Facetas 09 de diciembre de 2014

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En la historia

El vaquero tolimense (I)

Alfredo Camacho García


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DOMINGO 7 DE DICIEMBRE DE 2014 - IBAGUÉ

FACETAS

La Marca de la Ausencia, tiempo y violencia JULIO CÉSAR RODRÍGUEZ BUSTOS

En cuanto se trata de afrontar la literatura desde la crítica, desconocida para muchos, despreciada por otro tanto, siempre nos ha cautivado la relación entre creación y tradición. Cuando nos enfrentamos ante una nueva lectura nos es inevitable no atar ciertos cabos, aparentemente imperceptibles, entre un pasado del cual somos herederos y un presente que heredaremos. Todo escritor que se precie de serlo no puede evadir el análisis de la crítica; muy por el contrario, espera que la crí-

tica cumpla el papel para la cual ha sido destinada. La labor del crítico se asemeja en este sentido al análisis de un médico forense; la diferencia tal vez estribe en que el forense se enfrenta ante materia mortis y en descomposición continúa, mientras que el crítico con esencias vivas que si bien están en proceso de descomposición también de composición y, por ende, se prolongan mucho más allá del tiempo normal y caduco que nos toca en suerte vivir, gracias justamente al papel que juega la crítica dentro del universo literario.

II. LA VIOLENCIA

Ha caído en nuestras manos la obra La Marca de la Ausencia del escritor Jairo Restrepo Galeano (Caza de Libros, 2014), y siendo fieles a ese destino que se teje sin nuestro permiso y a costa de nuestros propios huesos y desvelos, nos parece oportuno compartir con ustedes este breve acercamiento crítico a dos temas (el tiempo y la violencia) dentro de una obra literaria donde la tradición y la creación se hermanan creando un bello y complejo tejido artístico. *Bogotá I. EL TIEMPO Uno de los grandes protagonistas de la obra de Restrepo Galeano es el tiempo; siempre lo ha sido. El rompimiento lineal del espacio temporal es uno de los principales baluartes de su obra. Heredero de la gran novela del siglo XX junto con un Joyce, Proust y Kafka, Restrepo Galeano nos instala dentro del flujo mental de la narración o, mejor aún, de la creación: el protagonista de nuestra historia es un escritor, pero no un escritor “cachorro” tal cual como acontece en las novelas de formación de Proust, Joyce o Dylan Thomas, sino un personaje que se sabe escritor, y que comprende que sólo por medio del cedazo de la creación literaria puede lograr entender y dar cuenta de su vida y de la de sus semejantes. La obra de Restrepo Galeano es escritura viva en creación constante. Sabe con Pirandello que todos somos personajes en busca de un autor, y que como escritor estamos dentro de un laberinto de vicisitudes de las cuales intentar escapar es un absurdo, y más absurdo aún, vivir y no tratar al menos de develar el misterio que encierra nuestra existencia. “Un nudo deriva en línea sinuosa hacia otro nudo. He aquí un nudo más para entrabar acontecimientos mientras otro nudo aparece en el horizonte”, piensa el autor al inicio de su medi-

tada obra. Sí, meditación. La obra de Restrepo Galeano no está circunscrita exclusivamente al plano de la narración; no se trata de contar “bien” una historia. La vida como la escritura misma, vale la pena vivirla, pero no puede ser una vida, una escritura sin sentido. La vida tiene un sentido y es obligación develarlo. Para lograr este fin, el autor recurre a una constante reflexión sobre nuestra existencia y su aparente gratuidad. Y es en este marco reflexivo donde el tiempo cobra gran importancia. En La Marca de la Ausencia, el tiempo no viene de un pasado remoto que se conduce hacia un futuro donde el presente se desvanece irremediablemente. El tiempo es a veces detenido, otras retenido; unas veces es tiempo recobrado, otras veces tiempo profético. Es una materia maleable que avanza, retrocede y gira insospechadamente. Más que ante un flujo lineal, nos encontramos ante una forma espiral, en la cual cada uno de los nudos que somos los hombres (nudos marineros), nos acercamos o alejamos según nuestra propia órbita espacial. Con este girar insospechado, el escritor (Jerónimo - Seudónimo) teje la vida memorable de personajes como Lascarro y Antonio, Anastasia y Adriana, espejos o, mejor aún, reflejos espaciotemporales que se yuxtapo-

