Facetas Julio 11

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IBAGUÉ, JULIO 11 DE 2010

FA CE

TAS CULTURA AL DÍA CUENTO

Polvo y cenizas

Carlos Castillo Quintero REPORTAJE

Arte tolimense en EE.UU. Graciela Romero ARQUITECTURA

Siete maravillas Machu Picchu

El mundo moderno


FACETAS

En homenaje IBAGUÉ, JULIO 11 DE 2010

Muriel, mi amor, de Alberto Duque López Carlos Torres-Gutiérrez*

Escrita mirando los ojos de la vida. Un lenguaje sencillo, desbordante de poesía pero con el dolor y la violencia de un país como el nuestro. Alberto Duque López nos presentó hace un par de años una novela reseñada por algunos críticos como “novela negra”. Tal vez porque vieron en ella la acción, la crudeza de la violencia, la posibilidad de una lectura rápida, un título rosa o sencillamente se dejaron llevar por la profesión de su protagonista, para calificarla simplemente de policíaca o novela de detectives. Lo que no se detuvieron a analizar, es el manejo del tiempo, la confluencia de lo cinematográfico con lo narrativo, sus frases muy cortas como imitando un guión de cine, la poesía atrapada entre los silencios, el espacio citadino, los imaginarios construidos en la ciudad aplastante o la ternura del protagonista que se traslapan con la forma de acariciar las palabras, de un escritor, que al igual que su protagonista, está atrapado entre el amor y la muerte. La historia de un guardaespaldas inmensamente gordo al

Chofer El primer vehículo capaz de trasladarse por su propia energía no fue propiamente el automóvil que conocemos hoy, sino un triciclo impulsado por una caldera de vapor. Fue estrenado en 1769 por el ingeniero militar francés Nicolas-Joseph Cugnot para transportar un cañón; después vino la locomotora, también de vapor, y sólo en tercer lugar apareció el automóvil

cual le han asesinado cinco de sus protegidos se narra desde el filo de un amanecer lleno de gaviotas mientras la muerte le hormiguea las piernas y los recuerdos de la vida con Muriel se entremezclan ahora que le ha dado muerte y sólo la certeza del suicidio como la única salida, se conforma como el espacio para una novela que no es posible abandonar después de su primera lectura. “Muriel, mi amor” es una novela que después de su apariencia, condensa una estructura literaria que va más allá de lo convencional. No es posible asegurar su ubicación en el umbral de la novela cosmopolita, tampoco podemos arriesgar calificarla de posmoderna, ni de la autoconciencia narrativa, que los críticos de hoy resaltan al hablar de las novelas escritas en los últimos años. Pero lo que son evidentes son los rasgos que la acercan al límite con lo urbano, como lo son la confluencia de tiempos, la polifonía narrativa, la cercanía entre lo visual y lo textual, el fraccionamiento, la brevedad, la incursión de la imagen cinematográfica en la historia narrada, la circularidad y aquello que podríamos denominar, como la conciencia de lectura.

La novela comienza por su final, el hombre muy gordo sentado en el muelle de Puerto Colombia, mirando el amanecer, el vuelo de las gaviotas, los barcos petroleros y los recuerdos de cada uno de sus prote-

gidos, hoy ya muertos, al igual que Muriel y él mismo. Ese “hombre gordo” o “ballena” o “elefante” vio morir al Embajador francés, a una anciana hermosa, a un niño paralítico que es el dolor más pro-

fundo que pudo haber sentido él y el lector, guardaespaldas adjunto y rastreador de pistas textuales. El hombre gordo, lector de novelas policíacas (Patricia Higsmith, su preferida), glotón, cineasta incansable y solitario como cualquier habitante urbano, se enamora de una insignificante mujer que hace cola frente a un teatro de Chapinero y los dos sobreviven un país que se deshace en medio de la violencia reflejada, desde ya, en la profesión del protagonista, guardaespaldas. Su profesión y Muriel se convierten en un todo. Camina la ciudad con la misma intensidad como recorre el cuerpo de Muriel, vigila a sus protegidos como la cuida a ella, ama a ese niño en silla de ruedas como a un hijo suyo y mueren uno a uno como muere ella y él mismo. Es entonces una novela fraguada sobre un hilo que pende entre el amor y la muerte. El propósito de las presentes notas es reconocer algunos elementos que puedan ayudarnos a situar la novela de Duque López en el contexto de la novelística actual. Por ello analizaremos inicialmente dos aspectos que por obvias razones reconocemos como elementos característicos de los rasgos de la actitud moderna y de una novelística que se acerca a un milenio en la búsqueda de nuevas formas de expresión: la búsqueda de la verdad y lo múltiple y convergente. El relato policíaco, como lo señala Víctor Bravo en su artículo Lo posmoderno en tres novelas argentinas de éste género,

