa de España, t. 103, pp. 563-564. 11. “Decreto de de 29 de septiembre, publicado el 30 de septiembre de 1874”, en Colección legislativa de España, t. 113. pp. 622 y ss. 12. “Real Decreto de 13 de agosto, publicado en 16 de 1880”, en Colección legislativa de España, t. 125, pp. 205 y ss. 13. “Real Decreto de 2 de septiembre, publicado en 6 del mismo mes de 1883”, en Colección legislación de España, t. 131, pp. 442 y ss. 14. “Real Decreto de 14 de agosto, publicado de 19 del mismo mes, de 1884”, en Colección legislativa de España, t. 133, pp. 279 y ss. 15. “Real Decreto de 2 de agosto de 1900”, Gaceta de Madrid, 4 de agosto de 1900.
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LA EXTENSIÓN UNIVERSITARIA Y LA UNIVERSIDAD DEL TERCER CENTENARIO SANTOS M. CORONAS GONZÁLEZ Universidad de Oviedo
La Universidad de Oviedo, reducida a lo largo de siglo XIX a la Facultad de Derecho, una vez que hubo desaparecido la antigua la Facultad de Teología (1866) y al iniciarse la Sección de Ciencias (1895) a manera de un esbozo de los modernos tiempos1, vivió una época de gran fuerza del ideal universitario, docente y, en cierta medida, investigador promovido por un grupo de profesores de la más pequeña y peor dotada de la universidades de la Restauración2. Este ideal universitario dio cohesión al Grupo de Oviedo, también llamado por Costa movimiento de Oviedo, apenas una docena de profesores numerarios y dos o tres auxiliares, un espíritu de grandeza y generosidad que, superando los límites históricos de su tiempo, se funde con admirable continuidad histórica con los renovadores de la Ilustración y el primer liberalismo. El eco pedagógico de Feijoo, el maestro teólogo que desde la cátedra ovetense del primer setecientos predicara sus dos principales lecciones de la experimentación en las ciencias y el espíritu crítico en los asuntos intelectuales3; la huella reformista de Campomanes, el doctor in utroque iure de su universidad patria propuesto como testimonio vivo del triunfo del mérito4 ; el ejemplo de virtud y ciencia de Jovellanos, doctor in utroque asimismo por la universidad que intentó renovar con sus cartas y consejos5; el espíritu liberal historicista de Martínez Marina o el nuevo racionalista de Flórez Estrada, Argüelles y Toreno, adornados igualmente por su ciencia histórica, económica y política con las insignias doctorales; el fecundo conservadurismo de José Caveda, de Pedro José Pidal y Alejandro Mon..., parecen latir en el corazón espiritual de un Grupo que, reconociéndose heredero de una tradición de grandes idealistas, Boletín de la Institución Libre de Enseñanza. supo cohonestar las glorias de la tradición con su 1877-1881. Universidad de Oviedo propia gloria universitaria.
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Al lado de aquellos nombres ilustres vinculados a la Universidad de Oviedo por el doctorado honorífico figurarían ya para siempre los de Estrada, Canella, Buylla, Aramburu, Alas, Posada, Díaz Ordóñez, Jove, Sela, Serrano, Vallina, Berjano, Altamira, Álvarez, junto a los más fugaces, por su falta de arraigo local, de Piernas Hurtado, Ureña, Barro y Mier... Su común ascendencia asturiana por lo general, ovetense en los más6; su trabazón académica con alumnos convertidos después en profesores; su propia experiencia de Grupo con episodios tan sonados como la defensa de la dignidad de la institución, representada por el buen rector Salmeán, frente a los manejos del Ministerio7 o en fecundas iniciativas institucionales académicas y sociales, al margen de la diaria convivencia en el claustro universitario o en la ciudad levítica crecida a la sombra de la catedral, con frecuentes reuniones, paseos y banquetes donde el buen humor, la camaradería y los discursos se aliaban en pro de una convivencia armónica, fueron otros
Orla de la Facultad de Derecho. 1900. Universidad de Oviedo
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Expedientes personales de Leopoldo García Alas (1888), Fermín Canella (1906) y Adolfo G. Posada (1900). AGA
tantos lazos de unión del Grupo8. La Universidad era por entonces, en lenguaje coloquial, la casa, y en torno a ella el Grupo cobró cohesión y fuerza hasta acometer nuevas empresas que permitieron expandir con el tiempo su ideal académico pionero y anticipador. La Universidad de Oviedo venía trabajando calladamente en diversas experiencias académicas renovadoras: Academia de Derecho9, Biblioteca especial de la Facultad de Derecho10, la Escuela Práctica de Estudios Jurídicos y Sociales, una elemental transposición del método de investigación de los seminarios alemanes a la realidad universitaria española11; las excursiones escolares; las colonias escolares12... Pero por obra de Altamira se impusieron dos realizaciones señeras del patriotismo en la Universidad: la Extensión Universitaria, siguiendo el modelo de la University Extension inglesa, con su mensaje de cultura popular extendida a todas las clases sociales, y el neohispanoamericanismo cultural de base histórica, vertebrador de una nueva comunidad de naciones libres, iguales e independientes, unidas por los lazos de la tradición espiritual y cultural, así como por los lazos de la nueva cultura científica interpretada en clave hispánica. El Grupo de Oviedo, que hasta entonces había tenido una dimensión doméstica, casi familiar, apenas conocida fuera de los círculos académicos, trascendió por estas vías de la pujante solidaridad y de la renovación cultural hispanoamericana a nuevos ámbitos nacionales e internacionales, suscitando admiración y elogio por su arrojo intelectual frente a la adversidad política y cultural del país, pero también emulación por algunas de sus iniciativas institucionales más relevantes, difundidas desde 1901 por los Anales de la Universidad de Oviedo. En los orígenes de la Extensión Universitaria ovetense está el discurso-programa de Rafael Altamira de 189813, publicado ese mismo año en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza con el título El patriotismo y la Universidad, que pretendió ser en aquellas horas amargas del fin del sueño colo-
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Aula de la Extensión Universitaria en el Edificio Histórico de la Universidad. Principios del siglo XX. Colección particular
Libro de firmas de las Colonias Escolares Universitarias de Salinas. 1916. Universidad de Oviedo
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nial un recordatorio de los males derivados de la personalidad nacional, de la psicología del pueblo, de su cultura y del concepto que de España tenían las demás naciones; en definitiva, un problema de patria y de su posible regeneración a la luz de la aportación universitaria14. Al lado de la función docente tradicional, cabía acometer todo un programa de regeneración patria capaz de restaurar el crédito de la nación en su historia como nación apta para la vida civilizada, y de vivificar su genio al calor de la civilización moderna. El ejemplo a seguir lo había marcado ya en su día Fichte al combatir con su buen patriotismo el pesimismo y desaliento colectivo de la nación alemana15. Asimismo, la Universidad debía ligarse más estrechamente al medio social, estudiando las especialidades regionales y procurando en todo caso la descentralización científica. Por último, debía construir en firme la educación popular con el fin de reducir el número de analfabetos (doce millones, según el censo de 1887 y la mitad de la población restante sólo con estudios primarios), para lo que podría seguirse el ejemplo inglés de la Toymbe Hall de Oxford, extendido ya por toda Europa, de tomar como deber patriótico del profesorado la tutela educativa de las clases obreras, impartiendo conferencias de interés popular. Aparte de todo esto, la Universidad debía ser un factor de movilidad social, con la ampliación de estudios en el extranjero de profesores y alumnos, con la difusión de los idiomas modernos y la extensión de un sentimiento de unión íntima o de familia hispanoamericana por encima de los tratados bilaterales16. Todo el programa lo resumía finalmente en una frase dedicada a los jóvenes estudiantes de la Universidad: trabajad, trabajad siempre. Este programa se lo aplicó asimismo con rigurosa exigencia, al tiempo que abría una de las etapas más fecundas de la vida académica de la institución y de la suya propia, de la que saldría revestido con la aureola de historiador y americanista al margen de encarnar ya para siempre la Extensión
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Universitaria ovetense17. La primera reacción académica al discurso comentado fue inmediata, a tenor del acta siguiente: “En la sesión del Claustro de Profesores de 11 de octubre de 1898, don Leopoldo Alas recogiendo importantes consideraciones de la oración inaugural de este curso, leída por el señor Altamira, y teniendo en cuenta los trabajos que en todas partes, fuera de España, se realizan a favor de la cultura popular, propone al claustro que la Universidad de Oviedo emprenda desde ahora la obra utilísima llamada Extensión Universitaria. Apoyada por varios otros señores profesores la moción del señor Alas, y aceptada por unanimidad, se discutió largamente respecto del título que debía darse a estos trabajos, prevaleciendo la idea de conservar el de Extensión Universitaria con que han sido planteados en Inglaterra y adoptados en la mayor parte de las naciones”18. A propuesta del rector Aramburu se acordó constituir una Junta especial de Extensión Universitaria, de la que formarían parte todas las personas que cooperasen a su realización, nombrándose para organizar los trabajos del curso una comisión compuesta, entre otros profesores, por Canella, Buylla y Altamira. De este modo, el 24 de noviembre de 1898 se inició en una de las aulas de la Facultad de Derecho esta experiencia singular, llamada a tener tanto eco
Discurso leído por Rafael Altamira en la apertura oficial del curso académico 1898 a 1899. 1898. Universidad de Oviedo
Memorias de la Extensión Universitaria. Aniceto Sela. 1910. Universidad de Oviedo
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en España19. Tras un breve discurso de presentación de Canella, refiriendo el sentido de la Extensión, su difusión en Europa desde su origen en Inglaterra, y los objetivos de su implantación en la Universidad de Oviedo, impartió la primera lección del curso Altamira con una memorable lección sobre Las leyendas de la Historia de España20. Así comenzaba su extraordinaria experiencia social la Universidad de Oviedo, que por entonces y hasta la muerte o traslado de sus más conspicuos representantes –Estrada, Alas, Aramburu, Buylla, Posada, Melquíades Álvarez, Altamira– vivió sus años dorados. Unos “años heroicos”, en expresión de Jesús Arias de Velasco21, de ilusión y de fe no siempre compartida en el papel regenerador de la Universidad, saldados al fin con un recuerdo imborrable del poder del espíritu sobre la gris atonía de la realidad social. Casi al tiempo de la puesta en ejecución de la Extensión Universitaria, el libro de la Universidad, en la propuesta inicial de Posada, titulado luego Anales de la Universidad de Oviedo para acentuar su vocación perió-
Promoción de la Facultad de Derecho en el hoy conocido como patio de Isabel II. 1901. Universidad de Oviedo
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Promoción de la Facultad de Derecho en el patio de la Universidad. 1901. Universidad de Oviedo
dica al estilo de las publicaciones homónimas hispanoamericanas22, vino a nacer precisamente para difundir la actividad académica del Grupo y dar respuesta al intercambio cultural emprendido con diferentes universidades europeas e hispanoamericanas. Su contenido, en la primera etapa de su publicación, que suele tomarse a la vez como cierre del ciclo académico del Grupo (1901-1910), quedó diseñado por la misma propuesta de Posada, tal como figura en el acta del claustro que la aceptó por unanimidad: “relato histórico de esta Escuela y de sus enseñanzas, con detalles de su obra total: colonias escolares, Escuela práctica de Estudios jurídicos y sociales, memorias, resoluciones y antecedentes de la llamada Extensión universitaria, con los extractos de sus conferencias, algunos trabajos especiales de sus profesores y alumnos, el informe de esta Escuela sobre el proyecto de reorganización de las Universidades y, por fin, un catálogo completo de las obras de sus profesores”23. De aquí nacieron sus diversas secciones24, a las que hubo que agregar inopinadamente una nueva, necrológica, por Leopoldo Alas, el maestro respetado y querido que tras dieciocho años de ejercicio de cátedra, entendida al modo krausista de enseñanza como amistad, dejó en cierta especie de orfandad al Grupo sin el referente ético de su persona, llorada en las páginas del primer número de los Anales por sus amigos Buylla y Altamira25.
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Partitura Aires de Oviedo, pasodoble para piano de Oscar Mairlot. 1908. Universidad de Oviedo
Crónica del III Centenario de la Universidad de Oviedo. Francisco Alvarado Albó. 1925. Universidad de Oviedo
La sentida muerte de Alas fue el principio del fin del Grupo de Oviedo. Con él se iba, sin sustitución visible, en palabras de Altamira, aquella riquísima vena de espiritualidad agotada prematuramente. Lamentada su pérdida como una quiebra más de la moderna civilización española, forjada por hombres de su talla, dejaba tras sí el recuerdo de una obra varia, llamada a permanecer. Pero por fuerte que fuera su mandato de vida y obra, el Grupo, que en parte se alimentaba del prestigio y autoridad de sus miembros, recibió un golpe del que ya no fue capaz de reponerse. Tres años después partían para Madrid Posada y Buylla, atraídos por la promesa de poner en marcha el Instituto de Trabajo primero, luego de Reformas Sociales, una vieja aspiración de la rama más social del Grupo, que perdió por este motivo otros dos de sus miembros más valiosos; y tras ellos, Aramburu, el ilustre penalista que desde las páginas de la Revista de Asturias, órgano oficioso del Grupo en sus años de formación, había contribuido largamente a la difusión de ideales, trabajos y esperanzas. Sin embargo, quedaron otros representantes de la institución académica, como Fermín Canella, catedrático de Derecho Civil y por entonces vicerrector, genuino mentor de la Casa a la que dedicó su segunda edición de la Historia de la Universidad de Oviedo y noticias de los establecimientos de enseñanza de su distrito (Oviedo, Imp. de Flórez, Gusano y Compañía, 1903), y con él Rafael Altamira, catedrático de
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Historia del Derecho, el hombre de los grandes ideales. Juntos prepararon la exposición del III Centenario de la publicación del Quijote con los medios limitados de la Universidad26, y juntos prepararon el III Centenario de la propia Universidad de Oviedo (1908). Por primera vez se celebraba la fundación universitaria de Valdés Salas sin mediar ninguna guerra como en los centenarios anteriores, coincidentes con la guerra de Sucesión (1708) o de la Independencia (1808). Al tiempo, nunca había vivido la pequeña Universidad una etapa tan gloriosa, que diera reconocimiento nacional y prestigio internacional por la labor pedagógica desarrollada en el viejo caserón de San Francisco. La labor encomiástica de la Anverso y reverso de la medalla conmemorativa del prensa regional, nacional y aun, en algún caso, III Centenario de la Universidad de Oviedo. 1908. hispanoamericana, llamando a la respuesta social Universidad de Oviedo de la efemérides del III Centenario27, tuvo su consecuencia en los certámenes y premios28 y en los actos festivos, literarios y científicos29… Pero sobre todo, al lado de los inevitables discursos protocolarios, los diez y seis delegados extranjeros pudieron constatar las buenas condiciones universitarias del centro: las aulas –justamente alabadas por Sela unos años antes en comparación con otras universidades nacionales–; la Biblioteca, como una historia viva de sus facultades de Teología y Derecho, a la que sumaban recientemente la de Ciencias; la sala de profesores, ideada por Posada; y, en especial, la hermosa aula de la Extensión Universitaria. En uno de los actos finales del centenario, el rector aceptó la invitación de visita formulada por el delegado de la Universidad de Cuba y del Centro Asturiano de la Habana para estrechar sus lazos culturales e históricos. Pronto se iniciaron las gestiones para conseguir fondos con los que costear el viaje de Altamira, considerado el profesor idóneo, como autor de la célebre Historia de España y de la civilización española, para desarrollar esa “misión intelectual”, una misión en la que se pretendían establecer las nuevas relaciones, basadas ya no en la caduca idea de imperio, propia de un pasado oneroso de conquista y colonización, sino en los valores comunes de la cultura y de la civilización hispánica. Así, la oportunidad del viaje de Altamira a América, casi la necesidad histórica, a la vista del estallido de entusiasmo
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Lámina conmemorativa del III Centenario de la Universidad de Oviedo, realizada por Eduardo Llanos. 1908. Colección particular
popular y oficial que suscitó en las regiones norteñas y en los países hispanoamericanos que visitó, tuvo su origen en los actos de confraternidad profesoral suscitados por la cordial celebración del III Centenario de la fundación de la Universidad de Oviedo. Casi al final de su fecunda etapa ovetense, Altamira, con el broche de su triunfal viaje a América en el que llevó, con cálida y medida palabra, el mensaje de confraternización de la Universidad de Oviedo
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con las de Argentina, Uruguay, Chile, Perú, Méjico y Cuba, a través de la colaboración científica en las áreas más afines de la historia y del derecho, y la divulgación de los nuevos métodos docentes aquí ensayados30, supo dar la suprema lección hispanoamericana del III Centenario de la Universidad de Oviedo31. Tras el sonado éxito de la conmemoración del III Centenario y del viaje del profesor Altamira el espíritu de Oviedo se fue deshaciendo paulatinamente, certificando su disgregación definitiva la interrupción de los Anales de la Universidad de Oviedo, expresión otrora de su orgullo colectivo, en 1910. El cruel ataque al espíritu del grupo32, ensayado en ocasión anterior por algún miembro disidente33, marcó definitivamente el paso a la era gris del individualismo positivista, a la atonía cultural de los años venideros. Sin embargo, la cátedra como tarea central, casi absorbente para algunos de nuestra vida, que dijera Posada, había cumplido su papel histórico de propiciar el nacimiento de la moderna Universidad.
Notas 1. Por eso Aramburu, el que sería más tarde rector de la Universidad, llamaba desde su Revista de Asturias la particularidad de Oviedo (30-X-1882; vol. V. p .305; cf. II, p. 424; IV, 382-383). Todavía en octubre de 1894, en vísperas de la creación de la Sección de Ciencias, que iniciaría, con la ayuda económica decisiva de la Diputación Provincial y del Ayuntamiento de Oviedo, el lento despegue facultativo de la Universidad de Oviedo, Víctor Díaz Ordóñez, catedrático de Derecho Canónico, se lamentaba del decaimiento de una Escuela que habiendo tenido completos los antiguos estudios mayores de Derecho Civil y Canónico y Teología, se veía reducida a una sola Facultad de Derecho, por más que esta fuera “ la más amplia y comprensiva sin duda y donde sin violencia pueden concentrarse la noción y los fundamentos de todas las ciencias sociales, políticas y morales; pero que no impide que el nombre de universidad lo lleve propiamente como prestado por la tradición y debamos gratitud positiva únicamente a su fundador, sus doctores y enseñanzas; a nuestra Diputación y Municipio, estimulado por vosotros, si llega a plantearse la proyectada Facultad de Ciencias exactas”. Discurso leído en la solemne apertura del curso académico de 1894 a 1895 por el Doctor D. Víctor Díaz Ordóñez, catedrático por oposición de Derecho Canónico. Oviedo, Establecimiento tipográfico de Vicente Brid, 1894. Un año después nacería la Sección de Ciencias (9-VII-1895), haciendo a Oviedo más Universidad. Sus profesores más distinguidos, Uríos, Rioja y, con ellos, el núcleo de profesores que más tarde integraron la Facultad de Ciencias (ley de 29-XII-1903 y real orden de 1 de enero de 1904) colaboraron desde un principio con gran entusiasmo en las tareas de Extensión Universitaria. A. POSADA, Fragmentos de mis memorias (=Memorias), Universidad de Oviedo, 1983, p. 178. Sobre la fundación de la Sección de Ciencias, F. CANELLA SECADES, Historia de la Universidad de Oviedo y noticias de los establecimientos de enseñanza de su distrito, Oviedo, 1903-1904, pp. 193-197; S. ARRIBAS JIMENO, La Facultad de Ciencias de la Universidad de Oviedo. (Estudio Histórico), Oviedo, Universidad de Oviedo, 1984, pp. 13 y ss.; L. RODRÍGUEZ PIRE, El pasado, el presente y el porvenir de la Facultad de Ciencias. Discurso leído en la solemne inauguración del curso académico 1943-1944. Oviedo, Talleres tipográficos La Cruz, 1943. 2. F. CANELLA SECADES, Op. cit., p. 227. 3. Oración fúnebre que en las solemnes exequias que la Universidad de Oviedo consagró el día 27 de noviembre de este año de 1794 a la inmortal memoria del ilustrísimo y Reverendísimo Sr. D. J. Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro, del Consejo de S. M. y catedrático de Prima jubilado en ella dixo el Sr. Doct. D. Alonso Francos Arango, colegial mayor que fue en el mayor del Arzobispo de la Universidad de Salamanca y en ella catedrático de Philosophia, Canónigo Magistral dela Santa Iglesia de Tuy, visitador y examinador synodal de aquel Obispado y al presente Canónigo Magistral y Dignidad Maestreescuela de la Santa Iglesia de Oviedo, examinador sinodal de este Obispado y calificador de la Suprema y general Inquisición, En Oviedo, Por Francisco Díaz Pedregal, 1765 4. Acuerdo del Claustro y Universidad de Oviedo de 30 de abril de 1770 sobre colocar el retrato de Pedro Rodríguez Campomanes en el salón de su Biblioteca y de incorporarlo a su libro de grados de doctores y maestros in utroque iure. Cf.
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NOTICIA DEL REGOCIJO de la Universidad de Oviedo con motivo del nombramiento por S. M. del Excmo. Señor Conde de Campomanes, al Gobierno del Supremo Consejo de Castilla, y concesión de la Gran Cruz de Carlos III (1789). Vid. S. M. CORONAS, In memoriam Pedro Rodríguez Campomanes, Oviedo, 2002, pp. 265-266. 5. Noticia de los públicos regocijos con que la Real Universidad literaria de Oviedo celebró la feliz elevación de su hijo el Excmo. Sr. Don Gaspar Melchor de Jovellanos, Caballero del Orden de Alcántara, del Supremo Consejo de Castilla, Embaxador en la corte de Rusia: a la Secretaría de Estado y del Despacho Universal de Gracia y Justicia de España e Indias. Dedicada al mismo Excelentísimo Señor. En Oviedo. Por el impresor de la misma Universidad (1798). Reproducido, con otros festejos y regocijos públicos regionales motivados por este ascenso, en S. M. CORONAS GONZÁLEZ, Jovellanos. Justicia, Estado y Constitución en la España del Antiguo Régimen, Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2000, pp. 229-262; S. M. CORONAS GONZÁLEZ, “Jovellanos ante el Plan de Estudios ovetense de 1774”, en Doctores y Escolares. II Congreso de Historia de las Universidades Hispánicas, 2 vols., Valencia, 1998, I, pp. 93-100. 6. “Se explica movimiento tal –excepcional entre nosotros y reacción viva contra la falta de calor de nuestras burocratizadas Universidades– por la rara y feliz coincidencia en la pequeña “ciudad de los obispos” de unos cuantos maestros asturianos-ovetenses, los más y profundamente arraigados en Oviedo, Guillermo Estrada, Adolfo A. Buylla, Félix de Aramburu, Leopoldo Alas (nacido, por casualidad, en Zamora), Víctor Díaz Ordóñez, Inocencio de la Vallina, Aniceto Sela, Melquíades Álvarez, Fermín Canella, Rogelio Jove... Todos eran asturianos, en rigor ovetenses, encariñados con Cimadevilla, con el Campo de San Francisco, con el Naranco y con la torre de la Catedral a la vez que con el claustro de la Universidad”, A. POSADA, Memorias, p. 178. 7. Como recordara luego Posada, estaba en juego la dignidad y la autonomía científica y moral de la Universidad, “conquistadas por ella sin luchar contra nadie, venciendo la indiferencia circundante y ejerciendo con máxima seriedad y serenidad su función docente” (Memorias, p. 223); Vid. S. MELÓN FERNÁNDEZ, “El conflicto universitario de 1884 en la Universidad de Oviedo”, en Estudios sobre la Universidad de Oviedo, Universidad de Oviedo, 1998, pp. 177-204 (Incluye el escrito dirigido por Canella a José Posada y Herrera, de 21 de enero de 1885, muy útil para comprender las raíces político-académicas del conflicto que, al cabo, desembocó en un episodio de cerrado compañerismo contra el ingrato Arango, el tumbón mayor del Claustro). En la carta de Fermín Canella, vicerrector de la Universidad, a Posada Herrera, en la que da su visión de los sucesos estudiantiles y profesorales que acabaron con la destitución del rector Salmeán y el nombramiento de Rodríguez Arango, se refiere la cifra de 11 numerarios y 3 auxiliares al frente de una Escuela o Universidad que por entonces sólo ofrecía los estudios de Derecho y de Letras (con un curso preparatorio de Derecho). Todos sin excepción, a pesar de sus distintas opiniones políticas, condenaron por injusta la destitución del antiguo y buen rector Salmeán, negándose a aceptar el nombramiento del nuevo rector hecho por el ministro de Fomento Alejandro Pidal. Fue por entonces cuando los Estrada, Barrio, Buylla, Amandi, Aramburu, Alas, Posada, Ordóñez... y los auxiliares Rúa, Jove, Berjano formaron un frente común “para impedir que el caciquismo político, que entonces personificaba y ejercía, atropelladamente si era preciso, el gran personaje asturiano don Alejandro Pidal y Mon, no ya imperase, ni siquiera influyese en forma alguna en nuestra Universidad. Sin que pretendiéramos restaurar el fuero universitario en su sentido o significación histórica, estábamos decididos a defender la dignidad y la autonomía científica y moral de nuestra Universidad, conquistada por ella sin luchar con nadie, venciendo la indiferencia circundante y ejerciendo con máxima seriedad y serenidad la función docente”, en la interpretación ulterior de A. POSADA, Memorias, p. 223. 8. Valgan por otros testimonios sobre la cohesión del Grupo, estos comentarios de Posada a las reuniones profesorales: “En su casa (en referencia a la de Víctor Díaz Ordóñez, Victorín), admirablemente tenida, y en su biblioteca o en su huerta, excelentemente cuidada, nos reuníamos con gran frecuencia para tomar una taza de té todos los compañeros de la Universidad, todos menos uno (el rector Arango), en aquel largo período de luchas de la Universidad contra Alejandro Pidal” (Memorias, pp. 202203); reuniones que no evitaban roces y malentendidos, como el protagonizado por Ordóñez con Alas por la presunta figuración literaria de su persona (identificado por el rumor popular con el Bermúdez de La Regenta), pronto deshecho y superado por el cálido elogio de Alas a su libro Estudios histórico-canónicos, La unidad católica (Oviedo, Imprenta Católica Carlos Uría Valdés, 1889), en donde Clarín encontraba “la flor y el fruto de una fe noble, entera, incólume: espectáculo cada día más raro y para mí agradabilísimo, lleno de ternura, de una ciencia cristiana no anticuada y manida, sino fresca y viva...”; o el de Alas con Sela (ibidem, pp. 203-204), pero que tendían a superarse por la cortesía mutua y el buen trato habitual reforzado en los alegres banquetes universitarios: “La cordialidad extradocente tuvo su órgano específico de condensación en los banquetes –¡oh, Platón!– que celebrábamos en la gran sala de la biblioteca universitaria. No dialogábamos en aquellas inolvidables reuniones, verdaderas fiestas, sobre temas tan hondos como el que entretenía a los interlocutores de El Banquete. Pero si en nuestros banquetes no se discutía un tema dado, lo que si se derrochaba era ingenio y se debatían alegremente lo temporal y lo eterno, las cosas divinas y huma-
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nas..., sin norma ni medida y sin molestias para nadie: todo en broma, una que otra vez pesada para algún comensal. Había en los banquetes sus víctimas por excitación, obra de los vinos y del aturdimiento de quien perdía la noción, o como hoy diríamos, el control. Estrada y Alas sentían más que todos los efectos del champagne. Estrada perdía entonces su serena ecuanimidad y charlaba graciosamente hasta que, satisfecho y gozoso, caía rendido adormilándose sin despertar hasta que Canella y yo lo conducíamos cogido a nuestros brazos a su domicilio. A Alas lo llevaban Aramburu y Buylla a tomar el fresco al Campo de San Francisco o, si el tiempo lo impedía, al Casino” (ibidem, pp. 224-225); espíritu cordial que se trasladaba luego a las reuniones docentes: “Las tareas docentes y las reuniones de carácter más o menos académico, en las que reinó siempre la más animadora armonía y el más simpático y alentador buen humor, eran prueba de la cordialidad que reinaba en la Universidad. Nuestras juntas claustrales estaban desprovistas de todo aparato o solemnidad y no había para que pedir en ellas la palabra en pro o en contra. Se despachaban todos los asuntos dialogando familiarmente y resolviendo lo que entendíamos más oportuno con acuerdos que, por decirlo así, surgían espontáneamente en las conversaciones. El secretario levantaba su acta. Y no recuerdo que el acta se leyera al comenzar la reunión siguiente: se daba por leída... La intriga no se practicó jamás en aquellos días de mis años de trabajo” (ibidem, p. 224). Cf. por el contrario, marcando la distancia habitual de la norma a la vida, el Reglamento interior del claustro de la Universidad literaria de Oviedo (Oviedo, Imp. de D. L. Pedregal, impresor de la Universidad, 1844), art. 6-23. 9. Herederas de las antiguas academias teórico-prácticas que en el Antiguo Régimen servían para salvar el vacío formativo en derecho patrio, fueron mantenidas como gimnasio de Leyes por los reglamentos de 1845, 1847 y 1857, hasta que, interrumpidas oficialmente sus útiles funciones, fueron restablecidas voluntariamente por los propios estudiantes con ayuda del claustro universitario. En 1879, bajo la presidencia sucesiva de Ureña, Álvarez del Manzano y Buylla, la Academia de Derecho de Oviedo vivió una nueva etapa de esplendor con la divulgación de nuevas doctrinas y enseñanzas, como la muy comentada teoría de Ihering sobre la lucha por el Derecho expuesta por Alas, y la redacción de un Boletín-Revista quincenal desde abril de 1882 a noviembre de 1884, fecha en la que se restablecieron las academias oficiales de Derecho bajo la dirección del claustro universitario. A esta etapa corresponden sendos Reglamentos orgánicos de la Academia (Oviedo, 1880 y 1884), diversas Memorias de trabajos académicos y Discursos de cierto interés por apuntar nuevas líneas metodológicas y temáticas divulgadas desde las páginas del Boletín y, sobre todo, desde la Revista de Asturias en donde aparecen publicados algunos Discursos (v. gr., el de Buylla, sobre El economista Flórez Estrada) y abundantes notas sobre la actividad de la Academia. Vid. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, p. 204; S. M. CORONAS GONZÁLEZ, “Leopoldo Alas (Clarín) jurista”, en Anuario de Historia del Derecho Español, vol. LXXII, 2002, pp. 71-124. 10. En el marco de la mejora de los medios auxiliares de enseñanza, dispuesta con carácter general por el ministro Toreno, se permitió detraer una parte de los derechos académicos a este fin concreto, base en la Universidad de Oviedo de la Biblioteca especial de la Facultad de Derecho, creada como institución complementaria de la Provincial Universitaria en 1878. Tanto Canella, su primer bibliotecario, como Posada, desde 1884, cuidaron de la organización y catálogo de sus fondos, que en 1903 ascendían a más de mil libros y folletos distribuidos por materias en tantas secciones como disciplinas jurídicas, más una sección bien nutrida dedicada a Enseñanza, y otra a Asuntos varios, además de las generales correspondientes al curso preparatorio de Derecho con las tres primeras secciones dedicadas a Filosofía, Literatura e Historia. Su rápido crecimiento, que se constata fácilmente con la simple comparación del Catálogo de 1889 con el de 1892 o Apéndice I, permitió cumplir en parte el objetivo declarado de seguir el movimiento bibliográfico de la época moderna. A ello contribuyó la partida anual de dos mil pesetas –luego reducida a mil– del ministerio, las donaciones de libros por universidades y autores y, resaltado debidamente su gesto filantrópico en el prólogo del primer catálogo, la extraordinaria aportación económica de Víctor Díaz Ordóñez, catedrático de Instituciones de Derecho Canónico de la Universidad de Oviedo. Vid. F. CANELLA SECADES, Historia..., 1904, p. 212; A. POSADA, Memorias, pp. 205-206. R. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, La Biblioteca de la Universidad de Oviedo (1765-1934). Oviedo, 1993. 11. Al margen de las antiguas academias teórico-prácticas que, de forma discontinua, habían mantenido a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX su papel preparatorio para el ejercicio profesional renovando en algún caso sus objetivos, se desarrolló en la Universidad de Oviedo, aneja a la Facultad de Derecho y por acuerdo del claustro sancionado por la autoridad académica, la Escuela Práctica de Estudios Jurídicos y Sociales desde 1895. Remedando la organización de los seminarios alemanes y también, como señala Canella, de la École Pratique des Hautes Études de París, se dividió progresivamente en diversas secciones (Política, Sociología, Cuestiones Internacionales y, desde la llegada de Altamira en1898, Historia del Derecho) dirigidas por los profesores Buylla, Posada, Sela y Altamira. En ella, a manera de seminarios o trabajos de investigación, de ampliación y de crítica, profesores y alumnos desarrollaban en la sede común de la Biblioteca especial de Derecho su labor de lectura y comentario en un ambiente de abierta cooperación al mejor conocimiento de ciertas materias. En los Anales de la Universidad de Oviedo se creó sección independiente para dar cuenta de los trabajos de la Escuela Práctica, de los discursos de los profeso-
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res (entre ellos el de Alas a propósito de una fórmula de Ihering, en el que desgranó el pensamiento filosófico del gran romanista, utilizado luego por Posada en su estudio preliminar a la traducción de la obra póstuma de ese autor, La prehistoria de los indoeuropeos (Madrid, 1896), y de los principios que la animaban: “Asistían a las reuniones de la Escuela, renovándose curso tras curso, diez y seis o diez y ocho alumnos. ¡Cómo se trabajó allí! ¡Con qué entusiasmo! Realizóse entonces de un modo positivo y fecundo el anhelado régimen de colaboración científica al margen de la ciencia, con las excursiones por los campos asturianos y en los juegos al aire libre” (A. POSADA, Memorias, p. 206). Durante doce o catorce cursos, según su testimonio, se reunió y funcionó esta Escuela en la Biblioteca especial de la Facultad, iniciada por Fermín Canella, una “labor heroica, porque entonces no se disponía de una peseta para servicio tan esencial”. Allí había logrado reunir Canella unos centenares de volúmenes, cuya custodia y dirección encomendó a Posada a poco de llegar a su cátedra de Oviedo. En 1904, al dejar éste la biblioteca para atender su nuevo destino profesional en el Instituto de Reformas Sociales, eran más de seis mil (Memorias, p. 205). 12. A iniciativa de Buylla, Posada y Sela, el claustro hizo suya la obra de caridad y de regeneración de las Colonias Escolares de Vacaciones, en un principio (1895) para los alumnos enfermizos y necesitados de las escuelas primarias de Oviedo, siguiendo el ideal filantrópico del suizo Bion, divulgado en España por el Museo Pedagógico de Madrid, que dirigía Cossío. Estas Colonias, “pensamiento y obra benéficos que encajan perfectamente en la función social de la moderna Universidad”, según Canella (Historia…, 1904, p. 257), se ubicaron primeramente en Salinas y concitaron la filantropía regional en torno a una Junta de Colonias Escolares de la que formaron parte autoridades académicas y profesores, así como representantes de la vida política y espiritual de la región. Una vez fijados por Posada los principios que alentaban esta obra social de la Universidad, las Memorias de su director, Juan Antonio Fandiño, recogidas en la sección especial de los Anales de la Universidad de Oviedo dedicada a las Colonias Escolares desde el primero hasta el último número, fueron un testimonio ilusionado de la marcha de la nueva institución escolar. Vid. A. TERRÓN BAÑUELOS, “El ideario y las realizaciones pedagógicas del grupo de Oviedo”, en Institucionismo y reforma social, cit. [n. 3], pp. 281-310, donde se registra con acierto la intensa labor normativa de Canella en pro de la enseñanza primaria y técnica. En general, vid. la serie de trabajos de A. POSADA reunidos en Ideas pedagógicas modernas, con prólogo de L. Alas Clarín, Imprenta de Victoriano Suárez, 1892; así como de A. SELA, La Educación Nacional: hechos e idas, Madrid, Librería General de Victoriano Suárez, 1910. Sobre la experiencia pionera del Museo Pedagógico Nacional, llamado primeramente Museo de Instrucción Primaria, del que sería secretario Rafael Altamira antes de obtener la cátedra de Oviedo, vid. J. XIRAU, Manuel B. Cossío y la educación en España, Barcelona, 1978. 13. Discurso leído en la solemne apertura del curso académico de 1898 a 1899 por el doctor D. Rafael Altamira y Crevea, catedrático numerario de Historia del Derecho. Oviedo, 1898. Ahora también está recogido en mi trabajo recopilatorio sobre El «Grupo de Oviedo». Discursos de apertura de curso de la Universidad de Oviedo (1862- 1903), Oviedo, 1903, vol. II, pp. 345-400. 14. Estas ideas las recogería en el libro La psicología del pueblo español, Madrid, 1899. En cualquier caso, los profesores de la Universidad de Oviedo, de manera individual o colectiva, personal e institucional, procuraron mantener vivos los antiguos ideales de progreso cultural en un tiempo de crisis de la conciencia patria, agudizada por la pérdida histórica del último resto del Imperio en 1898. El dramático contraste de una vieja nación que pronto celebraría el tercer centenario de su símbolo patrio, El Quijote, con una población mayoritariamente analfabeta, frente a la fuerza de otra nueva que, desde su fundación como Estados Unidos de América un siglo atrás, había probado el valor de la libertad y actividad a la inglesa, produjo una sacudida de la conciencia nacional que apeló a la regeneración, también universitaria, de España. 15. Un año más tarde se publicarían en Madrid los Discursos a la nación alemana de J. T. Fichte, traducidos y prologados por Altamira, que añadió el subtítulo: Regeneración y educación en la Alemania moderna. 16. El claustro de la Universidad de Oviedo comenzó a hacer realidad alguna de sus propuestas con la serie de circulares dirigidas en julio de 1900 a los centros docentes de América y a las colonias de emigrantes españoles de los Estados hispanoamericanos, en petición de ayuda económica para sus iniciativas académicas y sociales (Escuela Práctica, Colonias Escolares de Vacaciones, Extensión Universitaria). Esta acción corporativa de la Universidad se proyectó asimismo en las Proposiciones redactadas por un grupo de profesores de Oviedo sobre problemas de relación intelectual, social y económica con América, presentadas al Congreso hispanoamericano reunido en 1900 en Madrid. Aparte de colaborar en la redacción de estas Proposiciones, Altamira participó en este congreso con una ponencia reproducida luego en su libro España en América (Valencia, 1905), y con un opúsculo titulado Cuestiones Hispanoamericanas (Madrid, 1900), en el que se recogía la parte americanista de su Discurso de Oviedo y que dedicó al propio congreso, referido sustancialmente a la forma de desarrollar un sentimiento de unión o familia hispanoamericana. 17. D. RUIZ, “Rafael Altamira y la Extensión Universitaria de Oviedo”, en A. ALBEROLA (ed.), Estudios sobre Rafael Altamira, Alicante, 1987, pp.163 y ss.; Exposición Bibliográfica y Documental Rafael Altamira y el grupo de Oviedo, Oviedo, 2002, pp. 94 y ss.
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18. A. SELA, Extensión Universitaria. Memorias correspondientes a los cursos de 1898 a 1909, Madrid, 1910. Vid. S. MELÓN FERNÁNDEZ, “La Extensión Universitaria. Antecedentes y características”, en Estudios, pp. 89-114. 19. A. SELA, “Una función social de la Universidad de Oviedo”, El Noroeste, I, número extraordinario de 15 de agosto de 1897, y “La extensión universitaria en Oviedo”, Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, XXV, nº 497, 1901, pp. 228-234; XXVI, nº 512, 1902, pp. 321-328. Cf. D. NÚÑEZ RUIZ, “Notas para la historia de la Extensión Universitaria en España. La Universidad de Oviedo”, en Anuario del Departamento de Filosofía, (Universidad Autónoma de Madrid), 5, Madrid, 1990, pp. 145-164. 20. “No recuerdo un éxito tan rotundo como el alcanzado por Altamira en un cursillo de Extensión Universitaria sobre Las leyendas de la Historia de España, me parece que así se formuló el tema del cursillo: España vista –sí, señor, la veíamos– en la accidentada geografía que le cayó en suerte y su no menos accidentada evolución histórica <¡Ah!> ,me decía Leopoldo Alas, <¡si nos hubieran enseñado la Historia de España así!>. El tema de aquel cursillo interesó siempre a Altamira. Las leyendas de la Historia de España fueron en lo esencial tema que había de constituir el fondo de su libro La psicología del pueblo español”. A. POSADA, Fragmentos…, cit., p. 253. 21. Discurso de apertura de curso 1911-1912, (Oviedo, 1911), que registra el acta de defunción del “movimiento de Oviedo”. 22. Al Anuario della Regia Università di Bologna que aparece en el primer catálogo de la Biblioteca especial de la Facultad de Derecho (Tipografía de Vicente Brid, Oviedo, 1889, p. 37, n.º 514) se sumaron en su Apéndice I (Establecimiento tipográfico de Vicente Brid, Oviedo, 1892, p. 29, n.º 426, 427, 428) los Anales de la Universidad de Buenos Aires. 4 tomos, 1888; los Anales de la Universidad de Chile (En publicación) Santiago de Chile, 1892; y los Anales de la Universidad de Quito, 1 tomo, 1883. 23. Acta de claustros de 16 de enero de 1901, (fol. 123v.), certificada por José Quevedo y González Llanos, secretario general de la Universidad de Oviedo, y autorizada con el V.º B.º del vicerrector, Fermín Canella, el 28 de junio de 1901, que figura al frente de los Anales de la Universidad de Oviedo, Año I, 1901, Oviedo, establecimiento tipográfico de Adolfo Brid, 1902, pp. 5-6. 24. Un análisis de las mismas en mi estudio preliminar a la edición facsímil de los Anales de la Universidad de Oviedo (1901-1910), de próxima publicación. 25. El claustro universitario, reunido el 18 de junio de 1901, cinco días después de la muerte de Leopoldo Alas, acordó por unanimidad: 1.º Que el discurso de apertura del curso 1901-1902 se dedicara a su memoria; 2.º Aceptar y patrocinar el acuerdo de los estudiantes sobre la colocación de una lápida conmemorativa en la cátedra donde constantemente explicó Alas; 3.º Descubrir solemnemente esta lápida el día 1.º de octubre [1901], una vez terminado el acto reglamentario de la apertura de curso; 4.º Fundar un premio que se llamaría «Premio Alas», a otorgar al alumno más aprovechado de la Universidad con objeto de que perfeccionara sus estudios en el extranjero; 6.º Colocar el retrato de Alas en el salón de actos del Rectorado; 7.º Comunicación del acta a la familia trasmitiéndole el duelo profundo del claustro por su pérdida. A este acuerdo se sumaron en las páginas de los Anales sendos extractos del Discurso leído por Adolfo Buylla en la apertura de curso de 1901-1902 y de un apunte de Altamira sobre la obra de Alas, en la que destacaba la evolución de su pensamiento hacia formas más espiritualistas cristianas y más tolerantes doctrinalmente, como evidenciara su artículo sobre el discurso de Víctor Ordóñez, “La unidad católica”, publicado en La España moderna, 1889, Anales de la Universidad de Oviedo, I, 1902, pp.357-380. 26. Una nota previa. La conmemoración universitaria ovetense del III Centenario de la publicación del Quijote (1905), en S. M. CORONAS GONZÁLEZ, El buen gobierno de Sancho. Las Constituciones de la ínsula Barataria, Universidad de Oviedo, pp. 9-20. 27. F. ALVARADO ALBÓ, Crónica del III Centenario de la Universidad de Oviedo, Barcelona, O. Vilanova, 1925. 28. El Ilmo. Claustro Universitario de Oviedo… convoca a un Certamen literario y científico (1908); III Centenario de la Universidad de Oviedo. Premios a la virtud y al heroísmo (1908) etc. 29. Festum seculare in memoriam inaugurationis Univertitatis Oveti (1908). 30. R. ALTAMIRA Y CREVEA, Mi viaje a América (Libro de documentos), Madrid, 1911, y Lecciones en América, edición y estudio preliminar de J. del Arenal Fenocchio, Méjico, 1994; S. MELÓN FERNÁNDEZ, “El viaje a América del profesor Altamira”, en Estudios, pp. 115-173; S. M. CORONAS GONZÁLEZ, “Altamira y los orígenes del hispanoamericanismo científico”, en Dos estudios sobre Rafael Altamira, Oviedo, 1999, pp. 47-108. 31. El viaje de Altamira a América, concebido como una delegación cultural de la Universidad de Oviedo y de su rector, Fermín Canella, el “entrañable amigo iniciador de este viaje, hombre lleno de amor y de entusiasmo por la Universidad”, en palabras de Altamira, vino precedido de una carta circular dirigida por el rector a las autoridades y personas caracterizadas de los países hispanoamericanos el 31 de diciembre de 1908. El viaje se presentaba como una conmemoración anticipada del Centenario de Independencia de la América española pero también como una manifestación más del espíritu de Extensión Universitaria y, en concreto, del “cambio internacional de profesores” puesto en marcha por entonces con la Universidad de Burdeos (La visita de Pierre Paris,
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M. F. Sauvaire-Jourdan Henri Lorin, extendida luego a las Universidades de Zaragoza y Madrid y comentada en términos muy elogiosos en el Bulletin Hispanique y en la revista Questions Diplomatiques et Coloniales, según el testimonio de El Imparcial, sobre todo para la Universidad de Oviedo, a la que asigna un papel en el renacimiento cultural de España similar al de la Lombardía en la Italia contemporánea, tuvo su contrapartida en la visita hecha por entonces a la Universidad de Burdeos por Canella y Altamira) y proyectado asimismo, pero de una manera “más permanente y especial”, con las repúblicas hermanas de América. Aunque no parecía fácil precisar el programa de conferencias de Altamira, genéricamente referido a la historia de España y de América, se declaraba ya que la importancia del idioma español, el carácter y las consecuencias de la emigración y colonización españolas, la creación de un centro superior universitario hispanoamericano, el recuerdo de la legislación común antigua, la federación de instituciones morales, políticas y pedagógicas, y la propaganda y difusión de la Extensión Universitaria prestarían ancho campo a su magisterio, el mismo que en elocuente discurso ante el Senado español encareciese por su imparcialidad el publicista hispanoamericano Rafael M. de Labra. En vísperas del viaje, una alocución poética de la Universidad de Oviedo “a los españoles y hermanos de América” preparó los ánimos para recibir al “historiador y pedagogo” que habría de llevarles la voz augusta de la vieja patria, la serena lección de la ciencia y el ideal de unir en apretado haz los pueblos todos de la Grande Iberia,”los que habitamos el viejo solar sagrado y los que pueblan las riberas del mar del Sur”. Más de 5.000 firmas de senadores, diputados provinciales, ayuntamientos (entre ellos, todos los de Asturias), profesores, magistrados, ingenieros, abogados, comerciantes, militares... seguían a la alocución redactada por iniciativa del rector Canella en Oviedo el 20 de mayo de 1909. Siendo el ministro de Instrucción Pública el asturiano Faustino Rodríguez San Pedro, dio su “entusiasta aprobación” al viaje, ampliando por real orden de 18 de septiembre de 1909 el plazo inicial de licencia académica otorgada para continuar la “misión científica en las Repúblicas hispanoamericanas”; una misión patriótica, según El Imparcial, destinada a aumentar el prestigio de los españoles en América y que ponía en manos de Altamira el dejar una “estela de honor y de gloria para España y la semilla de ideas” que habrían de florecer espléndidamente. 32. «¡Basta ya de doctrina, señores!; ¡ basta ya de lírica intelectualista!; ¡ menos retórica docente! Ahondemos un poco en nuestras miserias, y dejemos a la gente rancia y empedernida en los fuegos artificiales del pensamiento que continúe rindiendo culto fanático a la ideología contemplativa». En estas palabras de Fernando Pérez Bueno, catedrático de Derecho Natural de la Universidad de Oviedo, pronunciadas en su Discurso leído en la solemne apertura del curso académico de 1905 a 1906, Oviedo, 1905, p. 4, se esconde uno de los ataques más vibrantes de la época a la retórica docente, la doctrina, las reformas pedagógicas jaleadas por una prensa adicta que constituían, a juicio de este alicantino, en las antípodas del pensamiento de su paisano Altamira, las llagas de la enseñanza, a las que se enfrenta con una terrible denuncia sobre el alcance de una regeneración ideológica que, en su sentir, esconde turbias pasiones de vanidad, soberbia y envidia y es, a la vez, generadora de una sucia granjería personal: «es una farsa indigna que los mercachifles de libros, folletos y revistas, sin otro ideal que el de escalar los últimos peldaños de la gigantesca pirámide de las granjerías nacionales, se den tono de mártires, de esclavos de la potencia del oscurantismo, y vayan por todas partes escupiendo sobre nuestras gloriosas grandezas, y ganando la renta vitalicia de la fama con el deshonor de la Patria. Digámoslo muy alto: el problema de nuestra enseñanza no es técnico, ni es científico, ni es doctrinal, ni es pedagógico; es, simplemente, cuestión de moral, de justicia y de higiene de las conciencias... la ciencia, lo que pedestremente llamamos ciencia entre nosotros, es un vivero de ruines pasiones, de miserables envidias, de odiosas concupiscencias y de desenfrenada ramplonería... Mientras persista la tendencia de regeneración ideológica que hoy triunfa, aumentarán los males de la enseñanza... Nada de libros, nada de conferencias filosóficas que ya nos producen acedías de hartura» ( p. 6). Así, toda la primera parte de este discurso rompedor se dirigió contra los ideólogos recalcitrantes, miembros de “asociaciones de mutuo incienso” (p. 24), a los que llama en un momento dado degenerados regeneradores (p. 32) que tendían a feminizar con su intelectualismo la cultura patria esencialmente militar, por lo que las academias militares, no sectarias y con profesores unidos por el amor a la patria, se convertían en ejemplo para las universidades (p. 33). El eco de esta abusiva denuncia, que debió sonar en el paraninfo de la Universidad como un aldabonazo, fue muy grande, a tenor de la notable difusión del discurso, cuya segunda edición, hecho insólito en un discurso de apertura académica, constó de dos mil ejemplares lanzados por la Imprenta de Flórez, Gusano y C.ª en el mismo año 1905. 33. En su árido discurso inaugural de 1883, Juan M. Rodríguez Arango, tan cruelmente retratado familiar y académicamente por Canella con motivo de un incidente rectoral, sentó profesión de práctico o empirista “bastante escasos hoy por efecto de la manía de filosofar y huir de la nota de empiristas”, sin pretender envanecerse “con el arrogante título de maestros de la ciencia pura” que, sin duda, achacaba a sus compañeros de claustro. Discurso leído en el solemne acto de apertura del curso académico de 1883-1884 en la Universidad literaria de Oviedo por el doctor D. Juan M. Rodríguez Arango y Murias, catedrático numerario de Teoría de los procedimientos judiciales y Práctica forense, Oviedo, Imp. y Lit. de Vicente Brid, 1883, pp. 4-5.
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LAS REFORMAS DEL SIGLO XIX EN EL EDIFICIO HISTÓRICO Y SU ENTORNO ANA QUIJADA ESPINA / SARA VÁZQUEZ-CANÓNICO COSTALES Universidad de Oviedo
Cuando el 21 de septiembre de 1608 la Universidad de Oviedo inició su actividad académica lo hizo en un edificio construido expresamente para fines docentes, albergando a unos pocos estudiantes matriculados en las cuatro facultades iniciales de Artes, Cánones, Leyes y Teología. El proyecto, firmado en 1574 por el maestro arquitecto Rodrigo Gil de Hontañón, distribuía en torno a un patio central un número determinado de generales o aulas pensadas para impartir contenidos teóricos en los que el enfoque experimental apenas tenía cabida. El sistema de “lecturas” en el que el catedrático, como el propio término indica, procedía a la lectura de los textos estipulados en los estatutos, mientras que los alumnos copiaban al dictado, no favorecía la capacidad analítica del estudiante, que se limitaba a memorizar los dictados del profesor. Los métodos tradicionales, analizados y criticados por el padre Feijoo, profesor en las aulas ovetenses y uno de los ilustrados que inició el proceso de crítica de la universidad tradicional, tampoco ayudaban a la renovación científica del profesorado. Por otra parte, precisamente en función de la naturaleza de las materias y de sus necesidades metodológicas, se procedía al diseño de los edificios universitarios, de tal forma que la introducción de enseñanzas con mayor contenido experimental implicó, en el caso de la Universidad de Oviedo, una necesaria adaptación de aulas, la creación de laboratorios y, de forma más drástica, un cambio en la fisonomía del edificio, así como la búsqueda de zonas expansivas en su entorno, hasta conformar el núcleo actual. Una de las reformas que más incidió en la visión global de la construcción, la sustitución de la torre espadaña por la torre observatorio, se llevó a cabo en la década de 1860, aunque las consecuencias del crecimiento universitario y la necesidad de adaptación y expansión de las infraestructuras se hicieron sentir también de forma notable a principios del siglo XX con la ampliación del edificio, siendo entonces rector el que fuera también cronista oficial de la Universidad de Oviedo, Fermín Canella Secades. Además de la importante transformación que se produjo en el edificio universitario durante el siglo XVIII al levantarse el segundo piso en las crujías sur y oeste, con el fin de albergar los fondos de la nueva Biblioteca Universitaria, el propio Canella da noticias1 de continuados planes para mejorar la Escuela, especialmente a mediados del siglo XIX, con la modificación de las aulas, que inicialmente estaban reducidas a la elevada cátedra desde la que el profesor procedía a dar las lecciones, a un banco corrido a lo largo de las paredes y a estrechas bancadas de álamo, a semejanza del resto de las universidades, tal y como queda constancia en una pintura de la universidad salmantina en la que puede apreciarse cuál era el aspecto medieval de los generales o aulas2. También se ensancharon parte de las ventanas para dar luz a las oscuras dependencias y fue mejorado el aspecto externo e interno del edificio. A mediados del siglo XIX el auge de las disciplinas científicas llevó al Gobierno a proponer a los rectores de las universidades españolas el fomento de la física a través de la realización de estudios meteoroló-
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gicos. Esto planteó importantes dificultades en la de Oviedo, como consecuencia de la falta de aparatos de precisión y de un lugar idóneo donde colocarlos. Sin embargo, venciendo estas dificultades, el profesor León Salmeán ubicó los instrumentos de medición en distintos lugares del edificio, logrando publicar los datos en enero de 1851, con excelentes resultados consultados por el Observatorio Astronómico de Madrid, la Comisión del Mapa Geológico y la Junta General de Estadística. El rector Arenas, que valoró la importancia de estas investigaciones, solicitó al Gobierno el envío a la Universidad de Oviedo de más instrumentos, pero su papel como promotor de la construcción de la torre observatorio se afianzó tras la visita que realizó a la institución en 1858, cuando ocupaba el cargo de consejero de Instrucción Pública. En el informe que emite tras la visita, el profesor Álvarez Arenas propone al Gobierno la construcción de un observatorio con los fondos que la Universidad tenía en títulos de deuda. A partir de ahí se inicia un periodo de incertidumbre hasta la redacción del definitivo proyecto, firmado por el arquitecto Luis Céspedes. Con anterioridad hubo varias tentativas, entre ellas la propuesta en 1859 por el rector Simón Martín Sanz al director general de Instrucción Pública para ubicar temporalmente en el Jardín Botánico un observatorio exento, ante las dificultades de hacerlo dentro del edificio universitario, ya que sería obra “de mucho tiempo y de gastos bastante considerables”, pese a lo cual ya menciona la posible construcción de uno definitivo prolongando la fachada por la zona de la capilla. Desechadas estas propuestas, el arquitecto provincial, a indicación del rector, presentó en julio de 1860 el proyecto que definitivamente se llevaría a cabo, aunque con una serie de condiciones impuestas desde la Universidad, relativas al des-
Proyecto para la construcción de la torre observatorio. Luis Céspedes. 1860. AGA
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arrollo del observatorio, que debía ajustarse a las proporciones generales del edificio, aunque con mayor altura que las construcciones cercanas, o cuestiones que hacían referencia a la amplitud de la cámara de observación y colocación de las campanas y del reloj. Tras un análisis minucioso del edificio, el autor determinó que el mejor lugar para ubicar el observatorio era el que ocupaba entonces la torre espadaña, que cumplía a su vez la función de señalizar la ubicación de la capilla y que, según las descripciones de esa época, se encontraba en mal estado, casi ruinosa, sin interés artístico alguno, por lo que sería beneficiosa su sustitución por un elemento que iba a permitir el desarrollo de determinadas prácticas científicas. Desde el punto de vista estético el arquitecto planteaba la duda acerca del “carácter que tenía que imprimir a su arquitectura”, ya que iba a formar parte de un edificio ya ejecutado, por lo que, o bien optaba por mimetizarla con lo ya existente, o bien se alejaba de toda semejanza creando un cuerpo disociado. La valoración que Luis Céspedes hacía entonces del edificio no resultaba muy halagüeña, lo consideraba severo pero sin majestad, con decoración sobria pero irracional, calificándolo, sin embargo, por su función como uno de los más importantes de Asturias. Ante estas dudas, y según especifica en la memoria, prefirió alejarse del estilo original, ceñirse a las premisas del claustro universitario y construir un elemento que, teniendo claramente una lectura individual, constituye hoy día uno de los componentes más emblemáticos del Edificio Histórico, por lo que resulta impensable la evocación de su perfil sin la torre. Técnicamente sólo queda reseñar la adaptación de la torre a las necesidades previstas por la Universidad. Está concebida al exterior como un prisma de tres cuerpos, con una parte baja de almohadillado que sirve de base para elevar el arranque de la torre sobre el caballete del tejado, dejando el protagonismo a los otros dos tramos, ambos de paramento liso. En el segundo cuerpo se abren seis
Proyecto para la construcción de la torre observatorio. Luis Céspedes. 1860. AGA
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vanos, distribuidos proporcionalmente según la superficie y rematados con arco de medio punto, cerrados a modo de ventana, a excepción del que recoge las dos campanas. Este cuerpo se remata en la fachada que da al claustro universitario con la inclusión de la esfera del reloj. El tercero recogía en su interior la cámara de observación, lo que determinó que se practicaran ventanas en todas sus caras, compuestas de triple vano en las anchas y de doble en las estrechas, y es precisamente en estos elementos donde el arquitecto se permitió ciertas licencias decorativas en la utilización de la caliza blanca, en contraste con el resto de la piedra y en la ornamentación vegetal de los capiteles. El conjunto fue rematado con la terraza, cerrada con una barandilla, en la que se encontraban los aparatos de medida exterior como el anemómetro y la veleta. En conjunto, podemos apreciar, a pesar de la insistencia del arquitecto Céspedes en las diferencias de estilo, ciertas similitudes que lo hacen encajar con el edificio primitivo, ya sea por la piedra caliza utilizada (aunque de tonalidad más rojiza), que provoca visualmente cierta cercanía, como por las formas, que huyen de lo estrictamente decorativo para ceñirse a un programa técnico. El proyecto fue aprobado por real orden de 22 de diciembre de 1860, aunque el comienzo de las obras se retrasó al quedar la provincia sin arquitecto regional que las dirigiese, terminándose en 1868 con la ubicación del instrumental y del reloj. Plano de la reja de cierre de la escalera. Javier Aguirre. 1884. AGA Ninguna de las intervenciones efectuadas en ese siglo adquiriría la envergadura de la torre observatorio, aunque se realizaron reformas para mejorar el aspecto general del edificio. En 1882, el arquitecto de la provincia, Javier Aguirre, recibió el encargo del rectorado de proyectar la restauración de la escalera principal, ubicada en el lienzo oeste y que se encontraba bastante deteriorada debido a la caducidad de los componentes que se habían utilizado en su primitiva construcción: mampostería y madera. El arquitecto se decidió a destacar la escalera y darle el protagonismo que a su juicio merecía a través de la introducción de materiales nobles, como la piedra caliza de una sola pieza para cada peldaño en sustitución de la gastada madera, la balaustrada de mármol torneado y la decoración de los muros a través de espacios acotados por pilastras en los que se proponía escribir los nombres de doce importantes benefactores de la Universidad, así como dibujos alegóricos de las artes, las ciencias y las letras, composición decorativa que no se llevó a efecto. Dentro de
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esta misma obra de reforma estaba incluida la sustitución de la cancela de acceso a la escalera, que fue realizada en hierro forjado. El acta de recepción se firmó el 23 de mayo de 1885. A finales del siglo XIX el rectorado de la Universidad puso en marcha uno de los proyectos que posibilitaría el futuro crecimiento del núcleo inicial en la primera década de 1900. Se trató de la adquisición de los terrenos adyacentes situados entre el muro oeste y la nueva calle Fruela, favorablemente informada por el arquitecto provincial Javier Aguirre, con el fin de evitar nuevas construcciones que privasen de luz y ventilación a las aulas universitarias. En el informe se recogieron varias de las ideas de higiene educativa que empezaban a desarrollarse en esa época y que la Universidad llevaría a su máxima expresión en las Colonias Escolares de Salinas. Pero el proyecto pretendía además liberar el ya abigarrado espacio académico, en el que coexistía también el Instituto Provincial, para poder dar salida a aquellas enseñanzas que no necesitasen hallarse en el cuerpo del edificio3. Por todo ello, la expropiación de los terrenos fue considerada como de utilidad pública, contando a partir de ese momento con una zona de crecimiento y de esparcimiento del alumnado que mejoraba notablemente las condiciones higiénicas y pedagógicas. En 1890 se procedió al cerramiento de este espacio según propuesta del arquitecto Demetrio de los Ríos.
