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Las Nobel

Teresa Dova Andrea Gamarnik

Dora Barrancos Raquel Lía Chan

Irene Schloss Vanina Martínez

Fernanda Ceriani

Miriani Pastoriza Ana Clara Mignaqui Alicia Dickenstein Silvia Goyanes

Lucía Chemes Cecilia Bouzat Sandra Díaz Ana Franchi Karen Hallberg

Juliana Cassataro

Ángela Gentile

Carolina Vera

LA HORA DE LAS MUJERES EN LA CIENCIA ARGENTINA

Por Alejandra Folgarait

La incorporación de las mujeres a las actividades científicas es una demanda que está encontrando cada vez más eco en los laboratorios. Actualmente, el 30 por ciento de los investigadores del mundo son mujeres, según datos de la Unesco. Y de acuerdo con un informe diagnóstico presentado en febrero de 2021 por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación (MINCYT), en la Argentina ese número asciende al 59,5 por ciento.

Si bien hay países, como el nuestro, donde las mujeres alcanzan paridad con los hombres en las carreras universitarias y en los primeros estamentos de la investigación, más temprano que tarde se torna evidente que los lugares más altos en términos jerárquicos les son esquivos, ya sea por el paréntesis obligado por la maternidad o porque el sistema favorece más a quienes tienen, potencialmente, más posibilidades de dedicación total al trabajo y los viajes.

Son indudables los progresos de las últimas décadas –las mujeres constituyen el 44 por ciento de las personas con doctorados en el mundo–; aun así, hoy solo alcanzan el 28 por ciento de los graduados en Ingeniería y el 40 por ciento de los egresados en Computación e Informática, disciplinas que estarán al tope de las necesidades en la nueva revolución digital, según el “Informe de la Unesco sobre la Ciencia”, de 2021.

Actualmente, se desempeñan en el CONICET más de 5900 investigadoras de carrera. El organismo científico que

LA ADMISIÓN A LA CARRERA DE INVESTIGADOR SE RIGE POR CRITERIOS DE EVALUACIÓN SUMAMENTE RIGUROSOS

funciona como paraguas de la ciencia local alberga, además, a 10.000 becarios de doctorado y posdoctorado, 60 por ciento de los cuales son mujeres. Y aun siendo mayoría en los estamentos más bajos, las mujeres no llegan en igual proporción que los hombres a los más altos puestos directivos de la ciencia en los institutos científicos con mayor prestigio.

“Una de las maneras más importantes para romper con los sesgos de género en la ciencia es que la gente conozca cuál es el trabajo de las científicas y su aporte a la construcción del conocimiento –explica María Victoria Cano Colazo, becaria doctoral del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Sociedad Argentina de Análisis Filosófico (SADAF)–. La visibilización de lo que las mujeres están haciendo es fundamental, mostrar que nosotras hemos formado parte del conocimiento científico a lo largo de toda la historia, aunque no se nos haya dado un rol preponderante desde la literatura”.

Innovación y diversidad

En América Latina y el Caribe existe actualmente un boom de las mujeres en las universidades y los institutos científicos: ellas llegan a constituir el 45 por ciento de los investigadores, pero todavía parecen más moscas blancas que un enjambre bien aceitado y recompensado. Apenas el 18 por ciento de los rectores de universidades públicas son mujeres, y las ejecutivas corporativas no pasan el 27 por ciento en la región.

“Las mujeres están avanzando en carreras que antes eran muy masculinas o estaban totalmente dominadas por los hombres”, reflexiona Gloria Bonder, directora de Mujer, Ciencia y Tecnología para Unesco en Latinoamérica. La funcionaria, psicóloga de origen argentino, reconoce que las mujeres brillan en ciencias sociales y de la salud, pero lamenta que no ocupen el mismo nivel en las disciplinas más duras. “En matemáticas somos la mitad; en física son más los hombres; y en biología hay una predominancia femenina”, resume la situación latinoamericana. En la Argentina, un informe del Ministerio de Educación reveló que mientras en las ciencias sociales había 484.000 estudiantes universitarias mujeres y en las carreras de ciencias de la salud estaban inscriptas 283.000 en los años 2019-2020, en Agronomía, Física, Ingeniería y Computación la presencia femenina era menor a la masculina, con 37 por ciento, 31 por ciento, 25 por ciento y 15 por ciento de estudiantes mujeres, respectivamente.

