Mírate al espejo, y dime qué ves. ¿Acaso ves lo que quieres ver? ¿Te gusta lo que ves? ¿Cambiarías algo? ¿Crees que el espejo tiene una falla? Un espejo te muestra quién eres, no lo qué eres, ni lo que haces. Tampoco te muestra dónde estás, ni para dónde vas. Así que, ¿qué puedes hacer con la limitada información que recibes? ¿Agachas la mirada y buscas en otra dirección una respuesta que nunca llega o tal vez, arrojas lo primero que te viene a la mano y destruyes el reflejo que te molestó? Si haces lo primero, eres una persona pasiva que acepta hasta el punto de la humillación lo que otros deciden por ti y terminas creyendo ciegamente que debe ser así. En mi opinión, no creo que te sientas feliz. Estás tranquilo (a) sí, pero no feliz. De hecho, creo que tienes ganas de decir que SÍ muchas más veces de las que has dicho que no, y te has quedado en silencio cuando tu respuesta desde el comienzo ha querido ser un NO. Por eso, le huyes al espejo, porque no quieres ver quién eres y no quieres recordar cuánto tiempo llevas siéndolo. Experimentas vergüenza, frustración y un continuo devaneo entre el recordatorio del beneficio ajeno y lo que otros dirán de ti. Si reaccionaste a lo segundo, eres una persona agresiva y eso es porque el límite de tu pasividad se terminó y no le cabe más condescendencia a tu cabeza. Te sigue importando lo que otros tengan que decir de ti, pero esta vez, quieres que paguen por pensar de esa manera. La vergüenza, la humillación y la frustración han sido sustituidas por la rabia, el rencor y la incontrolable necesidad de gritar. Imagina a un volcán en erupción, la única razón
para tanta lava y destrucción a su paso es la incapacidad de haber liberado todo su contenido desde mucho antes. Para hablar con otra persona, sin importar de quién se trate, necesitas reconocerte a ti mismo en el espejo. Sin mirar para los lados. Sin recoger los pedazos. El punto medio entre lo pasivo y lo agresivo es el pleno reconocimiento de uno mismo, porque allí empiezas a poner tus propios límites, no derivados de la imposición de un tercero sino porque entiendes y aceptas tu propio diseño, es saber dónde empiezas y dónde terminas. Responde esta simple pregunta: ¿Quién soy? No me digas en quién te quieres convertir, porque eso es parte de tu proyecto de vida. Una meta personal, íntima, en la que pueden intervenir muchos actores que te ayudarán a o estorbarán en el camino para lograrlo. Eso dependerá sólo de ti. Pero si ni siquiera distingues quién eres frente al espejo, las metas que quieras alcanzar simplemente serán sueños. Si te encuentras en la fase Pasiva, toma un papel, ve a un lugar apartado. En este momento, no necesitas compañeros, incluso si se tratara de un gemelo, esto es entre tú y tú. Escribe a mano (no a computadora ni tampoco un mensaje de texto), todo lo que te describe. Empieza con lo básico, empieza con lo visible: ¿Cómo te ves? ¿Con qué te vistes? ¿Cuánto mides? ¿Cuánto pesas? ¿Eres calvo? ¿Estás pálido o bronceado? Luego anota algo que sólo tú sepas, como por ejemplo: ¿cuál es tu comida favorita? ¿Qué película te ha hecho querer gritarle a la pantalla de lo mala que es? ¿Te asustan las inyecciones? ¿Qué haría que te desvelaras toda la noche? ¿Sueltas gases en la cama cuando te vas a dormir? Cuando termines, pasa a algo más profundo: ¿te importa la naturaleza? ¿Te duele la muerte de un perro arrollado en la vía pública? ¿Te identificas con la izquierda o con la derecha política? ¿Conoces a Dios? …, Finalmente, pasa la página y escribe: ¿Qué te hace sonreír? ¿Qué te hace carcajear? ¿Qué te causa
curiosidad? ¿Cuándo te sientes irritado? ¿Qué te da ganas de correr? ¿Qué haría que quisieras gritar? Si te das cuenta y terminaste de escribir, verás que necesitaste más de una página. Verás también, que tu vida cabe en más de una línea. Léelo todo en voz alta y deja que el vibrato de tu voz te susurre en los oídos. Repítelo más de una vez si hace falta…, No eres tan insignificante como pensabas, ¿verdad? Al contrario, estás lleno de detalles y de muchas complicaciones para aquel que no lo sabe. Ahora dime, ¿cuánto tiempo te tomó responder esas y otras preguntas que surgieron en tu mente? ¿Cuántos a tu alrededor conocen tus respuestas? ¿Se los hiciste saber o lo dejaste por su cuenta? A tu círculo cercano, le vendría bien que les enseñaras tus respuestas. No para ser juzgado pero sí para ser conocido. Los límites se conocen porque se pueden ver. Si no quieres que una