Proyecto para la escalera principal. Javier Aguirre. 1882. AGA
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Plano de planta baja y terrenos circundantes de la Universidad. Javier Aguirre. 1887. AGA
En la década de 1890 surge en el seno de la Universidad de Oviedo uno de los movimientos renovadores que más repercusión tendría en la Academia y en la sociedad: la Extensión Universitaria, iniciativa de un grupo de profesores influidos por las ideas krausistas y de la Institución Libre de Enseñanza. En 1895 fue restablecida además la Sección de Ciencias, que se ubicó en el edificio universitario, lo que agudizó los ya existentes problemas espaciales. El desarrollo de todas estas tareas docentes y las malas condiciones que se daban para la correcta conservación de los fondos bibliográficos impulsaron los mecanismos para proyectar la construcción de nuevos laboratorios de ciencias y para la reforma y ampliación
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del reducido edificio. El encargado de todo ello fue el arquitecto del Ministerio Isidro de Benito, que llegó a Oviedo con planos para la “ampliación de la Biblioteca, construcción de Laboratorios, obras de mayor amplitud, ventilación y servicio de cátedras, habilitación de un Paraninfo y ensanche de dependencias de la Secretaría general”4. Por esa misma época, el entonces rector Fermín Canella Secades5 propuso al ministro de Instrucción Pública la posibilidad de adquirir, con destino a la ampliación de la Universidad, la casa palacio contigua al edificio por su muro sur, lo que fue aprobado mediante R.O. de enero de 1908. De nuevo el arquitecto Isidro de Benito diseñó el proyecto de pabellón para los estudios de Ciencias, con aulas, gabinetes y laboratorios, llevado a cabo tras el derribo de la casa adquirida. En el año 1911 se iniciaron las obras del pabellón, concebido con una planta rectangular de dos alturas y en el que únicamente sobresalía la portada principal, adelantada sobre el paramento, lo que provocaba una maximización de la movilidad en esta zona central. El resto se caracterizó por el protagonismo que adquirieron los amplios vanos pensados para dar luminosidad a laboratorios y cátedras. Separados entre si por pilastras construidas con sillares regulares y bien diferenciados, lograban acentuar la sensación de dinamismo dentro de la concepción clásica del pabellón que se mantuvo hasta que en 1954, y ante el traslado de los estudios de carácter científico al Campus de Llamaquique, la Junta de Gobierno de la Universidad propone su demolición para edificar un nuevo centro que acogiese parte de los estudios de Letras. Por otra parte, ya a principios del siglo XX tuvo lugar una de las reformas más significativas del Edificio Histórico, provocada, en este caso, por la falta de espacio para albergar los fondos de la Biblioteca Provincial Universitaria, que había quedado reducido a la crujía sur. Las obras se iniciaron en 19126 y consistieron en romper el lienzo del lado
Plano del proyecto de obras para cerrar el terreno adquirido para ensanche del patio de la Universidad. Demetrio de los Ríos. S.f. AGA
Plano del pabellón de Ciencias. S.f. Universidad de Oviedo
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sur hacia la huerta de la Universidad, adoptando la forma de martillo, al tiempo que se cerraba el jardín posterior del Colegio de Recoletas, donde se colocó una entrada independiente, aunque de carácter secundario. Al interior, la reforma permitió la notable ampliación del espacio del primer salón y la mejora de las condiciones de conservación y mantenimiento de los fondos bibliográficos. Con esta obra puede considerarse finalizada la configuración del Edificio Histórico y de su entorno hasta el desastre del incendio de 1934, que marcó un punto de inflexión en la historia de nuestra institución, al menos en lo que se refiere a las grandes transformaciones y adaptaciones que, desde que en 1574 Rodrigo Gil hiciera el “rasguño” del edificio, incidieron en su distribución, fisonomía, configuración y estética. No obstante, hubo otras intervenciones que pueden ser consideradas como secundarias desde el punto de vista arquitectónico, ya que no afectaron estructuralmente a la edificación, aunque sí han tenido en ella una incidencia estética y simbólica. Se trata de la instalación consecutiva de dos piezas escultóricas en el patio central del edificio.
Universidad de Oviedo. Patio de Isabel II con el busto de la reina
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La primera, el busto de Isabel II, tiene su origen en la visita que la reina y la familia real hicieron en 1858 a Asturias7. Con la intención de dejar constancia del momento, el claustro propuso erigir un monumento, para lo que fueron enviados a Madrid dos diseños, optando la reina “por el que presentando un elegante pedestal de mármol negro alzado en el centro del patio de esta Universidad, había de representar una estatua al natural de nuestra excelsa Reina”8. Sin embargo, la envergadura del proyecto y su alto coste hicieron imposible su ejecución, por lo que hubo de variarse la concepción de la escultura, que quedó reducida a un busto. Atribuido al escultor Francisco Elías Vallejo, está realizado en hierro y fue fundido en la Fábrica de Armas de Trubia, que añadida a su producción militar tenía una sección dedicada a la artística. Estéticamente se enclava dentro de la escultura asturiana de estilo neoclásico. Actualmente ubicado en la parte posterior del Rectorado, da nombre a este espacio, conocido como patio de Isabel II, ya que en 1908, fue desplazado de su lugar original por la escultura sedente de Fernando Valdés Salas. Esta última, obra del artista Cipriano Folgueras, fue un encargo con motivo de la celeUniversidad de Oviedo. Estatua sedente de Fernando de Valdés Salas bración del Tercer Centenario de la puesta en marcha de la Universidad y representa la figura sedente del fundador, caracterizada por la elegancia y la contención, pese al tono fuertemente realista del retrato. La obra adquiere aún mayor monumentalidad al colocarse sobre un alto pedestal cuadrangular que repite el motivo decorativo del friso del edificio, que trata de dar un cierto tono unitario a este elemento integrado en la construcción trescientos años después de su inauguración.
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Notas 1. F. CANELLA SECADES, Historia de la Universidad de Oviedo y noticias de los establecimientos de enseñanza de su distrito, (2ª ed. reformada y ampliada), Oviedo, Imprenta de Flórez, Gusano y Compañía, 1903-1904 (hay reed. facsimilar, con un “Prólogo” de Santiago Melón Fernández: Oviedo, Universidad de Oviedo, 1985). 2. Martín de Cervera, 1614. 3. La memoria del profesor Arenas da una idea del abigarramiento que sufría el edificio. Sirva como ejemplo la denominada “sala de máquinas” en la que señala la existencia en apenas cuarenta y dos metros cuadrados de trescientas treinta y tres máquinas que “ofrecen a la vista de espectador un conjunto tan confuso, que sale del local sin apreciar ni saber lo que en él hay”. 4. “Obras de reforma y ampliación del Edificio de la universidad de Oviedo”, en Anales de la Universidad de Oviedo, vol. V, Oviedo, 1908-1910, pp. 555-562. 5. Fermín Canella fue rector entre 1906 y 1914. 6. Para las reformas de la Biblioteca, véase: R. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, La Biblioteca de la Universidad de Oviedo. 1765-1934, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1993, pp. 364-375. 7. J. DE DIOS DE LA RADA: Viaje de SS.MM. y AA. por Castilla, León, Asturias y Galicia verificado en el verano de 1858, Madrid, por Aguado, 1860. 8. Archivo General de la Administración Sección de Educación y Ciencia. Caja 8207. Oficio enviado por el Rector de la Universidad al Ministerio de Fomento, Oviedo 26 de octubre de 1859.
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PERSONAJES ILUSTRES JAVIER GONZÁLEZ SANTOS Universidad de Oviedo
Alumnos En la Universidad de Oviedo estudiaron algunos destacados generales y patriotas liberales de la primera mitad del siglo XIX: Rafael del Riego y Evaristo Fernández San Miguel son los más conocidos, pero también se cuentan sus condiscípulos, el mariscal de campo Gregorio Piquero Argüelles († 1864), Jerónimo Valdés Sierra, conde de Villarín (1784-1855), y Ramón María de Labra († 1870). RAFAEL DEL RIEGO Y FLÓREZ VALDÉS (Tuña, Tineo, 1784 – Madrid, 1823) estaba estudiando Leyes cuando la invasión napoleónica. En 1808 comenzó, por tanto, su carrera militar, siendo uno de los abanderados del Doceañismo constitucional y del liberalismo español. Presidió las Cortes en 1821 y, por su trágico ajusticiamiento, fue la víctima más señalada de la reinstauración del absolutismo en 1823.1 Su imagen, pintada por su sobrino, Emilio Carrizo del Riego, un artista aficionado, mereció el honor de figurar en la Iconoteca Asturiano-Universitaria2. EVARISTO FERNÁNDEZ SAN MIGUEL Y VALLEDOR (Gijón, 1875 – Madrid, 1862) fue uno de los alumnos de la primera promoción del Real Instituto Asturiano que había fundado en Gijón Gaspar de Jovellanos. En la Universidad ovetense cursaba Leyes en 1808.3 Exiliado en Londres durante la Década Ominosa, volvió a tomar las armas por el bando liberal durante la Primera Guerra Carlista. Diputado en las constituyentes de 1837, fue ministro de Marina, Ultramar y Guerra (1837), senador y director de la Academia de la Historia. Compuso la letra del conocido Retrato desaparecido de Rafael del Riego. Himno de Riego (1820), fundó y dirigió algunos Siglo XIX. Iconoteca Universitaria periódicos en la corte y escribió la Historia de
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Felipe II (Madrid, 1844-1847) y la Vida de don Agustín Argüelles (Madrid, 1851-1852). El retrato de la Iconoteca Universitaria, por Ramón Romea (1830-1907), colocado en 1874-1876, era copia del que posee el Ayuntamiento de Gijón, de 1855, debido a Ángel María Cortellini4. De las aulas de la Universidad de Oviedo salieron algunos de los forjadores de la modernización de España en aquel siglo XIX: Álvaro Flórez Estrada, Agustín Argüelles, Alejandro Mon, Pedro José Pidal, José Posada Herrera son algunos de ellos. Fueron los epígonos de aquella gran generación de la cultura asturiana que, iniciada en Feijoo, en pleno siglo XVIII, después encabezaron Campomanes, Jovellanos, Martínez Marina y José Canga Argüelles. El magistrado y economista ÁLVARO FLÓREZ ESTRADA DE LA POLA (Pola de Somiedo, Asturias, 1766 – Noreña, Asturias, 1853) se formó en la Facultad de Leyes de Oviedo. En Madrid, bajo el reinado de Carlos IV, disfrutó de la protección de Campomanes y de Jovellanos. Fue oidor en la Audiencia de Barcelona, alcalde de Casa y Corte, y, en 1796, tesorero general del Reino, cargo que renunció. Hasta 1808 estuvo apartado de la vida pública, entre Madrid y Asturias, dedicado al estudio de las lenguas, historia, legislación y economía, y a la promoción de iniciativas fabriles en Somiedo y Grado. La Junta General del Principado de Asturias le nombró su procurador general en 1808, debiendo organizar la administración regional para la guerra contra los franceses. Imbuido de una ideología liberal, se exilió en Londres en 1809, para regresar a Cádiz en 1812, donde intervino activamente en la vida política que dio forma a la primera Constitución española. Con la restauración del absolutismo por Fernando VII en 1814, fue condenado a muerte, debiendo retornar a su exilio londinense. De allí volverá en 1820, siendo nombrado ministro de Estado en 1823. Entre 1823 y 1834 vivirá de nuevo en Londres, como refugiado político; allí dio a la imprenta el Curso completo de Economía Política (1828), una obra de gran importancia, compendio de gran erudición y estudio, y manifiesto de su ideología liberal; conoció varias ediciones y fue también traducido a otros idiomas. Desde 1834, fue diputado en varias legislaturas y creado senador vitalicio en 1846. En 1821, la Universidad de Oviedo concedió a Flórez Estrada el grado de doctor honoris causa en ambos Derechos, en atención “a sus servicios, ciencia, patriotismo y padecimientos”5. Asimismo, ordenó poner su retrato en la Iconoteca, pintado por Ramón Romea en 1874-18766. AGUSTÍN ARGÜELLES ÁLVAREZ (Ribadesella, 1776 – Madrid, 1843), el Divino Argüelles, el Arístides español, fue uno de los padres de la Constitución de 1812 y de la de 1837. Después de haber cursado la carrera de Leyes en la Universidad de Oviedo, en 1799, pasó a Barcelona de secretario Retrato desaparecido de Álvaro Flórez Estrada. del obispo e inquisidor don Pedro Díaz Valdés y Siglo XIX. Iconoteca Universitaria Argüelles (Gijón, 1740 – Barcelona, 1807), un
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amigo y protegido de Jovellanos que también había cursado estudios de Leyes y Cánones en la misma Universidad. Pero en 1800 ya se encontraba en Madrid, donde ganó la confianza de Manuel Godoy, quien, en 1806, le confió misiones diplomáticas secretas cerca de la corte británica. El estallido de la Guerra de la Independencia le sorprendió en Londres, pero en 1809 pudo retornar a la Península, siendo diputado por Asturias en las Cortes reunidas en Cádiz (1810) y ponente y redactor del “Prólogo” de su célebre Constitución. Perseguido, encarcelado y desterrado a raíz de la restauración de Fernando VII, fue ministro de la Gobernación en el primer gabinete del Trienio Liberal. Tras un exilio de diez años en Londres, y muerto el rey, fue de nuevo diputado y, por dos veces, presidente del Congreso, cargo que compatibilizó desde 1841 con el de tutor de la futura reina Isabel II en su minoría de edad. En 1822 fue investido doctor honoris causa en ambos Derechos por la Universidad de Oviedo7, y la Iconoteca de Retrato desaparecido de Agustín Argüelles. esta institución se honraba con la presencia de su Siglo XIX. Iconoteca Universitaria retrato, pintado por Ramón Romea (1830-1907) en 1874-1876, copiando el de Vicente Arbiol (1812-1876), de 1848, de la Sociedad Económica de Asturias (hoy, en el Real Instituto de Estudios Asturianos)8. ALEJANDRO MON Y MENÉNDEZ (Oviedo, 1801 – 1882) fue alumno del catedrático de ideología liberal Pablo Mata Vigil (vid.)* en la Facultad de Leyes de la Universidad ovetense entre 1818 y 1822, pero su carrera académica se vio truncada por la persecución y depuración a la que fueron sometidos muchos estudiantes ovetenses (como su condiscípulo y luego cuñado, Pedro José Pidal), en 1824, por haber secundado el pronunciamiento del general Riego en 1820. No obstante, en 1838, la Universidad le concedió el grado honorífico de doctor en ambos Derechos9. Su carrera política la comenzó en Madrid, en 1833, junto a Pedro José Pidal, bajo el amparo de otro asturiano, el VII conde de Toreno, José María Queipo de Llano (Oviedo, 1786 – París, 1843). Es a partir de ahora cuando de su juvenil y radical liberalismo dio paso a otro más moderado y pragmático. Fue ministro de Hacienda en cuatro gabinetes, entre 1837 y 1849, dirigiendo la modernización del sistema tributario y aduanero español. Fue, asimismo, presidente del Congreso de los Diputados y embajador ante el papa (1857) y en París (1858-1862 y 1864-1865). Abandonó la vida pública con la Revolución de 1868, retirándose a su ciudad natal. La Iconoteca de la Universidad exhibió su retrato, de autor desconocido10.
* Todas las llamadas (vid.) del texto remiten a personajes tratados en este artículo.
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PEDRO JOSÉ PIDAL Y CARNIADO (Villaviciosa, 1799 – Madrid, 1865) se matriculó en la Universidad de Oviedo en 1812 para cursar los estudios de Filosofía, continuando con los de Leyes y Cánones. Allí conoció a Alejandro Mon, a quien le unirá una profunda amistad sellada más adelante con el matrimonio con Manuela Mon. Ambos participaron en la proclama Doceañista que la Universidad de Oviedo y su gremio hicieron en 1820. Licenciado en Leyes en 1822, ejerció temporalmente la abogacía en Oviedo y Madrid. Por entonces ya hacía tiempo que alternaba la profesión con ocios poéticos y colaboraciones en la prensa. Sufrió persecución durante la Década Ominosa y, entre 1828 y 1833, vivió retirado en Villaviciosa, frecuentando el trato con José Caveda y Nava (Villaviciosa, 1796 – Gijón, 1882). Como Mon, el inicio de su carrera política coincidió con la regencia de María Cristina y el apoyo del conde de Toreno a partir de 1833, y sufrió la misma transformación hacia el moderantismo, siendo Pedro José Pidal una de las figuras relevantes del Partido Moderado. Fue presidente del Congreso de los Diputados en 1843, ministro de la Gobernación (1844, 1849 y 1856), embajador en Roma y senador vitalicio por Asturias en 1864. Promovió la Retrato desaparecido de José Posada Herrera. Siglo XIX. Ley de Instrucción Pública de 1845 y fue artífice del Iconoteca Universitaria Concordato con la Santa Sede de 1851. Fecundo escritor e historiador, mereció ser recibido de académico por las de la Historia (que llegó a presidir), Bellas Artes y Española, siendo uno de los fundadores y presidente de la de las Ciencias Políticas y Morales. Fue creado marqués de Casa Pidal y vizconde de Villaviciosa, en 1846, por la reina Isabel II11. Tuvo retrato en la Iconoteca Universitaria, pintado por Ramón Romea en 1874-187612. Antes, en 1844, el claustro de la Universidad le había otorgado el grado de doctor en Jurisprudencia13. JOSÉ DE POSADA HERRERA (Llanes, Asturias, 1814 – 1885) cumplimentó su enseñanza superior en las Facultades de Leyes de las Universidades de Oviedo, Toledo y Valladolid, licenciándose por la primera, en 1832. En Oviedo, el ejercicio de la abogacía lo alternó desde 1833 con la enseñanza de las matemáticas y dibujo en las aulas abiertas por la Sociedad Económica de Amigos del País y, a partir de 1836, en la propia Universidad. Su actividad política dio comienzo en 1839, cuando fue elegido diputado por el Partido Progresista. En la corte, la protección que le dispensó su paisano, Pedro José Pidal (vid.), le llevaron a militar en el bando conservador y a ser uno de los fundadores, en 1856, de la Unión
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Liberal, del general O’Donell. Fue catedrático de Economía Política en el Instituto de San Isidro de Madrid, publicando entonces sus Lecciones de Administración (Madrid, 1843), en realidad, los apuntes de sus clases. Director general de Instrucción Pública, informó, junto a Francisco Tamés Hevia (vid.), la ley de 1857, promovida por el ministro de Fomento Claudio Moyano. En 1858 fue nombrado ministro de la Gobernación, cargo que ostentaría de nuevo en 1863 y 1865-1866. Tras la Revolución de 1868, despachó brevemente la embajada ante el Vaticano. Su gran habilidad para la política le llevó a entrar de nuevo en liza y, entre 1876 y 1878, presidió la Cámara de los Diputados. Ahora, con el liberal Sagasta, ostentará los cargos del presidente de las Cortes (1881-1883) y del Consejo de Ministros, en 1883, siendo creado senador vitalicio en 188414. Posada Herrera fue retratado para la Iconoteca Universitaria por Joaquín Araujo Ruano en 187615. Otros alumnos destacados de esta Universidad a lo largo del siglo XIX fueron Juan Francisco Siñeriz, Santiago Fernández Negrete, Juan Álvarez de Lorenzana, José Francisco Uría, el marqués de Teverga, Manuel Pedregal y el conde de la Vega del Sella. JUAN FRANCISCO SIÑERIZ Y TRELLES (Sueiro, El Franco, 1778 – Madrid, 1857), bachiller en Filosofía y cursante en Leyes por la Universidad de Oviedo, fue secretario de la segunda embajada enviada por la Junta General del Principado de Asturias a Londres en 1809 para formalizar la alianza con la Gran Bretaña en la Guerra de la Independencia. Siñeriz residió en aquella corte hasta 1814 y, a su regreso a España, establecido en Madrid en 1826, se dedicó a la divulgación política y al utopismo (tan de moda por entonces), a la traducción de obras extranjeras (Compendio de las artes y ciencias, escrito por Mr. Turner, Madrid, 1830) y a escribir obras de ficción con trasfondo crítico. Su producción es abundante, destacando El amante de la nación española en el siglo XIX (Madrid, 1833), El Quijote del siglo XVIII (Madrid, 1836), Constitución Europea (Madrid, 1839) y El Gil Blas del siglo XIX (Madrid, 1844). Su retrato, pintado nada menos que por Vicente López Portaña (Valencia, 1772 – Madrid, 1850), llegó a figurar en la Iconoteca Universitaria16. SANTIAGO FERNÁNDEZ NEGRETE-GÓMEZ (Villatresmil, Tineo, 1799 – Barcelona, 1875) estudió Leyes y Cánones en las Universidades de Oviedo y Alcalá, e inició su carrera profesional a partir de 1820, de la mano de Flórez Estrada (vid.) y de su paisano, el general Riego (vid.). Este magistrado fue ministro de Comercio, Instrucción y Obras Públicas (1851), y Gracia y Justicia (1858-1863). El retrato, pintado por Gumersindo Díaz Pérez (Oviedo, 1832 – Sevilla, 1891), estuvo en la Iconoteca Universitaria17. El ovetense JUAN ÁLVAREZ DE LORENZANA Y GUERRERO DE LARIOS (1818 – Madrid, 1883) cursó la carrera de Leyes en la Universidad de Oviedo, siendo profesor sustituto de Economía Política entre 1837 y 1840. Protegido por Alejandro Mon (vid.) y Pedro José Pidal (vid.), entró en la carrera administrativa del Estado, alcanzando su Dirección General en 1856. Ministro de Estado en el gobierno Provisional de 1868, diputado y senador, fue asimismo embajador ante la Santa Sede (1874). Pero la profesión que le hizo famoso fue la de periodista, que desarrolló en Madrid, desde la tribuna de El diario español, fundado en 1852. Fue amigo y colaborador de Posada Herrera y, en 1870, adquirió el título de vizconde de Barrantes. El retrato de Álvarez Lorenzana, pintado por un joven José Uría (1861-1937), figuró desde 1879 en la Iconoteca de la Universidad18. JOSÉ FRANCISCO URÍA Y RIEGO (Santa Eulalia de Cueras, Cangas del Narcea, 1819 – Alicante 1862), discípulo de José de Posada Herrera (vid.), que también sería su protector en Madrid, se licenció en Derecho, y desde la Dirección General de Obras Públicas, que presidió entre 1858 y 1862, favoreció
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la modernización de la red de comunicaciones de Asturias. La Universidad tuvo su retrato, pintado por su cuñado, Nicolás Suárez Cantón19. El segundo marqués de Teverga, JULIÁN GARCÍA SAN MIGUEL Y ZALDÚA (Avilés, 1841 – Olmedo, Valladolid, 1911), estudió Leyes en la Universidad de Oviedo, doctorándose en la de Madrid en 1865. A continuación, ejerció de abogado en Oviedo, fue profesor de su Universidad, miembro de la Comisión Provincial de Monumentos y académico correspondiente de la Historia. De ideología liberal, fue diputado provincial a Cortes por el distrito de Avilés entre 1869 y 1907, y desde esta última fecha, senador vitalicio. Entre otros cargos políticos ostentó el de director general de Beneficencia, titular del ministerio de Gracia y Justicia, subsecretario de la Gobernación y consejero de Estado. Su conocimiento de la antigua legislación española y afición por la historia se concretaron en algunos trabajos publicados en la prensa local o en su libro, Avilés: noticias históricas (Madrid, 1897). MANUEL DÍAZ P EDREGAL Y CAÑEDO (Grado, 1831 – Madrid, 1896), bachiller en Filosofía en 1848, obtuvo la licenciatura en Derecho por la Universidad de Oviedo en 1856. Este abogado y republicano convencido, fue ministro de Hacienda y de Gracia y Justicia Retrato desaparecido de José Francisco Uría y Riego. Siglo XIX. durante la Primera República, y uno de los fundaIconoteca Universitaria dores, con Nicolás Salmerón, del partido Unión Republicana (1890). Amigo del catedrático Francisco Giner de los Ríos (1839-1915), contribuyó a la fundación de la Institución Libre de Enseñanza en 1876 y estuvo al frente de su Junta de Gobierno; asimismo, presidió el Ateneo de Madrid. Fue retratado por Dionisio Fierros (1827-1894) en 1888 para la Iconoteca Universitaria20. RICARDO DUQUE DE ESTRADA Y MARTÍNEZ DE MORENTÍN (Pamplona, 1870 – Nueva, Llanes, Asturias, 1941) fue el IX conde de la Vega del Sella. Tras cursar los estudios de secundaria en San Sebastián, siguió la carrera de Derecho en la Universidad de Oviedo, licenciándose en 1892. Al margen de una breve y juvenil carrera política (fue senador y presidente de la Diputación Provincial de Asturias), desde 1914 su figura está intrínsecamente ligada a los comienzos de la arqueología prehistórica en España, en particular, de la Cornisa Cantábrica. Fue discípulo de Hernández-Pacheco, amigo y colaborador del científico alemán Hugo Obermaier, y miembro destacado de la Comisión de Investigaciones
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Paleontológicas y Prehistóricas de la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. A él se debe la identificación del ídolo prehistórico de Peña Tu (Llanes), el estudio del dolmen de la Santa Cruz (Cangas de Onís) y el descubrimiento del asturiense, una fase tecnológica y cultural epipaleolítica nunca antes descrita. Su desahogada situación económica le permitió financiar abundantes excavaciones y la publicación de sus resultados.
Eclesiásticos El cardenal y arzobispo PEDRO INGUANZO Y RIBERO (La Herrería, Llanes, 1764 – Toledo, 1836) estudió en las facultades de Filosofía y Teología de la Universidad ovetense, doctorándose de Teología por la de Sevilla. Fue diputado por Asturias en las Cortes de Cádiz de 1812, donde ya se significó por su conservadurismo y tradicionalismo a ultranza. Obispo de Zamora en 1815, desde 1824 fue titular de la iglesia de Toledo. Tuvo retrato en la Iconoteca, pintado por Ramón Romea en 1874-1876.21 El santo asturiano FRAY MELCHOR DE QUIRÓS (MELCHOR GARCÍA SAMPEDRO, Cortes, Quirós, 1821 – Nam-Dinh, Vietnam, 1858) estudió Filosofía y Letras y Teología en la Universidad ovetense, siendo luego profesor en el Seminario Diocesano de San José, en Oviedo. En 1845 profesó en la orden dominica en el convento de Ocaña (Toledo), siendo ordenado dos años más tarde. Destinado por su orden a las misiones de Extremo Oriente, embarcó para Filipinas en 1848. Recaló en Manila sólo unos meses y allí fue lector de Teología en la Universidad de Santo Tomás. En febrero de 1849 ya está en Indochina como misionero, siendo consagrado obispo de Tung-King y martirizado el 28 de julio de 1858. La Universidad le rindió homenaje en 1889, cuando sus cenizas fueron trasladadas a la Catedral de Oviedo (CANELLA, 1904, p. 244). En recuerdo de su hijo, en la capilla de la Universidad se muestra el Martirio de fray Melchor, pintado en 1951, con motivo de la beatificación, por Paulino Vicente (19001990). García Sampedro fue canonizado en 1988.
Profesores PABLO MATA VIGIL Y RAMOS (Gijón, 1785 – Oviedo, 1852) se formó en la Universidad de Oviedo; doctorado en la Facultad de Cánones en 1807, de inmediato pasó a formar parte del cuerpo docente, ganando la cátedra de Instituciones Canónicas en 1818 y siendo su rector en dos ocasiones: 1835-1838 y desde 1845 hasta su fallecimiento. Fue profesor de Alejandro Mon y Pedro José Pidal (vid.). Despachó también de abogado e hizo carrera política, siendo diputado a Cortes en 1836, 18371839, 1840 y 1846-1849, senador del reino (1843-1846), efímero ministro de Gracia y Justicia en 1837, y magistrado del Tribunal Supremo de Guerra y Marina22. La Universidad de Oviedo le recuerda porque durante su mandato, en 1846, se fundó el Gabinete de Historia Natural y el Jardín Botánico (en el sector meridional del Campo de San Francisco, por cesión municipal), y se continuaron las reformas en el inmueble y la Biblioteca, iniciadas en 1843 por el rector Domingo Álvarez Arenas23. El retrato del rector Mata Vigil, pintado probablemente por Vicente Arbiol a raíz de la muerte del aquel, formó parte
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de la galería originaria que, a partir de 1874, daría paso a la formación de la Iconoteca Asturiano-Universitaria24. FRANCISCO TAMÉS HEVIA (Grado, Asturias, 1795–1865) estudió Leyes en la Universidad de Oviedo, doctorándose en 1819. Ferviente constitucionalista, fue uno de los profesores que en la Universidad encabezaron la proclamación de la Constitución de Cádiz en 1820. Durante el Trienio Liberal explicó la cátedra de Leyes, abandonando la carrera docente al final de este periodo para dedicarse a la magistratura y a la política. Fue consejero de Estado y de Instrucción Pública, integrando, junto a José de Posada Herrera (vid.), la comisión que preparó la Ley General de Instrucción Pública de 1857, promovida por el ministro de Fomento Claudio Moyano25. La Universidad de Oviedo mandó poner su retrato en la Iconoteca en 1887, obra del pintor zaragozano Mariano Barbasán (1864-1924)26. Asimismo, contribuyó al enriquecimiento de su Biblioteca27. DOMINGO ÁLVAREZ ARENAS Y SECADES Retrato desaparecido de Pablo Mata Vigil. (Oviedo, h. 1800 – 1875) se formó en Leyes en Siglo XIX. Iconoteca Universitaria la Universidad de su ciudad natal, incorporándose al claustro de profesores en 1828. Fue rector por tres veces (1843-1844, 1852-1857 y 18671868), vicerrector de don Pablo Mata Vigil en 1851 y primer decano de la Facultad de Derecho (18451852). Con él se aprobó el reglamento de régimen interno (1844), a partir de 1843 se reformó y acondicionó el viejo caserón, muy afectado durante la Guerra de la Independencia, y a instancias suyas, en 1859, se construyó el Observatorio Meteorológico, cuya torre (diseñada en 1860 por el arquitecto provincial Luis Céspedes) confiere al edificio de la Universidad su inconfundible silueta desde 1868. Durante su mandato, en 1857, aconteció la visita a la Universidad de los duques de Montpensier28. El retrato del rector Álvarez Arenas, obra del artista gijonés Ignacio Suárez Llanos (1830 – Madrid, 1881), integró la Iconoteca Universitaria29. Hoy, donado por sus herederos, la Universidad cuenta con una réplica de aquél30. El magistrado DIEGO RODRÍGUEZ DE BAHAMONDE, marqués de Zafra, fue consejero de Instrucción Pública, rector de la Universidad Central de Madrid y de la ovetense entre 1860 y 1864. Continuó las reformas del inmueble, con la decoración del techo del paraninfo (alegorías de las facultades de Teología, Jurisprudencia y Filosofía) a cargo del pintor y tramoyista Benito Diana, y ordenó la colocación de varias inscripciones conmemorativas31. Hubo retrato suyo en la Iconoteca32. LEÓN SALMEÁN Y MANDAYO (Madrid, 1810 – Oviedo, 1893) se formó en Madrid, en la Dirección General de Minas, Museo de Ciencias Naturales, Jardín Botánico y Escuela de Farmacia. En
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1834 tomó posesión de la cátedra de Química en Oviedo, quedando, a partir de entonces, vinculado a su Universidad. Explicó asignaturas de Ciencias (Química, Física, Fisiología e Historia Natural) y dirigió el Jardín Botánico y el Observatorio Meteorológico de la Universidad. En 1860, en la capilla, experimentó en público con el péndulo de Foucault. Fue el primer decano de la Facultad de Ciencias (1858-1897; antes lo había sido de la de Filosofía, en 1851-1858), rector en tres ocasiones (1866-1867, 1868-1884 y 1886-1888) y vicerrector (1867-1868). Bajo su mandato se prosiguieron las obras de mejora y acondicionamiento del edificio, se incrementó considerablemente la Biblioteca y se recibió el depósito de cuadros del Museo Nacional de la Trinidad (1879), desgraciadamente perdido (salvo uno, que se conserva en la capilla) en la Revolución de Octubre de 1934. Dejó trabajos publicados, algunos en colaboración con su brillante alumno José Ramón Fernández Luanco33. La Universidad de Oviedo reconoció su abnegación colocando en 1894 el retrato de este Retrato desaparecido de León Pérez de Salmeán profesor (por el pintor Ramón Romea) en la y Mendayo. Siglo XIX. Iconoteca Universitaria Iconoteca, galería que el señor Salmeán había contribuido a formar a partir de 187434. J OSÉ RAMÓN F ERNÁNDEZ LUANCO Y RIEGO (Castropol, Asturias, 1825-1905) se formó en la Universidad de Oviedo y fue profesor auxiliar de León Salmeán en la asignatura de Química (entre 1849 y 1855). Regentó las cátedras de esta disciplina en las universidades de Sevilla (1855, de la que no tomó posesión) y Oviedo (1855-1860), de Matemáticas en Santiago (1860-1862), de Química Inorgánica y de Química y Física en Madrid y Zaragoza y, por último, de Química General en la Universidad de Barcelona, de la que llegaría a ser rector. Dejó publicada una importante producción científica y libros de texto, pero también le interesaron los estudios históricos y la investigación local del concejo de Castropol. Fue tutor y maestro del joven Marcelino Menéndez Pelayo (Santander, 1856-1912) en la Universidad de Barcelona, y uno de los grandes favorecedores de la Biblioteca de la Universidad de Oviedo, a la que legó toda su biblioteca de ciencias35. El geólogo e ingeniero alemán GUILLERMO SCHULZ (Kassel, Alemania, 1800 – Aranjuez, 1877), formado en la Universidad de Gotinga y al servicio de la Dirección General de Minas de España desde 1830, fue nombrado en 1833 inspector del distrito minero de Galicia y Asturias. A él se debe la organización, en 1854, de la Escuela de Capataces de Minas, Hornos y Máquinas de Mieres, fundada en 184936. Este centro, vinculado a la Universidad de Oviedo en 1971, fue el germen de la actual Escuela Universitaria de Ingenierías Técnicas. Entre sus trabajos científicos destacan la confección del Mapa
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topográfico de la provincia de Oviedo (Madrid, 1855) y la Descripción geológica de la provincia de Oviedo (Madrid, 1858), bases imprescindibles para el desarrollo de las actividades mineras e industriales que experimentó Asturias en la segunda mitad del siglo XIX. Su importancia para la historia de Asturias es coincidente con la del general de artillería FRANCISCO ANTONIO ELORZA Y AGUIRRE (Oñate, Guipúzcoa, 1798 – Madrid, 1873), director de la Fábrica Nacional de Cañones de Trubia (Oviedo) entre 1844 y 1863. Ambos individuos tuvieron retrato en la Iconoteca Asturiano-Universitaria37. El busto de Schulz, fundido en bronce en 1879 por modelo del escultor José Grajera y Herboso (1818-1897), se puede ver en las Escuelas de Ingeniería de Oviedo y Mieres. La mejor manifestación de aquella emprendedora, pujante y cosmopolita sociedad que fue Asturias a lo largo del último tercio del siglo XIX y principios del XX estuvo en la Universidad de Retrato desaparecido de Guillermo Schulz. Oviedo. En torno a ella se reunió un cualificado Siglo XIX. Iconoteca Universitaria número de profesores (la mayoría, formados en sus propias aulas y en Madrid) e intelectuales de variado signo que perfilaron uno de los momentos más estelares de la cultura regional. De ideología conservadora fueron los profesores Guillermo Estrada, Justo Álvarez Amandi, Víctor DíazOrdóñez y Rogelio Jove. GUILLERMO ESTRADA Y VILLAVERDE (Oviedo, 1834-1894), formado en la Universidad de Oviedo, fue desde 1861 catedrático de Disciplina Eclesiástica, vicerrector interino en 1884-1886 y decano de la Facultad de Derecho en el dicho intervalo. Tradicionalista significado, fue diputado por Asturias (1869 y 1871) y fundador del periódico carlista La Unidad (1868); al margen de su ideario católico y tradicionalista, su afabilidad y cultura le hicieron merecedor del respeto y cariño de sus colegas y alumnos, entre los que se encontraba Leopoldo Alas, quien le dedicó una reseña necrológica38. JUSTO ÁLVAREZ AMANDI (Oviedo, 18391919) se formó en la Universidad de Oviedo en Artes y Derecho, doctorándose en Filosofía y Letras. En 1876 ganó la cátedra de Literatura Latina y luego las de Metafísica y Lógica en la Universidad ovetense. Decano de la Facultad de Filosofía y Letras desde 1897, fue un asiduo columnista y publicista de temas históricos asturianos (La catedral de Oviedo: perfiles histórico-arqueológicos, Oviedo, 1882 y 1829, anotada) firmados con seudónimos, como el de J. de Urgel39.
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VÍCTOR DÍAZ-ORDÓÑEZ Y ESCANDÓN (Oviedo, 1848-1932) siguió estudios de Derecho Civil y Canónico en la Universidad de Oviedo, doctorándose en la Central de Madrid. En 1876 ganó la cátedra de Derecho Canónico que explicó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Oviedo hasta su jubilación. JOSÉ MARÍA ROGELIO JOVE Y SUÁREZ-BRAVO (Oviedo, 1851-1927) hizo la carrera de Derecho en la Universidad de Oviedo, licenciándose de Derecho Civil y Canónico en 1870. El doctorado lo obtuvo por la de Madrid, en 1874. Fundó en 1879 El Carbayón, de orientación clerical, el diario con mayor divulgación y tirada de toda la provincia, a cuyo frente estuvo veintidós años. En 1887 tomó posesión de la cátedra de Derecho Político y Administrativo en la Universidad de Oviedo y, pese a su ideología conservadora, colaboró en los cursos organizados por la Extensión Universitaria. A lo último, fue presidente de la Diputación Provincial de Asturias. Su estudio sobre los foros en Galicia y Asturias (Oviedo, 1876 y Madrid, 1883) es su trabajo más conocido. Entre los de ideología progresista se encuentran los del llamado “Grupo de Oviedo”: estuvo integrado por profesores vinculados a la Institución Libre de Enseñanza, intelectuales republicanos, regeneracionistas y krausistas, descontentos con el modelo de Estado que la Restauración había impuesto. Fue la aportación universitaria ovetense más significativa a la cultura del Noventa y Ocho. ADOLFO ÁLVAREZ-BUYLLA Y GONZÁLEZ-ALEGRE (Oviedo, 1850 – Madrid, 1927) estudió Derecho en Oviedo y se doctoró en la Universidad Central de Madrid, en la que también se licenció en Filosofía y Letras. Catedrático de Economía Política y Estadística por la Universidad de Valladolid en 1877, logró su inmediato traslado a la de Oviedo. Aquí fue decano de la Facultad de Derecho desde 1889 a 1903, fundador, junto a sus colegas Posada y Sela (vid.), de la aneja Escuela Práctica de Estudios Jurídicos y Sociales (1895), iniciador, con los mismos profesores, de la Colonia Escolar de Vacaciones de Salinas (1895) y uno de los sostenedores de la Extensión Universitaria a partir 1898, como cercano que era a la Institución Libre de Enseñanza y a la renovación pedagógica que esta supuso. En 1886 viajó por Europa con otros institucionistas (Francisco Giner, Manuel Bartolomé Cossío), llevando consigo a su alumno, Adolfo González Posada (vid.). En 1901 hizo, en nombre del claustro, la necrológica de Leopoldo Alas40. Álvarez-Buylla siempre se distinguió por sus anhelos de progreso y justicia social, y la promoción de la cultura entre el proletariado, siendo el más genuino exponente del denominado “socialismo de cátedra”. Por ello, a instancias de José Canalejas, marchó a Madrid en 1903, donde promovió la fundación del Instituto de Reformas Sociales; también presidió el Ateneo de Madrid y fue miembro de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Su producción literaria es muy abundante y continuada. ADOLFO GONZÁLEZ POSADA BIESCA (Oviedo, 1860 – Madrid, 1944) obtuvo la licenciatura en Derecho por la Universidad de Oviedo en 1878, doctorándose en Madrid en 1880. Allí amplió estudios en la Institución Libre de Enseñanza, fundada en 1876. En 1883 ganó la cátedra de Derecho Político de la Universidad de Oviedo, involucrándose en todas las empresas que el profesorado regeneracionista de esta Universidad llevó a cabo por entonces. Promovió, con Rafael Altamira (vid.), la publicación de los Anales de la Universidad de Oviedo (1.ª serie, 5 núms., 1901 a 1908-1910). Su vínculo afectivo y afinidad intelectual con Adolfo Álvarez-Buylla (vid.) le llevaron en 1903 a trasladarse con él a Madrid para organizar el Instituto de Reformas Sociales. Fue profesor de la Institución Libre de Enseñanza y catedrático en la Universidad Central hasta su jubilación en 1931, siendo uno de los primeros cultivadores de la sociología en nuestro país. Entre su abundante producción destaca La idea del Estado y la guerra europea (Madrid, 1915) y sendos Tratados de Derecho Administrativo y Político (Madrid, 1893). Fue amigo y
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biógrafo de Clarín (ed. póstuma: Oviedo, 1946). La Universidad guarda su retrato, pintado por Sócrates Quintana (1891-1984), y, en 1983, publicó los Fragmentos de mis memorias, hasta entonces inéditos. Otro de los profesores regeneracionistas de la Universidad de Oviedo fue ANICETO SELA SAMPIL (Santullano de Mieres, 1863 – Oviedo, 1935), que había cursado estudios de Derecho en Oviedo y doctorado por la Universidad Central de Madrid. Allí fue profesor de la Institución Libre de Enseñanza, pasando en 1888 a la Universidad de Valencia, de catedrático de Derecho Internacional Público y Privado. Trasladado a la de Oviedo en 1891, regentó esta misma cátedra hasta su jubilación académica en 1933. Fue rector en 1900, secretario de la Junta de Extensión Universitaria desde su fundación en 1898 hasta 1910 y redactor de las Memorias de los cursos 1898-1909 (Oviedo, 1910), y asiduo, junto a sus colegas Álvarez-Buylla y González Posada, de las Colonias de Verano que la Universidad organizaba en Salinas41. Fue Sela uno de los internacionalistas más destacados que ha dado el derecho español, como lo acreditan sus publicaciones (Manual de Derecho Internacional, Barcelona, 1911 y Madrid, 1932) y ediciones traducidas de autores alemanes y franceses. La Universidad conserva su retrato, pintado en 1945 por Paulino Vicente (Oviedo, 1900-1990), y donado por sus familiares42. MELQUÍADES ÁLVAREZ Y GONZÁLEZ (Gijón, 1864 – Madrid, 1936), alumno de la Facultad de Derecho, se graduó por la Universidad de Oviedo en 1883 y, en 1889, ganó la cátedra de Derecho Romano, entrando en contacto con el grupo de profesores regeneracionistas (Álvarez-Buylla, González Posada y, más tarde, Sela Sampil) pero, a diferencia de ellos, Melquíades Álvarez participó en la vida política activa a partir de 1898/1901, por el partido Unión Republicana de Nicolás Salmerón y Manuel Pedregal (vid.). Personaje controvertido y populista, encendido orador, fundó en 1912 el Partido Reformista, de corte republicano, pero que iría orientando de acuerdo con sus propios intereses. Así, en 1923, aceptó la presidencia de las Cortes y se opuso a la dictadura de Primo de Rivera. Con la Segunda República, fundó el Partido Liberal Demócrata, aunque ya con escasa influencia en la vida política española. Condenó públicamente la Revolución de Octubre de 1934 y, desde la presidencia de la Asociación de Antiguos Alumnos y Amigos de la Universidad de Oviedo, hizo un llamamiento para ayudar a su reconstrucción. Acusado de sedición, murió fusilado en la cárcel Modelo de Madrid. RAFAEL ALTAMIRA Y CREVEA (Alicante, 1866 – Méjico, 1951) estudió en la Universidad de Valencia (1886), doctorándose de Derecho, bajo la dirección de Gumersindo de Azcárate (1840-1917), por la Central de Madrid. Es ahora cuando Altamira inició su relación con individuos de la Institución Libre de Enseñanza (sobre todo, con Joaquín Costa), colaborando en el Museo Pedagógico Nacional y con su promotor, Manuel Bartolomé Cossío (1858-1935), un episodio trascendental en su formación intelectual. En 1897 ganó la cátedra de Historia del Derecho en la Universidad de Oviedo, de la que sería titular hasta su traslado a Madrid en 1912. La sintonía con los profesores del denominado “Grupo de Oviedo” fue inmediata, participando activamente en la Escuela Práctica de Estudios Jurídicos y Sociales y en las Colonias Escolares. Fue su Discurso de inauguración del curso académico de 1898-1899 (Misión de la Universidad en la obra presente…) de donde partió la idea de poner en marcha la Extensión Universitaria como herramienta pedagógica para la regeneración del país43. Y, juntamente con Adolfo González Posada, promovió la publicación de los Anales de la Universidad de Oviedo a partir de 1901 (1.ª serie: 5 vols. hasta 1910). Ya dio pruebas por entonces de su interés por la América Hispana y, así, en 19091910 realizó un viaje institucional por América, representando a la Universidad de Oviedo, que sirvió para profundizar las relaciones académicas entre las universidades de uno y otro lado del Atlántico. Se concretaba así el nacionalismo radical panhispanista de Altamira, una convicción derivada de su formación en el
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espíritu regeneracionista y de los intelectuales de la generación del Noventa y Ocho. Este viaje reportó a Altamira una gran popularidad y crédito intelectual en nuestro país. Asentado en Madrid, sus vínculos familiares con Asturias (se había casado en Oviedo, en 1899) no se vieron interrumpidos, pues, hasta 1834, fue asiduo veraneante en San Esteban de Pravia. Fue director general de Primera Enseñanza (19111913) y, a su cese, pasó a desempeñar la cátedra, recién creada, de Instituciones Políticas y Civiles de América en la Universidad Central. Su profesión de pacifista durante la Gran Guerra le llevó a ser designado por la Sociedad de Naciones para proyectar el Tribunal Permanente de Justicia Internacional (1920), siendo elegido juez permanente del Tribunal Internacional de La Haya en 1921 y renovado en 1930. Su jubilación académica le llegó en 1936; antes, en 1933, había sido propuesto para el Premio Nobel de Paz por el Comité Internacional para la Enseñanza de la Historia. Tras el estallido de la Guerra Civil en 1936, se exilió en La Haya hasta 1940, en que Holanda fue ocupada por Alemania, fijando entonces su residencia en Burdeos y Bayona (Francia), para, desde Lisboa, pasar a Méjico en 1944, donde fallecería. Su obra es muy abundante y variada; de ella entresacamos La enseñanza de la Historia (Madrid, 1891), Historia de la civilización española (Barcelona, 1902 y Madrid, 1925), Historia del Derecho español (Madrid, 1903), España-América. Intercambio intelectual universitario (Oviedo, 1910), Mi viaje a América (Madrid, 1911), Filosofía de la Historia y Teoría de la Civilización (Madrid, 1915), Manual de Historia de España (Madrid, 1934), Estudios sobre el Derecho Indiano (Buenos Aires, 1941) y Biografía intelectual y moral de Francisco Giner de los Ríos (México, 1955). Alumnos de este cualificado grupo de profesores institucionistas fueron Jesús Arias de Velasco, aunque de orientación política diferente, y Álvaro de Albornoz. JESÚS ARIAS DE VELASCO Y LUGIGO (Sama de Grado, Asturias, 1868 - Madrid, 1936) estudió Derecho en Oviedo, licenciándose en 1890. Se doctoró en Madrid (1892) y ejerció la abogacía en Oviedo a partir de entonces, con colaboraciones en la prensa y participación en las actividades de la Extensión Universitaria. Su carrera académica la inició en 1902, explicando Derecho Natural, la cátedra que había quedado vacante a la muerte de Clarín. Accedió a la cátedra en 1911, regentando las de Derecho Administrativo y Derecho Político, hasta 1931. Disfrutó una beca de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (1912-1913) que le permitió viajar por Europa y estudiar en la Universidad de Toulouse. Fue rector de la de Oviedo durante la Gran Guerra (1918-1923), renunciando a su cargo con la llegada de la dictadura del general Primo de Rivera. De ideología conservadora, acabó su vida profesional en Madrid como presidente de Sala del Tribunal Supremo. ÁLVARO DE ALBORNOZ Y LIMINIANA (Luarca, 1879 – Méjico, 1954) se licenció en Derecho por la Universidad de Oviedo en 1899 y en Madrid ahondó en el espíritu del regeneracionismo de los institucionistas que ya había conocido en las aulas ovetenses con Adolfo Álvarez-Buylla, Leopoldo Alas y Adolfo González Posada. Afiliado al Partido Socialista Obrero Español, ejerció la abogacía en Oviedo y participó en los cursos de la Extensión Universitaria a comienzos del siglo XX. Colaboró con el Partido Radical de Alejandro Lerroux, siendo diputado en 1910. Vivió desde entonces en Madrid. Represaliado durante la dictadura de Primo de Rivera, en 1929 fundó, junto con Marcelino Domingo, el Partido Republicano Radical Socialista, contribuyendo a la instauración de la Segunda República. En sucesivos gabinetes, fue ministro de Fomento, con el gobierno provisional, y de Justicia, con los de Manuel Azaña. Durante su despacho se promulgaron leyes tan importantes como la del Divorcio, la Reglamentación de Confesiones y Órdenes Religiosas, la supresión del presupuesto de las partidas destinadas al Culto y Clero, o la abolición de la pena de muerte. En 1933, fue nombrado presidente del Tribunal de Garantías
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Constitucionales, del que dimitió en 1934 con la llegada de la CEDA al gobierno. Embajador en Francia durante la Guerra Civil, pasó a presidir el Gobierno de la República en el exilio entre 1945 y 1947. Con la Extensión Universitaria (1898-1908) también estuvieron implicadas otras personalidades de la vida regional como RAFAEL ZAMORA Y PÉREZ DE URRÍA, marqués de Valero de Urría (París, h. 1861 – Oviedo, 1908), director de la Escuela de Artes y Oficios desde 1901, y primer presidente de la Sociedad Filarmónica de Oviedo (1907). LEOPOLDO GARCÍA ALAS Y UREÑA, CLARÍN (Zamora, 1852 – Oviedo, 1901), es, sin duda, el universitario ovetense más conocido y admirado de esta etapa. Retornado con su familia a Asturias en 1859, cursó en Oviedo todos sus estudios, licenciándose en Derecho por su Universidad en 1871. Hizo estudios de Filosofía y Letras en Madrid, donde tuvo de profesores a lo más granado de la intelectualidad española del momento: Emilio Castelar, Nicolás Salmerón, Gumersindo de Azcárate, Rafael María de Labra (significados republicanos y krausistas), o al jesuita Julio Cejador; y los de doctorado, con Francisco Giner de los Ríos, recibiendo el título de doctor en 1878 con la tesis El Derecho y la moralidad, publicada en Madrid ese mismo año. Por aquel entonces, Leopoldo Alas ya era un columnista famoso en la prensa madrileña, usando el seudónimo Clarín desde 1875. De este periodo madrileño son “Paliques” (publicados a partir de 1880 en el semanario Madrid cómico) y “Solos de Clarín” (Madrid, 1881), artículos de crítica literaria muy sagaces y valorados. Es entonces cuando se manifiesta su vocación literaria, que caracterizaría ya toda su vida, en contacto con Benito Pérez Galdós, Juan Varela y José María de Pereda, o los escritores asturianos Armando Palacio Valdés y Ramón de Campoamor. En 1882 ganó la cátedra de Economía Política y Estadística de la Universidad de Zaragoza, donde residirá todo el año académico. En 1883 obtuvo el traslado a la de Oviedo, explicando la cátedra de Derecho Romano. Dos años más tarde, publicó La Regenta (Barcelona, 1885), la novela que hizo inmortal su memoria y que colocó a Vetusta (Oviedo) en la constelación de las ciudades literarias. En 1888 pasó a desempeñar la cátedra de Derecho Natural, que regentaría hasta su fallecimiento. De 1891 es Su único hijo (Madrid). Entre tanto, había publicado cuentos y relatos cortos que después formaron volúmenes (Pipá, Madrid, 1886; Doña Berta, Madrid, 1892; El Señor y lo demás son cuentos, Retrato desaparecido de Leopoldo Alas “Clarín”. Madrid, 1893; Cuentos morales, Madrid, 1896; El Siglo XX. Iconoteca Universitaria gallo de Sócrates, póstumo, Madrid, 1901).