INVESTIGADORAS EN CARRERA

Dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación, el CONICET es el principal organismo dedicado a la promoción de la ciencia y la tecnología en la Argentina. Instituida oficialmente en 1960, dos años después de creado el organismo, la Carrera del Investigador Científico y Tecnológico (CIC) tiene como objetivo no solo favorecer la plena y permanente dedicación de los investigadores a la labor científica y tecnológica original, sino también fomentar la transferencia de los resultados de la investigación a la sociedad. La admisión a esta carrera y la permanencia de los investigadores en ella se rigen por criterios de evaluación y seguimiento de antecedentes académicos y producción científica sumamente rigurosos. Está compuesta por cinco categorías –de menor a mayor nivel, Asistente, Adjunto, Independiente, Principal y Superior– que se otorgan según los méritos y antecedentes de los postulantes, todas personas con formación universitaria que hayan acreditado haber obtenido un título de posgrado o formación equivalente. Su actividad, en tanto, se desarrolla en cuatro grandes áreas del conocimiento: ciencias agrarias, ingeniería y de materiales; ciencias biológicas y de la salud; ciencias exactas y naturales; y ciencias sociales y humanidades. En el año 1966, después de seis años de su creación, la Carrera del Investigador ya contaba con 283 miembros permanentes. Hoy son más de 11.000 los investigadores del CONICET que desarrollan su trabajo en centros de investigación, universidades, instituciones públicas y privadas distribuidos en todo el territorio argentino. De estos, y según datos del 2020, 5905 son mujeres y 5102 son hombres. Ellas son mayoría en las áreas de las ciencias agrarias, de la ingeniería y de materiales; de las ciencias biológicas y de la salud; y de las ciencias sociales y humanidades. Y constituyen una minoría en las ciencias exactas y naturales, y en tecnología.

MUJERES

HOMBRES HOMBRES MUJERES

11.007

MUJERES HOMBRES HOMBRES

MUJERES INVESTIGADORES POR ÁREA DE CONOCIMIENTO Y GÉNERO*

CIENCIAS AGRARIAS, DE LA INGENIERÍA Y DE MATERIALES

CIENCIAS BIOLÓGICAS Y DE LA SALUD

CIENCIAS EXACTAS Y NATURALES

CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES

TECNOLOGÍA

MUJERES HOMBRES TOTAL

CIENCIAS AGRARIAS, DE LA INGENIERÍA Y DE MATERIALES 1387 CIENCIAS BIOLÓGICAS Y DE LA SALUD

1975 1210

1250 2597

3225

CIENCIAS EXACTAS Y NATURALES

CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES TECNOLOGÍA

983

1417

143 1399

1067

176 2382

2484

319

TOTAL 5905 5102 11007

Fernanda Ceriani (izquierda) dirige el Laboratorio de Genética del Comportamiento en la Fundación Instituto Leloir. Ha identificado procesos moleculares que cumplen un rol clave en el funcionamiento del reloj biológico del cerebro. La reconocida epidemióloga Ángela Gentile (derecha) es asesora en la Organización Panamericana de la Salud.

El informe “Mujeres en el sistema universitario argentino”apunta que, si bien la tasa de crecimiento de las estudiantes mujeres ronda el 3 por ciento y un 61 por ciento de las egresadas de 2019-2020 fueron mujeres, todavía faltan muchas en los cargos directivos. Hasta 2018 no había ninguna decana en la mayor universidad del país (UBA). Hoy, además de la química Ana Franchi al frente del CONICET, existen cuatro mujeres decanas en la Universidad de Buenos Aires, sobre un total de trece.

“Por muchos años se mantuvo el concepto masculino de la profesión, y aún persiste en algunos ámbitos. Sin embargo, la diversificación de la oferta académica de la FAUBA (Facultad de Agronomía de la UBA), los avances tecnológicos y científicos que han multiplicado las posibilidades de trabajo de las agrónomas y los agrónomos y, por sobre todas las cosas, la ruptura del encasillamiento de la mujer en determinadas ocupaciones y profesiones han contribuido a transformar esa situación”, señala Marcela Gally, decana de la Facultad de Agronomía de la UBA.

“Estamos viviendo una época histórica en la cual las mujeres tienen la oportunidad de emprender y de tomar posiciones de liderazgo impensables en otros tiempos”, agrega Cristina Arraiz, decana de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la misma institución. En su caso, considera que no sintió que ser mujer fuese una barrera para avanzar en su carrera, aunque aclara que otras mujeres lo sufren y que “es cierto que, en algún momento, el hecho de ser hombre era una ventaja para ocupar los cargos más altos, ya sea académicos como de gestión en la Universidad”.

Los países, las empresas y las instituciones que generan ambientes favorecedores para que las mujeres continúen sus carreras aumentan su competitividad y

ANA MARÍA FRANCHI, PRESIDENTA DEL CONICET “LA CIENCIA TIENE QUE SERVIR PARA QUE LA GENTE VIVA MEJOR”

En el piso once del edificio rojo donde antes funcionaban las bodegas Giol, en la ciudad de Buenos Aires, está el despacho presidencial del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Allí, la doctora Ana Franchi cierra los ojos y se transporta a la escuela de su infancia, la Normal Nº 4 “Estanislao Severo Zeballos”: en aquel laboratorio realizó sus primeros experimentos, los que la flecharon de inmediato y la hicieron desear un futuro como científica. Es allí donde todo esto comenzó, lo que la llevaría luego a doctorarse en ciencias químicas y a convertirse en la segunda mujer en presidir la institución en sus 63 años de historia (la astrofísica Marta Rovira, entre abril de 2008 y marzo de 2012, es el único antecedente). En 1995, junto con las doctoras Diana Maffía y Silvia Kochen, Franchi puso en marcha una organización vital en la lucha feminista dentro del ámbito científico: la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología (RAGCyT, también presidida por Ana Franchi). “Cuando empezamos no era un tema en agenda. Nuestros colegas, varones y mujeres, nos decían: ‘Tenemos tantas dificultades, ¿y ustedes vienen con el género?’”, recuerda. El velo que impedía ver el problema aun intentando exhibirlo confirmó la necesidad de la RAGCyT, que comenzó a investigar y a elaborar documentos que demostraran las brechas de género existentes para, con la evidencia sobre la mesa, difundir e instalar la postergada perspectiva de género. La llegada de la pandemia a principios de 2020 puso a la ciencia en primer plano. Quizá, como nunca, se convirtió en un tema de conversación cotidiana en nuestro país y en el mundo. Hubo demandas concretas, pero también confianza en que el sector sería capaz de brindarlas. La ciencia básica realizada durante años fue la base sobre la que se apoyaron el sistema y sus investigadoras para poder desarrollar kits, terapéuticas, barbijos, entre otros proyectos. La doctora Franchi confía en que esta ebullición no sea coyuntural, sino que haya llegado para quedarse: “Se demostró que la ciencia y la tecnología son soberanía. Tener un desarrollo científico y tecnológico es fundamental en cualquier ámbito, y poder llevar a cabo cosas desde acá es algo que caló en la gente. La ciencia no es solo una abstracción. Los desarrollos en un laboratorio permiten que trabajemos junto a empresas y gobiernos para responder a necesidades. Nuestra idea es que la ciencia sirva para que la gente viva mejor”. Sobre su tarea y la de la comunidad científica en general, la doctora Franchi sostiene que todo se trata de retribuir lo que la sociedad les brinda: “Son entre cinco y seis los años de carrera universitaria, cinco años de doctorado, más tres o cuatro de posdoctorado. Estamos hablando de catorce o quince años en los que se invierte en esa persona. Nuestros salarios provienen del Estado, al igual que la mayor parte del dinero que usamos en investigación y en mantener los institutos. Entonces, se trata de devolver un poquito de todo lo que puso la gente y la confianza que tiene en nosotros”.

Prueba de excelencia e invención de la doctora Silvia Goyanes son las ocho patentes nacionales e internacionales presentadas. En la foto, junto al equipo del Laboratorio de Polímeros y Materiales Compuestos de la Universidad de Buenos Aires, el cual dirige. capacidad innovadora, según mostraron varios estudios de la Unesco. Preocupa, en este sentido, la poca matrícula actual de mujeres argentinas anotadas en las carreras vinculadas con la informática, uno de los campos con más salida laboral en la actualidad y en el que las mujeres supieron brillar en la década del 70 del siglo pasado. Pero esta tendencia probablemente se modifique cuando se sumen las desarrolladoras de software y programadoras que hoy se están capacitando, de forma acaso más informal, en el sector privado.

