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La democracia es como el amor:

“Salvar la democracia pasa,enprimerlugar,por entenderqueelotroesun bienparamíyquelaúnica solución es construir el futuro a su lado”.

En este mismo sentido hablas de una revolución cultural postmoderna. ¿Tenemos las claves de dicha revolución o estamos apenas entendiendo hacia dónde nos dirigimos?

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la democracia en el mundo occidental?

Marcelo López Cambronero (Albacete, 1973) es coordinador de Investigación en el Instituto Razón Abierta de la Universidad Francisco de Vitoria en España en la que también es Profesor de Humanidades.

Conferenciante y escritor, sus libros, capítulos y artículos científicos se han centrado habitualmente en los problemas del mundo contemporáneo, especialmente en los cambios sociales, políticos y económicos que están transformando nuestras sociedades. Entre sus últimos escritos destacan La Edad Virtual (2019, Encuentro) y Mayo del 68: cuéntame cómo te ha ido (2018, Encuentro)

Acaba de publicar Salvemos la democracia, también en Editorial Encuentro. Una investigación a fondo de una de las voces más reconocidas en Hispanoamérica sobre el por qué ya no entendemos la democracia y qué tenemos que hacer para recorrer un camino que nos permita reconstruirla y consolidarla.

¿Cuál es la principal razón por las que ya no entendemos

▶ R La primera es que hemos olvidado que la democracia no pretende eliminar el conflicto, sino gestionarlo. Eliminar el conflicto social siempre significa aplicar la violencia sobre quienes piensan de otra manera. Hoy vemos cómo muchas ideologías pretenden imponerse prometiendo acabar con el conflicto social, lo que las lleva a ejercer presión, incluso violenta, o a intentar silenciar a quienes piensan de otra manera. La llamada “cultura de la cancelación” es un buen ejemplo.

En las sociedades siempre existe el conflicto y precisamente por eso es tan valiosa la democracia: porque es el mejor modelo de gestión del conflicto. Allí donde no haya conflicto (en la Isla de Utopía) no hará falta la democracia. En el mundo humano es imprescindible.

En tu último ensayo explicas una idea fundamental: que nos hemos desconectado completamente de lo que es la política real, la que tiene lugar en nuestro tiempo. ¿Por qué ha sucedido eso?

▶ R Porque seguimos explicando la política según esquemas que ya no nos sirven para comprenderla. Los partidos de izquierdas ya no se concentran en ayudar a los grupos con menor recursos y los partidos de derechas no buscan satisfacer los intereses de los ricos. Esta interpretación no es útil para explicar nada.

También tenemos que dejar de entender el tiempo como una línea ascendente que se dirige hacia lo mejor, como hacen los progresistas. Dividir a los partidos políticos entre “progresistas”, “conservadores” y “reaccionarios” no nos ayuda a comprender nada. Esta clasificación solo es un instrumento de manipulación política. Si lo pensamos bien nos daremos cuenta que un tiempo que siempre se dirige hacia lo mejor hace inútil la política: nos podríamos sentar a esperar a que llegue ese futuro maravilloso que supuestamente nos espera.

▶ R Ambas cosas a la vez, aunque parezca paradójico. La postmodernidad es el abandono de la esperanza en que la vida tenga sentido, algún propósito. De esta forma no merece la pena luchar por nada, comprometerse con nada y se nos aconseja buscar nuestros intereses más inmediatos, sin pensar en el mañana. ¡Pero el ser humano no se conforma solamente con vivir! Necesitamos vivir para algo, para alguien, necesitamos saber que aquello que hacemos merece la pena. Cuando nos falta este propósito perdemos toda motivación y caemos con facilidad en una sociedad melancólica.

Por eso diría que tenemos las claves de lo que ha sido la postmodernidad, pero, al mismo tiempo, ella nos ha llevado al nihilismo, a que no haya nada que sirva como orientación para buscar una vida buena. Así resulta que acabamos perdidos y no sabemos hacia dónde dirigirnos.

La consecuencia es la actividad vertiginosa y el consumismo voraz. Movernos sin parar, hacer muchas cosas, viajar, vivir experiencias. Es lo que yo llamo “paliativos de la melancolía” porque con ellos intentamos ocultarnos a nosotros mismos el vacío que predomina en nuestra existencia.

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