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LA MAGIA DE LA NAVIDAD
from Revista EÑE 8
by ENSOG
Carlos Juan Diego Rocha Jiménez
Leae I
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Corría el año 2000. Un pueblo lejano se distinguía fuera de la ciudad. Ese pueblo parecía abandonado, pero no era así. Era un pueblo pequeño con pocos habitantes, tal vez 80 o menos.
En ese pueblo, separada de las pocas viviendas, se encontraba la choza más humilde y sencilla. Era la choza de Renata.
maestras.
La escuela tenía ya 3 años que había cerrado sus puertas. A las dos maestras que Renata conoció, jamás las volvió a ver, pero permanecían los recuerdos en el corazón de la jovencita.
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De sus dos maestras no sólo aprendió conocimientos académicos, sino también, enseñanzas de vida, pues sus profesoras dotaron a
Renata de habilidades para convertirse en una adolescente valiente, segura de sí, y le encomendaron que nunca se limitara hasta triunfar.
Renata, además de recordar a sus maestras, conservaba sus dos únicos libros, los cuales protegía como su más valioso “tesoro”.
Renata era una adolescente de apenas 14 años, vivía sola desde que sus padres se marcharon a la ciudad para trabajar y ofrecer a su hija Renata una mejor vida.
Renata a pesar de su pobreza y vivir sola, era feliz y se sentía optimista; se dedicaba a cuidar y proteger a su “vieja cabra” y a su ya también “cansada gatita”.
Renata amaba la lectura y a pesar de que solo había cursado hasta sexto de primaria en la escuela multigrado del pueblo, se sentía orgullosa de haber aprendido cosas buenas y hermosas con sus dos
El libro El Principito, regalo que recibió de su maestra en cuarto grado. A pesar del tiempo, Renata seguía percibiendo el olor a nuevo, pues su libro conservaba aún la envoltura de plástico. Todas las tardes Renata leía a su cabra y a su gatita el cuento de “El Principito”. El otro libro fue un regalo de su maestra en sexto grado, Libro de lecturas de español primer grado.
Para Renata era un privilegio tener y amar a sus libros. Le decía a su cabra:
¡Te quiero mucho! Tú y mi gatita serán testigos que a donde quiera que yo vaya, mis libros y mis lecturas, me acompañarán por siempre.
Sus libros, su cabra y su gatita eran para la jovencita sus más fieles compañeros. Bueno, También la vieja curandera del pueblo, una “ancianita” que, por su edad, los habitantes del lugar habían dejado de frecuentar.
La curandera Cande como Renata la conocía, era su ángel. Cande la visitaba a diario para “almorzar” juntas un trozo de queso de cabra que Cande elaboraba y un delicioso té de yerbas silvestres que Renata preparaba.
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Renata, ¿aún duermes? - Cande preguntó extrañada, ya que no percibía el olor del té, ni el calor del fuego encendido, como cada mañana que llegaba.
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Renata adoraba tanto a Cande, que cada día se levantaba temprano, levantaba su humilde catre, ordenaba su pequeña choza y salía a recoger las plantas silvestres para preparar el té y esperar a Cande quien encendía el fuego con la poca leña que por las tardes Renata recogía cerca de su choza.
Una mañana fría, casi helada, se podía percibir la soledad en el pueblo. Era 20 de diciembre y Cande llegó a la choza de Renata un poco antes que de costumbre.
Cande volvió a preguntar Reni, ¿en dónde estás? ¡Voy a pasar!
Cande entró a la choza y vio a Renata de pie con su cabello largo sin acomodar, su catre permanecía en el piso, la cabra y la gatita acompañaban a Reni y Cande pudo notar la nostalgia en el lugar.
Renata observaba por la única ventana de su choza, con la mirada fija y sin parpadear, veía a lo lejos cómo las luces de la lejana ciudad se iban apagando.
Sin voltear, Renata dijo Discúlpame Cande, hoy no he preparado el té, tampoco te escuché llegar, he estado despierta toda la noche parada aquí observando las lucecitas de la lejana ciudad; para mí esas luces son la magia de la navidad.