De cara al futuro

Las mujeres científicas son grandes emprendedoras y suelen encontrar nuevas respuestas a viejas preguntas. Es el caso de Fernanda Ceriani, quien aplica sus investigaciones en la mosca de la fruta en el Instituto Leloir para comprender cómo funcionan los relojes internos del organismo; o el de la bióloga Lucía Chemes, investigadora del CONICET en la Universidad de San Martín, que contribuyó al conocimiento de la pandemia de COVID-19 al descubrir uno de los mecanismos por los cuales el nuevo coronavirus ingresa a las células humanas; o el de la física Silvia Goyanes, quien aplicó su nutrida experiencia en tecnología de materiales al desarrollo de telas con propiedades bactericidas, fungicidas y antivirales que se convirtieron en útiles barbijos de uso social. Es el caso, también, de la investigadora del CONICET en la Universidad del Sur Vanina Martínez, una de las grandes promesas mundiales en inteligencia artificial aplicada a redes sociales y ciberseguridad; y el de Karen Hallberg, la física nuclear que ALBERTO BARBIERI, RECTOR DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

“ES UN ORGULLO CONTAR CON GRADUADAS Y DOCENTES QUE ESTÁN A LA VANGUARDIA DEL CONOCIMIENTO”

La Universidad de Buenos Aires (UBA) tiene un modelo educativo único. Esta institución es pública, gratuita, masiva y de excelencia. Posee un prestigio nacional e internacional destacado y es desde hace siete años consecutivos la mejor calificada de Hispanoamérica. En 2021, esta casa de altos estudios, que recibe alumnos provenientes de todos los sectores sociales y trabaja para hacer realidad el ideal de la educación pública como igualadora de oportunidades, cumplió 200 años y, con motivo de ese acontecimiento, distinguió a 200 personalidades, mujeres y varones graduados o docentes con una destacada trayectoria en la vida académica, científica, profesional, cultural o de gestión en el país. Entre ellas, la bioquímica Regina Wikinski, la matemática Alicia Dickenstein, la meteoróloga Carolina Vera y la socióloga e historiadora Dora Barrancos. “La lista de mujeres distinguidas es extensa, variada y heterogénea –dice su rector, Alberto Barbieri–. Hay personalidades destacadas de las trece facultades, de todas las disciplinas, que representan con toda su complejidad y excelencia el potencial que tiene nuestra universidad. Es un orgullo contar con graduadas y docentes que están a la vanguardia del conocimiento nacional e internacional”. Como ejemplo a seguir, Barbieri menciona a algunas científicas que ocupan puestos de liderazgo en instituciones de nivel nacional, tales como “Andrea Gamarnik, jefa del Laboratorio de Virología Molecular de la Fundación Instituto Leloir; Claudia Perandones, directora científico-técnica del ANLIS-Malbrán (el lugar donde se diagnosticaron los primeros casos de COVID); y Ana Franchi, química argentina que actualmente preside el CONICET”. Y destaca que “las tres son, además de sobresalientes profesionales, egresadas de la UBA”. Con respecto a la mayor o menor participación de las mujeres en la Universidad, Barbieri menciona: “En la UBA tenemos más docentes y más graduadas mujeres que varones. Hay algunas carreras, como Ingeniería, donde todavía esa representación es menor, pero estoy convencido de que esas asimetrías se están diluyendo”. En relación a si hay complementariedad o competencia entre los estudiantes varones y las mujeres, el rector de la UBA destaca: “Mucho se ha avanzado en políticas de igualdad de género, sobre todo en los últimos años, y la Universidad ha sido un faro en este sentido. Por eso no creo en analizar la participación o formación de las estudiantes y los estudiantes en términos de competencia, sino en seguir generando políticas de inclusión e igualdad de oportunidades. Es necesario seguir avanzando en políticas de génera”. Y agrega “Soy muy optimista respecto a la participación de las mujeres en la ciencia. Aunque todavía no hay igualdad efectiva en las categorías más altas de la carrera de investigación, hay una tendencia indetenible de mujeres ocupando cada vez más y más espacios de decisión, y eso se vive también en la Universidad”. Y finaliza: “Estamos en un momento de cambio, y el mundo científico y la UBA no son ajenos a ese camino de mayor igualdad”.

