AÑO XX Nº 204 NOVIEMBRE | DICIEMBRE 2014
Periódico El Øtro del ámbito «Psi» (Reg. Prop. Intelectual nº 419.367) ISSN 2250-8805 Publicación editada y distribuida por EDICIONES El Øtro (Reg. Nac. Der. de Autor nº 452.270) C.U.I.T 30-69381315-4 Director: José H. Méndez
El Øtro
notas y publicidad del mes
PSICOANALISIS Anticipos
Por Sara Vassallo
“La cuestión de la Gracia es patente – dice Lacan – en cuanto se trata del cristianismo. El interés que nos provoca el cristianismo al nivel de la teoría, se mide precisamente por la función otorgada a la Gracia. ¿Quién no ve que la Gracia mantiene el vínculo más estrecho con lo que, partiendo de funciones teóricas que no tienen nada que ver con efusiones del corazón, yo designo como el deseo del Otro?”1. remos lo que el Otro, por su gracia, quiere en nosotros” (lo cual confirma lo sugerido en las Retractaciones, o sea, que la ausencia del significante gracia no es una razón válida para confundir sus enunciados con los de Pelagio). ¿Qué características debe poseer ese significante para que los textos que lo callan signifiquen a través y a pesar de su ausencia? ¿Y cómo puede mostrarse que es incluso esa ausencia y no su presencia efectiva (que puede ser esporádica, mentirosa o simplemente oportunista, como en la abjuración de Pelagio ante el papa Inocencio I, analizada con implacable crueldad por san Agustín) lo que le da su significado verdadero? A quien propone que la voluntad humana se basta a sí misma para salvarse, san Agustín responde afirmativamente, yuxtaponiéndole inmediatamente una negación que no elimina completamente la afirmación anterior, ya que redunda, como vimos, en un enunciado construido como sigue: la verdadera libertad es un don del Otro. La extraña yuxtaposición de la afirmación y la negación se
Para afirmar que la gracia “cura la voluntad” y la libera, hay que dejar de lado el presupuesto de que las dos voluntades actúan cada una por su lado de un modo separado. ¿Cómo da cuenta el lenguaje de esa relación de inconmensurabilidad? Cuando aborda el tema de la predestinación, por ejemplo, san Agustín no lo reduce a dos alternativas brutalmente opuestas: o nos salvamos por nuestros méritos, sin el Otro, o nos salvamos por la gracia del Otro. Dando parcialmente razón a Pelagio, repite hasta el cansancio que la segunda alternativa no suprime del todo la primera, donde intervienen la volición y el mérito, y que la frase del Libre albedrío: “Por el solo hecho de querer, poseemos ya lo que queremos”, debe leerse como: “Por el solo hecho de querer, que-
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PSICOANALISIS Literatura Posturas
Anticipo del capítulo VII de un libro de próxima aparición: Un sujeto y dos voluntades
A
E R I Ó D I C O D E I S T R I B U C I Ó N L E C T R Ó N I C A R A T U I T A
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La voluntad y la gracia
muchos siglos de distancia, la alucinante controversia de san Agustín con Pelagio y su portavoz Celestius, muestra que el eje que articuló sus innumerables peripecias jurídico-eclesiásticas ante el papa Inocencio I (remplazado luego por el papa griego Zózima, francamente favorable a Pelagio, al que siguieron luego incesantes postergaciones ante los tribunales de Palestina, Constantinopla, Roma o Cartago, que amnistían o condenan alternativamente a Pelagio, hasta el pronunciamiento definitivo de la herejía) tenía que ver con la ambigüedad con que las declaraciones del imputado parecían a veces incluir el querer del Otro en el poder humano o a la inversa, excluir al poder humano del querer divino. Si los argumentos esgrimidos por san Agustín incidieron con mayor fuerza en el resultado final, lo notable era que, lejos de basarse en una lógica de la identidad o no-contradicción, reforzaban la inconmensurabilidad de las dos voluntades.
P D E G
condensa en el quiasmo de la carta nº 89 a Hilario: “El libre arbitrio no es destruido porque sea ayudado [por Dios], al contrario es ayudado porque no es destruido”. Es decir, el Otro no socorre a quien no acepta libremente ser socorrido. El quiasmo oculta una estructura oximórica de tres términos, como lo reitera un pasaje del Espíritu y la Letra, que transcribo en su contexto: “¿Arruinamos el libre albedrío en nombre de la gracia? Para nada, al contrario, más bien lo establecemos. Así como la fe no suprime la ley, tampoco la gracia suprime el libre albedrío sino
que lo establece. Porque la ley no puede cumplirse sin el libre albedrío [...] Por consiguiente, así como la ley no se suprime sino que se establece por la fe (la fe que obtiene la gracia, permite cumplir la ley), del mismo modo el libre albedrío no se suprime con la gracia sino que se establece, ya que la gracia cura la voluntad para que pueda amar libremente a la justicia” (XXX, 52). Para afirmar que la gracia “cura la voluntad” y la libera, hay que dejar de lado el presupuesto de que las dos voluntades actúan cada una por su lado de un modo separado. La transgresión más flagrante al principio de identidad se da en sostener con un empecinamiento inalterable, que la voluntad humana no coincide consigo misma, o sea, que está en el Otro, y que a pesar de ello, el libre arbitrio no desaparece nunca porque puede resistir (decir no) a la gracia del Otro. Obsérvese que como consecuencia de esa contradicción, se pone en el mismo lugar al pecado como inclinación a apartarse del don del Otro, y a la gracia como salida contingente a esa inclinación. Para que el significante gracia abra en la sintaxis un vacío que queda como más allá respecto de su ausencia/presencia efectiva en el discurso, nada se prestaba tanto como el intercambio de enunciados entre dos interlocutores. El método de san Agustín (que Pascal ahondará) consiste en cotejar dos enunciados contrarios. El primero, o sea, el del adversario, será incorporado en el segundo (el suyo propio) aunque no abolido. Por ejemplo: 1) “Nada bueno puede hacerse sino por el libre arbitrio de la voluntad” (frase de Pelagio que Agustín puede compartir a condición de aislarla del contexto). El segundo enunciado (2): “El libre arbitrio no es destruido sino establecido por la gracia”, desmiente a Pelagio, aunque no anule el libre arbitrio. Luego de cotejarlos, se traCONTINúA en PáG.2
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Por Victoria Mora
Rodolfo Walsh y el arte de escribir “Siempre he llevado mi escritura conmigo donde quiera que haya ido”. Marguerite Duras, Escribir
S
artre dice que un escritor no lo es por las cosas que ha elegido decir, sino por la forma en que se digan. Frase que apunta a la poética o a la narrativa que detenta un autor, o si se quiere, a su estructura, más allá del contenido (o fenómeno) que se esté describiendo. Desde ya que la marca de la singularidad de un autor puede rastrearse en el modo estructural en el que escribe, sin embargo, me pregunto si el contenido no termina siendo esencial, al punto de determinar al escritor también en su definición. Rodolfo Walsh es quién es, sin dudas, por su modo de escritura. Eduardo Jozami en la biografía del escritor1 la define como una poética de la denuncia. ¿Sería lo mismo si Walsh hubiese escrito sobre otros temas? Me atrevo a responder que no. Walsh es quién es también por las cosas que eligió decir, más allá de haberlos dicho muy bien. La escritura de Walsh incluye cuentos, obras de no ficción, cartas, diarios y dramaturgia. Es una vasta obra que guarda una lógica de prosa y contenido que no puede negarse, aunque al propio escritor le haya costado tanto asumirlo. Durante largo tiempo estuvo atravesado por la disyuntiva entre la militancia, la acción y la escritura. Escribe en sus diarios en Diciembre de 1968:
...hay un cuerpo pulsional que se pone en juego al momento de sentarse a la máquina de escribir y comenzar a tipear Duermo hasta doce horas por día, consumo diarios y revistas en cantidades infinitas, etc. Incluso leo demasiados libros. Escribo menos de media página por día. Estoy cansado y derrotado, debo recuperar una cierta alegría, llegar a sentir que mi libro también sirve, romper la disociación que en todos nosotros están produciendo las ideas revolucionarias, el desgarramiento, la perplejidad entre la acción y el pensamiento. (…) La política se ha reimplantado violentamente en mi vida. Pero eso destruye en gran parte mi proyecto anterior, el ascético gozo de la creación literaria aislada. Así quedaba planteada una diferencia de escritura en lo que hacía a la militancia, que venía de la mano del periodismo, y por otro lado dividida, como si se tratase de una escritura distinta, la literatura. Sin embargo, en una entrevista a la revista Siete días un año después declara: Durante años he vivido ese vaivén entre el periodismo y la literatura, y creo que se alimentan y realimentan mutuamente: para mí son vasos comunicantes. La hipótesis de Jozami, a la que adscribo, plantea que la diferencia entre un género y otro en Walsh radica en el objetivo para el que el texto fue escrito, no en su modo de escribir. La denuncia (que también puede estar presente en los cuentos, aunque de manera velada) toma otra fuerza y tiene otra llegada en la sociedad cuando se escribe como no ficción. Así Operación Masacre, Caso Satanowsky y ¿Quién mató a Rosendo? fueron escritos como periodismo testimonial porque Walsh apostaba a que funcionaran como elementos para la justicia y para la memoria de las víctimas, pero principalmente como herramienta de denuncia. Tristemente la realidad le demuestra que esto no se cumple. Sin embargo, la perdurabilidad de sus efectos es un logro que Walsh no podría vislumbrar entonces. Hoy, a más de treinta y cinco años de su muerte, toda su obra puede ser leída teniendo en cuenta a la palabra y sus efectos de denuncia y de perdurabilidad. Efectos que CONTINúA en PáG.3