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Científicas latinoamericanas: protagonistas de la investigación
DORA BARRANCOS Socióloga y doctora en Historia
>> (Jacinto Aráuz, La Pampa, 1940) Socióloga e historiadora, referente del feminismo. Fue directora del CONICET en representación de las ciencias sociales y humanas durante casi una década. Recibió el premio Konex Diploma al Mérito de las Humanidades en la Argentina, en la categoría Estudios de Género.
Hija de un maestro y director de escuela, a su casa llegaban cajas de libros permanentemente. Ese olor a tinta impresa se convirtió desde entonces en su favorito. Los libros amarillos de literatura juvenil que conformaban la colección Robin Hood acompañaron y orientaron infancias y adolescencias en todo el país, incluyendo la suya. Sus nietas aún conservan, además, una pequeña biblioteca con diez ejemplares de la colección La Hora del Niño, el regalo que ella recibió en su décimo cumpleaños.
“Tenía mucha fruición para leer textos, también facilidad para expresarme y narrar en voz alta. Eso me despejó el camino”, asegura Dora Barrancos, licenciada en Sociología, doctora en Historia, exdirectora de CONICET en representación de las ciencias sociales y humanas, doctora honoris causa de la Universidad Nacional de La Plata, exdirectora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, asesora presidencial y referente ineludible del feminismo en todo el continente.
Su curiosidad fue de la mano de un espíritu justiciero que se manifestaba en cualquier situación en la que percibiera un desprecio hacia alguien. Sin embargo, no tomó contacto directo con el feminismo hasta que en su exilio en Brasil –donde recaló en 1977 junto a su marido y sus hijas para escapar de las amenazas de la dictadura militar– una noticia la impactó: el abogado defensor de un femicida (término inexistente en aquella época) argumentaba que su cliente había actuado en defensa legítima de su honor debido a una infidelidad.
Aquello la metió de lleno en la cuestión de género, en su doble faceta de investigadora y militante, algo frecuente en nuestro continente y, quizá, menos común en otras geografías. “Desarrollé militancia activa por una suerte de ‘constitutividad’ en mis percepciones, sentimientos y principios: la ciencia sirve para dignificar la vida humana –sostiene la doctora Barrancos–. Todo lo que podamos hacer en materia de conocimiento tiene un sentido fundamental y es elevar la dignidad humana. El conocimiento es liberador”.
El conocimiento que la doctora Barrancos expone a través de sus investigaciones y publicaciones tiene como una de sus características fundamentales la reflexión sobre la sensibili-
Dora Barrancos es un referente ineludible del feminismo en todo el continente. En la imagen se la ve cuando en 2019 recibió el título de doctora honoris causa por la Universidad Nacional de Rosario. dad humana. Una vez que el feminismo se ubicó en el centro de sus intereses, sus estudios abordaron los conflictos, las revoluciones y los derechos políticos de las mujeres, además de la historia de las sexualidades disidentes. En ese sentido, es defensora de la teoría queer, que sostiene que los géneros y las identidades sexuales son resultado de una construcción social y no necesariamente se encuentran inscritos en la naturaleza biológica. En uno de sus trabajos más recientes, el libro Historia mínima de los feminismos en América Latina, rescata historias que se encontraban sumergidas, luchas y reivindicaciones que hubo en cada país del continente y que corrían el riesgo de quedar en el olvido. Se trata de una publicación que conecta épocas y lugares, que resuelve hiatos históricos y abre nuevas perspectivas.
La investigación le tomó años, y su escritura le llevó tres veranos completos. Según la doctora Barrancos, es el libro que más trabajo le requirió. Para realizarlo, incluso, transgredió el principio historiográfico que postula evitar lo acontecimental y centrarse en la interpretación más densa: “Aquí se imponía algo elemental, era una historia muy sumergida en algunos países, y los acontecimientos eran necesarios. Siento que es un libro que hacía falta, que sirve”, dice.