“UN PLURALISMO TANTO DE GÉNERO COMO SOCIAL, RACIAL Y ETARIO ES INDISPENSABLE PARA APORTAR MÁS MIRADAS POSIBLES A LA EMPRESA CIENTÍFICA”

dirige las investigaciones sobre las propiedades cuánticas de la materia y los materiales superconductores en el Centro Atómico Bariloche y enseña en el prestigioso Instituto Balseiro. Son los casos de la médica pediatra Ángela Gentile –quien dirige el área de Epidemiología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez de la ciudad de Buenos Aires, presidió la Sociedad Argentina de Pediatría y jugó un rol fundamental en las campañas de vacunación en el país–; de la historiadora Hilda Sábato, investigadora superior del CONICET en el Instituto Ravignani, quien cuenta con una reconocida trayectoria como profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires sobre temas de política argentina y latinoamericana en el siglo XIX; y de la bióloga Sandra Díaz, especialista en el estudio del impacto del cambio climático global sobre la biodiversidad regional de los ecosistemas vegetales, integrante del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático que en 2007 ganó el premio Nobel de la Paz.

“La ciencia es una empresa humana, llevada adelante por seres humanos que tienen ideas, prejuicios, deseos y formas de ver el mundo que varían de persona en persona –reflexiona Diana Pérez, doctora en Filosofía e investigadora superior del CONICET–. Un pluralismo tanto de género como social, racial y etario es indispensable para aportar más miradas posibles a la empresa científica. Cuantas más ideas y opciones de proyectos de investigación haya disponibles, más rica será la investigación”.

Ejemplo de humanidad, excelencia e innovación son las mujeres cuyos perfiles a continuación se destacan. Todas ellas son solo una muestra del trabajo, muchas veces silencioso, de miles de científicas que, en los más diversos campos, realizan una importante tarea a lo largo y ancho del territorio argentino.

Ellas son: Andrea Gamarnik, jefa del Laboratorio de Virología Molecular de la Fundación Instituto Leloir, a cargo del equipo que descubrió el mecanismo de replicación del material genético del virus del dengue y desarrolló, junto a otros científicos, el primer test serológico del país para el coronavirus SARS-CoV-2; Dora Barrancos, referente ineludible del feminismo en todo el continente; Ana Clara Mignaqui, cuyo trabajo hace foco en el desarrollo de dispositivos diagnósticos y vacunas para las enfermedades que afectan las producciones agropecuarias y la salud pública; Bibiana Vilá, reconocida por sus investigaciones en conservación y uso sustentable de las vicuñas silvestres; la matemática Alicia Dickenstein –su trabajo en el área de geometría algebraica le valió numerosas distinciones–; Raquel Lía Chan, bioquímica que llevó la ciencia fundamental a aplicaciones biotecnológicas relevantes en el campo de la agrobiotecnología; Irene Schloss, bióloga que desde Ushuaia estudia el cambio climático y su efecto sobre la biomasa y producción del plancton; Juliana Cassataro, líder del grupo de investigadores a cargo del desarrollo de una vacuna contra el virus que provoca el COVID-19; María Teresa Dova, pionera en la investigación de altas energías en la Argentina; Cecilia Bouzat, directora del Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Bahía Blanca –sus investigaciones permitieron identificar el problema de la comunicación entre el cerebro y los músculos–; y Carolina Vera, una de las científicas argentinas más destacadas a nivel internacional en lo que a ciencia del cambio climático se refiere

POR EL PLANETA Y POR LA PAZ

En el año 2007, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) ganó el Premio Nobel de la Paz “por sus esfuerzos para construir y difundir un mayor conocimiento sobre el cambio climático provocado por el hombre, y para sentar las bases de las medidas necesarias para contrarrestar dicho cambio”. Del panel formaba parte la bióloga cordobesa Sandra Díaz, elegida en 2019 por la prestigiosa revista Nature como una de las diez personalidades más relevantes de la ciencia y catalogada como “guardiana de la biodiversidad”. Autora de más de 130 publicaciones científicas y mencionada como una de las mentes más influyentes del mundo por encontrarse dentro de un grupo de elite que representa a los científicos más citados y referidos del planeta dentro de su especialidad, la doctora Díaz ha ampliado el concepto de biodiversidad, a través de su trabajo pionero para descubrir, describir y coordinar la medición de las características funcionales de las plantas. El catálogo de estos rasgos funcionales se ha convertido hoy en una gigantesca base de datos, alimentada y usada por investigadores de todo el mundo. Díaz es, además, una de las líderes de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de Ecosistemas (IPBES), panel que investiga la biodiversidad, los ecosistemas y sus contribuciones a la humanidad, y que trata de explicar cómo ha cambiado la diversidad biológica en los últimos 50 años y cuáles son las principales causas. Díaz afirma que este trabajo es fundamental para proporcionar una fuente de conocimiento que servirá para tomar decisiones en el futuro, tanto para las personas como para el resto de la vida en el planeta.