nen y contraponen. Son como esas vidas paralelas de las cuales nos hablara Plutarco, y que dan sentido a sus existencias justamente a través del reflejo entre los unos y los otros. Para nuestro escritor no tiene sentido la existencia presente de Adriana, si no es a través del matiz pasado de Anastasia, y sólo el pasado vivido entre esta y el escritor, llega a cobrar vida con el presente de Adriana. Pareciera que estuviésemos predestinados a ser más que una sola persona: en algún otro lugar del tiempo está ese doble, ese otro yo que da sentido a nuestra existencia, y sin el cual no somos más que fragmento, espejo roto o tiempo resquebrajado. Este plano de espejos espaciotemporales entre el ayer y el hoy, entre el hoy y el incierto mañana, entre el mañana y el ayer, y entre el sueño y la vigilia, es abordado de una manera ciertamente magistral por el autor, a través de una serie de relatos breves que hacen de La Marca de la Ausencia una novela emparentada con la gran tradición del Siglo de Oro, en especial con el Guzmán de Alfarache y el Quijote. No nos encontramos por supuesto ante una novela de formato monumental tal cual como éstas, sus predecesoras, pero sí es importante destacar cómo La Marca adopta esta forma creativa, el poliedro, que proporciona a la novela

un cariz inquietante y, por qué no, conmovedor. Estos relatos no están allí como pretextos: hacen parte nuevamente de este efecto reflejo tan importante en la obra de Restrepo Galeano. Por medio de estas historias, a la vez que respira la historia central, se produce un efecto de claridad, de comprensión y, por supuesto, de catarsis. El escritor es a la vez autor y protagonista, por eso piensa, recuerda, sueña y crea a la par que vive el entramado de esa historia que lo une, por nudos casi imperceptibles, a los demás personajes. Somos marca de otros, como otros son marca nuestra. Estos efectos los sufre la escritura misma. La Marca de la Ausencia es a la vez palimpsesto de otra obra. Como escritor, Restrepo Galeano está en lo mejor de su creación. Ha comprendido que ese viaje creativo que iniciara en la década de los ochenta, está unido igualmente con el presente de la escritura. Personajes que antaño protagonizaran sus anteriores obras, Cada Día Después de la Noche y Señales Atendidas, regresan al instante de la creación para continuar aportando sus vidas al servicio de la escritura. El autor reconoce que los personajes no aparecen de la nada y se desvanecen en la nada. Retornan como los sueños para recordarnos sus existencias.

