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Un sueño para despertar
from Revista EÑE 6
by ENSOG
Por: Mary Carmen López Pérez. 5to semestre.
Ernesto observaba detenidamente la
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cortina que cubre el ventanal de su habitación. La observaba con el mismo
detenimiento de todas las mañanas, como si esperase que se moviera por obra de una onda telequinética. Acababa de despertar, pero se sentía cansado, le dolía el cuello por haber pernoctado en una posición chueca, percibía punzadas en la espalda culpa de ese viejo colchón al que se le salían los resortes y la cabeza la tenía al borde de una trágica explosión a causa del maldito insomnio que arribaba todas las noches sin falta. A pesar de su mal sentir había un recuerdo que no dejaba de dar vueltas en la mente de Ernesto. El recuerdo
de un sueño. Un sueño que no quería olvidar, por lo que pensó en escribirlo, pero se arrepintió al rememorar las palabras de su abuela “Hijito cuando tengas un buen sueño nunca se lo cuentes a ningún mortal ese sueño es tuyo y cuando lo compartes pierde su magia, ahora que si tienes una pesadilla cuéntasela al mejor postor lo antes posible.” Ernesto sabía que técnicamente no iba a decírselo a nadie, pero escribirlo para él significaba lo mismo que divulgarlo, así que sólo siguió dándole vueltas y vueltas y vueltas. Sin expresión alguna, ido, concentrado tratando de llegar a una conclusión. Tomo una bocanada de
aire y dio un suspiro larguísimo para después retirarse la cobija de encima, se levantó por fin de su verdugo el colchón y fue al baño a hacer la primera meada del día, se lavó el rostro, preparo un café instantáneo como es su costumbre y regreso a su habitación. Al entrar detuvo
su caminata frente al espejo de cuerpo completo, noto su asquerosa facha pero no pretendía hacer nada al respecto por lo que
26|REVISTA Ñ| AGOSTO-ENERO 2022
se limitó a encoger los hombros y dirigirse hacia el ya desgastado escritorio de madera que le regalo su padre cuando salió de la universidad, cuando aún tenía la esperanza de lograr algo. Dejó su taza de café sobre el usado obsequio y se sentó en su decolorado pero confortable taburete, mirando hacia la nada.
- Estoy aquí de nuevo, tengo algo que contarte.
Ernesto hacia lo mismo de siempre cuando se percataba de su soledad. Hablaba con los muertos. No sabía si lo escuchaban o
no, ni siquiera se dirigía a alguien en específico, solo hablaba y pretendía ser escuchado.
-Tuve un sueño. Uno especial. Uno que me hizo darme cuenta de lo ciego que estoy ¿Sera prudente contártelo? No lo sé, aunque la abuela nunca dijo nada de no contarle los sueños a los muertos así que… supongo guardaras bien el secreto.
Como sabes soy un escritor fracasado, nada me ha servido para consolidar una sola obra, cada vez que se me ocurre una idea, la plasmo, la destruyo, la vuelvo a plasmar, la destruyo y al final termino sintiéndome como un pendejo. He pasado años intentando analizar la conducta de las
personas, me he leído libros de psicología, control mental, sociología, pero nada funciona, no logro que mis escritos sean valorados por las masas, me siento…frustrado. Por las noches aflora la ansiedad y su compañero el insomnio, por las mañanas la depresión, tan insoportables que oculto todo tras mis patéticos vicios. Televisión para concentrarme en la vida de otras personas en lugar de la mía o para fantasear que algún día tendré un final feliz como el de cualquier protagonista de comedia romántica. Alcohol para dejar de pensar, internet para fingir ser alguien que no soy, cigarrillos para volver a mi espacio de bioseguridad y cuando todo lo demás me ha aburrido siempre me queda mi desconchinflada cama que en los días de suerte cuando el insomnio decide tomarse
unas vacaciones me permite dormir. ¿Lo ves ahora? Estamos completamente ciegos. ¿No lo captas aún? déjame
comenzar.
