Sin patria

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JUSTICIA: 3.600 fiscales a la calle PAÍS: CRUZ ROJA EN JAQUE 1 7 A 2 3 DE J ULIO DE 2 0 0 8 N º . 7 8 5

Foto: AP

Más de 500.000 colombianos viven refugiados en Ecuador, Venezuela y Panamá. Crónica del desarraigo más allá de las fronteras.

Sin

patria

tarifa postal reducida Nº. 1334 / colombia: 8.900 pesos / venezuela: 25.000 bs / ee.uu. us$ 5.00


Foto: Jaima García / Cambio

portada

La familia Valencia está refugiada desde hace cinco meses en Ecuador a la espera de ayuda humanitaria.

SIN PATRIA Más de 500.000 colombianos viven refugiados en Ecuador, Venezuela y Panamá. Crónica del desarraigo más allá de las fronteras.

C

Ureña-Venezuela

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Carchí-Ecuador

e r c a d e m e d i o m i l l ó n de colombianos deambulan en zonas fronterizas, por territorios de Ecuador, Venezuela, Brasil y Panamá. Hasta allá los hizo correr el conflicto armado interno. Desplazarse internamente, dicen, no les daba garantías de vivir y por eso les tocó cruzar a los países vecinos donde, en la mayoría de los casos, viven en precarias condiciones. Algunos logran salir adelante después de años de esfuerzo y un grupo más pequeño se la pasa buscando los mecanismos para regresar a su patria, pero no lo hace por miedo. CAMBIO acompañó una comisión del Consejo Noruego para los Refugiados

CAMBIO | JULIO 17 DE 2008

Panamá, Venezuela y Ecuador ratificaron la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados y asumieron la responsabilidad de proteger a las personas que ingresen solicitando refugio.

Jaqué-Panamá

–una instancia de la Unión Europea que trabaja por la protección de esta población– y la Fundación La Esquina en un recorrido por las fronteras de Venezuela, Ecuador y Panamá. El grupo constató que existe una grave crisis humanitaria entre los colombianos víctimas del conflicto que se fueron en contra de su voluntad y que ahora sueñan con un estatus de refugiado o con que su Patria les brinde condiciones de retorno. Según la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), en Venezuela hay 250.000 colombianos con necesidad de protección internacional, de los cuales 10.241

Refugiados AFGANISTÁN

3 millones

IRAK

2 millones

COLOMBIA

552.000

SUDÁN

523.000

SOMALIA

457.000

hicieron solicitudes de refugio y solo 943 ya tienen ese beneficio. En Ecuador la situación se agravó en los dos últimos años: el número de afectados pasó de 250.000 a 300.000, de los cuales 45.381 hicieron solicitud formal del estatus de refugiados y solo 14.300 fueron aceptados. En Panamá, Acnur calcula esta población en 15.000 personas, de las cuales hay 993 reconocidas, 894 en protección temporal humanitaria y 473 solicitantes. Además de soportar la dureza del desarraigo, los refugiados viven con frecuencia en un ambiente hostil y discriminatorio. Esta es la realidad de los colombianos que dejaron atrás sus raíces y hoy sobreviven en tierras extrañas. Aquí están sus historias.

Por qué huyen Por los enfrentamientos entre paramilitares y las guerrillas que se disputan el control de las rutas del narcotráfico y del tráfico de armas. Por las fumigaciones de los cultivos ilícitos. Por la aparición de nuevas violencias asociadas al paramilitarismo . Por ajusticiamientos, muertes selectivas, amenazas y persecuciones y reclutamiento forzado de los grupos armados. JULIO 17 DE 2008 | CAMBIO

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Refugiados en Ecuador viven hacinados y con pocas posibilidades de acceder a un trabajo digno. Fotos: Jaime García / Cambio

Área detallada

ecuador

Los señalados Colombianos refugiados salen adelante pese a algunos brotes de xenofobia y discriminación en la frontera ecuatoriana.

