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Portada - La fuente de Tlalocan -

Nunca he leído cuentos náhuatl sobre los mexicas, pero en mi mente existe el recuerdo de haber oído uno acerca de un guerrero azteca que murió al tratar de salvar a una mujer de morir ahogada en una laguna, sin embargo, ninguno logró sobrevivir. El guerrero se dio cuenta que llegó al Tlalocan, el inframundo de los que mueren ahogados, y no al Tonatiuhichan, el inframundo de los guerreros que mueren en batalla. Pienso que la entrada al lado oriental del Universo donde se encuentra el Tlalocan tiene forma de una fuente, por eso el título del linograbado “La fuente de Tlalocan”, ya que ilustra este relato a través de un escenario cosmológico. Sobre el final, me gusta pensar que existen dos versiones, la primera: los dioses permitieron el paso al tercer inframundo donde pertenece el guerrero, la segunda: el guerrero se quedo en el Tlalocan ya que su muerte no fue en batalla. @medicci.faos


Editorial Fanzinera Independiente Ciudad Sahagún, Hidalgo, julio 2020. Si lo que quieres es contactar con nosotros, lo puedes hacer por los siguientes medios: Facebook: Fanzine Kiosco Volador Instagram: @kiosco.volador Correo electrónico: elkioscovolador.zine@gmail.com El cuidado de la edición estuvo a cargo de:

Erick Alan Hernández Ortega Aureliano Buendía Stheph Ledst


# FAN

ZI NE

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CON TENI DO: 7

Presentación de tercer número

8 Frontera no es sólo una palabra Arturo Moreno 13

Jaguar Maíz

16 Combustible y comburente ( C + O2 -> CO2 ) Moro Maxwell 23 Tus playas Gerardo Malvibroso 24 Poemas Aline Fz 30 A ti mi Ángel Rouen G. 33 Introspección Abraham Uriel Gómez Ramírez 39

Helena Badillo Gonzalez

43 Solsticio de verano Jeanette Chávez 45 Starman Jacke Pank 46 Extractos sobre R. F. Magón Gilberto Valdez V.



Tercer número Regresamos después de un largo tiempo con la promesa y esperanza de publicar en un periodo más continuo este fanzine del altiplano pulquero. Hemos reunido en la mayor parte a creadores y creadoras de nuestro municipio que es uno de los principales objetivos de la editorial fanzinera; incentivar el trabajo emergente es importante para nosotros y compartir los trabajos sin descuidar la calidad también. Hay autores y autoras de otros lugares ajenos a la región que nos muestran narrativas y poemas desde su realidad. La diversidad es uno de nuestros estandartes y hacemos la invitación (como siempre) para publicar en este proyecto y hacer comunidad, hacer una red de solidaridad entre artistas, porque leer es resistir y crear es luchar, desde estas trincheras pasamos estos tiempos difíciles y nos vemos como una oportunidad de abrir horizontes y alzar la voz para decir que seguimos vivos. 7 KIOSCO VOLADOR


Frontera no es sólo una palabra Arturo Moreno (CDMX) 1 Frontera no se dice, se siente: línea imaginaria que separa pasado de futuro, infancia de promesas. Linde entre “fui” y “seré”, artificio moderno: policías, perros entrenados, cámaras de vigilancia, tecnología de reconocimiento facial y muros coronados con espinas de metal. Frontera no se dice, duele: división política que rompe el “tú y yo” del “nosotros”. (En lengua tojolabal, en Chiapas, no existe la diferencia entre “Yo” y “Nosotros” ni existen los conceptos “Yo” y “Mío”. No es lo que yo quiero sino lo que Nosotros, como comunidad, necesitamos). Quienes se quedan ven partir en dos su vida, viven envueltos entre recuerdos y objetos que evocan recuerdos. Los que se quedan a veces escuchan las voces de los que migraron, silencio y abandono se sientan a la mesa. Todo cambió. La migración no tiene regreso.

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Frontera nunca se dice facilmente, se conjuga: verbo, o jaula, que escinde el “somos” de “la nada”, los muertos ahogados de los asesinados por una bala. La migración no tiene cura. Frontera no se dice, se cruza: todo es imaginación, épica y romanticismo, excepto para quienes por ahí caminaron y quienes hasta ahí llegaron. La migración no tiene solución. (Una niña le pregunta a su padre: “Papá, ¿hasta cuando vamos a dejar de ser migrantes? Y en el hermoso cielo nocturno brillan, indiferentes y en silencio, las estrellas.) Migraron las mariposas, magia y aleteo se convirtieron, por medio de hipnosis, en sueño, luego en pesadilla: Jaulamérica. Ataron sus alas con alambre (así no podrían regresar), les convencieron de no ser mariposas con aleteo de fuego y sol interno que vienen y van que van y vienen na tu ral men te.