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Salvo su breve paso por el Ayuntamiento de Oviedo en 1887 como concejal por el Partido Republicano de su maestro y amigo Emilio Castelar, Leopoldo Alas no tuvo gran significación en la vida política. Republicano y patriota convencido, anticlerical pero no antirreligioso, fue crítico con el modelo político y social de la Restauración y el caciquismo que esta había impuesto. Intelectual del regeneracionismo, participó del ideario de los institucionistas (como alumno que había sido de Giner de los Ríos) y, de hecho, mientras vivió, colaboró activamente con sus colegas del claustro ovetense en la Extensión Universitaria. Pero era admirador, al mismo tiempo, de Marcelino Menéndez Pelayo (Santander, 18561912), por la alta estima que Clarín tenía de los intelectuales y del papel que los profesores debían ejercer en la tan ansiada reforma social. Retratado póstumamente en 1901 por Juan Martínez Abades (1862-1920) para la Iconoteca Universitaria, la Universidad conserva el boceto del busto de aquel cuadro destruido en 193444. Su elogio fúnebre (Necrología y significación de Leopoldo Alas), a cargo del decano de la Facultad de Derecho, Adolfo Álvarez Buylla, íntimo del difunto, fue el discurso inaugural del curso académico 1901-1902 en la Universidad de Oviedo. Alumno de Clarín fue Pérez de Ayala, otro literato asturiano de proyección internacional. RAMÓN PÉREZ DE AYALA (Oviedo, 1880 – Madrid, 1962) siguió los estudios de Derecho en la Universidad de Oviedo, teniendo como profesores a toda aquella promoción de intelectuales regeneracionista que, alrededor de 1900, dio lustre al claustro ovetense. La mayor influencia la recibió de Clarín, a quien dedicó uno de sus primeros artículos: “El Maestro”. Estuvo en Londres y, en 1902, fijó su residencia en Madrid. Allí entró en los cenáculos de la cultura literaria y artística de la capital, cultivó la poesía modernista (influido por Rubén Darío) y el teatro, dando a la imprenta su primera novela, Tinieblas en las cumbres (1907), a la que seguirá A. M. D. G. (1910), ambas de corte autobiográfico, que le convirtieron en un escritor famoso y polémico. Becado en 1911-1912 por la Junta para la Ampliación de Estudios, conoció Italia y Alemania, acrecentando su cultura y cosmopolitismo, y ahondando también en su interés por las artes y la estética. Tras la Primera Guerra Mundial, de nuevo es pensionado: en esta ocasión viajó a los Estados Unidos de Norteamérica (1919). Los años veinte son los más fecundos en su activad literaria: Belarmino y Apolonio (1921), Tigre Juan (1926, Premio Nacional de Literatura) y El curandero de su honra (1926), novelas de corte intelectual, pero siempre con el trasfondo ambiental de Pilares, nombre literario de la ciudad que le vio nacer. Militó en el Partido Reformista de Melquíades Álvarez (vid.) y fue un republicano convencido, formando en 1930, junto con Gregorio Marañón y José Ortega y Gasset, el grupo “Al Servicio de la República”. El gobierno provisional de la Segunda República le nombró director del Museo del Prado en 1931, pero no llegó a desempeñarlo ya que de inmediato fue promovido de embajador a Londres, hasta 1936. Con el estallido de la Guerra Civil, inició su peregrinar por el exilio: París, Lima y Buenos Aires, a donde llegó en 1943. Estuvo en España en 1949 para ser recibido de académico de la Lengua, volviendo a Argentina. Su regreso definitivo a España se produjo a finales de 1954. También hubo entonces una parte del profesorado que se distinguió por su dedicación intelectual a la cultura e historia de Asturias, los asturianistas, agrupada desde 1881 en lo que ellos mismos denominaron “La Quintana”. MÁXIMO F UERTES ACEVEDO (Oviedo, 1832 – Madrid, 1890), catedrático de Instituto en la disciplina de Ciencias Naturales, se formó en la Universidad de Oviedo y Central de Madrid en 1856. Comenzó de profesor ayudante en la Universidad de Oviedo asistiendo al catedrático León Salmeán (vid.) en el establecimiento del Gabinete de Ciencias Naturales y del Observatorio Meteorológico de la
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Universidad entre 1857 y 1865. A partir de entonces su actividad académica la desarrollaría en institutos de Enseñanza Secundaria (Santander, Figueras, Gerona, y Badajoz), ya que la muerte le impidió tomar posesión de una cátedra en la Universidad de Granada. Su producción es abundante, continuadora de la labor enciclopédica asturianista iniciada a finales del siglo XVIII por el canónigo Carlos Benito González de Posada (vid.) y Jovellanos (vid). Su obra más conocida es el Bosquejo acerca del estado que alcanzó en todas épocas la literatura en Asturias (Badajoz, 1885), un completo y utilísimo repertorio bibliográfico de autores asturianos. En el terreno científico destaca su Catálogo descriptivo de las sustancias así metálicas como lapídeas de la provincia de Asturias (Oviedo, 1884). FÉLIX PÍO DE ARAMBURU Y ZULOAGA (Oviedo, 1848 – Madrid, 1913) se licenció en ambos Derechos por la Universidad de Oviedo en 1869, doctorándose al año siguiente por la Central de Madrid. Entró de inmediato como profesor auxiliar en la Universidad de Oviedo y, en 1876, ganó la cátedra de Historia y Elementos del Derecho Romano; luego explicaría las de Derecho Mercantil (1881) y Penal (1884). Fue rector entre 1888 y 1905, y previamente vicerrector en 1886-1888 y decano de la Facultad de Derecho (1886-1889). Bajo su gobierno se pusieron en marcha iniciativas tan importantes como la Escuela Práctica de Estudios Jurídicos y Sociales (1895), las Colonias Escolares (1895), la Extensión Universitaria (1898), las Clases Populares (1901) y se dio comienzo a la edición de los Anales de la Universidad de Oviedo (1901), todas ellas inspiradas por el grupo de profesores institucionista (Álvarez-Buylla, Sela Sampil, González Posada y Altamira), pero en las que colaboró gran parte (al menos, la más cualificada) del claustro ovetense. También vio la luz, en 1904, la segunda edición, reformada y ampliada, de la Historia de la Universidad de Oviedo de Fermín Canella (vid.). Asimismo, en 1894, Félix Aramburu encabezó la iniciativa del claustro de erigir un monumento estatuario al fundador de la Universidad en el patio de las Escuelas45, idea que se materializaría más adelante, en el marco de la conmemoración del Tercer Centenario de la fundación de la Universidad, por el escultor ovetense Cipriano Folgueras y Doiztúa (1863-1911). En 1905 pasó a residir en Madrid, donde desempeñó la cátedra de Derecho Penal y Antropología Criminal en la Universidad Central. Por último, en 1910 fue nombrado magistrado del Tribunal Supremo. En su primera etapa, fundó y dirigió la segunda época de la Revista de Asturias en 1877 que, hasta 1882, fue la tribuna más cualificada de los estudios científicos y literarios sobre Asturias. Su Monografía de Asturias (Oviedo, 1899) sella el compromiso con su tierra. Félix Aramburu también fue reputado como criminalista, al día de las corrientes europeas, como demostró en La nueva ciencia penal (Madrid, 1887) y La actual orientación del Derecho Penal y de la lucha contra el delito (Madrid, 1910). El retrato que la Universidad tiene de Félix Aramburu fue pintado por César González Pola en 1944. FERMÍN CANELLA Y SECADES (Oviedo, 1849-1924) hizo toda su carrera en su ciudad natal: licenciado en Leyes en 1869, obtuvo el doctorado en Derecho en 1871. Profesor auxiliar, en 1876, ganó la cátedra de Derecho Civil. Fue vicerrector con León Salmeán (1882-1884) y Félix Aramburu en 18941905, y rector desde 1906 a 1914 (en que hubo de renunciar), coincidiendo su mandato con la conmemoración del Tercer Centenario de la fundación de la Universidad de Oviedo. Persona afable y muy popular en su tiempo, también fue un pedagogo hábil y ameno, que llegó a intervenir en las actividades de la Extensión Universitaria, promovidas por sus colegas de orientación institucionista (Álvarez-Buylla, González Posada, Sela Sampil y Altamira). Su padre, BENITO CANELLA MEANA (Soto, Sobrescobio, 1809 – Oviedo, 1882) fue catedrático y secretario de la Universidad y autor del primer trabajo histórico sobre la Universidad ovetense (Memoria acerca del estado de la enseñanza en la Universidad de Oviedo,… precedidos de reseñas históricas, Oviedo, 1861). Esta circunstancia permitió a Fermín Canella acometer con
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gran ventaja y conocimiento de causa la elaboración de su monumental Historia de la Universidad de Oviedo (Oviedo, 1873), cuya segunda edición, reformada y ampliada (Oviedo, 1904), es, por así decir, el archivo de la memoria de la Universidad de Oviedo, ya que el suyo fue destruido el 13 de octubre de 1934. Fue además el verdadero impulsor, a partir de 1874, de la Iconoteca Asturiano-Universitaria, una galería de retratos que reunió algunas de las personalidades más relevantes de la historia reciente de Asturias y de su Universidad. Asimismo, bajo su rectorado se hizo el monumento conmemorativo del arzobispo Valdés Salas (1908) y se amplió y acondicionó el recinto de la Biblioteca en 1912-1915, establecimiento a cuyo enriquecimiento también contribuyó en 1880, 1881 y por legado testamentario46. La trascendencia académica de Canella quedó aminorada por su ingente actividad publicista sobre temas asturianos, siendo uno de los alentadores más entusiastas de un regionalismo científico que tuvo en el movimiento cultural asturianista “La Quintana” su máxima expresión. En este sentido se inscriben sus abundantes colaboraciones en la prensa y títulos como Cartafueyos d’Asturies (Oviedo, 1886), el Libro de Oviedo (1887), la reedición de las Poesías selectas en dialecto asturiano (Oviedo, 1887), Historia de Llanes y su concejo (1896), Representación asturiana administrativa y política (1915) y De Covadonga (1918). Con el médico e industrial asturiano Octavio Bellmunt y Traver (1845-1910) puso en marcha la magna empresa editorial Asturias, obra enciclopédica en tres volúmenes bellamente ilustrados (Gijón, 18951900), con estudios de los distintos concejos de la provincia. También hizo abundantes reseñas biográficas de personalidades asturianas de los siglos XVII, XVIII y XIX. Fue además cronista de la ciudad de Oviedo y de la provincia. Su retrato, pintado hacia 1941 a partir de fotografías por Nicanor Piñole (1878-1978), ocupa un lugar preferente en el aula magna de la Universidad47. Fuera de la Universidad quedaron otros miembros de “La Quintana” asturianista, que también fue el cauce de actuación para los estudios científicos regionales al margen de la vía académica y oficial: entre ellos, el genealogista, anticuario y epigrafista CIRIACO MIGUEL VIGIL Y SUÁREZ BRAVO (Oviedo, 18191903) o el historiador y estudioso jovellanista JULIO SOMOZA DE MONTSORIU Y GARCÍA-SALA (Gijón, 1848-1940), cronista oficial de la provincia tras la muerte de Fermín Canella en 1924, y bienhechor de la Universidad, a la que en 1924 cedió toda su grande, selecta y rara biblioteca, y que la calamidad no le impidió ver cómo era devorada por las llamas el sábado, 13 de octubre de 193448.
Benefactores Entre los benefactores de la Universidad ovetense en este periodo, sin duda que el indiano, asentado en Cuba, ANSELMO GONZÁLEZ DEL VALLE Y FERNÁNDEZ ROCES († Oviedo, 1876) merece un recuerdo especial. Subvino el déficit presupuestario de la entidad en 1865 y 1866 y, en 1874, donó cinco mil pesetas que sirvieron, a partes iguales, para dotar su Biblioteca y dar inicio a la colección de retratos de personalidades ilustres de la Universidad y de la provincia: la Iconoteca Asturiano-Universitaria. La Universidad honró a su bienhechor al incluir su imagen, pintada por José Robles (1843-1911), en esta galería49. Hijo suyo fue ANSELMO GONZÁLEZ DEL VALLE Y GONZÁLEZ-CARVAJAL (La Habana, 1852 – Oviedo, 1911), que estudió en Oviedo y se licenció en Derecho por su Universidad en 1872. Fue un reputado pianista y compositor de inspiración nacionalista, por su estudio del folklore; viajero, coleccionista de pintura y bibliófilo, fue, asimismo, uno de los fundadores y presidente de honor vitalicio de la
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Sociedad Filarmónica Ovetense. Su hermano, Emilio Martín (La Habana, 1853 – Córdoba, 1911), primer marqués de la Vega de Anzo (desde 1889), también formalizó los estudios superiores en la misma Universidad, siendo condiscípulo y amigo de Leopoldo Alas, por la que se doctoró en Leyes en 1874. FAUSTINO GARCÍA ROEL (Ceceda, Nava, Asturias, 1821 – Madrid, 1895) cursó estudios de Latinidad y Filosofía en la Universidad ovetense, y siguió los de Medicina en el Colegio de Cirugía de San Carlos, de Madrid. Ejerció su profesión en Oviedo, tanto de modo privado como en centros oficiales y de beneficencia, distinguiéndose por su filantropía. También se dedicó a la investigación y divulgación de temas médicos, destacando su Etiología de la pelagra (Madrid, 1880), trabajo galardonado por la Academia de Medicina de Madrid. Dejó a la Universidad de Oviedo, por disposición testamentaria, su biblioteca50.
Bibliografía ALVARADO ALBÓ, Francisco, Crónica del III Centenario de la Universidad (1608-1908), Barcelona, Oliva de Vilanova, impresor, 1925. ASÍN VERGARA, Rafael, Rafael Altamira (1866-1951), Alicante, Instituto de Estudios “Juan Gil-Albert” - Diputación Provincial de Alicante, 1987. BARÓN THAIDIGSMANN, Francisco Javier, Ramón Romea y Ezquerra (1830-1907), Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias, 1989. – (comisario), Clarín y su tiempo. Exposición conmemorativa del centenario de la muerte de Leopoldo Alas (1901-1001), Oviedo, 2001. CAMPO SANTOS, María Teresa del; QUIJADA ESPINA, Ana y VÁZQUEZ-CANÓNICO COSTALES, Sara, Patrimonio artístico de la Universidad, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1990. CANELLA SECADES, Fermín, Donativo de cinco mil pesetas del Excmo. Sr. D. Anselmo G. del Valle a la Universidad Literaria de Oviedo, Oviedo, MDCCCLXXVI [1876]. – Iconoteca Asturiano-Universitaria, Oviedo, 1879 (artículos publicados en La Revista de Asturias, núms. 19 y 20, Oviedo, 15 y 25 de julio de 1879). – La Iconoteca Asturiano-Universitaria. Discurso leído en la solemne apertura del curso académico de 1886 á 1887, por el doctor d.…, Oviedo, Universidad Literaria de Oviedo, 1886. – El libro de Oviedo. Guía de la ciudad y su concejo, Imprenta de Vicente Brid, Oviedo, 1887 (hay diferentes reeds. facsimilares modernas). – Historia de la Universidad de Oviedo y noticias de los establecimientos de enseñanza de su distrito, (2.ª ed. reformada y ampliada), Oviedo, Imprenta de Flórez, Gusano y Compañía, 1903-1904 (hay reed. facsimilar, con un “Prólogo” de Santiago Melón Fernández: Oviedo, Universidad de Oviedo, 1985). F UERTES ACEVEDO, Máximo, Bosquejo acerca del estado que alcanzó en todas épocas la literatura en Asturias, seguido de una extensa bibliografía de los escritores asturianos, Badajoz, 1885. Gran Enciclopedia Asturiana, Gijón, 1970-1996, 20 vols. MARCOS VALLAURE, Emilio, Personajes asturianos. Retratos para la historia (1750-1936), Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias, 1988.
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– “Catálogo”, en Francisco CRABIFFOSSE CUESTA y Emilio MARCOS VALLAURE, Alejandro Mon: hacienda y política en la España isabelina, Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias, 2003. MELÓN FERNÁNDEZ, Santiago, Un capítulo en la historia de la Universidad de Oviedo (1883-1910), Oviedo, IDEA, 1963. QUIJADA ESPINA, Ana; RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, Ramón y VÁZQUEZ-CANÓNICO COSTALES, Sara, Bienes Culturales de la Universidad de Oviedo, Oviedo, 2004. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, Ramón, La Biblioteca de la Universidad de Oviedo (1765-1934), Oviedo, Universidad de Oviedo, 1993. SELA SAMPIL, Luis, “La Universidad”, en E. ALARCOS LLORACH y otros, El libro de Oviedo, Oviedo, Ediciones Naranco, S. A., 1974, pp. 226-257. SOMOZA, Julio, Catálogo de manuscritos e impresos notables del Instituto de Jove-Llanos de Gijón, Oviedo, 1883. – Registro asturiano de obras, libros, folletos, hojas, mapas, y ediciones varias, etc., Oviedo, Centro de Estudios Asturianos, 1927. SUÁREZ, Constantino, Españolito, Escritores y artistas asturianos. Índice bio-bibliográfico, 7 vols., Madrid, 1936, y Oviedo, 1955-1959.
Notas 1. F. CANELLA SECADES, Historia de la Universidad de Oviedo y noticias de los establecimientos de enseñanza de su distrito, (2ª ed. reformada y ampliada), Oviedo, Imprenta de Flórez, Gusano y Compañía, 1903-1904 (hay reed. facsimilar, con un “Prólogo” de Santiago Melón Fernández: Oviedo, Universidad de Oviedo, 1985), pp. 168 y 772-773. 2. F. CANELLA SECADES, La Iconoteca Asturiano-Universitaria. Discurso leído en la solemne apertura del curso académico de 1886 á 1887, por el doctor d.…, Oviedo, Universidad Literaria de Oviedo, 1886, p. 33; E. MARCOS VALLAURE, Personajes asturianos. Retratos para la historia (1750-1936), Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias, 1988, cat. 19, p. 60. 3. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 168, 240 y 748. 4. F. CANELLA SECADES, La Iconoteca…, pp. 33-34; E. MARCOS VALLAURE, Op. cit., cat. 20, pp. 64-65; F. J. BARÓN THAIDIGSMANN, Ramón Romea y Ezquerra (1830-1907), Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias, 1989, pp. 13-14. 5. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 231, 240, nota 2, y 749. 6. F. CANELLA SECADES, La Iconoteca…, pp. 21-22; E. MARCOS VALLAURE, Op. cit., cat. 16, pp. 54-55; F. J. BARÓN THAIDIGSMANN, Op. cit., pp. 13 y 15. 7. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 231, 239, 240-242 y 732-733. 8. E. MARCOS VALLAURE, Op. cit., cat. 18, pp. 58-59; F. J. BARÓN THAIDIGSMANN, Op. cit., pp. 13-14. 9. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 239-240, 769, nota, y 765; F. CRABIFFOSSE CUESTA y E. MARCOS VALLAURE, Alejandro Mon: hacienda y política en la España isabelina, Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias, 2003. 10. F. CANELLA SECADES, La Iconoteca…, pp. 24-26; E. MARCOS VALLAURE, Op. cit., cat. 29, pp. 86-87, y “Catálogo”, en F. CRABIFFOSSE CUESTA y E. MARCOS VALLAURE, Op. cit., cat. 47, p. 33. 11. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 175, 189-190, 239-240, 243, 307, 360 y 767-769; F. CRABIFFOSSE CUESTA y E. MARCOS VALLAURE, Op. cit., cat. 53, pp. 36-40. 12. F. CANELLA SECADES, La Iconoteca…, pp. 23-24; J. BARÓN THAIDIGSMANN, Op. cit., p. 13. 13. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, p. 769, nota. 14. Ibídem, pp. 183, 190, 238, 240, 250, 386, 563, 575, nota 1, y 770.
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15. F. CANELLA SECADES, La Iconoteca…, pp. 26-27, E. MARCOS VALLAURE, Personajes…, cat. 31, pp. 90-91. 16. F. CANELLA SECADES, Iconoteca Asturiano-Universitaria, Oviedo, 1879 (artículos publicados en La Revista de Asturias, núms. 19 y 20, Oviedo, 15 y 25 de julio de 1879), p. 14, La Iconoteca…, pp. 41-42, e Historia…, 1904, p. 778. 17. F. CANELLA SECADES, La Iconoteca…, pp. 36-37; E. MARCOS VALLAURE, Personajes…, cat. 27, pp. 82-83. 18. F. CANELLA SECADES, Iconoteca…, p. 14, y La Iconoteca…, pp. 44-46; E. MARCOS VALLAURE, “Catálogo”, cat. 206, pp. 142-143. 19. F. CANELLA SECADES, Iconoteca…, p. 14; E. MARCOS VALLAURE, Personajes…, cat. 36, pp. 100-101. 20. F. CANELLA SECADES, La Iconoteca…, p. 232, nota; E. MARCOS VALLAURE, “Catálogo”, cat. 207, pp. 143-144. 21. F. CANELLA SECADES, Ibídem, pp. 28-29; F. J. BARÓN THAIDIGSMANN, Op. cit., p. 13. 22. F. CRABIFFOSSE CUESTA y E. MARCOS VALLAURE, Op. cit., pp. LXXV-LXXXI. 23. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 182-183, 216, 220, 239, 277, 307, 546, 678 y 762; R. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, La Biblioteca de la Universidad de Oviedo (1765-1934), Oviedo, Universidad de Oviedo, 1993, pp. 212, 341 y 359. 24. F. CANELLA SECADES, Iconoteca…, p. 30, La Iconoteca…, pp. 51-52, e Historia…, 1904, p. 282; E. MARCOS VALLAURE, “Catálogo”, cat. 201, pp. 136-137. 25. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 172, 190 y 780. 26. E. MARCOS VALLAURE, “Catálogo”, cat. 204, pp. 141-141. 27. R. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, Op. cit., pp. 182. 28. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 187, 222, 235, 238, 276-277, 546, 678-679, 681, 682 y 730; A. QUIJADA ESPINA, R. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ y S. VÁZQUEZ-CANÓNICO COSTALES, Bienes culturales de la Universidad de Oviedo, Oviedo, Universidad de Oviedo, 2004, pp. 37-38. 29. F. CANELLA SECADES, Iconoteca…, cit., p. 30, y La Iconoteca…, cit., p. 52; E. MARCOS VALLAURE, “Catálogo”, cat. 227, p. 161. 30. M. T. DEL CAMPO SANTOS, A. QUIJADA ESPINA y S. VÁZQUEZ-CANÓNICO COSTALES, Patrimonio artístico de la Universidad, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1990, pp. 66-67; A. QUIJADA ESPINA, R. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ y S. VÁZQUEZCANÓNICO COSTALES, Op. cit., p. 76. 31. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 235, 246, 277, 679 y 773. 32. F. CANELLA SECADES, Iconoteca…, p. 30, y La Iconoteca…, p. 52. 33. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pássim. 34. F. CANELLA SECADES, Iconoteca…, y La Iconoteca…; F. J. BARÓN THAIDIGSMANN, Op. cit.,, pp. 13-14. 35. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 194, 216, 471, nota, y 760; Gran Enciclopedia Asturiana, t. VI, Gijón, 1970, pp. 275-276; R. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, Op. cit., pp. 133-135 y 186-187. 36. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 582-583. 37. F. CANELLA SECADES, Iconoteca…, pp. 14-15, y La Iconoteca…, pp. 49-50. 38. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 244, 264, 266, 681, 682 y 746. 39. Ibídem, pp. 265, 322, 681 y 733; Gran Enciclopedia…, t. I, Gijón, 1970, pp. 143-144. 40. F. CANELLA SECADES, Historia..., 1904, pp. 256, 257-262, 682 y 730. 41. Ibídem, pp. 248-249, 251, 256-260, 283 y 778. 42. M. T. DEL CAMPO SANTOS, A. QUIJADA ESPINA y S. VÁZQUEZ-CANÓNICO COSTALES, Op. cit., pp. 94-95; A. QUIJADA ESPINA y S. VÁZQUEZ-CANÓNICO COSTALES, Op. cit., p. 76. 43. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 258-260 y 266. 44. Ibídem, p. 245; E. MARCOS VALLAURE, Personajes…, cat. 46, pp. 120-121; F. J. BARÓN THAIDIGSMANN (comisario), Clarín y su tiempo. Exposición conmemorativa del centenario de la muerte de Leopoldo Alas (1901-1001), Oviedo, 2001, cats. 22 y 23, pp. 156 y 302-303. 45. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 246-247. 46. R. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, Op. cit., pp. 364-375 y 182-183, resp. 47. E. MARCOS VALLAURE, Personajes…, cat. 45, pp. 118-119; M. T. DEL CAMPO SANTOS, A. QUIJADA ESPINA y S. VÁZQUEZ-CANÓNICO COSTALES, Op. cit., pp. 86-87. 48. R. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, Op. cit., p. 220. 49. F. CANELLA SECADES, Donativo de cinco mil pesetas del Excmo. Sr. D. Anselmo G. del Valle a la Universidad Literaria de Oviedo, Oviedo, MDCCCLXXVI [1876], Iconoteca…, pp. 11, 15-16, nota 1, La Iconoteca…, p. 51, e Historia…, 1904, pp. 271, nota 1, 282, 547-548 y 755; R. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, Op. cit., pp. 166, 171, 207, 210, 346 y 418. 50. F. CANELLA SECADES, Historia…, 1904, pp. 548 y 555; R. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, Op. cit., pp. 186, 214 y 362.
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LAS ENSEÑANZAS CIENTÍFICAS EN LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO EN EL SIGLO XIX. FECHAS CLAVE EN EL DESARROLLO DE LAS CIENCIAS EN LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO TOMÁS EMILIO DÍAZ GONZÁLEZ Universidad de Oviedo
Introducción A modo de pinceladas utilizamos los hitos o fechas que en el siglo XIX marcaron los aconteceres más importantes en el despegue de las Ciencias en la Universidad de Oviedo, para tratar de configurar una imagen de aquellos tiempos. En ella juegan un papel primordial tanto los centros o instituciones como los personajes que dieron vida a estos hechos, aunque somos conscientes de que la relación de los mismos no puede ser exhaustiva para no obviar los fines sintéticos de esta aproximación crono-histórica. Obras más profundas y densas sobre la historia de la Universidad de Oviedo han aparecido a lo largo del tiempo constituyendo las fuentes en las que hemos saciado nuestra sed de conocimientos y nos ha servido para poder hilvanar esta pequeña aportación al cuatrocientos aniversario de nuestra institución académica. De entre las de carácter general, cabe destacar las de Canella Secades (1873), Alvarado Albó (1925), Sela Sempil (1974), LL. X. Álvarez (1978) y Melón Fernández (1998), mientras que otras relatan los aconteceres y vicisitudes de los estudios de Ciencias en la Universidad ovetense, entre las que debemos citar las de Rodríguez Pire (1943), Martínez Álvarez & Lastra López (1978), Arribas Jimeno (1984), Martínez Álvarez & Ordaz (1984), Ordaz & Truyols (2004) y Gutiérrez Claverol & Rodríguez Terente (2005). Este bosquejo histórico finaliza con los albores del siglo XX y únicamente nos adentramos en él para dejar constancia de aquellos personajes que dejaron una marcada huella en el devenir de la Ciencias durante el primer tercio de dicho siglo, como son los casos de José Rioja y Martín, Arturo Pérez Martín, Francisco de las Barras de Aragón, Benito Álvarez-Buylla y Lozana, Carlos del Fresno y Pérez del Villar o Enrique de Eguren y Bengoa.
1836: Se inicia el germen de lo que diez años más tarde serán las secciones de Ciencias Físico-Matemáticas y Ciencias Naturales El claustro de la Universidad de Oviedo, al amparo del Plan General de Estudios reformistas del 1836 y con la colaboración de la Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias, toma la decisión de promover el desarrollo de las Matemáticas y de la Física. Con tal fin, una comisión mixta Universidad-
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Sociedad Económica decide trasladar algunas cátedras de la Sociedad (las de Química y Matemáticas, entre otras) al edificio universitario, quedando encuadradas en la Facultad de Artes. Cabe mencionar que entre los catedráticos que hicieron este traslado estaban Posada Herrera (Matemáticas) y León Salmeán y Mandayo (Física y Química).
1845: Creación de la Sección de Ciencias de la Facultad de Filosofía Al iniciarse el segundo mandato de Pablo Mata Vigil como rector de la Universidad de Oviedo, que ya había contribuido a la creación de la secciones de Ciencias en su anterior mandato iniciado en 1836, y conocido en el mundo de la política por haber sido ministro de Gracia y Justicia en 1937, Senador (18431844) y senador vitalicio en la legislatura de 1849-1850, se promulga la ley de 1845 del ministro Pedro José Pidal (conocida como “plan Pidal”, la cual contribuyo notablemente a la reforma de las universidades españolas), que dio carta de naturaleza académica a los estudios de Ciencias, agrupándolos en una Sección independiente de la Facultad de Filosofía. En la inmediata reforma de Pastor Díaz, la Sección de Ciencias de la Facultad de Filosofía se desdobló en dos: Sección de Ciencias Físico-matemáticas y Sección de Ciencias Naturales. Ilustre Profesor de esta primera fase de la Sección de Ciencias fue León Pérez de Salmeán y Mandayo (1810-1893) (Figura 1), inicialmente titular de la cátedra de Física y Química de la Sociedad de Amigos del País, e impulsor de los estudios científicos en Asturias, bajo cuyo estímulo se creó el Gabinete de Historia Natural. Aunque nacido en Madrid, se le considera asturiano por su dedicación a los problemas de esta tierra y por residir de forma habitual y durante más de sesenta años en Oviedo. Además de químico, físico y farmacéutico, cursó estudios de Ciencias Naturales en la Dirección de Minas, y colaboró estrechamente en el desarrollo del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, Figura 1. León Pérez de Salmeán y Mendayo (1810Conservatorio de Artes y Jardín Botánico, siendo 1893), químico, físico y farmacéutico, catedrático de director de la primera fábrica de productos químiUniversidad y personaje central sobre el que gravitó el cos establecida en Madrid. En 1831 fue nombradesarrollo de las Ciencias en la Universidad de Oviedo do catedrático de Química Aplicada a las Artes y a lo largo del siglo XIX. [Ilustración procedente de tres años más tarde (1834) catedrático de la Martínez & Lastra, 1978: retrato que había en la Universidad de Oviedo, explicando, entre otras Universidad, destruido en el incendio de 1934]. materias, química general, física experimental,
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Plan Pidal. 1845. Universidad de Oviedo
historia natural y fisiología, siendo nombrado catedrático de Historia Natural de la Universidad de Oviedo en 1848. Más tarde volvió a la cátedra de Física. También fue catedrático de Historia Natural en el Instituto de Enseñanza Media (nombrado en comisión entre 1867 y 1875) y de la Escuela de Obreros sostenida por la Sociedad Económica de Amigos del País. Desarrolló una amplia labor experimental que tuvo una gran difusión en los medios científicos, pero sin duda su gran obra fue la creación del Observatorio Meteorológico de la Universidad de Oviedo para el que se construyó la actual torre del edificio de la calle de San Francisco, en el que realizó muchos trabajos científicos, así como observaciones meteorológicas que facilitaba a la prensa. La mayoría de profesores de esta época tuvieron una fugaz estancia en la Universidad de Oviedo, alcanzando fama y reconocimiento en otras universidades y centros de investigación, como son los casos de Ildefonso Zubía e Icazuriaga, Amalio Maestre e Ibáñez y Juan Vilanova y Piera. Ildefonso Zubía e Icazuriaga (1819-1891). Natural de Logroño, obtuvo la licenciatura de Farmacia en la Universidad de Madrid, siendo nombrado ayudante honorífico de la cátedra de Química en dicha
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Universidad y alcanzado el grado de doctor en Farmacia a los 24 años. De regreso a Logroño fue nombrado catedrático de Historia Natural del Instituto de Segunda Enseñanza, ya que dicha materia científica acababa de ser introducida en los planes de instrucción pública de 1836, y era habitual que la impartieran farmacéuticos, porque sólo estos y los médicos la cursaban en la carrera. A los 28 años (en 1847) y con Mariano Graells (otro famoso naturalista riojano) como miembro del tribunal de oposición, el Dr. Zubia consiguió la cátedra de Historia Natural en la Universidad Literaria de Oviedo; a la misma optaron ocho licenciados y al renunciar el que había conseguido el primer puesto, Zubía, que había obtenido el segundo lugar, tomó posesión de la misma. Su estancia en Oviedo fue realmente fugaz, ya que apenas duró un mes, aunque juntamente con la cátedra, en este breve periodo desempeño el cargo de director del Jardín Botánico y rápidamente volvió a Logroño, al parecer por motivos de salud. En su Rioja natal consiguió sus mayores logros científicos, logrando un reconocido prestigio como botánico. Tras fijar su residencia definitiva en la capital riojana, desarrolla una fecunda obra científica, comenzando la elaboración de un herbario que constituyó la base de su Flora de La Rioja, publicada treinta años después de su muerte (1921). El Ayuntamiento de Logroño, en 1899, le dedico la glorieta que todavía hoy lleva su nombre y, desde 1985, la Revista de Ciencias del Instituto de Estudios Riojanos lleva el nombre de “Zubía”1. Amalio Maestre e Ibañez (1812-1872), bachiller en Filosofía y en Farmacia, ingeniero de 1ª clase del Cuerpo de Minas y catedrático de Historia Natural de la Universidad de Oviedo entre 1847 y 1850, había sustituido en 1845 a Guillermo Schultz en el puesto de inspector general de Galicia y Asturias. A pesar del poco tiempo que permaneció en la Universidad de Oviedo, Fermín Canella Secades (1873) destaca el papel sobresaliente que desempeñó Amalio Maestre en la fundación del Gabinete de Historia Natural y del Jardín Botánico y su posterior dirección en ambas instituciones. En 1850, en colaboración con el ingeniero Adriano Paillete, finaliza el plano topográfico y geológico de la parte central de Asturias. Sin embargo, el reconocimiento internacional le llega en su nuevo destino, lejos de Asturias. En 1854 se trasladó a Gerona para estudiar la cuenca carbonífera de San Juan de las Abadesas, ya que a Maestre le cabe el honor de ser el autor de uno de los primeros mapas geológicos detallado de España (Bosquejo Geológico de España y Portugal, reducido a escala 1:2.000.000), que, si bien lleva fecha de 1863, su publicación fue posterior (1864), casi coincidente en el tiempo con el de los geólogos franceses F.A. Verneuil y F. Colomb (en 1864), que es considerado como el primer mapa geológico de España publicado de estas características. Por las mismas fechas (1864), Maestre da a conocer la Descripción física y geológica de la provincia de Santander, por cuenta de la Junta General de Estadística. Estas publicaciones corresponden al periodo en que Maestre fue director del Instituto Geológico y Minero de España –fue el sexto ingeniero en ocupar dicho cargo, en el cual permaneció entre 1861 y 1865–, organismo creado en 1849 por real decreto de Isabel II e inicialmente denominado Comisión para la Carta Geológica de Madrid y General del Reino y que, cuando Maestre accede a la dirección, pasa a llamarse Comisión del Mapa Geológico de España2. Juan Vilanova y Piera (1821-1893) (Figura 2). Natural de Valencia, estudio en la Universidad de dicha ciudad Medicina y Ciencias, y a pesar de su inclinación inicial por la medicina, su afición por las ciencias naturales le llevó a abandonar este oficio y comenzó a trabajar en el Museo de Historia Natural. De allí se trasladó a Oviedo, en 1850, al ser nombrado por oposición catedrático de Historia Natural de la Universidad ovetense, cargo al que renunció a los pocos meses para realizar un amplio periplo científico por Europa. En 1852, una vez finalizado su recorrido europeo, fue nombrado, sin oposición, catedrático de Geología y Paleontología en la Universidad Central de Madrid, debido a los méritos que concurrían en su persona3.
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Figura 2. Juan Vilanova y Piera (1821-1893), catedrático de Historia Natural de la Universidad de Oviedo durante unos meses en 1850 y posteriormente catedrático de Geología y Paleontología en la Universidad de Madrid. Fue un referente de la geología, paleontología y prehistoria en la segunda mitad del siglo XIX y una de las máximas autoridades científicas de estas disciplinas en España.
Cabe destacar que Vilanova fue el primer catedrático de Universidad titular de Paleontología, puesto que al escindirse en dos la cátedra que poseía, la de Geología y Paleontología, mantuvo esta última, que siguió ostentando hasta su jubilación académica. En 1867, dando muestras de su actividad investigadora y continuos contactos con sus colegas internacionales, propuso la realización de congresos internacionales, participando activamente en la Comisión del Mapa Geológico y posteriormente en la Junta Nacional de Estadística (órgano que sustituyó al anterior), formando parte, en 1871, del grupo fundacional de la Sociedad Española de Historia Natural, de la que fue presidente en 1878. Entre las múltiples actividades de Vilanova ligadas con la paleontología, cabe destacar su participación en la controversia sobre las pinturas rupestres que Marcelino Sanz de Sautuola, en 1879, había descubierto en la cueva de Altamira. Un año después del hallazgo (en 1880), Vilanova divulga por primera vez su existencia ante la Sociedad Geográfica de Madrid, valorando como auténticas dichas pinturas prehistóricas, en contra de la opinión generalizada de expertos en la materia y detractores de tales muestras pictóricas rupestres, que no admitían la autenticidad y antigüedad de las mismas por razones científicas, ideológicas o sociológicas. Sin embargo, hubieron de trascurrir más de veinte años para que llegara el reconocimiento científico internacional de tales hallazgos, lo cual se logró merced a los argumentos expuestos por
Figura 3. Portada del Manual de Geología aplicada a la Agricultura y a las Artes Industriales de Vilanova y Piera (1821-1893) publicado en 1860, obra premiada por la Real Academia de Ciencias. [Biblioteca y Servicio Fotográfico. Museo Nacional de Ciencias Naturales]. Figura 4. Portada del libro de Juan Vilanova y Piera (1821-1893), Origen, Naturaleza y Antigüedad del Hombre, finalizado en 1867 y publicado cinco años más tarde. [Biblioteca y Servicio Fotográfico. Museo Nacional de Ciencias Naturales].
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el abate Henri Breuil en el Congreso de Montauban de 1902, donde se rectifico la opinión y general y fue aceptada la autenticidad de Altamira. Como señala Truyols Santonja (l.c.: 227), Vilanova fue básicamente un geólogo, geólogo en sentido lato, interesado en los distintos aspectos de las ciencias de la Tierra, sin olvidar los aplicados, especialmente a la agricultura, ni aquellas materias fronterizas de las ciencias de la vida, como la paleontología (Figuras 3 y 4). Sus contactos internacionales, iniciados en la época en que realizó estudios en París y ampliados con motivo de sus viajes por Europa y su asistencia a reuniones internacionales, hicieron de él quizá la figura del geólogo español más conocida allende nuestras fronteras.
1845: Los Gabinetes de Química y Física Antes de 1845 ya se había construido un Laboratorio de Química que, según Fermín Canella (op. cit., p. 215) “en ellos ya entonces se estudiaba los elementos” funcionando, en las primeras etapas de desarrollo de la Sección y de la Facultad de Ciencias, como Gabinete de Química; su existencia debió ser ciertamente
Libro de Registro del Archivo de la Sociedad Económica de Oviedo. 1846. RIDEA
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Certificado del coste de obras practicadas en las cátedras de Química y Física. 1834-1835. RIDEA
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intensa, como lo deja entrever el citado Fermín Canella (op. cit.) al señalar que “a la clausura de esta enseñanza [1860] quedaron registrados bajo inventario 240 frascos que contienen otros tantos productos químicos orgánicos e inorgánicos”. A esta marcada actividad debieron contribuir notablemente los reputados químicos Magín Bonet y Bonfill y José Ramón Fernández de Luanco y Riego. Cuando se restauran los estudios de Ciencias en 1895, dado el aumento de contenidos de la Química, el Gabinete de Química fue reformado para construir nuevos hogares y hornillos fijos, siendo el Gobierno central el que suministró los fondos económicos necesarios para la adquisición de otros útiles de laboratorio, como hornillos portátiles de magnesita, retortas de porcelana, barro y hierro, matraces sublimatorias, recipientes, alargaderas y probetas, copas y toda clase de útiles de cristal, crisoles de barro, de platino y de plata, una balanza alemana de gran precisión y otra de transporte, cajas de reactivos y soplete sistema Plattner, una caja para la vía húmeda, así como diversas colecciones de productos químicos. A pesar de los desvelos de Luis G. Frades (catedrático del Instituto) y de Enrique Urios y Gras (catedrático de Física), que llevaron a cabo algunas modificaciones en el departamento y adquirieron algunos instrumentos, el local habilitado para tal fin, situado en el en el piso superior del ala norte, ocupando la esquina noroeste del actual Edificio Microscopio binocular. Ca. 1865. Colección particular Histórico universitario, resultó reducido y escasamente acondicionado para una adecuada enseñanza teórico-práctica. En 1912, una vez concluida la necesaria reforma del edificio universitario, el Gabinete de Química se distribuyó entre las dos plantas del actual paraninfo universitario, ubicándose la cátedra-laboratorio de Química Orgánica en la planta baja, y la de Química Inorgánica en la superior, custodiándose en ellas la mayoría de los libros de estas materias y abundantes revistas científicas francesas, alemanas e inglesas, compradas en su mayoría por iniciativa de los catedráticos de Química Benito Álvarez-Buylla y Lozana y Carlos del Fresno y Pérez del Villar, lo que propició su desaparición durante el devastador incendio acaecido en Oviedo el 13 de octubre de 1934, en medio de los sucesos revolucionarios de aquellos días. Para llevar a cabo las necesarias prácticas de física, de acuerdo con el nuevo rango adquirido por estas ciencias, en 1845 se habilitó un local con tal fin en el edificio universitario, pero como señala Fermín
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Canella (op. cit., p. 214) “dada la escasez de recursos, se acomodó el Gabinete de Física en muy reducido espacio”. Según los datos de este autor y de acuerdo con los planos de la Universidad de 1908, el Gabinete de Física ocupaba, en el piso superior del ala norte del edificio universitario, un habitáculo situado casi encima de la puerta principal del edificio, en el espacio que actualmente ocupa la sala de prensa. En él estaba depositada la colección de máquinas remitida por el gobierno central en 1846 y aquellas que fueron adquiridas posteriormente por León Pérez de Salmeán cuando este ilustre profesor se encontraba al frente de la disciplina de Física. Los aproximadamente quinientos instrumentos y máquinas que allí se almacenaban, debido a la cortedad de espacio, estaban apilados, y entre ellos figuraban balanzas, colecciones de pesas de latón y de platino, medidas de superficie y capacidad, aparatos de mecánica, hidrodinámica, hidrostática, comprensión, solidificación, meteorología, electricidad, magnetismo, Instrumental científico del Gabinete de Física. electro-magnetismo, galvanismo, acústica y óptica, Siglo XIX. MUMI entre otros. Los libros pasaron posteriormente al decanato de Ciencias, que estaba en el espacio ocupado por el aula 4 del antiguo edificio. El catedrático de Física, Enrique Urios y Gras, contribuyó notablemente a la ampliación del Gabinete de Física, una vez restablecidos los estudios de Ciencias en 1895. Tras la reforma llevada a cabo en el edificio universitario a partir de 1912, el Gabinete de Física fundado por León Pérez de Salmeán se trasladó, con enseres, libros y revistas, a la primera planta del pabellón de la Facultad de Ciencias, en la casa-palacio contigua al edificio de la Universidad, en la plaza de Riego (donde se ubican en la actualidad diversos vicerrectorados), compartiendo espacio con el seminario de Matemáticas. Ello propició que los libros aquí depositados no fueran pasto de las llamas durante los trágicos sucesos de octubre de 1934.
1846. Creación del Jardín Botánico y del Gabinete de Historia Natural El Jardín Botánico de la Universidad de Oviedo. [1846-1871] La misma ley de 1845 (plan Pidal) que creó la Sección de Ciencias establecía que cada Facultad de Filosofía dispusiera de un Jardín Botánico. El Jardín Botánico de la Universidad de Oviedo tuvo una
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efímera historia que ha llegado hasta nosotros contada por un catedrático de Botánica de los primeros años del presente siglo, Francisco de las Barras de Aragón, que en los Anales de la Universidad de Oviedo de 1905 a 1907 publicó “El antiguo Jardín Botánico de la Universidad de Oviedo”. En la creación del Jardín Botánico también colaboró con la Universidad la Sociedad Económica de Amigos del País, que proyectaba crear una Escuela de Agricultura Práctica. El 13 de mayo de 1846, el rector, Pablo Mata Vigil, y el vicedirector de la Sociedad, Manuel Prado Tovía, solicitaron al Ayuntamiento la cesión de terrenos de la huerta posterior del antiguo convento de San Francisco, convertido por aquel entonces en Hospital General. El 15 de noviembre de 1846 el Ayuntamiento cedía a la Universidad aquellos terrenos mediante el pago de un canon anual de 1.000 reales. Posteriormente, la Universidad Figura 5. Plano de 1855 del Jardín Botánico de la Universidad de subarrendó a la Sociedad Económica 1.542 varas Oviedo, publicado en los Anales de la Universidad de Oviedo de cuadradas de terreno, para el establecimiento del 1905-1907. Fue levantado por varios alumnos de quinto año de Campo de Experimentación, a cambio del pago de Matemáticas bajo la dirección de su catedrático Diego Torres. 200 reales anuales. La organización y puesta en marcha del Jardín Botánico recayó, por comisión rectoral de 15 de octubre de 1846, en León Salmeán y Mandayo, a la sazón catedrático de Física de la Facultad de Filosofía, siendo, por tanto, su primer director. Los siguientes directores fueron Ildefonso Zubía, Amalio Maestre, Pascual Pastor López y Luis Pérez Mínguez. El proyecto y plano originales del Jardín Botánico no se conservan; este último debió de ser dibujado por el sucesor de Posada Herrera en la cátedra de Matemáticas, Joaquín Fernández Cardín. Pero a principios del presente siglo se recuperó un plano del Jardín Botánico que se creía perdido y que lleva la fecha del 26 de mayo de 1855; fue levantado por los alumnos de quinto año B. del Riego, B. Díaz, G. Garci-Carreño, Genaro Alas y J. Olavarrieta, bajo la dirección de su catedrático Diego Terrero (Figura 5). El Jardín Botánico ocupaba la parte superior del lado sureste del actual campo de San Francisco (Figura 6), es decir, una zona que, según deducimos, ahora estaría limitada, aproximadamente, por el paseo del Bombé, la avenida de Alemania y una línea imaginaria que fuera prolongación de la calle del Cabo Noval, así como una parte de la calle del Marqués de Santa Cruz (Figura 7).
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Figura 6. Plano de la ciudad de Oviedo (1853). En el Campo de San Francisco aún no se había efectuado la ampliación del Bombé y se observa bien delimitado, en cuadrante superior derecho, el Jardín Botánico de la Universidad de Oviedo [Ilustración procedente del Ayuntamiento de Oviedo].
Figura 7. Situación aproximada del Jardín Botánico de la Universidad de Oviedo (trazado grueso) respecto a la distribución actual del Campo de San Francisco y sus aledaños [Ilustración procedente de Martínez & Lastra, 1978: 11].
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El Jardín estaba organizado según el plan general de los de la época y dividido en tres secciones: una destinada a semillero de árboles y plantas herbáceas, otra compuesta de plantas de adorno y la tercera y principal comprendía las escuelas botánicas. Las plantas de esta última sección, estaban distribuidas en dos cuadros, el más meridional organizado según el sistema sexual de Linneo, mientras que el septentrional se organizó según el sistema natural de Jussieu; la sección central tenía plantas decorativas y dos escudos, el de España y el de la Universidad, hechos con boj, situados a derecha e izquierda de la entrada al Jardín. Todas las plantas tenían su etiqueta numerada, que correspondía al catálogo que obraba en poder del profesor. En terrenos del Jardín, aparte de estas tres secciones que ocupaban una zona casi rectangular inscrita en sus límites, también estaban ubicados la Escuela Práctica de Agricultura (en la zona triangular del sur), un invernadero (en la esquina del nordeste) y un pequeño observatorio meteorológico (en la parte más elevada del terreno), así como un pozo de agua potable, un kiosco y la vivienda del guarda). En el centro del Jardín Botánico existía una plazuela con una mesa de mármol rodeada por un cenador y plantas trepadoras (Figuras 8 y 9). Una segunda glorieta con fuente y mirador se levantaba sobre el antiguo pozo de agua de los monjes franciscanos y a lo largo del muro se extendía una espalera para que trepasen los jazmines, cubierta por tejaroz4. En 1857, el número de especies existentes en el Jardín alcanzaba la cifra de 525, pertenecientes a 65 familias botánicas. Es de destacar que el Jardín recibió muchos donativos que contribuyeron a su formación. En 1848 el coronel de artillería Antonio Elorza donó 406 árboles y arbustos de Asia y Rusia; en 1850 los padres de Eduardo Carreño Valdés, el gran botánico avilesino fallecido prematuramente en 1842, regalaron a la Universidad el herbario de su hijo, compuesto de 1.152 especies procedentes de los
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alrededores de Madrid; en 1864 la Dirección General de Agricultura envió semillas de eucaliptos para ensayar su cultivo y propagación, y, por otra parte, fue frecuente el intercambio de semillas con el Jardín Botánico de Madrid. También vinieron al Gabinete y al Jardín Botánico una colección de maderas de la Isla de Cuba y de Filipinas donada por los Srs. Fernández Villaverde y Méndez Vigo, una colección de plantas de Baleares y Guipúzcoa, remitidas por D. Benito Canella Meana (padre de Fermín Canella) y un herbario “precioso” (en opinión de Fermín Canella, op cit., p. 220) en el que “colocaban las plantas que el celoso catedrático Sr. Pérez Mínguez recogía sobre la base
Figura 8. Bosquejo idealizado del Jardín Botánico cuando era posesión de la Universidad de Oviedo [Ilustración procedente de Casaprima Collera, 1996: 83].
Figura 9. Plano del proyecto de 1868 para una nueva calle (lo que sería Uría y Fruela) para la ciudad de Oviedo, ofrecido al Ayuntamiento de Oviedo por Salustio González Regueral. En el cuadrante superior izquierdo se puede ver el Jardín Botánico de la Universidad de Oviedo [Ilustración procedente del Ayuntamiento de Oviedo].
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de las obtenidas por el famoso boticario ovetense D. Benito Pérez, conocido con el apodo de “El Botánico”. Como señala el mismo Fermín Canella (op. cit.), “casi perdidos tan notables elementos, se ha comenzado a formar ahora un herbario con ejemplares recogidos por el Auxiliar y los alumnos”. Desde sus inicios el Jardín Botánico tuvo una vida llena de dificultades, puesto que los recursos económicos para su acondicionamiento y mantenimiento siempre fueron muy escasos e incluso la Universidad se veía en apuros para pagar al Ayuntamiento el canon anual estipulado en el contrato. En 1851 la Junta de Beneficencia cedió un pequeño local contiguo al Hospital para casa del guarda; en 1852 se consiguieron del Ministerio 4.000 reales, con cargo al presupuesto del fomento de gabinetes, para construir el invernadero; en 1854 se obtuvieron otros 4.000 reales para la construcción de una caseta y la adquisición de material de agricultura; en 1861 se construyó el kiosco, que costó 2.843 reales. Pero el fin del Jardín Botánico fue propiciado por un motivo aparentemente más baladí, relacionado con el derribo de una tapia situada entre el Jardín Botánico y el Campo de San Francisco, que debería ser sustituida por una verja de hierro, que debía ejecutar la Universidad. Y paralelamente a las reclamaciones del canon y quizá como consecuencia del encono por ellas producido, el Ayuntamiento comenzó en 1848 a reclamar el cumplimiento de dicha cláusula; dichas reclamaciones fueron reiteradas en 1856 (con motivo del hundimiento de parte de la tapia), 1859 y 1868. En 1870 el Ayuntamiento amenazó con la rescisión del contrato si no se procedía al derribo de la mencionada tapia; ante la gravedad del tema, la Universidad lo puso en conocimiento del ministerio competente y solicitó recursos de forma urgente, los cuales, por desgracia, no llegaron. El 22 de febrero de 1871 el Ayuntamiento lanzó un ultimátum: ocho días de plazo para comenzar el derribo. Y el 6 de marzo cuarenta albañiles del Ayuntamiento, al mando de un sobrestante, se presentaron en el Jardín y, ante la Figura 10. Plano del Campo de San Francisco (1885) de Manuel negativa del guarda a abrirles la puerta, entraron al González Vidal. Se puede apreciar cómo el Jardín Botánico de la Universidad de Oviedo ha quedado anexionado al Campo asalto y procedieron inmediatamente al derribo de [Ilustración procedente del Ayuntamiento de Oviedo]. la controvertida tapia. A partir de ese momento, el Jardín Botánico quedó convertido en una parte integrante del Campo de San Francisco, en el que hoy todavía se pueden reconocer algunos trazos de su primitivo diseño (Figura 10). Francisco de las Barras (op. cit.) concluye: “Así terminó este centro científico que tan buenos servicios había prestado a la enseñanza y al país en general, y que hubieran sido mayores, si en vez de la vida lánguida y dificultosa, falto de los suficientes recursos y siempre amenazado desde su fundación, hubiera tenido por parte del Estado y del municipio la protección debida”5. Años más tarde, en 1910, la Universidad compró por 21.000 pesetas un terreno de catorce días de bueyes de extensión, situado en el extremo de la calle de González Besada. Se pensaba organizar allí un nuevo Jardín Botánico y, para ello, el
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entonces rector, Fermín Canella, encargó a Francisco de las Barras la redacción de una Memoria técnica aplicada a los alcances del Jardín Botánico y Campo Agronómico. Sin embargo, nunca llegó a ser realidad el nuevo Jardín y, en su lugar, fueron construidos los actuales Colegios Mayores. Hubo de trascurrir más de un siglo, desde la desaparición del Jardín Botánico de la Universidad de Oviedo, para que se hiciera firme en Asturias una nueva propuesta para el establecimiento de una infraestructura de similares fines. En 1977, con el objetivo de propiciar la creación de un nuevo Jardín Botánico en la región, se instaló en Gijón, de forma provisional y en el recinto de la XIII Feria Nacional de Muestras de Asturias, concretamente en el puente elevado que unía la zona del Molinón con el recinto ferial (Figura 11) el Jardín Botánico de la Flora Astur6, cuya organización corrió a cargo del departamento de Botánica de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Oviedo, dirigido por su director, el Dr. Matías Mayor López, y con la colaboración del que estas líneas escribe, el profesor de Botánica José Antonio Fernández Prieto y el técnico Manuel López. La estructura del Jardín Botánico se llevó a cabo teniendo en cuenta una ordenación ecológica, estando representadas las formaciones vegetales más típicas del paisaje vegetal asturiano, esquematizándose en grandes paneles las comunidades vegetales más significativas y su flora más representativa mediante ilustraciones oriFigura 11. Aspecto externo y detalle de la exposición de formaciones vegetales del “Jardín Botánico de la Flora Astur”, instalado de ginales y dedicándose una parte importante del forma provisional en la XIII Feria Internacional de Muestras de recinto a la exposición de la mayoría de los heleAsturias. Fue organizado en 1977 por el Departamento de 7 chos existentes en la región . Botánica de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Oviedo. Esta precaria instalación puede considerar[Fotos: M. Mayor López]. se como el germen del “Jardín Botánico Atlántico de Gijón”, empresa de gran envergadura llevada a cabo por el Ayuntamiento de Gijón, con la colaboración del Gobierno del Principado de Asturias, e inaugurado el 25 de abril de 2003 y de cuyo proyecto y equipo científico participa y forma parte la Universidad de Oviedo, a través de los investigadores del Área de Botánica. Sus instalaciones ocupan, en la zona de Cabueñes (Gijón), una superficie inicial de 150.000 m2 (que llegaran, una vez finalizadas todas las fases de expansión, a los 250.000 m2), lindando con el Campus Universitario de Viesques y las instalaciones de la Universidad Laboral.