persona cruce tus fronteras, deja claro desde el comienzo donde se encuentran y si además, esperas contar con vecinos amigables, procura que tus cercas no estén electrificadas. El refrán popular reza: “Guerra avisada no mata soldado, y si lo mata, es por descuidado”. Así que quien se propase contigo e intente dejarte como trapo, después de haberle dejado en claro quién eres, puede tener por seguro, que no va a ingresar a tu lista de aliados. Si te hayas en la fase agresiva, la soledad podría ser una excelente compañía. Elimina todas tus garantías y no permitas la circulación de ningún transeúnte por tus avenidas, ya que corren el riesgo inminente de ser víctimas de tu anarquía. Ten cuidado con la implosión, puede ser tan mortífera como la explosión, pero peor, porque la única cifra en baja, serás tú. ¿Sabías que muchos de los ataques al corazón ocurren porque la persona en cuestión soportó en su interior las
emociones positivas y negativas por más tiempo del que debía sin exteriorizarlas nunca? Demostrar lo que sientes no es sinónimo de debilidad, es la forma cómo te purgas de emociones residuales letales. Tienes razón en estar enojado (a), y siempre la tendrás. Pero jamás tendrás razón de actuar enojado, eso sólo te traerá un interminable tren de reparaciones que ni tú sabes si cuentas con los recursos para costear. ¿Es más fácil pedir perdón o hacerse a un lado cuando se está enojado? A veces la mejor opción en los debates, es levantarse de la silla y salir a caminar un rato. Si logras el equilibrio entre ambos estados de ánimo, habrás llegado a la Asertividad, o como yo le llamo, habrás dado el Tiro en el Blanco. ¿Planeas comunicarte asertivamente con alguien? Yo sé que no. Pero igual tendrás que hacerlo, te guste o no. Por lo tanto, y como yo lo veo, este es un muy buen momento para dibujar el mapa de tu extensión geográfica, con todo y topografía. No se te olviden los altiplanos, los ríos subterráneos, la vegetación y la flora típica de cada estado, así como las estaciones de lluvia o de verano y el idioma que se habla como oficial, porque cualquiera que te visite debe estar preparado para lo que va a enfrentar. Ten presente lo siguiente: en tu Estado, tú creas las leyes y las haces respetar, sí no lo haces, tú eres el responsable de que una nación extranjera te gobierne, y eventualmente te querrás rebelar, provocando caos y guerra a tu alrededor ¿estás dispuesto a pagar ese precio?; en el otro lado, toma un minuto y piensa, otros tendrán que vivir las leyes que creaste, así que ponte en su lugar y dime si los enfrentarías a la dictadura o a la libertad. Cada persona es un territorio soberano, con sus dimensiones, sus leyes, su cultura, hasta su Dios. En ocasiones, diferentes territorios pueden poseer
características similares, hablar el mismo idioma por ejemplo, sin embargo, jamás serán el mismo ni siquiera una copia exacta del otro. El territorio que vive en paz, es aquel que gobierna con rectitud en el interior y sus vecinos lo acompañan sin ningún tipo de sedición. Ser asertivo, no es una característica innata, es la cualidad aprendida de un individuo que se entrena todos los días para gobernar su propia vida en perfecto equilibrio con los que le rodean, y a menos que planee vivir un solo día, esta labor le tomará tiempo y tendrá que ejercitarlo una y otra vez. Hay un texto bíblico que refleja muy bien esta posición, está en el libro de Mateo, capítulo 5, verso 37, “Que vuestro sí, sea sí, y vuestro no, sea no, porque lo que es más de esto, de mal procede”. Si eres vegetariano, si eres asmático, si eres alérgico a algún medicamento o comida, sería recomendable que quienes te rodean lo sepan, porque así, saben a qué atenerse contigo. No le añadas a tu descripción más de lo que en realidad eres, si alguno desea concederte dones que crees no tener o merecer, será decisión del otro darte tantos halagos, pero tú permanecerás sereno (a) porque no le has mentido a esa persona ni a ti. Cuando se trata de Asertividad, tu Sí debe ser Sí y tu No, debe ser No, ambos con educación. Pues, una cosa es que te definas como tal o cual persona pero otra muy distinta, es que le impongas a otro esa definición. La asertividad no es la imposición de nuestros criterios personales sobre los de la otra persona, ni tampoco la obligación de éstos en aceptarlos, es el deber que tenemos de sincerarnos con nosotros mismos en primer lugar y de reflejar nuestra naturaleza sin distorsiones a los demás.