Palabra del día con motor de explosión. En los dos primeros, el agua que producía el vapor a presión se calentaba mediante una caldera alimentada a carbón. El conductor que dirigía las viejas locomotoras, que subsistieron hasta comienzos del siglo XX, era un calderero que avivaba el fuego y cambiaba el agua en la medida de las necesidades de calor de la máquina.

En francés, chaleur es calor, el verbo calentar es chauffer, y la persona que se encarga de calentar una caldera, el calderero, se llama chauffeur, literalmente: ‘calentador’. Chauffer procede del francés antiguo chaufer ‘calentar’, derivado del latín vulgar calfare o calefare, alteración del latín clásico calefacere ‘calentar’, que procede, a su vez, del latín calere ‘arder’,

‘estar caliente’, que viene, en última instancia, de la raíz indoeuropea kel- ‘calor’. A fines del siglo XIX, cuando aparecieron los primeros automóviles, no existía una palabra para designar al sujeto que conducía aquel extraño vehículo sin caballos, de modo que en francés se adoptó el nombre del trabajador que cumplía tal función en la locomotora, que era, como hemos

visto, el único vehículo automóvil para pasajeros existente hasta ese momento. Como la cultura francesa contaba por entonces con gran prestigio en España y en América Latina, chauffeur fue rápidamente adquirido por el castellano y adaptado por la Real Academia Española a chofer o chófer, mientras que en inglés y alemán, la palabra francesa fue tomada sin variaciones.


FACETAS nos entrega representaciones optimistas de la realidad, en el sentido de la revelación de la verdad a través de la razón. La novela policíaca moderna le recupera esa sensación de de­samparo que se produce ante la pérdida de sentido en el punto ciego del relato, restituyendo la visión optimista ante la verdad. Por ello, el relato policíaco ortodoxo, produce una comunión con el lector a darle, a éste (al lector), sentido ante la sin-razón (por el crimen más abyecto) y optimismo por alcanzar la verdad en una época en que la verdad es el eje de sentido de la sociedad estructurada. Pero aquí, en la novela de Alberto Duque, no se pretende una indagación sobre el motivo, ni los autores de los execrables crímenes de los persona-

IBAGUÉ, JULIO 11 DE 2010 jes custodiados por “Ballena”, esto no importa. Importa el dolor del “guardián” convertido en víctima en cada atentado. Importan las breves conversaciones con Muriel o el deambular una ciudad desolada como el interior del protagonista. “Muriel mi amor” deja al lector sumido en la sin-razón al dejar los crímenes como algo que no vale la pena ser descubierto, o como, de otro texto que no es éste, deja al protagonista (guardaespaldas) como la víctima y al mismo tiempo como el victimario de ella y de sí mismo. Este rompimiento con el relato policial tradicional busca colocarse en forma especular del género pues no busca la verdad, como lo señala Bravo en el trabajo ya mencionado, crea su propio proceso de de-

construcción al romper sus unidades mínimas y hacer ambiguo el deslinde del género y de la propia historia. La ciudad se presenta aquí, en la novela, como un laberinto, al igual que el relato. El deambular de “Ballena” por la ciudad en la búsqueda de una explicación o de su explicación sobre la “traición” de Muriel se emparenta con el laberinto de los asesinatos, con las trampas que se producen al saltar de un suceso a otro, de un recuerdo al otro a través del olor, de un presentimiento, de la lectura de una novela policíaca (ortodoxa), de una película vista con la compañía de sí mismo o de Muriel en los tiempos pasados donde él miraba la pantalla y luego a ella, a la distancia. La ciudad y el relato aquí son complementarios, es la misma