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El Gabinete de Historia Natural de la Universidad de Oviedo [1846-1934] La necesidad de un Gabinete de Historia Natural en el seno de la Universidad de Oviedo fue sugerida por el V conde de Toreno ( Joaquín José Queipo de Llano (1727-1808) en 1781 con motivo de la presentación pública de su colección de minerales y mármoles en la Sociedad Económica de los Amigos del Principado de Asturias. Hubieron de pasar 64 años para que esta idea fructificase. Parece confirmada la influencia que en la fundación del Gabinete tuvieron tanto el conde de Campomanes (Pedro Rodríguez de Campomanes) –que reiteradamente demostró su interés por el tema– como el V marqués de Camposagrado (Francisco Bernaldo de Quirós y Mariños de Lobera)8. El desencadenante para la creación del Gabinete se sitúa en la publicación del plan Pidal en 1845, que supone una reforma radical de la Universidad al implantar los principios liberales; a su amparo se esbozan planes para su creación y ubicación en el Edificio Histórico de la calle San Francisco. Como relata Fermín Canella Secades, (op. cit.) en la creación del Gabinete de Historia Natural se volcó toda la sociedad asturiana, no sólo las administraciones sino también autoridades y profesorado universitario, asociaciones culturales como la Sociedad Económica de Amigos del País y, de manera muy destacada, gentes del mundo intelectual y algunos emigrantes “indianos”. Si se considera que el Museo Provincial de Antigüedades o de Arqueología (1844), fue el primer museo creado en Asturias, al Gabinete de Historia Natural (creado dos años después) le cabe el honor de ser el segundo museo de la región9. Durante los primeros años de su funcionamiento la dirección del Gabinete de Historia Natural la ostentaba el profesor encargado de las materias de Historia Natural, ocupándose de dicha actividad, además de León Pérez de Salmeán y Mandayo, Amalio Maestre Ibáñez, Pascual Pastor López y Luis Pérez Mínguez, entre otros. A principios del siglo pasado el Gabinete de Historia Natural ocupaba gran parte del lado este del edificio de la Universidad10 y, además de servir de museo y exposición de las colecciones naturalistas, en él se impartían las prácticas de las asignaturas relacionadas con la mineralogía, botánica y zoología (Figura 12). Para un adecuado desarrollo de las clases prácticas se habilitaron 24 puestos, diviFigura 12. Plano de la Universidad de Oviedo de finales del siglo diéndose la clase en cuatro secciones, encargándoXIX. El Gabinete de Historia Natural ocupaba el ala oriental de la planta principal del edificio (habitáculos s, t y u) [Ilustración prose de dos el catedrático, y de las otras dos el auxicedente de la Lámina 24 conmemorativa del III Centenario de la liar. Cada sección disponía de un microscopio de Universidad de Oviedo y que forma parte del álbum Recuerdos de observación (sistema Zeiss, Chevalier y otros), otro Asturias, realizada por Eduardo Llanos Álvarez de las Asturias para disección, un soplete y una serie de reactivos, (Londres, 1908)]. líquidos y utensilios diversos comunes a todos los
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Figura 13. Aspecto del Gabinete de Historia Natural en el que se aprecia, en el centro, el oso disecado y donado a la institución por el marqués de Camposagrado [Ilustración procedente de la Crónica del III Centenario de la Universidad de Oviedo. (1608-1908).
alumnos. Se disponía de un microscopio Zeiss con objetivos apocromáticos y oculares compensadores, aparato con cámara clara para dibujar muestras y micrómetros, así como de un micrótomo para hacer secciones microscópicas. Contenía unos 700 ejemplares tanto de minerales –clasificados inicialmente por el sistema Beudant y luego por el de Tschermak–, como colecciones de rocas –según la clasificación de Geikie– y grandes aerolitos recogidos en 1866. En la parte de zoología había varios esqueletos, mamíferos, peces, reptiles, bastantes aves de Europa, Asia y América, colecciones de artrópodos y moluscos, y ejemplares de protozoos, anélidos, equinodermos y tunicados. Todos ellos iban siendo clasificados por los sucesivos profesores según los sistemas en vigor, corrigiendo los errores y deficiencias existentes en un principio; en otros casos se remitían a los correspondientes especialistas para su correcta determinación, como ocurrió con la colección conquiológica, enviada a Hidalgo, catedrático de Madrid. Además de las aportaciones personales de profesores y alumnos y de los ejemplares recogidos en excursiones, el Gabinete fue enriqueciéndose con adquisiciones realizadas con cargo a los derechos de clases prácticas, se hicieron algunos pedidos a la Estación de Biología Marina de Nápoles y con numerosas donaciones. Los catedráticos de Madrid, Bolívar, y Valencia, Boscá, enviaron artrópodos, el señor Calzada regaló una piel de ornitorrinco, el ingeniero Orueta donó diversos anélidos y el marqués de Camposagrado el oso disecado, uno de los elementos más llamativos de la colección (Figura 13). Incluso
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figuró entre los benefactores del Gabinete el rey Alfonso XIII, que visitó la Universidad de Oviedo el 6 de agosto de 1902, el cual donó un ejemplar de perdiz gris abatida en una de sus excursiones cinegéticas. La mayoría de los animales disecados de la colección se debieron a las excelentes dotes de José Sarandeses, taxidermista que tuvo como maestro un afamado extranjero del ramo que residía en una localidad costera asturiana y que, por otra parte, disponía de una interesante colección de libros de farmacia y medicina, amén de obras históricas, la cual tenía depositada en su ovetense casa de Santa Ana. En su primera época, el Gabinete de Historia Natural contaba con un cuarto accesorio, situado en el extremo norte del ala destinada al Gabinete, casi debajo de la torre destinada a observatorio meteorológico. En él se realizaban las disecciones y los estudios de clasificación con la caja-neceser y otros instrumentos, utensilios, reactivos y cápsulas, disponiendo de una biblioteca especial compuesta de varias obras de ciencias naturales y de la colección de láminas de M. Aquiles Conte. En los inicios del siglo, este local se destinó a museo de Agricultura y así aparece reseñado en el citado plano de la Universidad de Oviedo de 1908 (Figura 12). Al desaparecer la Facultad de Ciencias tras su primera creación, el Gabinete pasó al Instituto de Oviedo por R. O. de 10 de julio de 1861, y volvió a la Facultad cuando esta se puso de nuevo en marcha. Los años postreros del siglo XIX y los primeros de la siguiente centuria constituyeron una etapa de cierta prosperidad para el Gabinete de Ciencias Naturales, debido tanto al florecimiento de las enseñanzas relacionadas con estas ciencias como por coincidir con la visita del rey Alfonso XII (1902) y la celebración del III Centenario de la Universidad de Oviedo (1908). En dicha visita regia le correspondió al catedrático de Instituto Elías Ricardo Gimeno y Brun, estrecho colaborador del catedrático de Historia Natural, José Rioja y Martín, en la catalogación y conservación de los materiales existentes en el Gabinete el mostrar al rey las colecciones depositadas en él, deteniéndose y llamando a atención de la comitiva real sobre el oso disecado que había sido donado en su día por el marqués de Camposagrado11. A la buena marcha del Gabinete de Ciencias Naturales en esta época, también contribuyeron las donaciones recibidas desde los inicios del siglo XX, siendo de destacar las efectuadas por José María Moldes, natural de Castropol y emigrado a Chile, que donó una valiosa colección de antigüedades y objetos de dicho país sudamericano, fósiles, minerales de cobre, estaño, plata, piedras de la pampa Antofagasta, etc., o las 5.000 pesetas entregadas por Rafael Calzada, abogado y escritor naviego residente en la Argentina, para adquirir, entre otros instrumentos, “el mejor modelo de microscopio Zeiss del mercado”12. El incendio que sufrió el edificio universitario de la calle de San Francisco en octubre de 1934 destruyó casi totalmente el Gabinete de Historia Natural, incluyendo su magnífica biblioteca. No obstante, el pabellón de Ciencias no se vio afectado por el incendio, y sus libros, tampoco, puesto que estaban excluidos del catálogo general de la Biblioteca Universitaria y situados aparte. Pero lo que no hizo 1934, lo hizo la Guerra Civil (1936-39), siendo escasos los aparatos, material de laboratorio y libros que se salvaron, parte de los cuales parece ser que fueron a parar de nuevo al Instituto años más tarde. Posiblemente, la singular obra botánica en seis volúmenes denominada Physiotypia Plantarum Austriacum (1854-1856), de Constantin Freiherr von Ettingshausen y Alois Pokorny13, que aún se conserva en la Universidad de Oviedo (Figura 14), provenga de la dotación bibliográfica existente en el Gabinete de Historia Natural o en el pabellón de Ciencias. Dicha obra está considerada como la pieza maestra del denominado proceso o técnica de “impresión de la naturaleza” (Naturselbstdruck)14, que tuvo su máximo apogeo en la segunda mitad del siglo XIX en Viena. El inventor de dicho proceso fue Alois Auer (director de la K.K. Hof-und Staatsdruckerei de Viena) y consistía en colocar una planta o partes de la misma entre una placa de cuero y una placa de
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plomo haciendo pasar estas últimas entre dos cilindros fijados fuertemente uno al otro mediante pernos. Una vez aplicada la enorme presión sobre la placa de plomo, tal como se hace para obtener una impresión de un grabado sobre cuero, la planta (con hojas, tallos, flores y a menudo raíces) deja una impresión en el plomo; esta es trasladada por electrotipo a una placa de cobre que al invertir los emitidos se transforma en una placa para la impresión calcográfica, cuyo resultado gráfico se confunde con el original. Los grabados se imprimían en tinta de sepia y combinaban la precisión científica (puesto que la imagen obtenida es una exacta réplica del ejemplar vivo) con una ordenación artística que captura la belleza natural de las líneas y los detalles de cada uno de los especímenes. Auer pensaba que este método acabaría con la elaboración, por parte de los jardines botánicos, institutos y universidades, de unos “herbarios” que cada vez resultaban más costosos debido a los ingentes gastos ocasionados en personal, viajes, preparación y mantenimiento de los ejemplaFigura 14. Detalle de una página de la obra botánica res recolectados. Pero sus augurios resultaron falliPhysiotypia Plantarum Austriacum (1854-56), obra en dos, pues, aunque la impresión de la naturaleza seis volúmenes que se conserva en la Universidad de capta los mejores detalles de las estructuras de las Oviedo, realizada con la técnica denominada “impreplantas, los elevados costes de esta técnica impisión de la naturaleza”. dieron que otras obras botánicas similares se pudieran publicar por este procedimiento, por lo que este método se mantuvo como una técnica marginal, representando solamente un papel secundario en el desarrollo de la ilustración botánica, que no pudo rivalizar con la fotografía. Como concluyen Gutiérrez Claverol & Rodríguez Terente (2005:46), el Gabinete de Historia Natural también puede considerarse el germen del actual Museo de Geología de la Universidad de Oviedo, ubicado en la planta baja del edificio de la Facultad de Geología (c/ Arias de Velasco, de Oviedo) e inaugurado el 15 de noviembre de 2001 (Figura 15). La idea de un museo con contenido geológico tuvo su arranque a mediados del siglo XIX, como relata Pascual Madoz (1849) al señalar la existencia de un Gabinete mineralógico, el cual, tras diversos avatares y después de 160 años de actividad museística geológica de la Universidad de Oviedo, hoy día es una tangible realidad. En el devenir de su historia hay una fase intermedia, situada en los finales de los cincuenta y principios de los sesenta del siglo XX, donde plasma un esbozo o primera etapa del actual Museo de Geología, cuando por iniciativa de Noel Llopis Lladó (1911-1968), fundador de la escuela geológica de Oviedo y gran impulsor del coleccionismo geológico, arropado por Eduardo de Fraga Torrejón (que ejerció de manera altruista el papel de conservador del material geológico), se crea una incipiente colección geológica en la planta
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principal del edificio que en la actualidad alberga la Facultad de Ciencias, con las licenciaturas de Matemáticas y Física15. En los 140 m2 que ocupa en actual Museo de Geología se dispone de un conjunto de vitrinas, complementadas con otras localizadas en ambientes adyacentes (vestíbulo y pasillos), así como de una zona exterior con parterres, donde se exhiben materiales geológicos de mayores dimensiones. En la sala de exposiciones se muestran regularmente 800 ejemplares distribuidos en 27 unidades temáticas, concebidas para crear un sistema expositivo dinámico, de manera que las piezas se renuevan periódicamente16. Anexionado al Museo se encuentra una surtida Litoteca, donde se archivan y almacenan, bajo estricto control, más de 19.000 muestras que han sido recopiladas por los investigadores universitarios a lo largo del tiempo.
Figura 15. Vista parcial del interior del Museo de Geología de la Universidad de Oviedo situado en la planta baja de la Facultad de Geología [Ilustración de Gutiérrez Claverol & Rodríguez Terente, 2005: 46].
1851: Primeros datos meteorológicos del Observatorio Astronómico de la Universidad de Oviedo Aunque los aspectos meteorológicos no estaban directamente relacionados con la Sección de Ciencias, el Observatorio Astronómico tomó impulso de la mano del ilustre León Pérez de Salmeán y Mandayo, cuando era catedrático de Física, el cual organizó y dirigió durante varios años el Observatorio. A pesar de la falta de aparatos y de locales adecuados para su instalación, colocó algunos instrumentos en varios lugares del edificio, logrando que en enero de 1851 se publicasen los primeros datos meteorológicos de Oviedo. Este éxito motivó al entonces rector Domingo Álvarez Arenas Secadas (1852 a 1857) para proponer la construcción de la torre-observatorio, lo que le fue aprobado por R.O. de 30 de septiembre de 1859. El arquitecto Luis Céspedes fue encargado del proyecto y consideró que el lugar más adecuado
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Figura 16. Aspecto de la torre-observatorio meteorológico construida en el ángulo noreste del edificio de la Universidad de Oviedo. Fue proyectada por el arquitecto Luis Céspedes y concluida en 1868 [Ilustración procedente de la Lámina 24 conmemorativa del III Centenario de la Universidad de Oviedo y que forma parte del álbum Recuerdos de Asturias, realizado por Eduardo Llanos Álvarez de las Asturias (Londres, 1908)].
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para la construcción de la torre era el sitio que ocupaba el antiguo campanario-espadaña de la Universidad, descartando la idea, por otros abrigada, de establecer el Observatorio en el Jardín Botánico. La torre-observatorio se concluyó en 1868, después de varios años de avatares económicos, instalando en dicha fecha los aparatos e instrumentos de observación y el reloj del establecimiento (Figura 16). La urgente construcción y finalización de las obras de la torre-observatorio estaba mediatizada por el hecho de que en el real decreto de 11 de marzo de 1860 se establecieron las 22 estaciones meteorológicas oficiales de España, siendo una de ellas la de la Universidad de Oviedo. En dicho decreto se enumeraban las observaciones meteorológicas que obligatoriamente debían realizarse (temperatura, presión Instrumentos del Observatorio Meteorológico. atmosférica, estado higrométrico del aire, dirección y Finales S. XIX, principios del XX. MUMI fuerza de los vientos y lluvia y meteoros fáciles de observar) y obligaba a encargarse de tales labores al Catedrático de Física (en aquel momento León Pérez de Salmeán y Mandayo), con su ayudante, que a la sazón era Máximo Fuertes Acevedo. Al cesar Salmeán en 1866, el Observatorio Astronómico siguió a cargo de los catedráticos de Segunda Enseñanza y Facultad, Srs. Terrero, José Ceruelo (lo llevaba en 1873 y fechas posteriores), Luis G. Frade (hasta 1895 fecha en que se trasladó a Bilbao), Luis Méndez, Aparicio y Enrique Urios y Gras, entre otros. En el Archivo Histórico de la Universidad de Oviedo, en la Sección de Fondos Especiales, figura el Inventario del Archivo Personal de Demetrio Espurz Campodarbe (A.D.E.), que fue catedrático de Física Teórica y Experimental y decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Oviedo en 1937 en el que figuran 393 documentos con datos del Observatorio Meteorológico y de los gabinetes de Física, Química e Historia Natural del periodo 1904-1935. Los datos se obtenían dos veces al día (a las 9 de la mañana y a las 3 de la tarde), utilizando diversos instrumentos y aparatos como termómetro, barómetro, anemómetro, termometrógrafo, dinamómetro, pluviómetro y psicómetro. Algunos de los datos y resultados de estas primeras observaciones fueron publicados en 1881 por Pérez de Salmeán y Luis G. Frades bajo el título de Estación meteorológica de Oviedo. Resúmenes Generales de las Observaciones realizadas desde 1851 precedidas de algunas noticias históricas.
1857: Creación de la Facultad de Ciencias [1857-1860] Con unos estudios científicos ya agrupados como Sección de la Universidad y unas instituciones como el Jardín Botánico y el Gabinete de Historia Natural en funcionamiento, llegamos a 1857, fecha en la que, como consecuencia de la ley Moyano, se estableció la división de la Facultad de Filosofía en Facultad
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de Filosofía y Letras y Facultad de Ciencias. Surgía así, por primera vez en la Universidad de Oviedo, a los 250 años de su fundación, una Facultad de Ciencias en la que se aglutinaban las disciplinas científicas. El honor de ser el primer decano de Ciencias recayó en León Pérez de Salmeán y Mandayo (18101893), ilustre profesor que, como ya hemos comentado en un apartado precedente, había sido decano de la Facultad de Filosofía en 1851 y uno de los artífices de la creación y desarrollo del Jardín Botánico y del Gabinete de Historia Natural. En el mismo año es nombrado académico de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, por la Sección de Físico-Química, en virtud de los relevantes méritos académicos y científicos que en él convergían, puesto que entre otros trabajos había publicado el Estudio sobre los minerales cinábricos de Mieres (1844) y Análisis cualitativo del agua de los manantiales y fuentes de Oviedo y sus inmediaciones (1857, en colaboración con José Ramón Fernández de Luanco). Su amplia biografía de cargos académicos finaliza con el puesto de rector de la Universidad de Oviedo, que ocupó en varios periodos (1866, 1868-1884 y 1886-1887), al mismo tiempo que fue presidente de la Sociedad Económica de Amigos del País. Miembro de varias sociedades científicas internacionales, se le concedió la Encomienda de la Orden de Carlos III y estaba en posesión de la Gran Cruz de Isabel la Católica. Además de su faceta académica y científica, el ilustre profesor llevó a cabo una activa actividad política desde una ideología liberal, que le llevó, en su juventud, a formar parte de las milicias nacionales y caer prisionero de los carlistas en 1836. Falleció en Oviedo el 2 de septiembre de 1893. Un destacado colaborador de Salmeán y Mandayo, aunque por poco tiempo, fue el conocido escritor, polígrafo y catedrático ovetense Máximo Fuertes Acevedo (1832-1890) (Figura 17). Cursó estudios de Ciencias en la universidades de Oviedo y de Madrid y fue alumno pensionado en la Escuela de Filosofía. En 1856 finalizada su carrera de Ciencias Físico-Naturales culminando su doctorado con premio extraordinario. Obtiene en 1857, por oposición, una plaza de profesor ayudante de Física en Universidad de Oviedo, contribuyendo a engrosar la colección de minerales del Gabinete de Historia Natural, y colaborando en el desarrollo del Observatorio Meteorológico Universitario. Posteriormente, en 1865, se traslada a Santander para ocupar la cátedra de Física y Química aneja al Instituto de dicha ciudad. Más tarde es trasladado a Figueras (Gerona) y Badajoz, de cuyo Instituto fue nombrado director en 1881, hasta su cese fulminante, aunque momentáneo, por parte del ministro de Fomento, el también asturiano Alejandro Pidal y Mon (18461913), por considerar como “de inspiración demoniaca” su obra de 1883 El darwinismo. Sus adversarios y defensores17, puesto que en su faceta científica Figura 17. Máximo Fuertes Acevedo (1832-1890), renombrado escritor y polígrafo, fue durante varios Fuertes Acevedo se constituyó en un acérrimo años (desde 1857) profesor ayudante en la defensor de las ideas evolucionistas de Darwin, Universidad de Oviedo, colaborando con Salméan y siendo el darwinista español que sufrió más directaMendayo en el desarrollo tanto del Gabinete de mente los efectos negativos de la polémica18. Para Ciencias Naturales como del Observatorio Meteocompensarle de los variados avatares en que se vio rológico de la Universidad de Oviedo. inmerso, el Gobierno de la nación le nombró, pese
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a su posición, catedrático de la Universidad de Granada, aunque no pudo tomar posesión del cargo por haberle sorprendido la muerte en Madrid. Conocido sobre todo por sus trabajos bibliográficos de autores asturianos, no son menos importantes sus aportaciones científicas. Apasionado divulgador de los materiales geológicos del subsuelo astur, reclamó la necesidad de un museo mineralógico regional. Otras obras suyas son el Curso de Física Elemental y Nociones de Química (Oviedo, 1879), Mineralogía asturiana. Catálogo descriptivo de las sustancias así metálicas como lapídeas de la provincia de Asturias (Oviedo, 1884), premiada en la Exposición Nacional de Minas de 188319, La atmósfera: su composición, su importancia en la vida terrestre, presión atmosférica y modo de apreciarla (Cádiz, 1885). Parte de su obra escrita se halla dispersa en la prensa local, regional, nacional y profesional como El Faro Asturiano, El Carbayón, La Ilustración Gallega y Asturiana. Una de sus especialidades fueron los estudios biográficos, siguiendo la tradición de Campomanes y González Posada, que condensó en sus obras Ensayo de una biblioteca de autores asturianos, premiada en 1867 por la Biblioteca Nacional de Madrid, y Estudio biográfico crítico de los jurisconsultos más ilustres de Asturias, galardonada en 1883 por la Real Sociedad Económica de Amigos del País, obras básicas de referencia de la bibliografía asturiana aun hoy en día. El conjunto de su obra fue reconocido con una medalla en la Exposición Universal de Barcelona en 1888. La rama asturiana de la Asociación de Arqueología Industrial INCUNA (de ámbito nacional), queriendo rendir un homenaje a la persona y a la obra de este científico y prolífico escritor asturiano, adoptó la decisión de tomar su nombre para la asociación de ámbito regional y así pasó a denominarse Asociación de Arqueología Industrial “Máximo Fuertes Acevedo”, integrada en INCUNA. En reconocimiento de múltiples méritos, la corporación ovetense le dedicó una calle de la ciudad. En esta primera época de la Facultad de Ciencias sus profesores comenzaron a realizar una amplia labor experimental, siendo buen reflejo de este ambiente el experimento que la Facultad de Ciencias organizó en 1860, con caracteres de gran acontecimiento, para demostrar el movimiento rotatorio de la tierra por medio del péndulo de M. Foucault. Como señala Fermín Canella (op.cit.) «fue la de Oviedo la primera Universidad de España que demostró públicamente el movimiento rotatorio de la Tierra, por medio del aparato colocado en la capilla del Establecimiento, donde los señores Salmeán y Terrero hicieron los más bellos experimentos ante numerosa y escogida concurrencia”. Este experimento, que consistía en la oscilación de un péndulo en un plano fijo, cuyo aparente cambio de dirección a lo largo de veinticuatro horas indicaba la rotación de la tierra, fue realizado por Jean Foucault en 1851; por tanto, hay que considerar que la Universidad de Oviedo estaba al corriente de los últimos descubrimientos científicos. En la recién creada Facultad de Ciencias, además de los experimentos “cara a la galería” ya comentados, se llevaron a cabo muchos trabajos con gran rigor científico, en los cuales participaron varios profesores, como los doctores Magín Bonet y Bonfill, José Ramón Fernández de Luanco y Riego, Pascual Pastor López y Luis Pérez Minguez, entre otros. Magín Bonet y Bonfill (1818-1894). Natural de Castellserá (Lérida), se doctoró en Farmacia, siendo licenciado en Ciencias Físicas y Matemáticas, obteniendo por oposición, en 1847, la cátedra de Química General de la Universidad de Oviedo. Al poco tiempo solicitó del Gobierno, y le fue concedida, una licencia de cuatro años que invirtió en visitar las más acreditadas escuelas de Química de Alemania, Francia, Inglaterra y Suecia, habiendo tenido de este modo la oportunidad de trabajar bajo la dirección de los más importantes químicos de la época. De regreso a España fue muy pronto profesor de Química del Real Instituto Industrial de Madrid y, cuando este fue suprimido, pasó a ocupar la cátedra
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de Análisis Químico de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central de Madrid. Se le considera como el primer químico analista de la época y, en colaboración con Manuel Sáenz Díez, estableció la composición de numerosas aguas minerales de España. Si bien su estancia en Asturias fue muy corta, llevó a cabo un estudio de las algas marinas de nuestra costa con el fin de obtener yodo de ellas. Fue autor de numerosos trabajos de su especialidad entre los que cabe mencionar Combustión espontánea del cuerpo humano (Madrid, 1857), De la fermentación alcohólica del zumo de la uva con indicación de las circunstancias que más influyen en la calidad y conservación de los líquidos naturales (Discurso pronunciado en el solemne acto de apertura del curso académico 1885-86 en la Universidad Central de Madrid y publicado en Madrid en 1860) (Figura 18), Fabricación del vino de Burdeos superior, tomando como modelo el de Chateau-Safite, Sobre algunas consideraciones referentes a la constitución o formación del individuo o de la especie en química (Madrid, 1868) y Análisis de las aguas sulfhídricas-frías, sulfatadas cálcicas de los Figura 18. Portada del discurso pronunciado por manantiales de Esteibar y Bolibar de Escoriaza Magín Bonet y Bonfill (1818-1894), catedrático de (Guipuzcoa), publicado en 1879 en colaboración Química General en la Universidad de Oviedo, en con M. Sáenz Díez. 1847 en la solemne inauguración del curso académico José Ramón Fernández de Luanco y Riego 1885-86, en la Universidad Central de Madrid (1825-1905). Natural de Castropol, estudió en el (Publicado en 1860). Colegio Cartavio, establecido en Figueras, y posteriormente en la Universidad de Oviedo y en la Escuela Normal de Ciencias Experimentales, hasta obtener el grado de doctor en Ciencias Físico-Químicas. Sus inicios como docente tuvieron lugar en la Universidad de Oviedo al ser nombrado, en 1849, profesor auxiliar de Química, agregado a la cátedra de León Pérez de Salmeán y Mandayo. En este periodo, sus más activas actuaciones científicas se centraron en las investigaciones para intentar dotar a Oviedo y a otras poblaciones asturianas de un perfecto alumbrado a gas, que Fernández de Luanco pretendía obtener de aquellos subproductos de la manzana que se desechaban en los lagares de sidra. Con este fin, en 1851 publicó Alumbrado de Gas en Oviedo, que amplió en el folleto Consideraciones acerca de las circunstancias en que debe fermentar el zumo de manzana para la preparación de la sidra (Oviedo, 1953). Sin embargo, debido a la insuficiente cantidad de materia prima, tal empresa no llegó a buen puerto, aunque sus experimentos fueron elogiosamente comentados por la prensa técnica de Alemania, España, Francia e Inglaterra. Pero no sólo los aspectos científicos ocuparon la actividad de Fernández de Luanco en este periodo, ya que, hasta 1855, colaboró en diversos periódicos locales y fue uno de los fundadores de la revista científica y literaria El Ovetense (1851).
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En 1855 obtiene por oposición la cátedra de Química General de Sevilla, en cuya Universidad no llegó a ejercer, puesto que casi inmediatamente obtuvo la cátedra de Química General de la Universidad de Oviedo. Cuando fue suprimida la Facultad de Ciencias ovetense en 1860, Fernández de Luanco tuvo que desplazarse a la Universidad de Santiago de Compostela, donde explicó Matemáticas, colaborando sobre temas científicos en la revista Económica, obteniendo en 1862 el traslado a la cátedra de Química Inorgánica de la Universidad de Madrid. Más tarde consiguió la cátedra de Química y Física aneja a la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza, de la que llegó ser decano interino, y desde 1868 hasta el final de su carrera encontró la estabilidad que buscaba como catedrático de Química General en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Barcelona, llegando a ser decano, vicerrector y rector de la misma en su última etapa docente. Fue ayo y protector de Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912) cuando este estudió en Barcelona. Una vez jubilado, en 1900, regresó a su querida Castropol. La obra científica de Fernández de Luanco es de las más importantes entre las que se realizaron en España en su tiempo, no sólo en el campo de las ciencias experimentales (como químico su prestigio internacional fue de primer orden y algunos de sus libros y trabajos monográficos fueron traducidos a varias lenguas y utilizados como libros de texto en Alemania), sino también en el de las históricas, siendo notable su historia del concejo de Castropol, que se publicó en el tomo II de la obra de Canella y Bellmunt, Asturias. Por ello recibió los honores de ser miembro de la Legión de Honor francesa y de la Real Orden de Isabel la Católica. Autor del Tratado de Química y de La Alquimia en España [Tomo I (1889) y Tomo II (1897)], obra a la que cuidó con sumo mimo, tanto en su labor de búsqueda de datos en archivos y bibliotecas, como en el cuidado y tiempo que gastó en la edición de la misma20. A pesar de estar alejado de Asturias, su ardiente y constante asturianismo le llevó a mantener contactos con su tierra, aunque sólo fueran indirectos, mediante publicaciones singulares, como Noticias del aerolito que cayó en las inmediaciones de la ciudad de Oviedo el de agosto de 1859, seguida de su análisis cualitativa y cuantitativa (Madrid, 1867) o Descripción y análisis de los aerolitos que cayeron en el distrito de Cangas de Onís (Asturias) el día 6 de diciembre de 1866 (Madrid, 1874). A su muerte en Castropol, en 1905, su biblioteca personal fue donada por un sobrino suyo a la Universidad de Oviedo. La colección estaba formada por más de 1.700 obras de química y de física y, en menor medida, de otras disciplinas científicas como geología, botánica, mineralogía, astronomía, zoología, etc. Entre las obras científicas donadas, cabe destacar cuatro volúmenes de la Historia Natural de Buffon, dos volúmenes de la Historia Natural de Plinio, la primera edición de la Historia natural y médica del Principado de Asturias del doctor Gaspar Casal, el Tableaux de la Nature de Humboldt, el Manuel cosmetique et odoriferant des plants, de Daguerre y las Bodas de las plantas, de Clavijo. Como señala Ramón Rodríguez Álvarez (1998), esta donación constituyó uno de los más importantes legados recibidos por la Biblioteca Universitaria en el siglo XIX, que fue presa del devastador fuego originado durante los sucesos revolucionarios de 1934 en Oviedo. Pascual Pastor López, natural de Valladolid y catedrático de Mineralogía, Zoología y Botánica en la Universidad de Oviedo y posteriormente en la de Valladolid, a pesar de su corta estancia en Asturias realizó varios estudios sobre temas de flora y fauna de la región. Así, en 1852 publica Observación en los seres vegetales y animales comprendidos en una zona de media legua en el circuito de Oviedo, en el que indica diversos efectos dinámicos de los vegetales con los cambios estacionales21. Un año más tarde obtiene el premio de la Academia Nacional de Ciencias por su obra Memoria Geognóstico-agrícola de la Provincia de Asturias
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(publicada en las Memorias de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, tomo I, parte 3ª, Madrid, 1854); en dicho trabajo, tras un estudio morfológico de la región donde se insinúan aspectos fitogeográficos, en especial cuando trata de las condiciones ambientales para la distribución regional de los cultivos de maíz y de centeno, llegaba a la conclusión de que el suelo de Asturias debía dedicarse exclusivamente al cultivo de los prados y del arbolado, reduciendo la siembra de cereales panificables y limitando la fruticultura al manzano, el avellano y el cerezo; esta obra fue considerada por Somoza «una de las más excelentes que se hayan escrito acerca de nuestro país». Unos años después de la publicación del Diccionario de Madoz, Pascual Pastor elabora y publica sus Apuntes sobre la fauna asturiana bajo su aspecto científico e industrial (Oviedo, 1859), en los que se recoge una somera enumeración de los animales conocidos en el territorio y que orienta sobre el estado de la fauna en Asturias a mediados el siglo XIX, dando como resultado que en la región estaban presentes todos los grandes carnívoros conocidos, salvo el lince22. En 1860 publica en Valladolid su Prontuario Médico de Quintas para el uso de los Profesores de Medicina y Cirugía, castrenses y civiles, con el que inicia de su labor en el campo de la sanidad que prosigue con la Topografía Médica de Valladolid23, sin olvidar los temas relacionados con su cátedra, como la Memoria sobre la filoxera de la vid (1878) y otros artículos acerca de la florescencia de los árboles24. Luis Pérez Mínguez, catedrático de Historia Natural en la Universidad y en el Instituto de Oviedo, a pesar de su origen gallego, guarda una relación muy estrecha con esta región y no únicamente por sus doce años de permanencia en Asturias (entre 1854 y 1866), o por haberse casado en Luarca, sino también por la formación naturalista que aquí desarrolla y que va estar muy presente en su obra posterior25. Fue director del Jardín Botánico de la Universidad de Oviedo y pronunció el solemne discurso de apertura de curso académico de la Universidad de Oviedo en 1856, titulado Ventajas del saber e inconvenientes de la ignorancia. Una vez cerrada la Facultad de Ciencias, pasó al Instituto en marzo de 1860. Actualmente puede considerársele como uno de los botánicos que más han trabajado en Asturias26, autor de una obra silenciosa y hoy casi olvidada; trabajó a conciencia, a pesar de no tener los medios necesarios, y no siempre vio recompensado su esfuerzo en el campo de la botánica27. Autor de un Catálogo de las plantas recogidas en el partido o concejo de Oviedo (Valladolid, 1859), como señaló Fermín Canella (op. cit.) al referirse al ilustre profesor, “… la supresión de la Facultad de Ciencias de la Universidad ovetense, le sorprendió en sus trabajos de la flora asturiana”, y debido a esto, parte de su obra no pudo ver la luz de forma autónoma y lo único que nos queda de su obra sobre las Plantas de Asturias se encuentra recogido en la vasta obra de M. Colmeiro Enumeración y revisión de las plantas de la Península Hispanolusitánica e Islas Baleares (5 volúmenes, Madrid, 1885-1889), al utilizar dicho autor un manuscrito de Luis Pérez Mínguez sobre el tema28. Pérez Mínguez, durante su estancia en tierras asturianas desarrolló una amplia labor divulgadora que queda reflejada en su obra Manual del agricultor asturiano (Oviedo, 1864), en la que preconizaba la modernización de la agricultura mediante la aplicación racional de los nuevos conocimientos y en sus abundantes colaboraciones aparecidas, entre 1854 y 1868, en El Faro Asturiano, El Industrial y El Independiente29. Un aspecto significativo en la biografía de Pérez Mínguez es su participación en la polémica darwinista, siendo el primero de los profesores procedentes de la joven Facultad ovetense que, una vez desaparecida y ya siendo catedrático de Historia Natural en el Instituto de Valladolid (una vez que se trasladó en 1866), polemiza sobre el tema con la publicación de su obra Refutación a los principios fundamentales del libro titulado “Origen de las especies” de Carlos Darwin (Valladolid, 1880). Conviene no olvidar que Darwin publica su On the Origen of Species en 1859, casi coincidente con la supresión de la Facultad de Ciencias ovetense, y el darwinismo, como tantas otras corrientes de pensamiento procedentes de Europa, llegó a España
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con sensible retraso, y únicamente a partir de la traducción al castellano de las obras de Darwin (el Origen de las especies data de 1877) se puede considerar que existe una verdadera generalización de la polémica, alcanzando su punto más álgido en la década de los ochenta del siglo XIX30. La postura de Pérez Mínguez en dicha polémica es muy particular, pues, a diferencia del resto de antidarwinistas españoles, a lo largo del texto de la obra trata de dar un tono de mesura sostenido y un esfuerzo constante para llevar a cabo una ponderación basada en la objetividad y limitada a los aspectos científicos, que sin embargo se trueca en la “Conclusión” de la Refutación y, siguiendo la tradición de los antidarwinistas al uso, modifica el discurso, pierde la mesura y sucumbe a las dos paranoias más frecuentes de sus correligionarios: el origen del hombre y su relación con el mono, y la conjura ateo-materialista que, según él, trata de materializar todo espíritu y espiritualizar toda materia. Como resultado de todo ello, Pérez Mínguez se siente atemorizado ante el cambio que se cierne sobre la sociedad liberal, abomina del desorden moral que la amenaza y, puesto que ve al darwinismo como una amenaza más de las que acechan, su obligación moral es combatirlo31. Sus obras Nociones de Historia Natural e ideas generales de Geología (5º ed., Valladolid, 1872) en el que aportaba aspectos novedosos y básicos sobre geografía botánica al establecer las pautas de funcionamiento de los seres vivos a lo largo de los desniveles de las montañas, y su Programa de Historia Natural con principios de Fisiología e Higiene (Valladolid, 1897), que seguía utilizando la clasificación zooFigura 19. Guillermo Schulz (1800-1877), figura señera lógica de Cuvier, por considerarla la base y fundade la geología del siglo XIX, fue director del Instituto mento de todas las posteriores, frente a los criteGeológico y Minero de España entre 1853 y 1857, colarios evolucionistas, fueron utilizadas como textos borando con muchos profesores de la recién creada en el Instituto de Segunda Enseñanza y en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Oviedo Escuela Normal del Magisterio32. [Ilustración de la Galería de Directores del IGME]. Con la mayoría de los profesores reseñados trabajó el célebre alemán Guillermo Schulz (1800-1877) (Figura 19), figura señera de la geología del siglo XIX, vinculado a la región asturiana desde 1833, en la que realizó investigaciones y exploraciones geológicas en sus montañas, explotaciones mineras, trazados de mapas geológicotopográficos, y también fue creador de centros de enseñanza específica sobre minería. Fue el primer inspector del Distrito Minero de Asturias y Galicia y director del Instituto Geológico y Minero entre 1853 y 1857. Por otra parte, en la Facultad de Ciencias, además de los trabajos ya reseñados, se investigaron los minerales de nuestras cuencas en provecho de las industrias mineras; para Diputación y ayuntamientos se analizaron las aguas potables y minerales; para la cárcel y los hospitales se hicieron estudios encaminados a evitar la adulteración de alimentos; por su parte, Salmeán colaboró con los tri-
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bunales de Justicia, e incluso las autoridades eclesiásticas recabaron la colaboración científica de la Universidad de Oviedo para el análisis de las sustancias destinadas al culto. Ejemplo de la atracción ejercida en aquellos momentos por la Universidad fue la reunión de catedráticos que se dieron cita en Oviedo con motivo del notable eclipse de sol que tuvo lugar el 18 de julio de 1860; las observaciones realizadas en el Jardín Botánico fueron reseñadas en numerosos trabajos astronómicos. De lo anteriormente reseñado se puede concluir que la Facultad de Ciencias, en los dos años de su primera existencia, ni fue inactiva ni permaneció encerrada en una torre de marfil; su labor experimental estaba proyectada en gran medida sobre la sociedad asturiana y colaboró ampliamente con las industrias e instituciones regionales. Y sin embargo, a los dos años de su creación, fracasó –o la fracasaron– estrepitosamente. El poco éxito de alumnado (6 alumnos matriculados en 1858 y 2 en 1859) propició el cierre de la Facultad de Ciencias en 1860, quedando a disposición del Instituto tanto los profesores como los medios materiales del Gabinete.
1895: Restauración de la Facultad de Ciencias [Se hace oficial en 1904] Desde el cierre de la Facultad de Ciencias y a lo largo de más de tres décadas, la sociedad asturiana no olvidó el grato recuerdo que habían dejado los profesores e investigadores de la misma, en especial por el apoyo analítico que habían prestado al desarrollo de las actividades mineras e industriales de la región. Con el paso del tiempo la preocupación fue más patente al comprobar que el desarrollo de Asturias, cuyo destino era fundamentalmente industrial, requería de la existencia de una Facultad de Ciencias para aunar los esfuerzos científicos y tecnológicos que se demandaban en tan magna empresa. Y así, gracias al apoyo de entidades asturianas (Diputación Provincial y Ayuntamiento de Oviedo) y bajo la iniciativa del rector de la Universidad Félix Pío de Aramburu y Zuloaga (1848-1913), se logró implantar la Facultad (Sección) de Ciencias Físico-Matemáticas (R. O. de 9 de julio de 1895), al sufragar a medias, las dos citadas entidades, los costes de las enseñanzas científicas. Al comenzar el curso 1895-96 se establecieron los dos primeros años de la Facultad, que comprendían los estudios comunes, no sólo a las diferentes ramas de la licenciatura en Ciencias (Matemáticas, Físicas, Químicas y Naturales), sino también a la preparación exigida para el ingreso en todas las Escuelas especiales de Ingenieros y Arquitectos y al año preparatorio para las facultades de Medicina y Farmacia. La aportación económica de la Diputación Provincial y del Ayuntamiento de Oviedo cesó cuando las enseñanzas científicas adquirieron carácter estatal en 1904 (R. O. de 1 de enero), gracias a las gestiones del entonces senador Félix Pío de Aramburu y Zuloaga y del diputado Melquíades Álvarez, ambos catedráticos de la Universidad ovetense. Tras la restauración de la Facultad, se reanudaron los estudios científicos en la Universidad ovetense, que en esta ocasión comprendían las siguientes materias: «Análisis matemático» (dos cursos), «Geometría analítica», «Cosmografía», «Física», «Química general”, «Dibujo lineal y topográfico». Los medios materiales procedían, en gran parte, de los que habían pasado al Instituto al suprimirse la antigua Facultad, y en el caso de los gabinetes de Química, Física y de Historia Natural se dispuso su utilización conjunta por ambos centros (los dos estaban ubicados en el edificio de la calle de San Francisco) (Figuras 20 y 21); en el Gabinete de Historia Natural comenzó a establecerse, dentro del mismo local, la separación de colecciones para Universidad e Instituto. Un importante impulso para la joven Facultad de Ciencias fue
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la donación efectuada por el Dr. Faustino G. Roel en 1896 a la Biblioteca de Ciencias consistente en 550 volúmenes y 300 folletos, la mayoría de materias médicas, pero que contribuyeron notablemente al desarrollo de las ciencias en general. Se encargaron interinamente de estas asignaturas algunos catedráticos del Instituto, y concretamente de las dos últimas (“Zoología” y “Mineralogía y Botánica”), Elías Ricardo Gimeno y Brun, doctor en Ciencias y catedrático de Historia Natural, autor del Prontuario de Historia Natural, Fisiología e Higiene, publicado en 1896. Personaje conocido en los ambientes culturales de la región ya que algunos años atrás (en 1880) había publicado en el volumen III de la Revista de Asturias, dirigida por Félix Aramburu y que contaba con los colaboradores de más prestigio de la época un artículo titulado La refutación de la obra de Darwin, por el Dr. Pérez Mínguez. Gimeno y Brun había sido compañero de Pérez Mínguez en el Instituto de Oviedo y coincidía con él en su visión crítica del darwinismo, compartiendo un mismo concepto de ciencia y apreciando en la Refutación la capacidad de Pérez Mínguez para exponer con claridad y rigor las diferencias existentes entre los hechos y las interpretaciones que pueden dárseles. Como señala Martínez Álvarez (1982: 35), “Gimeno y Brun, además de ver tambalearse bajo sus pies el armonioso orden de las cosas en sentido filosófico, también siente que está en peligro su herramienta científica cotidiana, el sistema taxonómico que utiliza como profesor de Zoología y de Botánica, y que Darwin pretende aniquilar, pues ataca de hecho los fundamentos de las clasificaciones que tan necesarias nos son para el desenvolvimiento de la ciencia”. Poco después fueron designados por concurso los profesores auxiliares de la Facultad de Ciencias, entre los que se encontraba Francisco de las Barras y Aragón, que permaneció únicamente el curso 1897-98 como auxiliar de la Universidad de Oviedo, aunque, como veremos más adelante,
Figura 20. Alumnos de Mineralogía y Botánica realizando prácticas en el Gabinete de Historia Natural, siendo catedrático José Rioja Martín y profesor auxiliar Antonio Martínez y Fernández del Castillo [Ilustración procedente de los Anales de la Universidad de Oviedo de 1902-1903].
Figura 21. Alumnos de Zoología realizando prácticas en el Gabinete de Historia Natural bajo la dirección de José Rioja y Martín [Ilustración procedente de los Anales de la Universidad de Oviedo de 1902-1903].
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volvió como catedrático, y Antonio Martínez y Fernández del Castillo, que durante su permanencia en la Universidad de Oviedo auxilió en las clases prácticas de Ciencias Naturales a José Rioja Martín; dejó la Facultad de Ciencias en 1904 al obtener por oposición la cátedra de Historia Natural de Instituto, puesto que ocupó posteriormente en Canarias y Ciudad Real. En 1905 las autoridades académicas comenzaron a plantearse la necesidad de realizar obras de reforma y ampliación del edificio universitario de la calle de San Francisco. Al mismo tiempo se iniciaron las gestiones para adquirir la casa-palacio contigua a la Universidad en la plaza de Cueto, hoy de Riego, propiedad de la familia Fernández Cueto (situada en el lugar que hoy ocupan los vicerrectorados de Ordenación Académica y Profesorado, Investigación y Relaciones con la Empresa, Postgrado y Títulos Propios y Campus e Infraestructuras), y así fue propuesto por el rector Fermín Canella al también asturiano ministro de Instrucción Pública, Faustino Rodríguez San Pedro, el 12 de junio de 1904, y aceptado por R. O. de 2 de enero de 1908. Por dicha casa se pagó la cantidad de 95.000 pesetas, y en el claustro de 28 de febrero de 1909 ya se pudieron adelantar las previsiones para su derribo y los planos para las obras de un amplio pabellón que albergara las aulas, laboratorios y gabinetes de una parte de la Facultad de Ciencias. Así, en 1912 se traslada el Gabinete de Física y el Seminario de Matemáticas, mientras que en el antiguo edificio queda el Gabinete de Química (en el actual paraninfo) permaneciendo el decanato de Ciencias en el ángulo formado por los lienzos este y sur de dicho edificio, cuya biblioteca procedente de los fondos donados por Fernández de Luanco y Riego, estaba destinada a revistas, libros de química y de consulta.
Ilustres profesores de ciencias de finales del siglo XIX y principios del XX Desde finales del siglo XIX comienza a engrosar la lista de catedráticos de Ciencias en la Universidad de Oviedo, y si nos circunscribimos hasta la década de los años veinte del siglo pasado, podemos destacar los siguientes: Enrique Urios y Gras, Luis González Frades, José Mur Ainsa i Casadesús Castells, Enrique Fernández Echavarría, José Rioja y Martín, Arturo Pérez Martín, Francisco de las Barras de Aragón, Benito Álvarez-Buylla y Lozana, Carlos del Fresno y Pérez del Villar y Enrique de Eguren y Bengoa. Enrique Urios y Gras, profesor auxiliar en la Universidad de Zaragoza a finales de la década de los 80 del siglo XIX y catedrático de Física y Química General y decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Oviedo entre 1897 y 1902, fue el encargado de leer el discurso de la solemne apertura del curso académico 1897-98. Autor en 1889 de la traducción de la obra de F. Reuleaux Curtido de pieles y fabricación de cola, publicó posteriormente (1912) el trabajo Las aguas potables: manual que contiene las reglas precisas y suficientes para analizar y apreciar su potabilidad relativa. Como ya hemos señalado, contribuyó notablemente a la ampliación del Gabinete de Física, una vez restablecidos los estudios de Ciencias en 1895. Fue uno de los creadores de la Sociedad Filarmónica de Oviedo (mayo de 1906), institución que se constituyó oficialmente en 1907 y de cuya primera Junta Directiva formó parte. Luis González Frades, nacido en Valladolid en 1851, ingresó en 1875 por oposición en el profesorado oficial siendo catedrático de Física en el Instituto de Oviedo. Efectuó análisis químicos de la mayoría de las aguas potables y minerales de Asturias y fue coautor, junto con C. Polo y Astudillo y Mariano Tortosa, en 1871, de unos Apuntes para formar una estación agronómica en Asturias. Durante varios años se encargó de la toma de datos del Observatorio Meteorológico de la Universidad de Oviedo,
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hasta que se trasladó a Bilbao en 1895, ciudad en cuyo observatorio prosiguió con la misma labor, fecha en que fue sustituido en este cometido por Luis Méndez, a la sazón también catedrático de Física. Como resultado de estas observaciones, publicó en 1891 un folleto titulado Resúmenes generales de las observaciones realizadas desde el año 1851 hasta 1890 inclusive, por Don Luis González Frades, Director de la Estación Meteorológica de esta ciudad de Oviedo. José Mur Ainsa i Casadesús Castells estudió en la Universidad de Zaragoza, obteniendo la licenciatura en Ciencias Físico-Químicas en 1892, siendo nombrado, por oposición, catedrático de Geometría Métrica y Geometría Analítica de la Universidad de Oviedo. Como decano de la Facultad de Ciencias (desde 1902), formó parte de la Junta Ejecutiva de la Comisión Organizadora del Tercer Centenario de la fundación de la Universidad ovetense. Autor de la Introducción a la Geometría Superior con arreglo a la explicación del Dr. José Mur (1931), tomó posesión de la cátedra de Geometría en la Universidad de Barcelona, de la cual fue cesado en 1936, junto a otros catedráticos, por la Generalitat de Cataluña, por su pertenencia al grupo de profesores que en 1934 estaban dispuestos a apoyar la suspensión de la autonomía catalana y su apoyo a los franquistas al inicio de la Guerra Civil33. Enrique Fernández Echavarría, natural de Logroño, obtuvo la cátedra de Cosmografía y Física del Globo de la Universidad de Oviedo, asignatura suprimida en 1900, por lo que fue nombrado catedrático de Análisis Matemático. Fallece en 1908 y fue el padre del famoso pintor ovetense Luis Fernández (1900-1973), gran amigo de Pablo Picasso. José Rioja y Martín (1866-1945) (Figura 22), natural de Madrid, ciudad en la que obtuvo, en 1884, la licenciatura en Ciencias Naturales, siendo nombrado dos años más tarde, por oposición, profesor auxiliar de Historia Natural en la Universidad de Valladolid. En dicha universidad obtuvo el doctorado con la tesis titulada Preparación y descripción de las algas clorofíceas de Valladolid. Fue el primer catedrático de Zoología, Mineralogía y Botánica de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Oviedo, plaza que obtuvo el 16 de marzo de 1899 y en la cual se mantuvo hasta 1904, fecha en la que se encarga interinamente de la dirección de la Estación de Biología Marítima de Santander. Este centro había sido creado en 1888, siendo su primer director Augusto González Linares, catedrático de Ciencias Naturales de la Universidad de Valladolid y mentor de Rioja y Martín, al que propone como ayudante suyo. Merced una beca concedida por el Figura 22. José Rioja y Martín (1866-1845), primer Ministerio de Fomento, Rioja y Martín amplia sus catedrático de Zoología, Mineralogía y Botánica de la estudios durante dos años (1889 y 1890) en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Oviedo, Estación Biológica de Nápoles. En 1897 abandona plaza que obtuvo el 16 de marzo de 1899. la Estación de Biología de Santander al ser nom-
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brado ayudante de Zoología del Museo de Ciencias Naturales de Madrid. Dos años más tarde, como ya hemos señalado, obtiene la cátedra de la Universidad ovetense. En la Estación de Biología Marina de Santander permanece, ya con la plaza de director en propiedad, casi diez años, hasta que en 1914 se traslada a Madrid para tomar posesión del cargo de jefe de la Sección del Instituto Español de Oceanografía, al que se incorpora la Estación de Santander, cargo en el que permanece casi cuatro años, puesto que en 1918 es nombrado catedrático de Zoogeografía de la Universidad de Madrid, hasta su jubilación en 1936. Debido a su méritos académicos fue nombrado profesor agregado de la Sección de Animales Inferiores y Moluscos del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid34. Durante su permanencia en Oviedo, sobre Rioja y Martín recayó toda la labor de reordenación del Gabinete de Historia Natural, así como la organización de las clases teóricas y prácticas. Fue autor de varios trabajos sobre temas zoológicos publicados en el Boletín de la Real Sociedad de Historia Natural, así como del solemne discurso de apertura del curso académico 1902-1903 en la Universidad de Oviedo, que versó sobre el Conocimiento del ciclo evolutivo completo de los parásitos que originan en el hombre las llamadas fiebres palúdicas. También es de destacar la dedicación que prestó Rioja durante su estancia en Oviedo a la Extensión Universitaria, desarrollando, entre 1898 a 1910, un amplio programa de conferencias de divulgación en la Universidad, clases populares, excursiones y cursos y conferencias en numerosas localidades de la región. Arturo Pérez Martín (1872-1936). Su Tesis Doctoral, publicada en Salamanca en 1903 y leída en la Facultad de Ciencias, Sección Físico-Química, versó sobre el Estudio de los generadores eléctricos empleados en la producción de rayos X. Obtuvo la cátedra de Física de la Universidad de Oviedo y, tras las marchas de los profesores Rioja y Martínez y Fernández del Castillo (en 1904), se encargó interinamente de la asignatura de Zoología durante el curso 1905-06 (Figura 23). Al año siguiente (1907) marchó a Costa Rica como director del Liceo de dicho país americano y allí permaneció cinco años. A su vuelta a España (1912) obtuvo la cátedra de Física Teórica y Experimental de la Universidad de Valladolid, de la cual fue Vicerrector. Miembro del grupo Republicano Radical Demócrata en la corporación del Ayuntamiento de Valladolid durante la Segunda República, fue fusilado el 1 de octubre de 1936 por las tropas franquistas35. Autor de numerosos libros de texto, entre los que se puede citar Curso de Física General de la Facultad de Ciencias (1926), obra general que contiene varios apartados: Electricidad y Magnetismo, Acústica, óptica y radiaciones y Gravedad y calor. En colaboración con Julio Monzón publicó diversos trabajos: Física de Bachillerato Universitario (1929), Colección de problemas fáciles y manipulaciones breves de Física (1935), Estudio cíclico de Física/Química (1935) y Física (1936). Francisco de las Barras de Aragón (1869-1955). Natural de Sevilla, después de licenciarse en Derecho, cursó los años preparatorios de la Facultad de Ciencias en Sevilla, donde fue discípulo de Salvador Calderón, catedrático de Mineralogía y Botánica de aquella Facultad. Posteriormente se trasladó a Madrid y el 18 de junio de 1894 obtuvo la licenciatura en Ciencias Naturales. Su primer contacto con la Universidad ovetense fue en noviembre de 1897, una vez conseguido el doctorado un año antes al defender su tesis doctoral, dirigida por Ignacio Bolívar y que versaba sobre un género de ortópteros, cuando obtuvo, por concurso, una plaza de profesor auxiliar en la Facultad de Ciencias de Oviedo, si bien al año siguiente fue nombrado, por oposición, catedrático de Historia Natural del Instituto de Palencia, pasando luego a los de Ávila (1900) y Huelva (1902). En mayo de 1907 obtuvo por oposición la cátedra de Mineralogía y Botánica de la Facultad de Ciencias de Oviedo, ocupando, en concepto de acumulada, la cátedra de Zoología.
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Figura 23. Grupo de alumnos de la Facultad de Ciencias de Oviedo delante de la Estación de Biología Marina de Santander durante el viaje organizado por Arturo Pérez-Martín, catedrático de Física de la Universidad de Oviedo, en marzo de 1907 [Ilustración del tomo IV (1905-1907) de los Anales de la Universidad de Oviedo].