En la actualidad, y como es habitual en ella, su agenda de trabajo no tiene espacios libres. Aun así, está siempre dispuesta a colaborar, ya sea con la Ley 27.499 de Capacitación Obligatoria en Género para todas las personas que integran los tres poderes del Estado (conocida como “Ley Micaela”), en encuentros alrededor del país relacionados con su militancia feminista o con solicitudes para prologar libros, en el asesoramiento ad honorem al presidente de la nación, dentro de su tarea docente, entre otras.
En medio de todas estas actividades, hay al menos dos grandes investigaciones en su horizonte. Por un lado, abordará historias de mujeres en actividades por las que no fueron reconocidas. Un ejemplo son las historiadoras no reconocidas en el siglo XIX, entre las que se encuentran Juana Manuela Gorriti, con trabajos de historiadora amateur y de márgenes, y Juana Manso, que llegó a publicar un libro con sus reflexiones sobre la historia. En este trabajo, la doctora Barrancos sigue la línea de la estadounidense Bonnie G. Smith, autora de El género y la historia, que formará parte de la colección Géneros, publicada por la Universidad Nacional de Quilmes y dirigida por Barrancos.
Por el otro lado, planea producir un artículo acerca del Código Penal Argentino, que antes de 1921 señalaba cuestiones de honor como eximentes al homicidio practicado contra la mujer, cónyuge o hija. Es como si cerrara un círculo respecto al punto en el que vivió su despertar al feminismo, en Brasil. “Cada una de las leyes que devuelven derechos a las mujeres tiene detrás dos dimensiones: una es la acción política, de les afectades; otra, que ocurre al mismo tiempo, es el cúmulo de trabajo académico. Las ciencias sociales en la Argentina, lejos de estar en una especie de torre de cristal, han producido conocimiento situado. Todo esto tiene mucho que ver con conocer y saber elucidar mejor lo que ocurre con la interacción humana, las fórmulas de reconocimiento y el movimiento de las agencias por derechos, que han sido muy analizadas. El aporte que han hecho las ciencias sociales ha sido fundamental en la gestión de nuevos derechos”, asegura.
Y así como en la ciencia cada respuesta abre una nueva pregunta, cada conquista es la base para la siguiente lucha: “Hay una cierta insaciabilidad, que es positiva. La humanidad no puede quedarse en la duermevela de lo ganado. Yo sigo pensando utópicamente en mundos igualitarios”, afirma
LA EFERVESCENCIA ARGENTINA
La doctora Barrancos asegura que la magnitud del feminismo en la agenda pública es mayor incluso a la que desde su militancia imaginaba. También sostiene que, en el marco de un continente en ebullición, en la Argentina hay mayor estridencia. Interpreta esta realidad desde una serie de fenómenos que confluyen: la aparición de agencias propias de las diversidades sexo genéricas, que salieron a la luz en el marco de la autonomía de la ciudad de Buenos Aires y la redacción de un nuevo estatuto constitucional; la persistencia y el crecimiento del Encuentro Nacional de Mujeres, que cada año se lleva a cabo en una ciudad diferente del país y donde las proclamas del feminismo cada vez más trastocaron las sensibilidades, las percepciones y los sentimientos de las asistentes; la singular proyección del movimiento Ni Una Menos y los derechos obtenidos con leyes concretas en los últimos años.
ANA CLARA MIGNAQUI Doctora en Bioquímica
>> (Mar del Plata, Buenos Aires, 1984)Doctora en Bioquímica. Es investigadora asistente de CONICET en el Grupo de Nanomedicina Veterinaria dentro del área de Producción Animal del Instituto de Investigaciones Forestales y Agropecuarias Bariloche.