de cuatro años están arrugados. Su papá le puso sandalias porque no sabía que al llegar el primer día como refugiado a Tulcán, Ecuador, a más de 12 horas de La Hormiga, Putumayo, de donde salió corriendo por amenazas de las Farc, se encontraría con una ciudad fría, a 3.000 metros de altura. “No tengo unos zapaticos y no hemos comido. Puede ayudarme con un poco de comida –se lamenta el hombre que pasó de arar la tierra a pedir limosna en Ecuador, a donde llegó el pasado viernes 11 de julio–. Estoy aquí desde esta mañana con mi nena, mi mujer y otro muchachito de dos años”. La pequeña tiembla y el padre mira a la gente como pidiendo auxilio, pero pocos los ven, hasta que de la nada apareL o s pi e s d e l a ni ñ a

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CAMBIO | JULIO 17 DE 2008

ce una especie de ángel de la guarda: un miembro de la Pastoral Fronteriza que les da caldo caliente y una chaqueta. Luego de escuchar su historia les suministra una dirección para que acudan al día siguiente. “Es afortunado en hallarnos porque miles llegan y pasan días deambulando sin saber que son refugiados y necesitan protección –explica la ecuatoriana Patricia Rosero, de la Pastoral Fronteriza–. Ahora empieza una vida muy dura. Tendrá que hacer trámite tras trámite para acceder a la ayuda de este gobierno”. La nueva familia colombiana refugiada en Ecuador pasa su primera noche tirada en el piso de la terminal de buses. María Perea Valoy, una madre chocoana, ya vivió esa escena el 13 de febre-

Sitos críticos de refugio

COLOMBIA Nariño Esmeraldas

Pasto

Mocoa Carchi Tulcán Putumayo Esmeraldas Imbabura Ibarra Sucumbíos Lago Agrio

ECUADOR ro cuando llegó con su esposo y 10 hijos, menores de edad, proveniente de Armenia, Quindío. Ya había huido de Pizarro (Chocó) en 2006 porque los paramilitares amenazaron con matar a su esposo cuando se negó a transportarlos en una lancha por el río Baudó. Ya desplazada, los mismos paramilitares volvieron a hallarla en Armenia y amenazaron con matarle a los hijos. Empezó otro éxodo que los llevó hasta Ecuador. “Ya no me sentía segura en Colombia. Si te desplazan y te persiguen no queda otra que correr hasta donde sea”, relata la mujer. Hoy la familia chocoana vive en una casa de una sola habitación, en la que hay cinco colchones tirados. Los niños ya han sufrido infecciones respiratorias por el excesivo frío y, dice María, ante la

falta de dinero para sobrevivir se turnan los días de comida. “Uno desayuna lunes pero no martes y así sucesivamente –cuenta–. Sinceramente, es mas fácil ser desplazada que refugiada”. Lo dice porque, además, se siente rechazada. “Lo tratan a uno como si fuera lo peor, como delincuente, guerrillero o matón. No entienden que estamos aquí porque no tuvimos más opción”. Esta es la realidad de muchos de los refugiados colombianos en Ecuador donde llegan a diario entre cinco y 10 familias colombianas, la mayoría de Putumayo, Nariño, Guaviare, Meta, Cauca, Caquetá, Chocó y Huila. Según Acnur, más de 250.000 están en estas condiciones y, de ellos, a solo 14.300 se les ha otorgado el estatus de refugiados. Cuando ingresan al nuevo país les niegan derechos, son víctimas de sobreexplotación laboral, los estigmatizan y algunos solo encuentran sustento en la prostitución y la mendicidad. Así lo relata Evelyn, refugiada de 12 años, a quien los niños le gritan “colombianita guerrillera” cuando se dirige al colegio, en la vereda Cristóbal Colón, de Tulcán. El año pasado lo tomaba con calma porque su mamá le recomendó no tener peleas con nadie. Pero un día no aguantó más y les gritó a todos que la dejaran en paz. “Ese día me acusaron de problemática pero me tengo que hacer respetar”. Mireya huyó de Cauca en 2004 y se refugió en Tulcán con tres niños. Cuenta que si a unos los señalan de guerrilleros, a otros los esclavizan. “Llegué sola con los niños y el dueño de un hotel me ofreció una habitación –relata–. A cambio tenía que trabajar a su antojo, en lo que me pusiera, las 24 horas del día sin recibir un solo peso, esclava”. Otros refugiados agregan que no consiguen trabajo y son contratados por cuatro o cinco dólares al día, por debajo del salario legal. Al principio los ecuatorianos fueron solidarios. Pero desde el año pasado, cuando una solicitante de refugio asesinó a un ecuatoriano –en un incidente pasional–, la situación cambió y los colombianos empezaron a sentir el rechazo. Este hecho y otros como la muerte del ex jefe de las Farc, ‘Raúl Reyes’ en territorio ecuatoriano, el pasado 1º de marzo,