Durante su estancia en la Universidad de Oviedo (desde 1907 hasta 1910) colaboró ampliamente con la Extensión Universitaria formando parte de su Junta Directiva siendo su representante en el congreso de la Asociación para el Progreso de las Ciencias, celebrado en Zaragoza en 1908. En 1908, obtuvo, a propuesta de la Junta para la Ampliación de Estudios, una pensión para visitar el Kew Gardens de Londres y otros jardines botánicos. Al año siguiente continuó sus viajes por gran número de ciudades y países europeos, culminando su estancia en Avon, donde residió y llevó a cabo estudios de Fisiología Vegetal en el Laboratorio de Biología Vegetal establecido por la Universidad de La Sorbona. En 1910 se trasladó a Burdeos, junto con Aniceto Sela, en un servicio de intercambio organizado por la Extensión Universitaria, para dar allí varias conferencias sobre Los naturalistas españoles contemporáneos, tema que ya había tratado en el discurso de apertura del curso 1907-08 en la Universidad de Oviedo, titulado De la Historia Natural y su enseñanza en España. Como ya hemos comentado en un capítulo precedente, en los Anales de la Universidad publicó la historia de El antiguo Jardín Botánico de la Universidad de Oviedo. Abandonó la Universidad de Oviedo en 1910, al haber sido comisionado para establecer y dirigir una Estación alpina de Biología en la Sierra de Guadarrama, en Cercedilla, dependiente del Museo de Ciencias Naturales, aunque no permaneció mucho tiempo en este destino, pues un año más tarde (1911) fue nombrado catedrático de Mineralogía y Botánica en la Facultad de Medicina de Cádiz. En 1913 ocupó una cátedra de similar denominación en la Universidad de Sevilla, para trasladarse seis años más tarde a la
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Escuela Superior de Magisterio de Madrid como catedrático de Historia Natural. Durante su estancia en Andalucía cabe mencionar la dedicación que prestó al estudio de la historia de las ciencias naturales en España y en Hispanoamérica, aprovechando la documentación del Archivo de Indias; en este sentido son de destacar sus investigaciones sobre la obra realizada en América por el botánico gaditano José Celestino Mutis. Su periplo por las universidades españolas finaliza en 1920 al ocupar la cátedra de Antropología de la Facultad de Ciencias de Madrid, donde permaneció hasta su jubilación en 193936. Benito Alvarez-BuyIla y Lozana (1879-1941) (Figura 24). Catedrático de Química Orgánica de la Facultad de Ciencias, hijo de Adolfo Álvarez-Buylla González-Alegre (1850-1927), catedrático de Economía Política y Hacienda Pública de la Universidad de Oviedo y hermano de Plácido y de Vicente (ambos diplomáticos y escritores). Natural de Oviedo, en esta ciudad realizó sus estudios elementales, trasladándose a Madrid para proseguir la carrera de Ciencias Físico-Químicas, licenciándose en 1901. Alcanzado este grado académico, obtuvo una beca del Colegio Español de Bolonia para la realización de los estudios de doctorado en Ciencias Químicas. Una vez finalizada su estancia en Italia, en 1909 comenzó su actividad docente e investigadora en la Universidad de Oviedo al ser propuesto como profesor auxiliar de Química General. En 1912 obtiene por oposición una plaza de profesor auxiliar numerario de la Facultad de Ciencias, que desempeñaría hasta que, vacante la cátedra de Química Orgánica, hace oposición a ella con éxito, y al Figura 24. Benito Álvarez-Buylla y Lozana (1879frente de la misma permanece desde 1917, culmi1941), catedrático de Química Orgánica de la nando su trayectoria académica. Su formación Universidad de Oviedo y afamado poeta y escritor bajo naturalista y su inclinación por estos temas le llevó el seudónimo de Silvio Itálico. a encargarse interinamente de las cátedras de Zoología y Mineralogía y Botánica desde 1909, tras la marcha de Francisco de las Barras de Aragón, labor que finalizó en 1915. En la solemne apertura del curso académico 1927-1928 estuvo a su cargo el discurso inaugural, en el que sugirió la idea de crear en Asturias un organismo dedicado al estudio científico del carbón mineral, producto que comenzaba a tener su importancia en los medios industriales asturianos. Dicha iniciativa fue rápidamente asumida por la clase dirigente local, y así, la Universidad ofreció locales y tanto el Ayuntamiento ovetense como la Diputación Provincial avalaron económicamente el proyecto. Poco después de lanzada la idea quedó constituido el Instituto del Carbón en la Universidad de Oviedo, del que Álvarez-Buylla fue su primer director, centro que impulsó los estudios destinados a evaluar las posibilidades de este combustible fósil que tanta importancia tuvo en el desarrollo minero e industrial de Asturias durante de la pri-
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mera mitad siglo XX. Las llamas que redujeron a escombros el edificio de la Universidad en 1934 también consumieron y llevaron a la desaparición este centro. Fue autor de numerosos trabajos de química, como Nueva obtención de aminas con el reactivo de Grinard (Madrid, 1908) y Oxidación de hidrocarburos aromáticos (Madrid 1933, en colaboración con José Manuel Pertierra, que con el tiempo sería otra figura clave de la química en la Universidad de Oviedo). Como hemos señalado anteriormente, su interés por el desarrollo de la actividad minera asturiana ligada a los carbones se puso de manifiesto, tanto en sus gestiones para la puesta en funcionamiento del Instituto del Carbón, como a través de obras como los Estudios acerca de los carbones asturianos (Madrid, 1929-1930), o su participación en el Ciclo de Conferencias sobre la revalorización de los carbones menudos de Asturias organizado en 1934 por las Asociaciones de Ingenieros de Minas del Noroeste de España y de Ingeniería Industrial de Asturias y León. No fue menor su participación en la Extensión Universitaria, siendo numerosos los cursos y conferencias por él impartidas desde 1901. Aunque químico de profesión, Benito Álvarez-Buylla y Lozana fue un personaje polifacético, aficionado a las artes en general y sobre todo a la poesía. Incluso se inició en el periodismo al fundar, junto con Ramón Pérez de Ayala y Román Álvarez, un periódico satírico titulado El Leño (1901), de escasa vida –únicamente vieron la luz los dos primeros números– al ser suprimido por el gobernador con el fin de evitar que alguno de los personajes aludidos en la publicación cumpliera sus amenazadas y arremetiese contra los editores37. Su amplia cultura en el campo de las artes queda reflejada en sus numerosas colaboraciones en periódicos regionales, como El Correo de Asturias, nacionales y en publicaciones hispanoamericanas, inicialmente como crítico musical y posteriormente mediante la publicación de sus propias composiciones poéticas, bajo el seudónimo de Silvio Itálico, siendo uno de los escritores asturianos más veces laureados en certámenes públicos y juegos florales de numerosas ciudades españolas (Badajoz, Córdoba, Murcia, etc) y extranjeras (Tánger, París y Buenos Aires)38. Bajo el citado seudónimo de Silvio Itálico, publicó diversas obras, entre las que cabe destacar Almas gemelas (Oviedo, 1907), Preferiría usted ser animal (Gijón, 1923), La pintura asturiana (Oviedo, 1924) y La música asturiana (Oviedo, 1925). Benito Álvarez-Buylla y Lozana fue uno de los docentes universitarios represaliados a partir de la ruptura, por parte de las tropas de Franco, del asedio de la ciudad el 17 de octubre de 1936. El 21 de diciembre el presidente de la Comisión Depuradora del Personal Universitario propuso la suspensión de Benito Álvarez-Buylla y Lozana al ser calificado como «izquierdista» y «extremista» junto con los catedráticos Ramón Prieto Bances, Alfredo Mendizábal Villalba, Antonio Polo Díez, Emilio González López, Carlos del Fresno y Pérez del Villar y Teodoro González García39. En la inhabilitación definitiva de Benito Álvarez-Buylla fechada el 24 de septiembre de 1937, fue decisiva la opinión del rector accidental y decano de la Facultad de Derecho Isaac Galcerán, que parece ser que jugó un importante papel en la represión franquista40. Hubieron de transcurrir casi dos años para que, merced a la intervención y buenos oficios del nuevo rector de la Universidad de Oviedo, Sabino Álvarez-Gendin, se iniciara, el 24 de julio de 1939, la revisión del expediente de Álvarez-Buylla, siendo finalmente rehabilitado el 17 de junio de 1940. Sin embargo, el Ministerio mantuvo la inhabilitación para el cargo a pesar de que el juez depurador había propuesto la exoneración absoluta41. Un año y medio más tarde, en diciembre de 1941, Álvarez-Buylla fallecía en Oviedo. Carlos del Fresno y Pérez del Villar, escritor y catedrático de Química Inorgánica de la Universidad de Oviedo. Nacido en dicha ciudad en 1897, hijo del afamado músico y compositor Saturnino del Fresno y Arroyo y hermano del también pianista y compositor Manuel del Fresno y Pérez
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del Villar (1900-1936), cursó el bachillerato en el Instituto de Oviedo y, una vez obtenido el título en 1914, realizó los estudios de Ciencias Químicas en la Universidad de Oviedo, licenciándose en 1917 con la máxima calificación, integrándose al año siguiente en el claustro universitario al ser propuesto como profesor ayudante de clases prácticas de la Facultad de Ciencias, cargo en que permanece hasta 1920, cuando es nombrado profesor auxiliar de la Facultad de Ciencias. Con el fin de obtener el doctorado realiza, en el curso 1917-1918, las asignaturas de doctorado en la Universidad Central de Madrid, alcanzando, en 1923, el grado de doctor con Premio Extraordinario. Durante el tiempo que permaneció como profesor auxiliar asistió, como miembro de las delegaciones españolas, a las Conferencias de la Unión Internacional de Química pura y aplicada de Varsovia (1927) y La Haya (1928). En el otoño de 1928 obtuvo la cátedra de Química Inorgánica de la Universidad de Oviedo, alcanzando a partir de entonces una reconocida fama científica merced a los numerosos congresos internacionales en los que participó ostentando la representación española. Su investigación química se centró fundamentalmente en los estudios de metalografía y energética, contribuyendo notablemente al conocimiento de estas ciencias y cuyas aportaciones más notables vieron la luz en diversas revistas de la especialidad como Anales de la Sociedad Española de Física y Química, Zeitschrift fur Anorganische Chemie y Zeitschrift fur Elektrochemie. Su faceta como escritor, aunque menos conocida, ha dejado obras de interés, como las tituladas Discurso (Oviedo, 1930) pronunciado en la solemne apertura del curso universitario de 1930-1931, o Un proyecto de interés regional: el Instituto de Química Aplicada de la Universidad. Ventajas que reportaría su creación a la economía e industria regionales, publicado en el diario Avance de Oviedo en 1932. Poco después de ser instaurada la República, el gobierno provisional le nombra, en 1931, vicerrector de la Universidad de Oviedo y desempeña la rectoría por ausencia del titular, Leopoldo Alas Argüelles, desde 1931 hasta 1933. A partir de este año desempeña también el cargo de jefe de la Sección Metalúrgica del Instituto de Química aplicada de la Universidad de Oviedo, y con motivo de este nombramiento visitó, en los últimos meses de 1933, pensionado por la Facultad de Ciencias, los más importantes laboratorios metalúrgicos de Paris, Múnich, Dresde, Berlín y Düsseldorf42. Carlos del Fresno y Pérez del Villar fue uno de los docentes universitarios represaliados a partir de la ruptura, por parte de las tropas de Franco, del asedio de la ciudad el 17 de octubre de 1936. Vicerrector de la Universidad de Oviedo con el rector Alas, desde los inicios de la Guerra Civil ocupó el rectorado de forma provisional “inmediata” y “espontáneamente”, una vez detenido por los rebeldes el rector Alas. Sin embargo sus reiteradas consultas al general Aranda, en orden a sus funciones sobre la depuración del personal universitario, son interpretadas como una forma de resistencia43. A la vuelta de una corta estancia en Salamanca se le comunica la suspensión provisional como rector y catedrático y el 25 de septiembre de 1937 se le separa definitivamente y se le inhabilita para todo tipo de cargo, al ser calificado dentro de la categoría de “acomodaticio” y “expectante”. Del Fresno solicita el 24 de agosto de 1938 la revisión de su expediente personal y el 4 enero de 1940 el juez depurador propuso el “apartamiento forzado con prohibición de solicitar cargos vacantes durante cinco años e inhabilitación para el desempeño de cargos de mando o de confianza”. Retorna al servicio después de ser declarado cesante en 194644. Enrique de Eguren y Bengoa (1888-1944) (Figura 25), catedrático de Zoología y de Mineralogía y Botánica (1915-1923) y, más tarde, primer catedrático de Biología (1923-1944). Natural de Vitoria, estudió el bachillerato en el Instituto victoriano de Segunda Enseñanza y una vez finalizados estos estudios partió a la Universidad de Madrid para cursar Ciencias Naturales. En dicha Universidad, una vez obtenida la licenciatura, inició los trabajos de investigación sobre antropología vasca moderna conducentes a conseguir el docto-
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rado, el cual obtuvo con la tesis doctoral Estudio Antropológico del Pueblo Vasco. La Prehistoria en Álava, la cual defendió en 1913 obteniendo la máxima calificación; un año más tarde fue publicada en Bilbao bajo el título de Estado actual de la antropología y prehistoria vasca: Estudio antropológico del pueblo vasco. Una vez de regreso en Vitoria, fue nombrado ayudante de la Sección de Ciencias Naturales del Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de dicha capital, aunque por poco tiempo, ya que el 13 de abril de 1915 obtuvo por oposición la cátedra de Zoología y de Mineralogía y Botánica de la Universidad de Oviedo, si bien al cambiar la denominación de las cátedras, en 1923, pasó a desempeñar la de Biología. Ya en Oviedo, en 1917 constituye, junto con los etnógrafos y antropólogos vascos Telesforo Aranzadi (18601945) (Figura 26) y José Miguel de Barandián (1889-1991), el renombrado “Grupo de Investigación Prehistórica Aranzadi-Barandián-Eguren”, cariñosamente denominados en el mundillo de los prehistoriadores, arqueólogos y antropólogos de aquel entonces como los «tres tristes trogloditas» y que tantas prospecciones, excavaciones e investigaciones llevaron a cabo durante los 20 años siguientes, hasta que la guerra de 1936 los dispersó. Numerosos fueron los informes y trabajos publicados por estos tres autores, como los realizados sobre los dólmenes de Aralar (1919), Sierra Aizkorri (1919), Sierra de Ataun-Barunda (1920) y Alizabia (1921) o la obra Exploración de la Caverna de Santimaniñe (Basondo; Cortézabi) (Bilbao, 1923-1935). Eguren y Bengoa fue cofundador de la Sociedad Española de Antropología y la mayoría de los trabajos que publicó a lo largo de su vida, alrededor de una treintena, etnográficos y antropológicos, se centraron en el ámbito geográfico alavés, región en la que Eguren realizó la mayor parte de sus investigaciones, entre los que se pueden citar Nuevos datos acerca de la Prehistoria en Álava-El túmulo de Oquina (1923), Los dólmenes clásicos alaveses (1927), El dolmen de Larrasiol y otros datos para la Prehistoria Alavesa (1931) y El hórreo en el País Vasco, entre otros45. De temática asturiana publicó De la Época Eneolítica en Asturias (publicado en el Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural en 1917), Elementos étnicos eneolíticos de Asturias. Dos cráneos del Aramo de la Colección del Figura 25. Enrique de Eguren y Bengoa (1888-1944), catedrático de Zoología y de Mineralogía y Botánica Conde de La Vega del Sella (Madrid, 1918) y el dis(entre 1915 y 1923), siendo más tarde el primer catecurso pronunciado en la solemne apertura del curso drático de Biología de la Universidad de Oviedo, entre 1919-20 de la Universidad de Oviedo, que llevó 1923 y 1944. Fue rector de la Universidad de Oviedo por título Las poblaciones pretérita y actual de en el periodo 1929-1930 [Ilustración procedente de Asturias, que fue declarado «de mérito relevante» Martínez & Lastra, 1978: 29]. por la Real Academia de la Historia.
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Eguren y Bengoa, en sus casi treinta años en la Universidad de Oviedo, cubrió un período muy difícil, pues a los graves acontecimientos de octubre de 1934, con el incendio que destruyó casi por completo el edificio universitario de la calle de San Francisco, incluyendo su magnífica Biblioteca y los Gabinetes de Química, Física e Historia Natural, se sumaron posteriormente los efectos de la Guerra Civil, durante el periodo 1936-39, de tal forma que al final de la guerra el material de que disponía la Facultad de Ciencias, no sólo aparatos y material de laboratorio, sino también libros, puede decirse que era prácticamente inexistente. Como señalan Martínez Álvarez & Ordaz (1983: Figura 26. Telesforo Aranzadi (1860-145) constituyó 29-30), “a Eguren le va a corresponder la triste en 1917, junto con Enrique de Eguren y Bengoa y José suerte de asistir a la desaparición del Gabinete. Miguel de Barandián (1889-1991), el “Grupo de Hasta 1934 no existen prácticamente referencias Investigación Prehistórica Aranzadi-Barandiánsobre éste; indudablemente su época ya ha pasado: Eguren”, que durante 20 años desempeñó una fructífelos Gabinetes fueron un producto de la Ilustración ra labor en los campos de la prehistoria, arqueología y dieciochesca y de Romanticismo decimonónico; antropología vasca. pero en los años treinta ya nadie se preocupa de enviar a la Universidad de su ciudad un mineral más o menos notable o algún animal más o menos raro. Curiosamente, y pese a todo, las colecciones siguen existiendo, siguen estando atendidas, siguen siendo estudiadas, pero el Gabinete, entendido como en su forma primitiva y genuina, podemos decir que ya ha desaparecido”. Además de sus labores docentes e investigadoras, Eguren y Bengoa desempeñó diversos cargos académicos: fue secretario de la Facultad de 1915 a 1921, año en que fue nombrado decano y más tarde vicerrector hasta 1929; el 15 de abril de ese año fue nombrado rector, cesando por dimisión el 22 de marzo de 1930; pasó entonces de nuevo a ser vicerrector, hasta que renunció el 7 de junio de 1931. Ya en la postguerra, fue nombrado otra vez decano en 1940 y vicerrector en 1941, cargo que ocupaba aún el 13 de julio de 1944, en que falleció como consecuencia de sus problemas cardíacos, justamente dos días antes de la inauguración en Avilés del Museo Graíno de Historia Natural –de cuyo catálogo era autor–, en la que debería pronunciar un discurso inaugural (precisamente fue sustituido por su compañero y amigo Lucas Rodríguez Pire)46. Eguren y Bengoa fue enterrado en Vitoria, en un panteón que su familia tenía en el cementerio de Santa Isabel –posteriormente sus restos fueron trasladados al cementerio de El Salvador de Oviedo, donde reposa con su esposa– y el Ayuntamiento de Bilbao, en reconocimiento de sus notables aportaciones al conocimiento de la cultura prehistórica vasca, dio su nombre a una calle de dicha ciudad.
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Epílogo En 1934 se iniciaron las gestiones para construir un nuevo edificio para la Facultad de Ciencias en una parcela del Campo de Maniobras cedida por el Ayuntamiento. Se reanudaron tras la guerra, y en 1941 se consiguió que la Dirección General de Regiones Devastadas tomase a su cargo la construcción del edificio. Pero aún hubieron de sufrirse muchas vicisitudes, hasta el punto de que el nuevo edificio no pudo inaugurarse hasta 1958, según consta en una placa situada en su hall de entrada. Pero esta es otra historia.
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Notas 1. Martínez Abaigar (1997). 2. López de Azcona (1986). 3. Truyols Santonja (1993: 218). 4. Casaprima Collera (1996: 83). 5. Barras de Aragón (1907). 6. Díaz González, (1981: 167). 7. Artículos de prensa sobre la inauguración del Jardín Botánico aparecieron en los periódicos Región (7/8/1977), El Comercio (7/8/1977) y en la Revista Enol (Bol. Inf. F. Ast. Mont.), 30: 25, 1978, bajo el título de “El Jardín Botánico de la Flora Astur”. 8. Gutiérrez Claverol & Rodríguez Terente (2005: 31). 9. Adán Álvarez (2000). 10. Fermín Canella (op. cit., p. 216), señala que “ocupa casi todo el lienzo O. de la Universidad”. Sin embargo, a la vista de los planos del edificio que figuran en la composición realizada en 1908 por D. Eduardo de Llanos y Álvarez de las Asturias, el Gabinete de Ciencias Naturales ocupaba la zona este de la planta principal del edificio universitario. En la pág. 278 señala que “en el extremo N.O. se alza la torre Estación Meteorológica con el reloj moderno, que reemplazó al primitivo de 1668, y las sonoras campanadas”, cuando dicha Torre se encuentra en el extremo N.E. Por otra parte, en la pág. 280 indica “la capilla está a la izquierda del vestíbulo, entre éste y la esquina del N.O.”, cuando en realidad la capilla está situada en la esquina N.E. 11. Quevedo (1903). 12. Gutiérrez Claverol & Rodríguez Terente (2005: 38). 13. En el primer volumen (de 35x27 cm) se detalla el procedimiento para la obtención de las láminas con las plantas y se comentan los aspectos botánicos de los restantes 5 volúmenes, presentando 30 láminas de diferentes tipos de nerviaciones. Los restantes 5 volúmenes tienen, cada uno, 100 láminas de 57x40 cm, impresas con taxones de la mayoría de las familias botánicas presentes en Austria. En total la obra comprende 530 láminas, con 1.588 ejemplares en las 500 láminas de los 5 volúmenes, realizadas bajo la supervisión de Alois Auer, al que se le atribuye la invención del proceso de la Impresión de la Naturaleza.
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14. F.A. Stafleu & R.S. Cowen (Taxonomic literatura. A selective guide to botanical publications and collections with dates, commentaries and types. 2ª ed., Utrecht, Ed. International Association for Plant Taxonomy Utrecht, vol 5. 1985) consideran que la obra Physiotypia es el trabajo publicado más importante producido según el citado proceso. 15. Gutiérrez Claverol & Rodríguez Terente (2005: 41). 16. Gutiérrez Claverol & Rodríguez Terente (op. cit.: 44). 17. Suárez Fernández (1936, Vol. III: 474). 18. Martínez Álvarez (1982: 39-43). No fue esta la única penalidad que hubo que padecer Fuertes Acevedo por la publicación de su libro, pues en El Avisador, periódico católico de Badajoz, comenzaron a aparecer regularmente unos artículos que más tarde serían recopilados y editados en un libro de título El darwinismo en solfa, firmado bajo el pseudónimo de Doña Clara de Sintemores. Es probablemente la crítica más hiriente y mordaz que se ha hecho en España a una obra científica. 19. Fernández Ladreda (1924). 20. Rodríguez Guerrero (2006: 6). 21. Díaz González & Navarro (1975: 73). 22. Torrente Sánchez-Guisande (1999). 23. Riera (1985). 24. Martínez Álvarez & Lastra López (1978: 7). 25. Martínez Álvarez (1982: 28). 26. Díaz González & Navarro (op. cit.: 75). 27. Laínz (1959). 28. En la página CXCIII del volumen I, M. Colmeiro así lo confirma: “Plantas de Asturias, manuscrito posterior, existente en poder del que esto escribe”. Dicho manuscrito no se logró localizar a pesar de las pesquisas llevadas a cabo por M. Laínz (op. cit.: 427) en numerosas bibliotecas y archivos botánicos. 29. González Solís y Cabal (1890). 30. Martínez Álvarez (op. cit.: 26). 31. Martínez Álvarez (op. cit.: 29-30). 32. Jiménez Artacho & al. (2006: 6). 33. Claret Miranda (2004). 34. Alaejos Sanz (1945). 35. Otero Carvajal (2001: 180); Claret Miranda (2006: 519). Su nombre figura en el Anexo XVII (Muertos por causas violentas) del Libro del Cementerio depositado en el Archivo Municipal de Valladolid. Figura en dicho Anexo, en el citado día, como fallecido a la edad de 64 años. 36. Izquierdo Tamayo (1958). 37. Constantino Suárez (1936: 258). 38. Prada Álvarez-Buylla (2003). 39. Claret Miranda (2004: 220). 40. Claret Miranda (op. cit.: 222). 41. Claret Miranda (op. cit.: 223). 42. Constantino Suárez (1936). 43. Claret Miranda (2004: 223). 44. Claret Miranda (op. cit.: 223-224). 45. Agirre (2000). 46. Martínez Álvarez & Lastra López (1978: 30-31).
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FICHAS
I.1. El retorno del absolutismo
I.2. El retorno del absolutismo
1814, octubre, 18, Oviedo Certificación de ocupación del edificio como almacén por las tropas francesas. Expediente formado en virtud de Real Orden de su Majestad, con la que se remitió al Consejo para el uso que se estime conveniente, una representación y documentos de la Universidad Literaria de Oviedo, en que propone medios para la dotación de sus cátedras España. Ministerio de Cultura. Archivo Histórico Nacional. Consejos, Leg. 5453, exp. 22
1826 Expediente formado en virtud de Real Orden remitiendo a consulta del Consejo el que se ha instruido en el Ministerio de Gracia y Justicia sobre las dudas presentadas por la Universidad de Oviedo y reclamaciones del Conde de Miranda como Patrono de la misma, acerca de la documentación de los dependientes de aquella y otras cosas España. Ministerio de Cultura. Archivo Histórico Nacional. Consejos, Leg. 5453, exp. 47
1815-1817 Expediente de la visita que de la Real Universidad de Oviedo hacen los señores D. Josef Antonio Palacio y D. Juan Antonio Lamuño, dignidades y canónigos de la Santa Iglesia Catedral de la expresada ciudad, en virtud de la Orden del Real Supremo Consejo de Castilla España. Ministerio de Cultura. Archivo Histórico Nacional. Consejos, Leg. 5453, exp. 27
1833 Edicto con término de 50 días para una cátedra de Instituciones Teológicas de la Universidad de Oviedo Biblioteca de Asturias “Ramón Pérez de Ayala”
1824, febrero, 27, Oviedo Certificado del notario Ignacio Hevia y Noriega haciendo constar que el bibliotecario Felipe Argumosa estaba en prisión por haber apoyado el gobierno constitucional. Expediente sobre el nombramiento interino y posesión de D. José Solís Castañón como bibliotecario en la Biblioteca fundada por el brigadier don Lorenzo Solís, ingeniero director en la plaza de Veracruz. 1824-1826 Biblioteca de la Universidad de Oviedo
CASO, Manuel de Oratio pro solenni studiorum apertione in Reg. Ovet. Universit. coram ejusdem DD. et MM. dicta á R.P.M. Fr. Emman. de Caso... moderatore, XV. Kal. Nov. Anni. M.DCCCXXVI. – Oveti : Aput Typogr. Viduae de Prieto, 1826? 11 p. ; 21 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo
II.1. Los nuevos planes de estudios Plan de estudios decretado por S.M. en 17 de setiembre de 1845, seguido del cuadro general de asignaturas para las universidades del reino... – Madrid :
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Imprenta Nacional, 1845 94 p. ; 21 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Ley de Instrucción Pública, sancionada por S.M. en 9 de setiembre de 1857. – Madrid : Imprenta Nacional, 1857 96 p. ; 23 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Universidad de Oviedo Memoria acerca del estado de la enseñanza en la Universidad de Oviedo y en los establecimientos del distrito de la misma en los cursos de 1858 á 1859 y 59 á 60 ; y Anuario de 1860 á 1861 : precedidos de una reseña histórica. – Oviedo : Imp. y Lit. de Brid, Regadera y Comp., 1861 241 p. ; 22 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Universidad de Oviedo Distrito universitario de Oviedo : reseña histórica, organización de la enseñanza en el distrito, memoria del curso de 1876 á 1877, anuario para el de 1877 a 1878, variedades. – Oviedo : Imp. y Lit. de Vicente Brid…, 1878 232 p. ; 32 cm En port.: I (2ª serie) Biblioteca de la Universidad de Oviedo Universidad Literaria de Oviedo Memoria correspondiente al curso de 1890 a 1891 ; y Anuario para el de 1891-92 / Universidad Literaria de Oviedo. – Oviedo : Establecimiento Tipográfico de Vicente Brid, 1892 97 p. ; 35 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo
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II.2. Los nuevos planes de estudios Real Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias Relacion de la distribucion de premios con que la Real Sociedad Económica de Amigos del Pais de Asturias, solemnizó el cumpleaños de S. M. Doña Isabel II el dia 10 de octubre de 1844, y de la esposicion pública de pinturas y productos de las Artes… – Oviedo : Imprenta de D. Francisco Pedregal, 1844 46 p. ; 20 cm Real Instituto de Estudios Asturianos 1834-1835 Cátedra de Química y Física. Gastos en la Cátedra y alguno en aquellas- Certificado del coste de la obras en el nuevo local de la Universidad en 1845 Real Instituto de Estudios Asturianos 1835-1845 Listas anuales de los alumnos de la Cátedra de Química y Física Real Instituto de Estudios Asturianos 1844 Discurso pronunciado por el profesor de Química D. León Salmeán á la apertura de su Cátedra Real Instituto de Estudios Asturianos 1845 Catálogo de las máquinas y demás efectos de la Cátedra de Química y Física Real Instituto de Estudios Asturianos 1846 Libro de registros de los papeles del Archivo de la Sociedad Económica de Oviedo, formado por el socio D. Francisco Díaz Ordóñez Real Instituto de Estudios Asturianos
Del absolutismo fernandino a la Extensión Universitaria
II.3. Jardín Botánico PLUCHE, Noël Antoine Espectaculo de la naturaleza, ó Conversaciones a cerca de las particularidades de la historia natural... / escrito en el idioma frances por el abad M. Pluche ; y traducido al castellano... – 3ª ed. – En Madrid : en la Imprenta de Pedro Marin : A costa de la Real Compañia de Impresores, y Libreros del Reyno, 1771-1773 16 v. : grab. pleg. ; 4º Biblioteca de la Universidad de Oviedo
II.5. Instrumentos de los gabinetes de Química e Historia Natural
II.4. Gabinete de Historia Natural
Densímetro Fabricante: Emile Granier S.f. Para determinar la densidad e inflamabilidad de las hullas minerales. El densímetro se utiliza para apreciar la densidad de los líquidos. Están formados por una ampolla de vidrio que hace de flotador y prolongada en la parte superior por un tubo cilíndrico. Si se sumergen en un líquido afloran en el mismo en relación a su peso específico. Previos los procesos de licuefacción de la hulla, se coloca el aceite resultante en un recipiente, se introduce el densímetro y una vez estabilizado el líquido, se obtiene la lectura. El punto de inflamación se determina en un crisol abierto, y es la temperatura a la cual se forma sobre la superficie del aceite, la cantidad necesaria de vapor para que se inflame al contacto con una llama desnuda. Se coloca ahora el aceite en un recipiente, y este sobre el mechero. Una vez caliente el aceite, se acerca una llama a la superficie del aceite y se observa cuándo los vapores despedidos de éste se empiezan a encender, en este momento se toma la temperatura del aceite con el termómetro. Museo de la Minería y de la Industria
ETTINGSHAUSEN, Constantin freiherr von Physiotypia plantarum austriacarum. Der Naturselbstdruck in seiner anwendung auf die Gefässpflanzen des Österreichischen Kaiserstaates, mit besonderer Berücksichtigung der Nervation in den Flächenorganen der Pflanzen / von Constantin von Ettingshausen und Alois Pokorny. – Wien : Druck... der KaiserlichKöniglichen Hof-und Staatsdruckerei, 1856 6 v. ; 55x38 cm (5 vol.), 34x25 cm (1 vol.) Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Polarímetro tipo Laurent Fabricante: Ph. Pellin ca. 1885 Casi siempre que vemos un objeto a través de algo transparente aparece una sola imagen. Pero no siempre es así. Los cristales de espato de Islandia producen una imagen doble. Rotando uno de los cristales se mueve una imagen y otra se queda en su sitio. Si se ilumina el espato de Islandia con luz reflejada, una de las imágenes desaparece. La luz normal está compuesta por
1868 Proyecto de una nueva calle en Oviedo: Fruela y Uría. Plano. Escala 1:2.000. Salustiano González Regueral. Impreso y litografía de Brid y Regadera Archivo Municipal de Oviedo. Signatura 1-125-91 BARRAS, Francisco de las “El antiguo Jardín Botánico de la Universidad de Oviedo” pp. 382-394 ; 23 cm En: Anales de la Universidad de Oviedo. – Tomo IV (1905-1907) Biblioteca de la Universidad de Oviedo
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dos formas de luz. En un cierto ángulo sólo una forma de luz es reflejada por el espejo. La diferencia consiste en la polarización. Sustancias que en circunstancias normales carecen de color, adquieren colores brillantes bajo la luz polarizada. Los polarímetros eran aparatos que permitían ver las muestras bajo luz polarizada. El polarímetro es, desde las últimas décadas del siglo XIX, un aparato esencial de varias industrias para determinación y control de materiales observando cómo las sustancias reaccionan de distinta manera al paso de la luz polarizada. Museo de la Minería y de la Industria Pirómetro Fabricante: Rudolf Hase ca. 1930 Para medición de temperaturas por encima del alcance de los termómetros de mercurio, se utilizan los instrumentos denominados pirómetros, que logran registrar elevadas temperaturas mediante medios electro-ópticos. Con este aparato se puede realizar la medición de la temperatura al rojo o bien del interior del horno. El pirómetro óptico, desarrollado por Heri Louis Le Chatelier a finales del siglo XIX, compara el calor del objetivo caliente con el de un filamento metálico calentado eléctricamente. Museo de la Minería y de la Industria Colorímetro tipo Duboscq Fabricante: A. Jobin & G. Yvon ca. 1923 Si comparamos a través de un aparato una capa de líquido coloreado con otra líquida también y del mismo color, pero que contenga una cantidad conocida de materia colorante y sirva así de tipo, será posible hallar la cantidad de materia colorante de la primera. El colorímetro se desarrolló durante el siglo XIX, siendo utilizado por numerosas industrias para controlar la calidad de sus productos.
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Para utilizar el aparato se vierte en cada uno de los vasitos las disoluciones respectivas: tipo y problema. Hecho esto se mueven ambos tornillos para que desciendan aquellas hasta quedar apenas sumergidas en los líquidos; se mira a través del ocular; se ilumina convenientemente el campo visual moviendo el espejo o la placa de vidrio opal y, sacando más o menos el objetivo, se enfoca hasta percibir bien el campo y la línea de separación de las dos partes en que se verá que está dividido, apareciendo coloreadas, pero con distinta tonalidad una de otra; entonces se sumerge más una u otra de las varillas hasta lograr que todo el campo visual tenga igual tonalidad de color, y se ve cuál es el espesor de cada una de las capas líquidas. Museo de la Minería y de la Industria Mechero de laboratorio Fabricante: Serrot ca. 1920 El mechero de laboratorio proporciona una llama caliente, constante y sin humo. Los modelos más utilizados son los mecheros Bunsen, que deben su nombre al químico alemán Robert Bunsen, quien en 1855 mejoró el modelo de quemador de William Faraday. Son también usuales en el laboratorio los de tipo Teclu y los Mecker. El mechero de la imagen es de este último tipo y su diseño es básicamente el mismo de un mechero Bunsen, la diferencia está en que presenta en la boca una placa horadada que permite obtener una llama formada por el mismo número de llamas que los orificios de la placa, lo que permite trabajar a mayores temperaturas de modo uniforme. Museo de la Minería y de la Industria Microscopio binocular Fabricante: ¿Gustavo Jensen y Cia? ca. 1865 Microscopio binocular similar a los del Gabinete de Ciencias Naturales de la Universidad de
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Oviedo y utilizado para la observación microscópica de tejidos animales y vegetales. Fue adquirido en Cuba, a finales del siglo XIX, a la empresa “Gustavo Jensen y Cia” (cuyo centro comercial estaba situado en la calle Mercaderes nº 11 de La Habana) por el padre del botánico asturiano Faustino Miranda González (1905-1964), científico de referencia para la ficología (ciencia de las algas) española. Exiliado en México después de la Guerra Civil, desarrolló allí una amplia y reconocida labor en la investigación botánica de estos territorios americanos Herederos de Faustino Miranda González
sión ejercida sobre un líquido se transmite en todos los sentidos, con la misma intensidad, sobre toda superficie igual a la que recibe la presión”. Museo de la Minería y de la Industria Bomba aspirante-impelente Fabricante: E. Ducretet & E. Roger 1908-1918 La bomba mixta o aspirante impelente, que funciona usando la aspiración y compresión, consiste en un cuerpo de bomba con un tubo inferior de aspiración y otro lateral de elevación, provistos ambos de sus respectivas válvulas; esta bomba funciona como aspirante al subir el émbolo y como impelente al bajar. Museo de la Minería y de la Industria
II.6. Instrumentos del Gabinete de Física Máquina de vapor Fabricante: William Angel ca. 1850-1900 Modelo artesanal de una máquina horizontal de vapor simple de doble efecto. Se puede activar mediante aplicación del vapor procedente de una pequeña caldera o a través de un manubrio que pone en marcha todos sus mecanismos. En realidad, la disposición y composición de la máquina, y su ejecución a partir de un plano, es la materialización de un trabajo técnico que, en la tradición formativa británica, constituye el equivalente actual a un proyecto de fin de carrera. Museo de la Minería y de la Industria Vasos comunicantes Fabricante: Desconocido ca. 1900 Si se tienen varios vasos comunicados entre sí, independientemente de su forma, y se vierte líquido en uno de ellos, este se distribuirá de manera que el nivel del líquido en cada uno de los recipientes sea el mismo. Se fundamenta en el principio de Pascal “la pre-
II.7. Instrumentos del Observatorio Meteorológico Heliocronómetro de Fléchet Fabricante: E. Ducretet et Cíe 1880-1885 Primero debe de colocarse el aparato respecto del meridiano, y después girarlo sobre su base de acuerdo con la latitud del punto de observación, hasta que la lente proyecte un punto de luz sobre el analema; la línea vertical dará la hora solar. Dispone además de un nonio para leer al minuto Museo de la Minería y de la Industria – Universidad de Oviedo Higrómetro de Daniell Fabricante: Desconocido ca. 1905 Los higrómetros de condensación tienen por objeto dar a conocer la temperatura de saturación del aire. Consta de dos esferas de vidrio unidas entre sí por un tubo doblemente acodado, libres de aire
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en ambos casos. La esfera de la izquierda contiene dos tercios de su volumen de éter, y en el líquido se ha sumergido un termómetro. La esfera de la derecha, que alberga vapor de éter, se cubre con una muselina y sobre la tela se vierte éter gota a gota lo que provoca un descenso de la temperatura y condensación de los vapores que contiene. Al disminuir la presión, se produce una evaporación de éter en la esfera de la izquierda y una disminución de su temperatura., hasta que en sus paredes exteriores comienzan a condensar vapor de agua ambiental. El termómetro interior indica la temperatura de saturación del aire ambiente o “punto de rocío” Museo de la Minería y de la Industria – Universidad de Oviedo
Precede al tít.: Estación Meteorológica de Oviedo Índice Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Barógrafo Fabricante: Griffin ca. 1912 El barómetro registrador, o barógrafo, consiste en un cilindro metálico, en cuyo interior se ha hecho el vacío, y de superficie ondulada, para evitar que se atasque. La presión atmosférica en el cilindro o cámara se transmite por un juego de palancas a una aguja larga terminada en una pluma. Frente a esta, un tambor que da una vuelta completa a la semana, merced a un mecanismo de relojería. Sobre la superficie del tambor se coloca una hoja cuadriculada sobre la que la aguja va marcando la presión. Cada semana se renueva la hoja. Se aplica para predecir el tiempo y para determinar la altitud Museo de la Minería y de la Industria – Universidad de Oviedo
MONTERO RÍOS, Eugenio El futuro cónclave : 2ª Conferencia, (2 de diciembre de 1877) / por Eugenio Montero Ríos ; [Organiza] Institución Libre de Enseñanza. – Madrid : Establecimiento Tipográfico de los señores J.C. Conde y Compañía…, 1877 32 p. ; 24 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo
GONZÁLEZ FRADES, Luis Resúmenes generales de las observaciones realizadas desde el año de 1851 hasta 1890 inclusive / por Luis Gonzalez Frades. – Oviedo : Establecimiento Tipográfico de Vicente Brid…, 1891 62 p. ; 25 cm
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III.1. La Extensión Universitaria Institución Libre de Enseñanza Boletín de la Institución Libre de Enseñanza. – 2ª ed. – Madrid : Institución Libre de Enseñanza, 1877-1936 Año I a V, 1877-1881. Núm. 1 (marzo 1877) – Núm. 115 (noviembre 1881) Biblioteca de la Universidad de Oviedo
LABRA, Rafael M. de Derecho internacional público : programa de las lecciones dadas en el curso académico de 1876-77 en la Institución Libre de Enseñanza de Madrid / por Rafael M. de Labra. – Málaga : Imp. de la Revista de Andalucía, 1877 68 p. ; 22 cm En port.: Introducción-historia Biblioteca de la Universidad de Oviedo 1885, enero, 21, Oviedo Carta remitida a José Posada Herrera por Fermín Canella Secades en la que detalla la situación política general en Asturias, con especial referencia al ambiente universitario en Oviedo Archivo Histórico de Asturias. Fondo José
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Posada Herrera, Serie: Correspondencia, Caja 11420, carpeta 83 ALTAMIRA, Rafael Discurso leído en la solemne apertura del curso academico de 1898 a 1899 / por Rafael Altamira y Crevea ; [publicado por] Universidad Literaria de Oviedo. – Oviedo : Establecimiento Tipográfico de Adolfo Brid, 1898 60 p. ; 31 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo 1900 [Orla de la Facultad de Derecho]. Fotografía. Gómez Universidad de Oviedo. Facultad de Derecho [ca. 1900] Oviedo [Aula de Extensión Universitaria]. Fotografía Colección particular Universidad de Oviedo. Extensión Universitaria Extensión universitaria : memorias correspondientes á los cursos de 1898 á 1909 / por Aniceto Sela. – Madrid : Librería General de Victoriano Suárez, 1910 285 p. ; 24 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo
III.2. La Extensión Universitaria 1888, septiembre, 12, Madrid Expediente personal de D. Leopoldo García Alas y Ureña. Nombramiento de D. Leopoldo García Alas y Ureña como Catedrático de Elementos de Derecho Natural de la Universidad de Oviedo. Manuscrito. 2 hojas cuarto España. Ministerio de Cultura. Archivo General de la Administración. AGA Educación (05) 001.019, 31/15777
1900, junio, 21, Oviedo Expediente personal de D. Adolfo González Posada y Biesca. Hoja de méritos y servicios de D. Adolfo González Posada y Biesca, Catedrático numerario de la Facultad de Derecho de la Universidad de Oviedo. Manuscrito sobre impreso, con firma autógrafa de de D. Adolfo González Posada y Biesca. 2 hojas folio España. Ministerio de Cultura. Archivo General de la Administración. AGA Educación (05) 001.019. 31/15887 [ca. 1901] Oviedo [Promoción de 1901 de la Facultad de Derecho con sus profesores y un ujier]. Fotografía. Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico. Archivo Fotográfico. N.º 4 [ca. 1901] Oviedo [Promoción de 1901 de la Facultad de Derecho con sus profesores y un ujier]. Fotografía. Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico. Archivo Fotográfico. N.º 5 1906, abril, 7, Oviedo Expediente personal de D. Fermín Canella y Secades. Toma de posesión de D. Fermín Canella y Secades como Rector de la Universidad de Oviedo y su Distrito. Manuscrito, con firma autógrafa de D. Fermín Canella. 2 hojas cuarto España. Ministerio de Cultura. Archivo General de la Administración. AGA Educación (05) 001.019, 31/15470 1919, agosto, 6, Madrid Expediente personal de D: Fermín Canella y Secades. Nombramiento de D. Fermín Canella y Secades como Rector Honorario de la Universidad de Oviedo. Manuscrito. 2 hojas cuarto España. Ministerio de Cultura. Archivo General de la Administración. AGA Educación (05) 001.019, 31/15470
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“Colonias Escolares” pp. 211-220 ; 23 cm En: Anales de la Universidad de Oviedo. – Tomo III (1903-1905) Biblioteca de la Universidad de Oviedo 1912, marzo, 28, Madrid Carta de Manuel Bartolomé Cossío Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico. Colonias Escolares Universitarias de Salinas. Caja 26 1913, junio, 9, Oviedo Carta de Aniceto Sela presentando su dimisión al rector. Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico. Colonias Escolares Universitarias de Salinas. Caja 26 1916-1981 Libro de firmas de las Colonias Escolares Universitarias de Salinas. Dibujo a plumilla y acuarela firmada por R. Mori Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico. Colonias Escolares Universitarias de Salinas. Caja 1 [ca.1920] [Grupo de niñas de las Colonias Escolares Universitarias de Salinas]. Fotografía. Alonso Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico. Colonias Escolares Universitarias de Salinas. N.º 3795
IV. El Tercer Centenario Medalla Título: III CENTENARIO DE LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO 1908 Descripción: Redonda. 60 mm de diámetro.
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Anverso: Leyenda central rodeada de corona de laurel y roble bajo una estrella con rayos “SUB PRAESIDIO / AUG. REG. ALPH. XIII / AC PRINCIP. ASTUR.” Leyenda en la parte inferior: “COETUS MAGISTRORUM / CUM SUO RECTORE / F. CANELLA” Leyenda circular: “UNIVERSITAS OVETI TERTIO SECULO TRANSACTO AB EIUS INAUGURATIONE. MCMVIII” Reverso: La Sapiencia apoyada en el escudo del arzobispo Valdés Salas, coronando de laureles al edificio de la Universidad mientras dos niños sostienen un libro con la leyenda: “ARCH. / HISP. /FERD. / (V)ALDES / SALAS Leyenda circular en la parte superior: “ALMA MATER STUDIORUM” Canto: Liso Material: Plata Medallista: Braulio Álvarez Muñiz Editor: Universidad de Oviedo Año: 1908 Observaciones: Firma en el reverso: B. Álvarez Universidad de Oviedo Medalla Título: III CENTENARIO DE LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO 1908 Descripción: Redonda. 60 mm de diámetro. Anverso: Leyenda central rodeada de corona de laurel y roble bajo una estrella con rayos “SUB PRAESIDIO / AUG. REG. ALPH. XIII / AC PRINCIP. ASTUR.” Leyenda en la parte inferior: “COETUS MAGISTRORUM / CUM SUO RECTORE / F. CANELLA” Leyenda circular: “UNIVERSITAS OVETI TERTIO SECULO TRANSACTO AB EIUS INAUGURATIONE. MCMVIII” Reverso: La Sapiencia apoyada en el escudo del
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arzobispo Valdés Salas, coronando de laureles al edificio de la Universidad mientras dos niños sostienen un libro con la leyenda: “ARCH. / HISP. /FERD. / (V)ALDES / SALAS Leyenda circular en la parte superior: “ALMA MATER STUDIORUM” Canto: Liso Material: Bronce Medallista: Braulio Álvarez Muñiz Editor: Universidad de Oviedo Año: 1908 Observaciones: Firma en el reverso: B. Álvarez Universidad de Oviedo
MAIRLOT, Oscar Aires de Oviedo. Paso-doble para piano. – Madrid : Fuentes y Asenjo, [1906] 4 p. ; 35 cm. Partitura compuesta para la conmemoración del tercer centenario de la fundación de la Universidad de Oviedo y dedicada al Ilustrísimo Señor Don Fermín Canella y Secades Rector de la Universidad en su tercer centenario Biblioteca de la Universidad de Oviedo
V.1. Reformas del edificio universitario LLANOS, Eduardo [Lámina conmemorativa del III Centenario de la Universidad de Oviedo] / Eduardo Llanos. – Londres: [s.n.], 1908 50 x 50 cm Contiene: Retratos de Faustino G. Roel, F. Valdés Salas y Fermín Canella. Fotografías del edificio. Sellos de la Universidad y descripción detallada de las diferentes estancias por planta. Composición de la Junta Organizadora y Ejecutiva del III Centenario Colección particular ALVARADO ALBÓ, Francisco Crónica del III centenario de la Universidad de Oviedo (1608-1908) : siendo rector D. Fermín Canella y Secades / redactada por Francisco Alvarado Albó. – Barcelona : Oliva de Vilanova, 1925 187 p., LVIII p. de lám. ; 28 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo “Tercer centenario de la Universidad de Oviedo” pp. 273-301 : 23 cm En: Anales de la Universidad de Oviedo. – Tomo V (1908-1910) Biblioteca de la Universidad de Oviedo
[S.f.] Proyecto de obras para cerrar el terreno adquirido para ensanche del patio de la Universidad. Expediente relativo a las obras en la Universidad de Oviedo. 1879-1890. Plano. Original, firmado por el arquitecto D. Demetrio de los Ríos España. Ministerio de Cultura, Archivo General de la Administración. AGA, Educación (05) 014.001, SIGANAGA 31/8207 1882, enero, 3, Oviedo Planta de la Escalera. Expediente relativo a las obras en la Universidad de Oviedo. 1879-1890. Plano. Original, firmado por el arquitecto de la provincia D. Javier Aguirre España. Ministerio de Cultura. Archivo General de la Administración. AGA, Educación (05) 014.001, SIGNAGA 31/ 8207 1882, enero, 3, Oviedo Proyección del techo de la escalera. Expediente relativo a las obras en la Universidad de Oviedo. 1879-1890. Plano. Original, firmado por el arquitecto de la provincia D. Javier Aguirre España. Ministerio de Cultura. Archivo General de la Administración. AGA, Educación (05) 014.001, SIGNAGA 31/8207
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1882, enero, 3, Oviedo Sección por A.B. de la escalera. Expediente relativo a las obras en la Universidad de Oviedo. 1879-1890. Plano. Original, firmado por el arquitecto de la provincia D. Javier Aguirre España. Ministerio de Cultura. Archivo General de la Administración. AGA, Educación (05) 014.001, SIGANAGA 31/8207
[ca. 1912] Pabellón de la Facultad de Ciencias. Plano de sección. Escala 1:100 Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico. Asociación de Antiguos Alumnos y Amigos de la Universidad de Oviedo
1882, enero, 3, Oviedo Sección por C.D. de la escalera. Expediente relativo a las obras en la Universidad de Oviedo. 1879-1890. Plano. Original, firmado por el arquitecto de la provincia D. Javier Aguirre España. Ministerio de Cultura. Archivo General de la Administración. AGA, Educación (05) 014.001, SIGNAGA 31/8207
V.2. Reformas del edificio universitario
1884, noviembre, 20, Oviedo Reja del cierre de la escalera. Expediente relativo a las obras en la Universidad de Oviedo. 18791890. Plano. Original, firmado por el arquitecto de la provincia D. Javier Aguirre España. Ministerio de Cultura. Archivo General de la Administración. AGA, Educación (05) 014.001, SIGNAGA 31/8207 1887, noviembre, 25, Oviedo Planta baja y terrenos circundantes de la universidad. Expediente relativo a las obras en la Universidad de Oviedo. 1879-1890. Plano de situación. Original, firmado por el arquitecto de la provincia D. Javier Aguirre España. Ministerio de Cultura. Archivo General de la Administración. AGA, Educación (05) 014.001, SIGNAGA 31/8207
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1860, julio, 5 Expediente de obras en el Observatorio Meteorológico de la Universidad de Oviedo. Plano del Proyecto de Observatorio Meteorológico para la Universidad de Oviedo, que incluye: Plano general, Fachada y planta de la Torre del Reloj, plantas, costado, fachada del nuevo proyecto, sección longitudinal, sección transversal y detalles. Original, firmado por el arquitecto de la provincia D. Luis Céspedes España. Ministerio de Cultura. Archivo General de la Administración. AGA, Educación (05) 014.001, SIGNAGA 31/8207
Del absolutismo fernandino a la Extensión Universitaria
AMBIENTACIÓN MUSICAL JOSÉ ANTONIO GÓMEZ RODRÍGUEZ Departamento de Historia del Arte y Musicología. Universidad de Oviedo
BIBLIOTECA 1. RALF VAUGHAN WILLIAMS (1872-1958). Five Variants of «Dives and Lazarus». The New Queen’s Hall Orchestra, dir. Barry Wordsworth. 2. FRANZ SCHUBERT (1797-1828). Sonata en Sol mayor, D 894: Molto moderato e cantabile. András Schiff, piano. 3. JUAN CRISÓSTOMO DE ARRIAGA (1806-1826). Cuarteto de cuerda No. 2 en La mayor: Allegro con brío. Rasoumovsky Quartet. 4. DMITRI SHOSTAKOVICH (1906-1975). Jazz Suite No. 2 [Suite for Promenade Orchestra]: Waltz 2. Royal Concertgebouw Orchestra, dir. Ricardo Chailly. 5. BILL DOUGLAS (1944-). Begin Sweet World. Richard Stoltzman, clarinete Bill Douglas, piano. 6. FACUNDO DE LA VIÑA (1877-1952). Como es ella. Isabel Puente Méndez, piano.
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LA DESTRUCCIÓN, LA GUERRA CIVIL Y SUS SECUELAS. PRIMERA EXPANSIÓN
La destrucción, la Guerra Civil y sus secuelas. Primera expansión
LA INCIDENCIA DE LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE Y LA GUERRA CIVIL EN LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO RAFAEL SEMPAU DÍAZ DEL RÍO Licenciado en Geografía e Historia y profesor de Secundaria
Introducción En la década de 1930-40, la Universidad de Oviedo era, junto con las de La Laguna (Tenerife) y Murcia, de las más pequeñas en España. Impartía dos carreras completas: Derecho y Ciencias (con las especialidades de Ciencias Químicas y Físico-Químicas). Los cursos iniciales de ambas eran comunes, respectivamente, para los alumnos de todas las especialidades de Letras y Ciencias, de tal manera que primero de Derecho era primero de Filosofía y Letras (Lengua Latina, Introducción a la Historia, Lengua y Literatura Francesa, Lengua y Literatura Española, e Historia de España), pero a eso se reducía la carrera de Letras, habiendo que esperar hasta 1939 para que se crease la Facultad de Filosofía y Letras (especialidad de Filología Hispánica). Las clases se impartían en el Edificio Histórico de la calle San Francisco, que tenía anexo el pabellón de Ciencias, pero que no incluía el edificio de las Recoletas (incorporado a la Universidad por los rec-
Acta del claustro celebrado con motivo de los sucesos revolucionarios de octubre. 1934. Universidad de Oviedo
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Interior del edificio de la Universidad tras su destrucción en octubre de 1934. Museo del Pueblo de Asturias
Interior del edificio de la Universidad tras su destrucción en octubre de 1934. Museo del Pueblo de Asturias
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tores Alas y Álvarez-Gendín). El espacio, por ello, era escaso, y ya el profesorado de Ciencias solicitó la construcción de un nuevo edifico para albergar su Facultad, pero esto sólo pudo llevarse a cabo en 1958. De igual modo, y hasta los años 40, la Biblioteca Universitaria funcionaba también como Biblioteca Provincial, lo que provocará fuertes choques entre el rector y el director de la misma en la década de los 40. El profesorado universitario (catedráticos, auxiliares y ayudantes) no era muy numeroso y estaba lastrado por ser Oviedo un lugar de paso, de tal manera que siempre había algunas cátedras vacantes que se acumulaban a otras (Derecho Político con Administrativo, Romano con Civil, etc.). La profesión docente no se pagaba bien, de tal manera que los profesores se veían obligados a compatibilizarla con otro trabajo para tener unos ingresos adecuados (docencia en institutos o colegios religiosos, despachos de abogados, trabajo en fábricas, funcionarios). Los miembros de la plantilla de empleados no docentes (bedeles, limpiadoras, oficinistas...) daban servicio a todas las facultades y tampoco eran muy abundantes. Por otro lado, el ambiente entre el profesorado universitario a partir de 1914 era de división, con la existencia de dos facciones: los aliadófilos (encabezados por el rector Jesús Arias de Velasco) y los germanófilos (comandados por el catedrático de Derecho Romano Manuel Miguel Traviesas). Los incidentes más graves se produjeron en 1923, cuando los segundos denunciaron al rector ante el gobierno dictatorial de Primo de Rivera. En un célebre claustro (7 de noviembre de 1923) presidido por el gobernador cívico-militar, general Antonio Losada, ante los reproches de Traviesas, Eguren y otros, Arias de Velasco presentó su dimisión irrevocable, manteniéndose una tensión entre los docentes de Derecho hasta que el enfrentamiento con Primo de Rivera (1929), que cerró la Universidad, mejoró el ambiente antes de que la Revolución de Octubre de 1934 volviese a destapar la caja de los truenos.
La destrucción, la Guerra Civil y sus secuelas. Primera expansión
El alumnado: socialmente pertenecía a las clases medias-altas de la provincia (además de los venidos de fuera, que tenían su importancia numérica), hasta el punto de que los grupos de izquierda consideraban a la Universidad un centro elitista. En cuanto al ambiente político, los estudiantes eran bastante conservadores (Derecho era la Facultad más politizada). Había habido una breve hegemonía de la FUE (sindicato de izquierdas) con motivo de los enfrentamientos con Primo de Rivera, pero en el “bienio rojo o reformista” (1931-33) el Sindicato Católico de Estudiantes –fundado, entre otros por Sabino Álvarez-Gendín– recuperó la supremacía, apoyado por otros sindicatos aliados. En cuanto a los datos numéricos, en el curso 1930-31 había matriculados 34 alumnos en Letras, 532 en Derecho (498 estrictos) y 199 en Ciencias. En 1939 se disparó la matrícula con los “exámenes patrióticos” y los cursos de repaso, llegándose a los 2185 alumnos matriculados en Ciencias y 1.778 en Derecho, pero tras este periodo extraordinario la matrícula volvió a cifras más normales: 512 alumnos en Derecho, 104 de Filosofía y Letras (septiembre de 1940). Por último, a pesar de todas las tensiones existentes, había una gran identificación de profesores, empleados y alumnos con la Universidad de Oviedo, hasta el punto que la Asociación de Antiguos Alumnos y Amigos de la Universidad ayudará económicamente al centro académico asturiano a partir de la catástrofe de 1934. Esta implicación con la Universidad desaparecerá a finales de la década de los 60, por una absoluta falta de compromiso de una nueva generación de alumnos y profesores.