Llegó a la Patagonia después de haber vivido doce años en la ciudad de Buenos Aires, donde estudió su carrera de grado y realizó su doctorado. En principio, iban a ser dos años, el período de duración de la beca posdoctoral que había obtenido. Pero enseguida el paisaje y la tranquilidad de la vida en Dina Huapi, el pueblo en el que vive a 15 kilómetros de Bariloche, la deslumbraron, y pensó: “De acá no me voy nunca más”. Hace siete años la doctora en Bioquímica Ana Clara Mignaqui vive ahí y trabaja en Bariloche, donde se desempeña como investigadora en el Grupo de Nanomedicina Veterinaria del Instituto de Investigaciones Forestales y Agropecuarias Bariloche (IFAB, dependiente del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria –INTA– y el CONICET), en la Estación Experimental Agropecuaria Bariloche.
Antes de ingresar a la Carrera del Investigador del CONICET, la doctora Mignaqui tuvo tres estadías en Montreal, Canadá, donde realizó tareas de investigación en el Human Health Therapeutics Research Center del National Research Council de Canadá (NRCC), una institución que en cuanto a su importancia y extensión en el territorio nacional es comparable con el INTA.
Desde hace doce años, cuando comenzó con su doctorado, su especialidad es el desarrollo de vacunas. “Lo que más me gusta es estar en el laboratorio, con los tubos chiquitos que usamos, haciendo reacciones para ‘pescar’ genes y realizar técnicas de clonado –asegura–. Y creo que lo que más te gusta es lo que mejor hacés, porque se trabaja de una manera diferente, dando un plus”.
El foco de su grupo de nanomedicina veterinaria dentro del área de Producción Animal del IFAB son los dispositivos diagnósticos y las vacunas para las enfermedades que afectan las producciones agropecuarias y la salud pública (zoonosis) en la Patagonia. Principalmente, se orientan a las enfermedades que afectan a los pequeños rumiantes (cabras y ovejas, entre otros) y la producción acuícola (truchas). En muchos casos, se trata de enfermedades que están desatendidas, sin que otros laboratorios las aborden
En colaboración con Laboratorios Bagó, la doctora Mignaqui trabaja hoy en el desarrollo de una vacuna contra el virus del COVID-19, similar a las de ARN mensajero. (sobre todo por razones económicas, ya que suelen ser nichos pequeños, sin grandes posibilidades comerciales comparados con otros).
El tema de su doctorado, que es una línea de investigación en la que continúa participando (en un proyecto a cargo del INTA Castelar), es el desarrollo de una vacuna basada en en cápsides –es decir las envolturas proteicas de los virus– vacías recombinantes del virus de la fiebre aftosa, una enfermedad animal de las de mayor importancia económica en el ganado vacuno. “Es muy importante, porque cuando hay brotes en un país se generan restricciones comerciales: directamente cierran los mercados y no compran esa carne”, explica la doctora Mignaqui.
Otro de sus proyectos se enfoca en los dispositivos diagnósticos para enfermedades que afectan a ovejas, como la enterotoxemia ovina, producida por la bacteria Clostridium perfringens. Son dispositivos similares a los test PCR de diagnóstico para COVID-19, de los que actualmente existe muy poca oferta y a precios elevados. “Desarrollar metodologías nacionales es un aporte para la región, porque se puede diagnosticar, y también para la biotecnología, porque es transformar la ciencia en un producto”, sostiene.
“Cada enfermedad y cada situación implican diferencias en el desarrollo de una vacuna. Si la necesita un pequeño productor, por ejemplo, tiene que ser una vacuna económica y accesible. Hay que pensar en desarrollar una tecnología que finalmente llegue a la gente. Si se produce algo muy complejo y caro, es muy difícil que llegue a un productor rural. Lo mismo pasa con las vacunas humanas”, explica.
Precisamente, sobre vacunas humanas trata, quizá, el proyecto más importante en el que está involucrada en la actualidad: en colaboración con Laboratorios Bagó, su grupo trabaja en el desarrollo de una vacuna contra el virus del COVID-19. Esta vacuna en particular es similar a las de ARN mensajero, aunque, en palabras de la doctora Mignaqui, “más estable, porque es una vacuna a ADN plasmídico”. Otro punto señalado por la investigadora como una ventaja es la adaptabilidad a las diferentes variantes del virus. Una vez que se evalúen favorablemente la seguridad y la eficacia, podría pasar a una siguiente etapa.