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Cruzamos otros límites: no es mariposa quien no vuela más y se arrastra por las sombras bajo la oscuridad. Mariposas migrantes, exiliadas, sin alas ya, convertidas en otros animales, roedores que trabajan arduamente en nombre del Imperio.

2 Nuestra lengua está conectada al corazón, decimos porque así sentimos: te extrañamos, te queremos, te pedimos que regreses a tu tierra. Te esperamos. Llámanos si un día vuelves en sí, o te echan, si un día regresas por tu propio pie o deportada, si un día vuelves en vida y no en muerte. Vuelve a tu tierra antes de que –sí, ellos mismos– hayan talado el último árbol, antes de que hayan contaminado el último río y antes que toda tu familia haya sido asesinada. Vuelve antes que el sueño americano te convierta en otro ser, sin alma, desnaturalizado, y antes que sus corporaciones destruyan nuestra casa o invadan y roben nuestra tierra.

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¿Nos escuchas? ¿Te has olvidado de nosotros? ¿Aún nos reconoces? ¿Aún? Frontera no es una palabra: es ausencia en dos sentidos, un vacío, monstruo de múltiples cabezas, hidra capitalista: destino, anestesia, ficción. Frontera no es una palabra: es mentiras, peste, corrupción, dolor dentro del dolor, miedo, tortura, desesperación, fiebre, calaveras, desprecio, saqueo, racismo, profunda vergüenza, y cadáveres bajo el sol del desierto de mujeres, hombres, niños y niñas que nunca volvieron a ver a su Madre otra vez. La migración no tiene regreso, ni cura, ni solución. Debemos desenredar la trama migrante, postmigrar, desandar el camino, desmontar su negocio, des-migrar, poner límites propios, deshacer los nudos y los errores, decolonizarnos, volver a volar, volver a casa, resistir, salvarse.

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(En el Desierto Sonorense, antes de que alguna frontera existiera los miembros de la Nación Tohono O´odham viajaban ida y vuelta a visitar a su familia, migran con las estaciones desde sus hogares en los valles hasta sus casas más frescas en las montañas. Ellos afirman que la palabra “muro” no existe en su lengua). Frontera no es sólo un muro. Frontera no es sólo una palabra, pero es una palabra que ojalá nunca hubiera escuchado.

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Jaguar Maíz (Apan, Hgo.)

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Combustible y comburente ( C + O2 -> CO2 ) De Moro Maxwell (Chile)

Dedicado a Gustavo Gatica …me detuve en medio del puente. Este país está loco, pensé. Nos tienen trastornados. Pasamos de un estado a otro sin mediar transiciones. Me corregí: “En realidad han sido treinta años de transiciones… fallidas”. Lo claro es que algo se desbloqueo, en o con o por el estallido, cayó una coraza, se abrieron vasos comunicantes. Algunas semanas atrás el sentimiento era otro. Pesimista, triste, la opaca realidad reinaba. “El daño es profundo”, era el diagnóstico, “nos convirtieron en zombies, en esclavos, estamos enfermos, sólo nos queda el juicio final, ya no hay esperanza”. “Nada que hacer”, aunque algo hacíamos, poco, pero hacíamos, como por inercia. En eso estábamos, en el libre obrar, cuando el fuego comenzó. Comenzó de noche, aunque lo habían conjurado más temprano los estudiantes secundarios. Un container de basura encendido fue arrojado por las escaleras del metro, rodó lanzando chispas, abajo estaba la policía, dispararon a diestra y siniestra, pero luego el humo negro lo inundó todo, los gritos, la poderosa rabia, los hizo huir, se desvanecieron. Salió la poblada, los descontentos, los dormidos. Parece que el fuego los despertó, ejecutó un llamado desde lo profundo. Una fisión nuclear detonó grandes cantidades de energía. 16 KIOSCO VOLADOR


Estallaron los vidrios. Supimos que la escala de incendios del Enel efectivamente era de incendios, se quemó, quedo negra, chamuscada. Se quemaron los supermercados, después de que los consumidores frustrados desvalijaran sus bodegas y escaparates. Un denso humo pardusco, producto de varios buses ardiendo, ascendió hacia los cielos de la ciudad desde la intersección de Vicuña Mackenna y Rancagua, convocando a la tribu. El hongo se veía desde los cuatro puntos cardinales, era una señal. Llegaron hordas a bailar a la luz del fuego. Se sacaban fotos en los escombros y sentían crecer un calor distinto en sus corazones. Luego llegaron las lacrimógenas y se nos cayeron las lágrimas, alguien se acercó y nos ofreció agua con bicarbonato, y nos abrazó. El calor en el corazón se avivó. Se multiplicaron las hogueras y las barricadas, se estaba quemando la desigualdad, que está hecha mayoritariamente de plástico. Nos sacaron varios ojos, volvimos a llorar. Ya no había nada que arrojarle a la los guardianes así que, animados por un espíritu minero, llegaron las picapedreras y nos repartieron guijarros. Llegaron las que destruyen las luminarias para que los guardianes no hicieran blanco en nuestros cuerpos. Llegaron las que portaban escudos, las que repartían sándwiches, las que regalaron mascarillas, las que se gastaron el sueldo para compartir antiparras, las apagadoras de lacrimógenas, las de los primeros auxilios. La primera línea era un hormigueo oscuro e incandescente. “Ah, Georges Sorel, ¡tenías tanta razón!”, pensé. 17 KIOSCO VOLADOR


Desconfío de las metáforas biológicas, pero fue inevitable pensar en los anticuerpos, expulsando al virus, o la infección. Éste calor es la fiebre. El corazón ya era una brasa. Se armaban bandas de música espontáneas en las esquinas, que tocaban El derecho de vivir en paz; llegaba un trombón, una trompeta, un saxo, un tambor y se sumaban las voces. La braza latía. Entonces ese cuerpo frío, que parecía muerto, al que le habían extraído la sangre, comenzó a bailar. Despertó. Se erigió una pira monumental en Plaza Italia, que a esa altura ya le habían cambiado el nombre, ahora se llamaba Plaza de la Dignidad, y la pira era parte constitutiva del fuego fundamental. La manada hizo una danza y un pacto a su alrededor. Alguien dijo: “Volvimos a querernos”, y parecía ser cierto; otro dijo: “Estamos volviendo a ser un pueblo”, y también parecía ser cierto. Comenzamos a escribir, lo rayamos todo, faltaron paredes en la ciudad para los pensamientos, no había dónde poner un “sí” o un “no”. Después comenzamos a hablar, y no hemos parado, como si hubiésemos guardado silencio durante siglos. Parece que teníamos temas pendientes. Afloraron los significantes, se desplegaron, y fue como una terapia, pero diferente, porque era gratis y al aire libre, el fuego trajo la felicidad, gritamos sapos y culebras. Había algo en el fondo. Lo reprimido, dirán los psicólogos. El retorno de lo reprimido, como si fuese el título de la segunda parte de una saga. Continúa un repiquetear constante de cacerolas, de sirenas, de helicópteros. 18 KIOSCO VOLADOR


Duermo mal, siento como si un alien se estuviera incubando dentro de mí. Enciendo la tele. El rector de la universidad, arrogante intelectual, seguía pensando que era un mero berrinche juvenil. “Lo que es no entender nada, lo que es estar lejos de la tierra”, pensaba, pensábamos. Me di cuenta que en mi pensaba la horda primitiva, la manada. Lo que se estaba reconstituyendo era lo que los sociólogos llaman el “tejido social”, que es un tejido orgánico. Un órgano, un organismo. Alguien pasó con una pancarta tejida a crochet, y todo tuvo sentido. Se teje lo común, se quema lo individual. Me sentí privilegiado de estar ahí, en la calle, de sentir el calor del asfalto. Vi pasar un selknam, Kotaix apareció de entre los árboles, arrojando piedras. Se me llenaron los ojos de lágrimas. ¡De repente se pone a temblar! “Este país es maravilloso”, se me escapó, en voz alta. ¡Y yo que hasta hace poco me quería ir! Se incendia la esquina de Santa Rosa con Alameda, se quema un McDonal’s, me estremezco de ternura. Luego pasaron los heridos, los baleados, los asfixiados, y me vuelvo a estremecer, pero de rabia. A los que caen, los encapuchados los levantan, les pulverizan agua, les dan aliento, les limpian la cara. ¿Qué concepto los mueve?, ¿por qué arriesgan sus vidas, sus ojos, su integridad?, ¿por quién?, ¿por qué hay quienes no lo hacen?, ¿por qué hay quienes los desprecian? Como si hubiese estado concertado, pero improvisando, todos sacaron sus celulares y emitieron luces al cielo, en un enjambre, la imagen la captan los drones.

