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Alberto Salcedo
‘Botellas de náufrago’ Colprensa
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DOMINGO 20 DE SEPTIEMBRE DE 2015 - IBAGUÉ
FACETAS Los cuentos (José Hilario Yepes)
Penélope Locuras de una Vuelo, de Juan Barco (Colombia) - Se expone en el Museo de Arte del Tolima
Anuncian la iniciación del vuelo. Las mismas palabras trilladas. ¡Abrochense el cinturón!. Los brazos de la auxiliar, comienzan una danza y señalan los lugares de las puertas de emergencia… Tiempo de vuelo: ¡una hora!. Al interior, un ambiente yerto. Sofy, con roce de gato, se abriga con el brazo del amor del alma. La felicidad en la pareja de recién casados se mezcla en un coctel con el frío de la nave. Un viaje feliz, en una “luna de miel”, que parece de película. Todo el universo gira como rueda de la fortuna en vueltas de besos y palabras dulces, que sólo se escuchan entre los enamorados, aquellas parejas que estrenan en el pecho un amor. Llevan pegados en el corazón los recuerdos tiernos, el milagro de la vida: el amor. Proyectan cenar con un plato exótico, una langosta a la thermidor, con vino francés y velas palpitantes, en una pasión sin consumir. Comerán platos del mar: cangrejos, pulpo, calamares, arroz con almejas, al calor de las playas habitadas de arena blanca del inmenso océano, como el amor poético profesado. En una ventanilla del avión, una mujer con cabello tinturado, mira de reojo a la pareja que trasluce el almíbar inconfundible del amor. Se examina interiormente y piensa como es la vida de contradictoria, ya que los vecinos de vuelo, viajan felices, y en cambio ella, va triste y acongojada, y con una flecha punzante dentro de la boca, lanza un pregunta estúpida: ¿Van de luna de miel? Una voz femenina, con toque de campanillas, manifiesta que sí, y después de examinar un rostro marchito, responde con otra pregunta igual de tonta: ¿Usted vive actualmente una tragedia? Responde afirmativamente y, a continuación refiere con lagrimas rodantes la muerte de Penélope. La voz feliz dice: ¡Tal vez una hija, una sobrina!. Contesta que no, ya que Penélope, fue su adorable mascota, una perrita Yorky Terrier, recomendada por un veterinario amigo, a fin de que sirviera de compañía, ya que hace mucho tiempo vive sola y a la espera de una pensión del Estado. Ahora viaja por prescripción
médica, en un plan para tratar de olvidar el recuerdo enfermizo, que le consume la vida. No comerá platos especiales. No rumbiara. Tampoco visitará la fantasía de las Islas del Rosario. No alimentará pelicanos en el Acuario. Dejará de visitar la antigüedad con aromas a museo de casas apretadas de historias heroicas. La calle de las trampas. Las caras de la urbe, una adornada de opulencia, la otra tiznada de pobreza y abandono. El destino central será el camino por la orilla del mar, para que los vientos tropicales se lleven la tragedia. Aquel dolor tan grande por la desaparición de un amor de verdad: la ternura de una mascota. La pareja de enamorados, sin dejar de acariciarse, escucha el relato de la mujer. Se percibe un ruido ensordecedor de motores debocados de la nave, buscando penetrar los copos de nubes, y a continuación las palabras para que se desabrochen los cinturones de seguridad. La azafata como delicada mariposa de colores, distribuye milimétrico café colombiano, y una voz masculina brota indagante por la muerte de Penélope. La mujer dice que cuando sacaba a la mascota en un parque, accidentalmente se zafó de la hebilla del bozal y un can la mordió. Quedó tirada inconsciente en el piso y, sacudiéndola para revivirla la sintió viva. Inmediatamente, llamó por teléfono al amigo veterinario, pero como no tenía carga, corrió a un puesto de minutos, adornado de cigarrillos y dulces, tan común en la calle, y en donde con el recurso de una pequeña mesa rústica y celulares colgantes de cadenas como murciélagos, y un aviso sembrado en el pecho: ¡Minutos!, construyen una central de comunicaciones. El médico veterinario, recomendó el traslado urgente hasta el centro asistencial, en donde se oficia la peluquería, pedicure, shampoo, peinado y alisado. Viajaba con Penélope viva, pero, por motivos de una dificultad de transito, un trancón, el tiempo se convirtió en una eternidad dolorosa, y no obstante, Penélope llegó viva. La examinaron en una camilla. No le encontró heridas. Sangre del mordisco. No tenía nada fatal. Pero, Penélope murió, y así nació la tristeza más inmensa: la muerte de una mascota.