materia sobre la que se construye la novela. Lo múltiple y convergente se sustenta no sólo en la confluencia de ciudad y relato o del cruzamiento de tiempos, sino en algo que sobresale en la novela: la fusión con lo cinematográfico. Esa forma de escribirla como un guión de cine o esa constante referencia a la película vista la noche anterior pero sobre todo esa incursión, en las escenas de los crímenes, de personajes de la pantalla grande, dejan al lector sumido en la ficción absoluta. ¿Delirio del protagonista? ¿Hiperficción? ¿Una escaramuza del escritor o simplemente un rasgo literario de la posmodernidad en la novela policíaca? La novela de Alberto Duque López requiere de lectores que abandonen la lectura sencilla y ha-

gan una reflexión más profunda de estos elementos que tan solo he tratado de siluetear. *Ensayista colombiano. cartg@hotmail.com. Tomado de Solotxt. brinkster.net.

El cuento

Por Carlos Castillo Quintero

El Quiroz viejo se quedó mirándome y, con orgullo, comenzó a contarme que la anciana flaca y desgreñada que soplaba el fogón era su cuarta mujer. —Es la madre de las otras tres —dijo—, es bruja y durante el día se ve vieja pero en la noche se pone joven, como de diecisiete años, y sus caderas son suaves y sus senos duros. Y mientras hablaba acariciaba la cabeza de la añosa que se apretaba contra sus rodillas como un perro. —¡Quédese y lo comprueba! —continuó—; si quiere se la presto por un rato. Lo malo es que nos toca disputársela a puñaladas a mis hijos, que ya probaron de su calor y se aficionaron a ella. La mujer levantó el rostro y emitió una risita, como un silbido, y en la habitación se propagó un olor nauseabundo. En ese momento miré sus ojos:

Polvo y ceniza

negros, profundos, quietos como un pozo, y me sentí bien. —Vale la pena —siguió diciendo el Quiroz viejo—.

Al fin y al cabo ellos cualquier otra noche pueden tenerla... ¡Aprovéchela antes de que todos seamos polvo y ceniza!...

*Y siguió hablando hasta que la sombra nos cercó pero yo no lo escuché, no quise, no pude, pues quedé atrapado por la luz de aquellos ojos

que ahora sentía febriles, por aquel rostro rancio que desde entonces veo angelical. Y así fue, Eliécer, como me convertí en otro de los Quiroz.


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Made in Colombia

Artista tolimense expone sus obras en EE. UU.

Graciela Romero es una conocida artista plástica tolimense que desde hace muchos años ha estado luchando por encontrar un espacio en los museos y galerías del país. Hasta el momento hace parte de los salones regionales y ha participado en diferentes exposiciones colectivas en varias ciudades del territorio nacional. Teniendo en cuenta que a pesar del arduo trabajo que Graciela lleva a cabo todos los día por lograr sus mejores obras, y entendiendo la importancia de dar a conocer sus creaciones, decidió viajar hasta Estados Unidos no sólo para mostrar su obra, sino también para conocer las tendencias mundiales del arte actual. “Desde hace más de una año había tramitado la visa y la tenía en mi poder, pero por diferentes motivos familiares me fue imposible viajar. En abril de este año pensé en que ya era suficiente espera y que yo debía buscar más oportunidades para mi trabajo, así que compré los tiquetes e hice algunos contactos con amigos en Miami”, comentó Graciela Romero. Con algunas de sus o b r a s , tanto de intervención como lienzos, Graciela armó

maletas y se dirigió a la tierra del hot dog. Con tan solo un par de días en Estados Unidos fue invitada a exponer en la Redbar Gallery en Miami. Allí actualmente se encuentran expuestas ocho obras pertenecientes a dos

series: libertad de la Mujer y Carnaval. Posteriormente la Fundación Empresas Hispanas la contactó para que su obra hiciera parte de la campaña Flor de Papel, en la que ya se encontraba la pintora colom-

biana Amparo López, y que fue lanzada el 13 de mayo en la ciudad de Nueva York. Graciela tuvo entonces que empezar a pintar algunos cuadros por encargo para poder cubrir sus gastos mientras permanecía en Es-