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Se me eriza la piel. ¿Dónde estarán los muertos ahora?, ¿por qué no hemos ido con ellos al cementerio? “No quiero que me den la mano empapada con nuestra sangre”, pensé en Los Enemigos, en los políticos profesionales que están pactando. Las estatuas de los conquistadores son derribadas, se estampan contra el suelo; las de los militares asesinos, héroes de la patria, son decapitadas. ¡Ah, que comprensión tan acabada de la historia! Al regresar al barrio el fuego danzaba a un costado de Plaza Brasil, arrojaron a la hoguera un cajero automático extraído de la farmacia, ¡era tan precisa la postal! Para venderla en Correos de Chile. Desde los árboles colgaban como guirnaldas los rollos de papel extraídos de las máquinas registradoras. Igual que en Apocalipsis Now, el fuego nos iluminaba las caras, podíamos ver nuestros rostros, descubiertos y encapuchados, todos con los ojos brillantes. Todos los fuegos, el fuego, el mismo de la barricada de los ochenta, porque el fuego tiene memoria. Quiero pensar que en esa hoguera una maldición antigua se quemó y que algo nuevo se está templando. Sería difícil describir la felicidad que vi en la mirada de mi amigo Elías, era algo traslúcido, que solo he visto en los ojos de los animales genuinamente dichosos. “Creí que nunca iba a vivir esto –me dijo–, el país entero diciendo “Basta”, rebelándose”.

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El fuego nos hizo hermanos, pero llegar hasta aquí nos costó un ojo de la cara, varios ojos. Las imágenes pasan como ráfagas de viento, me fijo en las manos, en las diferentes formas de ponerse una capucha, en el anonimato, en la afectividad. Algo que los que viven en la burbuja no conocen, pobrecitos. Que vidas miserables las suyas, aferradas al mal entendido “privilegio”. Salió la luna llena, hay algo de salvaje en Plaza de la Dignidad. Escucho aullidos de perros negros. Parado en medio del puente, no puedo contener las lágrimas… Sigo, y cruzo el río.

* ”El edificio ENEL, de una compañía eléctrica se incendió en el centro de Santiago en medio de las violentas protestas contra el alza de las tarifas” 21 KIOSCO VOLADOR


A R T I S TA V I S U A L

En el fanzine rendimos homenaje a un artista y activista que nació en el municipio de Tepeapulco; y como nadie es profeta en su propia tierra a veces resulta olvidado, con obras que abarcan más de 160 murales con acrílico, óleo y técnicas mixtas, recomendamos revisar el trabajo y compromiso político que tuvo José Hernández Delgadillo. 22 KIOSCO VOLADOR


TUS PLAYAS Gerardo Malvibroso

T EPE A PU L CO, HG O.

Y recorrí las fauces de tu playa, itinerante y fugaz, mar de tretas, mar jovial, mar de instintos, mar de eternidad. Soltando las penas en quimeras de sal, con el corazón hecho añicos, entre la tibieza tuya y un caos alunado. Si de entre tus aguas vigilo mis miedos y amores, como un navegante que va de popa a proa, voy surcando mis pasos entre granos de ti. Aun después de ayeres, de sueños con anémonas y hipocampos, soy sólo un poco de aire en el arrecifes de seres híbridos y atlánticos. Soy sólo un recuerdo entre tu oleaje y un tumulto de idilios trémulos.

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Domingo Ahora todos los días parecen ser domingo; domingo en la mañana cuando el frío cala, domingo a medio día cuando las horas pausan, domingo por la tarde cuando el viento visita las calles, domingo por la noche cuando el silencio responde al eco de la desesperación que anuncia la madrugada, que dará paso a la rutina. Eso está bien cuando es domingo, pero yo me he quedado atrapada por tanto tiempo en esta hora, tan gris, tan fría. Hoy ya no amanece y hoy y ayer y probablemente mañana y así todos los días seguirán siendo domingo…

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Barquitos de papel Aquella tarde gris de lluvia estrepitosa, salí de casa y dejé caer uno a uno los barquitos de papel en cada charco. Mientras las colosales gotas perforaban las hojas de lo que alguna vez fue un cuaderno, cada uno de tus recuerdos hacía lo mismo sobre la memoria de mi corazón. No tardaron en suspenderse las pequeñas partículas de papel sobre los charcos, a la par de las lágrimas en el frío de mis mejillas.

