I≤FORµE ESPECIAL
masacre de el salado
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Mediante el testimonio de tres víctimas, CAMBIO reconstruyó la masacre de El Salado, donde los paramilitares ejecutaron 60 personas en febrero de 2000.
Los sobrevivientes 42
bel Montes Fuentes cumplió 99 años el 7 de agosto pasado y le ruega a Dios que se lo lleve antes de los 100. “Quiero morir de viejo y no como vi morir a tantos en El Salado —dice—. No he perdido la memoria”. Está vivo de milagro y espera que la muerte le llegue, sin espanto, un día no muy lejano. Está preparado. Hace dos años compró un ataúd que guarda en su casa para cuando la hora llegue. “Espero que me entierren en él porque después de vivir lo que he vivido aprendí a que hay que tener listo el cajón, no vaya a ser que por morir en una masacre y no tener todo listo termine metido en una fosa y nadie sepa dónde estoy”, afirma con convicción, y agrega que además lo hace “para ahorrarles a los hijos los 600.000 pesos que cuesta mi caja”. Su historia parece de novela pero, como ya es lugar común decirlo, la realidad supera la ficción. Pudo morir en 10 oportunidades pero sobrevivió. Abel tiene más vidas que un gato. La primera vez que sintió la muerte de cerca fue en 1972. “Llovía, salí al patio a sacar agua y me cayó un rayo —cuenta—. No sé cómo pero no me morí, perdí el sentido y cuando abrí los ojos estaba enterito, aunque el rayo me había quemado todo por dentro. Desde entonces supe que era especial”. Siguió su vida como si nada hubiera pasado pero la muerte seguiría pisándole los talones. “Por poco caigo en los años de la violencia entre liberales y conservadores y luego cuando aparecieron las Farc y me negué a ayudarles —relata Abel—. Ahí la vi unas cinco veces”. Más tarde, en marzo de 1997, llegaron los paramilitares. “Mataron a cuatro, entre ellos a la profesora Doris Torres y al presidente de la junta de acción comunal Álvaro Pérez —continúa el relato—. En cada época estuve a punto de ser asesinado porque pensaban que por viejo sabía mucho, pero siempre me salvaba. En cambio, vi morir y desaparecer a gente por montones”. Sí, está vivo de milagro. “Si sobrevivo a esto no voy a morirme nunca”, se
Abel Montes compró un ataúd porque quiere ahorrarle ese gasto a los hijos.
dijo en febrero de 2000 cuando cerca 400 paramilitares rodearon El Salado con la intención de no dejar a nadie vivo para contar el cuento. “Un helicóptero se acercó disparando —asegura—. Me dijeron que lo manejaba el señor ese Mancuso, mató a varios desde el aire y yo, con mis 90 años a cuestas, pensé que era mi día”. Fue el viernes 18. Un negro grandote llegó a la casa que había construido 25 años atrás y le ordenó ir a la cancha de baloncesto donde los ‘paras’ estaban reuniendo a todo el pueblo. “Le dije que estaba cansado y que si me iban a matar, que procediera porque yo, ni guerrillero, ni ladrón, no le debía nada a nadie —recuerda—. Cerré los ojos,
Fotos: Federico Ríos/Cambio.
me dio duro con la cacha del fusil en la costilla y me obligó a ir a la cancha”. Allí, los niños estaban de un lado, las mujeres del otro, los hombres en el medio. En las escaleras de la iglesia, los viejos. “Era el infierno, el sol quemaba como nunca, nos estábamos muriendo de sed y ellos, los ‘paracos’, a la sombra, desde una casa, iban diciendo ‘este muere, este no”… —continúa Abel—. Eran como las dos de la tarde cuando empezaron a hacer un sorteo, mataban al que le cayera el número 28. Así mataron a varios. Mientras tanto, todos los demás calladitos, viendo matar, torturar, cortar orejas, cabezas…” Fueron asesinadas 28 personas ese día. “Por guerrilleros”, dijeron. ce
“Esa guerra no era nuestra” El grupo Memoria Histórica de la Comisión Nacional de Reparación presentará, el 13 de septiembre en El Salado, el informe “Esa guerra no era nuestra”, un documento que reconstruye lo que sucedió entre el 16 y el 20 de febrero de 2000, cuando paramilitares asesinaron y torturaron a 60 personas: 52 hombres y ocho mujeres, entre ellos tres menores de edad. La noche anterior, un avión fantasma de las Fuerzas Armadas sobrevoló el pueblo y al día siguiente un helicóptero que pilotaba Mancuso disparó sobre la población. Tras la matanza, 7.000 campesinos abandonaron la zona. El sociólogo Andrés Suárez, coordinador de la investigación, sostiene que la reconstrucción del caso indica que hubo planeación previa para justificar la ausencia de la fuerza pública en el lugar de los hechos. Y agrega que la masacre no se limitó a El Salado y se extendió a otras poblaciones limítrofes, y los muertos pudieron ser más de 100 en los alrededores.
Cambio › Septiembre 3 de 2009 › www.cambio.com.co
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