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tados Unidos y llegaba el día de mostrar sus obras ante diferentes personalidades diplomáticas latinoamericanas. La campaña Flor de Papel promueve una comunidad sin violencia a través del arte, es por ello que la obra ‘Los vestidos’ de Graciela Romero fue ideal para complementar la propuesta, pues con ella busca mostrar el desprecio y el maltrato que muchas mujeres de estratos bajos sufren en diferentes ámbitos de la vida social por su forma de vestir. “La obra presentada para la campaña son dos vestidos intervenidos con pintura, en los que se pueden ver rostros de mujeres; la idea es que las personas que asisten a la exposición se pueden poner los vestidos, las mujeres se pueden sentir los seres más grandes del mundo, porque en realidad no importa lo que se lleva puesto, sino toda la lucha y el esfuerzo que se ven reflejados en las pinturas”, agregó Romero. Adicionalmente, la obra de Romero cuanta con una segunda parte, que es la que actualmente integra el Salón Regional Sur: dos vestidos de novia elaborados con una tela intervenida por espectadores. La tela estuvo en exposición en el Museo de Arte del

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Tolima y en ella los asistentes escribieron sus frases sobre la mujer. Estos vestidos tienen el mismo propósito de los dos que fueron presentados en Nueva York ante el canciller de México, Mario Cuevas, y la presidenta de la Fundación Empresas Hispanas, Liliana Henao.

De Tolima y el mundo

Teniendo la posibilidad de asistir a los museos modernos más importantes de Estados Unidos, Graciela pudo comparar el trabajo que se desarrolla en el Tolima con el que actualmente marca tendencias en los países ‘desarrollados’. “El arte del Tolima se ve

muy bien comparado con el que pude apreciar en Estados Unidos, la diferencia está en que acá hace falta apoyo y los espacios para mostrar los trabajos son muy reducidos, en cambio allá es posible apreciar instalaciones gigantescas y muy bien elaboradas y pensadas, trabajo que yo sé se puede hacer acá también, sólo que hace falta apoyo”, concluyó Graciela Romero. Graciela espera pasar de los salones regionales al Salón Nacional de Artistas, pues sabe que sus obras (que ya han recorrido varios países) tienen lo suficiente para poder ser parte de la reunión de artistas plásticos más importantes del país.


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Ser escritor: un IBAGUÉ, JULIO 11 DE 2010

espejo dónde mirarse

Por Valeria Sabbag*

No hay un manual que explique qué palabras hay que elegir para causar mayor impacto o de qué manera utilizarlas para lograr un textum, en latín “tejido”, capaz de enredar amablemente al lector en una trama ineludible. “Con habilidad verbal no se hace un buen libro”, decía Ernest Hemingway y, en parte, tenía razón. En el inventario de las posibilidades, los talleres literarios son un excelente recurso para trabajar el material, conocer otras opiniones calificadas, y lograr distinguir entre los textos que tienen potencial literario y aquellos que no son más que una demostración de afecto a un entorno querido -entorno como “cosa”, “personas”, “lugares”- pero sin capacidad de ficción, dramatización, o manejo de ideas, entre otras condiciones literarias.

Pero si sólo se tratara de asistir a talleres literarios habría una enorme cantidad de escritores ocupando las filas de los elegidos. Lo formal, la facultad, tampoco promete ese sueño. Se asegura solamente de que las cátedras estén en sintonía con abundante material de lectura y de análisis, clasificación de diferentes corrientes, géneros diversos y ese puntillismo funcional y efectivo para armar y desarmar frases, conocer su morfología, su sintaxis, su puntuación, su semántica. Ese aparato óseo, su conexión de partes, aunque no precisamente su conexión afectiva entre las partes. Ser un gran lector colabora enormemente con un vocabulario más rico, con encontrar distintas expresiones para referirse a las mismas cosas. “Me considero esencialmente un lector. Como saben ustedes, me he atrevido a escribir;

pero creo que lo que he leído es mucho más importante que lo que he escrito. Pues uno lee lo que quiere, pero no escribe lo que quisiera, sino lo que puede”, aseguraba un categórico Borges. Es preciso decir que la lectura de un autor siempre abre una puerta, muestra una posibilidad, propone un juego que activa las propias virtudes narrativas. Un autor adecuado y empático funciona como padre literario (aquel que enseña) y convida un par de lecciones amistosas proclives a convertirse en marcas. Horacio Quiroga en “Decálogo de un perfecto cuentista”, en una de sus premisas, dejó asentada esa aspiración, esa relación: “Cree en un maestro -Poe, Maupassant, Kipling, Chejov- como en Dios mismo”. Sus palabras también hacen eco en las de Roberto Bolaños en “Consejos sobre el arte de escribir cuentos”: “Hay