¿Desplazados o refugiados? Desplazado y refugiado son términos que pueden ser confundidos. Los primeros son personas que huyen de un lugar a otro dentro de un mismo país por situaciones del conflicto, limpiezas étnicas, persecuciones religiosas o el hambre. Los refugiados son los que huyen de su país y cruzan fronteras porque su vida, seguridad o libertad, han sido amenazadas.

tiene a los habitantes de ese país recelosos sobre la presencia de colombianos. “Se extendió el rumor de que todo refugiado es asaltante o guerrillero –asegura el sacerdote José Lara, vicario de la Pastoral Social en Tulcán, quien brinda atención a los refugiados–. Ese señalamiento tiene en alerta a las autoridades que no quieren que la situación termine en brotes de xenofobia y los colombianos sean víctimas de quienes pretendan hacer ‘justicia’ por sus propias manos”. Pero esos brotes xenófobos existen. “Hay una especie de discriminación y xenofobia. Nos da miedo siempre la presencia de colombianos porque nos vienen trayendo problemas –dice Wilfredo Terán, primera autoridad civil de Tulcán–. Sin embargo, promovemos que haya respeto para los colombianos”.

Terán reconoce que guerrilleros y bandas delincuenciales hacen presencia en Tulcán, situación que motivó el 11 de julio una marcha de los habitantes que con pancartas pidieron a las autoridades que se le exija a los colombianos el pasado judicial como requisito de ingreso a ese país. La manifestación la provocó el asalto a un centro comercial en el que participaron algunos colombianos. Pero no todos los refugiados tienen quejas. Gloria Pantoja huyó de San Miguel (Putumayo) en 1991 luego de una incursión paramilitar. Hoy no piensa en un regreso. “Puedo vivir tranquila. Mis hijos están seguros, van el colegio y yo vendo leche de chiva para mantenerlos –dice–. Aunque aquí siempre seré una extranjera, no tengo razones para volver a Colombia”.

Gloria Pantoja está refugiada en Ecuador desde 1991. Paramilitares la obligaron a huir. JULIO 17 DE 2008 | CAMBIO

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portada Área detallada

La escuela en el desierto Niños refugiados estudian en un cambuche en Ureña, una de las fronteras más olvidadas.

Los niños de Ureña estudian en esta escuela, y el polvo no los deja concentrar.

Riohacha Guajira Valledupar Maracaibo Zulia Cesar

VENEZUELA

Norte Barinas San de Santander Cristóbal Barinas Tachira San Fernando Cúcuta Apure Arauca Santander Bolívar Arauca Puerto Carreño Boyacá Puerto Tunja Vichada Ayacucho

COLOMBIA

Puerto Inírida Guainía

con la mano derecha, y con la izquierda se rasca los ojos. El polvo no lo deja ver el tablero en la Escuela República de Bolívar, en Ureña, en Táchira, Venezuela, en la frontera con Cúcuta. Allí estudian 15 niños refugiados de Colombia que a diario soportan fuertes vientos de tierra. La escuelita es una lona verde, rodeada con una malla y protegida con un techo de cinc. Es un rancho de 10 por cuatro metros donde a diario aprenden en un infierno de casi 30 grados centígrados. Esa es la primera escena que se observa al pasar la frontera colombo- venezolana por la vía San Antonio, a escasos 20 minutos de Cúcuta. Allí han llegado más de 200 refugiados colombianos desde el año pasado que se rebuscan el sustento diario. La mayoría vive en el sector conocido como El Cují, donde han levantando sus casas con lonas o tablas y techos metálicos o donde están en calidad de “arrimados” en viviendas de venezolanos caritativos. El drama de estos pequeños refleja en parte la situación de cerca de 250.000 personas que han huido de Colombia y están refugiadas en los 2.219 kilómetros de frontera desde Zulia hasta Apure, pero sin un cartón que los acredite como tal. Cerca del 60 por ciento son mujeres y niños. Quienes ya consiguieron el estatus de refugiado pueden trabajar, pero quienes no lo tienen solo pueden subsistir en la economía informal o en empleos mal remunerados. A n d r é s e s c ri b e