Actuar en un escenario de emergencia y desarrollar nuevas vacunas solo es viable gracias al background de años de estudio e investigación. Existe mucho trabajo “invisible” que toma forma y adquiere visibilidad en momentos específicos, sin el cual no habría desarrollo posible. La doctora Mignaqui destaca la apuesta en ese sentido: “Cuando un Estado envía investigadores a capacitarse al exterior, en el momento no se ve el valor de esa inversión. La ciencia es el mismo tipo de inversión que la educación, es esa que uno hace y no sabe cuándo va a usar. Invertir en ciencia es tener la mirada puesta en el futuro”.
Todo este camino podría haber sido diferente para la doctora Mignaqui. De chica siempre obtuvo buenas notas sin demasiado esfuerzo. Participaba regularmente de olimpíadas de matemáticas, química y física, más por la experiencia compartida con otros compañeros que por la competencia. Cuando llegó al último año del secundario, no estaba segura de cómo continuar: le gustaban las matemáticas, el derecho, la agronomía, entre otros intereses.
Un test vocacional la orientó, y el empujón final fue conocer a una bioquímica marplatense que la recibió en su casa para hablar sobre su trabajo. Vio que era una disciplina que le permitía crecer y, al mismo tiempo, formar una familia, un anhelo que ya tenía en ese entonces. Cuando comenzó la carrera, el interés se volvió pasión, y su primer trabajo, en el INTA, la vinculó para siempre con la investigación aplicada. A partir de entonces, orientó su camino buscando desafíos que alimenten esa voracidad adquirida: “Siempre me moví más por la pasión del conocimiento que por la estabilidad laboral”, asegura.
A sus 37 años, aunque ya haya un gran trecho recorrido, todavía queda mucho más por hacer: “Tengo por lo menos 30 años de trabajo por delante para seguir investigando y también para formar personas, que es otro de mis horizontes. El desafío será transmitir esta pasión que hace que uno se levante con ganas de ir a trabajar todos los días, a pesar de los obstáculos”
FEDERALIZACIÓN
Hacer ciencia es más o menos complejo de acuerdo con el lugar desde donde se trabaje. La obtención de reactivos y equipamiento, los costos extra de envíos y la cantidad de profesionales cercanos para trabajar en conjunto son algunos de los factores que se podrían considerar una desventaja para quienes no se encuentran en el área metropolitana de Buenos Aires. La doctora Mignaqui aboga por la federalización de la ciencia: “Creo que hay una tendencia hacia allí y hay herramientas que lo demuestran, como el hecho de que los puntos de corte para la obtención de algunas becas cambien según la zona, porque es mucho más difícil lograr resultados cuando se tiene menor infraestructura. Sin embargo, aún sigue habiendo muchas diferencias, y trabajo en ese sentido”.
Uno de los focos de su grupo de nanomedicina veterinaria son las vacunas para las enfermedades que afectan las producciones agropecuarias y la salud pública en la Patagonia.
>> (Ciudad de Buenos Aires, 1961) Bióloga, reconocida por sus investigaciones en conservación y uso sustentable de las vicuñas silvestres, y el desarrollo de las comunidades andinas del altiplano de Jujuy. Es la primera científica en la Argentina que estudió las vicuñas desde el punto de vista de la ecología del comportamiento. Impulsa programas en el altiplano para integrarlas a un esquema sustentable de manejo productivo, incluyendo la recuperación de una técnica andina para lograr ese objetivo.