Dice un refrán que no hay mujer fea sino que está mal arreglada, por lo tanto, una persona puede en realidad no ser una grosera sino estar mal interpretada. Así que, la tarea del autoreconocimiento va seguida de la proyección. Si algo nos incómoda y el que está a nuestro lado no lo sabe y tampoco nos conoce, es posible que nuestra incomodidad le haga pensar que es el responsable directo o peor, que nosotros somos los insoportables. Tengo experiencia en aparentar una personalidad odiosa, altanera, y hasta engreída, pero si me dieran una moneda por cada vez que una persona se me ha acercado a decirme con toda honestidad que se equivocó respecto al juicio de valor que hizo sobre mí antes de tratarme, es posible que a estas alturas yo contara con una pequeña fortuna. Sin necesidad de pasearnos por diferentes universos alternativos, y encontrar versiones de nosotros mismos haciendo diferentes tareas a las que nosotros hacemos o viviendo vidas distintas a las que tenemos, tengo el deber de notificar que hay 3 versiones de nosotros en este mismo plano y universo: La que somos, la que aparentamos y la que los demás interpretan. Somos asertivos cuando esas 3 versiones de nosotros coinciden en una misma descripción. Permítanme un ejemplo sencillo: Me considero una persona tranquila, no hago escándalos al enojarme, antes bien me retiro para evitar confrontaciones desagradables o palabras hirientes y en mis momentos de tristeza, soy aún más tranquila de lo habitual (y es que no tengo razones ni energía para hacer alharacas), ya que me gusta meditar (aunque admito que la idea de que alguien se acerque a escucharme en lugar de acribillarme a preguntas me gusta más), pero, en esos momentos he encontrado individuos que opinan de mí, que soy una persona llena de una profunda paz y que nada me perturba, (nada más alejado de la realidad), de hecho creen que
estoy a punto de entrar en un estado de iluminación en el séptimo chacra o algo así. Por lo tanto, estoy triste o enojada por una parte, proyecto serenidad por la otra, pero los que me rodean aseguran que me hallo en estado profundo de paz. Lo mismo puede ocurrir con una persona que se siente nerviosa, que se ríe por reflejo, pero es considerada una ofensora por burlarse. O la persona que está enferma, proyecta incomodidad y es tomada por una odiosa a la que todo le molesta. O una persona concentrada en dar un discurso, proyecta seriedad y termina viéndose como una persona malhumorada. Hay 3 de nosotros en cada esquina, claro está no siempre puedes llevar contigo a un optometrista que le arregle la visión a todos los que encuentras a tu paso para que no te malinterpreten, pero la asertividad es un arma de doble filo, y si las sabes usar te aportará grandes beneficios. Te ayuda a sincerarte contigo mismo y con los demás, porque te autoreconoces y te proyectas tal como eres, pero también te da un ángulo de visión de 360° para entender que así como eres tú (tal vez, una persona nerviosa que se ríe de forma involuntaria y en respuesta a esos nervios y no por una falta de respeto a la situación o a la persona), entonces, es posible que a esas otras personas le ocurra algo parecido a ti que es propio de su naturaleza y los lleva a actuar de tal o cual manera. En otras palabras, ponerte en los zapatos del otro sin dejar de ser tú o convertirte en esa persona, pero reconociendo su identidad y que su naturaleza o su situación lo lleva a ese punto en el cual lo estás conociendo por primera vez. Te conviertes en jurado en lugar de juez, porque primero necesitas conocer a la otra persona antes de emitir sobre ella cualquier clase de veredicto.
En un mundo ideal, todos siempre ser铆amos asertivos pero, en nuestra realidad, tendremos que conformarnos s贸lo contigo y conmigo para empezar.