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CAMBIO | JULIO 17 DE 2008

La profesora Leidy Ovalle comenta que esa escuelita es lo mejor que se le puede brindar a los pequeños –por ahora– puesto que en esa región no hay quien dé más recursos para construir algo decente. “Esta es una de las zonas más abandonadas del país –precisa–, pero lo importante es que estos niños tengan educación”. Lo asombroso es que el año pasado las clases eran debajo de un árbol y los niños tenían que traer su silla o, de lo contrario, sentarse en las piedras. “Con la escuelita nueva tenemos pupitres. Pero el polvo, como le conté, no nos deja casi estudiar –dice Andrés, de 8 años, a quien su madre sacó de Valledupar luego de una amenaza de los paramilitares–. El tierrero es muy fuerte y me pica en la cabeza pero no puedo llegar a bañarme porque el agua hay que comprarla”.

Edilma Carrillo, refugiada desde 2001.

Sitos críticos de refugio

Amazonas Fotos: Andrea Moreno / Cambio

venezuela

Brasil

La profesora Ovalle agrega que muchos de los niños estudian con los estómagos vacíos. “De un momento a otro no vuelven a clase y uno descubre después que están deshilachando bluyines o hasta pidiendo limosna… Les toca bien duro para ayudar a sus familias”. En esa escuela estudia uno de los hijos de Edilma Carrillo, quien huyó de Fundación (Magdalena) el 19 de enero de 2001 luego de que las autodefensas asesinaron a tres de sus familiares. “No me arriesgué a quedarme en Cúcuta. Quería irme muy lejos. Salí con mis hijos de 13, 11 y 3 años –comenta–. Tenía que protegerlos porque allá lo mataban a uno por pura sospecha”. Cuando llegó a Ureña estuvo siete meses en una habitación pequeña. Luego vivió en lotes que cuidaba cuando los dueños salían de viaje. Ahora está en uno que encontró vacío, le puso plástico, cartón y lo volvió su hogar. “Uno extraña su tierra pero si no lo dejan vivir, qué más se puede hacer –dice–. Pero en medio de esto he aprendido a ser feliz… Me acuesto a dormir tranquila, no estoy pensando en un combate”. Edilma ya tiene estatus de refugiada, trabaja en una fábrica de confecciones, y sueña con un título profesional para su hija mayor. “Cosas de la vida, está en la Universidad de Pamplona (Norte de San-

tander). Como ya soy refugiada en Venezuela no tenía derechos como colombiana, y no sabe lo que tuve que llorar para que la dejaran estudiar allá”. En la frontera se levantan más escuelas como las de Ureña, donde se está formando una generación de niños colombianos que esperan acceder a la educación en condiciones más dignas. Otros, en cambio, aún no dimensionan lo que está pasando. Así ocurre con el hijo de un desaparecido: “Tengo ocho años y me llamo Luis Miguel. Estoy en segundo. Antes vivía con mi papá en Colombia y hace días no lo veo… Ahora estoy en la escuela… Aquí estoy con mamá, pero lo extraño porque siempre andaba con él cuando ordeñaba las vacas pero se tuvo que ir porque una gente llegaba y se las robaba”. Otros pequeños no tienen más opción que trabajar: “Mi hermanito Bryan se tuvo que ir de la escuela porque en la casa no hay qué comer. Tenemos problemas y él no puede estudiar, entonces corta bluyines en una fábrica”. Así lo confirma Teolindo Rojas, de la organización Caritas: “al llegar, las personas solicitantes de refugio tienen trabajos muy mal pagos y normalmente temporales o en la economía informal”.