que leer a Quiroga, hay que leer a Felisberto Hernández y hay que leer a Borges. Hay que leer a Rulfo, a Monterroso, a García Márquez”, enumeró, seguramente, marcando a sus protegidos. Sin embargo, leer no es tener una llave segura para deslizarse mejor entre los renglones ni es imitar. Leer a otros es dejarse influenciar. No existe un escritor sin influencias. Aquel que se dedique a las palabras tiene soplidos de otro autor en el oído cuya influencia es por sobre todo inspiración, porque si un texto ajeno tiene fuerza poética y logra ser conmovedor, se materializa en inspiración directa -cierto empuje- para crear lo propio. Entre escritor y lectura (autor y autor), hay un diálogo que enseña una forma de contar, un estilo logrado. Un esfuerzo que lucir. Están también las otras versiones, y suelen suceder:

Poesía El habla de los perros Habla condensada, la del perro. Apenas gruñe y ya da por conocidas todas sus intensiones. No necesita de muchas palabras, como el poema. Su gesto inamistoso es la suma de ladridos que omite decir para proceder, por la vía más rápida, a mordernos.

leer demasiado termina por obturar la creatividad. Pareciera que todo está dicho, que ya otros escritores hablaron de lo que estaba por decirse. Es una sensación sin asidero pero aparece con la angustia de saber que una parte importante de clásicos ya fueron plasmados. Que las tragedias lo adoptaron a Shakespeare como hijo pródigo, que la tristeza enmarcó a Alfonsina como su predilecta, que para complejo ya existe un Dostoievski y para lo desfachatado un Bukowski, por ponerlo en ejemplos. Sin embargo hay que decir que los temas no varían, lo que varía es la particularidad con que cada escritor los vuelca sobre las páginas, encima de sus personajes y de sus historias. Se piensa también que un escritor es alguien elegido que no tiene más que apoyar su pluma para dejar volar su imaginación, como

Juan Calzadilla Poeta venezolano

Después de todo, el mordisco es la verificación objetiva de su modo metafórico de hablar entre dientes.

La forma de la felicidad Toda felicidad tiene una ­forma. Toda forma adquirida por la felicidad tiene un precio, así sea ninguno. Lo que pagamos por ésta

debería ser poco en ­comparación con el beneficio recibido de ella. De lo contrario, nos haría infelices haber pagado demasiado, aunque juzguemos que su precio no era alto. Todo esto hace a la felicidad inapreciable. Y por ser inapreciable ­ no ­deberíamos haber pagado nada.


FACETAS vulgarmente se dice. Los que pasaron sus textos por filtros exigentes -talleres calificados, escritores o colegas harto probados, universidades- saben que no se trata de agitar un poco la varita (eso también), sino de trabajar los textos, reescribirlos, ser puntuales con las palabras, con la cadencia, con el conflicto, para que toda esa puntualidad se vea transformada en fluidez hacia el lector. Sobre este punto, la corrección, Bolaños aseguró lo que afirman tantos otros escritores, incluido el genial Borges: “Honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte”. Quizá haya querido decir que no sólo las obras tienen la capacidad de tornarse infinitas, sino también la metodicidad por querer perfeccionarlas. Un punto sin final... Este aspecto merecía también la autocrítica de Kafka en “Sobre el arte de escribir”, aunque cargada con más angustia: “En estos cuadernos hay, sin embargo, algo que falta por completo: aplicación, constancia y como se digan todas estas cosas [...]. Lo que a mí me falta es disciplina. [...] Quiero ser aplicado durante tres meses. Hoy sé ante todo una cosa: el arte tiene más necesidad de la artesanía, que la artesanía del arte”. Es la misma sensación con la que cargaba Chejov cuando se autoinfería culpa por no someterse a cierta conducta: “Hasta ahora he mantenido, respecto a mi labor literaria, una actitud superficial, negligente y gratuita. No recuerdo ni un solo cuento mío en el que haya trabajado más de un día. [...] He escrito mis cuentos como los reporteros que informan de un incendio: mecánicamente, medio inconsciente, sin preocuparme para nada del lector ni de mí mismo...” Lo dejó escrito por intermedio de cartas que enviaba a distintos destinatarios hoy reunidas en “Consejos a un escritor”. ¿Acaso ser escritor se trata de una tortura a la cual someterse día y noche frente a los textos sin levantar la mirada hasta verlos plena y correctamente corregidos? Depende del escritor. Algunos escriben