Para finalizar esta intervención, y no abusar del tiempo de los lectores, quisiera detenerme brevemente en otro aspecto tradicional dentro de la obra La Marca de la Ausencia de Jairo Restrepo Galeano: La literatura de violencia. Para nadie es ajeno el círculo de violencia que ha vivido Colombia durante centurias, y no es poca la escritura testimonial que se ha publicado en su breve historia, aunque su calidad literaria sea mínima. La “literatura” de estas características no ha pasado de ser un boom editorial, escrita en talleres de corrección y con una mínima creatividad y menos aún valor artístico. Los usurpadores de la literatura siempre han existido y existen, de pronto hoy más que nunca. Decía Álvaro Mutis que la gran novela de violencia estaba por escribirse en Colombia, y puede ser verdad, pero aun así no se puede desconocer esa gran tradición de la literatura colombiana, en la cual el territorio de la violencia ha sido, es y seguirá siendo materia de creación y de reflexión. Recuerdo en estos momentos, El Alférez Real, La Vorágine, La Hojarasca, Un Bel Morir y, por supuesto, La Marca de la Ausencia. Enmarcadas sus vidas dentro de la violencia de la naturaleza: la erupción del volcán Nevado del Ruiz y la consecuente desaparición de Armero, y la violencia humana: los agentes armados, militares, paramilitares y guerrilleros, así como la violencia estatal aportada por una corrupción e ineptitud imperante, los personajes de La Marca de la Ausencia se debaten entre la pasión por la vida y los sinsabores de la existencia: saberse bajo el arbitrio de una violencia humana que cobra vidas, muchas más que las que cobra la furia ciega de la naturaleza. Jairo Restrepo Galeano nos enfrenta a una realidad en la cual, y pese a lo cruel de la misma, se puede mantener la dignidad. Ésta su gran enseñanza. En este sentido, Jesús Lascarro (rescatado del barro) se convierte en el personaje principal y memorable de esta historia. Golpeado por la brutalidad de la naturaleza, por la estulticia gubernamental y por la brutalidad humana, este personaje que entra con merecidos honores a ser parte de la iconografía de la literatura, vive la desgracia de perder a sus seres amados cíclicamente: unas veces desterrado por la naturaleza, otras veces por los bandidos, Lascarro cuestiona con su vida y sus actos

ciertamente estoicos, la frecuente toma de partido (posición que llaman los sociólogos) que hace de la nación colombiana un foco de guerras, vendettas y asesinatos sistemáticos. Lascarro no quiere ni le interesa tomar partido. Todas estas “posiciones” no son más que agentes de violencia y, por ende, de muerte. Quisiera entregarse a una vida donde se pueda degustar los placeres y los días, de un modo austero y sosegado, y en compañía de los seres queridos que la violencia le arrebató. No obstante, y pese a que el destino pareciera ensañarse con él, no pierde la esperanza y la dignidad. ¿Se puede vivir dignamente estando rodeados por malandros? Sí, esa es la respuesta que el escritor Jairo Restrepo Galeano encuentra y nos comparte: la amistad, la fraternidad, la caridad y el amor son posible vivirlos y de hecho se viven, sólo que no los vemos por estar invadidos por la hojarasca de la violencia, del interés económico y político que ésta representa, y por la estulticia de las ideologías y fanatismos que indigestan nuestra existencia. “Héroes”, dice el autor. La mitificación de asesinos que no vale la pena renombrar, pero que se transforman en héroes de museo, de partido o de militancia, es el testimonio más revelador de esta novela que nos invita, como el verdadero arte, a reconocernos y reconocer al otro. Sabemos que hay una fuerza bruta y ciega que manipula nuestra existencia, pero también sabemos que el Hombre es un ser digno de respeto. La libertad, la verdadera libertad no se pierde a manos de agentes ajenos a nosotros mismos, sino a manos de nosotros mismos. Unos, como Lascarro, aceptan ese destino que les ha tocado malvivir; saben que al final del túnel existe una luz, esa marca de la ausencia que en el futuro es presencia. Otros, como Antonio, se entregan en cuerpo y alma a la violencia; ese retozo cainita que se renueva, irremediablemente y sin límites, en Colombia. Lascarro y Antonio son las dos caras de una misma existencia sin las cuales pareciera que no se puede vivir. Se complementan, y dan forma a esta espiral de vida y muerte que es el camino de una criatura que ha hecho correr sangre y tinta como nunca otra lo hará: el Hombre, ese navío que con el bauprés señala la esperanza, mientras que con la popa traza su estela de nostalgia.