Frontera bajo fuego Un grupo de Ong de Venezuela, que se reunió en San Cristóbal, reveló a CAMBIO que temen por la seguridad de algunos refugiados en la frontera. En el último año las Farc y grupos paramilitares incrementaron su presencia en la zona. “Los paramilitares están haciendo reclutamientos forzados en Apure y Ureña –indicó una fuente–. En Táchira están buscando niños entre los 10 y 12 años, a quienes obligan a trabajar pasando

Los estados fronterizos venezolanos que registran mayor número de personas en busca de refugio son: Zulia, Táchira y Apure, y los puntos de más fácil acceso son San Antonio, Boca de Grita y Las Delicias, en el estado Táchira. Por El Amparo, La Victoria, Puerto Infante y, cruzando el río Arauca, en Apure. Por el puerto de Paraguachón, Tres Bocas y la Sierra de Perijá, en Zulia. “La mayoría termina siendo invisible y no sabe que tiene derechos –dice Jacob Rothing, representante en Colombia del Consejo Noruego para Refugiados–. Llegó a Venezuela porque tenía un familiar asesinado, temía un reclutamiento forzado o recibió amenazas, entre otras razones”.

gasolina ilegalmente en la noche”. Agregó que en Maracaibo este grupo tiene control en casas de empeño y oficinas de prestamistas. Hay preocupación, además, porque se incrementaron los secuestros de ganaderos, atribuidos a las Farc y al Eln. Las guerrillas cobran extorsiones y los paramilitares que se hacen llamar ‘Águilas negras’ unas ‘cuotas’ a la comunidad, precisó el informe.

La situación ha empeorado y la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados en la frontera tuvo que capacitar a 3.000 personas para atender a los refugiados. “Llegan con un trauma grande, les cuesta rehacer sus vidas –indica Enrique Valles, jefe de Acnur en San Cristóbal–. Pero aquí, a diferencia de otras regiones fronterizas, donde existe hasta xenofobia, hay más hermandad y eso les ayuda a estas personas a salir adelante”. Decenas de niños como los de la escuela de Ureña aprenden el himno de Venezuela, país que los acoge en condiciones precarias en una frontera olvidada y lejana. JULIO 17 DE 2008 | CAMBIO

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portada panamá

De pobres y ricos

Este país recibe el 4 por ciento de la población refugiada. Muchos están en la capital. e x t o rsi ó n s e m ana l de 400.000 pesos del bloque Metro de las autodefensas, que pasó luego a un millón y después a amenazas de muerte, obligó a una pareja de empresarios antioqueños a buscar refugio en Panamá en 2002. Los dos profesionales habían sacado adelante una microempresa de cerámica en la que generaban 14 empleos directos. Pero todo se vino abajo cuando recibieron la siguiente sentencia: “Sabemos a qué horas sale la niña del colegio. Pilas si no pagan”. Luego de exponer su caso en la Fiscalía y en Naciones Unidas, les aconsejaron que salieran del país y buscaran refugio en Panamá o Costa Rica. La pareja optó por el primero. “El primer mes vivimos en el hotel Decamerón –relata Claudia, economista industrial y traductora simultánea–. Pero la plata empezó a acabarse y terminamos viviendo en la pobreza absoluta, en un inquilinato lleno de prostitutas y drogadictos, ambiente poco sano para mi niña”. La pareja buscó trabajo y al no tener estatus de refugiado y contar solo con un permiso temporal tuvo que idearse alternativas de sustento: Claudia terminó haciendo y vendiendo envueltos. “Todo empeoró cuando enviudé… A mi esposo lo atropelló un camión hace tres

Foto: Andrea Moreno / Cambio

U na

Claudia, refugiada en Panamá, no ha podido conseguir un trabajo digno desde 2002. San Blas

PANAMA Área detallada

Capurganá

Yaviza Jaqué Darién

Montería

Córdoba Antioquia

Chocó

COLOMBIA

Sitos críticos de refugio

años y quedé sola –dice–. Esto es lo que me ha dejado Panamá. Eso sin contar el desprecio de la gente. Es como si no existiéramos. Hasta la niña me la discriminan en el colegio”. Pero Claudia no puede regresar a Colombia. A pesar de que el bloque Metro desapareció tras la desmovilización de las Auc en 2003, paramilitares que los reemplazaron siguieron amenazando y

530 colombianos están en Jaqué, Boca de Coupe, Yapé, La Palma y Metetí bajo protección temporal en espera de refugio.