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De lejos A veces hay reparaciones que se hacen mejor de lejos reparaciones que se hacen sin manos, ni besos reparaciones sin cartas o versos a veces para reparar solo basta mirar‌ amar. Saber amar y mirar‌ de lejos.

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Castillo de arena Y sí, no voy a negar que intenté de mil maneras olvidar tus ojos, no voy a negarte que intenté a toda costa borrar tus besos a manos de otros labios, no voy a negar que a tu partida se apresuraron mil huracanes sobre mí, no negaré que incluso pensé en escaparme entre uno de ellos, arrojarme así, al vacío, para borrarte, no negaré que provoqué mil esplomes entre otros brazos fracasando tontamente en intentos desesperados por olvidarme de tu aroma, no voy a negarte que incluso consideré la posibilidad de fundirme con otra piel y tampoco negaré que estuve a punto de hacerlo, pero tampoco negaré que cada intento resultó menos victorioso que el anterior. Que cada intento provocaba en mí una grieta más profunda dejando al descubierto la brecha de tu ausencia, que cada fracaso significaba mirarme al espejo y extrañar la sonrisa que solo tú eras capaz de dibujar sobre mi rostro. Cada beso indiferente sólo me hacía extrañarte un poco más, cada abrazo me provocaba una rabia incontenible por no poder regresar el tiempo, cada risa, cada mirada, cada caricia y cada intento frustrado por olvidar cada uno de tus lunares solo te traían de vuelta cual marea furiosa, ahí fue cuando lo comprendí todo: Yo fui un castillo de arena y tú la gran ola. Hoy sigo existiendo pero dispersa, a pedazos, demolida…

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¿Sabes que es lo peor del insomnio? Lo peor no es dar mil vueltas intentando apagar las voces en mi cabeza ni empezar a recordar cada momento a tu lado y preguntarme ¿Por qué? Lo peor del insomnio es que ignoro su llegada, me rehúso a saludarle y finjo que no me importa su presencia, finjo no cederle tu lugar en la cama y cuando menos lo noto son sus brazos y no los tuyos mi refugio. Prendo y apago la pantalla del móvil esperando una llamada que no va a llegar. Miro el reloj como si mis pupilas tuvieran el poder de cambiar el curso de las manecillas hacia atrás. Estoy cansada pero no quiero dormir. Estoy harta de hacerlo y despertar con el vacío de haberte soñado. Mis piernas navegan por el colchón buscando tu cadera y mis brazos se aferran a la almohada deseando hacerlo así a tu espalda. La cama nunca me pareció tan grande, tan fría y la almohada que alguna vez nos pareció pequeña ahora resulta inmensa y más dura que el cemento. Estoy harta de colocarme los audífonos y notar que mis ojos se agotan pero no mis ganas de mirar los tuyos. Lo peor del insomnio no es la tortura del hubiera, lo peor de este insomnio es la agonía de no poder conjugarte en pasado. 28 KIOSCO VOLADOR


|Bitácora en la ducha| Me siento agotada... El nudo en la garganta me asfixia, mi cuerpo se guía por la inercia, el corazón evidentemente late pero ya no lo siento, el agua hirviendo enrojece mi piel y el vapor me nubla la vista. Me quedo inmóvil esperando deshacerme y escurrirme por el desagüe…

Aline Fz Pachuca, Hgo.

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A ti mi Ángel

Rouen G. (Cd. Sahagún, Hgo)

MONUMENTO A LA MADRE, COLNONIA IMSS, CD. SAHAGÚN

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Tú, que iluminas mis días, mis mañanas dulces, como algodón de azúcar con esa paz que sólo tú regalas, ¡tú que guías mis pasos! cuando no sé qué caminos de mi vida tomar... Yo a veces tan gris y apagado, ¡Tú! tan llena de paz, colores tiernos, llenos de vida eres el Sol de mi selva.