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FACETAS Primera de las tres partes de un texto anecdótico que nos ha entregado el escritor Alfredo Camacho García. Las próximas entregas serán publicadas en esta misma separata el 14 y el 21 de diciembre. Irremediablemente el surgimiento del legendario vaquero colombiano está íntimamente marcada por el desembarco en el Continente Americano de los primeros 20 caballos que el genovés don Cristóbal Colon y el Capitán castellano Alonso de Ojeda embarcaron en carabelas hacia el nuevo mundo en el segundo viaje a finales del mes de septiembre del año 1493. Pasarían algunos años, tal vez en la última semana del mes de agosto del año 1499 el marinero Alonso de Ojeda y el florentino Américo Vespucio, llegarían al Cabo de la Vela en la península de la Guajira. Quizás debido a este acontecimiento al que no se le dio el valor real histórico que ameritaba la visita, el reconocimiento como descubridor de la República de Colombia, aparece en cabeza de Alonso de Ojeda, porque era la persona que dirigía la flota de carabelas y los pasajeros navegantes que conformaban su expedición o porque seguramente traía consigo la orden de exploración en tierra otorgada por el obispo Juan Rodríguez de Fonseca en representación de los Reyes Católicos de España. En medio de las expediciones mayores y de los viajes menores, se fueron introduciendo las tradiciones vaqueras y ganaderas emergentes del antiguo sistema de haciendas medievales de España y dispersadas luego por el Continente Americano. Esa ambiciosa aspiración colonizadora de las Españas la continuaron Diego Velásquez en 1511 llevando caballos a la isla de Cuba que pasaron luego a México y California y don Gonzalo de Ocampo a Venezuela en 1520 cuando buscaba ansiosamente el descubrimiento del imperio dorado. Dígase entonces que el caballo traído a la América fue inicialmente valorado como mortífero instrumento de guerra, sin utilidad rentable en el campo o en la ganadería porque estas actividades tuvieron que esperar muchos años para comenzar tímidamente a evolucionar como fuentes dinámicas de progreso y trabajo. En efecto, nada podía ser más valioso para los conquistadores que poder contar dentro del territorio visitado con un brioso ejemplar de cuatro poderosas patas. Baste imaginar la disiente ventaja militar que ostentaba un colonizador armado sobre un corcel, frente a la menguada posibilidad de batalla que podría ofrecer un indefenso indígena a pie con precaria defensa y atemorizado por el solo acontecimiento de notar la imponente y mitológica figura del caballo llevando sobre sus lomos un acorazado e invencible jinete. Debió ser terrible y frustrante para el oponente criollo.

El vaquero americano

Con el paso de las conquistas y expropiaciones de todo

Relato histórico sobre una tradición

El vaquero tolimense variadas formas de caballería para cuidar, alimentar, pastorear y proteger enormes rebaños de ganado. Toda esa gama de oficios y alternativas auténticas convirtieron al vaquero Tolimense en un formidable trabajador de campo apetecido por soberanos y hacendados de todas las regiones del país incluyendo países vecinos al nuestro cuyos ganaderos deseaban tener en sus hatos a vaqueros de esa clase. Las legendarias y desconocidas leyendas que hicieron célebre al vaquero Tolimense se niega a desaparecer del anonimato campesino, con inusitada admira-

orden al Continente apetecido, el caballo fue adquiriendo otro importante valor agregado por adopción a la tradición ganadera producida en California y la Florida donde emerge el vaquero del norte y en Jalisco y Michoacán el charro Mexicano. Con su advenimiento, indígenas, mestizos y criollos comenzaron por adquirir y desarrollar audaces y particulares habilidades para domar, amansar y montar caballos sin aperos ni indumentarias e incursionar con asombrosa destreza en las faenas primi-

genias rurales de vaquero. El desconocido oficio de aperar y cabalgar equinos para cuidar enormes rebaños de ganado, no permaneció exclusivamente en manos de norteños y mexicanos, sino que prosiguió prolijamente hacia el cono sur del continente, dando lugar en la Orinoquía Colombo Venezolana al resurgimiento del caballo y del vaquero criollo llanero que con el paso del tiempo

convirtió a ese hermoso animal en una indispensable herramienta de trabajo para hacendados y latifundistas y en inseparable compañero del campesino en montañas y planicies Colombianas.