BIBIANA VILÁ Doctora en Ciencias Biológicas
El legado familiar, su interés personal, la avidez por adquirir saberes, el descubrimiento de que la belleza de lo natural se potencia al conocer más sobre sus mecanismos y una fuerte conciencia social en el sentido amplio del término se combinan en Bibiana Vilá, doctora en Ciencias Biológicas, investigadora superior del CONICET, etnoecóloga y miembro del Multidisciplinary Expert Panel(MEP) de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Biodiversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES).
Su camino en la biología comenzó, acaso, en las sierras cordobesas, donde veraneaba junto a su abuela Memé, quien tenía una sensibilidad especial frente a la naturaleza: en ocasiones les proponía a ella y a su hermano, por ejemplo, tirarse al piso a mirar el mundo desde la perspectiva de un sapo. El amor por los animales no se reducía a las múltiples mascotas (perros, gatos, pájaros), sino que se expandía permanentemente. “Si fuera solo por ese amor, habría sido una guardaparque, pero a mí me interesaba indagar sobre ellos”, aclara la doctora Vilá. La fascinación por el quehacer científico nació con juegos de experimentos y se desarrolló en el laboratorio escolar. “Agregar la cuestión científica biológica de lo estricto, del dato duro y el análisis estadístico no le quitó belleza. Al contrario: pasar por el razonamiento y ser analizada científicamente hizo más fascinante la biodiversidad. El encanto de la naturaleza aumenta cuando develamos sus secretos”, afirma.
AL PRINCIPIO, LA OBSERVACIÓN DE LAS VICUÑAS ERA A DISTANCIA. RECIÉN EN 2003 PUDO TOCARLAS
En el norte argentino, grupos de entre 60 y 100 personas se organizan periódicamente para llevar adelante una práctica que fue olvidada durante dos siglos: el chaku. Se trata de arreos de vicuñas hacia corrales, donde de la forma menos invasiva y más respetuosa posible se esquila a los animales, para luego liberarlos el mismo día de la captura.
El rescate de esta técnica –que se realizaba antes de la conquista española y que fue reemplazada por la voracidad europea y la celeridad y prepotencia de las armas de fuego– es uno de los motivos principales de que se haya revertido una tendencia que amenazaba con la extinción de la especie. De los dos millones de vicuñas que, según se deduce de crónicas antiguas, habitaban el continente en épocas del Imperio inca, el número bajó a 10.000 en 1967. Los gobiernos regionales reaccionaron con leyes que castigaron la caza furtiva y fueron el primer paso hacia la resolución del problema. En la Argentina se pasó de una población de 2000 vicuñas en 1969 a entre 80.000 y 100.000 en la actualidad. Este éxito se debe a la combinación de políticas concretas de conservación nacional y provincial, como creación de reservas, legislación estricta que prohíbe la caza furtiva, el compromiso de los pueblos indígenas y las comunidades locales, y los esfuerzos desde la academia y la ciencia de la biología de la conservación. Entre estos
últimos, vale destacar la actividad del grupo interdisciplinario de investigadores que conforman Vicuñas, Camélidos y Ambiente (VICAM).
La doctora Vilá comenzó a estudiar las vicuñas en 1985. Se sintió atraída por estos animales y la zona que habitan luego de algunos viajes al altiplano como mochilera cuando era estudiante. Desde siempre se interesó por las interrelaciones ecosistémicas: cuando era chica juntaba los fascículos coleccionables de fauna argentina, con los que armaba tramas tróficas. Al principio de su investigación, la observación de las vicuñas era a distancia, realizando un seguimiento pormenorizado de comportamientos y movimientos, hasta que fue capaz de entender las acciones de los animales y sus dinámicas. Recién en 2003 tuvo contacto directo con animales vivos, capturados: “Los neochakus [N. de la R.: nombre actual que les pusieron a los chakus] nos abrieron muchas posibilidades interesantes en términos de investigación: podíamos tomar muestras y analizar un montón de cosas. Es una situación en la que ganamos todos: las vicuñas, porque se las conserva al hacer de ellas un uso sustentable; las comunidades locales se quedan con la fibra y la pueden comercializar (dejando un porcentaje a las autoridades provinciales); y los científicos obtenemos nuevos datos de una población que ya veníamos estudiando”, resume.