Sandra Díaz, bióloga.

>> (Lanús, Buenos Aires, 1964) Viróloga, investigadora independiente del CONICET y jefa del Laboratorio de Virología Molecular de la Fundación Instituto Leloir. Lideró el equipo que descubrió el mecanismo de replicación del material genético del virus del dengue. Desarrolló, junto a otros científicos, el primer test serológico del país para el coronavirus SARS-CoV-2.

ANDREA GAMARNIK Doctora en Bioquímica

“ABORDAMOS LOS DESAFÍOS EN FORMA INTERACTIVA Y SOLIDARIA”

Andrea Gamarnik nació y creció en Lanús Este. Desde pequeña, se interesó por el origen de la vida y los misterios de la naturaleza. “Me la pasaba agarrando bichitos y los guardaba en frascos para estudiarlos. Siempre me gustó indagar”, cuenta. Quien más la estimuló para seguir una carrera científica fue su padre, Simón. Los domingos, cuando iban juntos a buscar el diario, él le decía que eligiera una revista. Andrea siempre compraba una de divulgación científica. De su madre, Mirta, que era actriz, heredó la pasión y la perseverancia, características fundamentales para desarrollar la investigación en ciencias. Cursó la primaria y la secundaria en su querido Lanús. Fue una buena estudiante, algo rebelde, pero siempre preocupada por sus semejantes. Había pensado en estudiar Economía Política para terminar con las injusticias sociales del mundo, pero su destino estaba marcado: un test de orientación vocacional la conectó para siempre con la ciencia.

Mientras cursaba en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires (UBA), se fascinó con la investigación. En esta casa de altos estudios se recibió de bioquímica y después obtuvo su título de doctora de la UBA, en el año 1993. Luego viajó a los Estados Unidos para realizar un posdoctorado sobre la biología molecular del virus de la poliomielitis, en el laboratorio dirigido por el investigador argentino Raúl Andino, en la Universidad de California, en San Francisco. Allí estuvo entre 1994 y 1999. Entre el 2000 y el 2001 trabajó en la empresa Biotecnológica

“MUCHOS DE LOS CONOCIMIENTOS QUE GENERAMOS PARA EL DENGUE LOS PODEMOS USAR CON OTROS VIRUS”

El virus del dengue sufre procesos de adaptación y selección natural cuando pasa del mosquito vector (Aedes aegypti y Aedes albopictus) a los humanos y viceversa. ViroLogic en el desarrollo de ensayos con los virus VIH y de la hepatitis B y C. Pero Andrea Gamarnik siempre tuvo en claro que regresaría a la Argentina. “Sabía que me iba para perfeccionarme, para aprender y para experimentar nuevas formas de hacer ciencia. Además, estudié en la universidad pública y lo hice gracias a que la educación es gratuita, ya que provengo de una familia de clase media. De otra manera, no hubiera podido estudiar. Siempre pensé que, para mí, tenía más sentido a nivel personal trabajar en la Argentina, haciendo una devolución, como una convicción desde lo ideológico y de compromiso con el país”, afirma.

En el año 2001 ocurrió un evento que cambiaría su vida para siempre. La Fundación Instituto Leloir abrió un llamado a concurso para jefes jóvenes de laboratorio, y Gamarnik presentó un proyecto de investigación sobre el virus del dengue. Había muy pocas personas trabajando con ese tema, mucha gente infectada y pocas herramientas para estudiarlo. No era el mejor momento para regresar, pero la doctora Gamarnik volvió, y en el año 2002 creó un laboratorio de virología molecular modelo en América Latina. Desde entonces, es la directora de ese laboratorio en el Instituto Leloir.