Entre lagrimas y recuerdos, Sofy, apunta sobre la coincidencia de aquella tragedia de la mujer, con la historia de su amor infinito; el esposo, un electricista independiente llamó en una ocasión desde una venta de minutos callejeros, a una amiga con el mismo nombre mío, una llamada con número equivocado que recibí de un desconocido. Y, a mi príncipe azul, le hechizo mi voz, luego aclarando la curiosidad, nos citamos, y me paseó en la motocicleta. Se enamoró de mis ojos, de la cabellera rubia, mi porte de mujer, no volvió a llamar a la otra Sofy, y hoy viajamos profundamente enamorados en una “luna de miel” de ensueños. En la nave, se matiza la dulzura y la sal de las lágrimas de las historias, hasta que se escucha el ruido característico de llantas en decolaje, se abren las puertas de salida y una bocanada de calor penetra el interior del aparato, que indica la presencia del salobre tropical del destino. Los pasajeros descienden por la escalerilla y a lo lejos se observa El Cerro de la Popa, el mar con los trasatlánticos gigantes, como edificios balseando y de donde brotan cientos de hormigas, ataviadas de cámaras fotográficas, gafas oscuras, para visitar la ciudad amurallada y asediada por los piratas Morgan y Drake. Los paseos en coche con teas encendidas, El Castillo de San Felipe, La Torre del Reloj, las playas con vistosas palenqueras enarboladas con frutas, la orquesta de vendedores de butifarra y cocadas, el mercado de Basurto. Los monumentos como el de los cruces de caminos, con la poesía de “El tuerto” López: “Te quiero más que mis a mis zapatos viejos”. El panorama con diminutas carpas de colores como banderas ondeantes y enfiladas frente a espumas deshechas en la orilla, con musicalidad de una cumbia ataviada con lenguas de mar. En el aeropuerto, se despiden los enamorados y la mujer de la mascota Penélope, en una nueva aventura de la vida, alentados para que el viento tropical se lleve la tragedia, la angustia de la muerte de un amor y la esperanza para que el cariño de los enamorados en su viaje de “luna de miel”, sea eterno e igual de romántico y no lo cubran las sombras negras del hastío.
memoria
Con dificultad por los años, camina lento por la ciudad, dispuesto a efectuar diligencias. De pronto, hace una breve estación y se acuerda que no lleva la pata de palo: prótesis esencial para su desplazamiento, y decide regresar a la vivienda. Cuando está atornillándose la pata de palo, le surgen deseos urgentes de ir al baño, y luego de acomodarse la ropa como en un ritual a los dioses del decoro, toma la lista en donde está dispuesto en orden de prioridades, lo que tiene que hacer; “chulea” cada reglón y sale nuevamente en el plan trazado. Al anciano, un día se le olvidó desayunar y se dio cuenta que no era necesario y no volvió a ingerir alimento en las horas de la mañana. En otra oportunidad, se le olvidó almorzar y cenar, y no volvió
a visitar el comedor. Por condiciones de edad, fue perdiendo poco a poco el sentido del oído y quedó sordo, abandonando por completo la afición a la música de Wagner. La vista, se le nubló y no volvió a leer, ya que también olvidaba en donde dejaba los libros. El hombre se encuentra próximo al lugar en donde tiene dispuesto cancelar los servicios públicos, y se acuerda que ha dejado refundida la memoria en algún lugar de la vivienda. Asustado como gato en tejado extraño, busca en la cocina, en el baño, debajo de la cama y en cada rincón de la casa, hasta que por fin la encuentra soñolienta dentro de un zapato. Se la coloca como un sombrero y sale a la calle; cuando está cerca de las oficinas, le cierran las puertas, y esgrimen
en las transparencias de vidrios, un aviso que dice: “VUELVA MAÑANA”. El anciano repite los pasos y operaciones del día anterior y en medio de temblores y dificultades, le continúan cerrando las puertas, hasta que finalmente cortan los servicios públicos. En la obscuridad de la noche, y para mitigar el frio, le prende fuego a la pata de palo, abre la ventana y suelta al aire los rescoldos de la memoria y unos pedazos verdes de imaginación y salen volando hermosos pájaros de colores, emitiendo cantos bellos. Se acuesta en la cama: laboratorio de sueños, y lanza un profundo suspiro de alivio. Con sonrisa plena se queda dormido para siempre, en un sueño feliz, ya que no volverán a llegar a su vivienda recibos inútiles.