El vaquero tolimense

Las inmensas y pálidas llanuras del sur oriente y centro del país sirvieron de escuela, casa y cocina para el surgimiento espontáneo del vaquero Tolimense. Allí se forjó como trabajador insuperable y en ese ambicioso y apetecido oficio inventó y cristalizó

ción y nostalgia sus historias yacen escondidas y apagadas en la mente de campesinos mayores quienes añoran volver a ver el cálido esplendor de aquellos paisajes que formaban las sabanas del Tolima, hoy recuerdan sus inmensurables planicies nativas arropadas y vestidas de amarillo fulguroso pintado como arte de magia por el diminuto y apetecido recurso forrajero Teatino. Rememoran también el exquisito olor a espuma de leche que expandían las vacas paridas rumiando el sabroso Teatino o la baba del ternero que insistía en dar cabezazos a la ubre de su madre para excitarla a eyacular con fuerza su preciado alimento, recuerdan en silencio aquellas osadas faenas vividas en la sabana cuando hombre y caballo hicieron de la vaquería un arte emblemático de exquisita belleza, destreza y técnica. Hoy se lamentan profundamente de no ver planicies ni sabanas rebosantes de teatino, de no ver vaqueros de raca mandaca como como ellos ni como sus seis generaciones pasadas, tampoco podrán volver a ser valentonados y orgullosos vaqueros, ya no volverán a perseguir reses a lomo del caballo a velocida-

des endiabladas, ya no hay quien desate de la montura como arte de magia, una chipa de 40 varas de rejo para desperdigarla con arrestos de jocosa vanidad sobre las astas del bravío y salvaje novillo hasta frenar abruptamente su huidiza espantada del rebaño antes saltar a la mata de monte. Esta era una de las faenas más formidables practicadas magistralmente por el vaquero Tolimense, la técnica y destreza de lazar a gran velocidad un ejemplar vacuno para neutralizar su estampida de la manada, detener y mantener tranquilo al rebelde y prófugo astado dentro del rebaño para que no se produjera una incontrolable estampida. No bastaba eso sí, el certero abrazo demoledor del rejo sobre el pecho o sobre los enormes y afilados cuernos del escurridizo animal, se requería la partida unísona de otros expertos vaqueros que a semejanza del picador, debían llegar como rayo fugaz al semoviente para envolverlo con diez lazos de igual o mejor acierto que el primero, dada la fuerza y bravura descomunal que oponían por su naturaleza misma de haber sido criado a toda leche en absoluta libertad sobre inmensas praderas colindadas de manera natural por ríos, quebradas, caños, espesos bosques e impenetrables matas de monte. Estas fueron una de las únicas maneras conocida que inventaron con peligrosas acrobacias para capturar endiablados cerreros, la practicaron con destreza incomparable los vaqueros Tolimenses, hasta que lograban dominar a cualquier semoviente por pesado, arisco o joven que fuera regresaba a la manada o al corral de la hacienda, claro está, cuando el embravecido animal no moría de ira o de guapeza en el lugar de recaptura. Pero sin duda, el desarrollo rural y la evolución ganadera en los valles interandinos del interior del país, no hubiera sido posible sin la formación del vaquero Tolimense y sin las extensas planicies no hubieras estado cubiertas de Teatino, un alimento típico que nacía y se expandía naturalmente en la abana, oloroso y sabroso para el ganado, un forraje prodigioso regalo de la naturaleza, nunca moría, nunca se enfermaba, no se enmalezaba, solo requería agua, sal y miel para alimentar cuatro mil o cinco mil cabezas de ganado hasta ponerlas en corto tiempo más allá de los mil kilogramos de peso.