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Angelito hermoso, dichosos mis brazos que sostienen tu cuerpo. Mientras tú sostienes mi alma dibujas mi sonrisa; fortaleza, inquebrantable. ¡A ti mi Ángel! te regalo mis pensamientos ¡A ti mi Ángel! inspiración eterna ¡A ti mi Ángel! que consumes mi egoísmo ¡A ti, sólo a ti! semilla, fruto bello, amor eterno, hija mía.

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INTROSPECCIÓN

Abraham Uriel Gómez Ramírez (Cd. Sahagún, Hgo.) Sus cuencas escupieron dos canicas giratorias y al son las campanadas de un corazón taquicardio daban aviso a la tripulación, que era hora de zarpar. Entre sombras y un mar de lágrimas sale a flote un cuerpo de unos sesenta y tres kilogramos, de un metro y sesenta y siete centímetros de altura aproximadamente. De tez apiñonada, labios prominentes, una nariz pequeñita, una cara salpicada en efélides y un cuadro ansioso depresivo, con dulcísimos episodios psicóticos. Jeremías, como cada día, despertaba angustiado, con el corazón a mil por hora y el cuerpo entumido. Después de innumerables pastillas entraba en una ataraxia profunda. Con delicadeza se movía por una habitación de cuatro metros de largo por cinco metros de ancho, parecía disfrutar de tan pequeño espacio. Al ritmo de jazz, Jeremías movía tan bruscamente las rodillas que, parecía un sábado de fútbol en casa del abuelo, ese peculiar ruido que salía del roce de dos maderas ahora venía de la parte media de sus piernas. Sofocado, toma un momento para respirar…uno largo. Treinta y cinco minutos con exactitud. Paralizado, inerte; sin parpadear, como muerto. Era un vacío aterrador en la habitación, una competencia sonora entre el minutero de su reloj de mano y su respirar tan quebrado. En las afueras se pensaba lo peor, una anciana de al menos setenta años tocaba con vehemencia el timbre de la casa de Jeremías, era su vecina Enriqueta, la cual después de casi quince minutos sin recibir respuesta comenzó a sudar frío, por su cuerpo corrían gotas de desesperanza. Y con el mayor de los esfuerzos hizo por gritar a Jeremías. 33 KIOSCO VOLADOR


-¡Jeremías, Jeremías! ¡Háblame! – Gritó. Éste, después de poco más de treinta y cinco minutos inmóvil. Asomó la cabeza por la ventana al escuchar aquellos gritos y al ver quién era, su corazón se quebró, con delicadeza agachó la mirada, su cuerpo adoptó una posición extraña y se echó a llorar. -Padre nuestro que estás en el cielo. Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre- Jeremías intentó rezar en diferentes ocasiones y en todas falló. Durante más de una hora su cuerpo fue un manojo de miedo y su estómago, el epicentro de todo este caos. Causando un tumulto, agitación y un episodio de ansiedad severa. Jeremías se armó de valor y con una mano estrujando un rosario y con la otra aplicando la suficiente fuerza para que su corazón no saliera expulsado de su lugar, asomó por la ventana, ni cinco segundos tardó. Al regresar la cabeza ese color piñón que lo caracteriza volvió a él. Enriqueta no estaba más, como por arte de magia desapareció, ¿A dónde? A cualquier lugar de su cabeza, ese era su hogar, de él comía y bebía a diario. Jeremías era el arrendatario de una casa de la cual nunca recibió regalías. Esta vez se proclamó ganador, se sentía orgulloso de sí mismo. A pesar del sollozo y el coqueteo de los ansiolíticos, Jeremías soportó llevar a Enriqueta incrustada en lo más recóndito de la sien. Un pequeño destello de felicidad entre horas de desdicha. Cuando menos se dio cuenta, aún seguía con la ropa de descanso. Si es que a una playera desgarrada por el mal dormir y un pantalón entre cortado se le puede llamar así.

