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AMOR ETERNO JUAN MARTÍNEZ REYES

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IÑAKI FERRERAS

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El silencio se desgajaba con la voz del cura, un anciano de ojos vivarachos, quien leía un pasaje bíblico: Jesús comenzó a viajar a diversos lugares con sus discípulos, haciendo milagros. Al ver el ataúd, la viuda, recordando lo ocurrido, se echó a llorar. El hombre de mar había llegado de un largo viaje. Cuando estuvo en casa, sus hijos lo recibieron con un abrazo y una sonrisa. Ella lo miró como increpando su tardanza. Sospechaba algo. Comenzaba a creer en los comentarios de sus vecinas. La duda de su fidelidad la llenaba de celos y de rabia el corazón. Volviste, pensé que te habías olvidado de nosotros se limitó a decirle, sin apartar la mirada de su esposo. Se había jodido el motor en alta mar, por eso tardé dijo él.

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Comprendo replicó la mujer, dudando de su palabra. Ya viste los recibos, debemos desde hace meses. Además, ha venido un tal Díaz diciendo que le debes dinero.

Tranquila, mujer, pagaré las deudas de los recibos respondió él. Al flaco Díaz, lo veré más tarde para arreglar las cuentas. Dame algo de comer. Tengo mucha hambre.

Comió con gusto. Al fin podía saborear algo diferente y delicioso después de tanto tiempo de comer tallarines con atún en altamar. Minutos después, inexplicablemente comenzó a ver todo borroso, y luego se desvaneció. Cuando su mujer lo vio inmóvil en la silla, se echó a llorar desconsoladamente. Sus pequeños también rompieron en llanto cuando se enteraron del fatal suceso. Horas después llegaban los de la funeraria. Estos hicieron el acta de defunción y lo amortajaron. Lo velaron esa noche. Los vecinos desconcertados por la muerte inesperada de Jeremías, acudían a dar el pésame a la viuda quien estaba devastada.

Ella seguiá allí, viendo el féretro. ¿Qué será de mí y de mis hijos? ¿Cómo haré para pagar las deudas que aún tenemos? ¡Ay, diosito, apiádate de mí y de estas

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criaturas! ¡Dame fuerzas para superar esta desgracia y darles de comer a mis pequeños! El sacerdote leía sosegadamente un capítulo de la Biblia, y afirmaba: Entonces, Jesús se acercó a la tumba y, exclamó: ¡Lázaro, levántate y

anda!

En ese instante, como si hubiera escuchado desde la ultratumba, el occiso abrió la tapa del ataúd y se levantó. La gente se quedó petrificada de miedo por unos segundos. Algunos reaccionaron de su letargo y salieron corriendo despavoridos del templo. Otros se persignaban y rezaban. Pero la mayoría se quedó inmóvil, sin mover ni un párpado, con los ojos bien abiertos, sin atinar a decir o hacer algo. El cura se desmayó, cuando vio al hombre caminando. Estás vivo musitó la esposa, antes de desplomarse como una pared de

adobe.

Cuando recobró el conocimiento, vio a su esposo a su lado. Ella lo miró asustada como si estuviera viendo a un fantasma.

Estoy vivo, no te asustes mujer le dijo él sonriente.

¡Qué bueno! respondió. Pensé que te había matado con las pócimas para el amor eterno que me dio el brujo. No iba a poder vivir tranquila con ese cargo de conciencia.

JUAN MARTÍNEZ REYES Perú

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