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FACETAS El relato

El posconflicto Luis Carlos Avendaño López Todos, absolutamente todos, fueron tenidos en cuenta para participar. A la luz de cualquier ciudadano de a pie, los integrantes de los grupos en contienda, sí llegarían a un acuerdo, incluyendo la dejación de las armas. El bizoñón, con alas de escarabajo y primo de un tal Gregorio Samsa, fue uno de los líderes innatos del encuentro y posterior acuerdo. La sasaruga, a quien se le conocía como Hera, indicó que no había del todo garantías para aceptar el gran acuerdo humanitario, dado que lo cuadriculado del sistema le impedía –si ella llegase a firmar el documento- seguir haciendo libre uso de la tecnología con la que tantas veces había atentado contra ciertos desadaptados personajes del actual orden establecido. Para los enamorados conocidos en el

TODO SOBRE EL CAPITAL

dactado –por razones aún son un misterio- en el idioma conocido como el esperanto. Pero, no todo fue color de rosa en el virtual proceso de paz. Los Musiks, quienes aparentemente obedecían a una lógica convencional y eran tradicionalmente predecibles, fueron renuentes, en sus inicios a hacer parte de esas verdades absolutas enmarcadas en un texto escrito en lenguaje “raro”. Además, la unión de los feriuyus y las cerattistas constituía un nuevo escollo en el largo y culebrero camino hacia la necesaria paz. Estas, llamadas también las chicas superpoderosas, no se sentían plenamente representadas en las mesas dialógicas donde percibían incluso, pronunciamientos racistas y tendenciosos por parte de personajes que se hacían pasar por buenos siendo perso-

BOGOTÁ, COLPRENSA

Se edita en Colombia el libro con el cual el economista francés Thomas Piketty obtiene el Premio al mejor libro de negocios del año del Financial Times: “El Capital en el siglo XXI”, en el cual reabre el debate sobre la desigualdad y la concentración del capital en el presente siglo. Se trata de uno de los reconocimientos más importantes para los libros de economía y negocios en el mundo, en un espléndido análisis sobre este controversial tema, en una profunda investigación, siendo una obra desafiante, pero de enorme importancia. El mérito principal del libro de Thomas Piketty es que se trata de un aporte fundamental a la democratización del conocimiento económico. Temas como el crecimiento económico, la riqueza y su distribución, los movimientos del capital y la deuda pública atañen a todos los ciudadanos del mundo y su conocimiento no debe quedar relegado a un pequeño número de economistas y expertos en estadística.

Editorial: Fondo de Cultura Económica

LA VERDAD DE CASTRO

bajo mundo con los alias de Horacio Oliveira y la maga, firmar un acuerdo comportamental implicaría, de alguna manera, mandar al carajo el derecho al libre desarrollo de la personalidad, es decir: abandonarían su lucha, donde el amor fue su fuente primigenia. Estos personajes y otros tantos quienes se negaron a aparecer en el presente relato, pero firmaron el publicitado acuerdo de paz, indicaron estar de acuerdo con dicho tratado pero que lo harían saber por medio de ciertas ”señales”. Por ejemplo, los miembros del grupo de Facebook de los Sieghgs dieron su propia señal el pasado 21 de septiembre, día internacional de la paz. Así, quienes estaban a cargo de las mesas de concertación y de diálogo, entendieron que dicho grupo aprobó los puntos del escrito final, el cual fue re-

Título: El capital en el siglo XXI

nas “dobles, inmaduros y arribistas”. En palabras de la líder de las cerattistas se habían infiltrado en el proceso individuos: “intolerables y excluyentes”. Las cerattistas solían difundir videos en YouTube con una clara tendencia separatista, provocadora y contestataria. Lo cierto es que, al final del proceso de paz, todos, absolutamente todos, estuvieron de acuerdo en que eran casi idénticos al profesor, que él no era el dueño de conocimiento, pero si era un ¡soñador del otro mundo! y que su cantaleta diaria sobre temas como la tolerancia, el reconocimiento del otro, el respeto, la inclusión no eran meros cuentos sin fundamento extemporáneos, más bien, muy por el contrario, el cucho hablaba del aglutinante que hacía del grado “décimo uno”: el mejor del planeta tierra.