Reni no te preocupes por el té, de hecho, te traje un regalo, hoy almorzaremos leche de cabra y pan de levadura que preparé exclusivamente para ti. Sabes Reni, también yo desperté más temprano porque recordé que faltan pocos días para que llegue la navidad.
¡Cande! - Exclamo Renata con la voz quebrada¿Te parece si desde hoy te quedas aquí en mi choza?, Así me acompañas y me ayudas a cuidar a mi cabra y a mi gatita; y juntas preparamos el queso de cabra, el pan de levadura y recibimos la navidad.
Candeemocionadayconlágrimasenlosojos, abrazó a Renata- ¡Claro que sí, mi niña! ¡Me quedaré contigo! - que Renata aún dormía, salió de la choza y se dirigió a su jacal. Al llegar, saludó a sus tres cabras, las alimentó y ordeñó a “Jacinta” su cabra más joven.
La noche llegó. Cande y Renata se colocaron cerca de la ventana para ver cómo se iban encendiendo las luces de la ciudad.
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Tomó todos los insumos que necesitaba para preparar la cena, los colocó en su morral y se despidió de sus cabras.
¡Mira, Cande! A pesar de que estamos tan lejos de la ciudad, siento la presencia de mis papás. Las luces que veas más grandes son ellos, las otras luces son la esperanza de que pronto volverán conmigo.
Cande cobijó a Renata con sus brazos y le dijo:
Sí, esta vieja que ves aquí, te garantiza que tus padres estarán con nosotros en navidad.
Y el día tan esperado llegó, ya era 24 de diciembre. Cande se levantó temprano como de costumbre, vio
Cande regresó a la choza con Renata y se percató de quelajovenyanoestaba. Asíquecolocólaleñapara encender el fuego y comenzó a preparar el pan de levadura que tanto le gustaba a Renata.
De pronto agitada y apresuradamente Renata entró a la choza.
¡Cande! Ya estás aquí. Por unos instantes imaginé que me habías abandonado, pero ahora estoy tranquila al ver que estás de regreso.
Reni, no pienses eso, sabes que te quiero y te prometí estar aquí en navidad, y justo hoy es navidad.
Sí Cande, es hoy la navidad. Mira, corté las hierbas silvestres para el té, aparte, encontré estos frutos en el árbol de ciruelas para preparar nuestra cena navideña. Lo más importante Cande, es que estamos juntas, que nos amamos, que mi cabra y mi gatita nos acompañan.
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Renata y Cande se dispusieron a compartir la cena sentadas cerca del brasero para mitigar el frío. La gatita y la vieja cabra de Renata también estaban preparadas para recibir la navidad y darles compañía a esas dos buenas almas.
Cande y Renata se tomaron de las manos, cerraron sus ojos y dijeron una oración. Al abrir los ojos vieron un hombre y una mujer sentados junto a la ventana, sorprendidas y un poco asustadas preguntaron al unísono.
¿Quiénes son ustedes?
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¡Sí, Renata! Eso es lo más importante de la navidad. Mira, traje leche recién ordeñada y prepararé tu pan favorito para que juntas recibamos la navidad.
La noche se acercaba. El frío se sentía hasta los huesos. Cande y Renata daban los últimos toques a la “cena”. Renata había colocado dentro de un jarrón viejo unas florecillas silvestres que cortó por la mañana, como símbolo de agradecimiento por no pasar la noche de navidad a solas.
Cande antes de iniciar nuestra cena, te voy a leer un poco para recibir contentas la navidad.
Renata tomó su libro de lecturas de español y le leyó a Cande un pequeño fragmento de “Platero y yo”, Cande la escuchaba con atención. Al concluir la lectura, Renata le preguntó:
¿Te gustó el cuento?
¡Claro que me gustó!, lees muy bonito, de seguro triunfarás en la vida.
Las dos personas se pusieron de pie y la mujer dijo: ¡Renata!, ¿recuerdas que hace unos días aquí parada junto a la ventana y con Cande a tu lado viste a lo lejos las luces de la ciudad y dijiste que te gustaría que tus papás regresaran?, Tu anhelo fue tan grande y la bondad de Cande tan amorosa, que estamos de nuevo en casa para recibir y festejar los cuatro la “Magia de la Navidad”