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decae cuando se da por supuesta

Marcelo, ¿qué necesitamos para salvar la democracia?

▶ R Principalmente al otro, al que piensa distinto que nosotros. Basta ya de demonizar al contrincante político. El otro tiene otro punto de vista, pero no encarna el mal. Simplemente ve las cosas de una manera diferente y, justo por eso, podemos aprender de él, entender su posición y enriquecer así la nuestra. Salvar la democracia pasa, en primer lugar, por entender que el otro es un bien para mí y que la única solución es construir el futuro a su lado.

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Además de eso, tenemos que aceptar el conflicto, aprender a gestionar y repartir el poder entre los ciudadanos (lo que inevitablemente genera más conflicto), establecer controles eficaces que impidan la acumulación del poder y apelar una y otra vez a la subsidiariedad. La democracia necesita de una sociedad civil rica, creativa, con capacidad de acción y de emprendimiento a todos los niveles.

¿Se puede decir que las ideologías y los populismos vienen a sustituir a las democracias?

▶ R La ideología consiste en un esquema de ideas que pretende sustituir a la realidad. Las personas que están atrapadas en una ideología solo son capaces de ver y de entender aquello que está dentro de los estrechos cauces de su esquema, y si la realidad es diferente se ven obligadas, casi por salud mental, a tergiversarla. Una cosa es que necesitemos esquemas, interpretaciones, para comprender el mundo y otra muy diferente que quedemos encerrados dentro de estas interpretaciones.

Los populismos de hoy son muy distintos a los que veíamos en otras épocas. Durante el siglo XX los populismos de, por ejemplo, la época de entreguerras, se llamaban así porque siempre le decían y le prometían al pueblo lo que él quería, aunque fuese imposible conseguirlo y aunque supiesen que mentían. Lo hoy llamamos “populismos” difieren mucho de aquellos. Se trata de fuertes caparazones ideológicos que utilizan la persuasión, la psicología, el lenguaje y la violencia para manipular al pueblo y llevarle a pensar lo que ellos quieren que piense, incluso, como sucede con las versiones más radicales de la ideología de género, cuando la realidad se manifiesta claramente en otra dirección.

“Setratadefuertescaparazonesideológicosqueutilizanlapersuasión, lapsicología,ellenguajeylaviolenciaparamanipularalpuebloyllevarle apensarloqueellosquierenquepiense,incluso,comosucedeconlas versionesmásradicalesdelaideologíadegénero,cuandolarealidadse manifiesta claramente en otra dirección”.

Quiero subrayar que las ideologías no han muerto. Muy al contrario, son más poderosas que nunca y han llegado a sustituir casi completamente a la verdadera política.

¿Y habrá posibilidad de salvar a la democracia en el mundo post COVID?

▶ R Hay que tenerlo claro: la alternativa a la democracia no es otra que la violencia. La democracia es el sistema con una mayor capacidad de asumir y gestionar el conflicto. También es el mejor sistema de reparto del poder entre los ciudadanos, entendiendo por poder algo tan sencillo como la capacidad de hacer cosas, de vivir en libertad. Cuando las personas tienen poder inevitablemente sobreviene el conflicto.

Lo podemos ver con un ejemplo muy sencillo: si muchas personas pueden tener automóvil y desplazarse por la ciudad el conflicto se apodera de las calles y es necesario instalar semáforos, señales y un completo código de reglas que permitan que el poder (el de desplazarse) transcurra de manera ordenada. Pues bien, los sistemas políticos no democráticos acumulan el poder en un solo partido, en camarillas o incluso en una o muy pocas personas, arrebatándoselo al pueblo. Para conseguirlo ejercen todo tipo de violencias, y ahogan en sangre el conflicto, es decir, a la oposición.

La gestión del poder social, y del conflicto que genera, es difícil, y solo un modelo democrático puede hacerlo. Lo hace adaptándose a los cambios que nos traen las nuevas épocas y con estructuras de control precisas y refinadas. El resultado siempre es imperfecto, nunca es completamente justo, y por eso la democracia exige reformas y más reformas, un trabajo político constante y siempre mejorable. Cuando queremos evitarnos ese trabajo y buscamos soluciones precipitadas deviene el desastre.

No debemos cejar en el empeño constante de construir mejores democracias. La democracia, como el amor, empieza a decaer en cuanto se da por supuesta.

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