LO NUEVO DE BAYLY

Autor: Thomas Piketty Páginas: 664 BOGOTÁ, COLPRENSA

BOGOTÁ, COLPRENSA

Un testimonio excepcional escrito por Juan Reinaldo Sánchez, exguardaespaldas del líder cubano, ahora es editado en el libro “La vida oculta de Fidel Castro”. Durante 17 años hizo parte del círculo de seguridad más cercano del reconocido líder cubano, quien asegura que realmente lo que supuestamente se sabe de Castro, está muy lejos de ser la realidad. El Líder Máximo no sólo lleva una vida mucho más confortable de lo que siempre ha dado a entender, sino que tras su fachada de respeto a la ortodoxia del comunismo se esconden manipulaciones financieras dudosas. Innumerables secretos de Estado y traiciones ocultas han pasado ante los ojos de Juan Reinaldo Sánchez, que ha sido testigo privilegiado de las múltiples facetas del gobernante cubano, reveladas por primera vez en este libro: estratega genial en Nicaragua y Angola, autócrata paranoico en su país, espía sin igual a todas horas, diplomático maquiavélico, padre de familia distraído.

Editorial: Ariel Título: La vida oculta de Fidel Castro

Autor: Juan Reinaldo Sánchez Páginas: 320

El siempre polémico conductor de televisión y escritor peruano Jaime Bayly estará en Colombia para presentar su nueva “La lluvia del tiempo”, luego de su reconocida trilogía “Morirás mañana”. Esta vez, Bayly devela un mundo que conoce muy bien, el laberíntico espacio del periodismo televisivo, concentrándose en sus flaquezas, las rivalidades, los arreglos y las deslealtades detrás de cámaras. Todo sucede en una mañana un mes antes de las elecciones, todo parece que podría cambiar, el candidato favorito, dueño del canal, el presentador estrella de dicho canal, quienes se unen para llevarlo hasta la presidencia, pero una niña de 14 años podría ponerlos en jaque.

Editorial: Alfaguara Título: La lluvia del tiempo

Autor: Jaime Bayly Páginas: 404

Palabra del día

Sedán -El nombre del sedán, un automóvil de turismo no convertible, de dos o cuatro puertas y cuatro ventanillas, no guarda la menor relación con la ciudad francesa de Sedán, sino que es una palabra de origen inglés, nacida junto con el desarrollo de la industria automovilística. -En efecto, el primer registro en inglés estadounidense de sedán con el significado de ‘automóvil cerrado con lugar para cuatro o más personas’ data de 1915, según el Chambers Dictionary of Etymo-

logy. -El etimólogo británico Ernest Weekley afirmaba en su diccionario, publicado en 1952, que fue acuñada en su país, tomándola del latín sedere ‘sentarse’.

-Pero su coterráneo Eric Partrigde precisó en 1966 que, en realidad, había sido tomada del latín sedem, acusativo de sedes ‘asiento’, este sí proveniente de sedere.

GERENTE: Miguel Ángel Villarraga Lozano EDITOR GENERAL: Edwin Ballesteros Vásquez COORDINACIÓN: Redacción Cultural EL NUEVO DÍA PERIODISTA: Hernán Camilo Yepes Vásquez EDITOR: Óscar A. Varón B. DISEÑO: Néstor Iván Pérez FOTOS: Jorge Cuéllar. Suministradas. Colprensa. Internet TEL.: 2770050. Ibagué - Tolima - Colombia. PÁGINA WEB: www.elnuevodia.com.co CORREO ELECTRÓNICO: culturales@elnuevodia.com.co FACEBOOK: Cultura El Nuevo Día - Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial sin autorización expresa del Grupo Editorial Aguasclaras S.A.. ISSN: 021545-8.


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