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seguido, sin respirar. Otros son lentos y van pensando frase a frase. Están los que se agitan en un principio, son abandónicos en el medio y vuelven más tarde a reconocer a sus criaturas y a hacerlas crecer. Como sea, hay algo seguro: un texto mirado por segunda (y milésima) vez está más trabajado, logra más cohesión, está afinado. Y por otra parte, una acertada reescritura lo hace vulnerable para bien y para mal. Para bien porque lo robustece. Para mal: el texto puede presentar falencias que en el primer impulso por escribir pasaron inadvertidas.

La lista es larga y valdría una discusión aparte, pero habría que dejar señalada contra un rincón a la incontinencia verbal. Tomando o no algunos de estos consejos, hay vicios que pueden ser domesticados, bibliotecas que pueden ir engrosándose, un estilo que puede ir puliéndose mediante la gimnasia, una disciplina que no sea torturante sino beneficiosa. Detalles que formarán al profesional. Aprendizajes valiosos que sin embargo no reemplazan cierta naturaleza o inclinación. Esa extrañeza ineludible con la que carga-

ba Virginia Wolf, asimilada en “Diario de una escritora”: “También una impresión de mi propia rareza, de la rareza de estar caminando sobre la tierra. También está ahí la infinita extrañeza de la posición humana; estar atravesando Russell Square con la luna allí arriba y las nubes como montañas. Quién soy yo, qué soy, y todo el resto”. La extrañeza de preguntarse y necesitar decirlo. La pregunta que todo buen escritor debería formularse acuñada por Rilke en “Cartas a un joven poeta” que dirigió a su aprendiz: “Inquiera y reconoz-

ca si tuviera que morirse en cuanto ya no le fuere permitido escribir. Ante todo, esto: pregúntese en la hora más callada de su noche: ¿Debo yo escribir?”. Si la respuesta resultara inevitable, “cargar con este destino, llevarlo con su peso y su grandeza”, en la voz de su mismo autor. “Y tener fe ciega no en la capacidad para el triunfo, sino en el ardor con el que se desea”, en la pluma de Horario Quiroga. Destino, peso, grandeza, fe ciega, ardor. Esas cosas que habitan detrás de las páginas. *Escritor argentino


FACETAS Por: Alfonso Carrero Herrán Arquitecto S.C.A.

La elección de las “Maravillas del mundo moderno” fue el resultado de un concurso internacional organizado por una empresa privada, inspirado en la lista elaborada por los griegos para las maravillas antiguas, selección que se hizo mediante votación en la página web. Una persona podía votar cuantas veces lo deseara previa consignación de dos dólares americanos. Inicialmente se escogieron 21 obras y entre estas las siete ganadoras. La condición básica era que estuviera en pie y haber sido declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco. Votaron más de 100 millones de usuarios de los sistemas considerándose como la primera megavotación por Internet. Las características más importantes de cada una de las maravillas escogidas se resumen en los siguientes párrafos. 1. La Pirámide de Chichén-Itzá (México): fue el centro económico y político de la civilización de los Mayas entre los años 750 y 1200; su construcción fue iniciada en el año 425 y terminada en el 455. Su edificio más representativo es conocido como el “castillo”, una pirámide de 25 metros de altura y 55 metros por cada uno de los cuatro lados que conforman su base. Se destaca igualmente el gran Cente sagrado; allí se han encontrado restos humanos, de jade y cerámicas. En 1194 Chichén Itzá perdió su importancia y dominio frente a Mayapán. 2. El Coliseo Romano (Roma-Italia): su verdadero nombre era el del Anfiteatro de Flavio. En un principio, más que por sus gigantescas dimensiones era conocido por la estatua del Emperador Nerón localizada en sus alrededores. Su construcción comienza en el año 72 d.C. por orden de Vespasiano y se inauguró en el año 80 bajo el mandato de Tito. Tiene 48 metros de altura (16 pisos convencionales), 188 metros. de largo y 156 metros de ancho; cada nivel tiene 80 arcos. Las graderías estaban divididas en varios niveles. Aparte de las luchas entre gladiadores y fieras traí-

