HALL LA VENTANA
LO QUE NUNCA CAMBIA
Ilustración: Mary Dhianna/Freepik.
Todo se transforma a velocidad de vértigo. La salud, los nuevos protocolos, las medidas de seguridad, el teletrabajo, la forma de relacionarnos con los demás, los encuentros familiares... Los cambios sociales y económicos, que antes se estiraban perezosamente durante generaciones, ahora se están produciendo en cuestión de meses. La sensación de transformación que en el ciclo de vida se incorpora al devenir con naturalidad, se ha convertido en un proceso a patadas, a ritmo de crisis, de modo que somos muy conscientes de que nada será igual que antes pero no sabemos muy bien qué hacer al respecto. “Hay que transformarlo todo para que nadie cambie” decía el visionario Príncipe Salina en El Gatopardo, consciente de que había llegado la hora final de la trasnochada aristocracia. Tal vez hay que transformar todo lo que nos rodea y nosotros con ello, para que podamos sobrevivir en un mundo nuevo del que tenemos pocas pistas y algunas de ellas con mala pinta.
8 casa viva
Ante la lucidez que nos provoca un proceso de cambio en el que no podemos ni reducir de marcha para tomar las curvas, nos encontramos un poco desorientados y no nos queda más remedio que refugiarnos en los valores seguros mientras ruge el huracán. Los valores humanos que nos reafirman como personas -amor, familia, amistad- y los culturales que nos afianzan en todo lo conseguido. En este paquete está el civismo, el ocio constructivo, el arte y el conocimiento, pero también el cuidado de nuestro entorno y del planeta que nos ha tocado vivir. A gran escala, hay que pensar en términos de sostenibilidad. Pero también hay que bajar al detalle para aprender a cuidar el entorno más cercano. Nuestro hogar. La casa como refugio es un espacio que nos obliga a ser proactivos para defender su autonomía, su uso como ámbito de desarrollo y personal y crecimiento, su carácter unido a nosotros, sus cualidades terapéuticas, su enorme potencial en momentos en que el futuro se tiñe de incertidumbre. No cabe duda de que la casa vive una época de florecimiento precisamente por lo difícil que se ha puesto todo en cuanto nos alejamos un poco de ella. Aunque el espacio doméstico soporta el envejecimiento con nobleza, ahora es el mejor momento para ponerlo al día con leves transformaciones, muebles nuevos, una mano de pintura, dos lámparas y cuatro detalles. La realidad es que deseamos llegar a casa cada noche y ese aprecio inesperado por el hogar solo puede conducir a una incorporación de la decoración a los valores seguros. Por el camino estamos aprendiendo lo importante que es el respeto al medio ambiente, la necesidad de ahorrar energía para gestionar la vivienda, lo fácil que es operar un transformación estratégica en su seno con pocos medios, lo mucho que la casa tiene que decir respecto a nuestra salud, lo relativo que es el lujo y lo esencial que son el espacio y las vistas. Y de paso, que todo es extremada y asombrosamente relativo. Vivimos un auge exponencial del hogar y sus elementos como pocas veces hemos conocido. Para cuando pasen las malas noticias y se haya completado esa transformación de la que nos falta perspectiva, todo será distinto a nuestro alrededor. Tal vez no sea mejor ni peor, sólo diferente. Pero en ese momento miraremos nuestra casa y llegaremos a la conclusión de que es la única que no ha cambiado en absoluto.