Consecuencias de la revolución Octubre de 1934 dejó una huella imborrable en la Universidad. Además de la total destrucción del Edificio Histórico (sólo se salvo el pabellón de Ciencias) y de todo lo que contenía en su interior (libros, actas, cuadros, etc.), varios docentes universitarios corrieron gravísimo peligro personal (Alfredo Mendizábal Villalba, Sabino Álvarez-Gendín, Juan Uría Ríu, Lucas Rodríguez Pire…), y todo esto supone el fuerte resurgir de tensiones dentro de la comunidad universitaria, que culminarán en la Guerra Civil. Aunque los docentes, olvidando sus enemistades personales (el rector Alas con Melquíades Álvarez, catedrático jubilado de Derecho Procesal), se unieron para reconstruir cuanto antes la Universidad y devolverle su prestigio, la dinámica política del momento superará los propósitos moderadores. Los incidentes comienzan con la conmutación de la pena de muerte a Ramón Carnet del rector Alas. 1935. Colección particular González Peña (marzo de 1935), “generalísimo” de la Revolución de Octubre, al justificar el rector Alas dicha medida (“por encima de la letra fría de la ley está el corazón de los hombres”). Los alumnos de Derecho, muy radicalizados, se sublevan ante estas palabras, organizando fuertes movilizaciones que culminan con una huelga de 48 horas, lo que obliga al rector a cerrar la Facultad. El nivel de tensión adquirido puede medirse en hechos tales como que el claustro universitario encarga a una comisión la apertura de expedientes disciplinarios contra los
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alumnos responsables (que salieron sin castigo ninguno), mientras que a Alas estas palabras le saldrán muy caras en el Consejo de Guerra de 1937, y que la Universidad de Oviedo se convierte en la primera de España donde los alumnos cantaron el “Cara al Sol”. Entre tanto, aparecen algunas tensiones dentro del propio claustro, pues algunos docentes (Mendizábal, Polo) manifiestan su enfado con el catedrático Ramón Prieto Bances, pues se consideró que como subsecretario (primero) y como ministro de Instrucción Pública (después) no hizo lo suficiente por la reconstrucción de la Universidad de Oviedo. Además corrieron rumores de que se pretendía suprimir la Universidad, pero gestiones de Alas, el vicerrector Carlos del Fresno, José María Serrano Suárez y el propio Carta del secretario Guillermo Estada al rector Alas. Prieto Bances evitaron el peligro. 1936. Colección particular A comienzos de 1936 resurgen los incidentes estudiantiles. Al izarse una bandera catalana en la Universidad de Barcelona, los sindicatos estudiantiles de derechas (Católicos, SEU, Tradicionalistas y de Renovación Española) organizan fuertes movilizaciones en todas las universidades, que en el caso de Madrid terminan a tiros. En ese momento se publican en la prensa asturiana rumores de que el rector Alas se iba a presentar en las elecciones de febrero como candidato del Frente Popular. Esta noticia supuso la sublevación de los estudiantes de Derecho, la agresión –por parte de uno de los jefes del SEU– al propio rector, que fue abofeteado y tirado al suelo en el hall de la Escuela Normal (sede provisional de la Universidad), el cierre de la Universidad, el apoyo del claustro de profesores de la Universidad al rector, que, sin embargo, se vio mediatizado por la visita a Alas de algunos catedráticos de Derecho (Isaías Sánchez y Sánchez Tejerina, Álvarez-Gendín, etc.), que le comunicaron el final de su apoyo si eran ciertas las noticias de que el rector estaba en las listas del Frente Popular (“los incendiarios de la Universidad”, les llamaron). Alas anunció que no se presentaba a las elecciones. Por último, una excursión de alumnos de Derecho Penal fue atacada (9 de mayo) en Llanes por simpatizantes de los partidos de izquierdas. La junta de gobierno de la Universidad y el claustro de Derecho, exigieron unánimemente al gobernador civil Rafael Bosque el castigo de los responsables.
La guerra El alzamiento del Coronel Aranda en Oviedo determinó que la ciudadanía tuviese que tomar una postura clara ante la confrontación bélica, y en este sentido la Universidad no quedó al margen. Ante la llamada al alistamiento por parte del bando nacional, los miembros de la institución fundada por
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Fernando Valdés-Salas respondieron: Sabino Álvarez-Gendín (catedrático de Derecho Administrativo), José María Fernández-Ladreda, Antonio Espurz Sánchez y José Antonio Fernández Moyano (profesores auxiliares de la Facultad de Ciencias), y Carlos Martín Fernández (bibliotecario jefe de la Universidad) lucharon como voluntarios en la defensa de Oviedo. De igual manera, Ramón Izaguirre Porset (catedrático de Química Teórica), Francisco Javier Rubio Vidal y José Manuel Pertierra y Pertierra (profesores auxiliares de la Facultad de Ciencias) fabricaron durante el sitio de la ciudad sustitutivos de la gasolina y, tras el levantamiento del sitio, con apoyo de otros docentes (como Carlos del Fresno), trabajaron en la fabricación de explosivos y en las secciones de defensa antiaérea y guerra química del ejército nacional. Otras actividades destacadas de varios docentes fueron las propagandísticas, destacando en esto Sabino Álvarez-Gendín, José María Serrano Suárez (catedrático de Derecho Procesal), Luis Sela Sampil (catedrático de Derecho Internacional) o Jorge Schiffauer (profesor de idiomas en la Universidad). Por último, María Rosario Álvarez-Buylla y Álvarez, profesora auxiliar de Ciencias, sirvió en el cuerpo de hospitales como enfermera. Los estudiantes y ex-alumnos universitarios tampoco quedaron al margen: muchos se alistaron y lucharon en Oviedo y otros frentes, y aquí nos encontramos con futuros docentes universitarios como Rafael Quirós Isla (Filosofía y Letras), Siro Arribas Jimeno (Ciencias), José Álvarez-Buylla Acevedo y Torcuato Fernández-Miranda (Derecho), etc. Al finalizar el conflicto se recogieron los nombres de los caídos –en combate o fusilados por los republicanos– del bando nacional, dándose las cifras de cinco profesores, unos cien alumnos, setenta y dos ex-alumnos y varios miembros del personal subalterno. Por lo que se refiere a la adscripción universitaria al bando republicano, esta fue mucho menor: definitivamente sólo el rector Leopoldo Alas García-Argüelles, catedrático de Derecho Civil, y Emilio González López, catedrático de Derecho Penal, permanecieron fieles a la República, y mientras al primero le supuso su arresto y destitución, el segundo luchó en el ejército republicano en el frente de Toledo. Con la derrota en la guerra, varios ex-alumnos emprendieron el camino del exilio debido a su notorio compromiso republicano, como fueron los casos de Wenceslao Roces, Álvaro de Albornoz Limiana, Manuel Granell Muñiz, etc.
Administración durante el conflicto. Depuraciones y muertes Al triunfar la sublevación en Oviedo, las nuevas autoridades repartieron –al igual que en otros campos– entre los empleados de la Universidad un manifiesto de adhesión al Alzamiento Nacional. Al negarse a firmarlo, el rector Leopoldo Alas fue arrestado (29 de julio de 1936) y destituido del cargo, lo que dio lugar a un periodo que podemos definir como de “rectorado de guerra” (julio 1936-marzo 1937) y en el que la Universidad estuvo regida interinamente por Carlos del Fresno, Isaac Galcerán Cifuentes (catedrático de Economía Política) y José María Serrano Suárez. Los docentes que se encontraban en la ciudad firmaron la citada adhesión, lo que supuso que fuesen dados de baja por el gobierno republicano. Esto no impidió que, desde el bando nacional, se crease la Comisión Depuradora del Profesorado Universitario –con sede en Zaragoza–, que tuvo una destacada actuación en la capital asturiana, favorecida por la actitud de algunos docentes de la Universidad que se dedicaron a denunciar a varios de sus colegas acusán-
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doles de “rojos”, malos profesores, etc. Esto dio lugar a varios expedientes, que afectaron a docentes caracterizados –con alguna excepción– por su ideología liberal, que culminaron en la separación definitiva del servicio docente, inhabilitación para cargos directivos y de confianza y la baja en el escalafón para Emilio González López (catedrático de Derecho Penal), Benito Álvarez-Buylla y Lozana (catedrático de Química Orgánica), Alfredo Mendizábal Villalba (catedrático de Filosofía del Derecho y Derecho Natural), Antonio Polo Díez (catedrático de Derecho Mercantil), Carlos del Fresno (catedrático de Química Inorgánica), Ramón Prieto Bances (catedrático de Historia del Derecho), Julián Carlón Hurtado (profesor auxiliar de Derecho Romano), José Álvarez-Buylla Godino (profesor auxiliar de Derecho Procesal) y Manuel Díaz de Velasco (profesor ayudante de Derecho Civil). Otras sanciones supusieron la inhabilitación durante dos años para Teodoro González García (catedrático de Derecho Político) y la inhabilitación para cargos directivos y de confianza para Jesús Arias de Velasco (antiguo rector de la Universidad). De igual modo, Enrique de Eguren Bengoa (catedrático de Biología y Noticia del Consejo de Guerra al rector Alas. Avance. Geología) fue absuelto, mientras que el caso 2 de febrero de 1937. Universidad de Oviedo Leopoldo Alas García-Argüelles fue sobreseído, a consecuencia de su triste fin. Al finalizar la contienda, una vez atemperadas las tensiones de la guerra, el gobierno de Franco comenzó las rehabilitaciones. En lo referente a Oviedo, tanto los catedráticos Emilio González y Alfredo Mendizábal (ambos exiliados), como el profesor Manuel Díaz de Velasco (abogado en Madrid), no la solicitaron y se les mantuvieron las sanciones. El resto, que sí solicitó la revisión, fueron reincorporados a la docencia, con excepción de Álvarez-Buylla Godino y Julián Carlón, que vieron rechazadas sus respectivas solicitudes. Por último, el Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas de Oviedo enjuició en 1940 a varios docentes sancionados con pasado republicano, con sentencias varias: Antonio Polo Díez resultó absuelto; Leopoldo Alas fue condenado póstumamente al pago de una multa de 250 pesetas (que tuvo que abonar su viuda); Alfredo Mendizábal y Emilio González López fueron condenados in absentia a la pena de 15 años de destierro, pero mientras al primero se le impuso una multa de 250 pesetas, al segundo, por haber sido un destacado republicano y masón, fue sentenciado a la confiscación de todos sus bienes. Sin embargo, ninguna sanción fue comparable al trágico fin de algunos docentes de la Universidad. Una vez entradas las tropas gallegas en Oviedo, a Leopoldo Alas se le formó consejo de guerra, siendo con-
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denado a muerte y, a pesar de las gestiones que desde dentro de la Universidad se hicieron (Álvarez-Gendín e Isaac Galcerán marcharon a Salamanca a interceder por su vida ante diversas autoridades del gobierno nacional) y fuera de la misma (hubo peticiones de gracia en nombre de varias universidades extranjeras), el hijo de Clarín fue fusilado en la cárcel de Oviedo el día 20 de febrero de 1937. Igual suerte corrieron –a manos republicanas– el presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos, Melquíades Álvarez, abatido en la cárcel modelo de Madrid, el ex-rector Francisco Arias de Velasco, asesinado junto con sus dos hijos cerca de Vicálvaro (al conocerse la noticia, el gobierno nacional lo rehabilitó de la sanción), el antiguo catedrático de Derecho Procesal, Francisco Beceña, “paseado” en el camino entre Cangas de Onís y Sama de Langreo, y cuyo cadáver nunca ha sido encontrado, además de los profesores Mariano Gárate Coppa y Luis Valdés Villazón. El catedrático Manuel Miguel Traviesas murió en Oviedo a consecuencia de las penalidades del sitio de la ciudad. Los fallecidos a manos del bando republicano (incluido el citado Traviesas) son homenajeados en el Monumento a los Caídos, situado en lo que fue la antigua capilla de San Sebastián, junto al edificio de las Recoletas y el jardín de Isabel II. Leopoldo Alas tuvo que esperar mucho más tiempo –hasta 1987– para que una lápida recordase su memoria en el Edificio Histórico de la Universidad.
Rectorado de Álvarez-Gendín (I): traslado y peligro de supresión El cuatro de marzo de 1937 tomó posesión del rectorado Sabino Álvarez-Gendín, nombrado por el gobierno nacional y que puso fin al periodo de los “rectores de guerra”. Vista la precaria situación de la ciudad –Oviedo era frente de guerra y el edificio universitario había sido, por segunda vez, destruido– el nuevo rector, con el visto bueno de la superioridad y de la junta de gobierno, traslada en abril la sede de la Universidad a Navia, en la cual permanecerá hasta el final de la contienda en Asturias (octubre del mismo año), en que volverá a la capital asturiana. El peligro mayor va a ser, sin embargo, la posibilidad de supresión de la Universidad. A partir de noticias denunciadas en el Ayuntamiento de Oviedo por el concejal Paulino Vigón (8 de abril de 1937), Álvarez-Gendín –acompañado por el
Memoria presentada por Sabino A. Gendín al ministro de Educación Nacional en defensa de la Universidad. Anales. 1939. Universidad de Oviedo
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obispo Echeguren, Eusebio González (en representación de la Diputación) y Rodrígo Uría González (en nombre del Ayuntamiento)– marchó a Burgos, donde se entrevistó con Enrique Suñer, vicepresidente de la Comisión de Cultura y Enseñanza, de quien no recibieron buenas impresiones, y con el propio Francisco Franco, quien –por el contrario– negó tales propósitos, afirmando que “en estos momentos no podía pensarse en reducir la cultura”. Tranquilizados en parte, Álvarez-Gendín crea los Cursos de Verano de la Universidad (idea de Galcerán, Izaguirre y el propio Álvarez-Gendín), pensados para demostrar que el centro académico asturiano no era “liberaloide” (pretexto, junto a la limitación del gasto, por el que se quería suprimir la Universidad) y que tenía una importante vida cultural. Estos cursos serán muy apreciados por el Ministerio de Educación Nacional, que pondrá como modelo e implantará en el resto de Universidades españolas.
Acta de la junta de gobierno en la que se da cuenta de los rumores de supresión. 1937. Universidad de Oviedo
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En enero de 1938, Franco nombra su primer gobierno, y Pedro Sainz Rodríguez –antiguo catedrático en Oviedo– es nombrado ministro de Educación Nacional. Sin embargo, este continuó con los propósitos de supresión, paralelamente a los problemas presupuestarios que la Universidad de Oviedo sufre, ya que el nuevo ministerio tarda muchísimo en ratificar los presupuestos de 1936 y 37, lo que fue entendido como un mal presagio. Ante el grave peligro, el rector ÁlvarezGendín se lanza a la ofensiva para salvar la Universidad. Así, contando con el total apoyo de los miembros de la Universidad (junta de gobierno, Asociación de Antiguos Alumnos, etc.), del Ayuntamiento de Oviedo y de las principales instituciones asturianas (Diputación, Obispado, Gobierno Civil y Militar, etc.), se movilizó fuera de la provincia y obtuvo apoyos de otras Universidades (Santiago, Salamanca), del general Aranda y, finalmente, de la propia Carmen Polo –asturiana y esposa del jefe del Estado–, quien, en compañía de su hija Carmen Franco, asistió a varios actos celebrados en la Universidad de Oviedo. Paralelamente, el rector y otros miembros de Conferencias del primer curso de verano de Luarca. 1939. Anales. Universidad de Oviedo la Universidad, en los numerosos actos políticos y culturales celebrados en estos momentos, insistirán en el heroísmo de los universitarios ovetenses (profesores, funcionarios y alumnos) en la defensa de la ciudad contra los marxistas, y en la gloriosa tradición conservadora de la Universidad de Oviedo (Barrio y Mier, Estrada, de la Vallina, Álvarez-Amandi, Víctor Ordóñez, etc.). Sin embargo, viendo que esto no era suficiente en el ánimo de Sainz Rodríguez, el rector ordena a Serrano, Guillermo Estrada (secretario de la Universidad), Faustino de la Vallina (decano de Letras) y Lucas Rodríguez Pire (catedrático de Química Técnica), la redacción de una Memoria en defensa de la Universidad de Oviedo, que fue entregada al propio ministro por el rector y varias personalidades de las fuerzas vivas de Asturias (1939). En este documento –firmado por el rector, decanos y otros dirigentes asturianos– se realiza una breve historia de la Universidad, recordando su brillantez intelectual, sus avances a pesar de las dificultades, la recuperación tras la catástrofe de 1934 y la ya citada fidelidad al orden y heroísmo de sus miembros ante el enemigo. Las argumentaciones de la Memoria finalizan recordando la amenaza de excomunión por parte del papa Gregorio XIII, autor de la bula fundacional de la Universidad de Oviedo, a todo aquel que intente infringir o derogar dicha fundación. Poco después dimite (o es cesado) Sainz Rodríguez (abril 1939), entrándose en un periodo de incertidumbre hasta que el nombramiento de Jesús Ibáñez Martín como nuevo ministro de Educación (10 de agosto de 1939) supuso la anulación de los propósitos de supresión: Oviedo conserva su
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Universidad, y a los festejos por el fin de la contienda se unieron los de la salvación del centro académico, mientras el rector Álvarez-Gendín, alma de la defensa universitaria, logró con esto un gran prestigio y autoridad moral entre sus colegas de claustro, que le sería muy útil en los años que estuvo al frente de la Universidad.
Rectorado de Álvarez-Gendín (II): docencia, política e ideología Durante la contienda –a pesar de que las clases estaban suspendidas– siguió habiendo matriculaciones, exámenes y expediciones de títulos. Al terminar la contienda se realizó un cursillo de repaso para los “estudiantes-soldado”, previo a los cursos intensivos, por los que, en un año, el alumno podía realizar dos cursos, tanto del bachillerato como de la carrera. Todo esto supuso un enorme esfuerzo para profesores y alumnos. Por lo referente a la legislación educativa, los distintos gobiernos nacionales (Cabanellas, Franco) van a realizar reformas empezando por el bachillerato. En este sentido, destaca la ley de Sainz Rodríguez (1938), donde (además de cambios en el plan de estudios) se acaba con la co-educación y se decreta la autonomía de los centros de enseñanza privados con respeto a los públicos. De igual manera se aumentan las atribuciones del rectorado en la enseñanza media, delegando en él la inspección educativa. Por lo que se refiere al ámbito universitario destacan dos normas: el decreto 24 de noviembre de 1939, por el que se limita el número de asistentes a las juntas de gobierno, y la orden de 9 de diciembre del mismo año, por la que se suprimen, hasta que no se apruebe la nueva legislación universitaria, “las prácticas corporativas de las Universidades” (junta de gobierno, claustros, etc.). Esta medida suponía el gobierno absoluto del rector en la Universidad, pero en la de Oviedo Álvarez-Gendín realizó una interpretación favorable de la norma y siguió convocando a los diversos organismos “legislativos” universitarios. En el ámbito político –unido al nombramiento de Francisco Franco como rector honorario de la Universidad de Oviedo (1939)– son muy destacados, además de los numerosos discursos de ÁlvarezGendín, las conferencias de los distintos cursos de verano. Por un lado está la citada campaña propagandística, que tuvo como elementos destacados los numerosos discursos y actos varios a favor del ejército nacional (con participación del propio rector, el charlista Federico García Sanchiz, etc.). En este sentido fue muy destacada la participación de la Universidad en la campaña de contrarresto al Congreso de Intelectuales Antifascistas (julio 1937), y que incluyó una detallada relación –acompañada de fotos– de las numerosas destrucciones “rojas” (iglesias asturianas, la Universidad de Oviedo, etc.), el diario de Álvarez-Gendín durante el sitio de Oviedo, etc. Por último, también el centro académico asturiano albergó actos de los aliados de la España nacional –Alemania, Italia y Portugal–, entre los que destacaríamos: el mitin del embajador portugués Teotorio Pereira (1938), con la presencia de Carmen Polo; el curso de historia de Italia (subvencionado por el propio gobierno de Mussolini), impartido entre las actividades culturales universitarias, con telegramas ovetenses de salutación a la Universidad de Catania y al propio Duce, quienes respondieron agradecidos; o la invitación al político totalitario Leon Degrelle a dar una conferencia en la Universidad. No hay que olvidar, sin embargo, que cuando el rector Álvarez-Gendín –en los difíciles momentos de la amenaza de supresión de la Universidad– buscaba conferenciantes para los cursillos universitarios de Oviedo, recibió numerosas negativas, pero siempre pudo
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contar con la colaboración de conferenciantes de estos tres países (Schiffauer, Petersen, Paretti, etc.), por lo que les estuvo muy agradecido. En el campo de la ideología, la Universidad de Oviedo plasma la evolución del conservadurismo español de la época, que elimina “las contaminaciones liberales” adquiridas en el siglo XIX y vuelve a un pensamiento genuino, claramente romántico y de síntesis con el totalitarismo mussoliniano (“Todo en el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado”). Así pues, los ideólogos son Jovellanos, Balmes, Donoso Cortés y Vázquez de Mella –entre los españoles conservadores– J. A. Primo de Rivera, Ramiro Ledesma Ramos, Alfonso García Valdecasas –entre los totalitarios hispanos–, mientras que por lo que respecta al pensamiento extranjero se destacan Mussolini, Schmitt, Mosca y Paretto, Burke, Bonald, de Maistre, etc. Entre los miembros del claustro ovetense que realizaron aportaciones al derecho político de este momento destacan el propio rector y Teodoro González García (a su pesar, pues era un liberal). Ligado a lo anterior, el nuevo rector –vistas las malas experiencias de 1934– marca distancias con respecto al espíritu del “Grupo de Oviedo”, rehabilitando para la Universidad las figuras de fray Ceferino González y su discípulo Alejandro Pidal y Mon, enemigo político de los Clarín, Posada, Estrada, etc. Por último, la creación en estos años de los Anales (1937) y la Revista (1940) de la Universidad de Oviedo será muy positiva, porque permite la publicación de discursos y trabajos de conferenciantes, docentes e, incluso, estudiantes del centro académico asturiano, lo cual desde el punto de vista intelectual, historiográfico y artístico eleva el nivel de la institución.
Bibliografía ÁLVAREZ, Lluis Xabel, La Universidad de Asturias, Salinas (Asturias), Ayalga Ediciones, 1978. Anales de la Universidad de Oviedo, vols. VI, VII y VIII, Oviedo, Imprenta la Cruz, 1939 y 1941. GALERA CARRILLO, Francisco, Leopoldo Alas Argüelles, inédito (cortesía del autor). MELÓN FERNÁNDEZ, Santiago, “Datos para la historia de la Universidad de Oviedo durante la guerra civil”, Revista Ástura, nº 3, 1985, pp. 69-75. SEMPAU DÍAZ DEL RÍO, Rafael, La Universidad de Oviedo bajo el Franquismo: el rectorado de Sabino Álvarez-Gendín (1937-1951), inédito. UNIVERSIDAD DE OVIEDO, Memoria Estadística correspondiente a los cursos de 1936 a 1940, Oviedo, Imprenta la Cruz, 1942.
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LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO BAJO EL FRANQUISMO FRANCISCO ERICE SEBARES Universidad de Oviedo
La difícil reconstrucción Los años de la inmediata postguerra, coincidentes con el rectorado de Sabino Álvarez-Gendín (1937-1951), constituyen una etapa jalonada de obstáculos y dificultades para la Universidad ovetense. Una vez abortado el intento de traslado a Santander de la institución y con la herida aún abierta de las depuraciones, quedaba todavía por delante una costosa reconstrucción humana y material del Alma Mater que permitiera superar o al menos paliar los duros efectos de la contienda. Desde el punto de vista material, la escasez de dinero resultaba particularmente apremiante, sobre todo hasta mediados de la década de los cuarenta. Con fondos ciertamente escasos hubo que afrontar la reparación de los daños bélicos, la creación de la Facultad de Filosofía y Letras, la incorporación de la leonesa Facultad de Veterinaria, la puesta en marcha de cuatro colegios mayores y el acondicionamiento definitivo de la Biblioteca, entre otras muchas necesidades. La reparación de daños en claustro, torre, techumbre y fachada del Edificio Histórico se prolongó más de un lustro, en medio de una ciudad en la que la impronta destructiva de la guerra se manifestó con especial intensidad. Las tareas de reconstrucción incluían también las bibliotecas (la de Derecho, la General y la configurada con el rico legado del conde de Toreno), la capilla universitaria y el anexionado (con el fin de albergar dependencias del gobierno universitario) Colegio de Huérfanas Recoletas adyacente. En cuanto a la Facultad de Filosofía y Letras, que venía a sumarse a las de Derecho y Ciencias, inauguró sus estudios en 1939, creándose al año siguiente la Sección de Filología Románica. El otro centro incorporado al distrito universitario ovetense fue la antigua Escuela de Veterinaria de León, convertida ahora en Facultad (1944), que contaría además con un nuevo edificio a partir de 1947. Visita de Carmen Franco Polo a la Universidad de Frente a la ampliación que representaban Oviedo. Década de 1940. Universidad de Oviedo estos nuevos estudios, entre los ya preexistentes, en
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cambio, los de Ciencias en concreto adolecían de altos niveles de precariedad en recursos (instalaciones, material de laboratorio, etc.) y profesorado. A mayor abundamiento, una orden ministerial de 1943 eliminaba la especialidad de Físico-Química, quedando reducidos los estudios a la titulación de Química y a cursos preparatorios para otras carreras (Medicina, Farmacia...) que se cursaban fuera de Oviedo. La Facultad de Ciencias, por problemas económicos propios del momento, no contaría con el casi imprescindible edificio propio, pese a las numerosas gestiones realizadas, nada menos que hasta 1958. Otras instalaciones que se vincularon entonces a la Universidad eran las de la Escuela de Administración Local y la Escuela Social. Asi-mismo, en 1947 se ponía en marcha el Instituto Nacional del Carbón, ligado al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, pero con sede en la Universidad ovetense. Finalmente, encuadrando a los estudiantes con carácter obligatorio y con el fin más concreto de alojar a una parte de ellos, se constituyeron en el distrito cuatro colegios mayores, uno en León (el de San Isidoro)
Aspecto de la cabecera del paraninfo con el retrato de Franco presidiendo. Década de 1950. Universidad de Oviedo
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Pergamino del nombramiento de Franco como rector honorario. Eugenio Tamayo. 1939. Universidad de Oviedo
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y los otros tres en Oviedo (San Gregorio, Valdés Salas y Santa Catalina). Los dos primeros de entre los ovetenses, situados ambos en el Campo de los Catalanes, se destinaban a estudiantes varones, y en sus inmediaciones se levantaron instalaciones deportivas; el de Santa Catalina, femenino, tras unos orígenes casi itinerantes, terminó por asentarse definitivamente en un edificio de la avenida de Galicia. Esta enumeración de centros y dependencias podría parecer ilustrativa de un crecimiento rápido y satisfactorio. También pudiera pensarse algo semejante de la incorporación de los estudios de doctorado a las facultades de Derecho (194647) y Filosofía y Letras (1949-50). Nada más lejos de la realidad. El escaso contingente de estudiantes no llegaba en 1939 al millar y, aunque en 194950 se superaban ya los 2.000 (por cierto, en situación de fuerte hacinamiento), tales cifras seguían siendo propias de una institución pequeña y provinciana, una de esas “universidades de tránsito” que muchos catedráticos usaban como trampolín para el acceso a destinos más codiciados. La vida propiamente académica estaba entonces jalonada de los actos solemnes y manifesArchivum: Revista de la Facultad de Filosofía y Letras. taciones “patrióticas” y de exaltación política pro1951. Universidad de Oviedo pias de la época, en momentos en que, en palabras del ministro Ibáñez Martín “la patria recobra(ba) el sentido de su soberano estilo imperial”. La insistencia en recuperar un ceremonial barroco y rebuscado pretendía contrastar, además, con la Universidad de la etapa republicana, a la que se acusaba, con su afán de eliminar rituales y pompas excesivas, de no destacar y hacer ostensibles las “desigualdades jerárquicas” naturales. La hostilidad a la herencia del “Grupo de Oviedo” de principios de siglo o a lo que se llamó “universidad institucionalista” se dejaba sentir en este y otros muchos detalles. De hecho el exacerbado sentido de la jerarquía, tan propio de la dictadura franquista, junto a un intenso control ideológico, aparecen claramente reflejados en los objetivos de la Ley de Ordenación Universitaria de 1943. Y si bien los rasgos más aparatosos y visibles de la nueva situación (los estudiantes en uniforme militar y los “exámenes patrióticos”, las constantes ceremonias de exaltación político-religiosa) fueron más abundantes en los años inmediatamente posteriores al final de la guerra, en ciertos casos siguieron manteniendo su presencia en momentos sucesivos, ya bien avanzada la década de los cuarenta. Desde luego la delicada situación permitía a los miembros de la comunidad universitaria escasos alardes de independencia de criterio. Los conflictos internos quedaban, en ese sentido, reducidos a algunas manifestaciones de mutua hostilidad entre católicos ultramontanos, como el propio Gendín, y ciertos sectores de la Falange regional. La elaboración intelectual estaba fuertemente condicionada por el clima polí-
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Las fundaciones hospitalarias en los caminos de la peregrinación a Oviedo. Juan Uría. 1940. Universidad de Oviedo
Diplomática española del periodo astur: estudio de las fuentes documentales del Reino de Asturias. Antonio Floriano. 1949. Universidad de Oviedo
tico, tal como se deja ver, por ejemplo, en los contenidos de los recuperados Anales de la Universidad (que tras su suspensión en 1910 vuelven a reeditarse entre 1936-38 y 1950) o la Revista de la Universidad, que publicaba tanto trabajos “científicos” como reseñas de conferencias y actos oficiales y protocolarios. La citada Revista apareció en 1940, escindiéndose en 1942 en tres secciones correspondientes a las tres facultades; desde 1950 dejaría de salir a la luz, dando lugar a tres revistas independientes.
Cambios limitados en la década de los cincuenta El fin del largo período de Ibáñez Martín al frente del Ministerio de Educación y su sustitución por Joaquín Ruiz Giménez (1951) aportaron también un cambio importante en la Universidad de
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Oviedo, con el cese del rector Alvarez Gendín y su sustitución por Torcuato Fernández Miranda, en momentos en los que la extrema rigidez de los años de la inmediata posguerra daban tímidos pasos hacia una cierta normalización. La década de los cincuenta constituye así una etapa, en cierto modo, de transición, entre la universidad pequeña y ultrapolitizada (en el sentido favorable al régimen) de los cuarenta y la nueva universidad que va “masificándose” y abriéndose a nuevas inquietudes de los sesenta. Este período corresponde a los rectorados del mencionado Fernández Miranda (1951-1954) y de Valentín Silva Melero (1954-1960). El primero, catedrático de Derecho Político y conocido dirigente regional del Movimiento, pasaría, tras su breve tránsito por el rectorado, a desempeñar primero la Dirección General de Enseñanza Media y después la Dirección General de Universidades, sobreviviendo en este último cargo a su mentor, el ministro Ruiz Giménez, tras las movilizaciones estudiantiles madrileñas de 1956. En cuanto a Silva Melero, catedrático de Derecho Penal, tras su cese como rector, acabaría por formar parte del Tribunal Supremo. Los rectorados de Fernández Miranda y Silva Melero no se caracterizaron por la obsesión constructora de Gendín, al que sus rivales llegaron a calificar por entonces, irónica y despectivamente, como “rector albañil”. No obstante, en esta década se consiguió que las aulas y los espacios docentes universitarios desbordaran por fin el viejo Edificio Histórico y su colindante laboratorio de Ciencias; en 1958, en terrenos de Llamaquique, se inauguraba el flamante edificio de la Facultad de Químicas. Mientras tanto, el destartalado pabellón de Ciencias anejo a la Facultad de Derecho era convenientemente demolido, surgiendo en su lugar el Instituto de Estudios Jurídicos, que dirigiría, tras años de forzado alejamiento, el ahora recuperado Ramón Prieto Bances. El mismo año que se inauguraba la Facultad de Químicas (coincidiendo, por cierto, con el 350º aniversario de la Universidad), se creaba, en la de Ciencias, la Sección de Geológicas, muy activa en los años siguientes. Y poco antes, en 1954, con el patrocinio del Ayuntamiento de Oviedo, iniciaba su andadura la Cátedra Feijoo, de la que surgiría con el tiempo, allá por 1972, el Centro de Estudios del Siglo XVIII. No eran estos, en todo caso, excesivos cambios para una universidad de ritmo todavía sesteante, con escasos alumnos y poco profesorado. Concretamente la población estudiantil, al iniciarse el curso de 1961, apenas alcanzaba los 2.495 individuos, de los cuales la mayoría cursaba los tradicionales estudios de Derecho (1.471), seguidos en cuanto a su aceptación por los de Ciencias (910) y, El mensaje de la Cruz de los Ángeles. ya muy de lejos, Filosofía y Letras (351) y Ramón Prieto Bances. 1956. Universidad de Oviedo Veterinaria de León (141).
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Medallas profesoral y rectoral. Ca. 1940. Universidad de Oviedo
Un aspecto de interés que atañe a la universidad de estos años, coincidiendo con las posturas prudentemente aperturistas de Ruiz Giménez, es todo lo relacionado con las primeras manifestaciones visibles de cierta recuperación de la tradición liberal, objeto de fuerte recusación en la retórica del primer franquismo. Esta tónica se revela por ejemplo en los intentos (por cierto, no demasiado afortunados) de reanudar el viejo proyecto de la Extensión Universitaria, o en la vuelta de Ramón Prieto Bances, el prestigioso jurista depurado tras la guerra y que había sido, entre otras cosas, ministro de Instrucción Pública allá por 1935 y secretario de la institucionista Junta de Ampliación de Estudios. Prieto Bances ingresaba en 1955 en el Instituto de Estudios Asturianos, centro dependiente del Consejo Superior (CSIC), que también dedicará algunas páginas de su revista a reivindicar a figuras como la del exiliado musicólogo Martínez Torner. Los primeros homenajes a Clarín (desde 1952) reflejan asimismo los nuevos aires que, sin que pudieran echarse en modo alguno las campanas al vuelo, permitían augurar al menos una mayor distensión tras la asfixiante década anterior.
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La eclosión de los sesenta El proceso de cambio en la institución, como en la sociedad española en general, se acelera claramente en la siguiente década, que en la Universidad ovetense se desarrolla bajo el rectorado de quien por primera vez –signo del crecimiento de la institución– ya no es jurista, sino un científico, José Virgili Vinadé (1960-1973). Entre 1961-1962 y 1969-70, el número de estudiantes prácticamente se duplica, pasando de los mencionados 2.495 a 4.856, y preludiando el vertiginoso ritmo de crecimiento de los años siguientes, que permitirá superar la barrera de los 10.000 matriculados (concretamente 10.220) a la altura de 1974-75. En todo caso, los cerca de 5.000 alumnos del año 69 cursaban ya en menor medida estudios de Derecho (sólo 1.065) que de Ciencias (1.774) o Filosofía y Letras (1.124), a los que había que añadir unos pocos centenares en Veterinaria de León (350) y en los nacientes estudios de Ingeniería de Minas (311) o Medicina (228). Las cifras resultan reveladoras de los cambios desarrollados en los estudios que, en cada momento, podían cursarse en la Universidad ovetense. Filosofía y Letras diversificaba, por fin, su oferta gracias a la constitución de la Sección de Historia (1965) y con la Subsección de Filología Inglesa (1968), a la que se uniría poco después la de Historia del Arte (1971); la ampliación requería, obviamente, nuevos espacios, que vino a ofrecer desde 1968 el edificio del antiguo convento de San Vicente. En Ciencias, además del desarrollo de Químicas y Geológicas, se incorporaban los estudios de Biológicas, con nuevo edificio desde el curso 6869. También se había integrado, previamente, Biología (luego Biología Animal) de León. Un año después (69-70) se inauguraban los estudios de Medicina, trasladándose la Facultad, en el curso 74-75, a una nueva sede en la zona de El Cristo. En cuanto a la Escuela Técnica Superior de Minas, había surgido a principios de los 60 con excelentes instalaciones y recursos, fruto sobre todo de ayudas externas, ocupando una parte del antiguo Hospicio e incorporándose luego a la Universidad ovetense. Con todo ello, la Universidad no sólo se ampliaba, sino que se iba dispersando en su emplazamiento espacial, a partir de su cada vez más insuficiente núcleo originario. Pero lo más interesante era el incremento de la actividad que nuevos profesores e investigadores irían desarrollando, y que no es del caso relatar, entre otras cosas porque Estudio geológico de los alrededores de Luarca. la brevedad de estas líneas obligaría a menciones Noel Llopis Lladó. 1964. Universidad de Oviedo selectivas inevitablemente injustas. Los trabajos de
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química (tratamientos de aguas residuales y depuración, gases industriales, reactivos de análisis químicos, etc.), los estudios geológicos, los desarrollos en derecho internacional, lingüística o filosofía son algunos ejemplos de este indudable progreso. La apertura intelectual que ello significaba es evidente, como también lo eran los cambios verificados en un sector estudiantil cada vez más sensible a las transformaciones sociales y los retos políticos que se iban produciendo en el país. Todavía en 1967 un artículo polémico del filósofo y profesor en Oviedo Gustavo Bueno caracterizaba a la universidad como una especie de “supercolegio” o “sociedad de familias”, al margen de los problemas políticos y laborales de su entorno; pero no cabe duda de que las cosas empezaban, aunque fuera lentamente, a cambiar. Desde la primera mitad de los sesenta, las luchas estudiantiles contra la estructura del oficialista Sindicato Español Universitario (SEU) acabarían por arrumbar su ya burocratizada estructura, dando paso a las primeras experiencias de sindicalismo democrático en la Universidad, mientras que las organizaciones políticas clandestinas (iniFonología española. Emilio Alarcos Llorach. 1950. cialmente el Partido Comunista y el Frente de Universidad de Oviedo Liberación Popular) iniciaban su actividad en las aulas y surgían las primeras publicaciones impresas con el sello del antifranquismo, la pionera de las cuales parece ser el Boletín de la Unión Democrática de Estudiantes Asturianos, en 1966. Las manifestaciones de rechazo ante la guerra de Vietnam llevaron por entonces, por vez primera, la protesta estudiantil fuera de los centros e instalaciones docentes.
Los primeros años setenta Hay que esperar, con todo, a la primera mitad de los Setenta para que tanto la masificación de la Universidad como su participación en las movilizaciones sociales que jalonan la etapa final del franquismo lleguen a producirse de manera significativa. Por entonces tendría lugar el relevo en el rectorado de Virgili Vinadé por el profesor José Caso González, de la Facultad de Letras, que sería además el primer rector cuya elección fue sometida luego al claustro universitario (en diciembre de 1974). Ello revelaba además los nuevos equilibrios generados por el crecimiento de determinados centros, como la
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misma Facultad de Filosofía y Letras, que era ya en 1972-73 la más numerosa del distrito (con 1.715 alumnos), por delante de Ciencias (1.689), de la pujante de Medicina (1.669) y de Derecho (869), y por supuesto de Minas (646) y Veterinaria (479). En 1975 se añadiría a las antedichas la Escuela de Empresariales. Este crecimiento y diversificación de la oferta de estudios se evidenciaría de manera sensible en la dinámica de la Universidad en los años siguientes. Es cierto que la Universidad ovetense no lograría actuar como foco de atracción significativo para estudiantes de otras provincias, en momentos en los que el número de universidades españolas –no lo olvidemos– era mucho más reducido que en la actualidad. Según un estudio hecho por entonces, de los alumnos de 1972-73 el 77,2% procedían de Asturias, frente al 13,9% de leoneses y poco más del 10% restante de otras provincias o, en mínima proporción (2,2%), extranjeros. En ese mismo año, el 28,5% de los alumnos oficiales residían permanentemente en Oviedo, el 31,9% sólo durante el curso y un 32,4% nutrían un flujo constante que se desplazaba diariamente de su residencia a su centro de estudios. Aunque los medios sociales más acomodados y las clases medias abastecían una considerable parte de la demanda universitaria, se había ido produciendo una cierta “democratización” del acceso, sobre todo en centros como los de Letras o algunas especialidades de Ciencias. El crecimiento y diversificación de los estudios forzó un incremento igualmente exponencial del profesorado. En 1964-65, la Universidad de Oviedo empleaba a tan sólo 92 enseñantes; al año siguiente eran ya 168 y, en 1969-70, 204. En el quinquenio posterior, el gremio docente se había casi triplicado, ya que, en 1975, la cifra se elevaba a 574. Todo ello obligó a una cierta improvisación para hacer frente a este crecimiento de aluvión. En el curso 1974-75, por añadir algunos datos ilustrativos, 4 de cada 10 profesores eran menores de 30
Santiago Carrillo en la Universidad. Ca. 1970. Colección particular
Movimiento estudiantil en los años 70 del siglo pasado. Ca. 1970. Colección particular
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Asamblea de estudiantes universitarios en el aulario de la Facultad de Geología. Ca. 1970. Colección particular
años y casi las tres cuartas partes tenían menos de 40; sólo un 26% habían alcanzado el nivel de catedráticos, agregados o adjuntos y, como clara herencia del pasado, menos del 23% eran mujeres. La formación de equipos de trabajo, investigación y docencia era, sin duda, un reto fundamental de los tiempos que se avecinaban. Este crecimiento, unido al convulso clima político-social del momento, explica la relativamente intensa movilización producida por estos años en la universidad española y, obviamente, también en la ovetense. La proliferación de grupos y publicaciones clandestinas entre el estudiantado, las luchas contra la Ley General de Educación de Villar Palasí o contra la selectividad o el surgimiento y activismo del movimiento de profesores no numerarios (PNNs) jalonan y caracterizan la vida de una institución que vivió activamente un cambio que, a la postre, y como no podía ser de otra manera, terminaría también por transformarla a ella misma.
Bibliografía ÁLVAREZ, Lluis Xabel, La Universidad de Asturias, Salinas (Asturias), Ayalga Ediciones, 1978. ARRIBAS JIMENO, Siro, La Facultad de Ciencias de la Universidad de Oviedo (Estudio Histórico), Oviedo, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, 1984. LOBATO, Luis Alfredo, Dos décadas del movimiento cultural y universitario en Asturias (1957-1976), Gijón, Ediciones Trea, 1998. SELA SAMPIL, Luis, “La Universidad”, en El Libro de Oviedo, Oviedo, Ediciones Naranco, 1974, pp. 226-257. SEMPAU DÍAZ DEL RÍO, Rafael, “El rectorado de Sabino Álvarez Gendín”, Trabajo de Investigación, mecanogriado, Oviedo, Facultad de Geografía e Historia, 2005. SUÁREZ, Carmen y QUIRÓS, Francisco, La función universitaria de Oviedo, Oviedo, Departamento de Geografía, 1977.
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LA RECONSTRUCCIÓN DE LOS BIENES CULTURALES DE LA UNIVERSIDAD TRAS LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1934 ANA QUIJADA ESPINA / RAMÓN RODRÍGUEZ ÁLVAREZ / SARA VÁZQUEZ-CANÓNICO COSTALES Universidad de Oviedo
La Revolución de Octubre del 34 ocasionó en la Universidad de Oviedo un fuerte y demoledor incendio en el edificio fundacional, que dejó únicamente en pie la estatua sedente del inquisidor Fernando de Valdés Salas, la torre observatorio y parte de algunas de las arcadas del patio y muros de cierre. De forma inmediata se iniciaron las gestiones para reconstruir el edificio por parte del rector Leopoldo García-Alas Argüelles, encargándose el programa reconstructivo al arquitecto del Servicio de Construcciones Civiles de Oviedo D. José Avelino Díaz y Fernández Omaña, por decisión del ministro de Instrucción Pública. El proyecto fue fechado en noviembre de 1934 y se modificó y amplió varias veces con posterioridad. La participación del claustro de profesores, con el rector a la cabeza, fue decisiva a la hora de establecer las líneas generales de actuación, entre las que cabe mencionar la conservación del aspecto primitivo de las fachadas, muros interiores y espacio del claustro, variando únicamente la disposición de las diferentes estancias con el fin de
Planos del proyecto de reconstrucción del Edificio Histórico de la Universidad. José Avelino Díaz. 1934. AGA
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alcanzar un óptimo aprovechamiento espacial. La labor conducente a la obtención de créditos, ayudas y donaciones de entidades públicas y privadas, entre las que destacarían los envíos de fondos bibliográficos por parte de diversas universidades, fue uno de los grandes retos con los que hubo de enfrentarse el rector Alas Argüelles. Todo ello permitiría iniciar la reapertura de la Universidad de Oviedo para octubre de 1936. La sublevación el 18 de julio truncó esta previsión, siendo detenido en su domicilio ovetense. La reconstrucción se proyectó para albergar las facultades de Derecho, y Filosofía y Letras, alcanzando el acuerdo de dotar de nuevo edificio a la Facultad de Ciencias, sita hasta entonces en el recinto fundacional. En esta primera intervención se contemplan actuaciones generales relativas a la estructura, pero también las que hacen referencia a la decoración de todos y cada uno de los espacios, con especial incidencia en los lugares más emblemáticos: capilla, sala de profesores, iconoteca y paraninfo, este último situado bajo la biblioteca, en la crujía sur del edificio. Se preveía la utilización de mármol, molduras de madera, telas y pintura al óleo, así como vidrieras artísticas1. La reconstrucción fue aprobada con gran celeridad, el 22 de enero de 1935, constituyendo el primer edificio público que se comenzó a reedificar en Oviedo con cargo a la denominada Junta de Socorro, creada en la provincia por ley de 15 de diciembre de 1934. La participación del claustro universitario en estas labores reconstructivas ha quedado registrada en las sucesivas comunicaciones que con frecuencia eran enviadas al arquitecto por el rector Leopoldo García-Alas Argüelles, en las que hacía referencia a la reconstrucción y al estilo que debía imprimirse a la totalidad de la edificación.
Alzados del proyecto de reconstrucción del Edificio Histórico de la Universidad. José Avelino Díaz. 1934. AGA
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Secciones y puerta principal del proyecto de reconstrucción del Edificio Histórico de la Universidad. José Avelino Díaz. 1934. AGA
Durante el asedio a la ciudad de Oviedo en la Guerra Civil (julio-octubre del 36) los impactos de cañones y bombas de aviación produjeron importantes desperfectos, por lo que se hizo necesario redactar nuevas memorias de reparación y obras urgentes en un inmueble que en la mayor parte de su estructura estaba acabado e incluso, en algunas estancias, en fase de decoración. Sin embargo, la finalización de este proceso de recuperación del edificio más emblemático de la Universidad no se pudo dar por concluida hasta mediada la década de los años cuarenta. A pesar de los esfuerzos desarrollados por el claustro universitario y la Asociación de Amigos de la Universidad en aras de la obtención del crédito necesario para acometer este proyecto, amén de otras entidades locales y provinciales que pretendían la reapertura de las aulas, numerosas causas dificultaron su rápida ejecución. La diferencia de criterio sobre la reconstrucción entre los numerosos organismos que diseñaron, supervisaron y aprobaron el proyecto, así como las variaciones que se realizaron sobre la marcha, el estallido de la Guerra Civil y la sucesión de cargos en los organismos estatales, última estancia de la que era necesario obtener el visto bueno, se sumaron a todo lo anterior, dilatando durante más de una década todo el proceso. A partir de 1938, jugó un papel decisivo el Servicio Nacional de Regiones Devastadas y Reparaciones, inicialmente dependiente del Ministerio del Interior y con posterioridad del de la Gobernación, pasando a denominarse Dirección General. El decreto de creación delimitaba las competencias de este organismo, entre las que cabía destacar “la dirección y vigilancia de cuantos proyectos, generales o particulares tengan por objeto restaurar o reconstruir bienes de todas clases dañados por efecto de la guerra”2. La reconstrucción del anexo Colegio de Recoletas3, hoy Rectorado, tras su total destrucción, fue acometido también en este periodo junto con el pabellón de Ciencias y el edificio de la calle de Argüelles donado a la Universidad de Oviedo por Alejandro Salmeán, hijo del rector León Salmeán. Por lo que respecta a la antigua capilla de San Sebastián, fue objeto de proyecto reconstructivo, pero no llegó a acometerse, sirviendo para aplicar la denominada teoría de las ruinas, actitud tintada de “filosófica”, manejada con frecuencia en este periodo histórico4, dando a entender la necesidad de dejar
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en ruinas algunas edificaciones, incluso pueblos enteros (caso de Belchite), con el fin de demostrar, en lo que hoy entenderíamos como ruina arqueológica, la “barbarie” a la que se había visto sometida toda España, reforzando así el recuerdo del horror de la guerra y sus efectos. Sin embargo, detrás de este planteamiento teórico se ocultaba un problema de financiación provocado por el montante económico de las labores de desescombro, diseño, reconstrucción y equipamiento de las edificaciones. Un segundo grupo propagandístico fue elaborado a partir de la creación, encargo y diseño de elementos muebles fácilmente trasladables, para servir de ornato y con efecto de presencia emblemática del Estado en actos institucionales. A ello responde, por ejemplo, el encargo de un retrato del general Franco que habría de presidir el despacho del rector, y otro con el escudo nacional. Fueron encargados reposteros con los nuevos emblemas, banderas y telas exquisitas, guardapolvos y un sin fin de elementos accesorios para uso institucional y cotidiano, en los que se insertaron todo tipo de iconografías, cargadas de fuerte simbolismo propagandístico. La reconstrucción de este núcleo histórico incluyó también un proyecto de obras urgentes para el pabellón de Ciencias, dañado durante los sucesos revolucionarios, redactado en 1937 con cargo a la Dirección General de Regiones Devastadas. Las dificultades constructivas afectaron también a este inmueble que, debido a la redistribución de los espacios, fue proyectado para albergar servicios de la Facultad de Letras, proponiéndose un nuevo proyecto para la de Ciencias en el actual Campus de Llamaquique. Tras numerosas dilaciones, se llegan a tomar en el año 54 los acuerdos que afectarían al derribo del antiguo pabellón de Ciencias, encargando el proyecto al arquitecto Francisco Casariego, que fue sustituido, tras su fallecimiento, por Joaquín Cores Uría. Los problemas de espacio no se resolvieron con la nueva construcción (comenzada en el año 59), por lo cual a finales de 1960 se volvió a proyectar un pabellón anexo al anterior y destinado a seminarios de la Facultad de Letras. El proyecto de Cores repetía la estructura prevista para el anterior, buscando el mimetismo con la decoración y configuración del edificio matriz. En la actualidad el edificio está destinado a oficinas administrativas de los vicerrectorados que componen la estructura de gobierno de la institución académica. El último de los inmuebles que completa el núcleo fundacional es la casa del conserje, aprobada en junta de gobierno (1942) como de nueva planta, pues se preveía disponerla en el último piso del antiguo Colegio de Recoletas, pasando a ocupar definitivamente uno de los extremos de cierre del patio de Isabel II. Desde que finalizara el proceso reconstructivo del entorno fundacional hasta nuestros días, el Edificio Histórico ha sufrido procesos de mantenimiento, saneamiento y restauración parcial, especialmente tras el traslado en el año 1991 de los estudios de Derecho que albergaba, a la nueva Facultad en el Campus de El Cristo. Es el caso de la sala de togas, ejemplo de recuperación de un espacio destinado a uso pedagógico para convertirlo en otro de fuerte sentido institucional. En el año 2001 se iniciaron nuevas obras de acondicionamiento debidas a la mano del arquitecto asturiano Fernando Nanclares, basadas en la sustancial mejora de todas las estancias nobles del edificio y sobremanera del aspecto exterior, aplicando procesos de recuperación de la piedra de fachadas y pavimentos, con reintegración en algunos casos, y conservación en otros. Asimismo, y complementando lo anterior, se han acometido restauraciones de elementos de naturaleza mueble y decorativa. En la actualidad, el edificio está destinado a actividades de carácter eminentemente cultural, siendo centro de exposiciones, conciertos, congresos, conferencias, etc., aunando el intento por mantener las tradiciones académicas oficiales más arraigadas en su historia, a través del desarrollo en sus estancias de los actos más significativos de la Universidad: apertura de curso, doctorados Honoris Causa, fiestas de Santo Tomás y Santa Catalina, tomas de posesión, etc.
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Por lo que respecta a la recuperación de los bienes culturales de naturaleza mueble del Edificio Histórico de la Universidad tras estos sucesos, se priorizó el equipamiento de todas las estancias: aulas, biblioteca, despachos y salas de reunión del profesorado, siendo sometidos a estudio para determinar en cada caso los materiales nobles más adecuados y los criterios pedagógicos a los que debían supeditarse. El arquitecto J. Avelino Díaz propuso el diseño general del mobiliario a tenor de las indicaciones del claustro de profesores. Armarios roperos, pizarras, bancos exentos y adosados5, cancelas de entrada con vidrios emplomados y demás detalles fueron especificados a través de tres memorias firmadas entre 1940 y 1941. Se retomó también para las aulas del Edificio Histórico la tradición del escalón elevado desde el que el profesor impartía sus explicaciones y en el que se ubicaron mesa y sillones para los docentes, elaborados según el modelo salvado del incendio del 34. Sería interminable realizar una relación exhaustiva de las adquisiciones de material realizadas a lo largo de la década de 1940. De algunas ha quedado constancia en las actas de la junta de gobierno y en las del claustro, mientras que de otras, al no haber quedado registradas, desconocemos su procedencia, pero en cualquier caso el equipamiento del Edificio Histórico y del Rectorado se prolongó más de lo esperado –seguramente por falta de crédito–, quedando siempre sometido al parecer del equipo de gobierno. Reposteros, alfombras, lámparas, cortinajes, bancos tapizados con el escudo institucional, sillas y sillones especiales, arcones de madera de castaño y demás enseres fueron incorporándose durante este periodo. Se encargaron diseños específicos a artistas que colaboraron estrechamente con la institución, especialmente Paulino Vicente6, que pasó a convertirse en asesor del claustro para estas tareas. Colaboraron también algunas instituciones como la Fábrica de Armas de Trubia, que realizó los proyectos de lámparas de hierro y bronce de la escalera principal y del zaguán de acceso. Por otro lado, se llevó a efecto la adquisición por lotes de mobiliario para las distintas dependencias nobles, como el despacho del marqués de la Ródriga por un valor de 5.000 pesetas7. En el año 43 se encargaron vitrales artísticos para algunos de los ventanales del edificio, al objeto de que tamizasen la entrada de la luz y que hiciesen alusión a la historia de las universidades. Las vidrieras del paraninfo representan a los dos personajes que dieron carta de legalidad a la Universidad, Gregorio XIII y Felipe III, acompañados de sus respectivos Diseño de elementos para el equipamiento del Edificio Histórico escudos. Las de la capilla, por su parte, evocan a y proyecto de mobiliario de José Avelino Díaz. Ca. 1940. santos relacionados con la enseñanza, doctores de Universidad de Oviedo la Iglesia y teóricos: santa Teresa, santo Tomás, san
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Ignacio de Loyola y san Isidoro de Sevilla. Para la escalera principal se reservó la iconografía del “Sol de los Doctores” presente en la medalla profesoral creada por Isabel II en 1850, así como en los Lucernarios de la Biblioteca, con escudos y símbolos representativos de las Leyes y Academias8. Paralelamente, se llevaron a cabo gestiones para conseguir un equipamiento artístico de carácter mueble que sustituyese al desaparecido, poniendo en marcha diferentes mecanismos de adquisición desarrollados prioritariamente en las décadas de 1940-50 y que comprendían las siguientes modalidades: • La compra, por ofrecimiento de los artistas o bien por encargo de la junta de gobierno, caso este último de la mayor parte de los retratos destinados a recomponer la iconoteca de asturianos ilustres. A través de esta fórmula se adquirieron, entre otros, el óleo anónimo de santa Catalina de Alejandría para el colegio homónimo y pinturas murales que coronan las puertas de entrada a las aulas del caserón, pintadas por Paulino Vicente en 1948. • La donación, solicitando a los herederos y familiares de antiguos rectores la entrega de un retrato del antepasado que hubiera ejercido este cargo, o labores de mecenazgo a favor de la Universidad. Es el caso de los retratos de Aniceto Sela, Fermín Canella, Francisco Beceña, Estanislao Suárez Inclán o Domingo Álvarez Arenas. • Se consolidó una política de exposiciones en el Edificio Histórico y en el Rectorado con gran éxito, formando en el año 40 una comisión permanente que valoraba las propuestas, de tal suerte que los autores dejaban una obra en concepto de donación por la cesión de los espacios. De esta forma pasaron a la Universidad un sinfín de obras de los autores más prestigiosos del momento: Tamayo, Borbolla, Iglesias, Galán Carvajal, González Pola, Purón Sotres, Vicente Serrano, Fernández Bataller, Quintana, Berenguer, etc. • Los depósitos, recuperando una tradición iniciada con los efectuados en el siglo XIX por la Dirección General de Instrucción Pública. El rector solicitó a varias entidades la cesión de obras con destino a la capilla, rectorado, iconoteca, paraninfo y salas del claustro. La Comisaría General del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, dependiente de la Dirección General de Bellas Artes, otorgó un lote de cuadros del depósito del Museo del Prado con destino a la Universidad de Oviedo a finales de 1941. Estaba constituido por un total de 19 obras9, casi todas ellas óleos sobre lienzo datadas entre los siglos XVII y XIX, la mayor parte anónimas y sin etiquetaje de clasificación, que habían llegado al depósito del Museo del Prado desde distintas procedencias, fruto de la tarea de recuperación llevada a cabo por el Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, creado por decreto de 22 de abril de 1938. En el recibo de entrega se relacionan un total de doce retratos de personajes anónimos a través de diversos recursos y tipologías, algunos copias de los siglos XIX y XX, caso del de Rafael de Urbino u otros de obras originales de Van Dyck o Rubens. El resto de los cuadros responde a diversas temáticas: una alegoría del Nuevo Mundo de concepción barroca, una tabla de Eugenio Lucas con el título Murga Callejera y un óleo que representa un escudo con la forma tradicional española, cuartelado y timbrado de corona ducal con la divisa nolite nocere. Estas obras, junto con algunas salvadas del incendio del 34, entre las que cabe mencionar el óleo que plasma a Cristo en el momento de ser presentado al pueblo, atribuida al círculo de Francisco Rizi, o la escena central del retablo fundacional, así como otras adquiridas por alguno de los procedimientos mencionados anteriormente, conforman el núcleo de piezas más antiguas conservadas por la institución.