El amor por los animales, las inquietudes científicas y la sensibilidad por el entorno en general estuvieron y están siempre presentes en la doctora Vilá, que alterna
Sus esfuerzos se enfocan en promover el uso sustentable de la fibra de vicuña de alto valor económico, contribuyendo así a la conservación de los animales silvestres y al desarrollo estable de las comunidades regionales.
El amor por los animales y las inquietudes científicas están siempre presentes. sus días entre temporadas de investigación en campo –en el norte argentino– y su vida en Luján, provincia de Buenos Aires, rodeada de naturaleza y animales. “Tengo la vida que elegí tener”, asegura con gratitud. Desde esa vida elegida coconstruye con su equipo de investigación y las comunidades locales posibles estrategias de conservación y sustentabilidad en el altiplano. Con la información que obtienen en sus investigaciones y la escucha atenta de las demandas y necesidades locales, junto con su grupo propone múltiples herramientas. La implementación de los neochakus es un ejemplo de ello, y para extender la práctica publicaron y distribuyeron un manual de conservación y uso sustentable de las vicuñas. U, otro ejemplo, en un taller participativo organizado por los investigadores con representantes de cinco comunidades y cuatro asociaciones aborígenes surgió, de parte de los participantes, la construcción de un calendario anual, circular y transversalizado por cinco aspectos: el clima, la naturaleza, las festividades y los ciclos agronómicos y ganaderos. Luego de un trabajo en conjunto entre el grupo de investigación y los representantes de la comunidad, se elaboró un calendario ambiental participativo en Santa Catalina, provincia de Jujuy. Allí se registraron y organizaron las fechas relevantes para la comunidad, desde acontecimientos para conmemorar hasta información relacionada con el clima y la biodiversidad silvestre de acuerdo con cada época del año. “En etnobiología, la comunidad te abre sus saberes. Me brinda la posibilidad de conocer y yo me siento en la obligación ética y moral de generar un producto que sea de ellos y para ellos”, explica.
En la actualidad, la doctora Vilá y su equipo de trabajo comenzaron también a investigar a los suris, los ñandúes de la Puna, que se encuentran en una situación vulnerable. Junto a ese nuevo proyecto, continúan con la investigación a fondo de las vicuñas y el uso del ambiente, la desertificación. Esa línea investigativa de biología y ecología de base se mantiene y se vuelve más sólida y robusta con el paso de los años. Los datos ambientales permiten prever situaciones: sequías, lluvias, qué sucede en cada caso con las crías de los animales, entre otras cuestiones. También otorgan la posibilidad de medir impactos ante diferentes escenarios: si la minería influye en la cantidad de muertes de los animales, si hubo presencia de caza furtiva, cómo varían las áreas de pastura, entre otros. Con el manejo sustentable ya instalado, el paso siguiente es recuperar antiguas técnicas de hilado, ya que se fueron perdiendo luego de
VIAJE EN EL TIEMPO
El rescate de prácticas antiguas y respetuosas del ambiente, como el chaku, surge de la investigación histórica de la cultura de las comunidades. En ese sentido, la doctora Vilá conoció la existencia de las caravanas de llamas, un método de intercambio iniciado hace unos 3000 años en el mundo andino. El uso de las llamas como medio de transporte de mercancías y conexión entre comunidades sobrevivió hasta hace muy pocos años. Las caravanas llegaban desde Nor Lípez, Bolivia, hasta la feria de Santa Catalina, en Jujuy. Todos los años se producía el intercambio, con personas que viajaban durante seis días de ida y otros seis de vuelta. La doctora Vilá escribió un paper en inglés y un libro en español sobre la extinción de las caravanas, de la que fue testigo: “Llegaban dos caravanas de llamas. El líder de una de ellas, un hombre mayor, dejó de caravanear, y los hijos comenzaron a viajar en camioneta, porque en diez horas recorrían la distancia que caminando con llamas cargadas les tomaba seis días. Al líder de la segunda caravana, el señor Natalio, lo mató un rayo en una tormenta de verano mientras pastoreaba sus llamas. Probablemente la práctica esté extinguiéndose. Creo que presencié la última caravana... La primera vez que las vi, fue como ver venir caminando el pasado, era algo que solo conocía por los libros y las referencias arqueológicas”.