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Jeremías preparó su mejor ropa y enseguida procedió a bañarse. En el acto, un episodio de tristeza lo invadió, sus lágrimas se confundían con el agua que de la regadera caía, gota tras gota se hundía. Se hundió. Tras algunos minutos u horas en agonía, y es que, cuando se está triste el tiempo y la percepción de la vida en sí se tornan oscuros. Jeremías con los brazos caídos y el cuerpo mojado y roto, salió, aún vivo. Corriendo, exaltado. Como si alguien le hubiera inyectado adrenalina tomó la ropa, comenzó a vestirse y con una sonrisa de miedo gritó: -¡Es hora de comerme el mundo! -O que él me coma- Susurró De su escritorio tomó una lista, un cronograma. Con actividades a realizar, horas exactas y lugares también. 2:00 pm: Fue a la cocina, sacó el libro de recetas de su madre y con alegría, al ritmo de flamenco tomó la fruta, un jugoso y grande coco. Como si fuese su pareja de baile agarró el coco con firmeza. Lo acarició suavemente y se dejó llevar por el llanto de la guitarra. 3:12 pm: Justo a la hora prevista, Jeremías debía salir de compras en busca de camarones para cocinar. Camarones al coco, esa sería su cena. Se abrigó y a pesar de que el día no pintaba para llover se llevó un paraguas. -Por si las moscas- Murmuró. Cerró la puerta con ochocientos candados y a pesar de eso no fue suficiente para impedir que revisará en repetidas ocasiones si su patrimonio estaba a salvo. La misma rutina realizó, pero ahora con el zaguán. Exactamente a las tres con treinta y dos minutos, terminó la hazaña. Veinte minutos para poner dos candados, un tiempo record. 35 KIOSCO VOLADOR


3:32 pm: Jeremías salió a paso veloz, un guepardo envidiaría la habilidad con la que este hombre camina, durante el transcurso de su caminar las miradas de la multitud penetraban hasta prender en llamas su cuerpo, sintió como sus cejas se calcinaban y de repente, se quedó sin ellas. Provocando que las miradas aumentaran, eran como disparos a quemarropa y no, no llevaba chaleco antibalas. 4:05 pm: Parecía estar en arenas movedizas pues mientras más rápido caminaba, se hundía en dolor y llanto. La ansiedad lo devoraba y estaba a punto de abortar la misión. Un mendigo se acercó a Jeremías y con una alegría que a distancia emanaba dijo: -Hola, soy TomásSe encendió la alerta roja y Jeremías enloqueció, gritó silenciosamente y comenzó a temblar sin un motivo aparente. -Hola, hola- Dijo tartamudeando. -Soy Jeremías- Dijo mientras suspiraba profundamente. El mendigo le preguntó si se encontraba bien pues a distancia se veía como el cuerpo le temblaba y caminaba empapado en sudor. -Estoy bien, un poco atormentado, pero bien- Respondió Jeremías con una tranquilidad desconocida. - ¿Necesitas ayuda? - Le dijo el mendigo con una sonrisa escandalosa. Jeremías dudoso de aceptar la ayuda que el mendigo le ofrecía reflexionó lo ocurrido y estaba consciente de que en verdad la necesitaba.

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-Sí, necesito comprar un cuarto de camarón fresco, la tienda está a unos metros, ¿Podrías comprarlo tú, Tomás? - Replicó Jeremías. -Claro, no es problema para mí, sólo necesito el dinero. Dijo Tomás. Jeremías sacó dinero de su bolso y le dijo que podía quedarse con el cambio, este asintió con una sonrisa sutil y se marchó con dirección a la pescadería. Mientras Tomás caminaba, Jeremías se quedó inmóvil, pensando a la orilla de la nada, en el acto tan amable que Tomás se había ofrecido a hacer. Jeremías sonrío y creyó por un momento que la humanidad no era mala. Un destello de felicidad entre horas de desdicha. Pasados cuarenta y cinco minutos con veintiocho segundos el mendigo jamás llegó. Jeremías miró su reloj, mientras se preguntaba por qué había pasado todo ese tiempo ahí, estaba claro que en los planes de aquel mendigo no estaba regresar. Lleno de rabia se dirigió a la pescadería, metros antes de llegar, sacó dinero y una nota, la entregó a la persona que atiende e hizo lo que para él, era un intento de sonrisa. -Así que quieres un cuarto de camarón, eh- Dijo el pescadero A lo que Jeremías movió la cabeza dando a entender que sí. -Está bien, en un momento saleEl camarón fue puesto sobre las manos de Jeremías y sin dudarlo salió de la tienda. -Pero, ¡Oye, tu cambio! - Gritó el pescadero Sin recibir respuesta, Jeremías ya había caminado lo suficiente. Estaba lejos.