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DOMINGO 20 DE SEPTIEMBRE DE 2015 - IBAGUE
FACETAS
Alberto Salcedo Ramos aspira a que su más reciente libro, ‘Botellas de náufrago’, sea de aquellos que se eligen para llevar a la finca, leer en la hamaca. Sin prisas.
El nuevo trabajo del columnista y cronista
Lanzar botellas e ilusiones: eso quiere Alberto Salcedo
CALI, COLPRENSA “A mí se me ocurre, mejor, una silla, la playa, el mar Caribe. El libro tiene mucho de eso que caracteriza a la región donde nació su autor: un especial interés por el placer, el hedonismo”. Para seducir, Alberto Salcedo Ramos escribe sobre sus propios placeres: un elogio a la empanada, una balada al mar, la banda sonora de su cumpleaños, viajar, el fútbol, el béisbol, el boxeo, los piropos, el cantante Rubén Blades, los juglares, el periodismo, un elogio al patacón, una oda al muñeco de año viejo, amigos como Juan José Hoyos y Leila Guerriero y los camarones al ajillo. Todo ello en las columnas que ha publicado en periódicos y revistas del país y que ahora están ahí, como un todo delicioso, en ‘Botellas de náufrago’, libro, también, para tener a la mano en la mesa de noche, en el que además hay crónicas breves, ensayos, perfiles y en general lo que, con suma terquedad, se ha dedicado a hacer Salcedo desde que era un jovencito de 19 años con una máquina de escribir Brother en su poder: contar historias, tirar botellas de náufrago que al principio nadie hallaba y que hoy, en cambio, incluso las buscan en otros continentes. A partir de este mes sus columnas serán publicadas en el suplemento dominical del periódico El Mundo, de España. COLPRENSA: Alberto, ¿qué quiere decir con el título de este libro, ‘Botellas de náufrago’? ALBERTO SALCEDO RAMOS: Arrojar botellas de náufrago al mar es un acto propio de ilusos. Crees que alguien las encontrará y de pronto vendrá a rescatarte. Pero la gran verdad, como decía García Márquez, es que al escribir nos dedicamos a una cosa que no se puede ver ni tocar, una cosa que, si se mira bien, no sirve para nada. La mayoría de las botellas que uno lanza al mar se pierden, no le interesan a nadie.
Es aventura quijotesca.
periódicos, se han dedicado a cultivar sobre todo la nota ligera, ese género literario de extensión breve que puede tratar temas tan aparentemente insignificantes pero tan cercanos y a la larga fundamentales para todos? A.S.R.: Quizá porque pensamos que la nota ligera es menos ligera de lo que se cree. Es un género que permite interactuar con la realidad más allá de lo urgente. Yo no tenía pensado hacer eso. Sin embargo Ernesto McCausland, cuando era editor de El Heraldo, me ofreció un espacio semanal y ahí empezó la historia.