La Organización Mundial de la Salud considera al dengue la enfermedad humana más importante a nivel mundial provocada por un virus transmitido por insectos. Afecta anualmente a más de 390 millones de personas en todo el mundo y todavía no existen vacunas efectivas ni antivirales para combatirlo. El virus del dengue pertenece al grupo de los flavivirus, formado por más de 70 virus. Dentro de este gran conjunto están el virus de la fiebre amarilla, el del dengue, el del Zika, el del Nilo Occidental y muchos otros que causan encefalitis. “El descubrimiento más importante que hicimos en el laboratorio fue desentrañar cómo se multiplica el material genético del virus del dengue. Este material está formado por una molécula de ARN, y para que esta molécula se reproduzca, el virus utiliza una proteína viral, llamada ‘polimerasa’, que permite hacer muchas copias del ARN viral en las células infectadas para producir nuevos virus. En este trabajo descubrimos cómo hace la polimerasa para copiar el ARN del dengue sin copiar otras moléculas de ARN que están en la célula. Este mecanismo es maravilloso, porque involucra una gimnasia de la molécula de ARN, que se tiene que plegar, contorsionar y circularizar para que pueda ser reconocida por la polimerasa”, comenta la doctora Gamarnik. El descubrimiento fue publicado en la revista Genes & Development, de prestigio internacional.

El virus del dengue hace ciclos en forma natural entre mosquitos y humanos; sin embargo, hay otros virus, como el nuevo coronavirus o el virus de la gripe, que saltan de una especie a otra en forma inesperada y pueden causar grandes epidemias. Por esto, y para poder prevenir la aparición de nuevas enfermedades virales, es muy importante entender cuáles son las barreras naturales que debe atravesar un virus para saltar de una especie a otra.

En el año 2015, a través de diversos estudios pudieron entender que el virus del dengue sufre procesos de adaptación y selección natural cuando el virus pasa del mosquito vector (Aedes aegypti y Aedes albopictus) a los humanos y viceversa. Hallaron que las poblaciones virales que se encuentran en células humanas son diferentes a las que se encuentran en un mosquito infectado. Estos hallazgos indicaron que el virus del dengue debe atravesar una selección natural (proceso darwiniano) que lleva a la adaptación del virus cuando infecta a cada especie. No es lo mismo que el virus del dengue infecte y se multiplique en una célula humana a que lo haga en una célula de mosquito. “Entender cómo el virus sortea el sistema inmune de humanos y de mosquitos nos permite descifrar cómo podrían emerger nuevos virus de mosquitos que puedan infectar a humanos. Este tema es muy relevante, porque podría ayudarnos a comprender cómo emergen otros virus a partir de animales que podrían ser patógenos que causen enfermedad, como es el caso del nuevo coronavirus –explica la doctora Gamarnik–. El virus del dengue es un serio problema de salud pública en nuestra región. Para encontrar formas de controlar las infecciones, es necesario saber

El Laboratorio de Virología Molecular que dirige la doctora Gamarnik estudia los mecanismos moleculares de la replicación del virus del dengue. Los saberes obtenidos le permitirían encontrar formas para colaborar en la lucha contra la pandemia.

Una de las cosas que más le apasionan en la vida a Andrea Gamarnik es la ciencia. Pero fuera del laboratorio es una mujer a la que le gusta el deporte. Jugó al pádel, al ping-pong, al squash y al fútbol. cómo funcionan los virus, cómo infectan a la célula y cómo causan enfermedad. En nuestro laboratorio estudiamos el virus a nivel molecular con el fin de conocer el sistema y poder así identificar los puntos débiles que permitirán el desarrollo de antivirales y vacunas efectivas”. Gamarnik aclara que en su laboratorio del segundo piso del Instituto Leloir no desarrollan vacunas, pero generan conocimientos que podrán aplicarse tanto al diseño de vacunas como de antivirales. La doctora Gamarnik fue investigadora del Programa Internacional del Howard Hughes Medical Institute de los Estados Unidos, obtuvo el premio Konex en Ciencia y Tecnología “Mención a la trayectoria 2003-2013 en Microbiología”.

El 5 de octubre de 2015, el día de su cumpleaños, ocurrió otro evento destacado dentro de su vida científica profesional. Se enteró de que había recibido el prestigioso premio internacional L’Oréal-UNESCO Por las Mujeres en la Ciencia en representación de América Latina, por sus importantes descubrimientos sobre los mecanismos de multiplicación del virus del dengue. Recibió el galardón en marzo de 2016 y durante la ceremonia de premiación dio un discurso comprometido con sus convicciones personales: “Un premio así contribuye a concientizar sobre la problemática de género, todavía hay un largo trecho por recorrer. No es casual que en las universidades de ciencia la mitad del estudiantado sea femenino; sin embargo, en los cargos más altos del CONICET solo el 20 por ciento son mujeres”. Andrea siempre destaca que su laboratorio es el espacio que pudo generar y en donde se identifica como mujer y como científica.