décadas de prohibición de la explotación de la especie. Es otra forma de combinar el cuidado ambiental con la obtención de recursos genuinos para los pobladores.
La justicia social y el ambientalismo recorren, para ella, una misma línea, en la que también se vincula el feminismo: “Hay una relación entre el cuerpo de la mujer y el territorio, en el sentido de que el modo de apropiación patriarcal que avanza y que somete sería equivalente. También hay una cuestión, desde la justicia ambiental, que se basa en visibilizar que aquellas personas que generan los problemas ambientales habitualmente no los padecen, y las personas que padecen los problemas ambientales no los generan ni se enriquecen con el daño ambiental. Lo ambiental, el género y los derechos humanos son los tres ejes que deberían atravesar las políticas públicas”
Gracias a la combinación de políticas concretas, en la Argentina se pasó de una población de 2000 vicuñas, en 1969, a entre 80.000 y 100.000 en la actualidad.
>> (Ciudad de Buenos Aires, 1955) Matemática, investigadora superior del CONICET. Su trabajo en el área de geometría algebraica le valió numerosas distinciones. Académica respetada, ganó el premio internacional TWAS que otorga la Academia Mundial de Ciencias. Fue la primera mujer en ser directora del Departamento de Matemática de Exactas UBA.
Cuando era chica, las matemáticas eran para ella un placer culposo, una pasión no confesada que saciaba a escondidas para no sentirse un bicho raro. Resolvía problemas con sistemas de dos ecuaciones y dos incógnitas, o de ingenio, y creía que conectaba con algo que la hacía sentir bien. No pensó en esto como una carrera posible hasta que la vida la cruzó con la profesora Élida Leibovich de Gueventter, quien más adelante sería miembro de la Academia Nacional de Educación, y su test vocacional. Fue ella quien la alentó a dedicarse a las matemáticas.
Actualmente, la doctora Alicia Dickenstein es una de las máximas referentes del área a nivel nacional, con gran reconocimiento mundial: fue vicepresidenta de la Unión Matemática Internacional y es, en la actualidad, miembro de la Academia Nacional de Ciencias y de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales; fellow de la American Mathematical Society y de Society for Industrial and Applied Mathematics; directora de la Revista de la Unión Matemática Argentina y editora de múltiples publicaciones internacionales; y doctora honoris causa del KTH Royal Institute of Technology de Suecia y de la Universidad Nacional del Sur. En 2015 recibió el premio TWAS de la Academia Mundial de Ciencias y en 2021 el premio internacional L’Oréal-UNESCO Por las Mujeres en la Ciencia. Investigadora, divulgadora –autora, entre otros, del libro dedicado al público infantil Mate Max– y docente, define a la ciencia como “curiosidad unida al rigor”, a lo que suma “perseverancia”, aun en los momentos más difíciles: en 1984, luego de aprobar su tesis doctoral, falleció su director en aquel trabajo, el doctor Miguel Herrera. Se sintió una “huérfana matemática”, ya que el grupo que conformaba se disolvió, y ella, a sus 29 años, no estaba del todo segura de contar con las herramientas para continuar un camino que, además, no sabía cuál era.
“Lo que aprendí es que se hace camino al andar, como decía Machado. Me llevó varios años encontrar el mío –afirma–. Leí e investigué sobre muchos temas, y descubrí que mi fortaleza era saber un poco de varias cosas distintas. Ingresé al CONICET para trabajar en