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C: Hablemos de los temas del libro. Algunas columnas son pequeñas traducciones de la cotidianidad (filosofía de bolsillo como dice Daniel Samper Pizano); otras son semblanzas de juglares, de fotógrafos; de deportistas, hay unas dedicadas al Caribe, al periodismo como oficio, en fin. Como columnista, ¿qué hacer para no caer en la tentación de escribir exclusivamente sobre lo que pasa en el país (Farc, corrupción, etc,) sino, más bien, hacernos reír al recordar las particulares letras de Ricardo Arjona? A.S.R.: Quisiera parecerme a los columnistas que me gustan, que son los versátiles. Tú nunca sabes de qué van a escribir. Los monotemáticos se vuelven previsibles y cansones. Me gusta el columnista que se atreve a apostar por el placer de los lectores, como lo hace Julio César Londoño. Sus textos son siempre piezas hermosamente escritas, en las que nunca vas a encontrar una palabra mal puesta. Las columnas que se ocupan solo de lo coyuntural son más leídas en el momento, pero al otro día ya se han envejecido. C.: A propósito, ¿cómo escribe sus columnas Alberto Salcedo Ramos? A.S.R.: La columna es un parto semanal que se vuelve
C.: ¿Riñe de alguna manera el oficio del columnista con el del cronista? Me refiero sobre todo a tiempo y a espacio. A.S.R.: Cuando hago crónicas o cuando hago columnas, soy periodista. No veo conflicto entre las dos actividades porque ambas pertenecen al oficio.
más difícil porque hay horas de cierre en los medios. La columna es una tiranía, porque lo de menos es escribirla. Suelo tardarme escribiendo. Sabroso los que pueden escribirla en un par de horas. Ojalá pudiera hacer eso. Hay que pensar en un tema que tenga pertinencia aunque no sea urgente. En Colombia uno empieza la semana con un tema candente que el miércoles ya es visto como un asunto viejo. Además hay columnistas bien informados que se ocupan con solvencia del hecho del día. Yo prefiero dejarles a ellos los asuntos de coyuntura política. A mí me parece aburridísimo ser uno de los cincuenta columnistas que salen a hablar de lo mismo. Vuelvo a Julio César Londoño: él puede ocuparse de un hecho coyuntural desde una perspectiva más amplia,
porque ve el contexto con su agudeza y además su columna no se envejece porque está muy bien escrita. Resumiendo, te podría responder que una columna son tres momentos: identificar el tema, saber qué quiero decir sobre ese tema y escribir. C.: ¿Por qué los grandes cronistas han vuelto a los
C.: El columnista está expuesto: no falta el que a través de la sección de comentarios de la web insulte, critique, ataque desde el anonimato.¿Cómo es su relación con los lectores en ese sentido? ¿Lo han lastimado? A.S.R.: Siempre hay lectores dispuestos a mentarnos la madre. Hay que aprender a convivir con ellos pues son parte del paisaje. Además, en este país histérico y de gente que tiene bajos niveles de comprensión de lectura, los lectores suelen leer lo que les
da la gana, que generalmente es algo que uno no ha dicho. C.: ¿Cuál debería ser, por cierto, la ética de todo columnista? A.S.R.: A los reporteros se les exige que no establezcan relaciones de dependencia económica con sus fuentes, pues eso es antiético. Pero me sorprende que haya tantos columnistas, que ahora se hacen llamar pomposamente “líderes de opinión”, contratados por dependencias a las cuales deben referirse algunas veces en sus columnas. Eso es, por lo menos, indelicado. Hay algunos columnistas que son abogados y litigan en sus columnas, así como hay otros que tienen jugosos contratos con entidades oficiales y ni siquiera tienen la decencia de informar a sus lectores sobre estos conflictos de intereses. La opinión es libre, pero debe ser responsable. O eres columnista o eres asesor de un funcionario público. Las dos actividades son incompatibles. C.: Hablando de buenos columnistas, entonces, a quiénes lee Alberto Salcedo Ramos? A.S.R.: Te advierto que son muchos, pero solo te voy a nombrar a dos para no armar una lista injusta: Julio César Londoño y el argentino Pedro Mairal. C.: Para finalizar, y volviendo a ‘Botellas de náufrago’, ¿cómo se puede definir el libro? Una antología de notas ligeras, o en realidad siguen siendo crónicas, textos narrativos que piensan? A.S.R.: La materia prima de este libro no solo está compuesta por columnas. También hay ensayos sobre fiestas populares del país y crónicas. Los textos están organizados en unidades temáticas. A estas alturas yo no veo ‘Botellas de náufrago’ como una suma de columnas sino como un libro. Aspiraría a que mereciera ser leído sin prisas en una hamaca.