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Me desconecté del típico flujo de pensamientos invasivos que me enreda por las noches y desperté en la azotea de una casa que en realidad desconozco. Estaba recostado sobre una cama extremadamente
cómoda casi podía imaginar que me encontraba encima de una nube, el cielo estrellado acompañaba el paraje, hace años que no veo un cielo estrellado, pero ahí estaba en conjunto con un ambiente fresco, más no frío, un clima básicamente perfecto para mí. Estaba cómodo, sin embargo, a pesar de toda la belleza que había a mi alrededor no me era posible concentrarme y disfrutarla, era como si apropósito evitara relajarme y pensar. Pero entonces algo atrajo mi atención, una estrella que poco a poco caía hacia a mí, era brillante y lenta, entre más se acercaba sentía una especie paz extracorpórea, iluminación, trascendencia. En ese momento me
descubrí vivo, atento, comencé a darle importancia a los detalles y todo se volvía cada vez más hermoso a medida que lo analizaba. Por primera vez en mucho tiempo me sentía bien, ni siquiera cuando me echaba mis gallitos mensuales volaba tanto como en ese sueño, sólo quería quedarme ahí a seguir pensando, lo cual, es raro en mí. Estaba tan cómodo cuando
un niño al lado mío del que sorpresivamente no me había percatado lanzo un grito agudo, con el firme
propósito de llamar mi atención y cuando la obtuvo me sonrío. Se encontraba
desnudo, boca abajo, pero levantaba la cabeza para mantener contacto visual conmigo. Comenzó a insistir en que jugara con él, pero yo no quería. Trate de evitarlo, ignorarlo y concentrarme en las estrellas, pero él seguía insistiendo de manera que me exaspero y termine gritándole - ¡DEJAME EN PAZ! -. Él comenzó a chillar con tal fuerza que creí que sus berridos me lastimarían los tímpanos. No pude soportarlo más y le prometí llevarlo con su madre para jugar, entonces ese niño berrinchudo y desnudo se aferró a mí brazo como si nunca fuese a
soltarme. Nos levantamos de la cama y de alguna extraña forma yo conocía el camino. Bajamos por unas escaleras hasta llegar a una especie de sala de espera, ahí estaba la madre del niño que a juzgar por
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su expresión parecía conocerme, aunque para mí era una completa extraña, le entregue a su hijo esperando volver rápidamente hacia la azotea mágica pero entonces la señora me detuvo para ofrecerme viajar a un área metropolitana y hacerles compañía. Me negué estaba seguro de que nada iba a ser mejor que ese cielo revelador, pero después un hombre alto, de aspecto limpio se acercó a la mujer y al niño, deduje que era el padre de familia. Estaba en lo correcto. El tipo llevaba en los brazos cajas de comida recién hecha que podía oler y casi saborear, menciono que los manjares eran para el vuelo ya que aborrecía lo que servían en el avión, en mi conciencia sabía que eso no era posible pero después me convencí de que con dinero todo lo era. Él señor me ofreció de sus alimentos y acepté, me sentía hambriento, como si no hubiera comido en semanas. Todo estaba
delicioso, por un momento me olvidé del cielo y la mujer aprovechó para ofrecer nuevamente el viaje. Esta vez cedi. Le dije adiós a la paz de la azotea y entonces desperté para darme cuenta que lo había descubierto ¿Lo comprendes ahora? El mundo está ciego, nublado por la parafernalia de una obra que jamás termina, por lo físico, lo material. Nunca nos ponemos a pensar que hay más allá de nuestras narices. La preocupación y el estrés nos invaden constantemente. Sólo
pensamos en el futuro, tratando de figurar en la vida de otros, buscando relevancia para no perdernos entre la multitud, para que nuestros actos de alguna manera valgan la pena, para asegurarnos que después de muertos alguien va a recordarnos o simplemente para honrar a nuestra parte humano egocentrista. Cualquiera que sea la razón no nos está dejando pensar ni visualizar lo verdaderamente importante. Estamos ajetreados, distraídos, estancados en nuestro ego. No podemos avanzar. Todo lo hacemos pensando en nosotros, en un beneficio propio, incluso la filantropía es muestra de ello, no se hace por empatía se hace para sentirnos mejor, para creernos humildes y dignos de un paraíso inexistente ¿Lo comprendes ahora? Mi sueño me lo revelo, ahí estaba, mi fragmento mágico concentrado,
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¡descubriendo lo que hay detrás de lo material, pensando en lo verdaderamente importante. Debo admitir que al principio me costó, pero a medida que mi concentración aumentaba todo se volvía
más claro hasta que apareció el estúpido engendro caprichoso, mi ego. Pensando solo en él, en su beneficio, en su bien. Fue tan insoportable que no me quedo más que ceder, ahora me doy cuenta, hice una mala elección, debí luchar en contra de su capricho porque entonces apareció la madre con los placeres terrenales y mi parte ambiciosa salió a flote. Demonios, es lo que siempre nos pasa sedemos ante todo menos ante lo verdaderamente importante, vamos a un ritmo tan agitado que no alcanzamos a darnos cuenta de los
poderosos que somos, nos dictamos como sentencia el tiempo y gana el que más logre en un corto lapso, de otra manera serás una miga más que se pudra en la tierra sin ser recordado. Tanta es nuestra
obsesión por sobresalir que incluso asesinamos para conseguirlo algunos de manera directa como hacen los asesinos en
serie para obtener el reconocimiento y el elogió de algún subnormal o de manera indirecta como los políticos y empresarios lo hacen para conservar su poder. Al final siempre terminamos sacando lo peor de nosotros, pero ¿Qué más da? Eso se resuelve con una confesión, el cielo nos espera. Dios siempre perdona.
¿Lo ves? ¿Cuánto tiempo pasaste pensando en ti, en tus placeres y dejaste de poner atención? Yo llevo años haciéndolo, cuando escribo lo que siento me parece que no sirve y hago escritos que odio solo para obtener el reconocimiento de otros. Me concentro en los resultados, pero eso da igual, los resultados dan igual cuando el tiempo tiene límite, cuando tenemos fecha de caducidad. Creo que sí comenzará a importarnos nuestra esencia, nuestras raíces, nuestra conciencia, seríamos seres mágicos y no sólo fábricas de excremento peleando unos con otros para resolver
30|REVISTA Ñ| AGOSTO-ENERO 2022 quién merece algo mejor…
Ernesto guardo silencio y levanto su cuerpo del taburete donde se encentraba postrado, se dirigió hacia la azotea de su casa, el sol estaba en su mayor punto, pero al él no le importaba, se recostó sobre el cemento caliente, respiro y se dejó ir, se elevó. Y entonces pudo verte. Ernesto lo hizo, es mágico, por fin dejará de preocuparse. Ahora es libre.