3 minute read

UN REGALO INESPERADO

Next Article
SOLEDAD

SOLEDAD

Zamara Ruíz Clara. I Semestre

Cerré un poco los ojos, estaba algo cansado de tener que colocar el árbol de navidad, subir y bajar gradas a esta edad cuesta mucho y encima tener que preparar pavo para cenar, es aún más pesado, en especial si te toca prepararlo a ti, la espalda a esta edad ya duele y las rodillas truenan, es tan bonito mirar a las familias celebrando y riendo en este día. En las calles todo el día suenan los villancicos, los niños juegan y todos están más felices que nunca, ¡ay que bonito es verlo!, cuando descanso me pierdo entré mis pensamientos y en un momento comencé a escuchar la voz de mi hija:

Advertisement

—¡Papá... llegamos! ¿Dónde estás? —Preguntó.

—Aquí estoy— respondí de inmediato.

Me sentí tan feliz de verla. Tenía su cabello igual que siempre, no había cambiado nada, era la misma que cuando se casó. Como siempre estaba ocupada, nunca habíamos tenido la oportunidad de hacer una cena navideña.

Por fin se hará.

— ¿Qué tal el viaje? —Pregunté.

—Bien, me costó salir de casa con los niños, se marean mucho con el carro y no querían venir —Respondió.

—Deberían venirse a vivir aquí. Tu madre y yo sentimos que la casa está muy vacía desde que se mudaron.

—Papá, tú sabes que mi esposo y yo preferimos vivir aparte, no queremos molestarlos.

—Está bien hija, lo que ustedes decidan lo aceptamos, solo ven a visitarnos más seguido, esta casa también es tuya, recuérdalo.

—Sí, papá. Eso que está ahí — señaló un reno de navidad —. ¿Es lo que creo que es?

—Sí hija, es el reno con el que jugabas de pequeña. Recuerdo que cada vez que se acercaba navidad, nos preocupaba a tu madre y a mí cómo hacer que dejaras el reno y no lloraras — caminé hasta el reno —. ¡Bueno!, ahora que ya estas grande y no juegas con esas cosas, decidimos con tu madre que deberías dárselo a mis nietos.

—Estábien,papá.

En ese momento llego mi esposa a decirnos que ya había llegado mi yerno con los niños y que nos estaban esperando en la mesa para cenar. Un cosquilleo invadió mí cuerpo, extrañaba tanto ver a mis nietos,quesoloqueríaabrazarlos ydecirlesquelesteníasuregalode navidad.

Un día antes fui a la tienda a comprarles un pequeño detalle. A mi nieta le compré una barbie con su ropita y a mi nieto le compré un dinosaurio, pues mi hija ya me había dicho antes que todavía seguíanjugandoconjuguetes.Sino fuera por este dolor de espalda y rodillas, iría tan pronto me levanté de esta silla, pero tengo primero quepararmeeiralbaño,alavarme lasmanos.Casiresbalo con un juguete que estaba en el piso.

Terminando de lavarme las manos, fui con mi familia hasta la sala, donde llegaba el rico olor del pavo quepreparé.Yaqueríacontarlesun cuento de navidad a mis nietos. Después de que busqué muchos cuentos,decidícontarles el de “Rodolfo, el reno”. Tengo planeado darles su regalo después del cuento. De solo pensar en sus caritas,todosfelices,medafuerzas para caminar. Este andador es tan molesto, que no deja que camine másrápido.

A lo lejos ya alcanzó a verlos. Qué bonitos se ven reunidos. A ver si no me pasé de sal en el pavo.

— ¡Buenas noches, familia! — exclamé —. Déjenme tomarnos una foto de nuestra primera cena navideñatodosjuntos.

Saquémiteléfonodelbolsillo.

—¿Listos?Diganwhisky.

En ese momento mi esposa detuvo lafotoymedijo:

—Cariño...

—¿Quépasó,cariño?—pregunté. —Cariño...

— ¿Qué pasa, cariño, no quieres que tome la foto? - Pensé... será que no se arregló bien y quiere irse a peinar o no quiere salir en la foto.

—Yaestálacena,cariño.

Confundido por lo que decía, decidídecirlequesí

—Bueno, tomemos ahora sí la foto de...—meinterrumpiómiesposa. —Cariño,abrelosojos.

De un momento a otro sentí una caricia en el brazo y abrí los ojos de golpe. Era mi esposa frente a mí. Seguía sentado en mi silla, me habíaperdidootravezen misrecuerdos.

—¿Estásbien,cariño?—Preguntó.

—¿Ynuestrahija?—Pregunté.

— Acaba de marcar, dijo que no podrá venir otra vez a cenar con nosotros.Nosdeseóunafeliznavidad ydijoqueesperaqueelañoqueviene sípuedavenir.

Asentí,conlágrimasenlosojos.

—Tú sabes que no es tan fácil para ella. También nos extraña. Dijo que nos tenía una sorpresa como recompensa por no venir, así que alístate para cenar, ya casi va a ser horadequenosmarque.

Terminé de alistarme y nos pusimos al lado del teléfono. En ese momento sonóelteléfonoycontesté.

—¿Bueno?

—¿Papá?

—Sí,hija,soyyo.

— Ahorita tocarán la puerta. Es un regaloquelesmandé.

— Gracias, hija, a ver si el año que vienepuedoverlos.

— Sí, papá. Bueno, me tengo que ir. Los quiero. Feliz navidad — se despidió.

Sonó el timbre, así que fui a ver, de seguro era el regalo que mencionó mi hija, Era una caja grande,peronomedieronafirmar nada. Eso fue raro. La dejaron en la entrada. La caja se veía muy pesada, por lo que mejor regresé por unas tijeras para abrirla y ver qué era. Se abrió tan fácil, y cuando iba a revisar el interior, la caja saltó de pronto y me asusté. ¿Quécosaeraeso?Measomé nuevamente y vi que eran mis nietos. En ese momento, apareció mihijaconsuesposoenlapuerta. Todo había sido una mentira para sorprenderme.

No pude contenerme y lloré. Al final, sí tendremos nuestra cena navideña.

This article is from: