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Cosquín Rock 2023: un carnaval de música en las sierras

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En su edición 22, el masivo festival de Punilla atrajo a casi 200 mil personas con una grilla que fue desde Tiësto, el DJ neerlandés, hasta Skay Beilinson, guitarrista de Los Redondos. Una vez más, el festival demostró que sigue siendo una cita indiscutible que cruza las fronteras de la provincia y el país, con artistas clásicos y nuevos que hicieron historia sobre cada escenario.

Vela Puerca.

su artista favorito.

El 18 y 19 de febrero, en medio de los carnavales, el aeródromo de Santa María de Punilla volvió a ser el punto de encuentro para las y los amantes de este festival, un clásico que sigue convocando a un público fiel desde el comienzo, a la vez que atrae a las nuevas generaciones.

Igual de clásico es el cuestionamiento que se ha instalado en los últimos años con respecto a la grilla de artistas que lleva José Palazzo. Los puristas siguen repitiendo que “esto no es rock” y si nos remitimos a los hechos, definitivamente, no es el mismo Cosquín Rock que empezó en la plaza Próspero Molina en 2001.

Ahora es un festival que en su edición número 22 agotó entradas y contó con la presencia de 200 mil personas y un repertorio de artistas, nacionales e internacionales, hecho a la medida y diversidad de ese público.

Para fortuna de muchos seguidores, que vivieron más de un Cosquín bajo la lluvia, este año el clima acompañó las dos jornadas con un sol brillante, aunque cuando caía la noche no había abrigo que protegiera del frío de las sierras: sólo restaba meterse al calor de la gente y el pogo.

Enfrentados en extremos opuestos del predio, los escenarios Norte y Sur nucleaban a las principales figuras de la grilla, siendo el primero la sede de los “rockeros históricos”, como Divididos, Skay Beilinson, Las Pastillas del Abuelo, Ciro y los Persas, Las Pelotas y La

Dentro de los cuatro escenarios restantes, destacó el Paraguay, del boliche homónimo ubicado en pleno Güemes. Allí, la banda cordobesa Rayos Láser fue de las primeras en abrir la escena y cuando se escucharon los acordes de “Ya me hiciste mal”, una de las canciones más populares del grupo, el público empezó a cantar y a irradiar la energía del festival.

En el medio del predio, el escenario Montaña recibió el atardecer del sábado al ritmo de La Delio Valdez, con toda la formación de una orquesta tradicional de cumbia, una fiesta inigualable y una puesta en escena llena de energía, enmarcada por un cielo naranja digno de subirse a historias.

Mientras tanto, los uruguayos del grupo No Te Va a Gustar llenaron el predio del sector norte de fanáticas y fanáticos y todo era una masa de personas cantando e intentando llegar adelante del escenario. Los del fondo no se quedaban atrás: con más espacio y libertad, la gente saltaba acompañando cada movimiento del corazón con el cuerpo.

El rock atravesando todos los géneros

En el centro del predio, entre las colas eternas para comprar bebidas y comida, se cruzaban los caminos del diverso público. Algunas personas caminaban apuradas de un escenario a otro, esas eran las que querían clonarse y estar en más de un lugar a la vez para no perderse nada. Otros en cambio, descansaban sin apuro sobre el pasto, mientras esperaban a

Con todo, se dibujaba una variopinta escena: grupos de amigos que corrían extasiados ante la experiencia de semejante festival, familias equipadas con cochecito y mochilas

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junto a los más peques, parejas que posaban con sus outfits combinados y algunos personajes solitarios que caminaban sin rumbo aparente.

Eran cerca de las 22:30 cuando Divididos encendió, una vez más, la primera noche del Cosquín Rock, en un show épico que terminó con una sandía arriba del escenario. ¿La estrella? El baterista, Catriel Ciavarella, que demostró por qué el festival sigue llamándose Cosquín Rock.

Mientras tanto, cerrando el escenario Sur, el cordobés Juan Ingaramo encendió al público con el ritmo de su cuarteto pop. En el medio de su presentación, el cantante recordó cuando de pequeño lo llevaban a las primeras ediciones del festival en la Plaza Próspero Molina y agradeció por lo afortunado que se sentía de estar allí.

Quizás sean otros géneros los que suenan en el aeródromo de Santa María de Punilla, pero el rock argentino sigue siendo la matriz de la que hoy se alimentan los nuevos artistas que se suben al escenario del Cosquín.

Nuevos artistas, nuevas generaciones

En el día dos, el pogo de Las Pastillas del Abuelo hizo temblar el aeródromo. Un rato más tarde, las mismas banderas ondeaban entre la multitud que se apretujaba para escuchar a Dillom, uno de los artistas urbanos de la nueva era que más creció en el último año. Este quizás es el más claro ejemplo de que el Cosquín Rock no solo diversifica su escena con nuevos artistas: su público rockero también lo hace.

Hacia el final de su última noche, el festival cerraba el escenario Montaña con Tiësto, quizás el DJ más conocido a nivel mundial, y en el medio del frío y el cansancio, una fiesta electrónica estallaba bajo la luna inmensa. Las luces llegaban a lo lejos y daban a la noche la sensación de convertirse en una gran fiesta al aire libre, ¿o acaso no siempre fue esa la propuesta?

Mientras tanto, en el escenario Paraguay, Sierras Chicas decía presente con Miss Nina, una artista oriunda de Saldán que hacía perrear a sus seguidores hasta al suelo con canciones como “Sicaria”, un reg-

Historias de rock y amor en las sierras

Más allá de cada artista que año tras año se vuelve un infaltable de la grilla y de aquellos que pisan por primera vez los escenarios del Cosquín Rock, el festival no sería nada sin las personas que lo siguen eligiendo, que no sólo hacen historia cada verano, sino que hacen del festival, el punto de encuentro para sus historias.

Aneley y Paula, dos santafesinas, son amigas que después de muchos años volvieron a encontrarse en el Cosquín Rock 2022. Este año volvieron al festival, no solo para disfrutar de sus artistas preferidos, sino también para celebrar su primer año como novias. Es que, para ellas, su historia empezó ahí, mientras recorrían los escenarios y volvían a verse y (re)conocerse después de tanto tiempo.

Esa es la magia del Cosquín, de los abrazos emocionados con un desconocido que canta al lado tuyo ese tema que te mata, de las risas y las juntadas espontáneas que se arman por doquier, y de las historias de amor que nacen entre pogos.

El festival movilizó alrededor de 9000 millones de pesos, seis veces más que los 1500 millones de la edición pasada.

gaetón que ha sonado en más de una fiesta.

Parte de la propuesta es la invitación a cruzar los límites de lo conocido y dejarse sorprender por ese artista del que no se conocía tanto y que después empezará a sonar en el celular y probablemente se sumará al cronograma personal del próximo año.

El Cosquín Rock ya no volverá a ser el mismo de antes y eso no es una mala noticia.

Quizás es tiempo de aceptar las nuevas formas de vivenciar la música y las nuevas generaciones que se acercan al clásico rock y mientras tanto, también, acercarse a los nuevos artistas, que la música está hecha para eso: para ser escuchada y compartida.

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