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DOMINGO 20 DE SEPTIEMBRE DE 2015 - IBAGUÉ
FACETAS El poema
Para amar Nora Méndez* Sube al atlas del reloj Y date cuenta de su paso Mira bien las apariencias Son los miedos exaltados Te tocará convivir con ellos Todo lo que dure el viaje. Extiende rotundos los brazos Recibe una a una las direcciones del dolor Únete a la tormenta, Inequívocos en ti Van los rumbos de los peces Y el aleteo de la red. Coloca espejos en tus hombros Así sabrás de tus rivales Recuéstate en la hierba Y escucha el leve paso de los suspiros Como en la guerra Los detalles te mantendrán vivo. Siéntete pequeño Muy pequeño Solo así sabrás La dimensión exacta En la que el amor Te ha colocado. *Poetisa salvadoreña
ENTRE CUENTOS Y UNA BÚSQUEDA
EL INICIO DE LA CAÍDA DE HITLER
BOGOTÁ, COLPRENSA Un extranjero que se enamoró perdidamente por Colombia y que desde Cali se dedica a su gran pasión, la escritura, ahora presenta “A dónde vas”, recopilación de una buena cantidad de sus cuentos. Sus historias transcurren entre la fría y lejana Filadelfia (Estados Unidos), y la cálida, florida y bulliciosa Cali en la que vive desde hace varios años atrás. Entre metros, calles, bares y cuartos destartalados, rodeados por un mundo estridente, los personajes enfrentan obstáculos en la búsqueda de su camino. Sus historias están llenas de seres marginales que, acosados por sus culpas y perseguidos por sus fracasos, en el confuso juego de las relaciones, intentan hallar un propósito en la vida y recuperar algo del amor perdido.
Editorial: Alfaguara Título: A dónde vas
Autor: Tim Keppel Páginas: 235
BOGOTÁ, COLPRENSA En el invierno de 1941, tras haber fracasado en su intento de conquistar Moscú, el Ejército alemán inició su primera retirada incapaz de cumplir las órdenes de Hitler, que pretendía que sus hombres resistieran a toda costa. Lo que Jones cuenta no es tanto la historia militar de estos acontecimientos, pero sí aborda el tema de cómo en esta lucha se retiraron todos los valores humanos, lo que la convirtió en una guerra brutal, en una matanza en masa. Es una historia de más de dos millones de prisioneros de guerra soviéticos dejados morir en campos de concentración, de heridos que eran enterrados en vida, de soldados alemanes huyendo despavoridos, de poblaciones incendiadas a su paso, de hambre, horror y muerte.
Editorial: Crítica Título: La retirada
Autor: Michael Jones Páginas: 416
La palabra del día
Pintar Para los cultivadores de árboles y plantas frutales no hay espectáculo más conmovedor que el de una fruta que va cambiando de color a medida que madura, un proceso que los latinos expresaban con el verbo pingere, aunque en latín
vulgar se decía, más bien, pinctare. Los romanos le daban al verbo ese sentido en forma figurada, pero lo cierto es que tanto pingere como pinctare se referían a cambios de color más concretos y materiales, como el de pintar una pa-
red o dar color a una prenda de ropa mediante el teñido. El verbo, que aparece registrado en nuestra lengua con ese significado ya en la primera mitad del siglo XIII, pasó al francés como peindre y al inglés como to paint.
GERENTE: Miguel Ángel Villarraga Lozano EDITOR GENERAL: Edwin Ballesteros Vásquez COORDINACIÓN: Redacción Cultural EL NUEVO DÍA EDITOR: Óscar A. Varón B. DISEÑO: Néstor Iván Pérez FOTOS: Colprensa. Internet. Suministradas. TEL.: 2770050. Ibagué - Tolima - Colombia. PÁGINA WEB: www.elnuevodia.com.co CORREO ELECTRÓNICO: culturales@elnuevodia.com.co FACEBOOK: Cultura El Nuevo Día - Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial sin autorización expresa del Grupo Editorial Aguasclaras S.A.. ISSN: 021545-8.