el año pasado su hermana menor tuvo que viajar a Panamá en busca de refugio. “Uno con dos carreras y sin poder trabajar en lo que quiere es una vergüenza, no entiendo por qué los paramilitares se ensañaron con nosotros”. Ahora busca empleo como jardinera y empleada doméstica, actividades en las que hay vacantes. En Panamá, donde Acnur estima que hay 15.000 colombianos con necesidad de protección como refugiados y donde solo 993 ya fueron reconocidos, la imagen del indígena y el afrocolombiano de Chocó, que atraviesa los océanos Pacífico y Atlántico para poder llegar a Darién, no es la única que refleja esta crisis humanitaria: desde 2000 se incrementó el ingreso de solicitantes de refugio que llegan en avión y buscan protección en Ciudad de Panamá. Algunos son estudiantes, otros empresarios y miembros de Ong que luego de recibir amenazas empiezan una nueva vida, pero en condiciones precarias y con dificultades, en muchos de los casos, de ser aceptados por los lugareños. JULIO 17 DE 2008 | CAMBIO

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portada Ley migratoria

José Euceda, representante de Acnur en Panamá, dice que si bien la mayoría de refugiados está en Boca de Cupé, Jaqué y Puerto Obaldía, en la frontera con Chocó, cada vez son más quienes llegan a la capital del país y para ellos la situación es difícil. “Para quienes reciben su documentación como refugiados hay oportunidades en este país que los acoge. Pero hasta tanto no tengan esa calidad no tienen muchos derechos”. Panamá endureció las leyes de acogida de inmigrantes desde el año pasado al considerar que bajo esta figura muchos ilegales pretenden ingresar a ese país. “Están prevenidos de que entren narcotraficantes, prostitutas o redes de trata de personas. Por eso endurecen cada vez más el acceso –dice Ricardo Castillo del Centro de Investigación y Promoción de los Derechos Humanos de Panamá–. Pero nosotros constatamos que son muchos los que necesitan esta protección y el Estado poco hace por ellos”. Según Castillo, en la ciudad hay cerca de 400 personas que esperan protección como refugiadas. Pero esto no se compara con el drama de los campesinos e indígenas que se encuentran en la zona del Darién y que a pesar de haber sido reconocidos como refugiados viven en preca-

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Foto: Didier Gil

El gobierno de Panamá promulgó en febrero pasado una nueva ley migratoria para restringir la entrada y salida de los extranjeros y su estancia en el país. En ese sentido, la nueva norma clasifica en cuatro categorías a los extranjeros que entran a Panamá: no residente, residente temporal, residente permanente y extranjeros bajo protección de este país, y en este renglón entran los considerados “refugiados, asilados, apátridas o acogidos por razones humanitarias”. A este último grupo pertenecen 828 refugiados colombianos que se mantienen desde hace más de 10 años en las comunidades Boca de Cupe, Jaqué y Puerto Obaldía, en Darién.

En Jaqué, Darién, viven 320 colombianos bajo protección temporal a la espera de que se les reconozca como refugiados. La mayoría huyó de Riosucio,Juradó y Bojayá, en Chocó.

rias condiciones. De este grupo hacen parte cerca de 1.000 personas, algunas de las cuales han aceptado estos días un plan de retorno ofrecido por la Oficina Nacional para la Atención del Refugiado de la República de Panamá, Onpar. “La situación en los últimos años empeoró porque se detectó la presencia de grupos armados de Colombia. Eso pone en riesgo la vida de estas personas –señala Kevin Sánchez, del servicio Jesuita de Refugiados que los atiende en Darién–. Sin embargo esta comunidad, en su mayoría de afrodescendientes e indígenas embera, ha demostrado una gran resistencia en medio de sus adversidades”. Uno de ellos es Deisy Valencia, de Juradó, bajo protección temporal desde hace cuatro años, en Darién,

luego de que las Farc secuestraron a su hermano y posteriormente obligaron a la familia a abandonar la región. “Esta es la hora que no tengo permiso de trabajo pero a mis niños no les ha faltado un solo día la comida –comenta–. Pero no espero volver a Colombia. Todos los días pienso en lo que nos pasó y eso me da miedo, aunque esta no será mi casa jamás”. Mientras que Arelys, quien huyó de Riosucio, Chocó, luego de que las Auc la retuvieron tres días en 2007, está desesperada: “Nos estamos quedando sin ropa y sin comida y si me voy para Colombia me terminan matando”.

Vea el informe completo en www.cambio.com.co

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