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Con todo, no existió un programa global y unitario de adquisición, únicamente la formación de la nueva iconoteca respondió a una iniciativa diseñada, encargándose los retratos de los rectores y, paralelamente, incentivando la donación por parte de las familias herederas. En general, la galería de rectores responde a una misma tipología retratística, con pocas variantes: personaje de frente o ligeramente girado, de tres cuartos, generalmente de pie y ataviado con la indumentaria rectoral: toga, muceta, birrete, bastón de mando, guantes blancos y medalla, salvo en el caso excepcional del rector Leopoldo GarcíaAlas Argüelles, al que Paulino Vicente representa en traje de calle. El fondo de la composición varía entre el neutro y el telón, utilizando para este último una arquitectura impregnada de significado según el personaje de que se trate. Es el caso del retrato de Fermín Canella, en el que se aprecia una vista parcial de la Catedral de Oviedo, ciudad de la que fue cronista oficial, o de Sabino Álvarez-Gendín, que, por haber sido rector durante el periodo de la reconstrucción, aparece sobrepuesto a la arquitectura en ruinas del edificio fundacional. No puede considerarse que el resto de los retratos adquiridos entonces y procedentes del depósito del Museo del Prado formen parte de esta nueva iconoteca, sino que su adjudicación a la Universidad fue un hecho totalmente fortuito, carente de la ligazón histórica que puede concederse a la galería de rectores. El resto del equipamiento artístico fue dotándose a medida que las necesidades lo fueron determinando. La colección de los primeros años de posguerra presenta una clara preponderancia del retrato y del paisaje como estructuras iconográficas recurrentes, dos géneros muy cultivados en Asturias y que evitan en estos difíciles momentos el recurso a temáticas más delicadas. Se adquirieron obras de Ventura Álvarez Sala, Augusto Junquera, Eugenio Tamayo, Rafael Borbolla, Tomás Bataller y Víctor San Juan, entre otros. Actuó también como fuente de inspiración la ciudad de Oviedo; sus gentes, sus calles y plazas fueron objeto de traslado al lienzo y al papel de maestros como Andrés Vidau, Faustino Díaz o Alfonso Iglesias, artistas que dejaron su obra en esta época para la colección artística de la institución. La temática de carácter costumbrista tiene su máximo representante en la figura de Luis Menéndez Pidal a través de su obra Filando, escena de interior con un magnífico juego lumínico que permite destacar la figura central de una anciana, ataviada a la usanza de la región, ocupada en la tarea de hilar mientras conversa con dos niños. La formación de esta colección se prolongó durante décadas, jugando un destacado papel la Asociación de Antiguos Alumnos y Amigos de la Universidad de Oviedo, que facilitó recursos económicos de forma continuada para dotar al edificio de mejores equipamientos artísticos. Gracias a estas donaciones se adquirieron obras de Magín Berenguer, Paulino Vicente, Gerardo Zaragoza, José Purón Sotres, Joaquín Rubio Camín, Manuel Gutiérrez de la Concha y Marixa, por citar algunos nombres. Uno de los espacios del edificio que más centró la atención en la recuperación de elementos artísticos fue sin duda alguna la capilla, pieza emblemática dentro de la construcción por constituir no sólo la sede de los oficios religiosos, sino también el lugar donde se desarrollaba parte del ceremonial de licenciatura o doctorado, adquiriendo un sentido más amplio que el estrictamente litúrgico. La pérdida de todo el material de capilla –incluida la mayor parte del retablo original– y, por lo tanto, la necesidad de adquirir un nuevo equipamiento fue una de las cuestiones a las que el claustro universitario concedió prioridad. Respecto a la compra de un nuevo retablo, hubo varios intentos infructuosos tras la visita a algunos de las localidades de Cangas de Narcea, San Tirso de Abres y Cudillero, así como un altar de la cofradía de la Magdalena. No ha quedado constancia documental de la procedencia
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Estatutos de la Asociación de Antiguos Alumnos y Amigos de la Universidad. 1946. Universidad de Oviedo
del que actualmente se encuentra en el altar de la capilla universitaria; sólo se hace referencia a que en el año 1943 estaba ya instalado10. Iconográficamente, trata un programa ascendente en el que se representan varias escenas de la vida y muerte de Cristo, complementadas con esculturas de bulto redondo de Santos de la Iglesia. En la zona del banco, moldurado con pilastras de factura clásica, se incluye un relieve con el nacimiento de Cristo, mientras que en el primer piso se recurre a la Epifanía. La escena central elabora un alto relieve con la Ascensión de Cristo, que sigue las pautas iconográficas tradicionales, con la división de la escena en dos pisos, cielo y tierra. En la zona superior, la figura de Jesús se apoya sobre una nube, mientras que con su mano derecha realiza el acto de bendecir. En la tierra, once apóstoles arrodillados miran la escena, acompañados de la Virgen, símbolo de la Iglesia. Los detalles arquitectónicos del retablo utilizan multitud de elementos de corte clásico, pudiendo observarse un cierto regusto manierista concentrado en las molduraciones, así como un marcado juego de entrantes y salientes que provoca luces y sombras. Todo él está ejecutado en madera y actualmente presenta un acabado monocromo. Existió también un proyecto para complementar la decoración del inmueble con pinturas murales de distinta temática, según la estancia de que se tratase. En 1936 se aprobó la propuesta del decano de la Facultad de Derecho para ejecutarlas en los techos de la iconoteca y del rectorado, lo que, sin embar-
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go, se vio frustrado por el estallido de la Guerra Civil meses más tarde. En 1941 vuelve a retomarse el proyecto, pensando en concentrar los trabajos en la capilla, realizando un encargo a Paulino Vicente, que inició la ejecución de los cartones. La junta de gobierno resuelve que el fresco del frente represente la Asunción de la Virgen, mientras que los lunetos laterales acogerían pasajes de la vida de santa Catalina de Alejandría y de san Gregorio, la primera, patrona de la institución académica. El boceto fue presentado en el año 1947, pero debido al alto coste de los trabajos se desestimó su ejecución. En 1942 se celebraron en Oviedo los actos conmemorativos de la consagración de la Cámara Santa de la Catedral y los 1.100 años del reinado de Alfonso II el Casto. Los lugares elegidos para celebrar las principales ceremonias fueron la Catedral y el Edificio Histórico de la Universidad. Este último acogió, en el paramento limitado por la entrada del aula magna y el vestíbulo de la sala de profesores, un mural que representaba el Concilio presidido por el Rey Alfonso II. El autor encargado de ejecutar la pintura fue Andrés Vidau, que comenzó la obra en el mes de mayo de 1942 finalizándola en septiembre del mismo año. El fresco tenía un formato alargado, con unas dimensiones de once metros (aproximadamente), en el que se insertaba un ambiente arquitectónico que trataba de reproducir las construcciones asturianas de la época alfonsí. Con posterioridad fue eliminado por diversas capas de pintura industrial debido al mal estado de conservación que presentaba, posiblemente a causa de la premura con que fue necesario ejecutar la preparación del paramento y por la elevada humedad del soporte, provocando la desaparición, por degradación, de los dibujos y los colores. Recientemente se han realizado catas que demuestran que parte de esta composición aún se conserva.
Boceto para el luneto de la capilla de la Universidad, que representa la Asunción de la Virgen. Paulino Vicente. 1945. Colección particular
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Boceto para la pintura mural, que representa el Concilio de Alfonso II. Andrés Vidau. 1942. Colección particular
Pero los proyectos murales de Andrés Vidau no sólo se circunscribieron a este elemento decorativo del claustro bajo; en la zona norte estaba prevista la representación iconográfica del traslado de las Santas Reliquias, que no llegó a materializarse. Sin embargo, recibió los encargos de restaurar los vítores que se encontraban en las paredes claustrales y pintar la Cruz de la Victoria sobre la puerta que da acceso a la escalera secundaria del paramento sur del edificio. Ya en 1947, cuando el mural había desaparecido, se encargaron a Paulino Vicente los carteles ornamentales para las aulas Valdés Salas y Feijoo, este último con motivo del homenaje nacional organizado en Samos al ilustre polígrafo asturiano. Ambos presentan un esquema plástico similar, a modo de pergamino desplegado, en el que se insertan los dos nombres aludidos en gamas cromáticas combinadas de rojo y negro. A partir de estos primeros años de equipamiento frenético, las adquisiciones fueron disminuyendo. Las estancias principales ya se encontraban decoradas y las necesidades derivaron hacia otros derroteros, esencialmente la construcción de inmuebles para los nuevos estudios y la dotación de departamentos y laboratorios. Sin embargo, aunque de forma más lenta, continuaron llegando a la institución obras de arte, quedando registradas exposiciones, donaciones y algunas compras que aumentaron la colección. Debe destacarse la donación de dos obras efectuada por Orlando Pelayo en junio de 1989: La Víctima y Termidor, además de una serie de publicaciones y la autorización para la reproducción de siete esculturas con valor de original, lo que se llevó a cabo en el año 1997. Todas estas piezas se encuentran custodiadas en la sede del rectorado. En 1990 se compran dos cuadros de Carolina del Castillo (1867-1933), un óleo con desnudo femenino, El descanso de la modelo, y un dibujo de tinte clásico y ambientación romántica. En el mismo edificio está depositada la colección que el pintor Alejandro Mieres donó a la institución en el año 1994. Son diez óleos sobre tabla en los que se persigue un protagonismo de la figura humana, abocetada y con un fuerte vínculo hacia el expresionismo. En la misma década de 1990, la viuda del pintor asturiano Nicanor Piñole cedió un total de dieciséis dibujos realizados sobre papel e inspirados en variadas temáticas: retratos, paisajes y asuntos carnavalescos. Las donaciones han ido incrementándose con las exposiciones desarrolladas de forma continuada a partir del curso 1993-94, en que se inaugura la actual sala de exposiciones de la Universidad de Oviedo dentro del Edificio Histórico. Christa Beissel, Pepa Osorio, José Arias, Chana Crespo Joglar, Antonio
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Gil Morán, Marga Sancho, Carmen Tamargo, María Mallada, Humberto García del Villar, Daniela Zanzoni, Almudena Mora, Alfredo Díaz-Faes, Josefina Junco, Paco Arenas, Jaime Rodríguez y María Braña son algunos de los autores que han cedido una obra con motivo de esta actividad programada desde la Universidad, pasando, por tanto, a engrosar la colección artística universitaria. Con motivo de la inauguración del Edificio Histórico tras las recientes obras de restauración, se celebró la exposición Confluencias 2002, muestra escultórica que ha actuado como punto de partida de nuevos proyectos expositivos de gran envergadura, fruto de la cual se donó a la Universidad un dibujo y acuarela combinada en la misma obra (anverso y reverso) del artista plástico César Montaña. No deseamos cerrar este capítulo sin hacer mención a otros objetos institucionales que han ido incorporándose a la colección con motivo de la recuperación de la celebración de los diferentes actos académicos, y que constituyen un variado repertorio del ceremonial de la Universidad de Oviedo. Entre todos ellos destacan la adquisición de los nuevos trajes académicos para los docentes asistentes a las festividades universitarias (Santa Catalina, Santo Tomás de Aquino, apertura de curso, etc.), y para los miembros de los equipos de gobierno, así como maceros y el maestro de ceremonias, etc. Por lo que respecta al “ajuar académico”, se fue componiendo de piezas de gran valor centradas en candelabros, bandejas, escribanías, bastones de mando, mazas y medallas de materiales nobles (plata y dorados), que decoran y apelan a nuestras tradiciones más fuertemente arraigadas. Inmediatamente después de la destrucción ocurrida el 13 de octubre de 1934, las autoridades académicas consideraron prioritaria la recuperación de la Biblioteca. En ese proceso fue determinante el apoyo entusiasta de la Asociación de Antiguos Alumnos y Amigos de la Universidad de Oviedo, quien en 1935 logró adquirir la colección bibliográfica de un ilustre ovetense, Roque Pidal y Bernaldo de Quirós. Era don Roque uno de los más renombrados bibliófilos españoles. A los libros heredados de su abuelo, Pedro José Pidal, y de su padre, Alejandro Pidal y Mon, añadió sus propias adquisiciones, entre las que cabe destacar la excelente biblioteca que fue reunida en Labra (Cangas de Onís) por Felipe de Soto Posada y por su hijo Sebastián de Soto Cortés, amén de las continuas compras de obras raras y curiosas suministradas por los más reputados libreros de viejo de España y de numerosos países europeos, señaladamente de Inglaterra. De esta forma, llegaron desde Madrid a la Universidad, en el citado año, más de veintidós mil volúmenes, por los que se pagó medio millón de pesetas, cifra notablemente inferior al precio que en el mercado tenían las obras adquiridas. La mayor parte de las joyas bibliográficas que hoy posee la Universidad de Oviedo proceden de la biblioteca pidalina, entre ellas los 23 incunables que atesora la institución, así como la mayoría de los 512 volúmenes manuscritos. De los priCarta de Roque Pidal a José Serrano sobre la venta de su biblioteca meros, señalamos como obra excepcional el a la Universidad de Oviedo. 1935. Colección particular Baladro del sabio Merlín, con sus profecías (Burgos,
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1498), ejemplar único conocido, de inestimable valor. Entre los segundos, merecen ser destacados, amén de varios códices comprendidos entre los siglos XIII y XV, dos manuscritos sobre la conquista de América, El Marañón (1596) y Relación del viaje de Fray Diego de Ocaña por el Nuevo Mundo (1599-1605), de fray Diego de Ocaña. Roque Pidal reunió la mejor colección de las distintas ediciones hechas a lo largo del siglo XVI del Cancionero general, y un excelente conjunto de diferentes impresiones del Romancero, desde la primera de 1600 hasta la salida a la luz en 1614. Asimismo, la colección cervantina es de alto valor y cuenta como ejemplares más sobresalientes con dos de las cinco ediciones de la primera parte del Quijote que vieron la luz en 1605. La colección de Piezas sueltas impresas de teatro antiguo español, que comprende 1.083 obras, y la valiosísima sección de Gineta, que atesora casi mil títulos relativos al caballo, completan esta somera enumeración de los libros más destacados de la colección de Pidal que hoy reposan en los anaqueles de la Biblioteca Central de la Universidad de Oviedo, situada en el Edificio Histórico de la institución académica. En 1939 la Biblioteca se vio enriquecida con la colección bibliográfica de los condes de Toreno, alojada en su casa de Madrid y formada por más de ocho mil volúmenes, la mayoría de historia y literatura, aunque no faltaban libros de otras muchas materias. Como obras particularmente valiosas hay que señalar, sin duda, un ejemplar de la Biblia Regia o Políglota impresa en Amberes por Plantino entre 1568 y 1573, en ocho volúmenes, o la bellísima edición del Quijote, impresa por Ibarra en Madrid en 1780, en cuatro volúmenes. Son dignas de mención, asimismo, ediciones de mérito de obras señeras de la literatura latina o francesa. A estas dos soberbias colecciones citadas, hay que añadir numerosas obras recibidas por la Biblioteca a partir de 1935, tanto de instituciones como de particulares, procedentes de todo el mundo, especialmente de distintos países europeos, ya que el eco de la destrucción de 1934 suscitó una enorme solidaridad internacional. Entre 1940 y el momento presente, la Biblioteca se ha enriquecido con no pocas colecciones bibliográficas, como la de Julio Masip, donada en 1986, en la que los libros de gramática, lexicografía o exégesis bíblica son los más abundantes, o la legada en 1985 por José Maldonado, último presidente de la República Española en el exilio, formada casi exclusivamente por libros de política e historia. Con las mencionadas adquisiciones, donaciones y legados, la Biblioteca de la Universidad de Oviedo, a pesar de la completa desaparición de sus primitivos fondos bibliográficos en 1934, dispone de una rica colección que la sitúa entre las mejores del país.
Notas 1. Archivo General de la Administración: Sección Dirección General de Regiones Devastadas. Memoria de Reconstrucción de la Universidad de Oviedo. Arquitecto José Avelino Díaz. Noviembre de 1934. 2. Decreto de 25 de marzo de 1938, de creación del Servicio Nacional de Regiones Devastadas y Reparaciones. En este se determinaba también la prohibición de llevar a cabo este tipo de obras sin el permiso expreso del servicio. 3. El proyecto del Colegio de Recoletas fue aprobado el 27 de mayo de 1942, siendo inaugurado oficialmente por Carmen Polo el 11 de septiembre de 1945.
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4. El proyecto fue inicialmente elaborado por J. A. Díaz, pero con posterioridad fue encargado al arquitecto conservador de monumentos de la 1ª zona, Luis Menéndez Pidal. 5. El banco adosado a la pared no era considerado “pedagógico”, sin embargo fue colocado atendiendo a la tradición de las aulas en las antiguas universidades por indicación del claustro. Así queda recogido en la memoria del proyecto fechada en mayo de 1940. 6. Baste como ejemplo de colaboración el encargo que se le hizo del diseño de los bancos en terciopelo del paraninfo, sus sillones o las mesas para la biblioteca, todo ello recogido en las actas de la junta de gobierno. Diseñó también los faroles de los dos claustros –alto y bajo– del Edificio Histórico. 7. Actas de la junta de gobierno en sesión de 27 de diciembre de 1944. 8. Véase al respecto la publicación del Vicerrectorado de Extensión Universitaria Vidrieras de la Universidad de Oviedo, Oviedo, Universidad de Oviedo 2002. 9. Además de pinturas fueron cedidos en calidad de depósito un total de once objetos entre los que se encontraban varios relojes de alabastro y porcelana, jarrones, quinqués y figuras de cerámica. 10. Joaquín Manzanares Rodríguez señala que se trata de un “pequeño retablo renacentista, traído de Toledo en 1940” (Itinerario Monumental de Oviedo).
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PERSONAJES ILUSTRES JAVIER GONZÁLEZ SANTOS Universidad de Oviedo
Rectores LEOPOLDO GARCÍA ALAS Y GARCÍAARGÜELLES (Oviedo, 1883-1937), hijo primogénito de Leopoldo Alas, Clarín, catedrático de Derecho Civil, licenciado por la Universidad de Oviedo en 1904, fue su rector entre 1931 y 1936, muriendo fusilado en la prisión Provincial de Oviedo, el 20 de febrero de 1937. Estuvo primero de pasante en el despacho de Melquíades Álvarez, en Madrid, y en 1907 disfrutó una beca de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas que le llevaría a la Universidad alemana de Halle. Regresó a España en 1914 y se doctoró por la Universidad Central en 1915. Gana la cátedra de Derecho Civil de la Universidad de Oviedo en 1920 y, siendo decano de su Facultad, es elegido rector en 1931. Diputado por la coalición Republicano-Socialista en la primera legislatura de la Segunda República, García Alas pasó a desempeñar, entre 1931 y 1933, la subsecretaría del Ministerio de Justicia que presidía el asturiano Álvaro de Albornoz*, un antiguo alumno de su padre. Reincorporado a su cátedra y rectorado ovetense, Leopoldo García Alas tiene que sufrir con amargura la vandálica destrucción de la Universidad en octubre de 1934. Dirigió de inmediato la reanudación de la vida académica y la reconstrucción del edificio que, apenas en veinte meses, en vísperas del estallido de la Guerra Civil, estaba casi finalizada. Su cobarde ejecución es un patético e inicuo testimonio de aquella
* Véase en este catálogo, pp. 271-272.
Retrato del rector Alas. Paulino Vicente. 1974. Universidad de Oviedo
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España convulsa y, acaso, del solapado rencor que una parte de la burguesía ovetense abrigaba desde décadas contra el ácido retrato que su padre, Clarín, había perfilado en sus novelas. La Universidad exhibe su retrato, por el pintor ovetense Paulino Vicente (1900-1990), en el aula magna, y una lápida conmemorativa, fijada en el zaguán de su sede, recuerda su persona y sirve de desagravio. SABINO ÁLVAREZ GENDÍN Y GARCÍA BLANCO (Avilés, 1895–Madrid, 1983), catedrático de Derecho Administrativo, sucedió a Leopoldo García Alas en el rectorado en marzo de 1937 y cesó de sus funciones en 1951. Licenciado por la Universidad de Oviedo, se doctoró en la de Madrid en 1921, siendo pensionado por la Junta para la Ampliación de Estudios en Francia, Suiza y Alemania. Obtuvo la cátedra en 1933 para la Universidad de Santiago, pasando al año siguiente a la de Oviedo. Al principio de su mandato, la Universidad estuvo trasladada a Navia unos meses del curso de 1937 y, bajo su mandato, se verificó la reinauguración del edificio de la Universidad (de nuevo afectado por la Guerra Civil) en 1939. En 1940, también se pusieron en Retrato de Sabino Álvarez Gendín. Paulino Vicente. 1945. marcha los Cursos de Verano, nacidos como cursiUniversidad de Oviedo llos intensivos para la rápida promoción del alumnado. Directores de estos primeros cursillos fueron los profesores José María Serrano y Lucas Rodríguez Pire. Asimismo, se reanudó la publicación (suspendida en 1910) de los Anales de la Universidad de Oviedo, cuyo número 6 está fechado en 1938, y se empezó la edición de la Revista de la Universidad de Oviedo (1940). En 1943 se inauguró el nuevo recinto de la Biblioteca Universitaria y, en 1946, la sede del rectorado, en el solar que ocupó el antiguo Colegio de Recoletas que fundara el arzobispo Valdés Salas. Se ocupó el Campo de los Catalanes, en Oviedo, con el Colegio Mayor San Gregorio (inaugurado en 1943) y el campo de deportes anejo que se comienza a acondicionar ahora. A este primer colegio siguió el Mayor de Valdés Salas (1949). En León, la Escuela de Veterinaria pasó en 1944 a convertirse en Facultad dependiente de la Universidad de Oviedo. Al margen de la vida académica, fue fundador y director del Instituto de Estudios Asturianos (IDEA) y magistrado del Tribunal Supremo en 1955. En el aula magna de la institución se guarda su retrato, por el pintor Paulino Vicente. TORCUATO FERNÁNDEZ-MIRANDA (Gijón, 1915–Londres, 1980), catedrático de Derecho Político, rector desde 1951 hasta 1954, en que pasó a Madrid como director general de Enseñanza Media.
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Retrato de Torcuato Fernández–Miranda y Hevia. Paulino Vicente. 1959. Universidad de Oviedo
Retrato de José Virgili Vinadé. Alfredo Enguix. 1963. Universidad de Oviedo
Fue vicepresidente del Gobierno en el gabinete del almirante Luis Carrero Blanco y presidente interino en diciembre de 1973, tras el asesinato de este. Reactivó la Extensión Universitaria en 1953, denominada, a partir de entonces, Cátedra de Extensión Universitaria. Asimismo, de acuerdo con el Ayuntamiento de Oviedo, se crea, en 1954, la Cátedra Feijoo, un centro de estudios para la obra del sabio benedictino que dirigieron, sucesivamente, Rodrigo Artime, José María Martínez Cachero, Emilio Alarcos Llorach y, a partir de 1965, José Miguel Caso González. Retrato de Paulino Vicente. VALENTÍN SILVA MELERO (Oviedo, 1905 - 1982), catedrático de Derecho Penal, rector desde 1954 a 1960. En este periodo se inauguró la Facultad de Ciencias (1958) en el Campo de Maniobras, y el edificio de seminarios de la Facultad de Derecho, contiguo al de la Universidad, erigido sobre el solar en que se levantaba el primitivo pabellón de Ciencias. Por entonces, se puso también en marcha la Sección de Geología (1958) dentro de la Facultad de Ciencias. Silva Melero fue, asimismo, director del Instituto de Estudios Asturianos (1956) y, por último, magistrado y presidente del Tribunal Supremo. JOSÉ VIRGILI VINADÉ, (Barcelona 1919-1984) fue rector entre 1960 y 1973. Durante su mandato se crearon las secciones de Historia (1965) e Historia del Arte (1971) en la Facultad de Filosofía y Letras, inaugurándose la nueva sede de esta Facultad en las dependencias del antiguo Monasterio de San Vicente
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de Oviedo (1968), y la de Biológicas (1961), dentro de la Facultad de Ciencias. Asimismo se fundó la Facultad de Medicina (1968) y se integró en la Universidad la Escuela Técnica Superior de Minas, creada en 1959. También se inauguró el Colegio Mayor América (1956) y construyó el edificio de la actual Facultad de Geológicas (en origen, también de Biológicas). Su retrato, firmado por Paulino Vicente, se conserva en el aula magna. JOSÉ MIGUEL CASO GONZÁLEZ (Soto de Cangas, Cangas de Onís, 1928 – Oviedo, 1995), formado en la Facultad de Letras de la Universidad de Oviedo, se licenció en 1951. Entre 1952 y 1957 fue profesor ayudante de Literatura Española en las Universidades de Oviedo y Madrid, colaborando con don Ramón Menéndez Pidal en la edición del Romancero tradicional de las lenguas hispánicas (tomos I y II, Madrid, 1957 y 1961). Fue lector en la Universidad de Lyon (Francia) desde 1956 hasta 1960. Catedrático de bachillerato de Lengua y Literatura en 1960, con plaza en los institutos de Ponferrada y Gijón, se doctoró por la Universidad de Madrid en 1961, con la tesis El prerromanticismo de Jovellanos. En 1966 accedió al cuerpo de catedráticos de Universidad; su primer destino fue la cátedra de Historia de la Lengua y Literatura Españolas en la Universidad de La Laguna, incorporándose al claustro de la ovetense en 1967. Fue profesor visitante en los departamentos de Lengua y Literatura Españolas de las Universidades de Maryland y Berkeley (EEUU) en 1971 y 1978. Su dedicación a la literatura española de los siglos XVI-XVIII y al estudio de la vida y obra de Gaspar Melchor Jovellanos, le llevaron muy pronto a integrase en la Cátedra Feijoo de la Universidad de Oviedo, de la que llegó a ser su director en 1965, para, en 1972, fundar y dirigir el Centro de Estudios del Siglo XVIII, agregado a dicha cátedra. Desde él promovió la investigación dieciochista española con publicaciones periódicas (Boletín del Centro de Estudios del Siglo XVIII, desde 1973), edición de textos y estudios, y celebración de simposios y congresos. José Miguel Caso fue secretario general de la Universidad con Virgili Vinadé, sucediendo a este en el rectorado en 1973 (nombramiento que, por vez primera, fue refrendado por el claustro en 1974) y hasta 1977. Es en este periodo cuando se crea la Sección de Filosofía y Ciencias de la Educación (1976-1977) y la Facultad de Ciencias Económicas (1975). En el campo de las infraestructuras, se comenzó la ordenación y ocupación del nuevo Campus de El Cristo (Oviedo) y adquisición de terrenos para el de Viesques (Gijón). Su retrato (por Retrato de José Caso González. Paulino Vicente. Paulino Vicente) integra la galería moderna de recCa. 1977. Universidad de Oviedo tores del aula magna.
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TEODORO LÓPEZ CUESTA, (Oviedo, 1921) estudió Derecho en la Universidad de Oviedo y Economía en la Múnster (Alemania) y en el Instituto Politécnico de Ámsterdam. Catedrático de Economía y Hacienda, fue rector en 19771983. Retrato de Alonso.
Profesores FRANCISCO BECEÑA GONZÁLEZ (Cangas de Onís, Asturias, 1889–Madrid, 1936), catedrático de Derecho Procesal. Se formó en la Universidad de Deusto, licenciándose en 1910. Becado por la Junta para la Ampliación de Estudios en la Universidad de Berna. Fue profesor en las universidades de La Laguna, Valencia, Oviedo. La Universidad conserva su retrato, pintado en 1940 por José Ramón Zaragoza. RAMÓN PRIETO BANCES, (Oviedo, 18891972), estudió la carrera de Derecho en Oviedo, doctorándose en la de Madrid, en 1912. Profesor auxiliar en la Universidad de Oviedo, fue el último secretario de la Extensión Universitaria (1916). Catedrático de Historia del Derecho desde 1921, impartió docencia en las universidades de Murcia y Retrato de Teodoro López–Cuesta Egocheaga. Alonso. 1990. Salamanca antes de incorporarse a la de Oviedo en Universidad de Oviedo 1924; en ella, fue decano de la Facultad de Derecho en 1930. Pensionado por la Junta para la Ampliación de Estudios, estudió en Roma, Pavía, París y Wurzburgo. Durante la Segunda República fue, primero, subsecretario y después, ministro de Instrucción Pública (1935) y, por último, secretario de la Junta para la Ampliación de Estudios. Exiliado en Londres, Friburgo y Coimbra durante la Guerra Civil, se reintegro después del conflicto a su cátedra ovetense, que desempeñó hasta su jubilación. Dejó muchas publicaciones sobre instituciones, historia de la legislación y de temática asturiana. JUAN URÍA RÍU (Oviedo, 1891–1979), licenciado en Derecho por la Universidad de Oviedo (1914) y en Filosofía y Letras (Sección de Historia) por la de Madrid. Intervino en 1918 en la creación del Centro de Estudios Asturianos y fue profesor auxiliar (explicando Historia de España) en la Universidad de Oviedo hasta 1940. Sus primeras investigaciones se centraron en la antropología física, la etnografía y el folklore de Asturias. En 1927 se doctoró en Madrid con la tesis Las peregrinaciones a San Salvador de Oviedo (editada póstumamente, Oviedo, 2006), trabajo con que dio comienzo a su dedi-
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cación a la Historia Medieval. Catedrático de Historia de España en 1940, fue decano de la Facultad de Filosofía y Letras (1941-1951) y director de la Revista de la Universidad de Oviedo. En 1948 fue designado cronista de Oviedo y, en 1968, de la provincia. Jubilado en 1961. Su producción científica es muy extensa y de gran trascendencia para la historia y etnografía de Asturias; sus investigaciones y su propia conducta fueron la mejor y más genuina concreción (por rigor y enfoque) de aquel espíritu asturianista que, a finales del siglo XIX, había alentado el grupo de “La Quintana”. LUIS SELA-SAMPIL (Oviedo, 1899-1990), hijo y alumno de Aniceto Sela*, fue catedrático de Derecho Internacional Público y Privado de la Universidad ovetense desde 1933 hasta su jubilación en 1969. Fue también decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Oviedo. A este profesor se debe también una breve historia de la Universidad (Oviedo, 1974).
Benefactores El doctor SIEGFRIED GOSSENS, hispanista y cónsul honorario de España en Alemania, contribuyó generosamente a la reconstrucción de la Biblioteca Universitaria Ovetense a partir de 1934 con compras y donaciones. Fue investido doctor Honoris Causa en 1944, actuando como padrino Juan Uría Ríu, decano de Facultad de Filosofía y Letras.
Bibliografía CAMPO SANTOS, María Teresa del; QUIJADA ESPINA, Ana y VÁZQUEZ-CANÓNICO COSTALES, Sara, Patrimonio artístico de la Universidad, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1990. Gran Enciclopedia Asturiana, Gijón, 1970-1996, 20 vols. MARCOS VALLAURE, Emilio, Personajes asturianos. Retratos para la historia (1750-1936), Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias, 1988. QUIJADA ESPINA, Ana; RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, Ramón y VÁZQUEZ-CANÓNICO COSTALES, Sara, Bienes Culturales de la Universidad de Oviedo, Oviedo, 2004. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, Ramón, La Biblioteca de la Universidad de Oviedo (1765-1934), Oviedo, Universidad de Oviedo, 1993. SELA SAMPIL, Luis, “La Universidad”, en Emilio ALARCOS LLORACH y otros, El libro de Oviedo, Oviedo, Ediciones Naranco, S. A., 1974, pp. 226-257. SUÁREZ, Constantino, Españolito, Escritores y artistas asturianos. Índice bio-bibliográfico, 7 vols., Madrid, 1936, y Oviedo, 1955-1959.
* Véase en este catálogo, p. 270.
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FICHAS
Fotografías anteriores a la destrucción de 1934 [ca. 1900] Oviedo [Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo]. Fotografía Foto-archivo Sr. García Muñón. Colección del Museo del Pueblo de Asturias [ca. 1900] Oviedo. Plaza de Riego y Universidad. Tarjeta postal. Foto Villegas Colección del Museo del Pueblo de Asturias [ca. 1900] Oviedo [Patio central del Edificio Histórico de la Universidad con la estatua de Isabel II]. Fotografía Archivo Juan Santana. Colección particular [ca. 1920] Oviedo [Patio central del Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo]. Fotografía Universidad de Oviedo [ca. 1920] Oviedo [Patio central del Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo]. Fotografía Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico. Archivo Fotográfico. N. 16 [ca. 1920] Oviedo [Despacho del rector de la Universidad de Oviedo]. Fotografía Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico. Archivo Fotográfico. N. 7
[ca. 1920] Oviedo [Iconoteca Asturiana]. Fotografía Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico. Archivo Fotográfico. N. 8 [ca. 1920] Oviedo [Iconoteca Asturiana]. Fotografía Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico. Archivo Fotográfico. N. 9 [ca. 1920] Oviedo [Iconoteca Asturiana]. Fotografía Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico. Archivo Fotográfico. N. 10 [ca. 1920] Oviedo [Museo de Ciencias Naturales]. Fotografía Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico. Archivo Fotográfico. N. 11 [ca. 1920] Oviedo [Sala de lectura de la Biblioteca Universitaria]. Fotografía Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico. Archivo Fotográfico. N. 13
Fotografías posteriores a la destrucción de 1934 [1934] Oviedo [Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo después de su destrucción en el año 1934]. 8 fotografías Universidad de Oviedo
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I. El rector Alas y la reconstrucción 1935, agosto, 8, Madrid Carta de Roque Pidal a José Serrano sobre la venta de su biblioteca a la Universidad de Oviedo Colección particular 1936, julio, 21 Carta de José Serrano a Roque Pidal relativa a la firma del recibo de la venta de la biblioteca pidalina a la Universidad de Oviedo Colección particular 1931, junio, 8, Oviedo Certificación del secretario general de la Universidad de Oviedo haciendo constar que Leopoldo García Alas tomó posesión del cargo de rector Colección particular 1936, julio, 21, Oviedo Carta de Guillermo Estrada, secretario general de la Universidad, al rector Leopoldo García Alas Colección particular 1935 Carnet del rector de la Universidad de Oviedo de Leopoldo García Alas Colección particular Avance : Diario Socialista de Asturias. – Oviedo : [s.n.], 1931-1937 2 de febrero de 1937 Biblioteca de la Universidad de Oviedo 1934, octubre, 17, Oviedo Acta del claustro celebrado con motivo de los sucesos acaecidos en la Revolución de Octubre de 1934. Libro de Actas del Claustro 1934-1942. Biblioteca de la Universidad de Oviedo José Avelino Díaz y Fernández Omaña Proyecto de reconstrucción del Edificio
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Histórico de la Universidad de Oviedo 1934 España. Ministerio de Cultura. Archivo General de la Administración
II. Los rumores de supresión Conferencias del curso universitario celebrado en el Instituto de Luarca durante el mes de Agosto de 1937. – Oviedo : Establecimiento Tipográfico “La Cruz”…, 1939 Volumen monográfico de Anales de la Universidad de Oviedo. – Tomo VI (1936-1938) Biblioteca de la Universidad de Oviedo ÁLVAREZ GENDÍN, Sabino “Memoria presentada al Sr. Ministro de Educación Nacional en defensa de la Universidad” pp. 205-224 ; 23 cm En: Anales de la Universidad de Oviedo. – Tomo VIII (1939) Biblioteca de la Universidad de Oviedo 1938, mayo, 23, Oviedo Oficio de la Diputación Provincial al rector de la Universidad sobre las gestiones realizadas en apoyo a la Universidad de Oviedo Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico [ca.1938] Notas sobre la historia de la Universidad de Oviedo. Dibujo con el escudo de la Universidad Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico 1937, mayo, 15, Oviedo Acta de la junta de gobierno en la que se da cuenta de los rumores de supresión de la Universidad y las
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medidas adoptadas al respecto. Libro de Actas de la Junta de Gobierno 1937-1941 Universidad de Oviedo. Secretaría General
III.1. El intento de normalización 1949, mayo, 27 Plan de construcciones de la Universidad de Oviedo Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico [ca. 1940] Mobiliario para el aula máxima. Plano. Escala 1:20. Arquitecto ¿J.A. Díaz? Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico 1942, diciembre, 16, [Madrid] Telegrama del ministro de Educación Nacional aprobando la adquisición de mobiliario Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico [ca.1940] Sillón. Dibujo a lápiz Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico 1942, septiembre, 22, Toledo Carta de Julio Pascual, Hierros Artísticos, sobre la terminación de un farol para la Universidad. Dibujo a lápiz de un farol Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico 1940, enero, 10, Madrid Propuestas de escudos para la Universidad de los Talleres Arte de Madrid. Dibujos de escudos en acuarela
Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico [ca. 1940] Lista con precios de mobiliario para el edificio de la Universidad Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico [ca. 1940] Lista con precios de mobiliario para el edificio de la Universidad Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico 1941, diciembre, 2 Oficio de la Dirección General de Enseñanza Superior y Media para que la Universidad remita memoria Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico “Proyecto del Protocolo de la Universidad de Oviedo” pp. 39-74 ; 23 cm En: Anales de la Universidad de Oviedo. – Tomo XIII (1945-1946) Biblioteca de la Universidad de Oviedo 1939, junio, 19, Oviedo Nombramiento de Francisco Franco como rector honorario de la Universidad de Oviedo. Pergamino. Eugenio Tamayo Biblioteca de la Universidad de Oviedo 1939, junio, 19, [Oviedo] Acuerdo del claustro nombrando rector honorario al Caudillo Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico Medalla Profesoral ca. 1940
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6x4 cm Universidad de Oviedo Medalla esmaltada de rector ca. 1940 6x4 cm Universidad de Oviedo 1942, agosto, 31, Oviedo Acta de la junta de gobierno sobre los actos a celebrar en la Universidad con motivo del nombramiento de Franco como rector honorario. Libro de Actas de la Junta de Gobierno 1941-1943 Universidad de Oviedo. Secretaría General 1947, junio, 25, Oviedo Oficio del rector al jefe del SEU con el protocolo del acto de investidura de los nuevos licenciados Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico
1947 Reglamento del Colegio Mayor San Gregorio Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico
[ca. 1947] Formula de juramento de los nuevos licenciados Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico
1947, junio, 11, Oviedo Acta de la adjudicación de premios del Primer Concurso de Arte entre Estudiantes del Distrito Universitario de Oviedo Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico
III.2. El intento de normalización
1947, mayo, Oviedo Recibo de unas esculturas depositadas por César Montaña González Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico
1942, octubre, 17, Madrid Carta de agradecimiento por la aceptación del cuadro de Estanislao Suárez Inclán Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico 1943, julio, 27, Oviedo Acuerdo de la junta de gobierno para formar nueva galería de retratos de asturianos y profesores ilustres Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico
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1946-1950 Instancias de petición de una sala de exposiciones: 1946, abril, 29, Oviedo Eugenio Tamayo Muñiz 1947, agosto, 30, Salinas María Galán Carbajal 1948, agosto, 9, Oviedo César González Pola 1949, enero, 8, Oviedo José Antonio Purón Sotres 1950, septiembre, 3, Llanes Eduardo Santos Murillo Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico
1951, junio, 9, Oviedo Acta de la junta de gobierno sobre diversos acontecimientos académicos. Libro de Actas de la Junta de Gobierno 1949-1952 Universidad de Oviedo. Secretaría General 1953 Memoria de las actividades desarrolladas por los
La destrucción, la Guerra Civil y sus secuelas. Primera expansión
Colegios Mayores San Gregorio y Valdés Salas Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico 1946, enero, 19, Oviedo Estatutos de la Asociación de Antiguos Alumnos y Amigos de la Universidad de Oviedo Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico. Asociación de Antiguos Alumnos y Amigos de la Universidad de Oviedo 1950 Lista de los pagos a la Asociación de Antiguos Alumnos y Amigos de la Universidad de Oviedo Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico. Asociación de Antiguos Alumnos y Amigos de la Universidad de Oviedo Andrés Vidau Boceto para la pintura mural del claustro bajo del Edificio Histórico representando el Concilio presidido por el Rey Alfonso II 1942 47x189 cm Colección particular Paulino Vicente Boceto para el luneto de la capilla representando la Asunción de la Virgen 1945 64x146 cm Colección particular
III.3. El intento de normalización Universidad de Oviedo Archivum : Revista de la Facultad de Filosofía y Letras : nueva serie. – Oviedo : Universidad, 1951Tomo I (1951) Biblioteca de la Universidad de Oviedo
ALARCOS LLORACH, Emilio Fonología española, (según el método de la Escuela de Praga) / Emilio Alarcos Llorach. – Madrid : Gredos, 1950 160 p. ; 20 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo PERTIERRA, José Manuel “Cómo se transforma el carbón español en gasolina, por hidrogenación” / José Manuel Pertierra. – [S.l.] : [s.n.], [1934?] P. [95]-119 : gráf. ; 25 cm Cuarta conferencia dentro del cursillo de conferencias sobre Revalorización de los carbones menudos asturianos organizadas por la Asociación de Ingenieros Industriales de Asturias y León y la de Ingenieros de Minas del Noroeste de España Separata Biblioteca de la Universidad de Oviedo VIRGILI VINADÉ, José Química cuántica y Farmacología molecular : Discurso de ingreso en la Real Academia de Medicina del Distrito universitario de Oviedo / José Virgili Vinadé ; discurso reglamentario de contestación … Miguel Cordero del Campillo. – Oviedo : Richard Grandio, 1973 35 p. ; 24 cm Catalogación basada en la cubierta. – Bibliogr.: p. 23-25 Biblioteca de la Universidad de Oviedo IGLESIAS CUBRÍA, Manuel Los derechos patrimoniales eventuales : (estudio de las situaciones jurídicas de pendencia) / Manuel Iglesias Cubria. – Oviedo : Librería Ojanguren, 1961 420 p. ; 23 cm Índice. – En portada: Vol. I Biblioteca de la Universidad de Oviedo LÓPEZ CUESTA EGOCHEAGA, Teodoro Problemas de la integración económica de Europa /
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Teodoro Lopez Cuesta de Egocheaga ; prólogo de Luis Sela Sampil. – Oviedo : Universidad de Oviedo. Facultad de Derecho, 1959 XVIII, 270 p. : il. ; 24 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo FERNÁNDEZ-MIRANDA HEVIA, Torcuato Derecho minero : trabajos de la Cátedra de Derecho Administrativo de la Universidad de Oviedo / [autores, Torcuato Fernández-Miranda Hevia, Sabino Álvarez Gendín, Ignacio Sáenz de Santa María y Tinturé]. – Oviedo : Establecimiento Tipográfico “La Cruz”, 1942 142 p. ; 24 cm Bibliografía Biblioteca de la Universidad de Oviedo PRIETO BANCES, Ramón El mensaje de la Cruz de los Ángeles : Discurso leido en el acto de su solemne recepción académica el día 5 de febrero de 1955 / por Ramon Prieto Bances ; contestación de Luis Sela Sampil. – Oviedo : Instituto de Estudios Asturianos, 1956 134 p. ; 24 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo URÍA RÍU, Juan “Las fundaciones hospitalarias en los caminos de la peregrinación a Oviedo” / por Juan Uría y Ríu. – Oviedo : Establecimiento Tipográfico “La Cruz”, 1940 65 p. ; 24 cm Separata de: Anales de la Universidad de Oviedo. – Bibliografía Biblioteca de la Universidad de Oviedo FLORIANO CUMBREÑO, Antonio Diplomática española del período astur : Estudio de las fuentes documentales del Reino de Asturias : (718-910) / por Antonio C. Floriano. – Oviedo : Instituto de Estudios Asturianos, 1949V. I ; 23 cm
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Tom. 1 : Cartulario crítico. Primera parte. (Desde Pelayo a Ordoño I). – 639 p., lám. Biblioteca de la Universidad de Oviedo LLOPIS LLADÓ, Noel Estudio geológico de los alrededores de Luarca (Asturias) / por N. Llopis Llado. – Oviedo [etc.] : Instituto de Estudios Asturianos [etc.], 1964 72 p., [6] h. plegó. : il. ; 24 cm Páginas también numeradas 17-86. – Bibliogr.: p. [69]-72 Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Paneles fotográficos [1940-1950] [La impronta franquista en los primeros años de la posguerra]. 8 fotografías Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico. Archivo Fotográfico [1940-1970] [La vida académica]. 11 fotografías Archivo de la Universidad de Oviedo. Archivo Histórico. Archivo Fotográfico [ca. 1970] [Movimiento estudiantil en los años 70]. 7 fotografías Lorenzo Arias Páramo
La destrucción, la Guerra Civil y sus secuelas. Primera expansión
AMBIENTACIÓN MUSICAL JOSÉ ANTONIO GÓMEZ RODRÍGUEZ Departamento de Historia del Arte y Musicología. Universidad de Oviedo
AULA JOSÉ GAOS 1. DEBBIE WISEMAN (1963-). Sadness & regret.
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LA UNIVERSIDAD ACTUAL Y LA CONSTRUCCIÃ&#x201C;N DE FUTURO
La Universidad actual y la construcción de futuro
LA UNIVERSIDAD ACTUAL Y LA CONSTRUCCIÓN DE FUTURO. DE LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO A LA UNIVERSIDAD DE ASTURIAS JOSÉ ADOLFO RODRÍGUEZ ASENSIO Universidad de Oviedo y Dirección General de Patrimonio Cultural del Principado de Asturias
“Me propongo demostrar que la autonomía universitaria es un mito que tergiversa la realidad por lo que se impone desvelar su real contenido, desenmascararlo, desnudarlo y mostrarlo en carne viva, in puris naturalibus que dirían los clásicos. Y se verá, a poca atención que se ponga, que es sustancia fosilizada o en avanzado estado de descomposición”. Francisco Sosa Wagner: El Mito de la Autonomía universitaria. Cuadernos Civitas. Madrid, 2004. pág. 13-14
De la Universidad de Oviedo a la Universidad de Asturias El título elegido para este capítulo no se ha dejado al azar, sino que responde a una concepción universitaria de hondo calado que va más allá de la moderna reestructuración del mapa universitario español y de la constitución de las últimas universidades, entre las que están las de León y Santander, que formaban parte del distrito universitario de Oviedo. Con el traspaso de las competencias universitarias desde el Estado a las Comunidades Autónomas, se produce un hecho fundamental y es que la Universidad del Principado de Asturias, de quien depende, se asienta de una manera más fuerte en la región y es entendida y asumida por la totalidad de la sociedad asturiana como tal y como propia. Creo sinceramente que este es el hecho más importante de los tiempos modernos en lo que se refiere a las universidades, y aunque, en no pocas ocasiones, ha quedado diluido en los debates políticos y administrativos universitarios y sobre este punto no se ha reflexionado todo lo necesario, no por ello deja de tener una gran importancia histórica. Además, este hecho marca un cambio conceptual que a buen seguro será importante en el devenir de la Universidad y, más allá de planteamientos trasnochados, que lo único que hacen es caricaturizar la realidad, creo que no es exagerado decir que la Universidad de Oviedo se ha refundado en la Universidad de Asturias, al menos en lo que a concepto se refiere. He querido, además, empezar esta breve reflexión sobre los últimos tiempos de la Universidad apoyándome en la frase de Sosa Wagner que se reproduce al comienzo porque creo que la autonomía universitaria, más allá de cuestiones legales y de discusiones de derecho, ha sido la bandera que más se
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ha enarbolado en los últimos tiempos. Y como sucede siempre que se utilizan las enseñas, estas sirven para cualquier objetivo por contrapuesto que parezca. Así la autonomía universitaria se ha utilizado cuando se ha necesitado fuera cual fuera el interés perseguido. Y se ha hecho desde dentro y desde fuera de la institución, de manera que, cuando a la Universidad le ha interesado, ha colocado el pendón en el centro de los debates con los gobiernos de turno, sean centrales o autonómicos y, al mismo tiempo, estos han hecho lo propio y, cuando les ha interesado, han dejado en manos de la Universidad, autónoma por definición, aquellos temas incómodos o difíciles políticamente. La autonomía universitaria reconocida por la Constitución de 1978 acaba siendo la bandera de aquellos momentos y de estos, pues de un principio legal se llega a la instrumentalización siempre que resulta necesario, y bajo la etiqueta de autonomía universitaria se esconden, en no pocas ocasiones, actitudes y actuaciones más que cuestionables. Como se entenderá sin gran esfuerzo, en estas escasas páginas es imposible abordar, aunque sea a título de mediana crónica, los acontecimientos más relevantes habidos en la Universidad de Oviedo en estos 25 años que conforman el período que más o menos ocupa esta última parte. Como es costumbre ayudar la cronología con nombres propios para que esta sea fijada con mayor precisión, se refiere este apartado a la Universidad asturiana de los últimos cinco rectores, que por orden
Retrato de Alberto Marcos Vallaure. Carlos Sierra. 2007. Universidad de Oviedo
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Retrato de Juan Sebastián López–Arranz Arranz. Alfredo Enguix. 1992. Universidad de Oviedo
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cronológico han sido Alberto Marcos Vallaure, Juan Sebastián López-Arranz, Santiago Gascón, Julio Rodríguez y Juan Vázquez. Pretendo en las páginas que siguen esbozar a grandes rasgos y de manera superficial alguna referencia a los principales temas universitarios de estas últimas décadas, para que sirvan de guía en el análisis que habrá que hacer de la institución universitaria cuando se aborde un estudio riguroso que lleve a una reconstrucción histórica, pero quizá sea demasiado pronto, puesto que aún no ha transcurrido el tiempo necesario para que se pueda hacer esa reflexión histórica sin demasiados condicionantes. Tampoco a nadie se le debe escapar que los comentarios y el análisis que aquí se exponen forman parte exclusivamente de una apreciación personal y están llenos del subjetivismo lógico de quien ha vivido de cerca, en muchos casos, y siendo actor, en otras ocasiones, los acontecimientos a los que se refiere y que han marcado a la Universidad actual y, en cierta medida, la vida de quien esto escribe.
La democracia entra en la Universidad La inundación democrática que se extiende por España en los años 70 del siglo XX llega a la universidad, aunque de manera especial, como todas las cosas universitarias, y así se adecua a las estructuras de la vieja institución y hace que convivan, como solo lo sabe hacer la universidad, hábitos antiguos y caducos, más propios de pasados medievales, con hábitos modernos más acordes con el despertar de España en aquellos apasionantes años. En definitiva, la universidad que tanto clamó por la democracia en este país, se ve más involucrada en el trabajo político hacia fuera de sus muros que hacia dentro. Se defiende la libertad sin ningún límite fuera de las cadenas que marcan los fueros universitarios, al mismo tiempo que se va desarrollando un sentimiento de autonomía universitaria que no tiene parangón en otras instituciones ni en universidades de otros países. De esta forma, acaban por confundirse democracia y libertad con autonomía universitaria, y estos términos resultan, en no pocas ocasiones, sinónimos en la gran discusión política universitaria que se abre en este país en aquellos años y que, en alguna medida, no se ha cerrado. La universidad española, que participa de manera activa en la modernización del país, no lleva un ritmo acompasado hacia dentro de sus
Retrato de Santiago Gascón Muñoz. Carlos Sierra. 1997. Universidad de Oviedo
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Retrato de Julio Rodríguez Fernández. Trinidad Fernández. 2005. Universidad de Oviedo
Juan A. Vázquez García. 2007
muros y el desajuste se va haciendo cada vez más patente, de forma que muchas de las cosas que se deberían haber hecho en aquellos años están por hacer y algunos de los discursos universitarios actuales, plagados de deseos de modernización de la universidad, resultan trasnochados si se comparan con otras instituciones y ámbitos sociales. Se produce una reacción de defensa de los intereses propios frente al aperturismo del resto de las instituciones, que, curiosamente, es defendido por universitarios desde puestos extrauniversitarios. Este fenómeno es interpretado por la sociedad como una forma de corporativismo y empieza a extenderse el término de “endogamia” para definir las relaciones del profesorado universitario. De manera errónea se aplica esta idea, como digo, a la situación del profesorado y a la carrera docente, que aunque no existe, como tal, establecida bajo unos parámetros claros, sí es cierto que hay un objetivo indiscutible, desde que se accede al profesorado universitario, de conseguir el máximo rango, que es el status de catedrático. Aunque sería lógico y defendible que los grupos de investigación pretendiesen la promoción de quienes
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se han formado en su seno y, por tanto, los propios grupos se irían nutriendo de sí mismos, esto se confunde con la defensa a ultranza del statu quo universitario y, en no pocas ocasiones, el inmovilismo de las instituciones universitarias. No obstante, la participación de todos los miembros universitarios, como son los profesores, eso sí, divididos por grupos, el personal de administración y servicios y los estudiantes, empieza a conformar los órganos de gobierno como el claustro, las juntas de facultad o de escuela y, más tarde, los consejos de departamento, cuando estos se crean, constituyendo, quizás, el elemento de renovación universitaria mayor de estos tiempos. La universidad, de alguna manera, se cierra en sí misma y, como si pareciera temer que sus estructuras se resquebrajasen si se abrieran del todo a las exigencias democráticas, se mantiene una organización muy particular que se ha conformado a base de encajar, como solo lo sabe hacer la institución académica, las piezas necesarias para que desde fuera parezca que se ha producido el gran cambio necesario, pero que desde dentro la “vida continúe”. Quizás la frase de Tomás y Valiente: “La Universidad es y debe seguir siendo muy tradicional, profundamente sospechosa y un poco inútil” sirva para entender esta situación.
La reforma universitaria. De la LAU a la LOU pasando por la LRU. Los estatutos universitarios De todas maneras, el panorama político de modernización institucional llega también a la universidad y así se aborda lo que se dio en llamar la reforma universitaria, que, en teoría y sobre el papel, pretendía cambiar radicalmente la vieja institución. Esta reforma, al final, se hace “a la española”, es decir, se copia del sistema universitario anglosajón la estructura departamental y se superpone a la vieja estructura imperante en España y en los países mediterráneos de un sistema de centros (facultades y escuelas). No se apuesta decididamente por el sistema nuevo departamental y se produce un reparto de competencias entre los departamentos y los centros que aun hoy no acaba de definirse y de ajustarse, dándose constantemente no pocas situaciones de tensión. Desde el Gobierno de España se empieza a trabajar en la elaboración de una Ley de Autonomía Universitaria que, siguiendo la estructura de las Autonomías, dé a cada Universidad, su propio status, con el que pueda hacer frente a los retos de la educación superior. Así se redacta la LAU, Ley de Autonomía Universitaria, que no logra llegar a buen puerto por problemas políticos superiores a los universitarios, ya que la institución académica sigue siendo, en cierta medida, uno de los reductos más firmes de la contestación política, y la propuesta de una ley universitaria planteada por un gobierno de UCD no es vista como un instrumento de renovación suficiente para aquellos momentos. Habrá que esperar a 1983, ya con un gobierno del PSOE, para que se apruebe la LRU, Ley de Reforma Universitaria, en la que se consagra el principio de autonomía universitaria y las reformas que se consideraron más necesarias para modernizar la enseñanza universitaria, y, así, se consolida el nuevo sistema departamental, se agrupan las figuras del profesorado en titulares y catedráticos, bien sean de universidad o de escuela universitaria, y se empieza el, ahora visto como muy largo, camino de la reforma de las enseñanzas, concretándose en los planes de estudio.
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Esta Ley de Reforma Universitaria, entre otras cosas, trae la obligación de que las universidades tienen que abordar la redacción de unos estatutos acordes con las nuevas exigencias legales. Así, en la Universidad de Oviedo se plantea la discusión de redactar unos estatutos que, vistos en la historia de la Universidad asturiana, serán los terceros, pero a casi trescientos años de los segundos, que fueron redactados en 1707 y que, como es lógico suponer, no eran aplicados y, ni tan siquiera, por muchos conocidos. La redacción de los estatutos la aborda una ponencia emanada del claustro universitario que se había constituido a tal efecto en época del gobierno del primer rectorado salido de las urnas de un claustro mayoritario universitario, que había dado el rectorado al profesor Alberto Marcos Vallaure, quien conformó un equipo de gobierno amplio y que se entiende como el primero en participación democrática y que tuvo que hacer frente a las importantes reformas necesarias y al gobierno de una Universidad que estaba sufriendo el que quizás haya sido el gran aluvión de su historia en cuanto al ingreso de estudiantes se refiere. En aquellos cursos, la Universidad asturiana llega a superar los cuarenta mil estudiantes. Esto significó, entre otras cosas, que también se produjera la necesaria contratación de un gran número de profesores para hacer frente a esta demanda tan grande. En 1985, por fin, la Universidad de Oviedo cuenta con unos Estatutos modernos. Estos Estatutos tendrán una vida de menos de 20 años, que es, más o menos, lo que dura la LRU, ya que en 2001 se aprueba la LOU, Ley Orgánica de Universidades, lo que trae como consecuencia que haya que abordar la redacción de otros Estatutos, que son los que siguen vigentes en la actualidad y que han sido abordados por el claustro durante el gobierno del rector Juan Vázquez. No deja de ser curioso que la Universidad de Oviedo haya tenido dos estatutos en 380 años y en los últimos 20 años ya haya aprobado otros dos.