Actualmente, Gamarnik es investigadora superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), editora académica de la revista PLoS Pathogens y miembro del Comité Editorial de la revista Virology. Por sus estudios sobre el virus del dengue, fue elegida miembro de la prestigiosa Academia Americana de Microbiología. En el año 2021, fue incorporada como miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias (American Academy of Arts and Sciences), prestigiosa organización fundada en 1780, por su trayectoria y sus destacadas contribuciones en el área de la virología molecular. A lo largo de los años, el laboratorio de Gamarnik ha hecho aportes fundamentales sobre el mecanismo de replicación de los virus del dengue y del Zika, y, en tiempo récord, tras la declaración de la pandemia, lideró al equipo de trabajo que desarrolló los primeros test serológicos argentinos para COVID-19, aprobados por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT).

Como nuevo miembro de la Academia, dijo: “Agradezco este reconocimiento a mi labor científica de muchos años. Debo destacar que este es el fruto de haber contado con

TRABAJO CONJUNTO Y SOLIDARIO

¿Cuál es la base del éxito de su laboratorio? “El éxito de nuestros estudios es haber formado equipos de trabajo donde becarios, técnicos e investigadores abordamos los desafíos en forma interactiva y solidaria. Además, valoramos el trabajo interdisciplinario que suma visiones diferentes para la resolución de problemas difíciles”, responde la doctora Gamarnik. Basándose en esta forma de trabajo transversal e inclusiva, Gamarnik y otros investigadores del CONICET y del Instituto Leloir, de la Universidad Nacional de San Martín y de un laboratorio privado desarrollaron en el año 2020 el primer test serológico argentino para el coronavirus SARS-CoV-2: el test “COVIDAR IgG”, que fue validado en distintos centros de salud con excelentes resultados y registrado en ANMAT, organismo regulatorio de medicamentos, alimentos y tecnología médica a nivel nacional. El coronavirus de tipo 2 causante del síndrome respiratorio agudo severo denominado en forma abreviada como “SARS-CoV-2” es un tipo de coronavirus causante de la enfermedad COVID-19, cuya expansión mundial provocó una pandemia. El genoma del virus está formado por una sola cadena de ARN. Se detectó por primera vez a nivel mundial el 12 de noviembre de 2019. Puede provocar enfermedad respiratoria aguda y neumonía grave en los seres humanos. Con el uso del test serológico COVIDAR IgG, a partir del análisis de muestras de sangre o de suero, se puede determinar si una persona tiene anticuerpos contra el coronavirus SARSCoV-2. El test arroja resultados en un par de horas y, entre otros fines, puede servir para evaluar la evolución de la pandemia de COVID-19 en poblaciones humanas. Si el resultado es positivo, significa que la persona testeada cursó la infección o que lo está haciendo. “Que la Argentina pueda realizar sus propios test es una muestra de soberanía sanitaria y científico-tecnológica, y un ejemplo de la capacidad que tienen los científicos de nuestro país, que, en 45 días, pudieron desarrollar un producto 100 por ciento nacional”, destaca la doctora Gamarnik. Y concluye: “Hace 20 años que trabajamos en el CONICET sobre la biología de los virus de ARN, y este entrenamiento previo nos permite abordar muy rápidamente temas que ahora son relevantes para la pandemia. Se requiere gran flexibilidad, porque la pandemia va cambiando y hay que tener la capacidad de responder a esos cambios. Si hay algo para lo que estamos entrenados en el laboratorio, es para resolver problemas de virología, y lo estamos haciendo con total entrega”.

una universidad pública para mi formación y de haber recibido el apoyo de instituciones como el CONICET y el Instituto Leloir, que fomentaron la creación de grupos de investigación”. La distinción apunta a reconocer a “personas extraordinarias que ayudan a resolver los desafíos más urgentes del mundo, crean significado a través del arte y contribuyen al bien común desde todos los campos, disciplinas y profesiones”. En el pasado, esta organización incorporó a Charles Darwin, a Albert Einstein, a los Premios Nobel Bernardo Houssay y Luis Federico Leloir, y a Jorge Luis Borges, entre otros

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