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7:00 pm: Jeremías llegó a su casa presuroso abriendo los ochocientos candados que él mismo había puesto. Dejó el paraguas, aventó su chaqueta y se puso manos a la obra. 8:00 pm: La cena quedó concluida y Jeremías procedió a preparar las cosas. Llegó la hora de la comer. Antes, este mismo angustiado puso aquellos ochocientos candados que los resguardaban. -Por si las moscas- Dijo. Corrió presuroso y al ritmo de un buen rock Jeremías estaba listo para cenar, él sabía que tenía que disfrutar su cena como si fuera la última. Al final del día la pesadumbre y la desdicha no cabía más en sus hombros de gigante, así que, con alegría y entre lágrimas se puso su mejor traje, se peinó para la muerte, era su mejor cita en años. Preparó la mesa pues, tendría visitas, sirvió la comida y con delicadeza se sentó a comer, bocado tras bocado el final se acercaba. Una vez terminó la cena. Se levantó, dejó la servilleta sobre la silla y con una destreza inimaginable, de artista, se metió a la nevera, misma que había vaciado la madrugada anterior. Un clima frío, una muerte silenciosa, como le gustaba ser. Algunos grados bajo cero después, su madre visitó la casa de Jeremías, pues, llevaba tiempo hablado y nadie contestaba, era claro los teléfonos se quedaron fríos. Junto con tres policías su madre rompió los ochocientos candados y lo primero que encontró fue una carta hecha por Jeremías, la cual decía: “Me voy, gracias por la vida que me obsequiaste, pero no era para mí, me quedó grande. Olvidaste mi talla. Perdón, esa es la palabra que tanto tiempo busqué y nunca logré hallar. Me voy, comienzo un viaje sin destino, por primera vez iré donde el viento lo decida. Te amo, jamás me olvides. Siempre hay un momento de felicidad entre horas de desdicha.”

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HELENA BADILLO GONZALEZ

CD. SAHAGÚN, HGO.

@cesiumcolumn

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SOLSTICIO DE VERANO Jeanette Chávez

-IVuelven tus besos. Tus caricias azoran mis sentidos.

Pachuca, Hgo. (De su poemario Recuerdos de un amor de verano)

Como la lluvia que implora apaciguar la sequía, sin pronunciar palabras, puedo advertir lo que muchas veces callas; el silencio el mejor maestro. - II ¡Bésame, amor mío! Permite que tus labios calmen mi sed con el fervor incendiario de tu abrazo, y deja tu cuerpo junto al mío para siempre jamás.

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- III Quiero bañarte esta noche tibia con fulgores de la pasión que me habita; colmarte con suaves melodías como la antífona amorosa de una golondrina que anuncia el verano. - IV Cuando tus ojos exploran mi cuerpo, me sonrojo mientras enciendes la hoguera; irrumpe entonces en mi pecho la luz brillante de las lunas de agosto. De pronto, la estación nos concede una noche larga, eterna, en donde los dos somos efigies ardiendo bajo los signos del solsticio.

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S TAR MA N Jacke Pank (Sahagún City, Hgo.)

Hoy las estrellas se ven diferentes forman un rayo descendiendo, la tristeza nos ahogó por un milenio desde tu partida. Ya no es lo mismo desde que te fuiste el imperio ganó y se apodero de las fronteras. Te fuiste del planeta azul para volver a casa pero sé que llegaras en los años dorados. Mando plegarias para que regreses pronto.

Música a torre de control terrestre. Por lo mientras bailemos Blues. 45 KIOSCO VOLADOR


Extractos sobre R. F. Magón Lo que ves es cierto. Yo hábito esta zahurda. Devoro cada día mientras el horizonte sacude su pereza y brilla. Me trago la noche de tinta. Ahora que estoy roto, cansado por crudelísima hipertensión, ya no tengo hambre, pues hace tiempo he comido mis sueños. El amarillo paredón de la cárcel domina. La paciente muerte acecha en las piedras... incluso en el espejo espectral de la memoria. El futuro ya viene ¿No oyes sus pasos más cerca cada vez? Yo los oigo. Yo que vivo la macilenta otoñación de mi existencia, gasto mi soledad acariciando las páginas y el prefacio de tantos manifiestos. Las palabras llegan como un martillo sobre vidrio: retumban en el desierto de sal, se agotan burlonas en los oídos de los opulentos gobernantes y vislumbran un instante de alegría a los hombres de los más agrios sudores.

Gilberto Valdez V. (Sinaloa)

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Ciudad Sahagún,47Hidalgo, México. KIOSCO VOLADOR


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