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Estatutos de 1985. Universidad de Oviedo
Estatutos de 2003. Universidad de Oviedo
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Los departamentos Como hemos dicho, ya desde un primer momento, en esta ya larga reforma universitaria, una de las claves han sido los departamentos, que son una pieza fundamental de la estructura universitaria, sobre todo en lo referente a dos cuestiones de gran importancia, como son la investigación y la organización del profesorado. Aunque, como ya he dicho, la estructura departamental se superpone a la de centros y ambas conviven con lo que esto significa de disfuncionalidad, no por ello deja de tener gran importancia, y es entendido por la comunidad universitaria en general que constituye una de las reformas más importantes de la moderna universidad. La disfunción aludida no preocupa en exceso, pues dentro de la Universidad se dan situaciones de este tipo y son consideradas incluso como normales. En Oviedo la discusión sobre la constitución de los departamentos cala mucho en el profesorado y los intereses de cada cual, individuo o grupo, aparecen en escena, y las propuestas son varias, desde las que piden constituir pocos departamentos para que sean fuertes y puedan competir hacia fuera, hasta quienes preconizan muchos departamentos más pequeños que permitan definir mejor los intereses de la investigación más especializada y, por ende, a los grupos de investigación y a sus profesores. De manera similar, esta discusión se está produciendo en todas las universidades españolas y cada una va llegando a soluciones de compromiso, de forma que existen en el panorama actual universitario español diferentes formas y maneras de concebir los departamentos. En Oviedo la exigencia de un determinado número de profesores, catedráticos y titulares, para constituir un departamento se endurece con la intención de apostar decididamente por un modelo de pocos departamentos que sean más fuertes y más competitivos científicamente. Naturalmente, como siempre hace la universidad en situaciones de conflicto, establece las necesarias excepciones para aquellos posibles departamentos que, no cumpliendo con la exigencias, se quiere que conformen esta unidad, y así se aprueba una estructura departamental de 28 departamentos en la Universidad de Oviedo. Aunque en aquellos momentos se producen algunas reacciones contrarias, esta estructura es la que, con muy escasas modificaciones, algunas de ellas ya apuntadas por aquel entonces, llega hasta ahora y se mantiene en la actualidad.
La investigación Los departamentos universitarios pretenden potenciar la investigación, que era una de las asignaturas pendientes de la universidad española en lo que a su organización y potenciación se refiere, y, si se tiene en cuenta esta aspiración, creo que se puede decir que el objetivo ha sido cubierto de una manera satisfactoria. La investigación en la Universidad cobra un impulso como nunca se había visto y las medidas de apoyo tomadas, por ejemplo en la Universidad asturiana, le han dado un empuje que se puede calificar de histórico. El apoyo a la investigación con medidas que afectan al profesorado universitario, con la puesta en funcionamiento de planes regionales de investigación, continuando con los planes de I+D+i hasta el actual PCTI (Plan de Ciencia, Tecnología e Investigación), complementos de los planes de investigación nacionales y de los planes de investigación europeos, con la relación empresarial, con la creación de
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empresas de base tecnológica, etc., hace que el mundo universitario logre afianzar este pilar fundamental de la estructura universitaria. No resulta excesivo si se afirma que la investigación es hoy el principal activo de la universidad española en general y de la asturiana en particular, donde la apuesta ha sido decidida y muy importante, y así los Servicios Comunes de Investigación y las infraestructuras dedicadas a la investigación han conformado una red como nunca ha existido. La creación y potenciación de grupos de investigación competitivos es una realidad y uno de los activos más importantes de la institución asturiana. Poco a poco se ha ido asentando la cultura de la investigación, de manera que forma parte indivisible, junto a la dedicación docente, de las obligaciones del profesor universitario. No han sido ajenas, tampoco, a este importante despegar de la investigación en nuestra Universidad las medidas llevadas a cabo por parte del Gobierno Central, de manera que la cultura de la evaluación y el sometimiento de los resultados de investigación a la valoración por parte de las comisiones correspondientes, más allá de lógicas reacciones que han exigido, y lo seguirán haciendo, reajustes en el sistema, han calado en la comunidad científica y las agencias de evaluación como la ANEP, la CNEAI o la más reciente ANECA son aceptadas y sus valoraciones tenidas en cuenta. No obstante, algunos nubarrones se ciernen sobre este tema, como es el caso de las agencias de evaluación regionales, que se han extendido en demasía, ya que al menos 10 de las Comunidades Autónomas cuentan con su propia agencia. En el caso de Asturias, afortunadamente, no se plantea, al menos por el momento, la creación de una agencia autonómica.
La masificación de la Universidad Ya me he referido de pasada a este fenómeno de la masificación que se produce en España desde fines de los años setenta y que culmina en esta época de las reformas. Como todo aluvión social, no se produce de una manera ordenada ni en todos los sitios de forma similar por lo que aparecen grandes desajustes en la oferta y la demanda de estudios universitarios y, mientras, algunos mantienen una barrera que les permite seguir estableciendo un límite de acceso que se acerca al numerus clausus, otros estudios son literalmente desbordados, sintiéndose en la obligación de buscar soluciones rápidas, de “un día para otro”, con todo lo que significa de improvisación y, por tanto, con el lógico resentimiento de las enseñanzas. Conviven, como digo, enseñanzas con límite y enseñanzas sin límite, con lo que significa de diferencia de trato y de un sentimiento de enseñanzas de primera y enseñanzas de segunda, de forma que en la mayoría de los casos se van adoptando por los centros correspondientes decisiones conducentes a establecer límites de acceso que llegan a producir situaciones pintorescas y totalmente faltas de rigor y de criterio. A esta ola contribuye un sentimiento que se va extendiendo por todos los ambientes universitarios, que es el de considerar que los estudiantes acceden a la universidad faltos de los conocimientos necesarios, es decir, mal preparados. Este sentimiento que, como digo, se extiende casi universalmente no tiene más fundamento que el desconocimiento del sistema de enseñanza preuniversitaria y que se basa en trasladar a los nuevos estudiantes los esquemas viejos de modelos de enseñanzas anteriores. Algunos, los menos ciertamente, pensamos que los estudiantes no llegan peor preparados, sino que llegan preparados de forma diferente y que la universidad ha de explorar los mecanismos necesarios para poder aprovechar
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esa preparación con la que acceden los nuevos estudiantes, que, dicho sea además, es una preparación más acorde con la realidad social actual. Las enseñanzas universitarias se adaptan peor a las nuevas exigencias sociales que las enseñanzas preuniversitarias y por ello el choque entre sistemas se produce de una manera más violenta. La universidad debe necesariamente adaptar sus enseñanzas y esta exigencia no ha sido satisfecha de una manera razonable. Planteamientos inmovilistas con estructuras de aprendizaje y formación muy ancladas en el pasado subsisten aún en la universidad y ha de ser uno de los objetivos de la modernización que preconizamos. La universidad moderna no puede mantener algunos modelos de enseñanza que aún subsisten. Los estudios realizados desde la Universidad de Oviedo sobre el futuro número ideal de los estudiantes, teniendo en cuenta la población asturiana y su evolución, indican que esta masificación ha pasado ya y que la pérdida de estudiantes, comenzada hace ya algunos años y que ha hecho descender desde los cuarenta y tres mil hasta los menos de treinta mil actuales, seguirá descendiendo hasta situarse por debajo de los veinte mil, que pudiera ser un número ideal para una Universidad asturiana que pretende cubrir una oferta de estudios no total, pero sí lo suficientemente atractiva para que quienes deseen optar a los estudios universitarios lo puedan hacer con garantías de éxito y de calidad. Las universidades deben especializarse en su oferta, pues ninguna universidad puede ofrecer todos los estudios posibles, pues, además, según el nuevo sistema de registro de títulos, este puede ser muy amplio. La Universidad de Oviedo debe explorar en la Asturias actual y en el futuro que se plantea y diseña las necesidades de formación superior, y atender a esta demanda de forma que necesariamente ha de abordar la reestructuración de los títulos actuales y la implantación de los títulos necesarios. De todos modos, de la masificación citada, una vez que han descendido los estudiantes, permanecen sus efectos, al menos en dos aspectos a tener en cuenta, como son el profesorado y las infraestructuras. El primero, en algunos casos, preparado de forma rápida para atender una docencia en número creciente, se encuentra ahora sin esa demanda docente, y en el segundo caso, quedan dependencias mal utilizadas o infrautilizadas. En ambos casos debe buscarse la solución más adecuada y menos traumática, pero ha de hacerse sin mucha más demora, pues en caso contrario puede convertirse en una rémora indeseable para la buena imagen de la Universidad. Existen voces que hablan de reconversión y de que la Universidad es la única institución en Asturias que no la ha sufrido, y que debe hacerse. Aunque quizás no sea el término más adecuado el de reconversión, lo cierto es que deben establecerse mecanismos de reajuste que permitan aprovechar ese profesorado que va quedando sin cobertura docente y esos espacios que van quedando infrautilizados.
Las transferencias universitarias. La Universidad asturiana Esta última idea expuesta de las enseñanzas universitarias abre la reflexión sobre la Universidad asturiana, que, desde que se producen las transferencias universitarias, ha ido buscando su espacio y asentándose en la sociedad asturiana moderna. Las transferencias universitarias que se llevan a cabo en 1995 son recibidas por la comunidad universitaria con un sentimiento cercano a la indiferencia y en lo referente a la Universidad asturiana, son actores, desde el Ministerio de Educación, el asturiano ministro Suárez Pertierra, en el Gobierno de Asturias, el presidente Trevín, y en la Universidad, el rector Santiago Gascón.
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Se producen unas transferencias que, en aquel momento, son vistas casi exclusivamente como una obligación que pasa a manos de la Autonomía y, además, con una dotación económica negociada a la baja y sin tener en cuenta ninguno de los retos futuros universitarios, ni docentes ni administrativos ni de investigación. Se valora lo que hay y se transfiere únicamente eso, por lo que la Universidad de Oviedo es transferida a Asturias condicionada en su plan de crecimiento y modernización. Aunque se mantiene su tradicional nombre de Universidad de Oviedo, poco a poco se va asentando el sentimiento de Universidad asturiana, conviviendo ya durante el rectorado de Juan Vázquez las dos denominaciones, y en los logos actuales podemos ver “Universidad de Oviedo, la Universidad asturiana”, fórmula esta muy acertada y que se ha extendido sin ninguna fricción localista. No es esta solo una denominación de compromiso, sino que obedece, como ya he apuntado al comienzo de estas reflexiones, a un sentimiento de la sociedad asturiana de considerar a la Universidad como propia. Asturias tiene Universidad, la siente como propia y comienza a preocuparse por las cosas que en ella pasan, por los estudios que se imparten, por la investigación que se hace, y empieza a exigir su presencia cada vez mayor en ámbitos sociales en los que, hasta ahora, no había participado. Cada vez más grupos sociales piden más cosas a la Universidad, distintas a las enseñanzas regladas, y así, la Extensión Universitaria, tan arraigada en Asturias, y la universidad de mayores son dos extraordinarias salidas a las demandas sociales de este tipo. La Universidad empieza a atender, cada vez con mayor preocupación, ese tercer pilar que, junto con la docencia y la investigación, forma la promoción cultural.
La reconversión de la Universidad. Los Campus La Universidad asturiana ha sabido hacer de la necesidad virtud en la reestructuración de las dependencias y de sus instalaciones y, tras la gran demanda que trajo como consecuencia la masificación, en estos momentos está llevando a cabo el proceso final de la especialización de los Campus que se extienden en las tres ciudades asturianas universitarias de Oviedo, Gijón y Mieres. Oviedo sigue manteniendo los Campus con las enseñanzas más tradicionales, como el Campus de Humanidades en El Milán, donde se concentran los estudios de Historia, Historia del Arte, Musicología, Geografía, Filología y Filosofía; el Campus de Llamaquique, donde se ubican los estudios de Matemáticas, Física, Magisterio, Geológicas, y el Campus de El Cristo, donde se encuentran los centros que imparten las enseñanzas de Medicina, Enfermería, Fisioterapia, Odontología, Biología, Química, y los estudios de Ciencias Jurídico-Sociales de Derecho, Económicas y Empresariales. Quedan fuera de los Campus de Oviedo los centros que imparten Informática, Psicología e Ingeniería de Minas. Si exceptuamos los estudios de Psicología, cuya aspiración, al menos en parte, es la de integrarse en el entorno del nuevo Hospital Central Universitario de Asturias, los otros dos estudios, los de Ingeniería Informática e Ingeniería de Minas, parece lógico que deban incorporarse a los Campus en los que se imparten estas enseñanzas. Gijón se ha ido especializando en los estudios politécnicos, de manera que la oferta de ingenierías en el Campus de Viesques engloba los estudios de Ingeniería Técnica industrial y los de Ingeniería Industrial, Informática y de Telecomunicaciones, además de Telemática y Ciencias Náuticas. Este
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Campus se complementa con estudios de Ciencias Sociales, como los de Trabajo Social, de Empresariales y de Turismo, que se ubican en dependencias de la antigua Universidad Laboral. Por último, el Campus de Mieres alberga los estudios de Ingeniería Técnica Minera y los de Ingeniería Geológica. Esta especialización por Campus de los estudios universitarios es un valor en sí mismo y deberá no solo mantenerse, sino potenciarse, de manera que otros estudios de titulaciones nuevas que se pretendan poner en los próximos años deberán tener en cuenta esta realidad e integrarse en los Campus en los que estén acordes para conseguir el mayor aprovechamiento de los recursos. De otra manera, estaríamos dividiendo esfuerzos humanos y económicos y atendiendo solo a intereses personalistas de grupo o localidad, lo que es contrario al principio de universalidad que forma parte de la esencia de la universidad. Con la estructura expuesta de los Campus en las ciudades citadas, la Universidad asturiana está en disposición de presentar una oferta atractiva y acorde con las necesidades del momento, al mismo tiempo que es consecuente con la tradición y mantiene una sola Universidad, idea esta más adecuada frente a la que preconizaron otras voces de hacer dos universidades, una literaria en Oviedo y otra politécnica en Gijón. Ni hacer una sola Universidad asturiana ubicada en el centro de Asturias que concentrase todos los estudios, ni partir en dos la Universidad de Oviedo, para hacer dos universidades, son soluciones adecuadas ni necesarias. Creo sinceramente que la solución de la especialización de los Campus en la estructura universitaria actual es la mejor, y menos traumática, forma de encarar el futuro de una Universidad asturiana moderna que desde siempre, a lo largo de su historia, ha sabido compaginar los estudios humanísticos con los científicos y técnicos. Separarlos empobrecería los resultados universitarios y, por ende, a toda la sociedad asturiana. En este caso, no hay ninguna duda de que la suma es un factor de beneficio para todos.
La reforma de la LOU La aprobación de la LOU en 2001 con una fuerte contestación social hizo que fuera necesario e imprescindible abordar una reforma legislativa de esta norma. Los redactores y defensores de la LOU argumentaban que la nueva ley era necesaria para solucionar tres grandes problemas de la universidad, como son la endogamia, la financiación y la integración en Europa. Por ello, y para solucionarlos, según se dijo, se plantea el nuevo sistema de profesorado, en el que conviven el modelo funcionarial con el modelo contractual, los nuevos modelos de financiación y la reforma de los planes de estudio en relación con las exigencias del Espacio Europeo de Educación Superior. Aunque es de por sí muy discutible que sea adecuado el análisis que hemos citado en cuanto a la identificación de los problemas aludidos, lo cierto es que ninguno de ellos se puede dar por resuelto, sino más bien al contrario, de manera que en los temas citados, el referente al profesorado ha puesto sobre el tapete no pocos problemas de aplicación legal, además de haber sometido de forma innecesaria a unos tirones indeseables al profesorado y a las estructuras universitarias para lograr unos resultados que, cuando menos, nos atrevemos a calificar de poco satisfactorios. La financiación universitaria ha sido, y seguro que seguirá siéndolo, uno de los caballos de batalla de los últimos años y se ha esgrimido como argumento a favor y en contra, según convenga, a la hora de hablar de la modernización de la universidad. Tras la aprobación de la LRU se constituyó una comisión
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de financiación, pero los resultados a los que llegó nunca fueron aplicados y, tras la aprobación de la LOU, también se constituyó otra comisión de financiación que, ya en su segunda etapa de trabajo, optó por presentar unas conclusiones suaves y de pacto entre el Gobierno Central, los gobiernos autónomos y las universidades. Lamentablemente este tema tampoco se ha resuelto y dista mucho de resolverse. Convive en nuestra Universidad de Oviedo un sistema de financiación incrementalista con algunas medidas, más bien pocas, de financiación por objetivos, como es el caso de los contratos-programas y otras escasas partidas. Y en lo referente a nuestra incorporación a un sistema universitario europeo es cierto que la LRU no lo citaba más que de pasada, pero es debido a que esta importante apuesta se va organizando con posterioridad a la mencionada ley, lo cual no debería interpretarse, necesariamente, como la necesidad de hacer una nueva ley para incluir este tema en la legislación universitaria. De esta manera, no son pocos los universitarios que opinan que no era necesario someter a unas tensiones tan fuertes a toda la universidad para lograr tan escasos beneficios, si es que, caso muy dudoso, se puedan calificar como tales los resultados obtenidos. La bronca política, con fuerte contestación dentro y fuera de las universidades, durante la tramitación de la LOU y su aprobación con solo los apoyos del grupo político en el poder hacían necesaria una modificación, lo que se llevó a cabo en la legislatura de 2004-2008, aprobándose el nuevo texto en 2006, texto que aborda la solución de los problemas más graves y urgentes como el del profesorado y el sistema de acreditación, aunque, y no es menos cierto, no se trata de un texto que vaya a modernizar definitivamente la universidad española, sino que, más bien, se queda un tanto timorato al abordar los problemas que la aquejan y se limita a apuntar soluciones para aquellos más urgentes. Quizás sea el preludio y anticipo de una futura ley que cada vez se hace más necesaria y que deberá redactarse cuando el Espacio Europeo de Educación Superior esté totalmente implantado y las tensiones y fuertes debates que traerá la implantación de los nuevos títulos de grado y posgrado hayan pasado y estos hayan sido asumidos por la comunidad universitaria. ¡Para que esto se dé aún falta bastante tiempo!
Las relaciones internacionales y los programas europeos. Los Erasmus Esta será la época, también, en que se intensifiquen las relaciones internacionales desde una óptica institucional, ya que, hasta ahora, salvando las relaciones personales o de grupo de investigación, la institución como tal mantenía escasas relaciones con otras universidades extranjeras. Las miradas hacia Europa que desde otros ámbitos sociales y políticos se intensifican en aquellos momentos calan, también, en la universidad, y las universidades españolas –y la asturiana en concreto– se desperezan y empiezan a relacionarse con sus homólogas extranjeras. Lo que empieza tímidamente, hoy se ha consolidado y es uno de los valores de nuestra universidad y la relación de centros de enseñanza superior con quienes se mantienen estrechos contactos es ya considerable. Sin ninguna duda, una de las actuaciones en materia de universidad que más trascendencia ha tenido en este período que estamos analizando ha sido el Proyecto Erasmus, que se puede considerar auténtico precursor del Espacio Europeo de Educación Superior. Este plan de ayudas a la movilidad de estu-
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diantes europeos fue presentado para España en nuestra Universidad de Oviedo y a mí me cabe el honor de haber sido, en aquel momento, el vicerrector universitario que hubo de ponerlo en funcionamiento. Experimental, al principio, se fue asentando pronto y en estas más de dos décadas de funcionamiento se ha consolidado como uno de los logros universitarios más importantes de la universidad moderna. Aún son pocos los estudiantes que se benefician de este proyecto y es necesario reconocer que las ayudas económicas resultan insuficientes, pero nadie discute que se trata de una de las experiencias más enriquecedoras no solo para los estudiantes, sino también para las instituciones que participan en el programa. La movilidad universitaria es un valor que en estos años se ha extendido mucho y que es apoyada por todas las instituciones implicadas en materia de enseñanza superior, Comunidad Europea, Gobierno Central, gobiernos autonómicos y universidades. La sociedad asturiana, en concreto, y española, en general, ha reconocido los valores de este programa y lo ha plasmado en la concesión del Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional en el año 2004, lo que ha servido, además, para darle un valor añadido, de forma que en nuestra sociedad ha calado este programa de tal manera que hoy es conocido, valorado y aceptado por toda la sociedad española.
Universidad de Oviedo. Patio central del Edificio Histórico
El Espacio Europeo de Educación Universitaria (EEEU) Se trata de la gran apuesta universitaria de estos tiempos modernos. Es un reto que pretende modernizar las viejas instituciones y, entre todas, formar un núcleo competitivo frente a la preponderancia norteamericana y, en cierta medida, también asiática. Nace de la necesidad de establecer un sistema de reconocimiento común universitario de los títulos entre una serie de países europeos que, poco a poco, van constituyendo un “club” que en la actualidad está formado por 45 miembros; estructura esta que supera a otras de índole política.
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Los debates en este tema del EEES, aunque se refieren a varios temas, confluyen todos en uno fundamental, como es la estructura de los nuevos títulos y, en definitiva, de los estudios universitarios que se organizan en este Espacio en títulos de grado y títulos de posgrado, estos últimos subdivididos en máster y doctorado. Como la discusión de los títulos de Grado se hace interminable en estos pasados años y tras varios intentos fallidos de encauzar tan complejo problema, la universidad española decide empezar por la impartición de los títulos de posgrado, fundamentalmente de los máster, aunque también aparecen en escena algunos doctorados nuevos. Una vez más la reforma “a la española” se impone y, antes de cerrar el debate sobre el primer ciclo, que lo conforma el grado, ya salta a escena el segundo, que es el posgrado. Pero el ya largo y muchas veces tedioso debate sobre los grados se tendrá que cerrar con una solución de compromiso, y así se establece que los grados serán de 240 créditos, es decir, cuatro años, con algunas consideraciones de carácter menor. Esta solución, que no contenta a todos, hace que cada cual busque la solución en su singularidad y, de esta manera, asistimos a la defensa de las excepcionalidades, que producen una sensación entre sonrojo e hilaridad, y así se buscan soluciones “imaginativas” para aquellas situaciones que no logran encajar en el sistema propuesto. Digo imaginativas haciendo una clara
Sesión de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas - CRUE. 2007
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concesión a un recurso literario, porque, en definitiva, de lo que se trata es de que aquellos títulos que no son capaces de encajar en el nuevo sistema, por diferentes razones, entre las que no están exentas las corporativistas, van siendo, poco a poco, tratados de manera excepcional, engrosando el grupo en el que solamente estaban los estudios de Medicina al comienzo de este ya muy largo debate. Me temo que la excepción pase a convertirse en regla y que, tras estos años de análisis y debates intensos del sistema universitario, todo vaya a cambiar para que todo siga quedando igual, haciendo cierta la famosa frase de Lampedusa. La experiencia de la reforma de los planes de estudio llevada a cabo o, para ser más precisos, intentada llevar a cabo en la década de los noventa y el intento de conformar planes de estudios de grado más cortos y ágiles, que se adecuaran mejor a los homólogos europeos, quedó truncada y, tras un esfuerzo grande, no se llevaron a cabo salvo en contadas excepciones que, poco a poco, fueron adaptándose a su viejo sistema anterior, con lo que la reforma hay que calificarla de totalmente fallida. No se puede permitir que la reforma del EEES siga los mismos pasos que la anterior y todo quede en una triste experiencia fallida de la que únicamente el reconocimiento de los títulos y el suplemento al título sean los logros conseguidos. ¡Demasiado poco para tanto esfuerzo! Los universitarios, en general, no se creen la reforma del EEES y las instituciones políticas la ven desde una cierta distancia, incapaces, la mayoría de las veces, de entrar de lleno en la discusión, entre otras cosas por lo celosa que es la universidad de su autonomía, por la que vela, a veces, de una manera desmedida y poco razonable. El EEES debe debatirse también fuera de la universidad, pues la sociedad en general se juega mucho en esta reforma y no puede asistir a este debate de manera pasiva. La sociedad en general y la asturiana en particular, en lo referente a la universidad, debe elevar la voz y hacerse oír sobre lo que quiere que sea su Universidad, sobre sus titulaciones, sobre las que hay que reestructurar y sobre las que hay que implantar. En definitiva, Asturias debe hacerse oír dentro y fuera de su Universidad. Si la Universidad no sabe estar a la altura de las circunstancias habrá perdido una ocasión de oro para entrar en la modernidad por la puerta grande y dejar, de manera definitiva, la vieja y pesada carga de los hábitos antiguos.
La futura oferta universitaria en Asturias Como ya hemos dicho, aunque conviene repetirlo todas las veces que sea necesario, Asturias debe liderar el debate universitario y no dejarlo exclusivamente en círculos académicos. Asturias debe decidir cómo quiere que sea su Universidad y, de común acuerdo con la institución, decidir el mapa de titulaciones que habrán de conformar la oferta de la enseñanza superior en los próximos veinte años. Debe presentar una oferta de estudios atractiva y basada en las exigencias que el momento actual plantea, al mismo tiempo que debe apostar por mantener estudios de carácter universalista, bien por continuar y preservar tradiciones de docencia e investigación o por enriquecer la oferta académica. Y todo ello deberá hacerlo sin perder de vista el objetivo fundamental de la excelencia. En cuanto a la investigación, la Universidad asturiana tiene el deber ineludible de no perder ni un centímetro, sino más bien, al contrario, de ir ganando cada vez más espacio en el liderazgo de la investigación, el desarrollo y la innovación. Si la Universidad de Oviedo desarrolla más del 60% de la inves-
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tigación que se realiza en Asturias, debe aspirar a aumentar ese porcentaje sin perder la calidad y, en algunas facetas de la investigación donde el porcentaje es aun mayor, debe consolidarlo. La Universidad debe apostar decididamente por la investigación básica y esta afirmación no hay que entenderla como una mera cuestión retórica a la que se contraargumenta diciendo que “no hay tipos de investigación, sino que lo que hay es investigación buena o mala”. No estamos de acuerdo en esta frase, que ha logrado extenderse mucho en estos años. Hay investigación básica e investigación aplicada, y la Universidad, desde nuestro punto de vista, si quiere ocupar un lugar preponderante y de liderazgo en el difícil campo de la investigación, debe apostar decididamente por la investigación básica y buscar ese difícil equilibrio entre esta y la aplicable y, aunque los servicios universitarios de investigación funcionen como un auténtico Centro de I+D+I, la Universidad no puede ni debe olvidar la investigación básica, auténtico motor de la creación del conocimiento, que es una de sus primordiales funciones. No se puede trasmitir el conocimiento que no se crea y, si estos dos conceptos, creación y transmisión del conocimiento, forman parte de la esencia misma de la institución académica, no debemos olvidarlo en ningún momento. En caso contrario, se producirá un efecto indeseable, que es que cuando las necesidades sociales varíen, y lo hacen a gran velocidad, la Universidad, que por definición es lenta ante los cambios externos, no será capaz de adaptarse ni de generar las respuestas exigidas por la sociedad.
Apertura oficial del curso académico 2007-08
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Conclusiones Sin duda alguna, es demasiado pronto para abordar un análisis de lo acontecido en la universidad española en general y en la de Asturias en particular en estos 25 últimos años. Hemos querido, en esta ocasión en que se celebran los 400 años de la fundación de la Universidad de Oviedo, dar algunas pinceladas sobre algunos de los temas más importantes o que han ocupado más espacio en el debate universitario y, aunque las conclusiones a las que llegamos estén teñidas de luces y sombras, hemos de apuntar un balance positivo, en general, porque: • La Universidad es autónoma, además de porque lo dice nuestra Constitución de 1978, porque está en su propia esencia. • La Universidad sigue siendo una institución necesaria en la sociedad. • La Universidad forma parte de la sociedad y de ella depende. • La leyes no solucionan los problemas de la Universidad. • La Universidad ha de enseñar pero, sobre todo, ha de formar. • La docencia en la Universidad ha de estar en permanente crisis. • La investigación es uno de los pilares de la Universidad. • La Universidad es tremendamente corporativista, porque no puede ser de otra manera. • La Universidad es uno de los pilares de Europa. • La Universidad es detentadora de la democracia. • La Universidad sobrevive a todas las crisis.
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CRECIMIENTO ESPACIAL DE LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO GUILLERMO MORALES MATO Dirección General de Ordenación del Territorio y Urbanismo del Principado de Asturias XOSÉ NEL RIESGO FERNÁNDEZ Geógrafo
El edificio matriz de la Universidad de Oviedo: el Caserón de San Francisco
Edificio Histórico de la Universidad desde la plaza de Riego
Levantado entre las actuales calles de San Francisco y Ramón y Cajal, desde su inauguración en 1608 ya ejerció un papel relevante en las vicisitudes y evolución de la trama urbana de la ciudad de Oviedo. Es importante consignar que ya desde los primeros contactos y conversaciones entre el Cabildo y el Regimiento (iniciadas en el último tercio del siglo XVI), en lo concerniente a su mejor emplazamiento, se barajaron diversos factores: la salubridad del lugar, tranquilidad en el entorno para favorecer el estudio, además de un concepto que se nos antoja verdaderamente moderno, que guardase contigüidad o vecindad con otros centros de enseñanza. Y ello resultó decisivo, por cuanto el Caserón se erigiría finalmente entre el Colegio de San Gregorio (en el nº 1 de la actual calle Mendizábal) y el muy cercano del Colegio de Recoletas. En opinión de Tolivar Faes, en la antojana del Caserón, sobre la pedrera que lo rodea por las actuales calles de Ramón y Cajal y San Francisco, se celebraban periódicamente mercados, hasta que en el año 1781 el claustro universitario logró su traslado al Campo de la Lana, si bien, “todavía a principios de este siglo se veían allí, con ocasión
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de las ferias de San Mateo, vendedores de mantas que exponían sus mercancías sobre el poyo o pretil que la acera de la Universidad tiene por esta calle”1. A mediados del siglo XIX, tras el derribo de la muralla y con la aparición de actividades industriales vinculadas al establecimiento de la Fábrica de Armas (1857) y el consiguiente desarrollo y despegue de las actividades comerciales, la expansión urbana va a consolidar el antiguo arrabal de San Francisco como centro urbano, algo en lo que influirán decisivamente las aperturas de las calles Uría (1874) y Fruela (1880), en las que se asentarían las sedes de los bancos Asturiano, Herrero y Oviedo, además del Palacio Provincial (1910) y el Banco de España (1916). Por su parte, el edificio matriz llegará a los albores del s. XX muy deteriorado y, sobre todo, desbordado. Por aquel entonces ya le habían sido arrebatadas las dos únicas instalaciones que hubiera poseído fuera de sus muros: el huerto y el Jardín Botánico, que se hallaban en la trasera del Convento de San Francisco: apenas dos hectáreas que le había cedido el Ayuntamiento a la Universidad a cambio de un canon anual de 1.000 reales, desde 18462. La razón estriba en que la ley de 1845, con la que se creaba la Sección de Ciencias, obligaba a todas las facultades a disponer de un Jardín Botánico. En el caso de nuestra Universidad, en su constitución colaboró la Sociedad Económica de Amigos del País, a la que se cedería una parte de los terrenos para campo de experimentación que debía formar parte, a su vez, de un ulterior proyecto de creación de Escuela de Agricultura. En el plano de Coello (1870), se puede identificar el emplazamiento exacto del mismo, al sureste del Campo de San Francisco, y separado de éste por un cierre. El Ayuntamiento acabaría ocupándolo en 1871, comprando la Universidad en 1910 una finca en el barrio alto de Los Catalanes con el fin de darle un destino similar: el proyecto jamás se pondría en marcha pero, por el contrario, en dichos terrenos acabaría por expandirse por primera vez el distrito universitario, una vez finalizada la Guerra Civil. Hasta 1910, el alumnado usará exclusivamente las dependencias del Caserón, siempre con una matrícula inferior a los ochocientos estudiantes que, no obstante, y aunque hoy pueda parecer irrisoria, mantenía el edificio en una situación de constante saturación, agravada con la creación de la Facultad de Ciencias y sus lógicas necesidades de aulas, laboratorios y gabinetes. Por ello, ya desde 1905 se venía insistiendo en su ampliación, que se logrará con la inauguración del llamado pabellón de Ciencias en el solar pegado a la fachada y orientado hacia la plaza de Cueto (actual plaza de Riego).
La primera expansión urbana 1. Un nuevo orden académico: la Ciudad Universitaria de Franco Finalizada la Guerra Civil, la Universidad vuelve a abrir sus puertas en una ciudad materialmente deshecha, con más del 60% de su parque de viviendas destruido, y que se va a aplicar completamente en la reconstrucción, en un proceso que durará más de dos décadas por varios motivos: escasez de recursos económicos y dificultades en el abastecimiento de materiales de construcción. En octubre de 1939 comienzan de nuevo las actividades docentes con los denominados cursos patrióticos, destinados principalmente a excombatientes del bando vencedor, así como a las últimas promociones de la Enseñanza Media, ofreciéndoseles a todos ellos especiales facilidades para concluir sus estudios (el catedrá-
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tico de Química Analítica Siro Arribas Jimeno, en su estudio histórico de la Facultad de Ciencias, los llama “cursos intensivos”, ya que se podían cursar todos los años de la licenciatura en un solo curso académico). Por ello, no debe extrañar que ese mismo año la cifra de matriculados llegara a los 1.514 estudiantes, altísima para la época. Desde la perspectiva espacial que interesa a este artículo, la Universidad habrá de encarar la década de los años cuarenta con dos retos fundamentales ante sí: • la búsqueda de nuevos emplazamientos para las facultades de Ciencias y de Letras. • la adaptación a la nueva Ley sobre Ordenación de la Universidad Española de 1943, que en su preámbulo impone la obligación de construir colegios mayores. Los primeros proyectos para acometer la construcción de un edificio para la Facultad de Ciencias, sin embargo, son anteriores a la Guerra Civil. En un expediente municipal fechado en 1932 ya se cita su futura localización en el Campo de Maniobras (actual Campus de Llamaquique), incluyendo unos primeros esbozos en los que ya se habla de una “pequeña Ciudad Universitaria”3. Pero, en cualquier caso, el proyecto no se concretará hasta 1935. El proyecto definitivo se aprobaría en 1941, sin embargo, hasta el año 1949 el rector Sabino Álvarez-Gendín no cesará de recordarle con tenaz insistencia al ministro Ibáñez las promesas realizadas e incumplidas, ejercicio tras ejercicio, al tiempo que desplegaba una frenética actividad de movilización en la Diputación Provincial, el Ayuntamiento, y entre los sectores industriales de la ciudad, llegando hasta el punto de solicitarle su intervención personal a Carmen Polo de Franco4. Tras una larga serie de retrasos, la inauguración se hará esperar hasta el año de 1958. Similares derroteros y, como veremos, chocantes vicisitudes seguirían los esfuerzos para
Campo de Deportes. Campus Los Catalanes. Oviedo
Antiguo Colegio Valdés Salas, actual Escuela de Informática. Campus Los Catalanes. Oviedo
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Facultad de Ciencias. Campus de Llamaquique. Oviedo
dotar de edificio propio a la Facultad de Filosofía y Letras. Tras varios tanteos, se encaminaron las gestiones hacia el Convento de Santa Clara (actual sede de la Agencia Tributaria del Ministerio de Hacienda), que en aquel entonces se hallaba en un estado casi ruinoso y era propiedad del Ejército. En 1944 la Universidad y el Ayuntamiento logran que el entonces Ministerio de Educación Nacional (M.E.N.) haga un trueque con el Ministerio del Ejército a cambio de otro edificio localizado en Madrid. Tras un primer proyecto de obra aprobado, el convento será ocupado por la Policía Armada, que no lo abandonará hasta 1950, momento en que al fin la Universidad se hará cargo del mismo, encontrándose con la desagradable e inesperada sorpresa de que las “fuerzas del orden” habían arrancado y llevado consigo “toda la grifería y las cañerías, argumentando el mando policial que eran de su propiedad”5. En 1956 comienza por fin la reconstrucción de Santa Clara, que cuatro años después volverá a ser moneda de cambio para el M.E.N., cediéndolo al Ministerio de Hacienda, quedándose el primero con el Monasterio de San Vicente, que no entrará en servicio para la Universidad hasta 1968, ya oficialmente como Facultad de Filosofía y Letras. Al mismo tiempo se emprende el origen y desarrollo posterior de la primera ampliación del espacio universitario ovetense: un campus deportivo-residencial denominado “Ciudad Universitaria Franco”, en un paraje privilegiado desde el punto de vista de la altura y lo soleado
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del lugar, entonces conocido como prados de Los Catalanes. En este mismo lugar la Universidad ya poseía entonces una finca de 17.612 m2, aquella que como ya hemos reseñado había comprado al Estado en 1910 para construir un Jardín Botánico. Al fin, se aprobará un proyecto en 1943, elaborado por los hermanos Somolinos, que preveía la construcción de dos residencias para estudiantes: el Colegio Mayor San Gregorio –masculino–, y el Colegio Mayor Santa Catalina –femenino–, incluyendo instalaciones deportivas con campo de deportes, piscina y pistas de tenis; también se establecían planes para la construcción de viviendas unifamiliares para profesores, si bien es preciso apuntar que el Colegio Mayor San Gregorio ya se había inaugurado en 1943, con las obras sin rematar, y con una capacidad de alojamiento para setenta y cinco estudiantes. Por otra parte, las obras del Colegio Mayor Santa Catalina se irán desarrollando de forma mucho más lenta, debido a presiones civiles y eclesiásticas acordes con la moral imperante en la época (consideraban estos sectores que estaban ambos colegios demasiado cercanos entre sí), trasladando el colegio femenino al palacio del marqués de la Rodriga, en la calle de Campomanes, destinándose el edificio en construcción de Los Catalanes a sede de un segundo colegio masculino, el Colegio Mayor de Valdés Salas, inaugurado en 1949. En cuanto a las instalaciones deportivas, pronto se dejarán a un lado los proyectos de la piscina y las pistas de tenis, dando comienzo las obras del campo de deportes en 1948. En resumen, finalizando la década de los años cuarenta, se va configurando un nuevo espacio universitario que reforzaba el carácter profundamente elitista y clasista de la Universidad de la época, bien definido por el alto coste de cada curso, que estaba muy lejos de las posibilidades económicas de la mayoría de la población. Ese carácter se reafirmará aún más con la construcción del Colegio Mayor América (1963), pagado en parte, según el profesor Lluis Xabel Álvarez, por fondos de indianos con la clara intención de arraigar a sus hijos en Asturias. En cuanto al colegio femenino, por problemas de falta de acuerdo con los herederos del marqués de la Rodriga, se procedería a la adquisición del antiguo Sanatorio Loredo, en la avenida de Galicia, donde estaría el Colegio Mayor Santa Catalina hasta finales de los años ochenta, cuando fue vendido a una empresa constructora, que lo derribaría para levantar viviendas. 2. El Campo de Maniobras/Buenavista: un espacio estrangulado por el crecimiento urbano de la ciudad La década de 1960 será crucial para el futuro. Con la inauguración al fin, en 1958, de la Facultad de Ciencias en la calle Calvo Sotelo, proyectada como arteria de conexión, se estaban poniendo los cimientos de lo que sin duda hoy podría haber sido perfectamente un campus universitario. Por esas mismas fechas daban comienzo las obras de la Escuela Normal, también sobre una parcela de propiedad municipal (hasta aquel entonces, la Escuela había estado ubicada en un edificio de la calle Uría, expresamente habilitado por la Diputación Provincial), y la del edificio de la Escuela de Comercio (1957), en vecindad con las de los grupos escolares de La Gesta y el Instituto Femenino. Sin embargo, en este espacio privilegiado de la ciudad van a actuar conjuntamente los intereses inmobiliarios privados y la iniciativa oficial a través del Instituto Nacional de la Vivienda (INV). El Plan de Ordenación transformaba el Campo de Maniobras y Buenavista en un gran polígono residencial, con una extensión aproximada de unas 30 ha; una unidad morfológica denominada Gran Oviedo, pensada para ser barrio residencial, en una suerte de proyecto de ensanche burgués con espacio monumental incluido para acoger los edificios simbólicos de la capitalidad civil y militar.
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Quedarían así unos exiguos 7.000 m2 para usos universitarios, en una parcela en la que acabará levantándose un edificio destacado de la arquitectura contemporánea de la ciudad, proyectado por Castelao, y en el que se asentarán las Facultades de Biología y Geología. El encogido espacio que hoy conocemos como Campus de Llamaquique suma apenas 2 ha que a mediados de los años setenta iban a contener el 50% de la población universitaria (unos 5.000 estudiantes en el curso académico 1974-75), distribuida en cuatro centros: La Sección de Químicas, en su edificio de origen. Las facultades de Biología, Geología y Medicina, en el edificio de Castelao, La Escuela de Magisterio, en su propio edificio. Ciencias Empresariales, en el edificio de la antigua Escuela de Comercio.
Facultad de Geología. Campus de Llamaquique. Oviedo
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Los comienzos de la dispersión por la escasa provisión de suelo 1. Los años setenta: primeros centros perjudicados A: El inicio de la dispersión en la capital La dispersión comienza en 1959, con la creación de la E. T. S. de Ingenieros de Minas en la trasera del antiguo Hospicio Provincial. El indudable interés que estos estudios tenían para Asturias motivó el hecho de que la financiación del mismo fuese compartida por el propio Ayuntamiento de Oviedo e industrias mineras, incorporándose en años posteriores ayudas obtenidas de organismos dependientes de las Naciones Unidas y de la UNESCO. El traslado de la Facultad de Filosofía y Letras a la antigua sede de Hacienda se produce en el año 1968, tras diversas obras de acondicionamiento del Convento de San Vicente un año antes. Años después se adquiriría el edificio de la Imprenta La Cruz, adosado al cuerpo principal. El proyecto original de adecuación, de 1966, quedaría desvirtuado con la creación de nuevas secciones: Historia (1965), Filología Inglesa (1969), e Historia del Arte (1971). La falta de previsión llega a la creación de unas nuevas enseñanzas sin disponer previamente de edificio alguno en el que alojarlas: a principios de 1974, el MEC concede la creación de una Facultad de Ciencias Económicas, tras diez años de demandas en ese sentido. Sin embargo, la decisión ministerial cogió tan desprevenidas a las autoridades académicas de entonces, que se vieron obligadas a posponer el comienzo de sus actividades para el curso siguiente (1975-76), gestionando la urgente compra de un inapropiado edificio de cinco plantas, proyectado para viviendas, en la calle González Besada. Finalmente, la adquisición sería formalizada por la Caja de Ahorros de Asturias, con el compromiso de la Universidad de restituir el importe de la operación en el plazo máximo de ocho meses. Los problemas lógicos, y esperables, de la práctica y planificación de las actividades docente e investigadora de la Facultad de Económicas no se verían resueltos hasta 1984, Escuela Superior de Ingenieros de Minas. Oviedo con su traslado al Campus de El Cristo.
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Antigua Facultad de Filosofía y Letras, hoy Psicología. Oviedo
Edificio departamental. Campus de Gijón
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Otro caso curioso es el del edificio proyectado por Castelao en Llamaquique. Comenzado a construir en 1966, estaba concebido para albergar dos departamentos de Física más las secciones de Geología y Biología. Esta última aún no había sido creada y, mientras se esperaba una decisión ministerial, se mantuvo una feroz competencia con la Sección de Biología de la Facultad de Veterinaria de León, finalmente, “el 27 de julio de 1968 una Orden Ministerial da una solución salomónica al conflicto. Se crean dos secciones, una de modalidad de Biología General en Oviedo, y otra de Biología Animal en León”6, inaugurándose finalmente en el curso 1968-69 con las secciones de Geología y Biología General. Al contrario de lo acontecido con el de la Facultad de Económicas, había edificio, pero no se habían creado aún los estudios. B: Las instalaciones de Gijón y Mieres La Escuela Universitaria Jovellanos se había levantado en pleno centro de la ciudad, sobre parte de los terrenos cedidos al Estado por el Ayuntamiento en 1797, donde un siglo más tarde se construiría el Instituto Jovellanos (1892), que sería centro de diversas enseñanzas de Artes y Oficios, Náutica, TécnicoIndustriales, Mercantiles, lo que acabaría por configurar a principios del siglo XX un espacio que tradicionalmente sería conocido en la ciudad como la “Atenas gijonesa”. El edificio de la Escuela fue construido en 1915 sobre los terrenos del antiguo huerto de recreo del Instituto Jovellanos, destinándose a Escuela Superior de Comercio, que ya había sido creada en 1908, habiendo sido antes Escuela Elemental (1889), sustituyendo a los precedentes Estudios Elementales de Aplicación al Comercio (1862). Hasta el curso 1989-90 albergó los estudios de Ciencias Empresariales y la diplomatura de Informática, creada en 1982, trasladándose el curso siguiente al Campus de Viesques, distribuyendo provisionalmente sus dependencias entre las instalaciones de la Escuela Superior de la Marina Civil y de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales.
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Escuela Superior de Marina Civil. Campus de Gijón
Por su parte, la Escuela Universitaria de Ingenieros Técnicos Industriales se emplazó en otra zona educativa de la ciudad, la que se extiende entre las actuales calles de Manuel Llaneza, Colón, y avenida de la Constitución, en un edificio construido en 1949 sobre una superficie de 14.000 m2, de propiedad municipal, para Escuela de Peritos, al que se añadió una parcela privada destinada a talleres, más un patio trasero con pista deportiva y una nave de uso indefinido que ocasionalmente fue utilizada incluso para actuaciones teatrales y musicales. Actualmente está en fase de demolición para albergar la construcción de la nueva sede del Principado de Asturias en la ciudad. Por último, la Escuela de Ingenieros Técnicos de Minas de Mieres adoptó tal título en 1972, funcionando con carácter experimental durante el curso 1972-73. Se localizaba en un edificio construido en la década anterior sobre un solar de 6.500 m2, cedido por el Ayuntamiento de Mieres. Funcionando desde un principio como Escuela de Capataces, su localización en la villa de Mieres parecía tener un sentido obvio en aquellos tiempos, reclutando tradicionalmente a la mayor parte de su alumnado entre los jóvenes de su comarca y de la vecina cuenca minera del Nalón.
2. La gran esperanza: el Campus de El Cristo La primera instalación universitaria que se instala en el área de El Cristo, la Facultad de Medicina, fue creada por ley de 27 de julio de 1968. Mientras se iba levantando el edificio, entre las autoridades académicas se fue abriendo paso la idea de localizar en las inmediaciones nuevos centros universitarios, a pesar de que en aquel entonces la zona no reunía condiciones urbanas ni poseía las infraestructuras necesarias, por lo que ya entonces se preveían grandes obstáculos de acceso. Realizadas las primeras adquisiciones durante el rectorado de Virgili Vinadé, será el rector José Caso González, quien ejerció el cargo entre 1973 y 1977, el que concrete los planes de expansión, encargando a Ignacio Álvarez Castelao el primer Proyecto de Ordenación de Terrenos para la nueva zona universitaria, en el Polígono Cristo de las Cadenas, sobre una extensión de 28 ha, esperando acometer en una primera etapa la construcción de las facultades de Económicas, Derecho y Letras, tres colegios mayores, y la adquisición de los terrenos necesarios. Pero el propio rector afirma en el mismo informe que la Universidad carece de recursos económicos incluso para la propia realización del estudio. El plan, sin embargo, sí sirvió para fijar el área como zona de expansión universitaria en la ciudad de Oviedo.
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Durante el rectorado de Teodoro López Cuesta (1977-84), en 1979 se inicia la construcción del edificio destinado a Derecho y Económicas, inaugurándose en 1984. La Facultad de Química, aprobada en un programa de inversiones del MEC firmado en 1979, se inauguró en 1989. A esta aprobación seguirían las de la Escuela de Estomatología (1987) y la nueva Facultad de Biología (que entraría en servicio ya en la década de los noventa). 3. La alternativa gijonesa: El Campus de Viesques La llegada de los ayuntamientos democráticos supuso una comunicación cada vez más estrecha entre Gijón y la institución, cuyo impulso definitivo llegará a partir del año 1980, cuando el Ayuntamiento gijonés se compromete a urbanizar 30 hectáreas de terreno localizado en los alrededores de la Universidad Laboral, lo que supondrá el primer paso de lo que va ser el futuro campus, y para el que fue decisiva la aprobación del PGOU de 1986: entre sus disposiciones hace una zonificación para equipamiento universitario, un área que superaba las 127 ha. En el sector SO se levantaron los dos edificios que, en sus orígenes, estaban completamente aislados: la Escuela Superior de la Marina Civil y la E.T.S. de Ingenieros Industriales7, conectándose después por un vial perpendicular a la N-632 y local de Castiello de Bernueces, que hará el papel de eje para la construcción de los aularios y el primer edificio de departamentos desde la década de los noventa. Durante el rectorado de Alberto Marcos Vallaure, se hace la propuesta de creación de un campus tecnológico en el Plan de Reordenación del Campus de la Universidad de Oviedo (julio de 1987), encargándose la redacción del proyecto a un equipo que dirige el arquitecto Ramón Fernández-Rañada, aprobado en 1989, siendo rector Juan Sebastián López Arranz. Los terrenos eran en su mayor parte de propiedad pública (MEC, Ayuntamiento y Tesorería General de la Seguridad Social, con lo que el Campus de Viesques enseguida se convertiría en una alternativa seria para acoger las nuevas necesidades y posibilidades de nuevas titulaciones aparecidas desde los años setenta del s. XX.
Edificio Científico Tecnológico. Campus de El Cristo. Oviedo
4. Los cuarteles de El Milán: un nuevo espacio universitario en Oviedo A principios de los años ochenta el Ayuntamiento de Oviedo se había hecho con los terrenos e instalaciones que ocupara el Ejército en algunos puntos de la ciudad, entre los que estaban los cuarteles de El Milán, sede del Regimiento Príncipe Nº 3, que cederá a la Universidad, que, como en otros momentos de su historia, vuelve a aceptar unas instalaciones que jamás habían sido pensadas para usos universitarios. Históricamente, el edificio fue construido como Seminario Diocesano entre los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX. Entre 1903 y 1922 lo ocuparán seminaristas, compartiendo las insta-
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Biblioteca. Campus de Humanidades de El Milán. Oviedo
laciones con el Regimiento Príncipe desde el año 1917. Los seminaristas acabarán trasladándose, unos a Valdediós, y otros al Convento de los Dominicos. Desde entonces, sería ya cuartel del Ejército de forma permanente. Además de rehabilitar y adaptar el antiguo edificio, que aloja departamentos, seminarios y dieciséis aulas, se comenzó por construir ex novo un aulario para el primer ciclo y la biblioteca central, todo ello con servicios comunes. Del edificio original, con la traza original de la planta “en peine”, se conservan las fachadas, vaciándose el interior y haciéndose una nueva estructura interna.
El cambio de milenio: reordenaciones territoriales y académicas. Aspiraciones y disputas localistas El primer intento que se hace de reordenación del distrito se produce en 1986, cuando el equipo dirigido por el rector Alberto Marcos Vallaure publica su balance de gestión, en el que se afirma: “nos
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encontramos ante una ordenación del Campus que se podría calificar de caótica y que, de no modificarse, impediría cualquier política coherente de ordenación académica”8. En julio de 1987, tras reagrupar todas las áreas de conocimiento en 28 departamentos, se aprobaba el Plan de Ordenación del Campus de la Universidad de Oviedo. El objetivo más importante del mismo era la “racionalización” de la distribución “mediante la definición de núcleos de campos homogéneos por campos científicos”; para ello planteaba la creación de un campus tecnológico en Gijón, la definición de dos núcleos en El Cristo (Ciencias Jurídico-Económicas y Ciencias Experimentales y de la Salud), y el nuevo campus humanístico de El Milán. De esta forma, con la alternativa de Viesques, la propia Universidad proponía por primera vez un modelo espacial descentralizado, que giraba alrededor de las dos ciudades principales de Asturias. Tempranamente aparece un nuevo argumento de posibilidad en el horizonte: el proyecto de traslado de la Ciudad Sanitaria a la finca del Hospital Psiquiátrico (La Cadellada). El primer documento que abordará el tema será la Primera Idea para la integración de los terrenos sanitarios en el Campus de El Cristo, encargado por la Consejería de Sanidad al arquitecto Ramón Fernández Rañada en 1989. Al mismo tiempo, el rector Juan Sebastián López Arranz presentaba en público, y con carácter “divulgativo”, unas Directrices de Crecimiento para el área de El Cristo en función de la ocupación de los actuales terrenos sanitarios y de la posible expansión hacia Latores, redactadas por los arquitectos P. Guerrero y R. Riestra. Con la llegada al rectorado de Santiago Gascón, en los medios de comunicación asturianos da comienzo una especie de carrera de Concejos por ver quién demanda primero a la Universidad un campus para su territorio municipal, algo a lo que Gascón no se cansará de responder que no es la institución el interlocutor al que se tienen que dirigir para plantear tales peticiones o demandas. Durante el rectorado de Julio Rodríguez, ante la imposibilidad de crecer El Cristo a costa de un traslado de la Ciudad Sanitaria del que no se tenían noticias en ningún sentido, y coincidiendo con la promulgación del real decreto 2020/1997, de 26 de diciembre (el de los llamados “Fondos Mineros”), aparece en escena el último proyecto de campus de la Universidad, que confirma definitivamente la descentralización: el Campus del Pozo Barredo, Edificio Científico Teconológico. Campus de Barredo. Mieres consistente en un único Edificio Científico Técnico para el que entonces se consideraban confirmadas las licenciaturas de Cartografía y Geodesia, y Ciencias Medioambientales, siguiendo con las que estaban ya en marcha. La primera piedra se colocó en 1998. El Ayuntamiento mierense había aprobado previamente un Plan Especial en 1993 que consideraba un área prevista de 71.480 m2, incluyendo la propiedad de Hunosa y los terrenos de la Brigada de Salvamento Minero. En 1995, introduce en el PGOU el Pozo Barredo como campus universitario, ampliando el equipamiento de enseñanza media colindante y consolidado. En el área en sí del pozo (65.000 m2, entonces en desuso), la modificación
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aprobada definitivamente en 1998 preveía: edificio de servicios centrales, edificio de servicios de comedor y cafetería, biblioteca y complejo científico–técnico, con 20.400 m2 de ocupación en planta, incluyendo semisótano para aparcamiento. En el verano de 2002, la Escuela Universitaria de Ingeniería Técnica Minera se traslada al nuevo edificio, pasando a denominarse después Escuela Universitaria de Ingenierías Técnicas de Mieres, al impartir las titulaciones de Ingeniería Técnica de Minas, además de las titulaciones de Ingeniero Técnico en Topografía e Ingeniero Técnico Forestal en Explotaciones Forestales. Actualmente, el edificio alberga además la Escuela Politécnica Superior Guillermo Schulz, que imparte el segundo ciclo de la titulación de Biblioteca de la Escuela Universitaria Jovellanos de Gijón. Ingeniero Geólogo, el Instituto Universitario de Universidad Laboral Ordenación del Territorio y Recursos Naturales (INDUROT), y el Centro de Innovación Tecnológica de la Universidad de Oviedo. Los inicios del nuevo siglo conocerán un apogeo febril de los espacios universitarios desarrollados en Oviedo, Gijón y Mieres, que no harán sino consolidarse mediante la consecución de diferentes proyectos de ampliación de sus instalaciones y capacidades. A ellos se sumará un nuevo municipio: Avilés, que logrará primero desarrollar un Centro de Servicios Universitarios y, posteriormente, la localización en su casco histórico de la Escuela Superior de Arte, en una joya del Barroco civil asturiano: el palacio de Camposagrado. Actualmente, el único crecimiento que experimenta la Universidad es en Mieres, merced a la construcción, con Fondos Mineros, de una residencia universitaria y las instalaciones deportivas anejas al edificio central.
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Notas 1. J. TOLIVAR FAES, Nombres y cosas de las calles de Oviedo, Oviedo, Ayuntamiento de Oviedo, 1986, p. 488. 2. J. L. MARTÍNEZ y C. LASTRA, “Historia de la enseñanza de las ciencias en la Universidad de Oviedo”, Revista de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Oviedo (separata), 1978. 3. Ayuntamiento de Oviedo. Archivo Municipal. Expediente 10-5-31-1 (1932). 4. Archivo del Rectorado de la Universidad de Oviedo, Secretaría General: Legajo 0. 5. Libro de Actas de la Junta de Gobierno de la Universidad de Oviedo del día 29 de noviembre de 1950. 6. E. ANADÓN FRUTOS, “La sección de Biológicas de Oviedo en sus diez primeros años. Resumen histórico”, Revista de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Oviedo (separata), Oviedo, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, 1978, pp. 37 y ss. 7. La primera quedó adscrita a la Universidad en el curso 1990-91. La segunda, creada por decreto del 19 de junio de 1975, comenzó sus actividades en el curso 1978-79, compartiendo las instalaciones de la E.U. de Ingenieros Técnicos Industriales, trasladándose a Viesques en el curso 1982-83. La Escuela se encuentra en una parcela cedida al MEC por el Consejo Rector del Servicio de Mutualismo Laboral en julio de 1975. 8. Memoria de gestión..., p. 125.
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AMBIENTACIÓN MUSICAL JOSÉ ANTONIO GÓMEZ RODRÍGUEZ Departamento de Historia del Arte y Musicología. Universidad de Oviedo
SALA DE EXPOSICIONES 1. DEBBIE WISEMAN (1963-). Footsteps of history. 2. DEBBIE WISEMAN (1963-). Nervous power. 3. JWILLIAM KINGSWOOD (). Just about rhythm. 4. ADAM SAUNDERS (1968-). Enchanted story.
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