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Las maravillas

del mundo moderno

Cristo Redentor

Gran Muralla China

Ciudad de Petra

Coliseo Romano

Pirámide de Chichén-Itzá

El Taj Mahal

das del África, en este escenario también se representaban batallas navales. 3. El Cristo Redentor (Río de Janeiro): Cristo del Corcovado es un gran monumento que se levanta en una colina frente a la bahía de Río de Janeiro. Tiene una altura de 38 metros constituyéndose en un hito para la ciudad y el país, y en un gran atractivo turístico carioca y en punto de inspiración para los artistas. La imagen de este Cristo con los brazos extendidos fue una iniciativa de la Iglesia Católica Brasilera con motivo del Centenario de la independencia del país en 1922. El proyecto de ingeniería fue realizado por Heiter Da Silva Costa, siendo inaugurado en 1931. Es una construcción de cemento armado con un peso de mil tone-

ladas; el monumento combina armónicamente ingeniería, arquitectura y escultura. 4. La Gran Muralla (China): construida por el Emperador Qin con el fin de unir los diferentes puntos de defensa de la China y crear una barrera cierta contra la invasión de los Mongoles. Se levantó entre el siglo V a.C. y el año de 1368; tiene una extensión de seis mil 700 kilómetros. Con la desaparición de la dinastía Qin perdió su funcionalidad y se convirtió en fuente de materiales de construcción. Recientes muestras de satélite evidencian la destrucción de varios tramos. 5. El Machu Picchu (Cuzco-Perú): para los Incas significaba “Montana Mayor”. Este santuario está situado a dos mil 650 metros de altura, fue

construido por el pueblo Inca. Allí se guardaba la momia del fundador del Imperio Inca Pachacutec. Es un conjunto de palacios y templos recubiertos en oro y llegaron a albergar 750 personas. En 1550 fue desocupado y saqueado con la llegada de los españoles. En 1911 es descubierto por el explorador americano Hiram Bingham.

6. La ciudad de Petra (Jordania): capital del antiguo Imperio Nabateo, se encuentra localizada a 250 kilómetros al Sur de Amman; en 1985 fue declarada patrimonio de la humanidad. Uno de los hechos más sobresalientes es el sistema de conducción hidráulica que abastece de agua potable a la ciudad. En épocas de esplendor llegó a albergar a más de 30 mil habitantes. En el siglo VII es abandonada y se le consideró perdida hasta mediados del siglo XIX. Entre sus múltiples edificios en piedra el más conocido es el Tesoro, redescubierto en 1812. 7. Taj Mahal (India): es un gigantesco mausoleo construido por Shah Vahan, el quinto emperador mongol musulmán, en memoria de su esposa: la Princesa Mumtaz Mahal, muerta en el parto de su décimo cuarto hijo. Fue construido entre los años 1631 y 1648; en él trabajaron más de 20 mil personas alojadas en un complejo llamado TaiGrani. Los materiales fueron traídos de toda la India y Asia Central con la ayuda de mil elefantes. Estos materiales consistían en arenas rojas antiguas, jaspe, jade, cristal, turquesas, zafiros, carbón, cornalina, diamantes y mármoles, entre otros. El cuerpo central mide 54 metros de altura. En un principio esta selección recibió críticas al considerar que la escogencia de obras arquitectónicas se debe hacer por expertos y no por personas que no tengan el conocimiento suficiente sobre estos temas. Curiosamente seis de las siete maravillas escogidas están localizadas en países en desarrollo, a excepción del Coliseo Romano. Con el correr del tiempo este veredicto ha ido aclimatándose encontrando, especialmente, respaldo en los países donde sus obras fueron escogidas.

DIRECTOR: Antonio Melo Salazar JEFE DE REDACCIÓN: Martha Myriam Páez Morales COORDINADOR: Benhur Sánchez Suárez, Redacción cultural EL NUEVO DÍA PERIODISTA: Nazly Johanna Pita López EDITOR: Billy Edison Zúñiga Valencia DISEÑO: Freddy Herrán Peralta ILUSTRACIONES: obras del pintor tolimense Marco Alejandro Rico Salas FOTOS: suministradas, Internet, EL NUEVO DÍA. Carrera 6 No. 12-09 Tels. 2770050 - 2610966 Ibagué Tolima - Colombia Apartado Aéreo 5476908-K www.elnuevodia.com.co Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial sin autorización expresa del Grupo Editorial Aguasclaras S.A.. ISSN: 021545-8.


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